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El agente leyó el informe con interés. Parar variar, le había asignado una tarea curiosa. Normalmente se daba esa clase de asignaciones a los agentes más veteranos, pero habían decidido dársela a él con motivo de la formación de su nuevo escuadrón. Su tarea era poner a prueba las capacidades de una nueva aspirante a la agencia. Había completado ya su instrucción y todas las pruebas previas. Por lo que decían sus anteriores examinadores, destacaba en las tareas de inteligencia y tenía un alto grado de conocimiento de medicina y ciencia. Tampoco eran despreciables sus habilidades de combate, donde destacaba en el uso de armas de filo.
- Jefe, ha llegado - dijo Ray, entrando en la estancia.
- Que pase.
Ray era un chico joven y corpulento, de aspecto nervioso y pelo negro y tieso. Era uno de sus subordinados. Estaban en la nueva base que el Gobierno les había asignado, un edificio en la plataforma petrolífera de Big P. La base tenía dos plantas y sótano, con suficientes habitaciones para tener a un grupo nutrido de gente viviendo permanentemente allí, gimnasio, sala de estar y sala de juntas, entre otras cosas. Lo más interesante, sin embargo, era el sótano, donde tenían unos calabozos y una sala de interrogatorios. Estaba bastante contento, era un lugar bastante cómodo. Podría ser más espacioso, pero se apañarían bien.
- Bienvenida - diría una vez hubiese entrado - Puedes llamarme agente Omega. Seré tu supervisor en esta última tarea.
Si la chica superaba la prueba, tenía permiso para ofrecerle un puesto en su división. Le vendría bien dado que de momento solo estaban RAL, Therese y Ray. Una persona más implicaría más gente para las operaciones, lo que las haría considerablemente más fáciles. "También será más cómodo a la hora de tomar prisioneros" dijo la voz pragmática, con lo que Atsu estaba de acuerdo. En algunas misiones se había encontrado con que no eran suficientes como para completar todas las tareas y vigilar a un prisionero a la vez, entre otras dificultades. Curiosamente, la tarea que iba a asignarle tenía que ver con prisioneros. Iba a poner a prueba su capacidad como interrogadora. En la última operación había capturado a un contrabandista ligado a la Revolución. Tenía pendiente sacarle todo lo que supiera antes de disponer de él. Dejar que se encargase la nueva era una buena manera de comprobar sus habilidades, pues por ahora el prisionero se había mostrado reticente a hablar. Aún no había sacado la artillería pesada, claro, pero por ahora ya auguraba ser un hueso duro de roer.
- Jefe, ha llegado - dijo Ray, entrando en la estancia.
- Que pase.
Ray era un chico joven y corpulento, de aspecto nervioso y pelo negro y tieso. Era uno de sus subordinados. Estaban en la nueva base que el Gobierno les había asignado, un edificio en la plataforma petrolífera de Big P. La base tenía dos plantas y sótano, con suficientes habitaciones para tener a un grupo nutrido de gente viviendo permanentemente allí, gimnasio, sala de estar y sala de juntas, entre otras cosas. Lo más interesante, sin embargo, era el sótano, donde tenían unos calabozos y una sala de interrogatorios. Estaba bastante contento, era un lugar bastante cómodo. Podría ser más espacioso, pero se apañarían bien.
- Bienvenida - diría una vez hubiese entrado - Puedes llamarme agente Omega. Seré tu supervisor en esta última tarea.
Si la chica superaba la prueba, tenía permiso para ofrecerle un puesto en su división. Le vendría bien dado que de momento solo estaban RAL, Therese y Ray. Una persona más implicaría más gente para las operaciones, lo que las haría considerablemente más fáciles. "También será más cómodo a la hora de tomar prisioneros" dijo la voz pragmática, con lo que Atsu estaba de acuerdo. En algunas misiones se había encontrado con que no eran suficientes como para completar todas las tareas y vigilar a un prisionero a la vez, entre otras dificultades. Curiosamente, la tarea que iba a asignarle tenía que ver con prisioneros. Iba a poner a prueba su capacidad como interrogadora. En la última operación había capturado a un contrabandista ligado a la Revolución. Tenía pendiente sacarle todo lo que supiera antes de disponer de él. Dejar que se encargase la nueva era una buena manera de comprobar sus habilidades, pues por ahora el prisionero se había mostrado reticente a hablar. Aún no había sacado la artillería pesada, claro, pero por ahora ya auguraba ser un hueso duro de roer.
Julianna M. Shelley
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Ese día, Julianna se levantó pronto. Puso la alarma bastante antes de lo necesario y salió para poder ir al gimnasio antes de que llegara nadie. Hizo su rutina en relativo silencio y volvió a su habitación mientras la base despertaba a su alrededor.
Llevaba un par de semanas en Big P, una enorme plataforma petrolífera a cargo del Gobierno. No le gustaba particularmente. El olor a chapapote la desagradaba y lo diminuto de su habitación le hacía sentirse algo encerrada. Muchas veces Jack había terminado por compartir cama con ella; no le gustaba rozarle por accidente.
Había pasado ahí la última fase de su formación como Agente y por lo que le habían dicho, solo le quedaba una prueba antes de ser considerada una miembro de pleno derecho en lugar de una mera aprendiza. Estaría a cargo de un superior y, esencialmente, tendría que seguir sus órdenes. La mantuvieron en vilo durante un par de días… hasta la noche anterior. Cuando le explicaron la naturaleza de la tarea Julianna simplemente asintió. Tenía sentido; se había preocupado de explicarle al hombre que la había captado para la Agencia hasta dónde llegaban sus conocimientos y las prácticas que había realizado en el pasado. Pensar que no había influido en su contratación sería inocente y un poco estúpido.
Regresó a su cuarto tras darse una ducha y, con cuidado, extendió sus instrumentos en la cama. La funda recordaba a la de los cuchillos de cocinero y en realidad, el formato era bastante parecido. En lugar de cuchillos, sin embargo, había colocados varios escalpelos, tenazas, un pequeño martillo y otros instrumentos que llevaban con ella no pocos años. Los limpió a conciencia y afiló aquellos que lo necesitaban. A su lado, Jack la miraba un tanto sombrío. Había tomado la última pastilla dos horas atrás, al despertar, y no pretendía tomar otra hasta terminar la tarea. No le gustaba que Jack le mirase trabajar; no aprobaba del todo lo que estaba haciendo. Sabía que quería protegerla, pero precisamente por eso podía ahorrarle el espectáculo. Se iría desvaneciendo poco a poco y si había controlado bien el tiempo, se habría ido para cuando tuviera que empezar.
-Aunque me eches, voy a seguir aquí.
Julianna sonrió, pero no le respondió. Tenía razón, claro. Siempre la tenía.
Se presentó con sus herramientas bien guardadas y el uniforme negro pulcramente colocado en la sala que le habían indicado. Le dio su nombre al agente Ray y aguardó a que le dejaran pasar. Se encontraban en un pequeño despacho, no muy lejos de las salas de interrogatorios en donde desempeñarían su labor. Sus ojos se agrandaron un poco al ver a su superior; lo reconocía, claro. Era muy conocido dentro de la agencia. No tenía duda de que aprendería mucho bajo su mando. Oyó a Jack bufar a su lado mientras lo pensaba, pero no le prestó atención. En su lugar, esbozó una sonrisa cortés y le tendió la mano al Agente Omega.
-Es un placer, señor. Julianna Shelley, a su servicio.
Miró de reojo a Jack, que seguía de brazos cruzados, apenas un segundo antes de devolver la mirada a su superior.
-Me han informado del cometido que tenemos por delante. Estoy lista para empezar cuando lo requiera.
Llevaba un par de semanas en Big P, una enorme plataforma petrolífera a cargo del Gobierno. No le gustaba particularmente. El olor a chapapote la desagradaba y lo diminuto de su habitación le hacía sentirse algo encerrada. Muchas veces Jack había terminado por compartir cama con ella; no le gustaba rozarle por accidente.
Había pasado ahí la última fase de su formación como Agente y por lo que le habían dicho, solo le quedaba una prueba antes de ser considerada una miembro de pleno derecho en lugar de una mera aprendiza. Estaría a cargo de un superior y, esencialmente, tendría que seguir sus órdenes. La mantuvieron en vilo durante un par de días… hasta la noche anterior. Cuando le explicaron la naturaleza de la tarea Julianna simplemente asintió. Tenía sentido; se había preocupado de explicarle al hombre que la había captado para la Agencia hasta dónde llegaban sus conocimientos y las prácticas que había realizado en el pasado. Pensar que no había influido en su contratación sería inocente y un poco estúpido.
Regresó a su cuarto tras darse una ducha y, con cuidado, extendió sus instrumentos en la cama. La funda recordaba a la de los cuchillos de cocinero y en realidad, el formato era bastante parecido. En lugar de cuchillos, sin embargo, había colocados varios escalpelos, tenazas, un pequeño martillo y otros instrumentos que llevaban con ella no pocos años. Los limpió a conciencia y afiló aquellos que lo necesitaban. A su lado, Jack la miraba un tanto sombrío. Había tomado la última pastilla dos horas atrás, al despertar, y no pretendía tomar otra hasta terminar la tarea. No le gustaba que Jack le mirase trabajar; no aprobaba del todo lo que estaba haciendo. Sabía que quería protegerla, pero precisamente por eso podía ahorrarle el espectáculo. Se iría desvaneciendo poco a poco y si había controlado bien el tiempo, se habría ido para cuando tuviera que empezar.
-Aunque me eches, voy a seguir aquí.
Julianna sonrió, pero no le respondió. Tenía razón, claro. Siempre la tenía.
Se presentó con sus herramientas bien guardadas y el uniforme negro pulcramente colocado en la sala que le habían indicado. Le dio su nombre al agente Ray y aguardó a que le dejaran pasar. Se encontraban en un pequeño despacho, no muy lejos de las salas de interrogatorios en donde desempeñarían su labor. Sus ojos se agrandaron un poco al ver a su superior; lo reconocía, claro. Era muy conocido dentro de la agencia. No tenía duda de que aprendería mucho bajo su mando. Oyó a Jack bufar a su lado mientras lo pensaba, pero no le prestó atención. En su lugar, esbozó una sonrisa cortés y le tendió la mano al Agente Omega.
-Es un placer, señor. Julianna Shelley, a su servicio.
Miró de reojo a Jack, que seguía de brazos cruzados, apenas un segundo antes de devolver la mirada a su superior.
-Me han informado del cometido que tenemos por delante. Estoy lista para empezar cuando lo requiera.
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Omega le devolvió el saludo con un apretón de manos, evaluándola. Era evidente por el tacto de su mano que era una persona experimentada. No tenía las manos suaves de una persona que hubiese llevado un cómodo trabajo de oficina, y eran menos rugosas que las de un artesano. Era fuerte además. Estaba seguro de que Julianna ya había visto su dosis de acción, o que como mínimo, había tenido un entrenamiento muy riguroso. Ambas cosas encajaban con el hecho de que hubiese sido captada por la agencia. Tras soltarle la mano, se encogió de hombros y dijo:
- No hace falta que me llames señor ni que me trates de usted. Vas a hacerme sentir viejo - añadió una suave risa para quitar peso a la situación - No debo ser mucho mayor que tú, y las formalidades innecesarias no van conmigo. Eso no es la Legión. Mientras me trates con respeto, me llega.
Era cierto que no era una persona que considerase necesario actuar todo el rato de una manera estrictamente formal. De hecho animaba a sus subordinados a hablarle de igual a igual y expresar su opinión, e incluso cuestionar sus planes cuando consideraban que realmente eran errados. Estaba dispuesto a discutirlos y explicarles por qué eran el mejor curso de acción. Sin embargo, en ese momento estaba exagerando esa faceta suya únicamente como parte de la prueba. Quería ver cómo reaccionaba Julianna a aquello. Evidentemente reflejaría su respuesta en la evaluación psicológica de la prueba. Además de eso, siendo amistoso cabía la posibilidad de que bajase la guardia y se confiase. Eso también era parte de la prueba, por supuesto.
- Sígueme, por favor.
Salió de la habitación y la guio por los pasillos de la instalación en dirección al ascensor al sótano. Toda la base disponía de energía eléctrica alimentada por el generador de la plataforma, y poseían un generador de emergencia propio. Entre otras comodidades tenían agua corriente, calentador eléctrico y calefacción. En el momento en que entraron al ascenso, Omega pulsó el botón del -1 y puso su dedo en el lector de huellas. En la pantalla salió una confirmación y el ascensor comenzó a bajar.
- Tu objetivo se llama Odion. Es el líder de un grupo criminal asentado en Arabasta. Llevan tres años en activo, traficando con armas. Principalmente armas de fuego y explosivos caseros. De momento se ha mostrado reticente a hablar; eres libre de usar los métodos que consideres convenientes siempre y cuando obtengas la información. Contactos, clientes, proveedores, posibles jefes, almacenes, escondites, puntos de entrega. El pack habitual.
Evitó mencionar que sabían que estaba vinculado a la Revolución. Si se lo pusiese solo en bandeja, estaría evaluando únicamente si era una buena interrogadora. Para tener madera de agente hacía falta un poco más que eso. Ahora verían cómo de astuta era. Salieron del ascensor y se dirigieron a una puerta donde ponía "sala de interrogatorios." La sala era grande, espaciosa y estaba bien equipada. En el suelo había un sumidero para limpiarla más cómodamente tras usarla. Atado a una silla metálica les esperaba Odion. Era un hombre moreno y calvo. En otro momento había sido muy apuesto, pero su piel estaba deformada por las heridas recientes y manchada de sangre seca.
- Todo tuyo.
- No hace falta que me llames señor ni que me trates de usted. Vas a hacerme sentir viejo - añadió una suave risa para quitar peso a la situación - No debo ser mucho mayor que tú, y las formalidades innecesarias no van conmigo. Eso no es la Legión. Mientras me trates con respeto, me llega.
Era cierto que no era una persona que considerase necesario actuar todo el rato de una manera estrictamente formal. De hecho animaba a sus subordinados a hablarle de igual a igual y expresar su opinión, e incluso cuestionar sus planes cuando consideraban que realmente eran errados. Estaba dispuesto a discutirlos y explicarles por qué eran el mejor curso de acción. Sin embargo, en ese momento estaba exagerando esa faceta suya únicamente como parte de la prueba. Quería ver cómo reaccionaba Julianna a aquello. Evidentemente reflejaría su respuesta en la evaluación psicológica de la prueba. Además de eso, siendo amistoso cabía la posibilidad de que bajase la guardia y se confiase. Eso también era parte de la prueba, por supuesto.
- Sígueme, por favor.
Salió de la habitación y la guio por los pasillos de la instalación en dirección al ascensor al sótano. Toda la base disponía de energía eléctrica alimentada por el generador de la plataforma, y poseían un generador de emergencia propio. Entre otras comodidades tenían agua corriente, calentador eléctrico y calefacción. En el momento en que entraron al ascenso, Omega pulsó el botón del -1 y puso su dedo en el lector de huellas. En la pantalla salió una confirmación y el ascensor comenzó a bajar.
- Tu objetivo se llama Odion. Es el líder de un grupo criminal asentado en Arabasta. Llevan tres años en activo, traficando con armas. Principalmente armas de fuego y explosivos caseros. De momento se ha mostrado reticente a hablar; eres libre de usar los métodos que consideres convenientes siempre y cuando obtengas la información. Contactos, clientes, proveedores, posibles jefes, almacenes, escondites, puntos de entrega. El pack habitual.
Evitó mencionar que sabían que estaba vinculado a la Revolución. Si se lo pusiese solo en bandeja, estaría evaluando únicamente si era una buena interrogadora. Para tener madera de agente hacía falta un poco más que eso. Ahora verían cómo de astuta era. Salieron del ascensor y se dirigieron a una puerta donde ponía "sala de interrogatorios." La sala era grande, espaciosa y estaba bien equipada. En el suelo había un sumidero para limpiarla más cómodamente tras usarla. Atado a una silla metálica les esperaba Odion. Era un hombre moreno y calvo. En otro momento había sido muy apuesto, pero su piel estaba deformada por las heridas recientes y manchada de sangre seca.
- Todo tuyo.
Julianna M. Shelley
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El apretón de manos fue firme y mecánico; lo había hecho muchas veces antes. Ante sus palabras, Julianna esbozó una pequeña sonrisa. En la esquina Jack la replicó, observándolo todo cruzado de brazos.- Si ese tipo supiera. –Le oyó decir. Ignorándolo, respondió al Agente.
-Es una vieja costumbre, todavía estoy trabajando en ello.- Su sonrisa se ensanchó un poco. Era simpático, pero seguía siendo su jefe. No creía que pudiera evitarlo.- No parece mayor, y no creo que lo sea. Quédese con que es mi manera de mostrarle respeto, Agente.
Le siguió y durante un rato, caminaron en silencio por los pasillos del lugar. Cuanto más se adentraban, más disminuía el olor a petróleo. Jack, a su lado, se iba volviendo más y más taciturno. Sabía que dentro de poco deberían despedirse. Aprovechando que iba detrás de Omega, Julianna le dio una pequeña sonrisa de aliento. Solo sería un rato.
Llegaron al ascensor, dirección el sótano 1. Julianna nunca había estado ahí; no tenía acceso ni nada que hacer, hasta ahora. Sabía que era donde se guardaba a los prisioneros y se llevaban a cabo los interrogatorios. De alguna manera, cuanto más se acercaban, más tranquila se encontraba. Todo el proceso era… familiar.
Prestó especial atención a la información. Sacando una pequeña libreta del bolsillo, anotó con pulcra letra lo que se le había pedido, palabra por palabra: contactos, clientes, proveedores, posibles jefes, almacenes, escondites y puntos de entrega. Bien. Lo tenía todo.
No tardaron mucho en llegar a la sala de interrogatorios. La puerta tenía un pequeño cristal desde el que se veía el interior, suponía que podría cerrarse desde dentro. Ella aprovechó para examinar la sala desde fuera. Era limpia y estaba mejor iluminada que la última vez que había hecho eso, pero curiosamente la estructura era la misma. Tenía una silla para ella, un soporte metálico donde podría dejar sus herramientas, un grifo y máquinas que sabía que no iba a utilizar. En el suelo había una rejilla que ayudaría con la limpieza. La única diferencia era que en lugar de una camilla, el prisionero se encontraba en una silla metálica. Arrugó la nariz por un instante, antes de apartar la vista del lugar. Encontró a Jack en una esquina. Apenas se le veía ya. Le dijo adiós mentalmente y empezó el ritual que le habían enseñado muchos años atrás.
Se ató el pelo en una coleta, apartándolo de su cara. Se colocó guantes en las manos y comprobó que la funda de sus herramientas estaba bien cerrada; nada se había movido por el camino. Antes de entrar al lugar, se giró hacia su superior y le miró a los ojos.
-Quiero avisarle de algo ahora, para que no piense que lo digo al finalizar como una excusa; este hombre no va a hablar hoy, o al menos no va a decir todo lo que tiene que decir. Puede que lo diga mañana, puede que lo haga pasado. Antes de una semana, tendrá todo lo que quiere saber en un informe convenientemente redactado en su mesa. – Hizo una pequeña pausa, antes de decidirse.- Por otro lado, si fuera posible, me gustaría traer una camilla para el prisionero, en lugar de una silla metálica. Ayuda en el proceso.
Una vez todo estuvo listo, entró en el lugar. Inmediatamente, sus hombros se relajaron. Jack ya no estaba, pero no importaba. Recordaba las palabras del Doctor, acompañándole en cada paso. Dejó sus herramientas en el soporte metálico y empezó a examinar al que ahora era su paciente con milimétrico cuidado. Tenía varias heridas, laceraciones en varios estados de curación o infección, sangre seca y no pocos moratones. O ella no era la primera a la que llamaban o había peleado hasta el final. Agarró un trapo limpio y llenó una jofaina de agua. Lo mojó y poco a poco, empezó a lavarle la cara.
-Buenos días. Odión, soy la agente Shelley. A partir de hoy, voy a estar acompañándote todos los días. Imagino que sabes por qué estoy aquí.
Le costó un poco reaccionar, pero vio que sus ojos le seguían por la sala. No dijo nada, pero cuando limpió el trapo y volvió a la carga, intentó escupirle a la cara. Julianna lo esquivó con gracilidad y continuó haciendo su trabajo, sin decir nada. Le limpió y cosió una a una todas las heridas. Le lavó el cuerpo y se aseguró de que no tuviera infección, pústulas, arañazos u otras cosas que no hubiera notado antes. Siempre que fuera posible, había que empezar con un lienzo limpio. Por último, sacó sus herramientas. Abrió la funda y las repasó una vez más, una a una. No había prisa. Odión estaba mirando. Al final, agarró su escalpelo favorito y, antes de empezar, miró a Omega buscando confirmación.
No era su Doctor, pero algunas costumbres eran difíciles de erradicar.
-Es una vieja costumbre, todavía estoy trabajando en ello.- Su sonrisa se ensanchó un poco. Era simpático, pero seguía siendo su jefe. No creía que pudiera evitarlo.- No parece mayor, y no creo que lo sea. Quédese con que es mi manera de mostrarle respeto, Agente.
Le siguió y durante un rato, caminaron en silencio por los pasillos del lugar. Cuanto más se adentraban, más disminuía el olor a petróleo. Jack, a su lado, se iba volviendo más y más taciturno. Sabía que dentro de poco deberían despedirse. Aprovechando que iba detrás de Omega, Julianna le dio una pequeña sonrisa de aliento. Solo sería un rato.
Llegaron al ascensor, dirección el sótano 1. Julianna nunca había estado ahí; no tenía acceso ni nada que hacer, hasta ahora. Sabía que era donde se guardaba a los prisioneros y se llevaban a cabo los interrogatorios. De alguna manera, cuanto más se acercaban, más tranquila se encontraba. Todo el proceso era… familiar.
Prestó especial atención a la información. Sacando una pequeña libreta del bolsillo, anotó con pulcra letra lo que se le había pedido, palabra por palabra: contactos, clientes, proveedores, posibles jefes, almacenes, escondites y puntos de entrega. Bien. Lo tenía todo.
No tardaron mucho en llegar a la sala de interrogatorios. La puerta tenía un pequeño cristal desde el que se veía el interior, suponía que podría cerrarse desde dentro. Ella aprovechó para examinar la sala desde fuera. Era limpia y estaba mejor iluminada que la última vez que había hecho eso, pero curiosamente la estructura era la misma. Tenía una silla para ella, un soporte metálico donde podría dejar sus herramientas, un grifo y máquinas que sabía que no iba a utilizar. En el suelo había una rejilla que ayudaría con la limpieza. La única diferencia era que en lugar de una camilla, el prisionero se encontraba en una silla metálica. Arrugó la nariz por un instante, antes de apartar la vista del lugar. Encontró a Jack en una esquina. Apenas se le veía ya. Le dijo adiós mentalmente y empezó el ritual que le habían enseñado muchos años atrás.
Se ató el pelo en una coleta, apartándolo de su cara. Se colocó guantes en las manos y comprobó que la funda de sus herramientas estaba bien cerrada; nada se había movido por el camino. Antes de entrar al lugar, se giró hacia su superior y le miró a los ojos.
-Quiero avisarle de algo ahora, para que no piense que lo digo al finalizar como una excusa; este hombre no va a hablar hoy, o al menos no va a decir todo lo que tiene que decir. Puede que lo diga mañana, puede que lo haga pasado. Antes de una semana, tendrá todo lo que quiere saber en un informe convenientemente redactado en su mesa. – Hizo una pequeña pausa, antes de decidirse.- Por otro lado, si fuera posible, me gustaría traer una camilla para el prisionero, en lugar de una silla metálica. Ayuda en el proceso.
Una vez todo estuvo listo, entró en el lugar. Inmediatamente, sus hombros se relajaron. Jack ya no estaba, pero no importaba. Recordaba las palabras del Doctor, acompañándole en cada paso. Dejó sus herramientas en el soporte metálico y empezó a examinar al que ahora era su paciente con milimétrico cuidado. Tenía varias heridas, laceraciones en varios estados de curación o infección, sangre seca y no pocos moratones. O ella no era la primera a la que llamaban o había peleado hasta el final. Agarró un trapo limpio y llenó una jofaina de agua. Lo mojó y poco a poco, empezó a lavarle la cara.
-Buenos días. Odión, soy la agente Shelley. A partir de hoy, voy a estar acompañándote todos los días. Imagino que sabes por qué estoy aquí.
Le costó un poco reaccionar, pero vio que sus ojos le seguían por la sala. No dijo nada, pero cuando limpió el trapo y volvió a la carga, intentó escupirle a la cara. Julianna lo esquivó con gracilidad y continuó haciendo su trabajo, sin decir nada. Le limpió y cosió una a una todas las heridas. Le lavó el cuerpo y se aseguró de que no tuviera infección, pústulas, arañazos u otras cosas que no hubiera notado antes. Siempre que fuera posible, había que empezar con un lienzo limpio. Por último, sacó sus herramientas. Abrió la funda y las repasó una vez más, una a una. No había prisa. Odión estaba mirando. Al final, agarró su escalpelo favorito y, antes de empezar, miró a Omega buscando confirmación.
No era su Doctor, pero algunas costumbres eran difíciles de erradicar.
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¿Una camilla? Tenían, por supuesto. Así como un potro, una doncella de hierro y otros aparatos menos tradicionales. Mientras se dirigía a un armario metálico al fondo de la estancia, se preguntó qué pretendería hacer Julianna. ¿Tenía pensado tardar más de un día? Se le ocurrían varios motivos. El primero es que su tortura fuese psicológica y pretendiese destrozarlo totalmente antes de interrogarlo. El segundo, que fuese una perfeccionista y fuese a interrogarlo exhaustivamente aunque hablase a la primera para asegurarse de que decía todo. Aún así, tanto tiempo le parecía mucho para ese caso, salvo que pretendiese espaciar las sesiones de tortura. Eso le haría mella psicológicamente. El tercer posible motivo era que hubiese anticipado que Odion era un objetivo difícil y se estuviese mentalizando para un trabajo complicado. Eso encajaría con cómo lo había expresado. Escogiese lo que escogiese, él estaría allí para observarla y evaluar su labor. Abrió el armario y sacó una camilla plegable, la montó y la acercó al centro de la sala.
- Primero lo curas. ¿Juramento médico? - preguntó, con curiosidad.
Sabía que muchos doctores tomaban un juramento por el que se comprometían a salvar vidas, independientemente de quién fuese su paciente. Era poco habitual en la Legión o la Agencia, sin embargo. Al fin y al cabo, era un juramento que demasiado a menudo se interponía en el cumplimiento del deber. Ayudó a desatar a Odion y mantenerlo inmovilizado mientras lo pasaban a la camilla. El criminal intentó resistirse y revolverse, pero Atsu era más fuerte. Lo obligó a tumbarse y lo inmovilizó con ataduras de cuero. A lo mejor Julianna prefería tenerlo de otra manera, pero ya sería cosa de ella decidir cómo tratar a su "paciente." Se alejó, cogió un portapapeles, un bolígrafo y un documento en blanco de uno de los armarios y se sentó en una silla a observar.
- Cuando quieras.
Mientras tanto comenzó a rellenar el informe con los datos puramente burocráticos: fecha, nombre y rango del agente al cargo, nombres y rangos de los agentes de la operación (en este caso, solo Julianna), objetivo del operativo y toda esa clase de datos necesarios para tener el documento apropiadamente archivado. Tras pensarlo por un momento, cogió una segunda hoja para tomar notas en sucio. "La aspirante muestra educación y respeto a la autoridad." Se detuvo y se preguntó cómo expresarlo mejor... o más bien, cómo interpretar la forma de actuar de ella. ¿Le trataba de usted por simple costumbre, como había dicho? ¿Por cómo había sido su educación? ¿Era una de esas personas obsesas con el respeto a la autoridad? Le había llamado la atención. Levantó el bolígrafo del papel y prestó atención al trabajo de la chica. Mientras lo hacía, descolgó un den den mushi de la pared.
- ¿Agente Chi? Parece que vamos a estar un rato largo aquí. ¿Puedes traerme un café? - miró a Julianna - ¿Tú quieres algo?
- Primero lo curas. ¿Juramento médico? - preguntó, con curiosidad.
Sabía que muchos doctores tomaban un juramento por el que se comprometían a salvar vidas, independientemente de quién fuese su paciente. Era poco habitual en la Legión o la Agencia, sin embargo. Al fin y al cabo, era un juramento que demasiado a menudo se interponía en el cumplimiento del deber. Ayudó a desatar a Odion y mantenerlo inmovilizado mientras lo pasaban a la camilla. El criminal intentó resistirse y revolverse, pero Atsu era más fuerte. Lo obligó a tumbarse y lo inmovilizó con ataduras de cuero. A lo mejor Julianna prefería tenerlo de otra manera, pero ya sería cosa de ella decidir cómo tratar a su "paciente." Se alejó, cogió un portapapeles, un bolígrafo y un documento en blanco de uno de los armarios y se sentó en una silla a observar.
- Cuando quieras.
Mientras tanto comenzó a rellenar el informe con los datos puramente burocráticos: fecha, nombre y rango del agente al cargo, nombres y rangos de los agentes de la operación (en este caso, solo Julianna), objetivo del operativo y toda esa clase de datos necesarios para tener el documento apropiadamente archivado. Tras pensarlo por un momento, cogió una segunda hoja para tomar notas en sucio. "La aspirante muestra educación y respeto a la autoridad." Se detuvo y se preguntó cómo expresarlo mejor... o más bien, cómo interpretar la forma de actuar de ella. ¿Le trataba de usted por simple costumbre, como había dicho? ¿Por cómo había sido su educación? ¿Era una de esas personas obsesas con el respeto a la autoridad? Le había llamado la atención. Levantó el bolígrafo del papel y prestó atención al trabajo de la chica. Mientras lo hacía, descolgó un den den mushi de la pared.
- ¿Agente Chi? Parece que vamos a estar un rato largo aquí. ¿Puedes traerme un café? - miró a Julianna - ¿Tú quieres algo?
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Su superior trajo una camilla. Tras terminar de curarle y limpiarle, ayudó a pasarle a la camilla. El hombre se revolvió, lógicamente, pero por suerte para ella el Agente Omega era fuerte y entre los dos no tuvieron problema en reducirle. En esa etapa del proceso era lógico hasta cierto punto, pues el prisionero no había terminado de entender lo que le estaba sucediendo. No tardaría en ser consciente de ello. Ante la pregunta de Omega, Julianna no pudo evitar sonreír. Sabía lo que era el juramento médico, por supuesto, pero ella no había pisado una escuela en su vida. Antes de responderle, se dirigió a Odión.
-Ciertamente. Se me olvidó decirlo, pero durante este tiempo me acompañará el Agente Omega. Su responsabilidad es supervisarme y asegurarse de que hago un buen trabajo.- Esbozó una pequeña sonrisa.- Has resultado ser mi examen de graduación. Sin embargo, no tienes de qué preocuparte; te trataré igual que a todos los que han pasado antes bajo mis manos.
Antes de empezar, se giró hacia Omega. Era preferible disipar las dudas que tuviera y en realidad era la pregunta perfecta para empezar a explicarle a Odión en qué consistiría la rutina. Se sentó a su lado, mirando de frente al Agente a través del prisionero y aprovechó para elevarle de forma que quedara sentado, un poco reclinado. Así podría ver bien.
-No he tomado el juramento hipocrático. No creo que fuera capaz de tomarlo, en realidad. Para cualquier trabajo es necesario tener una superficie limpia, al menos tanto como sea posible.
Con el escalpelo, acarició la piel del antebrazo del prisionero, haciendo que la mirase.
-Atiéndeme. No vas a morir. No te voy a dejar. He limpiado y curado tus heridas. Todas las que te haga hoy, te las curaré antes de marcharme. A partir de ahora, estoy a cargo de tu dolor, de tu sufrimiento y de tu alivio.- El hombre sonrió y la miró como si fuera un cachorrito. Claramente, le había malentendido. No importaba. No era el primero que pensaba que lo decía por su bien, que estaba intentando ahorrarle el mal trago para buscar su cooperación. Nada más lejos de la realidad.- Te lo explicaré una sola vez, así que recuérdalo bien. Mucha gente cree que no le importa morir; es más habitual en gente como tú. No obstante, va a haber un momento en el que te des cuenta de que eso no es cierto. No quieres morir, solo quieres huir. Y tras eso, una vez trates de habituarte y te des cuenta de que eso no es posible, llegará el momento en el que quieras morir. Es importante que, cuando llegue, me avises. Podríamos seguir durante horas, pero es tu cabeza lo que me interesa y si esa no funciona, no me sirves de nada. Si me mientes o tratas de ocultarlo, lo sabré. Créeme. No te compensa.
No le creía. Era irrelevante. Miró a Omega con tranquilidad.
-Un té negro, por favor.
Era todo lo que necesitaba. Cogió aire y, con pulso de acero, realizó la primera incisión en el brazo.
-Ciertamente. Se me olvidó decirlo, pero durante este tiempo me acompañará el Agente Omega. Su responsabilidad es supervisarme y asegurarse de que hago un buen trabajo.- Esbozó una pequeña sonrisa.- Has resultado ser mi examen de graduación. Sin embargo, no tienes de qué preocuparte; te trataré igual que a todos los que han pasado antes bajo mis manos.
Antes de empezar, se giró hacia Omega. Era preferible disipar las dudas que tuviera y en realidad era la pregunta perfecta para empezar a explicarle a Odión en qué consistiría la rutina. Se sentó a su lado, mirando de frente al Agente a través del prisionero y aprovechó para elevarle de forma que quedara sentado, un poco reclinado. Así podría ver bien.
-No he tomado el juramento hipocrático. No creo que fuera capaz de tomarlo, en realidad. Para cualquier trabajo es necesario tener una superficie limpia, al menos tanto como sea posible.
Con el escalpelo, acarició la piel del antebrazo del prisionero, haciendo que la mirase.
-Atiéndeme. No vas a morir. No te voy a dejar. He limpiado y curado tus heridas. Todas las que te haga hoy, te las curaré antes de marcharme. A partir de ahora, estoy a cargo de tu dolor, de tu sufrimiento y de tu alivio.- El hombre sonrió y la miró como si fuera un cachorrito. Claramente, le había malentendido. No importaba. No era el primero que pensaba que lo decía por su bien, que estaba intentando ahorrarle el mal trago para buscar su cooperación. Nada más lejos de la realidad.- Te lo explicaré una sola vez, así que recuérdalo bien. Mucha gente cree que no le importa morir; es más habitual en gente como tú. No obstante, va a haber un momento en el que te des cuenta de que eso no es cierto. No quieres morir, solo quieres huir. Y tras eso, una vez trates de habituarte y te des cuenta de que eso no es posible, llegará el momento en el que quieras morir. Es importante que, cuando llegue, me avises. Podríamos seguir durante horas, pero es tu cabeza lo que me interesa y si esa no funciona, no me sirves de nada. Si me mientes o tratas de ocultarlo, lo sabré. Créeme. No te compensa.
No le creía. Era irrelevante. Miró a Omega con tranquilidad.
-Un té negro, por favor.
Era todo lo que necesitaba. Cogió aire y, con pulso de acero, realizó la primera incisión en el brazo.
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La respuesta Julianna le causó un escalofrío que logró ocultar. Vaya, era mucho más fría de lo que había anticipado. "Superficie de trabajo", "examen", ¿lo veía siquiera como a un humano? Tal vez no. Torturar era una tarea difícil. Requería una combinación de empatía para saber cómo quebrar la mente de la víctima y de distancia emocional para que la experiencia no afecte al torturador. Algunos torturadores simplemente trataban de rebajar a la víctima al nivel de un ser infrahumano para no empatizar y poder llevar su tarea sin molestias. Sin embargo, esa clase de torturadores eran malos interrogadores. Hacía falta entender al torturado para evitar creerse una mentira dicha sólo para frenar la tortura, o para conocer los límites. Y algo le decía que, pese a que Julianna no sentía compasión por su torturado, entendía perfectamente la posición en que estaba. Y eso era aterrador.
- Trae también un té negro, por favor - dijo antes de colgar.
La chica comenzó a hablar con su víctima. Odion no pareció tomarse muy en serio las amenazas de Julianna. Ciertamente podían parecer casi una bravuconada. El contrabandista había demostrado ser muy resistente a la tortura y al dolor. Ray había pasado un par de horas con él el día que llegaron a la base, sin lograr arrancarle nada salvo insultos. El submarino, palizas, tortura por hipotermia... nada funcionó. Cierto era que Ray era un torturador impaciente. Atsu probablemente podría haberle sacado algo más con el suficiente tiempo, pero tras llegar el encargo había decidido reservarlo para ella. Desde el punto de vista de Odion, la tortura no funcionaba con él. Sin embargo, a medida ella hablaba, Atsu se iba sintiendo crecientemente incómodo. Sabía que estaba siendo sincera. Hablaba con la voz de alguien experimentado que había repetido ese proceso muchas veces antes. Aquella mujer era una perfeccionista de la tortura. Iba a destrozarlo sin piedad y esperar pacientemente a que su víctima perdiese la voluntad de vivir. Y solo entonces le preguntaría lo que quería saber.
- Vete al infierno - espetó Odion tras el primer corte.
Uno no iba a ser suficiente para hacerle gritar. ¿Pero cuánto tardaría en romperse? El agente miró el portapapeles y pensó en qué escribir a continuación, pero no le venían las ideas. Necesitaba su café para concentrarse y ponerse al trabajo. "Su frialdad es admirable. Terrorífica, pero admirable" dijo la voz pragmática. "Podrías aprender mucho de ella." Ciertamente ya le gustaría tener el nivel de frialdad que tenía ella, aunque al mismo tiempo no quería perder su humanidad de esa manera. El espectáculo que estaba viendo no era agradable. Aún no era terrible, pero sabía hacia dónde se dirigían y eso era aterrador. Pero no iba a desviar la mirada o excusarse. "Deberías aliviar el sufrimiento de Odion. Sabes que esto no está bien." Esta vez habló la voz ética. Atsu quería estar de acuerdo con ella, pero su deber estaba claro. "Es una buena torturadora, ¿no? Eso es lo que debías comprobar. Todo lo que tienes que hacer es hablar con Odion a la noche y convencerlo de que hable. Puedes hacerlo." Sintió dudas. No debía interferir con la prueba, pero al mismo tiempo... ¿estaba bien, por el bien de un examen, permitir esa crueldad cuando podían obtener la información de formas más expeditivas? "No deberías interferir. Sabes bien que eso sería una negligencia de tu deber. Sabes además que interferir con una tortura es mala idea. Obtener la información es tu prioridad." La voz pragmática volvió a imponerse, aumentando las dudas de Atsu. Mientras ambas voces discutían el curso de acción correcto en su mente, la puerta de la sala se abrió y entró Therese, su mano derecha. Era una mujer joven, de pelo rubio recogido en una coleta y con un uniforme de agente negro. Llevaba una bandeja con dos tazas que dejó en una de las mesas.
- ¿Estás bien? - preguntó ella en voz baja, ofreciéndole la taza.
Mierda. ¿Tanto se le notaba? En ese momento se dio cuenta de que estaba sudando. Sacó su pañuelo y se limpió el sudor de la frente. Después, se lo guardó y aceptó la infusión.
- Estaré mejor después del café. Una mala noche - se excusó, encogiéndose de hombros.
Therese le miró no muy convencida, pero no replicó. Se quedó mirando el examen sin hablar para no distraer a la examinada, y tras un rato, salió sin hacer ruido.
- Trae también un té negro, por favor - dijo antes de colgar.
La chica comenzó a hablar con su víctima. Odion no pareció tomarse muy en serio las amenazas de Julianna. Ciertamente podían parecer casi una bravuconada. El contrabandista había demostrado ser muy resistente a la tortura y al dolor. Ray había pasado un par de horas con él el día que llegaron a la base, sin lograr arrancarle nada salvo insultos. El submarino, palizas, tortura por hipotermia... nada funcionó. Cierto era que Ray era un torturador impaciente. Atsu probablemente podría haberle sacado algo más con el suficiente tiempo, pero tras llegar el encargo había decidido reservarlo para ella. Desde el punto de vista de Odion, la tortura no funcionaba con él. Sin embargo, a medida ella hablaba, Atsu se iba sintiendo crecientemente incómodo. Sabía que estaba siendo sincera. Hablaba con la voz de alguien experimentado que había repetido ese proceso muchas veces antes. Aquella mujer era una perfeccionista de la tortura. Iba a destrozarlo sin piedad y esperar pacientemente a que su víctima perdiese la voluntad de vivir. Y solo entonces le preguntaría lo que quería saber.
- Vete al infierno - espetó Odion tras el primer corte.
Uno no iba a ser suficiente para hacerle gritar. ¿Pero cuánto tardaría en romperse? El agente miró el portapapeles y pensó en qué escribir a continuación, pero no le venían las ideas. Necesitaba su café para concentrarse y ponerse al trabajo. "Su frialdad es admirable. Terrorífica, pero admirable" dijo la voz pragmática. "Podrías aprender mucho de ella." Ciertamente ya le gustaría tener el nivel de frialdad que tenía ella, aunque al mismo tiempo no quería perder su humanidad de esa manera. El espectáculo que estaba viendo no era agradable. Aún no era terrible, pero sabía hacia dónde se dirigían y eso era aterrador. Pero no iba a desviar la mirada o excusarse. "Deberías aliviar el sufrimiento de Odion. Sabes que esto no está bien." Esta vez habló la voz ética. Atsu quería estar de acuerdo con ella, pero su deber estaba claro. "Es una buena torturadora, ¿no? Eso es lo que debías comprobar. Todo lo que tienes que hacer es hablar con Odion a la noche y convencerlo de que hable. Puedes hacerlo." Sintió dudas. No debía interferir con la prueba, pero al mismo tiempo... ¿estaba bien, por el bien de un examen, permitir esa crueldad cuando podían obtener la información de formas más expeditivas? "No deberías interferir. Sabes bien que eso sería una negligencia de tu deber. Sabes además que interferir con una tortura es mala idea. Obtener la información es tu prioridad." La voz pragmática volvió a imponerse, aumentando las dudas de Atsu. Mientras ambas voces discutían el curso de acción correcto en su mente, la puerta de la sala se abrió y entró Therese, su mano derecha. Era una mujer joven, de pelo rubio recogido en una coleta y con un uniforme de agente negro. Llevaba una bandeja con dos tazas que dejó en una de las mesas.
- ¿Estás bien? - preguntó ella en voz baja, ofreciéndole la taza.
Mierda. ¿Tanto se le notaba? En ese momento se dio cuenta de que estaba sudando. Sacó su pañuelo y se limpió el sudor de la frente. Después, se lo guardó y aceptó la infusión.
- Estaré mejor después del café. Una mala noche - se excusó, encogiéndose de hombros.
Therese le miró no muy convencida, pero no replicó. Se quedó mirando el examen sin hablar para no distraer a la examinada, y tras un rato, salió sin hacer ruido.
Julianna M. Shelley
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Julianna sonrió al oír al prisionero.
-Ya he salido del infierno. La última vez que pasé por ahí vi que lo habían reformado.
Era un chiste que nadie más en la sala iba a entender, pero a ella le hacía gracia igualmente. En el infierno, las calles de su infancia, todo era negro y rojo. En su casa no había luz y de todas formas prefería cerrar los ojos cuando su padre adoptivo se acercaba. Cuando iba a ayudar al hospital, siempre acababa cubierta de sangre de los pacientes. Era allí donde había aprendido a coser por primera vez. La curva de aprendizaje había sido… dura, pero necesaria. Y la última vez que había pasado por allí, todo había cambiado. Las calles estaban limpias y el hospital funcionaba adecuadamente; ya no necesitaban reclutar a cada niño hambriento que pasaba por allí.
Continuó haciendo cortes metódicamente, ignorando un poco tanto al paciente como a su instructor. Sabía que le estaba doliendo y también que seguramente ni se acercara a lo que había tenido que soportar antes de que llegara ella. De todas formas, no era un paso que se pudiera saltar a la ligera. Poco a poco, fue traspasando las diferentes capas de la piel y haciéndolas a un lado, para poder ver lo que había debajo y continuar su expedición. No iba a parar hasta toparse con el hueso.
Les interrumpió una mujer joven, que traía las bebidas. Julianna le dio las gracias con una sonrisa y se topó entonces con la expresión de su instructor. No supo descifrarla a la primera, pero el susurro que oyó por lo bajo ayudó a ello. Aguardó a que se marchara, mientras seguía cortando. El prisionero empezaba a gritar y ya le había insultado un par de veces. Normal; los cortes en músculo eran bastante diferentes de en la piel. Pero habían llegado al final y podía ver el hueso expuesto para todo el que quisiera verlo. Y, por suerte, el prisionero se calló en cuanto ella decidió hablar; puede que fuera un bravucón, pero él también estaba viendo su propio hueso.
-Agente Omega, ¿sabe cómo ha avanzado tanto la medicina? En gran parte, se debe a experimentos ilegales. Inicialmente hechos en cadáveres, muchos de los avances de la medicina moderna y en particular de la cirugía se deben a experimentos y pruebas hechas en cuerpos vivos. Es lógico, pues para saber cómo arreglar algo, primero hay que saber cómo funciona. Y aunque un cadáver puede dar muchas pistas, lamentablemente no es comparable a verlo en funcionamiento.
Se levantó, tras asegurarse de que el prisionero estaba bien sujeto a la silla y no podía moverse. Había esterilizado bien la zona y delimitado el corte, así que incluso con una herida tan profunda abierta, no corría riesgo de infección. Fue a por el té que le habían traído y dio un pequeño sorbito antes de regresar y mirar a Odión a los ojos.
-Yo aprendí medicina, la aprendí de verdad con gente como tú. Y nunca viene mal repasar un poco. ¿Tienes curiosidad, Odión? ¿por saber cómo funciona alguna parte de tu cuerpo? Podemos arreglarlo, pero si no creo que continuaré con los básicos.
Cogiendo el vaso de té y un cuenta gotas, dejó caer exactamente tres en el hueso al descubierto. No era más que agua, pero estaba tan caliente que el hombre chilló nada más le rozó. Se pasó en seguida, por supuesto, porque una gota no era suficiente como para dañar el tejido. Si lo era, sin embargo, para que sintiera como si se derritiera, por un breve momento. Dio otro sorbo y volvió a apartarlo.
-Vamos a continuar. Antes de irme,- añadió, mirándole a los ojos de nuevo. Esta vez logró que el criminal no apartara la mirada.- te cerraré las heridas. No tienes nada que temer; quedarás sin una sola cicatriz. Sin embargo, volveré mañana. Y pasado. Y cada día que pase, menos posibilidades tendrás de salir indemne. Queda a tu elección.
Apenas pudo completar la última frase antes de que el hombre empezara a gritar, esta vez mirando a Omega.
-¡Está bien, ESTÁ BIEN! HABLARÉ JODER, HABLARÉ.
Julianna le creía, pero solo en parte. Diría algunos datos y esperaría a ver si llegaba para espantarla, pero sabía que no serían suficientes ni en broma. Sin embargo, cogió su libreta y un bolígrafo y dejó que Odión tomara la palabra.
-Ya he salido del infierno. La última vez que pasé por ahí vi que lo habían reformado.
Era un chiste que nadie más en la sala iba a entender, pero a ella le hacía gracia igualmente. En el infierno, las calles de su infancia, todo era negro y rojo. En su casa no había luz y de todas formas prefería cerrar los ojos cuando su padre adoptivo se acercaba. Cuando iba a ayudar al hospital, siempre acababa cubierta de sangre de los pacientes. Era allí donde había aprendido a coser por primera vez. La curva de aprendizaje había sido… dura, pero necesaria. Y la última vez que había pasado por allí, todo había cambiado. Las calles estaban limpias y el hospital funcionaba adecuadamente; ya no necesitaban reclutar a cada niño hambriento que pasaba por allí.
Continuó haciendo cortes metódicamente, ignorando un poco tanto al paciente como a su instructor. Sabía que le estaba doliendo y también que seguramente ni se acercara a lo que había tenido que soportar antes de que llegara ella. De todas formas, no era un paso que se pudiera saltar a la ligera. Poco a poco, fue traspasando las diferentes capas de la piel y haciéndolas a un lado, para poder ver lo que había debajo y continuar su expedición. No iba a parar hasta toparse con el hueso.
Les interrumpió una mujer joven, que traía las bebidas. Julianna le dio las gracias con una sonrisa y se topó entonces con la expresión de su instructor. No supo descifrarla a la primera, pero el susurro que oyó por lo bajo ayudó a ello. Aguardó a que se marchara, mientras seguía cortando. El prisionero empezaba a gritar y ya le había insultado un par de veces. Normal; los cortes en músculo eran bastante diferentes de en la piel. Pero habían llegado al final y podía ver el hueso expuesto para todo el que quisiera verlo. Y, por suerte, el prisionero se calló en cuanto ella decidió hablar; puede que fuera un bravucón, pero él también estaba viendo su propio hueso.
-Agente Omega, ¿sabe cómo ha avanzado tanto la medicina? En gran parte, se debe a experimentos ilegales. Inicialmente hechos en cadáveres, muchos de los avances de la medicina moderna y en particular de la cirugía se deben a experimentos y pruebas hechas en cuerpos vivos. Es lógico, pues para saber cómo arreglar algo, primero hay que saber cómo funciona. Y aunque un cadáver puede dar muchas pistas, lamentablemente no es comparable a verlo en funcionamiento.
Se levantó, tras asegurarse de que el prisionero estaba bien sujeto a la silla y no podía moverse. Había esterilizado bien la zona y delimitado el corte, así que incluso con una herida tan profunda abierta, no corría riesgo de infección. Fue a por el té que le habían traído y dio un pequeño sorbito antes de regresar y mirar a Odión a los ojos.
-Yo aprendí medicina, la aprendí de verdad con gente como tú. Y nunca viene mal repasar un poco. ¿Tienes curiosidad, Odión? ¿por saber cómo funciona alguna parte de tu cuerpo? Podemos arreglarlo, pero si no creo que continuaré con los básicos.
Cogiendo el vaso de té y un cuenta gotas, dejó caer exactamente tres en el hueso al descubierto. No era más que agua, pero estaba tan caliente que el hombre chilló nada más le rozó. Se pasó en seguida, por supuesto, porque una gota no era suficiente como para dañar el tejido. Si lo era, sin embargo, para que sintiera como si se derritiera, por un breve momento. Dio otro sorbo y volvió a apartarlo.
-Vamos a continuar. Antes de irme,- añadió, mirándole a los ojos de nuevo. Esta vez logró que el criminal no apartara la mirada.- te cerraré las heridas. No tienes nada que temer; quedarás sin una sola cicatriz. Sin embargo, volveré mañana. Y pasado. Y cada día que pase, menos posibilidades tendrás de salir indemne. Queda a tu elección.
Apenas pudo completar la última frase antes de que el hombre empezara a gritar, esta vez mirando a Omega.
-¡Está bien, ESTÁ BIEN! HABLARÉ JODER, HABLARÉ.
Julianna le creía, pero solo en parte. Diría algunos datos y esperaría a ver si llegaba para espantarla, pero sabía que no serían suficientes ni en broma. Sin embargo, cogió su libreta y un bolígrafo y dejó que Odión tomara la palabra.
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Pese a la lucha que se estaba librando en su mente, Atsu mantuvo el tipo. Las dos voces se enfrentaban, lanzándose acusaciones y planteando escenarios en que cada una de las opciones de la otra llevaban a conclusiones terribles. Atsu no sabía a quién escuchar. Había argumentos razonables y otros más forzados en ambas conciencias. Elegir entre deber y ética era difícil. Se suponía que para eso le habían entrenado; se le había enseñado a dejar a un lado sus convicciones y cumplir las órdenes sin dudar. Pero ningún entrenamiento podía despojarte totalmente de tu humanidad sin causar traumas psicológicos, y tener agentes mentalmente sanos era lo mejor. De todos modos, ¿podía considerársele mentalmente sano? Por suerte para él, no tendría que responder esa pregunta aún. Julianna había acudido a su rescate proporcionándole otra cosa en que pensar.
- No soy médico titulado, pero tengo conocimientos de anatomía y medicina. Diría que lo bastante profanos como para no considerarme un profano en la materia. He oído hablar de esos experimentos - asintió - aunque aún no había conocido a nadie que hubiese aprendido mediante ese método.
Experimentación en sujetos vivos... con razón Julianna era tan fría. Estaba ya acostumbrada a eso. Pero al igual que el entrenamiento del Cipher Pol nunca llegaba a anular totalmente tu empatía, se preguntó cómo sería en el caso de Julianna. ¿Tendría también reparos que simplemente silenciaba, o estaba totalmente tocada del ala? Estaba seguro por las reacciones de Odion que él seguramente diría la segunda opción. Atsu en cambio sabía que nada era tan blanco y negro. Había estado a ambos lados del cuchillo y sabía que un torturador también sentía el dolor de su torturado, incluso cuando se negaba a reconocerle como un ser igual a él. Arqueó una ceja cuando vio al traficante romperse y empezar a confesar. Echó un trago al café y volvió a coger la hoja y el bolígrafo.
- Soy... jefe de una operación de tráfico de armas. En la Ruta del Rey. Tengo... tenía tres docenas de subordinados y dos navíos. Mi suministrador es un fabricante legal de Water Seven. Nos daba una parte de su producción.
Odion siguió dando especificaciones de su operación: medios de transporte, rutas, contactos... parecía estar siendo exhaustivo, y al mismo tiempo Atsu sabía muy bien que estaba guardándose mucho. No había mencionado a la Revolución. Y era posible que estuviera mintiendo. Uno de los peligros de la tortura era que el torturado simplemente dijese lo que el torturador quería oír con tal de librarse del tormento. Fuese o no verdad. Sin embargo ahora tocaba que Julianna juzgase por su cuenta. Dejó que anotase todo lo que el criminal decía mientras él mismo tomaba notas sobre el desempeño de la chica. Una vez terminó y la chica empezó con la finalización de la sesión, Atsu se levantó, recogió sus cosas y salió para esperarla fuera.
- Ahora me gustaría escuchar tus conclusiones sobre la sesión de hoy - le diría, una vez ella hubiese salido y cerrado la puerta - ¿Qué piensas sobre lo que has visto y oído?
Una vez Julianna hubiese hablado, salvo que tuviese preguntas la despacharía para que hiciera lo que quisiera el resto del día.
- Nos veremos mañana. Puedes hacer uso de las instalaciones a tu gusto.
- No soy médico titulado, pero tengo conocimientos de anatomía y medicina. Diría que lo bastante profanos como para no considerarme un profano en la materia. He oído hablar de esos experimentos - asintió - aunque aún no había conocido a nadie que hubiese aprendido mediante ese método.
Experimentación en sujetos vivos... con razón Julianna era tan fría. Estaba ya acostumbrada a eso. Pero al igual que el entrenamiento del Cipher Pol nunca llegaba a anular totalmente tu empatía, se preguntó cómo sería en el caso de Julianna. ¿Tendría también reparos que simplemente silenciaba, o estaba totalmente tocada del ala? Estaba seguro por las reacciones de Odion que él seguramente diría la segunda opción. Atsu en cambio sabía que nada era tan blanco y negro. Había estado a ambos lados del cuchillo y sabía que un torturador también sentía el dolor de su torturado, incluso cuando se negaba a reconocerle como un ser igual a él. Arqueó una ceja cuando vio al traficante romperse y empezar a confesar. Echó un trago al café y volvió a coger la hoja y el bolígrafo.
- Soy... jefe de una operación de tráfico de armas. En la Ruta del Rey. Tengo... tenía tres docenas de subordinados y dos navíos. Mi suministrador es un fabricante legal de Water Seven. Nos daba una parte de su producción.
Odion siguió dando especificaciones de su operación: medios de transporte, rutas, contactos... parecía estar siendo exhaustivo, y al mismo tiempo Atsu sabía muy bien que estaba guardándose mucho. No había mencionado a la Revolución. Y era posible que estuviera mintiendo. Uno de los peligros de la tortura era que el torturado simplemente dijese lo que el torturador quería oír con tal de librarse del tormento. Fuese o no verdad. Sin embargo ahora tocaba que Julianna juzgase por su cuenta. Dejó que anotase todo lo que el criminal decía mientras él mismo tomaba notas sobre el desempeño de la chica. Una vez terminó y la chica empezó con la finalización de la sesión, Atsu se levantó, recogió sus cosas y salió para esperarla fuera.
- Ahora me gustaría escuchar tus conclusiones sobre la sesión de hoy - le diría, una vez ella hubiese salido y cerrado la puerta - ¿Qué piensas sobre lo que has visto y oído?
Una vez Julianna hubiese hablado, salvo que tuviese preguntas la despacharía para que hiciera lo que quisiera el resto del día.
- Nos veremos mañana. Puedes hacer uso de las instalaciones a tu gusto.
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-No era una escuela al uso.- Dijo Julianna mientras se encogía de hombros.- El médico que me enseñó llevaba años torturando a prisioneros para su señora y… supongo que no sabía de qué otra manera enseñarme. Conocía lo básico cuando llegué a él pero con su ayuda aprendí cosas que no habrían logrado enseñarme en ningún otro lado.
Miró con ojo crítico a su propio prisionero. Parecía que su pequeña historia había logrado distraerle un poco del dolor, pero eso era bueno. Tarde o temprano saldría del trance y el cambio no iba a ser agradable.
Agarró su libreta en cuanto el prisionero anunció que hablaría. Vio a su superior hacer lo mismo, pero igualmente se aseguró de escribir correctamente cada dato que soltaba. Le pidió que repitiera algunos nombres y, por último, buscó la lista de datos que le había pedido el Agente Omega. Los más mediocres parecían cubiertos. Le había dicho esencialmente lo mismo que él; era un traficante de armas de Arabasta y su proveedor un comerciante legal que les pasaba una parte de la producción. Tenía almacenes, horarios, algunos puntos de entrega y escondites. Faltaban posibles jefes y otros proveedores, pero de momento Odión estaba actuando como si él fuera el cabecilla de la operación.
Eso no tenía sentido. Le habían pedido esa información, en gran parte, porque la operación seguía en activo. De lo contrario no la necesitarían, ya la tendrían. Y si seguía en activo, alguien había recogido la antorcha de Odión… o él no lo había sido en un primer lugar. Entendía que tratara de aparentarlo, porque si ella se detuviera ahí probablemente les darían tiempo a mover su operación a otro lugar o a arreglar encargos con otros proveedores. Por desgracia para el criminal, no iba a ser tan sencillo. No obstante, en lugar de decírselo, esbozó una pequeña sonrisa.
-Gracias. Seguiremos mañana.
Como siempre, recogió antes de irse. Cerró su brazo, utilizando puntos disolubles para las heridas internas e hilo de sutura para las últimas capas de piel. Desinfectó todo y le ató con esmero una venda a lo largo de toda la lesión. Por último, le dio una pequeña inyección para ayudar con el dolor. Que sufriera en su celda no le servía de nada; era mejor que fuera consciente de lo bien que estaba cuando ella no estaba cerca.
-Pueden llevárselo cuando lo vean conveniente.
Recogió sus instrumentos, salió de la celda y aguardó las palabras de su supervisor. Se limitó a preguntarle al respecto, pero ella ya sabía lo que quería decirle.
-Creo que retiro mis palabras iniciales. Tendrá el informe en su mesa la noche de pasado mañana. Sé que se está guardando cosas de forma activa, pero eso es bueno. Hay todo un patrón detrás de las mentiras que está gestando; una vez se rompa, no será capaz de reconstruirlo y simplemente… acabará de hablar. De llenar los huecos.
Fue a marcharse, pero en el último instante se giró. Todavía recordaba la primera cara que había puesto cuando había empezado con el prisionero. No quería que pensara… ¿qué, exactamente? De repente se encontró algo perdida y frunció el ceño. Le habría gustado que Jack estuviera ahí, pero para eso antes tenía que marcharse.
-Agente, yo… nunca rompo algo que no pueda arreglar.- Suspiró.- Puede que aquí no se estile demasiado, pero no es más que un método como otro cualquiera. No hago heridas permanentes, siempre que puedo evitarlo. En cualquier caso… pretendo hacer un buen trabajo, simplemente.
Algo nerviosa, inclinó brevemente la cabeza antes de marcharse. No tenía claro a dónde había querido llegar con esa retahíla, pero lo que sí sabía es que quería una ducha y un té caliente antes de nada. Por suerte, aún quedaba bastante día por delante.
Miró con ojo crítico a su propio prisionero. Parecía que su pequeña historia había logrado distraerle un poco del dolor, pero eso era bueno. Tarde o temprano saldría del trance y el cambio no iba a ser agradable.
Agarró su libreta en cuanto el prisionero anunció que hablaría. Vio a su superior hacer lo mismo, pero igualmente se aseguró de escribir correctamente cada dato que soltaba. Le pidió que repitiera algunos nombres y, por último, buscó la lista de datos que le había pedido el Agente Omega. Los más mediocres parecían cubiertos. Le había dicho esencialmente lo mismo que él; era un traficante de armas de Arabasta y su proveedor un comerciante legal que les pasaba una parte de la producción. Tenía almacenes, horarios, algunos puntos de entrega y escondites. Faltaban posibles jefes y otros proveedores, pero de momento Odión estaba actuando como si él fuera el cabecilla de la operación.
Eso no tenía sentido. Le habían pedido esa información, en gran parte, porque la operación seguía en activo. De lo contrario no la necesitarían, ya la tendrían. Y si seguía en activo, alguien había recogido la antorcha de Odión… o él no lo había sido en un primer lugar. Entendía que tratara de aparentarlo, porque si ella se detuviera ahí probablemente les darían tiempo a mover su operación a otro lugar o a arreglar encargos con otros proveedores. Por desgracia para el criminal, no iba a ser tan sencillo. No obstante, en lugar de decírselo, esbozó una pequeña sonrisa.
-Gracias. Seguiremos mañana.
Como siempre, recogió antes de irse. Cerró su brazo, utilizando puntos disolubles para las heridas internas e hilo de sutura para las últimas capas de piel. Desinfectó todo y le ató con esmero una venda a lo largo de toda la lesión. Por último, le dio una pequeña inyección para ayudar con el dolor. Que sufriera en su celda no le servía de nada; era mejor que fuera consciente de lo bien que estaba cuando ella no estaba cerca.
-Pueden llevárselo cuando lo vean conveniente.
Recogió sus instrumentos, salió de la celda y aguardó las palabras de su supervisor. Se limitó a preguntarle al respecto, pero ella ya sabía lo que quería decirle.
-Creo que retiro mis palabras iniciales. Tendrá el informe en su mesa la noche de pasado mañana. Sé que se está guardando cosas de forma activa, pero eso es bueno. Hay todo un patrón detrás de las mentiras que está gestando; una vez se rompa, no será capaz de reconstruirlo y simplemente… acabará de hablar. De llenar los huecos.
Fue a marcharse, pero en el último instante se giró. Todavía recordaba la primera cara que había puesto cuando había empezado con el prisionero. No quería que pensara… ¿qué, exactamente? De repente se encontró algo perdida y frunció el ceño. Le habría gustado que Jack estuviera ahí, pero para eso antes tenía que marcharse.
-Agente, yo… nunca rompo algo que no pueda arreglar.- Suspiró.- Puede que aquí no se estile demasiado, pero no es más que un método como otro cualquiera. No hago heridas permanentes, siempre que puedo evitarlo. En cualquier caso… pretendo hacer un buen trabajo, simplemente.
Algo nerviosa, inclinó brevemente la cabeza antes de marcharse. No tenía claro a dónde había querido llegar con esa retahíla, pero lo que sí sabía es que quería una ducha y un té caliente antes de nada. Por suerte, aún quedaba bastante día por delante.
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Por un momento casi se sorprendió. A ratos le era difícil imaginársela como una persona normal, haciendo cosas como salir con amigas, disfrutando de una mañana tranquila con una taza de té y un libro o teniendo remordimientos e inseguridades. Era normal, todo lo que había visto por ahora de ella era cómo torturaba fría y sádicamente a un prisionero. Las primeras impresiones son malas para hacerse una imagen certera de cómo es realmente una persona.
- Hacemos lo que debemos - contestó - la única diferencia que podemos hacer es cómo llevamos a cabo nuestro deber. En cualquier caso, buen trabajo.
Le hizo un saludo informal con la mano y se dio media vuelta para irse a su taller. Cómo llevar a cabo el deber... si tomaba esa vara de medir, él era peor que ella. Demasiadas veces había tomado la vía fácil o rápida pudiendo haber causado menos daño tardando un poco más. Y tantas otras veces se había dejado llevar. Verla torturar a Odion había sido duro, pero en el fondo, estaría siendo un hipócrita si la juzgara por ello.
Al anochecer, una vez hubo terminado con su sesión en el taller, se dio un paseo por la base. No lograba quitarse de la cabeza la imagen de la mano de Odion, y la muy cierta promesa de que Julianna volvería al día siguiente. "Sabes cómo llevar a cabo tu deber haciendo el menor daño posible." Era la voz ética la que hablaba. "Ve a su celda y convéncelo de que confiese todo." No podía negar que se sentía tentado. Sin embargo, eso sería interponerse en el buen curso de la prueba de Julianna, y si dejaba pasar a alguien que no se había probado del todo... podía estar poniendo a una persona que no era competente en un puesto de responsabilidad. Tras un rato dudando, decidió irse a su cuarto a leer antes de que acabase cometiendo un error.
Al día siguiente, tras desayunar una buena cantidad de tostadas con mermelada y una taza de café recién molido, se fue a dar órdenes de que moviesen a Odion a la sala de interrogatorios. Él, mientras tanto, se fue al gimnasio y comenzó con su entrenamiento matutino. Que el prisionero tuviese que esperar favorecería que se pusiera nervioso. Probablemente al estar atado a la camilla iría recordando todo lo que había pasado el día anterior. Como le estaba pasando a él con tan sólo pensar en ello. Contuvo un suspiro y continuó con su ronda de abdominales.
- Hacemos lo que debemos - contestó - la única diferencia que podemos hacer es cómo llevamos a cabo nuestro deber. En cualquier caso, buen trabajo.
Le hizo un saludo informal con la mano y se dio media vuelta para irse a su taller. Cómo llevar a cabo el deber... si tomaba esa vara de medir, él era peor que ella. Demasiadas veces había tomado la vía fácil o rápida pudiendo haber causado menos daño tardando un poco más. Y tantas otras veces se había dejado llevar. Verla torturar a Odion había sido duro, pero en el fondo, estaría siendo un hipócrita si la juzgara por ello.
Al anochecer, una vez hubo terminado con su sesión en el taller, se dio un paseo por la base. No lograba quitarse de la cabeza la imagen de la mano de Odion, y la muy cierta promesa de que Julianna volvería al día siguiente. "Sabes cómo llevar a cabo tu deber haciendo el menor daño posible." Era la voz ética la que hablaba. "Ve a su celda y convéncelo de que confiese todo." No podía negar que se sentía tentado. Sin embargo, eso sería interponerse en el buen curso de la prueba de Julianna, y si dejaba pasar a alguien que no se había probado del todo... podía estar poniendo a una persona que no era competente en un puesto de responsabilidad. Tras un rato dudando, decidió irse a su cuarto a leer antes de que acabase cometiendo un error.
Al día siguiente, tras desayunar una buena cantidad de tostadas con mermelada y una taza de café recién molido, se fue a dar órdenes de que moviesen a Odion a la sala de interrogatorios. Él, mientras tanto, se fue al gimnasio y comenzó con su entrenamiento matutino. Que el prisionero tuviese que esperar favorecería que se pusiera nervioso. Probablemente al estar atado a la camilla iría recordando todo lo que había pasado el día anterior. Como le estaba pasando a él con tan sólo pensar en ello. Contuvo un suspiro y continuó con su ronda de abdominales.
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El resto del día pasó sin mucha novedad. Fue al gimnasio, comió y se dio una larga ducha. Al atardecer se quedó en su camarote, estudiando libros de anatomía y planeando la sesión de mañana meticulosamente. Repasaba las palabras del preso en su cabeza una y otra vez, tratando de encontrar los huecos y las incongruencias. Sabía que las había. Siempre las había.
Al final, se fue a cama con una taza de té y Jack a su lado. Solos en la oscuridad, hablaron largo y tendido y él le ayudó a organizar sus pensamientos. Se quedó dormida abrazada a él, con una sonrisa en la cara.
Despertó poco antes del amanecer. Apagó su alarma antes de que sonara y fue directa a la ducha. No había quedado con el Agente Omega hasta dentro de unas horas, pero quería aprovechar la ocasión para estar a solas con el paciente. Entendía que la situación era un examen y evidentemente él tendría que evaluarla, pero de todas formas había cámaras en todas las salas de tortura. Estar a solas con él aportaba otra atmósfera y sabía que ella se sentiría mucho más a gusto.
Se sorprendió cuando le dijeron que el paciente ya estaba en la sala, pero en lugar de reaccionar simplemente asintió y tras coger sus herramientas entró al lugar. Al igual que el día anterior, el hombre estaba sentado en una silla. Julianna hizo un gesto a los guardias de afuera y les pidió ayuda para pasarlo a la camilla. Esta vez no se resistió, pero la expresión en su cara indicaba que sabía bien lo que venía a continuación.
-Buenos días. Confío en que no hayas tenido que esperar demasiado.
Tras una pequeña vacilación, le vio negar con la cabeza. Jul sonrió y de uno de sus bolsillos sacó una naranja. La peló y tras sentarse al lado del paciente, empezó a darle de comer gajo a gajo. Al principio, se negó.
-Vas a necesitar la energía. No seas cabezota.
Al final, se dio por vencido y aceptó la fruta. Jul se aseguró de que la comiera toda, en silencio, antes de apartarse e ir a lavarse las manos para prepararse.
-El agente Omega llegará más tarde. De momento, solo estamos tú y yo aquí.
Al igual que el día anterior, extendió sus herramientas y pasó un rato afilando y limpiando todas y cada una de ellas con mimo y atención. A continuación, examinó las heridas del prisionero y empezó a realizarle las curas correspondientes.
-Están cerrando bien.- Dijo, mirándolo con una sonrisa.- Eso es bueno. Las únicas cicatrices que van a quedarte son las mías.
Tras examinar el brazo que le había abierto el día anterior, cambió el material al otro lado de la camilla. Todavía estaba sensible, así que era mejor dedicarse a otra parte. Palpó con cuidado el otro brazo del hombre, hasta decidirse por el pliegue del codo. Con cuidado, hizo el primer corte justo encima de la articulación.
-Supongo que sabes por qué estoy aquí. Hay cosas que no me has dicho y hasta que las sepa, no puedo irme. Puedes tomarte tu tiempo; no tenemos prisa. Como te dije ayer, no vas a morir. No tienes que preocuparte de eso.
Puedes centrarte en el dolor.- Pensó para sí, mientras hacía el segundo corte.
Al final, se fue a cama con una taza de té y Jack a su lado. Solos en la oscuridad, hablaron largo y tendido y él le ayudó a organizar sus pensamientos. Se quedó dormida abrazada a él, con una sonrisa en la cara.
Despertó poco antes del amanecer. Apagó su alarma antes de que sonara y fue directa a la ducha. No había quedado con el Agente Omega hasta dentro de unas horas, pero quería aprovechar la ocasión para estar a solas con el paciente. Entendía que la situación era un examen y evidentemente él tendría que evaluarla, pero de todas formas había cámaras en todas las salas de tortura. Estar a solas con él aportaba otra atmósfera y sabía que ella se sentiría mucho más a gusto.
Se sorprendió cuando le dijeron que el paciente ya estaba en la sala, pero en lugar de reaccionar simplemente asintió y tras coger sus herramientas entró al lugar. Al igual que el día anterior, el hombre estaba sentado en una silla. Julianna hizo un gesto a los guardias de afuera y les pidió ayuda para pasarlo a la camilla. Esta vez no se resistió, pero la expresión en su cara indicaba que sabía bien lo que venía a continuación.
-Buenos días. Confío en que no hayas tenido que esperar demasiado.
Tras una pequeña vacilación, le vio negar con la cabeza. Jul sonrió y de uno de sus bolsillos sacó una naranja. La peló y tras sentarse al lado del paciente, empezó a darle de comer gajo a gajo. Al principio, se negó.
-Vas a necesitar la energía. No seas cabezota.
Al final, se dio por vencido y aceptó la fruta. Jul se aseguró de que la comiera toda, en silencio, antes de apartarse e ir a lavarse las manos para prepararse.
-El agente Omega llegará más tarde. De momento, solo estamos tú y yo aquí.
Al igual que el día anterior, extendió sus herramientas y pasó un rato afilando y limpiando todas y cada una de ellas con mimo y atención. A continuación, examinó las heridas del prisionero y empezó a realizarle las curas correspondientes.
-Están cerrando bien.- Dijo, mirándolo con una sonrisa.- Eso es bueno. Las únicas cicatrices que van a quedarte son las mías.
Tras examinar el brazo que le había abierto el día anterior, cambió el material al otro lado de la camilla. Todavía estaba sensible, así que era mejor dedicarse a otra parte. Palpó con cuidado el otro brazo del hombre, hasta decidirse por el pliegue del codo. Con cuidado, hizo el primer corte justo encima de la articulación.
-Supongo que sabes por qué estoy aquí. Hay cosas que no me has dicho y hasta que las sepa, no puedo irme. Puedes tomarte tu tiempo; no tenemos prisa. Como te dije ayer, no vas a morir. No tienes que preocuparte de eso.
Puedes centrarte en el dolor.- Pensó para sí, mientras hacía el segundo corte.
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El soporte del saco de arena temblaba ante la furiosa acometida del agente. Cada puñetazo iba seguido de inmediato por otro. El rostro de Atsu era una máscara de fiera concentración, torcida en un gesto de rabia contenida que parecía realzarse en el momento en que descargaba cada golpe. Casi parecía que fuese a destrozar el equipo de entrenamiento y, sin embargo, cada serie iba medida con cuidado. Ni más fuerza ni golpes de los necesarios. Diez golpes, volvía a la posición inicial, inspiraba y volvía a comenzar. Al terminar, resopló y se frotó las manos. Era hora de volver al examen.
No le hacía especial ilusión. Había estado retrasando el momento con pequeñas excusas: asegurarse de que los enganches del saco de arena estaban en buenas condiciones, comprobar que el banco estaba a la altura correcta, revisar su tabla de ejercicios y decidir si iba a subir el número de series o la intensidad de alguno... se decía que eran pasos necesarios, pero en el fondo sabía que solo estaba evadiendo la situación. Suspiró mientras entraba a las duchas y dejó que el agua caliente relajase sus músculos y se llevase sus preocupaciones.
Poco después Omega entraba en la sala de interrogatorios. Llevaba su uniforme, la pistola al cinturón y un portapapeles con los documentos del examen. No le sorprendió encontrar ya a Julianna dentro, pero sí lo... avanzada que parecía en su trabajo. ¿Cuánto tiempo llevaría en ello? Dejó pasear sus ojos por el cuerpo del torturado, por la expresión de su rostro y por las ágiles manos de la agente manejando el escalpelo con la precisión de un maestro pintor con su pincel. Se sentó en una silla y sacó el bolígrafo. ¿Cuántas veces había estado él en la posición de Julianna? ¿Y cuántas había dudado? Pocas. Probablemente ninguna después de las cuatro o cinco primeras.
- Veo que has empezado. Me gustaría saber si ha habido progresos.
Tomó algunas notas en los documentos acerca del comportamiento de Julianna, midiendo mucho sus palabras. No tenía claro cómo definir su comportamiento, si como sentido del deber, abnegación, sadismo... recordó su corto intercambio de palabras del día anterior y descartó aquel último pensamiento. Finalmente se limitó a comentar de manera aséptica que había llegado puntual y comenzado a su hora el interrogatorio pese a la ausencia del examinador. Aséptico. Era un concepto que parecía ir al pelo con Julianna, por lo poco que sabía de ella por ahora. Parca en palabras, directa al grano, profesional y fría en sus labores... Por otro lado, ser agente implicaba aprender a usar las apariencias para ocultar tu auténtico carácter. No era su especialidad, pero sabía que muchos dominaban ese arte.
No le hacía especial ilusión. Había estado retrasando el momento con pequeñas excusas: asegurarse de que los enganches del saco de arena estaban en buenas condiciones, comprobar que el banco estaba a la altura correcta, revisar su tabla de ejercicios y decidir si iba a subir el número de series o la intensidad de alguno... se decía que eran pasos necesarios, pero en el fondo sabía que solo estaba evadiendo la situación. Suspiró mientras entraba a las duchas y dejó que el agua caliente relajase sus músculos y se llevase sus preocupaciones.
Poco después Omega entraba en la sala de interrogatorios. Llevaba su uniforme, la pistola al cinturón y un portapapeles con los documentos del examen. No le sorprendió encontrar ya a Julianna dentro, pero sí lo... avanzada que parecía en su trabajo. ¿Cuánto tiempo llevaría en ello? Dejó pasear sus ojos por el cuerpo del torturado, por la expresión de su rostro y por las ágiles manos de la agente manejando el escalpelo con la precisión de un maestro pintor con su pincel. Se sentó en una silla y sacó el bolígrafo. ¿Cuántas veces había estado él en la posición de Julianna? ¿Y cuántas había dudado? Pocas. Probablemente ninguna después de las cuatro o cinco primeras.
- Veo que has empezado. Me gustaría saber si ha habido progresos.
Tomó algunas notas en los documentos acerca del comportamiento de Julianna, midiendo mucho sus palabras. No tenía claro cómo definir su comportamiento, si como sentido del deber, abnegación, sadismo... recordó su corto intercambio de palabras del día anterior y descartó aquel último pensamiento. Finalmente se limitó a comentar de manera aséptica que había llegado puntual y comenzado a su hora el interrogatorio pese a la ausencia del examinador. Aséptico. Era un concepto que parecía ir al pelo con Julianna, por lo poco que sabía de ella por ahora. Parca en palabras, directa al grano, profesional y fría en sus labores... Por otro lado, ser agente implicaba aprender a usar las apariencias para ocultar tu auténtico carácter. No era su especialidad, pero sabía que muchos dominaban ese arte.
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Mientras manaba la primera gota de sangre, el agente Omega apareció por la puerta. Julianna desvió la mirada medio segundo, antes de agarrar un cachito de algodón y presionarlo contra la herida del prisionero. Con un cacho de esparadrapo lo dejó sujeto para poder girarse y saludar adecuadamente a su superior.
-Buenos días.
Se hizo a un lado, para que pudiera ver bien el cuerpo del prisionero.
-Como puede ver, las heridas que tenía de previas interacciones están cerrando adecuadamente. No hay riesgo de infección o enfermedad. La herida de ayer también está evolucionando como se había previsto. Apenas le quedará una pequeña cicatriz.- Miró a Odión con tranquilidad.- Suficiente como para recordarlo, ¿no es así? – El hombre vaciló un instante, pero acabó asintiendo. Julianna asintió de vuelta, encantada. Parecía que iba aprendiendo, o como mínimo que había reflexionado mucho esa noche.
Con calma, agarró una banqueta y se sentó al lado del prisionero, colocándose en ángulo para poder seguir operando con comodidad pero no quitarle visión a su superior. Seguía siendo una prueba, al fin y al cabo.
-Como le decía antes al prisionero, todavía tenemos un par de cables sueltos. Una vez se digne a recogerlos adecuadamente, podremos dar por finalizado este… proceso, y él podrá retirarse tranquilamente a cumplir su sentencia. Hasta entonces, sin embargo, me temo que debo seguir con mi trabajo.
Retiró el esparadrapo y examinó su corte, antes de alargarlo un poco más y añadir otros dos para abrir una pequeña ventanita en su piel. Con cuidado, plegó hacia atrás la piel, dejando ver la carne que había debajo. Esta vez no iba a avisarle de lo que estaba haciendo; simplemente le dejaría mirar. Todas las explicaciones necesarias las había dado el día anterior y reiterarse no tenía ningún sentido. Él sabía lo que había. Él era el único que podía pararlo, de querer. Dejó que pasara un rato y luego probó a tirarle un anzuelo.
-Ayer dijiste que eras el jefe de una operación en la Ruta del Rey. Que tenías tres docenas de subordinados y dos navíos. Verás, en realidad había tres navíos.- No tenía ninguna prueba o dato que indicase eso.- Pero entiendo que lo desconocieras. No eras el jefe, tan solo uno de los subordinados. Los tratos más… delicados, estaban fuera de tu alcance. No es culpa tuya. Pero me temo que necesito los nombres de tus superiores.
Notó como empezaba a temblar. Cuidadosamente, hizo una pequeña incisión en el músculo para separar el tendón. Mientras dejaba que Odión ponderase hasta qué punto le compensaba confesar, agarró un poco de algodón y tras mojarlo en agua lo utilizó para limpiar la sangre de la zona. El blanco del tendón salió a relucir y Julianna asintió como si hubiera visto lo que quería. En realidad tan solo era una pequeña señal de respeto; el hombre claramente había hecho mucho ejercicio a lo largo de su vida, pero también se había ido cuidando. No había señal de daño o estrés en el músculo y sabía por experiencia que era algo bastante raro. Le gustaba conocer esas pequeñas curiosidades. Estaba ante alguien que se preocupaba por su cuerpo. Le miró a los ojos.
-¿Y bien?
Tenía los labios apretados y la odiaba. Era, simplemente, un hecho. Pero en lugar de insultarla, claudicó.
-De acuerdo.
Julianna anotó los nombres con cuidado. Poco a poco iba avanzando y ya solo le quedaba un dato por conseguir. Con algo de suerte, hoy sería el último día en la sala de interrogatorios.
-Buenos días.
Se hizo a un lado, para que pudiera ver bien el cuerpo del prisionero.
-Como puede ver, las heridas que tenía de previas interacciones están cerrando adecuadamente. No hay riesgo de infección o enfermedad. La herida de ayer también está evolucionando como se había previsto. Apenas le quedará una pequeña cicatriz.- Miró a Odión con tranquilidad.- Suficiente como para recordarlo, ¿no es así? – El hombre vaciló un instante, pero acabó asintiendo. Julianna asintió de vuelta, encantada. Parecía que iba aprendiendo, o como mínimo que había reflexionado mucho esa noche.
Con calma, agarró una banqueta y se sentó al lado del prisionero, colocándose en ángulo para poder seguir operando con comodidad pero no quitarle visión a su superior. Seguía siendo una prueba, al fin y al cabo.
-Como le decía antes al prisionero, todavía tenemos un par de cables sueltos. Una vez se digne a recogerlos adecuadamente, podremos dar por finalizado este… proceso, y él podrá retirarse tranquilamente a cumplir su sentencia. Hasta entonces, sin embargo, me temo que debo seguir con mi trabajo.
Retiró el esparadrapo y examinó su corte, antes de alargarlo un poco más y añadir otros dos para abrir una pequeña ventanita en su piel. Con cuidado, plegó hacia atrás la piel, dejando ver la carne que había debajo. Esta vez no iba a avisarle de lo que estaba haciendo; simplemente le dejaría mirar. Todas las explicaciones necesarias las había dado el día anterior y reiterarse no tenía ningún sentido. Él sabía lo que había. Él era el único que podía pararlo, de querer. Dejó que pasara un rato y luego probó a tirarle un anzuelo.
-Ayer dijiste que eras el jefe de una operación en la Ruta del Rey. Que tenías tres docenas de subordinados y dos navíos. Verás, en realidad había tres navíos.- No tenía ninguna prueba o dato que indicase eso.- Pero entiendo que lo desconocieras. No eras el jefe, tan solo uno de los subordinados. Los tratos más… delicados, estaban fuera de tu alcance. No es culpa tuya. Pero me temo que necesito los nombres de tus superiores.
Notó como empezaba a temblar. Cuidadosamente, hizo una pequeña incisión en el músculo para separar el tendón. Mientras dejaba que Odión ponderase hasta qué punto le compensaba confesar, agarró un poco de algodón y tras mojarlo en agua lo utilizó para limpiar la sangre de la zona. El blanco del tendón salió a relucir y Julianna asintió como si hubiera visto lo que quería. En realidad tan solo era una pequeña señal de respeto; el hombre claramente había hecho mucho ejercicio a lo largo de su vida, pero también se había ido cuidando. No había señal de daño o estrés en el músculo y sabía por experiencia que era algo bastante raro. Le gustaba conocer esas pequeñas curiosidades. Estaba ante alguien que se preocupaba por su cuerpo. Le miró a los ojos.
-¿Y bien?
Tenía los labios apretados y la odiaba. Era, simplemente, un hecho. Pero en lugar de insultarla, claudicó.
-De acuerdo.
Julianna anotó los nombres con cuidado. Poco a poco iba avanzando y ya solo le quedaba un dato por conseguir. Con algo de suerte, hoy sería el último día en la sala de interrogatorios.
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A medida la sesión continuaba, Atsu no podía sino maravillarse de la habilidad de Julianna, a pesar de haberla visto ya en acción. Mientras la observaba trabajar, no pudo evitar comparar sus métodos con interrogatorios que él mismo había llevado a cabo en el pasado. ¿Había realmente tanta diferencia entre ellos? ¿Estaba siendo justo con ella? Él había sido bastante menos piadoso con muchas de las personas a las que había tenido que interrogar. Las únicas diferencias que podía realmente sacar a priori era la calma de Julianna y que su método era más visual e impactante, pero se le ocurrían al menos un par de casos en que él había causado daños mucho mayores a una víctima durante una tortura. Tal vez lo único que le impactaba tanto era que le daba asco.
FInalmente, hubo un progreso apreciable. Odion se había quebrado y estaba dispuesto a hablar. Atsu bajó el portapapeles y dejó de escribir. No le había llevado ni dos sesiones completas lograr que cantase como un pajarillo. Tenía que admitir que sería cruento e impactante de presenciar, pero el método de Julianna era efectivo. A falta de leer su informe, estaba más que aprobada, probablemente con muy buena nota. Pasó la hoja del portapapeles y se puso a anotar los datos relevantes de la confesión. Estaba siendo grabada, pero estaba bien tenerla también por escrito.
- ...mi jefe pertenece a la Revolución. Actúa bajo el nombre en clave Mantarraya. Toda la operación es una tapadera para pasar armas y suministros a bases revolucionarias y grupos simpatizantes en la Ruta del Rey. Los puntos de entrega...
Una confesión bajo tortura nunca era fiable. Siempre había que comprobar que los datos eran ciertos, pues en una situación de tanto estrés se activaba el instinto de supervivencia. Un torturado diría todo lo que fuese necesario para detener la tortura, así fuera inventarse las cosas en caso de que no supiese nada. Sin embargo, tenía la sensación de que Odion había soltado mucho de lo que sabía. A lo mejor se había dejado algún detalle, pero aquel hombre estaba totalmente derrotado. Y la jugada de Julianna de haberse inventado un dato parecía haber salido bien. Una vez Odion acabó, Omega pulsó un botón para llamar a los guardias.
- Una vez acabe de cerrar sus heridas, lleváoslo de vuelta a su celda. Buen trabajo, Julianna. Espero tu informe.
Se retiró de la sala con muchas preguntas en su mente y más cuestiones rondándole. Una vez enviase su valoración, enviaría también una petición a lo mandos. Pediría que Julianna ingresase en el CP7 bajo su mando, en el nuevo equipo que estaba formando. Una persona con sus talentos le vendría muy bien.
FInalmente, hubo un progreso apreciable. Odion se había quebrado y estaba dispuesto a hablar. Atsu bajó el portapapeles y dejó de escribir. No le había llevado ni dos sesiones completas lograr que cantase como un pajarillo. Tenía que admitir que sería cruento e impactante de presenciar, pero el método de Julianna era efectivo. A falta de leer su informe, estaba más que aprobada, probablemente con muy buena nota. Pasó la hoja del portapapeles y se puso a anotar los datos relevantes de la confesión. Estaba siendo grabada, pero estaba bien tenerla también por escrito.
- ...mi jefe pertenece a la Revolución. Actúa bajo el nombre en clave Mantarraya. Toda la operación es una tapadera para pasar armas y suministros a bases revolucionarias y grupos simpatizantes en la Ruta del Rey. Los puntos de entrega...
Una confesión bajo tortura nunca era fiable. Siempre había que comprobar que los datos eran ciertos, pues en una situación de tanto estrés se activaba el instinto de supervivencia. Un torturado diría todo lo que fuese necesario para detener la tortura, así fuera inventarse las cosas en caso de que no supiese nada. Sin embargo, tenía la sensación de que Odion había soltado mucho de lo que sabía. A lo mejor se había dejado algún detalle, pero aquel hombre estaba totalmente derrotado. Y la jugada de Julianna de haberse inventado un dato parecía haber salido bien. Una vez Odion acabó, Omega pulsó un botón para llamar a los guardias.
- Una vez acabe de cerrar sus heridas, lleváoslo de vuelta a su celda. Buen trabajo, Julianna. Espero tu informe.
Se retiró de la sala con muchas preguntas en su mente y más cuestiones rondándole. Una vez enviase su valoración, enviaría también una petición a lo mandos. Pediría que Julianna ingresase en el CP7 bajo su mando, en el nuevo equipo que estaba formando. Una persona con sus talentos le vendría muy bien.
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No pasó mucho tiempo hasta que obtuvo los últimos datos que buscaba. Tras romperse y confesar la primera mentira, el prisionero no tenía realmente ningún argumento para continuar intentando esconderles nada. Si de alguna manera lograba escapar, sus antiguos jefes sabrían que había mentido y dudaba que fuera a ser bienvenido de vuelta. Si pretendía escapar y huir de su antigua vida, para ello tenía primero que acabar con el interrogatorio. Al fin y al cabo, mientras supieran que todavía tenía algo que ofrecerles iba a ser escudriñado y vigilado con bastante más crudeza que si fuera un simple prisionero. No es que Julianna dudase de las habilidades de la Agencia para mantener a sus prisioneros encarcelados, pero incluso si este hombre pretendiera rebelarse, confesar antes de hacerlo seguía siendo su mejor opción. Y eso jugaba a favor de la Agente.
Anotó todo lo que dijo, le hizo un par de preguntas a mayores para clarificar algunos puntos y asegurarse de que no estaba elaborando una mentira en el acto y… terminó. Por un instante, se quedó mirando sus pulcras notas. Luego, antes de que pudiera hacer nada, oyó la voz de Omega a su espalda.
-Lo tendrá esta tarde sobre su mesa, Agente. Gracias.
Se marchó y ella suspiró, estirándose. Lo más complicado ya había pasado. Con cuidado, limpió y curó al prisionero.
-Has aguantado bien.- Le dijo sin malicia.- Me aseguraré de que no vuelvan a ponerte en contacto conmigo, imagino que es lo que preferirás. Daré instrucciones a las enfermeras para que tus heridas terminen de cerrar sin dejarte secuelas.
Acabó todo, recogió sus cosas y sin despedirse, abandonó la estancia. A partir de ese momento, ese hombre dejaba de ser su responsabilidad.
Fue directa a su cuarto y empezó a escribir el informe. Detalló la metodología y lógica utilizada y expuso los datos obtenidos de Odión con claridad y pulcritud. A mayores, indicó los detalles que había descubierto acerca del prisionero durante el interrogatorio. Era un hombre fuerte y muy resistente, con buena regeneración y mejor capacidad de generar músculo. Darle acceso a un gimnasio o un método para ejercitarse era la mejor estrategia para asegurarse de que no escapara. Así mismo, de ser necesario, sería adecuado como mano de obra en trabajos pesados.
Tal y como había prometido, escribió también una carta para la enfermería detallando los cuidados que precisaba el prisionero y dando las gracias por adelantado. Una vez tuvo ambas cosas, se puso en marcha. Entregó primero la carta y luego fue hasta el despacho de Omega. Llamó a la puerta y aguardó a que le dejara entrar. Una vez allí, dejó el informe encima de la mesa.
-Espero que sea de su agrado. Todo lo necesario debería estar ahí anotado, pero si tiene alguna duda o necesita que ahonde más en algún apartado lo haré sin problema.
Anotó todo lo que dijo, le hizo un par de preguntas a mayores para clarificar algunos puntos y asegurarse de que no estaba elaborando una mentira en el acto y… terminó. Por un instante, se quedó mirando sus pulcras notas. Luego, antes de que pudiera hacer nada, oyó la voz de Omega a su espalda.
-Lo tendrá esta tarde sobre su mesa, Agente. Gracias.
Se marchó y ella suspiró, estirándose. Lo más complicado ya había pasado. Con cuidado, limpió y curó al prisionero.
-Has aguantado bien.- Le dijo sin malicia.- Me aseguraré de que no vuelvan a ponerte en contacto conmigo, imagino que es lo que preferirás. Daré instrucciones a las enfermeras para que tus heridas terminen de cerrar sin dejarte secuelas.
Acabó todo, recogió sus cosas y sin despedirse, abandonó la estancia. A partir de ese momento, ese hombre dejaba de ser su responsabilidad.
Fue directa a su cuarto y empezó a escribir el informe. Detalló la metodología y lógica utilizada y expuso los datos obtenidos de Odión con claridad y pulcritud. A mayores, indicó los detalles que había descubierto acerca del prisionero durante el interrogatorio. Era un hombre fuerte y muy resistente, con buena regeneración y mejor capacidad de generar músculo. Darle acceso a un gimnasio o un método para ejercitarse era la mejor estrategia para asegurarse de que no escapara. Así mismo, de ser necesario, sería adecuado como mano de obra en trabajos pesados.
Tal y como había prometido, escribió también una carta para la enfermería detallando los cuidados que precisaba el prisionero y dando las gracias por adelantado. Una vez tuvo ambas cosas, se puso en marcha. Entregó primero la carta y luego fue hasta el despacho de Omega. Llamó a la puerta y aguardó a que le dejara entrar. Una vez allí, dejó el informe encima de la mesa.
-Espero que sea de su agrado. Todo lo necesario debería estar ahí anotado, pero si tiene alguna duda o necesita que ahonde más en algún apartado lo haré sin problema.
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Había tenido tiempo para valorar los métodos empleados y la eficacia de Julianna a lo largo del día. Había releído varias veces los criterios de evaluación y meditado sobre la rúbrica antes de emitir su juicio sobre cada apartado. Había hecho un gran esfuerzo a lo largo del proceso por mantener una estricta profesionalidad y la máxima imparcialidad posible. Sabía que tenía que dejar fuera lo repugnante que le había resultado el proceso. Finalmente, hacia las siete había logrado terminar con su valoración, a falta de leer el informe. Justo a tiempo, la chica llamó a la puerta poco después.
- Adelante.
Julianna entró en el despacho y, con su cortesía habitual, le entregó el informe. Atsu lo agarró y le echó un vistazo por encima antes de dirigirle la mirada a ella. Le sonrió cordialmente y dijo:
- Sigues tratándome de usted, ¿eh? Si te sientes más cómoda así, adelante, pero insisto en que no es necesario.
Hizo una primera lectura del documento. La redacción era formal y correcta. Justificaba sus métodos más de lo necesario, algo que podía parecer tener sentido en el contexto de un examen, pero eso era también un ejercicio real. Tener que justificarse puede dar la apariencia de que se duda de uno mismo. Quitando eso, el informe era perfectamente correcto y explicaba toda la información obtenida.
- Buen trabajo. Con esto quedas aprobada, y dado que esta era tu última aprueba, pasas oficialmente a ser una agente. Felicidades y bienvenida a la agencia.
Atsu se levantó con una sonrisa y le tendió la mano para estrechársela. En realidad faltaba ponerle su nota oficial y escribir sus comentarios acerca de la agente, pero esos datos no eran para los ojos ni oídos de Julianna. No necesitaba saber cómo había sido su desempeño, solo si estaba aprobada o no. En cambio, eran las personas que decidirían su destino las que tenían que conocer sus aptitudes y forma de pensar.
- Toma esto - le entregó un formulario - Con esto podrás decidir si usarás tu nombre real o un nombre en clave en tu trabajo en la agencia, entre otras cosas. Entrégalo en secretaria y en unos días recibirás tu uniforme y tu identificación.
Volvió hacia su asiento, pero a medio camino se detuvo y se volvió a girar hacia ella.
- Es posible que tus primeros destinos los escoja la agencia. Sin embargo, en un futuro próximo se te darán opciones de trabajo en base a tu desempeño. Cuando llegue ese momento, si estás trabajando en Paraíso, valora venir a trabajar para mi división. Nos vendría bien una mente analítica y con tus conocimientos de medicina.
- Adelante.
Julianna entró en el despacho y, con su cortesía habitual, le entregó el informe. Atsu lo agarró y le echó un vistazo por encima antes de dirigirle la mirada a ella. Le sonrió cordialmente y dijo:
- Sigues tratándome de usted, ¿eh? Si te sientes más cómoda así, adelante, pero insisto en que no es necesario.
Hizo una primera lectura del documento. La redacción era formal y correcta. Justificaba sus métodos más de lo necesario, algo que podía parecer tener sentido en el contexto de un examen, pero eso era también un ejercicio real. Tener que justificarse puede dar la apariencia de que se duda de uno mismo. Quitando eso, el informe era perfectamente correcto y explicaba toda la información obtenida.
- Buen trabajo. Con esto quedas aprobada, y dado que esta era tu última aprueba, pasas oficialmente a ser una agente. Felicidades y bienvenida a la agencia.
Atsu se levantó con una sonrisa y le tendió la mano para estrechársela. En realidad faltaba ponerle su nota oficial y escribir sus comentarios acerca de la agente, pero esos datos no eran para los ojos ni oídos de Julianna. No necesitaba saber cómo había sido su desempeño, solo si estaba aprobada o no. En cambio, eran las personas que decidirían su destino las que tenían que conocer sus aptitudes y forma de pensar.
- Toma esto - le entregó un formulario - Con esto podrás decidir si usarás tu nombre real o un nombre en clave en tu trabajo en la agencia, entre otras cosas. Entrégalo en secretaria y en unos días recibirás tu uniforme y tu identificación.
Volvió hacia su asiento, pero a medio camino se detuvo y se volvió a girar hacia ella.
- Es posible que tus primeros destinos los escoja la agencia. Sin embargo, en un futuro próximo se te darán opciones de trabajo en base a tu desempeño. Cuando llegue ese momento, si estás trabajando en Paraíso, valora venir a trabajar para mi división. Nos vendría bien una mente analítica y con tus conocimientos de medicina.
Julianna M. Shelley
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
-Lo lamento.- dijo con dulzura.- No es más que una vieja costumbre.
Entendía que alguna gente le echara para atrás que fuera tan formal. A veces no le salía; dependía de con quién estuviera. Con sus superiores, sin embargo, le costaba recordarlo. Estaba acostumbrada a ser educada y para ella era una forma no solo de mostrar respeto, si no de establecer ciertos límites entre ambos. Una silenciosa barrera que le aseguraba un pequeño espacio personal, aun si solo era metafórico. El Agente Omega no era una excepción a esa regla.
Leyó el informe allí mismo y por un momento Julianna se quedó preguntándose si debería marcharse para que pudiera leerlo con tranquilidad. Sin embargo no se lo había pedido, así que aguardó mientras lo leía. No pasó mucho tiempo hasta que le confirmó que había sido aprobada. Enhorabuena. Era una Agente del Gobierno Mundial. Una miembro del Cipher Pol. No sabía cómo sentirse. Orgullosa no era la palabra, aunque sí estaba complacida.
Estrechó la mano de Omega con delicadeza, asintiendo y agradeciéndole su bienvenida. Sus sentimientos no importaban, al menos no en ese momento. Había cumplido el objetivo que se había marcado y desde esa posición podría ayudar a bastante gente. De momento, esa era la prioridad. Ayudar.
Cogió el formulario, meditando. No sabía que tendría la posibilidad de escoger un nombre en clave, así que lo pensó un momento. Abrió la boca y volvió a cerrarla, dudando si decir lo que se le pasaba por la cabeza. ¿Se volvería en su contra más adelante? Al final decidió seguir el impulso y hablar.
-Escogí hace ya tiempo el nombre que utilizo hoy en día. No sabía que tendría esta posibilidad y aunque la comprendo y la agradezco, prefiero que mi nombre vaya atado a todo lo que haga. Es una responsabilidad que abrazaré con gusto.
Lo siguiente que le dijo la tomó por sorpresa. No sabía si ese tipo de invitaciones eran habituales o no. Ahora que lo pensaba, ni siquiera estaba segura de saber en qué tipo de operaciones trabajaba Omega. Sabía que era su superior, pero los detalles de sus funciones, lógicamente, no eran de su incumbencia. Le entró la curiosidad, sin embargo. No preguntó, pero hizo una nota mental para investigarlo. Operaba en Paraíso, decía. Si la Agencia tenía a bien enviarla allí…
-Recordaré su oferta. Gracias por la cálida acogida.
Inclinó la cabeza en señal de respeto y se despidió. A partir de ahora, a partir de hoy, era una Agente.
Quedaba mucho trabajo por hacer.
Entendía que alguna gente le echara para atrás que fuera tan formal. A veces no le salía; dependía de con quién estuviera. Con sus superiores, sin embargo, le costaba recordarlo. Estaba acostumbrada a ser educada y para ella era una forma no solo de mostrar respeto, si no de establecer ciertos límites entre ambos. Una silenciosa barrera que le aseguraba un pequeño espacio personal, aun si solo era metafórico. El Agente Omega no era una excepción a esa regla.
Leyó el informe allí mismo y por un momento Julianna se quedó preguntándose si debería marcharse para que pudiera leerlo con tranquilidad. Sin embargo no se lo había pedido, así que aguardó mientras lo leía. No pasó mucho tiempo hasta que le confirmó que había sido aprobada. Enhorabuena. Era una Agente del Gobierno Mundial. Una miembro del Cipher Pol. No sabía cómo sentirse. Orgullosa no era la palabra, aunque sí estaba complacida.
Estrechó la mano de Omega con delicadeza, asintiendo y agradeciéndole su bienvenida. Sus sentimientos no importaban, al menos no en ese momento. Había cumplido el objetivo que se había marcado y desde esa posición podría ayudar a bastante gente. De momento, esa era la prioridad. Ayudar.
Cogió el formulario, meditando. No sabía que tendría la posibilidad de escoger un nombre en clave, así que lo pensó un momento. Abrió la boca y volvió a cerrarla, dudando si decir lo que se le pasaba por la cabeza. ¿Se volvería en su contra más adelante? Al final decidió seguir el impulso y hablar.
-Escogí hace ya tiempo el nombre que utilizo hoy en día. No sabía que tendría esta posibilidad y aunque la comprendo y la agradezco, prefiero que mi nombre vaya atado a todo lo que haga. Es una responsabilidad que abrazaré con gusto.
Lo siguiente que le dijo la tomó por sorpresa. No sabía si ese tipo de invitaciones eran habituales o no. Ahora que lo pensaba, ni siquiera estaba segura de saber en qué tipo de operaciones trabajaba Omega. Sabía que era su superior, pero los detalles de sus funciones, lógicamente, no eran de su incumbencia. Le entró la curiosidad, sin embargo. No preguntó, pero hizo una nota mental para investigarlo. Operaba en Paraíso, decía. Si la Agencia tenía a bien enviarla allí…
-Recordaré su oferta. Gracias por la cálida acogida.
Inclinó la cabeza en señal de respeto y se despidió. A partir de ahora, a partir de hoy, era una Agente.
Quedaba mucho trabajo por hacer.
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