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![¡Adorad al Gran Cacahuete! [Pasado - Piratas de nombre cambiante] Empty](https://2img.net/i/empty.gif)
¿El cacahuete será de verdad o será una especie de edificio moderno? Tengo auténtica curiosidad, porque no estoy muy segura de si estamos ante la isla de los arquitectos raritos o ante la de los frutos secos gigantes. Sea como sea, el caso es que la pequeña isla está dominada por un cacahuete de cien metros, y eso hace que este mundo sea un lugar un poco más raro.
En general, Totland parece ser uno de esos sitios donde las reglas de la naturaleza funcionan solo cuando nadie está mirando. No me extraña que aquí se junten todos los bichos raros del mundo. En estos últimos días hemos pasado por una llena de huevos gigantes, de plantas que dan chocolate, una en la que llueven gominolas y otra en la que era obligatorio por ley hablar mientras se come canela. Admito que la de las gominolas fue divertida, aunque no creo que este archipiélago tan pro-diabetes sea el lugar más adecuado para Kath.
Franklin se me acerca mientras sirvo el desayuno. La morsa se ha empachado en todas y cada de las islas de Totland por las que hemos pasado. La de la mayonesa casi acaba con ella, pero su metabolismo de engendro medio concha le proporciona un estómago a prueba de bombas.
-No me mires así. No pienso darte nada -le advierto mientras dejo los platos sobre la mesa de cubierta.
Por encima del gran cacahuete, la luz del sol comienza ya a salir, calentando ligeramente el ambiente y compitiendo en desventaja con la luz de las lámparas. Allá a lo lejos, a varias millas de donde estamos fondeados, las luces de la ciudad se van apagando según la gente afronta un nuevo día. Un poco más cerca, Franklin me araña la pierna con un colmillo, así que le tiro un trozo de brócoli y se va espantado.
Una vez servido todo, toco el insufrible cencerro que compré a propósito para obligar a madrugar a los demás. La verdad es que detesto levantarme tan pronto, pero después de pasarme la noche en vela entre café y notas para mis estudios históricos no hay nada como hacer sonar una campanita enormemente ruidosa para compartir la desdicha de la madrugadora con los demás.
Me siento a comer y ojeo el periódico. La puta gaviota se ha llevado el dinero que le dejo preparado cada noche, pero se ha cagado otra vez en el suelo. ¿Acaso no tiene mar donde hacerlo? Y las malas noticias se acumulan, porque no he terminado de desayunar cuando la morsa vuelve a reclamar mi atención. Bicho insoportable... Aletea y salta mientras hace ese ruido inidentificable, como si intentase hablar. Es tan insistente que me obliga a ir a ver qué quiere. Está a popa, justo al final de este enorme país flotante que llamamos barco. Como tanto escándalo sea porque ha visto un pez le voy a dar una buena...
No es un pez. Por lo que parece, la gaviota repartidora no es la única que nos ha dejado un regalito hoy. Me acerco a la cesta con cuidado y aparto la tela blanca que la cubre. No sé cuánto tiempo estoy con la boca abierta, mirando a esa... cosa. Esa cosa pequeña y fofa con cara de boba. Me mira. La miro. Ambos parecemos igual de desconcertados. Ojalá llegue alguien pronto y pueda endosarle este marrón. ¿A santo de qué...? ¿Por qué, de todos los posibles lugares...?
-Ve a avisar al resto, ¿quieres? -le digo a Franklin, sin perder de vista el contenido de la cesta.
Nos han dejado un bebé. ¿Y ahora qué hago yo con esto?
En general, Totland parece ser uno de esos sitios donde las reglas de la naturaleza funcionan solo cuando nadie está mirando. No me extraña que aquí se junten todos los bichos raros del mundo. En estos últimos días hemos pasado por una llena de huevos gigantes, de plantas que dan chocolate, una en la que llueven gominolas y otra en la que era obligatorio por ley hablar mientras se come canela. Admito que la de las gominolas fue divertida, aunque no creo que este archipiélago tan pro-diabetes sea el lugar más adecuado para Kath.
Franklin se me acerca mientras sirvo el desayuno. La morsa se ha empachado en todas y cada de las islas de Totland por las que hemos pasado. La de la mayonesa casi acaba con ella, pero su metabolismo de engendro medio concha le proporciona un estómago a prueba de bombas.
-No me mires así. No pienso darte nada -le advierto mientras dejo los platos sobre la mesa de cubierta.
Por encima del gran cacahuete, la luz del sol comienza ya a salir, calentando ligeramente el ambiente y compitiendo en desventaja con la luz de las lámparas. Allá a lo lejos, a varias millas de donde estamos fondeados, las luces de la ciudad se van apagando según la gente afronta un nuevo día. Un poco más cerca, Franklin me araña la pierna con un colmillo, así que le tiro un trozo de brócoli y se va espantado.
Una vez servido todo, toco el insufrible cencerro que compré a propósito para obligar a madrugar a los demás. La verdad es que detesto levantarme tan pronto, pero después de pasarme la noche en vela entre café y notas para mis estudios históricos no hay nada como hacer sonar una campanita enormemente ruidosa para compartir la desdicha de la madrugadora con los demás.
Me siento a comer y ojeo el periódico. La puta gaviota se ha llevado el dinero que le dejo preparado cada noche, pero se ha cagado otra vez en el suelo. ¿Acaso no tiene mar donde hacerlo? Y las malas noticias se acumulan, porque no he terminado de desayunar cuando la morsa vuelve a reclamar mi atención. Bicho insoportable... Aletea y salta mientras hace ese ruido inidentificable, como si intentase hablar. Es tan insistente que me obliga a ir a ver qué quiere. Está a popa, justo al final de este enorme país flotante que llamamos barco. Como tanto escándalo sea porque ha visto un pez le voy a dar una buena...
No es un pez. Por lo que parece, la gaviota repartidora no es la única que nos ha dejado un regalito hoy. Me acerco a la cesta con cuidado y aparto la tela blanca que la cubre. No sé cuánto tiempo estoy con la boca abierta, mirando a esa... cosa. Esa cosa pequeña y fofa con cara de boba. Me mira. La miro. Ambos parecemos igual de desconcertados. Ojalá llegue alguien pronto y pueda endosarle este marrón. ¿A santo de qué...? ¿Por qué, de todos los posibles lugares...?
-Ve a avisar al resto, ¿quieres? -le digo a Franklin, sin perder de vista el contenido de la cesta.
Nos han dejado un bebé. ¿Y ahora qué hago yo con esto?
Ivan Markov
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El sonido del cencerro de Kaya lo sacó de los brazos de Morfeo de golpe. Inconscientemente echó mano de la Hoja Negra y se tensó, levantándose de un salto. Tardó un par de segundos en darse cuenta de que no pasaba nada y que la cascarrabias de su compañera los estaba despertando para desayunar. Debería desmontarle la mierda esa. Se había pasado la mayor parte de la noche despierto poniendo en orden las notas de su novela y lo último que había planeado era madrugar. La posición del sol por el ojo de buey le confirmó que aún era temprano. Sin embargo, ahora que ya estaba despierto, qué le iba a hacer. Aprovecharía la mañana. Se puso unos calzoncillos limpios, sus vaqueros y una camisa roja sin abrochar. No necesitaba calzado o ir bien vestido para desayunar con las chicas, no es que fuesen a escandalizarse. Y aún si se escandalizaban, no podía importarle menos.
- Joder, ¿había prisa por comer o qué? - se quejó.
Bostezó, saliendo del castillo de popa. A su derecha, unos cuantos hombres coco jugaban a las cartas apostándose botones, y cerca del castillo de proa dos zombies se encontraban enfrascados en lo que parecía una interesante conversación de gruñidos. Debía ser apasionante, porque no parecían tener prisa por acabar. Se acercó a la mesa rascándose el sobaco y se dejó caer en su sitio. Al menos, como de costumbre, el desayuno pintaba excelente. Y esta vez no parecía oler a ajo. Se sirvió una taza de café que aderezó con unas gotas de ron.
- Isla cacahuete... - tuvo un escalofrío - Este archipiélago es aterrador. No me explico cómo los habitantes pueden vivir aquí sin morirse a los veinte años.
Entonces se fijó en que Kaya estaba trasteando en algo. Una cesta con una tela blanca. El vampiro arqueó una ceja y se levantó, acercándose a curiosear. Normalmente no le hubiese llamado tanto la atención, pero la expresión confusa de la cocinera le dijo que había algo fuera de lo normal. Entonces lo vio. Pequeño, rechoncho, haciendo babas con la boca...
- Yo no he sido.
- Joder, ¿había prisa por comer o qué? - se quejó.
Bostezó, saliendo del castillo de popa. A su derecha, unos cuantos hombres coco jugaban a las cartas apostándose botones, y cerca del castillo de proa dos zombies se encontraban enfrascados en lo que parecía una interesante conversación de gruñidos. Debía ser apasionante, porque no parecían tener prisa por acabar. Se acercó a la mesa rascándose el sobaco y se dejó caer en su sitio. Al menos, como de costumbre, el desayuno pintaba excelente. Y esta vez no parecía oler a ajo. Se sirvió una taza de café que aderezó con unas gotas de ron.
- Isla cacahuete... - tuvo un escalofrío - Este archipiélago es aterrador. No me explico cómo los habitantes pueden vivir aquí sin morirse a los veinte años.
Entonces se fijó en que Kaya estaba trasteando en algo. Una cesta con una tela blanca. El vampiro arqueó una ceja y se levantó, acercándose a curiosear. Normalmente no le hubiese llamado tanto la atención, pero la expresión confusa de la cocinera le dijo que había algo fuera de lo normal. Entonces lo vio. Pequeño, rechoncho, haciendo babas con la boca...
- Yo no he sido.
Katharina von Steinhell
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A diferencia de sus compañeros, tenía una rutina bastante sólida y que respetaba como hueso santo. Se despertaba a las cinco de la madrugada todos los días a excepción de los domingos. Se quedaba cinco minutos en la cama sin hacer nada, solo miraba el techo y se cuestionaba su propia existencia para luego coger la agenda y ver la planificación del día. Entonces, marchaba a la oficina para retomar tanto los estudios históricos como arcanos. Era un hecho que el cerebro estaba más activo por la mañana.
La música sonaba en un volumen moderado, si es que no bajo, y el sonido del piano inundaba cada rincón de la oficina. Las velas iluminaban los textos que tenía sobre el escritorio y permitían que el estudio fuera algo posible. Tenía muchos libros en las estanterías, incluso ella era autora de unos cuantos. Ahora estaba trabajando en uno de fórmulas arcanas, una forma distinta de comprender la magia. Los eruditos de Lëxius continuaban enseñando que los hechizos eran el producto de una ecuación, pero la bruja los veía más bien como una función multivariable, después de todo, ¿quién le impedía combinar las distintas escuelas de magia?
Y así la mañana pasó rápidamente. Se mantuvo concentrada todo el tiempo hasta que la pesada de Kayadako armó un escándalo para que todos se despertaran. ¿Cuán egoísta podía ser esa criatura? Haber crecido sin padre sí que hizo lo suyo, pero era algo que jamás se lo diría; tampoco era tan cruel. Eso sí, tendría que llamarle la atención por ser tan ruidosa en las únicas horas que había un poco de paz en el Horror Circus.
—Vivir con esta niña es como vivir en un maldito zoológico —gruñó nada más salir de la oficina. Cerró con llave y marchó a la cocina.
Iba ataviada con un largo camisón de seda que le llegaba hasta las rodillas y cubría todo el pecho. Olía tan dulce como las flores rojas del Monte Onoki de Wano, y unas argollas de oro saltaban conforme la bruja caminaba hacia la cocina. Llevaba el cabello suelto, cayéndole tanto por los hombros como por la espalda hasta la mitad de esta.
—¿Por qué tanto escándalo? —preguntó más por inercia que por voluntad propia, pero se dio cuenta de que no había nadie. Sintió las presencias de Ivan y Kaya en la cubierta—. ¿Qué estarán haciendo esos dos ahí...?
Apresuró el paso y abandonó la cocina para llegar a la cubierta. Ambos estaban viendo una cesta con la confusión grabada en sus rostros. ¿Qué era tan interesante como para tenerlos así? Caminó hacia ellos y entonces quedó boquiabierta. Habían pasando cosas extrañas en el Horror Circus, como esa vez que una lechuza de mar intentó llevarse a uno de los hombres coco, o esa vez que unos marineros confundieron a Kaya con el hijo de un noble e intentaron llevársela.
—¿Qué hace un bebé en mi barco? ¿Cómo es que llegó hasta aquí...? —les preguntó a ambos—. Éntralo —le ordenó a Kaya—, y no dejen que Alexandra experimente con él. Espero que no nos dé problemas...
La música sonaba en un volumen moderado, si es que no bajo, y el sonido del piano inundaba cada rincón de la oficina. Las velas iluminaban los textos que tenía sobre el escritorio y permitían que el estudio fuera algo posible. Tenía muchos libros en las estanterías, incluso ella era autora de unos cuantos. Ahora estaba trabajando en uno de fórmulas arcanas, una forma distinta de comprender la magia. Los eruditos de Lëxius continuaban enseñando que los hechizos eran el producto de una ecuación, pero la bruja los veía más bien como una función multivariable, después de todo, ¿quién le impedía combinar las distintas escuelas de magia?
Y así la mañana pasó rápidamente. Se mantuvo concentrada todo el tiempo hasta que la pesada de Kayadako armó un escándalo para que todos se despertaran. ¿Cuán egoísta podía ser esa criatura? Haber crecido sin padre sí que hizo lo suyo, pero era algo que jamás se lo diría; tampoco era tan cruel. Eso sí, tendría que llamarle la atención por ser tan ruidosa en las únicas horas que había un poco de paz en el Horror Circus.
—Vivir con esta niña es como vivir en un maldito zoológico —gruñó nada más salir de la oficina. Cerró con llave y marchó a la cocina.
Iba ataviada con un largo camisón de seda que le llegaba hasta las rodillas y cubría todo el pecho. Olía tan dulce como las flores rojas del Monte Onoki de Wano, y unas argollas de oro saltaban conforme la bruja caminaba hacia la cocina. Llevaba el cabello suelto, cayéndole tanto por los hombros como por la espalda hasta la mitad de esta.
—¿Por qué tanto escándalo? —preguntó más por inercia que por voluntad propia, pero se dio cuenta de que no había nadie. Sintió las presencias de Ivan y Kaya en la cubierta—. ¿Qué estarán haciendo esos dos ahí...?
Apresuró el paso y abandonó la cocina para llegar a la cubierta. Ambos estaban viendo una cesta con la confusión grabada en sus rostros. ¿Qué era tan interesante como para tenerlos así? Caminó hacia ellos y entonces quedó boquiabierta. Habían pasando cosas extrañas en el Horror Circus, como esa vez que una lechuza de mar intentó llevarse a uno de los hombres coco, o esa vez que unos marineros confundieron a Kaya con el hijo de un noble e intentaron llevársela.
—¿Qué hace un bebé en mi barco? ¿Cómo es que llegó hasta aquí...? —les preguntó a ambos—. Éntralo —le ordenó a Kaya—, y no dejen que Alexandra experimente con él. Espero que no nos dé problemas...
Helga Eiríksdóttir
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Mis viajes me habían llevado a lugares extraños donde había gente que caminaba al revés, animales que llevaban ropa como si fuera la cosa más normal del mundo e incluso lugares donde llovía del revés. Pero nada de esos sitios podía ganarle a las islas de Tottoland. O , como me gusta llamar, el país de la comida. Cada isla presentaba algo nuevo en su ecosistema siempre relacionado con la comida. Desde gente que fumaba pica pica hasta una isla donde se construía con regaliz. Aunque prefería el regaliz rojo. El negro me sabía a pura mierda de vaca. ¿Qué como sabía a que sabe la chusta de ganado? Bueno, algunas cosas son mejores con solo pensar el por qué. Después de tanto viajecito por la región a bordo de un barco mercante, llegué a una isla con un enorme cacahuete en el centro. ¿Qué demonios era eso?
¿Un edificio o era realmente un cacahuete de verdad? Me asomé por la barandilla, pues mis ojos se sentían realmente sorprendidos y temía que aquello no fuese más que una ilusión producto de comer tanto en la otra isla. Los churros con chocolate estaban muy buenos pero me había dado un cólico anoche que había dejado el baño hecho una pocilga. Y lo más raro, era que los tripulantes del barco no andaban nada extrañados. Parecía que no era la primera vez que pasaban por aquella isla sacada de la mente de un niño pequeño.
- Cuando viajas tanto te acostumbras a muchas cosas, incluido este tipo de paisajes - Me dijo uno de los mercaderes
- Ya lo puedo ver, ya. ¿Cuánto tardaremos en llegar a puerto? Me estoy aburriendo de estar en el barco y quiero explorar. Algo me dice que en esa isla la gente tendrá alguna actitud extraña como en las otras - Estiré los brazos con ganas
- En menos de quince minutos deberíamos llegar al puerto del Cacahuete de Chocolatina. Lo sé, hasta el nombre me suena raro hasta para mi - Comentó dejando escapar un suspiro.
Mientras el barco se iba acercando al puerto, mi estómago hizo de las suyas y fui como alma que lleva el diablo a descargar al baño. Con suerte terminaría justo cuando embarcáramos.
¿Un edificio o era realmente un cacahuete de verdad? Me asomé por la barandilla, pues mis ojos se sentían realmente sorprendidos y temía que aquello no fuese más que una ilusión producto de comer tanto en la otra isla. Los churros con chocolate estaban muy buenos pero me había dado un cólico anoche que había dejado el baño hecho una pocilga. Y lo más raro, era que los tripulantes del barco no andaban nada extrañados. Parecía que no era la primera vez que pasaban por aquella isla sacada de la mente de un niño pequeño.
- Cuando viajas tanto te acostumbras a muchas cosas, incluido este tipo de paisajes - Me dijo uno de los mercaderes
- Ya lo puedo ver, ya. ¿Cuánto tardaremos en llegar a puerto? Me estoy aburriendo de estar en el barco y quiero explorar. Algo me dice que en esa isla la gente tendrá alguna actitud extraña como en las otras - Estiré los brazos con ganas
- En menos de quince minutos deberíamos llegar al puerto del Cacahuete de Chocolatina. Lo sé, hasta el nombre me suena raro hasta para mi - Comentó dejando escapar un suspiro.
Mientras el barco se iba acercando al puerto, mi estómago hizo de las suyas y fui como alma que lleva el diablo a descargar al baño. Con suerte terminaría justo cuando embarcáramos.
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-¿Que no nos dé problemas? ¿No es eso lo único que hacen estas cosas? Espera, ¿como que lo entre? ¿Es que te lo quieres quedar?
No sé de qué me sorprendo. Si se quedó a Inosuke...
La mocosa, o al menos creo que es un niña, se nos queda mirando a los tres como si tal cosa. Debe ser normal para un bebé dormirse y despertarse en un sitio completamente diferente lleno de desconocidos, supongo. Y es demasiado joven como para tener el sentido común que haría falta para asustarse de mi capitana y su segundo. Cualquiera de los dos podría comérsela si los pillaba de mal humor, aunque al menos uno de los dos la bañaría en chocolate antes.
Con cuidado, y estando pendiente por si me vomita por sorpresa, cosa que hacen todos los críos, cojo la cesta y la llevo a la zona donde estábamos desayunando. Ante la duda de qué hacer con ella, la coloco en una silla. Y ahora ¿qué? ¿Cómo la devolvemos? Supongo que podríamos dejarla en la puerta de alguna casa y pasarle el problema a otro. Incluso aunque se la demos al más tonto de la ciudad estará mejor que aquí.
-Alguien debería cuidar de ella hasta que sepamos -Dónde tirarla- dónde dejarla.
¿Dónde está Xandra cuando se la necesita? No, mejor no. Pensándolo bien, esa mujer sería un canguro terrible. Incluso peor que el resto, quitando tal vez al vampiro. Me preocupa que Ivan intente beberse su sangre. En las historias, los de su clase siempre aprecian más la sangre joven.
-Ni se te ocurra -le advierto, por si acaso-. Tienes tortilla de B+ la nevera.
De repente, mi peor pesadilla. Sin motivo alguno, el bebé empieza a llorar. Es un llanto intenso, agudo y tremendamente irritante. ¿Cómo se para? Alguien debería cogerla y mecerla o algo así. No seré yo, pero alguien debería. Puede que tenga el pañal sucio o que quiera a su madre o que tenga hambre... Sí, eso último está bien. Eso podemos solucionarlo, creo. Es decir, no tengo leche materna en la despensa, pero algo se podrá improvisar.
-Oye, Kath, y si pruebas a... -Señalo su generoso pecho con la mirada-. Eres bruja, ¿no? Haz magia.
No sé de qué me sorprendo. Si se quedó a Inosuke...
La mocosa, o al menos creo que es un niña, se nos queda mirando a los tres como si tal cosa. Debe ser normal para un bebé dormirse y despertarse en un sitio completamente diferente lleno de desconocidos, supongo. Y es demasiado joven como para tener el sentido común que haría falta para asustarse de mi capitana y su segundo. Cualquiera de los dos podría comérsela si los pillaba de mal humor, aunque al menos uno de los dos la bañaría en chocolate antes.
Con cuidado, y estando pendiente por si me vomita por sorpresa, cosa que hacen todos los críos, cojo la cesta y la llevo a la zona donde estábamos desayunando. Ante la duda de qué hacer con ella, la coloco en una silla. Y ahora ¿qué? ¿Cómo la devolvemos? Supongo que podríamos dejarla en la puerta de alguna casa y pasarle el problema a otro. Incluso aunque se la demos al más tonto de la ciudad estará mejor que aquí.
-Alguien debería cuidar de ella hasta que sepamos -Dónde tirarla- dónde dejarla.
¿Dónde está Xandra cuando se la necesita? No, mejor no. Pensándolo bien, esa mujer sería un canguro terrible. Incluso peor que el resto, quitando tal vez al vampiro. Me preocupa que Ivan intente beberse su sangre. En las historias, los de su clase siempre aprecian más la sangre joven.
-Ni se te ocurra -le advierto, por si acaso-. Tienes tortilla de B+ la nevera.
De repente, mi peor pesadilla. Sin motivo alguno, el bebé empieza a llorar. Es un llanto intenso, agudo y tremendamente irritante. ¿Cómo se para? Alguien debería cogerla y mecerla o algo así. No seré yo, pero alguien debería. Puede que tenga el pañal sucio o que quiera a su madre o que tenga hambre... Sí, eso último está bien. Eso podemos solucionarlo, creo. Es decir, no tengo leche materna en la despensa, pero algo se podrá improvisar.
-Oye, Kath, y si pruebas a... -Señalo su generoso pecho con la mirada-. Eres bruja, ¿no? Haz magia.
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—Es un bebé, por favor. ¿Cómo vamos a dejarlo aquí? Tienes que hacerte responsable de lo que encuentras y lidiar con los problemas, Kaya —respondió cruzada de brazos y entonces sonrió—. Felicidades, eres madre sin haberlo querido.
Se dio la media vuelta y regresó al interior del barco: era hora del desayuno. La verdad es que no le impresionaba demasiado tener un bebé a bordo, de hecho, le daba cierto aire de normalidad al barco. Entre los zombies y los hombres coco había suficientes alimañas sacadas de un mal cuento. ¿Qué daño podía hacer un bebé? Además era un buen momento para hacer que Kaya mirase las responsabilidades con una perspectiva más madura.
—Deberíamos encontrar a los padres del bebé antes de que Kaya lo tire a la basura, se le olvide en el horno o termine metiéndolo sin querer a la nevera —dijo Rose, sumándose a la caminata de la bruja—. Los piratas no criamos niños, Katharina, se supone que somos gente peligrosa.
—Sí, tienes razón. Lo regresaremos antes de que alguien decida quedárselo de verdad.
Y como buen saco de problemas que es un bebé, pronto comenzó a llorar. ¿Tenía hambre? ¿Le dolía un dedo? ¿O acaso tenía ganas de hacer caca? No, no, curiosamente los bebés son parecidos a las palomas: cagan sin importar lo que haya abajo. La bruja le dedicó una mirada fea a la madre postiza que nada hacía para callar a su hija de mentira. Y la fulminó con la vista cuando habló de su generoso pecho. Esa mocosa no entendía nada de biología ni de materia arcana.
—Deberías leer un libro de biología básica para saber que el tamaño de los senos no influye, de hecho, tú ya estás lo suficientemente desarrollada para... ¡¿Alguien quiere callar a la niña?! —rugió mientras se levantaba de la mesa y caminaba hacia el bebé—. Si al final tengo que hacerlo todo yo... Ya te lo dije, Kaya: tú la encontraste, es tu responsabilidad. Te mostraré cómo se hace y luego te las arreglarás tú sola.
Guiada por un instinto materno que nunca había sentido en la vida, principalmente porque estaba ocupada cortando cabezas y quemando cuerpos, tomó a la niña y olorosó sin un ápice de asco su trasero. Bien, al menos no se había hecho caca. La recogió entre sus brazos y comenzó a darle suaves palmaditas en la espalda. Le pidió a Rose que sacara la varita mágica y luego creó un biberón. La criaturita lo tomó con ternura y sin desconfiar comenzó a beber, callándose por fin.
—Menos mal que la tranquilidad ha regresado...
Se dio la media vuelta y regresó al interior del barco: era hora del desayuno. La verdad es que no le impresionaba demasiado tener un bebé a bordo, de hecho, le daba cierto aire de normalidad al barco. Entre los zombies y los hombres coco había suficientes alimañas sacadas de un mal cuento. ¿Qué daño podía hacer un bebé? Además era un buen momento para hacer que Kaya mirase las responsabilidades con una perspectiva más madura.
—Deberíamos encontrar a los padres del bebé antes de que Kaya lo tire a la basura, se le olvide en el horno o termine metiéndolo sin querer a la nevera —dijo Rose, sumándose a la caminata de la bruja—. Los piratas no criamos niños, Katharina, se supone que somos gente peligrosa.
—Sí, tienes razón. Lo regresaremos antes de que alguien decida quedárselo de verdad.
Y como buen saco de problemas que es un bebé, pronto comenzó a llorar. ¿Tenía hambre? ¿Le dolía un dedo? ¿O acaso tenía ganas de hacer caca? No, no, curiosamente los bebés son parecidos a las palomas: cagan sin importar lo que haya abajo. La bruja le dedicó una mirada fea a la madre postiza que nada hacía para callar a su hija de mentira. Y la fulminó con la vista cuando habló de su generoso pecho. Esa mocosa no entendía nada de biología ni de materia arcana.
—Deberías leer un libro de biología básica para saber que el tamaño de los senos no influye, de hecho, tú ya estás lo suficientemente desarrollada para... ¡¿Alguien quiere callar a la niña?! —rugió mientras se levantaba de la mesa y caminaba hacia el bebé—. Si al final tengo que hacerlo todo yo... Ya te lo dije, Kaya: tú la encontraste, es tu responsabilidad. Te mostraré cómo se hace y luego te las arreglarás tú sola.
Guiada por un instinto materno que nunca había sentido en la vida, principalmente porque estaba ocupada cortando cabezas y quemando cuerpos, tomó a la niña y olorosó sin un ápice de asco su trasero. Bien, al menos no se había hecho caca. La recogió entre sus brazos y comenzó a darle suaves palmaditas en la espalda. Le pidió a Rose que sacara la varita mágica y luego creó un biberón. La criaturita lo tomó con ternura y sin desconfiar comenzó a beber, callándose por fin.
—Menos mal que la tranquilidad ha regresado...
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Ivan entornó los ojos cuando Kaya le dijo que no se comiera al bebé. No es como si pretendiera hacerlo. Aquella cosita pequeña apenas le daría para un trago. Aparte, ni él era tan salvaje y monstruoso. El hecho de que Kaya lo hubiese insinuado le dio ganas de meterle el dedo en el ojo, pero ya que le había preparado una tortilla con sangre decidió perdonarle.
- Algo tan pequeñito no me serviría ni de desayuno. Como mucho de postre - entonces sonrió y se rió - ¡Eh, ese es un buen nombre! ¡Vamos a llamarte Postre! ¿Qué te parece?
- Da da da da.
- Decidido, está de acuerdo.
Dejó a Kaya y a Katharina en medio de su medida de pechos diaria y se fue a la nevera en busca de su tortilla, silbando alegremente. En cuanto obtuvo su desayuno, volvió a cubierta mientras calculaba cuánto les duraría la comida sana. Estaba seguro de que si seguía comiendo los platos de aquel archipiélago acabaría con el culo tan gordo como el de la capitana. No le extrañaría descubrir que hasta la sangre de los habitantes llevase azúcar glas. ¿Contaría Postre como comida saludable? No sabía de dónde había salido, pero a lo mejor era demasiado pequeño para estar contaminado por aquel lugar. Por otro lado, tal vez hasta la leche materna estuviese azucarada.
- Eh, ¿qué es eso? - dijo al resto, ignorando los lloros de Postre.
Otro barco se acercaba al puerto. A diferencia de ellos, era notablemente más pequeño. Sin embargo, aquella forma... era un barco de carga. Iba armado, como todo navío en el Nuevo Mundo, pero eso le importaba poco. Lo que le interesaba es que si era un barco de carga, probablemente sería un mercante. Con una sonrisa, Ivan cogió su café y le dio un trago.
- Señoritas, ¿qué os parece un saqueo para comenzar el día?
Entonces se giró y vio a Katharina dándole el biberón a Postre. Aunque la imagen era de lo más tierna y maternal, ver a la sanguinaria pirata comportándose como si fuese una madre primeriza le arrancó una carcajada. Era tan inverosímil que rallaba en lo cómico.
- ¿Has decidido ser madre, Katha?
Le dirigió un gesto burlón, moviendo las cejas arriba y abajo mientras terminaba su taza en un largo trago. Su pobre capitana acababa de darle material para bromas y burlas para por lo menos una semana. Aunque tenía que reconocer que no lo hacía mal. La niña parecía relajada.
- Algo tan pequeñito no me serviría ni de desayuno. Como mucho de postre - entonces sonrió y se rió - ¡Eh, ese es un buen nombre! ¡Vamos a llamarte Postre! ¿Qué te parece?
- Da da da da.
- Decidido, está de acuerdo.
Dejó a Kaya y a Katharina en medio de su medida de pechos diaria y se fue a la nevera en busca de su tortilla, silbando alegremente. En cuanto obtuvo su desayuno, volvió a cubierta mientras calculaba cuánto les duraría la comida sana. Estaba seguro de que si seguía comiendo los platos de aquel archipiélago acabaría con el culo tan gordo como el de la capitana. No le extrañaría descubrir que hasta la sangre de los habitantes llevase azúcar glas. ¿Contaría Postre como comida saludable? No sabía de dónde había salido, pero a lo mejor era demasiado pequeño para estar contaminado por aquel lugar. Por otro lado, tal vez hasta la leche materna estuviese azucarada.
- Eh, ¿qué es eso? - dijo al resto, ignorando los lloros de Postre.
Otro barco se acercaba al puerto. A diferencia de ellos, era notablemente más pequeño. Sin embargo, aquella forma... era un barco de carga. Iba armado, como todo navío en el Nuevo Mundo, pero eso le importaba poco. Lo que le interesaba es que si era un barco de carga, probablemente sería un mercante. Con una sonrisa, Ivan cogió su café y le dio un trago.
- Señoritas, ¿qué os parece un saqueo para comenzar el día?
Entonces se giró y vio a Katharina dándole el biberón a Postre. Aunque la imagen era de lo más tierna y maternal, ver a la sanguinaria pirata comportándose como si fuese una madre primeriza le arrancó una carcajada. Era tan inverosímil que rallaba en lo cómico.
- ¿Has decidido ser madre, Katha?
Le dirigió un gesto burlón, moviendo las cejas arriba y abajo mientras terminaba su taza en un largo trago. Su pobre capitana acababa de darle material para bromas y burlas para por lo menos una semana. Aunque tenía que reconocer que no lo hacía mal. La niña parecía relajada.
Helga Eiríksdóttir
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Después de una ardua batalla contra mi dolor de tripa, logré finalmente salir del baño. Pobre del que tuviera que entrar después de mi. Se llevaría una descargable sorpresa. Había tapado el retrete con mi... sorpresa de la casa. Salí del baño, intentando que me la brisa marina me diera a la cara. Dicen que era bueno para la gente mareada o con problemas. Ni idea de si era verdad, simplemente lo intentaría. Pero antes, pillé una botella de agua de la cocina. Había bastante barullo. Los cocineros se estaban preparando con esmero y rapidez para dar de comer a los trabajadores. Había de todo, desde pollo a la brasa hasta una especie de pescado crudo con arroz y algas. Extraños manjares. En mi tierra o cazabas algún oso o jabalí o te morías de hambre además de frío.
Agarré un muslo de pollo sin que me vieran y continué mi pase hasta volver a cubierta. Vaciar el estómago me había dejado con hambre otra vez. Al volver a subir a cubierta, uno de los cocineros me alcanzó. Con un gesto, me hizo que le devolviera el muslo de pollo. Se lo tuve que devolver, no quería problemas con la gente que me había dejado acompañarles en la travesía desde Sakura. Di un sorbo a la botella y me puse otra vez a mirar el paisaje mientras me rascaba el culo con la mano libre. Todo era perfecto... Hasta que lo vi. Un enorme barco estaba próximo, muy cerca. No tenía pinta de ser otro barco mercante. Eché un vistazo para ver la bandera.
- Mierda... ¡Piratas! - Grité para que la gente se preparara - ¡Hay un barco pirata a babor! -
La gente reaccionó y se prepararon para un posible asalto. Por mi parte, me quedé en cubierta y desenvainé mi hacha como mi escudo. Por fin un poco de diversión después de tantos días de solo comer. Era hora de bajar el peso ganado. Me preguntaba que clase de piratas eran y que tan fuertes serían. Pero al ser aquello parte del Nuevo Mundo, era de esperar que no fueran simples piratillas de tres al cuarto.
Agarré un muslo de pollo sin que me vieran y continué mi pase hasta volver a cubierta. Vaciar el estómago me había dejado con hambre otra vez. Al volver a subir a cubierta, uno de los cocineros me alcanzó. Con un gesto, me hizo que le devolviera el muslo de pollo. Se lo tuve que devolver, no quería problemas con la gente que me había dejado acompañarles en la travesía desde Sakura. Di un sorbo a la botella y me puse otra vez a mirar el paisaje mientras me rascaba el culo con la mano libre. Todo era perfecto... Hasta que lo vi. Un enorme barco estaba próximo, muy cerca. No tenía pinta de ser otro barco mercante. Eché un vistazo para ver la bandera.
- Mierda... ¡Piratas! - Grité para que la gente se preparara - ¡Hay un barco pirata a babor! -
La gente reaccionó y se prepararon para un posible asalto. Por mi parte, me quedé en cubierta y desenvainé mi hacha como mi escudo. Por fin un poco de diversión después de tantos días de solo comer. Era hora de bajar el peso ganado. Me preguntaba que clase de piratas eran y que tan fuertes serían. Pero al ser aquello parte del Nuevo Mundo, era de esperar que no fueran simples piratillas de tres al cuarto.
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Me encontraba en mi camarote peinándome el cabello como de costumbre, con mi bata negra y menos ropa que una gogó a las cuatro de la mañana. ¿Cuánto tiempo había pasado en aquel barco? ¿Cuánto tiempo me había aislado de mis nakamas? ¿Cuánto tiempo hacía que no compraba un buen champú?. Una cosa era cierta, la rutina me gustaba mucho. Ciertamente había descubierto y logrado muchas cosas en poco tiempo. Había logrado tener una familia, o algo similar, aparte de mi hermanito, al cual todavía no había tratado en profundidad.
Así que disfrutaba de una paz y tranquilidad en mi espacioso camarote hasta que un olor llegó a mi nariz. Al igual que un cochinillo buscando una trufa, o un conejo buscando un rábano comencé a mover las fosas nasales hacia los lados mientras seguía peinándome. Conocía ese olor...joder que si lo conocía. Mi pupila comenzó a dibujarse como la de una serpiente y el peine se me cayó de la mano. Entonces giré la cabeza rápidamente hacia la puerta de mi camarote. Comencé a oler fuerte, tratando de captar toda la esencia mientras que me levantaba e iba como una zombi, una zombi en bata, hasta la cubierta siguiendo el olor.
Dios santo era delicioso, cosecha de dos o tres años...puede que cuatro.¿Dónde estaba?¿DONDE?. Caminé por la cubierta hasta llegar al punto a donde estaban todos mis nakamas, y nada más entrar por la puerta me quedé mirando a todos. No saludé, no dije nada, tan sólo olía moviendo la nariz como un porcino nervioso. Mis ojos ya estaban totalmente rojos y parecían los de una serpiente.
-Hola chicos...dije con un tono amable tratando de aguantar la sed-¿Que ha pasado? ¿Dónde lo tenéis?-dije acercándome hasta ver a la capitana con el bebé en brazos. Entonces me paré en seco mientras miraba la escena maternal.
Por otro lado se escuchaba un vocerío de mi nakama diciendo que había un barco cercano, listo para ser saqueado. No le presté atención, lo admito...pues ya estaba arqueando las piernas para saltar. Así que me llevé la mano encima de uno de los barriles de cubierta, mientras que con la otra me agarraba el brazo y empezaba a temblar un poco, pero traba de contenerme.
-¿Un...barco dices?.- el barco estaba a la izquierda pero yo seguía a mi rollo mirando a la capitana. De vez en cuando me rascaba la cabeza tratando de disimularlo, pero si Ivan me conocía, sabía que acabaría saltando tarde o temprano. No había bebido esta tarde nada de nada....y si iba a haber fiesta contra otros piratas...pobre del que fuera a por mi.
Así que disfrutaba de una paz y tranquilidad en mi espacioso camarote hasta que un olor llegó a mi nariz. Al igual que un cochinillo buscando una trufa, o un conejo buscando un rábano comencé a mover las fosas nasales hacia los lados mientras seguía peinándome. Conocía ese olor...joder que si lo conocía. Mi pupila comenzó a dibujarse como la de una serpiente y el peine se me cayó de la mano. Entonces giré la cabeza rápidamente hacia la puerta de mi camarote. Comencé a oler fuerte, tratando de captar toda la esencia mientras que me levantaba e iba como una zombi, una zombi en bata, hasta la cubierta siguiendo el olor.
Dios santo era delicioso, cosecha de dos o tres años...puede que cuatro.¿Dónde estaba?¿DONDE?. Caminé por la cubierta hasta llegar al punto a donde estaban todos mis nakamas, y nada más entrar por la puerta me quedé mirando a todos. No saludé, no dije nada, tan sólo olía moviendo la nariz como un porcino nervioso. Mis ojos ya estaban totalmente rojos y parecían los de una serpiente.
-Hola chicos...dije con un tono amable tratando de aguantar la sed-¿Que ha pasado? ¿Dónde lo tenéis?-dije acercándome hasta ver a la capitana con el bebé en brazos. Entonces me paré en seco mientras miraba la escena maternal.
Por otro lado se escuchaba un vocerío de mi nakama diciendo que había un barco cercano, listo para ser saqueado. No le presté atención, lo admito...pues ya estaba arqueando las piernas para saltar. Así que me llevé la mano encima de uno de los barriles de cubierta, mientras que con la otra me agarraba el brazo y empezaba a temblar un poco, pero traba de contenerme.
-¿Un...barco dices?.- el barco estaba a la izquierda pero yo seguía a mi rollo mirando a la capitana. De vez en cuando me rascaba la cabeza tratando de disimularlo, pero si Ivan me conocía, sabía que acabaría saltando tarde o temprano. No había bebido esta tarde nada de nada....y si iba a haber fiesta contra otros piratas...pobre del que fuera a por mi.
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Quién me iba a decir a mí que a Kath se le darían bien los niños. Normalmente sus talentos se enfocan más en hacer cosas pedazos, incendiar pueblos y masacrar multitudes gratuitamente. Es raro ver que puede coger a un ser vivo con la suficiente delicadeza como para no aplastarlo. Y que dicho ser vivo no proteste. Al final la bruja será toda una madraza. O no, seguramente, no. Sin embargo, tampoco entra en mis planes. Antes prefiero dejarle el bebé a los cocos y que lo críen como a uno de ellos. Son un poco raros, pero al menos le enseñarán a la cría las bases de la democracia y el sindicalismo, que seguramente le vendrá mejor que saber robar y beber como una pirata. Por otro lado...
-Genial, vamos a robar cosas.
Bendito sea Ivan por notar ese barco. No es la excusa más sutil del mundo, pero antes de que termine de decir la palabra "saqueo" ya estoy yendo para allá. Admito que la idea de apalizar y desvalijar a unas gentes al azar no suele ser de mi agrado, lo que no quita que no esté deseando aprovechar cualquier oportunidad de dejarle el marrón de la mocosa a otro. Además, de vez en cuando hay que hacer honor a los estereotipos de la piratería, aunque sea solo para poder criticarlos con propiedad.
Nuestro barco es tan grande que prácticamente no se puede llegar al puerto sin acercarse a alguna parte de él. El pequeño carguero debe habernos notado a la fuerza, pero esquivar algo tan colosal como el Horror Circus no siempre es fácil. Calculo que estará lo bastante cerca como para poder llegar de un buen salto. Contando con la ventaja de la altura, con el viento a favor, acumulando fuerza para saltar... Bah, seguro que sale bien. Salto.
Si has pesado alguna vez un millón de kilos sabrás que es imposible no sentirse ligera cuando te dejas caer de un sitio alto con tu peso normal. Casi puedo flotar en el aire, dejarme llevar como una pluma hasta caer en un punto indeterminado del infinito... Pero solo casi. La realidad, tozuda como ella sola, me lleva a un punto muy concreto. Como saludo de bienvenida, enciendo levemente mi poder y aterrizo en la cubierta de nuestra desdichada presa con un "Hola, ¿qué tal?" de una tonelada. El barco se sacude levemente. Mis rodillas, también, aunque he aprendido a absorber bien los costes que supone para las articulaciones mantener en pie excesivo peso.
Bien, aquí no hay bebés. Menos mal, Ya tengo suficiente con una guardería flotante. Ahora supongo que habrá que meterse en el papel y dar el pego como buena pirata que soy.
-A ver, esto es un atraco. Meted las cosas de valor en un saco y dádselo a mi sirviente, que estará al caer. -A ver si viene Ivan, que paso de llevar el botín yo sola-. Nada de tonterías y nadie saldrá demasiado magullado. Y por cierto, ¿no querréis quedaros un bebé?
-Genial, vamos a robar cosas.
Bendito sea Ivan por notar ese barco. No es la excusa más sutil del mundo, pero antes de que termine de decir la palabra "saqueo" ya estoy yendo para allá. Admito que la idea de apalizar y desvalijar a unas gentes al azar no suele ser de mi agrado, lo que no quita que no esté deseando aprovechar cualquier oportunidad de dejarle el marrón de la mocosa a otro. Además, de vez en cuando hay que hacer honor a los estereotipos de la piratería, aunque sea solo para poder criticarlos con propiedad.
Nuestro barco es tan grande que prácticamente no se puede llegar al puerto sin acercarse a alguna parte de él. El pequeño carguero debe habernos notado a la fuerza, pero esquivar algo tan colosal como el Horror Circus no siempre es fácil. Calculo que estará lo bastante cerca como para poder llegar de un buen salto. Contando con la ventaja de la altura, con el viento a favor, acumulando fuerza para saltar... Bah, seguro que sale bien. Salto.
Si has pesado alguna vez un millón de kilos sabrás que es imposible no sentirse ligera cuando te dejas caer de un sitio alto con tu peso normal. Casi puedo flotar en el aire, dejarme llevar como una pluma hasta caer en un punto indeterminado del infinito... Pero solo casi. La realidad, tozuda como ella sola, me lleva a un punto muy concreto. Como saludo de bienvenida, enciendo levemente mi poder y aterrizo en la cubierta de nuestra desdichada presa con un "Hola, ¿qué tal?" de una tonelada. El barco se sacude levemente. Mis rodillas, también, aunque he aprendido a absorber bien los costes que supone para las articulaciones mantener en pie excesivo peso.
Bien, aquí no hay bebés. Menos mal, Ya tengo suficiente con una guardería flotante. Ahora supongo que habrá que meterse en el papel y dar el pego como buena pirata que soy.
-A ver, esto es un atraco. Meted las cosas de valor en un saco y dádselo a mi sirviente, que estará al caer. -A ver si viene Ivan, que paso de llevar el botín yo sola-. Nada de tonterías y nadie saldrá demasiado magullado. Y por cierto, ¿no querréis quedaros un bebé?
Ivan Markov
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Kaya estaba más que dispuesta adelantarse a todos e irse sola al barco antes de las órdenes de Katharina. Entornó los ojos y suspiró. Qué remedio, no iba a dejar que se quedase toda la diversión. "Michael, sacad el Leviatán y cortadle la retirada a ese barco mercante. Que no llegue a puerto." Entonces un ruido captó su atención. Su hermana acababa de entrar en cubierta, en bata y con cara de no haber comido en un mes. Oh, lo que faltaba, había olido al niño y estaba hambrienta. Normalmente le daría igual que Selene se merendase a un crío o dos, pero parecía que Kath se había encariñado con Postre. Si quería evitar que Selene acabase sin dientes, iba a tener que distraerla.
- Hey, hermanita, deja a Postre. La capi ha decidido quedárselo de mascota, o eso parece - atrajo su atención al otro barco señalándolo - Ven con nosotros a saquear ese mercante. Seguro que hay algún pasajero o un marinero joven que te sirva como desayuno.
Sabía que Selene tenía sus propios métodos para volar, así que se fue adelantando. Cogió carrerilla, saltó por encima de la borda y se convirtió en un pequeño murciélago albino en plena caída. Remontó el vuelo y se dirigió hacia el barco trazando una curva por la derecha, pasando tras la popa. En aquella forma era veloz y pequeño, difícil de ver. Aún así, al llegar junto al barco se desplazó junto a las velas para ocultar su figura, y aprovechó el viento que rebotaba contra el barlovento de la vela para alzarse hasta la cofa del barco. El pobre vigía se giró hacia el animal y trató de espantarlo con la mano, para contemplar con horror cómo el murciélago se convertía en Ivan, quien agazapado sobre el borde del cesto, le agarró la mano en pleno golpe.
- Te doy un cuatro por el intento.
Mientras Kaya daba su discurso a los marineros del mercante, el cadáver del vigía cayó desde las alturas. Estaba totalmente pálido y chupado, y la única herida que tenía era una marca de mordisco en su cuello. Arriba, en el mástil, observaba su verdugo. Tenía la boca ensangrentada y estaba colgando de la madera como si fuese ingrávido: su mano y su pie derechos tocaban la madera sin señales de tensión muscular evidente, como si estuviese simplemente apoyado contra el mástil y eso bastase para mantenerlo en el aire. Miró a sus víctimas, relamiéndose:
- Más os vale hacer caso a Kaya. Si entregáis los objetos de valor, algunos de vosotros sobreviviréis. Si no, bueno. Mi hermanita viene de camino y tiene hambre - tras eso miró a su compañera - Espero que lo de sirviente no fuese por mí, retaca.
- Hey, hermanita, deja a Postre. La capi ha decidido quedárselo de mascota, o eso parece - atrajo su atención al otro barco señalándolo - Ven con nosotros a saquear ese mercante. Seguro que hay algún pasajero o un marinero joven que te sirva como desayuno.
Sabía que Selene tenía sus propios métodos para volar, así que se fue adelantando. Cogió carrerilla, saltó por encima de la borda y se convirtió en un pequeño murciélago albino en plena caída. Remontó el vuelo y se dirigió hacia el barco trazando una curva por la derecha, pasando tras la popa. En aquella forma era veloz y pequeño, difícil de ver. Aún así, al llegar junto al barco se desplazó junto a las velas para ocultar su figura, y aprovechó el viento que rebotaba contra el barlovento de la vela para alzarse hasta la cofa del barco. El pobre vigía se giró hacia el animal y trató de espantarlo con la mano, para contemplar con horror cómo el murciélago se convertía en Ivan, quien agazapado sobre el borde del cesto, le agarró la mano en pleno golpe.
- Te doy un cuatro por el intento.
Mientras Kaya daba su discurso a los marineros del mercante, el cadáver del vigía cayó desde las alturas. Estaba totalmente pálido y chupado, y la única herida que tenía era una marca de mordisco en su cuello. Arriba, en el mástil, observaba su verdugo. Tenía la boca ensangrentada y estaba colgando de la madera como si fuese ingrávido: su mano y su pie derechos tocaban la madera sin señales de tensión muscular evidente, como si estuviese simplemente apoyado contra el mástil y eso bastase para mantenerlo en el aire. Miró a sus víctimas, relamiéndose:
- Más os vale hacer caso a Kaya. Si entregáis los objetos de valor, algunos de vosotros sobreviviréis. Si no, bueno. Mi hermanita viene de camino y tiene hambre - tras eso miró a su compañera - Espero que lo de sirviente no fuese por mí, retaca.
Helga Eiríksdóttir
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Mis temores se habían cumplido, el imponente barco se abalanzó hacia donde estábamos y una figura de una mujer se estrelló contra el barco. No sabía lo que había comido, pero realmente pesaba lo suyo. Los mercaderes estaban asustados ante el ataque, pero aún así tomaron las armas. No parecían muy dispuestos a darles sus cosas así de gratis. Aún así, el tono de voz de la mujer me resultó muy familiar. ¿Dónde había oído esa voz? Pero el tumulto de gente no me dejaba verla con claridad. Aunque luego pasó otra cosa. Un cuerpo cayó con violencia a cubierta desde arriba. Parecía ser el vigía. Era como si una bestia le hubiera absorbido hasta el alma. Pues su rostro estaba demacrado y muy pálido. Pero lo más impactante, era un hombre que nos miraba desde el mástil. Tenía la boca llena de sangre y nos amenazó también. Esta gente tenía pinta de ser fuerte. Mi primer obstáculo en el Nuevo Mundo no había tardado en llegar. Bueno, era hora de presentarme.
- Me temo que no puedo dejaros atracar este barco, esta gente ha sido buena conmigo permitiéndome acompañarles en su viaje. Sería una falta a mi honor el quedarme quieta sin ayudarles - Dije abriéndome paso entre la gente - Mi nombre es Helga, hija de Eirik. Y también soy una pirata. Si tengo que luchar con vosotros para salvar a estos mercaderes que así sea. Tenía que intentar superar mi límite algún d... - Antes de poder acabar de hablar, miré cuidadosamente a la chica. Un parche y que pesa mucho a voluntad...
- ¡Por los dioses, si eres tú, compañera! - Dije con alegría de volver a encontrarme a la tuerta después de tanto tiempo - Que mala suerte que hayamos tenido que reencontrarnos así, pero no puedo dejaros matar y robar a esta gente. Pero a cambio... puedo daros algo valioso - Con un gesto con la mano, cree una pelota de oro macizo - A cambio de que dejéis ir a estas personas, puedo daros todo el oro que queráis -
- Me temo que no puedo dejaros atracar este barco, esta gente ha sido buena conmigo permitiéndome acompañarles en su viaje. Sería una falta a mi honor el quedarme quieta sin ayudarles - Dije abriéndome paso entre la gente - Mi nombre es Helga, hija de Eirik. Y también soy una pirata. Si tengo que luchar con vosotros para salvar a estos mercaderes que así sea. Tenía que intentar superar mi límite algún d... - Antes de poder acabar de hablar, miré cuidadosamente a la chica. Un parche y que pesa mucho a voluntad...
- ¡Por los dioses, si eres tú, compañera! - Dije con alegría de volver a encontrarme a la tuerta después de tanto tiempo - Que mala suerte que hayamos tenido que reencontrarnos así, pero no puedo dejaros matar y robar a esta gente. Pero a cambio... puedo daros algo valioso - Con un gesto con la mano, cree una pelota de oro macizo - A cambio de que dejéis ir a estas personas, puedo daros todo el oro que queráis -
Katharina von Steinhell
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—¿Madre? No, no, esta criatura es responsabilidad de Kaya —respondió mientras buscaba con la mirada a la niña del parche, encontrándola bajo el marco de la puerta preparada para ir al saqueo—. ¡Tú no irás a ningún lado! ¡Oye, no te escapes! ¡Ven en este instante y hazte responsable de…! Maldita sea, mataré a esa niña cuando vuelva.
La niña se había escapado cual rata, dejándole el problema a la bruja. ¿Y ahora qué se suponía que debía hacer? Jamás había estado a cargo de un bebé, de hecho, se sentía más cómoda incendiando pueblos y maltratando a vagabundos. Pero un puñetazo no valdría para un bebé, ¿verdad? Por eso de que eran frágiles y sus huesos aún no estaban formados… Al menos no había vuelto a llorar, esa era una buena noticia. Tendría que encargárselo a Alexandra, era la verdadera anciana de la banda y estuvo casada cuatro veces, seguro que sabía algo de bebés.
Por otra parte, los saqueos no le llamaban especialmente la atención, pensaba que era un comportamiento propio de bárbaros (curioso para alguien que destrozaba ciudades por capricho), pero era en gran parte la esencia de un pirata, ¿no? Así que no tenía razón para oponerse a los deseos de su banda, además sería divertido para ellos: era como volver a los viejos tiempos. Con un poco de suerte encontrarían a los verdaderos padres del bebé, aunque más bien era una idea estúpida y fantasiosa. Joder, ¿quién podía ser tan descuidado como para olvidarse de esa criaturita…?
—No me he encariñado del bebé, pero tienen prohibido comérselo, chuparle la sangre o convertirlo en lo que sea que se les ocurra —anunció mientras daba vueltas alrededor de la mesa, cargando a la criatura y dándoles suaves golpecitos en la espalda como si lo hiciera dormir—. Ivan, quedas a cargo del saqueo. Yo me quedaré en el barco haciendo… Esto… Cuidando que esta cosa no se coma toda la comida. Sí, eso.
Cuando todos marcharon la bruja por fin se sentó y miró a los ojos al bebé, preguntándose cómo pasó de ser una temida pirata a una niñera a medio tiempo. O a tiempo completo, eso aún no lo sabía. Postre sonrió con ternura y alzó las manos como queriendo abrazar a Katharina. Fue entonces que las cosas sobre la mesa comenzaron a levitar como por obra de magia. La bruja frunció el ceño confusa y se sobresaltó cuando estas cayeron de golpe.
—Eso no lo has hecho tú, ¿verdad?
—¡Da da da!
—Sí, lo que sea. ¿Por qué no me dices quiénes son tus padres?
—¿Da?
—Lo que esperaba… Qué estúpida me veo hablando con un bebé.
Abandonó la cocina y salió a la cubierta del barco, aguzó la mirada y se fijó en el saqueo. Sus orejas se tornaron alargadas y su oído mucho más agudo, pudiendo escuchar las voces de sus compañeros en el barco mercante. Al parecer uno de los tripulantes (o más bien una) conocía a alguien del Horror Circus. Bueno, si había problemas Ivan se encargaría.
—A ver si encontramos a tus padres, Postre…
La niña se había escapado cual rata, dejándole el problema a la bruja. ¿Y ahora qué se suponía que debía hacer? Jamás había estado a cargo de un bebé, de hecho, se sentía más cómoda incendiando pueblos y maltratando a vagabundos. Pero un puñetazo no valdría para un bebé, ¿verdad? Por eso de que eran frágiles y sus huesos aún no estaban formados… Al menos no había vuelto a llorar, esa era una buena noticia. Tendría que encargárselo a Alexandra, era la verdadera anciana de la banda y estuvo casada cuatro veces, seguro que sabía algo de bebés.
Por otra parte, los saqueos no le llamaban especialmente la atención, pensaba que era un comportamiento propio de bárbaros (curioso para alguien que destrozaba ciudades por capricho), pero era en gran parte la esencia de un pirata, ¿no? Así que no tenía razón para oponerse a los deseos de su banda, además sería divertido para ellos: era como volver a los viejos tiempos. Con un poco de suerte encontrarían a los verdaderos padres del bebé, aunque más bien era una idea estúpida y fantasiosa. Joder, ¿quién podía ser tan descuidado como para olvidarse de esa criaturita…?
—No me he encariñado del bebé, pero tienen prohibido comérselo, chuparle la sangre o convertirlo en lo que sea que se les ocurra —anunció mientras daba vueltas alrededor de la mesa, cargando a la criatura y dándoles suaves golpecitos en la espalda como si lo hiciera dormir—. Ivan, quedas a cargo del saqueo. Yo me quedaré en el barco haciendo… Esto… Cuidando que esta cosa no se coma toda la comida. Sí, eso.
Cuando todos marcharon la bruja por fin se sentó y miró a los ojos al bebé, preguntándose cómo pasó de ser una temida pirata a una niñera a medio tiempo. O a tiempo completo, eso aún no lo sabía. Postre sonrió con ternura y alzó las manos como queriendo abrazar a Katharina. Fue entonces que las cosas sobre la mesa comenzaron a levitar como por obra de magia. La bruja frunció el ceño confusa y se sobresaltó cuando estas cayeron de golpe.
—Eso no lo has hecho tú, ¿verdad?
—¡Da da da!
—Sí, lo que sea. ¿Por qué no me dices quiénes son tus padres?
—¿Da?
—Lo que esperaba… Qué estúpida me veo hablando con un bebé.
Abandonó la cocina y salió a la cubierta del barco, aguzó la mirada y se fijó en el saqueo. Sus orejas se tornaron alargadas y su oído mucho más agudo, pudiendo escuchar las voces de sus compañeros en el barco mercante. Al parecer uno de los tripulantes (o más bien una) conocía a alguien del Horror Circus. Bueno, si había problemas Ivan se encargaría.
—A ver si encontramos a tus padres, Postre…
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"Hey, hermanita, deja a Postre. La capi ha decidido quedárselo de mascota, o eso parece... Ven con nosotros a saquear ese mercante. Seguro que hay algún pasajero o un marinero joven que te sirva como desayuno"
¿De verdad mi hermanito me estaba diciendo aquello? O sea, ¿Iba a dejar un gran reserva por un vino peleón? Por todos los dioses....seguramente en ese barco tengan todos treinta o cuarenta años...pfff basura pútrida. Pero bueno, algo era mejor que nada. Así que asentí con la cabeza mientras mis ojos volvían a su ser y todos ya se habían lanzado al ataque contra aquel buque mercante. Mi problema era que todavía estaba en bata, ya que todo esto nos pilló desprevenidos. Así que viendo que mis nakamas se iban a divertir un poco aproveché para cambiarme rápidamente en mi camarote, tirando la bata sobre la cama y enfundándome en mi traje de cuero negro antes de salir por la puerta hacia la cubierta.
Parecía que la fiesta había empezado, y sinceramente que pereza. ¿No podría esperar a que mis nakamas acabaran con ellos? Obviamente no. Así que me asomé a la proa de nuestro barco y me subí a la barandilla.
-Odio tener que despeinarme dije en voz baja mientras miraba el mar con intención de saltar del barco.
Y así lo hice, salté rápidamente como si fuera a caer al mar. En el transcurso de la caída mi piel se tornó grisácea, mis costillas se marcaron al igual que mi columna y aumenté en tamaño. Mis pies pasaron a tener garras al igual que mis manos. Dos pequeños colmillos asomaban bajo mis labios mientras que de mi espalda salieron dos grandes alas de murciélago. Aparte si te fijabas bien podía verse un pequeño brillo en la piel, producto de algunas escamas visibles. Mi pelo caía por mi espalda hasta caer por el trasero.
Y con un grito alcé el vuelo rozando las olas del mar en dirección a la proa de el barco mercante enemigo. La fiesta había comenzado por parte de mis nakamas, pero yo focalicé a uno de los tripulantes en proa y cargué en picado contra él, agarrándole por los hombros con mis garras mientras le calvaba mis dientes en el cuello, arrancándole parte de este.
Cuando el marinero cayó de espaldas por el impacto de mi aterrizaje yo rodé por la cubierta una vez, volviendo a transformarme en el acto en la Selene que todos conocían, pero de mi mano izquierda salieron unas garras muy largas que se clavaron en el siguiente marinero que había tras el que acababa de despedazar.
Me quedé en posición "Spiderman", con las piernas arqueadas y una mano apoyada en el suelo mientras miraba hacia la cofa del vigía, donde estaba Ivan.
-¡Esto es cosecha mediocre hermanito!-dije recriminándole mientras buscaba el siguiente objetivo.
¿De verdad mi hermanito me estaba diciendo aquello? O sea, ¿Iba a dejar un gran reserva por un vino peleón? Por todos los dioses....seguramente en ese barco tengan todos treinta o cuarenta años...pfff basura pútrida. Pero bueno, algo era mejor que nada. Así que asentí con la cabeza mientras mis ojos volvían a su ser y todos ya se habían lanzado al ataque contra aquel buque mercante. Mi problema era que todavía estaba en bata, ya que todo esto nos pilló desprevenidos. Así que viendo que mis nakamas se iban a divertir un poco aproveché para cambiarme rápidamente en mi camarote, tirando la bata sobre la cama y enfundándome en mi traje de cuero negro antes de salir por la puerta hacia la cubierta.
Parecía que la fiesta había empezado, y sinceramente que pereza. ¿No podría esperar a que mis nakamas acabaran con ellos? Obviamente no. Así que me asomé a la proa de nuestro barco y me subí a la barandilla.
-Odio tener que despeinarme dije en voz baja mientras miraba el mar con intención de saltar del barco.
Y así lo hice, salté rápidamente como si fuera a caer al mar. En el transcurso de la caída mi piel se tornó grisácea, mis costillas se marcaron al igual que mi columna y aumenté en tamaño. Mis pies pasaron a tener garras al igual que mis manos. Dos pequeños colmillos asomaban bajo mis labios mientras que de mi espalda salieron dos grandes alas de murciélago. Aparte si te fijabas bien podía verse un pequeño brillo en la piel, producto de algunas escamas visibles. Mi pelo caía por mi espalda hasta caer por el trasero.
Y con un grito alcé el vuelo rozando las olas del mar en dirección a la proa de el barco mercante enemigo. La fiesta había comenzado por parte de mis nakamas, pero yo focalicé a uno de los tripulantes en proa y cargué en picado contra él, agarrándole por los hombros con mis garras mientras le calvaba mis dientes en el cuello, arrancándole parte de este.
Cuando el marinero cayó de espaldas por el impacto de mi aterrizaje yo rodé por la cubierta una vez, volviendo a transformarme en el acto en la Selene que todos conocían, pero de mi mano izquierda salieron unas garras muy largas que se clavaron en el siguiente marinero que había tras el que acababa de despedazar.
Me quedé en posición "Spiderman", con las piernas arqueadas y una mano apoyada en el suelo mientras miraba hacia la cofa del vigía, donde estaba Ivan.
-¡Esto es cosecha mediocre hermanito!-dije recriminándole mientras buscaba el siguiente objetivo.
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Desde luego, los Markov son la clase de gente que una querría tener bien lejos de sus fiestas. Nada más llegar ya están devorando a la gente. ¿Es que no pueden limitarse a robar y ya está? Ha sido un error venir. Compartir escenario con estos dos rara vez le hace bien a mi estómago. Tal vez debería irme. Al fin y al cabo, dudo que me hagan mucho caso si les digo que dejen a un lado las matanzas gratuitas.
Sin embargo, en ese momento aparece un rostro conocido. Incluso sin mi singular memoria, sería difícil olvidar a este montón de músculos mezcla de mujer y gorila. Como Kath, pero en este caso a nivel físico. No debería sorprenderme su presencia aquí; al fin y al cabo, cuando la conocí ya tenía tendencias hacia la piratería.
-¡Helga! -Miro a los hermanos y me percato del error. No quiero que devoren a la tripulación de Helga. Gorila o no, rival pirata o no, le debo mi pellejo-. Vosotros dos, guardaos los colmillos. Es amiga mía.
Y tiene oro... Eso es nuevo. Cuando la conocí podía nadar, así que no tenía poder alguno. De haber sido así yo estaría pudriéndome en el fondo de un canal en Venicchi. Debió comer una fruta después de eso, y una considerablemente útil. ¿De verdad podía producir oro? ¿Hay algo más conveniente para una pirata? Le quita algo de gracia a la búsqueda de tesoros y demás, pero no me imagino a nadie rechazando ese poder.
-Perdona por esto -me excuso señalando los cuerpos que han llenado la tripa de los Markov-. A veces son más monstruos que humanos.
No oculto la repugnancia que me producen sus hábitos alimenticios. Que en ocasiones lo ignore premeditadamente no quiere decir que lo apruebe. Soy consciente de que si los viera en acción demasiado a menudo me vería obligada a tomar una decisión drástica.
Me aproximo a Helga. El oro parece auténtico, por lo que yo sé, y si de verdad esta chica se ha convertido en una fuente infinita de lingotes...
-La última vez que nos vimos te hablé de mi banda, ¿te acuerdas? -De hecho, di a entender la posibilidad de unirse a nosotros-. Si lleváis este barco más cerca del nuestro te presentaré a la jefa. Y a nuestro contable. Creo que le encantará conocerte.
Sin embargo, en ese momento aparece un rostro conocido. Incluso sin mi singular memoria, sería difícil olvidar a este montón de músculos mezcla de mujer y gorila. Como Kath, pero en este caso a nivel físico. No debería sorprenderme su presencia aquí; al fin y al cabo, cuando la conocí ya tenía tendencias hacia la piratería.
-¡Helga! -Miro a los hermanos y me percato del error. No quiero que devoren a la tripulación de Helga. Gorila o no, rival pirata o no, le debo mi pellejo-. Vosotros dos, guardaos los colmillos. Es amiga mía.
Y tiene oro... Eso es nuevo. Cuando la conocí podía nadar, así que no tenía poder alguno. De haber sido así yo estaría pudriéndome en el fondo de un canal en Venicchi. Debió comer una fruta después de eso, y una considerablemente útil. ¿De verdad podía producir oro? ¿Hay algo más conveniente para una pirata? Le quita algo de gracia a la búsqueda de tesoros y demás, pero no me imagino a nadie rechazando ese poder.
-Perdona por esto -me excuso señalando los cuerpos que han llenado la tripa de los Markov-. A veces son más monstruos que humanos.
No oculto la repugnancia que me producen sus hábitos alimenticios. Que en ocasiones lo ignore premeditadamente no quiere decir que lo apruebe. Soy consciente de que si los viera en acción demasiado a menudo me vería obligada a tomar una decisión drástica.
Me aproximo a Helga. El oro parece auténtico, por lo que yo sé, y si de verdad esta chica se ha convertido en una fuente infinita de lingotes...
-La última vez que nos vimos te hablé de mi banda, ¿te acuerdas? -De hecho, di a entender la posibilidad de unirse a nosotros-. Si lleváis este barco más cerca del nuestro te presentaré a la jefa. Y a nuestro contable. Creo que le encantará conocerte.
Ivan Markov
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Podía tolerar que Kaya le pidiese que se detuviera porque aquella mujer fuese amiga suya. Que le diese órdenes era un poco más complicado; nadie le daba órdenes salvo Katharina, y en ese aspecto no había vuelta de tuerca. Pero podía decidir ignorar que le había dado una orden y fingir que había sido una petición, un aviso o cualquier otra cosa. Que le llamase monstruo con aquel asco en la voz no podía perdonarlo. Se descolgó del mástil y cayó ágilmente sobre cubierta. Hizo un gesto a Selene para que se detuviera y no causara más muertes, y comenzó a caminar lentamente hacia Kaya mientras el pánico cundía entre los marineros más cercanos, que se alejaron de él apresuradamente. Ivan no les hizo más caso del que le haría a una mariposa que revolotease cerca suya. Ignoró también a la amiga de la pirata y su bola de oro y se paró frente a su tripulante, mirándola directamente a su único ojo visible.
- Así que monstruo, ¿eh?
Sus pasos eran suaves, su pose desenfadada y su voz perfectamente tranquila. Sin embargo había algo totalmente siniestro en cada uno de sus actos. Una extraña y superficial niebla marina comenzó a aparecer en la zona. Aunque aparentaba calma, en su interior bullía una intensa ira e instinto homicida. Sería tan fácil y bonito sacar su daga y destriparla... si no fuese Kaya, ya estaría muerta por lo que había dicho. Si no fuese de su tripulación. Entonces, en medio de la ira, aquel pensamiento le otorgó un momento de lucidez. ¿Qué estaba a punto de hacer? ¿Realmente iba a atacar a su compañera porque le había ofendido? Sería mejor detenerse ahora que no había ocurrido nada grave. Suspiró y volvió a su forma humana. Su piel cambió a un tono menos pálido, sus ojos volvieron a ser azules y sus colmillos a un tamaño natural. La niebla desapareció tan misteriosa y repentinamente como se había formado.
- Kaya, recuerda quién es el subcapitán aquí - dijo, en tono severo y cortante - Por tu insubordinación, tu castigo será limpiar las cubiertas superiores sin ayuda todos los días durante dos semanas - iba a girarse y dejarlo estar, pero añadió - Y harías bien en recordar que somos compañeros.
Tras eso se volvió hacia la pelirroja y la asustada tripulación del barco. Algunos habían sacado amuletos religiosos y rezaban aterrados. Otros le apuntaban con armas. Patético. En fin, aquella bola realmente parecía de oro y, si lo era, por su tamaño debía valer una fortuna. Lo único que le escamaba es que la había creado de la nada. Debía ser una akuma no mi, sin duda... pero si era el caso, ¿no se desvanecería el material pasado un rato?
- Por petición de mi tripulante, se os concederá piedad si nos entregáis comida para quince personas para dos semanas. Consideraos extremadamente afortunados y ni se os ocurra escatimar o negaros. Es una oferta con tiempo limitado y no sujeta a negociación. ¿El tiempo? Lo que dure mi paciencia. Así que corred - sin esperar por los resultados, se giró hacia la pelirroja - Helga, ¿verdad? Es un generoso presente el que nos ofreces. Si no fuese porque es fruto de la Goru Goru no mi, si no me equivoco. No recuerdo exactamente lo que dice mi libro de las akuma no mi, pero la experiencia que tengo con paramecias me hace pensar que ese oro desaparecerá un rato después de que lo sueltes. Dime, ¿es así? Te recomiendo encarecidamente no mentir.
- Así que monstruo, ¿eh?
Sus pasos eran suaves, su pose desenfadada y su voz perfectamente tranquila. Sin embargo había algo totalmente siniestro en cada uno de sus actos. Una extraña y superficial niebla marina comenzó a aparecer en la zona. Aunque aparentaba calma, en su interior bullía una intensa ira e instinto homicida. Sería tan fácil y bonito sacar su daga y destriparla... si no fuese Kaya, ya estaría muerta por lo que había dicho. Si no fuese de su tripulación. Entonces, en medio de la ira, aquel pensamiento le otorgó un momento de lucidez. ¿Qué estaba a punto de hacer? ¿Realmente iba a atacar a su compañera porque le había ofendido? Sería mejor detenerse ahora que no había ocurrido nada grave. Suspiró y volvió a su forma humana. Su piel cambió a un tono menos pálido, sus ojos volvieron a ser azules y sus colmillos a un tamaño natural. La niebla desapareció tan misteriosa y repentinamente como se había formado.
- Kaya, recuerda quién es el subcapitán aquí - dijo, en tono severo y cortante - Por tu insubordinación, tu castigo será limpiar las cubiertas superiores sin ayuda todos los días durante dos semanas - iba a girarse y dejarlo estar, pero añadió - Y harías bien en recordar que somos compañeros.
Tras eso se volvió hacia la pelirroja y la asustada tripulación del barco. Algunos habían sacado amuletos religiosos y rezaban aterrados. Otros le apuntaban con armas. Patético. En fin, aquella bola realmente parecía de oro y, si lo era, por su tamaño debía valer una fortuna. Lo único que le escamaba es que la había creado de la nada. Debía ser una akuma no mi, sin duda... pero si era el caso, ¿no se desvanecería el material pasado un rato?
- Por petición de mi tripulante, se os concederá piedad si nos entregáis comida para quince personas para dos semanas. Consideraos extremadamente afortunados y ni se os ocurra escatimar o negaros. Es una oferta con tiempo limitado y no sujeta a negociación. ¿El tiempo? Lo que dure mi paciencia. Así que corred - sin esperar por los resultados, se giró hacia la pelirroja - Helga, ¿verdad? Es un generoso presente el que nos ofreces. Si no fuese porque es fruto de la Goru Goru no mi, si no me equivoco. No recuerdo exactamente lo que dice mi libro de las akuma no mi, pero la experiencia que tengo con paramecias me hace pensar que ese oro desaparecerá un rato después de que lo sueltes. Dime, ¿es así? Te recomiendo encarecidamente no mentir.
Helga Eiríksdóttir
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Mi propuesta quedó en el aire, parecía que había pasado una eternidad o como si se hubiera parado el tiempo. Un ser con forma de mujer había aparecido de la nada y se había cargado a algún que otro marinero. Aparte, debía reconocer que era una mujer muy atractiva. Aunque, no me gustaba que siguieran con su masacre incluso cuando había pedido una negociación. Pero sabía que no iba a poder con todos, así que me tuve que contener con mi ira devorándome por dentro. Parecía que la tripulación de mi conocida estaba llena de personas que habían heredado el poder de los dioses. Estando en el Nuevo Mundo, no sería de extrañar que pudieran luchar de igual a igual contra algún peso pesado de la piratería. La respuesta de Kaya me sacó de mis pensamientos.
- No te preocupes, somos piratas todos. Es normal el abordaje a otros navíos, si no fuera porque esta gente me ha tratado bien, les habría robado yo misma - Me encogí de hombros ante la mirada acusadora de los comerciantes - Es cierto, me hablaste de tu banda. Viendo el aura de poder que desprenden tus amigos, la capitana tiene que ser muy poderosa - Contesté a mi vieja amiga hasta que el hombre que se encontraba en el mástil bajó a cubierta.
El hombre desprendía un humor de perros. Parecía que las palabras de Kaya no le habían hecho gracia. Los comerciantes estaban realmente asustados de él. Y como para no estarlo, sentía a la propia Muerte mirándome. Incluso una extraña neblina había hecho acto de presencia en el lugar. Me quedé de piedra. Aunque quería moverme, mi cuerpo estaba inmóvil como si un ciervo hubiera visto a un león. Después de soltarle un rapapolvo, se dirigió hacia mi con un tono mas calmado. Tuve que pellizcarme para volver en mí misma.
- Agradezco vuestra oferta, estoy segura que mis compañeros de viaje no serán tan necios como para decir que no después de lo visto - Echo una mirada a los demás mientras afirman rápidamente, yendo algunos ya a buscar lo pedido.
- ¿Goru Goru? Oh, te refieres al poder que los dioses me otorgaron. Pues si, mi oro permanece. Para probarlo, tengo esta moneda como recuerdo de mi última aventura. Tuve que crear unas cuantas como distracción - Le mostré una moneda que había creado para distraer a unos guardias en mi asalto a una mansión junto a Victoria - Vuestro contable os podrá confirmar que es una copia, no me tomé la libertad de replicarla correctamente debido al escaso tiempo que tenía - Comenté con una risa nerviosa mientras me pasaba la mano por detrás de la cabeza - Aún estoy aprendiendo a controlar este poder -
- No te preocupes, somos piratas todos. Es normal el abordaje a otros navíos, si no fuera porque esta gente me ha tratado bien, les habría robado yo misma - Me encogí de hombros ante la mirada acusadora de los comerciantes - Es cierto, me hablaste de tu banda. Viendo el aura de poder que desprenden tus amigos, la capitana tiene que ser muy poderosa - Contesté a mi vieja amiga hasta que el hombre que se encontraba en el mástil bajó a cubierta.
El hombre desprendía un humor de perros. Parecía que las palabras de Kaya no le habían hecho gracia. Los comerciantes estaban realmente asustados de él. Y como para no estarlo, sentía a la propia Muerte mirándome. Incluso una extraña neblina había hecho acto de presencia en el lugar. Me quedé de piedra. Aunque quería moverme, mi cuerpo estaba inmóvil como si un ciervo hubiera visto a un león. Después de soltarle un rapapolvo, se dirigió hacia mi con un tono mas calmado. Tuve que pellizcarme para volver en mí misma.
- Agradezco vuestra oferta, estoy segura que mis compañeros de viaje no serán tan necios como para decir que no después de lo visto - Echo una mirada a los demás mientras afirman rápidamente, yendo algunos ya a buscar lo pedido.
- ¿Goru Goru? Oh, te refieres al poder que los dioses me otorgaron. Pues si, mi oro permanece. Para probarlo, tengo esta moneda como recuerdo de mi última aventura. Tuve que crear unas cuantas como distracción - Le mostré una moneda que había creado para distraer a unos guardias en mi asalto a una mansión junto a Victoria - Vuestro contable os podrá confirmar que es una copia, no me tomé la libertad de replicarla correctamente debido al escaso tiempo que tenía - Comenté con una risa nerviosa mientras me pasaba la mano por detrás de la cabeza - Aún estoy aprendiendo a controlar este poder -
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Me incorporé hasta estar de pie nuevamente. Me llevé la mano a la boca para limpiarme el estropicio rojo de la cara provocada por la sangre mientras escuchaba aquella conversación entre mis nakamas y la chica nueva. Mi hermano por su parte me dio a entender que detuviera la masacre. Que soso, siempre midiéndose con el enemigo pero cuando es su hermanita la que se divierte un poco es mala cosa jeje. No pude evitar escuchar las palabras de la chica que nos había llamado monstruos. Parecía que a mi hermano le había molestado, yo sin embargo me encogí de hombros y dije:
-No te voy a llevar la contraria en eso- dije totalmente tranquila mientras apartaba con la pierna la mano del marinero que había atacado, para así ir caminando con el resto.
Parecía que íbamos a tener una nueva integrante, la cual dijo que sus marineros serían muy necios en caso de no querer seguirla o estar con nosotros. Por mi perfecto, ya que siempre es bueno tener carne fresca en el congelador.
Caminé hasta donde estaba Ivan y Kaya, que discutían de una forma educada, más Ivan que ella recordándole ciertas cosas que no debía olvidar. Sabíamos todos que era el subcapitán y que había unas reglas, pero debía de admitir que a pesar de que tenía razón, a veces mi hermanito podía ser muy capullo. Y por eso le quiero tanto. Solía disfrutar de los problemas ajenos, pero entre nakamas procuraba contenerme un poco.
-¿Otro usuario?- repliqué mirando a Helga con cara totalmente neutral. Vaya, a este paso íbamos a montar un circo de los horrores con tanto usuario especialito....me gustaba.- Bueno, si los jefes dicen que eres bienvenida, lo eres también para mi. Pero no por tus marineros- aclaré.
¿Porqué los marineros no? Simple, si embarcas a veinte en nuestro barco te aseguro que pasados quince días solo te quedarán 3.
-No te voy a llevar la contraria en eso- dije totalmente tranquila mientras apartaba con la pierna la mano del marinero que había atacado, para así ir caminando con el resto.
Parecía que íbamos a tener una nueva integrante, la cual dijo que sus marineros serían muy necios en caso de no querer seguirla o estar con nosotros. Por mi perfecto, ya que siempre es bueno tener carne fresca en el congelador.
Caminé hasta donde estaba Ivan y Kaya, que discutían de una forma educada, más Ivan que ella recordándole ciertas cosas que no debía olvidar. Sabíamos todos que era el subcapitán y que había unas reglas, pero debía de admitir que a pesar de que tenía razón, a veces mi hermanito podía ser muy capullo. Y por eso le quiero tanto. Solía disfrutar de los problemas ajenos, pero entre nakamas procuraba contenerme un poco.
-¿Otro usuario?- repliqué mirando a Helga con cara totalmente neutral. Vaya, a este paso íbamos a montar un circo de los horrores con tanto usuario especialito....me gustaba.- Bueno, si los jefes dicen que eres bienvenida, lo eres también para mi. Pero no por tus marineros- aclaré.
¿Porqué los marineros no? Simple, si embarcas a veinte en nuestro barco te aseguro que pasados quince días solo te quedarán 3.
Katharina von Steinhell
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Desde la cubierta del Horror Circus podía oír los gritos y las palabras que se dedicaban los unos a los otros, todo gracias a sus sentidos potenciados por la magia. La niña del parche había metido la pata al tratar tanto a Ivan como a su pequeña hermana de monstruos y, si quería continuar con su lengua, lo mejor sería controlarla. Conocía al vampiro, lo conocía lo suficiente para saber que solo había perdonado el insulto porque Kaya estaba dentro de la tripulación.
—Son unos idiotas, ¿no crees, Postre? —comentó aún sosteniendo al bebé entre sus brazos—. Pero son mis idiotas.
Volvió al castillo del Horror Circus con paso lento pero determinado y con una idea clara en la cabeza. Cogió con suavidad el pomo de la puerta y la abrió, encontrándose en una habitación que, a juzgar por la fachada del barco, no terminaba de hacer juego. Daba igual. Buscó con la mirada el divertido caracófono con un sombrero de bruja y lo tomó. Marcó el número de Ivan y entonces esperó a que contestara.
—¿Está todo bien por allá? —le preguntó por cortesía cuando sabía que sí lo estaba—. Quiero que traigas a la mujer-oro al barco y el castigo de Kaya no será de dos semanas, sino de tres. Esa niña debe aprender a controlar la lengua. —Considerando las dimensiones del Horror Circus… Pobre de la niña, pero se lo merecía—. Por último, no hagan tanto ruido: Postre está durmiendo.
Tomó asiento y miró a la criaturita que tenía entre los brazos. Jamás había pensado en convertirse en madre, de hecho, ni siquiera encontraba justo que alguien con tanta sangre en sus manos pudiera dar vida. Era una pirata sanguinaria que cargaba decenas de muertes sobre sus hombros. Además, ¿qué clase de vida podría darle a un hijo? ¿Y el padre? ¿Quién sería el padre? La bruja suspiró, sintiéndose una tonta por pensar así. No era una chica ordinaria, nunca lo había sido, tenía responsabilidades que cumplir y expectativas que alcanzar.
Se levantó una vez los piratas regresaron al Horror Circus, cargando muchísimo alimento y una serie de artefactos que se venderían a buen precio en el mercado. Entonces ahí vio a la mujer-oro. Era alta, robusta y tenía una mirada desafiante, hambrienta de aventuras y peligros.
—Tú debes ser la mujer-oro: Helga Eiríksdóttir, una pirata con una recompensa de 114 millones —le dijo, meciendo a Postre—. Mi nombre es Katharina, capitana del Horror Circus. Respóndeme una cosa: ¿Qué tienes para ofrecernos?
—Son unos idiotas, ¿no crees, Postre? —comentó aún sosteniendo al bebé entre sus brazos—. Pero son mis idiotas.
Volvió al castillo del Horror Circus con paso lento pero determinado y con una idea clara en la cabeza. Cogió con suavidad el pomo de la puerta y la abrió, encontrándose en una habitación que, a juzgar por la fachada del barco, no terminaba de hacer juego. Daba igual. Buscó con la mirada el divertido caracófono con un sombrero de bruja y lo tomó. Marcó el número de Ivan y entonces esperó a que contestara.
—¿Está todo bien por allá? —le preguntó por cortesía cuando sabía que sí lo estaba—. Quiero que traigas a la mujer-oro al barco y el castigo de Kaya no será de dos semanas, sino de tres. Esa niña debe aprender a controlar la lengua. —Considerando las dimensiones del Horror Circus… Pobre de la niña, pero se lo merecía—. Por último, no hagan tanto ruido: Postre está durmiendo.
Tomó asiento y miró a la criaturita que tenía entre los brazos. Jamás había pensado en convertirse en madre, de hecho, ni siquiera encontraba justo que alguien con tanta sangre en sus manos pudiera dar vida. Era una pirata sanguinaria que cargaba decenas de muertes sobre sus hombros. Además, ¿qué clase de vida podría darle a un hijo? ¿Y el padre? ¿Quién sería el padre? La bruja suspiró, sintiéndose una tonta por pensar así. No era una chica ordinaria, nunca lo había sido, tenía responsabilidades que cumplir y expectativas que alcanzar.
Se levantó una vez los piratas regresaron al Horror Circus, cargando muchísimo alimento y una serie de artefactos que se venderían a buen precio en el mercado. Entonces ahí vio a la mujer-oro. Era alta, robusta y tenía una mirada desafiante, hambrienta de aventuras y peligros.
—Tú debes ser la mujer-oro: Helga Eiríksdóttir, una pirata con una recompensa de 114 millones —le dijo, meciendo a Postre—. Mi nombre es Katharina, capitana del Horror Circus. Respóndeme una cosa: ¿Qué tienes para ofrecernos?
Rainbow662
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No sé qué resulta más extravagante, si el apellido de Helga o el hecho de que crean que no voy a escaquearme de semejante castigo. Para ser piratas, confían demasiado en las reglas. Por mucha libertad que se pregone, la única diferencia entre un pirata y la gente corriente es que a cada uno le interesan solo sus propias normas, no las de la sociedad. No es muy coherente, pero supongo que los criminales no se caracterizan por ese tipo de cosas.
Sin embargo, es una discusión estéril. Hasta Helga, la atacada, parece de acuerdo con la idea de que los piratas somos todos como tejones retrasados que se lanzan al cuello de todo lo que tiene pulso. Es un tanto degradante para la profesión. Al menos Selene no se autoengaña como su hermano. Si un ser inmortal que desangra a la gente a dentelladas para alimentarse entre risas y jolgorio no es un monstruo, no sé qué puñetas será. A Ivan siempre le ha gustado demasiado el dramatismo como para no tener una idea romántica de su perversa naturaleza. Apuesto a que pensó que cuando le dije que se comiera al bebé no lo decía en serio.
Al final volvemos al barco todos juntos, fuente ilimitada de oro incluida. Si este añadido a la banda no convence a Kath de que me suba el sueldo yo ya no sé qué pensar. Los rumores sobre Helga y su oro se esparcen con sorprendente rapidez. En parte es porque hay mucho zombi cotilla a bordo, y en parte porque Franklin ha estado contándolo por ahí mediante signos. A los cinco minutos ya lo sabe todo el mundo. La noticia de nuestra nueva fuente de ingresos termina llegando incluso hasta a la persona menos esperada.
En mitad de un ataque de pánico -lo que para él significa que lleva la corbata ligeramente ladeada-, Grimes interrumpe la reunión.
-¿Capitana? ¿No estará pensando en aceptar a esta mujer en nuestro grupo, verdad? ¿Se da cuenta de lo que supondría semejante desequilibrio a nuestro régimen fiscal? Oro ilimitado. Incluso sin tener en cuenta la oscilación constante del precio de mercado del kilo de oro, el aumento sin explicación de dividendos causaría un desbarajuste tremendo a nuestra balanza presupuestaria. ¿Cómo voy a justificar los ingresos extra ante las autoridades? Será imposible cuadrar unas cuentas adecuadas que presentar al fisco, y eso repercutirá a su vez en nuestra calificación crediticia. Me parece una tremenda irresponsabilidad para con la tesorería del estado, capitana.
Yo he perdido el hilo a mitad del discurso. En parte porque es Grimes quien lo da, y en parte porque el... no me puedo creer que esté articulando esta frase en mi cabeza, pero ¡el bebé ha empezado a volar!
La maldita mocosa se está elevando por los aires como si fuese lo más natural del mundo. Además, sus ojos brillan. Emiten un extraño fulgor rojo que no hace más que aumentar. La niña mira hacia nosotros desde tres metros de altura, sonriendo como una mema. El fuego de sus ojos alcanza una intensidad insoportable, infernal.
-Gu -balbucea.
Y entonces proyecta un ardiente láser rojo con sus ojos que calcina parte de la cubierta del barco y se pierde en el agua.
Sin embargo, es una discusión estéril. Hasta Helga, la atacada, parece de acuerdo con la idea de que los piratas somos todos como tejones retrasados que se lanzan al cuello de todo lo que tiene pulso. Es un tanto degradante para la profesión. Al menos Selene no se autoengaña como su hermano. Si un ser inmortal que desangra a la gente a dentelladas para alimentarse entre risas y jolgorio no es un monstruo, no sé qué puñetas será. A Ivan siempre le ha gustado demasiado el dramatismo como para no tener una idea romántica de su perversa naturaleza. Apuesto a que pensó que cuando le dije que se comiera al bebé no lo decía en serio.
Al final volvemos al barco todos juntos, fuente ilimitada de oro incluida. Si este añadido a la banda no convence a Kath de que me suba el sueldo yo ya no sé qué pensar. Los rumores sobre Helga y su oro se esparcen con sorprendente rapidez. En parte es porque hay mucho zombi cotilla a bordo, y en parte porque Franklin ha estado contándolo por ahí mediante signos. A los cinco minutos ya lo sabe todo el mundo. La noticia de nuestra nueva fuente de ingresos termina llegando incluso hasta a la persona menos esperada.
En mitad de un ataque de pánico -lo que para él significa que lleva la corbata ligeramente ladeada-, Grimes interrumpe la reunión.
-¿Capitana? ¿No estará pensando en aceptar a esta mujer en nuestro grupo, verdad? ¿Se da cuenta de lo que supondría semejante desequilibrio a nuestro régimen fiscal? Oro ilimitado. Incluso sin tener en cuenta la oscilación constante del precio de mercado del kilo de oro, el aumento sin explicación de dividendos causaría un desbarajuste tremendo a nuestra balanza presupuestaria. ¿Cómo voy a justificar los ingresos extra ante las autoridades? Será imposible cuadrar unas cuentas adecuadas que presentar al fisco, y eso repercutirá a su vez en nuestra calificación crediticia. Me parece una tremenda irresponsabilidad para con la tesorería del estado, capitana.
Yo he perdido el hilo a mitad del discurso. En parte porque es Grimes quien lo da, y en parte porque el... no me puedo creer que esté articulando esta frase en mi cabeza, pero ¡el bebé ha empezado a volar!
La maldita mocosa se está elevando por los aires como si fuese lo más natural del mundo. Además, sus ojos brillan. Emiten un extraño fulgor rojo que no hace más que aumentar. La niña mira hacia nosotros desde tres metros de altura, sonriendo como una mema. El fuego de sus ojos alcanza una intensidad insoportable, infernal.
-Gu -balbucea.
Y entonces proyecta un ardiente láser rojo con sus ojos que calcina parte de la cubierta del barco y se pierde en el agua.
Helga Eiríksdóttir
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Mientras los comerciantes comenzaban a cargar las cosas y hablábamos entre nosotros, pareció que la capitana había llamado al hombre siniestro. Pronto habíamos pasado a la cubierta de aquel barco tan inmenso. Nunca había visto una nave tan grande como aquella, parecía sacado de las leyendas de antaño. Parecía ser que mi presencia en el barco no había pasado inadvertida, pues algunos... ¿seres? Me observaban con la mirada perdida y con alguna baba cayendo al suelo. Que tripulación más extraña se había agenciado mi amiga la tuerta. Pronto, llegamos ante la capitana. Era una mujer hermosa, con una mirada que podría congelar a cualquier persona. Mi instinto de supervivencia gritaba que me fuera. Estaba ante una gran amenaza. Todo lo que tenía que hacer era no enfadarla. Cargaba con un niño que parecía quitarle un poco de hierro a su aura de bestia.
- Saludos - Dije con una leve reverencia - Es agradable que le conozcan a una, sin embargo, me disculpo por no conocerla puesto que no estoy muy metida con las recompensas actualmente - Comenté con una pequeña sonrisa.
Un hombrecillo con gafas parecía estar muy nervioso. Puesto que no paraba de sudar, como nervioso, mientras me miraba con terror y hablaba a la capitana en un extraño idioma acerca de finanzas o no se que. No parecía estar muy contento ante la posibilidad de que me uniera a la tripulación, no.
- Puedo ofreceros una guerrera que luche con vosotros en primera línea y no solo soy músculos. También poseo conocimientos de herrería, lenguajes y de caza así como elaboración de venenos y brebajes naturales - Alzo un dedo y creo un anillo de oro que cuando lo ve el de las gafas casi le da un infarto - Y poseo lo que llamáis una Fruta del Diablo, aunque para mi y mi pueblo son dones de los dioses -
De repente, el bebe comenzó a volar y sus ojos no parecían ser muy normales que digamos. De sus ojos salieron unos rayos rojos que volaron por la cubierta hasta alcanzar el mar. ¿Qué carajos había sido eso? ¿Qué le daban de comer a los niños hoy en día?
- Hay que coger al niño antes de que destroce el barco con un nuevo truco - Dije todavía quedándome mirando el destrozo que hizo.
- Saludos - Dije con una leve reverencia - Es agradable que le conozcan a una, sin embargo, me disculpo por no conocerla puesto que no estoy muy metida con las recompensas actualmente - Comenté con una pequeña sonrisa.
Un hombrecillo con gafas parecía estar muy nervioso. Puesto que no paraba de sudar, como nervioso, mientras me miraba con terror y hablaba a la capitana en un extraño idioma acerca de finanzas o no se que. No parecía estar muy contento ante la posibilidad de que me uniera a la tripulación, no.
- Puedo ofreceros una guerrera que luche con vosotros en primera línea y no solo soy músculos. También poseo conocimientos de herrería, lenguajes y de caza así como elaboración de venenos y brebajes naturales - Alzo un dedo y creo un anillo de oro que cuando lo ve el de las gafas casi le da un infarto - Y poseo lo que llamáis una Fruta del Diablo, aunque para mi y mi pueblo son dones de los dioses -
De repente, el bebe comenzó a volar y sus ojos no parecían ser muy normales que digamos. De sus ojos salieron unos rayos rojos que volaron por la cubierta hasta alcanzar el mar. ¿Qué carajos había sido eso? ¿Qué le daban de comer a los niños hoy en día?
- Hay que coger al niño antes de que destroce el barco con un nuevo truco - Dije todavía quedándome mirando el destrozo que hizo.
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Boh ¡Que sosos! Al final no hubo fiesta ni diversión alguna. Empezaba a pensar que a mis nakamas no les iba tanto la fiesta como a mi. ¿Que puede haber más placentero que matar a alguien, dejarlo seco y luego jugar con su cadáver como si fuera una marioneta?. Aburridos.
Bueno, parecía que nos íbamos todos de vuelta al barco. Parecía que no me iba a divertir hoy y que tendría que volver a mi camarote....aburrida, a volver a peinarme. Por otro lado también pensaba en lo que me erizaba el pelo escuchar a mi hermano ponerse serio. Admito que me imponía bastante, pero sabía que nunca me haría daño, ni yo a él...y pobre del que lo intentara. Como subcapitán sabía cual era mi lugar frente a él, pero eso no quitaba que fuera mi hermano también.
Una vez llegada al barco me senté sobre un barril apoyando mis dos manos hacia atrás en la tapa con las piernas cruzadas sin quitar vista del a nueva nakama, la chica-oro. Pero entonces sucedió ¡El niño estaba flotando! ¡Y no contento con ello el bebé lanzó un rayo láser por los ojos!. No tardó en destruir parte del otro barco y que este se fuera a pique, yo me quedé con la boca abierta. Entonces miré a todos:
-¡VEIS COMO TENÍA QUE HABÉRMELO COMIDO!- repliqué mientras veía como los restos del barco se hundían ante nuestros ojos- Si me dejarais hacer lo correcto ese barco no estaría ahora en el fondo del mar.
Que vale la excusa era absurda, pero demonios, que tengo hambreeeeeee. Bueno pongámonos serios. Me dirigí a la capitana esta vez.
-¿Estás segura de tenerlo a bordo? Igual los siguientes en ir al fondo somos nosotros.-concluí antes de mirar a Helga- Por cierto bienvenida, vista las cosas....ten un chaleco salvavidas cerca por si acaso.
Dicho esto esperé órdenes de la capi, por si decidía que había que "rescatar" al niño, no fuera que dejara de volar y se pegara una hostia contra el suelo.
Bueno, parecía que nos íbamos todos de vuelta al barco. Parecía que no me iba a divertir hoy y que tendría que volver a mi camarote....aburrida, a volver a peinarme. Por otro lado también pensaba en lo que me erizaba el pelo escuchar a mi hermano ponerse serio. Admito que me imponía bastante, pero sabía que nunca me haría daño, ni yo a él...y pobre del que lo intentara. Como subcapitán sabía cual era mi lugar frente a él, pero eso no quitaba que fuera mi hermano también.
Una vez llegada al barco me senté sobre un barril apoyando mis dos manos hacia atrás en la tapa con las piernas cruzadas sin quitar vista del a nueva nakama, la chica-oro. Pero entonces sucedió ¡El niño estaba flotando! ¡Y no contento con ello el bebé lanzó un rayo láser por los ojos!. No tardó en destruir parte del otro barco y que este se fuera a pique, yo me quedé con la boca abierta. Entonces miré a todos:
-¡VEIS COMO TENÍA QUE HABÉRMELO COMIDO!- repliqué mientras veía como los restos del barco se hundían ante nuestros ojos- Si me dejarais hacer lo correcto ese barco no estaría ahora en el fondo del mar.
Que vale la excusa era absurda, pero demonios, que tengo hambreeeeeee. Bueno pongámonos serios. Me dirigí a la capitana esta vez.
-¿Estás segura de tenerlo a bordo? Igual los siguientes en ir al fondo somos nosotros.-concluí antes de mirar a Helga- Por cierto bienvenida, vista las cosas....ten un chaleco salvavidas cerca por si acaso.
Dicho esto esperé órdenes de la capi, por si decidía que había que "rescatar" al niño, no fuera que dejara de volar y se pegara una hostia contra el suelo.
Ivan Markov
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Asintió mientras la chica explicaba sus habilidades. Se le hacía curioso que llamasen a las akuma no mi "don de los dioses", pero cada cual con sus rarezas. Eso le hacía subir puntos en la escala excentricidad-poder, así que seguramente no fuese una persona del montón. Tras volver al Horror Circus, se sentó a la borda observando cómo creaban los marineros del otro barco trabajaban. No quería que aprovechasen que habían marchado al otro barco para irse sin darles su comida. Dejó que le vieran y sacó nada disimuladamente el Cañón de Cero Libras, la nueva pistola que había hecho que le fabricasen. Su atenta mirada pareció bastar, al menos por el momento, para que se pusieran manos a la obra. Atendió a medias a la conversación de cubierta, pero en el momento en que Grimes empezó a hablar, suspiró exasperado y dejó de prestar atención un rato.
- Plasta...
Jugó con la pistola, distraído y algo aburrido. Se le había fastidiado el desayuno y la diversión. Y para colmo el saqueo. Habrían podido llevarse todas las mercancías de los comerciantes y venderlas en un puerto franco, pero no... tenían que dejarles marcharse con sus cosas porque aquella gente había sido amble con una amiga de Kaya. Puagh. ¿Y ahora qué? ¿Le tocaba conformarse con simplemente un poco de comida? Miró el otro barco y se frotó la barbilla, pensativo. Tal vez podía intentar colarse en él y buscar si tenían algo de valor que no fuesen cajas de seda o lo que estuviesen cargando. Algo valioso que pudiese llevarse en la gabardina. Piedras preciosas, bisutería o algo así.
Un olor a quemado y estruendo captaron su atención, junto con el láser perdiéndose en las aguas. Al ver llamas en cubierta y no esperárselo, Ivan entró en pánico y se convirtió en una nube de humo con su forma. Bueno, no. En realidad se largó tan rápido que una nubecita de polvo es todo lo que quedaba. Para cuando se detuvo, estaba a unos quinientos metros del barco, corriendo sobre el mar. Sintió una picazón de terror y empezó a levitar para alejarse de las aguas.
- Fuego, ¿por qué tenías que ser fuego?
Se elevó una decena de metros y observó el Horror Circus y al pequeño monstruito. Estaba demasiado lejos para distinguirlos bien, incluso con sus sentidos, pero eso no hacía que se sintiera tranquilo. ¿Un bebé volador que disparaba rayos que prendían cosas en fuego?
- Que te follen, Grand Line.
- Plasta...
Jugó con la pistola, distraído y algo aburrido. Se le había fastidiado el desayuno y la diversión. Y para colmo el saqueo. Habrían podido llevarse todas las mercancías de los comerciantes y venderlas en un puerto franco, pero no... tenían que dejarles marcharse con sus cosas porque aquella gente había sido amble con una amiga de Kaya. Puagh. ¿Y ahora qué? ¿Le tocaba conformarse con simplemente un poco de comida? Miró el otro barco y se frotó la barbilla, pensativo. Tal vez podía intentar colarse en él y buscar si tenían algo de valor que no fuesen cajas de seda o lo que estuviesen cargando. Algo valioso que pudiese llevarse en la gabardina. Piedras preciosas, bisutería o algo así.
Un olor a quemado y estruendo captaron su atención, junto con el láser perdiéndose en las aguas. Al ver llamas en cubierta y no esperárselo, Ivan entró en pánico y se convirtió en una nube de humo con su forma. Bueno, no. En realidad se largó tan rápido que una nubecita de polvo es todo lo que quedaba. Para cuando se detuvo, estaba a unos quinientos metros del barco, corriendo sobre el mar. Sintió una picazón de terror y empezó a levitar para alejarse de las aguas.
- Fuego, ¿por qué tenías que ser fuego?
Se elevó una decena de metros y observó el Horror Circus y al pequeño monstruito. Estaba demasiado lejos para distinguirlos bien, incluso con sus sentidos, pero eso no hacía que se sintiera tranquilo. ¿Un bebé volador que disparaba rayos que prendían cosas en fuego?
- Que te follen, Grand Line.
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