Claude von Appetit
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¿Cuánto tiempo ha pasado ya desde la última vez? No recuerdo ya la última vez que crucé la Reverse Mountain, mucho menos cuándo pisé Arabasta. Acababa de conocerla a ella; de conquistar el Fancy Rooster, de encontrar a ese hombre... Apenas puedo hacer memoria de cómo llegué, tampoco de cómo me fui. Solo sé que por alguna razón he vuelto al desierto; quizá ya no sea el mismo que se perdió en sus arenas una vez. No, ya no soy el mismo; pero busco lo mismo: Busco a Illje.
¿De verdad la busco? Nos separamos hace demasiado tiempo, tras Sakura. Perdimos la pista del Nepo, de mi barco, de toda la tripulación. Yo no la he buscado, y si ella no me ha encontrado a mí probablemente tampoco lo haya intentado. No la culpo; yo tampoco me habría buscado. Tal vez sí soy el mismo, pero llevo tiempo sin serlo. Puede que solo necesite recordar lo que sentía cuando ella estaba cerca, cómo saber que convertía mis locuras en genialidad me daba seguridad. Sin ella para compensar me he vuelto, seguramente, un lunático. Pero ya no quiero serlo más.
Tampoco quiero necesitarla. En realidad la sensación de necesitarla solo es una reacción de mi cuerpo a que la última vez que me sentí bien siendo yo estaba ella presente. La verdad es que desde que ella se fue he hecho cosas de las que no me siento especialmente orgulloso, pero también estaba con más gente. ¿Por qué solo la echo de menos a ella? Bueno, a ella y al Nepo. Pero al Nepo sí que lo he buscado; no ha aparecido, claro, pero lo he buscado por todas partes.
Ni siquiera en estos momentos puedo dejar de preguntarme por qué estoy obsesionado con ella. Si tan frágil soy porque, claro, me voy a largar robando este conjunto y sé que Illje no me detendría, pero se enfadaría por no cogerle a ella uno de su...
- Señor, ¿sabe que está diciendo todo eso en voz alta? -me increpa un dependiente sin dejar de sujetarme tres o cuatro trajes más que me he probado ya.
- ¡Cállate! ¿No puede tener uno un monólogo interno mientras se prueba ropa con ligero aire depresivo?
- Si lo dice en voz alta no es interno -apunta-. Y si de verdad pretende robar aquí voy atener que pedirle que salga de la tienda cuanto antes.
Vale, puede que no esté tan deprimido, pero la echo de menos, ¿vale? Incluso ahora, tras darle un codazo en la nariz a este hombre y largarme con toda la ropa corriendo no puedo evitar pensar que, ya que estoy, me paro y le robo unos pendientes. Uno de los modelitos que me he probado es un vestido despampanante, y si Illje no ha engordado debemos tener la misma talla aún, así que puedo prestárselo. Aunque la duda es: ¿Falsos diamantes o falsas esmeraldas? Hm... Falsos ambos, me llevo los dos.
- ¡Y debería daros vergüenza tratar así a un cliente! -protesto desde la puerta de la boutique -. ¡No pienso volver a gastarme un solo berrie en este local!
Sigo corriendo hasta dar con un callejón. Concretamente con el de la entrada trasera de la casa que estoy tomando prestada estos días. No es muy grande, pero tiene bañera y está cerca del puerto, así que a mí me vale. Ah, hogar dulce hogar. Una ducha y como nuevo, me visto con unos sencillos bombachos y una media túnica blanca, muy ligera. Cierro mi cinturón, envaino cuidadosamente la Pluma y salgo de nuevo a la calle. El sol está cayendo ya, y eso solo significa una cosa: Bronca en el puerto.
¿De verdad la busco? Nos separamos hace demasiado tiempo, tras Sakura. Perdimos la pista del Nepo, de mi barco, de toda la tripulación. Yo no la he buscado, y si ella no me ha encontrado a mí probablemente tampoco lo haya intentado. No la culpo; yo tampoco me habría buscado. Tal vez sí soy el mismo, pero llevo tiempo sin serlo. Puede que solo necesite recordar lo que sentía cuando ella estaba cerca, cómo saber que convertía mis locuras en genialidad me daba seguridad. Sin ella para compensar me he vuelto, seguramente, un lunático. Pero ya no quiero serlo más.
Tampoco quiero necesitarla. En realidad la sensación de necesitarla solo es una reacción de mi cuerpo a que la última vez que me sentí bien siendo yo estaba ella presente. La verdad es que desde que ella se fue he hecho cosas de las que no me siento especialmente orgulloso, pero también estaba con más gente. ¿Por qué solo la echo de menos a ella? Bueno, a ella y al Nepo. Pero al Nepo sí que lo he buscado; no ha aparecido, claro, pero lo he buscado por todas partes.
Ni siquiera en estos momentos puedo dejar de preguntarme por qué estoy obsesionado con ella. Si tan frágil soy porque, claro, me voy a largar robando este conjunto y sé que Illje no me detendría, pero se enfadaría por no cogerle a ella uno de su...
- Señor, ¿sabe que está diciendo todo eso en voz alta? -me increpa un dependiente sin dejar de sujetarme tres o cuatro trajes más que me he probado ya.
- ¡Cállate! ¿No puede tener uno un monólogo interno mientras se prueba ropa con ligero aire depresivo?
- Si lo dice en voz alta no es interno -apunta-. Y si de verdad pretende robar aquí voy atener que pedirle que salga de la tienda cuanto antes.
Vale, puede que no esté tan deprimido, pero la echo de menos, ¿vale? Incluso ahora, tras darle un codazo en la nariz a este hombre y largarme con toda la ropa corriendo no puedo evitar pensar que, ya que estoy, me paro y le robo unos pendientes. Uno de los modelitos que me he probado es un vestido despampanante, y si Illje no ha engordado debemos tener la misma talla aún, así que puedo prestárselo. Aunque la duda es: ¿Falsos diamantes o falsas esmeraldas? Hm... Falsos ambos, me llevo los dos.
- ¡Y debería daros vergüenza tratar así a un cliente! -protesto desde la puerta de la boutique -. ¡No pienso volver a gastarme un solo berrie en este local!
Sigo corriendo hasta dar con un callejón. Concretamente con el de la entrada trasera de la casa que estoy tomando prestada estos días. No es muy grande, pero tiene bañera y está cerca del puerto, así que a mí me vale. Ah, hogar dulce hogar. Una ducha y como nuevo, me visto con unos sencillos bombachos y una media túnica blanca, muy ligera. Cierro mi cinturón, envaino cuidadosamente la Pluma y salgo de nuevo a la calle. El sol está cayendo ya, y eso solo significa una cosa: Bronca en el puerto.
Illje Landvik
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Nunca había estado en Arabasta, pero había oído hablar de ella. Una isla enorme en la que por el día el calor del sol lo arrasaba todo y en cuanto se ponía, la tierra se helaba. Un desierto tan largo que resultaba imposible cruzarlo caminando. Edificios enterrados en la arena, junto con todo tipo de ruinas y tesoros esperando a ser descubiertos.
Igual no debería haber tomado el consejo del borracho de aquella taberna.
No obstante, a estas alturas parecía una idea tan buena como cualquier otra. ¿Cuántos años habían pasado? ¿Dos? ¿Cinco? No lo tenía claro. Se había separado de Claude sin saber que pasaría tanto tiempo antes de volver a verlo y ahora llevaba tanto buscándole que empezaba a preguntarse si sería siquiera posible encontrarle. ¿Por qué demonios no le habría pedido su número de Den den? Habría sido todo muchísimo más sencillo. En cuanto lo encontrara se lo pediría, pero claro… para eso tenía que encontrarle.
Había aprendido mucho en sus viajes. Había conseguido bastante dinero. Sus pequeños negocios empezaban a florecer y pronto podría apartarse de la compañía de su familia. Cuando tuviera suficiente dinero, la adquiriría y entonces, pagaría la promesa que le había hecho a su padre. Había avanzado mucho, mayormente porque quería quitárselo de encima.
Echaba de menos al pelirrojo. Sus bromas, su sentido de la moda y su comida. El hacer locuras juntos y viajar y explorar toda clase de sitios sin pararse a pensar en un motivo para hacerlo. Vale, en realidad había seguido haciendo eso por su cuenta pero ¡no era lo mismo! Tenía muchas ganas de encontrarle. Y a estas alturas, había tanta probabilidad de que se encontrara en Arabasta como en cualquier otro lugar.
Atracó en el puerto con cuidado, un tanto maravillada con la vista. La arquitectura de ese lugar no se parecía a nada que hubiera visto anteriormente y la cantidad de colores la estaba maravillando. Normal, por otro lado. Sus últimos destinos habían sido Thriller Bark y Dark Dome, por lo que el contraste no era poco. Sabía que el lugar estaba afiliado al Gobierno Mundial, así que para poder atracar sin llamar demasiado la atención había cambiado su usual bandera negra por una blanca. Eso sí, la marca de orejas de conejito en rosa estaba igualmente ahí, ondeando orgullosa. No lo querría de ninguna otra manera.
El sol empezaba a ponerse cuando la conejita pisó Arabasta por primera vez. El aire olía a especias que desconocía y eso le recordó algo muy importante: tenía hambre. Miró a su alrededor, decidiendo por dónde empezar a curiosear la enorme isla. De alguna manera, el lugar en el que había atracado no parecía ser el sitio más amigable del mundo. Un par de personas le estaban mirando francamente mal y el sitio se volvía más sospechoso a cada minuto.
Escogió un callejón al azar y echó a rodar en sus patines. No sabía qué le depararía la isla, pero estaba deseosa de averiguarlo.
Igual no debería haber tomado el consejo del borracho de aquella taberna.
No obstante, a estas alturas parecía una idea tan buena como cualquier otra. ¿Cuántos años habían pasado? ¿Dos? ¿Cinco? No lo tenía claro. Se había separado de Claude sin saber que pasaría tanto tiempo antes de volver a verlo y ahora llevaba tanto buscándole que empezaba a preguntarse si sería siquiera posible encontrarle. ¿Por qué demonios no le habría pedido su número de Den den? Habría sido todo muchísimo más sencillo. En cuanto lo encontrara se lo pediría, pero claro… para eso tenía que encontrarle.
Había aprendido mucho en sus viajes. Había conseguido bastante dinero. Sus pequeños negocios empezaban a florecer y pronto podría apartarse de la compañía de su familia. Cuando tuviera suficiente dinero, la adquiriría y entonces, pagaría la promesa que le había hecho a su padre. Había avanzado mucho, mayormente porque quería quitárselo de encima.
Echaba de menos al pelirrojo. Sus bromas, su sentido de la moda y su comida. El hacer locuras juntos y viajar y explorar toda clase de sitios sin pararse a pensar en un motivo para hacerlo. Vale, en realidad había seguido haciendo eso por su cuenta pero ¡no era lo mismo! Tenía muchas ganas de encontrarle. Y a estas alturas, había tanta probabilidad de que se encontrara en Arabasta como en cualquier otro lugar.
Atracó en el puerto con cuidado, un tanto maravillada con la vista. La arquitectura de ese lugar no se parecía a nada que hubiera visto anteriormente y la cantidad de colores la estaba maravillando. Normal, por otro lado. Sus últimos destinos habían sido Thriller Bark y Dark Dome, por lo que el contraste no era poco. Sabía que el lugar estaba afiliado al Gobierno Mundial, así que para poder atracar sin llamar demasiado la atención había cambiado su usual bandera negra por una blanca. Eso sí, la marca de orejas de conejito en rosa estaba igualmente ahí, ondeando orgullosa. No lo querría de ninguna otra manera.
El sol empezaba a ponerse cuando la conejita pisó Arabasta por primera vez. El aire olía a especias que desconocía y eso le recordó algo muy importante: tenía hambre. Miró a su alrededor, decidiendo por dónde empezar a curiosear la enorme isla. De alguna manera, el lugar en el que había atracado no parecía ser el sitio más amigable del mundo. Un par de personas le estaban mirando francamente mal y el sitio se volvía más sospechoso a cada minuto.
Escogió un callejón al azar y echó a rodar en sus patines. No sabía qué le depararía la isla, pero estaba deseosa de averiguarlo.
Dastan Agrabah
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Dastan se encontraba sentado en un barril mordiendo tranquilamente una manzana esperando la llegada del cliente, aunque la ultima vez que lo vio insistió por todos los medios posibles de que no eligiera puertos tan lejanos de la capital, parecía que no tenían ninguna intención de hacerle caso. Según las palabras del mercader aquel lugar tenia las menores tazas para los barcos. Claramente que lo tenia pensaba el pelimorado en ese momento alzando la vista para ver el tipo de gente que le rodeaba todos tenían cara de ser vividores de lo ajeno con esa gente rondando la zona no era raro que costara tan poco atracar un navío.
Mordió nuevamente su manzana cuando vio un navío llegar uno con una bandera de lo mas peculiar según su punto de vista ya que tenia el símbolo de un conejo en una bandera blanca claramente algo fuera de lo normal, observando como alguien salía del navío una chica evidentemente que dejaba ver por que la bandera que llevaba otro mordisco a la manzana fue suficiente para que el joven tuviera que dejar de pensar en pajaritos volando o mas bien conejitas saltando su trabajo acaba de llegar. De un salto se puso de pie para tomar las cuerdas y colaborar con el atracado. Claramente el primer vividor no dudo en llegar hasta el lugar quien cobraba a los barcos por tocar puerto, ya que ese lugar debía ser prohibido cobrar alguna cosa. Dos carruajes desembarcaron del navío los cuales Dastan debió ayudar a cargar sintiendo que estaban bastante pesadas las cajas o traían algo muy grande o realmente no temía por su vida el mercader ni por perder todas y cada una de las cosas que tenia.
Cuando finalmente estuvo todo listo el carruaje se preparo para partir y aquel sujeto dueño de todo ello se acerco al pelimorado extendiendo una bolsa con dinero para que el joven tuviera un pago anticipado. Dastan se le daba bien las peleas por eso solía ofrecerse como escolta de cargamentos aparte de conocer a la mayoría de los jefes de matones ya que creció en el desierto sobreviviendo sin tener nada mas que arena y su creatividad por lo tanto se le daba bien aparte claramente de sobornar algunos grupos de bandidos para que no intervinieran. Pero algo preocupaba al pelimorado ya que el segundo carruaje parecía diseñado para transportar a alguien y el mercader no era quien viajaba, sin mucho que pudiera hacer subido en el primer carro vio como todo empezaba a moverse para abandonar el pueblito rumbo hacia la gran ciudad algo que le llevaría algo de tiempo si conseguían salir sin ser robados o asesinados del lugar, ya que la mirada de poco amigos de algunos allí presente hacia que tomara su arma con mas fuerza de lo acostumbrado.
Mordió nuevamente su manzana cuando vio un navío llegar uno con una bandera de lo mas peculiar según su punto de vista ya que tenia el símbolo de un conejo en una bandera blanca claramente algo fuera de lo normal, observando como alguien salía del navío una chica evidentemente que dejaba ver por que la bandera que llevaba otro mordisco a la manzana fue suficiente para que el joven tuviera que dejar de pensar en pajaritos volando o mas bien conejitas saltando su trabajo acaba de llegar. De un salto se puso de pie para tomar las cuerdas y colaborar con el atracado. Claramente el primer vividor no dudo en llegar hasta el lugar quien cobraba a los barcos por tocar puerto, ya que ese lugar debía ser prohibido cobrar alguna cosa. Dos carruajes desembarcaron del navío los cuales Dastan debió ayudar a cargar sintiendo que estaban bastante pesadas las cajas o traían algo muy grande o realmente no temía por su vida el mercader ni por perder todas y cada una de las cosas que tenia.
Cuando finalmente estuvo todo listo el carruaje se preparo para partir y aquel sujeto dueño de todo ello se acerco al pelimorado extendiendo una bolsa con dinero para que el joven tuviera un pago anticipado. Dastan se le daba bien las peleas por eso solía ofrecerse como escolta de cargamentos aparte de conocer a la mayoría de los jefes de matones ya que creció en el desierto sobreviviendo sin tener nada mas que arena y su creatividad por lo tanto se le daba bien aparte claramente de sobornar algunos grupos de bandidos para que no intervinieran. Pero algo preocupaba al pelimorado ya que el segundo carruaje parecía diseñado para transportar a alguien y el mercader no era quien viajaba, sin mucho que pudiera hacer subido en el primer carro vio como todo empezaba a moverse para abandonar el pueblito rumbo hacia la gran ciudad algo que le llevaría algo de tiempo si conseguían salir sin ser robados o asesinados del lugar, ya que la mirada de poco amigos de algunos allí presente hacia que tomara su arma con mas fuerza de lo acostumbrado.
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Nanohana es un sitio agradable. Cuando hace años estuve por aquí no me tomé la molestia de detenerme a disfrutar de la ciudad, tan solo busqué en el desierto algo que no he terminado de encontrar. Por eso me fui de allí, ¿no? Porque sabía lo que buscaba, pero no podría encontrarlo ahí, al fin y al cabo. Sin embargo parece que con el tiempo y las desilusiones poco a poco se va difuminando como las caras de nuestros familiares en la memoria. En realidad ya no recuerdo la cara de mi padre, aunque lo reconocería si volviese a verlo. Simplemente se deshace en arena cuando intento visualizarlo. Creo que tampoco recuerdo del todo a Illje, pero no lo necesito. No del todo, al menos. La primera tampoco la reconocí y aun así nos encontramos. No entiendo por qué debería ser diferente esta vez.
El sol ya se esconde entre los edificios más costeros, vistiendo la ciudad de dorado con sus últimos rayos. Los puertos son una zona conflictiva y con la oscuridad empiezan rápidamente a aflorar borrachos, prostitutas y toda clase de pendencieros. Algunos me miran con deseo, otros me observan con envidia y unos pocos con ambas cosas. Ellas, por otro lado, me ven inalcanzable.
- No lo soy - digo a una, guiñándole un ojo con cierta coquetería-. Si te lavas bien y vas a un buen dentista, quizá algún día...
- ¡¿Me estás llamando guarra?! -grita ella, ofendida-. ¡Haquim!
Vaya, ha sido más fácil de lo que esperaba. La mujer sigue mirándome, ahora con cierto rencor -aun así noto ese brillo de la pasión en sus pupilas- y escucho pasos pesados acercándose. Camina despacio, con seguridad, pero por su ritmo cojea un poco. Sale del portal en el que ella se ha apoyado y puedo ver a Haquim: Es un enorme hombre de casi dos metros y medio, negro como el ébano y un turbante blanco que acompaña de chaleco en tono nácar y bombachos crema. Parece un tópico andante de Arabasta, o de Sardia. En cualquier caso tiene cara de pocos amigos, pero con voz profunda y pausada me hace una simple pregunta:
- ¿Algún problema, señor? -Lo que me faltaba, un proxeneta educado.
- No; definitivamente ningún problema. ¡Buen trabajo!
Me doy la vuelta en busca de algún lío de verdad, pero su mano se posa en mi hombro. Está muy cerca, me pone nervioso. Él repite la pregunta:
- ¿Algún problema con Dana, señor?
Giro la cabeza levemente, lo suficiente para tener contacto visual con él. Un carro me pasa justo por delante, y no tarda mucho en avanzar otro más. Tiene la mano demasiado cerca. Demasiado cerca. Cerca.
- Quítame la mano de encima -le advierto-. No tengo ningún problema con ella, pero si tú no me sueltas...
Aprieta. Casi duele, pero me enfada más.
- La tarifa de una hora... Si ha ofendido a Dana, debería pagarla. Es un gesto de caballerosidad, ¿no cree?
- Tú no tienes ni idea de quién soy yo, ¿verdad, pato?
Aprieta más.
El sol ya se esconde entre los edificios más costeros, vistiendo la ciudad de dorado con sus últimos rayos. Los puertos son una zona conflictiva y con la oscuridad empiezan rápidamente a aflorar borrachos, prostitutas y toda clase de pendencieros. Algunos me miran con deseo, otros me observan con envidia y unos pocos con ambas cosas. Ellas, por otro lado, me ven inalcanzable.
- No lo soy - digo a una, guiñándole un ojo con cierta coquetería-. Si te lavas bien y vas a un buen dentista, quizá algún día...
- ¡¿Me estás llamando guarra?! -grita ella, ofendida-. ¡Haquim!
Vaya, ha sido más fácil de lo que esperaba. La mujer sigue mirándome, ahora con cierto rencor -aun así noto ese brillo de la pasión en sus pupilas- y escucho pasos pesados acercándose. Camina despacio, con seguridad, pero por su ritmo cojea un poco. Sale del portal en el que ella se ha apoyado y puedo ver a Haquim: Es un enorme hombre de casi dos metros y medio, negro como el ébano y un turbante blanco que acompaña de chaleco en tono nácar y bombachos crema. Parece un tópico andante de Arabasta, o de Sardia. En cualquier caso tiene cara de pocos amigos, pero con voz profunda y pausada me hace una simple pregunta:
- ¿Algún problema, señor? -Lo que me faltaba, un proxeneta educado.
- No; definitivamente ningún problema. ¡Buen trabajo!
Me doy la vuelta en busca de algún lío de verdad, pero su mano se posa en mi hombro. Está muy cerca, me pone nervioso. Él repite la pregunta:
- ¿Algún problema con Dana, señor?
Giro la cabeza levemente, lo suficiente para tener contacto visual con él. Un carro me pasa justo por delante, y no tarda mucho en avanzar otro más. Tiene la mano demasiado cerca. Demasiado cerca. Cerca.
- Quítame la mano de encima -le advierto-. No tengo ningún problema con ella, pero si tú no me sueltas...
Aprieta. Casi duele, pero me enfada más.
- La tarifa de una hora... Si ha ofendido a Dana, debería pagarla. Es un gesto de caballerosidad, ¿no cree?
- Tú no tienes ni idea de quién soy yo, ¿verdad, pato?
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En el puerto, no muy lejos de donde había atracado su barquito, se estaba gestando una escena de lo más curiosa. Otro barco había llegado, uno bastante más grande que el suyo y del cual habían desembarcado dos carruajes. Soltó un pequeño silbido de admiración al verlos rodar por la plataforma hasta tocar tierra. No pegaban ni con cola con la arquitectura del lugar, claramente venían de muy lejos.
Ya había bastante gente alrededor de ambos carruajes, ayudando a mover cajas y cajas de lo que parecía mercancía de alguna clase. No tardaron mucho en estar listos y partir. Uno de los hombres, el de pelo morado, fue pagado por los servicios antes de subirse en el primer carruaje. ¿Seguridad extra? Debían de llevar algo no poco valioso…
Los dejó pasar por delante de ella antes de adentrarse en el entramado de calles. Asumía que los carruajes se dirigían a la capital y también ella iría allí, pero por ahora quería disfrutar de la pequeña ciudad en la que había atracado. Sin embargo, a cuanto más rodaba entre los callejones más entendía que no había sido la mejor de las ideas. Borrachos, prostitutas, drogadictos y otra gente de mala calaña salían de entre las sombras bien fuera para mirarla con odio bien con curiosidad o incredulidad. Ciertamente destacaba un poco y no eran solo las orejas; debería de plantearse robar una muda de ropa propia del lugar…
De repente, lo escuchó. Un par de calles más allá, seguramente solo les separaban un par de edificios.
-¿Me estás llamando guarra?
Una indignación así era fácil de reconocer. ¡Alguien estaba molestando a una de las prostitutas! Medio mosca medio queriendo algo que hacer que no fuera vagabundear entre borrachos, se propuso encontrar a la dueña de aquel grito. Sí, había pedido ayuda al que probablemente fuera su chulo pero ¿podías realmente fiarte de alguien así? No, claro que no. ¡Le necesitaba!
No fue complicado encontrar a la chica en cuestión. Estaba delante de su establecimiento, con los brazos cruzados sobre un escote de seda y aúpa y expresión molesta en la cara. Un par de metros más allá, el tal Haquim ocupaba prácticamente la totalidad de la calle. Muy, muy alto y muy, muy musculoso. Lo suficiente voluminoso como para ocultar a quien quiera que hubiera molestado a… ¿Dana?
-No te preocupes.- Le dijo con una gran sonrisa y mucha confianza.- En seguida lo arreglo.
Rodó hasta rodear a Haquim y… se quedó boquiabierta. Pero… ¡pero si era Claude! En seguida se le olvidó todo lo que había venido a hacer ahí. Sin cortarse un pelo apartó a Haquim de un manotazo, que por un momento pareció tan confuso como ella, y se tiró sobre el pelirrojo para darle un abrazo con tanto ímpetu, que acabaron ambos en el suelo.
-¡Te he estado buscando! ¡Por todas partes!
No sabía si estar enfadada por no haberle encontrado antes o aliviada de haberlo hecho por fin. Quien sí parecía saber cómo sentirse era Haquim, que les estaba mirando con cara de muy malas pulgas. Ups.
Ya había bastante gente alrededor de ambos carruajes, ayudando a mover cajas y cajas de lo que parecía mercancía de alguna clase. No tardaron mucho en estar listos y partir. Uno de los hombres, el de pelo morado, fue pagado por los servicios antes de subirse en el primer carruaje. ¿Seguridad extra? Debían de llevar algo no poco valioso…
Los dejó pasar por delante de ella antes de adentrarse en el entramado de calles. Asumía que los carruajes se dirigían a la capital y también ella iría allí, pero por ahora quería disfrutar de la pequeña ciudad en la que había atracado. Sin embargo, a cuanto más rodaba entre los callejones más entendía que no había sido la mejor de las ideas. Borrachos, prostitutas, drogadictos y otra gente de mala calaña salían de entre las sombras bien fuera para mirarla con odio bien con curiosidad o incredulidad. Ciertamente destacaba un poco y no eran solo las orejas; debería de plantearse robar una muda de ropa propia del lugar…
De repente, lo escuchó. Un par de calles más allá, seguramente solo les separaban un par de edificios.
-¿Me estás llamando guarra?
Una indignación así era fácil de reconocer. ¡Alguien estaba molestando a una de las prostitutas! Medio mosca medio queriendo algo que hacer que no fuera vagabundear entre borrachos, se propuso encontrar a la dueña de aquel grito. Sí, había pedido ayuda al que probablemente fuera su chulo pero ¿podías realmente fiarte de alguien así? No, claro que no. ¡Le necesitaba!
No fue complicado encontrar a la chica en cuestión. Estaba delante de su establecimiento, con los brazos cruzados sobre un escote de seda y aúpa y expresión molesta en la cara. Un par de metros más allá, el tal Haquim ocupaba prácticamente la totalidad de la calle. Muy, muy alto y muy, muy musculoso. Lo suficiente voluminoso como para ocultar a quien quiera que hubiera molestado a… ¿Dana?
-No te preocupes.- Le dijo con una gran sonrisa y mucha confianza.- En seguida lo arreglo.
Rodó hasta rodear a Haquim y… se quedó boquiabierta. Pero… ¡pero si era Claude! En seguida se le olvidó todo lo que había venido a hacer ahí. Sin cortarse un pelo apartó a Haquim de un manotazo, que por un momento pareció tan confuso como ella, y se tiró sobre el pelirrojo para darle un abrazo con tanto ímpetu, que acabaron ambos en el suelo.
-¡Te he estado buscando! ¡Por todas partes!
No sabía si estar enfadada por no haberle encontrado antes o aliviada de haberlo hecho por fin. Quien sí parecía saber cómo sentirse era Haquim, que les estaba mirando con cara de muy malas pulgas. Ups.
Dastan Agrabah
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Agilidad
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Agudeza
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Akuma no mi
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Dastan como siempre acostumbraba se encontraba sobre la parte superior del carruaje sentado cruzado de piernas con su bastón descansando sobre su hombro izquierdo este iba mirando todo lo que pasaba para estar seguro que nadie fuera a interferir en el trayecto del carruaje para eso se estaba ganando el dinero asegurar la mercancía que viajaba en los carruajes, aunque volteo de nuevo a mirar hacia atrás el segundo carruaje despertaba en el una curiosidad insana suspiro levemente para luego ver como pasaban por al lado de un lio habitual entre lugareños.
Por un instante el pelimorado pensó en intervenir en favor de quien estaba a punto de ser acosado por uno de los chulos mas grandes de la ciudad, mas bien por su tamaño que por su influencia aunque si era el mas aterrador de todos en este lugar, debido a su presunta educación, hacia que la gente o en su gran mayoría los ciudadanos de esta pobre y podrida ciudad no supieran como reaccionar, pero cuando se enojaba era muy bruto esperaba que no lo hiciera enojar lo suficiente como para descubrirlo. Ambos carros siguieron su curso pasando a gran velocidad hacia la salida del pueblo y claramente ya encontraron el primero de tantos obstáculos el famoso "peaje" algunas bandas solían creerse dueñas de puestos o incluso ciudades enteras y no faltaban los guardias corruptos que miraban hacia otro lado recibiendo parte de la tajada por los peajes.
Dos carros mas chicos bloqueaban la pasada junto a barriles seguramente de arena, para generar daño al coche si este intentaba pasarse el bloqueo generado de manera ilegal algo que sacaba de juicio al joven Dastan quien se puso de pie sobre el carro para que cuando este se detuviera saltar del mismo hacia la arena acercándose al hombre que tenia el "mando" en el puesto.
-Pero si es Dastan, parece que hoy te excediste con la carga tendremos que cobrarte el doble de lo de siempre ya sabes para que no crean que dejamos pasara a todos libremente, que traes ahí podrían dejarnos un poco no les parece chicos?
En eso se escucharon gritos de jubilo dejando ver a por lo menos una docena de hombres armados con palos, barras algunos pocos portaban espadas que se notaba que habían encontrado días mejores, pero lo peor de todo era el que estaba sobre un tejado sentado en ese momento y fumaba ya que tenia un descansando sobre sus piernas, el tirador del puesto quien terminaba persuadiendo a todos que era mejor obedecer, el chico pudo notar como varios guardias o mas bien matones se acercaban peligrosamente a los carros para mirar su interior, si esa gente veía lo que había dentro no se conformaría con menos que un carro entero para ellos así que suspiro levantando tres dedos.
-Tres veces el pago habitual y dile a tu jefe que pague normal, puedes quedarte con uno para ti y dividir el resto con tus chicos de esa forma todos ganamos te parece, por mi he pagado uno solo...
Menciono esbozando una leve sonrisa bastante forzada, debido mas que nada al hecho de que quería partirles las cara a decir verdad, pero no lo hacia por el tirador, ya que dudaba poder alcanzarlo antes de su tercer o cuarto disparo haciendo que el único objetivo prioritario fuera el mismo, El jede era un matón después de todo el hecho de quedar bien con sus hombres y sacarse una tajada entera parecía dejarlo contento lo estaba tentando debido a la sonrisa que esbozaba en ese momento.
Por un instante el pelimorado pensó en intervenir en favor de quien estaba a punto de ser acosado por uno de los chulos mas grandes de la ciudad, mas bien por su tamaño que por su influencia aunque si era el mas aterrador de todos en este lugar, debido a su presunta educación, hacia que la gente o en su gran mayoría los ciudadanos de esta pobre y podrida ciudad no supieran como reaccionar, pero cuando se enojaba era muy bruto esperaba que no lo hiciera enojar lo suficiente como para descubrirlo. Ambos carros siguieron su curso pasando a gran velocidad hacia la salida del pueblo y claramente ya encontraron el primero de tantos obstáculos el famoso "peaje" algunas bandas solían creerse dueñas de puestos o incluso ciudades enteras y no faltaban los guardias corruptos que miraban hacia otro lado recibiendo parte de la tajada por los peajes.
Dos carros mas chicos bloqueaban la pasada junto a barriles seguramente de arena, para generar daño al coche si este intentaba pasarse el bloqueo generado de manera ilegal algo que sacaba de juicio al joven Dastan quien se puso de pie sobre el carro para que cuando este se detuviera saltar del mismo hacia la arena acercándose al hombre que tenia el "mando" en el puesto.
-Pero si es Dastan, parece que hoy te excediste con la carga tendremos que cobrarte el doble de lo de siempre ya sabes para que no crean que dejamos pasara a todos libremente, que traes ahí podrían dejarnos un poco no les parece chicos?
En eso se escucharon gritos de jubilo dejando ver a por lo menos una docena de hombres armados con palos, barras algunos pocos portaban espadas que se notaba que habían encontrado días mejores, pero lo peor de todo era el que estaba sobre un tejado sentado en ese momento y fumaba ya que tenia un descansando sobre sus piernas, el tirador del puesto quien terminaba persuadiendo a todos que era mejor obedecer, el chico pudo notar como varios guardias o mas bien matones se acercaban peligrosamente a los carros para mirar su interior, si esa gente veía lo que había dentro no se conformaría con menos que un carro entero para ellos así que suspiro levantando tres dedos.
-Tres veces el pago habitual y dile a tu jefe que pague normal, puedes quedarte con uno para ti y dividir el resto con tus chicos de esa forma todos ganamos te parece, por mi he pagado uno solo...
Menciono esbozando una leve sonrisa bastante forzada, debido mas que nada al hecho de que quería partirles las cara a decir verdad, pero no lo hacia por el tirador, ya que dudaba poder alcanzarlo antes de su tercer o cuarto disparo haciendo que el único objetivo prioritario fuera el mismo, El jede era un matón después de todo el hecho de quedar bien con sus hombres y sacarse una tajada entera parecía dejarlo contento lo estaba tentando debido a la sonrisa que esbozaba en ese momento.
Claude von Appetit
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Me pone nervioso tener su mano tan cerca. Cree que aprieta fuerte, pero no tiene ni idea de lo que está haciendo. Sus palabras, completamente neutras, siguen sonando mientras con la palma acaricio ya el pomo del cuchillo. Lo tengo sujeto en poco tiempo, sin apenas moverme, y estoy listo para dejarlo sin brazo de un corte limpio cuando, de pronto, una voz familiar me distrae. No quiero creerlo todavía, claro, pero cuando aparece delante de mí no puedo reprimir un chillido de sorpresa bastante poco varonil. Sin embargo, ella es la primera en actuar: De un manotazo aparta a Haquim y se abalanza sobre mí, que necesito rotar para controlar la fuerza de su empuje.
Pierdo la noción del tiempo, la verdad. Al principio solo giro con sus brazos a mi alrededor, pero termino rodeándola por completo y hundiendo las manos en su melena. Huele a sal marina y sueños locos, a agua limpia e ilusiones infantiles; huele a mi subcapitana. Casi no puedo dejar de moverme con ella encima; es casi tan alta como yo, pero parece tan ligera en estos momentos... Y sobre todo, quizá si me detengo se desvanezca una vez más. Sin peleas, sin despedidas, solo como la última vez: Sin darnos cuenta.
- ¡Yo a ti también! -contesto, ilusionado, cuando por fin me atrevo a dejarla en el suelo. En realidad no lo he hecho. Ni siquiera recuerdo la última vez que he estado sobrio antes de hoy-. ¿Por qué desapareciste?
En realidad no termino de recordar si fue antes ella o yo, pero los dos nos fuimos. Por otro lado, Haquim no parece demasiado interesado en nuestro reencuentro pues, tras medio minuto de incomprensión, intenta agarrarme de nuevo. Esta vez extiende su torpe brazo también hacia Illje-
- No, no no -protesto-. Nos vamos.
No cabe esperar que nos deje marcharnos sin más, así que le pego una patada en la entrepierna y tiro del brazo de Illje, corriendo sin ninguna dirección en particular por el entramado de callejuelas del puerto. En realidad es un lugar bonito, aunque sin tanta chusma estaría seguramente bastante más cuidado. De todos modos no tengo mucho tiempo de comentarle a la coneja mis opiniones al respecto del estilo arquitectónico porque, bueno, estamos correteando y podría pegármela. De hecho, termino pegándomela.
Vale, recapitulemos, ¿cómo he llegado hasta un tejado? Estaba yendo de calle en calle cuando, de golpe, un señor bastante gordo se ha caído desde un segundo piso y tiene pinta de que se ha tragado la pipa con la que fumaba. Además, hay como diez personas que me están apuntando con sus armas a la vez, probablemente porque el gordo del suelo, entre lloro y lloro, tiene tiempo de señalarme.
- ¡Chivato! -le grito-. Bueno, yo ya me iba. Lo siento por lo del gordo, seguro que se recupera. O encuentra una silla bonita.
No parece que quieran dejarme ir.
- Ups.
Pierdo la noción del tiempo, la verdad. Al principio solo giro con sus brazos a mi alrededor, pero termino rodeándola por completo y hundiendo las manos en su melena. Huele a sal marina y sueños locos, a agua limpia e ilusiones infantiles; huele a mi subcapitana. Casi no puedo dejar de moverme con ella encima; es casi tan alta como yo, pero parece tan ligera en estos momentos... Y sobre todo, quizá si me detengo se desvanezca una vez más. Sin peleas, sin despedidas, solo como la última vez: Sin darnos cuenta.
- ¡Yo a ti también! -contesto, ilusionado, cuando por fin me atrevo a dejarla en el suelo. En realidad no lo he hecho. Ni siquiera recuerdo la última vez que he estado sobrio antes de hoy-. ¿Por qué desapareciste?
En realidad no termino de recordar si fue antes ella o yo, pero los dos nos fuimos. Por otro lado, Haquim no parece demasiado interesado en nuestro reencuentro pues, tras medio minuto de incomprensión, intenta agarrarme de nuevo. Esta vez extiende su torpe brazo también hacia Illje-
- No, no no -protesto-. Nos vamos.
No cabe esperar que nos deje marcharnos sin más, así que le pego una patada en la entrepierna y tiro del brazo de Illje, corriendo sin ninguna dirección en particular por el entramado de callejuelas del puerto. En realidad es un lugar bonito, aunque sin tanta chusma estaría seguramente bastante más cuidado. De todos modos no tengo mucho tiempo de comentarle a la coneja mis opiniones al respecto del estilo arquitectónico porque, bueno, estamos correteando y podría pegármela. De hecho, termino pegándomela.
Vale, recapitulemos, ¿cómo he llegado hasta un tejado? Estaba yendo de calle en calle cuando, de golpe, un señor bastante gordo se ha caído desde un segundo piso y tiene pinta de que se ha tragado la pipa con la que fumaba. Además, hay como diez personas que me están apuntando con sus armas a la vez, probablemente porque el gordo del suelo, entre lloro y lloro, tiene tiempo de señalarme.
- ¡Chivato! -le grito-. Bueno, yo ya me iba. Lo siento por lo del gordo, seguro que se recupera. O encuentra una silla bonita.
No parece que quieran dejarme ir.
- Ups.
Illje Landvik
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La cara de Claude fue un poema. Uno un tanto caótico, porque al principio todo fue un huracán de colores. Normal, estaban girando e Illje tenía la cara enterrada en el cuello de Claude. Cuando aterrizó de nuevo en el suelo, le temblaban un poco las piernas. No del esfuerzo, si no… no se creía haberle encontrado. Tan de repente, después de tanto tiempo. ¡Era genial!
-¿Por qué desapareciste tú? – Su sonrisa flaquea un momento.- Tuve que volver a casa a cuidar un asunto y luego… no te vi más.
En realidad era culpa suya, lo sabía. Se había ido a Dark Dome y ni siquiera se le había pasado por la cabeza que podría no volver a encontrarse con Claude. ¿Y si en vez de 5 años hubieran sido 50? Se le saltó un latido. ¡No, ni de broma! No podía pensar así. Marcharse había sido imperativo, o de lo contrario el asunto de Kolvenik le habría acabado mordiendo en el culo. Se había ido para poder volver y aunque hubiera tardado, había vuelto. Eso era lo único que importaba.
Era un momento precioso, pero por desgracia su involuntaria chaperona no parecía conmovida. Haquim fue a separarlos, pero ellos fueron más rápidos. Frunciendo el ceño, Illje remató el punto asegurándose de dar solo un poco más abajo que Claude y con sendos gruñidos, el hombre se desplomó. Hm. Eso le pasaba por interrumpirlos. Illje puso los ojos en blanco mientras echaban a correr.
-Alguna gente solo piensa en sí misma, menudo egoísta…
Qué falta de respeto. ¡Pero no importaba! Estaban corriendo y callejeando y el olor a arena, especias y algo de metal se le colaba en la nariz mientras atravesaban toda clase de edificios. Escaleras, callejones, recovecos. Arriba, abajo, abajo, izquierda, arriba, derecha, salto, derrape, abajo… espera, ¿dónde estaban? Y ¿de dónde había sacado un conjunto morado? Oh bueno, necesitaba una muda de ropa de todas formas.
Pasó a los patines para poder seguir a Claude más fácilmente y sin soltarle la mano llevó a cabo una técnica perfeccionada tras muchos viajes a la playa. Ropa por encima, ropa por debajo. El nuevo conjunto sustituyó en cuestión de minutos al viejo. Pantalones anchos y top corto, ambos en morado con hilo brillante entrelazado para realzarlos. Había un velo a juego, que se apresuró a ponerse en la cara mientras guardaba la ropa vieja en su mochilita. ¡Perfecto! Una cosa menos.
Espera, ¿en qué momento habían llegado a un tejado?
Evaluó la situación. Todavía tenía a Claude de la mano. Había un señor gordo atragantándose con una pipa en el suelo delante de ellos y unas diez o doce personas apuntándoles con varias armas, muchas espadas de diversos tipos. Y entonces, vio los carros.
¡Eran los carros de antes! Los del puerto. Iban a la capital, se acordaba de eso. Además, alguien había pagado para que estuvieran protegidos. Claramente solo les estaban apuntando porque el gordo de la pipa se había enfadado con Claude. Si llegaban a uno de los carros, estarían a salvo. Le apretó la mano a Claude y tiró de él, sonriéndole antes de saltar del tejado.
Le agarró en pleno vuelo para que no se chocara contra el suelo y ella aterrizó de forma más o menos elegante sobre sus patines; menos mal que solo era un piso. Y que habían caído en el toldo por el medio. Problema, ahora la gente con las armas estaba más cerca. ¡Pero el carro también!
Fue a subirse al carro, cuando vio junto al mismo al chaval que había visto en el puerto. ¡Era el guardaespaldas! Tenía que serlo. Agarró a Kamar y a Budur una en cada mano, estudiando la situación. El guardaespaldas parecía estar negociando algo con la gente armada. Así que... estaban enfadados antes de que llegaran ellos dos. O eso parecía. Hm. Tras pensarlo un momento, echó a correr y dio un salto tal que acabó en el techo del carro de delante. Se tambaleó un poco, antes de asentarse en los patines y levantar una de las espadas por encima de su cabeza.
-¡Este carro queda bajo la protección de los Fancy Pirates! ´
Señaló al guardaespaldas con la espada y una sonrisa de oreja a oreja.
-Lo estás defendiendo, ¿no? Bien, entonces, ¡también estás bajo nuestra protección! De momento, en cualquier caso.
Echó una mirada a Claude, buscando la confirmación. Y asegurarse de que seguía ahí. Todavía estaba un poco paranoica.
-¿Por qué desapareciste tú? – Su sonrisa flaquea un momento.- Tuve que volver a casa a cuidar un asunto y luego… no te vi más.
En realidad era culpa suya, lo sabía. Se había ido a Dark Dome y ni siquiera se le había pasado por la cabeza que podría no volver a encontrarse con Claude. ¿Y si en vez de 5 años hubieran sido 50? Se le saltó un latido. ¡No, ni de broma! No podía pensar así. Marcharse había sido imperativo, o de lo contrario el asunto de Kolvenik le habría acabado mordiendo en el culo. Se había ido para poder volver y aunque hubiera tardado, había vuelto. Eso era lo único que importaba.
Era un momento precioso, pero por desgracia su involuntaria chaperona no parecía conmovida. Haquim fue a separarlos, pero ellos fueron más rápidos. Frunciendo el ceño, Illje remató el punto asegurándose de dar solo un poco más abajo que Claude y con sendos gruñidos, el hombre se desplomó. Hm. Eso le pasaba por interrumpirlos. Illje puso los ojos en blanco mientras echaban a correr.
-Alguna gente solo piensa en sí misma, menudo egoísta…
Qué falta de respeto. ¡Pero no importaba! Estaban corriendo y callejeando y el olor a arena, especias y algo de metal se le colaba en la nariz mientras atravesaban toda clase de edificios. Escaleras, callejones, recovecos. Arriba, abajo, abajo, izquierda, arriba, derecha, salto, derrape, abajo… espera, ¿dónde estaban? Y ¿de dónde había sacado un conjunto morado? Oh bueno, necesitaba una muda de ropa de todas formas.
Pasó a los patines para poder seguir a Claude más fácilmente y sin soltarle la mano llevó a cabo una técnica perfeccionada tras muchos viajes a la playa. Ropa por encima, ropa por debajo. El nuevo conjunto sustituyó en cuestión de minutos al viejo. Pantalones anchos y top corto, ambos en morado con hilo brillante entrelazado para realzarlos. Había un velo a juego, que se apresuró a ponerse en la cara mientras guardaba la ropa vieja en su mochilita. ¡Perfecto! Una cosa menos.
Espera, ¿en qué momento habían llegado a un tejado?
Evaluó la situación. Todavía tenía a Claude de la mano. Había un señor gordo atragantándose con una pipa en el suelo delante de ellos y unas diez o doce personas apuntándoles con varias armas, muchas espadas de diversos tipos. Y entonces, vio los carros.
¡Eran los carros de antes! Los del puerto. Iban a la capital, se acordaba de eso. Además, alguien había pagado para que estuvieran protegidos. Claramente solo les estaban apuntando porque el gordo de la pipa se había enfadado con Claude. Si llegaban a uno de los carros, estarían a salvo. Le apretó la mano a Claude y tiró de él, sonriéndole antes de saltar del tejado.
Le agarró en pleno vuelo para que no se chocara contra el suelo y ella aterrizó de forma más o menos elegante sobre sus patines; menos mal que solo era un piso. Y que habían caído en el toldo por el medio. Problema, ahora la gente con las armas estaba más cerca. ¡Pero el carro también!
Fue a subirse al carro, cuando vio junto al mismo al chaval que había visto en el puerto. ¡Era el guardaespaldas! Tenía que serlo. Agarró a Kamar y a Budur una en cada mano, estudiando la situación. El guardaespaldas parecía estar negociando algo con la gente armada. Así que... estaban enfadados antes de que llegaran ellos dos. O eso parecía. Hm. Tras pensarlo un momento, echó a correr y dio un salto tal que acabó en el techo del carro de delante. Se tambaleó un poco, antes de asentarse en los patines y levantar una de las espadas por encima de su cabeza.
-¡Este carro queda bajo la protección de los Fancy Pirates! ´
Señaló al guardaespaldas con la espada y una sonrisa de oreja a oreja.
-Lo estás defendiendo, ¿no? Bien, entonces, ¡también estás bajo nuestra protección! De momento, en cualquier caso.
Echó una mirada a Claude, buscando la confirmación. Y asegurarse de que seguía ahí. Todavía estaba un poco paranoica.
Dastan Agrabah
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Como mandar todo a la mierda, sencillo dos personajes de extraña procedencia y apariencia de lo mas extravagante hagan acto de presencia cuando ya estaba prácticamente todo cocinado, Dastan había logrado comprar al grupo pagando un poco mas de lo habitual pero de esa forma no iban a revisar los carruajes que era lo estándar, el revisar las cosas para luego quedarse con parte de lo que hubiera en los carros, suspiro levemente al ver que todo se iba a la mierda tan rápido como había pasado las cosas, viendo como todos se pusieron en guardia en ese momento sacando sus armas para enfrentar al grupo ahora si que todo estaba jodido.
-Maldita sea, por que la gente se tiene que meter donde no lo llaman.
Dicho eso se giro viendo que la chica demostró tener una habilidad bastante amplia con sus patines, eran patines aquello se rasco la cabeza claramente el "guardia" estaba tan sorprendido como los demás, se llevo la mano al cintura por que realmente no le sonaba de nada lo que estaba mencionando quizás por no estar muy versado en el mundo marítimo aquello era una isla de pura tierra y polvo rara vez sus habitantes se importaban con cosas tan simples como el nombre de una banda como tal. Así que como la chica hablo todos se quedaron antes de que ella hablara, eso provoco que todos quedaran como en un vacío que termino por romper el pelimorado caminando hacia ella.
-No se quienes son ni que quieres hacer chica coneja, pero estos dos carros están bajo mi protección ve a conseguirte tus propios carros para proteger o un barco, después de todo sois piratas no?
A diferencia de ellos que eran dos desconocidos en aquel lugar, Dastan tenia cierta reputación en la isla y claramente los criminales le conocían bastante bien por ese era el motivo que había terminado accediendo a negociar y terminar pagando ciertas "multas" para poder asegurar los cargamentos, rara vez el pelimorado debía luchar para defender las cargas, eso pasaba cuando algún grupo random buscaba una oportunidad o algún grupito desobedecía a sus jefes para querer ganarse un dinerito propio., suspiro nuevamente esperando que ella se bajara del lugar aunque claramente se podía notar que no iba a pasar.
- A por ellos chicos.
Eso hizo que suspirara ya que al parecer golpearon alguien que estaba al cargo entonces en vez de ayudar estaban empeorando todo haciendo que haga un face palm tranquilamente, sino que miro hacia la chica y le hizo seña para que se bajara del carro ya que en vez de ayudar estaba molestando, si le querían pegar les iban a pegar pero con los carros de por medio.
-Llegar acá, golpeando a uno de los capos subirse a mi carro y decir que esta bajo tu protección es como decir, vengan cárguense estos carros que son míos también destrócenlos y llévense lo que hay adentro, yo no tengo nada que ver contigo y con ese chico.
Menciono el joven de cabellos pelimorados delante de todos, mas que nada por que no quería quedar en el fuego cruzado entre estos sujetos y esos dos, aunque claramente eso era demasiado tarde, las armas cortantes ya le estaban apuntando a el también haciendo que suspirara de manera profunda.
-Maldita sea, por que la gente se tiene que meter donde no lo llaman.
Dicho eso se giro viendo que la chica demostró tener una habilidad bastante amplia con sus patines, eran patines aquello se rasco la cabeza claramente el "guardia" estaba tan sorprendido como los demás, se llevo la mano al cintura por que realmente no le sonaba de nada lo que estaba mencionando quizás por no estar muy versado en el mundo marítimo aquello era una isla de pura tierra y polvo rara vez sus habitantes se importaban con cosas tan simples como el nombre de una banda como tal. Así que como la chica hablo todos se quedaron antes de que ella hablara, eso provoco que todos quedaran como en un vacío que termino por romper el pelimorado caminando hacia ella.
-No se quienes son ni que quieres hacer chica coneja, pero estos dos carros están bajo mi protección ve a conseguirte tus propios carros para proteger o un barco, después de todo sois piratas no?
A diferencia de ellos que eran dos desconocidos en aquel lugar, Dastan tenia cierta reputación en la isla y claramente los criminales le conocían bastante bien por ese era el motivo que había terminado accediendo a negociar y terminar pagando ciertas "multas" para poder asegurar los cargamentos, rara vez el pelimorado debía luchar para defender las cargas, eso pasaba cuando algún grupo random buscaba una oportunidad o algún grupito desobedecía a sus jefes para querer ganarse un dinerito propio., suspiro nuevamente esperando que ella se bajara del lugar aunque claramente se podía notar que no iba a pasar.
- A por ellos chicos.
Eso hizo que suspirara ya que al parecer golpearon alguien que estaba al cargo entonces en vez de ayudar estaban empeorando todo haciendo que haga un face palm tranquilamente, sino que miro hacia la chica y le hizo seña para que se bajara del carro ya que en vez de ayudar estaba molestando, si le querían pegar les iban a pegar pero con los carros de por medio.
-Llegar acá, golpeando a uno de los capos subirse a mi carro y decir que esta bajo tu protección es como decir, vengan cárguense estos carros que son míos también destrócenlos y llévense lo que hay adentro, yo no tengo nada que ver contigo y con ese chico.
Menciono el joven de cabellos pelimorados delante de todos, mas que nada por que no quería quedar en el fuego cruzado entre estos sujetos y esos dos, aunque claramente eso era demasiado tarde, las armas cortantes ya le estaban apuntando a el también haciendo que suspirara de manera profunda.
Claude von Appetit
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Normalmente no soy una persona que haga muchas locuras. Trato de aplicar pensamiento racional y cabeza fría en la mayoría de mis actos, pero en ocasiones no puedo evitar dejarme llevar por la loca majadera de Illje, más aún cuando hace tanto tiempo que no la veo. Sé que como capitán es mi deber frenar esa clase de comportamientos peligrosos, pero teniendo en cuenta que hemos venido hasta aquí para armarla, ¿por qué no hacerlo en condiciones?
Me dejo caer junto a la conejita, rebotando en un toldo y cayendo justo al lado del carro que casi me atropella unos momentos atrás. Parece que tienen problemas, aunque no llego a entender de qué naturaleza dado que antes de que pueda siquiera ponerme a pensar Illje empieza a gritar una consigna con la que, si bien estoy de acuerdo, no ha hecho bien.
- Ese es el espíritu, pero te voy a enseñar cómo se hace de verdad -le digo, pero en ese mismo instante un tipo que me suena de algo nos interrumpe.
Tiene el cabello morado, pero su cara es como si la hubiese visto en algún lado. ¿Será modelo? No creo, si lo fuese no estaría en el puerto al anochecer. Sin embargo lo que dice tiene sentido en cierta medida. Somos piratas, deberíamos estar en el mar asaltando barcos y no caravanas... ¡A no ser! Se me ilumina la bombilla de golpe, y ya sé cómo darle una lección a ambos: Con un número musical. Es una suerte que haya una vieja guitarra tirada en una esquina, y aunque su dueño protesta cuando se la robo no puede intentar recuperarla. Es ciego.
Sin más empiezo a tocar un acorde tras otro. Es u ritmo suave y agradable, sonoro, de los que erizan la piel e invitan a bailar. Espero que Illje me acompañe mientras empiezo a cantar:
- Ese carro llega así de esta manera... -Zapateo en el suelo. Es el momento de bailar-. ¡No tiene la culpa, caballo para piratas! -Empiezan a acercarse los matones con muy malas pulgas, pero el ritmo parece que se les va contagiando. No reduce su agresividad, pero se van sumando a la coreografía-. Somos muy despreciados por eso: ¡Aquí no puede robar!
Un golpe en la guitarra culmina la primera estrofa. Mi gesto enfadado y mi postura invitando al baile a Illje. Tiro la guitarra de vuelta al ciego, que sigue tocando mi ritmo por inercia y abro los brazos, muy recto, extendiendo un brazo hacia mi subcapitana mientras echo el la cabeza ligeramente hacia atrás. De casualidad una bala me roza y da en un tonel de cerveza. Esta empieza a caer a trompicones, dando acompañamiento de percusión.
- ¡Ese carro llega así de esta manera! Hoy no soy pirata, amor de carro en tierra, ¡amor de bandolera! -Ahora palmas-. Ven, ven ven ven, ven ven ven; ven, ven ven ven, ven ven ven... ¡Bandolero! -Señalo al chico del pelo raro, y luego a Illje-. ¡Bandolera! ¡Porque los Fancy Cock Bandits son así! ¡Bandolero! ¡Bandolera!
Me lanzo a los brazos de Illje, estirando mi pierna derecha hacia atrás y adelantando mi rodilla izquierda, enhebrando uno de sus brazos mientras levanto la otra mano al cielo, evitando un espadazo que me roza las plumas del tocado.
- No tienes perdón de Dios -le canto, casi al oído, antes de separarme tomando su mano y comenzando a bailar el tango de la muerte-. Que eres mi barco mi tesoro mi destino; de ese carro ahí desamparado. -El ruido de las espadas silbando a nuestro alrededor se acompasa a la música mientras en medio del baile me subo al carro de delante, tendiéndole una mano a Illje-. ¡Lo mismo ya que ayer, yo pienso en ti!
Está feo que yo lo diga, pero tengo un juego de pies impresionante. Ni siquiera cuando le pego una patada en la cabeza al conductor del carro parece fuera de la coreografía. Este cae inconsciente al suelo, pero lejos de detenerme eso me anima a cantar con más fuerza:
- ¡No te encuentro el abandono! -grito, a un ritmo cada vez más acelerado. El ciego tiene talento-. ¡Eres imposible no te encuentro de verdad! ¡Pero los Cock Bandits no separan sus caminos! ¡Lo mismo ya que ayer, yo pienso en ti! ¡Bandolero! ¡Bandolera! -Me subo al asiento del conductor en medio de una filigrana muy elegante, y antes de que el ritmo deje de sonar, mientras todos piensan que soy idiota, agito con fuerza las riendas-. ¡Arre!
Los caballos salen al galope, saltando sobre los barriles de arena y haciendo que el carro choque contra ellos, reventándolos. No es que el carro haya salido intacto, pero podrá llegar hasta algún sitio donde pueda ponerle mi bandera.
Me dejo caer junto a la conejita, rebotando en un toldo y cayendo justo al lado del carro que casi me atropella unos momentos atrás. Parece que tienen problemas, aunque no llego a entender de qué naturaleza dado que antes de que pueda siquiera ponerme a pensar Illje empieza a gritar una consigna con la que, si bien estoy de acuerdo, no ha hecho bien.
- Ese es el espíritu, pero te voy a enseñar cómo se hace de verdad -le digo, pero en ese mismo instante un tipo que me suena de algo nos interrumpe.
Tiene el cabello morado, pero su cara es como si la hubiese visto en algún lado. ¿Será modelo? No creo, si lo fuese no estaría en el puerto al anochecer. Sin embargo lo que dice tiene sentido en cierta medida. Somos piratas, deberíamos estar en el mar asaltando barcos y no caravanas... ¡A no ser! Se me ilumina la bombilla de golpe, y ya sé cómo darle una lección a ambos: Con un número musical. Es una suerte que haya una vieja guitarra tirada en una esquina, y aunque su dueño protesta cuando se la robo no puede intentar recuperarla. Es ciego.
Sin más empiezo a tocar un acorde tras otro. Es u ritmo suave y agradable, sonoro, de los que erizan la piel e invitan a bailar. Espero que Illje me acompañe mientras empiezo a cantar:
- El ritmazo:
- Ese carro llega así de esta manera... -Zapateo en el suelo. Es el momento de bailar-. ¡No tiene la culpa, caballo para piratas! -Empiezan a acercarse los matones con muy malas pulgas, pero el ritmo parece que se les va contagiando. No reduce su agresividad, pero se van sumando a la coreografía-. Somos muy despreciados por eso: ¡Aquí no puede robar!
Un golpe en la guitarra culmina la primera estrofa. Mi gesto enfadado y mi postura invitando al baile a Illje. Tiro la guitarra de vuelta al ciego, que sigue tocando mi ritmo por inercia y abro los brazos, muy recto, extendiendo un brazo hacia mi subcapitana mientras echo el la cabeza ligeramente hacia atrás. De casualidad una bala me roza y da en un tonel de cerveza. Esta empieza a caer a trompicones, dando acompañamiento de percusión.
- ¡Ese carro llega así de esta manera! Hoy no soy pirata, amor de carro en tierra, ¡amor de bandolera! -Ahora palmas-. Ven, ven ven ven, ven ven ven; ven, ven ven ven, ven ven ven... ¡Bandolero! -Señalo al chico del pelo raro, y luego a Illje-. ¡Bandolera! ¡Porque los Fancy Cock Bandits son así! ¡Bandolero! ¡Bandolera!
Me lanzo a los brazos de Illje, estirando mi pierna derecha hacia atrás y adelantando mi rodilla izquierda, enhebrando uno de sus brazos mientras levanto la otra mano al cielo, evitando un espadazo que me roza las plumas del tocado.
- No tienes perdón de Dios -le canto, casi al oído, antes de separarme tomando su mano y comenzando a bailar el tango de la muerte-. Que eres mi barco mi tesoro mi destino; de ese carro ahí desamparado. -El ruido de las espadas silbando a nuestro alrededor se acompasa a la música mientras en medio del baile me subo al carro de delante, tendiéndole una mano a Illje-. ¡Lo mismo ya que ayer, yo pienso en ti!
Está feo que yo lo diga, pero tengo un juego de pies impresionante. Ni siquiera cuando le pego una patada en la cabeza al conductor del carro parece fuera de la coreografía. Este cae inconsciente al suelo, pero lejos de detenerme eso me anima a cantar con más fuerza:
- ¡No te encuentro el abandono! -grito, a un ritmo cada vez más acelerado. El ciego tiene talento-. ¡Eres imposible no te encuentro de verdad! ¡Pero los Cock Bandits no separan sus caminos! ¡Lo mismo ya que ayer, yo pienso en ti! ¡Bandolero! ¡Bandolera! -Me subo al asiento del conductor en medio de una filigrana muy elegante, y antes de que el ritmo deje de sonar, mientras todos piensan que soy idiota, agito con fuerza las riendas-. ¡Arre!
Los caballos salen al galope, saltando sobre los barriles de arena y haciendo que el carro choque contra ellos, reventándolos. No es que el carro haya salido intacto, pero podrá llegar hasta algún sitio donde pueda ponerle mi bandera.
Illje Landvik
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A la gente que les apuntaba no parecía haberles convencido su declaración. Era normal, al fin y al cabo. Les estaban apuntando, buena gente no eran. Pero el guardaespaldas de pelo morado parecía molesto y eso sí que no lo entendía. ¡Si le estaban protegiendo! ¡Era lo mejor que podía pasarle! Se puso en cuclillas para acercarse un poco más a su cara y sonrió de oreja a oreja. No pasaba nada. Terminaría por entenderlo cuando todo saliera bien. Y ahora que por fin había encontrado a Claude, estaba más que segura de que todo saldría bien.
-Lo siento.- No, en realidad no lo sentía.- Ahora son nuestros carros. Tuyos y nuestros, claro. No te preocupes, no dejaré que les toquen ni una astilla.
Seguía intentando declarar que no tenía nada que ver con ellos, pero Illje sabía que el mal ya estaba hecho. También lo sabían los asaltantes, que habían empezado a apuntarle también a él. Y aunque ahora no fuera a creerle, la conejita sabía que era por su bien. Claude había llegado y estaba junto a ellos. Illje saltó de vuelta al suelo y le puso un brazo en el hombro al chico de pelo morado, antes de susurrarle.
-No quiero meterme donde no me llaman, pero si te apuntan con espadas es que no son tus amigos. Deberías buscarte unos mejores.
Y entonces, Claude empezó a cantar. La música había empezado poco antes y la conejita no tardó en unirse a la canción haciéndole los coros. No podía hacer otra cosa, no se sabía la letra. No creía ni que el propio Claude se supiera la letra, pero tenía buen ritmo y bailar se le daba bastante mejor. Sobre todo si era un cariñoso eufemismo para librarse de las espadas que seguían apuntándoles.
Solo que… no era un eufemismo. En cuestión de segundos, no eran los únicos que estaban bailando. Los malos malosos se habían sumado a la coreografía, sin dejar de apuntarles y perseguirles. Tomó el brazo que le ofrecía Claude y giró sobre sí misma hasta que le dejó ir y se encontró clavando la espada en el hombro de uno de los matones, que gimió y cayó sobre su culo. Illje zapateó otro poco y por el rabillo del ojo vio un destello pelirrojo. Se llevó la espada a los dientes y le cogió en brazos en el último segundo. Le costó no reír mientras seguía bailando, pero de alguna manera logró unirse a la coreografía de forma inmaculada. ¿Estaban bailando tango? ¿Desde cuándo sabía ella bailar tango? Oh, bueno, no se le estaba dando mal. No importaba.
Las espadas seguían chocando y la conejita enhebró a dos más a medio juego de pies, mientras seguía avanzando y haciendo los coros de Bandolera. Ninguno murió, al menos no en el acto, pero la sangre empezó a manchar la arena y a advertir a los que quedaban en pie. Vio a Claude saltar al carro y se apresuró a llegar de un salto hasta la puerta del mismo. Mientras él tomaba el asiento del conductor, ella apartó de un codazo a otro de los matones y mantuvo la puerta abierta.
Buscó al chico del pelo morado con la mirada y le hizo señales para que se metiera. ¡Era ahora o nunca!
-Lo siento.- No, en realidad no lo sentía.- Ahora son nuestros carros. Tuyos y nuestros, claro. No te preocupes, no dejaré que les toquen ni una astilla.
Seguía intentando declarar que no tenía nada que ver con ellos, pero Illje sabía que el mal ya estaba hecho. También lo sabían los asaltantes, que habían empezado a apuntarle también a él. Y aunque ahora no fuera a creerle, la conejita sabía que era por su bien. Claude había llegado y estaba junto a ellos. Illje saltó de vuelta al suelo y le puso un brazo en el hombro al chico de pelo morado, antes de susurrarle.
-No quiero meterme donde no me llaman, pero si te apuntan con espadas es que no son tus amigos. Deberías buscarte unos mejores.
Y entonces, Claude empezó a cantar. La música había empezado poco antes y la conejita no tardó en unirse a la canción haciéndole los coros. No podía hacer otra cosa, no se sabía la letra. No creía ni que el propio Claude se supiera la letra, pero tenía buen ritmo y bailar se le daba bastante mejor. Sobre todo si era un cariñoso eufemismo para librarse de las espadas que seguían apuntándoles.
Solo que… no era un eufemismo. En cuestión de segundos, no eran los únicos que estaban bailando. Los malos malosos se habían sumado a la coreografía, sin dejar de apuntarles y perseguirles. Tomó el brazo que le ofrecía Claude y giró sobre sí misma hasta que le dejó ir y se encontró clavando la espada en el hombro de uno de los matones, que gimió y cayó sobre su culo. Illje zapateó otro poco y por el rabillo del ojo vio un destello pelirrojo. Se llevó la espada a los dientes y le cogió en brazos en el último segundo. Le costó no reír mientras seguía bailando, pero de alguna manera logró unirse a la coreografía de forma inmaculada. ¿Estaban bailando tango? ¿Desde cuándo sabía ella bailar tango? Oh, bueno, no se le estaba dando mal. No importaba.
Las espadas seguían chocando y la conejita enhebró a dos más a medio juego de pies, mientras seguía avanzando y haciendo los coros de Bandolera. Ninguno murió, al menos no en el acto, pero la sangre empezó a manchar la arena y a advertir a los que quedaban en pie. Vio a Claude saltar al carro y se apresuró a llegar de un salto hasta la puerta del mismo. Mientras él tomaba el asiento del conductor, ella apartó de un codazo a otro de los matones y mantuvo la puerta abierta.
Buscó al chico del pelo morado con la mirada y le hizo señales para que se metiera. ¡Era ahora o nunca!
Dastan Agrabah
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Estar de coño era lo mínimo que Dastan era capaz de sentir en ese momento aquella chica no solo quería ahora ser la "guardiana" de aquel lugar o mas bien de los carros que el pelimorado tenia que proteger no bastaba acaso para los piratas el hecho de andar saqueando en el mar, que ahora venían a robar los trabajos en tierra firme, se llevo la mano a la cintura con un rostro bastante incrédulo ya que el mismo no era capaz de entender el hecho de que ella se le acerco hablando de aquella manera, su rostro claramente reflejaba como el mismo parecía no creerse nada mirando hacia todo lado a ver si alguien saltaba diciendo que era una broma o algo así, pero si fuera mas inverosímil todo aquello, la otra figura se puso a nada menos que cantar y bailar.
No fue el único que miraba aquello de una manera bastante dudosa aunque los demás que miraban aquel escenario se pusieron a reír después de todo eran los pandilleros que estaban a punto de extorsionar al joven, aunque este sabia manejarlo y se giro sobre su propio eje dando la espalda a todo el mundo para poner un rostro de molestia sobre lo que estaba pasando para luego pasar su mano sobre el rostro en un claro facepalm por lo que estaba viviendo en ese momento, rechisto y se giro rápidamente en ese momento cuando escucho como los metales comenzaron a sonar y también a pelear los sujetos al parecer no estaban divirtiéndose mas aunque claramente no eran rivales para aquel dúo de sujetos extraños que danzaban al son de una melodía hecha por el segundo. Dastan se vio obligado a luchar en ese momento ya que mas de uno frustrado por el hecho de que no eran capaces de acertarle los golpes a aquellos dos se vinieron sobre lo seguro o eso creyeron ya que el pelimorado no dudo en sacar su arma un bastón de metal con el cual bloqueo el primer ataque y acertó en el costado derecho del primer enemigo y luego en la cabeza del segundo de manera bastante directa saltando hacia atrás mientras giraba su arma sobre si mismo.
-Amigo, que mierda esta pasando en este lugar.
Menciono el pelimorado esquivando al tercero para acertarle por la espada a traición con el bastón para luego escuchar como los sujetos estaban robándose uno de sus carros, si claro robando ya que el no los conocía de nada y lanzaron a uno de los empleados del barco que movían el carruaje para el suelo. escucho como la chica le grito en ese momento que era ahora mismo o nunca, el se lanzo corriendo hacia ese carro pero solamente lo uso de impulso en ese momento para poder llegar al segundo y sentarse en el asiento del conductor del carruaje, ya que el responsable se había escondido en un costado por temor a que terminara siendo golpeado también.
-SEGUIDME RAROS!!
Le grito al otro dúo para pasar por el costado del mismo luego de que se cargaran la barricada que detenía los carros y también cargarse su propio carro también ya que un choque es un choque que genero bastante daño, al pasarlos se mando hacia el desierto hacia una zona no muy segura de rocas ya que era conocido el hecho de que por ese lugar habían algunos animales peligrosos pero era el mejor lugar para perder a sus perseguidores cuando llegaron detuvo su carro y de un salto se puso encima del suyo señalando con su bastón a los otros dos.
-De donde mierda han salido y que mierda buscan.
Claramente la cortesía del pelimorado no era de la mejor quizás por que acaban de cargarse un plan perfecto del chico además de dejar en las garras del lobo a un empleado del hombre que le pagaba el dinero por hacer ese trabajo seguramente tendría problemas además de que jamás podría volver a hacer tratos con esa pandilla y tener una pasada segura por la ciudad eso le molestaba demasiado y todo por culpa de dos personajes extraños, un tipo que baila de forma única y una chica coneja con patines, esperaba que tuvieran una buena explicación, aunque por lo que había visto en aquel combate el no era rival para ellos.
No fue el único que miraba aquello de una manera bastante dudosa aunque los demás que miraban aquel escenario se pusieron a reír después de todo eran los pandilleros que estaban a punto de extorsionar al joven, aunque este sabia manejarlo y se giro sobre su propio eje dando la espalda a todo el mundo para poner un rostro de molestia sobre lo que estaba pasando para luego pasar su mano sobre el rostro en un claro facepalm por lo que estaba viviendo en ese momento, rechisto y se giro rápidamente en ese momento cuando escucho como los metales comenzaron a sonar y también a pelear los sujetos al parecer no estaban divirtiéndose mas aunque claramente no eran rivales para aquel dúo de sujetos extraños que danzaban al son de una melodía hecha por el segundo. Dastan se vio obligado a luchar en ese momento ya que mas de uno frustrado por el hecho de que no eran capaces de acertarle los golpes a aquellos dos se vinieron sobre lo seguro o eso creyeron ya que el pelimorado no dudo en sacar su arma un bastón de metal con el cual bloqueo el primer ataque y acertó en el costado derecho del primer enemigo y luego en la cabeza del segundo de manera bastante directa saltando hacia atrás mientras giraba su arma sobre si mismo.
-Amigo, que mierda esta pasando en este lugar.
Menciono el pelimorado esquivando al tercero para acertarle por la espada a traición con el bastón para luego escuchar como los sujetos estaban robándose uno de sus carros, si claro robando ya que el no los conocía de nada y lanzaron a uno de los empleados del barco que movían el carruaje para el suelo. escucho como la chica le grito en ese momento que era ahora mismo o nunca, el se lanzo corriendo hacia ese carro pero solamente lo uso de impulso en ese momento para poder llegar al segundo y sentarse en el asiento del conductor del carruaje, ya que el responsable se había escondido en un costado por temor a que terminara siendo golpeado también.
-SEGUIDME RAROS!!
Le grito al otro dúo para pasar por el costado del mismo luego de que se cargaran la barricada que detenía los carros y también cargarse su propio carro también ya que un choque es un choque que genero bastante daño, al pasarlos se mando hacia el desierto hacia una zona no muy segura de rocas ya que era conocido el hecho de que por ese lugar habían algunos animales peligrosos pero era el mejor lugar para perder a sus perseguidores cuando llegaron detuvo su carro y de un salto se puso encima del suyo señalando con su bastón a los otros dos.
-De donde mierda han salido y que mierda buscan.
Claramente la cortesía del pelimorado no era de la mejor quizás por que acaban de cargarse un plan perfecto del chico además de dejar en las garras del lobo a un empleado del hombre que le pagaba el dinero por hacer ese trabajo seguramente tendría problemas además de que jamás podría volver a hacer tratos con esa pandilla y tener una pasada segura por la ciudad eso le molestaba demasiado y todo por culpa de dos personajes extraños, un tipo que baila de forma única y una chica coneja con patines, esperaba que tuvieran una buena explicación, aunque por lo que había visto en aquel combate el no era rival para ellos.
Claude von Appetit
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- ¡Bandolero! -sigo cantando mientras arreo a los caballos con los ramales cada cierto tiempo. Puede que el carro se haya llevado un buen golpe y haya perdido las ruedas delanteras, pero como la mayor parte de la carga se ha caído hacia el fondo del vagón hace de contrapeso y este se mantiene bien equilibrado. Solo espero que dentro tenga algo de valor, porque robar por robar está un poco feo.
Mientras aún no hemos recuperado toda la velocidad que el carro debería llevar el tipo del pelo fantasía nos llama raritos y nos reta a una carrera. ¿De verdad se cree que voy a seguirle? ¡Voy a superarlo! Este tipo no sabe a quién se enfrenta, pero le voy a dar una lección antes de explicarle por qué el tinte hay que dárselo en colores coherentes si no quieres que todo el mundo sepa que estás lleno de canas. Aunque, por otro lado, las canas no son algo de lo que avergonzarse. Al menos, mientras no las tapes con morado.
- ¡Te vas a enterar, pringao! -le grito-. ¡Caballos, a todo gas!
Giro las muñecas en un movimiento envolvente sobre la cincha mientras imito el ruido de un coche arrancando. Los animales parecen captar el mensaje, pues comienzan a peerse como si se tratase de un tubo de escape trucado y su velocidad aumenta. No es el olor más agradable del mundo, pero aceleran y poco a poco igualan en la carrera al otro. Por un momento dudo si quizá no sería adecuado fingir que esto es una carrera de cuádrigas y estamparme contra él para reventarle una rueda, pero estos caballos no parecen muy hechos al enfrentamiento directo y si los asusto quién sabe lo que podría pasar.
Por fin llega un momento en que el novato se rinde. No puede competir con el poder que mis caballos tienen gracias a la profunda fe que albergo en ellos, en su corazón y su voluntad. Porque todas las competiciones en esta vida son dos corazones enfrentándose mano a mano y... tiro del arreo para que giren bruscamente. No funciona del todo, pues los caballos derrapan y acabamos dando una vuelta de campana que acaba con el carro volcado, los caballos espatarrados boca arriba y yo sobre un cojín de terciopelo que no sé de dónde ha salido, pero igualmente apreciaré como un regalo del universo. O un tributo, más bien.
- Os habéis portado, chicos -felicito a los caballos mientras su culo aún humea. No sé si eso debería estar sucediendo, pero al fin y al cabo no soy caballólogo.
Les doy una palmadita en la cabeza a cada uno mientras rezongan y, si Illje necesita ayuda, la saco del carro. Tras eso me dispongo a encarar al tipo de la melena morada, que de alguna extraña forma aún no se ha enterado de quiénes somos.
- ¿Es que no has escuchado la canción? -lo increpo-. ¡Somos los Fancy Cock Bandits! ¡Controlamos la policía! Espera, no. -Miro a Illje-. ¿Controlamos a la policía? No importa. -Devuelvo mis ojos al perdedor de la carrera-. Te buscamos a ti; ¿has oído hablar de la iniciativa "Buscamos un nuevo navegante"? Espero que seas navegante, porque si no estás despedido.
Mientras aún no hemos recuperado toda la velocidad que el carro debería llevar el tipo del pelo fantasía nos llama raritos y nos reta a una carrera. ¿De verdad se cree que voy a seguirle? ¡Voy a superarlo! Este tipo no sabe a quién se enfrenta, pero le voy a dar una lección antes de explicarle por qué el tinte hay que dárselo en colores coherentes si no quieres que todo el mundo sepa que estás lleno de canas. Aunque, por otro lado, las canas no son algo de lo que avergonzarse. Al menos, mientras no las tapes con morado.
- ¡Te vas a enterar, pringao! -le grito-. ¡Caballos, a todo gas!
Giro las muñecas en un movimiento envolvente sobre la cincha mientras imito el ruido de un coche arrancando. Los animales parecen captar el mensaje, pues comienzan a peerse como si se tratase de un tubo de escape trucado y su velocidad aumenta. No es el olor más agradable del mundo, pero aceleran y poco a poco igualan en la carrera al otro. Por un momento dudo si quizá no sería adecuado fingir que esto es una carrera de cuádrigas y estamparme contra él para reventarle una rueda, pero estos caballos no parecen muy hechos al enfrentamiento directo y si los asusto quién sabe lo que podría pasar.
Por fin llega un momento en que el novato se rinde. No puede competir con el poder que mis caballos tienen gracias a la profunda fe que albergo en ellos, en su corazón y su voluntad. Porque todas las competiciones en esta vida son dos corazones enfrentándose mano a mano y... tiro del arreo para que giren bruscamente. No funciona del todo, pues los caballos derrapan y acabamos dando una vuelta de campana que acaba con el carro volcado, los caballos espatarrados boca arriba y yo sobre un cojín de terciopelo que no sé de dónde ha salido, pero igualmente apreciaré como un regalo del universo. O un tributo, más bien.
- Os habéis portado, chicos -felicito a los caballos mientras su culo aún humea. No sé si eso debería estar sucediendo, pero al fin y al cabo no soy caballólogo.
Les doy una palmadita en la cabeza a cada uno mientras rezongan y, si Illje necesita ayuda, la saco del carro. Tras eso me dispongo a encarar al tipo de la melena morada, que de alguna extraña forma aún no se ha enterado de quiénes somos.
- ¿Es que no has escuchado la canción? -lo increpo-. ¡Somos los Fancy Cock Bandits! ¡Controlamos la policía! Espera, no. -Miro a Illje-. ¿Controlamos a la policía? No importa. -Devuelvo mis ojos al perdedor de la carrera-. Te buscamos a ti; ¿has oído hablar de la iniciativa "Buscamos un nuevo navegante"? Espero que seas navegante, porque si no estás despedido.
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Todo estaba pasando muy rápido. La música seguía sonando, había gente bailando, gente riendo y gente desangrada o herida en el suelo. El chico pelimorado parecía molesto, por algún motivo. ¡Y eso que no lo estaba haciendo mal! Se defendía sin problemas de todo el que llegaba hasta él, con ayuda de una especie de bastón de metal. Le vio llegar a ella y creyó que ya estaba, que se iba a ir con ellos. En lugar de eso, le traicionó vilmente.
Le vio saltar, ignorando su mano abierta y su oferta, solo para saltar al segundo carro. La conejita, indignada, volvió a cerrar la puerta y tras abrir la otra de una elegante maniobra se situó en el asiento del conductor junto a Claude. De repente, estaban en una carrera. ¡No les había traicionado! Solo quería asegurarse de que se llevaran ambos carros. De acuerdo, también les había llamado raros, pero no sabía hasta qué punto podía culparle de eso. Acababan de conocerse, todavía no entendía que el raro era él. Sería cuestión de tiempo.
Avanzaron rápidamente y no tardaron en alejarse de los edificios. Claude conducía como un maníaco, pero los caballos parecían saber exactamente lo que esperaba de ellos en todo momento. Illje tuvo que taparse la nariz, pero valió la pena por el extra de velocidad que consiguieron. En menos tiempo del que creía posible, estaban a la par con el otro carro. Y, de repente, estaban bocabajo.
El como la conejita salió indemne podría ser y de hecho lo sería de ser posible, objeto de debate entre entendidos en la materia. Hubo un choque, algo que sonó a una explosión y no lo era, una gran nube de humo y varias volteretas con sonidos metálicos involucrados. Al acabar, de alguna manera, estaba perfectamente acuclillada sobre sus patines, con las dos manos y una pierna extendidos al frente en la postura de patinaje artístico conocida como ''cañón''. También tenía una gran cara de concentración y todo ello se deshizo en el momento en el que Dastan abrió la boca.
Illje se incorporó y se acercó a Claude. Que qué querían, decía el pelimorado. ¿Acaso no estaba claro? Espera, no, no estaba claro. ¿Qué querían? Se giró hacia Claude.
-Técnicamente, podríamos.
No controlaban a la policía únicamente porque no lo habían intentado. Y porque en el desierto no había policía, solo cactus, rocas y algún que otro chacal. Y los caballos de los carros, claro. Al final, señaló a Dastan con el dedo; Claude llevaba razón en una cosa.
-Nosotros ponemos el barco, tú pones la orientación. Es un trato.
No era una pregunta, pero entonces se dio cuenta de que les faltaba algo importantísimo. La Golondrina no bastaba para los tres. Se giró hacia el pelirrojo y le dijo con certeza:
-Tenemos que comprar un barco.
Le vio saltar, ignorando su mano abierta y su oferta, solo para saltar al segundo carro. La conejita, indignada, volvió a cerrar la puerta y tras abrir la otra de una elegante maniobra se situó en el asiento del conductor junto a Claude. De repente, estaban en una carrera. ¡No les había traicionado! Solo quería asegurarse de que se llevaran ambos carros. De acuerdo, también les había llamado raros, pero no sabía hasta qué punto podía culparle de eso. Acababan de conocerse, todavía no entendía que el raro era él. Sería cuestión de tiempo.
Avanzaron rápidamente y no tardaron en alejarse de los edificios. Claude conducía como un maníaco, pero los caballos parecían saber exactamente lo que esperaba de ellos en todo momento. Illje tuvo que taparse la nariz, pero valió la pena por el extra de velocidad que consiguieron. En menos tiempo del que creía posible, estaban a la par con el otro carro. Y, de repente, estaban bocabajo.
El como la conejita salió indemne podría ser y de hecho lo sería de ser posible, objeto de debate entre entendidos en la materia. Hubo un choque, algo que sonó a una explosión y no lo era, una gran nube de humo y varias volteretas con sonidos metálicos involucrados. Al acabar, de alguna manera, estaba perfectamente acuclillada sobre sus patines, con las dos manos y una pierna extendidos al frente en la postura de patinaje artístico conocida como ''cañón''. También tenía una gran cara de concentración y todo ello se deshizo en el momento en el que Dastan abrió la boca.
Illje se incorporó y se acercó a Claude. Que qué querían, decía el pelimorado. ¿Acaso no estaba claro? Espera, no, no estaba claro. ¿Qué querían? Se giró hacia Claude.
-Técnicamente, podríamos.
No controlaban a la policía únicamente porque no lo habían intentado. Y porque en el desierto no había policía, solo cactus, rocas y algún que otro chacal. Y los caballos de los carros, claro. Al final, señaló a Dastan con el dedo; Claude llevaba razón en una cosa.
-Nosotros ponemos el barco, tú pones la orientación. Es un trato.
No era una pregunta, pero entonces se dio cuenta de que les faltaba algo importantísimo. La Golondrina no bastaba para los tres. Se giró hacia el pelirrojo y le dijo con certeza:
-Tenemos que comprar un barco.
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Sus ojos se agrandaron en ese momento al ver que el chico que estaba en el otro carro habia convertido aquello en una especie de carrera, pero si eso no fuera suficiente el tipo no solo hizo mierda el carro sino que por poco termina matando a los caballos lo que hizo que claramente el pelimorado quedara mas sorprendido que molesto en ese momento, pero el hecho de que el dueño de aquellos carruajes viajaran con el haciendo que al bajarse del mismo insultando y puteando por lo que acaba de pasar.
-Culpa de ellos dos, que quiere que haga son unos locos bastante dementes.
Claramente el hombre no parecia tener las agallas para meterse con los dos locos asi qe los insultos y quejas cayeron en el chico que no era mas que el guardian del mismo carro para eso le estaban pagando y claramente aquello habia sido todo el desastre que se habia vuelto se encamino hacia los dos, escuchando sus palabras.
-Si claro si pudieran hacer eso no hubieran tenido que armar todo el jaleo que hicieron, me parecen mas bien otra cosa.
Suspiro nuevamente en ese momento ya que realmente parecian cualquier cosa esos dos sin entender demasiado lo que estaban haciendo quedo sorprendido al escuchar sus palabras suspirando nuevamente en ese momento y respirando de manera pronunciada.
-Yo irme con ustedes, acaso quieren que termine en un manicomio eso que acabas de romper todo era mi trabajo, lo que me hace ganarme la puta vida en este lugar.
Señalando en ese momento el carro para luego pasar de los dos y empezar a sacar las cajas, se parecian a los aventureros mas tontos que habia visto en la vida, conocia de piratas y otras personas que andaban por el mundo si nninguna responsabilidad y luego de eso escucho como hablaban de comprar un barco, practicamente ignorando todo lo que el chico queria y sigue sacando las cajas del carro dañado que le faltaba la parte de adelante, armando una pequeña montaña de cajas moviendo las cosas y luego ayudando a que los caballos se pusieran de pie luego de hacer eso se paro frente a los dos.
-Diras robar un barco, dudo que vayan por ahi comprando barcos o haciendo cosas como se debe, pero no gracias no pienso subirme aun barco con ustedes dos no los aguantaria ni cinco minutos, ahora mismo arreglare esto que causaron ambos.
Dejo en claro su falta de interes por colaborar con los dos, eran dos dementes que salieron de la nada arruinando sus planes para poder ganar dinero facil y encima causando un gasto condierable para el chico. Que no tenia mas remedio que pasar todas las cajas hacia el carro que aun estaba funcionando en ese momento, para poder llevar las cosas hacia el pueblo, suspiro levemente.
-No los dejare aqui, si quieren los puedo llevar hasta el poblado, aunque con la condicion que se quedaran quietos y no andaran haciendo sus locuras mientras esten con nosotros.
Esperando conocer si los chicos aceptaban su transporte o se estaban queriendo quedar en ese lugar a la deriva, aunque viendo lo locos que parecian no le sorprenderia que se ofendieran por eso y terminaran coriendo por el desierto como alma que se lleva el viento, aunque podian tener algo de censo quizas mas la chica de los patines pudiera entrar en razon, se subio al puesto del chofer esperando que ellos se decidieran. En cuanto le dieran una respuesta arrancaria el carro directo hacia el poblado donde pensaba descansar antes de llegar a la capital.
-Culpa de ellos dos, que quiere que haga son unos locos bastante dementes.
Claramente el hombre no parecia tener las agallas para meterse con los dos locos asi qe los insultos y quejas cayeron en el chico que no era mas que el guardian del mismo carro para eso le estaban pagando y claramente aquello habia sido todo el desastre que se habia vuelto se encamino hacia los dos, escuchando sus palabras.
-Si claro si pudieran hacer eso no hubieran tenido que armar todo el jaleo que hicieron, me parecen mas bien otra cosa.
Suspiro nuevamente en ese momento ya que realmente parecian cualquier cosa esos dos sin entender demasiado lo que estaban haciendo quedo sorprendido al escuchar sus palabras suspirando nuevamente en ese momento y respirando de manera pronunciada.
-Yo irme con ustedes, acaso quieren que termine en un manicomio eso que acabas de romper todo era mi trabajo, lo que me hace ganarme la puta vida en este lugar.
Señalando en ese momento el carro para luego pasar de los dos y empezar a sacar las cajas, se parecian a los aventureros mas tontos que habia visto en la vida, conocia de piratas y otras personas que andaban por el mundo si nninguna responsabilidad y luego de eso escucho como hablaban de comprar un barco, practicamente ignorando todo lo que el chico queria y sigue sacando las cajas del carro dañado que le faltaba la parte de adelante, armando una pequeña montaña de cajas moviendo las cosas y luego ayudando a que los caballos se pusieran de pie luego de hacer eso se paro frente a los dos.
-Diras robar un barco, dudo que vayan por ahi comprando barcos o haciendo cosas como se debe, pero no gracias no pienso subirme aun barco con ustedes dos no los aguantaria ni cinco minutos, ahora mismo arreglare esto que causaron ambos.
Dejo en claro su falta de interes por colaborar con los dos, eran dos dementes que salieron de la nada arruinando sus planes para poder ganar dinero facil y encima causando un gasto condierable para el chico. Que no tenia mas remedio que pasar todas las cajas hacia el carro que aun estaba funcionando en ese momento, para poder llevar las cosas hacia el pueblo, suspiro levemente.
-No los dejare aqui, si quieren los puedo llevar hasta el poblado, aunque con la condicion que se quedaran quietos y no andaran haciendo sus locuras mientras esten con nosotros.
Esperando conocer si los chicos aceptaban su transporte o se estaban queriendo quedar en ese lugar a la deriva, aunque viendo lo locos que parecian no le sorprenderia que se ofendieran por eso y terminaran coriendo por el desierto como alma que se lleva el viento, aunque podian tener algo de censo quizas mas la chica de los patines pudiera entrar en razon, se subio al puesto del chofer esperando que ellos se decidieran. En cuanto le dieran una respuesta arrancaria el carro directo hacia el poblado donde pensaba descansar antes de llegar a la capital.
Claude von Appetit
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Vaya, al parecer con las mercancías viajaba también un tipo. Un tipo que está sorprendentemente entero para haber pasado por la carrera de la muerte. En lugar de gritarme a mí, que soy el responsable de todo esto, va y grita al tipo raro. Miro a Illje con cierta indignación, como si esperase que la conejita haga que los extraños me presten la atención que merezco. En cualquier caso, no necesito a nadie para reclamar lo que es mío y, mientras nos llama dementes, me voy acercando paso a paso a ellos dos.
- Lo estás malinterpretando por completo -replico-. Precisamente hacemos esto porque podemos. ¿Es que no has visto lo que acaba de pasar ahí atrás? ¡Todo estaba controlado!
Mucho más de lo que cualquiera podría haber pensado, en realidad, pero la gente tiende a despreciar mi genio táctico. El pelimorado es, por su parte, solo un soso. Ni siquiera sabe disfrutar de una buena canción y tiene un perder horrible. ¡Ni siquiera me ha felicitado por haber ganado! Solo piensa en que se va a volver loco porque no puede aguantar tanta grandiosidad contenida en un cuerpo... Bueno, en dos. Illje también tiene algo de grandiosidad, al fin y al cabo.
Pero lo peor, peor, peor... O sea, sin ninguna duda lo peor, es que me acuse a mí de estropear su trabajo. ¡A mí! Ni siquiera sé de qué trabaja, pero señala el carro volcado. En realidad, si trabaja haciendo carros acabamos de darle más negocio todavía, ¿no? Su jefe ni siquiera parece tan enfadado conmigo como lo está con él, y aunque me irrita un poco que me ignore por completo, no puedo culparlo: ¿Quién se atrevería a meterse conmigo? Soy demasiado genial.
- ¡Pero se puede ser más tonto! -exclamo-. Primero de todo: Un barco no puede ir por la arena. A no ser que... -Miro a Illje. Ella es la ingeniera-. ¿Puede? No importa. En principio un barco no puede ir por la arena y, segundo y más importante, ¿quién coño te crees que eres? ¿Acaso crees que el musical era solo para entretenerte y volcar un carro? ¡Suelta esas cajas! O no, déjalas en ese otro carro, mejor. Sí, eso es. Pero nos vamos a llevar el carro.
Está claro que no es la clase de persona a la que quiera tener en mi barco. No solamente es soso, sino que no le riega bien el cerebro. Que nos va a llevar hasta un poblado, dice. Como si lo necesitásemos para algo, o peor aún: Como si no fuese él quien debiese estar suplicando para que no lo dejemos aquí tirado en vez de llevarnos las cosas. En fin, este tipejo tiene suerte de haberme encontrado de buen humor, porque si no se habría acordado toda su vida de quién es Claude von Appetit.
- Mira, te diré lo que vamos a hacer -explico-. Nos vamos a llevar el carro. Eso es una realidad, y ni tú ni tu jefe ni los bandidos -señalo a mi espalda. Se oyen los caballos sobre la arena- vais a poder evitarlo. Es mío, asúmelo; sea lo que sea que hay ahí. Ahora bien, puedo dejarte aquí tirado para que le expliques a los tipos esos por qué no vas a poder pagar su soborno o... ¿Sabes qué? No hay segunda opción. Ni siquiera sabes quiénes somos y nos has llamado dementes. ¡¿Un demente podría hacer esto?!
Le pego una bofetada al jefe y a la carrerilla me monto en el carro, arreando a los caballos.
- ¡Illje, sube! -grito-. Vamos a hacer algo estúpido.
- Lo estás malinterpretando por completo -replico-. Precisamente hacemos esto porque podemos. ¿Es que no has visto lo que acaba de pasar ahí atrás? ¡Todo estaba controlado!
Mucho más de lo que cualquiera podría haber pensado, en realidad, pero la gente tiende a despreciar mi genio táctico. El pelimorado es, por su parte, solo un soso. Ni siquiera sabe disfrutar de una buena canción y tiene un perder horrible. ¡Ni siquiera me ha felicitado por haber ganado! Solo piensa en que se va a volver loco porque no puede aguantar tanta grandiosidad contenida en un cuerpo... Bueno, en dos. Illje también tiene algo de grandiosidad, al fin y al cabo.
Pero lo peor, peor, peor... O sea, sin ninguna duda lo peor, es que me acuse a mí de estropear su trabajo. ¡A mí! Ni siquiera sé de qué trabaja, pero señala el carro volcado. En realidad, si trabaja haciendo carros acabamos de darle más negocio todavía, ¿no? Su jefe ni siquiera parece tan enfadado conmigo como lo está con él, y aunque me irrita un poco que me ignore por completo, no puedo culparlo: ¿Quién se atrevería a meterse conmigo? Soy demasiado genial.
- ¡Pero se puede ser más tonto! -exclamo-. Primero de todo: Un barco no puede ir por la arena. A no ser que... -Miro a Illje. Ella es la ingeniera-. ¿Puede? No importa. En principio un barco no puede ir por la arena y, segundo y más importante, ¿quién coño te crees que eres? ¿Acaso crees que el musical era solo para entretenerte y volcar un carro? ¡Suelta esas cajas! O no, déjalas en ese otro carro, mejor. Sí, eso es. Pero nos vamos a llevar el carro.
Está claro que no es la clase de persona a la que quiera tener en mi barco. No solamente es soso, sino que no le riega bien el cerebro. Que nos va a llevar hasta un poblado, dice. Como si lo necesitásemos para algo, o peor aún: Como si no fuese él quien debiese estar suplicando para que no lo dejemos aquí tirado en vez de llevarnos las cosas. En fin, este tipejo tiene suerte de haberme encontrado de buen humor, porque si no se habría acordado toda su vida de quién es Claude von Appetit.
- Mira, te diré lo que vamos a hacer -explico-. Nos vamos a llevar el carro. Eso es una realidad, y ni tú ni tu jefe ni los bandidos -señalo a mi espalda. Se oyen los caballos sobre la arena- vais a poder evitarlo. Es mío, asúmelo; sea lo que sea que hay ahí. Ahora bien, puedo dejarte aquí tirado para que le expliques a los tipos esos por qué no vas a poder pagar su soborno o... ¿Sabes qué? No hay segunda opción. Ni siquiera sabes quiénes somos y nos has llamado dementes. ¡¿Un demente podría hacer esto?!
Le pego una bofetada al jefe y a la carrerilla me monto en el carro, arreando a los caballos.
- ¡Illje, sube! -grito-. Vamos a hacer algo estúpido.
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El dueño de los carruajes parecía molesto. Podía entenderlo hasta cierto punto, porque uno de los carros había acabado un poco desastrado, pero el segundo estaba intacto. Más importante aún, toda la mercancía estaba en su sitio y les habían ahorrado el dinero que intentaban cobrarles aquellos truhanes. En realidad, les habían hecho un favor. Sin embargo el señor no lo veía así y no había dudado en echarle la culpa al pelimorado… que se la había echado a ellos de vuelta. Incluso Claude está indignado y antes de que pueda hacer nada, los interrumpe a ambos. La conejita le sigue, encogiéndose de hombros.
-Si hundir la cabeza ante una panda de inútiles como a los que acabamos de arrasar es ''ganarse la vida'' yo de ti me plantearía muchas cosas. A eso de donde vengo se le llama malvivir.
Mucho se quejaba, para haber perdido tan poco. Era un encargo, ¿no? Un cliente de tantos, técnicamente. Esperaba. Si de verdad ese hombre era su único cliente igual si que habían metido la pata. O no. En realidad, seguían habiéndole hecho un favor. Con suerte se daría cuenta de que le convenía más largarse de allí. No con ellos, claro. Con tanto genio, empezaba a dudar que fuera a ser un buen navegante.
Todo el mundo sabía que los navegantes debían ser tranquilos como la brisa otoñal o algo por el estilo. Más tranquilos que las olas, como mínimo. O más bravos que ellas, y estaba segura de que el pelimorado más bien caía en el medio. No era suficiente.
Tampoco quería irse con ellos, por lo visto. No solo eso, si no que empezó cuestionando su cordura y acabó por insultarlos. Illje frunció el ceño y fue a acercarse a él mientras movía las cajas, pero Claude se le adelantó nuevamente. Movió la mano de un lado a otro. En principio, un barco no podía ir por la arena. Pero eso podía arreglarse.
-Digamos que técnicamente no. De momento.
Vio a Claude subirse a la carrerilla al pescante y llamar por ella. Suspiró y fue detrás, subiéndose de otro salto y señalando al pelimorado todavía con cara de molestia.
-Para tu información, me gano la vida de forma honesta sin necesidad de sobornar a nadie. ¡Y gracias a eso puedo permitirme hacer cosas deshonestas como esta! Quizá deberías tomar ejemplo antes de ir por ahí hablando de gente a la que no conoces. ¡Pazguato!
Espoleó a los caballos y dejó que el carro arrancara mientras se cruzaba de brazos.
-Robar un barco… ¡no iba a robar un barco! ¡Iba a pagarlo! Hmpf. Robar un barco, menuda tontería…
-Si hundir la cabeza ante una panda de inútiles como a los que acabamos de arrasar es ''ganarse la vida'' yo de ti me plantearía muchas cosas. A eso de donde vengo se le llama malvivir.
Mucho se quejaba, para haber perdido tan poco. Era un encargo, ¿no? Un cliente de tantos, técnicamente. Esperaba. Si de verdad ese hombre era su único cliente igual si que habían metido la pata. O no. En realidad, seguían habiéndole hecho un favor. Con suerte se daría cuenta de que le convenía más largarse de allí. No con ellos, claro. Con tanto genio, empezaba a dudar que fuera a ser un buen navegante.
Todo el mundo sabía que los navegantes debían ser tranquilos como la brisa otoñal o algo por el estilo. Más tranquilos que las olas, como mínimo. O más bravos que ellas, y estaba segura de que el pelimorado más bien caía en el medio. No era suficiente.
Tampoco quería irse con ellos, por lo visto. No solo eso, si no que empezó cuestionando su cordura y acabó por insultarlos. Illje frunció el ceño y fue a acercarse a él mientras movía las cajas, pero Claude se le adelantó nuevamente. Movió la mano de un lado a otro. En principio, un barco no podía ir por la arena. Pero eso podía arreglarse.
-Digamos que técnicamente no. De momento.
Vio a Claude subirse a la carrerilla al pescante y llamar por ella. Suspiró y fue detrás, subiéndose de otro salto y señalando al pelimorado todavía con cara de molestia.
-Para tu información, me gano la vida de forma honesta sin necesidad de sobornar a nadie. ¡Y gracias a eso puedo permitirme hacer cosas deshonestas como esta! Quizá deberías tomar ejemplo antes de ir por ahí hablando de gente a la que no conoces. ¡Pazguato!
Espoleó a los caballos y dejó que el carro arrancara mientras se cruzaba de brazos.
-Robar un barco… ¡no iba a robar un barco! ¡Iba a pagarlo! Hmpf. Robar un barco, menuda tontería…
Dastan Agrabah
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Aquellos dos cada vez eran mas locos, eso no habia duda su comportamiento y forma de hablar era cada vez de una persona que le faltaba no solo un tornillo sino gran parte de ellos si era que tenia algun tornillo puesto, era cierto que la de oreja de coneja parecia ser las mas "racional" de los dos pero por las cosas que habian pasado esta le seguia el juego tanto o mas que el otro susipiro levemente y se cruzo de brazos alzando una ceja nada mas escuchar las palabras que decian, despues de todo una mencionaba que tenia una vida honesta, para hacer cosas deshonestas como era posible siquiera poner ambas cosas en conjunto en una sola oracion. La vida honesta de mierda no se podia vivir si se era deshonesto palabras opuestas pero sumado a que aquel tipejo le dio un golpe una cachetada al tipo que le habia pagado por el viaje al pelimorado.
-Es justamente lo que hacen este tipo de personas...
Tenia otro problema este señalo tras suyo lo que queria decir que habia gente viniendo cuando menciono los bandidos, eso si era un problema con el cual tendria que lidiar gracias a que los dos habian hecho de la suyas causando problemas, encima se robaban uno de los dos carros, el que habian usado para "correr" esa carrera extraña que habian tenido. Aparte de que se notaba que eran de la peor calaña causando problemas a personas que no podian remediar sus vidas y encima tomando lo que no era suyo simplemente por que querian y podian, Dastan estuvo a punto de lanzarse a pelear con los dos no dejaria que le trataran de esa forma dio dos pasos hacia ellos encaminando sus manos hacia el baston cuando un estallido dio en su frente o mas bien en su interior fue capaz de percibir algo en ellos dos algos que lo acojono hizo que se detuviera en seco en ese preciso momento apretando con fuerza su arma, pero no se movio dejo que hicieran lo que quisieran bajando la mirada.
Sintio que si intentaba algo contra esos dos sujetos terminaria no solo herido, sino que seguramente muerto habia algo en ellos que duro un instante que hizo que todo su cuerpo se tensara y hasta sus pelos se pusieran de punta, como un animal cuando esta a punto de ser cazado por su depredador. La voz del hombre golpeado que exigia que el pelimorado terminara con la vida de aquellos dos y insultaba por lo que habia pasado y le reclamaba al chico que se quedo mirando el suelo la arena en sus pies. Nuevamente se estaba sintiendo como un gusano, alguien que no era mas que polvo que jamas seria recordado. Si ellos hubieran querido le mataban alli mismo y no seria capaz de hacer nada.
-No vuelvas abrir la puta boca.
Fue las palabras del pelimorado hacia el dueño que se quedo callado en ese momento, mas asustado de su guardian de lo que acaba de pasar para Dastan aquello era un punto final no podia seguir haciendo lo que hacia no podia seguir viviendo en un mundo donde aparecerian dos idiotas de la nada y podrian robarlo u incluso matarlo solamente por que querian. Eso tenia que cambiar aunque tuviera que pactar con el mismo diablo no volveria a ser humillado de esa forma, llevarse el carruaje de esa manera y dejarlo tirado con toda su reputacion perdida, ya que ahora no habria quien quisiera contratar al pelimorado para guardar sus cargas si perdio una, golpearon al contratista y encima se gano de enemigo toda una banda de criminales de la isla, hacia que fuera el menos indicado para portar el trabajo. Cayo de rodillas en la misma arena mirando esta su mano herida sintio el calor de la misma, aquello apenas dio una mueca. El dueño se percato de sus perseguidores y salio a esconderse dentro de las grandes rocas, lugar de caza de una especie de tigre. Mientras que Dasta miraba la arena estaba acabado y no por culpa de los tipos que estaban llegando, sabia que podia con ellos podia sentirlo conforme se acercaban era capaz de sentir que podia con ellos. Pero su carrera sus logros todo estaba terminado volvia a ser la basura que era, un huerfano que no tenia donde caer muerto.
-Es justamente lo que hacen este tipo de personas...
Tenia otro problema este señalo tras suyo lo que queria decir que habia gente viniendo cuando menciono los bandidos, eso si era un problema con el cual tendria que lidiar gracias a que los dos habian hecho de la suyas causando problemas, encima se robaban uno de los dos carros, el que habian usado para "correr" esa carrera extraña que habian tenido. Aparte de que se notaba que eran de la peor calaña causando problemas a personas que no podian remediar sus vidas y encima tomando lo que no era suyo simplemente por que querian y podian, Dastan estuvo a punto de lanzarse a pelear con los dos no dejaria que le trataran de esa forma dio dos pasos hacia ellos encaminando sus manos hacia el baston cuando un estallido dio en su frente o mas bien en su interior fue capaz de percibir algo en ellos dos algos que lo acojono hizo que se detuviera en seco en ese preciso momento apretando con fuerza su arma, pero no se movio dejo que hicieran lo que quisieran bajando la mirada.
Sintio que si intentaba algo contra esos dos sujetos terminaria no solo herido, sino que seguramente muerto habia algo en ellos que duro un instante que hizo que todo su cuerpo se tensara y hasta sus pelos se pusieran de punta, como un animal cuando esta a punto de ser cazado por su depredador. La voz del hombre golpeado que exigia que el pelimorado terminara con la vida de aquellos dos y insultaba por lo que habia pasado y le reclamaba al chico que se quedo mirando el suelo la arena en sus pies. Nuevamente se estaba sintiendo como un gusano, alguien que no era mas que polvo que jamas seria recordado. Si ellos hubieran querido le mataban alli mismo y no seria capaz de hacer nada.
-No vuelvas abrir la puta boca.
Fue las palabras del pelimorado hacia el dueño que se quedo callado en ese momento, mas asustado de su guardian de lo que acaba de pasar para Dastan aquello era un punto final no podia seguir haciendo lo que hacia no podia seguir viviendo en un mundo donde aparecerian dos idiotas de la nada y podrian robarlo u incluso matarlo solamente por que querian. Eso tenia que cambiar aunque tuviera que pactar con el mismo diablo no volveria a ser humillado de esa forma, llevarse el carruaje de esa manera y dejarlo tirado con toda su reputacion perdida, ya que ahora no habria quien quisiera contratar al pelimorado para guardar sus cargas si perdio una, golpearon al contratista y encima se gano de enemigo toda una banda de criminales de la isla, hacia que fuera el menos indicado para portar el trabajo. Cayo de rodillas en la misma arena mirando esta su mano herida sintio el calor de la misma, aquello apenas dio una mueca. El dueño se percato de sus perseguidores y salio a esconderse dentro de las grandes rocas, lugar de caza de una especie de tigre. Mientras que Dasta miraba la arena estaba acabado y no por culpa de los tipos que estaban llegando, sabia que podia con ellos podia sentirlo conforme se acercaban era capaz de sentir que podia con ellos. Pero su carrera sus logros todo estaba terminado volvia a ser la basura que era, un huerfano que no tenia donde caer muerto.
Claude von Appetit
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- ¡Y solo por aclararlo, me estoy llevando el carro que conducías tú! -grito-. ¡El otro carro lo he volcado hace nada, pazguato!
¿Que por qué grito eso? Bueno, a veces me gusta informar a la gente de lo que estoy haciendo sin ninguna razón aparente. Parece algo obvio que un carro volcado que no me he molestado en levantar y del cual el pelimorado ha empezado a retirar mi botín para meterlo en el otro no va a ser mi primera opción, más teniendo uno en perfecto estado cuyos caballos no han acabado espatarrados después de hacer un esfuerzo titánico. Que vaya, al carro que yo conducía le faltan dos ruedas, que justo reventaron al atravesar el bloqueo de los bandidos.
- Di que sí, Illje -respondo, arreando a los caballos-. Robar un barco... Menuda idiotez. ¡Solo los paletos creen que atracar un barco implica robar!
Aunque por ahora tenemos cosas más importantes en las que concentrarnos. Illje está a mi lado por primera vez después de mucho tiempo. ¿Esperará un beso? ¿Un poema de amor? No, por muy enamorada que esté es una chica dura, de las que prefieren las rosas con espinas y un buen baile. Sí, el baile ha sido bastante. Ah, bueno, y ahora el enfrentarnos a los bandidos. No hay nada que enloquezca tanto a una sirena de tierra como una buena ración de riesgo estúpido. No es como si quisiera volver loca a la conejita todavía, pero hace años que no cometemos ninguna locura y lo cierto es que echo de menos las correrías por Russuam y Drum. Que ambas son islas nevadas y ahora estamos en un desierto cálido, sí, pero la arena se parece más a la nieve que algunos hijos a sus padres.
Poco a poco los bandidos no solo se escuchan, sino que también se ven. Primero llegan un par a caballo, que portan alfanjes curvos y turbantes blancos. Parecen confusos por un momento de que vayamos contra ellos, pero en cuanto los adelantamos dan la vuelta y se disponen a flanquearnos, uno por cada lado. Creen que pueden mantener mi velocidad, y puede que sea verdad, pero hay algo que ellos no pueden hacer.
- ¡Forma uno, Illje! -grito-. ¡Mecha Illje!
Ah, cierto, que aquello había sido un momento de fantasear. En cualquier caso parece que su única intención es guiarnos hacia un punto sin retorno, por lo que me dejo guiar hasta que veo su intención: Ahora no hay barricadas, pero sí un montón de bandidos que corren hacia nosotros. No han recorrido ni la mitad del camino, pero son tan ruidosos que noto a los caballos ponerse nerviosos. Y con motivo, porque ahora sí, hay algo que ellos no pueden hacer.
Como si fuese una línea de meta arreo a los caballos para que embistan a la línea de enemigos. Cuatro o cinco cae bajo el carro y pasamos sobre ellos como si fuesen badenes, moviéndose por un momento todo el cuerpo de madera como si las olas lo golpeasen. De todos modos, huir de ellos no tendría mucho sentido, por lo que freno el carro de golpe -esta vez sin volcarlo- y me bajo de él, adoptando postura al estilo vaquero.
- Vaya, vaya, vaya... -digo, con la voz más de tipo duro que puedo poner-. Parece que volvemos a encontrarnos, panda de escoria. Y esta vez no podréis huir.
- ¡Pero qué huir! Si os habéis largado vosotros -dice uno.
- ¡Marty, respira! ¿Estás bien? -Marty sufre un caso agudo de partidoalamitadporuncarritis. No creo que se recupere-. ¡Asesinos!
- ¡Este pueblo es demasiado pequeño para todos nosotros, mozuelos. Y yo no me voy a ir, así que resolveremos esto como los antiguos y civilizados mayas. Sacrificio ritual. Marty es el sacrificio, así que estamos en paz. -Me despido con la mano-. Podéis ir en paz.
¿Que por qué grito eso? Bueno, a veces me gusta informar a la gente de lo que estoy haciendo sin ninguna razón aparente. Parece algo obvio que un carro volcado que no me he molestado en levantar y del cual el pelimorado ha empezado a retirar mi botín para meterlo en el otro no va a ser mi primera opción, más teniendo uno en perfecto estado cuyos caballos no han acabado espatarrados después de hacer un esfuerzo titánico. Que vaya, al carro que yo conducía le faltan dos ruedas, que justo reventaron al atravesar el bloqueo de los bandidos.
- Di que sí, Illje -respondo, arreando a los caballos-. Robar un barco... Menuda idiotez. ¡Solo los paletos creen que atracar un barco implica robar!
Aunque por ahora tenemos cosas más importantes en las que concentrarnos. Illje está a mi lado por primera vez después de mucho tiempo. ¿Esperará un beso? ¿Un poema de amor? No, por muy enamorada que esté es una chica dura, de las que prefieren las rosas con espinas y un buen baile. Sí, el baile ha sido bastante. Ah, bueno, y ahora el enfrentarnos a los bandidos. No hay nada que enloquezca tanto a una sirena de tierra como una buena ración de riesgo estúpido. No es como si quisiera volver loca a la conejita todavía, pero hace años que no cometemos ninguna locura y lo cierto es que echo de menos las correrías por Russuam y Drum. Que ambas son islas nevadas y ahora estamos en un desierto cálido, sí, pero la arena se parece más a la nieve que algunos hijos a sus padres.
Poco a poco los bandidos no solo se escuchan, sino que también se ven. Primero llegan un par a caballo, que portan alfanjes curvos y turbantes blancos. Parecen confusos por un momento de que vayamos contra ellos, pero en cuanto los adelantamos dan la vuelta y se disponen a flanquearnos, uno por cada lado. Creen que pueden mantener mi velocidad, y puede que sea verdad, pero hay algo que ellos no pueden hacer.
- ¡Forma uno, Illje! -grito-. ¡Mecha Illje!
Ah, cierto, que aquello había sido un momento de fantasear. En cualquier caso parece que su única intención es guiarnos hacia un punto sin retorno, por lo que me dejo guiar hasta que veo su intención: Ahora no hay barricadas, pero sí un montón de bandidos que corren hacia nosotros. No han recorrido ni la mitad del camino, pero son tan ruidosos que noto a los caballos ponerse nerviosos. Y con motivo, porque ahora sí, hay algo que ellos no pueden hacer.
Como si fuese una línea de meta arreo a los caballos para que embistan a la línea de enemigos. Cuatro o cinco cae bajo el carro y pasamos sobre ellos como si fuesen badenes, moviéndose por un momento todo el cuerpo de madera como si las olas lo golpeasen. De todos modos, huir de ellos no tendría mucho sentido, por lo que freno el carro de golpe -esta vez sin volcarlo- y me bajo de él, adoptando postura al estilo vaquero.
- Vaya, vaya, vaya... -digo, con la voz más de tipo duro que puedo poner-. Parece que volvemos a encontrarnos, panda de escoria. Y esta vez no podréis huir.
- ¡Pero qué huir! Si os habéis largado vosotros -dice uno.
- ¡Marty, respira! ¿Estás bien? -Marty sufre un caso agudo de partidoalamitadporuncarritis. No creo que se recupere-. ¡Asesinos!
- ¡Este pueblo es demasiado pequeño para todos nosotros, mozuelos. Y yo no me voy a ir, así que resolveremos esto como los antiguos y civilizados mayas. Sacrificio ritual. Marty es el sacrificio, así que estamos en paz. -Me despido con la mano-. Podéis ir en paz.
Illje Landvik
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Se había quedado mirándole mientras se alejaban en el carro. No sabía si por rencor o curiosidad, pero el caso es que alcanzó a ver cómo intentaba ir a por ellos y se paraba en el acto… para poco después caer a la arena. La conejita frunció el ceño mientras veía la estampa hacerse más y más pequeña a lo lejos. El comerciante había huido a esconderse, aunque eso era bastante lógico.
De repente, nada de eso importaba. Teníamos a cada lado a uno de los bandidos, a caballo y con enormes espadas curvas. Espera, ¿esos estaban antes? Miró hacia atrás; el resto de los bandidos estaban aún llegando hacia Dastan, esta gente no iba con ellos. Pero entonces, ¿por qué les perseguían? ¿pero quiénes se creían que eran? Claude debía estar pensando lo mismo, porque gritó y la conejita supo en el acto a lo que se refería. ¡Pues claro!
Sin pensarlo demasiado, saltó del carro al suelo mientras pulsaba un botón en sus patines para activar las ruedas todoterreno. Agarrada a la silla de montar del caballo, no tardó en alcanzar al guardia de su lado, cruzar espadas con él y tirarle de la cinturilla del pantalón para hacerlo desmontar. Se subió al caballo y paró los patines toda contenta. ¡Había funcionado! Y ahora tenían un plan B por si el carro resultaba ser de mala calidad. Después de lo que le había pasado al primero, no terminaba de fiarse.
La alegría duró hasta que vio lo que tenían en frente. ¡Más bandidos! Les habían llevado hasta una trampa… o eso creían. Le bastó echar una mirada a Claude para saber lo que venía. Ni corta ni perezosa, frenó lo justo a su caballo para ponerse tras el carro. Embistió a los guardias como si fueran bolos y su corcel fue lo bastante grácil como para ir saltando entre los que se iban quedando atrás. Para cuando Claude frenó y bajó del vehículo, Illje llegaba trotando elegantemente en su montura. Delante de ellos, los bandidos se apresuraban a ayudar a uno de sus compañeros, que había pasado bastante mal el episodio del carro. En fin, ¿qué esperaban? ¿nadie les había enseñado nunca a apartarse de la carretera?
Illje había sacado ya su espada cuando Claude decidió que no valía la pena. La conejita se encogió de hombros y la guardó, trotando hasta quedar detrás de él. El caballo parecía haberle cogido cariño, o quizás solo estaba bien entrenado. Le tendió una mano a Claude, para que subiera con ella.
-Venga, la siguiente ciudad no puede estar muy lejos. Todavía tenemos un barco que atracar y comprar.
El orden de los factores, en este caso, era irrelevante.
De repente, nada de eso importaba. Teníamos a cada lado a uno de los bandidos, a caballo y con enormes espadas curvas. Espera, ¿esos estaban antes? Miró hacia atrás; el resto de los bandidos estaban aún llegando hacia Dastan, esta gente no iba con ellos. Pero entonces, ¿por qué les perseguían? ¿pero quiénes se creían que eran? Claude debía estar pensando lo mismo, porque gritó y la conejita supo en el acto a lo que se refería. ¡Pues claro!
Sin pensarlo demasiado, saltó del carro al suelo mientras pulsaba un botón en sus patines para activar las ruedas todoterreno. Agarrada a la silla de montar del caballo, no tardó en alcanzar al guardia de su lado, cruzar espadas con él y tirarle de la cinturilla del pantalón para hacerlo desmontar. Se subió al caballo y paró los patines toda contenta. ¡Había funcionado! Y ahora tenían un plan B por si el carro resultaba ser de mala calidad. Después de lo que le había pasado al primero, no terminaba de fiarse.
La alegría duró hasta que vio lo que tenían en frente. ¡Más bandidos! Les habían llevado hasta una trampa… o eso creían. Le bastó echar una mirada a Claude para saber lo que venía. Ni corta ni perezosa, frenó lo justo a su caballo para ponerse tras el carro. Embistió a los guardias como si fueran bolos y su corcel fue lo bastante grácil como para ir saltando entre los que se iban quedando atrás. Para cuando Claude frenó y bajó del vehículo, Illje llegaba trotando elegantemente en su montura. Delante de ellos, los bandidos se apresuraban a ayudar a uno de sus compañeros, que había pasado bastante mal el episodio del carro. En fin, ¿qué esperaban? ¿nadie les había enseñado nunca a apartarse de la carretera?
Illje había sacado ya su espada cuando Claude decidió que no valía la pena. La conejita se encogió de hombros y la guardó, trotando hasta quedar detrás de él. El caballo parecía haberle cogido cariño, o quizás solo estaba bien entrenado. Le tendió una mano a Claude, para que subiera con ella.
-Venga, la siguiente ciudad no puede estar muy lejos. Todavía tenemos un barco que atracar y comprar.
El orden de los factores, en este caso, era irrelevante.
Claude von Appetit
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La tensión se palpa en el ambiente. Los bandoleros me miran entre odio y miedo, aunque sin duda el brillo del sol tapa en sus rostros el fuego de la admiración y l ardor de la excitación ligeramente erótica que sin duda alguna sienten por mí. Illje ha robado un caballo por si falla la diplomacia y tenemos que fugarnos, pero parece que no ha contado con que soy un experto negociador capaz de resolver la mayor parte de las disputas sin necesidad de llegar a las manos. Por suerte para los bandidos, vaya, porque soy un arma tan letal como hermosa. Pero sobre todo, espectacular.
Adopto una postura relajada, pero no demasiado. No quiero que piensen que los tomo a broma, pero tampoco que piensen que voy a ir en serio contra ellos. Soy Claude von Appetit y no son nadie para mí, pero deberían creer que como mínimo están a la altura de mis botas: Pueden negociar pero no mucho, o algo así. Sí, eso es lo que pretendo que transmita mi cuerpo, por lo que mis manos se mantienen tras mi espalda mientras mis piernas, estiradas, están ligeramente abiertas. Sin embargo, gracias a la magia de la cinematografía un plano ligeramente contrapicado me hace ver como el más poderoso de la escena en un paneo lento que da movimiento al plano. Por lo menos, así estoy visualizando yo esta escena.
- No os vamos a dejar ir -dice un tipo musculoso al lado del que parece ser el jefe-. No sin el cargamento de aguacates de contraban...
- Tsh. -Dos pasos hacia delante. Se mantiene impertérrito, aunque el gordo temblequea un poco-. No hablo con segundones.
Extiendo la mano rápidamente y agarro la pipa que este señor tiene enganchada en la garganta. No tengo muy claro por qué no se le ha ocurrido quitársela él mismo, aunque en el momento en que lo hago escupe sangre y cae de rodillas al suelo, apretándose el cuello mientras me mira con desesperación.
- La libertad tiene un precio, supongo -reflexiono, tirando la pipa a su lado-. Ahora que ha muerto vuestro jefe, las leyes de los bandidos dicen que...
- Os matamos.
Miro a Illje, confuso.
- ¡No! -exclamo-. ¡Santo cielo, no! ¿Por qué tenéis que ser así de salvajes? En fin... Usemos leyes piratas, entonces.
- ¡Os pasamos por la quilla! -grita uno desde atrás con la voz rasgada, apuntándome con un grafio de lo que parece ser plata-. ¡Seréis comida para los peces!
De nuevo, trato de cruzar miradas con Illje.
- ¿Y si solucionamos esto como caballeros católicos?
- ¡Pelirrojas a la hoguera! -corean-. ¡Deus vult!
Esto se está volviendo un poco extraño. Mientras encienden sus antorchas y sacan horcas de sabe Dios dónde yo me asomo al carro y miro su cargamento: Además de lo que el pelimorado ha metido hay un total de seis aguacates. En Arabasta al cambio eso es suficiente para comprar una buena casa en un oasis. Supongo que es lo justo.
- Está bien, vamos a hacer una cosa -digo-. Los aguacates son el problema, ¿no? Pues me los llevo y el carro es todo vuestro. ¡Vámonos Illje!
Quizá debería haber gritado eso después de subir al caballo, pero consigo montar mientras la bestia aún no ha tomado velocidad de galope y asiento mientras ella confirma algo que necesitamos.
- Sí, será lo mejor; no recuerdo dónde atraqué el Rooster.
Adopto una postura relajada, pero no demasiado. No quiero que piensen que los tomo a broma, pero tampoco que piensen que voy a ir en serio contra ellos. Soy Claude von Appetit y no son nadie para mí, pero deberían creer que como mínimo están a la altura de mis botas: Pueden negociar pero no mucho, o algo así. Sí, eso es lo que pretendo que transmita mi cuerpo, por lo que mis manos se mantienen tras mi espalda mientras mis piernas, estiradas, están ligeramente abiertas. Sin embargo, gracias a la magia de la cinematografía un plano ligeramente contrapicado me hace ver como el más poderoso de la escena en un paneo lento que da movimiento al plano. Por lo menos, así estoy visualizando yo esta escena.
- No os vamos a dejar ir -dice un tipo musculoso al lado del que parece ser el jefe-. No sin el cargamento de aguacates de contraban...
- Tsh. -Dos pasos hacia delante. Se mantiene impertérrito, aunque el gordo temblequea un poco-. No hablo con segundones.
Extiendo la mano rápidamente y agarro la pipa que este señor tiene enganchada en la garganta. No tengo muy claro por qué no se le ha ocurrido quitársela él mismo, aunque en el momento en que lo hago escupe sangre y cae de rodillas al suelo, apretándose el cuello mientras me mira con desesperación.
- La libertad tiene un precio, supongo -reflexiono, tirando la pipa a su lado-. Ahora que ha muerto vuestro jefe, las leyes de los bandidos dicen que...
- Os matamos.
Miro a Illje, confuso.
- ¡No! -exclamo-. ¡Santo cielo, no! ¿Por qué tenéis que ser así de salvajes? En fin... Usemos leyes piratas, entonces.
- ¡Os pasamos por la quilla! -grita uno desde atrás con la voz rasgada, apuntándome con un grafio de lo que parece ser plata-. ¡Seréis comida para los peces!
De nuevo, trato de cruzar miradas con Illje.
- ¿Y si solucionamos esto como caballeros católicos?
- ¡Pelirrojas a la hoguera! -corean-. ¡Deus vult!
Esto se está volviendo un poco extraño. Mientras encienden sus antorchas y sacan horcas de sabe Dios dónde yo me asomo al carro y miro su cargamento: Además de lo que el pelimorado ha metido hay un total de seis aguacates. En Arabasta al cambio eso es suficiente para comprar una buena casa en un oasis. Supongo que es lo justo.
- Está bien, vamos a hacer una cosa -digo-. Los aguacates son el problema, ¿no? Pues me los llevo y el carro es todo vuestro. ¡Vámonos Illje!
Quizá debería haber gritado eso después de subir al caballo, pero consigo montar mientras la bestia aún no ha tomado velocidad de galope y asiento mientras ella confirma algo que necesitamos.
- Sí, será lo mejor; no recuerdo dónde atraqué el Rooster.
Illje Landvik
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Todo había sucedido muy deprisa. En realidad, pese a que había pasado apenas unos segundos atrás, ya no recordaba la mayoría de cosas que se habían dicho y gritado. Se había dado cuenta de que el caballo en el que estaba montada era un muy buen chico y había pasado un poco del caos a su alrededor para centrarse en acariciarlo y conseguir que pusiera una sonrisa bobalicona de satisfacción. Claramente no lo habían tratado muy bien.
Lo siguiente que supo fue que Claude se había montado detrás de ella, con una caja llena hasta los topes de… ¡aguacates! ¡pero menudo botín! Consciente del valor que tenían esas frutas, Illje espoleó de inmediato al caballo y se largaron al galope. La primera vez que miró atrás todavía les seguían, así que agarró un aguacate y lo lanzó por encima del hombro. Golpe certero en la frente de uno de sus perseguidores, la segunda vez que miró ya no había nadie a sus espaldas. Quizá habían decidido que no valía la pena ir tras ellos, o quizá se habían conformado con el único aguacate que les había quedado. Sí, lamentablemente lo segundo era lo más posible. La economía de Arabasta era una gran tragedia.
Un rato después, llegaron al puerto. Se pasearon tranquilamente examinando los barcos que había. Algunos los descartaron inmediatamente nada más verlos; cambiar las velas de la marina y convencer a los integrantes de que se largaran o se pasaran a una vida con menos burocracia era mucho trabajo. Evidentemente habría salido bien, pero daba una pereza tremenda solo pensarlo. Otros quedaron fuera simplemente por su tamaño. Muy pequeños, muy grandes, uno era de alguna manera demasiado triangular. Otro estaba habitado por minks rata y parecían tan orgullosos de su mascarón de proa en forma de rueda de queso que no quisieron molestarlos.
Por fin, casi al final del puerto, cuando estaban a punto de rendirse y empezar a explicarle a una panda de marines los beneficios de no hacer cola para recibir un sueldo, encontraron un barco perfecto. No era gran cosa, en realidad. No era muy grande y su vela era tan solo un gran cacho de tela blanca. Pero estaba limpio y cuando se colaron dentro solo había dos personas. Pudieron inspeccionarlo a sus anchas porque los dos mercaderes se quedaron amablemente en un rincón de su camarote. Había tres en total y el caballo cabía perfectamente en la bodega. Era ideal. Illje escogió tres aguacates con pocos moratones y se los dio con orgullo a los mercaderes. Luego los agarró por el cuello de las camisas y se los llevó amablemente hasta el puerto. Una vez allí, recuperó sus aguacates, les dio las gracias y volvió a subir a bordo. Misión cumplida. Comprado, robado y en cuestión de unos minutos, zarpado.
Deberían haber cogido más víveres, y tal vez dejado al caballo en tierra, pero eso no importaba. ¡Tenían un barco! Y lo había conseguido ella, lo que la convertía oficialmente en capitana. No se lo dijo a Claude; en realidad tenía la sospecha de que creía que los bandidos les perseguirían un poco más y todavía estaba dolido de que no lo hubieran hecho. Demasiadas noticias en un día no eran buenas. Ya habría tiempo de decírselo.
¡Tenían un barco!
Lo siguiente que supo fue que Claude se había montado detrás de ella, con una caja llena hasta los topes de… ¡aguacates! ¡pero menudo botín! Consciente del valor que tenían esas frutas, Illje espoleó de inmediato al caballo y se largaron al galope. La primera vez que miró atrás todavía les seguían, así que agarró un aguacate y lo lanzó por encima del hombro. Golpe certero en la frente de uno de sus perseguidores, la segunda vez que miró ya no había nadie a sus espaldas. Quizá habían decidido que no valía la pena ir tras ellos, o quizá se habían conformado con el único aguacate que les había quedado. Sí, lamentablemente lo segundo era lo más posible. La economía de Arabasta era una gran tragedia.
Un rato después, llegaron al puerto. Se pasearon tranquilamente examinando los barcos que había. Algunos los descartaron inmediatamente nada más verlos; cambiar las velas de la marina y convencer a los integrantes de que se largaran o se pasaran a una vida con menos burocracia era mucho trabajo. Evidentemente habría salido bien, pero daba una pereza tremenda solo pensarlo. Otros quedaron fuera simplemente por su tamaño. Muy pequeños, muy grandes, uno era de alguna manera demasiado triangular. Otro estaba habitado por minks rata y parecían tan orgullosos de su mascarón de proa en forma de rueda de queso que no quisieron molestarlos.
Por fin, casi al final del puerto, cuando estaban a punto de rendirse y empezar a explicarle a una panda de marines los beneficios de no hacer cola para recibir un sueldo, encontraron un barco perfecto. No era gran cosa, en realidad. No era muy grande y su vela era tan solo un gran cacho de tela blanca. Pero estaba limpio y cuando se colaron dentro solo había dos personas. Pudieron inspeccionarlo a sus anchas porque los dos mercaderes se quedaron amablemente en un rincón de su camarote. Había tres en total y el caballo cabía perfectamente en la bodega. Era ideal. Illje escogió tres aguacates con pocos moratones y se los dio con orgullo a los mercaderes. Luego los agarró por el cuello de las camisas y se los llevó amablemente hasta el puerto. Una vez allí, recuperó sus aguacates, les dio las gracias y volvió a subir a bordo. Misión cumplida. Comprado, robado y en cuestión de unos minutos, zarpado.
Deberían haber cogido más víveres, y tal vez dejado al caballo en tierra, pero eso no importaba. ¡Tenían un barco! Y lo había conseguido ella, lo que la convertía oficialmente en capitana. No se lo dijo a Claude; en realidad tenía la sospecha de que creía que los bandidos les perseguirían un poco más y todavía estaba dolido de que no lo hubieran hecho. Demasiadas noticias en un día no eran buenas. Ya habría tiempo de decírselo.
¡Tenían un barco!
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