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Era la primera vez que me daban un permiso para ir a un sitio del que podría decirse "me gustaba". Cierto era que Karakuri pertenecía al Gobierno Mundial, y visitarla era como llevarse el trabajo a casa. Pero me gustaba su ambiente, su arquitectura y sobre todo su tecnología. Aquel lugar era un auténtico paraíso para cualquiera que quisiera mejorar su arsenal, sus conocimientos o simplemente quisiera emborracharse de novedades tecnológicas. Lo que nadie le había dicho al guiri era que el frío también era predominante en el lugar, llegando a los cero grados bajo cero en muchas ocasiones. Además, cuando desembarqué era de noche, ya que había elegido el último navío para ir a la isla, ya que me había demorado bastante en mi anterior lugar de visita, Arabasta.
Llevaba puestos siempre unos guantes negros, y a juego una camisa de cuello unido con varios motivos en uve tallados en el pecho. El de la camisa llegaba hasta por debajo de las orejas; guantes negros. Mis pantalones, también a juego tienen algunas hebillas unidas en las uniones del cinturón. Unas botas por la rodilla con una pequeña hebilla en el empeine. Y si esto fuera poco llevaba una gabardina, de cuero negro al igual que el resto de mi equipo, que suele estar abierta. En las solapas del pecho tiene dos hebillas de metal pequeñas, y en sus puños otras dos, así como varios botones tachonados en la solapa del cuello, que siempre está levantado. Para cerrar mi vestimenta llevaba, como no, mi mascarilla de cuero, tapándome la boca. Todo lo necesario para no pasar un frío excesivo, aunque si lo comparábamos con el sol mortal de Arabasta, podría decirse que hasta estaba cómodo.
Igualmente ya no quedaba mucha gente por las calles, pues se estaban calentando en sus hogares o en los hoteles y tascas de la zona. Esto me recordó que quizás era buena idea beber algo, el problema es que hacerlo en público no era una opción. Mientras pensaba que hacer, me quedé en el puerto una vez todos los pasajeros del busque donde había estado se retiraron del muelle, dejándome solo. Momento que aproveché, no sin cerciorarme antes de que no hubiera nadie, de echar un pitillo bajándome la mascarilla suavemente, ya que hacía unas cuantas horas que no podía fumar debido a la presencia de los pasajeros, y tampoco me acordé de hacerlo en el camarote ya que estaba durmiendo.
Una vez finiquitado el cigarro tiré la colilla al suelo y la pisé con el pie. Me puse la mascarilla y me llevé las manos a los bolsillos. El cigarro había hecho que entrara en calor, pero debía buscar una tasca o algún sitio para refugiarme del frío. Así que sin demora alguna, lo hice, y comencé a caminar por una de las avenidas principales, cruzándome con diversas personas a la par que procuraba no mirar a nadie, solo al frente. Esto no impidió que viera a algunos legionarios uniformados por las calles, que al igual que yo parecían de permiso o tomándose un descanso. ..emborrachándose y con el uniforme..ay....si por mi fuera...
Llevaba puestos siempre unos guantes negros, y a juego una camisa de cuello unido con varios motivos en uve tallados en el pecho. El de la camisa llegaba hasta por debajo de las orejas; guantes negros. Mis pantalones, también a juego tienen algunas hebillas unidas en las uniones del cinturón. Unas botas por la rodilla con una pequeña hebilla en el empeine. Y si esto fuera poco llevaba una gabardina, de cuero negro al igual que el resto de mi equipo, que suele estar abierta. En las solapas del pecho tiene dos hebillas de metal pequeñas, y en sus puños otras dos, así como varios botones tachonados en la solapa del cuello, que siempre está levantado. Para cerrar mi vestimenta llevaba, como no, mi mascarilla de cuero, tapándome la boca. Todo lo necesario para no pasar un frío excesivo, aunque si lo comparábamos con el sol mortal de Arabasta, podría decirse que hasta estaba cómodo.
Igualmente ya no quedaba mucha gente por las calles, pues se estaban calentando en sus hogares o en los hoteles y tascas de la zona. Esto me recordó que quizás era buena idea beber algo, el problema es que hacerlo en público no era una opción. Mientras pensaba que hacer, me quedé en el puerto una vez todos los pasajeros del busque donde había estado se retiraron del muelle, dejándome solo. Momento que aproveché, no sin cerciorarme antes de que no hubiera nadie, de echar un pitillo bajándome la mascarilla suavemente, ya que hacía unas cuantas horas que no podía fumar debido a la presencia de los pasajeros, y tampoco me acordé de hacerlo en el camarote ya que estaba durmiendo.
Una vez finiquitado el cigarro tiré la colilla al suelo y la pisé con el pie. Me puse la mascarilla y me llevé las manos a los bolsillos. El cigarro había hecho que entrara en calor, pero debía buscar una tasca o algún sitio para refugiarme del frío. Así que sin demora alguna, lo hice, y comencé a caminar por una de las avenidas principales, cruzándome con diversas personas a la par que procuraba no mirar a nadie, solo al frente. Esto no impidió que viera a algunos legionarios uniformados por las calles, que al igual que yo parecían de permiso o tomándose un descanso. ..emborrachándose y con el uniforme..ay....si por mi fuera...
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La roca frente a él había comenzado a grietarse, pero sus dedos poco a poco comenzaban a resentirse. La nieve caía sobre su torso desnudo, derritiéndose casi al instante cuando entraba en contacto con su piel. Llevaba desde el amanecer en la falda de la montaña, frente a una de las escarpadas paredes heladas de la cara sur. Llevaba tiempo perfeccionando aquella técnica, pero para completar su aprendizaje y dar por exitoso su entrenamiento se había puesto por objetivo penetrar la propia piedra con los dedos. Podría tratar de hacerlo a través de fuerza bruta, pero ese no era el objetivo que perseguía; los movimientos burdos y descabezados solo conducían al total cansancio, pero aquellos precisos y delicados, sin embargo... Eran prácticos.
En cualquier caso no iba a poder intentarlo con seguridad muchas veces más, razón por la que comenzó a trazar el arco una última vez con su mano, dibujando una estela semicircular entre la ventisca. Respiró hondo mientras tensaba una cuerda que no existía, sintiendo cómo sus dedos se humedecían poco a poco. Hundió los dedos en la nieve, arrugando las plantas de los pies. Abrió solo un ojo, apuntando. No se apresuró; quería hacerlo bien. Dejó que pasasen dos segundos, y tres, también uno más... Y disparó.
No lo hizo con fuerza desmesurada, pero resonó como un cañonazo cuando la roca se quebró. Tuvo que apartarse varios metros por miedo a que el desprendimiento lo alcanzara, pero al crujido de la piedra no siguió inmediatamente la rotura; en su lugar la grietas fueron avanzando como venas poco a poco hasta que se juntaron, y parte del muro colapsó de forma similar al hielo que lo recubría horas antes. Quizá no fuese una técnica perfecta, pero se estaba acercando cada vez más a culminarla con éxito. En cualquier caso, sus dedos le habían dejado claro que necesitaban descanso.
Se quedó un rato más practicando, pero lo hizo alternando sus brazos y solo contra el aire. Veía un pequeño chorro de agua salir propulsado como a través de un atomizador, lo bastante fuerte como para dejar marcas en la nieve a más de un metro, pero sin agujerearla. Se trataba de un golpe potente, pero desde el primer momento estaba pensado para el cuerpo a cuerpo; su falta de eficacia a cierta distancia no era algo que fuese a lamentar, no al menos pudiendo proyectar la espada del gato a través de sus propias garras.
Cuando la oscuridad llegó, en cualquier caso, decidió volver al poblado. Se desnudó y con una bola de nieve limpió el sudor de la mayor parte de su cuerpo, ignorando el frío que esta le producía. Tras ello guardó el bombacho sudado en un compartimento apartado del petate, sacó ropa interior y unos pantalones y se vistió de forma más o menos aceptable; que no estuviera de servicio no significaba que debiese vestir como algún cualquiera. Terminó de ajustarse el abrigo, cerrándolo bien contra su torso, y tras calzarse con unas botas militares emprendió camino montaña abajo.
Cuando llegó al pueblo buscó refugio en una taberna cercana a su posada, pero con ambiente algo más vivo. Le gustaba escuchar a la gente reír, y siempre se oían cosas interesantes que a alguna gente podían interesar, así que se sentó en una mesa para dos con un tomo especializado en Karate. El Karate Gyojin era propio de las gentes del mar, algo nada bien visto en el Gobierno Mundial y que por ende mantenía, a excepción de las técnicas más discretas, en el más absoluto de los secretos. Sin embargo, conociendo la filosofía del karate solo había que entender cómo este se relacionaba, en movimientos fluidos y naturales, con el curso de las corrientes.
- ¿Desea tomar algo? -preguntó una camarera con voz amable.
- Sí -contestó por impulso. Un segundo después, la miró a la cara con una sonrisa que pretendía ser igual de amable-. Un café solo, por favor. Muchas gracias.
En cualquier caso no iba a poder intentarlo con seguridad muchas veces más, razón por la que comenzó a trazar el arco una última vez con su mano, dibujando una estela semicircular entre la ventisca. Respiró hondo mientras tensaba una cuerda que no existía, sintiendo cómo sus dedos se humedecían poco a poco. Hundió los dedos en la nieve, arrugando las plantas de los pies. Abrió solo un ojo, apuntando. No se apresuró; quería hacerlo bien. Dejó que pasasen dos segundos, y tres, también uno más... Y disparó.
No lo hizo con fuerza desmesurada, pero resonó como un cañonazo cuando la roca se quebró. Tuvo que apartarse varios metros por miedo a que el desprendimiento lo alcanzara, pero al crujido de la piedra no siguió inmediatamente la rotura; en su lugar la grietas fueron avanzando como venas poco a poco hasta que se juntaron, y parte del muro colapsó de forma similar al hielo que lo recubría horas antes. Quizá no fuese una técnica perfecta, pero se estaba acercando cada vez más a culminarla con éxito. En cualquier caso, sus dedos le habían dejado claro que necesitaban descanso.
Se quedó un rato más practicando, pero lo hizo alternando sus brazos y solo contra el aire. Veía un pequeño chorro de agua salir propulsado como a través de un atomizador, lo bastante fuerte como para dejar marcas en la nieve a más de un metro, pero sin agujerearla. Se trataba de un golpe potente, pero desde el primer momento estaba pensado para el cuerpo a cuerpo; su falta de eficacia a cierta distancia no era algo que fuese a lamentar, no al menos pudiendo proyectar la espada del gato a través de sus propias garras.
Cuando la oscuridad llegó, en cualquier caso, decidió volver al poblado. Se desnudó y con una bola de nieve limpió el sudor de la mayor parte de su cuerpo, ignorando el frío que esta le producía. Tras ello guardó el bombacho sudado en un compartimento apartado del petate, sacó ropa interior y unos pantalones y se vistió de forma más o menos aceptable; que no estuviera de servicio no significaba que debiese vestir como algún cualquiera. Terminó de ajustarse el abrigo, cerrándolo bien contra su torso, y tras calzarse con unas botas militares emprendió camino montaña abajo.
Cuando llegó al pueblo buscó refugio en una taberna cercana a su posada, pero con ambiente algo más vivo. Le gustaba escuchar a la gente reír, y siempre se oían cosas interesantes que a alguna gente podían interesar, así que se sentó en una mesa para dos con un tomo especializado en Karate. El Karate Gyojin era propio de las gentes del mar, algo nada bien visto en el Gobierno Mundial y que por ende mantenía, a excepción de las técnicas más discretas, en el más absoluto de los secretos. Sin embargo, conociendo la filosofía del karate solo había que entender cómo este se relacionaba, en movimientos fluidos y naturales, con el curso de las corrientes.
- ¿Desea tomar algo? -preguntó una camarera con voz amable.
- Sí -contestó por impulso. Un segundo después, la miró a la cara con una sonrisa que pretendía ser igual de amable-. Un café solo, por favor. Muchas gracias.
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No tardé mucho en encontrar una tasca e mi gusto, no estaba especialmente llena y por lo menos había cierta tranquilidad, al menos si las comparaba con las que había visto según iba calle arriba. Nada más entrar confirmé mi sospecha, había gente emborrachándose, otros jugando a una timba de póker, otros tocaban el acordeón y un largo etc que me da pereza contar. Lo que más me llamó la atención fueron dos cosas: La primera fue ver a un Gyojin en el establecimiento, no porque fuera algo raro en sí, sino porque era el único que estaba allí. La segunda era ver que los que estaban emborrachándose eran soldados de la Legión, y como dije anteriormente, si fuera por mi los cosía a golpes. Vale que estuvieran en su tiempo de descanso, pero por favor, un poco de educación.
Que hagan lo que quieran, al fin y al cabo esto es una isla libre...o eso dicen- Yo por mi parte no le di más vueltas, tomé asiento en la primera mesa con dos sillas vacía que vi. Estaba al fondo de la taberna, junto a una de las dos chimeneas del establecimiento. Tomé asiento, no sin antes coger el periódico que había en la barra para la clientela, pues parecía que todos estaban muy ocupados como para hacer algo medianamente centrado. Una vez sentado abrí el papel y me puse a leer, no sin antes esperar a que la camarera me tomara nota.
- ¿Que tomará señor? -dijo la mujer amablemente mientras se llevaba el trapo de limpiar los cacharros al hombro. ¿Porqué todos los taberneros parecían tener el mismo trapo reglamentario? Alucinante.
-¿Tienen café para llevar?- le dije sin quitar la vista del periódico.
La mujer se quedó un poco confusa, ya que normalmente la consumición se hacía dentro, como era lógico. Sin embargo asintió con la cabeza.
-Pues póngame uno ,tan caliente como pueda- dije sin más.
Comencé a buscar alguna noticia que me interesara mientras la camarera volvía a su puesto de trabajo. La Revolución parecía seguir tocando las narices por el mundo, y sus actos seguían siendo raros y sin un patrón. Por lo visto se les atribuye el asalto a uno de los almacenes de ¿Arabasta? Prensa estúpida, esto es un bulo más grande que mi cicatriz. Así que enrollé el periódico de mala gana y lo dejé en la esquina de la mesa. Me quedé mirando el ambiente y no podía dejar de mirar a los Legionarios que estaban emborrachándose, pues realmente me molestaban. Pero no iba a liarla, así que procuré esperar a que me trajeran el café. También cavilé en varios ocasiones sobre el Gyojin, ya que no solían verse con frecuencia.
Que hagan lo que quieran, al fin y al cabo esto es una isla libre...o eso dicen- Yo por mi parte no le di más vueltas, tomé asiento en la primera mesa con dos sillas vacía que vi. Estaba al fondo de la taberna, junto a una de las dos chimeneas del establecimiento. Tomé asiento, no sin antes coger el periódico que había en la barra para la clientela, pues parecía que todos estaban muy ocupados como para hacer algo medianamente centrado. Una vez sentado abrí el papel y me puse a leer, no sin antes esperar a que la camarera me tomara nota.
- ¿Que tomará señor? -dijo la mujer amablemente mientras se llevaba el trapo de limpiar los cacharros al hombro. ¿Porqué todos los taberneros parecían tener el mismo trapo reglamentario? Alucinante.
-¿Tienen café para llevar?- le dije sin quitar la vista del periódico.
La mujer se quedó un poco confusa, ya que normalmente la consumición se hacía dentro, como era lógico. Sin embargo asintió con la cabeza.
-Pues póngame uno ,tan caliente como pueda- dije sin más.
Comencé a buscar alguna noticia que me interesara mientras la camarera volvía a su puesto de trabajo. La Revolución parecía seguir tocando las narices por el mundo, y sus actos seguían siendo raros y sin un patrón. Por lo visto se les atribuye el asalto a uno de los almacenes de ¿Arabasta? Prensa estúpida, esto es un bulo más grande que mi cicatriz. Así que enrollé el periódico de mala gana y lo dejé en la esquina de la mesa. Me quedé mirando el ambiente y no podía dejar de mirar a los Legionarios que estaban emborrachándose, pues realmente me molestaban. Pero no iba a liarla, así que procuré esperar a que me trajeran el café. También cavilé en varios ocasiones sobre el Gyojin, ya que no solían verse con frecuencia.
Blaze Aswen
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En apenas quince minutos allí Blaze se había enterado de muchas cosas: Mientras jugaban al póker, uno de ellos había ido hablando de cómo se había acostado con al menos dos de las hijas de su decano; otro solo se quejaba de que los altos mandos eran poco más que pollos descabezados y un tercero se mantenía muy callado, aunque sus silencios casi decían más que las pocas palabras que emitía, tan ininteligibles que era fácil darse cuenta de que estaba muy borracho. Un cuarto se había levantado para ir a vomitar, pero por lo visto le había sentado mal la comida y no todo lo que había bebido. Era probablemente el que más cosas interesantes había dicho, muchas relacionadas con las leyendas del mítico científico Vegapunk y los restos de su laboratorio. No se creía ni la mitad, pero con que solo una fuese cierta recuperar un artefacto de ese lugar podía implicar éxito y fortuna por encima de lo que uno pudiese imaginar.
Comenzó a ignorar la cháchara incesante cuando el alcohol comenzó a hablar más que ellos; también porque algo más interesante había aparecido ante sus ojos: Un gyojin había entrado por la puerta. No era enorme, tampoco muy musculoso, pero su piel azul y las aletas que se veían en su nuca y antebrazos lo delataban -si es que hubiese una mínima probabilidad de no darse cuenta-. Si bien de iure ser gyojin no era delito resultaba curioso verlos en la superficie desde hacía tiempo, sobre todo por las políticas más hostiles hacia la raza que llevaba a cabo el Gobierno Mundial. Parecía nervioso, sobre todo cuando la mayoría de las miradas se clavó en él. También era fácilmente visible que estaba hambriento. Visiblemente consternado se acercó a la barra y en voz bastante baja pidió algo de comer, aunque Blaze no logró entender el qué. Tampoco importaba; no era su responsabilidad.
Unos minutos después se abrió la puerta de nuevo. Un hombre con el rostro cubierto apareció en el umbral y avanzó hasta una mesa vacía. Algunos de los soldados parecían conocerlo, o al menos haber oído hablar de él. En un sofá cercano oyó de un par de hombres las palabras "principito" y "enchufado", entre otras lindezas, aunque la mayoría de ellos comenzaron a ignorarlo tan pronto la camarera volvió a pasar por delante de ellos, pidiéndole una copa más y tratando de propasarse con ella, aunque un bofetón pareció suficiente para que todo eso parase.
- ¡Hey! ¿Qué hace ese bicho raro en mi sitio?
Blaze alzó la cabeza. El tipo del empacho había terminado en el baño y, en vez de volverse a la timba, puso rumbo hacia el pobre gyojin que estaba comiendo en la barra.
- No nos gusta la gente como tú en este lugar, chico -dijo, pasándole una mano por los hombros. Blaze cerró su libro de golpe, que resonó en el artificial silencio que acababa de formarse-. ¿Qué haces por aquí? ¿Por qué no te vuelves al mar, monstruo?
Podía notar la tensión en el ambiente, y mucho más en la espalda antinaturalmente recta del hombre pez a medida que la mano del legionario se movía poco a poco hacia su cuello. Blaze sabía lo que debía esperar, así que se levantó lentamente de la mesa, sin hacer apenas ruido, y caminó hasta su espalda. Cuando agarró la nuca del gyojin, él tomó la suya de golpe y estampó su cara contra la barra. No necesitaba dar el golpe más fuerte, solo el más inesperado, y ese parecía haber sido bastante para dejarlo momentáneamente aturdido. Sin embargo, lo golpeó de nuevo.
- ¡Eres una vergüenza de legionario! -bramó en su oído-. ¡¿De verdad ibas a atacar a un civil desarmado?! -Tiró de él hacia atrás, echándolo contra el suelo-. ¡¿Por qué no te vuelves tú al mar?! ¿Eh? -Miró hacia los demás, clavando la vista en cada uno de ellos.
- ¿De verdad estás defendiendo a un puto pez? -preguntó uno de sus compañeros, el que se había beneficiado a las hijas del decano-. Deberíamos darte una lección.
Frunció los labios. Nunca había dejado que el miedo le tomase la delantera y aquella no iba a ser la primera vez.
- ¿De verdad queréis? -preguntó, retomando su tono calmado mientras se crujía los nudillos-. Podemos arreglar esto en la calle. -Levantó las cejas esperando una respuesta. No tardaron en volver a ignorarlo. Por su parte, él dio una palmada contra el hombro del gyojin-. ¿Te importaría venir conmigo? Mi mesa es más tranquila que la barra.
El joven asintió y, ante la preocupada mirada de la camarera, se movió junto a él.
Comenzó a ignorar la cháchara incesante cuando el alcohol comenzó a hablar más que ellos; también porque algo más interesante había aparecido ante sus ojos: Un gyojin había entrado por la puerta. No era enorme, tampoco muy musculoso, pero su piel azul y las aletas que se veían en su nuca y antebrazos lo delataban -si es que hubiese una mínima probabilidad de no darse cuenta-. Si bien de iure ser gyojin no era delito resultaba curioso verlos en la superficie desde hacía tiempo, sobre todo por las políticas más hostiles hacia la raza que llevaba a cabo el Gobierno Mundial. Parecía nervioso, sobre todo cuando la mayoría de las miradas se clavó en él. También era fácilmente visible que estaba hambriento. Visiblemente consternado se acercó a la barra y en voz bastante baja pidió algo de comer, aunque Blaze no logró entender el qué. Tampoco importaba; no era su responsabilidad.
Unos minutos después se abrió la puerta de nuevo. Un hombre con el rostro cubierto apareció en el umbral y avanzó hasta una mesa vacía. Algunos de los soldados parecían conocerlo, o al menos haber oído hablar de él. En un sofá cercano oyó de un par de hombres las palabras "principito" y "enchufado", entre otras lindezas, aunque la mayoría de ellos comenzaron a ignorarlo tan pronto la camarera volvió a pasar por delante de ellos, pidiéndole una copa más y tratando de propasarse con ella, aunque un bofetón pareció suficiente para que todo eso parase.
- ¡Hey! ¿Qué hace ese bicho raro en mi sitio?
Blaze alzó la cabeza. El tipo del empacho había terminado en el baño y, en vez de volverse a la timba, puso rumbo hacia el pobre gyojin que estaba comiendo en la barra.
- No nos gusta la gente como tú en este lugar, chico -dijo, pasándole una mano por los hombros. Blaze cerró su libro de golpe, que resonó en el artificial silencio que acababa de formarse-. ¿Qué haces por aquí? ¿Por qué no te vuelves al mar, monstruo?
Podía notar la tensión en el ambiente, y mucho más en la espalda antinaturalmente recta del hombre pez a medida que la mano del legionario se movía poco a poco hacia su cuello. Blaze sabía lo que debía esperar, así que se levantó lentamente de la mesa, sin hacer apenas ruido, y caminó hasta su espalda. Cuando agarró la nuca del gyojin, él tomó la suya de golpe y estampó su cara contra la barra. No necesitaba dar el golpe más fuerte, solo el más inesperado, y ese parecía haber sido bastante para dejarlo momentáneamente aturdido. Sin embargo, lo golpeó de nuevo.
- ¡Eres una vergüenza de legionario! -bramó en su oído-. ¡¿De verdad ibas a atacar a un civil desarmado?! -Tiró de él hacia atrás, echándolo contra el suelo-. ¡¿Por qué no te vuelves tú al mar?! ¿Eh? -Miró hacia los demás, clavando la vista en cada uno de ellos.
- ¿De verdad estás defendiendo a un puto pez? -preguntó uno de sus compañeros, el que se había beneficiado a las hijas del decano-. Deberíamos darte una lección.
Frunció los labios. Nunca había dejado que el miedo le tomase la delantera y aquella no iba a ser la primera vez.
- ¿De verdad queréis? -preguntó, retomando su tono calmado mientras se crujía los nudillos-. Podemos arreglar esto en la calle. -Levantó las cejas esperando una respuesta. No tardaron en volver a ignorarlo. Por su parte, él dio una palmada contra el hombro del gyojin-. ¿Te importaría venir conmigo? Mi mesa es más tranquila que la barra.
El joven asintió y, ante la preocupada mirada de la camarera, se movió junto a él.
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Los Gyogin no es que fueran especialmente santos de mi devoción, pero demonios, siempre acababan en problemas o como blanco de ellos. Cuando aquel legionario ya iba buscando problemas sabía que la cosa no iba a acabar bien. Por uno segundos hice el amago de levantarme y echarles un cable. No porque me importara demasiado, sino porque el otro muchacho de la barra , por su comentario, parecía pertenecer también a La Legión. Y él había mostrado más respeto por el cuerpo que aquel inútil borracho. Así que no dudó en estamparle la cara contra la barra por dos veces, en cuanto las miradas se clavaron en lo que parecía su compañero..Parecía que la gresca estaba servida.
"No lo hagas" Pensé para mi mientras miraba con los brazos cruzados desde mi sitio toda aquella escena. No era buena idea empezar una reyerta en inferioridad numérica, al menos eso me habían enseñado a mi, aunque si las leyendas son ciertas, los Gyojin valen por tres hombres, y si a eso le sumanos el chaval que acababa de reventar la cabeza del otro, pues cuatro. Igualmente me quedé mirando a los legionarios borrachos recién humillados, y el comentario no tardó en saltar.
-¿Y tu que miras principito?- dijo con tono burlesco el mismo que había dicho lo de la defensa del muchacho. Si había pocas cosas que me tocaran tanto las gónadas, era que me llamaran así de tono burlesco, y más un imbécil y patético borracho. Así que le clavé la mirada y con tono sumamente calmo y pausado le dije.
-Cierra la boca o acabo yo con lo que tu compañero empezó.
Le clavé la mirada mientras mantenía las manos en los bolsillos. Por unos segundos aquel tipo dudó, y miró a sus compañeros. Finalmente hizo un ademán y farfulló que "no valía la pena". Ya, excusa de cobardes. Así que una vez arreglado el problema me acerqué hasta el joven que habían demostrado tener más honor y saber estar que mis propios congéneres. Entonces fue cuando uno de estos borrachos se levantó y me agarró del hombro estando yo de espaldas a él, y justo cuando estaba a punto de hablar con el muchacho
"Uy....la acabas de liar compañero".
-De una rata de mar como esas abominaciones ya es ofensivo- dijo el borrachuzo- pero que venga del principito de turno ya me rompe las narices del todo.
Entonces me giré lentamente y levanté cuidadosamente las manos, como si estuviera detenido.
-¿Sabes que es lo mejor de esto? -a la mierda-Que te creo...- rápidamente le agarré la nariz con la mano derecha y de un giro rápido se la torcí, mientras que con el puño que tenía libre le golpeaba el mentón, tirándolo hacia la mesa de sus compañeros mientras sangraba por la nariz. Estiré las solapas de mi gabardina, suspiré y miré a los presente que no sabían muy bien si maldecirme o callarse. Parecía que les imponía.
-¿A alguien más le "rompo" algo?- pregunté mirando de izquierda a derecha con tono sumamente calmo.
Entonces los legionarios trataron de coger a su amigo borracho y se dispusieron a salir del establecimiento, bien porque no querían más bronca o bien porque ya habían cobrado en especia. -Esto no va a quedar así- se limitaron a decir.
-Eso espero- dije mientras me ajustaba los guantes.
"No lo hagas" Pensé para mi mientras miraba con los brazos cruzados desde mi sitio toda aquella escena. No era buena idea empezar una reyerta en inferioridad numérica, al menos eso me habían enseñado a mi, aunque si las leyendas son ciertas, los Gyojin valen por tres hombres, y si a eso le sumanos el chaval que acababa de reventar la cabeza del otro, pues cuatro. Igualmente me quedé mirando a los legionarios borrachos recién humillados, y el comentario no tardó en saltar.
-¿Y tu que miras principito?- dijo con tono burlesco el mismo que había dicho lo de la defensa del muchacho. Si había pocas cosas que me tocaran tanto las gónadas, era que me llamaran así de tono burlesco, y más un imbécil y patético borracho. Así que le clavé la mirada y con tono sumamente calmo y pausado le dije.
-Cierra la boca o acabo yo con lo que tu compañero empezó.
Le clavé la mirada mientras mantenía las manos en los bolsillos. Por unos segundos aquel tipo dudó, y miró a sus compañeros. Finalmente hizo un ademán y farfulló que "no valía la pena". Ya, excusa de cobardes. Así que una vez arreglado el problema me acerqué hasta el joven que habían demostrado tener más honor y saber estar que mis propios congéneres. Entonces fue cuando uno de estos borrachos se levantó y me agarró del hombro estando yo de espaldas a él, y justo cuando estaba a punto de hablar con el muchacho
"Uy....la acabas de liar compañero".
-De una rata de mar como esas abominaciones ya es ofensivo- dijo el borrachuzo- pero que venga del principito de turno ya me rompe las narices del todo.
Entonces me giré lentamente y levanté cuidadosamente las manos, como si estuviera detenido.
-¿Sabes que es lo mejor de esto? -a la mierda-Que te creo...- rápidamente le agarré la nariz con la mano derecha y de un giro rápido se la torcí, mientras que con el puño que tenía libre le golpeaba el mentón, tirándolo hacia la mesa de sus compañeros mientras sangraba por la nariz. Estiré las solapas de mi gabardina, suspiré y miré a los presente que no sabían muy bien si maldecirme o callarse. Parecía que les imponía.
-¿A alguien más le "rompo" algo?- pregunté mirando de izquierda a derecha con tono sumamente calmo.
Entonces los legionarios trataron de coger a su amigo borracho y se dispusieron a salir del establecimiento, bien porque no querían más bronca o bien porque ya habían cobrado en especia. -Esto no va a quedar así- se limitaron a decir.
-Eso espero- dije mientras me ajustaba los guantes.
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Todos lo miraban. La camarera estaba preocupada por su local, mientras que la mayoría de soldados emanaban un odio tan sincero como el que solo un borracho podía liberar. No le gustaba estar en el ojo del huracán; sus sentidos se embotaban y podía notar cada palpitación en sus oídos, costándole mantener el equilibrio. Afortunadamente, mientras guiaba al gyojin hasta su mesa otra persona acaparó la atención: El principito, como lo habían llamado, no dudó en romperle la nariz a un tipo simplemente por acercarse. Blaze paseó su mirada por la escena, dándose cuenta de que la tensión iba en aumento y, si bien él no había hecho un esfuerzo precisamente conciliador, la agresión del enmascarado frente a una sencilla maldición había terminado de crear un ambiente más que propicio para la tormenta.
- ¡Si vais a seguir peleándoos hacedlo fuera! -gritó, finalmente, la camarera. A su espalda apareció un hombre mayor de manos nudosas y una anciana con aspecto de muy malas pulgas y una redecilla en la cabeza.
- Ya habéis oído a la niña, sinvergüenzas -espetó el tabernero, cruzándose de brazos para mostrar una imponente musculatura-. Si tengo que echaros no me va a suponer ningún esfuerzo contárselo a vuestro decano. O al comandante Shelldrian.
La amenaza pareció surtir efecto de una manera u otra. Los de la timba se levantaron de mala gana y acompañaron a su compañero de nariz rota al exterior. El del suelo, por su parte, se levantó tras un minuto y los siguió. Le daba mala espina que todo hubiese sido tan fácil, pero por el momento decidió volver a su libro. La postura del arquero era normalmente una posición defensiva en la que un brazo bloqueaba mientras el otro desviaba, pero su potencial de contraataque y la naturalidad con la que cualquier transición postural llevaba a ella la hacía muy efectiva para un contraataque. También para alterar el agua a su alrededor, provocando mayor facilidad para manipularla en pequeñas gotas.
Había pasado tiempo estudiando aquello. Le habían contado brevemente acerca del Rokushiki, lo que en realidad le había dado la idea de crear su propia interpretación de una de sus técnicas más poderosas: El shigan. La que había denominado como flecha de sal era poco más que una versión suave del movimiento, en la que el empuje del agua atravesando el cuerpo hacía un daño similar sin grandes esfuerzos ni mancharse las manos.
- Gracias -dijo parcamente el gyojin en un momento determinado.
Levantó la vista por un momento, tan solo para asentir, y volvió a su libro. Cada movimiento, cada kata, tenía su complejidad. Milimétricamente precisos, los movimientos debían adaptarse a cada persona con exactitud, robando un poco de agua para usarla a modo de arma.
- ¿Qué lees? -preguntó, señalando con el tenedor-. ¿Son artes marciales?
- Sí -confirmó, sin levantar la mirada del libro.
- Cuando vivía en Ryugu llegué a diecisiete dan -dijo con cierto orgullo. Blaze evitó responder que su madre estaba muy por encima; habría sido pueril-. Aprendí a hacer cosas... Como esta.
Metió dos dedos en su vaso y lanzó una pequeña esfera de agua hacia el techo, que flotó lentamente hasta que la hizo caer. Casi por instinto Blaze atrapó el agua con una mano, pero una décima de segundo después dejó que se derramase por su brazo ante una suspicaz mirada del hombre pez. Había cometido un error.
- ¡Si vais a seguir peleándoos hacedlo fuera! -gritó, finalmente, la camarera. A su espalda apareció un hombre mayor de manos nudosas y una anciana con aspecto de muy malas pulgas y una redecilla en la cabeza.
- Ya habéis oído a la niña, sinvergüenzas -espetó el tabernero, cruzándose de brazos para mostrar una imponente musculatura-. Si tengo que echaros no me va a suponer ningún esfuerzo contárselo a vuestro decano. O al comandante Shelldrian.
La amenaza pareció surtir efecto de una manera u otra. Los de la timba se levantaron de mala gana y acompañaron a su compañero de nariz rota al exterior. El del suelo, por su parte, se levantó tras un minuto y los siguió. Le daba mala espina que todo hubiese sido tan fácil, pero por el momento decidió volver a su libro. La postura del arquero era normalmente una posición defensiva en la que un brazo bloqueaba mientras el otro desviaba, pero su potencial de contraataque y la naturalidad con la que cualquier transición postural llevaba a ella la hacía muy efectiva para un contraataque. También para alterar el agua a su alrededor, provocando mayor facilidad para manipularla en pequeñas gotas.
Había pasado tiempo estudiando aquello. Le habían contado brevemente acerca del Rokushiki, lo que en realidad le había dado la idea de crear su propia interpretación de una de sus técnicas más poderosas: El shigan. La que había denominado como flecha de sal era poco más que una versión suave del movimiento, en la que el empuje del agua atravesando el cuerpo hacía un daño similar sin grandes esfuerzos ni mancharse las manos.
- Gracias -dijo parcamente el gyojin en un momento determinado.
Levantó la vista por un momento, tan solo para asentir, y volvió a su libro. Cada movimiento, cada kata, tenía su complejidad. Milimétricamente precisos, los movimientos debían adaptarse a cada persona con exactitud, robando un poco de agua para usarla a modo de arma.
- ¿Qué lees? -preguntó, señalando con el tenedor-. ¿Son artes marciales?
- Sí -confirmó, sin levantar la mirada del libro.
- Cuando vivía en Ryugu llegué a diecisiete dan -dijo con cierto orgullo. Blaze evitó responder que su madre estaba muy por encima; habría sido pueril-. Aprendí a hacer cosas... Como esta.
Metió dos dedos en su vaso y lanzó una pequeña esfera de agua hacia el techo, que flotó lentamente hasta que la hizo caer. Casi por instinto Blaze atrapó el agua con una mano, pero una décima de segundo después dejó que se derramase por su brazo ante una suspicaz mirada del hombre pez. Había cometido un error.
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Vale, parecía que la cosa se había puesto algo más tensa, sin embargo con la intervención de la camarera los humos bajaron al completo. Aquellos tipos se largaron, cosa que sin duda alguna cerró el conflicto, o eso pensaba porque no vamos a ser ilusos...seguramente me esperaban para darme una paliza nada más saliera de la taberna, pero eso ya era un problema para el Maximilian del futuro. Así que una vez acabada "la gresca" me acerqué a la barra, donde estaba la camarera, y con tono tranquilo y muy pausado le dije:
-Disculpe las molestias que le haya podido causar. ¿Podría decirme donde están los servicios por favor?.
La camarera se quedó mirando con una cara de confusión, pues casi se la lío y ahora le pedía ir al WC. Señaló con el dedo, manteniendo ese estado de confusión sin decir nada- Gracias- le dije antes de ir a la sala del fondo donde estaban los dos monigotes de hombre y mujer, y entrar por el primero.
Dentro del baño suspiré, cerré la puerta con pestillo, pues si alguien quería entrar tendría que fastidiarse y esperar. Me puse junto al lavadero y abrí un poco la ventaba que había sobre este. Saqué la pitillera y el mechero del bolsillo y encendí un cigarro, no sin antes quitarme la máscara, y ver mi cara ante el espejo. Por unos segundo me quedé mirándome, atónito, y fue entonces cuando le di la espalda al espejo, pues no iba a romperlo ya que no era mío y continué fumando como si nada, agitando la mano de vez en cuando para que el humo se diluyese en el ambiente y saliera por la ventana.
Una vez salí, el Gyojin y aquel muchacho seguían allí, conversando, al menos el primero, ya que el segundo parecía estar a lo suyo. Cuando me disponía a sentarme nuevamente vi algo que me llamó la atención. Clavé los ojos como si hubiera visto un fantasma, pues aquel joven había agarrado una pequeña esfera de agua con la mano, la cual se derramó por su brazo casi al instante...como si su cuerpo estuviera habituado a ese líquido, controlándolo y haciendo la voluntad de aquel muchacho...mierda...solo hay una raza que hacía este tipo de cosas, y el Gyojin que estaba a su lado no tuvo nada que salvo por el truco inicial.
Pero algo no cuadraba, no tenía apariencia de pez como el compañero, nada que delatara que aquel hombre fuera lo mismo que el otro. Sus manos eran callosas, sus labios carnosos y su cara de corte triangular...no cuadraba...a no ser que....
"Una maldita abominación"
Un mestizo, tenía que serlo. Mitad pez mitad humano, sino no me explicaba lo que acababa de ver. Quizás fuera una técnica o algo por el estilo, pero lo dudaba mucho, y más cuando era agua lo que se estaba manipulando ,dejando claro que no era un usuario. No pude evitar clavarle la mirada de forma descarada.
-Disculpe las molestias que le haya podido causar. ¿Podría decirme donde están los servicios por favor?.
La camarera se quedó mirando con una cara de confusión, pues casi se la lío y ahora le pedía ir al WC. Señaló con el dedo, manteniendo ese estado de confusión sin decir nada- Gracias- le dije antes de ir a la sala del fondo donde estaban los dos monigotes de hombre y mujer, y entrar por el primero.
Dentro del baño suspiré, cerré la puerta con pestillo, pues si alguien quería entrar tendría que fastidiarse y esperar. Me puse junto al lavadero y abrí un poco la ventaba que había sobre este. Saqué la pitillera y el mechero del bolsillo y encendí un cigarro, no sin antes quitarme la máscara, y ver mi cara ante el espejo. Por unos segundo me quedé mirándome, atónito, y fue entonces cuando le di la espalda al espejo, pues no iba a romperlo ya que no era mío y continué fumando como si nada, agitando la mano de vez en cuando para que el humo se diluyese en el ambiente y saliera por la ventana.
Una vez salí, el Gyojin y aquel muchacho seguían allí, conversando, al menos el primero, ya que el segundo parecía estar a lo suyo. Cuando me disponía a sentarme nuevamente vi algo que me llamó la atención. Clavé los ojos como si hubiera visto un fantasma, pues aquel joven había agarrado una pequeña esfera de agua con la mano, la cual se derramó por su brazo casi al instante...como si su cuerpo estuviera habituado a ese líquido, controlándolo y haciendo la voluntad de aquel muchacho...mierda...solo hay una raza que hacía este tipo de cosas, y el Gyojin que estaba a su lado no tuvo nada que salvo por el truco inicial.
Pero algo no cuadraba, no tenía apariencia de pez como el compañero, nada que delatara que aquel hombre fuera lo mismo que el otro. Sus manos eran callosas, sus labios carnosos y su cara de corte triangular...no cuadraba...a no ser que....
"Una maldita abominación"
Un mestizo, tenía que serlo. Mitad pez mitad humano, sino no me explicaba lo que acababa de ver. Quizás fuera una técnica o algo por el estilo, pero lo dudaba mucho, y más cuando era agua lo que se estaba manipulando ,dejando claro que no era un usuario. No pude evitar clavarle la mirada de forma descarada.
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Fingiendo cierta molestia agitó la mano fuera de la mesa, derramando el agua por el suelo de madera. Afortunadamente nadie se había percatado del incidente, o al menos ninguno de los que habían bebido lo bastante como para importarle si lo que acababan de ver había sucedido muy deprisa. El peliblanco de la máscara, sin embargo, había llegado a tiempo del baño para ver el espectáculo y, aún no tan bebido como para ignorarlo, se había quedado con la mirada fija en Blaze. Él, sin embargo, decidió ignorarlo.
- ¡¿Pero se puede saber lo que haces?! -gritó al gyojin-. ¡Encima de que te defiendo me empapas la camisa!
El gyojin parpadeó por u momento. No había esperado esa reacción, pero se sobrepuso al momento con una sonrisa.
- Solo quería comprobar tus reflejos, amigo -contestó, levantando las manos-. Si intentas agarrar algo tan delicado, es normal que se rompa.
En lugar de retirar el agua con la mano tomó una servilleta. En cierto modo se le hacía raro secarse las manos; no tenía la costumbre de hacerlo, al menos no con instrumentos. Desde muy pequeño había aprendido a quitarse la humedad sobrante de las manos y el tacto del algodón se le hacía extraño, más aún el del papel. Estaba hecho a limpiarse las manos cuando estaban sucias, claro, pero el estar levemente mojado se le hacía casi más natural que estar seco. Aun así, mientras su condición fuese delito de nacimiento llevaría el secreto consigo sin decir nada a nadie.
Maldijo un par de veces, sacrificando la integridad del libro a cambio de pertinencia. Se le habían caído unas cuantas gotas encima que retiró de un empujón con el pomo de la mano, secándolo directamente contra su camiseta. Bufó mientras negaba con la cabeza y siguió leyendo el libro, jugueteando con su índice y corazón mientras trazaba en la mesa la coreografía de su propia técnica. Sin embargo, tuvo que levantar la vista una vez más cuando comenzó a molestarle que el tipo siguiese con la cara fija en él.
- ¿Algún problema, amigo? -le retó, devolviéndole una mirada desafiante-. No estoy de humor, así que vuélvete a tu café para llevar.
Regresó la mirada al libro. No iba a bastar para aliviarlo, estaba seguro, pero si se iba a quedar mirándolo como un pasmarote pronto iba a sentirse bastante incordiado. Respiró hondo, liberando el aire sonora pero lentamente. No estaba de humor para esas tonterías, mucho menos después de que el hombre pez le tendiese una trampa.
- ¡¿Pero se puede saber lo que haces?! -gritó al gyojin-. ¡Encima de que te defiendo me empapas la camisa!
El gyojin parpadeó por u momento. No había esperado esa reacción, pero se sobrepuso al momento con una sonrisa.
- Solo quería comprobar tus reflejos, amigo -contestó, levantando las manos-. Si intentas agarrar algo tan delicado, es normal que se rompa.
En lugar de retirar el agua con la mano tomó una servilleta. En cierto modo se le hacía raro secarse las manos; no tenía la costumbre de hacerlo, al menos no con instrumentos. Desde muy pequeño había aprendido a quitarse la humedad sobrante de las manos y el tacto del algodón se le hacía extraño, más aún el del papel. Estaba hecho a limpiarse las manos cuando estaban sucias, claro, pero el estar levemente mojado se le hacía casi más natural que estar seco. Aun así, mientras su condición fuese delito de nacimiento llevaría el secreto consigo sin decir nada a nadie.
Maldijo un par de veces, sacrificando la integridad del libro a cambio de pertinencia. Se le habían caído unas cuantas gotas encima que retiró de un empujón con el pomo de la mano, secándolo directamente contra su camiseta. Bufó mientras negaba con la cabeza y siguió leyendo el libro, jugueteando con su índice y corazón mientras trazaba en la mesa la coreografía de su propia técnica. Sin embargo, tuvo que levantar la vista una vez más cuando comenzó a molestarle que el tipo siguiese con la cara fija en él.
- ¿Algún problema, amigo? -le retó, devolviéndole una mirada desafiante-. No estoy de humor, así que vuélvete a tu café para llevar.
Regresó la mirada al libro. No iba a bastar para aliviarlo, estaba seguro, pero si se iba a quedar mirándolo como un pasmarote pronto iba a sentirse bastante incordiado. Respiró hondo, liberando el aire sonora pero lentamente. No estaba de humor para esas tonterías, mucho menos después de que el hombre pez le tendiese una trampa.
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Umm, no sabía que pensar...quizás fuera una falsa alarma. Todo apuntaba a que ese tipo era un mestizo, pero quizás también podría haber errado en mi teoría, sobre todo en el momento en que vi como se limpiaba. Quizás había judgado mal al muchacho, pero eso no implicaba que sintiera algo de molestia al ver que compartía la barra con aquel Gyojin..tan diferente, tan burdo...tan raro. Dios, no es que fuera especialmente racista, pero no me gustaba ya la idea de que pudiera haber Gyojins en la Legión, como para que también hubiera malditos mestizos. Fuera como fuere , no le di mayor importancia salvo porque seguía mirándolo, momento en que él me devolvió la mirada acompañada de algunas palabras amenazantes.
De entrada le arqueé la ceja ante aquel comentario, y estuve a punto de decirle "No te conviertas tu en mi problema", sin embargo y ante la atenta mirada de la camarera, que no deseaba que hubiera otra trifulca en su establecimiento, opté por ser algo más diplomático.
-Ninguno- dije finalmente tras un silencio de diez segundos antes de coger mi café de la mesa, ya recién servido y listo para llevar. Seguramente me lo habían puesto allí en el momento en que había ido al servicio. Una vez en mi mano comencé a caminar hacia el umbral de la puerta de salida.
Sin embargo, se me había olvidado pagar...que cabeza la mía. Así que giré sobre mis talones y me acerqué a la barra, quedándome al lado de aquel muchacho que había osado levantarme la voz, y al cual sin embargo, no le ofrecí mi vista.
-Serán doce berries- dijo la camarera abriendo la caja. Demonios, si que estaba caro el café, o eso, o me estaba haciendo pagar el numerito de antes. Me daba igual, así que saqué mi cartera de cuero negro y le pagué la cantidad correspondiente, no sin antes volver a echar una vista a aquel joven y decirle con tono calmado.
-Así que sois de la Legión- pregunté al fin, para tomar aire y volver a preguntar- ¿División?.
Sabía que esto podía tomárselo de dos formas: o bien y responder aunque no quitara la vista del libro, o mal, y responderme e forma borde, con lo cual aquella conversación acabaría antes de empezar. Así que una vez hecho el pago cogí el cambio , puesto que di un billete de diez y cinco, al no tener cambio. Me dieron las vueltas y guardé la cartera en el bolsillo izquierdo del pantalón, bajo la gabardina mientras esperaba la respuesta de aquel chico.
De entrada le arqueé la ceja ante aquel comentario, y estuve a punto de decirle "No te conviertas tu en mi problema", sin embargo y ante la atenta mirada de la camarera, que no deseaba que hubiera otra trifulca en su establecimiento, opté por ser algo más diplomático.
-Ninguno- dije finalmente tras un silencio de diez segundos antes de coger mi café de la mesa, ya recién servido y listo para llevar. Seguramente me lo habían puesto allí en el momento en que había ido al servicio. Una vez en mi mano comencé a caminar hacia el umbral de la puerta de salida.
Sin embargo, se me había olvidado pagar...que cabeza la mía. Así que giré sobre mis talones y me acerqué a la barra, quedándome al lado de aquel muchacho que había osado levantarme la voz, y al cual sin embargo, no le ofrecí mi vista.
-Serán doce berries- dijo la camarera abriendo la caja. Demonios, si que estaba caro el café, o eso, o me estaba haciendo pagar el numerito de antes. Me daba igual, así que saqué mi cartera de cuero negro y le pagué la cantidad correspondiente, no sin antes volver a echar una vista a aquel joven y decirle con tono calmado.
-Así que sois de la Legión- pregunté al fin, para tomar aire y volver a preguntar- ¿División?.
Sabía que esto podía tomárselo de dos formas: o bien y responder aunque no quitara la vista del libro, o mal, y responderme e forma borde, con lo cual aquella conversación acabaría antes de empezar. Así que una vez hecho el pago cogí el cambio , puesto que di un billete de diez y cinco, al no tener cambio. Me dieron las vueltas y guardé la cartera en el bolsillo izquierdo del pantalón, bajo la gabardina mientras esperaba la respuesta de aquel chico.
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No tenía. Eso estaba bien; no tenía ganas de problemas -de más problemas, al menos-. El gyojin siguió comiendo en silencio y él se mantuvo atento al libro, pasando páginas rápidamente a medida que iba memorizándolas. Con cada hoja que pasaba trataba de ver más allá del estilo, entender la filosofía de cada movimiento y comprender la profundidad de lo que estaba leyendo. En realidad no estaba leyendo el libro, sino grabando las imágenes de este en su cabeza para poder consultarlas una y otra vez. A las partes más importantes les dedicaba un momento extra, fijándolas para que la memoria no le jugase una mala pasada.
Había aprendido aquel sistema hacía mucho tiempo: Su mente grababa imágenes que podía proyectar para verlas casi cuando deseara, reconstruyendo una imagen exacta. De ese modo solía estudiar forzando ese hecho: Observaba una página sin leerla, pasaba y la leía en sus adentros. Al mismo tiempo, el recuerdo de las palabras tornándose imágenes y sonidos mucho más vivas que el negro sobre blanco le ayudaba a poder, en caso de necesidad, recordar lecturas previas sin sufrir por su dislexia. Requería de disciplina férrea y un rigor que muchos no tenían, pero una vez hecho el hábito no resultaba complicado ponerlo en práctica.
No prestó demasiada atención al peliblanco, pero tampoco le pasó desapercibido que se había levantado y estaba pagando. Tampoco que se encontraba frente al café más barato que iba a pagar en su vida. Lo peor era que, según los estándares que le habían inculcado, era casi decente. Lo que sí le cogió de sorpresa fue que se volviera hacia ellos y con lo que alguien a quien llamaban principito consideraría educación preguntó por su labor.
- Operaciones especiales -terminó por responder, no sin que un escalofrío lo recorriese. No iba a dejar que algo tan irracional hablase por él.
Había sido destinado al equipo de operaciones especiales poco después de llegar a la Lanza en vista de su perfil polivalente y aptitud para acatar órdenes. Se trataba del departamento que la Legión desplegaba para misiones encubiertas, operaciones de choque y según qué escoltas o reconocimientos complicados. Él formaba parte de la avanzadilla, un contubernio dirigido por el decano Maxwell dedicado a la logística o, como se llamaba de forma más común, espionaje. Reconocían el terreno y buscaban pistas que poder utilizar en un despliegue a mediana o gran escala.
- ¿Tú?
Voseaba, pero no le prestó atención a las reglas de cortesía. Fuera quien fuese, en la Legión era solo uno más.
Había aprendido aquel sistema hacía mucho tiempo: Su mente grababa imágenes que podía proyectar para verlas casi cuando deseara, reconstruyendo una imagen exacta. De ese modo solía estudiar forzando ese hecho: Observaba una página sin leerla, pasaba y la leía en sus adentros. Al mismo tiempo, el recuerdo de las palabras tornándose imágenes y sonidos mucho más vivas que el negro sobre blanco le ayudaba a poder, en caso de necesidad, recordar lecturas previas sin sufrir por su dislexia. Requería de disciplina férrea y un rigor que muchos no tenían, pero una vez hecho el hábito no resultaba complicado ponerlo en práctica.
No prestó demasiada atención al peliblanco, pero tampoco le pasó desapercibido que se había levantado y estaba pagando. Tampoco que se encontraba frente al café más barato que iba a pagar en su vida. Lo peor era que, según los estándares que le habían inculcado, era casi decente. Lo que sí le cogió de sorpresa fue que se volviera hacia ellos y con lo que alguien a quien llamaban principito consideraría educación preguntó por su labor.
- Operaciones especiales -terminó por responder, no sin que un escalofrío lo recorriese. No iba a dejar que algo tan irracional hablase por él.
Había sido destinado al equipo de operaciones especiales poco después de llegar a la Lanza en vista de su perfil polivalente y aptitud para acatar órdenes. Se trataba del departamento que la Legión desplegaba para misiones encubiertas, operaciones de choque y según qué escoltas o reconocimientos complicados. Él formaba parte de la avanzadilla, un contubernio dirigido por el decano Maxwell dedicado a la logística o, como se llamaba de forma más común, espionaje. Reconocían el terreno y buscaban pistas que poder utilizar en un despliegue a mediana o gran escala.
- ¿Tú?
Voseaba, pero no le prestó atención a las reglas de cortesía. Fuera quien fuese, en la Legión era solo uno más.
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Parecía que ese libro que estaba ojeando era de sumo interés para él, tanto que no prestaba atención nada más que a el. Debía tener muchos conocimientos dicho libro como para evitar mirar a alguien, ya no en mi caso, sino en el de los que hasta ahora habían cruzado palabra con él. De todas maneras, parecía que efectivamente estaba ante otro legionario. Admito que a simple vista no me parecía gran cosa, y dudaba que este tipo tuviera las agallas suficientes, o la fuerza necesaria para estar en el cuerpo, pero ese tipo de apreciaciones me pasaba con todos. Claro está que si este muchacho había estampado a aquel borracho hace unos minutos, eso quería decir que era un tipo de armas tomar...bueno, como todos nosotros ¿no?
Finalmente parece que me dirigió la palabra, al menos tenía cierta educación. El joven parecía que pertenecía a Operaciones Especiales, un campo que para mi era del todo desconocido, ya que eso de las misiones encubiertas y operaciones donde había que tener muy buena mano no era lo mío. Yo era más de dar tortas por decirlo de una forma vulgar. Tras su respuesta me preguntó por mi división, parecía que aquel muchacho estaba dispuesto a charlar, pero sin detenerse en mi cuando hablaba.
-Neutralización- le respondí. No porque fuera como tal, sino porque básicamente a mi me mandaban para limpiar las zonas de gente no deseada, así que si, soy un neutralizador por así decirlo. Fue entonces cuando le volví a hablar:
-Maximilian Von Dietrich. ¿Cómo se llama usted? -le pregunte una vez me presenté. Quizás su nombre me podría sonar, ya que conocía a algunos soldados, pero aún así, aunque supiera su nombre, su físico me era del todo desconocido.
-Ha sabido desenvolverse muy bien con esos tipos, a veces, las palabras no sirven de nada para quién no quiere escucharlas- concluí mientras tomaba asiento a su lado- Con permiso.
No esperaba que fuera mi amigo ni un compañero de rondas, sino que me llamaba la atención que de todos los legionarios que había visto hasta ahora, él era el único, aparte de mi que no iba con el uniforme. ¿Estaría de permiso como yo? Bueno , no me importaba la verdad, por mi parte solo necesitaba satisfacer mi curiosidad con las preguntas antes dadas, y cuando estuvieran satisfechas, me largaría a disfrutar del café, que a este paso se me iba a quedar frío.
Finalmente parece que me dirigió la palabra, al menos tenía cierta educación. El joven parecía que pertenecía a Operaciones Especiales, un campo que para mi era del todo desconocido, ya que eso de las misiones encubiertas y operaciones donde había que tener muy buena mano no era lo mío. Yo era más de dar tortas por decirlo de una forma vulgar. Tras su respuesta me preguntó por mi división, parecía que aquel muchacho estaba dispuesto a charlar, pero sin detenerse en mi cuando hablaba.
-Neutralización- le respondí. No porque fuera como tal, sino porque básicamente a mi me mandaban para limpiar las zonas de gente no deseada, así que si, soy un neutralizador por así decirlo. Fue entonces cuando le volví a hablar:
-Maximilian Von Dietrich. ¿Cómo se llama usted? -le pregunte una vez me presenté. Quizás su nombre me podría sonar, ya que conocía a algunos soldados, pero aún así, aunque supiera su nombre, su físico me era del todo desconocido.
-Ha sabido desenvolverse muy bien con esos tipos, a veces, las palabras no sirven de nada para quién no quiere escucharlas- concluí mientras tomaba asiento a su lado- Con permiso.
No esperaba que fuera mi amigo ni un compañero de rondas, sino que me llamaba la atención que de todos los legionarios que había visto hasta ahora, él era el único, aparte de mi que no iba con el uniforme. ¿Estaría de permiso como yo? Bueno , no me importaba la verdad, por mi parte solo necesitaba satisfacer mi curiosidad con las preguntas antes dadas, y cuando estuvieran satisfechas, me largaría a disfrutar del café, que a este paso se me iba a quedar frío.
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Neutralización era una rama de las agencias, hasta donde sabía. El reconocimiento logístico era una cuestión militar, si bien cruzaba actividades con el Cipher Pol, ¿pero por qué la Legión disponía de una rama dedicada al asesinato? Quizá era de un departamento de neutralización táctica, dedicado a capturar o inhabilitar estructuras o material enemigo, pero eso no cuadraba con el carácter violento del que había hecho gala instantes atrás. No obstante, el suyo tampoco cuadraba del todo con el trabajo que normalmente desempeñaba. Sí que, no obstante, él estaba defendiendo a un civil de un abuso; aun si se trataba de un gyojin había ciertos derechos que no podían serle negados, estuviera donde estuviese.
- Soldado Blaze Aswen - respondió sin apartar la vista del libro-. No espero que te suene. Si lo hiciese mi trabajo perdería gran parte de su valor.
Sin embargo cuando se sentó a la mesa no pudo hacer otra cosa que cerrarlo. La tensión era palpable e incluso el ruido iba difuminándose poco a poco mientras los borrachos miraban hacia ellos, curiosos. Él por su parte puso atención en la máscara; había muy pocas razones para llevar una, y no parecía enfermo. Al menos, por cómo olía, no parecía como mínimo que su salud respiratoria le importase lo más mínimo, y no había tocado su café en todo el tiempo que había estado allí.
- No quería hablar -contestó-. Si fuesen mis soldados tendría la tarea de aleccionarlos; pero como no lo son, mi deber es proteger a los civiles. Abisales o no, el Gobierno Mundial es el Gobierno de todo el mundo.
Apartó el libro, dejándolo encima del petate. Una vez fuese a marchar debería guardarlo primero, pero por el momento no era necesario. En la habitación del cuartel guardaba los otros cuatro volúmenes, ya avanzados, según los que encontraría las reflexiones en las que él mismo ya se había embarcado al comenzar la lectura apresurada. Esperaba hallar respuestas a las dudas que le habían ido surgiendo, así como más preguntas sin respuesta clara a las que poder enfrentarse. Al fin y al cabo, la reflexión era la única forma de verdaderamente evolucionar. Daba igual el ámbito.
- Voy a dejarlo claro desde ahora -dijo, finalmente-. No voy a tratarte de usted. Ni sé de dónde vienes ni me importa tu origen, ni tampoco quiero saber por qué te llaman principito. Somos soldados ambos, iguales. Y puede que uno tenga que dar la vida por el otro un día, así que olvida esas formas con un compañero, porque solo te alejan del resto.
- Soldado Blaze Aswen - respondió sin apartar la vista del libro-. No espero que te suene. Si lo hiciese mi trabajo perdería gran parte de su valor.
Sin embargo cuando se sentó a la mesa no pudo hacer otra cosa que cerrarlo. La tensión era palpable e incluso el ruido iba difuminándose poco a poco mientras los borrachos miraban hacia ellos, curiosos. Él por su parte puso atención en la máscara; había muy pocas razones para llevar una, y no parecía enfermo. Al menos, por cómo olía, no parecía como mínimo que su salud respiratoria le importase lo más mínimo, y no había tocado su café en todo el tiempo que había estado allí.
- No quería hablar -contestó-. Si fuesen mis soldados tendría la tarea de aleccionarlos; pero como no lo son, mi deber es proteger a los civiles. Abisales o no, el Gobierno Mundial es el Gobierno de todo el mundo.
Apartó el libro, dejándolo encima del petate. Una vez fuese a marchar debería guardarlo primero, pero por el momento no era necesario. En la habitación del cuartel guardaba los otros cuatro volúmenes, ya avanzados, según los que encontraría las reflexiones en las que él mismo ya se había embarcado al comenzar la lectura apresurada. Esperaba hallar respuestas a las dudas que le habían ido surgiendo, así como más preguntas sin respuesta clara a las que poder enfrentarse. Al fin y al cabo, la reflexión era la única forma de verdaderamente evolucionar. Daba igual el ámbito.
- Voy a dejarlo claro desde ahora -dijo, finalmente-. No voy a tratarte de usted. Ni sé de dónde vienes ni me importa tu origen, ni tampoco quiero saber por qué te llaman principito. Somos soldados ambos, iguales. Y puede que uno tenga que dar la vida por el otro un día, así que olvida esas formas con un compañero, porque solo te alejan del resto.
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Blaze Aswen, un nombre cuanto menos curioso. Quizás pertenecía al South Blue, o quizás no , pero ese tipo de nombres podían ser propios de allí, al menos por los compañeros que tienen un nombre tan sonoro como el de él. Igualmente se presentó, eso ya fue un éxito que no me esperaba francamente, ya que pudo evitar mis preguntas. Al final acabé por poner el café sobre la barra. Como era obvio no iba a beberlo alli, pero si que procuré pedirle a la camarera si podía calentármelo, a lo que ella amablemente dijo que si, que sin problema alguno. Parecía que las cosas ya estaban más frías con ella.
Por otro lado me gustó la respuesta que me había dado, pues la disciplina era tan importante para él como para mi, sin embargo discernía en la posibilidad de tratas a esa raza como iguales, fuera legionario o no. Si bien era cierto que debía hacer lo que me ordenaban, me gustara o no, eso no impedía que pudiera esta conforme de cara al interior de la galería.
-Como le dije, ha hecho bien, a veces hay que recordarle a la gente porqué se alistó en la Legión- dije con tono sumamente calmado antes de cavilar en el libro- Parece un tomo interesante. ¿Se prepara para algo?- pregunté por preguntar.
A pesar de como hablaba, me cayó en cierta gracia cuando dijo que no me iba a tratar de usted, sino como un igual. En parte lo agradecía, pues para eso había venido a la Legión, para ganarme los galones, no que me los regalaran por ser principito. "Principito" como odiaba ese maldito apelativo. Así que en vista de aquel comentario procuré darle una respuesta.
-Tranquilo, no he venido a hacer amistad con nadie hoy, ni me interesa como a vos, ni lo busco como vos. Sólo me has despertado curiosidad, y resueltas mis dudas creo que no te molestaré, se me va a volver a enfriar el café.- dije antes de que la camarera me lo volviera a entregar, y tras darle las gracias, volví a hablar con Blaze.
-Cierto, aquí todos debemos cooperar unos con otros por la Legión. Sólo espero que todos sean como sus principios, y defiendan mi espalda a la par que yo defiendo la de el- no me lo creía ni yo, salvo en casos puntuales- Ha sido un placer Blaze, nos veremos, si las órdenes así lo desean.
Dicho esto hice un saludo con los dedos sobre la frente a modo de despedida, mientras que con la mano libre cogía el café y me dirigía a la puerta, y fue entonces, y sólo entonces cuando los cinco borrachos de antes volvieron a aparecer, esta vez armados tres con sables y dos con pistolas.
"Estabais tardando"
Por otro lado me gustó la respuesta que me había dado, pues la disciplina era tan importante para él como para mi, sin embargo discernía en la posibilidad de tratas a esa raza como iguales, fuera legionario o no. Si bien era cierto que debía hacer lo que me ordenaban, me gustara o no, eso no impedía que pudiera esta conforme de cara al interior de la galería.
-Como le dije, ha hecho bien, a veces hay que recordarle a la gente porqué se alistó en la Legión- dije con tono sumamente calmado antes de cavilar en el libro- Parece un tomo interesante. ¿Se prepara para algo?- pregunté por preguntar.
A pesar de como hablaba, me cayó en cierta gracia cuando dijo que no me iba a tratar de usted, sino como un igual. En parte lo agradecía, pues para eso había venido a la Legión, para ganarme los galones, no que me los regalaran por ser principito. "Principito" como odiaba ese maldito apelativo. Así que en vista de aquel comentario procuré darle una respuesta.
-Tranquilo, no he venido a hacer amistad con nadie hoy, ni me interesa como a vos, ni lo busco como vos. Sólo me has despertado curiosidad, y resueltas mis dudas creo que no te molestaré, se me va a volver a enfriar el café.- dije antes de que la camarera me lo volviera a entregar, y tras darle las gracias, volví a hablar con Blaze.
-Cierto, aquí todos debemos cooperar unos con otros por la Legión. Sólo espero que todos sean como sus principios, y defiendan mi espalda a la par que yo defiendo la de el- no me lo creía ni yo, salvo en casos puntuales- Ha sido un placer Blaze, nos veremos, si las órdenes así lo desean.
Dicho esto hice un saludo con los dedos sobre la frente a modo de despedida, mientras que con la mano libre cogía el café y me dirigía a la puerta, y fue entonces, y sólo entonces cuando los cinco borrachos de antes volvieron a aparecer, esta vez armados tres con sables y dos con pistolas.
"Estabais tardando"
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- ¿Y para qué no? -contestó, desviando momentáneamente la mirada al libro-. La Legión es una vocación exigente; el mínimo error podría resultar fatal. Además, quiero apuntarme a las pruebas de ascenso, y los requisitos físicos son muy exigentes. Tengo que darlo todo.
En realidad se sentía francamente preparado para llegar a rango de prínceps, e incluso para ser decano. Sin embargo, Blaze aspiraba a mucho más. Sabía que no llegaría a centurión en su primer intento, pero esperaba como mínimo llegar a subcomandante. Era una tarea muy compleja, pues veteranos de lustros habían sido incapaces de superar las pruebas exitosamente. Varios decanos habían fracasado, de hecho, en ese intento; algunos miserablemente.
El interés de Maximillian pareció verse mermado tras obtener sus respuestas o, quizás, se sintió incómodo ante su falta de reciprocidad. A él no le interesaba particularmente por qué un noble se había unido a la Legión, ni en verdad qué intereses podía llegar a tener en el cuerpo. Quizá estaba por puro ego, como si la guerra fuesen unos simples juegos de caza en los que demostrar la virilidad necesaria para reclamar a una doncella o, por el contrario, podía estar huyendo de las responsabilidades que implicaba su puesto en la corte bajo la excusa de una responsabilidad centrada en el bien mayor. Pamplinas, en ambos casos. Y aunque no estaba lo bastante loco como para enfadar a alguien tan violento, lo único que le llamaba verdaderamente la atención de él era lo que no podía ver. Sin embargo, era impertinente preguntar.
Guardó el libro en cuanto oyó la puerta batir violentamente contra la pared. Sin ningún decoro, cinco soldados -a cuatro de los cuales reconocía- casi tiraron la puerta abajo, entrando en la taberna armados, tres con espadas y los dos restantes con pistola. Con un suspiro Blaze dejó dos billetes de mil berries sobre la mesa, lo que debía bastar para pagar su café y la comida del hombre pez. Tras eso sacó la petaca, vació un chorro de licor sobre su taza y bebió de un trago. Le ardió la garganta por un momento, pero se sintió mucho más activo. Petate en mano se levantó tranquilamente y comenzó a acercarse.
- Si un soldado mata a otro dentro de una taberna no creo que el alto mando esté contento -dijo, encogiéndose de hombros cuando estaba frente al grupo-. Resolvamos los problemas fuera, si no os importa.
En realidad con aquello pretendía dos cosas: La primera hacerles reflexionar acerca del lío que podía implicar matar a un hombre desarmado, si bien creía que no iba a servir de mucho. La segunda, algo más realista, era imponer una sensación de seguridad que quizá los amedrentase. En cualquier caso, como mínimo ganaría tiempo para pensar un plan. Tiró el petate a unos metros de él con la esperanza de que no lo dañaran en la reyerta y con gesto desafiante se dirigió a los demás:
- ¿Y ahora qué?
Una pistola apuntó a su cabeza.
- Ahora te desnudas.
- No.
El disparo fue a la nieve, a escasos centímetros de su pie. Imaginó que la intención no era darle, pero había estado demasiado cerca. Sin embargo, las armas de los soldados rasos no tenían cargador. O lo que era lo mismo, si quería volver a utilizarla debería recargar.
- Os diré lo que vamos a hacer -explicó-: Vais a tirar las armas, os vais a ir a dormir y mañana, con la resaca, vais a ir a recogerlas y explicarle a vuestro decano por qué se ha despertado con tantas armas en su despacho. ¿Os parece bien?
Era un movimiento muy arriesgado, pero parecía estar funcionando. Se miraban entre ellos porque sabían, tan bien como él, que no podían hacerle daño con las armas que habían traído.
- Traed al gyojin.
En realidad se sentía francamente preparado para llegar a rango de prínceps, e incluso para ser decano. Sin embargo, Blaze aspiraba a mucho más. Sabía que no llegaría a centurión en su primer intento, pero esperaba como mínimo llegar a subcomandante. Era una tarea muy compleja, pues veteranos de lustros habían sido incapaces de superar las pruebas exitosamente. Varios decanos habían fracasado, de hecho, en ese intento; algunos miserablemente.
El interés de Maximillian pareció verse mermado tras obtener sus respuestas o, quizás, se sintió incómodo ante su falta de reciprocidad. A él no le interesaba particularmente por qué un noble se había unido a la Legión, ni en verdad qué intereses podía llegar a tener en el cuerpo. Quizá estaba por puro ego, como si la guerra fuesen unos simples juegos de caza en los que demostrar la virilidad necesaria para reclamar a una doncella o, por el contrario, podía estar huyendo de las responsabilidades que implicaba su puesto en la corte bajo la excusa de una responsabilidad centrada en el bien mayor. Pamplinas, en ambos casos. Y aunque no estaba lo bastante loco como para enfadar a alguien tan violento, lo único que le llamaba verdaderamente la atención de él era lo que no podía ver. Sin embargo, era impertinente preguntar.
Guardó el libro en cuanto oyó la puerta batir violentamente contra la pared. Sin ningún decoro, cinco soldados -a cuatro de los cuales reconocía- casi tiraron la puerta abajo, entrando en la taberna armados, tres con espadas y los dos restantes con pistola. Con un suspiro Blaze dejó dos billetes de mil berries sobre la mesa, lo que debía bastar para pagar su café y la comida del hombre pez. Tras eso sacó la petaca, vació un chorro de licor sobre su taza y bebió de un trago. Le ardió la garganta por un momento, pero se sintió mucho más activo. Petate en mano se levantó tranquilamente y comenzó a acercarse.
- Si un soldado mata a otro dentro de una taberna no creo que el alto mando esté contento -dijo, encogiéndose de hombros cuando estaba frente al grupo-. Resolvamos los problemas fuera, si no os importa.
En realidad con aquello pretendía dos cosas: La primera hacerles reflexionar acerca del lío que podía implicar matar a un hombre desarmado, si bien creía que no iba a servir de mucho. La segunda, algo más realista, era imponer una sensación de seguridad que quizá los amedrentase. En cualquier caso, como mínimo ganaría tiempo para pensar un plan. Tiró el petate a unos metros de él con la esperanza de que no lo dañaran en la reyerta y con gesto desafiante se dirigió a los demás:
- ¿Y ahora qué?
Una pistola apuntó a su cabeza.
- Ahora te desnudas.
- No.
El disparo fue a la nieve, a escasos centímetros de su pie. Imaginó que la intención no era darle, pero había estado demasiado cerca. Sin embargo, las armas de los soldados rasos no tenían cargador. O lo que era lo mismo, si quería volver a utilizarla debería recargar.
- Os diré lo que vamos a hacer -explicó-: Vais a tirar las armas, os vais a ir a dormir y mañana, con la resaca, vais a ir a recogerlas y explicarle a vuestro decano por qué se ha despertado con tantas armas en su despacho. ¿Os parece bien?
Era un movimiento muy arriesgado, pero parecía estar funcionando. Se miraban entre ellos porque sabían, tan bien como él, que no podían hacerle daño con las armas que habían traído.
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Vaya, parecía que al final si que íbamos a tener una conversación larga y tediosa con aquellos tipos, o bueno, en caso de no tenerla, seguramente habría tortas. Por muy raro que me pareciera, no me interesaba golpear más a aquellos tipos, sobre todo porque con la nariz que le había roto al otro bobo creo que era más que suficiente, y tampoco era tonto. Sabía que si las cosas se iban de mano podría tener problemas con mis superiores en cuanto las noticias llegaran al cuartel. Primero se nos acusaría de alterar el orden público, y segundo de dejar mal al cuerpo con una reyerta propia de bandidos y no de caballeros disciplinados. Así que estuve a punto de decirles algo ,sino fuera porque Blaze se me adelantó y solicitó que arregláramos esto fuera, a lo que no tuve objeción alguna. Ya no solo por la escena, sino por la camarera, la vieja y el tipo musculoso que volvían a estar presentes en la sala, y con cara de muy pocos amigos.
Nada más salir, y habiéndome dejado el café en la barra, el borracho fue bastante preciso en sus palabras "quítate la ropa" hacia Blaze, a lo que yo arqueé una ceja. ¿En serio nos vamos a poner con estos juegos viriles y absurdos propios de borrachos?. Estuve a punto de decir algo, pero me callé y me mantuve de brazos cruzados junto a Blaze, el cual había dado una propuesta de lo más asequible. Y sinceramente no sé que demonios pasó, pero la mirada de Blaze era bastante intimidante, algo que notaron en seguida aquellos tipos, que comenzaron a mirarse los unos a los otros mientras que el de la nariz rota, con sable en mano vaciló por unos segundos.
-Eh Bilson, creo que no nos compensa reventar a estos dos idiotas- le dijo uno de los que tenían pistola al de la nariz. Seguramente lo hizo porque las palabras de Blaze eran totalmente ciertas, y aún borrachos nadie quería ser expulsado del cuerpo.
-¡Cállate!- dijo el tipo mientras recalcaba que trajeran al Gyojin.
Me podía suponer lo que iban a hacer, pues la tolerancia no era algo propio de la Legión, y se nos tachaba de racistas a algunos...yo prefiero llamarlo "selección fallida " a todo aquello que no era como Blaze o yo, vamos, humanos y no abominaciones abisales. Así que opté por esperar, de brazos cruzados mientras todo aquello sucedía. Quería ver que pasaba, y me encontraba francamente seguro, pues bastaría cuatro movimientos para asustar a esos bobos, pero quería ver hasta donde estaban dispuestos a llegar.
La mirada estaba clavada en el de la nariz, mirándole como si dijera "tenía que haberte arreado más fuerte", y si, lo hubiera hecho, total ¿Que iba a decir? Perfectamente podía haberse caído al suelo y golpeado la nariz. ¿Sus compañeros dirían algo? Dudo que en el estado en que se encontraban alguien les tuviera en consideración su "verdad".Suspiré con cansancio, el maldito café seguro ya estaba frío.
Nada más salir, y habiéndome dejado el café en la barra, el borracho fue bastante preciso en sus palabras "quítate la ropa" hacia Blaze, a lo que yo arqueé una ceja. ¿En serio nos vamos a poner con estos juegos viriles y absurdos propios de borrachos?. Estuve a punto de decir algo, pero me callé y me mantuve de brazos cruzados junto a Blaze, el cual había dado una propuesta de lo más asequible. Y sinceramente no sé que demonios pasó, pero la mirada de Blaze era bastante intimidante, algo que notaron en seguida aquellos tipos, que comenzaron a mirarse los unos a los otros mientras que el de la nariz rota, con sable en mano vaciló por unos segundos.
-Eh Bilson, creo que no nos compensa reventar a estos dos idiotas- le dijo uno de los que tenían pistola al de la nariz. Seguramente lo hizo porque las palabras de Blaze eran totalmente ciertas, y aún borrachos nadie quería ser expulsado del cuerpo.
-¡Cállate!- dijo el tipo mientras recalcaba que trajeran al Gyojin.
Me podía suponer lo que iban a hacer, pues la tolerancia no era algo propio de la Legión, y se nos tachaba de racistas a algunos...yo prefiero llamarlo "selección fallida " a todo aquello que no era como Blaze o yo, vamos, humanos y no abominaciones abisales. Así que opté por esperar, de brazos cruzados mientras todo aquello sucedía. Quería ver que pasaba, y me encontraba francamente seguro, pues bastaría cuatro movimientos para asustar a esos bobos, pero quería ver hasta donde estaban dispuestos a llegar.
La mirada estaba clavada en el de la nariz, mirándole como si dijera "tenía que haberte arreado más fuerte", y si, lo hubiera hecho, total ¿Que iba a decir? Perfectamente podía haberse caído al suelo y golpeado la nariz. ¿Sus compañeros dirían algo? Dudo que en el estado en que se encontraban alguien les tuviera en consideración su "verdad".Suspiré con cansancio, el maldito café seguro ya estaba frío.
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Supo que las cosas se estaban torciendo cuando dos hombres armados entraron en la taberna para buscar al gyojin. Había unas normas se suponía que estrictas respecto al uso de armas fuera de servicio, mucho más en situaciones que implicaban civiles. Sabía que en la Legión había cierta laxitud a la hora de cumplir determinadas reglas, pero igualmente había que cuidar las apariencias o el apoyo de la población muy pronto se volvería recelo; era algo que Maxwell tenía bastante claro, en realidad, pero no parecía el caso general del grueso del ejército. Intuía que la mayoría de gente alistada en él eran poco más que pendencieros en busca de dinero fácil y saciar sus deseos de sangre. El problema era que, una vez sueltos, su conducta podía resultar del todo impredecible.
Blaze no dijo nada mientras esperaban. Simplemente se mantuvo a la espera mientras el hombre pez llegaba con una hoja al cuello y uno de los borrachos le tendió su pistola. No dijo nada incluso entonces, tan solo observó cómo se resistía a aceptarla hasta que un codazo en el hígado lo previno de rechazar la oferta una segunda vez.
- No creo que nadie cuestione que una aberración como esta haya matado a un mequetrefe con exceso de confianza -expuso el cabecilla-. Veamos qué puede más, ¿vale? Si la lealtad a la mano que le ha dado de comer como a un perro bueno o a que lo castiguen como a un perro malo. -Ambas espadas se pegaron a su cuello-. ¿Qué os parece?
- Esto... Esto no está bien -protestó con voz queda el gyojin.
- Yo decido lo que está bien aquí, monstruo. -Un débil hilillo de sangre resbaló por su cuello-. Apunta.
- Apunta -repitió Blaze con seguridad, ya posicionado en meditación de pie.
La confusión fue palpable entre los presentes. El gyojin obedeció. Le temblaba el pulso, pero obedeció.
- ¿Tan poco aprecias tu vida, niñato? -preguntó uno de los legionarios con sentida mofa-. Si quieres que te maten solo pídelo.
- Dispara.
Décimo noveno dan. Podía estar nervioso, pero sabía lo que se hacía. Cuando disparó el arma la bala salió volando a más de medio metro de su cabeza, haciendo que Blaze patease la nieve para captar la atención. No era perfecta, pero sumado a la oscuridad de la noche pareció ser suficiente como para desaparecer por un momento. Aprovechando cada segundo de confusión corrió hacia delante, cargando contra los que retenían al hombre pez: No necesitaba ser el más fuerte, solo dar un golpe que ninguno se viese venir, lo bastante súbito para desorientarlos.
Se detuvo a escasos centímetros de uno de ellos, el que estaba a la derecha. Nadie cubría su flanco, así que era el más accesible. Su mano se adelantó hasta casi rozarlo, pero no lo tocó. En su lugar la humedad del ambiente fue empujada hacia delante, proyectando una onda que chocó contra su cara. La incomprensión se apoderó de su rostro por un instante mientras el gyojin apartaba el sable de su cuello con una mano y rodaba hacia el hueco que, cuando salió volando, dejó su falta.
- ¡Largo! -ordenó. Él no iba a sufrir grandes consecuencias por una pelea, pero si un gyojin atacaba a un legionario... Mal asunto.
No pareció dudarlo dos veces. Por su parte, él recogió la espada del suelo y se puso en guardia frente a los cuatro restantes. Dos en la práctica, pues uno tenía su pistola tirada en el camino de huida del gyojin y el otro aún no había recargado la pistola. De hecho, dudaba que pudiese entre la borrachera y el frío, pero aun así se mantuvo alerta.
Blaze no dijo nada mientras esperaban. Simplemente se mantuvo a la espera mientras el hombre pez llegaba con una hoja al cuello y uno de los borrachos le tendió su pistola. No dijo nada incluso entonces, tan solo observó cómo se resistía a aceptarla hasta que un codazo en el hígado lo previno de rechazar la oferta una segunda vez.
- No creo que nadie cuestione que una aberración como esta haya matado a un mequetrefe con exceso de confianza -expuso el cabecilla-. Veamos qué puede más, ¿vale? Si la lealtad a la mano que le ha dado de comer como a un perro bueno o a que lo castiguen como a un perro malo. -Ambas espadas se pegaron a su cuello-. ¿Qué os parece?
- Esto... Esto no está bien -protestó con voz queda el gyojin.
- Yo decido lo que está bien aquí, monstruo. -Un débil hilillo de sangre resbaló por su cuello-. Apunta.
- Apunta -repitió Blaze con seguridad, ya posicionado en meditación de pie.
La confusión fue palpable entre los presentes. El gyojin obedeció. Le temblaba el pulso, pero obedeció.
- ¿Tan poco aprecias tu vida, niñato? -preguntó uno de los legionarios con sentida mofa-. Si quieres que te maten solo pídelo.
- Dispara.
Décimo noveno dan. Podía estar nervioso, pero sabía lo que se hacía. Cuando disparó el arma la bala salió volando a más de medio metro de su cabeza, haciendo que Blaze patease la nieve para captar la atención. No era perfecta, pero sumado a la oscuridad de la noche pareció ser suficiente como para desaparecer por un momento. Aprovechando cada segundo de confusión corrió hacia delante, cargando contra los que retenían al hombre pez: No necesitaba ser el más fuerte, solo dar un golpe que ninguno se viese venir, lo bastante súbito para desorientarlos.
Se detuvo a escasos centímetros de uno de ellos, el que estaba a la derecha. Nadie cubría su flanco, así que era el más accesible. Su mano se adelantó hasta casi rozarlo, pero no lo tocó. En su lugar la humedad del ambiente fue empujada hacia delante, proyectando una onda que chocó contra su cara. La incomprensión se apoderó de su rostro por un instante mientras el gyojin apartaba el sable de su cuello con una mano y rodaba hacia el hueco que, cuando salió volando, dejó su falta.
- ¡Largo! -ordenó. Él no iba a sufrir grandes consecuencias por una pelea, pero si un gyojin atacaba a un legionario... Mal asunto.
No pareció dudarlo dos veces. Por su parte, él recogió la espada del suelo y se puso en guardia frente a los cuatro restantes. Dos en la práctica, pues uno tenía su pistola tirada en el camino de huida del gyojin y el otro aún no había recargado la pistola. De hecho, dudaba que pudiese entre la borrachera y el frío, pero aun así se mantuvo alerta.
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La cosa estaba tensa, muy tensa. Si en parte el Gyojin me daba igual, no era así con el caso de los legionarios. Si mataban al gyojin allí mismo me era totalmente indiferente, tanto, que cuando salió de la taberna con la hoja al cuello yo ni me inmuté. De hecho, seguía con las manos en los bolsillo mirando la escena. Vale que el pez no fuera santo de mi devoción, pero lo que estaban haciendo aquellos legionarios era deleznable, pues no hay honor, ni disciplina, ni mesura. Un golpe puede ser un aviso, y hay que saber cuando retirarse antes de que las cosas se pusieran peor, pero este no era el caso de estos imbéciles. Así que cuando la pistola apuntó a Blaze tuve que intervenir, al menos con palabras.
-¿Y vosotros os llamáis legionarios basuras inmundas? ¿No se os ha dicho que os larguéis? ¿O acaso queréis acabar en el calabozo por una reyerta por una nariz y un ego roto?.- estiré la manga de mis guantes- Esto debe acabar aquí y ahora, emborracharos si eso es lo que queréis y largaros a ser despojos en otro lado, pero no tentéis a la suerte más de lo que podéis permitiros- Si, era una amenaza, pues ya me estaban caldeando un poco, y estaba cansado de ver este tipo de actuaciones...todavía recuerdo el incidente de Arabasta....y estos iban por el mismo camino.
Pero entonces Blaze, que parecía que tenía todo en contra, provocó un cambio en las tornas. Muy hábilmente y sin saber como había hecho, se quitó a uno de los legionarios con un simple gesto. ¿Qué había hecho? Si al final iba a tener que tomarme en serio este tipo. La acción fue seguida de un aviso, que a judgar por su tono era el último que Blaze ofrecía. Estaba ahora él ante los cuatro tipos restantes.
Fue entonces cuando di un paso hacia adelante colocándome a su lado mientras seguía ajustándome los guantes.
- Ya habéis oído- dije antes de mirar a los legionarios con "cara" de pocos amigos- Ya le habéis visto a él enfadado, no queráis verme a mi también. Largo.
Los legionarios se quedaron mirando unos a otros, sin saber muy bien que hacer. Si el muchacho había hecho eso en un abrir y cerrar de ojos ¿Qué no haría con un poco más de empeño?. Yo solo esperaba que entraran en razón de una vez, que vamos, me encantaría romperles la cabeza, pero estoy muy a gusto en la Legión como para que me echen...y menos por un grupo de borrachos. Además, bastante me estaba conteniendo ya.
-¿Y vosotros os llamáis legionarios basuras inmundas? ¿No se os ha dicho que os larguéis? ¿O acaso queréis acabar en el calabozo por una reyerta por una nariz y un ego roto?.- estiré la manga de mis guantes- Esto debe acabar aquí y ahora, emborracharos si eso es lo que queréis y largaros a ser despojos en otro lado, pero no tentéis a la suerte más de lo que podéis permitiros- Si, era una amenaza, pues ya me estaban caldeando un poco, y estaba cansado de ver este tipo de actuaciones...todavía recuerdo el incidente de Arabasta....y estos iban por el mismo camino.
Pero entonces Blaze, que parecía que tenía todo en contra, provocó un cambio en las tornas. Muy hábilmente y sin saber como había hecho, se quitó a uno de los legionarios con un simple gesto. ¿Qué había hecho? Si al final iba a tener que tomarme en serio este tipo. La acción fue seguida de un aviso, que a judgar por su tono era el último que Blaze ofrecía. Estaba ahora él ante los cuatro tipos restantes.
Fue entonces cuando di un paso hacia adelante colocándome a su lado mientras seguía ajustándome los guantes.
- Ya habéis oído- dije antes de mirar a los legionarios con "cara" de pocos amigos- Ya le habéis visto a él enfadado, no queráis verme a mi también. Largo.
Los legionarios se quedaron mirando unos a otros, sin saber muy bien que hacer. Si el muchacho había hecho eso en un abrir y cerrar de ojos ¿Qué no haría con un poco más de empeño?. Yo solo esperaba que entraran en razón de una vez, que vamos, me encantaría romperles la cabeza, pero estoy muy a gusto en la Legión como para que me echen...y menos por un grupo de borrachos. Además, bastante me estaba conteniendo ya.
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En realidad se lo había dicho al gyojin, pero que Maximillian repitiese sus palabras convirtiéndolas en una orden hacia los soldados le daba un nuevo matiz autoritario a la situación. Por un momento parecieron dudar; su mirada alternaba entre el hombre de negro y su compañero herido, casi ignorándolo a él. De forma cauta aprovechó la situación para dar un paso atrás por si acaso el quinto lograba levantarse antes de que todo terminase. Blaze no era estúpido, y aunque sabía que podía aprovecharse de la situación para derribar a uno o dos antes de que se percatasen en una pelea en desventaja cualquier error podía ser fatal. Si resbalaba, si daba un paso de más... El peliblanco no parecía tener ninguna intención de colaborar en la pelea, al menos por el momento, por lo que esencialmente estaba solo a casi todos los efectos. Si soltaban las armas y en su lugar trataban de pegarle una paliza puñetazos la situación estaría todavía más complicada: No tendrían necesidad de refrenarse.
- No vale la pena -dijo finalmente el de la pistola, enfundándola-. Son solo dos raritos; no van a durar aquí.
- Ten cuidado a partir de ahora, pimpollo -amenazó otro-. En la guerra accidentes ocurren.
- Llevaos a vuestro amigo -contestó él con cierta indiferencia.
Entre no pocas protestas los militares emprendieron la retirada. Entre dos cogieron a su compañero herido, mientras que un tercero le reclamó la espada. Con absoluta frialdad negó con la cabeza, pero el militar se mantuvo frente a él con la mano extendida, sosteniéndole la mirada con no poco desafío. Estaba esperando una excusa, estaba seguro. Finalmente la tiró hacia atrás, dejándola clavada en la nieve. Mantuvieron el choque de miradas un poco más hasta que Blaze rompió el contacto. No le interesaba tener una pelea de egos, así que caminó hacia su petate y lo cogió mientras el otro aún lo seguía con la mirada.
- ¡Tienes huevos! -le gritó-. ¡Una pena que los malgastes con los putos peces!
- Sé lo que defiendo -le espetó-. Quizá tú deberías in...
Se interrumpió de golpe. La taberna estaba cerca del puerto, en una pequeña loma que dejaba ver la costa. Estaba oscuro y una débil luna menguante apenas alumbraba el agua, pero podía ver un barco moviéndose entre las sombras, completamente a oscuras. No sabía si había gente en su cubierta, pero navegar sin luz era propio de contrabandistas y de piratas. Teniendo en cuenta que no parecía haber nadie en el puerto, probablemente lo segundo. Inmediatamente sacó de la bolsa sus armas y las enganchó al cinturón, pegando un grito:
- ¡Vosotros! -Se giraron, notablemente molestos-. Barco en la costa, potencial invasión. Avisad al oficial de guardia.
No sabía si lo harían, pero él se acercó hasta la taberna y metió el petate detrás de la barra. La camarera pretendió decirle algo, pero negó con la cabeza.
- Deberíais echar la llave. Volveré a por mis cosas.
Antes de marchar susurró al oído de quien parecía más sobrio lo que acababa de ver, alertándolo. Con suerte tendría unos mínimos refuerzos en poco tiempo. Él, por su parte, bajó hasta la costa para acercarse a comprobar qué estaba sucediendo exactamente en el puerto.
- No vale la pena -dijo finalmente el de la pistola, enfundándola-. Son solo dos raritos; no van a durar aquí.
- Ten cuidado a partir de ahora, pimpollo -amenazó otro-. En la guerra accidentes ocurren.
- Llevaos a vuestro amigo -contestó él con cierta indiferencia.
Entre no pocas protestas los militares emprendieron la retirada. Entre dos cogieron a su compañero herido, mientras que un tercero le reclamó la espada. Con absoluta frialdad negó con la cabeza, pero el militar se mantuvo frente a él con la mano extendida, sosteniéndole la mirada con no poco desafío. Estaba esperando una excusa, estaba seguro. Finalmente la tiró hacia atrás, dejándola clavada en la nieve. Mantuvieron el choque de miradas un poco más hasta que Blaze rompió el contacto. No le interesaba tener una pelea de egos, así que caminó hacia su petate y lo cogió mientras el otro aún lo seguía con la mirada.
- ¡Tienes huevos! -le gritó-. ¡Una pena que los malgastes con los putos peces!
- Sé lo que defiendo -le espetó-. Quizá tú deberías in...
Se interrumpió de golpe. La taberna estaba cerca del puerto, en una pequeña loma que dejaba ver la costa. Estaba oscuro y una débil luna menguante apenas alumbraba el agua, pero podía ver un barco moviéndose entre las sombras, completamente a oscuras. No sabía si había gente en su cubierta, pero navegar sin luz era propio de contrabandistas y de piratas. Teniendo en cuenta que no parecía haber nadie en el puerto, probablemente lo segundo. Inmediatamente sacó de la bolsa sus armas y las enganchó al cinturón, pegando un grito:
- ¡Vosotros! -Se giraron, notablemente molestos-. Barco en la costa, potencial invasión. Avisad al oficial de guardia.
No sabía si lo harían, pero él se acercó hasta la taberna y metió el petate detrás de la barra. La camarera pretendió decirle algo, pero negó con la cabeza.
- Deberíais echar la llave. Volveré a por mis cosas.
Antes de marchar susurró al oído de quien parecía más sobrio lo que acababa de ver, alertándolo. Con suerte tendría unos mínimos refuerzos en poco tiempo. Él, por su parte, bajó hasta la costa para acercarse a comprobar qué estaba sucediendo exactamente en el puerto.
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Se sorprendería aquel paleto si le dijera que aquel gyojin sería de todo menos mi amigo, y aún así, yo consideraba a esa raza una molestia, como a todas en verdad. Igualmente y fuera como fuere, la cosa acabó en tablas. Los borrachos se largaron de la escena entre improperios hacia nosotros llamándonos "bichos raros", bueno, se veía que tampoco tenían mucha inventiva, pero que le vamos a hacer, no se iba a perder el tiempo con ellos por más tiempo.
Blaze pareció divisar en la oscuridad algo moviéndose, expectante a ver lo que era. Por fortuna yo podía ver en la oscuridad, y al igual que Blaze, determinamos que efectivamente, era un buque con las lanternas apagadas, y eso significaba una cosa...criminales. Parecía que al final me iban a alegrar el día, o en este caso, la noche. Si ese barco arribaba el ataque estaba asegurado, por fortuna tendrían primero que tomar puerto, así que era la hora de ponérselo un poco difícil.
Blaze, como si fuera nuestro superior, aunque realmente fue un mero aviso, le dijo a los borrachos que avisaran al oficial de guardia. Creo que esa tarea era como dejarle a un alcohólico proteger un botella de brandy, pero bueno, por la cuenta que les traía estaba seguro de que avisarían. Blaze no tardó ni un segundo en salir corriendo hacia la costa, con dirección al muelle. Yo no lo dudé tampoco, pues todos éramos legionarios, y el deber es el deber. Así que comencé a correr calle abajo para dirigirme al puerto sin demora.
Esperaba que aquellos lerdos lograran traernos refuerzos, del mismo modo, esperaba que aquellos piratas, contrabandistas o lo que fueran, sean tan necios como para desembarcar de sopetón en el muelle, allí al menos sería más fácil de arrinconarlos. Por un lado había que detenerlos, arrestarlos o hacerles volver por donde habían venido, por otro, había que procurar que los civiles estuvieran a salvo y no rondando el muelle, aunque a estas horas de la noche dudaba que quedara alguien por la zona.
Claramente podría reventar a la morralla de los tripulantes con mi akuma, sin embargo no quería mostrarla en público, y menos para unos maleantes de poca monta como supuse que serían estos tipos. Como mucho el problema quizás sea algún par de luchadores y, por supuesto, su capitán. Nadie era capitán de un navío sin tener un mínimo de poder, al menos con los estúpidos piratas o esos hippies de los revolucionarios. Que vengan, que sean tan necios de jugársela a la Legión.
Blaze pareció divisar en la oscuridad algo moviéndose, expectante a ver lo que era. Por fortuna yo podía ver en la oscuridad, y al igual que Blaze, determinamos que efectivamente, era un buque con las lanternas apagadas, y eso significaba una cosa...criminales. Parecía que al final me iban a alegrar el día, o en este caso, la noche. Si ese barco arribaba el ataque estaba asegurado, por fortuna tendrían primero que tomar puerto, así que era la hora de ponérselo un poco difícil.
Blaze, como si fuera nuestro superior, aunque realmente fue un mero aviso, le dijo a los borrachos que avisaran al oficial de guardia. Creo que esa tarea era como dejarle a un alcohólico proteger un botella de brandy, pero bueno, por la cuenta que les traía estaba seguro de que avisarían. Blaze no tardó ni un segundo en salir corriendo hacia la costa, con dirección al muelle. Yo no lo dudé tampoco, pues todos éramos legionarios, y el deber es el deber. Así que comencé a correr calle abajo para dirigirme al puerto sin demora.
Esperaba que aquellos lerdos lograran traernos refuerzos, del mismo modo, esperaba que aquellos piratas, contrabandistas o lo que fueran, sean tan necios como para desembarcar de sopetón en el muelle, allí al menos sería más fácil de arrinconarlos. Por un lado había que detenerlos, arrestarlos o hacerles volver por donde habían venido, por otro, había que procurar que los civiles estuvieran a salvo y no rondando el muelle, aunque a estas horas de la noche dudaba que quedara alguien por la zona.
Claramente podría reventar a la morralla de los tripulantes con mi akuma, sin embargo no quería mostrarla en público, y menos para unos maleantes de poca monta como supuse que serían estos tipos. Como mucho el problema quizás sea algún par de luchadores y, por supuesto, su capitán. Nadie era capitán de un navío sin tener un mínimo de poder, al menos con los estúpidos piratas o esos hippies de los revolucionarios. Que vengan, que sean tan necios de jugársela a la Legión.
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Se mantuvo entre las sombras al amparo de un viejo edificio del puerto. Desde allí sería tan difícil verlo como lo era para él contar el número de piratas a bordo, pero no estaba lo bastante cerca. Si esperaba a que tocasen tierra se vería superado en una relación mucho más desventajosa que la que ya había tenido minutos atrás. Él solo no podría contener a una tripulación entera por débil que fuese; sin embargo, no tenía garantías de poder romper el barco desde abajo y se exponía a que las aguas heladas lo dejasen sin respiración, incluso a la hipotermia. Se había acercado para comprobar si podía hacer algo, pero una vez en situación se sentía francamente impotente, solo mirando si con suerte bajaban apenas unos pocos y... A quién quería engañar, iba a enfrentarlos de todos modos.
Era difícil calcular cuántos piratas se podían encontrar en el interior del barco: En medio de la oscuridad baremar el tamaño del barco resultaba casi imposible, y aunque contaba con que no superasen los treinta no se habría sorprendido de toparse con hasta cincuenta. En realidad tenía la vana esperanza de que fuesen apenas diez, pero en medio de Grand Line no sabía qué esperarse. Había visto enormes navíos en Jaya de tripulaciones que quizá superasen las cien personas, puede que más, y sabía que los emperadores en el Nuevo Mundo movían verdaderas flotas pirata que nada envidiaban a las del Gobierno Mundial o la Liga. No sabía bien qué buscaban en la isla, pero asaltar un territorio custodiado por la Legión era un movimiento audaz que difícilmente una banda cualquiera intentaría.
Con toda la discreción que pudo caminó hasta el muelle donde parecía que iban a atracar, manteniéndose entre un par de barriles. No escuchaba ningún ruido, pero de golpe todo cambió: La luz se hizo en el barco a través de lámparas de aceite y antorchas mientras un rugido atronador se esparcía por el ambiente. Las cadenas del ancla bajaron de golpe y las tablas bajaron, dejando que una marea de piratas se apease del galeón y corriese rápidamente en dirección a la aldea. Solo esperaba que los borrachos hubiesen alertado en el cuartel, porque iban a necesitar refuerzos para contener a toda aquella gente que se esparcía por la isla.
Miró a todas partes y a ninguna en concreto. Había imaginado mal, pues al menos setenta personas bajaron del buque y estaba seguro de que otras tantas estaban custodiándolo. Sin embargo, Blaze estaba esperando a que el pez gordo saliese; era imposible que una flota tan grande no poseyese un capitán conocido, y una vez sabiéndolo podría alertar al decano Maxwell para que hiciese lo que era debido. Mientras tanto, solo le quedaba esperar.
Era difícil calcular cuántos piratas se podían encontrar en el interior del barco: En medio de la oscuridad baremar el tamaño del barco resultaba casi imposible, y aunque contaba con que no superasen los treinta no se habría sorprendido de toparse con hasta cincuenta. En realidad tenía la vana esperanza de que fuesen apenas diez, pero en medio de Grand Line no sabía qué esperarse. Había visto enormes navíos en Jaya de tripulaciones que quizá superasen las cien personas, puede que más, y sabía que los emperadores en el Nuevo Mundo movían verdaderas flotas pirata que nada envidiaban a las del Gobierno Mundial o la Liga. No sabía bien qué buscaban en la isla, pero asaltar un territorio custodiado por la Legión era un movimiento audaz que difícilmente una banda cualquiera intentaría.
Con toda la discreción que pudo caminó hasta el muelle donde parecía que iban a atracar, manteniéndose entre un par de barriles. No escuchaba ningún ruido, pero de golpe todo cambió: La luz se hizo en el barco a través de lámparas de aceite y antorchas mientras un rugido atronador se esparcía por el ambiente. Las cadenas del ancla bajaron de golpe y las tablas bajaron, dejando que una marea de piratas se apease del galeón y corriese rápidamente en dirección a la aldea. Solo esperaba que los borrachos hubiesen alertado en el cuartel, porque iban a necesitar refuerzos para contener a toda aquella gente que se esparcía por la isla.
Miró a todas partes y a ninguna en concreto. Había imaginado mal, pues al menos setenta personas bajaron del buque y estaba seguro de que otras tantas estaban custodiándolo. Sin embargo, Blaze estaba esperando a que el pez gordo saliese; era imposible que una flota tan grande no poseyese un capitán conocido, y una vez sabiéndolo podría alertar al decano Maxwell para que hiciese lo que era debido. Mientras tanto, solo le quedaba esperar.
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Corrí como un desgraciado sin mirar atrás mientras iba pensando en que hacer una vez llegado al puerto, porque algo había que hacer. No sabía cuantos hombres eran, ni si sólo era un barco, ya que si uno se había colado en el puerto ¿Acaso no podrían venir más?. Fuera como fuera, el tema estaba bastante complicado para mi. Cabe decir que perdí de vista a Blaze durante la carrera, ya que él se me había adelantado y no lo veía por ningún sitio. Sabía que estaba en el puerto, o vamos, supongo que se dirigía allí.
Tras correr un poco y desfondarme, procuré coger aire apoyándome sobre la pared de uno de los edificios cercanos al puerto. Había suficiente cobertura de cajas y barriles a mi alrededor como para que no se me viera, y la noche ayudaba bastante mientras la luna no decidiera fastidiarla. Tras cerciorarme que la cobertura era buena eché un vistazo a la esquina del edificio, pudiendo ver así el muelle.
"Maldita sea".
Un galeón. De todos los barcos, tenía que ser un galeón. Eso significaba que ese navío iba preñado de tripulantes...y así fue. Pues de las pasarelas comenzaron a bajar marineros y más marineros como hormigas en fila. ¿Qué serían? ¿Sesenta, setenta, cien? No tenía ni idea, pero de lo que si tenía idea era de que ni de broma podría hacer frente a tanto, incluso aún estando Blaze, si estuviera por acá, nos comerían vivos. Dioses, esperaba que los borrachos cumplieran su papel, porque aquella marabunta de piratas o lo que fueran comenzaron a cargar contra la aldea.
Los piratas se iban acercando a mi posición, pues el edificio donde estaba era el último antes de llegar al muelle, y el primero para ir a la aldea. No podía permanecer mucho más tiempo allí, pero quería ver a su capitán, pero me fue totalmente imposible.
"Si usara mi akuma esto lo paro en un abrir y cerrar de ojos," Pensé, pero sabía que no podía usarla, no sin causar estropicios. Maldita sea...se nos acaba el tiempo. ¿Dónde están esos dichosos refuerzos?
Por el momento me agaché mientras algunos de los piratas se iban acercando hacia mi posición. Admito que no había escogido el mejor lugar para esconderme, pero tampoco sabía que iba a iniciar el asalto tan deprisa. Lo único que podía escuchar al otro lado de los barriles eran los pasos acelerados de los piratas , y gritos que decían "vamos, vamos". No, la cosa no pintaba nada bien.
Tras correr un poco y desfondarme, procuré coger aire apoyándome sobre la pared de uno de los edificios cercanos al puerto. Había suficiente cobertura de cajas y barriles a mi alrededor como para que no se me viera, y la noche ayudaba bastante mientras la luna no decidiera fastidiarla. Tras cerciorarme que la cobertura era buena eché un vistazo a la esquina del edificio, pudiendo ver así el muelle.
"Maldita sea".
Un galeón. De todos los barcos, tenía que ser un galeón. Eso significaba que ese navío iba preñado de tripulantes...y así fue. Pues de las pasarelas comenzaron a bajar marineros y más marineros como hormigas en fila. ¿Qué serían? ¿Sesenta, setenta, cien? No tenía ni idea, pero de lo que si tenía idea era de que ni de broma podría hacer frente a tanto, incluso aún estando Blaze, si estuviera por acá, nos comerían vivos. Dioses, esperaba que los borrachos cumplieran su papel, porque aquella marabunta de piratas o lo que fueran comenzaron a cargar contra la aldea.
Los piratas se iban acercando a mi posición, pues el edificio donde estaba era el último antes de llegar al muelle, y el primero para ir a la aldea. No podía permanecer mucho más tiempo allí, pero quería ver a su capitán, pero me fue totalmente imposible.
"Si usara mi akuma esto lo paro en un abrir y cerrar de ojos," Pensé, pero sabía que no podía usarla, no sin causar estropicios. Maldita sea...se nos acaba el tiempo. ¿Dónde están esos dichosos refuerzos?
Por el momento me agaché mientras algunos de los piratas se iban acercando hacia mi posición. Admito que no había escogido el mejor lugar para esconderme, pero tampoco sabía que iba a iniciar el asalto tan deprisa. Lo único que podía escuchar al otro lado de los barriles eran los pasos acelerados de los piratas , y gritos que decían "vamos, vamos". No, la cosa no pintaba nada bien.
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El desfile de piratas parecía no tener fin. Desorganizados y claramente sin un gran entrenamiento, algunos de ellos con marcas de desnutrición... Parpadeó un par de veces fijándose en las vendas que llevaban algunos, cubriéndoles los brazos, así como los orgullosos tatuajes que lucían algunos de ellos. Empezó a ver un patrón entre los hambrientos y los vendajes, y entre los tatuajes más surcados de cicatrices en hombres musculosos e incluso rollizos: Esclavos. Todos eran esclavos que vestían la garra del dragón, algunos completamente al descubierto y otros más discretamente; pero todos la llevaban.
Había leído algo al respecto, pero no lograba recordar el nombre de su capitán. Veinte años en el mar, si mal no recordaba, en el mismo galeón que habían robado a la banda esclavista que había atrapado a su líder; junto con el tatuaje, un constante recordatorio de todo lo que habían perdido y todo lo que les quedaba por ganar. Era una banda brutal en sus saqueos, sin ningún tipo de piedad cuando se encontraba frente al Gobierno Mundial y escasamente escrupulosa a la hora de compararlos a la Liga de los mares. En el interior de la nave se decía que guardaban el oro de siete naciones distintas, aunque Blaze sabía que tanto no cabía en un único barco.
En cualquier caso tenía que pasar a la acción. Eran tantos en aquella marabunta que podían hacer mucho daño antes de que la Legión pudiese intervenir. Incluso si lo hacía muy rápido, la toma de rehenes podría darse y dudaba que a aquellos hombres les importase tirar su vida por la borda.
Se posicionó en un espacio más o menos libre y comenzó a moverse de forma casi ritual. En ese momento con las luces podían verlo, pero no le prestarían particular atención hasta que fuese demasiado tarde: Del mismo modo que lanzó su onda de choque contra el soldado, en esa ocasión la disparó desde la distancia. Esta avanzaba lenta pero inexorablemente, atrapando a casi una decena de piratas que cayeron al suelo aturdidos. No era ni de lejos suficiente como para dejarlos fuera de combate, pero la primera regla de una pelea era dar siempre un golpe inesperado. Incluso un luchador avezado podría caer inconsciente si no tenía forma de prever el golpe. Por eso mismo en cuanto lo hizo se movió lo más discretamente que pudo hacia otro grupo de cajas apiladas, confiando en que nadie se fijaría. Sin embargo, esa vez se equivocó.
- ¡Eh, tú! -escuchó a su espalda-. ¡Cogedlo!
El sonido de varias hojas desenvainando a la vez no era tan aterrador como el de una voz dulce que de pronto llegó desde el barco. En la cubierta más alta, pero aun así perfectamente visible para cualquiera que echase un vistazo, había un enorme hombretón de más de tres metros de altura y gran panza. En su barba rulos de noche y en su cabeza un gorro de dormir que lo identificaban como el capitán de los piratas soñadores: El gran capitán Barba Anaranjada Casi Roja con Reflejos Caoba, Tonos Amaderados y Detalles Carmín.
- ¡No tengas miedo, chiquillo! -gritó desde cubierta-. ¡Solo te van a golpear un pelín.
Echó a reírse, como si todo aquello fuese enternecedor. Y él debía pensar algo cuanto antes.
Había leído algo al respecto, pero no lograba recordar el nombre de su capitán. Veinte años en el mar, si mal no recordaba, en el mismo galeón que habían robado a la banda esclavista que había atrapado a su líder; junto con el tatuaje, un constante recordatorio de todo lo que habían perdido y todo lo que les quedaba por ganar. Era una banda brutal en sus saqueos, sin ningún tipo de piedad cuando se encontraba frente al Gobierno Mundial y escasamente escrupulosa a la hora de compararlos a la Liga de los mares. En el interior de la nave se decía que guardaban el oro de siete naciones distintas, aunque Blaze sabía que tanto no cabía en un único barco.
En cualquier caso tenía que pasar a la acción. Eran tantos en aquella marabunta que podían hacer mucho daño antes de que la Legión pudiese intervenir. Incluso si lo hacía muy rápido, la toma de rehenes podría darse y dudaba que a aquellos hombres les importase tirar su vida por la borda.
Se posicionó en un espacio más o menos libre y comenzó a moverse de forma casi ritual. En ese momento con las luces podían verlo, pero no le prestarían particular atención hasta que fuese demasiado tarde: Del mismo modo que lanzó su onda de choque contra el soldado, en esa ocasión la disparó desde la distancia. Esta avanzaba lenta pero inexorablemente, atrapando a casi una decena de piratas que cayeron al suelo aturdidos. No era ni de lejos suficiente como para dejarlos fuera de combate, pero la primera regla de una pelea era dar siempre un golpe inesperado. Incluso un luchador avezado podría caer inconsciente si no tenía forma de prever el golpe. Por eso mismo en cuanto lo hizo se movió lo más discretamente que pudo hacia otro grupo de cajas apiladas, confiando en que nadie se fijaría. Sin embargo, esa vez se equivocó.
- ¡Eh, tú! -escuchó a su espalda-. ¡Cogedlo!
El sonido de varias hojas desenvainando a la vez no era tan aterrador como el de una voz dulce que de pronto llegó desde el barco. En la cubierta más alta, pero aun así perfectamente visible para cualquiera que echase un vistazo, había un enorme hombretón de más de tres metros de altura y gran panza. En su barba rulos de noche y en su cabeza un gorro de dormir que lo identificaban como el capitán de los piratas soñadores: El gran capitán Barba Anaranjada Casi Roja con Reflejos Caoba, Tonos Amaderados y Detalles Carmín.
- ¡No tengas miedo, chiquillo! -gritó desde cubierta-. ¡Solo te van a golpear un pelín.
Echó a reírse, como si todo aquello fuese enternecedor. Y él debía pensar algo cuanto antes.
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Se me estaba acabando el tiempo para pensar, o empezaba a liarme a tortas o huía calle arriba para tratar de preguntar porqué demonios tardaban tanto en llegar los refuerzos. Vale que hubiera que avisarlos y tal, pero por lo menos me hubiera encantado escuchar a lo lejos los pasos de una marabunta de legionarios corriendo hacia aquí, si, eso sería perfecto. Pero los sueños, sueños son y ya cuando tenía las pisadas de mis enemigos encima, eché un vistazo por el hueco que había entre dos cajas. Tenía delante a unos siete, armados con sables cinco de ellos y dos portando antorchas, por lo que para mi era viable.
Sin embargo quería hacer tiempo, pero no podía, había que actuar. Así que me crují los nudillos y esperé , contra una caja a que uno de ellos pasara por mi lado. Estaba sudando, pues esto no era como mandar a mis hombres en Reikvand a hacer el trabajo mientras yo sólo daba órdenes. Esto era estar en primera línea de fuego, y nunca mejor dicho. Y...pasó.. Cogí al primero que se cruzó conmigo agarrándole por el hombro y dándole un puñetazo en la cara, pilándolo por sorpresa y tumbándolo al instante mientras el resto se quedaba con la sorpresa en el cuerpo.
-¡EH AQUÍ, HAY!-trató de decir uno de las antorchan antes de que saltara sobre él desde el que había caído, dándole una patada en el estómago, y cortando así, el mensaje de auxilio al resto de piratas. Este también cayó al suelo, y los otros cinco no tardaron en abalanzarse sobre mi. El primero trató de darme un estoque al lado izquierdo del riñón. Me aparté hacia la izquierda, cogí su brazo y le propiné una patada en el estómago tirándolo al suelo y cogiendo su arma. Ahora la cosa estaba igualada.
El escándalo se iba a escuchar si o si, pero si al menos podía ralentizarlos un poco, mejor que mejor, aunque si me veía sobrepasado no iba a ser bobo y tiraría o bien de mis poderes...o de mis piernas para correr más que ellos hacia la aldea.
Los dos siguientes trataron de hacer un tajo de arriba abajo con sus sables sobre mi. Bloqueé el primero con la espada, y el segundo se vio cortado al volverle a dar a este una patada en el estómago. Al que le había bloqueado al ver que le había bloqueado, trató de hacer otro ataque, pero le propiné un puñetazo y lo tiré al suelo. Quedaban tres.
-¿Pero quien cojones eres tu?¿- preguntó uno de los piratas. Quizás ante la duda por parecer un civil más que un legionario por mi atuendo.
Fue entonces cuando una voz se alzó por encima de las demás, era el capitán, y se estaba dirigiendo a alguien en el muelle, alguien que por lo visto había tumbado a varios piratas, o eso parecía debido a la oscuridad que predominaba en el muelle. Espera...¿Blaze?
Sin embargo quería hacer tiempo, pero no podía, había que actuar. Así que me crují los nudillos y esperé , contra una caja a que uno de ellos pasara por mi lado. Estaba sudando, pues esto no era como mandar a mis hombres en Reikvand a hacer el trabajo mientras yo sólo daba órdenes. Esto era estar en primera línea de fuego, y nunca mejor dicho. Y...pasó.. Cogí al primero que se cruzó conmigo agarrándole por el hombro y dándole un puñetazo en la cara, pilándolo por sorpresa y tumbándolo al instante mientras el resto se quedaba con la sorpresa en el cuerpo.
-¡EH AQUÍ, HAY!-trató de decir uno de las antorchan antes de que saltara sobre él desde el que había caído, dándole una patada en el estómago, y cortando así, el mensaje de auxilio al resto de piratas. Este también cayó al suelo, y los otros cinco no tardaron en abalanzarse sobre mi. El primero trató de darme un estoque al lado izquierdo del riñón. Me aparté hacia la izquierda, cogí su brazo y le propiné una patada en el estómago tirándolo al suelo y cogiendo su arma. Ahora la cosa estaba igualada.
El escándalo se iba a escuchar si o si, pero si al menos podía ralentizarlos un poco, mejor que mejor, aunque si me veía sobrepasado no iba a ser bobo y tiraría o bien de mis poderes...o de mis piernas para correr más que ellos hacia la aldea.
Los dos siguientes trataron de hacer un tajo de arriba abajo con sus sables sobre mi. Bloqueé el primero con la espada, y el segundo se vio cortado al volverle a dar a este una patada en el estómago. Al que le había bloqueado al ver que le había bloqueado, trató de hacer otro ataque, pero le propiné un puñetazo y lo tiré al suelo. Quedaban tres.
-¿Pero quien cojones eres tu?¿- preguntó uno de los piratas. Quizás ante la duda por parecer un civil más que un legionario por mi atuendo.
Fue entonces cuando una voz se alzó por encima de las demás, era el capitán, y se estaba dirigiendo a alguien en el muelle, alguien que por lo visto había tumbado a varios piratas, o eso parecía debido a la oscuridad que predominaba en el muelle. Espera...¿Blaze?
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De haber tenido tiempo debería haber hecho muchas cosas. Por ejemplo, debería haber alertado a la mayor cantidad de habitantes posible. El puerto era una zona donde la mayoría de los edificios estaban destinados a locales y oficinas, almacenes mientras que las viviendas escaseaban. Tenía sentido, puesto que nadie querría vivir rodeado del olor a resaca, los ruidos constantes de carga ni el ir y venir de cientos de personas cada día. Aun así, si hubiese tratado de evacuar a los habitantes en la segunda línea habría producido un atoramiento en las calles principales, haciéndolos aún más vulnerables al ataque pirata. Quizá con algo más de tiempo debería haber ido él mismo a advertir a sus superiores del ataque en lugar de delegar en una pandilla de borrachos.
Pero no tenía tiempo. Estaba en el límite del muelle, entre las espadas y el agua, a punto de tener que salir corriendo sabiendo que eventualmente iba a ser atrapado. Aun si solo tres tipos lo perseguían no podía huir hacia tierra porque se toparía con la marabunta; tampoco podía correr hacia el mar porque... Bueno, porque era el mar. Podía nadar, pero no aguantar las temperaturas a las que debía estar el agua en ese momento. Por lo que, obviamente, solo quedaba una única opción: Huir hacia delante. Tenía que plantar cara a todos.
- Creo que no - sentenció.
No se preocupó en el momento de que alguien pudiese verlo; tampoco de las consecuencias que podría tener. Frotó las manos entre ellas hasta que una pequeña margarita de agua se formó en su mano. Poco a poco se le iban acercando con leve cautela. Él por su parte contaba cuántos enemigos tenía frente a él, así como los que le venían por un flanco. Debía elegir bien la dirección o estaría en graves problemas, aunque estaba casi convencido de que sería una técnica lo bastante poderosa como para producir una disuasión en la mayoría de piratas.
Sopló los pequeños pétalos con delicadeza y estos salieron disparados en direcciones erráticas. Diez se clavaron al más cercano, en realidad, pero el resto atravesaron la formación regalando a cada uno dos o tres heridas. Con algunos tuvo suerte y esta se produjo en el cuello, abriéndoles un corte en la yugular, pero no incapacitó a más de cinco. Lo que era peor: Ahora había llamado la atención de muchos más. Los piratas que había derribado comenzaron a levantarse, aún ligeramente aturdidos, y una gran parte del ejército pirata -quizá quince o veinte, no se paró a contarlos- se dirigían hacia él.
- Te voy a dar una chance, capitán Barba Roja.
- ¡Es Barba Anaranjada Casi Roja con Reflejos Caoba, Tonos Amaderados y Detalles Carmín! -gritó el pirata-. ¡Tres partes a quien me traiga la cabeza de este irrespetuoso!
Pero no tenía tiempo. Estaba en el límite del muelle, entre las espadas y el agua, a punto de tener que salir corriendo sabiendo que eventualmente iba a ser atrapado. Aun si solo tres tipos lo perseguían no podía huir hacia tierra porque se toparía con la marabunta; tampoco podía correr hacia el mar porque... Bueno, porque era el mar. Podía nadar, pero no aguantar las temperaturas a las que debía estar el agua en ese momento. Por lo que, obviamente, solo quedaba una única opción: Huir hacia delante. Tenía que plantar cara a todos.
- Creo que no - sentenció.
No se preocupó en el momento de que alguien pudiese verlo; tampoco de las consecuencias que podría tener. Frotó las manos entre ellas hasta que una pequeña margarita de agua se formó en su mano. Poco a poco se le iban acercando con leve cautela. Él por su parte contaba cuántos enemigos tenía frente a él, así como los que le venían por un flanco. Debía elegir bien la dirección o estaría en graves problemas, aunque estaba casi convencido de que sería una técnica lo bastante poderosa como para producir una disuasión en la mayoría de piratas.
Sopló los pequeños pétalos con delicadeza y estos salieron disparados en direcciones erráticas. Diez se clavaron al más cercano, en realidad, pero el resto atravesaron la formación regalando a cada uno dos o tres heridas. Con algunos tuvo suerte y esta se produjo en el cuello, abriéndoles un corte en la yugular, pero no incapacitó a más de cinco. Lo que era peor: Ahora había llamado la atención de muchos más. Los piratas que había derribado comenzaron a levantarse, aún ligeramente aturdidos, y una gran parte del ejército pirata -quizá quince o veinte, no se paró a contarlos- se dirigían hacia él.
- Te voy a dar una chance, capitán Barba Roja.
- ¡Es Barba Anaranjada Casi Roja con Reflejos Caoba, Tonos Amaderados y Detalles Carmín! -gritó el pirata-. ¡Tres partes a quien me traiga la cabeza de este irrespetuoso!
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Si, definitivamente era Blaze. ¿Cómo se había metido en la boca del lobo? Vale que yo no era el más indicado para dar lecciones sobre como no hacer las cosas bien, ya que yo también estaba en mitad de una reyerta. Parecía que estaba presentando combate, como era de esperar por parte de cualquier legionario. Sin embargo, no había que ser muy listo para ver que tarde o temprano se lo iban a cepillar; ya no por las armas en sí, sino por la superioridad numérica.
"A este se lo van a cargar por bobo" Pensé antes de evitar un estoque por parte de uno de los piratas que, aprovechando mi despiste, trató de darme. Hice exactamente lo mismo que había hecho previamente, cogerle del brazo, desarmarlo y darle un puñetazo. A los dos restantes, ya con la espada en la mano tuve varios choques, pero logré quitármelos de encima tirándolos al suelo en una combinación de estoques y patadas.
Entonces vi que muchas miradas se fijaron en mi....la segunda ola. Varias decenas de piratas vinieron corriendo a por mi, y veía que a este paso duraría menos que un caramelo a la puerta de un colegio. Tenía una opción, o salir hacia la aldea o hacia Blaze, y la primera fue descartada al ver que los piratas me trataban de hacer la envolvente, así "palante". Corrí como un desgraciado golpeando a estocazos y puñetazos a todo aquel que se me ponía por delante, no deteniéndome a entablar combate, solo a golpearlos para apartarlos, con el objetivo de llegar junto al muchacho. Tardé un poco, y recibí algún corte en el hombro y el brazo, rasgándose así mi traje de cuero. Si tuviera más tiempo se la iba a liar a aquellos que habían hecho dichos cortes, pero no me detuve en absoluto hasta que, con una última patada, aparté al último pirata que se interponía entre Blaze y yo. Si el muchacho me miraba vería que me pondría junto a él.
-¿Cómo lo llevas?- le dije con tono calmado y algo jadeante debido al esfuerzo que llevaba hasta ahora por la pelea, y la cosa no iba a cambiar, pues la segunda carga venía ahora en masa a por nosotros. Estábamos francamente en problemas. Al primero que vino a por mi ya recibió un golpe en la barbilla por parte de mi puño derecho, haciendo que saliera disparado contra el resto de sus compañeros piratas. Podría decir que me era fácil estar así toda la noche, pero eso sería mentir como un bellaco. Había ahora mismo unas dos opciones que me vinieron a la cabeza, y antes de pensarlas se las dije a Blaze.
-Quizás va siendo hora de replegarse...o avanzar.
"A este se lo van a cargar por bobo" Pensé antes de evitar un estoque por parte de uno de los piratas que, aprovechando mi despiste, trató de darme. Hice exactamente lo mismo que había hecho previamente, cogerle del brazo, desarmarlo y darle un puñetazo. A los dos restantes, ya con la espada en la mano tuve varios choques, pero logré quitármelos de encima tirándolos al suelo en una combinación de estoques y patadas.
Entonces vi que muchas miradas se fijaron en mi....la segunda ola. Varias decenas de piratas vinieron corriendo a por mi, y veía que a este paso duraría menos que un caramelo a la puerta de un colegio. Tenía una opción, o salir hacia la aldea o hacia Blaze, y la primera fue descartada al ver que los piratas me trataban de hacer la envolvente, así "palante". Corrí como un desgraciado golpeando a estocazos y puñetazos a todo aquel que se me ponía por delante, no deteniéndome a entablar combate, solo a golpearlos para apartarlos, con el objetivo de llegar junto al muchacho. Tardé un poco, y recibí algún corte en el hombro y el brazo, rasgándose así mi traje de cuero. Si tuviera más tiempo se la iba a liar a aquellos que habían hecho dichos cortes, pero no me detuve en absoluto hasta que, con una última patada, aparté al último pirata que se interponía entre Blaze y yo. Si el muchacho me miraba vería que me pondría junto a él.
-¿Cómo lo llevas?- le dije con tono calmado y algo jadeante debido al esfuerzo que llevaba hasta ahora por la pelea, y la cosa no iba a cambiar, pues la segunda carga venía ahora en masa a por nosotros. Estábamos francamente en problemas. Al primero que vino a por mi ya recibió un golpe en la barbilla por parte de mi puño derecho, haciendo que saliera disparado contra el resto de sus compañeros piratas. Podría decir que me era fácil estar así toda la noche, pero eso sería mentir como un bellaco. Había ahora mismo unas dos opciones que me vinieron a la cabeza, y antes de pensarlas se las dije a Blaze.
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