Artorius D. Donovan
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Akuma no mi
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Tras los eventos en Pucci donde al final me perdonaron y echaron a patadas del lugar, me preguntaba que le había pasado a mi compañero. Esperaba que no le hubiese pasado nada malo y que estuviera bien. Ahora me habían destinado a una isla... un tanto caótica. Para empezar, estaba frecuentada por una lluvia ácida que hacía que los lugareños tuvieran que usar trajes especiales. La ciudad estaba rodeada por una cúpula y digo rodeada... porque la supuesta cúpula se había roto en varias partes. Se habían caído trozos y habían matado gente, herido o incluso se encontraban atrapados. Obviamente, mi trabajo como marine era asegurarme de salvar a todas las personas que pudiera. Sin perder el tiempo, me dispuse a ayudar a los lugareños. Me puse a ayudar a evacuar las zonas de la caída de los cristales y, en algunas ocasiones, ayudar a retirar los cuerpos. No me agradaba ver cadáveres de inocentes. Sentía en mi interior una sensación de angustia y de impotencia por no poder hacer nada por los que murieron. Pero más me daba tristeza cuando los familiares descubrían sus cadáveres. Era horrible. Ningún padre o madre debería enterrar a su hijo.
Pero aún había esperanza. Aún podía salvar a los que se encontraban atrapados o heridos. Al menos podía salvar vidas. Y eso hice. Junto a otros marines y voluntarios quitamos los pedazos de la cúpula que amenazaban a los buenos ciudadanos. A los heridos se los llevaron a la enfermería. Ahora era trabajo de los médicos. No todo el mundo sabía apreciar sus trabajos, pero ellos también eran verdaderos héroes. Y las enfermeras también. Después de una larga jornada salvando a la gente, decidí ir a darme un capricho y tomarme un descanso. Me dirigí a una taberna en el centro de la ciudad a tomarme una cerveza bien fría. La gente del lugar me dio las gracias por ayudar en las labores de rescate. No estaba aún acostumbrado a que me trataran como un salvador. Si me preguntaran hace unos años cuando aún seguía buscándome la vida en los bajos fondos, te habría mirado con mala cara y ni te habría creído. Y ahora, allí estaba. Bebiendo una ronda a cuenta de la casa.
Pero aún había esperanza. Aún podía salvar a los que se encontraban atrapados o heridos. Al menos podía salvar vidas. Y eso hice. Junto a otros marines y voluntarios quitamos los pedazos de la cúpula que amenazaban a los buenos ciudadanos. A los heridos se los llevaron a la enfermería. Ahora era trabajo de los médicos. No todo el mundo sabía apreciar sus trabajos, pero ellos también eran verdaderos héroes. Y las enfermeras también. Después de una larga jornada salvando a la gente, decidí ir a darme un capricho y tomarme un descanso. Me dirigí a una taberna en el centro de la ciudad a tomarme una cerveza bien fría. La gente del lugar me dio las gracias por ayudar en las labores de rescate. No estaba aún acostumbrado a que me trataran como un salvador. Si me preguntaran hace unos años cuando aún seguía buscándome la vida en los bajos fondos, te habría mirado con mala cara y ni te habría creído. Y ahora, allí estaba. Bebiendo una ronda a cuenta de la casa.
Arny Sanskari
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Akuma no mi
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Arny tenía ganas de atracar en Yellow Spice desde que estudió la isla como parte de su formación como navegante. Aquel lugar toxico e imposible para la supervivencia llamaba su atención científica como un foco a las polillas.
Ácido y condiciones extremas para la vida rodeando una cúpula en la que sobreviven algunos humanos. Era un zoológico humano en toda regla, que el ornitorrinco podía observar desde el exterior del enorme escudo esférico en su forma gaseosa. Camuflado entre las nubes de gases tóxicos que flotaban en el cielo de la isla.
Arny pudo comprobar como los habitantes trabajaban y vivían, o malvivían. Su interés científico, unido a su interés como cartógrafo llamaban al mink a recorrer cada isla que visitaba por el cielo. Disfrutaba dibujando y corrigiendo sus propios mapas y los poderes de su fruta le permitían disfrutar de una vista unifica de los lugares por los que pasaba. La vista propia de las aves, desde donde podía descubrir lugares que de otro modo sería imposible.
Las gotas de lluvia ácida atravesaban la nube de gas que era Arny sin causarle ningún daño. Pero el científico pudo observar lo que aquel “agua” podía hacer cuando, durante su inspección de la cúpula, descubrió uno de los agujeros que la gente trataba de reparar. La lluvia consumía los tejados de los edificios afectados por el agujero poco a poco. Los valientes que trataban de poner cada pieza en su lugar, vestidos con los trajes de protección, trabajaban tan rápido como podían, pero la situación se volvía cada vez más difícil por los vapores del material de construcción derretido que se elevaban del suelo.
-No puedo hacer nada con la lluvia, pero al menos puedo ayudaros a respirar- Pensó el mink mientras se colaba al interior de la cúpula. Las operaciones de rescate parecían haber terminado había poco y ahora llegaba el turno de las reparaciones.
Para Arny resultaba sencillo sentir los vapores tóxicos de los alrededores. Con su poder podía manejar todo aquello con facilidad y alejarlo de la población, y con tiempo suficiente transformarlo o mezclarlo hasta diluirlo lo suficiente como para neutralizar el veneno. También podía simplemente absorberlo todo, pero siempre le dejaba un regusto extraño en la boca y tenía hambre. Quería comer la comida típica del lugar y aquello estropearía la experiencia, por lo que con un simple gesto de su mano, como alejando una mosca molesta, el ornitorrinco alejó los vapores del lugar de vuelta al exterior hasta que las labores de reparación hubieron terminado y todos el agujero quedó sellado.
-Tengo hambre- pensó mientras marchaba del lugar, dejando a los cansados y sudorosos hombres y mujeres de los trajes festejando un trabajo bien hecho entre resoplidos tratando de recuperar el aliento y gritos de alegría -Vamos a celebrarlo, yo pago la primera ronda- exclamó uno de los constructores, contestado sin piedad por el grito unánime de todos los demás, llamando la atención del mink, que ya marchaba -HMMM- pensó -Por que no- aceptó con una sonrisa mientras seguía al grupo hasta el centro de la ciudad y veía como se apelotonaban todos en uno de los locales aun eufóricos por un trabajo bien hecho.
Arny pudo escabullirse en su forma gaseosa entre los cuerpos de los humanos que seguían llenando el lugar antes de quedarse sin sitio. Dentro parecían estar los rescatistas que sacaron a los heridos bajo los restos de la cúpula, celebrando por su parte.
Arny encontró una banqueta cerca de la esquina de la barra y esperó al pedido general para unirse a todos.
Ácido y condiciones extremas para la vida rodeando una cúpula en la que sobreviven algunos humanos. Era un zoológico humano en toda regla, que el ornitorrinco podía observar desde el exterior del enorme escudo esférico en su forma gaseosa. Camuflado entre las nubes de gases tóxicos que flotaban en el cielo de la isla.
Arny pudo comprobar como los habitantes trabajaban y vivían, o malvivían. Su interés científico, unido a su interés como cartógrafo llamaban al mink a recorrer cada isla que visitaba por el cielo. Disfrutaba dibujando y corrigiendo sus propios mapas y los poderes de su fruta le permitían disfrutar de una vista unifica de los lugares por los que pasaba. La vista propia de las aves, desde donde podía descubrir lugares que de otro modo sería imposible.
Las gotas de lluvia ácida atravesaban la nube de gas que era Arny sin causarle ningún daño. Pero el científico pudo observar lo que aquel “agua” podía hacer cuando, durante su inspección de la cúpula, descubrió uno de los agujeros que la gente trataba de reparar. La lluvia consumía los tejados de los edificios afectados por el agujero poco a poco. Los valientes que trataban de poner cada pieza en su lugar, vestidos con los trajes de protección, trabajaban tan rápido como podían, pero la situación se volvía cada vez más difícil por los vapores del material de construcción derretido que se elevaban del suelo.
-No puedo hacer nada con la lluvia, pero al menos puedo ayudaros a respirar- Pensó el mink mientras se colaba al interior de la cúpula. Las operaciones de rescate parecían haber terminado había poco y ahora llegaba el turno de las reparaciones.
Para Arny resultaba sencillo sentir los vapores tóxicos de los alrededores. Con su poder podía manejar todo aquello con facilidad y alejarlo de la población, y con tiempo suficiente transformarlo o mezclarlo hasta diluirlo lo suficiente como para neutralizar el veneno. También podía simplemente absorberlo todo, pero siempre le dejaba un regusto extraño en la boca y tenía hambre. Quería comer la comida típica del lugar y aquello estropearía la experiencia, por lo que con un simple gesto de su mano, como alejando una mosca molesta, el ornitorrinco alejó los vapores del lugar de vuelta al exterior hasta que las labores de reparación hubieron terminado y todos el agujero quedó sellado.
-Tengo hambre- pensó mientras marchaba del lugar, dejando a los cansados y sudorosos hombres y mujeres de los trajes festejando un trabajo bien hecho entre resoplidos tratando de recuperar el aliento y gritos de alegría -Vamos a celebrarlo, yo pago la primera ronda- exclamó uno de los constructores, contestado sin piedad por el grito unánime de todos los demás, llamando la atención del mink, que ya marchaba -HMMM- pensó -Por que no- aceptó con una sonrisa mientras seguía al grupo hasta el centro de la ciudad y veía como se apelotonaban todos en uno de los locales aun eufóricos por un trabajo bien hecho.
Arny pudo escabullirse en su forma gaseosa entre los cuerpos de los humanos que seguían llenando el lugar antes de quedarse sin sitio. Dentro parecían estar los rescatistas que sacaron a los heridos bajo los restos de la cúpula, celebrando por su parte.
Arny encontró una banqueta cerca de la esquina de la barra y esperó al pedido general para unirse a todos.
Artorius D. Donovan
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El gozo general que había en la taberna era contagioso. Gracias a eso, mi ánimo se disparó por las nubes. Corrían las cervezas y el alcohol en general. El trabajo de arreglar la cúpula estaba lejos de completarse pero al menos celebrábamos que habíamos salvado a cuantos pudimos y brindamos por los que no pudieron lograrlo. Como buen amante de la cerveza, comencé a beber sin parar hasta el punto de que se me subió rápido con unas 5. Decidí animar aún más el cotarro y me subí a una de las mesas a bailar y cantar. Que si no, cantar una de las canciones más famosas de los mares. El Sake de Binks. Nada más empezar a cantar, la gente se me unió y la taberna vibraba de nuestras voces en una sola. Uno de los voluntarios se subió conmigo y juntos, hombro con hombro, lideramos a la muchedumbre. Mi padre me dijo una vez: "Artorius, en tiempos de dolor y sufrimiento, la gente aprecia a aquellos que inspiran y dan ganas de vivir. Aquellos que, con solo una sonrisa o un baile estúpido, son capaces de hacerte reír y hacer que te olvides por un instante de las tragedias". Y cuánta razón tiene. La gente ahora disfrutaba de unos momentos de felicidad. Para esto me había hecho marine, ayudar a la gente y hacerlas feliz.
- ¡Vamos gente, que la fiesta no decaiga! - Grité agitando la jarra de cerveza - ¡Si alguno tiene algún instrumento que no sea rácano y se una a la diversión! -
De la nada, comenzaron a escucharse flautas y guitarras. Y un hombre grandote se puso a tocar dos taburetes a modo de bongos improvisados. Tenía que salir de patrulla más a menudo. Este tipo de fiestas solo se ven una vez cada tres islas o más. A la gente no le importaba que fuera marine, les había ayudado y estaban agradecidos por ello. Pero luego me di cuenta. Estaba de servicio. Se suponía que no podía beber, no era profesional. Dejé que la gente continuara la fiesta y me excusé para ir al baño. Tenía la intención de lavarme la cara y refrescarme un poco. Agua fría, que me podía quitar un poco la borrachera. En la barra vi a una especie de... ¿ornitorrinco? Había escuchado hablar acerca de una raza de animales humanoides. ¿O humanos animalizados? Me dolía la cabeza pensando en eso. Pero luego me acordé de una recluta que es vecina de cuarto en el cuartel. Había dibujado a una especie de coneja humanoide llamándola furra. ¿Era acaso un furro aquel ornitorrinco?
Iba dispuesto a saludarle y presentarme, no sé, hacer nuevos amigos . Me gustaba tener amigos de todas las razas. Pero en ese momento, un hombre herido entró gritando en la taberna.
-¡Han vuelto! ¡La banda de Stilgar ha vuelto! ¡Han saqueado los metales de los mineros y ahora se esconden en los viejos túneles de los bajos fondos! - Gritó siendo sujetado por otro hombre antes de caer al suelo
¿Una banda criminal? No me sonaba el tal Stilgar.
- ¿Quién es el tal Stilgar? Yo le detendré - Di un paso adelante - ¡No dejaré que ningún ladrón robe a las buenas gentes de este pueblo! -
- Stilgar es un pirata conocido por robar recursos a trabajadores honestos y luego venderlos al triple de precio. Es un sucio cabrón y tiene una recompensa de 12 millones por su cabeza - Explicó el tabernero - Pero no podemos hacerle nada, es un hombre robusto y además está siempre rodeado de su banda -
- ¡No os preocupéis, yo me encargaré de él! ¡Y si alguien más quiere acompañarme será bienvenido! - Exclamé haciendo una pose con mis brazos y una sonrisa.
- ¡Vamos gente, que la fiesta no decaiga! - Grité agitando la jarra de cerveza - ¡Si alguno tiene algún instrumento que no sea rácano y se una a la diversión! -
De la nada, comenzaron a escucharse flautas y guitarras. Y un hombre grandote se puso a tocar dos taburetes a modo de bongos improvisados. Tenía que salir de patrulla más a menudo. Este tipo de fiestas solo se ven una vez cada tres islas o más. A la gente no le importaba que fuera marine, les había ayudado y estaban agradecidos por ello. Pero luego me di cuenta. Estaba de servicio. Se suponía que no podía beber, no era profesional. Dejé que la gente continuara la fiesta y me excusé para ir al baño. Tenía la intención de lavarme la cara y refrescarme un poco. Agua fría, que me podía quitar un poco la borrachera. En la barra vi a una especie de... ¿ornitorrinco? Había escuchado hablar acerca de una raza de animales humanoides. ¿O humanos animalizados? Me dolía la cabeza pensando en eso. Pero luego me acordé de una recluta que es vecina de cuarto en el cuartel. Había dibujado a una especie de coneja humanoide llamándola furra. ¿Era acaso un furro aquel ornitorrinco?
Iba dispuesto a saludarle y presentarme, no sé, hacer nuevos amigos . Me gustaba tener amigos de todas las razas. Pero en ese momento, un hombre herido entró gritando en la taberna.
-¡Han vuelto! ¡La banda de Stilgar ha vuelto! ¡Han saqueado los metales de los mineros y ahora se esconden en los viejos túneles de los bajos fondos! - Gritó siendo sujetado por otro hombre antes de caer al suelo
¿Una banda criminal? No me sonaba el tal Stilgar.
- ¿Quién es el tal Stilgar? Yo le detendré - Di un paso adelante - ¡No dejaré que ningún ladrón robe a las buenas gentes de este pueblo! -
- Stilgar es un pirata conocido por robar recursos a trabajadores honestos y luego venderlos al triple de precio. Es un sucio cabrón y tiene una recompensa de 12 millones por su cabeza - Explicó el tabernero - Pero no podemos hacerle nada, es un hombre robusto y además está siempre rodeado de su banda -
- ¡No os preocupéis, yo me encargaré de él! ¡Y si alguien más quiere acompañarme será bienvenido! - Exclamé haciendo una pose con mis brazos y una sonrisa.
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