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La entrada del teatro Moonlight era un hervidero de actividad aquella noche. Uno de los teatros más prestigiosos de Dark Dome, la cuna de algunas de las más famosas en influyentes obras contemporáneas era esa noche el centro de atención de la ciudad. El maestro Reigi Draco, uno de los mejores autores de las últimas décadas estaba a punto de estrenar su última gran obra, una ópera que espera que fuera su mágnum opus antes de retirarse y pasar a la historia como, quizás, uno de los mayores artistas de su época. Como no, tal evento había atraído la atención de la élite de aquella ciudad, así como interesados de otras isas. Si sólo fueran señores del crimen lo que asistía no tendrá que estar aquí, pero por desgracia algunos altos mandos del Gobierno tenían contactos muy influyentes entre los asistentes. Algunas autoridades de la Legión, así como nobles menores de las familias de islas cercanas habían asistido a la gala, la cual había atraído la atención de los periódicos... y de algo más que estos.
Un par de días antes de la gala llegó un anuncio al periódico local, una amenaza. El mensaje decía que "acabarían con la vida de Lord Theodore Pyre" un noble heredero de una de las mayores familias que todavía permanecían leales al Gobierno. Una familia influyente, así como una con contactos poderosos entre los poderes que operaban al otro lado de la ley. Alguien quería quitarlo de en medio, o por lo menos estropear sus relaciones con alguno de los señores de la ciudad. Por ahora no se sabía quién había enviado el mensaje, pero dado que llegó al periódico antes de que se hiciera público el evento, cabía la posibilidad de que el autor fuera alguien infiltrado. Ni hace falta mencionar quién era el especialista en el tema más cercano en ese momento.
Esta sería una operación conjunta. Una división de la Legión había viajado escoltando a Theodore para asegurar su bienestar. Cancelar el evento estaba fuera de toda posibilidad, sería mostrar miedo y debilidad, así que un operativo especial de la división se encontraría conmigo en el lugar acordado para iniciar la investigación. El objetivo: encontrar al responsable y evitar que sus actos interrumpieran la obra, mucho menos que llegasen a perjudicar a los asistentes. Por motivos de seguridad no me habían informado del nombre o el aspecto de mi acompañante, simplemente me habían dado una frase y una contraseña con la que debían de responder. Estaba esperando lejos de todo el barullo de la entrada, donde los asistentes pasaban entre los flashes de las cámaras subiendo las escaleras camino al convite en el vestíbulo previo al estreno. Apartada con mi traje habitual en lo alto de un edificio adyacente. Sea quien sea a quien enviasen debía ser capaz de llegar hasta ahí y conocer la contraseña. Una vez resuelto eso podríamos proceder con la investigación.
Un par de días antes de la gala llegó un anuncio al periódico local, una amenaza. El mensaje decía que "acabarían con la vida de Lord Theodore Pyre" un noble heredero de una de las mayores familias que todavía permanecían leales al Gobierno. Una familia influyente, así como una con contactos poderosos entre los poderes que operaban al otro lado de la ley. Alguien quería quitarlo de en medio, o por lo menos estropear sus relaciones con alguno de los señores de la ciudad. Por ahora no se sabía quién había enviado el mensaje, pero dado que llegó al periódico antes de que se hiciera público el evento, cabía la posibilidad de que el autor fuera alguien infiltrado. Ni hace falta mencionar quién era el especialista en el tema más cercano en ese momento.
Esta sería una operación conjunta. Una división de la Legión había viajado escoltando a Theodore para asegurar su bienestar. Cancelar el evento estaba fuera de toda posibilidad, sería mostrar miedo y debilidad, así que un operativo especial de la división se encontraría conmigo en el lugar acordado para iniciar la investigación. El objetivo: encontrar al responsable y evitar que sus actos interrumpieran la obra, mucho menos que llegasen a perjudicar a los asistentes. Por motivos de seguridad no me habían informado del nombre o el aspecto de mi acompañante, simplemente me habían dado una frase y una contraseña con la que debían de responder. Estaba esperando lejos de todo el barullo de la entrada, donde los asistentes pasaban entre los flashes de las cámaras subiendo las escaleras camino al convite en el vestíbulo previo al estreno. Apartada con mi traje habitual en lo alto de un edificio adyacente. Sea quien sea a quien enviasen debía ser capaz de llegar hasta ahí y conocer la contraseña. Una vez resuelto eso podríamos proceder con la investigación.
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Dio un paso adelante. Luego uno más. Se recogió a sí mismo y dio una voltereta. Estiró los brazos mientras se levantaba y dio un salto extendiendo completamente ambas piernas, hasta que notó el pinchazo en las ingles.
- ¿Qué tal?
- Algo justo en la entrepierna. Pero servirá.
Le habían hecho el traje a medida, siguiendo todas sus especificaciones. Marvin era un buen amigo desde la instrucción, un sastre militar de extraordinario talento y, sobre todo, la única persona dispuesta a investigar un prototipo específicamente para él. Lo había llamado A.T.O.P.E. en honor a un grito que compartían en sus tiempos de cadete, y aunque no se había molestado en memorizar todas las siglas, se había tomado la molestia de poner muchos eufemismos banales en cada acrónimo. No era la clase de humor que disfrutase particularmente, pero el nombre que el artesano le había impuesto no era el que él debía darle. Para Blaze, era simplemente la Atope 1.0. Se había empeñado en hacerla completamente modular para poder manipular individualmente cada pieza en base al testeo de campo que ahora debía hacerle, y aunque Marvin había tenido que congregar a algún que otro colega para las peticiones más raras lo había hecho sin rechistar.
- ¿Hidrólisis segura? -preguntó. No era ni de lejos un experto, pero sabía lo bastante de química como para entender que generar agua era peligroso.
- Hemos descartado esa idea -explicó Sally, una chica casi tan alta como él de cabello verde-. Lo que hace es captar la humedad ambiental, como un deshumidificador. Es más lento, pero ni tienes que llevar una batería gigante encima ni tienes miedo a salir ardiendo.
- ¿Espolones?
- Solo en el codo. -Marvin se ajustó las gafas-. En la rodilla Chett tuvo otra idea.
- Taser. -Hizo aquel gesto de las manos que siempre usaba para reforzar una idea concreta.
No quiso preguntar más al respecto. Le habían preparado un manual de instrucciones perfectamente explicado con cada mínimo detalle acompañado de nutridas imágenes, esquemas, consejos de uso y leyendas. Incluso los cuchillos y la máscara antigás entraban en aquel completo libreto.
- Os habéis olvidado de añadir las gafas de visión nocturna a esto -señaló, agitando el manual.
- Se nos acabó la tinta. Pero estamos seguros de que aún no has olvidado cómo ponerte unas gafas, ¿o sí?
Trató de alcanzar todo lo que aquel traje llevaba. También desenfundó su espada, una hoja recta estilo ninjato de doble filo, sin guarda, e hizo un par de movimientos. Podía alcanzar los cuchillos, el mechero, la máscara antigás, las gafas, un pequeño den den mushi y en general cada pieza de equipo acoplada al traje.
- Y se supone que si toco estos botones de las muñecas a la vez...
Blaze subió las escaleras del teatro paso a paso en silencio. Camisa blanca con corbata azul eléctrico, americana gris rayada y pantalones a juego. Sus zapatos, de ante azul, se acompañaban de una larga gabardina negra sin bolsillos, con forro azul brillante en su interior. Era un sobretodo cómodo que no quiso quitarse cuando en el guardarropa le ofrecieron custodiarlo, si bien sí dejó la americana. Los mandos de la Lanza lo habían enviado a una misión conjunta con el Cipher Pol, una suerte de escolta y desarticulación de un posible atentado que afectaría a uno de los prohombres de la ciudad oscura, fieles partidarios del Gobierno Mundial. Tras su desempeño en Jaya los mandos habían quedado gratamente sorprendidos, en general, si bien habían tomado la decisión de usarlo como punta de lanza: Misiones en solitario, exploración y recogida de información. Casi siempre en solitario, siempre varios días antes. Sus funciones no finalizaban una vez agotado ese tiempo, claro, pero todos sabían que era donde más partido le iban a sacar. Él también lo sabía.
Dentro del edificio examinó cada detalle del lugar. Salidas, puntos ciegos, entradas, número de guardas de seguridad... Cualquier información podía ser útil. De hecho, recorriendo los pasillos se percató de que el guardarropa daba a una zona tras bambalinas, lo cual anotó en una libreta. Llevaba las últimas horas haciendo anotaciones en aquel cuaderno a medida que recababa información: Él no la necesitaba, claro, pero quizá su acompañante sí.
Escaló por las tramoyas, una vez más buscando salidas. Vio puntos de tiro extremadamente sencillos hacia el palco, tanto desde el foso como desde el gallinero, e incluso desde las propias pasarelas. El edificio era un templo al arte, pero estaba muy mal organizado en lo que a seguridad se refería. Cuando salió por la ventana al aire fresco casi agradeció haber tomado una visual rápida. Cuando fracasasen, y si alguien quería de verdad matar a ese hombre fracasarían, por lo menos sabrían las rutas para perseguir al asesino.
Dio un trago a su petaca, guardándola de nuevo.
Caminó por el tejado hasta que llegó al borde del edificio, saltando para llegar al aledaño. No fue un salto complejo, pero la altura podría haber sido intimidante. Para él, sin embargo, lo más intimidante era la figura enmascarada que, rígida como una estatua, lo esperaba.
- ¿Eres tú? -preguntó, llevándose la mano a la empuñadura de la espada.
Nunca se sabía.
- ¿Qué tal?
- Algo justo en la entrepierna. Pero servirá.
Le habían hecho el traje a medida, siguiendo todas sus especificaciones. Marvin era un buen amigo desde la instrucción, un sastre militar de extraordinario talento y, sobre todo, la única persona dispuesta a investigar un prototipo específicamente para él. Lo había llamado A.T.O.P.E. en honor a un grito que compartían en sus tiempos de cadete, y aunque no se había molestado en memorizar todas las siglas, se había tomado la molestia de poner muchos eufemismos banales en cada acrónimo. No era la clase de humor que disfrutase particularmente, pero el nombre que el artesano le había impuesto no era el que él debía darle. Para Blaze, era simplemente la Atope 1.0. Se había empeñado en hacerla completamente modular para poder manipular individualmente cada pieza en base al testeo de campo que ahora debía hacerle, y aunque Marvin había tenido que congregar a algún que otro colega para las peticiones más raras lo había hecho sin rechistar.
- ¿Hidrólisis segura? -preguntó. No era ni de lejos un experto, pero sabía lo bastante de química como para entender que generar agua era peligroso.
- Hemos descartado esa idea -explicó Sally, una chica casi tan alta como él de cabello verde-. Lo que hace es captar la humedad ambiental, como un deshumidificador. Es más lento, pero ni tienes que llevar una batería gigante encima ni tienes miedo a salir ardiendo.
- ¿Espolones?
- Solo en el codo. -Marvin se ajustó las gafas-. En la rodilla Chett tuvo otra idea.
- Taser. -Hizo aquel gesto de las manos que siempre usaba para reforzar una idea concreta.
No quiso preguntar más al respecto. Le habían preparado un manual de instrucciones perfectamente explicado con cada mínimo detalle acompañado de nutridas imágenes, esquemas, consejos de uso y leyendas. Incluso los cuchillos y la máscara antigás entraban en aquel completo libreto.
- Os habéis olvidado de añadir las gafas de visión nocturna a esto -señaló, agitando el manual.
- Se nos acabó la tinta. Pero estamos seguros de que aún no has olvidado cómo ponerte unas gafas, ¿o sí?
Trató de alcanzar todo lo que aquel traje llevaba. También desenfundó su espada, una hoja recta estilo ninjato de doble filo, sin guarda, e hizo un par de movimientos. Podía alcanzar los cuchillos, el mechero, la máscara antigás, las gafas, un pequeño den den mushi y en general cada pieza de equipo acoplada al traje.
- Y se supone que si toco estos botones de las muñecas a la vez...
Blaze subió las escaleras del teatro paso a paso en silencio. Camisa blanca con corbata azul eléctrico, americana gris rayada y pantalones a juego. Sus zapatos, de ante azul, se acompañaban de una larga gabardina negra sin bolsillos, con forro azul brillante en su interior. Era un sobretodo cómodo que no quiso quitarse cuando en el guardarropa le ofrecieron custodiarlo, si bien sí dejó la americana. Los mandos de la Lanza lo habían enviado a una misión conjunta con el Cipher Pol, una suerte de escolta y desarticulación de un posible atentado que afectaría a uno de los prohombres de la ciudad oscura, fieles partidarios del Gobierno Mundial. Tras su desempeño en Jaya los mandos habían quedado gratamente sorprendidos, en general, si bien habían tomado la decisión de usarlo como punta de lanza: Misiones en solitario, exploración y recogida de información. Casi siempre en solitario, siempre varios días antes. Sus funciones no finalizaban una vez agotado ese tiempo, claro, pero todos sabían que era donde más partido le iban a sacar. Él también lo sabía.
Dentro del edificio examinó cada detalle del lugar. Salidas, puntos ciegos, entradas, número de guardas de seguridad... Cualquier información podía ser útil. De hecho, recorriendo los pasillos se percató de que el guardarropa daba a una zona tras bambalinas, lo cual anotó en una libreta. Llevaba las últimas horas haciendo anotaciones en aquel cuaderno a medida que recababa información: Él no la necesitaba, claro, pero quizá su acompañante sí.
Escaló por las tramoyas, una vez más buscando salidas. Vio puntos de tiro extremadamente sencillos hacia el palco, tanto desde el foso como desde el gallinero, e incluso desde las propias pasarelas. El edificio era un templo al arte, pero estaba muy mal organizado en lo que a seguridad se refería. Cuando salió por la ventana al aire fresco casi agradeció haber tomado una visual rápida. Cuando fracasasen, y si alguien quería de verdad matar a ese hombre fracasarían, por lo menos sabrían las rutas para perseguir al asesino.
Dio un trago a su petaca, guardándola de nuevo.
Caminó por el tejado hasta que llegó al borde del edificio, saltando para llegar al aledaño. No fue un salto complejo, pero la altura podría haber sido intimidante. Para él, sin embargo, lo más intimidante era la figura enmascarada que, rígida como una estatua, lo esperaba.
- ¿Eres tú? -preguntó, llevándose la mano a la empuñadura de la espada.
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No pasé mucho tiempo esperando hasta que apareció alguien. Desde luego si no era la persona que estaba esperando, o era alguien problemático o se había perdido, alguien con una ropa como esa no parecía encajar mucho en lo alto de un edificio, aunque fuera uno de una zona rica de Dark Dome, no tenía pinta de ser personal de mantenimiento. Y definitivamente con la gabardina parecía alguien con poco que decir y mucho que ocultar, seguramente del CP o la Legión, y eso era precisamente lo que me aliviaba... o preocupaba.
Pero lo preocupante fue cuando me miró e hizo una simple pregunta, ¿Si era yo? o no se acordaba de la frase y la contraseña, o no era la persona que estaba esperando... y si no era así podía estar delante de uno de los culpables. El ambiente se volvió más tenso cuando llevó la mano a su espada, fue entonces cuando lo miré fijamente a los ojos, intentando leer su mirada. Estaba alerta, pero no alterado, significaba que esperaba encontrar alguien ahí, pero preparado por si no era la persona indicada. No notaba hostilidad, más bien una sensación de expectación, puede que no fuera una amenaza, pero tenía que cerciorarme. De momento no llevaría la mano al arma, no quería que la situación escalase tan temprano sin asegurarme de quién era, pero me mostraría en guardia para evitar un golpe por sorpresa. Tenía que mantener la cabeza fría y no tardar en contestar para no ponerlo en alerta.
- Depende... - Di un paso al frente, encarándolo con cierta confianza, si cortar el contacto visual en ningún momento. - Veo que lleva zapatos Gerome, el mejor zapatero de la cuarta avenida.
Era la frase que debía dar, una que encajaba con una conversación casual entre dos asistentes, la clave estaba en que no existía tal comercio en la cuarta avenida, si contestaba algo que fuera diferente a la respuesta que me habían dado trataría de dejarlo fuera de combate e interrogarlo en un lugar seguro. De contestar correctamente podría darme el lujo de bajar la guardia si me explicaba la razón por la cual no había dicho la frase nada más llegar. No podíamos perder mucho tiempo este lugar era una maldita mina de puntos ciegos para la seguridad, así que cuando antes pudiéramos ponernos manos a la obra mejor.
Pero lo preocupante fue cuando me miró e hizo una simple pregunta, ¿Si era yo? o no se acordaba de la frase y la contraseña, o no era la persona que estaba esperando... y si no era así podía estar delante de uno de los culpables. El ambiente se volvió más tenso cuando llevó la mano a su espada, fue entonces cuando lo miré fijamente a los ojos, intentando leer su mirada. Estaba alerta, pero no alterado, significaba que esperaba encontrar alguien ahí, pero preparado por si no era la persona indicada. No notaba hostilidad, más bien una sensación de expectación, puede que no fuera una amenaza, pero tenía que cerciorarme. De momento no llevaría la mano al arma, no quería que la situación escalase tan temprano sin asegurarme de quién era, pero me mostraría en guardia para evitar un golpe por sorpresa. Tenía que mantener la cabeza fría y no tardar en contestar para no ponerlo en alerta.
- Depende... - Di un paso al frente, encarándolo con cierta confianza, si cortar el contacto visual en ningún momento. - Veo que lleva zapatos Gerome, el mejor zapatero de la cuarta avenida.
Era la frase que debía dar, una que encajaba con una conversación casual entre dos asistentes, la clave estaba en que no existía tal comercio en la cuarta avenida, si contestaba algo que fuera diferente a la respuesta que me habían dado trataría de dejarlo fuera de combate e interrogarlo en un lugar seguro. De contestar correctamente podría darme el lujo de bajar la guardia si me explicaba la razón por la cual no había dicho la frase nada más llegar. No podíamos perder mucho tiempo este lugar era una maldita mina de puntos ciegos para la seguridad, así que cuando antes pudiéramos ponernos manos a la obra mejor.
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Era poco probable que alguien llegase hasta ahí sin saber qué estaba buscando. Él no habría dado el salto de no haberse elegido aquel edificio como punto de reunión, y quizá ni siquiera hubiese subido a los tejados en primera instancia. Tal vez sí, una vez descubierta la ruta de escape, pero era muy probable que solo hubiese dado aviso para vigilar las ventanas con acceso a la pasarela. El uso de una clave parecía más una forma de que los agentes mediocres se quedasen tranquilos que una forma operativa de trabajar. Si alguien tenía los bastantes contactos e información como para encontrarse con una persona en los tejados junto a un teatro vigilado por esfuerzos conjuntos de la Legión y el Cipher Pol... Seguramente supiese que no eran zapatos, sino mocasines.
Aun así, suspiró aliviado. Ningún infiltrado sería lo bastante estúpido como para aparecer disfrazado de calavera, mucho menos si no formaba parte de un comunicado que lo informase. Demasiado destacable, burdo incluso. No tendría sentido hacerlo. O quizá, precisamente por eso, sí lo tenía. ¿Tendría la respuesta adecuada? Podría decirle una falsa, claro, pero cualquier agente le seguiría la corriente hasta poder darle una puñalada por la espalda. Sin embargo, de decir la correcta no tendría forma de saber si o era hasta que el ataque llegara. Y la máscara de ojos rojos hacía mucho más complicado detectar cualquier emoción en él.
- En realidad son mocasines Janine, de la séptima -contestó al fin, con desconfianza-. Los más cómodos de la ciudad.
Aquel santo y seña estaba pensado para tener una conversación en plena calle, no en lo alto de un tejado. Además tras descubrir en Jaya que tanto Legión como Cipher Pol tenían infiltrados en puestos de responsabilidad no se fiaba de ninguna comunicación en clave que no hubiese ideado él mismo y se transmitiese únicamente por vía oral a través de canales estrictamente controlados.
- Espero que tengas una máscara para interiores -dijo tras unos segundos-. El fantasma de la ópera no toca hoy.
Soltó su arma muy despacio y le dio la espalda. Confiaba en poder hacerse cargo del supuesto agente en caso de que se revelase su verdadera naturaleza; también contaba con que un arma de semejante calibre no sería fácil de manejar a bocajarro. No pudo evitar pensar con ironía que estaba ante todo lo opuesto a un agente discreto; quizá funcionaría mejor como soldado, aunque había escuchado demasiadas veces a agentes veteranos que para los neutralizadores "el sigilo es opcional". No tenía claro que alguien así fuese el idóneo para una misión de escolta, mucho menos en medio de un teatro y con posibles daños colaterales catastróficos.
Daba igual. Las órdenes eran las órdenes.
- Soldado Blaze Aswen -saludó cuadrándose delante del agente con el puño frente al corazón. La presentación era importante, al fin y al cabo.
Aun así, suspiró aliviado. Ningún infiltrado sería lo bastante estúpido como para aparecer disfrazado de calavera, mucho menos si no formaba parte de un comunicado que lo informase. Demasiado destacable, burdo incluso. No tendría sentido hacerlo. O quizá, precisamente por eso, sí lo tenía. ¿Tendría la respuesta adecuada? Podría decirle una falsa, claro, pero cualquier agente le seguiría la corriente hasta poder darle una puñalada por la espalda. Sin embargo, de decir la correcta no tendría forma de saber si o era hasta que el ataque llegara. Y la máscara de ojos rojos hacía mucho más complicado detectar cualquier emoción en él.
- En realidad son mocasines Janine, de la séptima -contestó al fin, con desconfianza-. Los más cómodos de la ciudad.
Aquel santo y seña estaba pensado para tener una conversación en plena calle, no en lo alto de un tejado. Además tras descubrir en Jaya que tanto Legión como Cipher Pol tenían infiltrados en puestos de responsabilidad no se fiaba de ninguna comunicación en clave que no hubiese ideado él mismo y se transmitiese únicamente por vía oral a través de canales estrictamente controlados.
- Espero que tengas una máscara para interiores -dijo tras unos segundos-. El fantasma de la ópera no toca hoy.
Soltó su arma muy despacio y le dio la espalda. Confiaba en poder hacerse cargo del supuesto agente en caso de que se revelase su verdadera naturaleza; también contaba con que un arma de semejante calibre no sería fácil de manejar a bocajarro. No pudo evitar pensar con ironía que estaba ante todo lo opuesto a un agente discreto; quizá funcionaría mejor como soldado, aunque había escuchado demasiadas veces a agentes veteranos que para los neutralizadores "el sigilo es opcional". No tenía claro que alguien así fuese el idóneo para una misión de escolta, mucho menos en medio de un teatro y con posibles daños colaterales catastróficos.
Daba igual. Las órdenes eran las órdenes.
- Soldado Blaze Aswen -saludó cuadrándose delante del agente con el puño frente al corazón. La presentación era importante, al fin y al cabo.
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Respiré algo aliviada, por lo menos había seguido con una respuesta aceptable, para luego presentarse como el soldado Blaze Aswen. No notaba que mintiese, aunque no bajaba la guardia. Era precavido, lo notaba alerta a pesar de que me hubiera dado la espalda, intentando mostrar una apertura de forma intencionada para comprobar si de verdad era de fiar. Osado, pero no incorrecto si se hacía bien. Ese comportamiento me hacía confiar, la desconfianza encajaba con un soldado que habían enviado a una misión por el estilo.
- Por supuesto que he venido preparado para una situación como esta. - Me di la vuelta asegurándome de que nadie me viera directamente, cambiando la máscara con un rápido movimiento a una mucho más plana y simple. De un blanco puro como la porcelana con una filigrana en azul recorriendo una de las mejillas hasta llegar a un ojo, sin más rasgos a parte de dos agujeros para los ojos con las lentes rojas.
Me quité el sombrero, revelando el pelo recogido en una coleta, y guardé la gabardina, debajo de la cual llevaba una chaqueta negra y una corbata a juego con una camisa color rojo burdeos. Procuré mantener la respiración y controlar cada uno de los músculos de mi cuerpo según lo que me enseñaron para disimular, incluso con el traje, mi figura, aparentando un perfil masculino. Tras eso guardé todo en el maletín que había traído y me puse al lado de Blaze.
- Agente RAL. - Dije de forma seca, en nuestro caso no eran necesarios unos protocolos tan militares, a no ser que nos encontrásemos ante alguien de rango muy superior, incluso en ese caso el secretismo primaba sobre la etiqueta. - Asumo que ya se habrá familiarizado con el perímetro. - O por lo menos eso esperaba si nos habíamos encontrado en un lugar como este. - Bien, el plan es asistir al convite como dos invitados más y vigilar discretamente si hay algo o alguien sospechoso es muy probable que esté entre los invitados. En caso de ser necesario podemos usar nuestra identificación para intentar conseguir respuestas de alguien, pero eso debería ser uno de nuestros últimos recursos. Seguramente el que esté detrás de esto se fije más en mí, así que tendrás más vía libre para investigar. - Me preparé para volver al interior, asegurándome que, por lo menos la pistola estaba bien oculta bajo la chaqueta. - ¿Alguna pregunta?
- Por supuesto que he venido preparado para una situación como esta. - Me di la vuelta asegurándome de que nadie me viera directamente, cambiando la máscara con un rápido movimiento a una mucho más plana y simple. De un blanco puro como la porcelana con una filigrana en azul recorriendo una de las mejillas hasta llegar a un ojo, sin más rasgos a parte de dos agujeros para los ojos con las lentes rojas.
Me quité el sombrero, revelando el pelo recogido en una coleta, y guardé la gabardina, debajo de la cual llevaba una chaqueta negra y una corbata a juego con una camisa color rojo burdeos. Procuré mantener la respiración y controlar cada uno de los músculos de mi cuerpo según lo que me enseñaron para disimular, incluso con el traje, mi figura, aparentando un perfil masculino. Tras eso guardé todo en el maletín que había traído y me puse al lado de Blaze.
- Agente RAL. - Dije de forma seca, en nuestro caso no eran necesarios unos protocolos tan militares, a no ser que nos encontrásemos ante alguien de rango muy superior, incluso en ese caso el secretismo primaba sobre la etiqueta. - Asumo que ya se habrá familiarizado con el perímetro. - O por lo menos eso esperaba si nos habíamos encontrado en un lugar como este. - Bien, el plan es asistir al convite como dos invitados más y vigilar discretamente si hay algo o alguien sospechoso es muy probable que esté entre los invitados. En caso de ser necesario podemos usar nuestra identificación para intentar conseguir respuestas de alguien, pero eso debería ser uno de nuestros últimos recursos. Seguramente el que esté detrás de esto se fije más en mí, así que tendrás más vía libre para investigar. - Me preparé para volver al interior, asegurándome que, por lo menos la pistola estaba bien oculta bajo la chaqueta. - ¿Alguna pregunta?
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En efecto, el agente tenía una máscara para interiores. Habría esperado que lo negase u optase por quitársela, pero que realmente tuviese una era, cuanto menos, particular. Había trabajado con otros agentes antes, y si bien en cierta medida todos compartían una saludable desconfianza general y cierto celo por su vida particular nunca había visto uno lo bastante cauteloso como para dejar su propia identidad atrás. Estaba convencido de que la Agencia conocía la verdad tras ella, claro, pero que no hubiesen dado una descripción ni nombre de su compañero ni tampoco compartido detalle alguno sobre la máscara que podría llevar eran detalles que lo obligaban a trabajar con alguien que, en realidad, no sabía si era su contacto.
- Con suerte no serás lo más raro ahí dentro -contestó, encogiéndose de hombros.
Dark Dome era una ciudad única en muchos aspectos. Inmersa en una noche perpetua, la ciudad que no dormía contaba con una densidad extraordinariamente elevada de teatros y centros de ocio de toda clase y variedad. También acogía cada año la convención Furry más grande del mundo, era el centro mundial de los implantes robóticos innecesarios y de la cirugía plástica dantesca. Su padre, que había vivido en esa isla durante algún tiempo, había tenido tiempo de advertirle al respecto. No obstante, en esa noche particular asistirían dignatarios no solo de la isla sino de los alrededores, por lo que lo llamativo de RAL, por cómo se había presentado, podía seguir jugando en su contra. Por eso, quizá y solo quizá, su plan tuviese cierta lógica.
Desde su perspectiva, al menos.
- Negativo -dijo finalmente en tono neutro-. Sin embargo, dos apuntes: El primero, mis órdenes son ejercer como escolta de Lord Pyre. El segundo, que esta isla está fuera de nuestra jurisdicción. Usar nuestra identidad compromete no solo la seguridad de Lord Pyre y la posible captura del sujeto, también deja en una posición delicada al Gobierno Mundial. En otras palabras, estamos solos.
No pudo evitar darse cuenta de que RAL era un poco enclenque. Debía de medir alrededor de metros setenta, centímetro arriba centímetro abajo, y a pesar de que para ser un agente debía estar preparado... Lo veía menudo. Evitó elucubrar, pero la puñeta de la camisa daba mucha información que no pretendía ignorar. Podía estar fácilmente ante uno de los niños agentes que el Cipher Pol llegaba a instruir desde muy temprana edad, ante una mujer... O un robot. Que tuviese pelo no descartaba ninguna de las tres, en realidad.
- Me he tomado la libertad de sacarte una entrada -dijo en su lugar, tendiéndosela-. Desde el gallinero podrás vigilar tanto el patio como los palcos, y el foso. El mayor peligro se concentrará ahí; dudo que durante el convite previo alguien se atreva a tomar riesgos. -Miró su reloj y sacó los guantes del bolsillo del pantalón-. Eso nos deja con hora y media para descubrir algo útil. Por ahora... Debo volver, o alguien podría echarme en falta.
Esperó unos segundos por si decía algo más. Luego, saltó de nuevo el abismo. Dudaba que se fuese a hacer demasiado daño en la caída, pero igualmente siempre le incomodaba pensar en ello. Una vez al otro lado bebió de nuevo un par de tragos, preparándose para socializar. Dado que Lord Pyre tampoco sabía quién debía ser su guardaespaldas debía tratar de mantenerlo en secreto cuanto tiempo pudiese, ya que era la forma óptima de evitar que el asesino se percatase y diese marcha atrás con su plan. Así pues, tenía que asegurarse de fascinarlo hasta conseguir una invitación a su palco.
Dio un trago más.
- Con suerte no serás lo más raro ahí dentro -contestó, encogiéndose de hombros.
Dark Dome era una ciudad única en muchos aspectos. Inmersa en una noche perpetua, la ciudad que no dormía contaba con una densidad extraordinariamente elevada de teatros y centros de ocio de toda clase y variedad. También acogía cada año la convención Furry más grande del mundo, era el centro mundial de los implantes robóticos innecesarios y de la cirugía plástica dantesca. Su padre, que había vivido en esa isla durante algún tiempo, había tenido tiempo de advertirle al respecto. No obstante, en esa noche particular asistirían dignatarios no solo de la isla sino de los alrededores, por lo que lo llamativo de RAL, por cómo se había presentado, podía seguir jugando en su contra. Por eso, quizá y solo quizá, su plan tuviese cierta lógica.
Desde su perspectiva, al menos.
- Negativo -dijo finalmente en tono neutro-. Sin embargo, dos apuntes: El primero, mis órdenes son ejercer como escolta de Lord Pyre. El segundo, que esta isla está fuera de nuestra jurisdicción. Usar nuestra identidad compromete no solo la seguridad de Lord Pyre y la posible captura del sujeto, también deja en una posición delicada al Gobierno Mundial. En otras palabras, estamos solos.
No pudo evitar darse cuenta de que RAL era un poco enclenque. Debía de medir alrededor de metros setenta, centímetro arriba centímetro abajo, y a pesar de que para ser un agente debía estar preparado... Lo veía menudo. Evitó elucubrar, pero la puñeta de la camisa daba mucha información que no pretendía ignorar. Podía estar fácilmente ante uno de los niños agentes que el Cipher Pol llegaba a instruir desde muy temprana edad, ante una mujer... O un robot. Que tuviese pelo no descartaba ninguna de las tres, en realidad.
- Me he tomado la libertad de sacarte una entrada -dijo en su lugar, tendiéndosela-. Desde el gallinero podrás vigilar tanto el patio como los palcos, y el foso. El mayor peligro se concentrará ahí; dudo que durante el convite previo alguien se atreva a tomar riesgos. -Miró su reloj y sacó los guantes del bolsillo del pantalón-. Eso nos deja con hora y media para descubrir algo útil. Por ahora... Debo volver, o alguien podría echarme en falta.
Esperó unos segundos por si decía algo más. Luego, saltó de nuevo el abismo. Dudaba que se fuese a hacer demasiado daño en la caída, pero igualmente siempre le incomodaba pensar en ello. Una vez al otro lado bebió de nuevo un par de tragos, preparándose para socializar. Dado que Lord Pyre tampoco sabía quién debía ser su guardaespaldas debía tratar de mantenerlo en secreto cuanto tiempo pudiese, ya que era la forma óptima de evitar que el asesino se percatase y diese marcha atrás con su plan. Así pues, tenía que asegurarse de fascinarlo hasta conseguir una invitación a su palco.
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Por lo menos esta vez parecía que me habían emparejado con alguien con cabeza. Se sabía los protocolos, los malditos protocolos ¿De verdad era tanto pedir a alguien? Omega era un buen agente, pero tenía sus manías, Joseph estaba demasiado verde, Matt era un autómata altamente inestable y peligroso. Casi parecía que yo era la persona con más posibilidades de cagarla. Me había acostumbrado demasiado a estar rodeada de raritos, lo ideal sería que fueran la excepción y no la norma, pero parecía que a mi alrededor ese no era el caso.
Tomé la entrada, era un buen sitio desde el que vigilar, pero sólo podía recurrir a él si no encontrábamos nada antes de que empezara el evento principal. Si había alguien atento ese lugar sería el primero que miraría en busca de vigilantes. De todas formas me la guardé asintiendo en silencio. El legionario se precipitó tras despedirse, miré cómo aterrizaba, era alguien entrenado, lo que me tranquilizaba, todavía recordaba el cuerpo escombro de Joseph. No podía quedarme quieto mucho tiempo, esperé el tiempo suficiente como para que no nos viesen entrar juntos y bajé con ayuda de los cables de la espalda, no muy rápido para no hacer demasiado ruido. Era la hora de la peor parte, entrar en una sala con un montón de extraños socializando.
Como esperaba, era una completa extraña en ese sitio. Caminé por las mesas, estudiando los diferentes aperitivos como alguien que no se decide por cual probar primero. Vigilando a los asistentes de reojo e intentando encontrar algún comportamiento extraño entre ellos. Al final me decidí por uno de ellos, simplemente para no destacar demasiado, pero me faltaba algo que todo el mundo tenía en la mano. Pero no encontraba por ningún sitio.
- Disculpe... - Una voz a mi espalda me sacó de mis pensamientos. Sin mostrar me di la vuelta para ver a un joven a alto camarero de pelo castaño bien peinado y unas gafas de montura fina. - ¿Desea el señor una copa? - Preguntó ofreciendo la bandeja para que cogiera una. No me gustaba nada beber durante horas de trabajo... pero una no haría daño, siempre podía hacer como que sorbía, no, la gente se terminaría dando cuenta y quedaría mal, esperaba que no fuera muy fuerte.
Tomé la entrada, era un buen sitio desde el que vigilar, pero sólo podía recurrir a él si no encontrábamos nada antes de que empezara el evento principal. Si había alguien atento ese lugar sería el primero que miraría en busca de vigilantes. De todas formas me la guardé asintiendo en silencio. El legionario se precipitó tras despedirse, miré cómo aterrizaba, era alguien entrenado, lo que me tranquilizaba, todavía recordaba el cuerpo escombro de Joseph. No podía quedarme quieto mucho tiempo, esperé el tiempo suficiente como para que no nos viesen entrar juntos y bajé con ayuda de los cables de la espalda, no muy rápido para no hacer demasiado ruido. Era la hora de la peor parte, entrar en una sala con un montón de extraños socializando.
Como esperaba, era una completa extraña en ese sitio. Caminé por las mesas, estudiando los diferentes aperitivos como alguien que no se decide por cual probar primero. Vigilando a los asistentes de reojo e intentando encontrar algún comportamiento extraño entre ellos. Al final me decidí por uno de ellos, simplemente para no destacar demasiado, pero me faltaba algo que todo el mundo tenía en la mano. Pero no encontraba por ningún sitio.
- Disculpe... - Una voz a mi espalda me sacó de mis pensamientos. Sin mostrar me di la vuelta para ver a un joven a alto camarero de pelo castaño bien peinado y unas gafas de montura fina. - ¿Desea el señor una copa? - Preguntó ofreciendo la bandeja para que cogiera una. No me gustaba nada beber durante horas de trabajo... pero una no haría daño, siempre podía hacer como que sorbía, no, la gente se terminaría dando cuenta y quedaría mal, esperaba que no fuera muy fuerte.
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Opulento. Esa era la única palabra que podía reflejar con cierta precisión el carácter del lugar. Desde la decoración hasta el servicio, pasando por las copas y botellas que paseaban de un lado a otro sin cesar. Se dio cuenta de que en aquella situación impolutamente elegante pero cubierto por un abrigo largo de exterior iba a llamar particularmente la atención, así que se dirigió de nuevo al guardarropa y cambió su americana por el abrigo. Esperaba no tener que arrepentirse más tarde, pero una vez hubiese subido junto a Pyre podría recogerla sin preocupaciones.
El convite comenzó poco después de lo previsto, apenas con treinta segundos de retraso y al compás de una suave música de fiesta que llegaba desde una pequeña orquesta al final de la sala y en cada puerta había, tanto por dentro como por fuera, dos agentes de seguridad que estaba seguro de haber visto en alguna que otra rueda de reconocimiento. Se encogió de hombros; Dark Dome era una de las pocas ciudades abiertamente controlada por los sindicatos del crimen, y si bien no le gustaba demasiado aquello era un hecho que habían sabido mantener el orden -más o menos-. Nadie quería problemas en su casa, en realidad, por lo que si bien la brutalidad y la violencia eran propias de la "policía" local la tolerancia con el crimen dentro de la ciudad no parecía apenas existir. También había una razón para apostar matones de chaqué en las puertas, y era la demostración de poder implícita en el acto: Le decían al Gobierno Mundial que podían defenderse solos, pero también mostraban cierta unidad y confianza tras la caída de la torre Ruus. El viejo Lobo había desaparecido décadas atrás, pero no pocas voces apuntaban a que ocupaba un trono mucho más alto que José Manuel Jalisco, patriarca de la familia Jalisco y Emperador del Bajo Mundo.
- Disculpe, señor -escuchó a su espalda-. ¿Podemos ofrecerle una copa?
Se dio la vuelta. Una de las camareras estaba delante de él con sonrisa encantadora y una postura casi perfecta. Con cierta suspicacia comprobó con la mirada que algún camarero más tuviese la misma predisposición y luego le devolvió la sonrisa, aceptando la copa con una inclinación de cabeza.
- Gracias -contestó parcamente, pero en tono afectuoso.
Optó por no beber. Tras el accidente de Maxwell en Jaya se había vuelto bastante más escrupuloso con lo que aceptaba, pero sobre todo con lo que bebía. Varias veces se había descubierto en la barra de un bar comprobando qué botella no había sido abierta aún para pedir justamente esa bebida, y cuando estaba de misión llegaba a rozar la paranoia. Aun así se deshizo disimuladamente de parte del alcohol antes de integrarse con el resto de los asistentes. Nadie se extrañaría -asumió- de que no bebiese si su copa estaba ya medio vacía. También sería más sencillo simular un sorbo durante un brindis, de resultar necesario.
No fue difícil dar con Lord Pyre, aunque acercarse a él sí fue complejo. No parecía especialmente alterado por el potencial atentado que se produciría contra su vida, pero sí muy ocupado intentando manosear a cualquier mujer que se le acercaba. Algunas casi se dejaban, otras lo rechazaban y la misma camarera que lo había atendido a él había tirado un par de copas de su bandeja al tratar de alejarse, asustada.
- ¡Pero serás zopenca! -gritó el heredero, rodeado de un séquito de jóvenes ricos con tanta pinta de imbéciles como él-. Ese champán vale más que un año de tu sueldo. ¡Recógelo con la lengua!
- Creo que eso no será necesario -interrumpió Blaze-. El equipo de limpieza no tardará en llegar, y tú... -Miró a la joven con fingido desprecio-. No quiero que sigas importunándonos con tu presencia. Si vuelvo a verte estás despedida.
La chica pareció entender el mensaje, porque asintió y se retiró lo más rápido que pudo.
- Me estaba divirtiendo, imbécil -espetó-. ¿Quién coño te crees?
- Soy Lord Henry Staple, hijo pequeño de Lord Demos Staple. -Había estudiado a esa familia. Casi nadie conocía al benjamín de los Staple, y Demos no asistía nunca a las fiestas. Además, el Teatro Moonlight de Dark Dome... Era suyo-. Os ruego me disculpéis, mi padre me encargó organizar esta modesta velada y no he podido encontrar mejor servicio con tan poco tiempo.
Tardó un momento en percibirse, pero de alguna manera pudo ver que la mentira había calado.
- ¿Puedo invitaros a una copa para compensar? -preguntó-. A algo de verdad, y no este espumoso barato.
Pyre bufó una risotada.
- Está bien.
El convite comenzó poco después de lo previsto, apenas con treinta segundos de retraso y al compás de una suave música de fiesta que llegaba desde una pequeña orquesta al final de la sala y en cada puerta había, tanto por dentro como por fuera, dos agentes de seguridad que estaba seguro de haber visto en alguna que otra rueda de reconocimiento. Se encogió de hombros; Dark Dome era una de las pocas ciudades abiertamente controlada por los sindicatos del crimen, y si bien no le gustaba demasiado aquello era un hecho que habían sabido mantener el orden -más o menos-. Nadie quería problemas en su casa, en realidad, por lo que si bien la brutalidad y la violencia eran propias de la "policía" local la tolerancia con el crimen dentro de la ciudad no parecía apenas existir. También había una razón para apostar matones de chaqué en las puertas, y era la demostración de poder implícita en el acto: Le decían al Gobierno Mundial que podían defenderse solos, pero también mostraban cierta unidad y confianza tras la caída de la torre Ruus. El viejo Lobo había desaparecido décadas atrás, pero no pocas voces apuntaban a que ocupaba un trono mucho más alto que José Manuel Jalisco, patriarca de la familia Jalisco y Emperador del Bajo Mundo.
- Disculpe, señor -escuchó a su espalda-. ¿Podemos ofrecerle una copa?
Se dio la vuelta. Una de las camareras estaba delante de él con sonrisa encantadora y una postura casi perfecta. Con cierta suspicacia comprobó con la mirada que algún camarero más tuviese la misma predisposición y luego le devolvió la sonrisa, aceptando la copa con una inclinación de cabeza.
- Gracias -contestó parcamente, pero en tono afectuoso.
Optó por no beber. Tras el accidente de Maxwell en Jaya se había vuelto bastante más escrupuloso con lo que aceptaba, pero sobre todo con lo que bebía. Varias veces se había descubierto en la barra de un bar comprobando qué botella no había sido abierta aún para pedir justamente esa bebida, y cuando estaba de misión llegaba a rozar la paranoia. Aun así se deshizo disimuladamente de parte del alcohol antes de integrarse con el resto de los asistentes. Nadie se extrañaría -asumió- de que no bebiese si su copa estaba ya medio vacía. También sería más sencillo simular un sorbo durante un brindis, de resultar necesario.
No fue difícil dar con Lord Pyre, aunque acercarse a él sí fue complejo. No parecía especialmente alterado por el potencial atentado que se produciría contra su vida, pero sí muy ocupado intentando manosear a cualquier mujer que se le acercaba. Algunas casi se dejaban, otras lo rechazaban y la misma camarera que lo había atendido a él había tirado un par de copas de su bandeja al tratar de alejarse, asustada.
- ¡Pero serás zopenca! -gritó el heredero, rodeado de un séquito de jóvenes ricos con tanta pinta de imbéciles como él-. Ese champán vale más que un año de tu sueldo. ¡Recógelo con la lengua!
- Creo que eso no será necesario -interrumpió Blaze-. El equipo de limpieza no tardará en llegar, y tú... -Miró a la joven con fingido desprecio-. No quiero que sigas importunándonos con tu presencia. Si vuelvo a verte estás despedida.
La chica pareció entender el mensaje, porque asintió y se retiró lo más rápido que pudo.
- Me estaba divirtiendo, imbécil -espetó-. ¿Quién coño te crees?
- Soy Lord Henry Staple, hijo pequeño de Lord Demos Staple. -Había estudiado a esa familia. Casi nadie conocía al benjamín de los Staple, y Demos no asistía nunca a las fiestas. Además, el Teatro Moonlight de Dark Dome... Era suyo-. Os ruego me disculpéis, mi padre me encargó organizar esta modesta velada y no he podido encontrar mejor servicio con tan poco tiempo.
Tardó un momento en percibirse, pero de alguna manera pudo ver que la mentira había calado.
- ¿Puedo invitaros a una copa para compensar? -preguntó-. A algo de verdad, y no este espumoso barato.
Pyre bufó una risotada.
- Está bien.
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Blaze parecía desenvolverse bien en esta clase de entorno, haciendo gala de modales refinados que no era que no destacasen, sino que resaltaban bien entre los asistentes. No tardó mucho en hacerse con la confianza de Pyre y su círculo cercano, viendo cómo los apartaba a otro lugar podrá estar algo más tranquila si podía tratarse de un sitio más seguro. Aunque bueno, sólo lo conocía desde hacía unos minutos, no podía confiar plenamente en él, pero estar más atenta a mis propios compañeros que a la misión podría terminar siendo una negligencia fatal.
Estar solo era una rareza en esa fiesta, pero no algo aislado, tampoco noté que mis pintas destacasen demasiado. Muchos de los asistentes habían optado por destacar con un modelo más ostentoso y estrafalario, o simplemente trayendo una compañía que más se acercaba a un trofeo que otra cosa.
Con la copa en la mano opté por revisar algunas de las obras de arte expuestas por la sala. Comencé con una de las grandes obras expuestas, un lienzo de dos metros de altura y cuatro de ancho colgado en una de las paredes. Sostuve la copa delante de mí, tratando revisar al objetivo de vez en cuando a través del reflejo en esta. Quizás, y si todo salía bien, parecería que estaba disfrutando de un buen espumoso mientras contemplaba en silencio una magnífica obra de arte.
- Una obra magnífica verdad. - Dijo una voz a mi derecha, un hombre vestido con un simple pero impecable traje, rematado con una pajarita. Sabía vestirlo y eso se notaba, tenía la postura y la figura a pesar de una edad que rondaría los cincuenta o sesenta años. Su semblante era sereno, pero con una mirada severa como la de un veterano, por la parte izquierda del cuello subía una cicatriz hasta su mejilla que no se molestaba en ocultar. - "Merienda a orillas del Lago Byka" Es una de las mejores obras del maestro Woodhaus en su época dorada hace ya más de dos siglos. Un hermoso cuadro de una merienda en familia a orillas de un lago del West Blue, fíjese en los exquisitos contrastes entre los tonos cálidos de la madera y del agua, el real tono de la piel ruborizada del padre, los detalles en las ropas de la familia que han sabido transmitir el peso de la pose de cada uno, desde el sobrino señalando la belleza de los pájaros, hasta la madre sirviendo otra copa de vino. - Sinceramente yo no sabía nada de arte pero...
- Yo veo otra escena. - Dije casi sin darme cuenta, levantando la copa, mirando el reflejo y dando un rápido sorbo. - La madre está llenando una copa de vino casi llena, el sobrino está señalando un pájaro para que el padre no se fije, hay otra jarra justo a su lado, ese hombre joven, quien presumo que es el hijo, viene del embarcadero, donde ha dejado preparado un lastre y una soga, por último la madre no está mirando a su marido, sino a quien parece el hermano de este. Lo están envenenando y planean tirar el cuerpo al lago atando una soga a sus pies junto con un lastre para ocultar el cuerpo en el fondo. - Di otro sorbo y le miré a la cara. - Esta es la historia de una traición.
El hombre me miró sorprendido, por un momento pensé que había hablado de más, un descuido que podría haberme salido demasiado caro. Pero su mirada cambió, como si hubiera escuchado algo que le agradaba, como si hubiera encontrado algo que le pudiese entretener.
- Oh. Veo que sabe de lo que habla. Muchos no saben captar los sutiles mensajes que algunos artistas introducen en sus obras. - Miró de reojo a Pyre y a sus acompañantes y suspiró. - Mi nombre es Mortimer Greyhound y usted es... No, espere, si ha venido así supongo que querrá mantener cierto anonimato, comprensible. - Me saludó con un firme apretón de manos. - Si no le importa acompañarme, falta tiempo para que empiece la obra, y me estaba aburriendo.
Estar solo era una rareza en esa fiesta, pero no algo aislado, tampoco noté que mis pintas destacasen demasiado. Muchos de los asistentes habían optado por destacar con un modelo más ostentoso y estrafalario, o simplemente trayendo una compañía que más se acercaba a un trofeo que otra cosa.
Con la copa en la mano opté por revisar algunas de las obras de arte expuestas por la sala. Comencé con una de las grandes obras expuestas, un lienzo de dos metros de altura y cuatro de ancho colgado en una de las paredes. Sostuve la copa delante de mí, tratando revisar al objetivo de vez en cuando a través del reflejo en esta. Quizás, y si todo salía bien, parecería que estaba disfrutando de un buen espumoso mientras contemplaba en silencio una magnífica obra de arte.
- Una obra magnífica verdad. - Dijo una voz a mi derecha, un hombre vestido con un simple pero impecable traje, rematado con una pajarita. Sabía vestirlo y eso se notaba, tenía la postura y la figura a pesar de una edad que rondaría los cincuenta o sesenta años. Su semblante era sereno, pero con una mirada severa como la de un veterano, por la parte izquierda del cuello subía una cicatriz hasta su mejilla que no se molestaba en ocultar. - "Merienda a orillas del Lago Byka" Es una de las mejores obras del maestro Woodhaus en su época dorada hace ya más de dos siglos. Un hermoso cuadro de una merienda en familia a orillas de un lago del West Blue, fíjese en los exquisitos contrastes entre los tonos cálidos de la madera y del agua, el real tono de la piel ruborizada del padre, los detalles en las ropas de la familia que han sabido transmitir el peso de la pose de cada uno, desde el sobrino señalando la belleza de los pájaros, hasta la madre sirviendo otra copa de vino. - Sinceramente yo no sabía nada de arte pero...
- Yo veo otra escena. - Dije casi sin darme cuenta, levantando la copa, mirando el reflejo y dando un rápido sorbo. - La madre está llenando una copa de vino casi llena, el sobrino está señalando un pájaro para que el padre no se fije, hay otra jarra justo a su lado, ese hombre joven, quien presumo que es el hijo, viene del embarcadero, donde ha dejado preparado un lastre y una soga, por último la madre no está mirando a su marido, sino a quien parece el hermano de este. Lo están envenenando y planean tirar el cuerpo al lago atando una soga a sus pies junto con un lastre para ocultar el cuerpo en el fondo. - Di otro sorbo y le miré a la cara. - Esta es la historia de una traición.
El hombre me miró sorprendido, por un momento pensé que había hablado de más, un descuido que podría haberme salido demasiado caro. Pero su mirada cambió, como si hubiera escuchado algo que le agradaba, como si hubiera encontrado algo que le pudiese entretener.
- Oh. Veo que sabe de lo que habla. Muchos no saben captar los sutiles mensajes que algunos artistas introducen en sus obras. - Miró de reojo a Pyre y a sus acompañantes y suspiró. - Mi nombre es Mortimer Greyhound y usted es... No, espere, si ha venido así supongo que querrá mantener cierto anonimato, comprensible. - Me saludó con un firme apretón de manos. - Si no le importa acompañarme, falta tiempo para que empiece la obra, y me estaba aburriendo.
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Pyre, "Lord Pyre" para los amigos, era una persona fascinante. En el mal sentido. Todas sus anécdotas eran irrespetuosas, carentes de sentido y en la mayoría de ellas terminaba abusando de su posición para conseguir salirse con la suya. Si no malinterpretaba sus palabras llevaba tres asesinatos a sus espaldas, dos de ellos feminicidios a antiguas amantes y un tercero al hijo de una de ellas. Parecía sentirse particularmente orgulloso de haber dejado vivir al padre del niño para que pudiese enviar un mensaje unívoco: No se tocan las cosas de Lord Theodore Pyre. Sin embargo había logrado un efecto completamente distinto, y Blaze estuvo casi convencido de haber dado con la clave: Theodore Pyre era un puto gilipollas que abusaba de su autoridad. De hecho era probable que de no estar de servicio le hubiera partido la cara hacía ya un rato.
- Lo comprendo -dijo, sin embargo-. En mi familia una vez tuvimos un problema similar, pues una mujer tuvo a bien quedarse embarazada. Mi padre creyó que el desliz de mi hermano por consentirlo era imperdonable y lo obligó a...
Susurró en su oído el resto de la frase. Estaba seguro de que habría horrorizado a mucha gente dentro del propio Gobierno Mundial, pero Pyre soltó una risita traviesa antes de asentir divertido. Al parecer eso le recordó a otra anécdota en la que habían hecho algo muy similar a una niña de no más de quince años. Le costó reprimir una expresión de asco, pero fue capaz de sonreír en su lugar y mantener la conversación viva un poco más.
- Pues ahora veréis. El whisky que vais a probar es una pieza única -explicó. Había tomado nota de cada botella en el bar, y una de ellas la había visto solo en un lugar distinto. Sabía su precio, su factura y, sobre todo, que solo se habían hecho cincuenta litros del destilado-. No hay más de setenta botellas en todo el mundo y la hemos estado reservando para uno ocasión especial.
- ¿Setenta? -otra risotada altiva-. Podría hacer setenta botellas de julepe en mi bañera, Lord Staple, y eso no lo haría un brebaje sin igual.
- En eso tenéis razón -repuso-. Afortunadamente este no lo ha hecho nadie en su bañera, sino que ha reposado en barrica de madera de adam. -Pudo notar la sorpresa en sus ojos; también el ansia-. Por favor, joven, dos vasos de Treasure Adam. Y deja la botella.
El camarero dudó.
- Lo siento, solo el dueño...
- ¡¿Sabes quién soy?! -bramó-. Soy Lord Henry Staple y yo he organizado todo esto. Ahora baja esa botella si no quieres acabar fregando los baños con la legua.
Si no se creyó la mentira no lo dijo. Pudo ver en su mirada el miedo, quizá porque los ojos dorados de Blaze estaban clavados en él o porque la sombra del maltrato que parecía moneda de cambio en aquel flotaba sobre su cabeza. Bajó la botella con cierto temor y sacó dos vasos fríos. También frotó un cubo de hielo por la superficie interior de ambos antes de bajar la botella. Cuando la descorchó sonó un ruido seco, y una vez el líquido comenzó a caer fue como una cascada de oro. De color denso, el chorro aterrizaba con suavidad en el vaso para ganar un color meloso. Su aroma también era extraordinario, sobre todo a frutas de hueso y cereza, con un lejano toque a clavo.
- Por la amistad -brindó alzando el vaso.
- Por la amistad -contestó Pyre, bebiendo antes que él. Tras unos instantes en los que pareció poner los ojos en blanco, por fin volvió a hablar-. Cielo santo, esto es único.
- Os lo dije, mylord. -Blaze bebió. Efectivamente, era lo mejor que había probado en su vida. Pero no lo dejó ver-. Aunque está empezando a añejarse. No creo que siga siendo digna de...
- ¡No, no! Déjala, está bien.
¿Acababa de tutearle? Acababa de tutearle.
- Lo comprendo -dijo, sin embargo-. En mi familia una vez tuvimos un problema similar, pues una mujer tuvo a bien quedarse embarazada. Mi padre creyó que el desliz de mi hermano por consentirlo era imperdonable y lo obligó a...
Susurró en su oído el resto de la frase. Estaba seguro de que habría horrorizado a mucha gente dentro del propio Gobierno Mundial, pero Pyre soltó una risita traviesa antes de asentir divertido. Al parecer eso le recordó a otra anécdota en la que habían hecho algo muy similar a una niña de no más de quince años. Le costó reprimir una expresión de asco, pero fue capaz de sonreír en su lugar y mantener la conversación viva un poco más.
- Pues ahora veréis. El whisky que vais a probar es una pieza única -explicó. Había tomado nota de cada botella en el bar, y una de ellas la había visto solo en un lugar distinto. Sabía su precio, su factura y, sobre todo, que solo se habían hecho cincuenta litros del destilado-. No hay más de setenta botellas en todo el mundo y la hemos estado reservando para uno ocasión especial.
- ¿Setenta? -otra risotada altiva-. Podría hacer setenta botellas de julepe en mi bañera, Lord Staple, y eso no lo haría un brebaje sin igual.
- En eso tenéis razón -repuso-. Afortunadamente este no lo ha hecho nadie en su bañera, sino que ha reposado en barrica de madera de adam. -Pudo notar la sorpresa en sus ojos; también el ansia-. Por favor, joven, dos vasos de Treasure Adam. Y deja la botella.
El camarero dudó.
- Lo siento, solo el dueño...
- ¡¿Sabes quién soy?! -bramó-. Soy Lord Henry Staple y yo he organizado todo esto. Ahora baja esa botella si no quieres acabar fregando los baños con la legua.
Si no se creyó la mentira no lo dijo. Pudo ver en su mirada el miedo, quizá porque los ojos dorados de Blaze estaban clavados en él o porque la sombra del maltrato que parecía moneda de cambio en aquel flotaba sobre su cabeza. Bajó la botella con cierto temor y sacó dos vasos fríos. También frotó un cubo de hielo por la superficie interior de ambos antes de bajar la botella. Cuando la descorchó sonó un ruido seco, y una vez el líquido comenzó a caer fue como una cascada de oro. De color denso, el chorro aterrizaba con suavidad en el vaso para ganar un color meloso. Su aroma también era extraordinario, sobre todo a frutas de hueso y cereza, con un lejano toque a clavo.
- Por la amistad -brindó alzando el vaso.
- Por la amistad -contestó Pyre, bebiendo antes que él. Tras unos instantes en los que pareció poner los ojos en blanco, por fin volvió a hablar-. Cielo santo, esto es único.
- Os lo dije, mylord. -Blaze bebió. Efectivamente, era lo mejor que había probado en su vida. Pero no lo dejó ver-. Aunque está empezando a añejarse. No creo que siga siendo digna de...
- ¡No, no! Déjala, está bien.
¿Acababa de tutearle? Acababa de tutearle.
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El escándalo montado estaba empezando a importunar a algunos de los asistentes, no lo mostraban abiertamente, pero las miradas de reojo y los expresiones de desaprobación y los cuchicheos en sus conversaciones lo decían todo. Estaba claro que era una panda de niñatos ricos que parasitaban la influencia de sus padres, pero no parecía que nadie en esta sala tuviera ganas de detenerlos. Apostaría a que, incluso si uno de ellos se emborrachase y empezase a destrozar el lugar nadie se molestaría en pararlo. Una de las voces del grupo pareció interrumpir por enésima vez la explicación de Mortimer sobre la temática de las obras expuestas, todas ellas acorde al gusto por los mensajes ocultos en ellas del dueño del teatro. Respiró profundamente mientras miraba al techo, intentando serenarse.
- Esos son... - Comencé a decir a la vez que ponía una mano encima de mi hombro y me guiaba a un lugar un poco más alejado.
- El grupo de Theodore Pyre. - Dijo en un suspiro. - El padre no es precisamente santo de mi devoción, pero lo conozco de algunos negocios que hemos hecho y, por lo menos tiene cabeza... no como su hijo. Críalos sin decirles "no" ni una sola vez y salen bestias como esa. Su familia tiene enemigos y rivales, como todas, pero tras el descontrol que ha tenido los últimos años no me extraña nada que lo hayan amenazado de muerte de forma pública. Además, aunque no logren matarlo hoy es cuestión de tiempo que acabe mal.
- ¿Tan mal lo ve? - Pregunté, intentando hacer que hablase más, quizás conociera a alguien que pudiera estar detrás de esto o ser él mismo y simplemente estar haciéndose el tonto. - Su familia tiene contactos muy influentes, ir tras él sería casi un suicidio.
- Mira... he visto mucho a lo largo de los años. Todos hemos sido jóvenes, pero a esa edad ya se ve claramente quién va a tener un sitio en el mundo en el que se va a mover y quien va a... tener un accidente desafortunado. Míralo, con ese descuido podría ser cualquier cosa, una botella envenenada, un disparo por la espalda en el palco, o simplemente un camarero que sacase un cuchillo y le apuñalase el cuello. Él es poderoso, pero se ha ganado enemigos que no temen perderlo todo con tal de verlo muerto. Pareces interesado.
- Bueno, no se está molestando mucho en evitar ser el centro de atención. - Terminé la copa sin darme cuenta, toda esta conversación me estaba haciendo beber sin percatarme.
- Esos son... - Comencé a decir a la vez que ponía una mano encima de mi hombro y me guiaba a un lugar un poco más alejado.
- El grupo de Theodore Pyre. - Dijo en un suspiro. - El padre no es precisamente santo de mi devoción, pero lo conozco de algunos negocios que hemos hecho y, por lo menos tiene cabeza... no como su hijo. Críalos sin decirles "no" ni una sola vez y salen bestias como esa. Su familia tiene enemigos y rivales, como todas, pero tras el descontrol que ha tenido los últimos años no me extraña nada que lo hayan amenazado de muerte de forma pública. Además, aunque no logren matarlo hoy es cuestión de tiempo que acabe mal.
- ¿Tan mal lo ve? - Pregunté, intentando hacer que hablase más, quizás conociera a alguien que pudiera estar detrás de esto o ser él mismo y simplemente estar haciéndose el tonto. - Su familia tiene contactos muy influentes, ir tras él sería casi un suicidio.
- Mira... he visto mucho a lo largo de los años. Todos hemos sido jóvenes, pero a esa edad ya se ve claramente quién va a tener un sitio en el mundo en el que se va a mover y quien va a... tener un accidente desafortunado. Míralo, con ese descuido podría ser cualquier cosa, una botella envenenada, un disparo por la espalda en el palco, o simplemente un camarero que sacase un cuchillo y le apuñalase el cuello. Él es poderoso, pero se ha ganado enemigos que no temen perderlo todo con tal de verlo muerto. Pareces interesado.
- Bueno, no se está molestando mucho en evitar ser el centro de atención. - Terminé la copa sin darme cuenta, toda esta conversación me estaba haciendo beber sin percatarme.
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- Prefiero Lord Staple, si no os importa, Lord Pyre.
Era un error que mucha gente cometía, en realidad. Los nobles tendían a refugiarse tras el protocolo y captarlo era una sutileza con la que no todos los aspirantes a infiltrarse contaban. Estaba seguro, hasta cierto punto, de que detrás de su aspecto de patán arrogante Pyre guardaba para sí una mente despierta que si bien no aprovechaba apenas e casi ningún momento, sí llegaba a utilizar cuando tenía la más mínima oportunidad de humillar a alguien. Era una cualidad bastante notable en las nuevas generaciones de nobles, sobre todo tras la sobreprotección que estos habían llegado a dar a su progenie tras la larga guerra entre la Marina y la Legión.
- ¿Y si te tuteo? -preguntó-. ¿Vas a llorar? El pequeño Harry va a correr porque Theodore Pyre no ha sido respetuoso con el protocolo y chivarse a su padre.
- Pues... No. -Se sirvió otra copa-. No pensaba, pero podría tutearte yo a ti.
Por un momento su gesto asombrado lo delató, aunque rápidamente este tornó en una sonrisa aviesa que dejaba entrever hasta el último de sus dientes. Resonaba desde ahí un carcajada ominosa y grave, casi silente, hasta que finalmente le propinó un puñetazo en el estómago. Blaze lo encajó sin hacer el más mínimo ruido, tan solo apretando un poco los dientes.
- Lord Pyre para ti, Harry. No olvides todo lo que tu familia le debe a la mía. Nunca.
Cada vez tenía más sentido que ese hombre estuviese en el punto de mira de medio Dark Dome. Blaze había estudiado meticulosamente a su familia, también al hombre que impersonaba y sus círculos más cercanos, y solo había una cosa que hubiese podido recopilar en todo el historial que ligase a los Pyre y a los Staple: La cesión de unos terrenos fértiles en el Linde de la oscuridad, de las pocas zonas cultivables de la isla nocturna. Había sucedido hacía muchas generaciones y ante la falta de razones de peso para el intercambio Blaze había asumido una apuesta perdida. Ni siquiera había una producción tan provechosa como para poder considerarlo un favor. Podía ser cualquier otra cosa, pero por lo menos él no habría confiado a semejante un secreto al que no se podía acceder de forma relativamente sencilla.
- Lo lamento, Lord Pyre -se excusó-. No volverá a suceder.
- Así me gusta -dijo-. Buen chico. No olvides buscarme para la ópera, voy a necesitar al camarero más noble de toda la isla. -Él y su séquito rieron a carcajada limpia-. Ah, y me llevo esto.
Se había llevado la botella. Blaze se encogió de hombros y pidió tanto un trago de extracto de limón como un vaso de whisky. El limón sirvió para limpiarse el sabor del anterior, y ya con su vaso en la mano comenzó a moverse entre los asistentes. Casi ninguno prestaba atención al ruidoso espectáculo de Pyre, si bien quienes sí miraban lo hacían con una mueca entre el desprecio y la indiferencia. Los camareros lo evitaban, aunque armado con su tesoro y bebiendo a morro no parecía importarle demasiado.
- Menudo imbécil, ¿verdad? -escuchó junto a él-. Los tipos de su calaña están mejor muertos.
Blaze se giró hacia la voz y junto a él vio un hombre más o menos de su altura, de ojos marrones y cabello dorado. Era algo flacucho y de piel pálida, pero guardaba una luz en la mirada que lo hacía parecer particularmente vivo.
- Quizá. -Dio un sorbo-. ¿Pero quién soy yo para juzgarlo?
- Por lo visto, yo. Lord Henry Staple, encantado.
Era un error que mucha gente cometía, en realidad. Los nobles tendían a refugiarse tras el protocolo y captarlo era una sutileza con la que no todos los aspirantes a infiltrarse contaban. Estaba seguro, hasta cierto punto, de que detrás de su aspecto de patán arrogante Pyre guardaba para sí una mente despierta que si bien no aprovechaba apenas e casi ningún momento, sí llegaba a utilizar cuando tenía la más mínima oportunidad de humillar a alguien. Era una cualidad bastante notable en las nuevas generaciones de nobles, sobre todo tras la sobreprotección que estos habían llegado a dar a su progenie tras la larga guerra entre la Marina y la Legión.
- ¿Y si te tuteo? -preguntó-. ¿Vas a llorar? El pequeño Harry va a correr porque Theodore Pyre no ha sido respetuoso con el protocolo y chivarse a su padre.
- Pues... No. -Se sirvió otra copa-. No pensaba, pero podría tutearte yo a ti.
Por un momento su gesto asombrado lo delató, aunque rápidamente este tornó en una sonrisa aviesa que dejaba entrever hasta el último de sus dientes. Resonaba desde ahí un carcajada ominosa y grave, casi silente, hasta que finalmente le propinó un puñetazo en el estómago. Blaze lo encajó sin hacer el más mínimo ruido, tan solo apretando un poco los dientes.
- Lord Pyre para ti, Harry. No olvides todo lo que tu familia le debe a la mía. Nunca.
Cada vez tenía más sentido que ese hombre estuviese en el punto de mira de medio Dark Dome. Blaze había estudiado meticulosamente a su familia, también al hombre que impersonaba y sus círculos más cercanos, y solo había una cosa que hubiese podido recopilar en todo el historial que ligase a los Pyre y a los Staple: La cesión de unos terrenos fértiles en el Linde de la oscuridad, de las pocas zonas cultivables de la isla nocturna. Había sucedido hacía muchas generaciones y ante la falta de razones de peso para el intercambio Blaze había asumido una apuesta perdida. Ni siquiera había una producción tan provechosa como para poder considerarlo un favor. Podía ser cualquier otra cosa, pero por lo menos él no habría confiado a semejante un secreto al que no se podía acceder de forma relativamente sencilla.
- Lo lamento, Lord Pyre -se excusó-. No volverá a suceder.
- Así me gusta -dijo-. Buen chico. No olvides buscarme para la ópera, voy a necesitar al camarero más noble de toda la isla. -Él y su séquito rieron a carcajada limpia-. Ah, y me llevo esto.
Se había llevado la botella. Blaze se encogió de hombros y pidió tanto un trago de extracto de limón como un vaso de whisky. El limón sirvió para limpiarse el sabor del anterior, y ya con su vaso en la mano comenzó a moverse entre los asistentes. Casi ninguno prestaba atención al ruidoso espectáculo de Pyre, si bien quienes sí miraban lo hacían con una mueca entre el desprecio y la indiferencia. Los camareros lo evitaban, aunque armado con su tesoro y bebiendo a morro no parecía importarle demasiado.
- Menudo imbécil, ¿verdad? -escuchó junto a él-. Los tipos de su calaña están mejor muertos.
Blaze se giró hacia la voz y junto a él vio un hombre más o menos de su altura, de ojos marrones y cabello dorado. Era algo flacucho y de piel pálida, pero guardaba una luz en la mirada que lo hacía parecer particularmente vivo.
- Quizá. -Dio un sorbo-. ¿Pero quién soy yo para juzgarlo?
- Por lo visto, yo. Lord Henry Staple, encantado.
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Mortimer Greyhound contuvo una carcajada, haciendo que se notase, pero que su ruido no molestase al resto de los asistentes, parecía como si mi respuesta le hubiera hecho gracia. No le quitó los ojos de encima al grupo mientras golpeaban en el estómago a uno de ellos y se llevaban la botella, dejándolo solo con un recién llegado.
- ¡Oh, esto sí que es una sorpresa! - Exclamó Mortimer de una forma nada discreta. - Hace mucho que el pequeño Henry no se deja ver. Disculpa un momento, voy a saludarlo. - Tras eso me puso la mano en el hombro y acercó la cabeza. - Si te descuidas los perderás de vista joven. - Dijo susurrando para luego darme una palmada en la espalda. - Cuando sea el concierto ven a buscarme, tengo un sitio en el palco 14.
Tras eso me dio un empujoncito en la espalda. Ahora tenía muchas más preguntas que antes. No me iba a preguntar si sospechaba que fuera alguien encargado de la seguridad, podía afirmar que lo sabía, algo que dije o hice me había delatado. Puede que incluso hubiese sospechado desde el momento en el que entré en esta sala, y no me extrañaría, todos estos modales y manierismos de etiqueta eran extraños para mí, y seguramente hubiera roto más de uno sin darme cuenta, simplemente caminando o con abrir la boca. Alguien acostumbrado no tardaría en ver a través del engaño, aunque, si lo pensaba mejor... nada quitaba que no fuera alguien a quien habían puesto para supervisarnos, tenía sentido que en caso de sospecha fraccionasen la misión en varios operativos sin informar al resto para hacer salir al traidor con más facilidad. O puede que estuviera siendo paranoica. Pero en una cosa tenía razón, no podía permitirme distraerme con estos pensamientos, mi objetivo era proteger al señor Pyre, y para eso no podía perderlo de vista.
No parecía que quisieran salir de la sala, pero en caso de que algo sucediese alguno de nosotros tenía que estar cerca para ayudar. Suspiré y me moví de forma casual por la sala, mirando de forma discreta al grupo que había despejado de forma no muy educada una serie de sofás y sillones alrededor de una mesa de café, al lado de la banda que tocaba música. Pero había algo que uno de ellos hacía, un movimiento muy característico que me podía permitir conseguir algo más de información. Dejé la copa vacía en una de las bandejas, pero no me molesté en tomar una llena, necesitaría las dos manos libres para lo que iba a hacer.
- ¡Oh, esto sí que es una sorpresa! - Exclamó Mortimer de una forma nada discreta. - Hace mucho que el pequeño Henry no se deja ver. Disculpa un momento, voy a saludarlo. - Tras eso me puso la mano en el hombro y acercó la cabeza. - Si te descuidas los perderás de vista joven. - Dijo susurrando para luego darme una palmada en la espalda. - Cuando sea el concierto ven a buscarme, tengo un sitio en el palco 14.
Tras eso me dio un empujoncito en la espalda. Ahora tenía muchas más preguntas que antes. No me iba a preguntar si sospechaba que fuera alguien encargado de la seguridad, podía afirmar que lo sabía, algo que dije o hice me había delatado. Puede que incluso hubiese sospechado desde el momento en el que entré en esta sala, y no me extrañaría, todos estos modales y manierismos de etiqueta eran extraños para mí, y seguramente hubiera roto más de uno sin darme cuenta, simplemente caminando o con abrir la boca. Alguien acostumbrado no tardaría en ver a través del engaño, aunque, si lo pensaba mejor... nada quitaba que no fuera alguien a quien habían puesto para supervisarnos, tenía sentido que en caso de sospecha fraccionasen la misión en varios operativos sin informar al resto para hacer salir al traidor con más facilidad. O puede que estuviera siendo paranoica. Pero en una cosa tenía razón, no podía permitirme distraerme con estos pensamientos, mi objetivo era proteger al señor Pyre, y para eso no podía perderlo de vista.
No parecía que quisieran salir de la sala, pero en caso de que algo sucediese alguno de nosotros tenía que estar cerca para ayudar. Suspiré y me moví de forma casual por la sala, mirando de forma discreta al grupo que había despejado de forma no muy educada una serie de sofás y sillones alrededor de una mesa de café, al lado de la banda que tocaba música. Pero había algo que uno de ellos hacía, un movimiento muy característico que me podía permitir conseguir algo más de información. Dejé la copa vacía en una de las bandejas, pero no me molesté en tomar una llena, necesitaría las dos manos libres para lo que iba a hacer.
Blaze Aswen
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Por un momento Blaze sonrió. Apenas media sonrisa, un tanto torva, pero sonrió. Claro que debía suceder, ¿cómo iba Henry Staple a quedarse sin acudir a la fiesta que él mismo había organizado? A pesar de que no había aparecido en ninguna de las doce últimas, tenía sentido que quisiese ver cómo la seguridad actuaba en vivo tras la amenaza que se había vertido sobre Pyre. Aun así, toparse de frente con el rostro de su mentira era hasta cierto punto hilarante. De todos modos mantuvo la compostura durante los eternos segundos que duró su contacto visual.
- Agente, supongo -dijo, con cierta pereza.
- Soldado, más bien -corrigió él.
- Era un whisky muy caro.
- Valía cada berrie.
- Y si sale ya, aún podría conseguir un buen lavado de estómago.
La sonrisa de Blaze se desvaneció. Giró el cuello violentamente hacia el noble, que aguantó la risa lo justo.
- Tendrías que haber visto tu cara -gimió, entre carcajadas-. Sería un pecado arruinar un buen whisky solo para matar a ese cerdo. Además, algún buen samaritano ya está dispuesto a hacernos el favor sin pedir nada a cambio. Lloraremos por él, le llevaremos flores... Incluso contaremos anécdotas sobre la grandeza de su corazón. Casi tengo ganas de que suceda; ¿usted no?
- A veces deseo que alguna gente pague por sus crímenes -repuso-. Está claro que Pyre debe pagar por ellos, pero las disputas entre familias nobles me quedan un poco grandes. Y tampoco creo que matarlo solucione nada. La gente de su calaña recordará por qué murió poco tiempo, pero lo bastante para que hagan una tontería y la violencia escale un peldaño más. Poco a poco la aristocracia volverá a olvidar por qué el vulgo la odia e incurrirá en los mismos crímenes, pero esa vez no será un asesinato orquestado por un lobo solitario sino una turba arengada. Ellos son muchos más, tienen más que ganar y mucho menos que perder. Junte esas tres cosas y... Bueno, ¿quién querría ver el resultado?
- Es usted una rara avis, soldado...
- Staple. -Staple rio-. Aswen, mylord.
- Henry está bien. Discúlpeme un segundo. -Se levantó con cierta energía-. ¡Mortimer, amigo!
Todo el mundo ahí dentro tenía razones para acabar con Pyre. Quizá en algunos casos irrelevantes, pero todas ellas igual de válidas. Staple parecía no tener una razón más allá del puro odio, pero cualquiera de los camareros que evitaban a su grupo podía ser un asesino potencial. Los músicos, si eran amigos o familia de alguna víctima del noble, e incluso los burgueses invitados. Señores del crimen, algunos narcotraficantes con buenos contactos... Mientras Henry no regresaba miró a todas partes, buscando una pista definitiva. Parpadeó un par de veces al ver una sombra en la claraboya, pero resultó no ser nada. O a lo mejor era todo. Sin embargo, de ser un asesino profesional... No, no tendría sentido que fuese un noble, al menos no si no buscaba algo con aquello.
- Disculpe, Aswen, ya estoy con usted -dijo Henry, sentándose de nuevo-. Un grupo de amigos estaremos en el palco catorce para ver el espectáculo. ¿Le gustaría sumarse?
- No, lo siento. Estoy de servicio. Quizá me quede un día más, si quiere extender su oferta. Si no, se lo agradezco igualmente. -Se adelantó-. Si me permite, debo ir al baño un segundo.
- Por favor.
- Agente, supongo -dijo, con cierta pereza.
- Soldado, más bien -corrigió él.
- Era un whisky muy caro.
- Valía cada berrie.
- Y si sale ya, aún podría conseguir un buen lavado de estómago.
La sonrisa de Blaze se desvaneció. Giró el cuello violentamente hacia el noble, que aguantó la risa lo justo.
- Tendrías que haber visto tu cara -gimió, entre carcajadas-. Sería un pecado arruinar un buen whisky solo para matar a ese cerdo. Además, algún buen samaritano ya está dispuesto a hacernos el favor sin pedir nada a cambio. Lloraremos por él, le llevaremos flores... Incluso contaremos anécdotas sobre la grandeza de su corazón. Casi tengo ganas de que suceda; ¿usted no?
- A veces deseo que alguna gente pague por sus crímenes -repuso-. Está claro que Pyre debe pagar por ellos, pero las disputas entre familias nobles me quedan un poco grandes. Y tampoco creo que matarlo solucione nada. La gente de su calaña recordará por qué murió poco tiempo, pero lo bastante para que hagan una tontería y la violencia escale un peldaño más. Poco a poco la aristocracia volverá a olvidar por qué el vulgo la odia e incurrirá en los mismos crímenes, pero esa vez no será un asesinato orquestado por un lobo solitario sino una turba arengada. Ellos son muchos más, tienen más que ganar y mucho menos que perder. Junte esas tres cosas y... Bueno, ¿quién querría ver el resultado?
- Es usted una rara avis, soldado...
- Staple. -Staple rio-. Aswen, mylord.
- Henry está bien. Discúlpeme un segundo. -Se levantó con cierta energía-. ¡Mortimer, amigo!
Todo el mundo ahí dentro tenía razones para acabar con Pyre. Quizá en algunos casos irrelevantes, pero todas ellas igual de válidas. Staple parecía no tener una razón más allá del puro odio, pero cualquiera de los camareros que evitaban a su grupo podía ser un asesino potencial. Los músicos, si eran amigos o familia de alguna víctima del noble, e incluso los burgueses invitados. Señores del crimen, algunos narcotraficantes con buenos contactos... Mientras Henry no regresaba miró a todas partes, buscando una pista definitiva. Parpadeó un par de veces al ver una sombra en la claraboya, pero resultó no ser nada. O a lo mejor era todo. Sin embargo, de ser un asesino profesional... No, no tendría sentido que fuese un noble, al menos no si no buscaba algo con aquello.
- Disculpe, Aswen, ya estoy con usted -dijo Henry, sentándose de nuevo-. Un grupo de amigos estaremos en el palco catorce para ver el espectáculo. ¿Le gustaría sumarse?
- No, lo siento. Estoy de servicio. Quizá me quede un día más, si quiere extender su oferta. Si no, se lo agradezco igualmente. -Se adelantó-. Si me permite, debo ir al baño un segundo.
- Por favor.
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Por fin se separó, los movimientos que estaba haciendo con las piernas denotaban que estaba conteniendo de forma poco discreta sus ganas de ir al baño. Ahora que se había separado podría sacar un poco más de información, sólo tenía que pillarlo en una situación incómoda. Al fin y al cabo una persona está en su momento más vulnerable cuando tiene que... bueno, ya sabes. Con prisa y poco decoro, casi apartando a la gente que estaba en su camino, caminó rápidamente, casi corriendo hasta el baño. Esperé unos segundos y entré tras él.
No había nadie más dentro, nadie en los urinarios, nadie en los lavabos, sólo una de las puertas de la cabinas estaba cerrada y, para mi sorpresa, los pies que se podían ver por debajo no denotaban que estuviera sentado, sino arrodillado. El sonido de la puerta al cerrarse le había hecho reaccionar, notaba su "mirada" nerviosa, en guardia, esperando a ver mi reacción. Caminé lentamente, asegurándose que mis pasos hicieran el suficiente eco en las paredes. No iría directamente a por él, no, necesitaba que se confiase un poco. Pasé por delante de su cabina, todavía notaba que estaba pendiente de mí, pasé al lado de los urinarios y me paré en el último, al lado del cual alguien había dejado un par de objetos de lo más útiles. Tras cogerlos me di la vuelta y regresé caminando hasta ponerme delante de la puerta. En completo silencio y con una calma siniestra apoyé la fregona contra la parte baja de los lavabos que tenía en frente, atrancado la puerta. Seguía atento, preguntándose quién era y lo que estaba haciendo. Entonces puse el cubo de agua sucia de la fregona encima de la puerta, apoyado en la esquina.
- ¡¿Pero qué coj...?!
- Shhhhh. - Le hice callar meneando el cubo sobre su cabeza. - Silencio. Ese es un traje muy caro, no querrás que se arruine con el agua sucia de fregar los baños ¿Verdad?
- ¿Quién eres? ¡¿Acaso tienes idea de quién soy?! - Preguntó casi gritando, notablemente nervioso.
- Por supuesto. Eres Eric Lestrauss, una sanguijuela de una familia menor que le cayó bien al señorito Pyre y le ríe las gracias porque a su lado disfruta de más lujos y excesos sin las consecuencias que tendría que sufrir una familia menos poderosa como la tuya. Y créeme si te digo que, si desaparecieras ahora, no le importaría a tu gran amigo más que si desapareciera la botella que ahora mismo se está acabando sin ti, porque no puedes controlar tu adicción y necesitas un chute cada pocas horas. Como puedes ver he hecho los deberes. Así que me vas a decir ahora lo que quiero o vas a salir de aquí apestando a inodoro recién usado. Ah y por si fuera poco, pasarías a ser el siguiente en la lista.
- ¿L-La lista? - DIjo notablemente más intimidado.
- Theodore Pyre estaba en mi lista desde hace tiempo, había planeado meticulosamente su asesinato para una ocasión como esta. Pero algún idiota se le ha ocurrido la misma idea y ha hecho un aviso público. Ahora todo está hasta arriba de seguridad, así que primero quiero encontrar a ese gilipollas, y luego ya me encargué de Pyre. Ya me estás diciendo lo que sabes, o sino...
- ¿O sino qué? - Preguntó con un tono algo bravucón, sacando de manera extraña un valor que parecía no tener antes. Notaba un cambio en su "mirada" no era algo natural, puede que la droga le estuviese empezando a hacer efecto.
- O sino puede que acabes un día de estos como el joven Jalisco.
Silencio al otro lado. Supuse que la muerte hacía poco de un miembro de una de las familias más influyentes de la ciudad, asesinado de manera tan llamativa en su propio territorio, dentro de su propio castillo, habría calado hondo en él. Nadie estaba seguro, si alguien te quería muerto, y tenía los medios en esa ciudad, tenías los días contados. No se iba a arriesgar enfadar al posible asesino de una persona con más poder que él.
- E...Está bien... Te diré lo que sé.
No había nadie más dentro, nadie en los urinarios, nadie en los lavabos, sólo una de las puertas de la cabinas estaba cerrada y, para mi sorpresa, los pies que se podían ver por debajo no denotaban que estuviera sentado, sino arrodillado. El sonido de la puerta al cerrarse le había hecho reaccionar, notaba su "mirada" nerviosa, en guardia, esperando a ver mi reacción. Caminé lentamente, asegurándose que mis pasos hicieran el suficiente eco en las paredes. No iría directamente a por él, no, necesitaba que se confiase un poco. Pasé por delante de su cabina, todavía notaba que estaba pendiente de mí, pasé al lado de los urinarios y me paré en el último, al lado del cual alguien había dejado un par de objetos de lo más útiles. Tras cogerlos me di la vuelta y regresé caminando hasta ponerme delante de la puerta. En completo silencio y con una calma siniestra apoyé la fregona contra la parte baja de los lavabos que tenía en frente, atrancado la puerta. Seguía atento, preguntándose quién era y lo que estaba haciendo. Entonces puse el cubo de agua sucia de la fregona encima de la puerta, apoyado en la esquina.
- ¡¿Pero qué coj...?!
- Shhhhh. - Le hice callar meneando el cubo sobre su cabeza. - Silencio. Ese es un traje muy caro, no querrás que se arruine con el agua sucia de fregar los baños ¿Verdad?
- ¿Quién eres? ¡¿Acaso tienes idea de quién soy?! - Preguntó casi gritando, notablemente nervioso.
- Por supuesto. Eres Eric Lestrauss, una sanguijuela de una familia menor que le cayó bien al señorito Pyre y le ríe las gracias porque a su lado disfruta de más lujos y excesos sin las consecuencias que tendría que sufrir una familia menos poderosa como la tuya. Y créeme si te digo que, si desaparecieras ahora, no le importaría a tu gran amigo más que si desapareciera la botella que ahora mismo se está acabando sin ti, porque no puedes controlar tu adicción y necesitas un chute cada pocas horas. Como puedes ver he hecho los deberes. Así que me vas a decir ahora lo que quiero o vas a salir de aquí apestando a inodoro recién usado. Ah y por si fuera poco, pasarías a ser el siguiente en la lista.
- ¿L-La lista? - DIjo notablemente más intimidado.
- Theodore Pyre estaba en mi lista desde hace tiempo, había planeado meticulosamente su asesinato para una ocasión como esta. Pero algún idiota se le ha ocurrido la misma idea y ha hecho un aviso público. Ahora todo está hasta arriba de seguridad, así que primero quiero encontrar a ese gilipollas, y luego ya me encargué de Pyre. Ya me estás diciendo lo que sabes, o sino...
- ¿O sino qué? - Preguntó con un tono algo bravucón, sacando de manera extraña un valor que parecía no tener antes. Notaba un cambio en su "mirada" no era algo natural, puede que la droga le estuviese empezando a hacer efecto.
- O sino puede que acabes un día de estos como el joven Jalisco.
Silencio al otro lado. Supuse que la muerte hacía poco de un miembro de una de las familias más influyentes de la ciudad, asesinado de manera tan llamativa en su propio territorio, dentro de su propio castillo, habría calado hondo en él. Nadie estaba seguro, si alguien te quería muerto, y tenía los medios en esa ciudad, tenías los días contados. No se iba a arriesgar enfadar al posible asesino de una persona con más poder que él.
- E...Está bien... Te diré lo que sé.
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Cuando estaba saliendo se percató de que RAL había salido antes que él. No estaba por ninguna parte y no habría resultado inteligente dejar a Pyre sin vigilancia, así que sin más se acercó a él. Uno de sus amigos parecía haberse levantado, por lo que se sentó en su lugar y alzó su vaso para dar un largo trago. No tenía demasiado encanto comparado con el otro, pero era un buen whisky y no le iba a hacer ascos. Pyre, por su parte, no parecía hacerle ascos a nada en ese momento.
- ¡Hairy! -gritó de la nada-. ¡Has aparuesido, Hauiy! ¡Erues un mago, Haui!
Blaze parpadeó múltiples veces mientras una sonrisa estúpida se le formaba en el rostro. ¿De verdad se le había dado por beber hasta emborracharse con el probablemente alcohol más caro que iba a probar en su vida? Negó con la cabeza mientras trataba de reprimir una carcajada que no pasó particularmente desapercibida. ¿Cómo se suponía que debían proteger a semejante interfecto? Si no moría en aquel momento lo mataría la sífilis en unos meses, o una pelea de bar o cualquier mala decisión que, en realidad, parecía muy dado a tomar. Tanto Henry como el viejo Mortimer habían tenido conductas sospechosas, pero nadie en la sala estaba en realidad libre de sospechas. Todo el mundo allí, y no exageraba al decirlo, estaba deseando que el joven heredero diese un paso en falso y perdiese la vida en un fatal accidente.
- Lord Pyre -logró decir tras unos segundos-. Me preguntaba si estaríais bien. No pensé que fueseis a tomar con tanta alegría vuestra particular situación.
- ¡Mi siduación! -exclamó-. ¡Bi siduación! Algún desadapado gue no conoce su lugar ha quedido hacede faboso a mi cota. Pedo badie puede hacedme danio aquí, Haui. ¡Badie! ¿Y sabes pod gué? Acécate.
Blaze se acercó a él, acomodándose en el asiento del sillón. Pyre hizo unos ademanes para que acercase el oído, y Blaze obedeció. Una vez lo tuvo lo bastante cerca, el noble habló.
- Fui io -susurró-. Do lo cuentes a nadie, pedo io escribí esa carta. Badie se atrevedía a hacedlo cuando la segudidá está redoblada. ¿No te padece genial, Haui?
No pudo evitar sorprenderse. Era una apuesta arriesgada, pero ingeniosa. Ciertamente poca gente estaría dispuesta a jugársela mientras los esfuerzos de seguridad eran si cabía mayores, pero al mismo tiempo era fácil darse cuenta de que aquel convite era un avispero a punto de estallar y con tanta gente queriendo matarlo cualquiera tendría un chivo expiatorio al que acusar. En cierto modo casi se alegraba porque esa carta los había hecho acudir, pero al mismo tiempo...
Entonces las luces se apagaron de golpe y resonó un disparo. Para cuando volvieron a encenderse había una pistola humeante tirada en el suelo, y un camarero en medio de un charco de sangre.
- ¡Hairy! -gritó de la nada-. ¡Has aparuesido, Hauiy! ¡Erues un mago, Haui!
Blaze parpadeó múltiples veces mientras una sonrisa estúpida se le formaba en el rostro. ¿De verdad se le había dado por beber hasta emborracharse con el probablemente alcohol más caro que iba a probar en su vida? Negó con la cabeza mientras trataba de reprimir una carcajada que no pasó particularmente desapercibida. ¿Cómo se suponía que debían proteger a semejante interfecto? Si no moría en aquel momento lo mataría la sífilis en unos meses, o una pelea de bar o cualquier mala decisión que, en realidad, parecía muy dado a tomar. Tanto Henry como el viejo Mortimer habían tenido conductas sospechosas, pero nadie en la sala estaba en realidad libre de sospechas. Todo el mundo allí, y no exageraba al decirlo, estaba deseando que el joven heredero diese un paso en falso y perdiese la vida en un fatal accidente.
- Lord Pyre -logró decir tras unos segundos-. Me preguntaba si estaríais bien. No pensé que fueseis a tomar con tanta alegría vuestra particular situación.
- ¡Mi siduación! -exclamó-. ¡Bi siduación! Algún desadapado gue no conoce su lugar ha quedido hacede faboso a mi cota. Pedo badie puede hacedme danio aquí, Haui. ¡Badie! ¿Y sabes pod gué? Acécate.
Blaze se acercó a él, acomodándose en el asiento del sillón. Pyre hizo unos ademanes para que acercase el oído, y Blaze obedeció. Una vez lo tuvo lo bastante cerca, el noble habló.
- Fui io -susurró-. Do lo cuentes a nadie, pedo io escribí esa carta. Badie se atrevedía a hacedlo cuando la segudidá está redoblada. ¿No te padece genial, Haui?
No pudo evitar sorprenderse. Era una apuesta arriesgada, pero ingeniosa. Ciertamente poca gente estaría dispuesta a jugársela mientras los esfuerzos de seguridad eran si cabía mayores, pero al mismo tiempo era fácil darse cuenta de que aquel convite era un avispero a punto de estallar y con tanta gente queriendo matarlo cualquiera tendría un chivo expiatorio al que acusar. En cierto modo casi se alegraba porque esa carta los había hecho acudir, pero al mismo tiempo...
Entonces las luces se apagaron de golpe y resonó un disparo. Para cuando volvieron a encenderse había una pistola humeante tirada en el suelo, y un camarero en medio de un charco de sangre.
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- Theodore lo ha orquestado todo. El aviso ha sido cosa suya porque piensa que así incrementarían la seguridad del teatro y nadie se atrevería a hacerle daño. Ninguno de nosotros le hemos dicho que es una idea estúpida, no se toma nada bien que le digan que no a algo... - No notaba que mintiera o se lo estuviera inventando sobre la marcha, además tenía cierto sentido.
En ese caso no teníamos que buscar a un culpable dentro de nuestras filas o de las de los nombres invitados, ya teníamos al soplón. Pero teníamos un problema más del que preocuparnos. Sí, muchas de las personas que lo querían muerto no se molestarían en actuar, bien por la seguridad, bien por la esperanza de que saliera adelante sin que se manchara las manos. Pero por lo que podía ver no eran pocas las personas que le guardaban rencor, y no me extrañaría que hubiera alguien que estuviera dispuesta a arriesgarlo todo con tal de matarlo personalmente. Esta era una última llamada para ese tipo de personas, y me daba la sensación de que no serían pocas. Con suerte si nos encargábamos de una o dos el resto se daría cuenta de que era mejor dejarlo para otra ocasión.
- Bien. Recuerda, no hemos tenido esta conversación. Quiero que vuelvas al lado de Pyre en cinco minutos, o sino... - Dejé la amenaza en el aire, más que anda para que se imaginase lo peor, pero en ese momento las luces se apagaron.
Y llegó lo peor. Alguien por fin había decidido tomar la iniciativa. Activé las lentes y miré en dirección a la salida. Sólo podía ver los metales, pero me bastaba para distinguir la puerta y la pared, así como los cubiertos y accesorios de la gente al otro lado. Entre ellos había uno que se movía en una dirección recta, llevaba una bandeja metálica, pero también una pistola debajo de esta. Tenía que actuar rápido y sin alterarlo para que un disparo no acertara a ningún asistente. Últimamente estaba aprendiendo las bases del rokushiki, y había una técnica que me podía resultar útil. Me centré en hacer vibrar mis piernas a la frecuencia óptima, entonces mis pies se elevaron un par de centímetros del suelo y comencé a deslizarme en dirección al agresor. Lo notaba en su "mirada" sus intenciones, su sed de sangre, no hacía falta las lentes para saber dónde estaba, pero ayudaban. Me coloqué detrás de él, agarrándolo para intentar reducirlo, pero en el forcejeo pareció entrar en pánico. Entonces cambió su objetivo, ahora trataba de deshacerse de mí. Intenté agarrar su brazo y hacer que soltara el arma, pero hizo un mal movimiento y apretó el gatillo. Me aparté justo a tiempo para evitar el disparo, había dejado de notar su "mirada". Sabía lo que eso significaba, así que me retiré unos metros, no quería que me acusasen de asesinato y que alguno de los posibles asesinos intentase matar a Pyre mientras resolvíamos el malentendido.
Entonces las luces se encendieron. Era uno de los camareros, tenía un disparo en el cuello y había dejado caer la pistola. Todo el mundo estaba sorprendido, pero eso no era lo que me preocupaba. Si las luces habían vuelto tan rápido sólo podía significar una cosa, que este hombre no trabajaba sólo, que alguien las había apagado por él, y las había encendido una vez pensó que el trabajo estaba hecho. Nuestra misión no había acabado.
En ese caso no teníamos que buscar a un culpable dentro de nuestras filas o de las de los nombres invitados, ya teníamos al soplón. Pero teníamos un problema más del que preocuparnos. Sí, muchas de las personas que lo querían muerto no se molestarían en actuar, bien por la seguridad, bien por la esperanza de que saliera adelante sin que se manchara las manos. Pero por lo que podía ver no eran pocas las personas que le guardaban rencor, y no me extrañaría que hubiera alguien que estuviera dispuesta a arriesgarlo todo con tal de matarlo personalmente. Esta era una última llamada para ese tipo de personas, y me daba la sensación de que no serían pocas. Con suerte si nos encargábamos de una o dos el resto se daría cuenta de que era mejor dejarlo para otra ocasión.
- Bien. Recuerda, no hemos tenido esta conversación. Quiero que vuelvas al lado de Pyre en cinco minutos, o sino... - Dejé la amenaza en el aire, más que anda para que se imaginase lo peor, pero en ese momento las luces se apagaron.
Y llegó lo peor. Alguien por fin había decidido tomar la iniciativa. Activé las lentes y miré en dirección a la salida. Sólo podía ver los metales, pero me bastaba para distinguir la puerta y la pared, así como los cubiertos y accesorios de la gente al otro lado. Entre ellos había uno que se movía en una dirección recta, llevaba una bandeja metálica, pero también una pistola debajo de esta. Tenía que actuar rápido y sin alterarlo para que un disparo no acertara a ningún asistente. Últimamente estaba aprendiendo las bases del rokushiki, y había una técnica que me podía resultar útil. Me centré en hacer vibrar mis piernas a la frecuencia óptima, entonces mis pies se elevaron un par de centímetros del suelo y comencé a deslizarme en dirección al agresor. Lo notaba en su "mirada" sus intenciones, su sed de sangre, no hacía falta las lentes para saber dónde estaba, pero ayudaban. Me coloqué detrás de él, agarrándolo para intentar reducirlo, pero en el forcejeo pareció entrar en pánico. Entonces cambió su objetivo, ahora trataba de deshacerse de mí. Intenté agarrar su brazo y hacer que soltara el arma, pero hizo un mal movimiento y apretó el gatillo. Me aparté justo a tiempo para evitar el disparo, había dejado de notar su "mirada". Sabía lo que eso significaba, así que me retiré unos metros, no quería que me acusasen de asesinato y que alguno de los posibles asesinos intentase matar a Pyre mientras resolvíamos el malentendido.
Entonces las luces se encendieron. Era uno de los camareros, tenía un disparo en el cuello y había dejado caer la pistola. Todo el mundo estaba sorprendido, pero eso no era lo que me preocupaba. Si las luces habían vuelto tan rápido sólo podía significar una cosa, que este hombre no trabajaba sólo, que alguien las había apagado por él, y las había encendido una vez pensó que el trabajo estaba hecho. Nuestra misión no había acabado.
Blaze Aswen
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La repentina aparición de RAL en la estancia hacía que el mosaico fuese tomando forma poco a poco. El camarero había sufrido un disparo en el cuello, pero algo no encajaba.
- Me parece, Theo, que tu idea no ha funcionado.
Le dio cierto placer culpable decir aquello. Acababa de asistir a cómo su idea se le volvía por completo en contra, y estaba tan lívido mientras observaba el cadáver que ni siquiera protestó porque lo hubiese tuteado. Blaze le dio un par de palmadas en el hombro, condescendiente, y se unió al círculo cada vez más nutrido de curiosos asegurándose de acabar lo más cerca posible del agente. Él tenía algo que ver con aquello, pero tampoco tenía forma de preguntarle en medio de tanta gente: Debía apartarlo.
- Parece que el asesino se ha revelado por sí mismo -comentó-. ¿Una copa para celebrarlo?
Si las luces se habían apagado y encendido tenía que haber una segunda persona controlándolas. Si estaban lo bastante bien organizados como para sincronizarse con semejante precisión o bien eran profesionales o, viendo el disparo que se había autoinflingido el agresor, llevaban un buen tiempo planeándolo. Había una tercera opción, más peliaguda, y era que fuesen sencillamente muchos. Cinco, como mínimo, pero quizá hasta un par de decenas. Habría sido fácil de poder desvelar su identidad iniciar una redada improvisada e investigar los datos de cada trabajador para saber si aquel era realmente uno de ellos o se había infiltrado. Pero solo contaban con algunos indicios y tampoco podrían iniciar un protocolo particularmente exhaustivo. Lo que veían era lo que podían ver. Ni más, ni menos.
Se apartó de RAL y caminó hacia la barra. Henry ya había desaparecido y eso le hizo percatarse de que el tal Mortimer tampoco estaba por ninguna parte. Las sospechas no hacían más que acrecentarse, así que cuando se sentó frente al camarero le pidió de nuevo un whisky. Se había dejado el suyo en la mesa de Pyre. Esperó para dar un trago en lo que el agente se acercaba, anotando en frases cortas -y un poco crípticas- lo que había averiguado.
- Yo que esperaba una noche tranquila -mintió, tendiéndole la agenda abierta por la página donde acababa de escribir-. Ya ni el teatro es un lugar seguro. -En realidad había un largo historial de gente asesinada en el teatro-. Y encima en el propio servicio. ¿Cómo han podido dejar que esto sucediera? Se supone que hay seguridad para algo.
Fingió no prestar atención a las reacciones del camarero. Este no parecía estar atendiendo demasiado a la conversación, pero nunca se sabía si iba a formar parte del complot.
- Y encima alguien más tiene que haber por ahí, que las luces no se apagan solas -dijo, indignado-. Yo no he venido aquí para que me peguen un tiro, solo quería presenciar la opus magna del maestro Draco. Y ahora va tener que venir la DDPD; como se suspenda la ópera te juro que me cargo a alguien.
- Me parece, Theo, que tu idea no ha funcionado.
Le dio cierto placer culpable decir aquello. Acababa de asistir a cómo su idea se le volvía por completo en contra, y estaba tan lívido mientras observaba el cadáver que ni siquiera protestó porque lo hubiese tuteado. Blaze le dio un par de palmadas en el hombro, condescendiente, y se unió al círculo cada vez más nutrido de curiosos asegurándose de acabar lo más cerca posible del agente. Él tenía algo que ver con aquello, pero tampoco tenía forma de preguntarle en medio de tanta gente: Debía apartarlo.
- Parece que el asesino se ha revelado por sí mismo -comentó-. ¿Una copa para celebrarlo?
Si las luces se habían apagado y encendido tenía que haber una segunda persona controlándolas. Si estaban lo bastante bien organizados como para sincronizarse con semejante precisión o bien eran profesionales o, viendo el disparo que se había autoinflingido el agresor, llevaban un buen tiempo planeándolo. Había una tercera opción, más peliaguda, y era que fuesen sencillamente muchos. Cinco, como mínimo, pero quizá hasta un par de decenas. Habría sido fácil de poder desvelar su identidad iniciar una redada improvisada e investigar los datos de cada trabajador para saber si aquel era realmente uno de ellos o se había infiltrado. Pero solo contaban con algunos indicios y tampoco podrían iniciar un protocolo particularmente exhaustivo. Lo que veían era lo que podían ver. Ni más, ni menos.
Se apartó de RAL y caminó hacia la barra. Henry ya había desaparecido y eso le hizo percatarse de que el tal Mortimer tampoco estaba por ninguna parte. Las sospechas no hacían más que acrecentarse, así que cuando se sentó frente al camarero le pidió de nuevo un whisky. Se había dejado el suyo en la mesa de Pyre. Esperó para dar un trago en lo que el agente se acercaba, anotando en frases cortas -y un poco crípticas- lo que había averiguado.
- Yo que esperaba una noche tranquila -mintió, tendiéndole la agenda abierta por la página donde acababa de escribir-. Ya ni el teatro es un lugar seguro. -En realidad había un largo historial de gente asesinada en el teatro-. Y encima en el propio servicio. ¿Cómo han podido dejar que esto sucediera? Se supone que hay seguridad para algo.
Fingió no prestar atención a las reacciones del camarero. Este no parecía estar atendiendo demasiado a la conversación, pero nunca se sabía si iba a formar parte del complot.
- Y encima alguien más tiene que haber por ahí, que las luces no se apagan solas -dijo, indignado-. Yo no he venido aquí para que me peguen un tiro, solo quería presenciar la opus magna del maestro Draco. Y ahora va tener que venir la DDPD; como se suspenda la ópera te juro que me cargo a alguien.
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Cómo no, se había montado una escena alrededor del cuerpo, lo que obligó a actuar a la seguridad del teatro rápidamente, formando un perímetro al rededor del cuerpo mientras otros avisaban a las autoridades para que viniesen. Los asistentes estaban nerviosos, pero lejos de entrar en pánico, algo que, de por sí, ya era inquietante. Pero quizás la persona a la que se veía más afectada por todo esto era el señorito Pyre, cuya cara había cambiado a la de alguien que se acababa de dar cuenta de que había cometido un grave error. Lo peor de eso, que podía entrar en pánico y cometer más errores.
Caminé hasta la barra sin perder de vista a Theodore por si acaso. La seguridad se había dividido entre los que seguían vigilando en busca de más culpables y los que estaban encargándose del incidente más reciente. Eso podría hacer que cualquier otro que lo quisiera muerto actuase. No podía quedarme mirando todo el rato al mismo sitio, tenía que darme la vuelta para que no fuera tan obvio. Era agotador, pero tenía que volver a centrarme en las "miradas" de los asistentes en busca de algún peligro. Por ahora no parecía haber nadie en la sala con intenciones hostiles, o por lo menos no que quisieran mostrarlas en este momento. Respiré hondo al notar una sensación apretada en el pecho. Cuando miré me empecé a dar cuenta de que mi cuerpo estaba volviendo a la normalidad. Era demasiado difícil mantener la concentración en ambas cosas a la vez, pero si no había peligro inminente podía volver a centrarme en mantener la forma adecuada de mi cuerpo.
- Pues será mejor que te des prisa, no creo que seas el único hoy que quiere hacer eso. - Me senté al lado de Blaze, contestando con una pequeña broma a su comentario y haciendo una señal al camarero para que le sirviera otra copa. No parecíamos los únicos con la idea de paliar un mal trago como este con alcohol. - Voy a revisar el cuadro de luces, no parece que nadie en la sala quiera intentar algo por ahora pero mantén un ojo sobre Pyre. Si vuelve a aparecer alguien como ese camarero no estaré para detenerlo.- Susurré cuando no noté a nadie cerca y el camarero se fue al otro extremo de la barra a por una bebida para servir.
Una vez servida la copa pagué y dejé que el camarero se quedase con el cambio. Me despedí y caminé hasta una de las salidas que habían quedado sin vigilancia a consecuencia del intento de asesinato. Entrando tranquilamente por esta. El cuadro de luces estaba por otro lado, pero si quería llegar tenía que tomar una ruta diferente. Entré en un largo pasillo, con grandes puertas de madera a un lado y ventanales por otro a través de los cuales se colaba la luz de la calle. Comprobé que nadie me veía y abrí una de las ventanas para salir por esta. Una vez en el exterior procuré recordar el plano del teatro para llegar a la fachada más cercana al cuadro de luces. La entrada no era directa, tenía que colarme por otra ventana y recorrer un par de salas, pero con la seguridad centrada en el salón principal no tenía que preocuparme porque nadie me viera, o eso esperaba.
Por fin lo encontré. Ni las ventanas que me había cruzado ni las puertas parecían tener signos de haber sido forzadas. Tampoco la tapa del cuadro de luces, la cual estaba todavía abierta, con el candado desbloqueado limpiamente, como si hubieran usado la llave. Había sido manipulado hacía poco, pero el hecho de que lo hubieran dejado abierto implicaba que el culpable se había marchado con prisa. Desde esta sala no había forma alguna de poder ver el salón principal, o siquiera de saber lo que ocurría ahí, lo que significaba que tenía una forma de enterarse de lo que estaba pasando. En resumidas cuentas, el o los culpables tenían los medios para acceder a varias instalaciones del edificio, estaban bien coordinados y comunicados, creo que podríamos descartar definitivamente la idea de varios individuos y empezar a pensar en un grupo bien organizado.
Entonces escuché pasos por el pasillo más cercano, pude ver el haz de luz de una linterna que se acercaba y una voz que hablaba con alguien sobre revisar el cuadro de luces. Debían de ser los de seguridad, y como me encontrasen aquí me acusarían directamente. Por suerte pude salir antes de que me viera nadie, ahora sólo tenía que desandar el camino y volver a la sala principal para informar de lo que había encontrado.
Caminé hasta la barra sin perder de vista a Theodore por si acaso. La seguridad se había dividido entre los que seguían vigilando en busca de más culpables y los que estaban encargándose del incidente más reciente. Eso podría hacer que cualquier otro que lo quisiera muerto actuase. No podía quedarme mirando todo el rato al mismo sitio, tenía que darme la vuelta para que no fuera tan obvio. Era agotador, pero tenía que volver a centrarme en las "miradas" de los asistentes en busca de algún peligro. Por ahora no parecía haber nadie en la sala con intenciones hostiles, o por lo menos no que quisieran mostrarlas en este momento. Respiré hondo al notar una sensación apretada en el pecho. Cuando miré me empecé a dar cuenta de que mi cuerpo estaba volviendo a la normalidad. Era demasiado difícil mantener la concentración en ambas cosas a la vez, pero si no había peligro inminente podía volver a centrarme en mantener la forma adecuada de mi cuerpo.
- Pues será mejor que te des prisa, no creo que seas el único hoy que quiere hacer eso. - Me senté al lado de Blaze, contestando con una pequeña broma a su comentario y haciendo una señal al camarero para que le sirviera otra copa. No parecíamos los únicos con la idea de paliar un mal trago como este con alcohol. - Voy a revisar el cuadro de luces, no parece que nadie en la sala quiera intentar algo por ahora pero mantén un ojo sobre Pyre. Si vuelve a aparecer alguien como ese camarero no estaré para detenerlo.- Susurré cuando no noté a nadie cerca y el camarero se fue al otro extremo de la barra a por una bebida para servir.
Una vez servida la copa pagué y dejé que el camarero se quedase con el cambio. Me despedí y caminé hasta una de las salidas que habían quedado sin vigilancia a consecuencia del intento de asesinato. Entrando tranquilamente por esta. El cuadro de luces estaba por otro lado, pero si quería llegar tenía que tomar una ruta diferente. Entré en un largo pasillo, con grandes puertas de madera a un lado y ventanales por otro a través de los cuales se colaba la luz de la calle. Comprobé que nadie me veía y abrí una de las ventanas para salir por esta. Una vez en el exterior procuré recordar el plano del teatro para llegar a la fachada más cercana al cuadro de luces. La entrada no era directa, tenía que colarme por otra ventana y recorrer un par de salas, pero con la seguridad centrada en el salón principal no tenía que preocuparme porque nadie me viera, o eso esperaba.
Por fin lo encontré. Ni las ventanas que me había cruzado ni las puertas parecían tener signos de haber sido forzadas. Tampoco la tapa del cuadro de luces, la cual estaba todavía abierta, con el candado desbloqueado limpiamente, como si hubieran usado la llave. Había sido manipulado hacía poco, pero el hecho de que lo hubieran dejado abierto implicaba que el culpable se había marchado con prisa. Desde esta sala no había forma alguna de poder ver el salón principal, o siquiera de saber lo que ocurría ahí, lo que significaba que tenía una forma de enterarse de lo que estaba pasando. En resumidas cuentas, el o los culpables tenían los medios para acceder a varias instalaciones del edificio, estaban bien coordinados y comunicados, creo que podríamos descartar definitivamente la idea de varios individuos y empezar a pensar en un grupo bien organizado.
Entonces escuché pasos por el pasillo más cercano, pude ver el haz de luz de una linterna que se acercaba y una voz que hablaba con alguien sobre revisar el cuadro de luces. Debían de ser los de seguridad, y como me encontrasen aquí me acusarían directamente. Por suerte pude salir antes de que me viera nadie, ahora sólo tenía que desandar el camino y volver a la sala principal para informar de lo que había encontrado.
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Soltó un quejido agotado.
- Sí -contestó-. Será mejor que me apure.
Apuró el trago, prometiéndose que ese día no bebería más, y se acercó a la mesa en la que Pyre estaba de nuevo. En esa ocasión se sentó en su reposabrazos, abrazándolo mientras contenía el impulso de pegarle una bofetada. El noble pareció extrañarse al principio, se le tensó la cara mientras susurraba a su oído y forzó una sonrisa cuando se apartó, antes de levantarse precipitadamente. Casi le pareció divertida su reacción, pero se mantuvo impasible mientras se erguía junto a él.
- Y ahora, Theo, tú y yo vamos a hablar detenidamente. ¿Te parece bien?
- S... Sí -tartamudeó- Va-vamos.
Dio un par de toques en su hombro para indicarle que empezase a avanzar y juntos caminaron hacia la salida. La gente se apartaba al ver al joven Pyre, que les dedicaba miradas tímidas y esquivas mientras Blaze realizaba educadas inclinaciones de cabeza sin romper el rictus neutro que era su rostro. Con un empujón le hizo atravesar el umbral de la puerta, quedando solos en un enorme pasillo alumbrado por una combinación de tenues luces del exterior y pequeños focos de luz indirecta. Hizo que caminara un poco más hasta que estuvieron frente a las puertas de tramoyistas, y la abrió de un tirón.
- Pasa.
El noble obedeció. Como si toda su fachada se fuera cayendo pieza a pieza, Pyre iba dejando paso a una imagen descorazonada de niño desvalido, incapaz de contrariar las órdenes que le daban y, sobre todo, muy miedoso. Podía notar los temblores en su voz y en su cuerpo, de pronto más apocado y barrigón -probablemente no era capaz de meter tripa en ese momento-. El poco atractivo que podría tener se caía a pedazos mientras paso a paso iba siendo, cada vez más, apenas la sombra de un niñato engreído para ser solo un niñato.
- ¿Cómo... Cómo te has enterado? -preguntó.
- Sabías que no era Henry desde el principio -dijo él-. Deberías saber cómo me he enterado.
- ¿Me has estado vigilando?
- No, nada tan complejo -respondió-. Te he estudiado. Verás, me pagan para que sobrevivas a esta noche, pero has cometido tantos delitos impunemente que, solo por lo que has podido hacer en tus escapadas a islas del Gobierno Mundial, tu cabeza podría estar en una pica. ¿Cuánto pagarían por tu cabeza en El Gremio si se corriese la voz? Si todos supiesen lo que has hecho en San Faldo, ¿cuánto crees que tardaría tu propio padre en buscarse otro heredero? Por lo que queda de noche vas a obedecer cada sencilla orden que te dé. Vas a comportarte como un hombre moderado y te vas a asegurar de empezar desde ya a resarcir todo el daño que hayas hecho en los últimos años.
- ¿Y si no lo hago? -preguntó en un arrebato de valor estúpido.
- Juégatela, si quieres -espetó-. Por ahora, vamos al palco.
Había sido una jugada muy arriesgada, pero Pyre era un criminal y de no ser su padre un benefactor tan apreciado por las altas esferas del Gobierno Mundial ya estaría muerto. Blaze, además, había descubierto algo muy interesante mientras lo estudiaba. Un crimen tan atroz que ni siquiera estaba registrado en su historial. Tan difícil de justificar y con tan alta pena que ponía en riesgo a toda su isla solo por haberlo cometido. Pero todo encajaba.
- Sí -contestó-. Será mejor que me apure.
Apuró el trago, prometiéndose que ese día no bebería más, y se acercó a la mesa en la que Pyre estaba de nuevo. En esa ocasión se sentó en su reposabrazos, abrazándolo mientras contenía el impulso de pegarle una bofetada. El noble pareció extrañarse al principio, se le tensó la cara mientras susurraba a su oído y forzó una sonrisa cuando se apartó, antes de levantarse precipitadamente. Casi le pareció divertida su reacción, pero se mantuvo impasible mientras se erguía junto a él.
- Y ahora, Theo, tú y yo vamos a hablar detenidamente. ¿Te parece bien?
- S... Sí -tartamudeó- Va-vamos.
Dio un par de toques en su hombro para indicarle que empezase a avanzar y juntos caminaron hacia la salida. La gente se apartaba al ver al joven Pyre, que les dedicaba miradas tímidas y esquivas mientras Blaze realizaba educadas inclinaciones de cabeza sin romper el rictus neutro que era su rostro. Con un empujón le hizo atravesar el umbral de la puerta, quedando solos en un enorme pasillo alumbrado por una combinación de tenues luces del exterior y pequeños focos de luz indirecta. Hizo que caminara un poco más hasta que estuvieron frente a las puertas de tramoyistas, y la abrió de un tirón.
- Pasa.
El noble obedeció. Como si toda su fachada se fuera cayendo pieza a pieza, Pyre iba dejando paso a una imagen descorazonada de niño desvalido, incapaz de contrariar las órdenes que le daban y, sobre todo, muy miedoso. Podía notar los temblores en su voz y en su cuerpo, de pronto más apocado y barrigón -probablemente no era capaz de meter tripa en ese momento-. El poco atractivo que podría tener se caía a pedazos mientras paso a paso iba siendo, cada vez más, apenas la sombra de un niñato engreído para ser solo un niñato.
- ¿Cómo... Cómo te has enterado? -preguntó.
- Sabías que no era Henry desde el principio -dijo él-. Deberías saber cómo me he enterado.
- ¿Me has estado vigilando?
- No, nada tan complejo -respondió-. Te he estudiado. Verás, me pagan para que sobrevivas a esta noche, pero has cometido tantos delitos impunemente que, solo por lo que has podido hacer en tus escapadas a islas del Gobierno Mundial, tu cabeza podría estar en una pica. ¿Cuánto pagarían por tu cabeza en El Gremio si se corriese la voz? Si todos supiesen lo que has hecho en San Faldo, ¿cuánto crees que tardaría tu propio padre en buscarse otro heredero? Por lo que queda de noche vas a obedecer cada sencilla orden que te dé. Vas a comportarte como un hombre moderado y te vas a asegurar de empezar desde ya a resarcir todo el daño que hayas hecho en los últimos años.
- ¿Y si no lo hago? -preguntó en un arrebato de valor estúpido.
- Juégatela, si quieres -espetó-. Por ahora, vamos al palco.
Había sido una jugada muy arriesgada, pero Pyre era un criminal y de no ser su padre un benefactor tan apreciado por las altas esferas del Gobierno Mundial ya estaría muerto. Blaze, además, había descubierto algo muy interesante mientras lo estudiaba. Un crimen tan atroz que ni siquiera estaba registrado en su historial. Tan difícil de justificar y con tan alta pena que ponía en riesgo a toda su isla solo por haberlo cometido. Pero todo encajaba.
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Definitivamente, yo no era la persona más discreta del mundo, y definitivamente estos tipos no eran las mentes más brillantes del edificio. Estaba claro que me habían visto de reojo, por lo menos la sombra, uno de ellos se percató de haber visto algo y corrieron a la sala, entrando pistola en mano y linterna en la otra. Una gota de sudor bajó por mi cuello a la vez que contenía mi respiración y tragaba saliva. Al final pensaron que era cosa de su imaginación al encontrar la sala vacía y no buscaron más, gracias en parte a la distracción de la caja de luces. Pude escuchar cómo sacaban la misma conclusión mientras me alejaba y desandaba el camino, entrando de nuevo en el pasillo por el que había desaparecido. Mientras no me relacionasen con el incidente no importaba lo que hubieran visto, así que respiré aliviada.
- Y yo que los mandé a mirar pensando que te pillarían. - Me sobresaltó una voz a la espalda.
Me giré rápidamente llevando la mano bajo el traje en busca de mi arma, no había notado su "mirada" y, a pesar de tenerlo al lado, no la notaba. Era un hombre joven, esbelto, de ojos marrones y pelo rubio. Por suerte pude reconocerlo antes de que cometiera un error que me metiese en más líos. Era uno de los hombres con los que había ido a hablar Mortimer, Henry Staple, el hijo del dueño del teatro.
- Wow, tranquilo, casi haces que me de un infarto. - Dijo levantando levemente las manos. - Aunque supongo que es en parte mi culpa.
- Señorito Staple... - Dije enfundando el arma, pero manteniéndome alerta. - No debería sorprender a la gente de esa forma, menos una noche como esta.
- Tienes razón, pero he de confesar que la tentación era demasiado grande tras ver cómo te escabullías... ¿Y bien agente? ¿Ha encontrado algo interesante? - Me preguntó sin perder la sonrisa del rostro, dando una sensación de completa dejadez ante la situación. Por mi parte guardé silencio, tenía demasiadas preguntas como para arriesgarme a comprometer más la situación con una respuesta que diera información a quien no debía.
Para empezar ¿Cómo sabía que era un agente? Es decir, no era muy difícil llegar a la conclusión de que era una persona sospechosa, pero esta noche todos lo eran. Podía no saberlo y estarse arriesgando tras haberme visto escabullirme por los pasillos, entrando y saliendo por la ventana, pero eso me convertiría en sospechoso más que en un agente. Entonces... ¿Podía esta persona ser la que estuviera detrás del intento de asesinato? Tenía sentido. El hijo del dueño podía tener acceso al cuadro de luces, podía moverse por donde quisiera sin levantar sospechas, incluso mover a todo el personal de forma coordinada, la seguridad, los camareros, una red de información para saber si el intento había tenido éxito. Entonces si no sospechaba de mí como uno de los asesinos significaba que él estaba detrás, había enviado al personal de seguridad a incriminarme. Mucha gente estaba en la vida de Pyre, y él no sería un caso diferente.
Tomé aire, preparándome para intentar reducirlo e interrogarlo en un lugar seguro. Si acertaba se acabaron las preocupaciones durante el resto de la noche, si no, me tocaría disculparme. Había permanecido en silencio mucho tiempo, y él también, expectante, como si no le extrañase mi reacción, como si para él este tenso silencio no fuese nada, como si lo supiera todo y lo tuviera bajo control. Mis nudillos cruzaron a la vez que una niebla negra se formaba en mis puños y la luz de las ventanas reflejaban un destello rojizo en las lentes de mi máscara. Entonces un sonido familiar me sorprendió, un arma amartillándose a mi espalda.
- Suficiente agente. - Dijo Mortimer a mis espaldas, apuntando con una pistola a mi cabeza. - Creo que ha sacado las conclusiones equivocadas. - Añadió mientras fulminaba con la Henry, el cual se encogió de hombros. Mortimer suspiró y guardó la pistola. - Acompáñanos, no tenemos mucho tiempo, así que te lo explicaremos en un lugar más discreto.
- Y yo que los mandé a mirar pensando que te pillarían. - Me sobresaltó una voz a la espalda.
Me giré rápidamente llevando la mano bajo el traje en busca de mi arma, no había notado su "mirada" y, a pesar de tenerlo al lado, no la notaba. Era un hombre joven, esbelto, de ojos marrones y pelo rubio. Por suerte pude reconocerlo antes de que cometiera un error que me metiese en más líos. Era uno de los hombres con los que había ido a hablar Mortimer, Henry Staple, el hijo del dueño del teatro.
- Wow, tranquilo, casi haces que me de un infarto. - Dijo levantando levemente las manos. - Aunque supongo que es en parte mi culpa.
- Señorito Staple... - Dije enfundando el arma, pero manteniéndome alerta. - No debería sorprender a la gente de esa forma, menos una noche como esta.
- Tienes razón, pero he de confesar que la tentación era demasiado grande tras ver cómo te escabullías... ¿Y bien agente? ¿Ha encontrado algo interesante? - Me preguntó sin perder la sonrisa del rostro, dando una sensación de completa dejadez ante la situación. Por mi parte guardé silencio, tenía demasiadas preguntas como para arriesgarme a comprometer más la situación con una respuesta que diera información a quien no debía.
Para empezar ¿Cómo sabía que era un agente? Es decir, no era muy difícil llegar a la conclusión de que era una persona sospechosa, pero esta noche todos lo eran. Podía no saberlo y estarse arriesgando tras haberme visto escabullirme por los pasillos, entrando y saliendo por la ventana, pero eso me convertiría en sospechoso más que en un agente. Entonces... ¿Podía esta persona ser la que estuviera detrás del intento de asesinato? Tenía sentido. El hijo del dueño podía tener acceso al cuadro de luces, podía moverse por donde quisiera sin levantar sospechas, incluso mover a todo el personal de forma coordinada, la seguridad, los camareros, una red de información para saber si el intento había tenido éxito. Entonces si no sospechaba de mí como uno de los asesinos significaba que él estaba detrás, había enviado al personal de seguridad a incriminarme. Mucha gente estaba en la vida de Pyre, y él no sería un caso diferente.
Tomé aire, preparándome para intentar reducirlo e interrogarlo en un lugar seguro. Si acertaba se acabaron las preocupaciones durante el resto de la noche, si no, me tocaría disculparme. Había permanecido en silencio mucho tiempo, y él también, expectante, como si no le extrañase mi reacción, como si para él este tenso silencio no fuese nada, como si lo supiera todo y lo tuviera bajo control. Mis nudillos cruzaron a la vez que una niebla negra se formaba en mis puños y la luz de las ventanas reflejaban un destello rojizo en las lentes de mi máscara. Entonces un sonido familiar me sorprendió, un arma amartillándose a mi espalda.
- Suficiente agente. - Dijo Mortimer a mis espaldas, apuntando con una pistola a mi cabeza. - Creo que ha sacado las conclusiones equivocadas. - Añadió mientras fulminaba con la Henry, el cual se encogió de hombros. Mortimer suspiró y guardó la pistola. - Acompáñanos, no tenemos mucho tiempo, así que te lo explicaremos en un lugar más discreto.
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Le producía cierta gracia que la borrachera se le hubiese pasado de golpe tras su revelación. No tenía claro que hubiese pensado mucho en ello en los últimos meses, pero estaba claro que el recordarlo lo aterraba. Quizá se debiese a que conocía las consecuencias, y no era para menos: En San Faldo se había encontrado una mujer asesinada hacía dos años, completamente desnuda y con signos de agresión sexual. Su piel era blanca e inmaculada, sus facciones suaves y olía a algo muy distinto que el callejón en el que había sido encontrada. Apenas había unas pocas pistas que delatasen su origen en todo el informe, más comentarios desafortunados que deliberadas migas de pan que no habría sido capaz de enlazar de no ser porque se habían cruzado muchos eventos en esas fechas.
Lord Pyre padre había hecho en esa misma época una generosa donación de casi cinco mil millones de berries al Gobierno Mundial a través de distintas entidades y dirigida a múltiples propósitos: La renovación de siete buques de guerra tipo destructor para la Legión, armamento de última generación para los soldados y campos de entrenamiento de tecnología puntera para el Cipher Pol... La vida de su hijo había sido comprada para que alguien, en algún punto de la cadena de mando, hiciese parecer que el cadáver, presuntamente de una prostituta, había sido incinerado al día siguiente de la autopsia, rompiendo el protocolo por "potencial epidémico" y cerrando el caso. Días antes de esos eventos, y coincidiendo con Theodore en la ciudad, una mujer con la misma descripción había desaparecido. Una mujer de la que Blaze había escuchado hablar un par de veces.
- Debiste sentirte muy poderoso -dijo, empujándolo por el pasillo-. No hay mucha gente que se atreva a hacer eso. Por las consecuencias, más que nada.
Cuando pasó por delante del palco catorce optó por abrir la puerta y entrar. Dudaba que hubiese nada relevante o mínimamente incriminatorio, pero desde luego estaría más protegido que en el de honor que se había destinado para él. De hecho, una vez dentro darse cuenta de que era mucho más seguro no era difícil. La visibilidad era buena hacia el escenario, pero hacia nada más. El foso, el patio de butacas y todo lo que no era relevante no podía verse; ni siquiera las tramoyas podían discernirse desde ahí sin torcer la mirada. Su ventana tenía forma de cuña, como si fuese casi una tronera, y tenía una perspectiva perfecta del palco principal si se miraba desde la perspectiva adecuada. Había un par de butacones en esa posición que claramente rompían con el orden de los demás; seguramente para Mortimer y Henry... O para quién sabe quién.
- Si hubiera sabido quién era no lo habría hecho -contestó tras un largo rato-. Pero se acercó, y no llevaba nada que la distinguiera...
- Eso solo lo hace peor. -Le repugnaba ese tipo. En muchos sentidos-. Siéntate ahí; como hagas un solo movimiento te detendré aquí mismo.
- ¡Ni siquiera es legal que hagas eso! -gritó en un arrebato de seguridad-. ¡No puedes tocarme!
Le dio una bofetada. Fue lo bastante fuerte como para derribarlo y hacerle caer contra el sillón. Vio que se le saltaba alguna lágrima, y también cómo su mejilla se enrojecía rápidamente.
- Puedo tocarte, y nada me impide dejarte inconsciente para cargarte hasta Enies Lobby y que seas juzgado. Mírate, eres patético; ni siquiera tu padre ha querido pagarte la escolta. Como todo el mundo, él quiere verte muerto. Lo único que te separa de ese destino soy yo, así que no me la jugaría, Theodore.
Lord Pyre padre había hecho en esa misma época una generosa donación de casi cinco mil millones de berries al Gobierno Mundial a través de distintas entidades y dirigida a múltiples propósitos: La renovación de siete buques de guerra tipo destructor para la Legión, armamento de última generación para los soldados y campos de entrenamiento de tecnología puntera para el Cipher Pol... La vida de su hijo había sido comprada para que alguien, en algún punto de la cadena de mando, hiciese parecer que el cadáver, presuntamente de una prostituta, había sido incinerado al día siguiente de la autopsia, rompiendo el protocolo por "potencial epidémico" y cerrando el caso. Días antes de esos eventos, y coincidiendo con Theodore en la ciudad, una mujer con la misma descripción había desaparecido. Una mujer de la que Blaze había escuchado hablar un par de veces.
- Debiste sentirte muy poderoso -dijo, empujándolo por el pasillo-. No hay mucha gente que se atreva a hacer eso. Por las consecuencias, más que nada.
Cuando pasó por delante del palco catorce optó por abrir la puerta y entrar. Dudaba que hubiese nada relevante o mínimamente incriminatorio, pero desde luego estaría más protegido que en el de honor que se había destinado para él. De hecho, una vez dentro darse cuenta de que era mucho más seguro no era difícil. La visibilidad era buena hacia el escenario, pero hacia nada más. El foso, el patio de butacas y todo lo que no era relevante no podía verse; ni siquiera las tramoyas podían discernirse desde ahí sin torcer la mirada. Su ventana tenía forma de cuña, como si fuese casi una tronera, y tenía una perspectiva perfecta del palco principal si se miraba desde la perspectiva adecuada. Había un par de butacones en esa posición que claramente rompían con el orden de los demás; seguramente para Mortimer y Henry... O para quién sabe quién.
- Si hubiera sabido quién era no lo habría hecho -contestó tras un largo rato-. Pero se acercó, y no llevaba nada que la distinguiera...
- Eso solo lo hace peor. -Le repugnaba ese tipo. En muchos sentidos-. Siéntate ahí; como hagas un solo movimiento te detendré aquí mismo.
- ¡Ni siquiera es legal que hagas eso! -gritó en un arrebato de seguridad-. ¡No puedes tocarme!
Le dio una bofetada. Fue lo bastante fuerte como para derribarlo y hacerle caer contra el sillón. Vio que se le saltaba alguna lágrima, y también cómo su mejilla se enrojecía rápidamente.
- Puedo tocarte, y nada me impide dejarte inconsciente para cargarte hasta Enies Lobby y que seas juzgado. Mírate, eres patético; ni siquiera tu padre ha querido pagarte la escolta. Como todo el mundo, él quiere verte muerto. Lo único que te separa de ese destino soy yo, así que no me la jugaría, Theodore.
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Había una extraña tensión en el ambiente, Henry parecía despreocupado, mientras que una parte de mí se negaba a bajar la guardia mientras no supiera lo que ocurría. No daba señas notables de hostilidad, pero Mortimer parecía ser plenamente consciente de ello. Un tenso silencio se adueñó de nosotros durante unos pocos segundos que parecieron eternos hasta que un suspiro le puso fin.
- Veo que todavía no te fías de nosotros. - Dijo Mortimer levantando la mano con un aspaviento. - Eres cabezota como... bueno, no importa. - ¿Cómo que no importaba? Estaba a punto de decir un nombre ¿Acaso esta persona sabía algo de mí? ¿Quién demonios era?
- Si queréis que me fíe de vosotros voy a necesitar al menos una identificación... una válida Mortimer. - Dije, haciendo hincapié en su nombre, si es que acaso era ese y no una identidad falsa.
- Está bien. - Se inclinó y me susurró una serie de palabras al oído. Para cualquier persona no sería más que una frase sin sentido, pero un agente sabía interpretarlo. Era otro agente, y no uno cualquiera, uno de rango muy superior al mío. Eso podía explicar su comportamiento previo, pero entonces Henry... - Henry es un activo local, uno que ha demostrado ser de ayuda en numerosas ocasiones, pero con tendencia a tomar riesgos... innecesarios. - Explicó respondiendo a la pregunta que estaba a punto de plantear casi como si me estuviera leyendo la mente.
- Lord Henry Staple a su servicio. - Se presentó sin perder la sonrisa con una teatral reverencia.
Con las dudas resueltas nos pusimos en marcha. El pasillo seguía hasta el punto en el que las entradas a los palcos comenzaron a aparecer. Todavía quedaba tiempo para que el público entrase, incluso para que el personal empezase con los preparativos, si era una charla rápida podrían ponerme al día. Todavía no sabía si podía confiar del todo en ellos, pero el código era correcto, Henry era el más sospechoso, pero el hecho de que Mortimer confiara en él hacía que no estuviese tan inquieto a su lado.
En completo silencio caminamos puerta por puerta hasta llegar por fin a la número catorce. Era el lugar donde me había dicho que quería hablar conmigo, puede que los últimos acontecimientos hubieran adelantado el encuentro. Puede que la situación fuera más urgente. Fui a abrir la puerta, pero mi mano se paró al escuchar unas voces al otro lado. Se supone que era un palco privado ¿Acaso la situación había sido comprometida? Llevé la mano a la pistolera de mi costado y saqué el arma, empuñándola con ambas manos antes de apartarme ligeramente de la puerta.
- ¡No! Espe... - Fue a decir Mortimer, pero no le dio tiempo a pararme.
Abrí la puerta de una patada, entrando rápidamente y barriendo el espacio con el cañón del arma hasta pararme delante de la primera figura que encontré. Respiré tranquilo y puse el seguro al arma al ver quienes eran, Blaze y Pyre, pero ¿Qué hacían aquí?
- Vaya, esa puerta era cara. - Comentó Henry entrando en el palco. - ¿Interrumpimos algo?
- Veo que todavía no te fías de nosotros. - Dijo Mortimer levantando la mano con un aspaviento. - Eres cabezota como... bueno, no importa. - ¿Cómo que no importaba? Estaba a punto de decir un nombre ¿Acaso esta persona sabía algo de mí? ¿Quién demonios era?
- Si queréis que me fíe de vosotros voy a necesitar al menos una identificación... una válida Mortimer. - Dije, haciendo hincapié en su nombre, si es que acaso era ese y no una identidad falsa.
- Está bien. - Se inclinó y me susurró una serie de palabras al oído. Para cualquier persona no sería más que una frase sin sentido, pero un agente sabía interpretarlo. Era otro agente, y no uno cualquiera, uno de rango muy superior al mío. Eso podía explicar su comportamiento previo, pero entonces Henry... - Henry es un activo local, uno que ha demostrado ser de ayuda en numerosas ocasiones, pero con tendencia a tomar riesgos... innecesarios. - Explicó respondiendo a la pregunta que estaba a punto de plantear casi como si me estuviera leyendo la mente.
- Lord Henry Staple a su servicio. - Se presentó sin perder la sonrisa con una teatral reverencia.
Con las dudas resueltas nos pusimos en marcha. El pasillo seguía hasta el punto en el que las entradas a los palcos comenzaron a aparecer. Todavía quedaba tiempo para que el público entrase, incluso para que el personal empezase con los preparativos, si era una charla rápida podrían ponerme al día. Todavía no sabía si podía confiar del todo en ellos, pero el código era correcto, Henry era el más sospechoso, pero el hecho de que Mortimer confiara en él hacía que no estuviese tan inquieto a su lado.
En completo silencio caminamos puerta por puerta hasta llegar por fin a la número catorce. Era el lugar donde me había dicho que quería hablar conmigo, puede que los últimos acontecimientos hubieran adelantado el encuentro. Puede que la situación fuera más urgente. Fui a abrir la puerta, pero mi mano se paró al escuchar unas voces al otro lado. Se supone que era un palco privado ¿Acaso la situación había sido comprometida? Llevé la mano a la pistolera de mi costado y saqué el arma, empuñándola con ambas manos antes de apartarme ligeramente de la puerta.
- ¡No! Espe... - Fue a decir Mortimer, pero no le dio tiempo a pararme.
Abrí la puerta de una patada, entrando rápidamente y barriendo el espacio con el cañón del arma hasta pararme delante de la primera figura que encontré. Respiré tranquilo y puse el seguro al arma al ver quienes eran, Blaze y Pyre, pero ¿Qué hacían aquí?
- Vaya, esa puerta era cara. - Comentó Henry entrando en el palco. - ¿Interrumpimos algo?
Blaze Aswen
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Trató de replicar, pero no pudo. La mirada de Blaze y la latente amenaza de una nueva bofetada fueron lo bastante efectivas como para acallarlo. En lugar de eso, se ovilló en el asiento tapándose la palpitante mejilla mientras el soldado se ponía en guardia. Había escuchado algo repentino al otro lado. La patada generó un estruendo lo bastante fuerte para que desenvainase la espada por instinto, apuntando directamente a la figura menuda que entró por la puerta con exactamente la misma urgencia que había despertado en él. Habría bajado el arma tras reconocer su máscara, pero la tensión de su cuerpo parecía querer romperse solo hacia una dirección.
El agente había entrado destrozando una puerta muy cara y, más importante, escoltado por Henry y Mortimer. El primero mantenía su media sonrisa de tranquilidad, si bien era fácil detectar en sus ojos que la puerta le dolía. Al fin y al cabo, era su puerta. El otro, por su parte, parecía un padre viendo jugar a sus hijos. Podía sentir la condescendencia en él, casi como si que se peleasen dos personas en medio de una misión como esa fuese lo más normal del mundo.
- Los dos a la vez -propuso, sin moverse ni un milímetro-. Tres, dos...
Bajó su arma lentamente antes de tiempo. Si atacaba le daría tiempo a reaccionar, pero si interpretaba aquello como una forma de confianza el ambiente se relajaría mucho más rápido -o al menos, eso esperaba-. Todavía con la espada en la mano perdió su mirada por los acompañantes. Henry les había hecho una pregunta que, si bien educada, escondía bajo ella una orden inquisitiva que más pronto que tarde iba a tener que contestar. Volvió los ojos hacia Pyre por un momento, comprobando que siguiese bien.
- Estábamos teniendo una amistosa charla acerca de la futilidad de la existencia -contestó-. También acerca de por qué todo el mundo lo quiere muerto en esta ciudad. Y de cómo se va a portar bien lo que queda de noche. Ahora, si no les importa... Muestren su identidad de forma adecuada.
- Eso no será necesario -contestó Henry al momento-. Si lo que le preocupa es la seguridad de Lord Pyre, esta está garantizada. Sería muy mal anfitrión si dejase que alguien muriese en el teatro de mi familia. -Chasqueó la lengua por un instante, mirando a RAL-. Alguien más, vaya. En cualquier caso, por mucha animadversión que sienta hacia el muchacho lo cierto es que su muerte representa un problema para los intereses de mucha gente, tanto en Dark Dome como más allá.
Prefirió callarse. Cuando llegase el amanecer la misión estaría concluida, y con ello el arresto era más que factible. No podía decirle a nadie el porqué antes de llegar a un cuartel, pero no iba a consentir que lo matasen sin que pagase pena por sus crímenes o su falta de humanidad fuese juzgada. Al final volvió a preguntar:
- ¿Quiénes sois? No confío en vosotros.
El agente había entrado destrozando una puerta muy cara y, más importante, escoltado por Henry y Mortimer. El primero mantenía su media sonrisa de tranquilidad, si bien era fácil detectar en sus ojos que la puerta le dolía. Al fin y al cabo, era su puerta. El otro, por su parte, parecía un padre viendo jugar a sus hijos. Podía sentir la condescendencia en él, casi como si que se peleasen dos personas en medio de una misión como esa fuese lo más normal del mundo.
- Los dos a la vez -propuso, sin moverse ni un milímetro-. Tres, dos...
Bajó su arma lentamente antes de tiempo. Si atacaba le daría tiempo a reaccionar, pero si interpretaba aquello como una forma de confianza el ambiente se relajaría mucho más rápido -o al menos, eso esperaba-. Todavía con la espada en la mano perdió su mirada por los acompañantes. Henry les había hecho una pregunta que, si bien educada, escondía bajo ella una orden inquisitiva que más pronto que tarde iba a tener que contestar. Volvió los ojos hacia Pyre por un momento, comprobando que siguiese bien.
- Estábamos teniendo una amistosa charla acerca de la futilidad de la existencia -contestó-. También acerca de por qué todo el mundo lo quiere muerto en esta ciudad. Y de cómo se va a portar bien lo que queda de noche. Ahora, si no les importa... Muestren su identidad de forma adecuada.
- Eso no será necesario -contestó Henry al momento-. Si lo que le preocupa es la seguridad de Lord Pyre, esta está garantizada. Sería muy mal anfitrión si dejase que alguien muriese en el teatro de mi familia. -Chasqueó la lengua por un instante, mirando a RAL-. Alguien más, vaya. En cualquier caso, por mucha animadversión que sienta hacia el muchacho lo cierto es que su muerte representa un problema para los intereses de mucha gente, tanto en Dark Dome como más allá.
Prefirió callarse. Cuando llegase el amanecer la misión estaría concluida, y con ello el arresto era más que factible. No podía decirle a nadie el porqué antes de llegar a un cuartel, pero no iba a consentir que lo matasen sin que pagase pena por sus crímenes o su falta de humanidad fuese juzgada. Al final volvió a preguntar:
- ¿Quiénes sois? No confío en vosotros.
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Lentamente subí el arma a la vez que él bajaba la espada, se notaba que no bajaba la guardia, era normal, sólo un idiota buscaría desescalar la situación confiando plenamente en que todas las partes compartieran la misma voluntad de hacerlo. Respiré hondo, preparándome para cualquier imprevisto, alejando el dedo del gatillo y poniendo el seguro del arma mientras esta apuntaba al techo, tras eso liberé el tope del cargador y el tambor se hizo a un lado, dejando caer las tres balas del arma en mi otra mano. Esto lo tranquilizaría un poco, al estar el arma descargada, aunque si intentaba algo podía lanzar uno de los ganchos bajo la gabardina.
- Bien, supongo que no podremos quedarnos así toda la noche. - Dijo Mortimer levantando la puerta y encajándola como pudo en el marco para que no llamase tanto la atención desde fuera. Tras eso se dio la vuelta para dirigirse a todos los presentes y sacando una identificación de su chaqueta. - No me gusta tener que llevarla encima, compromete la tapadera, pero es útil en momentos como este. - Lo que ponía en esta y lo que daba a entender el código que me había dado coincidían. - Soy el agente especial Leonard Cane, en cuanto a Henry, creo que ya se ha presentado, puedo asegurar su identidad, así como su colaboración en este caso. - Miró al joven Pyre. - Puedo deducir que ya estás al día de la razón que nos trae aquí. No es que no confiásemos en vosotros para protegerlo, nuestro objetivo era rastrear y encontrar a quienes estuvieran detrás de los posibles intentos de asesinato, hubiera sido de ayuda que aquel camarero hubiera quedado vivo. - Ya eran dos las miradas acusadoras que notaba, pero no tenía culpa que hubieran enviado a alguien tan torpe como para autolesionarse de esa manera. - Creemos que los que están detrás de esto, no sólo evitarán consecuencias mayores si el señorito Pyre muere, sino que al matarlo podrán evitar que de información que los comprometa aún más. Estamos hablando de financiación irregular de activos de la Legión, así como sobornos para que hicieran la vista gorda sobre su crimen, y sospechamos que puede haber más, pero para descubrirlo lo necesitamos vivo.
Pyre sonrió, al escuchar que alguien mucho más importante que nosotros lo necesitaba con vida, al pensar que la persona que se había atrevido a tratarlo de esa manera recibiría su merecido. Casi se pudo ver un nuevo brillo de confianza en sus ojos, como si no entendiera del todo la gravedad de la situación.
- Yo no me alegraría tanto joven. - Dijo Mortimer... o Leonard con rostro serio y una mirada fría que parecía casi capaz de congelar a que se atreviera a sostenerla por un segundo, una mueca de desprecio absoluto malamente reprimido se adueñó de su rostro. - Créeme que tu vida se terminó hace tiempo, que te necesitemos vivo no significa que te necesitemos de una pieza, no después de lo que has hecho.
- Disculpad pero... - Interrumpí, levantando la mano, como un niño pidiendo la palabra en clase. - ¿Exactamente qué ha hecho para que un agente especial y su colaborador estén en este caso?
- Bien, supongo que no podremos quedarnos así toda la noche. - Dijo Mortimer levantando la puerta y encajándola como pudo en el marco para que no llamase tanto la atención desde fuera. Tras eso se dio la vuelta para dirigirse a todos los presentes y sacando una identificación de su chaqueta. - No me gusta tener que llevarla encima, compromete la tapadera, pero es útil en momentos como este. - Lo que ponía en esta y lo que daba a entender el código que me había dado coincidían. - Soy el agente especial Leonard Cane, en cuanto a Henry, creo que ya se ha presentado, puedo asegurar su identidad, así como su colaboración en este caso. - Miró al joven Pyre. - Puedo deducir que ya estás al día de la razón que nos trae aquí. No es que no confiásemos en vosotros para protegerlo, nuestro objetivo era rastrear y encontrar a quienes estuvieran detrás de los posibles intentos de asesinato, hubiera sido de ayuda que aquel camarero hubiera quedado vivo. - Ya eran dos las miradas acusadoras que notaba, pero no tenía culpa que hubieran enviado a alguien tan torpe como para autolesionarse de esa manera. - Creemos que los que están detrás de esto, no sólo evitarán consecuencias mayores si el señorito Pyre muere, sino que al matarlo podrán evitar que de información que los comprometa aún más. Estamos hablando de financiación irregular de activos de la Legión, así como sobornos para que hicieran la vista gorda sobre su crimen, y sospechamos que puede haber más, pero para descubrirlo lo necesitamos vivo.
Pyre sonrió, al escuchar que alguien mucho más importante que nosotros lo necesitaba con vida, al pensar que la persona que se había atrevido a tratarlo de esa manera recibiría su merecido. Casi se pudo ver un nuevo brillo de confianza en sus ojos, como si no entendiera del todo la gravedad de la situación.
- Yo no me alegraría tanto joven. - Dijo Mortimer... o Leonard con rostro serio y una mirada fría que parecía casi capaz de congelar a que se atreviera a sostenerla por un segundo, una mueca de desprecio absoluto malamente reprimido se adueñó de su rostro. - Créeme que tu vida se terminó hace tiempo, que te necesitemos vivo no significa que te necesitemos de una pieza, no después de lo que has hecho.
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