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Desde que había vuelto al barco de Alice estaba molesto. Estaba apoyado en la barandilla en dirección a la isla que habíamos dejado, como si alguna respuesta me pudiese llegar por arte de magia para justificar aquella atrocidad. Quizá me habían dejado ropa de verdad porque les había dado pena verme así… Seguramente era porque ya les daba un poco de vergüenza ajena verme vestido así. El caso es que al menos estaba triste y bien vestido y no triste y pordiosero. Cuando me cansé de mirar al horizonte decidí hacerle una visita a Alice, con suerte no estaría haciendo nada importante.
Conforme avancé por el barco, me percaté de las miradas de los otros tripulantes, no parecía caerle bien a la mayoría. Supongo que era una mezcla entre ver que cuando Alice me mandaba a hacer algo para “pagar” el viaje lo hacía mejor que ellos y de que tampoco es que estuviese bajo el mando directo de ella. A ver, era cierto que el noventa y nueve por ciento de las veces hacía lo que me decía, pero era porque me caía bien más que por otra cosa, yo era un capitán después de todo. Finalmente llegué hasta la puerta de su camarote, tocando antes de entrar. Tras las primeras veces en las que me había llevado alguna regañina y varios golpes había entendido la lección.
-He estado pensando mucho últimamente. Lo cual la verdad es una mierda, normalmente las respuestas para lo que hay que hacer o me vienen a mí solas y ya las sé… Lo que quiero decir es que hay gato encerrado aquí.- Me senté en una silla cualquiera, mirando a Alice.
La chica estaba haciendo sus estiramientos. No me lo había dicho directamente, pero sabía que era algo que necesitaba. A pesar de la enorme fuerza que poseía, sus ataques diestros y su gran capacidad de toma de decisiones en el combate, sufría la consecuencia de estos como ninguna otra. Suponía que sería algo de nacimiento, pero sin duda tenía un cuerpo delicado. No me pasaron por desapercibidas sus expresiones de molestia y dolor cuando peleamos con aquel monstruo a pesar de que esquivaba sus golpes. Sacudí la cabeza entonces, había venido a decir algo y de nuevo me había distraído con el primer pensamiento que me había venido a la cabeza.
-Es decir… Es que no tiene sentido… Cuando algo no te sirve, simplemente lo descartas, lo tiras o lo destruyes, pero aquel islote estaba perfectamente. Bueno, todo lo perfectamente que puede estar un sitio como ese. Y luego estaba ese laboratorio, ¿sabes? No parecía que hubiesen salido pitando de allí, estaba todo demasiado bien recogido…
Me rasqué la cabeza con ambas manos, intentando estrujar mi cerebro para llegar a alguna conclusión, sentía que estaba cerca de averiguar algo importante. Piensa, Yor, piensa… Si tu fueses un doctor loco cuyo experimento ha salido bien, ¿qué harías después? Abandonarlo como parecía desde luego no, además a la completa deriva, no tenía sentido. De ese modo cualquiera podría encontrarse con el islote y entrar en contacto con los bichos esos y a saber cómo reaccionarían… Un momento, ¡eso era!
-¡Alice, nos han engañado! Piensalo bien, no había ningún tipo de protección para entrar a la isla, si dedicas tu tiempo para crear algo así, mínimo harías algún tipo de algo para que nadie se lo cargase. A no ser claro que sí que quieras que interactúen con tus criaturas. ¿Y si nosotros hemos participado en el experimento? Quizá querían ver cómo reaccionaban a otras personas, ¿me explico?
Estaba muy orgulloso de mí mismo, era una muy buena idea. Ahora con suerte Alice pensaría algo mucho mejor a partir de eso, ¡era muy lista! Yo, por mi parte, me recliné en el asiento, cansado de haberme comido tanto la cabeza. Nunca más…
Conforme avancé por el barco, me percaté de las miradas de los otros tripulantes, no parecía caerle bien a la mayoría. Supongo que era una mezcla entre ver que cuando Alice me mandaba a hacer algo para “pagar” el viaje lo hacía mejor que ellos y de que tampoco es que estuviese bajo el mando directo de ella. A ver, era cierto que el noventa y nueve por ciento de las veces hacía lo que me decía, pero era porque me caía bien más que por otra cosa, yo era un capitán después de todo. Finalmente llegué hasta la puerta de su camarote, tocando antes de entrar. Tras las primeras veces en las que me había llevado alguna regañina y varios golpes había entendido la lección.
-He estado pensando mucho últimamente. Lo cual la verdad es una mierda, normalmente las respuestas para lo que hay que hacer o me vienen a mí solas y ya las sé… Lo que quiero decir es que hay gato encerrado aquí.- Me senté en una silla cualquiera, mirando a Alice.
La chica estaba haciendo sus estiramientos. No me lo había dicho directamente, pero sabía que era algo que necesitaba. A pesar de la enorme fuerza que poseía, sus ataques diestros y su gran capacidad de toma de decisiones en el combate, sufría la consecuencia de estos como ninguna otra. Suponía que sería algo de nacimiento, pero sin duda tenía un cuerpo delicado. No me pasaron por desapercibidas sus expresiones de molestia y dolor cuando peleamos con aquel monstruo a pesar de que esquivaba sus golpes. Sacudí la cabeza entonces, había venido a decir algo y de nuevo me había distraído con el primer pensamiento que me había venido a la cabeza.
-Es decir… Es que no tiene sentido… Cuando algo no te sirve, simplemente lo descartas, lo tiras o lo destruyes, pero aquel islote estaba perfectamente. Bueno, todo lo perfectamente que puede estar un sitio como ese. Y luego estaba ese laboratorio, ¿sabes? No parecía que hubiesen salido pitando de allí, estaba todo demasiado bien recogido…
Me rasqué la cabeza con ambas manos, intentando estrujar mi cerebro para llegar a alguna conclusión, sentía que estaba cerca de averiguar algo importante. Piensa, Yor, piensa… Si tu fueses un doctor loco cuyo experimento ha salido bien, ¿qué harías después? Abandonarlo como parecía desde luego no, además a la completa deriva, no tenía sentido. De ese modo cualquiera podría encontrarse con el islote y entrar en contacto con los bichos esos y a saber cómo reaccionarían… Un momento, ¡eso era!
-¡Alice, nos han engañado! Piensalo bien, no había ningún tipo de protección para entrar a la isla, si dedicas tu tiempo para crear algo así, mínimo harías algún tipo de algo para que nadie se lo cargase. A no ser claro que sí que quieras que interactúen con tus criaturas. ¿Y si nosotros hemos participado en el experimento? Quizá querían ver cómo reaccionaban a otras personas, ¿me explico?
Estaba muy orgulloso de mí mismo, era una muy buena idea. Ahora con suerte Alice pensaría algo mucho mejor a partir de eso, ¡era muy lista! Yo, por mi parte, me recliné en el asiento, cansado de haberme comido tanto la cabeza. Nunca más…
Quedaban pocos días para llegar a Dark Dome. Aún no veías en el cielo el círculo de oscuridad, pero según tus cálculos no debía faltar mucho. Sin embargo, después de lo que habíais encontrado bajo aquel islote, por llamarlo de alguna forma, no eras capaz de pensar en otra cosa. Querías sacártelo de la cabeza, pero al mismo tiempo la cantidad de gente que debía haber muerto ahí te perturbaba. Que tanto Krein como tú hubieseis podido uniros a la gran familia de sacrificios en pos de una isla-computadora que podría... ¿Para qué demonios podía servir aquello? Querrías haberte quedado un poco más y profundizar acerca de qué podía haber ahí, pero quizá de haberlo hecho no estarías pensando en ello. Como fuese, recogiste las mallas de tu cama recién hecha y terminaste de vestirte.
Extendiste una esterilla con cuidado y caminaste durante casi un minuto sobre ella, afianzándola al suelo y quitándole las pocas dobleces que quedaban. Hecho eso te moviste hasta su punto medio, dejando a tu espalda la puerta, mirando el mar que se alejaba a través de la ventana trasera. Cerraste los ojos, poniéndote recta. Calentaste muñecas, cadera y demás articulaciones antes de dar una larga bocanada de aire y comenzar a inspirar con la nariz, expulsando el aire por la boca. Contaste hasta cinco mentalmente al ritmo de tus pulmones, muy despacio, y adoptaste la primera posición.
- Tadasana -pronunciaste.
Un, dos, tres, cuatro, cinco. Con la inspiración extendiste tus brazos hasta cerrarlos, rectos, por encima de tu cabeza, manteniéndote en esa posición durante cinco inspiraciones. Descendiste con la espalda recta hasta que pudiste poner las manos tras los talones, perfectamente apoyadas contra el suelo, incorporándote una vez más para, esta vez algo más deprisa, llevar las manos hacia el cielo. Repitiendo el ejercicio descendiste una vez más, pero en ese momento tus rodillas se doblaron ligeramente y alejaste un poco las manos, retrasando las piernas hasta volver a ponerlas completamente rectas en la postura del perro bocabajo.
Ibas por la tercera respiración cuando alguien golpeó en la puerta. Seguramente se trataba de Krein.
- ¡Pasa! -contestaste, evitando perder la postura-. ¡Está abierto!
Dejaste que llegase hasta cinco antes de llevar tus piernas hasta las manos y elevarte de nuevo, quedando de pie una vez más en posición de la montaña. Mientras Krein comenzaba a hablar tú seguiste tomando posiciones, por el momento básicas. Volviste al perro bocabajo, esa vez para reposar en el suelo haciendo intermitente el bebé y el perro bocarriba. Se trataba de un estiramiento sencillo, pero la cadena se iba complicando según el tiempo avanzaba. Lo que sí hiciste fue, la siguiente vez que pasaste del perro bocabajo a tadasana, fue volverte ciento ochenta grados para poder mirarlo a la cara.
- Desde luego hay gato encerrado -dijiste, llevando hacia delante una pierna y hacia atrás la otra, dejando que el empeine reposase paralelo al suelo. Hasta que la ingle casi doliese, eso te habían enseñado, aunque estabas convencida que para otras personas solo era cuando notasen un leve pinchazo-. Pero tampoco es como si supiésemos nada.
Llevaste tu pecho hacia delante, sintiendo la presión de tu rodilla contra el vientre desnudo y te levantaste otra vez, repitiendo el ejercicio pero cambiando de pierna esa vez. Luego seguiste, pero en lugar de mover el torso comenzaste a levantar la pierna atrasada, tratando de equilibrarte sobre la de delante.
- Parece mucho esfuerzo para engañarnos. ¿Qué ganarían grabando ese vídeo? Como forma de hacernos huir está gracioso, pero no parece efectivo si fuésemos saqueadores... -En realidad, lo que Kein proponía gozaba de cierta lógica. Quizá solo fueseis parte de un experimento para esas "neuronas" de brea-. Pero asumamos que tienes razón: ¿Ahora qué?
Quizá era la pregunta más importante. Qué hacer con la información que creían tener, cómo actuar para saber algo más. Dejó que su pie reposase de nuevo contra el suelo y regresó a tadasana.
- No podemos virar -explicaste-. Si es una isla móvil podríamos no volver a encontrarla. Y aun si volviésemos... ¿Con qué propósito? No parece que podamos sacar nada de ahí, más que saciar nuestra curiosidad.
Extendiste una esterilla con cuidado y caminaste durante casi un minuto sobre ella, afianzándola al suelo y quitándole las pocas dobleces que quedaban. Hecho eso te moviste hasta su punto medio, dejando a tu espalda la puerta, mirando el mar que se alejaba a través de la ventana trasera. Cerraste los ojos, poniéndote recta. Calentaste muñecas, cadera y demás articulaciones antes de dar una larga bocanada de aire y comenzar a inspirar con la nariz, expulsando el aire por la boca. Contaste hasta cinco mentalmente al ritmo de tus pulmones, muy despacio, y adoptaste la primera posición.
- Tadasana -pronunciaste.
Un, dos, tres, cuatro, cinco. Con la inspiración extendiste tus brazos hasta cerrarlos, rectos, por encima de tu cabeza, manteniéndote en esa posición durante cinco inspiraciones. Descendiste con la espalda recta hasta que pudiste poner las manos tras los talones, perfectamente apoyadas contra el suelo, incorporándote una vez más para, esta vez algo más deprisa, llevar las manos hacia el cielo. Repitiendo el ejercicio descendiste una vez más, pero en ese momento tus rodillas se doblaron ligeramente y alejaste un poco las manos, retrasando las piernas hasta volver a ponerlas completamente rectas en la postura del perro bocabajo.
Ibas por la tercera respiración cuando alguien golpeó en la puerta. Seguramente se trataba de Krein.
- ¡Pasa! -contestaste, evitando perder la postura-. ¡Está abierto!
Dejaste que llegase hasta cinco antes de llevar tus piernas hasta las manos y elevarte de nuevo, quedando de pie una vez más en posición de la montaña. Mientras Krein comenzaba a hablar tú seguiste tomando posiciones, por el momento básicas. Volviste al perro bocabajo, esa vez para reposar en el suelo haciendo intermitente el bebé y el perro bocarriba. Se trataba de un estiramiento sencillo, pero la cadena se iba complicando según el tiempo avanzaba. Lo que sí hiciste fue, la siguiente vez que pasaste del perro bocabajo a tadasana, fue volverte ciento ochenta grados para poder mirarlo a la cara.
- Desde luego hay gato encerrado -dijiste, llevando hacia delante una pierna y hacia atrás la otra, dejando que el empeine reposase paralelo al suelo. Hasta que la ingle casi doliese, eso te habían enseñado, aunque estabas convencida que para otras personas solo era cuando notasen un leve pinchazo-. Pero tampoco es como si supiésemos nada.
Llevaste tu pecho hacia delante, sintiendo la presión de tu rodilla contra el vientre desnudo y te levantaste otra vez, repitiendo el ejercicio pero cambiando de pierna esa vez. Luego seguiste, pero en lugar de mover el torso comenzaste a levantar la pierna atrasada, tratando de equilibrarte sobre la de delante.
- Parece mucho esfuerzo para engañarnos. ¿Qué ganarían grabando ese vídeo? Como forma de hacernos huir está gracioso, pero no parece efectivo si fuésemos saqueadores... -En realidad, lo que Kein proponía gozaba de cierta lógica. Quizá solo fueseis parte de un experimento para esas "neuronas" de brea-. Pero asumamos que tienes razón: ¿Ahora qué?
Quizá era la pregunta más importante. Qué hacer con la información que creían tener, cómo actuar para saber algo más. Dejó que su pie reposase de nuevo contra el suelo y regresó a tadasana.
- No podemos virar -explicaste-. Si es una isla móvil podríamos no volver a encontrarla. Y aun si volviésemos... ¿Con qué propósito? No parece que podamos sacar nada de ahí, más que saciar nuestra curiosidad.
Dorito
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Akuma no mi
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Verla hacer alguno de esos movimientos era un tanto gracioso, pero me daba miedo reirme por si decidía echarme una bronca. Solté un suspiro derrotado por sus palabras, tenía razón que tuviese razón o no no cambiaba demasiado la situación en la que nos encontrábamos. Aún teníamos un destino al que llegar, el barco se movía, la isla lo hacía en otra dirección aleatoria…
-No, no creo que debamos volver a ese sitio, creo que ya hicimos todo lo que teníamos que hacer allí… Es solo que no me lo puedo sacar de la cabeza, ya tienen la fórmula para convertir a personas en esas cosas, ¿quién dice que no lo estén haciendo ahora en algún otro lugar?
Me crucé de brazos, estaba de nuevo en un callejón sin salida. Tenía la sensación de que estaba a punto de dar con algo, pero era simplemente un misterio casi imposible de resolver. Si nos hubieran grabado, ni siquiera sé con seguridad a qué distancia pueden funcionar este tipo de cosas para recopilar los datos, no pretendía ni fingir que podía entender el funcionamiento de cualquier cosa tecnológica. La mayoría de las veces simplemente aprendía que hacían algo y ni me molestaba en entender cómo lo hacían.
-¿Tú sabes cómo funcionan las transmisiones estas? Igual no pueden estar muy lejos los autores si quieren ver la transmisión de la grabación… ¿No?- En este punto ya simplemente estaba diciendo lo primero que se me ocurría.- Los científicos son muy raros, pueden hacer casi cualquier cosa… ¡No es justo! Si fuese una pelea a puños seguro que ganaría, son unos cobardes.
Asentí tras decir esas palabras, sin duda alguna se escondía porque sabían que lo que estaban haciendo estaba mal y que no podrían conmigo si me los encontraba. También, la proyección que vimos nosotros era muy extraña, Industrias Cognito… ¿Cómo una organización capaz de hacer algo así se mantenía en escondida? Jamás había escuchado ese nombre, pero desde luego tenían capacidades de sobra para ser aterradores.
-¿Y si le mandamos una carta para ofrecernos como sujetos de prueba y una vez estemos ahí…? ¡Pum!- Acompañé el sonido con un choque de mis puños. A continuación, me reí un poco, era lo único que podía hacer ahora mismo. - Estaría guay, pero ni siquiera tenemos su dirección. Me pregunto cómo contrataran a gente…
-No, no creo que debamos volver a ese sitio, creo que ya hicimos todo lo que teníamos que hacer allí… Es solo que no me lo puedo sacar de la cabeza, ya tienen la fórmula para convertir a personas en esas cosas, ¿quién dice que no lo estén haciendo ahora en algún otro lugar?
Me crucé de brazos, estaba de nuevo en un callejón sin salida. Tenía la sensación de que estaba a punto de dar con algo, pero era simplemente un misterio casi imposible de resolver. Si nos hubieran grabado, ni siquiera sé con seguridad a qué distancia pueden funcionar este tipo de cosas para recopilar los datos, no pretendía ni fingir que podía entender el funcionamiento de cualquier cosa tecnológica. La mayoría de las veces simplemente aprendía que hacían algo y ni me molestaba en entender cómo lo hacían.
-¿Tú sabes cómo funcionan las transmisiones estas? Igual no pueden estar muy lejos los autores si quieren ver la transmisión de la grabación… ¿No?- En este punto ya simplemente estaba diciendo lo primero que se me ocurría.- Los científicos son muy raros, pueden hacer casi cualquier cosa… ¡No es justo! Si fuese una pelea a puños seguro que ganaría, son unos cobardes.
Asentí tras decir esas palabras, sin duda alguna se escondía porque sabían que lo que estaban haciendo estaba mal y que no podrían conmigo si me los encontraba. También, la proyección que vimos nosotros era muy extraña, Industrias Cognito… ¿Cómo una organización capaz de hacer algo así se mantenía en escondida? Jamás había escuchado ese nombre, pero desde luego tenían capacidades de sobra para ser aterradores.
-¿Y si le mandamos una carta para ofrecernos como sujetos de prueba y una vez estemos ahí…? ¡Pum!- Acompañé el sonido con un choque de mis puños. A continuación, me reí un poco, era lo único que podía hacer ahora mismo. - Estaría guay, pero ni siquiera tenemos su dirección. Me pregunto cómo contrataran a gente…
Desde fuera a mucha gente le parecía que el yoga era una actividad ridícula. Tú misma, antes de comenzar a practicarlo, no entendías cómo aquello podría ayudarla, pero ahí estabas: Mirando a Krein bocabajo mientras te sostenías con los antebrazos en la posición del arco y flecha con las piernas. Con mucho cuidado para mantener el equilibrio extendiste las manos y moviste, muy despacio, el peso de todo tu cuerpo a estas. No tenías demasiada experiencia con aquella postura, pero aun así fuiste capaz de mantenerla por más de treinta segundos antes de necesitar bajar las piernas y terminar brevemente en el perro bocabajo.
- Si pueden convertir una persona en zumo pueden enviar señal de radio a cualquier distancia -contestaste-. Dependiendo del den den mushi, ni siquiera haría falta ser un genio tecnológico para que llegue de una isla a otra fácilmente. A partir de ahí ya solo sería cuestión de usar más caracoles como repetidor. -Tadasana-. Pero claro, eso es asumiendo que nos hayan grabado con algún propósito. O que nos hayan grabado, llanamente.
Empezabas a estar algo sudada, y la ropa se te pegaba a la piel. Si Krein no fuese tan... ¿Párvulo? ¿Inocente? ¿Desinteresado? Seguramente no habrías seguido, o lo habrías terminado echando de la habitación. Apenas sí habías ejecutado diez o quince minutos de una rutina larga, pero a veces podías permitirte ser algo más laxa con eso. Solo a veces, claro; tu cuerpo se resentía especialmente si no hacías ejercicio de forma regular. Casi sin pensar te sentaste sobre la esterilla, dibujando una perfecta posición del loto.
- Asumamos por un momento que alguien puso ese trozo de laboratorio ahí para que entrase gente y reaccionase a lo de convertirse en parte de un ordenador gigante. ¿Qué gana nadie con eso? -Suspiraste por un momento-. Sé que no tienes recompensa, pero espero que no seas lo bastante importante en el mundo como para que alguien vaya por ahí espiándote de esa forma. Que por otro lado es cierto que podrían estar licuando a más gente, ¿pero entonces por qué sería importante nuestra reacción?
Miraste a Krein con sincera incomprensión. No teníais información al respecto para hacer una teoría realista. Lo más cercano a la verdad eran las palabras en la grabación, pero tampoco estaba claro hasta qué punto podíais fiaros de ellas. Solo habíais visto uno de los mocos -quizá dos- y no parecía particularmente inteligente. Sí que manejaba una máquina aberrante, claro, pero no tenía nada que ver con lo que se trabajaba en el interior del laboratorio.
- Quizá sea una locura, pero... -Tardaste en proseguir, no tenías nada claro cómo hacerlo-. ¿Quizá los mocos estuviesen intentando huir también? La tecnología que crearon fuera no tenía nada que ver con lo que vimos dentro. Además, ¿no era tocar algunos escombros y volver a meterse en la armadura? Tiene que ser parte de una fruta del diablo más que de un genio. Es verdad que podría ser ambas cosas, ¿pero para qué? La babosa que vimos quizá fuese una patrulla, aunque eso no explicaría del todo su comportamiento. -Te dejaste caer sobre la esterilla, estirándote-. Demasiadas posibilidades, solo una correcta.
Quizá sí deberíais volver atrás e investigar eso de una vez por todas. Podíais encontrar tesoros en el interior del laboratorio y tecnología única. Pero quizá no llegaseis porque, al fin y al cabo, no dejaba de ser una isla vagabun...
- ¡No, espera! ¡Ya sé!
Te levantaste de golpe y caminaste con determinación hacia Krein, sentado ante tu escritorio. Puede que te acercases demasiado a él por un momento, por lo que te separaste nada más darte cuenta mientras rebuscabas los mapas de corrientes que habías estado investigando. Mientras no tenías navegante te tocaba a ti hacerte cargo de esos líos, pero el lado bueno era que sabías exactamente dónde se quedaría varada la isla si no tenía motores.
- Es menos de un día de viaje, si todo va bien. Si quieres investigarlo de nuevo podemos volver, pero si...
- ¡Nos atacan! -escuchaste fuera.
Miraste a Krein.
- Esto tendrá que esperar.
- Si pueden convertir una persona en zumo pueden enviar señal de radio a cualquier distancia -contestaste-. Dependiendo del den den mushi, ni siquiera haría falta ser un genio tecnológico para que llegue de una isla a otra fácilmente. A partir de ahí ya solo sería cuestión de usar más caracoles como repetidor. -Tadasana-. Pero claro, eso es asumiendo que nos hayan grabado con algún propósito. O que nos hayan grabado, llanamente.
Empezabas a estar algo sudada, y la ropa se te pegaba a la piel. Si Krein no fuese tan... ¿Párvulo? ¿Inocente? ¿Desinteresado? Seguramente no habrías seguido, o lo habrías terminado echando de la habitación. Apenas sí habías ejecutado diez o quince minutos de una rutina larga, pero a veces podías permitirte ser algo más laxa con eso. Solo a veces, claro; tu cuerpo se resentía especialmente si no hacías ejercicio de forma regular. Casi sin pensar te sentaste sobre la esterilla, dibujando una perfecta posición del loto.
- Asumamos por un momento que alguien puso ese trozo de laboratorio ahí para que entrase gente y reaccionase a lo de convertirse en parte de un ordenador gigante. ¿Qué gana nadie con eso? -Suspiraste por un momento-. Sé que no tienes recompensa, pero espero que no seas lo bastante importante en el mundo como para que alguien vaya por ahí espiándote de esa forma. Que por otro lado es cierto que podrían estar licuando a más gente, ¿pero entonces por qué sería importante nuestra reacción?
Miraste a Krein con sincera incomprensión. No teníais información al respecto para hacer una teoría realista. Lo más cercano a la verdad eran las palabras en la grabación, pero tampoco estaba claro hasta qué punto podíais fiaros de ellas. Solo habíais visto uno de los mocos -quizá dos- y no parecía particularmente inteligente. Sí que manejaba una máquina aberrante, claro, pero no tenía nada que ver con lo que se trabajaba en el interior del laboratorio.
- Quizá sea una locura, pero... -Tardaste en proseguir, no tenías nada claro cómo hacerlo-. ¿Quizá los mocos estuviesen intentando huir también? La tecnología que crearon fuera no tenía nada que ver con lo que vimos dentro. Además, ¿no era tocar algunos escombros y volver a meterse en la armadura? Tiene que ser parte de una fruta del diablo más que de un genio. Es verdad que podría ser ambas cosas, ¿pero para qué? La babosa que vimos quizá fuese una patrulla, aunque eso no explicaría del todo su comportamiento. -Te dejaste caer sobre la esterilla, estirándote-. Demasiadas posibilidades, solo una correcta.
Quizá sí deberíais volver atrás e investigar eso de una vez por todas. Podíais encontrar tesoros en el interior del laboratorio y tecnología única. Pero quizá no llegaseis porque, al fin y al cabo, no dejaba de ser una isla vagabun...
- ¡No, espera! ¡Ya sé!
Te levantaste de golpe y caminaste con determinación hacia Krein, sentado ante tu escritorio. Puede que te acercases demasiado a él por un momento, por lo que te separaste nada más darte cuenta mientras rebuscabas los mapas de corrientes que habías estado investigando. Mientras no tenías navegante te tocaba a ti hacerte cargo de esos líos, pero el lado bueno era que sabías exactamente dónde se quedaría varada la isla si no tenía motores.
- Es menos de un día de viaje, si todo va bien. Si quieres investigarlo de nuevo podemos volver, pero si...
- ¡Nos atacan! -escuchaste fuera.
Miraste a Krein.
- Esto tendrá que esperar.
Dorito
Fama
Recompensa
Características
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Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
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-No pasa nada, creo que mi trabajo ahora mismo es que me expliques por qué lo que digo no tiene sentido hasta que alguno de los dos dé con algo bueno tras tanto descartar… O por lo menos así hablo un poco con alguien, tus amigos no son muy agradables…
También me servía para averiguar ciertas cosas. Mucha gente simplemente me desestimaba como alguien idiota, pero no era así. Es cierto que no tengo conocimientos de un millar de cosas, ¡pero eso es solo porque no tuve oportunidad de aprender nada! Por eso solía estar atento a las conversaciones, siempre había algo que expandía mi conocimiento de cómo funcionaba el mundo. Ahora, por ejemplo, había aprendido que con muchos caracoles de esos podías transmitir lo que quisieses desde donde sea. Ya me servirá de algo saber eso en algún momento. Supongo.
-Que va, mis padres eran nobles, pero de una isla cualquiera del South Blue, no tendría sentido que me buscasen, aunque gracias por el cumplido.- Comenté con una sonrisa orgullosa en el rostro. Volví a ponerme serio al escuchar su idea, solo planteaba más preguntas.- ¿Tú crees? ¿Pero hacia dónde? No sabemos si tienen siquiera consciencia como para querer huir a algún sitio, parecían animales… Quizá no estén huyendo de un sitio, sino yendo a un sitio, ¿sabes lo que te quiero decir? Si alguien me hiciese algo así y todavía me quedara un poco de cerebro, querría vengarme.
Sonreí contento cuando pareció habérsele encendido la bombilla a Alice, eso siempre eran buenas noticias. Intenté echar un vistazo a lo que buscaba, por si podía ayudar, pero todavía no sabía muy bien cómo leerlos así que más bien esperé ahí hasta que me dijese lo que tenía en mente. Cosa que habría sucedido si no nos hubieran interrumpido los gritos de fuera. Ante las palabras de la capitana simplemente me encogí de hombros, restándole importancia.
-No pasa nada, mejor de hecho. Tanto pensar no tiene que ser bueno, distraerse un poco con esto podría estar bien.
Tras decir aquello me levanté del escritorio con ganas, dando un par de saltitos, como un luchador antes de entrar al ring de pelea. Abrí la puerta, notando el olor a sal en ese mismo instante. Adoraba navegar, el sonido del mar, su olor, el barco surcando las olas y por supuesto, las batallas en alta mar. Fue fácil ver los dos barcos que se nos aproximaban, sobre todo porque era de donde venían las bolas de cañón. Rápidamente hice crecer mis alas, si dejábamos que se nos acercaran demasiado, por mucho que estuviéramos Alice y yo a bordo, el barco seguramente recibiría bastantes daños.
-Pienso llevar la cuenta de cuántos derrote, es una competición, ¿va?
Le dije con cierta diversión en mi tono a Alice, sin darle tiempo a responder pues ya había alzado el vuelo. Esquivé los proyectiles con facilidad, haberme peleado con las criaturas de brea me había ayudado a pulir mis reflejos, no volvería a dejar que me tomasen desprevenido, dolía bastante. Finalmente aterricé en el barco y no dudé en completar la transformación de mi fruta ya que debía tener cuidado. Hasta que Alice no llegara y su tripulación comenzara a disparar, estaría unos segundos solo y no podía descuidarme. En cuanto enrosqué mi cola alrededor de la cintura de uno de ellos y lo tiré hacia sus compañeros, di por empezada mi cuenta de bajas. Iba a ganar la competición.
También me servía para averiguar ciertas cosas. Mucha gente simplemente me desestimaba como alguien idiota, pero no era así. Es cierto que no tengo conocimientos de un millar de cosas, ¡pero eso es solo porque no tuve oportunidad de aprender nada! Por eso solía estar atento a las conversaciones, siempre había algo que expandía mi conocimiento de cómo funcionaba el mundo. Ahora, por ejemplo, había aprendido que con muchos caracoles de esos podías transmitir lo que quisieses desde donde sea. Ya me servirá de algo saber eso en algún momento. Supongo.
-Que va, mis padres eran nobles, pero de una isla cualquiera del South Blue, no tendría sentido que me buscasen, aunque gracias por el cumplido.- Comenté con una sonrisa orgullosa en el rostro. Volví a ponerme serio al escuchar su idea, solo planteaba más preguntas.- ¿Tú crees? ¿Pero hacia dónde? No sabemos si tienen siquiera consciencia como para querer huir a algún sitio, parecían animales… Quizá no estén huyendo de un sitio, sino yendo a un sitio, ¿sabes lo que te quiero decir? Si alguien me hiciese algo así y todavía me quedara un poco de cerebro, querría vengarme.
Sonreí contento cuando pareció habérsele encendido la bombilla a Alice, eso siempre eran buenas noticias. Intenté echar un vistazo a lo que buscaba, por si podía ayudar, pero todavía no sabía muy bien cómo leerlos así que más bien esperé ahí hasta que me dijese lo que tenía en mente. Cosa que habría sucedido si no nos hubieran interrumpido los gritos de fuera. Ante las palabras de la capitana simplemente me encogí de hombros, restándole importancia.
-No pasa nada, mejor de hecho. Tanto pensar no tiene que ser bueno, distraerse un poco con esto podría estar bien.
Tras decir aquello me levanté del escritorio con ganas, dando un par de saltitos, como un luchador antes de entrar al ring de pelea. Abrí la puerta, notando el olor a sal en ese mismo instante. Adoraba navegar, el sonido del mar, su olor, el barco surcando las olas y por supuesto, las batallas en alta mar. Fue fácil ver los dos barcos que se nos aproximaban, sobre todo porque era de donde venían las bolas de cañón. Rápidamente hice crecer mis alas, si dejábamos que se nos acercaran demasiado, por mucho que estuviéramos Alice y yo a bordo, el barco seguramente recibiría bastantes daños.
-Pienso llevar la cuenta de cuántos derrote, es una competición, ¿va?
Le dije con cierta diversión en mi tono a Alice, sin darle tiempo a responder pues ya había alzado el vuelo. Esquivé los proyectiles con facilidad, haberme peleado con las criaturas de brea me había ayudado a pulir mis reflejos, no volvería a dejar que me tomasen desprevenido, dolía bastante. Finalmente aterricé en el barco y no dudé en completar la transformación de mi fruta ya que debía tener cuidado. Hasta que Alice no llegara y su tripulación comenzara a disparar, estaría unos segundos solo y no podía descuidarme. En cuanto enrosqué mi cola alrededor de la cintura de uno de ellos y lo tiré hacia sus compañeros, di por empezada mi cuenta de bajas. Iba a ganar la competición.
Krein salió henchido de emoción al combate. Tú, por tu parte, tuviste que esperar un par de segundos antes de ser capaz de cruzar el umbral. Sabías que algunos en el barco pensaban que tenías al chico como affair y que salieses sudando en una ropa que era poco más que estar en ropa interior no iba a hacer que la suspicacia decayese, precisamente. No te importaba especialmente lo que la gente pensase de ti, pero era tu tripulación y si perdías su respeto los perdías a ellos. No podías tolerar que pensasen de ti que eras algún tipo de chabacana que se iba a la cama con el primero que se colaba en el barco. Además, Krein ni siquiera era tan mono. ¿Qué se habían creído?
- ¡Atención, tripulación! -gritaste desde el castillo de popa-. ¡Es un momento clave para nuestro barco, y por si no se salva es importante que sepáis una cosa! -¿De verdad ibas a hacerlo?-. ¡No me he acostado con nuestro polizón!
- ¡Lo sabemos! -dijo Billy.
- ¡A nadie le importa! -Espetó George.
- ¡Yo sí! -respondió Pat.
Preferiste no indagar al respecto. En cualquier caso, al parecer tus diatribas estaban injustificadas y ahora todos en la tripulación se habían dado cuenta de que eras insegura. Eso solo había una forma de remediarlo: Un acto de valentía estúpida como solo tú sabías hacer. ¿Eh? No, no. era broma. Eso habría sido demasiado. Sin embargo, la otra idea que se te vino a la cabeza resultó de lo más interesante.
- ¡Preparaos truhanes porque ni una bala de cañón va a rozar el barco al que tantas horas y cariño hemos dedicado! -volviste a gritar, esa vez a viva voz-. ¡Subíos bien los pantalones y agarraos a la baranda más cercana, disparad con toda vuestra precisión y aseguraos de que ninguno de esos rufianes dé con vuestros huesos a la mar!
Sentiste tus huesos volverse de oscuridad. De pronto, como si pesases tres o cuatro veces más, sentiste el aplastamiento de todo tu cuerpo contra ellos. No podías oír pero sí sentías un crujido colosal con cada movimiento, pero sobreponiéndote al dolor viraste el barco con todas tus fuerzas para encarar uno de los barcos: Concretamente, al que se había subido Krein. Y mientras tanto, una masa de oscuridad se extendió a tus pies hasta la cubierta principal, surgiendo la primera de las culebrinas ya posicionada para el disparo. Siempre, siempre apuntabas al horizonte del barco para que empezase a hundirse cuanto antes, y aquella vez no fue una excepción.
El casco se abrió y comenzó a entrar agua. Sabías que no tardarían en subirse a los salvavidas, mucho menos en asaltar el barco. Como quien agita un avispero, estabas lista para hacerte cargo de las consecuencias mientras seguías virando hacia tu particular acompañante. Ibas a obligar que cambiasen de rumbo o se vería en serios problemas para evitar vuestro abordaje.
- ¡¿Cuántos llevas, Krein?! Porque yo llevo un barco.
Estabas deseando saltar tú también. Pero primero había que sembrar el terreno.
- ¡Atención, tripulación! -gritaste desde el castillo de popa-. ¡Es un momento clave para nuestro barco, y por si no se salva es importante que sepáis una cosa! -¿De verdad ibas a hacerlo?-. ¡No me he acostado con nuestro polizón!
- ¡Lo sabemos! -dijo Billy.
- ¡A nadie le importa! -Espetó George.
- ¡Yo sí! -respondió Pat.
Preferiste no indagar al respecto. En cualquier caso, al parecer tus diatribas estaban injustificadas y ahora todos en la tripulación se habían dado cuenta de que eras insegura. Eso solo había una forma de remediarlo: Un acto de valentía estúpida como solo tú sabías hacer. ¿Eh? No, no. era broma. Eso habría sido demasiado. Sin embargo, la otra idea que se te vino a la cabeza resultó de lo más interesante.
- ¡Preparaos truhanes porque ni una bala de cañón va a rozar el barco al que tantas horas y cariño hemos dedicado! -volviste a gritar, esa vez a viva voz-. ¡Subíos bien los pantalones y agarraos a la baranda más cercana, disparad con toda vuestra precisión y aseguraos de que ninguno de esos rufianes dé con vuestros huesos a la mar!
Sentiste tus huesos volverse de oscuridad. De pronto, como si pesases tres o cuatro veces más, sentiste el aplastamiento de todo tu cuerpo contra ellos. No podías oír pero sí sentías un crujido colosal con cada movimiento, pero sobreponiéndote al dolor viraste el barco con todas tus fuerzas para encarar uno de los barcos: Concretamente, al que se había subido Krein. Y mientras tanto, una masa de oscuridad se extendió a tus pies hasta la cubierta principal, surgiendo la primera de las culebrinas ya posicionada para el disparo. Siempre, siempre apuntabas al horizonte del barco para que empezase a hundirse cuanto antes, y aquella vez no fue una excepción.
El casco se abrió y comenzó a entrar agua. Sabías que no tardarían en subirse a los salvavidas, mucho menos en asaltar el barco. Como quien agita un avispero, estabas lista para hacerte cargo de las consecuencias mientras seguías virando hacia tu particular acompañante. Ibas a obligar que cambiasen de rumbo o se vería en serios problemas para evitar vuestro abordaje.
- ¡¿Cuántos llevas, Krein?! Porque yo llevo un barco.
Estabas deseando saltar tú también. Pero primero había que sembrar el terreno.
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Aproveché el factor de confusión que les causó ver a una salamandra gigante con alas de mariposa en su barco, todo el mundo siempre caía durante al menos unos segundos. Por el rabillo del ojo podía ver como Alice empezaba a hacer de las suyas, sonriendo divertido por ello. Era tan buena compañera de batalla… Finalmente salieron del estupor, abalanzándose sobre mí. En vez de intentar recular distancia, aproveché que acortaron distancia para soltar una llamarada que achicharró a unos cuantos. Eso me dio tiempo a poder acumular humo, cubriéndonos en este para que pudiese actuar más libremente, sin tener que preocuparme por que me rodearan. Era cierto que yo no podía ver tampoco, pero como estaba yo solo en el barco a cualquiera al que le diese me serviría. Cuando entraba de lleno en un combate no había nada que me distrajese, entraba en un frenesí de acción, podía enlazar un ataque con otro a la perfección. Hacía un barrido de pierna, apoyando las manos en el suelo que luego usaba para impulsarme y dar una doble patada a otro incauto; al aterrizar usé la cola para atraer a uno de mis enemigos propinándole un buen puñetazo en la cara que lo tumbó en el suelo. Desgraciadamente aquel tren paró de golpe cuando todo el suelo tambaleó, disipándose el humo también con el movimiento.
-¡Un barco no contiene a la gente que hay dentro! ¡A esos me los estoy bajando yo!- Fruncí el ceño, eso era trampa.- Tú no te preocupes, que si jugamos así también puedo hacer truquitos.
Me sujeté a una de las bordes del barco con ambas manos y cola, para asegurarme de no desviarme a pesar del hundimiento. Gracias a mi piel más elástica en esta transformación, pude inflar más el pecho de lo normal, acumulando más fuego aún. A su vez fui tragando saliva y parte del veneno que secretaba, dándole así al fuego algo a lo que sujetarse. Cuando ya estimé que era suficiente lo escupí todo hacia el otro barco. Me limpié un poco la boca, sintiéndome un tanto mal, no solía hacer mucho esta técnica y por eso luego me pasaba más factura. Era una sensación muy parecida a vomitar, pero aún más desagradable. Me mareó un poco, llevándome una mano a la boca ya que parecía que ahora sí iba a vomitar de verdad. Levanté la otra mano en señal de pausa para los que venían, pero ninguno respetó el mal momento que estaba pasando. Doblé la espalda, vomitando en el suelo, haciendo que esquivara dos espadazos que iban hacia mi cuello y que otros dos idiotas se resbalaran con el vómito, cayendo al mar.
-¿V…Ves? ¡Yo también voy a hundir otro barco!- Dije en un tono un tanto enfermizo, apoyándome en la barra de nuevo.- Dadme unos segundos, enseguida os doy una paliza… Uf…
Me pasé la mano por la frente, quitándome un poco de sudor. Por mucho que ahora yo estuviese… Digamos… Regular. Era innegable que los resultados eran muy buenos. Poco a poco las bolas de fuego fueron cayendo sobre el barco, haciendo agujeros en las velas e incendiándolas, rompiendo cachos de madera enteros. sonreí orgulloso, aunque no pude disfrutar demasiado de mi hazaña ya que pronto tuve que volver a combatir. Eran unos maleducados, no me dejaban ni retomar el aire, pero bueno, no siempre se tenía lo que uno quería. Solo tenía que seguir derribando a estos tíos para ganar la apuesta.
-¡Un barco no contiene a la gente que hay dentro! ¡A esos me los estoy bajando yo!- Fruncí el ceño, eso era trampa.- Tú no te preocupes, que si jugamos así también puedo hacer truquitos.
Me sujeté a una de las bordes del barco con ambas manos y cola, para asegurarme de no desviarme a pesar del hundimiento. Gracias a mi piel más elástica en esta transformación, pude inflar más el pecho de lo normal, acumulando más fuego aún. A su vez fui tragando saliva y parte del veneno que secretaba, dándole así al fuego algo a lo que sujetarse. Cuando ya estimé que era suficiente lo escupí todo hacia el otro barco. Me limpié un poco la boca, sintiéndome un tanto mal, no solía hacer mucho esta técnica y por eso luego me pasaba más factura. Era una sensación muy parecida a vomitar, pero aún más desagradable. Me mareó un poco, llevándome una mano a la boca ya que parecía que ahora sí iba a vomitar de verdad. Levanté la otra mano en señal de pausa para los que venían, pero ninguno respetó el mal momento que estaba pasando. Doblé la espalda, vomitando en el suelo, haciendo que esquivara dos espadazos que iban hacia mi cuello y que otros dos idiotas se resbalaran con el vómito, cayendo al mar.
-¿V…Ves? ¡Yo también voy a hundir otro barco!- Dije en un tono un tanto enfermizo, apoyándome en la barra de nuevo.- Dadme unos segundos, enseguida os doy una paliza… Uf…
Me pasé la mano por la frente, quitándome un poco de sudor. Por mucho que ahora yo estuviese… Digamos… Regular. Era innegable que los resultados eran muy buenos. Poco a poco las bolas de fuego fueron cayendo sobre el barco, haciendo agujeros en las velas e incendiándolas, rompiendo cachos de madera enteros. sonreí orgulloso, aunque no pude disfrutar demasiado de mi hazaña ya que pronto tuve que volver a combatir. Eran unos maleducados, no me dejaban ni retomar el aire, pero bueno, no siempre se tenía lo que uno quería. Solo tenía que seguir derribando a estos tíos para ganar la apuesta.
Fue como si se te rompiese hasta el último hueso de cada brazo. Las manos te ardían con la presión, y sentías que tus codos no aguantarían mucho más. Krein se había tomado demasiado en serio la competición, incendiando el segundo barco sin percatarse de que, como si llevases un rompehielos, estabas tratando de embestir. Aquella insensatez te había obligado a virar el barco en un momento desastrosamente delicado: Los garfios se habían enganchado a la popa y nadie estaba tomando la molestia de cortarlos, lo que reducía tus posibles movimientos a un par de giros bruscos alrededor de un barco que se hundía, poniéndote a merced de uno en el que, probablemente, estuviesen esperando para disparar la siguiente salva de cañones aprovechando el poco margen que te había quedado.
- ¡Cortad los cabos de popa! -ordenaste, sin dejar de sujetar el timón.
Tu cara se estaba poniendo roja por el esfuerzo. No te costaba domar la rueda, pero sí evitar el retorno. En cuanto evitaste la colisión devolviste el timón a su posición recta y agitaste ligeramente los brazos con una sonrisa casi histriónica que llegaba a hacerte doler las mejillas. Podías seguir utilizándolos, claro, pero la sensación iba a tardar en desaparecer y los atacantes no esperarían para, desde sus botes, abordar el barco. Más ahora que Krein estaba tratando de destruir la única vía de escape que podía quedarles. Y una bestia acorralada solo podía luchar o morir. El pirata acababa de obligaros a pelear a muerte.
Chasqueaste los dedos cuando Scotty pasaba por tu lado, cambiando de idea. Le ordenaste tomar el timón y fuiste tú quien se encaminó hacia la popa. Solíais utilizarla como almacén para las cuerdas, botes y algunas cosas que no se estropeaban al aire libre cuando no quedaba más espacio e la bodega. Por esa misma razón había algunas armas bien guardadas en sus fundas, algunas herramientas y en general cosas muy peligrosas si la persona adecuada se hacía con ellas. Sabiendo el riesgo que podía suponer una emboscada ahí arriba preferiste ser tú la que se hiciese cargo. Scotty sabía hacer muchas cosas, pero era con diferencia el más torpe de tus tripulantes.
Tomaste la precaución de subir por la escalera lateral. Era más estrecha, lo que implicaba que tú tendrías ventaja sobre alguien más grande. También significaba que no podías pelear con la espada y los cuchillos estaban en el escritorio, ceñidos a la liga que debías ponerte una vez te hubieras vestido. Puede que maldijeras un par de veces en silencio. ¿Por qué justo habían elegido ese momento para atacar? ¿Y qué estaba haciendo el vigía que no os habíais enterado hasta tenerlos justo al lado? Un barco a cada costado en pleno mar abierto nunca era una buena señal, mucho menos...
Esquivaste casi por instinto una pequeña navaja que voló hacia ti desde un punto ciego. Trastabillaste y estuviste a punto de caer, pero te recompusiste y antes de que el segundo golpe llegase subiste de un salto a la baranda, escalando con las manos hasta llegar arriba. El brazo te ardió casi más que antes, y entonces te diste cuenta. Tus huesos volvieron a la normalidad mientras de tu mano surgía una lanza de color rojo brillante, poniéndote en guardia.
Observaste la situación: cuatro hombres y dos garfios agarrados de la baranda, tensos los cabos y una cabeza casi asomando cerca. Cinco, si no eras rápida. Suspiraste, tratando de poner tu cara más dulce mientras evaluabas el precio de cada uno. Eran poco más que aficionados; por un lado era bueno, pero ya que te tomabas la molestia por lo menos podías sacar algo...
- ¿De verdad vais a venir los cuatro a por mí? -preguntaste-. No parece justo. -Una rápida estocada atravesó el muslo al más cercano-. Ahora es aún más injusto.
Ignoraste sus gritos. A ti también te dolía muchas veces, pero no podías quejarte. Los otros tres te miraban con cautela e incluso miedo, pero llegaba uno más y a ti empezaba a agotársete la paciencia. Tenías que arrancar el garfio cuanto antes o el peso del barco arrastraría al Elysium. Por suerte llevabas tiempo practicando con la lanza. Habías entrenado cada movimiento seguro y aprendido a cubrir cada apertura que dejaban los más arriesgados. Estocadas, principalmente, pero en espacios largos la afilada hoja era letal en el corte. Más segura que una espada, permitiéndote utilizarla casi como un látigo en su ligereza. Y eso hiciste.
Un paso adelante y un giro sobre ti misma. El mástil se deslizó entre tus dedos hasta el fin de la empuñadura, rajando la garganta de uno y atravesando el pómulo de otro. El último había conseguido dar un salto atrás, pero no le quedaba espacio para seguir retrocediendo.
- Suelta tú mismo los garfios y te entregaré vivo -amenazaste.
Casi temblando, asintió.
- ¡Cortad los cabos de popa! -ordenaste, sin dejar de sujetar el timón.
Tu cara se estaba poniendo roja por el esfuerzo. No te costaba domar la rueda, pero sí evitar el retorno. En cuanto evitaste la colisión devolviste el timón a su posición recta y agitaste ligeramente los brazos con una sonrisa casi histriónica que llegaba a hacerte doler las mejillas. Podías seguir utilizándolos, claro, pero la sensación iba a tardar en desaparecer y los atacantes no esperarían para, desde sus botes, abordar el barco. Más ahora que Krein estaba tratando de destruir la única vía de escape que podía quedarles. Y una bestia acorralada solo podía luchar o morir. El pirata acababa de obligaros a pelear a muerte.
Chasqueaste los dedos cuando Scotty pasaba por tu lado, cambiando de idea. Le ordenaste tomar el timón y fuiste tú quien se encaminó hacia la popa. Solíais utilizarla como almacén para las cuerdas, botes y algunas cosas que no se estropeaban al aire libre cuando no quedaba más espacio e la bodega. Por esa misma razón había algunas armas bien guardadas en sus fundas, algunas herramientas y en general cosas muy peligrosas si la persona adecuada se hacía con ellas. Sabiendo el riesgo que podía suponer una emboscada ahí arriba preferiste ser tú la que se hiciese cargo. Scotty sabía hacer muchas cosas, pero era con diferencia el más torpe de tus tripulantes.
Tomaste la precaución de subir por la escalera lateral. Era más estrecha, lo que implicaba que tú tendrías ventaja sobre alguien más grande. También significaba que no podías pelear con la espada y los cuchillos estaban en el escritorio, ceñidos a la liga que debías ponerte una vez te hubieras vestido. Puede que maldijeras un par de veces en silencio. ¿Por qué justo habían elegido ese momento para atacar? ¿Y qué estaba haciendo el vigía que no os habíais enterado hasta tenerlos justo al lado? Un barco a cada costado en pleno mar abierto nunca era una buena señal, mucho menos...
Esquivaste casi por instinto una pequeña navaja que voló hacia ti desde un punto ciego. Trastabillaste y estuviste a punto de caer, pero te recompusiste y antes de que el segundo golpe llegase subiste de un salto a la baranda, escalando con las manos hasta llegar arriba. El brazo te ardió casi más que antes, y entonces te diste cuenta. Tus huesos volvieron a la normalidad mientras de tu mano surgía una lanza de color rojo brillante, poniéndote en guardia.
Observaste la situación: cuatro hombres y dos garfios agarrados de la baranda, tensos los cabos y una cabeza casi asomando cerca. Cinco, si no eras rápida. Suspiraste, tratando de poner tu cara más dulce mientras evaluabas el precio de cada uno. Eran poco más que aficionados; por un lado era bueno, pero ya que te tomabas la molestia por lo menos podías sacar algo...
- ¿De verdad vais a venir los cuatro a por mí? -preguntaste-. No parece justo. -Una rápida estocada atravesó el muslo al más cercano-. Ahora es aún más injusto.
Ignoraste sus gritos. A ti también te dolía muchas veces, pero no podías quejarte. Los otros tres te miraban con cautela e incluso miedo, pero llegaba uno más y a ti empezaba a agotársete la paciencia. Tenías que arrancar el garfio cuanto antes o el peso del barco arrastraría al Elysium. Por suerte llevabas tiempo practicando con la lanza. Habías entrenado cada movimiento seguro y aprendido a cubrir cada apertura que dejaban los más arriesgados. Estocadas, principalmente, pero en espacios largos la afilada hoja era letal en el corte. Más segura que una espada, permitiéndote utilizarla casi como un látigo en su ligereza. Y eso hiciste.
Un paso adelante y un giro sobre ti misma. El mástil se deslizó entre tus dedos hasta el fin de la empuñadura, rajando la garganta de uno y atravesando el pómulo de otro. El último había conseguido dar un salto atrás, pero no le quedaba espacio para seguir retrocediendo.
- Suelta tú mismo los garfios y te entregaré vivo -amenazaste.
Casi temblando, asintió.
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Por suerte solo tardé unos cuantos segundos en recuperarme de mi malestar, volviendo pronto a lo que mejor se me daba, repartir unos buenos golpes. Tampoco es que fuese excesivamente interesante el combate, estaba claro que quienes fueran estos patanes, no eran los mercenarios más hábiles. Porque piratas no eran, no llevaban bandera alguna y ya ni pensar en alguien relacionado con cualquier tipo de gobierno, ninguno llevaba ni un solo uniforme o algún tipo de emblema distintivo. Bueno, también cabía la posibilidad de que hubiesen guardado la bandera para pillarnos desprevenidos, pero eso sería muy bajo, si ibas a atacar a alguien, hazlo con un par y proclamándolo con una bandera al aire. Cuando me cansé de tener que ir a por ellos, me fijé un poco en cómo iba la batalla a nivel global. Mierda, no había pensado en que Alice estaba cargando contra ese barco. Había demasiado fuego en ese barco para poder controlarlo en esta forma, pero significaba… Oh no… Se me coloró la cara muy rápido, sabiendo que no tenía más opción. Al pobre incauto que decidió intentar atacarme ahora, pensando que estaba distraído, le estampé la cara contra el suelo, rompiendo algunos tablones. Al menos había liberando así un poco de tensión. No podía seguir retrasándolo si no quería incendiar el barco de Alice.
Dejé mi forma de salamandra totalmente, con la transformación había dado de sí los pantalones, rompiéndolos un poco, lo mismo con la camiseta. Esto sería tan bochornoso… Las alas me brotaron de la espalda, esta vez distinto a las otras veces ya que se alzaron brillantes, dejando caer de algún modo que no entendía una especie de brillo. Siempre dejaba esa estela cuando me movía, ya ni me preguntaba por qué. En el aire, los cambios se hicieron aún más presentes. El pelo me creció hasta un poco por debajo de los hombros, viéndose ahora hasta sedoso. La tela que tenía atada en mi brazo siempre para hacerme coletas cuando me incomodase el pelo empezó a brillar en ese momento, por lo que la cogí, desatándola y usándola para hacerme una coleta con este pelo justo antes de que se transformase en un lazo bastante más grande de un rojo carmesí intenso. Los rasgos de mi cara se suavizaron, incluso la cicatriz de mi cara se tintó para simular un tatuaje de pétalos de rosa cayendo. No me gustaba que esta forma tapase todos mis desperfectos… A su vez, mi cuerpo también se ajustó, mis muslos y caderas agrandándose, mi cintura estrechándose… ¡Esto era demasiado vergonzoso! Hasta la ropa que llevaba de algún modo cambiaba para estar más acorde con todo esto. Los pantalones se subieron hasta un poco más arriba de mi cintura, mientras que a su vez me llegaba hasta los muslos. La camisa se ajustó y de ella creció otra prenda, esta vez una chaqueta sin mangas que se acomodó encima. Bufé molesto una vez ya pude dar por finalizado todo este proceso, cruzándome de brazos. Con esta transformación obtenía un mucho mejor control del fuego que con la otra, pero este precio era demasiado.
Comencé a mover los brazos, la reacción del barco en llamas estaba siendo muy clara. Poco a poco conseguía moverlo, primero alejándolo de Alice y su tripulación para luego extinguirlo. Finalmente cuando estuvieron a salvo, concentré gran parte de energía para parar el fuego ya que el daño a estas alturas era irreversible y acabaría hundiéndose sí o sí, mejor que no se llevase un tercer barco con él. Cuando no vi ninguna señal más de peligro inminente para nosotros, bajé hasta posicionarme al lado de Alice, la cual ahora me sacaba más altura por culpa de cómo estaba.
-Ni una sola palabra a nadie de esto, Alice, ni una.- Suspiré, el rojo de mis mejillas aún ahí por la vergüenza que tenía.- Es solo que me ayuda a controlar mejor el fuego, ¿vale? Nada más.
Dejé mi forma de salamandra totalmente, con la transformación había dado de sí los pantalones, rompiéndolos un poco, lo mismo con la camiseta. Esto sería tan bochornoso… Las alas me brotaron de la espalda, esta vez distinto a las otras veces ya que se alzaron brillantes, dejando caer de algún modo que no entendía una especie de brillo. Siempre dejaba esa estela cuando me movía, ya ni me preguntaba por qué. En el aire, los cambios se hicieron aún más presentes. El pelo me creció hasta un poco por debajo de los hombros, viéndose ahora hasta sedoso. La tela que tenía atada en mi brazo siempre para hacerme coletas cuando me incomodase el pelo empezó a brillar en ese momento, por lo que la cogí, desatándola y usándola para hacerme una coleta con este pelo justo antes de que se transformase en un lazo bastante más grande de un rojo carmesí intenso. Los rasgos de mi cara se suavizaron, incluso la cicatriz de mi cara se tintó para simular un tatuaje de pétalos de rosa cayendo. No me gustaba que esta forma tapase todos mis desperfectos… A su vez, mi cuerpo también se ajustó, mis muslos y caderas agrandándose, mi cintura estrechándose… ¡Esto era demasiado vergonzoso! Hasta la ropa que llevaba de algún modo cambiaba para estar más acorde con todo esto. Los pantalones se subieron hasta un poco más arriba de mi cintura, mientras que a su vez me llegaba hasta los muslos. La camisa se ajustó y de ella creció otra prenda, esta vez una chaqueta sin mangas que se acomodó encima. Bufé molesto una vez ya pude dar por finalizado todo este proceso, cruzándome de brazos. Con esta transformación obtenía un mucho mejor control del fuego que con la otra, pero este precio era demasiado.
Comencé a mover los brazos, la reacción del barco en llamas estaba siendo muy clara. Poco a poco conseguía moverlo, primero alejándolo de Alice y su tripulación para luego extinguirlo. Finalmente cuando estuvieron a salvo, concentré gran parte de energía para parar el fuego ya que el daño a estas alturas era irreversible y acabaría hundiéndose sí o sí, mejor que no se llevase un tercer barco con él. Cuando no vi ninguna señal más de peligro inminente para nosotros, bajé hasta posicionarme al lado de Alice, la cual ahora me sacaba más altura por culpa de cómo estaba.
-Ni una sola palabra a nadie de esto, Alice, ni una.- Suspiré, el rojo de mis mejillas aún ahí por la vergüenza que tenía.- Es solo que me ayuda a controlar mejor el fuego, ¿vale? Nada más.
- Spoiler:
No apartabas la mirada de él. Le apuntabas con la punta de la lanza sin que soltase su arma: Una navaja. Era el mismo que te estaba esperando para tratar de apuñalarte, ¿verdad? El único de los cuatro con cerebro era el único que quedaba con vida. Eso hacía que fuese el más peligroso también, porque en cualquier momento que te despistases podía volverse contra ti.
- Sin juegos -ordenaste-. Corta las cuerdas y luego tira el cuchillo al mar.
- Está bien, tranquila. -La calma con la que hablaba te hizo sentir un escalofrío-. No me apetece acabar como ellos.
Eligió como primer objetivo la cuerda por la que uno de sus compañeros estaba a punto de llegar hasta el barco. No le temblaba el pulso a la hora de actuar y parecía tener extraordinariamente claro qué querías de él, o cómo parecer un prisionero colaborador. Eso lo hacía, si cabe, más peligroso de lo que hubiese podido aparentar en un principio y que no dejase de mirarte en ningún momento te estaba haciendo sentir profundamente incómoda. En cualquier momento el lobo dejaría de cobijarse bajo su piel de cordero.
- Bueno, esto ya está -sentenció tras encargarse de la última-. Terminemos rápido.
Tiró el cuchillo por la borda, arrodillándose de inmediato sin esperar que se lo pidiese. Con las mismas extendió las manos, esperando que lo atases. Cuando diste un paso hacia delante para alcanzar el cabo más cercano una visión alcanzó tu mente. Fue solo por un instante, pero bastó para cambiar tu perspectiva totalmente. Extendiste tu oscuridad hacia él como zarcillos de sombras aferrando sus extremidades, tanto piernas como brazos, y le rompiste muñecas y tobillos por igual.
Su grito fue como el aullido de un lobo. El dolor lo hizo caer al suelo chillando y maldiciendo. Nadie estaba acostumbrado a él, mucho menos a sentir que se rompía, pero para ti era una sensación amargamente conocida. Agarraste la cuerda y lo ataste de codos y rodillas, dejándolo en posición completamente fetal.
- ¡Zorra! -exclamó-. ¡Hice lo que me pedías!
El sudor caía por su rostro enrojecido. Su cuerpo temblaba, incapaz de procesar todo lo que le había sucedido en un instante. Y tú, sin siquiera mirarlo a los ojos, sonreías.
- Sabías que para atarte tendría que soltar mi arma -aclaraste-. Sabías que iba a dejar un punto vulnerable en cuanto confiase en ti, ¿verdad? -Levantaste la pernera de su pantalón-. Sabías que ibas a tener una oportunidad.
Un pequeño cuchillo completamente negro estaba aferrado a su pierna. Encinchado en su funda de cuero, al sacarlo hiciste que se deslizase fácilmente. La puñalada habría sido extremadamente rápida. Habría sido extremadamente eficaz.
- Además, no te quejes. Ni siquiera sabes lo que es el dolor de verdad.
Te quedaste el cuchillo. Era bonito. Para cuando te diste la vuelta una versión afeminada de Krein apareció volando frente a ti. Tenía alas de... ¿Mariposa? Y el cabello largo. Parecía sumamente avergonzado por aquello, y cuando aterrizó fue fácil ver que de pronto era algo más bajito que tú, lo cual en realidad sí que te hacía gracia. Sobre todo porque en ese momento estabas descalza luciendo tus poco más que dos gatos de altura.
- Hombres. -Suspiraste-. Qué frágil es la masculinidad a veces. Deberías aprender de Miles.
Lo habías dicho casi sin darte cuenta, pero te percataste al instante de ello. Cerraste la boca de golpe, agarraste la cuerda del delincuente y comenzaste a arrastrarlo por la popa hasta las escaleras, dejándolo caer rodando.
- ¡Jonathan! -exclamaste. En la cubierta principal había algunos destrozos, pero fuera del ajetreo todo parecía ir bien-. ¡Lleva esta escoria al calabozo y luego sube a limpiar este desastre! -Te volviste hacia Krein-. Son mercenarios -explicaste-. Una suerte de criminales que actúan como cazarrecompensas para los bajos fondos. Estos, afortunadamente, tienen recompensa sobre su cabeza. Y ahora, si me das un momento, necesito una ducha.
- Sin juegos -ordenaste-. Corta las cuerdas y luego tira el cuchillo al mar.
- Está bien, tranquila. -La calma con la que hablaba te hizo sentir un escalofrío-. No me apetece acabar como ellos.
Eligió como primer objetivo la cuerda por la que uno de sus compañeros estaba a punto de llegar hasta el barco. No le temblaba el pulso a la hora de actuar y parecía tener extraordinariamente claro qué querías de él, o cómo parecer un prisionero colaborador. Eso lo hacía, si cabe, más peligroso de lo que hubiese podido aparentar en un principio y que no dejase de mirarte en ningún momento te estaba haciendo sentir profundamente incómoda. En cualquier momento el lobo dejaría de cobijarse bajo su piel de cordero.
- Bueno, esto ya está -sentenció tras encargarse de la última-. Terminemos rápido.
Tiró el cuchillo por la borda, arrodillándose de inmediato sin esperar que se lo pidiese. Con las mismas extendió las manos, esperando que lo atases. Cuando diste un paso hacia delante para alcanzar el cabo más cercano una visión alcanzó tu mente. Fue solo por un instante, pero bastó para cambiar tu perspectiva totalmente. Extendiste tu oscuridad hacia él como zarcillos de sombras aferrando sus extremidades, tanto piernas como brazos, y le rompiste muñecas y tobillos por igual.
Su grito fue como el aullido de un lobo. El dolor lo hizo caer al suelo chillando y maldiciendo. Nadie estaba acostumbrado a él, mucho menos a sentir que se rompía, pero para ti era una sensación amargamente conocida. Agarraste la cuerda y lo ataste de codos y rodillas, dejándolo en posición completamente fetal.
- ¡Zorra! -exclamó-. ¡Hice lo que me pedías!
El sudor caía por su rostro enrojecido. Su cuerpo temblaba, incapaz de procesar todo lo que le había sucedido en un instante. Y tú, sin siquiera mirarlo a los ojos, sonreías.
- Sabías que para atarte tendría que soltar mi arma -aclaraste-. Sabías que iba a dejar un punto vulnerable en cuanto confiase en ti, ¿verdad? -Levantaste la pernera de su pantalón-. Sabías que ibas a tener una oportunidad.
Un pequeño cuchillo completamente negro estaba aferrado a su pierna. Encinchado en su funda de cuero, al sacarlo hiciste que se deslizase fácilmente. La puñalada habría sido extremadamente rápida. Habría sido extremadamente eficaz.
- Además, no te quejes. Ni siquiera sabes lo que es el dolor de verdad.
Te quedaste el cuchillo. Era bonito. Para cuando te diste la vuelta una versión afeminada de Krein apareció volando frente a ti. Tenía alas de... ¿Mariposa? Y el cabello largo. Parecía sumamente avergonzado por aquello, y cuando aterrizó fue fácil ver que de pronto era algo más bajito que tú, lo cual en realidad sí que te hacía gracia. Sobre todo porque en ese momento estabas descalza luciendo tus poco más que dos gatos de altura.
- Hombres. -Suspiraste-. Qué frágil es la masculinidad a veces. Deberías aprender de Miles.
Lo habías dicho casi sin darte cuenta, pero te percataste al instante de ello. Cerraste la boca de golpe, agarraste la cuerda del delincuente y comenzaste a arrastrarlo por la popa hasta las escaleras, dejándolo caer rodando.
- ¡Jonathan! -exclamaste. En la cubierta principal había algunos destrozos, pero fuera del ajetreo todo parecía ir bien-. ¡Lleva esta escoria al calabozo y luego sube a limpiar este desastre! -Te volviste hacia Krein-. Son mercenarios -explicaste-. Una suerte de criminales que actúan como cazarrecompensas para los bajos fondos. Estos, afortunadamente, tienen recompensa sobre su cabeza. Y ahora, si me das un momento, necesito una ducha.
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Tardé un par de segundos en darme cuenta de todo lo que había logrado Alice mientras estaba ausente. Ya sabía que era una chica poderosa, tampoco hacía falta ser demasiado espabilado para darse cuenta de ello nada más verla, pero la brutalidad con la que había manejado la situación era un tanto escalofriante. Sobre todo teniendo en cuenta que cada ataque la hacía sentir dolor hasta a ella. Si me preguntaran qué pienso sobre la capitana, diría sin dudar que admiración. Bueno, a lo mejor ahora mismo no porque decidió meterse conmigo un poco. El proceso de volver a la normalidad era un tanto lento, como si mi propia fruta quisiera reírse un poquitín más de mí. Poco a poco volvía mi altura, mi pelo a su longitud original, la cinta de la coleta dejaba de ser tan llamativa, la ropa volvía a mi usual estilo descuidado… En fin, que volvía a ser el Yor de siempre.
-Mi masculinidad está perfectamente, solo es que tampoco es que me guste ir enseñando cuerpo por ahí a gente que no se lo merezca… Y ni siquiera sé quién es el tal Miles del que hablas.
Podría haberle dicho que ya había llegado a esa deducción, pero tampoco era tan importante así que simplemente asentí, viendo cómo se llevaban al desafortunado prisionero a su celda. Me despedí de la chica y fui detrás del tal Jonathan, tenía curiosidad por estos mercenarios. Una vez estuvimos solos me dediqué a observarlo durante unos segundos, se retorcía en el suelo soltando un sin fin de maldiciones sobre Alice, sobre la tripulación y sobre mí. Hasta que no se calmó un poco más no le hablé.
-No os ha salido muy bien la jugada, no fue muy buena idea decidir ir contra nosotros.- Pensé que la táctica que Jin utilizaba conmigo para que hablase de algo podría servir también aquí. El bufido que soltó el prisionero me lo confirmó.- Quizá si hubieseis traído a otro barco… Nah, da igual, tampoco erais muy fuertes…
-¡Silencio! ¡No nos dijeron que seríais tan fuertes, solo que había usuarios de frutas que…!
En ese momento dejó de hablar, dándose cuenta de que se había dejado influenciar por mis palabras. Volví a intentar sacarle información, pero no surtió efecto. Parece que solo conseguí esa información gracias al shock de haber perdido y, claro, el tremendo dolor que le había provocado la capitana de este barco. Por lo demás, daba la sensación de ser un hombre bastante sereno, ya que procedió a callarse, cerrando los ojos e inhalando aire y exhalándolo lentamente hasta que reguló su humor. Me di por vencido y salí de allí, volviendo a la cubierta para tomar el aire tranquilamente mientras meditaba sobre lo sucedido. No era muy difícil deducir que nuestros queridos científicos habían contratado a esos rufianes para silenciarnos, pero recibir una confirmación explícita de uno de ellos facilitaba las cosas mucho más y disipaba cualquier tipo de duda. Me habría gustado ir a comunicárselo a Alice, pero desde la última vez, no me había dejado acercarme a su bañera. Mejor me puse a ayudar a limpiar todo este estropicio, no tardaría en salir o en hacerme llamar para poder discutir sobre lo sucedido. Además, teníamos que terminar la conversación que estábamos teniendo antes de que nos hiciesen perder el tiempo de esta manera.
-Mi masculinidad está perfectamente, solo es que tampoco es que me guste ir enseñando cuerpo por ahí a gente que no se lo merezca… Y ni siquiera sé quién es el tal Miles del que hablas.
Podría haberle dicho que ya había llegado a esa deducción, pero tampoco era tan importante así que simplemente asentí, viendo cómo se llevaban al desafortunado prisionero a su celda. Me despedí de la chica y fui detrás del tal Jonathan, tenía curiosidad por estos mercenarios. Una vez estuvimos solos me dediqué a observarlo durante unos segundos, se retorcía en el suelo soltando un sin fin de maldiciones sobre Alice, sobre la tripulación y sobre mí. Hasta que no se calmó un poco más no le hablé.
-No os ha salido muy bien la jugada, no fue muy buena idea decidir ir contra nosotros.- Pensé que la táctica que Jin utilizaba conmigo para que hablase de algo podría servir también aquí. El bufido que soltó el prisionero me lo confirmó.- Quizá si hubieseis traído a otro barco… Nah, da igual, tampoco erais muy fuertes…
-¡Silencio! ¡No nos dijeron que seríais tan fuertes, solo que había usuarios de frutas que…!
En ese momento dejó de hablar, dándose cuenta de que se había dejado influenciar por mis palabras. Volví a intentar sacarle información, pero no surtió efecto. Parece que solo conseguí esa información gracias al shock de haber perdido y, claro, el tremendo dolor que le había provocado la capitana de este barco. Por lo demás, daba la sensación de ser un hombre bastante sereno, ya que procedió a callarse, cerrando los ojos e inhalando aire y exhalándolo lentamente hasta que reguló su humor. Me di por vencido y salí de allí, volviendo a la cubierta para tomar el aire tranquilamente mientras meditaba sobre lo sucedido. No era muy difícil deducir que nuestros queridos científicos habían contratado a esos rufianes para silenciarnos, pero recibir una confirmación explícita de uno de ellos facilitaba las cosas mucho más y disipaba cualquier tipo de duda. Me habría gustado ir a comunicárselo a Alice, pero desde la última vez, no me había dejado acercarme a su bañera. Mejor me puse a ayudar a limpiar todo este estropicio, no tardaría en salir o en hacerme llamar para poder discutir sobre lo sucedido. Además, teníamos que terminar la conversación que estábamos teniendo antes de que nos hiciesen perder el tiempo de esta manera.
El agua fría resbaló por tu cuerpo, arrastrando la sangre de los mercenarios que te había salpicado. Tuviste que frotar con especial cuidado tus manos, aún adolecidas, y tus pies que, descalzos, habían terminado teñidos de un granate oxidado, casi negro. Limpiaste con mimo los tatuajes, sobre todo el pequeño taiji bajo tu pecho y las plumas de tu hombro, acariciando a Ceniza que relinchó sin asomarse desde tu espalda. Una vez te sentiste cómoda cerraste el grifo, pensativa. Mercenarios lo bastante hábiles como para flanquear un barco sin que nadie se diese cuenta, pero ineptos en combate. No terminaba de tenerte sentido.
Saliste de la ducha todavía sin sentir del todo los brazos. Las maniobras arriesgadas siempre te dejaban el cuerpo un poco entumecido. Matar también. Te secaste el cuerpo escrupulosamente de arriba a abajo, también de abajo a arriba, envolviendo tu cabello en un improvisado turbante hecho con la toalla. No ibas a salir a cubierta con él, pero cuanto más humedad absorbiese ella más rápido te secaba luego. Quizá, con un poco de suerte, no necesitarías utilizar el secador más que un par de minutos para terminar de dar forma al peinado.
Elegiste la ropa. sandalias negras, una falda asimétrica de volantes también negros y una blusa escotada del mismo color que cerraste con un corsé plateado con detalles de espinas negras. La dejaste encima de la cama antes de elegir la ropa interior y, una vez pasado el ritual, simplemente te vestiste. No solías llevar prendas tan reveladoras, pero para lo que estabas a punto de hacer no podías parecer una niña bien; ahora que más o menos entendías cómo verte algo dura -dentro de tus posibilidades- y, sobre todo, menos niña, explotarlo era importante. Por eso te sentaste delante del espejo y, por primera vez en mucho tiempo, te maquillaste. Tampoco mucho, en realidad, solo lo justo para ocultar tus pómulos y afilar tus facciones. Puede, y solo puede, que te delineases los ojos para hacerlos algo felinos. Pero solo porque era muy importante, no porque te gustase como se veían.
- Miau.
- Cállate Miles -respondiste.
Cuando terminaste de peinarte llevabas los laterales del cabello recogidos en dos trenzas de boxeadora que te caían sobre el pecho, mientras una trenza holandesa coronaba a modo de cardado tu cabeza. También completamente necesario, lógicamente, y tu primera acción fue buscar a Krein. Fuiste con la lanza en la mano y la espada a la vista, dejando los cuchillos en la pierna derecha, que tu falda hacía más accesible, y algunas cadenas de plata y un brazalete. Casi parecía que ibas de gala, como si te estuvieses preparando para algo.
- ¿Krein? -llamaste su atención cuando lo viste limpiando-. Tenemos que hablar un momento; hay un problema. -Miraste a Jonathan, que se había quedado pasmado al verte-. Tal vez antes de limpiarlo todo deberías mover los cuerpos al depósito, Jonathan. Siguen soltando sangre. -Depósito era un nombre muy bonito para referirte al congelador en el que guardabas los restos de criminales para entregar después de muertos-. Ah, y el de la garganta cortada puedes tirarlo por la borda. No vale nada.
Hiciste un gesto a Krein para que te siguiera y bajaste a la cubierta principal. Ahí, manteniéndote alejada de la bodega -el calabozo estaba ahí- decidiste explicarle tus preocupaciones:
- ¿Quién eres? -preguntaste-. ¿Te persiguen a ti? -Dudabas que Lewis se atreviese a repetir su torpe intento de nuevo-. En fin, no importa. El caso es que si son mercenarios son muy torpes. Creo que solo los han mandado para tomarnos medida. Puede que incluso alguno que haya entrado en el barco también se haya ido y esté informando. Deberíamos interrogar al prisionero.
Saliste de la ducha todavía sin sentir del todo los brazos. Las maniobras arriesgadas siempre te dejaban el cuerpo un poco entumecido. Matar también. Te secaste el cuerpo escrupulosamente de arriba a abajo, también de abajo a arriba, envolviendo tu cabello en un improvisado turbante hecho con la toalla. No ibas a salir a cubierta con él, pero cuanto más humedad absorbiese ella más rápido te secaba luego. Quizá, con un poco de suerte, no necesitarías utilizar el secador más que un par de minutos para terminar de dar forma al peinado.
Elegiste la ropa. sandalias negras, una falda asimétrica de volantes también negros y una blusa escotada del mismo color que cerraste con un corsé plateado con detalles de espinas negras. La dejaste encima de la cama antes de elegir la ropa interior y, una vez pasado el ritual, simplemente te vestiste. No solías llevar prendas tan reveladoras, pero para lo que estabas a punto de hacer no podías parecer una niña bien; ahora que más o menos entendías cómo verte algo dura -dentro de tus posibilidades- y, sobre todo, menos niña, explotarlo era importante. Por eso te sentaste delante del espejo y, por primera vez en mucho tiempo, te maquillaste. Tampoco mucho, en realidad, solo lo justo para ocultar tus pómulos y afilar tus facciones. Puede, y solo puede, que te delineases los ojos para hacerlos algo felinos. Pero solo porque era muy importante, no porque te gustase como se veían.
- Miau.
- Cállate Miles -respondiste.
Cuando terminaste de peinarte llevabas los laterales del cabello recogidos en dos trenzas de boxeadora que te caían sobre el pecho, mientras una trenza holandesa coronaba a modo de cardado tu cabeza. También completamente necesario, lógicamente, y tu primera acción fue buscar a Krein. Fuiste con la lanza en la mano y la espada a la vista, dejando los cuchillos en la pierna derecha, que tu falda hacía más accesible, y algunas cadenas de plata y un brazalete. Casi parecía que ibas de gala, como si te estuvieses preparando para algo.
- ¿Krein? -llamaste su atención cuando lo viste limpiando-. Tenemos que hablar un momento; hay un problema. -Miraste a Jonathan, que se había quedado pasmado al verte-. Tal vez antes de limpiarlo todo deberías mover los cuerpos al depósito, Jonathan. Siguen soltando sangre. -Depósito era un nombre muy bonito para referirte al congelador en el que guardabas los restos de criminales para entregar después de muertos-. Ah, y el de la garganta cortada puedes tirarlo por la borda. No vale nada.
Hiciste un gesto a Krein para que te siguiera y bajaste a la cubierta principal. Ahí, manteniéndote alejada de la bodega -el calabozo estaba ahí- decidiste explicarle tus preocupaciones:
- ¿Quién eres? -preguntaste-. ¿Te persiguen a ti? -Dudabas que Lewis se atreviese a repetir su torpe intento de nuevo-. En fin, no importa. El caso es que si son mercenarios son muy torpes. Creo que solo los han mandado para tomarnos medida. Puede que incluso alguno que haya entrado en el barco también se haya ido y esté informando. Deberíamos interrogar al prisionero.
Dorito
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Akuma no mi
Varios
Por el motivo que fuese, no había escobas suficientes para barrer los escombros, quizá la gente se pasaba demasiado tiempo pensando cómo defenderse de un asedio en alta mar y muy poco tiempo en limpiar el estropicio que quedaba después. Por suerte, siempre he sido un hombre de recursos y que sabe improvisar a la perfección por lo que hice crecer mi cola y la usé como escoba, solo que mucho mejor porque podía doblarla para limpiar las esquinas, cosa que una simple escoba jamás podría hacer. Quizá lo único malo de todo esto es que tenía que ir mirando hacia atrás todo el rato, pero hasta los mayores genios y sus inventos debían someterse a los pequeños inconvenientes. De todas formas no pude ayudar demasiado ya que pronto oí la voz de Alice llamándome. Alcé la cabeza, mirándola y me sorprendí mucho de lo que vi en ese momento. Que gracioso era verla así, era la primera vez que la veía con maquillaje y ese tipo de vestimenta, supongo que buscaría algún efecto en el prisionero.
-Sí, señorita, ya voy.- Dije con un tono un tanto divertido, yendo detrás de ella.
Sin embargo, su duda me cogió por sorpresa. Ya le había dicho con anterioridad que no era nadie importante. Yo, por lo menos, no me consideraba alguien importante ahora mismo. Lo más probable es que hubiese algo que no esté viendo así que la mejor opción era contarle a Alice lo que supiese, me caía bien y la consideraba una amiga así que no me molestaba contárselo.
-Provengo de una familia de nobles, me escapé de casa porque abusaban de mí, pero no sé yo si me consideran tan relevante como para contratar a mercenarios para hacerme volver.- Fui directamente al grano, los detalles no servirían de nada aquí.- Eso ya lo había supuesto, no tenían bandera ni somos un barco de mercancías, sólo quedaba que fuesen a por alguno de nosotros. Ah, lo del interrogatorio, me aburría y fui a molestarlo un poco, le hice sacar que efectivamente sabían que había usuarios de frutas del diablo aquí, pero no le he sacado nada más. No se hacer interrogatorios así que simplemente haré de apoyo, tú me dices cómo ayudarte y lo haré.
Seguramente no había hecho bien en adelantarme a mi compañera, pero ya era demasiado tarde como para arrepentirse y estaba seguro de que ella tendría sus métodos para que volviese a hablar. Cuando llegamos al calabozo, por muy resiliente que fuese el preso, por un momento se le vio claramente una expresión de preocupación y temor al ver a la causante de sus heridas. Me apoyé en la pared que estaba enfrente de la celda, cruzándome de brazos. Solté una media sonrisa, mirándolo.
-Creo que tendrías que haber tenido la lengua más suelta cuando vine a hablar contigo a solas, aquí mi amiga no es tan buena como yo.
Un poco de intimidación para romper el hielo nunca venía mal en estas situaciones. Bueno… Por lo menos eso era lo que había leído.
-Sí, señorita, ya voy.- Dije con un tono un tanto divertido, yendo detrás de ella.
Sin embargo, su duda me cogió por sorpresa. Ya le había dicho con anterioridad que no era nadie importante. Yo, por lo menos, no me consideraba alguien importante ahora mismo. Lo más probable es que hubiese algo que no esté viendo así que la mejor opción era contarle a Alice lo que supiese, me caía bien y la consideraba una amiga así que no me molestaba contárselo.
-Provengo de una familia de nobles, me escapé de casa porque abusaban de mí, pero no sé yo si me consideran tan relevante como para contratar a mercenarios para hacerme volver.- Fui directamente al grano, los detalles no servirían de nada aquí.- Eso ya lo había supuesto, no tenían bandera ni somos un barco de mercancías, sólo quedaba que fuesen a por alguno de nosotros. Ah, lo del interrogatorio, me aburría y fui a molestarlo un poco, le hice sacar que efectivamente sabían que había usuarios de frutas del diablo aquí, pero no le he sacado nada más. No se hacer interrogatorios así que simplemente haré de apoyo, tú me dices cómo ayudarte y lo haré.
Seguramente no había hecho bien en adelantarme a mi compañera, pero ya era demasiado tarde como para arrepentirse y estaba seguro de que ella tendría sus métodos para que volviese a hablar. Cuando llegamos al calabozo, por muy resiliente que fuese el preso, por un momento se le vio claramente una expresión de preocupación y temor al ver a la causante de sus heridas. Me apoyé en la pared que estaba enfrente de la celda, cruzándome de brazos. Solté una media sonrisa, mirándolo.
-Creo que tendrías que haber tenido la lengua más suelta cuando vine a hablar contigo a solas, aquí mi amiga no es tan buena como yo.
Un poco de intimidación para romper el hielo nunca venía mal en estas situaciones. Bueno… Por lo menos eso era lo que había leído.
- Cuando dices abusaban suena a que te violaban -contestaste, antes de darte cuenta de que podía estar refiriéndose exactamente a eso-. En cualquier caso, han llegado demasiado pronto. En un primer momento me he planteado que nos estuviesen persiguiendo por lo que sucedió en el laboratorio. No tengo muy claro por qué lo harían, pero fue un punto de partida como cualquier otro. Si nos están persiguiendo por eso han llegado demasiado rápido, porque nos han localizado en pocos días y alguien ha tenido que contratarlos; solo en movilizarlos deberían haber tardado una infinidad de tiempo. -Miraste a Krein, esperando que supiera por dónde estabas moviéndote en esos momentos-. Así que le di la vuelta: ¿Y si llegamos al islote precisamente porque nos seguían? ¿No te parece raro que acabases justo en mi barco? En el único que... -Te detuviste e seco-. El único en el que hay alguien tan bajita como tú.
Habías aprendido con los años a ocultar la verdad bajo la realidad. Krein y tú teníais más en común de lo que habrías sospechado, pero aun con esas dudabas muy seriamente que se debiese a un tema de sangre. Que estuviesen poniendo a prueba vuestras frutas del diablo, sin embargo, era una idea no tan descabellada teniendo en cuenta que poseías el poder más genuinamente fuerte de todos aquellos que habías visto y Krein era usuario de una zoan mitológica, más rara y poderosa que la mayoría de logias. Illje generaba seda y Sasaki intercambiaba cosas de sitio. Arny sabías que se transformaba en gas, e incluso Blackwood controlaba el poder del magnetismo. Sin embargo eran habilidades que palidecían frente a tu capacidad de convertirte en poco menos que en un agujero negro o el incendio volador en el que el chico podía transformarse.
- Interrogar es fácil -dijiste-. Haces preguntas y obtienes respuestas.
La base era esa. Normalmente tú no necesitabas interrogar a nadie, eras capaz de sonsacar información con una sonrisa y fingiendo inocencia pregunta tras pregunta, pero algunas veces -especialmente cuando alguien se colaba en tu barco- no te quedaba más remedio que tomar métodos más expeditivos. Tu barco era tu casa, y desde aquella vez cuando asaltaban tu casa algo oscuro y maligno se encendía dentro de ti; una pulsión e instinto que no controlabas del todo, pero que al mismo tiempo disfrutabas dejar libre.
Bajaste por las escaleras lanza en mano. Era mucho más larga que tú, por lo que cuando no la utilizabas en combate se veía algo ridícula en tus manos. A tu llegada el mercenario estaba amarrado con la cuerda dentro de la celda -en realidad una pequeña despensa a la que habías comprado una puerta de seguridad- en una posición más bien poco digna. Jonathan se había tomado la molestia de añadir algunas cadenas y pesos alrededor de su cuerpo, una medida que adoptabais solo cuando alguien era especialmente problemático. Miraste hacia el barco desde la bodega, viendo algunos de los destrozos. Problemático había sido, sin duda.
- ¿Cómo que no soy buena? -protestaste, haciendo que la lanza se desvaneciese en la oscuridad de tu mano-. Encima de que tiene habitación para él solo.
El mercenario se irguió como pudo, acabando sentado contra una pared. Tú, por tu parte, abriste la puerta de la celda y esperaste educadamente por si quería marcharse.
- Bueno, si estás cómodo ahí dentro tendré que entrar contigo.
Justo en ese momento Jonathan bajó con un cuerpo íntegro, pero colgaban de su brazo dos bolsas de arpillera.
- He estado revisando los carteles -dijo-. Este se parece mucho a un tal Donovan, un legionario de alto rango, por lo que exigen ver sus cicatrices. Los otros dos solo piden la cabeza, así que...
Hasta a ti te recorría un escalofrío cuando Jonathan sacaba su lado más inhumano. Sin embargo tan solo asentiste, volviendo la vista a tu prisionero. Él estaba bastante más impresionado que tú, aunque intentaba mantenerse más o menos sereno.
- Por cierto, sus cuerpos...
- Uno llevaba encima dos mil berries -respondió-. Poco más, pero ya les he quitado botas y cinturones.
Volviste a asentir. En los barcos no se tiraba nada, siempre había mucho que reparar. Te sentaste en una pequeña banqueta, aunque para ti resultaba bastante cómoda.
- Bueno, cuéntame -pediste-. ¿Por qué habéis asaltado mi barco? -Te cruzaste de piernas y estiraste la espalda. La hoja del emperador estaba muy cerca de él, pero no iba a poder cogerla-. Podría esperar todo el día a que contestes, pero sabes que no lo voy a hacer; deberías ahorrarte eso.
Habías aprendido con los años a ocultar la verdad bajo la realidad. Krein y tú teníais más en común de lo que habrías sospechado, pero aun con esas dudabas muy seriamente que se debiese a un tema de sangre. Que estuviesen poniendo a prueba vuestras frutas del diablo, sin embargo, era una idea no tan descabellada teniendo en cuenta que poseías el poder más genuinamente fuerte de todos aquellos que habías visto y Krein era usuario de una zoan mitológica, más rara y poderosa que la mayoría de logias. Illje generaba seda y Sasaki intercambiaba cosas de sitio. Arny sabías que se transformaba en gas, e incluso Blackwood controlaba el poder del magnetismo. Sin embargo eran habilidades que palidecían frente a tu capacidad de convertirte en poco menos que en un agujero negro o el incendio volador en el que el chico podía transformarse.
- Interrogar es fácil -dijiste-. Haces preguntas y obtienes respuestas.
La base era esa. Normalmente tú no necesitabas interrogar a nadie, eras capaz de sonsacar información con una sonrisa y fingiendo inocencia pregunta tras pregunta, pero algunas veces -especialmente cuando alguien se colaba en tu barco- no te quedaba más remedio que tomar métodos más expeditivos. Tu barco era tu casa, y desde aquella vez cuando asaltaban tu casa algo oscuro y maligno se encendía dentro de ti; una pulsión e instinto que no controlabas del todo, pero que al mismo tiempo disfrutabas dejar libre.
Bajaste por las escaleras lanza en mano. Era mucho más larga que tú, por lo que cuando no la utilizabas en combate se veía algo ridícula en tus manos. A tu llegada el mercenario estaba amarrado con la cuerda dentro de la celda -en realidad una pequeña despensa a la que habías comprado una puerta de seguridad- en una posición más bien poco digna. Jonathan se había tomado la molestia de añadir algunas cadenas y pesos alrededor de su cuerpo, una medida que adoptabais solo cuando alguien era especialmente problemático. Miraste hacia el barco desde la bodega, viendo algunos de los destrozos. Problemático había sido, sin duda.
- ¿Cómo que no soy buena? -protestaste, haciendo que la lanza se desvaneciese en la oscuridad de tu mano-. Encima de que tiene habitación para él solo.
El mercenario se irguió como pudo, acabando sentado contra una pared. Tú, por tu parte, abriste la puerta de la celda y esperaste educadamente por si quería marcharse.
- Bueno, si estás cómodo ahí dentro tendré que entrar contigo.
Justo en ese momento Jonathan bajó con un cuerpo íntegro, pero colgaban de su brazo dos bolsas de arpillera.
- He estado revisando los carteles -dijo-. Este se parece mucho a un tal Donovan, un legionario de alto rango, por lo que exigen ver sus cicatrices. Los otros dos solo piden la cabeza, así que...
Hasta a ti te recorría un escalofrío cuando Jonathan sacaba su lado más inhumano. Sin embargo tan solo asentiste, volviendo la vista a tu prisionero. Él estaba bastante más impresionado que tú, aunque intentaba mantenerse más o menos sereno.
- Por cierto, sus cuerpos...
- Uno llevaba encima dos mil berries -respondió-. Poco más, pero ya les he quitado botas y cinturones.
Volviste a asentir. En los barcos no se tiraba nada, siempre había mucho que reparar. Te sentaste en una pequeña banqueta, aunque para ti resultaba bastante cómoda.
- Bueno, cuéntame -pediste-. ¿Por qué habéis asaltado mi barco? -Te cruzaste de piernas y estiraste la espalda. La hoja del emperador estaba muy cerca de él, pero no iba a poder cogerla-. Podría esperar todo el día a que contestes, pero sabes que no lo voy a hacer; deberías ahorrarte eso.
Dorito
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Precisión
Intelecto
Agudeza
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-No, a eso no llegaron, me refería a torturas, era como una especie de entrenamiento para unos combates en los que me obligaban a participar.- La miré sin saber muy bien qué responder. Podía ser, ¿pero para qué?- No entiendo qué ganarían de ponernos a prueba a nosotros en concreto o si hay algún motivo real para que nos busquen. Tú eres una cazarrecompensas y yo un pirata, nada más allá que no se haya visto antes.
Miré a la chica de reojo, asintiendo levemente, imaginándome que no lo decía en serio. Aun así, le seguí el juego.
-Pero porque somos amigos, he visto lo que le haces a la gente que te toca a las narices y, sinceramente, recuerdame que no te enfade nunca.
Antes de que pudiese entrar a la celda, observé con curiosidad al miembro de la tripulación que había bajado. Arrugué la nariz cuando me llegó el olor de las bolsas, no hacía falta ser un genio para saber lo que había dentro y la confirmación de Jonathan sólo dejó aún más claras las cosas. Respetaba la forma en la que manejaban este tipo de situaciones en este barco, el mundo era un lugar crudo y en el mundo en el que nos movíamos esto era pan de cada día. Aun así, sabía que en mi barco no dejaría que se hiciesen cosas de este estilo, me dejaba un mal regusto en la boca. De todos modos era improbable que hiciese algún prisionero, no tengo interés alguno en hacerle los recados al Gobierno Mundial o a la Liga a cambio de unos cuantos berries. Obviamente estuve ese rato callado, yo no tenía nada que decir al respecto en la conversación de estos dos. Cuando por fin nos dispusimos a empezar el interrogatorio, me coloqué en el marco de la puerta de la celda, que aunque fuese imposible, no estaba de más asegurarse de que las salidas estuviesen cerradas. Además, tenía buen ángulo para ver si intentaba hacer cualquier cosa rara.
-¿No es obvio? Nos pagaron para hacerlo.- Masculló sin ganas de cooperar.
Abrí la palma de mi mano, dejando ver una llama. La llama fue deslizándose por esta, cayendo al suelo como si de un líquido con vida propia se tratase. Fue serpenteando hasta el mercenario, parando justo al borde de tocar al hombre, que miraba el espectáculo con los ojos bien abiertos.
-Tengo entendido que las quemaduras no son nada agradables, así que a una escala mayor podría producirse algo muy… Desagradable.
Miré entonces a Alice, como buscando una señal de que lo estaba haciendo bien. Intentaba ser intimidante, que es como me imaginaba que se hacían los interrogatorios. Un poco de miedo y a ponerse a hablar. Tampoco quería que se hicieran más polvo los huesos con sus poderes de oscuridad, si podía ser de ayuda cuanto antes, mejor. De alguna manera surtió efecto ya que abrió la boca para hablar.
-¡Que no lo sé! Solo comentaron que vuestras habilidades eran especiales y que podrían servirles para un proyecto que tenían entre manos. Nuestras instrucciones eran seguiros bajo el agua gracias al recubrimiento que nos dieron. Dijeron que os pararían durante un tiempo para que pudiésemos coger vuestro ritmo.
Escupió las palabras con malicia, repugnándole tener que contar su trabajito. Era lo más sensato, no sabía que harían con él, pero desde luego no iba a volver a reportar nada a sus contratistas. Por otra parte, ya tenía sentido que nos hubiéramos encontrado ese islote que nadie más había reportado por la zona, era un cebo en el que caímos de lleno.
Miré a la chica de reojo, asintiendo levemente, imaginándome que no lo decía en serio. Aun así, le seguí el juego.
-Pero porque somos amigos, he visto lo que le haces a la gente que te toca a las narices y, sinceramente, recuerdame que no te enfade nunca.
Antes de que pudiese entrar a la celda, observé con curiosidad al miembro de la tripulación que había bajado. Arrugué la nariz cuando me llegó el olor de las bolsas, no hacía falta ser un genio para saber lo que había dentro y la confirmación de Jonathan sólo dejó aún más claras las cosas. Respetaba la forma en la que manejaban este tipo de situaciones en este barco, el mundo era un lugar crudo y en el mundo en el que nos movíamos esto era pan de cada día. Aun así, sabía que en mi barco no dejaría que se hiciesen cosas de este estilo, me dejaba un mal regusto en la boca. De todos modos era improbable que hiciese algún prisionero, no tengo interés alguno en hacerle los recados al Gobierno Mundial o a la Liga a cambio de unos cuantos berries. Obviamente estuve ese rato callado, yo no tenía nada que decir al respecto en la conversación de estos dos. Cuando por fin nos dispusimos a empezar el interrogatorio, me coloqué en el marco de la puerta de la celda, que aunque fuese imposible, no estaba de más asegurarse de que las salidas estuviesen cerradas. Además, tenía buen ángulo para ver si intentaba hacer cualquier cosa rara.
-¿No es obvio? Nos pagaron para hacerlo.- Masculló sin ganas de cooperar.
Abrí la palma de mi mano, dejando ver una llama. La llama fue deslizándose por esta, cayendo al suelo como si de un líquido con vida propia se tratase. Fue serpenteando hasta el mercenario, parando justo al borde de tocar al hombre, que miraba el espectáculo con los ojos bien abiertos.
-Tengo entendido que las quemaduras no son nada agradables, así que a una escala mayor podría producirse algo muy… Desagradable.
Miré entonces a Alice, como buscando una señal de que lo estaba haciendo bien. Intentaba ser intimidante, que es como me imaginaba que se hacían los interrogatorios. Un poco de miedo y a ponerse a hablar. Tampoco quería que se hicieran más polvo los huesos con sus poderes de oscuridad, si podía ser de ayuda cuanto antes, mejor. De alguna manera surtió efecto ya que abrió la boca para hablar.
-¡Que no lo sé! Solo comentaron que vuestras habilidades eran especiales y que podrían servirles para un proyecto que tenían entre manos. Nuestras instrucciones eran seguiros bajo el agua gracias al recubrimiento que nos dieron. Dijeron que os pararían durante un tiempo para que pudiésemos coger vuestro ritmo.
Escupió las palabras con malicia, repugnándole tener que contar su trabajito. Era lo más sensato, no sabía que harían con él, pero desde luego no iba a volver a reportar nada a sus contratistas. Por otra parte, ya tenía sentido que nos hubiéramos encontrado ese islote que nadie más había reportado por la zona, era un cebo en el que caímos de lleno.
No te gustó que jugase con fuego en tu barco. La mayoría de naves se barnizaban para evitar que una llama accidental los incendiase, pero ese no era un motivo para correr riesgos innecesarios. Aun así Krein había conseguido que el mercenario hablase un poco. Vaguedades, esencialmente, con un detalle que no dejaste que se te escapase: Alguien había querido frenaros para que pudiesen seguiros el ritmo. Desde que el chico estaba en el barco solo habíais bajado el ritmo una vez y había sido, precisamente, en la isla laboratorio. Era posible que no supiese nada, aunque se te hacía raro que un asalto tan bien programado de buena mañana estuviera perpetrado con tan poca información.
- No quiero decir que no te crea -comenzaste, tratando de utilizar tu voz más sedosa-, pero intento respetarte. Sabías dónde esperarme cuando he subido a la cubierta de popa, conseguiste evitar mi lanza a tu cuello y de alguna manera estoy segura de que tenías un plan contando con que ambos barcos se hundiesen. Simplemente, parece demasiada suerte para alguien que sigue vivo en la misma celda que yo.
Dejaste que el silencio hablase. Que las miradas rugiesen. El mercenario apartó la mirada de vosotros mor un momento, aunque al final cerró los ojos y apoyó la cabeza contra la pared, riendo quedamente. Tras un rato volvió a abrirlos y os miró, primero a Krein y luego a ti.
- Puede que tengas razón, niña -comentó en tono casual-. Si tuviese suerte no estaría aquí, pero no soy el único sin suerte de los tres.
Su actitud cambiaba de forma intermitente. Por momentos desafiante, mientras que en otros simplemente intimidado. No sabías cuál de las dos era más provechosa, pero desde luego no estaba teniendo un talante colaborador. Suspiraste, pensativa. El mercenario se centraba mucho en las frutas que poseíais. Si bien era un motivo para atacaros, también lo habría sido para extremar precauciones. Sin embargo lo habían hecho a plena luz del día en vez de pasaros a todos a cuchillo mientras dormíais.
- ¿Sabes lo que creo? -dijiste, algo indiferente-. Creo que te has dejado atrapar a propósito para guiar hasta el barco el verdadero ataque. Que eres bastante más fuerte de lo que has querido demostrar, y que ahora mismo alguien mucho más importante que tú navega en la dirección que marca tu vivre card. También creo que te ha ofrecido pagarte muy bien por cada uña que te arranquen, dedo que te falte o lesión que no se pueda curar. Pero para eso se te escapa un pequeño detalle: Necesitas estar vivo.
Siempre te había sido fácil leer a la gente. Los datos que os daba eran relativamente útiles, pero aportaban una información incompleta que resultaba inútil sin poder vislumbrar el panorama completo. Detrás de cada una de sus palabras, de sus cambios de pauta y de cada nueva posición había detrás una intención: No actuaba, pero casi. Estaba retrasando el momento en que comenzarías a torturarlo e, incluso así, preparaba el terreno para contar una historia creíble, pero desviando el foco de lo que de verdad importaba. Cada vez más cobraba sentido la teoría del señuelo, pero aun así decidiste esperar.
- El problema de eso -explicaste-, es que si después de que hables resulto tener razón voy a tener que matarte, porque eres un riesgo. Así que yo que tú iría tratando de hacerme ver que estoy equivocada.
- Prometiste entregarme vivo -protestó, con voz queda-. Si te digo cualquier cosa me matarán a mí también.
Era cierto, habías hecho una promesa.
- Pero las condiciones han cambiado -acotaste-. Antes eras una fuente de ingresos, ahora de problemas. También podría tirarte en un barril al mar; ¿qué crees que pensarán cuando sepan que nos han perdido por tu culpa?
- Yo...
- Exacto. Tú. Si me cuentas cosas podrías sobrevivir hasta la próxima isla y si te portas bien... Quizá no te entregue. ¿Qué opinas?
Se lo habías explicado a Krein. Los interrogatorios solo iban de preguntar y responder. Una vez descubrías las debilidades del otro las explotabas, sin más; el de ese mercenario no era el dolor, pero sí su vida. Una vida que podía perder en un descuido. Ambos lo sabíais, pero solo tú podías hacer algo para salvarla. Bueno, y Krein.
- No quiero decir que no te crea -comenzaste, tratando de utilizar tu voz más sedosa-, pero intento respetarte. Sabías dónde esperarme cuando he subido a la cubierta de popa, conseguiste evitar mi lanza a tu cuello y de alguna manera estoy segura de que tenías un plan contando con que ambos barcos se hundiesen. Simplemente, parece demasiada suerte para alguien que sigue vivo en la misma celda que yo.
Dejaste que el silencio hablase. Que las miradas rugiesen. El mercenario apartó la mirada de vosotros mor un momento, aunque al final cerró los ojos y apoyó la cabeza contra la pared, riendo quedamente. Tras un rato volvió a abrirlos y os miró, primero a Krein y luego a ti.
- Puede que tengas razón, niña -comentó en tono casual-. Si tuviese suerte no estaría aquí, pero no soy el único sin suerte de los tres.
Su actitud cambiaba de forma intermitente. Por momentos desafiante, mientras que en otros simplemente intimidado. No sabías cuál de las dos era más provechosa, pero desde luego no estaba teniendo un talante colaborador. Suspiraste, pensativa. El mercenario se centraba mucho en las frutas que poseíais. Si bien era un motivo para atacaros, también lo habría sido para extremar precauciones. Sin embargo lo habían hecho a plena luz del día en vez de pasaros a todos a cuchillo mientras dormíais.
- ¿Sabes lo que creo? -dijiste, algo indiferente-. Creo que te has dejado atrapar a propósito para guiar hasta el barco el verdadero ataque. Que eres bastante más fuerte de lo que has querido demostrar, y que ahora mismo alguien mucho más importante que tú navega en la dirección que marca tu vivre card. También creo que te ha ofrecido pagarte muy bien por cada uña que te arranquen, dedo que te falte o lesión que no se pueda curar. Pero para eso se te escapa un pequeño detalle: Necesitas estar vivo.
Siempre te había sido fácil leer a la gente. Los datos que os daba eran relativamente útiles, pero aportaban una información incompleta que resultaba inútil sin poder vislumbrar el panorama completo. Detrás de cada una de sus palabras, de sus cambios de pauta y de cada nueva posición había detrás una intención: No actuaba, pero casi. Estaba retrasando el momento en que comenzarías a torturarlo e, incluso así, preparaba el terreno para contar una historia creíble, pero desviando el foco de lo que de verdad importaba. Cada vez más cobraba sentido la teoría del señuelo, pero aun así decidiste esperar.
- El problema de eso -explicaste-, es que si después de que hables resulto tener razón voy a tener que matarte, porque eres un riesgo. Así que yo que tú iría tratando de hacerme ver que estoy equivocada.
- Prometiste entregarme vivo -protestó, con voz queda-. Si te digo cualquier cosa me matarán a mí también.
Era cierto, habías hecho una promesa.
- Pero las condiciones han cambiado -acotaste-. Antes eras una fuente de ingresos, ahora de problemas. También podría tirarte en un barril al mar; ¿qué crees que pensarán cuando sepan que nos han perdido por tu culpa?
- Yo...
- Exacto. Tú. Si me cuentas cosas podrías sobrevivir hasta la próxima isla y si te portas bien... Quizá no te entregue. ¿Qué opinas?
Se lo habías explicado a Krein. Los interrogatorios solo iban de preguntar y responder. Una vez descubrías las debilidades del otro las explotabas, sin más; el de ese mercenario no era el dolor, pero sí su vida. Una vida que podía perder en un descuido. Ambos lo sabíais, pero solo tú podías hacer algo para salvarla. Bueno, y Krein.
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Miré igual de impresionado que el preso a Alice. ¿En qué momento había pensado todo eso? No sabía si las amenazas que estaba soltando eran ciertas o no, pero desde luego si yo fuese el atado aquí, no dudaría en hacerle caso. Ni todo el oro del mundo puede valer más que seguir con vida. No me sorprendí cuando el mercenario apoyó la cabeza contra la pared, mirando al cielo en señal de ayuda divina, pensándose muy bien lo que tenía que hacer en ese momento. Alice había dicho que el hombre era más fuerte de lo que aparentaba, pero por mucho que estuviese escondiendo fuerza o lo que fuera, no me lo parecía en lo más mínimo. En su defensa es que tenía muñecas y tobillos torcidos.
-Definitivamente me tenéis agarrados por los cojones… Enhorabuena, mocosa, desde luego eres el cerebro del dúo, ya me habían dicho que el otro no tenía más que paja en la cabeza.
Estuve a punto de protestar, pero Alice me dirigió una mirada de inmediato en cuanto abrí la boca. Bufé y me crucé de brazos, mirando a otro lado molesto. En verdad tenía razón, ahora que se había dignado a hablar, mejor no interrumpirlo, pero aun así eso había estado feo.
-Vuestras familias mandan recuerdos.- Sonrió de lado en cuanto vio la reacción que me había causado eso. Lo miré muy fijamente, el rostro en tensión.- Antes de nada, necesito garantías de que me dejaréis vivo en la siguiente isla.
Quizá Alice me mataría luego, pero yo mismo se lo aseguré. Entré a la celda, esto que iba a contar tenía que escucharlo bien. Mis padres tenían que estar en alguna cárcel pudriéndose del asco por lo que hicieron, los había entregado, estoy seguro de ello. No sabía que estaba intentado, pero desde luego si seguía inventando mierda de ese estilo me acabaría enfadando.
-Los señores Krein han comenzado una serie de negocios con Industrias Cognito y el plan era recaudar información sobre ti y tu dominio de la fruta para recopilar datos de campo. Parece ser que la muchacha Alice también tiene familiares metidos en el negocio ya que se os ha colocado a los dos juntos en el proyecto.- Saboreaba cada una de sus palabras, disfrutando de la reacción que estaba provocándome.- El motivo de todo esto es cierto que no lo sé, solo me he informado de mis contratistas, lo que quieran hacer ya me importa una puta mierda. Nosotros teníamos que debilitaros para la fuerza principal que está de camino, aunque como véis no ha funcionado, quizá os dé tiempo a zafaros del encuentro si movéis esta nave lo suficientemente rápido.- Me miró entonces a mí, formando una sonrisa muy lentamente.- También me pidieron que te dijese que tu hermana viene a por ti para llevarte de vuelta a casa.
Durante todo lo que había dicho había permanecido en total silencio, la única razón que se me ocurría para que mis padres participasen en ese negocio era para disfrutar de sus espectáculos con bestias como las criaturas de brea, lo cual era enfermizo. Pero ya lo último era directamente ridículo, toda la credibilidad que tenía hasta el momento se esfumó en un instante. Yo no tenía ninguna hermana, si hubiese tenido a alguien durante ese tiempo que estuve en esa casa, no habría sido tan horrible. Mi infancia fue solitaria, lo recuerdo perfectamente… Me llevé una mano a la cabeza cuando noté un agudo dolor que me hizo doblar la espalda. Una rápida sucesión de imágenes se me vino a la cabeza, dejándome sin habla. Apreté la mandíbula, claramente estresado. Podía formar un leve recuerdo en mi cabeza, pero eso era imposible, hasta ahora no había nada en ese hueco de mi memoria. Saqué aire de forma entrecortada por el nerviosismo. Decidí salir de ahí abajo a tomar el aire, no me excusé ni nada, no tenía sentido. Me apoyé en el borde del barco, mirando el mar en busca de calma. Necesitaba reorganizar mis pensamientos, ¿cómo había olvidado eso…?
-Definitivamente me tenéis agarrados por los cojones… Enhorabuena, mocosa, desde luego eres el cerebro del dúo, ya me habían dicho que el otro no tenía más que paja en la cabeza.
Estuve a punto de protestar, pero Alice me dirigió una mirada de inmediato en cuanto abrí la boca. Bufé y me crucé de brazos, mirando a otro lado molesto. En verdad tenía razón, ahora que se había dignado a hablar, mejor no interrumpirlo, pero aun así eso había estado feo.
-Vuestras familias mandan recuerdos.- Sonrió de lado en cuanto vio la reacción que me había causado eso. Lo miré muy fijamente, el rostro en tensión.- Antes de nada, necesito garantías de que me dejaréis vivo en la siguiente isla.
Quizá Alice me mataría luego, pero yo mismo se lo aseguré. Entré a la celda, esto que iba a contar tenía que escucharlo bien. Mis padres tenían que estar en alguna cárcel pudriéndose del asco por lo que hicieron, los había entregado, estoy seguro de ello. No sabía que estaba intentado, pero desde luego si seguía inventando mierda de ese estilo me acabaría enfadando.
-Los señores Krein han comenzado una serie de negocios con Industrias Cognito y el plan era recaudar información sobre ti y tu dominio de la fruta para recopilar datos de campo. Parece ser que la muchacha Alice también tiene familiares metidos en el negocio ya que se os ha colocado a los dos juntos en el proyecto.- Saboreaba cada una de sus palabras, disfrutando de la reacción que estaba provocándome.- El motivo de todo esto es cierto que no lo sé, solo me he informado de mis contratistas, lo que quieran hacer ya me importa una puta mierda. Nosotros teníamos que debilitaros para la fuerza principal que está de camino, aunque como véis no ha funcionado, quizá os dé tiempo a zafaros del encuentro si movéis esta nave lo suficientemente rápido.- Me miró entonces a mí, formando una sonrisa muy lentamente.- También me pidieron que te dijese que tu hermana viene a por ti para llevarte de vuelta a casa.
Durante todo lo que había dicho había permanecido en total silencio, la única razón que se me ocurría para que mis padres participasen en ese negocio era para disfrutar de sus espectáculos con bestias como las criaturas de brea, lo cual era enfermizo. Pero ya lo último era directamente ridículo, toda la credibilidad que tenía hasta el momento se esfumó en un instante. Yo no tenía ninguna hermana, si hubiese tenido a alguien durante ese tiempo que estuve en esa casa, no habría sido tan horrible. Mi infancia fue solitaria, lo recuerdo perfectamente… Me llevé una mano a la cabeza cuando noté un agudo dolor que me hizo doblar la espalda. Una rápida sucesión de imágenes se me vino a la cabeza, dejándome sin habla. Apreté la mandíbula, claramente estresado. Podía formar un leve recuerdo en mi cabeza, pero eso era imposible, hasta ahora no había nada en ese hueco de mi memoria. Saqué aire de forma entrecortada por el nerviosismo. Decidí salir de ahí abajo a tomar el aire, no me excusé ni nada, no tenía sentido. Me apoyé en el borde del barco, mirando el mar en busca de calma. Necesitaba reorganizar mis pensamientos, ¿cómo había olvidado eso…?
Ni siquiera te sorprendiste: ¿Crimen, dinero y cosas turbias? Llevaba la firma de Lewis. No sabías mucho de sus negocios, pero sí que se había ganado muchos favores entre la nobleza de English Garden y sus arcas eran cada vez más opulentas. Había llegado a prestar no poco dinero a la propia reina y tenía los hilos de la política del país aprehendidos mientras dejaba que la deuda se mantuviese relativamente estable. Aparte, no poca gente hablaba de él como un mercader de secretos, un hombre sin escrúpulos que conocía todo lo que pasaba en los límites del reino e incluso podía extender sus ojos a mares de distancia. No se te escapaba que había conseguido encontrarte ya una vez sin necesidad de un plan tan elaborado, y aún te recorría un escalofrío al recordar los meses posteriores a ese encuentro familiar.
Sin embargo, le apuñalaste el pie con su propio cuchillo.
- ¡Pero se puede saber qué haces! -gritó cuando terminó de aullar de dolor-. ¡Os he cotado la verdad!
- Solo me queda un familiar vivo. -En realidad tenías un par de parientes lejanos, pero no los contabas-. Y sabe que no...
Entonces viste la expresión de Krein. Incrédulo, más tarde dubitativo y finalmente sobrepasado. Su mirada vacía y el rictus que tenía por expresión eran más que suficiente para darte cuenta de que de alguna manera había dicho la verdad. No sería tan descabellado que Lewis pretendiese estudiar a qué se enfrentaba para la próxima vez que te buscase saber cómo controlarte. Seguía sin cuadrar del todo, pero si fuese... No, era una probabilidad demasiado remota. Lewis era un cobarde, no se arriesgaría a enfadarte una segunda vez.
Krein, sin embargo, no tardó en abandonar la bodega con gesto adusto y mirada ausente. Casi tambaleándose prácticamente necesitaba tantear las paredes para evitar caerse. Sus padres habían dejado una profunda marca en él, lo tenías claro, y estaba lejos de ser positiva. Pero su hermana era harina de otro costal. La sola mención de esta había conseguido desestabilizarlo por completo, obligándolo a marcharse. En cuanto a ti, el mercenario seguía gritando.
- ¿Se puede saber por qué has hecho eso?
Meneaste la cabeza, agitada. ¿Cuánto tiempo habías estado pensando?
- ¿Ya has terminado de mirar al vacío? ¡Contéstame, joder!
- No me grites -ordenaste-. Si mi primo está metido en esto vas a morir te dejemos en la siguiente isla o no. Espero que cuando vuelva tengas una historia mejor o...
No completaste la frase. Tan solo arrancaste el cuchillo de la bota, te levantaste y saliste a cubierta para buscar a Yor. Miraste a un lado y a otro, buscándolo, pero no fue complicado de encontrar. Los chicos se habían apartado para dejarlo tranquilo, mirándote como si pidiesen permiso para seguir con sus quehaceres. Tú asentiste, aunque siguieron sin acercarse, y te apoyaste en la barandilla junto a él. No sabías qué decir, ni si debías tocarle la espalda para hacerle ver que estabas a su lado o qué. Tan solo te quedaste ahí un rato, viendo el mar infinito cambiar poco a poco.
- De niña solía soñar con viajar -dijiste-. Ni siquiera con esto; con poder montar en un carro hasta el Teatro Real de Towerbridge me conformaba. Desde que este viaje empezó todos los días recuerdo cómo era el día que me marché de casa. La chica que era, la chica que soy... He cambiado mucho todo este tiempo. Hoy en día dudo que nada de lo que me dolía entonces pueda dolerme ahora. -Le pusiste la mano en la espalda-. Salvo las rodillas, claro. Las rodillas me duelen cada día.
No era un buen chiste, pero quizá se trataba del chiste que necesitaba. Aunque en el fondo de tu corazón le hacía falta uno que no fuese tan lamentable.
Sin embargo, le apuñalaste el pie con su propio cuchillo.
- ¡Pero se puede saber qué haces! -gritó cuando terminó de aullar de dolor-. ¡Os he cotado la verdad!
- Solo me queda un familiar vivo. -En realidad tenías un par de parientes lejanos, pero no los contabas-. Y sabe que no...
Entonces viste la expresión de Krein. Incrédulo, más tarde dubitativo y finalmente sobrepasado. Su mirada vacía y el rictus que tenía por expresión eran más que suficiente para darte cuenta de que de alguna manera había dicho la verdad. No sería tan descabellado que Lewis pretendiese estudiar a qué se enfrentaba para la próxima vez que te buscase saber cómo controlarte. Seguía sin cuadrar del todo, pero si fuese... No, era una probabilidad demasiado remota. Lewis era un cobarde, no se arriesgaría a enfadarte una segunda vez.
Krein, sin embargo, no tardó en abandonar la bodega con gesto adusto y mirada ausente. Casi tambaleándose prácticamente necesitaba tantear las paredes para evitar caerse. Sus padres habían dejado una profunda marca en él, lo tenías claro, y estaba lejos de ser positiva. Pero su hermana era harina de otro costal. La sola mención de esta había conseguido desestabilizarlo por completo, obligándolo a marcharse. En cuanto a ti, el mercenario seguía gritando.
- ¿Se puede saber por qué has hecho eso?
Meneaste la cabeza, agitada. ¿Cuánto tiempo habías estado pensando?
- ¿Ya has terminado de mirar al vacío? ¡Contéstame, joder!
- No me grites -ordenaste-. Si mi primo está metido en esto vas a morir te dejemos en la siguiente isla o no. Espero que cuando vuelva tengas una historia mejor o...
No completaste la frase. Tan solo arrancaste el cuchillo de la bota, te levantaste y saliste a cubierta para buscar a Yor. Miraste a un lado y a otro, buscándolo, pero no fue complicado de encontrar. Los chicos se habían apartado para dejarlo tranquilo, mirándote como si pidiesen permiso para seguir con sus quehaceres. Tú asentiste, aunque siguieron sin acercarse, y te apoyaste en la barandilla junto a él. No sabías qué decir, ni si debías tocarle la espalda para hacerle ver que estabas a su lado o qué. Tan solo te quedaste ahí un rato, viendo el mar infinito cambiar poco a poco.
- De niña solía soñar con viajar -dijiste-. Ni siquiera con esto; con poder montar en un carro hasta el Teatro Real de Towerbridge me conformaba. Desde que este viaje empezó todos los días recuerdo cómo era el día que me marché de casa. La chica que era, la chica que soy... He cambiado mucho todo este tiempo. Hoy en día dudo que nada de lo que me dolía entonces pueda dolerme ahora. -Le pusiste la mano en la espalda-. Salvo las rodillas, claro. Las rodillas me duelen cada día.
No era un buen chiste, pero quizá se trataba del chiste que necesitaba. Aunque en el fondo de tu corazón le hacía falta uno que no fuese tan lamentable.
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Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
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Siempre me era de ayuda mirar al mar cuando necesitaba pensar en algo o cuando estaba estresado. La inmensidad de todo el horizonte me hacía sentir que mis problemas no eran tan grandes como me pensaba. Lo único que quizás esta vez el problema sí que era bastante grande, ni siquiera lograba conectar las piezas bien, era como intentar recordar un sueño del que te has olvidado. Sabes que hay un hilo que seguir, pero no cómo cogerlo. Me llevé las manos a la coleta, tensándola un poco más, era una costumbre que tenía cada vez que llegaba a estos niveles de malestar.
Noté cómo Alice se colocó a mi lado. No le dije nada, tampoco sabía muy bien qué decir en este momento. Había perdido el control totalmente ahí abajo, esperaba no haberle jodido el interrogatorio. Aun así, me sentí mejor. Cuando empezó a hablar, la miré de reojo, lo que decía era parecido a lo que me había ocurrido. Era reconfortante saber que tenía a alguien al lado que podía entenderte de verdad. Sin embargo cuando hice aquel chiste si que me giré hacia ella, mirándola con desconcierto. ¿Había hecho un chiste? Y además, ¿tan malo? ¿Por mí?
Noté como la risa se me salía por la garganta, llevándome ambos brazos a la tripa por la carcajada que estaba resonando por todo el barco. Ni siquiera era tan graciosa la situación, pero haber roto la tensión que había en mi cuerpo provocaba que no pudiese parar de reírme.
-¡Es un chiste horrible! Que poca gracia...- Me limpié algunas lágrimas que habían salido, acabando por sonreírle.- Ha sido bastante divertido, gracias.
Me estiré entonces, bostezando para destensar también la cara. Me acabé sentando sobre la barandilla, moviendo las piernas tranquilamente. Inspiré el aire de mar con profundidad, notando como me abría las fosas nasales.
-De verdad, gracias. Siempre me pasa lo mismo, ya sea con sentimientos negativos o positivos, entro en un pozo del que me cuesta salir. Necesitaba eso.- Me di un par de palmaditas en la cara.- No puedo recordarlo, hay algo en mi cabeza que sabe instintivamente que estamos en peligro y que tengo que recordar algo importante, pero no hay manera. Da igual realmente, siempre estamos en peligro y si acaba llegando este peligro en concreto, me acordaré de lo que me tenga que acordar.
Era mejor verlo de esta manera, no quería sumirme en una espiral de lamentación. Sonreí divertido, de lado, y miré a Alice, tumbándome sobre la barandilla para acabar con la cabeza a su altura.
-¿Quién iba a decir que acabaríamos congeniando cuando me desperté en este barco tan encantador?
Noté cómo Alice se colocó a mi lado. No le dije nada, tampoco sabía muy bien qué decir en este momento. Había perdido el control totalmente ahí abajo, esperaba no haberle jodido el interrogatorio. Aun así, me sentí mejor. Cuando empezó a hablar, la miré de reojo, lo que decía era parecido a lo que me había ocurrido. Era reconfortante saber que tenía a alguien al lado que podía entenderte de verdad. Sin embargo cuando hice aquel chiste si que me giré hacia ella, mirándola con desconcierto. ¿Había hecho un chiste? Y además, ¿tan malo? ¿Por mí?
Noté como la risa se me salía por la garganta, llevándome ambos brazos a la tripa por la carcajada que estaba resonando por todo el barco. Ni siquiera era tan graciosa la situación, pero haber roto la tensión que había en mi cuerpo provocaba que no pudiese parar de reírme.
-¡Es un chiste horrible! Que poca gracia...- Me limpié algunas lágrimas que habían salido, acabando por sonreírle.- Ha sido bastante divertido, gracias.
Me estiré entonces, bostezando para destensar también la cara. Me acabé sentando sobre la barandilla, moviendo las piernas tranquilamente. Inspiré el aire de mar con profundidad, notando como me abría las fosas nasales.
-De verdad, gracias. Siempre me pasa lo mismo, ya sea con sentimientos negativos o positivos, entro en un pozo del que me cuesta salir. Necesitaba eso.- Me di un par de palmaditas en la cara.- No puedo recordarlo, hay algo en mi cabeza que sabe instintivamente que estamos en peligro y que tengo que recordar algo importante, pero no hay manera. Da igual realmente, siempre estamos en peligro y si acaba llegando este peligro en concreto, me acordaré de lo que me tenga que acordar.
Era mejor verlo de esta manera, no quería sumirme en una espiral de lamentación. Sonreí divertido, de lado, y miré a Alice, tumbándome sobre la barandilla para acabar con la cabeza a su altura.
-¿Quién iba a decir que acabaríamos congeniando cuando me desperté en este barco tan encantador?
Puede que te doliese un poco su risa, pero en parte era culpa tuya. De hecho no sabías por qué te dolía, simplemente le había hecho gracia un chiste que habías contado. Quizá no era tanto un chiste como creías en un principio; quizá te siguiese doliendo que te doliese. Era algo de lo que por mucho que viajases nunca ibas a poder huir, algo con lo que existías te gustase o no. Algo que siempre iba a estar ahí, obligándote a pensar en ello, a actuar en consecuencia... A sufrir sin poder dejar de sonreír.
- A veces lo es -dijiste sin dejar de mirar al horizonte-. Otras veces simplemente hay que aceptarlo. Pero así es la vida, ¿no?
Krein te dio las gracias por estar ahí. Tú te encogiste de hombros, resoplando débilmente. ¿Qué otra cosa ibas a hacer? Golpeaste su hombro con el tuyo muy despacio, intentando distraerlo un poco más. No lo suficiente, dedujiste, cuando siguió hablando de los recuerdos ocultos en su mente; de las memorias a las que no podía acceder. De todos modos no tardó en regresar el pirata más despreocupado que hablaba del peligro como algo totalmente anecdótico. Tú casi temblabas de pensar que Lewis podía estar detrás de todo una vez más, y que esa vez utilizaría piedra marina para retenerte. No sabías cómo iba a conseguirla, pero estabas segura de que si alguien en English Garden podía hacerlo era él.
Te quedaste pensativa, en silencio, apoyada contra la baranda. Reflexionabas acerca de todo lo que había sucedido ese día y también sobre todo lo que había pasado hasta ese día. ¿De verdad tenía sentido que Lewis te buscase? ¿Tan rápido se había corrido la voz acerca de la yami yami? Nunca habías dejado que se te viese utilizarla, y cuando lo hacías evitabas dejar supervivientes. En realidad no solía preocuparte que la escoria buscada viva o muerta sobreviviese. Muerta daba muchos menos problemas, así que el calabozo lo dejabas para gente a la que te interesaba viva por alguna razón. Por ejemplo, alguno de los marineros cuando pasaba por una fase rebelde, o Cabbage. Aunque Cabbage no contaba, le gustaba meterse ahí a... Bueno, cosas de Cabbage. Nadie tenía muy claro nada acerca de él.
- Si esa es tu mejor frase para ligar necesitas mejorar mucho -contestaste-. Además, no es el momento.
Le diste la espalda de manera un poco abrupta. Sin embargo tiraste de él antes de volver a bajar las escaleras. Tenías una idea muy clara de qué querías preguntarle al mercenario y no te ibas a conformar con alguna de las respuestas a medias que estaba dándoos. Te acercaste a él con mirada severa; él hacía algo parecido a agarrarse el pie herido, pero con las muñecas destrozadas era un espectáculo más bien lamentable.
- ¿Qué? -terminó por decir-. ¿Qué vienes a romperme ahora?
- Nada. Solo voy a hacerte preguntas, pero quiero respuestas sinceras: ¿Está Lewis Wanderlust implicado en esto?
Asintió.
- ¿Sabes quién es ese hombre? -preguntaste.
- Ni idea. Un cliente.
- Si te dio su nombre fue porque quería que yo lo supiese. Solo eres un cebo.
- Quizá ni siquiera sea eso -contestó-. He visto la cara de tu amiguito. También la tuya. ¿Te has planteado que solo quieran recordaros que están ahí?
Demasiado esfuerzo, pero no lo dijiste. Lewis no habría montado todo el laboratorio solo para enviarte un mensaje, habría mandado poner una víbora con collar en tu cama. Sin dientes, incapaz de morder, pero una advertencia de que cualquier día podría ser distinto.
- Hay algo detrás. Y tú podrías saberlo.
- ¿Y si no, qué? ¿Vas a amenazarme otra vez? ¿A hacerme daño?
- No. Te dejaré en la próxima isla como te he prometido y dejarás de ser mi problema. También estaré atenta para cuando se anuncie que han descuartizado a un maleante en Dark Dome. Solo por saber que tenía razón, en realidad. -Te encogiste de hombros-. Quieras o no tienes que colaborar con nosotros o nunca volverás a ser libre. Tú decides.
Vaciló un instante.
- Hay una persona -explicó-. Un broker del Bajo Mundo que se hace llamar Doctor Moreau. Es una suerte de hacedor de favores: Consigue cualquier cosa que uno pueda necesitar. Sé que está implicado de alguna manera porque normalmente solo trabajo para él, y ha sido él quien me puso en contacto con Cognito. No sé por qué, ni sé cómo, pero si se ha metido es porque tenéis algo que él pueda querer o que le hayan pedido. Y muy probablemente sea algo que interesa también a vuestros familiares, pero no sé nada más. Y ahora sí que es cierto.
Miraste a Krein.
- Quieren a Cataclismo -dijiste, con poca seguridad-. Es... Mi lanza, un arma de leyenda que está muy relacionada con Hallstat, y extremadamente poderosa. -Te quedaste congelada en el sitio. ¿Los caballeros de Velkan también podrían estar implicados en aquello?
Suspiraste.
- Por lo menos ahora sabemos que volverán.
- A veces lo es -dijiste sin dejar de mirar al horizonte-. Otras veces simplemente hay que aceptarlo. Pero así es la vida, ¿no?
Krein te dio las gracias por estar ahí. Tú te encogiste de hombros, resoplando débilmente. ¿Qué otra cosa ibas a hacer? Golpeaste su hombro con el tuyo muy despacio, intentando distraerlo un poco más. No lo suficiente, dedujiste, cuando siguió hablando de los recuerdos ocultos en su mente; de las memorias a las que no podía acceder. De todos modos no tardó en regresar el pirata más despreocupado que hablaba del peligro como algo totalmente anecdótico. Tú casi temblabas de pensar que Lewis podía estar detrás de todo una vez más, y que esa vez utilizaría piedra marina para retenerte. No sabías cómo iba a conseguirla, pero estabas segura de que si alguien en English Garden podía hacerlo era él.
Te quedaste pensativa, en silencio, apoyada contra la baranda. Reflexionabas acerca de todo lo que había sucedido ese día y también sobre todo lo que había pasado hasta ese día. ¿De verdad tenía sentido que Lewis te buscase? ¿Tan rápido se había corrido la voz acerca de la yami yami? Nunca habías dejado que se te viese utilizarla, y cuando lo hacías evitabas dejar supervivientes. En realidad no solía preocuparte que la escoria buscada viva o muerta sobreviviese. Muerta daba muchos menos problemas, así que el calabozo lo dejabas para gente a la que te interesaba viva por alguna razón. Por ejemplo, alguno de los marineros cuando pasaba por una fase rebelde, o Cabbage. Aunque Cabbage no contaba, le gustaba meterse ahí a... Bueno, cosas de Cabbage. Nadie tenía muy claro nada acerca de él.
- Si esa es tu mejor frase para ligar necesitas mejorar mucho -contestaste-. Además, no es el momento.
Le diste la espalda de manera un poco abrupta. Sin embargo tiraste de él antes de volver a bajar las escaleras. Tenías una idea muy clara de qué querías preguntarle al mercenario y no te ibas a conformar con alguna de las respuestas a medias que estaba dándoos. Te acercaste a él con mirada severa; él hacía algo parecido a agarrarse el pie herido, pero con las muñecas destrozadas era un espectáculo más bien lamentable.
- ¿Qué? -terminó por decir-. ¿Qué vienes a romperme ahora?
- Nada. Solo voy a hacerte preguntas, pero quiero respuestas sinceras: ¿Está Lewis Wanderlust implicado en esto?
Asintió.
- ¿Sabes quién es ese hombre? -preguntaste.
- Ni idea. Un cliente.
- Si te dio su nombre fue porque quería que yo lo supiese. Solo eres un cebo.
- Quizá ni siquiera sea eso -contestó-. He visto la cara de tu amiguito. También la tuya. ¿Te has planteado que solo quieran recordaros que están ahí?
Demasiado esfuerzo, pero no lo dijiste. Lewis no habría montado todo el laboratorio solo para enviarte un mensaje, habría mandado poner una víbora con collar en tu cama. Sin dientes, incapaz de morder, pero una advertencia de que cualquier día podría ser distinto.
- Hay algo detrás. Y tú podrías saberlo.
- ¿Y si no, qué? ¿Vas a amenazarme otra vez? ¿A hacerme daño?
- No. Te dejaré en la próxima isla como te he prometido y dejarás de ser mi problema. También estaré atenta para cuando se anuncie que han descuartizado a un maleante en Dark Dome. Solo por saber que tenía razón, en realidad. -Te encogiste de hombros-. Quieras o no tienes que colaborar con nosotros o nunca volverás a ser libre. Tú decides.
Vaciló un instante.
- Hay una persona -explicó-. Un broker del Bajo Mundo que se hace llamar Doctor Moreau. Es una suerte de hacedor de favores: Consigue cualquier cosa que uno pueda necesitar. Sé que está implicado de alguna manera porque normalmente solo trabajo para él, y ha sido él quien me puso en contacto con Cognito. No sé por qué, ni sé cómo, pero si se ha metido es porque tenéis algo que él pueda querer o que le hayan pedido. Y muy probablemente sea algo que interesa también a vuestros familiares, pero no sé nada más. Y ahora sí que es cierto.
Miraste a Krein.
- Quieren a Cataclismo -dijiste, con poca seguridad-. Es... Mi lanza, un arma de leyenda que está muy relacionada con Hallstat, y extremadamente poderosa. -Te quedaste congelada en el sitio. ¿Los caballeros de Velkan también podrían estar implicados en aquello?
Suspiraste.
- Por lo menos ahora sabemos que volverán.
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Me notaba mucho menos tenso, nunca antes había tenido a alguien que me apoyase cuando pasaba por un momento difícil y era algo sin duda alguno maravilloso. Le sonreí de forma sincera, atento a lo que me contaba, aunque acabé por negar un tanto divertido cuando siguió bromeando. A estas alturas no podía verla como un posible interés romántico, era una chica increíblemente bella, inteligente y capaz, no había dudas, pero la veía como una estupenda amiga y realmente, mi mejor amiga… Conozco a muy pocas mujeres, ¿eso debería preocuparme?
-Pfff, ya te gustaría que estuviese ligando contigo… Aunque sí que es cierto que se me da tremendamente mal cuando lo intento, como un accidente de barco.
Quise continuar la broma, pero era verdad que era hasta cómico lo mal que se me daba ese campo. Tendría que mejorar un poco y el resto que mi pareja tuviese que aceptarme, no tiene más. Seguí a Alice cuando tiró de mí, esta vez con los pies en la tierra. No debí dejarme llevar por las palabras de un tío al que seguramente no vería nunca más después de esta travesía en barco, era solo un mercenario del tres al cuarto que provocaba por el hecho de provocar, cosa que estaba mal cuando no lo hacía yo. Dejé hablar de nuevo a la capitana, se le daba mil veces mejor que a mí y no tenía sentido que volviese a fingir que sabía lo que hacía cuando intentaba sacarle información. Además, fue un poco satisfactorio ver que mi nueva calma molestó al preso, fue una pequeña victoria, pero muy dulce. Asentí levemente conforme Alice me explicaba la situación, al final toda esta sesión de interrogatorio había resultado increíblemente fructífera, yo había tenido una crisis de identidad que había abierto una puerta cerrada en mi cabeza y ella había logrado entender bastante bien a qué nos enfrentábamos. No me pasó por inadvertido el cambió de humor que tuvo por lo que igual que ella me había animado, yo quise hacer lo mismo. Le di un buen abrazo, con cuidado de no hacerle daño a sus delicados huesos, levantándola del suelo durante unos segundos hasta que volví a dejarla en su sitio.
-¡No pasa nada! ¡Si esa arma es tan poderosa, ya la tienes tú, puedes usarla para defenderte!- Le mostré todos los dientes en la sonrisa que le regalé a continuación.- Y si no, ya somos muy fuertes y yo te prometo que lucharé a tu lado cuando decidan molestarnos los pesados de nuestra familia.
Era verdaderamente curioso que ambos tuviéramos un historial tan peculiar con los “nuestros”. Por eso sentía aún más la necesidad de ayudarla, cosa que habría hecho a estas alturas de todos modos. Seguramente pensará que no entiendo la gravedad del asunto, pero si los dos somos así de fuertes es porque venimos de un entorno que nos ha forzado a serlo así que me puedo hacer una muy buena idea de lo que se nos viene encima.
-A diferencia de cuando nos jodieron la vida, ahora no estamos solos y eso es algo que no nos podrán quitar jamás.
Es algo que me repetía a menudo, me daba confianza. Creo que a mi nueva amiga le hace falta un poco de esa confianza también.
-Pfff, ya te gustaría que estuviese ligando contigo… Aunque sí que es cierto que se me da tremendamente mal cuando lo intento, como un accidente de barco.
Quise continuar la broma, pero era verdad que era hasta cómico lo mal que se me daba ese campo. Tendría que mejorar un poco y el resto que mi pareja tuviese que aceptarme, no tiene más. Seguí a Alice cuando tiró de mí, esta vez con los pies en la tierra. No debí dejarme llevar por las palabras de un tío al que seguramente no vería nunca más después de esta travesía en barco, era solo un mercenario del tres al cuarto que provocaba por el hecho de provocar, cosa que estaba mal cuando no lo hacía yo. Dejé hablar de nuevo a la capitana, se le daba mil veces mejor que a mí y no tenía sentido que volviese a fingir que sabía lo que hacía cuando intentaba sacarle información. Además, fue un poco satisfactorio ver que mi nueva calma molestó al preso, fue una pequeña victoria, pero muy dulce. Asentí levemente conforme Alice me explicaba la situación, al final toda esta sesión de interrogatorio había resultado increíblemente fructífera, yo había tenido una crisis de identidad que había abierto una puerta cerrada en mi cabeza y ella había logrado entender bastante bien a qué nos enfrentábamos. No me pasó por inadvertido el cambió de humor que tuvo por lo que igual que ella me había animado, yo quise hacer lo mismo. Le di un buen abrazo, con cuidado de no hacerle daño a sus delicados huesos, levantándola del suelo durante unos segundos hasta que volví a dejarla en su sitio.
-¡No pasa nada! ¡Si esa arma es tan poderosa, ya la tienes tú, puedes usarla para defenderte!- Le mostré todos los dientes en la sonrisa que le regalé a continuación.- Y si no, ya somos muy fuertes y yo te prometo que lucharé a tu lado cuando decidan molestarnos los pesados de nuestra familia.
Era verdaderamente curioso que ambos tuviéramos un historial tan peculiar con los “nuestros”. Por eso sentía aún más la necesidad de ayudarla, cosa que habría hecho a estas alturas de todos modos. Seguramente pensará que no entiendo la gravedad del asunto, pero si los dos somos así de fuertes es porque venimos de un entorno que nos ha forzado a serlo así que me puedo hacer una muy buena idea de lo que se nos viene encima.
-A diferencia de cuando nos jodieron la vida, ahora no estamos solos y eso es algo que no nos podrán quitar jamás.
Es algo que me repetía a menudo, me daba confianza. Creo que a mi nueva amiga le hace falta un poco de esa confianza también.
- Es solo una lanza -contestaste-. Ni siquiera sé cómo sacar a la luz su poder. Su anterior dueño era capaz, pero...
Te encogiste de hombros. Seguías sintiéndote en parte culpable por lo que le había pasado, pero en cierto modo también creías haber hecho bien. Eso, en realidad, solía hacerte sentir peor. Habías seguido su estela haciéndote cazarrecompensas, heredando su fruta del diablo...¿Pero a qué precio? También me culpabas a mí, claro, pero con el tiempo habías empezado a culparte también a ti misma. Ni siquiera lo habías conocido bien, pero su muerte era injusta y no eras capaz de recordarla. No podías revivirla, tampoco imaginártela. Simplemente, era un vacío de tu memoria que no lograbas retejer.
- A Moreau no le interesa algo tan banal. -La voz del mercenario sonaba agotada. Parecía que tus elucubraciones empezaban a darle dolor de cabeza-. Y Cognito no necesita tampoco una arma cono esa. Siempre investigo a la gente con la que trabajo, más aún cuando me van a pagar el triple de mi tarifa.
Dedicaste una mirada a Krein por un instante. El abrazo había sido incómodo, aunque en parte te había gustado. Te habías quedado congelada mientras te lo daba y tampoco habías sabido qué decir a continuación. Sin decir nada se la devolviste a vuestro prisionero.
- ¿Y qué sacaste? -preguntaste, casi en voz de susurro.
- Cognito INC es una industria científica dedicada a la creación de equipamiento militar de alta tecnología. En estos momentos está estudiando la replicación de frutas del diablo para su utilización en armamento y equipo táctico, pero también se dedica a la fabricación de armas y soportes de artillería ligera, medios de transporte y una de sus filiales fabrica barquillos para helado. No hay ningún motivo para que Moreau tenga interés en esos negocios a no ser que saque algo de ello. Algo que necesite para otro cliente, quizás, o algo... Algo que él pueda querer, pero sus intereses suelen ser clínicos.
No dijiste nada. Tan solo respiraste. Entonces sí que miraste a Krein por un instante, como si comprendieses. No sabías qué demonios pintaba él en todo eso si era así, pero ni siquiera el mercenario parecía tener las cosas muy claras al respecto.
- Vale -comenzaste, serenándote a medida que respirabas-. Entonces, ¿deberíamos esperar un segundo ataque?
Vaciló.
- Frontal -dijo-. Salieron de Dark Dome según dimos la señal, pero no tienen ninguna vivre card mía. -Lo miraste con dureza, intentando forzar alguna reacción-. Nunca las doy, mi trabajo se hace mejor si soy ilocalizable. No obstante, la de él...
Señaló su bolsillo. De él recogiste un fragmento de papel que vibraba suavemente, apuntando hacia Krein.
- El señuelo eres tú -dijiste-. Alguien te metió en este barco.
Te encogiste de hombros. Seguías sintiéndote en parte culpable por lo que le había pasado, pero en cierto modo también creías haber hecho bien. Eso, en realidad, solía hacerte sentir peor. Habías seguido su estela haciéndote cazarrecompensas, heredando su fruta del diablo...¿Pero a qué precio? También me culpabas a mí, claro, pero con el tiempo habías empezado a culparte también a ti misma. Ni siquiera lo habías conocido bien, pero su muerte era injusta y no eras capaz de recordarla. No podías revivirla, tampoco imaginártela. Simplemente, era un vacío de tu memoria que no lograbas retejer.
- A Moreau no le interesa algo tan banal. -La voz del mercenario sonaba agotada. Parecía que tus elucubraciones empezaban a darle dolor de cabeza-. Y Cognito no necesita tampoco una arma cono esa. Siempre investigo a la gente con la que trabajo, más aún cuando me van a pagar el triple de mi tarifa.
Dedicaste una mirada a Krein por un instante. El abrazo había sido incómodo, aunque en parte te había gustado. Te habías quedado congelada mientras te lo daba y tampoco habías sabido qué decir a continuación. Sin decir nada se la devolviste a vuestro prisionero.
- ¿Y qué sacaste? -preguntaste, casi en voz de susurro.
- Cognito INC es una industria científica dedicada a la creación de equipamiento militar de alta tecnología. En estos momentos está estudiando la replicación de frutas del diablo para su utilización en armamento y equipo táctico, pero también se dedica a la fabricación de armas y soportes de artillería ligera, medios de transporte y una de sus filiales fabrica barquillos para helado. No hay ningún motivo para que Moreau tenga interés en esos negocios a no ser que saque algo de ello. Algo que necesite para otro cliente, quizás, o algo... Algo que él pueda querer, pero sus intereses suelen ser clínicos.
No dijiste nada. Tan solo respiraste. Entonces sí que miraste a Krein por un instante, como si comprendieses. No sabías qué demonios pintaba él en todo eso si era así, pero ni siquiera el mercenario parecía tener las cosas muy claras al respecto.
- Vale -comenzaste, serenándote a medida que respirabas-. Entonces, ¿deberíamos esperar un segundo ataque?
Vaciló.
- Frontal -dijo-. Salieron de Dark Dome según dimos la señal, pero no tienen ninguna vivre card mía. -Lo miraste con dureza, intentando forzar alguna reacción-. Nunca las doy, mi trabajo se hace mejor si soy ilocalizable. No obstante, la de él...
Señaló su bolsillo. De él recogiste un fragmento de papel que vibraba suavemente, apuntando hacia Krein.
- El señuelo eres tú -dijiste-. Alguien te metió en este barco.
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¿Replicar frutas del diablo? ¿Es eso siquiera capaz? Yo ni entendía muy bien de dónde salían, si alguna vez una persona creó esta aparente infinidad de frutas que otorgaban poderes fantásticos o si se trataban de alguna mutación de la naturaleza que ha resultado ser de lo más extravagante. Me crucé de brazos pensativo, ¿nuestras frutas eran tan interesantes?
-Pero para que nuestras frutas volviesen al mercado por así decirlo tendríamos que morir, ¿no? Osea… Estos poderes no es algo que llevemos en las venas, creo… ¿Cómo experimentarían con nosotros?
Casi se podía ver el humo de mi cabeza al estar intentando pensar algo coherente, pero era imposible a mis ojos hacer algo de ese tipo, aunque supongo que si has estudiado lo suficiente, algún método se te podría ocurrir. Sin embargo, mi atención sobre el tema fue rápidamente interrumpido cuando Alice sacó aquel papelito del bolsillo del prisionero. Me moví unos pasos a la izquierda y luego otros a la derecha, viendo que efectivamente me estaba siguiendo a mí. ¿En qué momento habían fabricado eso? Y encima utilizarlo ahora…
-Veo demasiado estúpido que nos juntaran a los dos para esto, habría sido mucho más fácil pararnos por separado… En todo caso, lo siento Alice, esto es por mi culpa.
Me eché el pelo hacia atrás, suspirando mientras me calmaba un poco. Solo se me ocurrieron dos posibles soluciones a este problema.
-Como yo lo veo o nos preparamos para el ataque o me das un bote y me alejo de aquí, así no seguirás envuelta en todo esto por mí.
Esto solo lo empeoraba si mi hermana venía en ese ataque frontal. Con suerte no querría mancharse tan rápido las manos si no creía fervientemente que tenía ya la victoria en sus manos, a partir de ahora me tendría que andar con mucho ojo. Tendría que comentárselo a mi tripulación en cuanto nos volviéramos a reunir todos juntos, si iban a seguirme por todo el mar, tenían el derecho de saber si estábamos en un peligro mortal, como es la ocasión. Por lo pronto decidí distraerme un poco pensando de nuevo en el tal doctor Moreau, una pequeña lluvia de ideas serviría.
-No importa ahora, prefiero enfocarme en lo del doctor. Tenemos algo que quiere o que puede usar para obtener lo que quiere y para ello tiene que sacar algo de nosotros dos. Tiene que ser a la vez o no nos habría juntado, o al menos es la sensación que me da.- Chasqueé la lengua molesto.- Dudo mucho que pueda sacar mi control e inmunidad al fuego, así que solo queda mi veneno y la habilidad de regeneración que tiene mi fruta, ¿quizá busque copiarlas y potenciarlas?
Era lo único lógico que se me ocurría a mí, pero tampoco podía saber mucho, había mil cosas del mundo que desconocía así que incluso podría ser posible buscar ese control del fuego. Pero no intentaría comerme la cabeza con algo que no comprendía, así que me había enfocado en lo único que podía más o menos entender. Pensar en habilidades únicas que tenía que alguien podría querer era lo más razonable que había pensado.
-Pero para que nuestras frutas volviesen al mercado por así decirlo tendríamos que morir, ¿no? Osea… Estos poderes no es algo que llevemos en las venas, creo… ¿Cómo experimentarían con nosotros?
Casi se podía ver el humo de mi cabeza al estar intentando pensar algo coherente, pero era imposible a mis ojos hacer algo de ese tipo, aunque supongo que si has estudiado lo suficiente, algún método se te podría ocurrir. Sin embargo, mi atención sobre el tema fue rápidamente interrumpido cuando Alice sacó aquel papelito del bolsillo del prisionero. Me moví unos pasos a la izquierda y luego otros a la derecha, viendo que efectivamente me estaba siguiendo a mí. ¿En qué momento habían fabricado eso? Y encima utilizarlo ahora…
-Veo demasiado estúpido que nos juntaran a los dos para esto, habría sido mucho más fácil pararnos por separado… En todo caso, lo siento Alice, esto es por mi culpa.
Me eché el pelo hacia atrás, suspirando mientras me calmaba un poco. Solo se me ocurrieron dos posibles soluciones a este problema.
-Como yo lo veo o nos preparamos para el ataque o me das un bote y me alejo de aquí, así no seguirás envuelta en todo esto por mí.
Esto solo lo empeoraba si mi hermana venía en ese ataque frontal. Con suerte no querría mancharse tan rápido las manos si no creía fervientemente que tenía ya la victoria en sus manos, a partir de ahora me tendría que andar con mucho ojo. Tendría que comentárselo a mi tripulación en cuanto nos volviéramos a reunir todos juntos, si iban a seguirme por todo el mar, tenían el derecho de saber si estábamos en un peligro mortal, como es la ocasión. Por lo pronto decidí distraerme un poco pensando de nuevo en el tal doctor Moreau, una pequeña lluvia de ideas serviría.
-No importa ahora, prefiero enfocarme en lo del doctor. Tenemos algo que quiere o que puede usar para obtener lo que quiere y para ello tiene que sacar algo de nosotros dos. Tiene que ser a la vez o no nos habría juntado, o al menos es la sensación que me da.- Chasqueé la lengua molesto.- Dudo mucho que pueda sacar mi control e inmunidad al fuego, así que solo queda mi veneno y la habilidad de regeneración que tiene mi fruta, ¿quizá busque copiarlas y potenciarlas?
Era lo único lógico que se me ocurría a mí, pero tampoco podía saber mucho, había mil cosas del mundo que desconocía así que incluso podría ser posible buscar ese control del fuego. Pero no intentaría comerme la cabeza con algo que no comprendía, así que me había enfocado en lo único que podía más o menos entender. Pensar en habilidades únicas que tenía que alguien podría querer era lo más razonable que había pensado.
- Estúpido -murmuraste, repitiendo sus palabras en un susurro apenas audible-. Demasiado estúpido...
No había nada que encajase en todo aquello; no al menos por completo. Que el plan pasase enfrentarte con un pirata novato para hacerte tú misma cargo de él no tenía sentido una vez puestos sobre el terreno, habida cuenta de que Cognito había construido un enorme laboratorio con el propósito de que lo encontraseis. Sin embargo, esa premisa podía haber estado errada desde el principio. No estaba bien escondido, pero eso no quería decir que se hubiese pensado para que lo encontraseis. Demasiado limpio para estar abandonado, pero el mensaje que saltó allí abajo descuadraba todo. Era un laboratorio viviente, supuestamente, y las amalgamas de brea supuestamente restos de gente brillante en algún momento. Tenían poderes telequinéticos, de alguna manera, y tenían rastro de Krein...
Bufaste. Cada nuevo razonamiento te llevaba a un callejón sin salida, y con cada acercamiento los detalles se iban volviendo más ajenos. ¿Qué pintaba Lewis Wanderlust en todo aquello? Él, como al parecer Moreau, se dedicaba a hacer favores y a mercadear con secretos. Si él fuese Moreau bajo un pseudónimo... No, aquello tampoco resolvía nada. Sin embargo, era posible una única cosa: Lo hacía por molestar. Una pequeña venganza por tu huida, una forma miserable de atemorizarte de nuevo. Si su presencia en todo aquello resultaba anecdótica todo el panorama cobraba algo más de sentido. O todo lo contrario.
- Hace un rato has dicho que eras noble -comentaste-. Sería la primera vez que intenta algo así, pero no carece totalmente de sentido pensarlo.
No sabías cómo verbalizarlo. Las palabras no querían salir de tus labios, que temblaban levemente. Apretaste las manos contra tus rodillas mirando al vacío, mascullando en silencio a medida que en tu cabeza todo iba hilándose. La aparición repentina, la aventura, el tiempo de obligada compañía... Negaste con la cabeza, aun sabiendo que era la única explicación completa que se te había ocurrido. La única, en realidad, que no se desmoronaba como un castillo de naipes en cuanto añadías el último elemento. Finalmente echaste la cabeza hacia atrás, apoyándola contra la madera, juntando las manos.
- Mi nombre completo es Alice Diane Elisabeth Wanderlust-Stuart de Cheshire -dijiste-. Soy, o al menos de iure soy, cabeza del ducado de Chesterton y marquesa de Frink. En English Garden -aclaraste-. Es una isla en el North Blue. -Krein era un poco lento; no dudabas que no tendría idea de heráldica ni geografía-. Soy prima consanguínea de la reina Amedea, vigésimo primera en el orden de sucesión a la corona y la quinta fuera de la Familia Real. Mi primo Lewis es el vigésimo segundo. Y en esencia mi heredero, ya que no tengo descendencia.
Te ahorraste decir "aún". Te habían criado para eso; constantemente te debatías internamente sin saber si realmente en algún momento deseabas ser madre o solo era una imposición de la que aún no te habías liberado. En cualquier caso, proseguiste:
- Es posible que todo esto sea solo una cita muy macabra. -Te reíste-. Que aparecieses en mi barco no fue casualidad; tampoco que esa isla de desperdicios se cruzara en nuestro camino. ¿Tú sabías que segregamos la misma hormona cuando hacemos algo nuevo que cuando tenemos sexo? En cierto modo salir de aventuras es casi como tener un orgasmo, y nos han forzado a hacer una serie de cosas muy emocionantes desde que nos cruzamos. También a compartir momentos un tanto... Íntimos. -Aunque estabas segura de que Krein llevaba sucio un montón de tiempo el plan estaba lo bastante estudiado como para saber que lo meterías en tu bañera-. ¿Y si están intentando forzarnos a asociarnos mutuamente con un subidón de endorfinas?
Tu mente iba a toda velocidad. De golpe te levantaste, saliendo de la celda para moverte a la bodega -eran apenas dos o tres pasos- y miraste al pirata de nuevo. No era tu tipo, pero sí le habías cogido cariño y os lo habíais pasado muy bien juntos. Quizá con el tiempo y de una forma más orgánica, si él hubiese dado un paso... Tal vez. O tal vez no.
- El laboratorio podía ser uno obsoleto -explicaste-. Quizá lo dejaron ahí porque ya no servía para su propósito original, pero sí para hacernos sentir enlazados de alguna manera. ¿Quizá tenían la esperanza de que yo renunciase a mis derechos y que tú volvieses a casa si nos enamorásemos? Moreau nos habría encontrado y Cognito, que al parecer está al servicio de nuestras familias, solo sería una herramienta que no tiene nada que ver con nuestros poderes. Solo con que valemos para cumplir los propósitos de la otra familia.
El segundo ataque, sin embargo, no parecía responder a nada en particular. A no ser que no fuese un ataque en sí, sino un apoyo por si todo fallaba en el primer intento. Además, Lewis sabía que no podías evitar lanzarte a pelear. Aquella idea, en realidad, no era tan descabellada.
No había nada que encajase en todo aquello; no al menos por completo. Que el plan pasase enfrentarte con un pirata novato para hacerte tú misma cargo de él no tenía sentido una vez puestos sobre el terreno, habida cuenta de que Cognito había construido un enorme laboratorio con el propósito de que lo encontraseis. Sin embargo, esa premisa podía haber estado errada desde el principio. No estaba bien escondido, pero eso no quería decir que se hubiese pensado para que lo encontraseis. Demasiado limpio para estar abandonado, pero el mensaje que saltó allí abajo descuadraba todo. Era un laboratorio viviente, supuestamente, y las amalgamas de brea supuestamente restos de gente brillante en algún momento. Tenían poderes telequinéticos, de alguna manera, y tenían rastro de Krein...
Bufaste. Cada nuevo razonamiento te llevaba a un callejón sin salida, y con cada acercamiento los detalles se iban volviendo más ajenos. ¿Qué pintaba Lewis Wanderlust en todo aquello? Él, como al parecer Moreau, se dedicaba a hacer favores y a mercadear con secretos. Si él fuese Moreau bajo un pseudónimo... No, aquello tampoco resolvía nada. Sin embargo, era posible una única cosa: Lo hacía por molestar. Una pequeña venganza por tu huida, una forma miserable de atemorizarte de nuevo. Si su presencia en todo aquello resultaba anecdótica todo el panorama cobraba algo más de sentido. O todo lo contrario.
- Hace un rato has dicho que eras noble -comentaste-. Sería la primera vez que intenta algo así, pero no carece totalmente de sentido pensarlo.
No sabías cómo verbalizarlo. Las palabras no querían salir de tus labios, que temblaban levemente. Apretaste las manos contra tus rodillas mirando al vacío, mascullando en silencio a medida que en tu cabeza todo iba hilándose. La aparición repentina, la aventura, el tiempo de obligada compañía... Negaste con la cabeza, aun sabiendo que era la única explicación completa que se te había ocurrido. La única, en realidad, que no se desmoronaba como un castillo de naipes en cuanto añadías el último elemento. Finalmente echaste la cabeza hacia atrás, apoyándola contra la madera, juntando las manos.
- Mi nombre completo es Alice Diane Elisabeth Wanderlust-Stuart de Cheshire -dijiste-. Soy, o al menos de iure soy, cabeza del ducado de Chesterton y marquesa de Frink. En English Garden -aclaraste-. Es una isla en el North Blue. -Krein era un poco lento; no dudabas que no tendría idea de heráldica ni geografía-. Soy prima consanguínea de la reina Amedea, vigésimo primera en el orden de sucesión a la corona y la quinta fuera de la Familia Real. Mi primo Lewis es el vigésimo segundo. Y en esencia mi heredero, ya que no tengo descendencia.
Te ahorraste decir "aún". Te habían criado para eso; constantemente te debatías internamente sin saber si realmente en algún momento deseabas ser madre o solo era una imposición de la que aún no te habías liberado. En cualquier caso, proseguiste:
- Es posible que todo esto sea solo una cita muy macabra. -Te reíste-. Que aparecieses en mi barco no fue casualidad; tampoco que esa isla de desperdicios se cruzara en nuestro camino. ¿Tú sabías que segregamos la misma hormona cuando hacemos algo nuevo que cuando tenemos sexo? En cierto modo salir de aventuras es casi como tener un orgasmo, y nos han forzado a hacer una serie de cosas muy emocionantes desde que nos cruzamos. También a compartir momentos un tanto... Íntimos. -Aunque estabas segura de que Krein llevaba sucio un montón de tiempo el plan estaba lo bastante estudiado como para saber que lo meterías en tu bañera-. ¿Y si están intentando forzarnos a asociarnos mutuamente con un subidón de endorfinas?
Tu mente iba a toda velocidad. De golpe te levantaste, saliendo de la celda para moverte a la bodega -eran apenas dos o tres pasos- y miraste al pirata de nuevo. No era tu tipo, pero sí le habías cogido cariño y os lo habíais pasado muy bien juntos. Quizá con el tiempo y de una forma más orgánica, si él hubiese dado un paso... Tal vez. O tal vez no.
- El laboratorio podía ser uno obsoleto -explicaste-. Quizá lo dejaron ahí porque ya no servía para su propósito original, pero sí para hacernos sentir enlazados de alguna manera. ¿Quizá tenían la esperanza de que yo renunciase a mis derechos y que tú volvieses a casa si nos enamorásemos? Moreau nos habría encontrado y Cognito, que al parecer está al servicio de nuestras familias, solo sería una herramienta que no tiene nada que ver con nuestros poderes. Solo con que valemos para cumplir los propósitos de la otra familia.
El segundo ataque, sin embargo, no parecía responder a nada en particular. A no ser que no fuese un ataque en sí, sino un apoyo por si todo fallaba en el primer intento. Además, Lewis sabía que no podías evitar lanzarte a pelear. Aquella idea, en realidad, no era tan descabellada.
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Sonreí contento al ver que Alice volvía a pensar en algo. Me sentía un tanto mal por el hecho de que no fuese capaz de salir con ninguna idea lo suficientemente sólida, pero pensar que yo tenía otros fuertes mitigaba un poco esa sensación. Por eso me gustaba la idea de una tripulación, cada uno reforzaba los puntos débiles de los otros para poder seguir adelante. Así que Alice podía ser inteligente por los dos que yo ya destacaría en otro lado. Dejé de divagar en cuanto empezó a soltar la información, sorprendiéndome en cuanto su verdadera identidad salió a la luz, sobre todo porque reconocía aquel nombre.
-Oh, sí, me suena tu apellido…- Me percaté de que quizá debía explicarme, por lo que me rasqué la nuca un tanto avergonzado, mientras se me coloraban las mejillas por lo que iba a decir.- Me da un poco de vergüenza admitirlo, pero… Sé bastante de ese tipo de cosas, mis padres eran muy estrictos en cuanto a etiqueta, legados familiares, líneas de sangre… Supongo que se me han quedado algunos nombres y tal en la cabeza, también otras cosas como etiqueta en una fiesta, los distintos tipos de cubiertos y para qué se usan… Por favor, no se lo digas a nadie, mi reputación se iría al garete.
Sin embargo, lo que dijo a continuación sí que me dejó perplejo. ¿A quién se le ocurriría idear un plan así? La vergüenza se me plasmó en la cara, no tenía ni idea de que fuese la misma sensación que el sexo, ¿por qué alguien sabría eso porque sí? Además, no tenía sentido alguno, el pariente de Alice parecía tener dos dedos de frente y mis padres iban más o menos por el mismo camino, no entendía cómo habían creído que eso pudiera ocurrir. Por eso, en parte, me preocupaba el plan. Son personas inteligentes, igual solo lo considero un mal plan porque no lo entiendo e igual si que es algo factible. Me pasé la mano por el pelo, intentando despejarme un poco, no había pensado en el tema del amor en todo este tiempo que había estado fuera de casa.
Pensaba en enamorarme como un accidente agradable, como si de repente me despertase un día y ya tuviera el desayuno preparado, es decir, podría haber vivido sin ello, pero no le iba a decir que no si ocurría. Desde luego con Alice no me había imaginado algo así, era indudablemente guapa e interesante, pero yo solo era un polizón en su barco que había aparecido por casualidad, aunque bueno, ya se había visto que no era el caso.
-Pero no tiene mucho sentido, y ahora que nos hemos dado cuenta… Bueno, que te has dado cuenta, el plan no funcionará, ¿no? Osea, ¡no estoy diciendo que no seas un buen partido!- Me llevé una mano a la cara al usar una expresión tan de carcamal.- Ya sabes a lo que me refiero, perdona. Además, no me gusta la idea de que me condicionen a hacer algo, si hubiera surgido de forma natural entre tú y yo, pues claro, sin problema, pero ahora que veo que somos dos ratas de prueba un experimento…
Chasqueé la lengua molesto, había salido al mar para ser libre, no para que unos agentes invisibles actuarán de mamporreros con mis sentimientos.
-Oh, sí, me suena tu apellido…- Me percaté de que quizá debía explicarme, por lo que me rasqué la nuca un tanto avergonzado, mientras se me coloraban las mejillas por lo que iba a decir.- Me da un poco de vergüenza admitirlo, pero… Sé bastante de ese tipo de cosas, mis padres eran muy estrictos en cuanto a etiqueta, legados familiares, líneas de sangre… Supongo que se me han quedado algunos nombres y tal en la cabeza, también otras cosas como etiqueta en una fiesta, los distintos tipos de cubiertos y para qué se usan… Por favor, no se lo digas a nadie, mi reputación se iría al garete.
Sin embargo, lo que dijo a continuación sí que me dejó perplejo. ¿A quién se le ocurriría idear un plan así? La vergüenza se me plasmó en la cara, no tenía ni idea de que fuese la misma sensación que el sexo, ¿por qué alguien sabría eso porque sí? Además, no tenía sentido alguno, el pariente de Alice parecía tener dos dedos de frente y mis padres iban más o menos por el mismo camino, no entendía cómo habían creído que eso pudiera ocurrir. Por eso, en parte, me preocupaba el plan. Son personas inteligentes, igual solo lo considero un mal plan porque no lo entiendo e igual si que es algo factible. Me pasé la mano por el pelo, intentando despejarme un poco, no había pensado en el tema del amor en todo este tiempo que había estado fuera de casa.
Pensaba en enamorarme como un accidente agradable, como si de repente me despertase un día y ya tuviera el desayuno preparado, es decir, podría haber vivido sin ello, pero no le iba a decir que no si ocurría. Desde luego con Alice no me había imaginado algo así, era indudablemente guapa e interesante, pero yo solo era un polizón en su barco que había aparecido por casualidad, aunque bueno, ya se había visto que no era el caso.
-Pero no tiene mucho sentido, y ahora que nos hemos dado cuenta… Bueno, que te has dado cuenta, el plan no funcionará, ¿no? Osea, ¡no estoy diciendo que no seas un buen partido!- Me llevé una mano a la cara al usar una expresión tan de carcamal.- Ya sabes a lo que me refiero, perdona. Además, no me gusta la idea de que me condicionen a hacer algo, si hubiera surgido de forma natural entre tú y yo, pues claro, sin problema, pero ahora que veo que somos dos ratas de prueba un experimento…
Chasqueé la lengua molesto, había salido al mar para ser libre, no para que unos agentes invisibles actuarán de mamporreros con mis sentimientos.
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