Nassor
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No le gustaba tener que implicarse en aquellos asuntos. Con su nuevo cargo venían nuevas responsabilidades, y se le necesitaba en otros sitios. Muchos comandos revolucionarios dependían de sus órdenes y de las decisiones que tomase. Pero no podía olvidarse de las responsabilidades del pasado. Era él quien había dado a Meneror los recursos para levantar Toussaint. Era él quien había protegido la ciudad, en sus fases iniciales de construcción, de los saqueos de piratas y de las bestias de los bosques. Era él quien había ayudado a Meneror a levantar su fábrica de armas, la misma que ahora el Gobierno miraba con ojos golosos. En su momento había dado un voto de confianza a Meneror y un aviso. Había hablado en su favor ante sus superiores y asegurado que era un mal menor y un potencial aliado contra el Gobierno. Que podían mantenerlo a ralla y evitar que abusase de su pueblo. Que mientras sus negocios ilegales no perjudicasen a la gente, no era asunto de ellos. Pero lo habían hecho. Meneror había ayudado a Ivan Markov a levantar un imperio de la droga que se extendía por toda la Senda del Futuro. Decenas de miles de vidas arruinadas por la droga. Y ahora ese negocio estaba en manos de el Contable, una nueva figura del Bajo Mundo.
Pero se había callado y había aguardado. La Revolución tenía demasiados frentes abiertos como para empezar a perseguir camellos. Entonces la droga llegó a Toussaint, y eso empezó a cabrearle un poco más. Envió a un pequeño comando a que se hiciese cargo de enviar un mensaje a Meneror, y funcionó. El mafioso había captado a la perfección que se había pasado de la raya y retiró la droga de las calles. No solo eso, sino que el comando logró que Meneror aceptase una serie de condiciones para garantizar que tratase dignamente a su pueblo. Durante un tiempo, Nassor pudo respirar tranquilo y desentenderse del tema. Nunca dejó de pesar sobre su conciencia el mal que las drogas del Contable estaban haciendo, pero al menos podía culparle a él, dejar a Meneror tranquilo y que la Revolución pudiese seguir recalando en Toussaint y obteniendo armas en su fábrica. Y entonces llegaron los insultos finales: la reunión de Meneror con el Alto General de la Revolución y el retorno de la droga a Toussaint. Y Nassor no pudo seguir ignorando más lo que estaba ocurriendo.
El punto neutral era Jellystone. Para evitar encontrarse con el guardabosques (que, de todos modos, no debería darles problemas salvo que les reconociera) habían llevado a cabo la reunión en una zona alejada de su caseta, y había mandado a un par de soldados a vigilar sus movimientos. El lugar en que estaban era un pequeño claro, apenas un espacio libre de árboles de dos metros y medio de diámetro. Había puesto una tela en el suelo a modo de toalla y dispuesto una bandeja llena de aperitivos, otra tapada con un plato principal, platos, vasos, cubiertos, una botella de vino blanco de Thesalia gran reserva en deferencia a Meneror, una tetera y dos cojines sobre los que sentarse. Nassor estaba sentado en el suyo bebiendo té mientras esperaba al mafioso, atento a sus alrededores usando el haki de observación. Iba enfundado en su armadura negra y dorada, con el casco reposando a su izquierda y su khopesh a la derecha. Le escoltaban solo dos personas, sus dos lugartenientes. Uno era un hombre joven de pelo negro ondulado, perilla y bigote, con un estoque. El otro, uno de sus más antiguos seguidores, un hombre de pelo castaño corto que empezaba a canear con dos revólveres al cinto. Se mantenían a una distancia prudencial, conversando entre ellos en voz baja. Ya solo faltaba Meneror.
Meneror
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-Hemos arribado a Jellystone signore.
Esas fueron las primeras palabras que había escuchado tras mi sienta en el Big Crocodile, pues había tenido que abandonar Toussaint para establecer lo que podríamos llamar "parlamento". Parecía que los viejos fantasmas volvían una vez más para decirme que debo o no debo hacer con mi isla. Empezaba a agobiarme sobremanera esto de tener que ser un títere de muchos, para disfrute de pocos, para provecho de ninguno. Ivan Markov había muerto, y eso cortaba algunos hilos de la marioneta, a pesar del puñetero contable que tomaba su lugar. Un problema del que me encargaré tarde o temprano, y del que seguro Nassor sabría algo. Sin embargo, todavía había muchos hilos que cortar. Ahora con el Ouka Sichibukai, todo sería mucho más fácil para mi, salvando las distancias de cooperación que debía dar con el Gobierno Mundial, podría decirse que ahora mismo pocos me iban a soplar tras la oreja.
Así que desembarqué, portando mi mejor traje, de color negro y pañuelo y corbata roja carmesí acompañado de un abrigo de piel por los hombros, como era habitual. Un puro adornaba mi boca mientras descendía por la pasarela hasta la tierra verde. Cinco hombres armados me acompañaban y comenzamos a caminar hacia le punto de encuentro. Por suerte no nos verían, ya que habíamos arribado en una cala semi oculta y dudaba que el guardabosques viniera a amonestarnos.
Así que tras caminar por unos minutos, pude ver el claro donde iba a tener lugar la reunión, y a Nassor en su centro con un despliegue digno del mejor anfitrión. Ordené a mis hombres que se quedaran atrás, a una distancia prudente. La suficiente como para no escucharnos hablar, pero si como para venir en mi ayuda si fuera necesario. Sin embargo, la ver a los dos guardaespaldas de Nassor mientras este tomaba el té, ordené que me siguieran y no se detuvieran.
Una vez alcancé a Nassor me detuve, eché un vistazo a aquel panorama y exhalé humo por la boca, y sin embargo, no dije nada. Así que tomé asiento cruzando mis piernas mientras me acomodaba en el cojín. Mis hombres no quitaban la vista a los guardaespaldas. Había tensión, era obvio, y no era momento de tensar más la cuerda. Así que levanté la mano y mis hombres se echaron unos pasos hacia atrás, manteniendo así la distancia para con nosotros.
Tras tomar asiento cogí el puro con la mano, volví a exhalar humo y con los ojos cerrados dije con un tono ciertamente pesado.
-El tiempo no ha pasado en vano para vos Nassor, vese que la revolución os tiene ocupado.
Si, me estaba refiriendo a su físico. Dicho esto el puro se me estaba apagando, así que saqué el mechero del bolsillo del chaleco y volví a prenderlo.
- Solicitado habéis esta reunión, así que creo que conveniente es que habléis primero vos.
Esas fueron las primeras palabras que había escuchado tras mi sienta en el Big Crocodile, pues había tenido que abandonar Toussaint para establecer lo que podríamos llamar "parlamento". Parecía que los viejos fantasmas volvían una vez más para decirme que debo o no debo hacer con mi isla. Empezaba a agobiarme sobremanera esto de tener que ser un títere de muchos, para disfrute de pocos, para provecho de ninguno. Ivan Markov había muerto, y eso cortaba algunos hilos de la marioneta, a pesar del puñetero contable que tomaba su lugar. Un problema del que me encargaré tarde o temprano, y del que seguro Nassor sabría algo. Sin embargo, todavía había muchos hilos que cortar. Ahora con el Ouka Sichibukai, todo sería mucho más fácil para mi, salvando las distancias de cooperación que debía dar con el Gobierno Mundial, podría decirse que ahora mismo pocos me iban a soplar tras la oreja.
Así que desembarqué, portando mi mejor traje, de color negro y pañuelo y corbata roja carmesí acompañado de un abrigo de piel por los hombros, como era habitual. Un puro adornaba mi boca mientras descendía por la pasarela hasta la tierra verde. Cinco hombres armados me acompañaban y comenzamos a caminar hacia le punto de encuentro. Por suerte no nos verían, ya que habíamos arribado en una cala semi oculta y dudaba que el guardabosques viniera a amonestarnos.
Así que tras caminar por unos minutos, pude ver el claro donde iba a tener lugar la reunión, y a Nassor en su centro con un despliegue digno del mejor anfitrión. Ordené a mis hombres que se quedaran atrás, a una distancia prudente. La suficiente como para no escucharnos hablar, pero si como para venir en mi ayuda si fuera necesario. Sin embargo, la ver a los dos guardaespaldas de Nassor mientras este tomaba el té, ordené que me siguieran y no se detuvieran.
Una vez alcancé a Nassor me detuve, eché un vistazo a aquel panorama y exhalé humo por la boca, y sin embargo, no dije nada. Así que tomé asiento cruzando mis piernas mientras me acomodaba en el cojín. Mis hombres no quitaban la vista a los guardaespaldas. Había tensión, era obvio, y no era momento de tensar más la cuerda. Así que levanté la mano y mis hombres se echaron unos pasos hacia atrás, manteniendo así la distancia para con nosotros.
Tras tomar asiento cogí el puro con la mano, volví a exhalar humo y con los ojos cerrados dije con un tono ciertamente pesado.
-El tiempo no ha pasado en vano para vos Nassor, vese que la revolución os tiene ocupado.
Si, me estaba refiriendo a su físico. Dicho esto el puro se me estaba apagando, así que saqué el mechero del bolsillo del chaleco y volví a prenderlo.
- Solicitado habéis esta reunión, así que creo que conveniente es que habléis primero vos.
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Parecía que los negocios le habían ido bien al mafioso. Siempre había vestido elegante, pero ahora su ropa era evidentemente más cara. Nassor no dejó traslucir la rabia que sintió al pensar en todas las muerte que su droga habría causado, todas las familias destrozadas, las vidas arruinadas... ¿para qué? ¿Para que pudiese vestir mejor y beber vinos caros? ¿Fumar puros de importación? Meneror era un ejemplo de todas las cosas mal que estaban en el mundo. Si no tuviesen enemigos mucho peores, probablemente él hubiese sido uno de sus objetivos primarios a eliminar. Sin embargo, el Gobierno siempre tenía prioridad.
- El tiempo no perdona a nadie, Meneror - replicó el revolucionario - Vos también lo comprobaréis en unas décadas, si tenéis la fortuna de vivir tanto tiempo.
Su tono fue correcto y educado, si bien seco. No iba a fingir amabilidad. Era un guerrero, no un diplomático, y ambos sabían que estaban allí porque Meneror había incumplidos los términos de su acuerdo... por segunda vez. Fingir que todo estaba bien le parecía fuera de lugar y banal. "Si me engañas una vez es culpa tuya. Si me engañas dos, es culpa mía." El viejo refrán era muy cierto. Pero tomaría las medidas necesarias para arreglar su error y asegurarse de que no se repitiera. Respondió a las palabras del mafioso con un asentimiento. Dejó el pocillo de té en su plato y cogió uno de los aperitivos, un pincho de salmón.
- Cierto es. Feos asuntos son los que nos traen aquí, Meneror. Hace años, cuando os proporcioné ayuda para levantar Toussaint de la nada y luego para construir vuestra fábrica, fui muy claro en mis condiciones. Un puerto franco para la Revolución. Una parte de la producción. Y, por supuesto, que fueseis un gobernante justo con vuestro pueblo - tanto su rostro como su tono eran neutros pero serios - Cuando permitisteis que la droga entrase en Toussaint, os pedimos que paraseis su flujo. Lo hicisteis... durante seis meses. La droga vuelve a estar en vuestra isla y ya hay cientos de adictos. Para más inri, ahora hay un cuartel de la Legión, con lo que no podemos ni ir al puerto, ni recoger nuestro cargamento mensual de armas. No contento con eso, habéis hincado la rodilla ante el enemigo que se suponía que teníamos en común.
Cuanto más lo pensaba, más le enfadaba. No había un solo punto de su acuerdo que no hubiese incumplido directa o indirectamente. Sin embargo, contuvo su rabia. Seguía teniendo por objetivo arreglar aquel asunto sin derramar sangre. Meneror le era más duro vivo que muerto. La Revolución había hecho una fuerte inversión en Toussaint. Si ahora Meneror moría, los legionarios simplemente tomarían la isla bajo su "tutela". No querían eso, ni arrastrar a la población a una guerra entre Revolución y Gobierno. Aquello podía arreglarse mediante métodos más sutiles.
- Las cosas van a ir así. Podemos arreglar esto como caballeros aquí y podéis demostrarme que aún os queda honor como hombre de negocios - cogió la botella de gran reserva y le sirvió una copa a Meneror - Durante años respetasteis nuestro acuerdo. Aún podemos olvidar lo que ha ocurrido... si vos demostráis compromiso. Hay tres condiciones: haréis desaparecer la droga, esta vez definitivamente. Construiréis un puerto secreto en una de las zonas deshabitadas de Toussaint, en la costa opuesta a la del poblado. Y os aseguraréis de enviar nuestras armas a ese puerto, junto con suministros y provisiones como era nuestro trato. También queremos, evidentemente, los cargamentos de armas atrasados.
- El tiempo no perdona a nadie, Meneror - replicó el revolucionario - Vos también lo comprobaréis en unas décadas, si tenéis la fortuna de vivir tanto tiempo.
Su tono fue correcto y educado, si bien seco. No iba a fingir amabilidad. Era un guerrero, no un diplomático, y ambos sabían que estaban allí porque Meneror había incumplidos los términos de su acuerdo... por segunda vez. Fingir que todo estaba bien le parecía fuera de lugar y banal. "Si me engañas una vez es culpa tuya. Si me engañas dos, es culpa mía." El viejo refrán era muy cierto. Pero tomaría las medidas necesarias para arreglar su error y asegurarse de que no se repitiera. Respondió a las palabras del mafioso con un asentimiento. Dejó el pocillo de té en su plato y cogió uno de los aperitivos, un pincho de salmón.
- Cierto es. Feos asuntos son los que nos traen aquí, Meneror. Hace años, cuando os proporcioné ayuda para levantar Toussaint de la nada y luego para construir vuestra fábrica, fui muy claro en mis condiciones. Un puerto franco para la Revolución. Una parte de la producción. Y, por supuesto, que fueseis un gobernante justo con vuestro pueblo - tanto su rostro como su tono eran neutros pero serios - Cuando permitisteis que la droga entrase en Toussaint, os pedimos que paraseis su flujo. Lo hicisteis... durante seis meses. La droga vuelve a estar en vuestra isla y ya hay cientos de adictos. Para más inri, ahora hay un cuartel de la Legión, con lo que no podemos ni ir al puerto, ni recoger nuestro cargamento mensual de armas. No contento con eso, habéis hincado la rodilla ante el enemigo que se suponía que teníamos en común.
Cuanto más lo pensaba, más le enfadaba. No había un solo punto de su acuerdo que no hubiese incumplido directa o indirectamente. Sin embargo, contuvo su rabia. Seguía teniendo por objetivo arreglar aquel asunto sin derramar sangre. Meneror le era más duro vivo que muerto. La Revolución había hecho una fuerte inversión en Toussaint. Si ahora Meneror moría, los legionarios simplemente tomarían la isla bajo su "tutela". No querían eso, ni arrastrar a la población a una guerra entre Revolución y Gobierno. Aquello podía arreglarse mediante métodos más sutiles.
- Las cosas van a ir así. Podemos arreglar esto como caballeros aquí y podéis demostrarme que aún os queda honor como hombre de negocios - cogió la botella de gran reserva y le sirvió una copa a Meneror - Durante años respetasteis nuestro acuerdo. Aún podemos olvidar lo que ha ocurrido... si vos demostráis compromiso. Hay tres condiciones: haréis desaparecer la droga, esta vez definitivamente. Construiréis un puerto secreto en una de las zonas deshabitadas de Toussaint, en la costa opuesta a la del poblado. Y os aseguraréis de enviar nuestras armas a ese puerto, junto con suministros y provisiones como era nuestro trato. También queremos, evidentemente, los cargamentos de armas atrasados.
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Ciertamente el tiempo no perdonaba a nadie, pero vamos a ser sinceros, los problemas que pueda tener Nassor frente a los que pudiera tener yo...le avejentaban más a él. La cosa se ponía interesante, y a pesar de que Nassor mostraba un rostro neutral, estaba seguro de que era pura fachada. Sabía de sobra que me había saltado lo pactado, pero es que era tan simple como que los tiempos cambian, los tratos también.
-Nadie de mi oficio muere postrado en una cama, eso debo asimilarlo-- dije con cierta jocosidad antes de escuchar las palabras de Nassor, lo que provocó que mantuviera el puro en la boca, los brazos cruzados y los ojos cerrados mientras escuchaba con atención. Cierto era que Nassor decía verdades como puños, pero las cosas habían cambiado, y mucho. Meneror ya no era ese pelele al que hacían sentir como una hormiga. Las tornas habían cambiado, yo había mejorado tanto en lo militar como en mis tretas. Ahora disponía de un buen aliado, mejor que un puñado de hippies. Sin embargo apreciaba en parte a Nassor...bueno, no voy a engañarme, no era así. Tuve una ayuda a cambio de unas condiciones, como en cualquier trato, pero los tratos como el tiempo, son finitos.
-Los tiempos cambian Nassor- dije llevándome el mechero al puro nuevamente. Dioses,¿ Me habían dado el lote deficiente?. Las palabras de Nassor calaron en mi, pero creo que merecían una respuesta. -Es curioso, cuando es con enemigos del la Revolución es hincar la rodilla, pero cuando es serviros a vosotros, es "cooperación"- dije antes de exhalar humo por la boca con cierta risilla resignada.
Me sirvió una copa de un gran reserva, y seguí escuchándole atentamente.
- Si os soy sincero, el asunto de la droga en las calles es nuevo, pues ahora tras la muerte de Ivan Markov, el negocio ha pasado a manos de "El contable", más todavía no heme puesto a mirar tal problema, tiempo no he tenido, más está en pendientes- di otra calada- Por el momento el único asunto que vos y yo tenemos en común es "desplazar" a este nuevo jugador.
Entonces fue cuando arqueé la ceja ante las peticiones de Nassor y mi tono se volvió algo más severo.
-¿Creeis todos que soy vuestra fulana? ¿Qué podéis darme órdenes y decirme que hacer, como hacerlo y cuando hacerlo? Témone que no es así ya Nassor. El Gobierno me ha indultado, y como bien sabéis pertenezco al Ouka Sichibukai..mis crímenes han sido perdonados, incluyendo los de la revolución. Como comprenderéis no tengo intención de mancharme las manos con vosotros más y poner en peligro mi espalda de nuevo. Ya no tenéis una hormiga bajo la bota Nassor, así que me escucharéis atentamente- dije antes de exhalar humo nuevamente por la nariz- Cierto es que no desestimo la ayuda ofrecida tiempo atrás, y estoy dispuesto a pagaros las molestias en moneda. Lo nuestro no deja de ser una transacción comercial, así que podremos llegar a un acuerdo. Pero ahora os digo bien....Toussaint ya no será la ramera de la que la Revolución y la Legión chupen sin ton ni son. Pero ni un arma saldrá de la isla sin mi expreso consentimiento. Así que os lo pondré fácil, de vuestras tres peticiones, la que tenemos ahora en común es la droga.
Cogí entonces el puro con la mano para tomar una pausa y proseguir.
-Si vais a chantajearme, os digo que será inútil. Todos saben lo de la droga y mis crímenes pasados y las cosas han cambiado, y mucho si me lo permitís. No impediré que los revolucionarios entren en la isla, ya que el tránsito es libre y cualquiera puede arribar a puerto, ahora bien- entonces mi tono se puso serio- Como me entere de que estáis haciendo algo a mi espalda, tened a bien que no voy a tragar yo esta vez.
Era una declaración de intenciones. Estaba cansado de ser el títere de todos. Ahora tenía una fuerte alianza, no quería echarlo a perder, y la Revolución si bien eran aliados en el pasado y útiles, ahora eran un maldito estorbo. Prefería pagarles una compensación y que se me dejaran tranquilo. Lo único que me interesaba en parte para hacer con ellos era el asunto de la droga, pero llegados a este punto me planteaba si realmente necesitaba ayuda de los revos. Cosa que empezaba a dudar.
-Pero todavía me considero un hombre de palabra....y como os dije os compensaré. Si bien el trato está roto por las circunstancias expuestas, que al menos sea compensado por mi parte. Lo tomáis o lo dejáis.- estuve a punto de decirle " ya no sois necesarios", pero solo quería ver la reacción de Nassor...dame un motivo para tenerme enfrente tuya, y no a tu lado.
-Nadie de mi oficio muere postrado en una cama, eso debo asimilarlo-- dije con cierta jocosidad antes de escuchar las palabras de Nassor, lo que provocó que mantuviera el puro en la boca, los brazos cruzados y los ojos cerrados mientras escuchaba con atención. Cierto era que Nassor decía verdades como puños, pero las cosas habían cambiado, y mucho. Meneror ya no era ese pelele al que hacían sentir como una hormiga. Las tornas habían cambiado, yo había mejorado tanto en lo militar como en mis tretas. Ahora disponía de un buen aliado, mejor que un puñado de hippies. Sin embargo apreciaba en parte a Nassor...bueno, no voy a engañarme, no era así. Tuve una ayuda a cambio de unas condiciones, como en cualquier trato, pero los tratos como el tiempo, son finitos.
-Los tiempos cambian Nassor- dije llevándome el mechero al puro nuevamente. Dioses,¿ Me habían dado el lote deficiente?. Las palabras de Nassor calaron en mi, pero creo que merecían una respuesta. -Es curioso, cuando es con enemigos del la Revolución es hincar la rodilla, pero cuando es serviros a vosotros, es "cooperación"- dije antes de exhalar humo por la boca con cierta risilla resignada.
Me sirvió una copa de un gran reserva, y seguí escuchándole atentamente.
- Si os soy sincero, el asunto de la droga en las calles es nuevo, pues ahora tras la muerte de Ivan Markov, el negocio ha pasado a manos de "El contable", más todavía no heme puesto a mirar tal problema, tiempo no he tenido, más está en pendientes- di otra calada- Por el momento el único asunto que vos y yo tenemos en común es "desplazar" a este nuevo jugador.
Entonces fue cuando arqueé la ceja ante las peticiones de Nassor y mi tono se volvió algo más severo.
-¿Creeis todos que soy vuestra fulana? ¿Qué podéis darme órdenes y decirme que hacer, como hacerlo y cuando hacerlo? Témone que no es así ya Nassor. El Gobierno me ha indultado, y como bien sabéis pertenezco al Ouka Sichibukai..mis crímenes han sido perdonados, incluyendo los de la revolución. Como comprenderéis no tengo intención de mancharme las manos con vosotros más y poner en peligro mi espalda de nuevo. Ya no tenéis una hormiga bajo la bota Nassor, así que me escucharéis atentamente- dije antes de exhalar humo nuevamente por la nariz- Cierto es que no desestimo la ayuda ofrecida tiempo atrás, y estoy dispuesto a pagaros las molestias en moneda. Lo nuestro no deja de ser una transacción comercial, así que podremos llegar a un acuerdo. Pero ahora os digo bien....Toussaint ya no será la ramera de la que la Revolución y la Legión chupen sin ton ni son. Pero ni un arma saldrá de la isla sin mi expreso consentimiento. Así que os lo pondré fácil, de vuestras tres peticiones, la que tenemos ahora en común es la droga.
Cogí entonces el puro con la mano para tomar una pausa y proseguir.
-Si vais a chantajearme, os digo que será inútil. Todos saben lo de la droga y mis crímenes pasados y las cosas han cambiado, y mucho si me lo permitís. No impediré que los revolucionarios entren en la isla, ya que el tránsito es libre y cualquiera puede arribar a puerto, ahora bien- entonces mi tono se puso serio- Como me entere de que estáis haciendo algo a mi espalda, tened a bien que no voy a tragar yo esta vez.
Era una declaración de intenciones. Estaba cansado de ser el títere de todos. Ahora tenía una fuerte alianza, no quería echarlo a perder, y la Revolución si bien eran aliados en el pasado y útiles, ahora eran un maldito estorbo. Prefería pagarles una compensación y que se me dejaran tranquilo. Lo único que me interesaba en parte para hacer con ellos era el asunto de la droga, pero llegados a este punto me planteaba si realmente necesitaba ayuda de los revos. Cosa que empezaba a dudar.
-Pero todavía me considero un hombre de palabra....y como os dije os compensaré. Si bien el trato está roto por las circunstancias expuestas, que al menos sea compensado por mi parte. Lo tomáis o lo dejáis.- estuve a punto de decirle " ya no sois necesarios", pero solo quería ver la reacción de Nassor...dame un motivo para tenerme enfrente tuya, y no a tu lado.
Nassor
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Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
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- Es hincar la rodilla cuando juras acudir a luchar siempre que el Gobierno llame - respondió secamente Nassor - Lo único que la Revolución esperaba de ti era que mantuvieses tu trato, un trato de iguales en que tú salías bastante beneficiado. Si lo consideras una correa, entonces, ¿qué es lo que el Gobierno te ha impuesto? ¿Cadenas?
No le gustaba nada el cariz que estaba tomando la conversación. No había esperado que Meneror viniese de buenas y dispuesto a disculparse, pero al menos había creído que tratándolo educadamente y apelando a su orgullo de hombre de negocios estaría abierto a negociar. Ahora empezaba a comprender que se había equivocado. Pero si no venía a negociar, ¿a qué venía? Estaba claro que aquel comentario era solo un ataque. Dudaba que Meneror fuese tan necio, estúpido o ciego como para realmente creer que el trato con la Revolución estuviese a la altura de lo que el Gobierno le había pedido. No tenía los detalles exactos, pero por lo que sabía por sus informantes, una enorme parte de la producción de la fábrica estaba desviándose al puerto de la Legión. Entonces el mafioso hizo un comentario sobre el Contable, y el viejo revolucionario comprendió qué hacía Meneror allí.
- Comprendo...
Esa rata del desierto pretendía arrojar a la Revolución contra el Contable como si fuesen sus perros de presa, esperando librarse de dos enemigos de una vez. ¿Realmente le consideraba tan necio y fácil de engañar? Entonces Meneror continuó hablando, dándole un discurso sobre cómo la Revolución se había aprovechado de él y ni un arma saldría de Toussaint. Y aún tuvo la osadía de decir que los revolucionarios podían entrar en su puerto, cuando hacía dos años que ni un barco de la Revolución podía aproximarse a Toussaint sin ser cañoneado por la Legión. Y si iban de incógnito, no recibían los suministros que les correspondían de acuerdo al trato con Meneror. Su ira aumentaba a medida Meneror continuaba lanzando ataques e insultos, pero se las apañó para contener sus emociones. Había aprendido a controlar sus sentimientos mucho antes de que Meneror hubiese siquiera nacido. Aquel niñato venido a más no iba a hacerle perder la calma.
- Parecéis haber olvidado, Meneror, que la Revolución siempre ha actuado a vuestro favor. El único que ha actuado a nuestra espalda sois vos. Repetidas veces. Pese a lo cual, hemos seguido manteniendo paciencia y tolerancia. ¿No recordáis, acaso, que en vuestro momento más bajo, cuando el Consejo de Toussaint iba a expulsaros de la isla la Revolución os protegió? Os dimos los métodos para salir de la situación en que estabais y convertiros en señor de Toussaint. ¿Qué pedimos a cambio? Únicamente que cuidaseis del pueblo. La Revolución siempre os ha tratado bien. Creo que apuñalar a un amigo que siempre ha cuidado vuestras espaldas y os ha tratado como un igual no es una actuación justa.
Ahora, ¿cómo continuar? Meneror había rechazado de plano sus peticiones. Inspiró hondo y se sirvió él una copa del tinto que Meneror se había negado a tocar. Aún encima era un maleducado. No había tocado ni la comida ni la bebida, a pesar de que le habían preparado un recibimiento digno de su posición. ¿Qué quería? ¿Que también le hubiesen puesto una alfombra roja, una mesa de oro y que se hubiesen postrado ante él a su llegada? ¿Se creía el Sumo Sacerdote de Sardia o qué? En cualquier caso, independientemente de lo que él pensase, tenía una responsabilidad allí con la que cumplir.
- No me gusta cómo habéis hablado ni que me contestéis tan agresivamente como si os hubiésemos tratado a patadas, menos cuando habéis admitido romper nuestro trato y no pretender mantenerlo. Sin embargo, soy un hombre razonable. Estoy dispuesto a escuchar vuestra oferta.
No le gustaba nada el cariz que estaba tomando la conversación. No había esperado que Meneror viniese de buenas y dispuesto a disculparse, pero al menos había creído que tratándolo educadamente y apelando a su orgullo de hombre de negocios estaría abierto a negociar. Ahora empezaba a comprender que se había equivocado. Pero si no venía a negociar, ¿a qué venía? Estaba claro que aquel comentario era solo un ataque. Dudaba que Meneror fuese tan necio, estúpido o ciego como para realmente creer que el trato con la Revolución estuviese a la altura de lo que el Gobierno le había pedido. No tenía los detalles exactos, pero por lo que sabía por sus informantes, una enorme parte de la producción de la fábrica estaba desviándose al puerto de la Legión. Entonces el mafioso hizo un comentario sobre el Contable, y el viejo revolucionario comprendió qué hacía Meneror allí.
- Comprendo...
Esa rata del desierto pretendía arrojar a la Revolución contra el Contable como si fuesen sus perros de presa, esperando librarse de dos enemigos de una vez. ¿Realmente le consideraba tan necio y fácil de engañar? Entonces Meneror continuó hablando, dándole un discurso sobre cómo la Revolución se había aprovechado de él y ni un arma saldría de Toussaint. Y aún tuvo la osadía de decir que los revolucionarios podían entrar en su puerto, cuando hacía dos años que ni un barco de la Revolución podía aproximarse a Toussaint sin ser cañoneado por la Legión. Y si iban de incógnito, no recibían los suministros que les correspondían de acuerdo al trato con Meneror. Su ira aumentaba a medida Meneror continuaba lanzando ataques e insultos, pero se las apañó para contener sus emociones. Había aprendido a controlar sus sentimientos mucho antes de que Meneror hubiese siquiera nacido. Aquel niñato venido a más no iba a hacerle perder la calma.
- Parecéis haber olvidado, Meneror, que la Revolución siempre ha actuado a vuestro favor. El único que ha actuado a nuestra espalda sois vos. Repetidas veces. Pese a lo cual, hemos seguido manteniendo paciencia y tolerancia. ¿No recordáis, acaso, que en vuestro momento más bajo, cuando el Consejo de Toussaint iba a expulsaros de la isla la Revolución os protegió? Os dimos los métodos para salir de la situación en que estabais y convertiros en señor de Toussaint. ¿Qué pedimos a cambio? Únicamente que cuidaseis del pueblo. La Revolución siempre os ha tratado bien. Creo que apuñalar a un amigo que siempre ha cuidado vuestras espaldas y os ha tratado como un igual no es una actuación justa.
Ahora, ¿cómo continuar? Meneror había rechazado de plano sus peticiones. Inspiró hondo y se sirvió él una copa del tinto que Meneror se había negado a tocar. Aún encima era un maleducado. No había tocado ni la comida ni la bebida, a pesar de que le habían preparado un recibimiento digno de su posición. ¿Qué quería? ¿Que también le hubiesen puesto una alfombra roja, una mesa de oro y que se hubiesen postrado ante él a su llegada? ¿Se creía el Sumo Sacerdote de Sardia o qué? En cualquier caso, independientemente de lo que él pensase, tenía una responsabilidad allí con la que cumplir.
- No me gusta cómo habéis hablado ni que me contestéis tan agresivamente como si os hubiésemos tratado a patadas, menos cuando habéis admitido romper nuestro trato y no pretender mantenerlo. Sin embargo, soy un hombre razonable. Estoy dispuesto a escuchar vuestra oferta.
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Cierto era que la revolución había sido un pilar fundamental para mi, y nunca mejor dicho. Habían aportado mano de obra entre otros menesteres tal y como había dicho Nassor. Quizás estaba siendo demasiado agresivo con él, pero ¿Cómo no serlo? Todos al fin y al cabo defendíamos nuestra propia portería....fuese así pasar unos por encima de otros. Aquí los amigos solo existen si pueden sacar algún provecho de ellos, o ellos de ti. Sin embargo podía ceder un poco ante Nassor, pues él había mostrado una educación que yo ahora mismo no tenía. Quizás era porque las tornas habían cambiado, y la prepotencia de tiempos pasado ahora estaba de mi lado. Pero bueno, ahora mismo me quedé con los ojos cerrados y el puro en la mano pensativo ante las palabras de Nassor, pues parecía que lo del Contable era un punto en común que debía ser explotado a su momento.
-Cierto es que vuestra ayuda ha sido encomiable, y de hecho nunca os estaré más agradecido, más debo deciros que el trato fue en dos direcciones. Bien, como entenderéis no puedo hacer negocios que enturbien mi reputación con la Legión, y menos ahora que Toussaint está en paz y sus gentes viven contentas y protegidas. -entonces extendí mis brazos- Así que creo que vuestra petición de proteger al pueblo ha sido más que suplida- solo que sin la revolución de por medio.
Ahora bien tampoco iba a dejar que se me viera como un monstruo.
-No oséis cuestionar mi honor Nassor, cierto es que las circunstancias han cambiado, y una serie de acontecimientos han hecho que vuestro trato ya no sea necesario, más no por traición. Es por ello por lo que os ofrezco una compensación económica, o una ayuda monetaria a la revolución a modo de seguro por el trato. En cuanto al libre paso podéis seguir viniendo, pero entended mi postura, no puedo negociar con la Revolución con una mano, y con la otra a la Legión. Toussaint a salvo está...he logrado defenderla y ahora está segura. El único punto que no he mantenido de nuestro trato ha sido lo de las armas, y por ello hay una compensación económica como contraofreta. Por otro lado las gentes de Toussaint están a salvo, por lo que ese punto...se ha cumplido. ¿O acaso pensabais que era un imposición vuestra? Era lo que ambos buscábamos...vos por vuestra idea del "mundo libre" yo por proyecto. Por lo demás todo sigue igual, libre tránsito de personas a la isla. Creo que salvo por lo de las armas, no habéis perdido tanto. ¿No creeis?.
Fue entonces cuando mi tono se volvió más seco, frente al tranquilo de antes.
-Ahora bien, no me he librado de un parásito como Markov como para caer en la manos de otros. Ese "Contable" amenaza lo que he construido, y la paz por la que se ha peleado y que vos hoy podéis ver, sea con la bandera de la legión o la mía propia. Pero un hecho es que la droga volverá a las calles si no actúo pronto. Como es obvio no puedo pediros ayuda, pues sería muy descarado por mi parte, y lo entiendo. Por ello tomaré este asunto por mi cuenta...pero eso no impide que os pregunte si vos sabéis quién es dicho personaje..y si tiene que ver algo con la Revolución, La Marina, Bajos fondos o la madre que los trajo al mundo.
Suspiré profundamente y me llevé la mano a la frente, y mi tono se volvió cansado, pero en cierto modo empático.
-Agg....esuchad Nassor, bien se que mis pasos me han llevado a romper nuestros acuerdos, más entended que llevo años peleando por conseguir esto, y ahora tengo paz...una puñetera paz. No me interesa hacer enemigos con los vuestros, y como os dije, os he ofrecido una salida, más entended mi posición. Soy un hombre de palabra, eso no vais a ponerlo en tela de juicio, pero tampoco olvidéis, que no estáis ante el Meneror de años atrás. Ahora los enemigos brotan del suelo una vez más, y sinceramente, creo que lo del Contable os toca igualmente como a mi, y de seguro queréis tenerme al lado, y no enfrente...y viceversa. ¿Hum?
Dicho esto exhalé humo por la boca.
-Cierto es que vuestra ayuda ha sido encomiable, y de hecho nunca os estaré más agradecido, más debo deciros que el trato fue en dos direcciones. Bien, como entenderéis no puedo hacer negocios que enturbien mi reputación con la Legión, y menos ahora que Toussaint está en paz y sus gentes viven contentas y protegidas. -entonces extendí mis brazos- Así que creo que vuestra petición de proteger al pueblo ha sido más que suplida- solo que sin la revolución de por medio.
Ahora bien tampoco iba a dejar que se me viera como un monstruo.
-No oséis cuestionar mi honor Nassor, cierto es que las circunstancias han cambiado, y una serie de acontecimientos han hecho que vuestro trato ya no sea necesario, más no por traición. Es por ello por lo que os ofrezco una compensación económica, o una ayuda monetaria a la revolución a modo de seguro por el trato. En cuanto al libre paso podéis seguir viniendo, pero entended mi postura, no puedo negociar con la Revolución con una mano, y con la otra a la Legión. Toussaint a salvo está...he logrado defenderla y ahora está segura. El único punto que no he mantenido de nuestro trato ha sido lo de las armas, y por ello hay una compensación económica como contraofreta. Por otro lado las gentes de Toussaint están a salvo, por lo que ese punto...se ha cumplido. ¿O acaso pensabais que era un imposición vuestra? Era lo que ambos buscábamos...vos por vuestra idea del "mundo libre" yo por proyecto. Por lo demás todo sigue igual, libre tránsito de personas a la isla. Creo que salvo por lo de las armas, no habéis perdido tanto. ¿No creeis?.
Fue entonces cuando mi tono se volvió más seco, frente al tranquilo de antes.
-Ahora bien, no me he librado de un parásito como Markov como para caer en la manos de otros. Ese "Contable" amenaza lo que he construido, y la paz por la que se ha peleado y que vos hoy podéis ver, sea con la bandera de la legión o la mía propia. Pero un hecho es que la droga volverá a las calles si no actúo pronto. Como es obvio no puedo pediros ayuda, pues sería muy descarado por mi parte, y lo entiendo. Por ello tomaré este asunto por mi cuenta...pero eso no impide que os pregunte si vos sabéis quién es dicho personaje..y si tiene que ver algo con la Revolución, La Marina, Bajos fondos o la madre que los trajo al mundo.
Suspiré profundamente y me llevé la mano a la frente, y mi tono se volvió cansado, pero en cierto modo empático.
-Agg....esuchad Nassor, bien se que mis pasos me han llevado a romper nuestros acuerdos, más entended que llevo años peleando por conseguir esto, y ahora tengo paz...una puñetera paz. No me interesa hacer enemigos con los vuestros, y como os dije, os he ofrecido una salida, más entended mi posición. Soy un hombre de palabra, eso no vais a ponerlo en tela de juicio, pero tampoco olvidéis, que no estáis ante el Meneror de años atrás. Ahora los enemigos brotan del suelo una vez más, y sinceramente, creo que lo del Contable os toca igualmente como a mi, y de seguro queréis tenerme al lado, y no enfrente...y viceversa. ¿Hum?
Dicho esto exhalé humo por la boca.
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Nassor escuchó en silencio a Meneror sin interrumpirle. Parecía que, dentro de sus estándares al menos, estaba esforzándose por ser diplomático. Él estaba esforzándose por apreciarlo, pero sentía que estaba siendo tan falso e hipócrita que le era difícil. Sin embargo, se mantenía calmado. Que Meneror hubiese relajado el tono y dejado de lado el tono prepotente y agresivo ayudaba, claro. Antes había estado muy cerca de perder los estribos, pero ahora se había relajado. Sin embargo, no tenía claro qué iba a hacer con él. Le estaba ofreciendo una compensación económica sin especificar e insistía en que los revolucionarios podían seguir yendo a su puerto, a pesar de que ahora había un cuartel y navíos de la Legión en la zona que lo impedían. Parecía haberse olvidado también de que parte del trato incluía que los barcos de la Revolución se reaprovisionaban gratis en el puerto de Toussaint.
- ¿Por dónde empiezo? - tomó un sorbo de su té - No considero que la presencia de la Legión, un ejército conocido por considerar las bajas civiles como "aceptables" si a cambio eliminan un criminal, como una mejora en la seguridad de la población. No voy a deciros lo que hacer con vuestra isla o que expulséis al Gobierno, pero no tengáis la osadía de decirme que la población de Toussaint está más segura con esos asesinos viviendo a cincuenta metros de su ciudad.
A continuación terminó el té y echó mano de dos pergaminos que había junto a él. Los desplegó y los dispuso en la tela, frente a Meneror. Eran los dos contratos que habían firmado, el que firmaron para levantar Toussaint y el de la fábrica de armas.
- Que un trato deje de resultaros necesario y decidáis romperlo unilateralmente es la definición de falta de honor. No estoy cuestionando vuestro honor, Meneror. Vos renunciasteis a él sin mi ayuda - a pesar de que sus palabras eran duras, las pronunció con un tono calmado - Sin acritud ni intención de atacar, es lo que es. Os ruego que no me toméis por tonto intentando pasar un acto deshonroso por un movimiento aceptable y que debo respetar. La verdad es que acudisteis a mi ayuda cuando la necesitasteis y en cuanto dejasteis de necesitarme, dejasteis de pagar - señaló varias cláusulas de los contratos - No he perdido solo las armas. Los revolucionarios ya no tienen libre acceso a Toussaint. La Legión impide que nuestros barcos se acerquen a la isla, y en las primeras semanas tras vuestro trato, dos barcos revolucionarios no informados de vuestro... cambio de lealtades, se aproximaron a Toussaint y fueron hundidos por la flota de la Legión. ¿Podemos acercarnos discretamente, haciéndonos pasar por mercaderes o viajeros? Podemos. Pero cuando lo hacemos, no recibimos el aprovisionamiento gratis que por vuestro contrato nos prometisteis - señaló a Meneror - Cláusula, Meneror, que ofrecisteis vos. Vos la sugeristeis, no yo. Era la moneda de cambio con la que llegasteis al Erebus. Y hela aquí en el contrato. Prometisteis un puerto franco y que nuestras bodegas y polvorines serían repuestos. La realidad es que hace dos años que ni un barco revolucionario recibe aprovisionamiento en Toussaint. Así que no solo hemos perdido las armas. Hemos perdido un puerto franco y un punto de aprovisionamiento.
Suspiró hondo y miró la bandeja tapada en la que estaba el plato principal. No merecía la pena destaparlo y que se enfriase si Meneror no iba a comer. Al diablo, que se fastidiase. Los cocineros habían preparado un excelente plato de pez espada. Lo tomaría con sus subordinados una vez Meneror se hubiese ido. Lo que le dolía era que el vino se echase a perder. Le había costado un ojo de la cara.
- Sobre el Contable... lo planteáis como si su droga no estuviese ya en vuestras calles. Como si la criminalidad no hubiese aumentado, así como el número de adictos. Pero además lo planteáis como si fuese mi problema. Meneror, Toussaint es vuestra isla. El Contable es vuestro enemigo. ¿Queréis mi ayuda? ¿Queréis que mueva gente para descubrir información sobre el Contable? Demostrad que sois mi aliado. Por ahora lo único que habéis hecho ha sido pedirme ayuda y escupirme a la cara en cuanto os habéis sentido fuerte. La labor de la Revolución no es ir persiguiendo capos de la droga. Enfrentarse al Gobierno Mundial es suficiente tarea por sí misma.
Contuvo un nuevo suspiro y se cruzó de hombros, mirando con seriedad a Meneror. En realidad sabía perfectamente quién era el Contable. Llevaban tiempo investigándole. Por mucho que le estuviese diciendo a Meneror que no era su problema y que no iba a ayudarle, la verdad es que llevaba meses buscando la ocasión para hacerle caer, o al menos darle un golpe duro a su negocio de drogas. Aquel hombre estaba causando muchísimo daño.
- Os pedí que me hicieseis una oferta. Por ahora habéis mencionado una etérea e incierta promesa de compensación económica y un puerto al que acudir. La realidad es que no podéis ofrecerme el puerto y que no me habéis dicho cuanto pagaréis... al menos no ahora. Pero sí lo hicisteis en su día - señaló el primer contrato y leyó - "Si cualquiera de las dos partes rompiese alguna cláusula del contrato, deberá pagar a la otra treinta millones de berries en efectivo o en oro" - alzó la mirada de nuevo - Pues bien, habéis roto no una cláusula, sino los dos contratos. ¿Queréis que considere este asunto arreglado y ambos contratos finalizados? Pagadme sesenta millones de berries. Treinta por cada contrato que habéis incumplido. Haced esto y podréis olvidaros de mí y la Revolución.
- ¿Por dónde empiezo? - tomó un sorbo de su té - No considero que la presencia de la Legión, un ejército conocido por considerar las bajas civiles como "aceptables" si a cambio eliminan un criminal, como una mejora en la seguridad de la población. No voy a deciros lo que hacer con vuestra isla o que expulséis al Gobierno, pero no tengáis la osadía de decirme que la población de Toussaint está más segura con esos asesinos viviendo a cincuenta metros de su ciudad.
A continuación terminó el té y echó mano de dos pergaminos que había junto a él. Los desplegó y los dispuso en la tela, frente a Meneror. Eran los dos contratos que habían firmado, el que firmaron para levantar Toussaint y el de la fábrica de armas.
- Que un trato deje de resultaros necesario y decidáis romperlo unilateralmente es la definición de falta de honor. No estoy cuestionando vuestro honor, Meneror. Vos renunciasteis a él sin mi ayuda - a pesar de que sus palabras eran duras, las pronunció con un tono calmado - Sin acritud ni intención de atacar, es lo que es. Os ruego que no me toméis por tonto intentando pasar un acto deshonroso por un movimiento aceptable y que debo respetar. La verdad es que acudisteis a mi ayuda cuando la necesitasteis y en cuanto dejasteis de necesitarme, dejasteis de pagar - señaló varias cláusulas de los contratos - No he perdido solo las armas. Los revolucionarios ya no tienen libre acceso a Toussaint. La Legión impide que nuestros barcos se acerquen a la isla, y en las primeras semanas tras vuestro trato, dos barcos revolucionarios no informados de vuestro... cambio de lealtades, se aproximaron a Toussaint y fueron hundidos por la flota de la Legión. ¿Podemos acercarnos discretamente, haciéndonos pasar por mercaderes o viajeros? Podemos. Pero cuando lo hacemos, no recibimos el aprovisionamiento gratis que por vuestro contrato nos prometisteis - señaló a Meneror - Cláusula, Meneror, que ofrecisteis vos. Vos la sugeristeis, no yo. Era la moneda de cambio con la que llegasteis al Erebus. Y hela aquí en el contrato. Prometisteis un puerto franco y que nuestras bodegas y polvorines serían repuestos. La realidad es que hace dos años que ni un barco revolucionario recibe aprovisionamiento en Toussaint. Así que no solo hemos perdido las armas. Hemos perdido un puerto franco y un punto de aprovisionamiento.
Suspiró hondo y miró la bandeja tapada en la que estaba el plato principal. No merecía la pena destaparlo y que se enfriase si Meneror no iba a comer. Al diablo, que se fastidiase. Los cocineros habían preparado un excelente plato de pez espada. Lo tomaría con sus subordinados una vez Meneror se hubiese ido. Lo que le dolía era que el vino se echase a perder. Le había costado un ojo de la cara.
- Sobre el Contable... lo planteáis como si su droga no estuviese ya en vuestras calles. Como si la criminalidad no hubiese aumentado, así como el número de adictos. Pero además lo planteáis como si fuese mi problema. Meneror, Toussaint es vuestra isla. El Contable es vuestro enemigo. ¿Queréis mi ayuda? ¿Queréis que mueva gente para descubrir información sobre el Contable? Demostrad que sois mi aliado. Por ahora lo único que habéis hecho ha sido pedirme ayuda y escupirme a la cara en cuanto os habéis sentido fuerte. La labor de la Revolución no es ir persiguiendo capos de la droga. Enfrentarse al Gobierno Mundial es suficiente tarea por sí misma.
Contuvo un nuevo suspiro y se cruzó de hombros, mirando con seriedad a Meneror. En realidad sabía perfectamente quién era el Contable. Llevaban tiempo investigándole. Por mucho que le estuviese diciendo a Meneror que no era su problema y que no iba a ayudarle, la verdad es que llevaba meses buscando la ocasión para hacerle caer, o al menos darle un golpe duro a su negocio de drogas. Aquel hombre estaba causando muchísimo daño.
- Os pedí que me hicieseis una oferta. Por ahora habéis mencionado una etérea e incierta promesa de compensación económica y un puerto al que acudir. La realidad es que no podéis ofrecerme el puerto y que no me habéis dicho cuanto pagaréis... al menos no ahora. Pero sí lo hicisteis en su día - señaló el primer contrato y leyó - "Si cualquiera de las dos partes rompiese alguna cláusula del contrato, deberá pagar a la otra treinta millones de berries en efectivo o en oro" - alzó la mirada de nuevo - Pues bien, habéis roto no una cláusula, sino los dos contratos. ¿Queréis que considere este asunto arreglado y ambos contratos finalizados? Pagadme sesenta millones de berries. Treinta por cada contrato que habéis incumplido. Haced esto y podréis olvidaros de mí y la Revolución.
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Nassor tenía razón en muchos puntos. Creo que el miedo a la Legión era algo que me hacía ver con cierta dificultad las ventajas que suponía ver a la revolución como amiga, y no como una enemiga. Los problemas en Toussaint eran evidentes, teniendo simpatizantes de la revolución dentro de mi propia isla sólo crearía más problemas, si es que se podía tener más. Quizás podía bajar un poco la vara en lo referente a este asunto. Si la Legión era un enemigo temible, imagínate esta panda de desarrapados, y más con el Contable pinchándome día y noche, sin saber todavía quién era. No, no me convenía tener más problemas, pero tampoco era cuestión de dejarme avasallar otra vez.
Suspiré profundamente y miré a Nassor. Necesitaba tenerlo contento, pues como dije, no me convenía tenerlo delante. Era preferible estar a buenas con ellos por todo lo citado antes. Además aunque le pagara, el daño estaba hecho y la revolución no se fiaría de mi más, y nunca se sabe cuando vas a necesitar aliados hasta en el infierno.
-Bien, hagamos una cosa pues, y si os parece correcta formularemos un nuevo trato. En vista de la posición de la Legión en la isla propongo lo siguiente: Se os construirá un puerto secreto, en la zona norte de la isla, junto a los acantilados del bosque donde podréis recibir armas, tal y como habíamos acordado, aprovisionamiento, y libre tránsito ya que desde ese puerto estaréis en la villa en no más de veinte minutos a pie. Se mantendrán las cláusulas del contrato previo, armas, almas y víveres a cambio de cooperación mutua. Sin embargo esto exige una contraparte, pues no quiero ver mi nombre emborronado por acciones de la Revolución, por lo que nada sabéis vos de mi, ni yo de vos, bajo pena de finalizar este trato. Además me gustaría que el envío de armas fuera algo menor, ahora requiero de una producción más amplia para mi. Y que a partir de ahora...haya confianza mutua, pues por mi parte no habrá más altercados. Espero haberme explicado con claridad.
Tras aquellas palabras cambié de tema.
-En cuanto al punto de la droga, me conviene como a vos, por trato y por tranquilidad acabar con ese Contable. Toussaint es mía, y no deseo volver a los tiempos de Markov. Así que ahí tenéis mi propuesta. Si la aceptáis, podremos llamarnos aliados, y tened a bien, que cumpliré mi palabra, tal y como estoy haciéndolo ahora. Desde mi nueva posición, me será más fácil poder cumplir con nuestros acuerdos, pues las cosas, como veis, han cambiado. ¿Que decís Nassor? ¿Trato?
Suspiré profundamente y miré a Nassor. Necesitaba tenerlo contento, pues como dije, no me convenía tenerlo delante. Era preferible estar a buenas con ellos por todo lo citado antes. Además aunque le pagara, el daño estaba hecho y la revolución no se fiaría de mi más, y nunca se sabe cuando vas a necesitar aliados hasta en el infierno.
-Bien, hagamos una cosa pues, y si os parece correcta formularemos un nuevo trato. En vista de la posición de la Legión en la isla propongo lo siguiente: Se os construirá un puerto secreto, en la zona norte de la isla, junto a los acantilados del bosque donde podréis recibir armas, tal y como habíamos acordado, aprovisionamiento, y libre tránsito ya que desde ese puerto estaréis en la villa en no más de veinte minutos a pie. Se mantendrán las cláusulas del contrato previo, armas, almas y víveres a cambio de cooperación mutua. Sin embargo esto exige una contraparte, pues no quiero ver mi nombre emborronado por acciones de la Revolución, por lo que nada sabéis vos de mi, ni yo de vos, bajo pena de finalizar este trato. Además me gustaría que el envío de armas fuera algo menor, ahora requiero de una producción más amplia para mi. Y que a partir de ahora...haya confianza mutua, pues por mi parte no habrá más altercados. Espero haberme explicado con claridad.
Tras aquellas palabras cambié de tema.
-En cuanto al punto de la droga, me conviene como a vos, por trato y por tranquilidad acabar con ese Contable. Toussaint es mía, y no deseo volver a los tiempos de Markov. Así que ahí tenéis mi propuesta. Si la aceptáis, podremos llamarnos aliados, y tened a bien, que cumpliré mi palabra, tal y como estoy haciéndolo ahora. Desde mi nueva posición, me será más fácil poder cumplir con nuestros acuerdos, pues las cosas, como veis, han cambiado. ¿Que decís Nassor? ¿Trato?
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¿Podía fiarse de Meneror? No, no podía hacerlo. Era un superviviente, un hombre ambicioso y sociópata que no dudaría que mentir, apuñalar, asesinar y traicionar si eso le reportaba más beneficios que inconvenientes, o si lo necesitaba para asegurar la pervivencia de su gobierno. Sin embargo podía confiar en que mientras Meneror sintiese que aquel trato le beneficiaba, o que al menos perdía más de lo que ganaba si lo rompía, lo mantendría. En condiciones ideales, simplemente rechazaría el trato, pues había demostrado ser indigno de confianza. Sin embargo, aún recordaba las palabras de Dexter a la Armada. Era preferible perder la causa a su humanidad. Él era el responsable de que Meneror hubiese podido alzar Toussaint. Tenía una responsabilidad y un deber para con las gentes de la isla. No podía abandonarlos ni arrastrarlos a un conflicto sin sentido. Así pues, aunque probablemente el mafioso no lo supiese, estaba obligado a aceptar a disgusto.
- Sea pues - asintió - Cumplid vuestra parte y yo me aseguraré de que nadie vincule esa base con la Revolución. Hay maneras de hacerlo posible. Con respecto al envío de armas... dependerá de cuánto sea ese descenso. Podrá negociar las cantidades exactas con el futuro intendente de la base.
El Contable... ese era el tema más espinoso. No quería envolverse en la lucha entre un Shichibukai y un Señor del Bajo Mundo, pero seguía atado por su deber. Si no hacía nada, el Contable acabaría enfrentándose a Meneror y los ciudadanos de Toussaint pagarían las consecuencias. Podría llegar incluso a asesinar a Meneror, y la Legión no tardaría ni una hora en movilizar a las tropas de la base hasta el edificio del Parlamento de Toussaint y reclamar la isla como un protectorado del Gobierno Mundial. Peor, el Contable podría seguir vendiendo drogas a placer sin ninguna clase de control, pues mientras no afectase a sus intereses, el Gobierno no intervendría.
-De acuerdo. Seremos aliados, pero con una condición. Este... hombre, si es que lo es, es probablemente uno de los enemigos más arteros que podamos encontrar. Antes decíais que la gente de vuestra profesión no suele llegar a vieja. Pues el Contable lo ha hecho. ¿Queréis saber quién es? Se trata del antiguo contable de Ivan Markov. Es la persona que hizo posible, junto a Gustavo di Fiore, que el imperio de la droga de Markov prosperase y siguiese creciendo mientras su amo se embarcaba en empresas en el Nuevo Mundo. Esta persona lleva trabajando para Markov desde poco después de la Guerra de los Soles de hace cincuenta años. Asumiendo que en ese entonces tuviese veinticinco años, ahora mismo sería casi de mi edad. Hablamos de alguien que logró asumir el control de la organización criminal de Markov a su muerte, doblegó a todos los capos locales y siguió rigiéndola con puño de hierro durante diecinueve años. No sabemos mucho del Contable, salvo que siempre evita presentarse en persona o mostrar su rostro. Actúa mediante intermediarios - Nassor se cruzó de brazos - Mi condición es que seamos inteligentes. En una guerra abierta contra un enemigo sin rostro llevamos las de perder. Lo que debemos hacer es diseñar una estrategia que nos permita forzarle a pactar una tregua y a olvidar sus ambiciones en Toussaint. Si estás de acuerdo, tenemos un trato.
Extendió la mano para estrechar la de Meneror. Si él aceptaba, esa tensa reunión al fin habría llegado a un fructífero final.
- Sea pues - asintió - Cumplid vuestra parte y yo me aseguraré de que nadie vincule esa base con la Revolución. Hay maneras de hacerlo posible. Con respecto al envío de armas... dependerá de cuánto sea ese descenso. Podrá negociar las cantidades exactas con el futuro intendente de la base.
El Contable... ese era el tema más espinoso. No quería envolverse en la lucha entre un Shichibukai y un Señor del Bajo Mundo, pero seguía atado por su deber. Si no hacía nada, el Contable acabaría enfrentándose a Meneror y los ciudadanos de Toussaint pagarían las consecuencias. Podría llegar incluso a asesinar a Meneror, y la Legión no tardaría ni una hora en movilizar a las tropas de la base hasta el edificio del Parlamento de Toussaint y reclamar la isla como un protectorado del Gobierno Mundial. Peor, el Contable podría seguir vendiendo drogas a placer sin ninguna clase de control, pues mientras no afectase a sus intereses, el Gobierno no intervendría.
-De acuerdo. Seremos aliados, pero con una condición. Este... hombre, si es que lo es, es probablemente uno de los enemigos más arteros que podamos encontrar. Antes decíais que la gente de vuestra profesión no suele llegar a vieja. Pues el Contable lo ha hecho. ¿Queréis saber quién es? Se trata del antiguo contable de Ivan Markov. Es la persona que hizo posible, junto a Gustavo di Fiore, que el imperio de la droga de Markov prosperase y siguiese creciendo mientras su amo se embarcaba en empresas en el Nuevo Mundo. Esta persona lleva trabajando para Markov desde poco después de la Guerra de los Soles de hace cincuenta años. Asumiendo que en ese entonces tuviese veinticinco años, ahora mismo sería casi de mi edad. Hablamos de alguien que logró asumir el control de la organización criminal de Markov a su muerte, doblegó a todos los capos locales y siguió rigiéndola con puño de hierro durante diecinueve años. No sabemos mucho del Contable, salvo que siempre evita presentarse en persona o mostrar su rostro. Actúa mediante intermediarios - Nassor se cruzó de brazos - Mi condición es que seamos inteligentes. En una guerra abierta contra un enemigo sin rostro llevamos las de perder. Lo que debemos hacer es diseñar una estrategia que nos permita forzarle a pactar una tregua y a olvidar sus ambiciones en Toussaint. Si estás de acuerdo, tenemos un trato.
Extendió la mano para estrechar la de Meneror. Si él aceptaba, esa tensa reunión al fin habría llegado a un fructífero final.
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Parecía que al final teníamos un acuerdo, a pesar de que las condiciones eran las mismas, al menos tendría más armas para mi y a la Revolución tranquilita. Estaba ya bastante hastiado de tanto enfrentamiento, y no me convenía tener a otro enemigo más a mi lista. Con lo fácil que sería ir acabando con cada uno por separado, pero no es la mejor estrategia a seguir. Por lo menos Nassor parecía complacido, yo también lo estaba y no lo iba a negar. A pesar de el trato en sí, mi nombre no estaría ligado al de la Revolución, y eso me calmaba, aunque como era obvio no me fiaba de estos hippies. Así que me llevé el puro a la boca nuevamente y le respondí.
-No dudéis de que lo haré- dije en referencia a lo de las armas y el intendente. No tenía pensado que la producción de mi propia fábrica acabara en "exceso" en manos de ellos. - Así que podemos decir que ,si, hay trato.
Dicho esto volvimos al tema del Contable, un auténtico dolor de muelas y eso que ni siquiera sabía quién era, todavía. Pero Nassor estaba bastante dispuesto a ayudarme, bien por la nueva alianza o porque como él bien dio a entender, le convenía. Claramente sería hipócrita llamarlo hipócrita, ya que yo mismo estaba en el ajo de esta misma cuestión por la misma razón.
-Parece ser que este hombre sabe como moverse y como ocultar sus huellas, si alguna deja - suspiré mientras exhalaba humo por la boca, a veces pienso que debería ser el usuario de la Moku Moku no mi, en vez de la Suna Suna no mi.- Estoy de acuerdo con lo que decís y cuanto antes os pongáis en marcha con vuestras pesquisas, mejor preparados estaremos para dar el golpe. Pero por el moment ahroa mismo, la prudencia es Dios. Así que procuraré tener un perfil bajo en mis propios movimientos. Si actuamos bien, el Contable no será más...que una anécdota.
Dicho esto me levanté, me sacudí el traje y me volví a dirigir a Nassor.
-Un convite de lo más especial Nassor, le felicito- Realmente era una mentira como una catedral, ya que había dejado un vino en Toussaint mil veces mejor que este en mi mueble bar- Espero que sigamos en contacto, como es lógico.
Por mi parte todo estaba dicho, y si Nassor no me iba a decir nada, volvería por donde había venido. Había mucho que hacer y poco tiempo para llevarlo a acabo.
-No dudéis de que lo haré- dije en referencia a lo de las armas y el intendente. No tenía pensado que la producción de mi propia fábrica acabara en "exceso" en manos de ellos. - Así que podemos decir que ,si, hay trato.
Dicho esto volvimos al tema del Contable, un auténtico dolor de muelas y eso que ni siquiera sabía quién era, todavía. Pero Nassor estaba bastante dispuesto a ayudarme, bien por la nueva alianza o porque como él bien dio a entender, le convenía. Claramente sería hipócrita llamarlo hipócrita, ya que yo mismo estaba en el ajo de esta misma cuestión por la misma razón.
-Parece ser que este hombre sabe como moverse y como ocultar sus huellas, si alguna deja - suspiré mientras exhalaba humo por la boca, a veces pienso que debería ser el usuario de la Moku Moku no mi, en vez de la Suna Suna no mi.- Estoy de acuerdo con lo que decís y cuanto antes os pongáis en marcha con vuestras pesquisas, mejor preparados estaremos para dar el golpe. Pero por el moment ahroa mismo, la prudencia es Dios. Así que procuraré tener un perfil bajo en mis propios movimientos. Si actuamos bien, el Contable no será más...que una anécdota.
Dicho esto me levanté, me sacudí el traje y me volví a dirigir a Nassor.
-Un convite de lo más especial Nassor, le felicito- Realmente era una mentira como una catedral, ya que había dejado un vino en Toussaint mil veces mejor que este en mi mueble bar- Espero que sigamos en contacto, como es lógico.
Por mi parte todo estaba dicho, y si Nassor no me iba a decir nada, volvería por donde había venido. Había mucho que hacer y poco tiempo para llevarlo a acabo.
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"Mentiroso. Ni siquiera has tocado los canapés ni el vino." Se alegraba de que la reunión hubiese llegado a su fin. Empezaba a estar cansado de las mentiras y la hipocresía. Había un límite de cuánto podía aguantar sin estallar, y Meneror le había puesto a prueba seriamente. Aunque se había mantenido dentro de los límites de lo que él consideraba ser diplomático, era momento de dar una única advertencia. El trato ya estaba hecho y esperaba que Meneror no fuese a ser tan infantil como para echarse a atrás porque se enfadase.
- Antes de que te vayas, Meneror. Voy a decir esto una única vez: no vuelvas a jugárnosla. La próxima vez que rompas un trato, no habrá parlamento. Habrá consecuencias.
Lo observó marcharse y esperó a dejar de notar su presencia, comprobando con el haki de observación que se había ido definitivamente. Una vez estuvo seguro de que estaban solos, hizo un gesto a sus acompañantes. Estos se sentaron junto a él y entre los tres empezaron a comer los aperitivos y tomar el vino.
- Necesitamos contratar contrabandistas - dijo Nassor, pensativo.
- ¿Tienes algo en mente con respecto a la base? - adivinó Joel, el mayor de sus dos subordinados.
- Sí. Si queremos mantener el trato con Meneror, hay que ser discretos. Nunca llevaremos nuestros propios barcos salvo caso de necesidad extrema. Contrataremos contrabandistas que nos metan y saquen del interior a cambio de poder recalar ahí. También transportarán las armas hasta nosotros. Haremos lo posible para que, en caso de que la base secreta sea descubierta y vigilada por la Legión, parezca simplemente un sitio de contrabandistas. Dado que no tienen autoridad en la isla y que no les influye que haya contrabandistas, no creo que se metan. Es más, saben que Meneror tiene negocios turbios y pueden creer que es un negocio suyo. Sin embargo, si Meneror esconde bien la base tal vez no la encuentren pronto.
- ¿Asumes que la encontrarán - preguntó Tom.
- Prefiero ponerme en el peor caso. Prepárate para lo peor y tus enemigos no te atraparán con la guardia baja.
- Entonces, ¿no creías que Meneror te traicionaría?
- Oh, era totalmente consciente de que acabaría haciéndolo. Valoré los riesgos y tomé precauciones. De momento aún merece la pena tenerlo de nuestro lado, pero el día que vuelva a traicionarnos, que lo hará, sufrirá las consecuencias. Tengo un plan de contingencia. De hecho, lo hubiese puesto en marcha desde ya si Meneror no hubiese pactado el trato con nosotros - Nassor se sirvió una copa de vino - En realidad tenía dos planes de contingencia, aunque uno no iba a ser posible ponerlo en práctica.
Por hoy, Meneror había evitado la ira de la Revolución. Estaba por ver cuánto más tiempo eso permanecería así.
- Antes de que te vayas, Meneror. Voy a decir esto una única vez: no vuelvas a jugárnosla. La próxima vez que rompas un trato, no habrá parlamento. Habrá consecuencias.
Lo observó marcharse y esperó a dejar de notar su presencia, comprobando con el haki de observación que se había ido definitivamente. Una vez estuvo seguro de que estaban solos, hizo un gesto a sus acompañantes. Estos se sentaron junto a él y entre los tres empezaron a comer los aperitivos y tomar el vino.
- Necesitamos contratar contrabandistas - dijo Nassor, pensativo.
- ¿Tienes algo en mente con respecto a la base? - adivinó Joel, el mayor de sus dos subordinados.
- Sí. Si queremos mantener el trato con Meneror, hay que ser discretos. Nunca llevaremos nuestros propios barcos salvo caso de necesidad extrema. Contrataremos contrabandistas que nos metan y saquen del interior a cambio de poder recalar ahí. También transportarán las armas hasta nosotros. Haremos lo posible para que, en caso de que la base secreta sea descubierta y vigilada por la Legión, parezca simplemente un sitio de contrabandistas. Dado que no tienen autoridad en la isla y que no les influye que haya contrabandistas, no creo que se metan. Es más, saben que Meneror tiene negocios turbios y pueden creer que es un negocio suyo. Sin embargo, si Meneror esconde bien la base tal vez no la encuentren pronto.
- ¿Asumes que la encontrarán - preguntó Tom.
- Prefiero ponerme en el peor caso. Prepárate para lo peor y tus enemigos no te atraparán con la guardia baja.
- Entonces, ¿no creías que Meneror te traicionaría?
- Oh, era totalmente consciente de que acabaría haciéndolo. Valoré los riesgos y tomé precauciones. De momento aún merece la pena tenerlo de nuestro lado, pero el día que vuelva a traicionarnos, que lo hará, sufrirá las consecuencias. Tengo un plan de contingencia. De hecho, lo hubiese puesto en marcha desde ya si Meneror no hubiese pactado el trato con nosotros - Nassor se sirvió una copa de vino - En realidad tenía dos planes de contingencia, aunque uno no iba a ser posible ponerlo en práctica.
Por hoy, Meneror había evitado la ira de la Revolución. Estaba por ver cuánto más tiempo eso permanecería así.
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