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¿Cuánto más iba a navegar así? Iba recostado en su barco, con el cuerpo de aquel joven pistolero a un lado. Suspiró con cierta pesadez. El día estaba tranquilo y no era nada difícil navegar por esas aguas tan cristalinas. ”Debería estar por aquí…” – la vivre card apuntaba a esta dirección, estaba muy seguro que estaba en algún lado. Se levantó con calma y empezó a mirar al horizonte. Quizás ya era hora de deshacerse del cuerpo y quería volver a recuperar a su chica. Pero encontrarla parecía ser una misión casi imposible. ¿Qué más iba a poder hacer? Quizás pescar hasta llegar a alguna isla. Según el mapa, debía haber una cerca. ”Tengo hambre…” – sí, definitivamente, iba a pescar. Se sacó ambos zapatos y puso ambos pies en el agua, estaba fría. Finalmente, lanzó su caña de pescar.
– Solo tengo que encontrarla.
Suspiró con calma. ¿Con qué iba a cocinarlo? No era tan difícil, solo era cosa de usar su Firebending y la magia empezaba. Ahora… ¿Sabía pescar? Un poco, pero se tenía bastante fe en que podría hacerlo. Mientras tanto, activó su mantra para estar alerta a todo lo que pasaba sin tener que estar pendiente de su ambiente con todos sus sentidos. Con el rango de su habilidad, iba a estar bien en casi cien metros. ”Supongo que puedo incrementarlo…” – ya entrenaría luego. Bostezó con calma y se quedó esperando a que algún pescado picara y tener comida. Habían pasado pocos días desde que tuvo que matar a aquel sujeto y aún no empezaba a emanar ese olor apestoso. Debía darse prisa. La vivre card descansaba en una de sus piernas y la miraba de reojo. Volvió a bostezar y esperaba que su comida llegara pronto o que el destino jugar a su favor y Milena apareciera por arte de magia. ”Pueden ser las dos…” – sonrió de medio lado y se quedó paciente. Esperando y esperando…
– Solo tengo que encontrarla.
Suspiró con calma. ¿Con qué iba a cocinarlo? No era tan difícil, solo era cosa de usar su Firebending y la magia empezaba. Ahora… ¿Sabía pescar? Un poco, pero se tenía bastante fe en que podría hacerlo. Mientras tanto, activó su mantra para estar alerta a todo lo que pasaba sin tener que estar pendiente de su ambiente con todos sus sentidos. Con el rango de su habilidad, iba a estar bien en casi cien metros. ”Supongo que puedo incrementarlo…” – ya entrenaría luego. Bostezó con calma y se quedó esperando a que algún pescado picara y tener comida. Habían pasado pocos días desde que tuvo que matar a aquel sujeto y aún no empezaba a emanar ese olor apestoso. Debía darse prisa. La vivre card descansaba en una de sus piernas y la miraba de reojo. Volvió a bostezar y esperaba que su comida llegara pronto o que el destino jugar a su favor y Milena apareciera por arte de magia. ”Pueden ser las dos…” – sonrió de medio lado y se quedó paciente. Esperando y esperando…
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Todo lleno de cuerpos, y cada uno de ellos yacía con un corte en el pecho, o el cuello. Parecían ser simples piratas. No habían durado mucho contra la pelirroja. Ella encima les había robado el barco. No pensaba entregar toda aquella mierda. A lo mejor simplemente quemaba el barco con ellos dentro. El navío era de un tamaño mediano, de madera buena, y ahora sin bandera alguna. El estado podía reconocerse como bueno, si se quitaba el cementerio que se había formado en cubierta. Unos cuantos cuerpos estaban incluso hechos polvo, como si hubiesen recibido miles de cortes. Se notaba que se habían ensañado con ellos a lo bestia. Milena estaba últimamente de un humor de perros. La culpa era del puto Ushio. La rabia de la mujer era considerable. Continuaba esperando la cabeza del maldito tirador, pero no llegaba.
En ese momento, ella se hallaba en la cubierta. Vestía con un kimono de color azul, el cual dejaba ver un poco su escote, el cual estaba tapado por unos vendajes gruesos. En los pies llevaba unas sandalias de madera. Su arma estaba oculta en su funda. A su alrededor, unas ocho pistolas levitaban como si tuviesen vida propia. La pelirroja estaba sentada, con los ojos cerrados, y suspirando levemente. Justo iba hacia su base del Sur, para continuar sus cosas. Debía terminar de una vez sus jodidos experimentos. El ansía de ser una vez, una científica reconocida de verdad, era muy tentadora. Quería llegar a donde Cooper había conseguido llegar, a lo más alto de la jerarquía científica. Era su mayor meta por el momento, y no pensaba renunciar a ella. Por el momento, logró un poderoso poder, el cual consistía en controlar la gravedad de forma perfecta. Su entrenamiento había sido un éxito, y por ello estaba muy orgullosa de sí misma.
Pudo notar un olor a putrefacción cercano. No pensó que los cuerpos estuviesen ya en un estado de descomposición, y por ello quedó un poco confusa. Entrecerró los ojos para poder ver todo bien, y después continuó a lo suyo.
En ese momento, ella se hallaba en la cubierta. Vestía con un kimono de color azul, el cual dejaba ver un poco su escote, el cual estaba tapado por unos vendajes gruesos. En los pies llevaba unas sandalias de madera. Su arma estaba oculta en su funda. A su alrededor, unas ocho pistolas levitaban como si tuviesen vida propia. La pelirroja estaba sentada, con los ojos cerrados, y suspirando levemente. Justo iba hacia su base del Sur, para continuar sus cosas. Debía terminar de una vez sus jodidos experimentos. El ansía de ser una vez, una científica reconocida de verdad, era muy tentadora. Quería llegar a donde Cooper había conseguido llegar, a lo más alto de la jerarquía científica. Era su mayor meta por el momento, y no pensaba renunciar a ella. Por el momento, logró un poderoso poder, el cual consistía en controlar la gravedad de forma perfecta. Su entrenamiento había sido un éxito, y por ello estaba muy orgullosa de sí misma.
Pudo notar un olor a putrefacción cercano. No pensó que los cuerpos estuviesen ya en un estado de descomposición, y por ello quedó un poco confusa. Entrecerró los ojos para poder ver todo bien, y después continuó a lo suyo.
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Sonrió y tiró de la caña una vez más. – Este es el cuarto, perfecto. – Susurró mientras lo dejaba en una cubeta con el resto de sus amigos. Iba a tener una cena contundente y, lo mejor, llena de bastantes proteínas, vitaminas y otras cosas. ”Vaya…” – dentro de su rango había sentido la poderosa presencia de la pelirroja. Se levantó con calma y miró hacia donde sentía aquel poder. ”Nuevamente se ha hecho más fuerte…” – por dentro, unas extrañas ganas de superarla nacieron aunque, a la vez, un poco de admiración. Desde el momento en que la vio supo que era más talentosa para manejar la espada que él. Logró divisar la embarcación en la que venía.
– Bien, es hora de irnos. – Agarró la cubeta con los peces adentro y también el cuerpo sin vida de aquel pistolero. Sin pensarlo dos veces, activó Tora y unas alas de un color verde surgieron a su espalda. Empezó a volar, cargando todo en ambas manos y con cuidado de no botar su comida. No tardó mucho en llegar al barco y “grata” fue su sorpresa al notar que, salvo la pelirroja, no había nadie más con vida. Un mar de cadáveres estaba por doquier. ”Vaya…” – pensó casi sin darle importancia. Suspiró con calma y decidió descender justo al frente de Milena. Dejó la cubeta a un lado y notó que no había perdido ninguno. Aún había agua en ella y los peces nadaban con cierta facilidad, así se mantenían frescos o eso había leído en un libro de poca importancia gastronómica. El cuerpo, en cambio, lo dejó entre los dos…
– Tú tienes la última palabra, Milena – dijo con calma mientras la miraba a los ojos. Había notado las pistolas flotar a su alrededor, pero perdieron interés en el momento en que había abierto su boca. – Lo siento… – Fue lo último que dijo antes de guardar silencio. Su corazón, como era costumbre cada vez que la veía, se aceleró un poco. Estaba nervioso y más que nunca… ¿Qué es lo que iba a responder? ¿Era suficiente? Miles de dudas atacaban su cabeza. Una suave brisa recorrió el lugar y, en cierta parte, se llevaba el olor putrefacto del cuerpo de aquel tirador. Suspiró de forma suave y trató de relajarse, mas le era imposible.
– Bien, es hora de irnos. – Agarró la cubeta con los peces adentro y también el cuerpo sin vida de aquel pistolero. Sin pensarlo dos veces, activó Tora y unas alas de un color verde surgieron a su espalda. Empezó a volar, cargando todo en ambas manos y con cuidado de no botar su comida. No tardó mucho en llegar al barco y “grata” fue su sorpresa al notar que, salvo la pelirroja, no había nadie más con vida. Un mar de cadáveres estaba por doquier. ”Vaya…” – pensó casi sin darle importancia. Suspiró con calma y decidió descender justo al frente de Milena. Dejó la cubeta a un lado y notó que no había perdido ninguno. Aún había agua en ella y los peces nadaban con cierta facilidad, así se mantenían frescos o eso había leído en un libro de poca importancia gastronómica. El cuerpo, en cambio, lo dejó entre los dos…
– Tú tienes la última palabra, Milena – dijo con calma mientras la miraba a los ojos. Había notado las pistolas flotar a su alrededor, pero perdieron interés en el momento en que había abierto su boca. – Lo siento… – Fue lo último que dijo antes de guardar silencio. Su corazón, como era costumbre cada vez que la veía, se aceleró un poco. Estaba nervioso y más que nunca… ¿Qué es lo que iba a responder? ¿Era suficiente? Miles de dudas atacaban su cabeza. Una suave brisa recorrió el lugar y, en cierta parte, se llevaba el olor putrefacto del cuerpo de aquel tirador. Suspiró de forma suave y trató de relajarse, mas le era imposible.
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La pelirroja continuaba con los ojos entrecerrados, notando el olor tan asqueroso, que se había formado en tan poco tiempo. No entendió la razón, hasta que pudo ver un hombre moreno de verdes alas en su espalda. La chica entonces frunció el ceño, y no tardó mucho en llevar la mano derecha a su espada en señal de amenaza. Si era un aliado de esos bucaneros, lo cortaría en pedazos sin pensárselo un momento. Su mala leche era legendaria para las pocas personas que la conocían. El filo de su katana, deseaba volver a mancharse con la sangre de muchos idiotas que, estuviesen dispuestos a hacerle frente a ella. Mucha sangre fría poseía, y no era para menos después de todo lo pasado.
No tardó mucho en darse cuenta, de que se trataba de Ushio. Entonces quedó un poco confundida. De repente, el olor a podrido se hizo un poco fuerte. Se dio cuenta de que provenía del cadáver que arrojó frente a ella. La científica se tapó un poco la nariz, poniendo una mueca de asco. De nuevo le miró a los ojos con frialdad, y después se colocó en pie. Las pistolas que levitaban a su alrededor, cayeron al suelo. Pudo darse cuenta de que era el pistolero. Sus ojos se abrieron como platos. No podía creerse que de verdad lo hubiese eliminado por ella. Primero lo salvó, dejándola como una idiota, pero ahora aquel imbécil estaba totalmente muerto. La chica desenvainó su espada entonces.
Se relamió despacio, y sus ojos tomaron un leve brillo. – Muere como el insecto que eres. – Mencionó en un tono frío. Después de unos momentos, cortó la cabeza del tío de las pistolas. La tomó del pelo, y sonrió de lado. – ¿Pensaste ser parte de la historia? – Preguntó de forma siniestra. Terminó de cortar la cabeza, y el cuerpo en pedazos, y después los arrojó al mar. Ocultó su arma, y soltó un enorme suspiro. El moreno había cumplido con su palabra, cosa que la impresionó mucho. En ese momento, ella le miró de forma simple. Después de unos momentos, se clavó de rodillas en el suelo. Por fin aquel idiota yacía muerto frente a ella, o más bien bajo ella, en el mar. Miró hacia el suelo, tratando de recuperarse del combate contra todos los piratas. – Gracias… – Dijo simplemente mientras recuperaba el aliento de la mejor forma posible. Después le cogió la mano con calma, mirando a otro lado.
No tardó mucho en darse cuenta, de que se trataba de Ushio. Entonces quedó un poco confundida. De repente, el olor a podrido se hizo un poco fuerte. Se dio cuenta de que provenía del cadáver que arrojó frente a ella. La científica se tapó un poco la nariz, poniendo una mueca de asco. De nuevo le miró a los ojos con frialdad, y después se colocó en pie. Las pistolas que levitaban a su alrededor, cayeron al suelo. Pudo darse cuenta de que era el pistolero. Sus ojos se abrieron como platos. No podía creerse que de verdad lo hubiese eliminado por ella. Primero lo salvó, dejándola como una idiota, pero ahora aquel imbécil estaba totalmente muerto. La chica desenvainó su espada entonces.
Se relamió despacio, y sus ojos tomaron un leve brillo. – Muere como el insecto que eres. – Mencionó en un tono frío. Después de unos momentos, cortó la cabeza del tío de las pistolas. La tomó del pelo, y sonrió de lado. – ¿Pensaste ser parte de la historia? – Preguntó de forma siniestra. Terminó de cortar la cabeza, y el cuerpo en pedazos, y después los arrojó al mar. Ocultó su arma, y soltó un enorme suspiro. El moreno había cumplido con su palabra, cosa que la impresionó mucho. En ese momento, ella le miró de forma simple. Después de unos momentos, se clavó de rodillas en el suelo. Por fin aquel idiota yacía muerto frente a ella, o más bien bajo ella, en el mar. Miró hacia el suelo, tratando de recuperarse del combate contra todos los piratas. – Gracias… – Dijo simplemente mientras recuperaba el aliento de la mejor forma posible. Después le cogió la mano con calma, mirando a otro lado.
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Ushio le dio la espalda a Milena mientras ella descuartizaba el cuerpo de aquel tipo. Suspiró con calma y escuchó las palabras de la pelirroja. Sonrió de medio lado y se giró al sentir su mano. ¿Estaba todo arreglado? Eso parecía, pero no quería apurar nada y menos hacer cosas que lastimaran a su mujer. Ya suficiente había hecho y esperaba no volver a hacer algo así. No le gustaba estar peleado con ella y menos si eran cosas que se podían evitar con facilidad. Entrelazó los dedos con los de ella. Este era uno de los pocos momentos, junto con la última vez que se vieron, en que no encontraba las palabras. Ella se notaba cansada y era, seguramente, por todo lo que había hecho antes.
– No es nada, Milena – empezó a decir con calma. Los cadáveres le molestaban un poco y ver toda la sangre repartida en la cubierta era un poco mareador. – Si es necesario, daría mi vida por ti. No volveré a perderte – suspiró con calma y se acordó de los peces. Tenía que cocinarlos y esperaba que quedaran ricos. – ¿Tienes hambre? Tengo un par de peces y están frescos. Me costó mucho atraparlos. – Eran un total de cuatro. Así que dos para cada uno y debería estar bien. Si no era el caso, no le importaba no comer y que ella comiera todo. Tenía algunas dudas referente a cocinar. De las pocas veces que le había tocado cocinarle algo a Taiga, nunca había recibido una buena aprobación por parte de su mejor amigo. ¿Se quería arriesgar a cocinarle algo a Milena? Tragó un poco de saliva… Nervioso. ”¿Qué es la vida sin riesgos?” – pensó con una sonrisa divertida.
– ¿Qué dices? ¿Comemos algo? Te ayudara a reponer energías – dijo que con la otra mano jugaba con el cabello de la pelirroja. – Yo puedo cocinarlos… Si deseas. – Suspiró de forma calmada y se quedó esperando alguna respuesta por parte de ella. Tenía unas ganas horribles de besarla, pero debía esperar el momento y no apurar las cosas… ”Puedo ser muy idiota…” – no quería apurar nada. Quería que se diera de forma natural… Recién se estaban reconciliando y había sido una etapa dura para ambos.
– No es nada, Milena – empezó a decir con calma. Los cadáveres le molestaban un poco y ver toda la sangre repartida en la cubierta era un poco mareador. – Si es necesario, daría mi vida por ti. No volveré a perderte – suspiró con calma y se acordó de los peces. Tenía que cocinarlos y esperaba que quedaran ricos. – ¿Tienes hambre? Tengo un par de peces y están frescos. Me costó mucho atraparlos. – Eran un total de cuatro. Así que dos para cada uno y debería estar bien. Si no era el caso, no le importaba no comer y que ella comiera todo. Tenía algunas dudas referente a cocinar. De las pocas veces que le había tocado cocinarle algo a Taiga, nunca había recibido una buena aprobación por parte de su mejor amigo. ¿Se quería arriesgar a cocinarle algo a Milena? Tragó un poco de saliva… Nervioso. ”¿Qué es la vida sin riesgos?” – pensó con una sonrisa divertida.
– ¿Qué dices? ¿Comemos algo? Te ayudara a reponer energías – dijo que con la otra mano jugaba con el cabello de la pelirroja. – Yo puedo cocinarlos… Si deseas. – Suspiró de forma calmada y se quedó esperando alguna respuesta por parte de ella. Tenía unas ganas horribles de besarla, pero debía esperar el momento y no apurar las cosas… ”Puedo ser muy idiota…” – no quería apurar nada. Quería que se diera de forma natural… Recién se estaban reconciliando y había sido una etapa dura para ambos.
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Milena continuaba con los ojos cerrados, tratando de tomar aire, y descansar de aquella forma. El haber hecho levitar las pistolas durante todo ese tiempo, la cansó muchísimo. Su cabello se movió unos momentos, debido al leve viento que se formó de repente. Se colocó un poco bien la ropa, y después trató de colocarse en pie despacio. Soltó todo el aire de su cuerpo mientras lo hacía, y por ello tuvo fuerza suficiente. Notó que tenía capacidad para colocarse en pie, y por ello pudo hacerlo. En ese momento recordó la matanza que había hecho con el estúpido tirador, y la verdad es que le dio lo mismo. Si quería vengarse o algo similar, cualquier idiota, ella misma le cortaría la cabeza. Notó un poco de calor, pero decidió no darle mucha importancia¸ y por ello se relamió un poco.
De repente, el moreno le dijo que si tenía hambre, a lo que ella simplemente negó un poco con la cabeza. Entonces, un pequeño rugido surgió de su barriga. No pudo evitar sonreír de lado al escucharlo, y deducía que por la distancia¸ el chico también lo habría hecho. Entonces soltó una pequeña carcajada seria, para al momento levantar la mirada, buscando los ojos del moreno. Escuchó lo que dijo, y no pudo evitar preocuparse por lo de cocinarlos. No quería terminar envenenada ese día, pero decidió darle una oportunidad, y por ello asintió despacio. No pensaba dejarle ir, no sin antes hacer una cosa. Lo tomó de los hombros, y de repente unió sus dulces labios a los de él, cerrando sus ojos en el proceso. Pegó su cuerpo al suyo, y lo dejó acorralado en el mástil.
Tras unos momentos jugando con él, y lamiéndole despacio, se separó unos milímetros, mirándole a los ojos de forma un poco siniestra. Después simplemente le susurró al oído unas palabras simples. – Con dos para cada uno está bien. Dentro hay una cocina. No tardes mucho… – Una vez le dijo aquello, le mordió un poco la oreja, y después se separó. Caminó hacia la borda¸ y se sentó en ella. Miró el mar con tranquilidad, suspirando un poco. Quedaba mucho para llegar a su isla pero tiempo es lo que necesitaban. Estarían un día entero a solas en el barco. Eso podía ser una verdadera locura, pero por fin estaba de buen humor. Después de mucho tiempo. Lo primero que hizo fue amarrarse el pelo en una coleta. Después se quitó la prenda superior del kimono, pero su pecho estaba tapado por los vendajes. Soltó un estornudo, y después sonrió de forma calmada.
De repente, el moreno le dijo que si tenía hambre, a lo que ella simplemente negó un poco con la cabeza. Entonces, un pequeño rugido surgió de su barriga. No pudo evitar sonreír de lado al escucharlo, y deducía que por la distancia¸ el chico también lo habría hecho. Entonces soltó una pequeña carcajada seria, para al momento levantar la mirada, buscando los ojos del moreno. Escuchó lo que dijo, y no pudo evitar preocuparse por lo de cocinarlos. No quería terminar envenenada ese día, pero decidió darle una oportunidad, y por ello asintió despacio. No pensaba dejarle ir, no sin antes hacer una cosa. Lo tomó de los hombros, y de repente unió sus dulces labios a los de él, cerrando sus ojos en el proceso. Pegó su cuerpo al suyo, y lo dejó acorralado en el mástil.
Tras unos momentos jugando con él, y lamiéndole despacio, se separó unos milímetros, mirándole a los ojos de forma un poco siniestra. Después simplemente le susurró al oído unas palabras simples. – Con dos para cada uno está bien. Dentro hay una cocina. No tardes mucho… – Una vez le dijo aquello, le mordió un poco la oreja, y después se separó. Caminó hacia la borda¸ y se sentó en ella. Miró el mar con tranquilidad, suspirando un poco. Quedaba mucho para llegar a su isla pero tiempo es lo que necesitaban. Estarían un día entero a solas en el barco. Eso podía ser una verdadera locura, pero por fin estaba de buen humor. Después de mucho tiempo. Lo primero que hizo fue amarrarse el pelo en una coleta. Después se quitó la prenda superior del kimono, pero su pecho estaba tapado por los vendajes. Soltó un estornudo, y después sonrió de forma calmada.
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Ushio estaba tranquilo. Al menos, ya no tenía tantas dudas como antes. Suspiró con calma y esperó la respuesta de ella. La tensión del momento había desaparecido y, quizás era una suerte que la chispa que había entre ellos tampoco se hubiera apagado. Estaba pensando en ese tipo de cosas, en lo agradecido de la vida por hacer que su camino se cruzara con el de ella y, de algún modo, empezar una vida con ella. Notó como la pelirroja iba recuperando fuerzas y eso le hizo sentir mejor y no pudo evitar soltar una pequeña risa al escuchar como las tripas de Milena rugían del hambre. Finalmente, ella aceptó. ”Aquí vamos…” – pensó con una sonrisa.
Se iba a girar para ir a la cocina, pero… Milena lo detuvo y le dio un beso. Lo había pillado con la guardia baja y no dudó en corresponderlo. Se dejó acorralar contra el mástil y puso sus dos manos en la cintura de la pelirroja. Fueron unos cuantos segundos, que para él fueron eternos. Sus jugaban como si de niños se tratara y… Solo se dejó llevar. No le disgustaba admitirlo, ante ella toda la fortaleza que tenía eran derribadas con facilidad. Se separaron, escuchó las palabras de Milena y sonrió con tranquilidad. Antes de irse, le besó la frente. – No tardaré. – Agarró la cubeta con su futura comida y se fue directo a la cocina. No iba a tardar más de la cuenta, era una receta que conocía y que la manejaba… Con cierta facilidad. Se quitó su saco y se arremangó las mangas de la camisa, dejó sus tres espadas en una mesita para que no le molestaran. Con buen ritmo fue haciendo todas las cosas y, luego de unos diez minutos, ya había acabado. Había logrado un buen sabor y se fue apoyando en un pequeño libro de cocina que había encontrado por ahí… ”Cocina para novatos…” – dejó el libro donde estaba y salió con los dos platos en una bandeja.
– Espero que le guste… – susurró mientras miraba el pescado frito con aceite de oliva y especies varias. Había usado las mismas medidas del libro y, en teoría, debería estar bien. El tiempo de cocción del pescado era el correcto y, al probarlo; le había gustado. – Solo hay una forma de saberlo. – No pudo evitar sentir algo de presión, era un simple pescado sin acompañamientos. No es que los del barco brillaran por tener víveres. En cada plato, había dos pescados. Con mucho cuidado, se sentó al lado de Milena. Suspiró con calma y le pasó el plato. Aún había humo saliendo del pescado, lo que indicaba que estaba recién hecho.
– No soy un excelente cocinero… Pero, espero que te guste – dijo con una sonrisa algo nerviosa. – Haré mi mejor esfuerzo para hacerte feliz, Milena. No volveré a hacerte sufrir y no dejaré que nadie te haga daño. – Fue lo único que dijo. Luego de eso, le dio una mordida a su pescado y, al degustarlo; suspiró… No era un buen sabor, pero tampoco estaba malo. Se podía comer, al menos, sin riesgo de coger algún tipo de dolencia estomacal.
Se iba a girar para ir a la cocina, pero… Milena lo detuvo y le dio un beso. Lo había pillado con la guardia baja y no dudó en corresponderlo. Se dejó acorralar contra el mástil y puso sus dos manos en la cintura de la pelirroja. Fueron unos cuantos segundos, que para él fueron eternos. Sus jugaban como si de niños se tratara y… Solo se dejó llevar. No le disgustaba admitirlo, ante ella toda la fortaleza que tenía eran derribadas con facilidad. Se separaron, escuchó las palabras de Milena y sonrió con tranquilidad. Antes de irse, le besó la frente. – No tardaré. – Agarró la cubeta con su futura comida y se fue directo a la cocina. No iba a tardar más de la cuenta, era una receta que conocía y que la manejaba… Con cierta facilidad. Se quitó su saco y se arremangó las mangas de la camisa, dejó sus tres espadas en una mesita para que no le molestaran. Con buen ritmo fue haciendo todas las cosas y, luego de unos diez minutos, ya había acabado. Había logrado un buen sabor y se fue apoyando en un pequeño libro de cocina que había encontrado por ahí… ”Cocina para novatos…” – dejó el libro donde estaba y salió con los dos platos en una bandeja.
– Espero que le guste… – susurró mientras miraba el pescado frito con aceite de oliva y especies varias. Había usado las mismas medidas del libro y, en teoría, debería estar bien. El tiempo de cocción del pescado era el correcto y, al probarlo; le había gustado. – Solo hay una forma de saberlo. – No pudo evitar sentir algo de presión, era un simple pescado sin acompañamientos. No es que los del barco brillaran por tener víveres. En cada plato, había dos pescados. Con mucho cuidado, se sentó al lado de Milena. Suspiró con calma y le pasó el plato. Aún había humo saliendo del pescado, lo que indicaba que estaba recién hecho.
– No soy un excelente cocinero… Pero, espero que te guste – dijo con una sonrisa algo nerviosa. – Haré mi mejor esfuerzo para hacerte feliz, Milena. No volveré a hacerte sufrir y no dejaré que nadie te haga daño. – Fue lo único que dijo. Luego de eso, le dio una mordida a su pescado y, al degustarlo; suspiró… No era un buen sabor, pero tampoco estaba malo. Se podía comer, al menos, sin riesgo de coger algún tipo de dolencia estomacal.
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La chica continuaba mirando el mar con tranquilidad, y con una sonrisa en su rostro. Después de mucho tiempo, se sentía muy bien. Notó una leve brisa recorrerle el rostro, y por ello soltó un pequeño suspiro. Hacía mucho tiempo que no disfrutaba de un viento agradable y cómodo como aquel. Debido a que estaban en el Sur, el clima era muy bueno, y por ello soltó una leve risa. A lo mejor debía violarlo cincuenta veces en su base. Iban a ser pocas, de hecho, no pudo evitar relamerse despacio. El cabrón que sobraba estaba muero, y todo había vuelto a la normalidad. Ese imbécil era pasto de los tiburones. Encima de débil, un payaso. Dejó de pensar en el idiota, y se quedó unos momentos pensativa. No sabía qué hacer mientras el moreno cocinaba. A saber qué es lo que hacía. Tenía una fama horrible en aquellas cosas.
La pelirroja pudo ver cómo el chico le traía la cena. Allí, rodeados de cadáveres. Eso era lo de menos, y por ello se sentó frente a él. Al escuchar sus palabras, no pudo evitar sentir un leve rubor recorrerle las mejillas. Chasqueó incluso un poco la lengua, sintiendo un poco de vergüenza. En ese momento mordió un trozo del pez. Se quedó callada unos momentos, y después le miró a los ojos. No encontraba las palabras, y de hecho, decidió no decir nada. Se puso a comer a toda velocidad sin importarle nada. En poco tiempo no quedó nada en el plato. Los dos peces habían sido devorados al momento. La verdad es que por decirlo, la raspa era lo único que quedaba. Se notaba que el moreno se había esforzado mucho en prepararlos. Miró uno de los cadáveres un momento, y después desvió su mirada de nuevo hacia él.
De repente se colocó en pie, y se quedó mirándole con calma. El viento mecía su cabello de un lado a otro, dándole un aire salvaje. Entonces soltó un leve suspiró, y le habló con toda la calma del mundo. – Estaba delicioso. Voy un momento al baño. – Una vez dijo aquello, silbó despacio mientras se dirigía al interior. Cuando cruzó la puerta, cerró tras ella. Su sonrisa cambió a una cara de odio. Cayó al suelo con los ojos en blanco, sacó la lengua y comenzó a arrastrarse al baño despacio. – Maldito… Qué mal cocina el cabrón… – Dijo la pobre, sintiendo aquel jodido sabor en la boca. Empezó a respirar con fuerza. Ushio era capaz de envenenar sin quererlo. Tenía un talento para el Poison Cookie. Llegó por fin al baño, y terminó de quedar tumbada con la boca abierta y jadeando despacio. – Qué la humanidad me recuerde hermosa… – Dijo despidiéndose del mundo, pensando que iba a morir. Es que el sabor era similar a morder carbón, puto moreno.
La pelirroja pudo ver cómo el chico le traía la cena. Allí, rodeados de cadáveres. Eso era lo de menos, y por ello se sentó frente a él. Al escuchar sus palabras, no pudo evitar sentir un leve rubor recorrerle las mejillas. Chasqueó incluso un poco la lengua, sintiendo un poco de vergüenza. En ese momento mordió un trozo del pez. Se quedó callada unos momentos, y después le miró a los ojos. No encontraba las palabras, y de hecho, decidió no decir nada. Se puso a comer a toda velocidad sin importarle nada. En poco tiempo no quedó nada en el plato. Los dos peces habían sido devorados al momento. La verdad es que por decirlo, la raspa era lo único que quedaba. Se notaba que el moreno se había esforzado mucho en prepararlos. Miró uno de los cadáveres un momento, y después desvió su mirada de nuevo hacia él.
De repente se colocó en pie, y se quedó mirándole con calma. El viento mecía su cabello de un lado a otro, dándole un aire salvaje. Entonces soltó un leve suspiró, y le habló con toda la calma del mundo. – Estaba delicioso. Voy un momento al baño. – Una vez dijo aquello, silbó despacio mientras se dirigía al interior. Cuando cruzó la puerta, cerró tras ella. Su sonrisa cambió a una cara de odio. Cayó al suelo con los ojos en blanco, sacó la lengua y comenzó a arrastrarse al baño despacio. – Maldito… Qué mal cocina el cabrón… – Dijo la pobre, sintiendo aquel jodido sabor en la boca. Empezó a respirar con fuerza. Ushio era capaz de envenenar sin quererlo. Tenía un talento para el Poison Cookie. Llegó por fin al baño, y terminó de quedar tumbada con la boca abierta y jadeando despacio. – Qué la humanidad me recuerde hermosa… – Dijo despidiéndose del mundo, pensando que iba a morir. Es que el sabor era similar a morder carbón, puto moreno.
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Ushio suspiró con calma… Había notado que Milena se había ruborizado un poco y por ello sonrió. Notó que ella se comía los dos pescados con gran rapidez. Se levantó, dijo que iba a ir al baño y se quedó tranquilo. ”Este será un nuevo comienzo” – pensó mientras agarraba ambos platos, ahora vacíos y los dejaba en la bandeja. Suspiró con calma y cerró sus ojos, sintiendo la brisa marina que recorría el barco. Era una sensación refrescante y empezó a recordar muchas cosas. Pero, se detuvo unos momentos al recordar a Milena, ¿dónde estaba? Se había tardado mucho tiempo. Quizás era por el mucho tiempo que había comido mucho tiempo su propia comida que se había acostumbrado y su estómago era más fuerte…. ”Oh… Mierda”
Soltó una risa suave y tiró los platos al suelo… ¿Razón? Había salido corriendo en busca de la pelirroja. Cuando llegó, ella estaba tirada en el baño diciendo cosas extrañas. ¿No qué estaba delicioso? Entendió que lo había dicho solamente para no herir sus sentimientos… O eso creía. Quizás si estaba delicioso, pero los efectos eran retrasados. Suspiró con calma y se sentó a un lado de ella. Sonrió de forma tranquila y pensó en qué hacer. Lo más normal era llevarla a una cama y cuidar de ella hasta llegar a donde sea que iban. Sonrió de medio lado, primero tenía que contarle algo.
– Milena, bueno… Verás… – suspiró con cierta pesadez. ¿Cómo decirle que era parte de la banda de un Yonkou? No es que le importara mucho, pero no sabía cómo iría a reaccionar ella. Apoyó su cabeza en la pared. – Soy parte de la tripulación de Dexter Black; los Blue Roses Pirates. Es una buena banda – se levantó y miró a su chica con una sonrisa calmada. – En fin… ¿Te llevo a una cama para descansar? – Le preguntó con toda la calma del mundo. No iba con segundas intenciones… Pero ella necesitaba descansar y, luego de comer su comida… Aún más. Le extendió la mano y esperó su respuesta, creo que no volvería a cocinar nunca más. Era hora de ir a restaurants o tabernas o a cualquier lugar donde se pudiera comprar comida. Era lo más seguro para todos.
Soltó una risa suave y tiró los platos al suelo… ¿Razón? Había salido corriendo en busca de la pelirroja. Cuando llegó, ella estaba tirada en el baño diciendo cosas extrañas. ¿No qué estaba delicioso? Entendió que lo había dicho solamente para no herir sus sentimientos… O eso creía. Quizás si estaba delicioso, pero los efectos eran retrasados. Suspiró con calma y se sentó a un lado de ella. Sonrió de forma tranquila y pensó en qué hacer. Lo más normal era llevarla a una cama y cuidar de ella hasta llegar a donde sea que iban. Sonrió de medio lado, primero tenía que contarle algo.
– Milena, bueno… Verás… – suspiró con cierta pesadez. ¿Cómo decirle que era parte de la banda de un Yonkou? No es que le importara mucho, pero no sabía cómo iría a reaccionar ella. Apoyó su cabeza en la pared. – Soy parte de la tripulación de Dexter Black; los Blue Roses Pirates. Es una buena banda – se levantó y miró a su chica con una sonrisa calmada. – En fin… ¿Te llevo a una cama para descansar? – Le preguntó con toda la calma del mundo. No iba con segundas intenciones… Pero ella necesitaba descansar y, luego de comer su comida… Aún más. Le extendió la mano y esperó su respuesta, creo que no volvería a cocinar nunca más. Era hora de ir a restaurants o tabernas o a cualquier lugar donde se pudiera comprar comida. Era lo más seguro para todos.
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El tiempo era eterno. Milena no podía entender la capacidad asesina que tenía el moreno. Era totalmente inhumano que tuviese ese poder. Comida que hacía, comida que terminaba con la vida de la persona. Los ojos de la pelirroja continuaban en blanco. Maldecía al chico mil veces. Quiso hacerle pensar que los peces eran deliciosos, pero era todo lo contrario. Se llevó la mano al cuello, y después de unos momentos frunció el ceño. Quería darle al moreno una patada en el culo, y al momento darse una buena ducha. Pero el problema de todo era del jodido pescado. Solo el espadachín podía convertir una comida buena en el peor de los infiernos. Ese capullo con espada se las iba a pagar de una vez. No podría esconderse ni en el infierno. De hecho, ella pensaba ir allí de cabeza debido a todo lo que hizo. Por suerte, el moreno también, por envenenador profesional.
También por eliminar al puto pistolero, pero eso fue un plus muy bien hecho. Se lo merecía por imbécil. Esperaba que él también sintiese el horrible sabor que ella tenía que soportar. Era como miles de pinchos quemados en su paladar. Estaba al límite de vomitar todo, pero debía calmarse de alguna forma. Lo primero era el control, después ya vería la mejor forma de cortarle los ojos a Ushio. Su sola existencia ponía el planeta de la hostelería en jaque mate. No podía consentir que aquello pasase de ninguna forma posible. Debía salvar al mundo de una vez por todas, y de esa forma ser ella la mayor heroína de todos los tiempos. La pobre incluso empezaba a delirar de manera preocupante. El mundo era una verdadera mierda, y si el cocinero era el puto Ushio, mucho más aun. Debían alimentarse de bocadillos o morirían. También podían comer en otros sitios.
En ese momento entró el maldito. En vez de ayudarla, no tuvo otra cosa que hacer. Le dijo que era parte de una banda pirata, pero no de una cualquiera. Formaba parte de la de un jodido yonkou. Sus ojos se volvieron rojos de nuevo, pero con un aire tétrico. Como si de un demonio se tratase, le miró con furia. – ¿!Pero tú eres tonto!? ¡No! Mejor no me respondas… – No quería saber la respuesta de lo que le iba a decir, y por ello soltó un enorme suspiro. – Muchos irán por tu cabeza en este momento. Como te pillen, te corto en dos. – Se notaba que no estaba cómoda con la noticia. A continuación se levantó y soltó un enorme suspiro. Le dieron ganas de darle un enorme puñetazo. El pobre solo la liaba, y encima de forma sobresaliente. Ella soltó un pequeño gruñido, y después se metió en la ducha, estando vestida por el momento. – Mejor quiero darme una ducha… – Una vez dijo aquello, colocó la espalda en la pared, y cerró los ojos con calma.
También por eliminar al puto pistolero, pero eso fue un plus muy bien hecho. Se lo merecía por imbécil. Esperaba que él también sintiese el horrible sabor que ella tenía que soportar. Era como miles de pinchos quemados en su paladar. Estaba al límite de vomitar todo, pero debía calmarse de alguna forma. Lo primero era el control, después ya vería la mejor forma de cortarle los ojos a Ushio. Su sola existencia ponía el planeta de la hostelería en jaque mate. No podía consentir que aquello pasase de ninguna forma posible. Debía salvar al mundo de una vez por todas, y de esa forma ser ella la mayor heroína de todos los tiempos. La pobre incluso empezaba a delirar de manera preocupante. El mundo era una verdadera mierda, y si el cocinero era el puto Ushio, mucho más aun. Debían alimentarse de bocadillos o morirían. También podían comer en otros sitios.
En ese momento entró el maldito. En vez de ayudarla, no tuvo otra cosa que hacer. Le dijo que era parte de una banda pirata, pero no de una cualquiera. Formaba parte de la de un jodido yonkou. Sus ojos se volvieron rojos de nuevo, pero con un aire tétrico. Como si de un demonio se tratase, le miró con furia. – ¿!Pero tú eres tonto!? ¡No! Mejor no me respondas… – No quería saber la respuesta de lo que le iba a decir, y por ello soltó un enorme suspiro. – Muchos irán por tu cabeza en este momento. Como te pillen, te corto en dos. – Se notaba que no estaba cómoda con la noticia. A continuación se levantó y soltó un enorme suspiro. Le dieron ganas de darle un enorme puñetazo. El pobre solo la liaba, y encima de forma sobresaliente. Ella soltó un pequeño gruñido, y después se metió en la ducha, estando vestida por el momento. – Mejor quiero darme una ducha… – Una vez dijo aquello, colocó la espalda en la pared, y cerró los ojos con calma.
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Ushio no pudo evitar sorprenderse ante la respuesta de la pelirroja. Bueno… Sí, era un tonto, pero ella le había pedido que buscara una buena banda. Quizás tenía razón y muchos irían por su cabeza, pero eso era algo que iba a pasar tarde o temprano. Suspiró con calma y sonrió de medio lado. Milena se levantó y dijo que quería una ducha y notó como apoyaba su espalda contra la pared. Había entrado con ropa. La miró de forma calmada y se quedó callado. Ella no quería una respuesta y tampoco iba a dársela. Estaba claro que lo era… En parte. Solo había tomado “malas” decisiones, pero consideraba que unirse a Dexter lo podría ayudar… De algún modo. Dejó sus espadas a un lado.
– Tranquila, no me va a pasar nada – empezó a decir con calma mientras se apoyaba en la pared, mirándola fijamente. – Como me dijiste una vez… – hizo acopio de esa hermosa memoria que nunca le fallaba. – Solo soy tu criminal. Estaré bien, lo prometo. – Había notado la incomodes de Milena al recibir aquella noticia. Era normal, su… ¿Novio? Ahora iba a ser perseguido sin descanso por ser parte de la banda de Dexter. No le molestaba, solo que iba a ser bastante incómodo y pesado tener que dormir con un ojo abierto. Quizás iba a arruinar su intento de vida tranquila y esas cosas, pero se iba a tener que acostumbrar a esa idea.
– Por cierto… – dijo con una sonrisa mientras empezaba a caminar hacia ella. – Se me acaba de ocurrir una idea – apoyó su mano izquierda en la pared y clavó sus ojos en lo de ella. - ¿Qué tal si tú y yo…? – su mano derecha usando solo las yema de los dedos, si ella lo permitía… Iban a recorrer su cuerpo. Empezando por su rostro, pasando por su espalda y finalizando en su cintura. Luego de eso, apegaría su cuerpo al de ella. – ¿Qué tal si tú y yo ahorramos agua? – Con la mano derecha, daría el agua… No tardó mucho en sentir como es que se iba empapando. Finalmente, le robó un beso. Luego de unos cuantos segundos, se separó y dejó unos cuantos más en su cuello. El agua estaba algo fría, pero poco le importaba.
– Tranquila, no me va a pasar nada – empezó a decir con calma mientras se apoyaba en la pared, mirándola fijamente. – Como me dijiste una vez… – hizo acopio de esa hermosa memoria que nunca le fallaba. – Solo soy tu criminal. Estaré bien, lo prometo. – Había notado la incomodes de Milena al recibir aquella noticia. Era normal, su… ¿Novio? Ahora iba a ser perseguido sin descanso por ser parte de la banda de Dexter. No le molestaba, solo que iba a ser bastante incómodo y pesado tener que dormir con un ojo abierto. Quizás iba a arruinar su intento de vida tranquila y esas cosas, pero se iba a tener que acostumbrar a esa idea.
– Por cierto… – dijo con una sonrisa mientras empezaba a caminar hacia ella. – Se me acaba de ocurrir una idea – apoyó su mano izquierda en la pared y clavó sus ojos en lo de ella. - ¿Qué tal si tú y yo…? – su mano derecha usando solo las yema de los dedos, si ella lo permitía… Iban a recorrer su cuerpo. Empezando por su rostro, pasando por su espalda y finalizando en su cintura. Luego de eso, apegaría su cuerpo al de ella. – ¿Qué tal si tú y yo ahorramos agua? – Con la mano derecha, daría el agua… No tardó mucho en sentir como es que se iba empapando. Finalmente, le robó un beso. Luego de unos cuantos segundos, se separó y dejó unos cuantos más en su cuello. El agua estaba algo fría, pero poco le importaba.
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La pelirroja escuchó las palabras del moreno, suspirando al momento. No podía prometer eso, no sin derrotarla a ella. El moreno no tenía mucho nivel en cuanto a los peores marines o cipher pol. No lo veía luchando con Aomine, o tipos como Kai. Debía de entrenar muchísimo más. Aunque teniendo en cuenta que iba con el pirata más poderoso del momento, podía estar un tiempo a salvo. Esperaba que no le tratasen de una forma cruel, o ella misma les cortaría la cabeza. No temía luchar con nadie, era de naturaleza luchadora. Muchos la veían como una especie de hombre dentro de una mujer. Su furia era de las peores que el resto de personas temía contemplar. Los pocos que la habían mosqueado, no tardaron mucho en morir debido a sus cortes. Poderosos, precisos, y temibles. Ella seguía la senda del samurái, y por ello continuaría con sus entrenamientos en su base. O a lo mejor debía buscar una mejor, como un templo en una isla más poblada.
Lo que más le molestó, fue el hecho de que miles de idiotas fuesen por su chico. No iba a dejarles que le pusieran una mano encima. Esos inútiles deberían pasar primero por el filo de su espada. La pelirroja soltó un enorme suspiro. Se quedó pensativa contra la pared de la ducha. Sus ojos continuaban cerrados. A lo mejor debía ir ella a la cocina a preparar una verdadera cena, y no aquel pescado del demonio que preparó el moreno. Muchos alimentos no eran malos, el problema es que el pirata los contaminaba de forma cruel. Los pobres comensales que fueran a su restaurante, morirían de forma dolorosa. No quería imaginarse aquella situación. Se llevó un momento la mano al rostro, y se frotó despacio los ojos. Ya no iba a echarle broncas, no por ese día. Ya le echaría la bronca si veía un solo cartel con su cara. Eso ya no estaba dispuesta a aguantarlo.
En ese momento pudo ver al chico colocar su mano derecha en la pared, y sus ojos se abrieron un poco más de lo normal. Encima él comenzó a tocarla por varias partes de su cuerpo. La chica no tardó mucho en echarse hacia atrás, pero la jodida pared se lo impedía. De repente el agua comenzó a caer sobre ellos. Milena tenía los vendajes, y por ello podían caerse debido al líquido. Su rostro se puso rojo debido a que no se lo esperó, y encima tenía las defensas bajas. Se llevó las manos al pecho, tapándose cuanto antes. Quedó totalmente indefensa, y encima los besos por su cuello la hacían sentir escalofríos. – Oye… Te estoy regañando… – Dijo mirando a otro lado mientras se continuaba tapando. Cerró los ojos con el pelo empapado, y notó que estaba atrapada. – ¡Ushio! – Se le escapó en un tono un poco, agudo, un poco “adorable”. No era justo, pero entonces miró un poco alrededor, buscando por donde poder huir de él. Esa bestia con hormonas quería sodomizarla. Y ella encima no podía ponerse por el momento en plan dominante por culpa del pescado. Ese era el plan del moreno, o eso pensó ella en ese momento.
Lo que más le molestó, fue el hecho de que miles de idiotas fuesen por su chico. No iba a dejarles que le pusieran una mano encima. Esos inútiles deberían pasar primero por el filo de su espada. La pelirroja soltó un enorme suspiro. Se quedó pensativa contra la pared de la ducha. Sus ojos continuaban cerrados. A lo mejor debía ir ella a la cocina a preparar una verdadera cena, y no aquel pescado del demonio que preparó el moreno. Muchos alimentos no eran malos, el problema es que el pirata los contaminaba de forma cruel. Los pobres comensales que fueran a su restaurante, morirían de forma dolorosa. No quería imaginarse aquella situación. Se llevó un momento la mano al rostro, y se frotó despacio los ojos. Ya no iba a echarle broncas, no por ese día. Ya le echaría la bronca si veía un solo cartel con su cara. Eso ya no estaba dispuesta a aguantarlo.
En ese momento pudo ver al chico colocar su mano derecha en la pared, y sus ojos se abrieron un poco más de lo normal. Encima él comenzó a tocarla por varias partes de su cuerpo. La chica no tardó mucho en echarse hacia atrás, pero la jodida pared se lo impedía. De repente el agua comenzó a caer sobre ellos. Milena tenía los vendajes, y por ello podían caerse debido al líquido. Su rostro se puso rojo debido a que no se lo esperó, y encima tenía las defensas bajas. Se llevó las manos al pecho, tapándose cuanto antes. Quedó totalmente indefensa, y encima los besos por su cuello la hacían sentir escalofríos. – Oye… Te estoy regañando… – Dijo mirando a otro lado mientras se continuaba tapando. Cerró los ojos con el pelo empapado, y notó que estaba atrapada. – ¡Ushio! – Se le escapó en un tono un poco, agudo, un poco “adorable”. No era justo, pero entonces miró un poco alrededor, buscando por donde poder huir de él. Esa bestia con hormonas quería sodomizarla. Y ella encima no podía ponerse por el momento en plan dominante por culpa del pescado. Ese era el plan del moreno, o eso pensó ella en ese momento.
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La tenía, en cierta parte, “dominada”. La situación jugaba a su favor, pero… Estaba siendo más fácil de lo que esperaba. De hecho, suspiró con calma y sonrió de medio lado ante sus palabras. ¿Regañando? No se iba a separar en un rato, el agua hizo que los vendajes de Milena se cayeran y que esta se cubriera con una mano. Notó que miraba a otro lado, ¿estaba tan nerviosa? Suspiró con calma. ”Oh…” – se le había ocurrido una “buena” idea. Usando su mano derecha, puso el agua un poco más fría. Usando ahora, la mano izquierda empezó a recorrer el cuerpo de la pelirroja. ¿Cuál era su siguiente movimiento? Simple… Separarse unos centímetros de ella.
– Avísame cuando acabes. Yo me iré a dormir un rato. – Le mordió suavemente una oreja y salió de la ducha. Estaba muy mojado y la ropa se le pegaba al cuerpo, de tal modo que hacía que se notaran los músculos del abdomen y de la espalda. No era que estuviera tan trabajado como otros, pero si estaba en buena forma y le gustaba estar así. Le dedicó una suave sonrisa a Milena, agarró sus espadas y salió. ¿Cuál era la idea? Ninguna en especial, solo dejar que su chica descansara y recuperara energías. ”Debo ser un idiota muy idiota…” – se dijo a sí mismo mientras empezaba a caminar rumbo a la pieza. No iba a ser difícil encontrarlo, después de todo, iba mojando todo a su paso. Incluso su pelo había perdido su forma y “estilo” desordenado. ¿A quién quería engañar? Ni siquiera el agua fría podía bajarle la temperatura, pero sabía que después podía ser más divertido y más intenso.
– No tardes, Milena. – Dijo mientras entraba en la habitación de al fondo. La cama era, extrañamente, muy grande. Una que otra ventana con vista al mar. Abrió todas y se tiró en la cama. Sabía que lo que había hecho podía jugarle en contra y desencadenar otro tipo de situaciones, pero… ¿A quién no le gustaba jugar con fuego? Se imaginaba las reacciones de su chica cuando hizo aquello de irse sin previo aviso y dejarla en el baño, no pudo evitar reír por lo bajo. ¿Qué iba a pasar?
– Avísame cuando acabes. Yo me iré a dormir un rato. – Le mordió suavemente una oreja y salió de la ducha. Estaba muy mojado y la ropa se le pegaba al cuerpo, de tal modo que hacía que se notaran los músculos del abdomen y de la espalda. No era que estuviera tan trabajado como otros, pero si estaba en buena forma y le gustaba estar así. Le dedicó una suave sonrisa a Milena, agarró sus espadas y salió. ¿Cuál era la idea? Ninguna en especial, solo dejar que su chica descansara y recuperara energías. ”Debo ser un idiota muy idiota…” – se dijo a sí mismo mientras empezaba a caminar rumbo a la pieza. No iba a ser difícil encontrarlo, después de todo, iba mojando todo a su paso. Incluso su pelo había perdido su forma y “estilo” desordenado. ¿A quién quería engañar? Ni siquiera el agua fría podía bajarle la temperatura, pero sabía que después podía ser más divertido y más intenso.
– No tardes, Milena. – Dijo mientras entraba en la habitación de al fondo. La cama era, extrañamente, muy grande. Una que otra ventana con vista al mar. Abrió todas y se tiró en la cama. Sabía que lo que había hecho podía jugarle en contra y desencadenar otro tipo de situaciones, pero… ¿A quién no le gustaba jugar con fuego? Se imaginaba las reacciones de su chica cuando hizo aquello de irse sin previo aviso y dejarla en el baño, no pudo evitar reír por lo bajo. ¿Qué iba a pasar?
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La pelirroja se sentía totalmente acorralada por culpa del moreno. No había aperturas ni sitio por donde escabullirse. Tragó un poco de saliva, y continuó pensando lo más rápido posible. Con la guardia baja, no podía defenderse, y por ello podía terminar sometida. Se mordió un poco la lengua, y cerró los ojos. El agua encima se volvió fría, y ella tembló un poco. Sus manos continuaban ocultando su pecho. Sentía al pirata cerca de ella, y no podía evitarlo de ninguna forma que pudiese conocer. Ni siquiera podía darle un violento corte. No por no poder tomar su arma, pero por otros motivos. Era demasiado bestia por naturaleza. Empujarle tampoco podía ser posible, pues podía tirarle, y que él pensara mal de ella. Tenía la mente totalmente en blanco. Se terminó. No podía hacer nada por evitar a la bestia hormonada. Aunque le daba lo mismo en el fondo, puede que incluso le gustase dejarse.
Justo entonces el chico se separó de ella, diciendo aquellas palabras, y encima dejándole un mordisco que le hizo morderse el labio inferior. El capullo dijo que se iba a dormir. Ella quedó impresionada. Abrió los ojos más de la cuenta, y después miró con rabia hacia los botes de champo que había cerca. Quería tirárselos a la cabeza. – Me tenía indefensa para él, y me deja así… – Por un momento pareció notarse fuego en sus ojos. Si el moreno quería dejarla a medias la iba a cagar. Si planeaba que ella fuese por él en plan suplicante con el calentón supremo, estuvo a punto de conseguirlo… Pero el orgullo de Milena era legendario. Frunció el ceño y dejó el agua fría caer sobre ella. Cerró los ojos tratando de olvidar lo sucedido, pero su cuerpo le estaba tentando. No era débil, apretó los puños, y con el frío logró relajarse totalmente. Después soltó un pequeño suspiro, y miró hacia el techo de la ducha. Por un momento pensó en cortarle un dedo, pero no era lo correcto.
Finalmente salió de la ducha, y frunció el ceño. – Con el morbo que me estaba dando… Maldito Ushio… – Murmuró entre quejas. Finalmente se puso un pantalón blanco, y su kimono morado, pero como los vendajes se rompieron, quedó sin sujetador. Se le marcaba un enorme escote, y por ello sonrió de forma siniestra. Caminó siguiendo el rastro de agua, y no tardó mucho en verlo en aquella cama. Saltó a ella, quedando en una posición felina frente a él, y levantando la mano como si de una pata fuese. – Nyah… – Maulló despacio relamiéndose de forma muy provocadora. – ¿Sabes lo que haré ahora, Ushio-chan? – Usó su tono más seductor que pudo, mostrando un poco más el escote y gateando hacia él. Se quedó a unos pocos centímetros. – Leer un pequeño libro que me compré el otro día. – Con una sonrisa siniestra, se colocó en pie, se abrochó un par de botones, y se fue caminando hacia la cocina. Se haría algo de comer.
Justo entonces el chico se separó de ella, diciendo aquellas palabras, y encima dejándole un mordisco que le hizo morderse el labio inferior. El capullo dijo que se iba a dormir. Ella quedó impresionada. Abrió los ojos más de la cuenta, y después miró con rabia hacia los botes de champo que había cerca. Quería tirárselos a la cabeza. – Me tenía indefensa para él, y me deja así… – Por un momento pareció notarse fuego en sus ojos. Si el moreno quería dejarla a medias la iba a cagar. Si planeaba que ella fuese por él en plan suplicante con el calentón supremo, estuvo a punto de conseguirlo… Pero el orgullo de Milena era legendario. Frunció el ceño y dejó el agua fría caer sobre ella. Cerró los ojos tratando de olvidar lo sucedido, pero su cuerpo le estaba tentando. No era débil, apretó los puños, y con el frío logró relajarse totalmente. Después soltó un pequeño suspiro, y miró hacia el techo de la ducha. Por un momento pensó en cortarle un dedo, pero no era lo correcto.
Finalmente salió de la ducha, y frunció el ceño. – Con el morbo que me estaba dando… Maldito Ushio… – Murmuró entre quejas. Finalmente se puso un pantalón blanco, y su kimono morado, pero como los vendajes se rompieron, quedó sin sujetador. Se le marcaba un enorme escote, y por ello sonrió de forma siniestra. Caminó siguiendo el rastro de agua, y no tardó mucho en verlo en aquella cama. Saltó a ella, quedando en una posición felina frente a él, y levantando la mano como si de una pata fuese. – Nyah… – Maulló despacio relamiéndose de forma muy provocadora. – ¿Sabes lo que haré ahora, Ushio-chan? – Usó su tono más seductor que pudo, mostrando un poco más el escote y gateando hacia él. Se quedó a unos pocos centímetros. – Leer un pequeño libro que me compré el otro día. – Con una sonrisa siniestra, se colocó en pie, se abrochó un par de botones, y se fue caminando hacia la cocina. Se haría algo de comer.
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Se estaba aburriendo de esperar. ¿Cuánto más iba a hacerlo? Notaba que se iba secando y, además, que la cama iba chupando el agua de la ropa. Estaba… Tranquilamente desesperado. Era una sensación extraña, nunca le había hecho… Mejor dicho, nunca había tenido tal oportunidad. Se puso unos minutos a pensar en lo que acababa de hacer y… Se estuvo a nada de arrepentir, volver al baño y acabar lo que había empezado. Pero no… Si era por orgullo, no iba a ceder. Aun cuando ella tenía siempre las de ganas… Era demasiado hermosa y a veces creía que era un sueño el poder estar con ella en una muy extraña relación. Era un agradecido de la vida y de sus decisiones… En parte. Se quedó mirando el techo. Cerró sus ojos con calma e incluso pensó en dormir de verdad, estaba bastante cómodo en aquella cama.
Escuchó unos pasos y notó como es que la pelirroja llegaba. Sonrió de forma tranquila y por unos minutos pensó que de verdad había ganado. Había notado que estaba con el kimono, mostrando un exagerado escote y unos pantalones negros. La vio saltar a la cama y quedar en posición felina. En su interior, se sentía un ganador. Sus encantos habían triunfado sobre el orgullo de Milena… Pero sus expectativas se vieron destruidas al escuchar sus palabras. ¿Se iba? ¿A leer un libro? Ushio quedó con los ojos abiertos de forma exagerada y una cara de incrédulo. Había perdido de forma brutal… Lo habían humillado en lo que esperaba era su terreno. ”Maldita sea” – golpeó la cama con frustración. Además, se había abrochado dos botones del kimono. Era una experta en provocarlo y más de esas formas. ”Piensa, Ushio… Piensa” – se dijo a sí mismo mientras salía de la habitación e iba en la búsqueda de su chica. No tardó mucho en encontrarla, de hecho, ni siquiera tuvo que caminar mucho.
– Milena… – tenía que pensar en alguna forma de hacer que volviera a tener las defensas bajas. Sorprenderla de alguna forma y terminar de ganar aquel juego de seducción. No iba a perder… Aún tenía algunas cosas que podía hacer. – Al menos, me gusta que ya estés con energías – no sabía si ella se iba a girar al escuchar sus palabras o no. Quizás no lo hacía y era lo más probable. Por ende, intentaría cogerla de uno de sus brazos y, con delicadeza, la intentaría hacer girar para que lo mirara. No iba a esperar alguna palabra más. – Eres hermosa, Milena. – Si ella no ofrecía alguna resistencia, la abrazaría de la cintura y la elevaría de la cintura, de paso… Le robaría, nuevamente, un beso. No la iba a soltar, si es que lograba de primera instancia abrazarla y elevarla unos centímetros del suelo, si ella no ofrecía ninguna resistencia… Empezaría a caminar rumbo a la habitación que había dejado unos metros más atrás.
Escuchó unos pasos y notó como es que la pelirroja llegaba. Sonrió de forma tranquila y por unos minutos pensó que de verdad había ganado. Había notado que estaba con el kimono, mostrando un exagerado escote y unos pantalones negros. La vio saltar a la cama y quedar en posición felina. En su interior, se sentía un ganador. Sus encantos habían triunfado sobre el orgullo de Milena… Pero sus expectativas se vieron destruidas al escuchar sus palabras. ¿Se iba? ¿A leer un libro? Ushio quedó con los ojos abiertos de forma exagerada y una cara de incrédulo. Había perdido de forma brutal… Lo habían humillado en lo que esperaba era su terreno. ”Maldita sea” – golpeó la cama con frustración. Además, se había abrochado dos botones del kimono. Era una experta en provocarlo y más de esas formas. ”Piensa, Ushio… Piensa” – se dijo a sí mismo mientras salía de la habitación e iba en la búsqueda de su chica. No tardó mucho en encontrarla, de hecho, ni siquiera tuvo que caminar mucho.
– Milena… – tenía que pensar en alguna forma de hacer que volviera a tener las defensas bajas. Sorprenderla de alguna forma y terminar de ganar aquel juego de seducción. No iba a perder… Aún tenía algunas cosas que podía hacer. – Al menos, me gusta que ya estés con energías – no sabía si ella se iba a girar al escuchar sus palabras o no. Quizás no lo hacía y era lo más probable. Por ende, intentaría cogerla de uno de sus brazos y, con delicadeza, la intentaría hacer girar para que lo mirara. No iba a esperar alguna palabra más. – Eres hermosa, Milena. – Si ella no ofrecía alguna resistencia, la abrazaría de la cintura y la elevaría de la cintura, de paso… Le robaría, nuevamente, un beso. No la iba a soltar, si es que lograba de primera instancia abrazarla y elevarla unos centímetros del suelo, si ella no ofrecía ninguna resistencia… Empezaría a caminar rumbo a la habitación que había dejado unos metros más atrás.
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La chica no había perdido el tiempo. Mientras caminaba, ya había tomado un libro que ella misma guardaba en un bolsillo del kimono. Era pequeño, y de color rojo. La portada era un poco vieja, pero lo que importaba era el contenido. Lo abrió despacio mientras lo ojeaba, y entrecerró los ojos. Era el próximo manual que pensaba estudiarse. El objeto hablaba sobre el estilo del rayo, y de sus diez técnicas especiales. Ella ya conocía una, pero por el momento deseaba poder ejecutar todas, y cada una de ellas. Se veían muy difíciles, y los requerimientos eran fuerza, y mucha velocidad. Dos cosas que por el momento dominaba muy bien. Tan solo necesitaba un poco de concentración en una isla apartada de todo aquello. A lo mejor sabía muy bien dónde encontrarla. Le dijeron que en el Norte había muy buenos sitios, y todos muy bien equipados. A lo mejor tenía otro rumbo distinto.
La pelirroja estaba realmente concentrada, y por ello no prestaba atención a su alrededor. De hecho, el pasillo se le estaba haciendo interminable. Con aquel pequeño libro en su poder, el camino de ser la mejor de las espadachines, era un pequeño paso, que ella podría dar con mucha facilidad. En ese momento, notó que la tomaban de la mano. Se impresionó un poco, y estuvo a punto de darle un puñetazo al moreno, pero pensó que no había más tíos en el barco, y supo que era él, y no un desconocido. Cuando le dijo aquel piropo, quedó un poco confusa. De hecho, no escuchó lo anterior por haber estado centrada en el libro. Su primera reacción fue la de alzar una ceja, y quedar un poco confusa. No se lo esperó, y por ello se llevó el beso, siendo elevada encima de todo.
Ushio la tenía en brazos, y ella simplemente se aferró a él. Trató de mirarle a los ojos con una mirada un poco seria. – Tenía un morbo impresionante, te iba a dejar llevar el control. Pero tenías que irte. No creo que me pilles de nuevo con las defensas bajas. – Dijo ella alzando una ceja. Tuvo su oportunidad, y con doña orgullo, podía ser imposible que ella cediera. Chasqueó la lengua, y entonces le susurró cosas al oído para poder provocarle. – Pensaba dejarme atar unos días a la cama… Encima iba a disfrazarme de gatita, pero la hiciste. – Ni ella misma supo si eso iba a existir, pero por provocar podía decir cualquier cosa. Era su forma de hacerle perder el control. Se dejó llevar hasta la habitación, pero sin soltar el libro del estilo del rayo.
La pelirroja estaba realmente concentrada, y por ello no prestaba atención a su alrededor. De hecho, el pasillo se le estaba haciendo interminable. Con aquel pequeño libro en su poder, el camino de ser la mejor de las espadachines, era un pequeño paso, que ella podría dar con mucha facilidad. En ese momento, notó que la tomaban de la mano. Se impresionó un poco, y estuvo a punto de darle un puñetazo al moreno, pero pensó que no había más tíos en el barco, y supo que era él, y no un desconocido. Cuando le dijo aquel piropo, quedó un poco confusa. De hecho, no escuchó lo anterior por haber estado centrada en el libro. Su primera reacción fue la de alzar una ceja, y quedar un poco confusa. No se lo esperó, y por ello se llevó el beso, siendo elevada encima de todo.
Ushio la tenía en brazos, y ella simplemente se aferró a él. Trató de mirarle a los ojos con una mirada un poco seria. – Tenía un morbo impresionante, te iba a dejar llevar el control. Pero tenías que irte. No creo que me pilles de nuevo con las defensas bajas. – Dijo ella alzando una ceja. Tuvo su oportunidad, y con doña orgullo, podía ser imposible que ella cediera. Chasqueó la lengua, y entonces le susurró cosas al oído para poder provocarle. – Pensaba dejarme atar unos días a la cama… Encima iba a disfrazarme de gatita, pero la hiciste. – Ni ella misma supo si eso iba a existir, pero por provocar podía decir cualquier cosa. Era su forma de hacerle perder el control. Se dejó llevar hasta la habitación, pero sin soltar el libro del estilo del rayo.
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Ushio no había notado lo concentrada que iba Milena en su libro y agradeció aquel hecho; le facilitó el poder darle el beso y abrazarla. No lo podía negar, parecía un niño. Estaba demasiado feliz y lo demostraba con cierta felicidad, incluso; se sentía más vivo que nunca. Sentía que volvía a tener un motivo para volver a respirar. No pudo evitar soltar una risita suave al escuchar las primeras palabras de la pelirroja. Sabía que era difícil volver a pillarla con la guardia baja, pero tampoco se iba a rendir de esa forma. Ya lo había conseguido una vez, seguro que podría hacerlo a pesar del enorme orgullo de la pelirroja. Sus últimas palabras hicieron que se ruborizara y excitara un poco… Bueno… Mucho.
– Esa ya no importa… Ahora eres mía. – Dijo mientras entraba a la habitación con ella en brazos. En el camino, usaba de vez en cuando su lengua para saborear su cuello. Con suavidad, se dejó caer en la cama, tratando de no hacer mucha presión en el cuerpo de Milena…
El viento mecía las cortinas de la habitación. Esta era un desastre, pero poco importaba. Ushio estaba agotado y un poco de sudor recorría su rostro y también su ahora pecho al desnudo. Después de tanto tiempo, volvía a sentirse bien. Miró a la pelirroja y sonrió de medio lado. Se acomodó un poco en la cama para quedar sentado, apoyando su espalda contra la pared. Respiró hondo un par de veces, tenía que recuperar el aliento luego de aquella batalla sexual entre ambos. Se les había ido de las manos y perdió la cuenta de cuantas cosas hicieron.
– Oye… Milena… – empezó a decir mirando al techo. Recordó su último encuentro y de cómo le había declaro sus verdaderos sentimientos hacia ella. – Te amo. Y, como dije hace unos minutos atrás, haré lo imposible para hacerte feliz – tomó una leve pausa. Por unos segundos, pensó en retirarse de esta mierda de vida e irse con su chica a una isla abandonada. – Aún si eso significara tirar abajo a todo el Gobierno o la Marina. No dejaré que nadie te haga daño. – Sonrió de medio lado y le besó de forma tierna la frente de Milena.
– Esa ya no importa… Ahora eres mía. – Dijo mientras entraba a la habitación con ella en brazos. En el camino, usaba de vez en cuando su lengua para saborear su cuello. Con suavidad, se dejó caer en la cama, tratando de no hacer mucha presión en el cuerpo de Milena…
1 hora y media después
El viento mecía las cortinas de la habitación. Esta era un desastre, pero poco importaba. Ushio estaba agotado y un poco de sudor recorría su rostro y también su ahora pecho al desnudo. Después de tanto tiempo, volvía a sentirse bien. Miró a la pelirroja y sonrió de medio lado. Se acomodó un poco en la cama para quedar sentado, apoyando su espalda contra la pared. Respiró hondo un par de veces, tenía que recuperar el aliento luego de aquella batalla sexual entre ambos. Se les había ido de las manos y perdió la cuenta de cuantas cosas hicieron.
– Oye… Milena… – empezó a decir mirando al techo. Recordó su último encuentro y de cómo le había declaro sus verdaderos sentimientos hacia ella. – Te amo. Y, como dije hace unos minutos atrás, haré lo imposible para hacerte feliz – tomó una leve pausa. Por unos segundos, pensó en retirarse de esta mierda de vida e irse con su chica a una isla abandonada. – Aún si eso significara tirar abajo a todo el Gobierno o la Marina. No dejaré que nadie te haga daño. – Sonrió de medio lado y le besó de forma tierna la frente de Milena.
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No pensaba tirar su libro, no por el momento. Quería dejarlo en un lugar que fuese seguro mientras le daba unas collejas al chico por lo que estaba haciendo. Sin duda, pensaba que él iba a dormirse por orgullo también, pero no, decidió ir por ella. Eso a ella le hizo sentir muy deseada, y por ello no pudo evitar sonreír de lado. Llevaba mucho tiempo sin verle, ni él a ella. Pero al parecer, no habían olvidado lo bien que se lo montaban juntos. Él sobre todo, parecía impaciente. La estaba secuestrando pese haber roto el mejor momento del milenio. Se merecía un collejón de todos los hombres del mundo por aquello, y de paso suyo también. Pero si se lo daba con ella sobre él, podía caerse, y eso no le convenía mucho. Pensó en hacerlo en cuanto la colocara en tierra firme, si es que lo hacía.
Por un momento pensó que quería jugar en el aire, pero podía ser muy raro. Bueno, conociéndole a lo mejor no lo era tanto. Últimamente tenía alas verdes con las que volaba por los cielos. Ella simplemente prefería levitar debido a los poderes de su fruta del diablo. No tenía quejas con el tipo que le había tocado. Por fin el moreno la dejó en la cama, pero no fue todo. Dijo aquellas palabras, y ella finalmente dejó el libro a un lado y le miró despacio. No pensaba dejarse vencer por él de ninguna forma posible. Por ello soltó un pequeño suspiro, y vio como se echaba sobre ella. Cerró los ojos abrazándole, y después se aferró a él con las piernas. La batalla iba a ser dura, pero no pensaba rendirse de ninguna forma. Tenía un carácter muy agresivo. Encima, muy competidora¸ pero no eso no era malo.
Después de casi dos jodidas horas, terminaron. Ella estaba tumbada con el pantalón como única prenda, y cruzada de brazos. La ducha no había servido de nada, y por ello pensó que la idea de no gastar agua fue una tontería. Escuchó sus palabras, y no pudo evitar sonreír de lado. Él único bando que podía darle problemas era en el que Ushio estaba. Al sentir el beso en la frente, soltó un pequeño suspiro, y después se quedó tumbada. – No puedo creer que hiciéramos el sesentainueve, me pillaste juguetona. – Mencionó incrédula por todo lo que hizo. No quería estropear lo que dijo él, pero no era del tipo embelesadora. Prefería la tensión y el salvajismo. Se colocó en pie, y después se sentó sobre él. Colocó sus manos en los hombros del chico, y le miró a los ojos. – Creo que puedo cuidarme por mí misma, pero, también te quiero. – Terminó de decir mirando a otro lado.
No tardó mucho en sentir una leve brisa entrar por la ventana. Su pelo se meció un poco sobre su cabeza. Los rojizos ojos de la chica se clavaron en los del joven moreno. Trataba de intimidarlo un poco con la mirada. – Joder, nunca había hecho tantas posturas con alguien. Pero no te dejaré la entrada trasera. Te conformas con las otras dos. – Su tono fue realmente siniestro, y parecía un poco macabro. No pensaba sacrificar la habilidad de sentarse sin que le doliera por nadie.
Por un momento pensó que quería jugar en el aire, pero podía ser muy raro. Bueno, conociéndole a lo mejor no lo era tanto. Últimamente tenía alas verdes con las que volaba por los cielos. Ella simplemente prefería levitar debido a los poderes de su fruta del diablo. No tenía quejas con el tipo que le había tocado. Por fin el moreno la dejó en la cama, pero no fue todo. Dijo aquellas palabras, y ella finalmente dejó el libro a un lado y le miró despacio. No pensaba dejarse vencer por él de ninguna forma posible. Por ello soltó un pequeño suspiro, y vio como se echaba sobre ella. Cerró los ojos abrazándole, y después se aferró a él con las piernas. La batalla iba a ser dura, pero no pensaba rendirse de ninguna forma. Tenía un carácter muy agresivo. Encima, muy competidora¸ pero no eso no era malo.
Después de casi dos jodidas horas, terminaron. Ella estaba tumbada con el pantalón como única prenda, y cruzada de brazos. La ducha no había servido de nada, y por ello pensó que la idea de no gastar agua fue una tontería. Escuchó sus palabras, y no pudo evitar sonreír de lado. Él único bando que podía darle problemas era en el que Ushio estaba. Al sentir el beso en la frente, soltó un pequeño suspiro, y después se quedó tumbada. – No puedo creer que hiciéramos el sesentainueve, me pillaste juguetona. – Mencionó incrédula por todo lo que hizo. No quería estropear lo que dijo él, pero no era del tipo embelesadora. Prefería la tensión y el salvajismo. Se colocó en pie, y después se sentó sobre él. Colocó sus manos en los hombros del chico, y le miró a los ojos. – Creo que puedo cuidarme por mí misma, pero, también te quiero. – Terminó de decir mirando a otro lado.
No tardó mucho en sentir una leve brisa entrar por la ventana. Su pelo se meció un poco sobre su cabeza. Los rojizos ojos de la chica se clavaron en los del joven moreno. Trataba de intimidarlo un poco con la mirada. – Joder, nunca había hecho tantas posturas con alguien. Pero no te dejaré la entrada trasera. Te conformas con las otras dos. – Su tono fue realmente siniestro, y parecía un poco macabro. No pensaba sacrificar la habilidad de sentarse sin que le doliera por nadie.
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Ushio no era del tipo que decía todo ese tipo de cosas, pero con la pelirroja era algo especial. Una especie de confianza y amor especial. No lo negaba, se sentía a gusto con ella. Milena era el motor de su vida, la razón del porque su corazón latía. Se sonrojó un poco y suspiró para calmarse. Miraba de reojo a su chica y sonrió de forma amable y tranquila. ¿Cuánto llevaban juntos? Dos años y poco más. Una relación bastante larga y pese a las enormes diferencias de personalidad, lograban sacarla adelante. Ellos eran tan diferentes como el sol y la luna, pero se complementaban de forma perfecta y ahora que había logrado recibir su perdón, ya no se iban a volver a separar. Aparte, el sexo era demasiado bueno entre ellos. Esa química era especial y sus miradas echaban fuego cada vez que se encontraban.
Las palabras de Milena lo sacaron de sus pensamientos. No pudo evitar sonrojarse un poco ante la primera frase de ella. Sintió como se sentaba en él y, como si fuera instinto, colocó ambas manos en la cintura de la pelirroja. Escuchó las últimas palabras y suspiró con calma. ¿Qué irían a hacer ahora? Hubo unos segundos de paz y silencio, pero fue ella quien finalizó diciendo algo que lo pilló completamente por sorpresa. Trató de olvidarlo, pero se puso rojo como un tomate. ¿A qué venía ese extraño comentario? Milena siempre lograba sorprenderlo de alguna forma u otra. Suspiró. Su mano derecha recorrió la espalda de ella y colocó la izquierda en su mejilla.
– No me cansaré de decirlo… Eres hermosa – dijo mientras la miraba a aquellos hermosos ojos. Siempre se iba a preguntar, ¿por qué se iba a fijar en alguien como él? Era un chico despistado y que tenía un don especial para liarla. Debía admitirlo, también era alguien bastante serio y tranquilo, casi llegando a ser aburrido. Mientras su mano derecha recorría cada parte del ya desconocido cuerpo de Milena, usaba la izquierda para acariciar su mejilla. Además, de vez en cuando, dejaba algunos besos en su cuello. – Mile, ¿qué es lo que más te gusta de mí? – Preguntó con curiosidad. Eran cosas que de vez en cuando siempre quería saber y ahora que tenía la oportunidad, no iba a perderla e iba a averiguar lo que más pudiera de ella.
Las palabras de Milena lo sacaron de sus pensamientos. No pudo evitar sonrojarse un poco ante la primera frase de ella. Sintió como se sentaba en él y, como si fuera instinto, colocó ambas manos en la cintura de la pelirroja. Escuchó las últimas palabras y suspiró con calma. ¿Qué irían a hacer ahora? Hubo unos segundos de paz y silencio, pero fue ella quien finalizó diciendo algo que lo pilló completamente por sorpresa. Trató de olvidarlo, pero se puso rojo como un tomate. ¿A qué venía ese extraño comentario? Milena siempre lograba sorprenderlo de alguna forma u otra. Suspiró. Su mano derecha recorrió la espalda de ella y colocó la izquierda en su mejilla.
– No me cansaré de decirlo… Eres hermosa – dijo mientras la miraba a aquellos hermosos ojos. Siempre se iba a preguntar, ¿por qué se iba a fijar en alguien como él? Era un chico despistado y que tenía un don especial para liarla. Debía admitirlo, también era alguien bastante serio y tranquilo, casi llegando a ser aburrido. Mientras su mano derecha recorría cada parte del ya desconocido cuerpo de Milena, usaba la izquierda para acariciar su mejilla. Además, de vez en cuando, dejaba algunos besos en su cuello. – Mile, ¿qué es lo que más te gusta de mí? – Preguntó con curiosidad. Eran cosas que de vez en cuando siempre quería saber y ahora que tenía la oportunidad, no iba a perderla e iba a averiguar lo que más pudiera de ella.
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Milena continuaba sentada sobre el moreno, mirándole de forma calmada. No sabía el motivo, pero de nuevo quería volver a bajar por su torso, y devorarlo totalmente. Y lo que no era el torso, a lo mejor también. Soltó un pequeño suspiro, y después notó la mano de él recorrerla de aquella forma. No pudo evitar relamerse un poco. Era mujer era insaciable, y siempre podía estar sobre el chico. En esos momentos se puso a pensar sobre qué hacer hasta que llegasen. Se le ocurrían muchas ideas, pero todas terminaban por lo mismo. En ese momento la mayor de las sonrisas se formó en su rostro. A lo mejor podía usar objetos dentro del pirata. A lo mejor él no quería, pero a ella le hacía ilusión. Miró entonces el mango de su espada, y pudo sonreír de lado. Era perfecto para ejecutar su plan. La idea la hizo ponerse feliz.
De repente el rollo se le cortó cuando él le hizo aquella pregunta. No era fan de aquellas cosas, y por ello soltó el mayor de los suspiros. No quería contestarle, y mucho menos tener que ponerse a decir cosas cursis. Se quedó mirándole con tranquilidad, y después de unos momentos le respondió de forma simple. – Odio esas cosas. No puedo decir que zona me gusta más de mi espada. Déjate de tonterías, y hazme un masaje Shio-kun. – Si, le puso ese mote en el momento. No supo porqué, pero le vino, y de ese modo se quedó. A lo mejor llamarle osito podía quedar mejor, pero él no tenía mucho pelo. Entonces le vino a la mente un Sol con orejas de perro. Pensar en motes no se le dio muy bien, y por ello soltó un pequeño suspiro. La culpa era del chico, que la ponía cómoda.
Ella entonces sin esperar respuesta de él, se tumbó bocabajo, tapándose con la manta de cintura para abajo. Su pecho quedó contra el colchón, y por ello cerró los ojos. Se dio cuenta de que le pedía a todo el mundo que le hicieran masajes. Muy bien vivía ella. No pudo evitar suspirar, y después de unos momentos se relajó. – Por cierto, en el cajón hay un buen aceite. Es mío, y lo oculté ahí. No me preguntes pero sabe a melón. Lo compré en un sitio raro. – Una vez dijo aquello, se calló.
De repente el rollo se le cortó cuando él le hizo aquella pregunta. No era fan de aquellas cosas, y por ello soltó el mayor de los suspiros. No quería contestarle, y mucho menos tener que ponerse a decir cosas cursis. Se quedó mirándole con tranquilidad, y después de unos momentos le respondió de forma simple. – Odio esas cosas. No puedo decir que zona me gusta más de mi espada. Déjate de tonterías, y hazme un masaje Shio-kun. – Si, le puso ese mote en el momento. No supo porqué, pero le vino, y de ese modo se quedó. A lo mejor llamarle osito podía quedar mejor, pero él no tenía mucho pelo. Entonces le vino a la mente un Sol con orejas de perro. Pensar en motes no se le dio muy bien, y por ello soltó un pequeño suspiro. La culpa era del chico, que la ponía cómoda.
Ella entonces sin esperar respuesta de él, se tumbó bocabajo, tapándose con la manta de cintura para abajo. Su pecho quedó contra el colchón, y por ello cerró los ojos. Se dio cuenta de que le pedía a todo el mundo que le hicieran masajes. Muy bien vivía ella. No pudo evitar suspirar, y después de unos momentos se relajó. – Por cierto, en el cajón hay un buen aceite. Es mío, y lo oculté ahí. No me preguntes pero sabe a melón. Lo compré en un sitio raro. – Una vez dijo aquello, se calló.
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”Mile…” – se quedó pensando en aquella forma en la que la llamó hace unos pocos segundos. Le había quedado gustado y lo iba a usar más a menudo. Suspiró con calma y se quedó atento a las palabras de su chica. No escuchó la respuesta que él quería escuchar, pero tampoco es que se esperaba mucho más. Milena no iba a decir cosas de ese estilo. Le llamó la atención que le llamara “Shio-kun”… Sonrió de medio lado, era un mote bastante curioso y sonaba hasta divertido. Finalmente, notó que ella se acostaba a un lado y pedía que le hiciera un masaje, además; le informaba que había un aceite de coco en uno de los cajones. Se estiró un poco para alcanzarlo.
– Está bien.
Lo sacó del cajón, calentó un poco sus manos para tenerlas no tan heladas. Y se quedó viendo la espalda de su chica… Pensando en qué hacer, por dónde comenzar y cómo hacerlo. No es que no hubiera hecho un masaje antes, pero era la primera vez que se lo hacía a alguien especial y quería que fuera perfecto. Estaba algo nervioso… Como siempre cuando estaba con Milena, pero también se notaba bastante cómodo. Una vez tomó una decisión de sobre qué hacer, echó aceite en la espalda de la pelirroja siguiendo con buen pulso, su columna vertebral.
– Aquí voy – dijo con una sonrisa tranquila. Empezó por la zona de los hombros, usando sus pulgares y haciendo movimientos circulares desde adentro hacia afuera. Se acercaba a la columna y volvía apuntando a los hombros. Una vez sintió que esa zona estaba más distendida y un poco más suave, debido al aceite… Pasó a su siguiente movimiento. Bajó un poco a la zona del pecho, esta vez fue usando sus codos con movimientos fluidos, suaves; pero con la firmeza suficiente para que llegaran a ser relajantes. – Deberías tomarte un descanso. No es bueno para tu cuerpo que acumules tanto estrés – no era un experto en la materia y tampoco quería sonar como uno. Solo la estaba cuidando y que, de vez en cuando; para un poco no era tan mal. Finalmente, luego de repetir unas tres veces cada zona que ya había pasado, llegó a la zona de la cintura. En ella, usó tanto los codos, sus pulgares y también sus muñecas. Movió el cuello de un lado a otro, y terminó haciendo que sus pulgares subieran por la columna, haciendo un poco de presión en los lados. Suspiró con calma. – ¿Algo más, Mile? – Preguntó. Poco y nada le importaba mimarla un poco. Ella se merecía esto y más.
– Está bien.
Lo sacó del cajón, calentó un poco sus manos para tenerlas no tan heladas. Y se quedó viendo la espalda de su chica… Pensando en qué hacer, por dónde comenzar y cómo hacerlo. No es que no hubiera hecho un masaje antes, pero era la primera vez que se lo hacía a alguien especial y quería que fuera perfecto. Estaba algo nervioso… Como siempre cuando estaba con Milena, pero también se notaba bastante cómodo. Una vez tomó una decisión de sobre qué hacer, echó aceite en la espalda de la pelirroja siguiendo con buen pulso, su columna vertebral.
– Aquí voy – dijo con una sonrisa tranquila. Empezó por la zona de los hombros, usando sus pulgares y haciendo movimientos circulares desde adentro hacia afuera. Se acercaba a la columna y volvía apuntando a los hombros. Una vez sintió que esa zona estaba más distendida y un poco más suave, debido al aceite… Pasó a su siguiente movimiento. Bajó un poco a la zona del pecho, esta vez fue usando sus codos con movimientos fluidos, suaves; pero con la firmeza suficiente para que llegaran a ser relajantes. – Deberías tomarte un descanso. No es bueno para tu cuerpo que acumules tanto estrés – no era un experto en la materia y tampoco quería sonar como uno. Solo la estaba cuidando y que, de vez en cuando; para un poco no era tan mal. Finalmente, luego de repetir unas tres veces cada zona que ya había pasado, llegó a la zona de la cintura. En ella, usó tanto los codos, sus pulgares y también sus muñecas. Movió el cuello de un lado a otro, y terminó haciendo que sus pulgares subieran por la columna, haciendo un poco de presión en los lados. Suspiró con calma. – ¿Algo más, Mile? – Preguntó. Poco y nada le importaba mimarla un poco. Ella se merecía esto y más.
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La pelirroja se encontraba muy cómoda allí tumbada. Sus ojos continuaban cerrados, y ella sentía las manos de él por su espalda. La verdad es que no le resultaba muy incómodo, por no decir que le molaba muchísimo. Sentía las manos recorrerla, y debido a la situación, no pudo evitar soltar leves gemidos de gusto. Esperaba que aquello no hiciese al moreno pensar cosas raras. Encima el aceite era muy hidratante, y por ello se sintió mucho mejor. Hacía tiempo que no estaba de aquella forma. No pudo evitar relamerse un poco debido a aquello. Se lo estaba pasando muy bien de aquella forma con él.
- Se te da bien. Podría acostumbrarme a esto. – Mencionó de forma relajada. Entonces miró un momento al frente, viendo una de las ventanas que estaban dando al mar. No pudo evitar sonreír un poco de lado. – Pues queda otra cosa que debes hacer por mí. – Susurró de manera siniestra.
De repente trató de colocarse sobre él, dejándole de única visión sus ojos. La mirada de la pelirroja era tremendamente siniestra. Era como si fuese a cortarlo en dos allí mismo. Entonces colocó su mano en el pecho de él, y con su uña, le pinchó un poco. – Deseo que te pongas a entrenar conmigo en cuanto lleguemos. No quiero perderte por algún gilipollas con más poder. – Una vez le dijo aquello, frunció el ceño un poco, y después soltó un pequeño suspiro. Entonces fue cuando tomó el bote de aceite, y sin pensarlo le echó en el cuello, y pecho. – No vas a contenerte, porque yo, no lo haré. – Dijo de forma fría.
Acarició de forma leve su cuello, y después de aquello pegó su frente a la de él. Miró a sus ojos con seriedad, y después se mordió un poco el labio inferior de forma molesta. – No quiero perderte de ninguna forma, idiota. – Una vez dijo aquello, se dio cuenta de que se había puesto un poco más seria de lo normal, y por ello se colocó en pie. Se colocó el kimono, y la ropa, y después de aquello le miró a los ojos.
- Se te da bien. Podría acostumbrarme a esto. – Mencionó de forma relajada. Entonces miró un momento al frente, viendo una de las ventanas que estaban dando al mar. No pudo evitar sonreír un poco de lado. – Pues queda otra cosa que debes hacer por mí. – Susurró de manera siniestra.
De repente trató de colocarse sobre él, dejándole de única visión sus ojos. La mirada de la pelirroja era tremendamente siniestra. Era como si fuese a cortarlo en dos allí mismo. Entonces colocó su mano en el pecho de él, y con su uña, le pinchó un poco. – Deseo que te pongas a entrenar conmigo en cuanto lleguemos. No quiero perderte por algún gilipollas con más poder. – Una vez le dijo aquello, frunció el ceño un poco, y después soltó un pequeño suspiro. Entonces fue cuando tomó el bote de aceite, y sin pensarlo le echó en el cuello, y pecho. – No vas a contenerte, porque yo, no lo haré. – Dijo de forma fría.
Acarició de forma leve su cuello, y después de aquello pegó su frente a la de él. Miró a sus ojos con seriedad, y después se mordió un poco el labio inferior de forma molesta. – No quiero perderte de ninguna forma, idiota. – Una vez dijo aquello, se dio cuenta de que se había puesto un poco más seria de lo normal, y por ello se colocó en pie. Se colocó el kimono, y la ropa, y después de aquello le miró a los ojos.
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La brisa de la ventana era relajadora, casi lo suficiente como para crear en aquella habitación; donde los dos amantes estaban, una atmósfera especial… Casi romántica. El pelinegro estaba tranquilo y satisfecho por su trabajo, cuando Milena lo “elogió” sonrió de forma ganadora. Lo había hecho bien. Al parecer, había una cosa más que podía hacer con ella… Mejor dicho, por ella. Notó que se colocaba sobre él y dejaba solamente sus hermosos ojos rojos a la vista. Sintió la uña pincharlo en su pecho, totalmente desnudo; y notó que la mirada de Milena era como si quisiera cortarlos en dos. Esta vez, era él el atrapado y no podía hacer nada… Tampoco es que quisiera.
Un ambiente algo tenso se formó, rompiendo el aire romántico del momento. Tragó saliva nervioso mientras esperaba las palabras de Milena. No pudo evitar sorprenderse un poco ante la petición de ella, sus ojos se abrieron un poco y una sonrisa se formó en su rostro. Le estaba pidiendo que, una vez llegaran a donde sea que fueran, se pusiera a entrenar con ella. Suspiró con calma y fue entonces que sintió el aceite sobre su cuello y pecho, era una sensación bastante agradable. La pelirroja, le “ordenó” que no se contuviera ya que ella tampoco lo iba a hacer. Notó la mano de ella frotando su cuello y como unían sus frentes. ”Vaya…” – pensó con una sonrisa. Milena se mordió el labio inferior y sus siguientes palabras hicieron que él se sonrojara. Ella se levantó con kimono y ropa puestas.
– No me vas a perder, Mile – se acomodó un poco más en la cama y se puso la camisa, sin abrocharla. – De todos modos, tengo planes para volverme más fuerte – su tono era tranquilo y bastante sincero. No podía quedarse para siempre en el mismo lugar. Tenía que avanzar, siempre avanzar y más ahora que tenía gente tan importante que contaba con él. – Y… Claro que entrenaré contigo – miró de soslayo la ventana y se dio cuenta que el día seguía despejado. Se hizo a un lado y con suavidad golpeó la cama, esperando que Milena entendiera que quería que se acostara a su lado. – De todos modos, debemos tener más cuidado de ahora en adelante – si ella entendía la señal, la rodearía con su brazo derecho para que ella lo usara como una almohada… O algo parecido. – Lo que menos quiero es que tengas problemas con el Gobierno. Soy un nakama de un Yonkou y eso no es menor… – dijo con un tono preocupado. – Yo tampoco te quiero perder de ninguna manera, Mile. – Sonrió de forma un tanto calmada. Un sonido de unas gaviotas inundó la habitación. Su relación era complicada, no solo por el hecho de sus personalidades, sino por el “equipo” que “defendían”. De ahora en más, todo se iba a poner cuesta arriba.
Un ambiente algo tenso se formó, rompiendo el aire romántico del momento. Tragó saliva nervioso mientras esperaba las palabras de Milena. No pudo evitar sorprenderse un poco ante la petición de ella, sus ojos se abrieron un poco y una sonrisa se formó en su rostro. Le estaba pidiendo que, una vez llegaran a donde sea que fueran, se pusiera a entrenar con ella. Suspiró con calma y fue entonces que sintió el aceite sobre su cuello y pecho, era una sensación bastante agradable. La pelirroja, le “ordenó” que no se contuviera ya que ella tampoco lo iba a hacer. Notó la mano de ella frotando su cuello y como unían sus frentes. ”Vaya…” – pensó con una sonrisa. Milena se mordió el labio inferior y sus siguientes palabras hicieron que él se sonrojara. Ella se levantó con kimono y ropa puestas.
– No me vas a perder, Mile – se acomodó un poco más en la cama y se puso la camisa, sin abrocharla. – De todos modos, tengo planes para volverme más fuerte – su tono era tranquilo y bastante sincero. No podía quedarse para siempre en el mismo lugar. Tenía que avanzar, siempre avanzar y más ahora que tenía gente tan importante que contaba con él. – Y… Claro que entrenaré contigo – miró de soslayo la ventana y se dio cuenta que el día seguía despejado. Se hizo a un lado y con suavidad golpeó la cama, esperando que Milena entendiera que quería que se acostara a su lado. – De todos modos, debemos tener más cuidado de ahora en adelante – si ella entendía la señal, la rodearía con su brazo derecho para que ella lo usara como una almohada… O algo parecido. – Lo que menos quiero es que tengas problemas con el Gobierno. Soy un nakama de un Yonkou y eso no es menor… – dijo con un tono preocupado. – Yo tampoco te quiero perder de ninguna manera, Mile. – Sonrió de forma un tanto calmada. Un sonido de unas gaviotas inundó la habitación. Su relación era complicada, no solo por el hecho de sus personalidades, sino por el “equipo” que “defendían”. De ahora en más, todo se iba a poner cuesta arriba.
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