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Que un delincuente se ocultase en una isla afiliada al Gobierno Mundial era raro, pero estaba lejos de ser inaudito. Que se ocultase en Diamuird, de hecho, parecía el escape más natural del mundo. Siendo una plutocracia toda su sociedad se medía en base al dinero y poder que uno podía granjearse; con el suficiente dinero e influencia, el cómo se hubiese obtenido dejaba rápidamente de ser relevante. Llevabas viéndolo toda la vida en English Garden, tanto con saqueadores y piratas que repentinamente eran premiados con un título como con Lewis y sus bajezas para controlar la aristocracia de Towerbridge. Normalmente era fácil que lo dejases estar y optases por sencillamente ignorarlo, pero habías estado persiguiendo por más de un año a Jacques le Roy y, por una razón u otra, siempre terminaba por darte esquinazo. Aunque, para ser justos, dudabas seriamente que lo hiciese a propósito. Al fin y al cabo, nunca os habíais cruzado y no eras tan célebre.
En cualquier caso, le Roy era un pirata extremadamente peligroso y voluble, que alternaba el contrabando entre islas con una cifra de asesinatos que ya rozaba la centena, si no la superaba. Cada vez que oías hablar de él había protagonizado una nueva atrocidad pero, sin embargo, el precio sobre su cabeza no subía. Bueno para ti, en realidad, pues no muchos se la iban a jugar por atraparlo, pero muy malo para todas las posibles víctimas. En cierto modo, cada vez más sentías que tenías un deber moral. Su conteo de felonías no hacía más que subir, y tú no lo habías evitado.
Quizá por eso estabas algo más tensa de lo habitual. Ni siquiera te esforzabas ya en disimular un nerviosismo que era evidente se había apoderado de ti. Cualquier cosa, incluso una mirada en el lugar equivocado, podía a tu juicio alertar a alguno de los informantes del pirata y hacerlo huir. Era poco probable, lo sabías, pero ni con esas podías aliviar la ansiedad que te provocaba aquella posibilidad. Caminabas más deprisa de lo que solías a pesar de que los pies empezaban a dolerte, con la vista fija en el suelo forzándote a no elevar la mirada y las manos refugiadas como podías sujetas a la cadena de tu bolso. Necesitabas calmarte.
Cuando entraste a una taberna vacía en una callejuela secundaria de Berivere respiraste algo aliviada, aunque el runrún seguía rebotando en tu cabeza. El hombre tras la barra te miraba con la curiosidad de quien encontraba una flor en el vertedero, a medio camino entre maravillado y perplejo. Tú, por tu parte, echaste una rápida visual al local para tener las salidas localizadas y decidiste ignorar el moho y las humedades que se esparcían por las paredes. Te sentaste en una banqueta algo desconchada y, con un gesto de la mano, saludaste.
- ¿Podría ponerme un té con tres gotas de coñac, por favor? -preguntaste. Él ya sabía que tú no encajabas ahí, así que, ¿para qué disimular?
- Tengo el coñac, pero me temo que no servimos nada tan exótico como té -respondió él, encogiéndose de hombros.
Suspiraste.
- ¿Bourbon? Con un hielo.
Asintió, y se dio la vuelta para coger la botella. Tú, mientras tanto, repasabas el plan de acción.
En cualquier caso, le Roy era un pirata extremadamente peligroso y voluble, que alternaba el contrabando entre islas con una cifra de asesinatos que ya rozaba la centena, si no la superaba. Cada vez que oías hablar de él había protagonizado una nueva atrocidad pero, sin embargo, el precio sobre su cabeza no subía. Bueno para ti, en realidad, pues no muchos se la iban a jugar por atraparlo, pero muy malo para todas las posibles víctimas. En cierto modo, cada vez más sentías que tenías un deber moral. Su conteo de felonías no hacía más que subir, y tú no lo habías evitado.
Quizá por eso estabas algo más tensa de lo habitual. Ni siquiera te esforzabas ya en disimular un nerviosismo que era evidente se había apoderado de ti. Cualquier cosa, incluso una mirada en el lugar equivocado, podía a tu juicio alertar a alguno de los informantes del pirata y hacerlo huir. Era poco probable, lo sabías, pero ni con esas podías aliviar la ansiedad que te provocaba aquella posibilidad. Caminabas más deprisa de lo que solías a pesar de que los pies empezaban a dolerte, con la vista fija en el suelo forzándote a no elevar la mirada y las manos refugiadas como podías sujetas a la cadena de tu bolso. Necesitabas calmarte.
Cuando entraste a una taberna vacía en una callejuela secundaria de Berivere respiraste algo aliviada, aunque el runrún seguía rebotando en tu cabeza. El hombre tras la barra te miraba con la curiosidad de quien encontraba una flor en el vertedero, a medio camino entre maravillado y perplejo. Tú, por tu parte, echaste una rápida visual al local para tener las salidas localizadas y decidiste ignorar el moho y las humedades que se esparcían por las paredes. Te sentaste en una banqueta algo desconchada y, con un gesto de la mano, saludaste.
- ¿Podría ponerme un té con tres gotas de coñac, por favor? -preguntaste. Él ya sabía que tú no encajabas ahí, así que, ¿para qué disimular?
- Tengo el coñac, pero me temo que no servimos nada tan exótico como té -respondió él, encogiéndose de hombros.
Suspiraste.
- ¿Bourbon? Con un hielo.
Asintió, y se dio la vuelta para coger la botella. Tú, mientras tanto, repasabas el plan de acción.
Berry
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Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
No todos los días asignaban a la mink a otro lugar, al menos era uno con un clima agradable y el estar allí rápidamente le puso de buen humor. Ignoraba muchas de las cosas de aquella isla, le habían ordenado lo de siempre vigilar y ayudar a quien lo necesitase. Quizás por eso se había ofrecido a ayudar a un tabernero a acomodar la mercadería que había llegado, mostraba su uniforme y las dos medallas que presumía con orgullo a cada momento.
Tras ayudar a descargar y acomodar todo el cargamento, Berry se había echado una siesta acurrucada en una esquina oscura y aislada del lugar. Tal vez por su sueño profundo no sintió a la mujer entrar, aunque las voces la despertaron un poco. Rascó su oreja izquierda con su pata y dedicó un largo bostezo que retumbó con fiereza por las cuatro paredes del local.
Levantó sus brazos mientras erguía su cuerpo, destacando sus huesos resonando y su figura oscura levantarse como un pilar gigantesco entre las sombras. Claro que su aura imponente se terminó al ser iluminada por la luz natural, encontrando a una Berry mascando y frotando sus ojos por el pesado sueño que había tenido.
—Ñam, ñam. ¿Cuánto dormí? Tenía una reunión a las nueve o era a la diez, meh... Por cierto, ¿Quién es esa chica tan guapa?—
Preguntó la mink aún adormecida a quien creía que era un humano, pese a ser solo una escoba vieja que tenía una chaqueta por encima ya que no había un perchero en aquel lugar. La joven continuó su tambaleante camino hasta la muchacha recién llegada, resbalando por la humedad del lugar y rodando hasta golpearse con la barra causando que esta temblase por el impacto.
—¡Auch! ¡Ese fue un golpe injusto anciano!—
Gritó pegando un brinco pese a encontrarse completamente sana, esgrimió una mirada amenazante girando su cabeza de lado a lado. El golpe la había despertado, al menos ya no hablaba con objetos. Alivianó su mirada al centrarse en el rostro de la muchacha, sonriendo y mostrando un lado más amable.
—No te había visto cuando estaba ayudando, me llamo Berry. ¡Y estoy para ayudar! Aunque no sé como ayudar, la verdad no tuve mucho que hacer desde que llegué a la isla y tampoco me dieron instrucciones claras. Pero si necesitas cazar a un criminal o vencer unos bandidos puedes contar conmigo. ¡Mira! Estas medallas son justo por esa razón lindura.—
Y casi sin preguntarlo ya tenía sus medallas casi contra el rostro de la muchacha, moviendo su cola de lado a lado emocionada y con una sonrisa de oreja a oreja. Claramente era complicado tomarla enserio con tantos desastres uno tras otro, pero Berry confiaba en su cuerpo atractivo en combinación con su voz para ganarse a cualquiera. Por suerte había despertado de buen humor gracias al clima del lugar.
Tras ayudar a descargar y acomodar todo el cargamento, Berry se había echado una siesta acurrucada en una esquina oscura y aislada del lugar. Tal vez por su sueño profundo no sintió a la mujer entrar, aunque las voces la despertaron un poco. Rascó su oreja izquierda con su pata y dedicó un largo bostezo que retumbó con fiereza por las cuatro paredes del local.
Levantó sus brazos mientras erguía su cuerpo, destacando sus huesos resonando y su figura oscura levantarse como un pilar gigantesco entre las sombras. Claro que su aura imponente se terminó al ser iluminada por la luz natural, encontrando a una Berry mascando y frotando sus ojos por el pesado sueño que había tenido.
—Ñam, ñam. ¿Cuánto dormí? Tenía una reunión a las nueve o era a la diez, meh... Por cierto, ¿Quién es esa chica tan guapa?—
Preguntó la mink aún adormecida a quien creía que era un humano, pese a ser solo una escoba vieja que tenía una chaqueta por encima ya que no había un perchero en aquel lugar. La joven continuó su tambaleante camino hasta la muchacha recién llegada, resbalando por la humedad del lugar y rodando hasta golpearse con la barra causando que esta temblase por el impacto.
—¡Auch! ¡Ese fue un golpe injusto anciano!—
Gritó pegando un brinco pese a encontrarse completamente sana, esgrimió una mirada amenazante girando su cabeza de lado a lado. El golpe la había despertado, al menos ya no hablaba con objetos. Alivianó su mirada al centrarse en el rostro de la muchacha, sonriendo y mostrando un lado más amable.
—No te había visto cuando estaba ayudando, me llamo Berry. ¡Y estoy para ayudar! Aunque no sé como ayudar, la verdad no tuve mucho que hacer desde que llegué a la isla y tampoco me dieron instrucciones claras. Pero si necesitas cazar a un criminal o vencer unos bandidos puedes contar conmigo. ¡Mira! Estas medallas son justo por esa razón lindura.—
Y casi sin preguntarlo ya tenía sus medallas casi contra el rostro de la muchacha, moviendo su cola de lado a lado emocionada y con una sonrisa de oreja a oreja. Claramente era complicado tomarla enserio con tantos desastres uno tras otro, pero Berry confiaba en su cuerpo atractivo en combinación con su voz para ganarse a cualquiera. Por suerte había despertado de buen humor gracias al clima del lugar.
Un bostezo, o algo parecido a un bostezo, rompió un silencio en el que solo retumbaban tus pensamientos. Mascullabas sin decir nada, pero te tensaste de golpe al escuchar aquello, y te diste la vuelta. Poco a poco se levantó del suelo un animal humanoide que asociaste rápidamente al FDS, aunque no tardaste demasiado en percatarte de que su silueta era demasiado estilizada como para tratarse de una fursona. De hecho, tenía cierto parecido a Illje. Más peluda, y desde luego bastante más negra, pero no dejaba de ser una mujer con características de animal. Además los furries eran seres gregarios extremadamente comunicativos, por lo que de serlo no serías "esa chica tan guapa" sino "Alice" o "esa zorra". Aunque tendría cierta gracia que esa mujer zorro te llamase zorra a ti.
Su acercamiento fue excéntrico por no decir torpe. Tú, previendo el desastre, levantaste la copa que el tabernero acababa de servirte para que no se derramase. Fue especialmente útil teniendo en cuenta que el cierre de semejante vodevil fue ella estampándose contra la barra, haciendo que temblase violentamente. La muchacha mink, por su parte, recuperó una cierta elocuencia en su mirada. Finalmente había terminado de despertar. Quizá había despertado demasiado.
Seguía piropeándola y, sin comerlo ni beberlo, acercó a tu cara su pecho tanto que podías oler su fragancia. Parpadeaste varias veces, desconcertada, mientras notabas cómo tu mejillas iban poco a poco ruborizándose. ¿Cómo podía ser tan despreocupada de hacer aquello? Un escote, una blusa abierta quizá, pero un acercamiento tan precipitado hacia alguien a quien no conocía de nada te resultaba, hasta cierto punto, tremendamente descabellado. Por no hablar del pudor que te despertaba.
- Esto... Sí -dijiste, alejando la cara de sus pechos con la expresión más neutra que podías. Ladeaste la mirada sin dejar de parpadear, y te echaste hacia atrás con el torso para volver a ver su cara, que dibujaba una plácida sonrisa. Quizá fuese cosa de su cultura-. Muy... Bonitas. Pero eso son insignias de la Marina, ¿no? -Intentaste señalar hacia sus medallas, pero sentiste que el dedo hacía un arco entre sus pechos. Seguían demasiado cerca-. Quizá no sea lo ideal que las muestres tan alegremente, ¿no?
Aquello último lo dijiste para interpelar al camarero, que sin embargo se encogió de hombros y se dio la vuelta. A la gente de a pie poco le importaba Liga o Gobierno, Marina o Legión. A la mayoría, al menos. Sin embargo, tenías entendido que podía pasar cualquier cosa si se cruzaba un marine con un legionario. Y ya tenías bastante con los riesgos que supondría la caza de Le Roy para aun encima tener que preocuparte de cuidar a una tercera persona.
Suspiraste con cierto amargor. Solías jugar la carta de la chica inocente, pero poco a poco aquella fachada se había caído a medida que, bueno, dejabas de ser inocente. Tampoco ayudaba el brazo completamente tatuado -así como la marca que este cubría- y el pequeño corte en tu mejilla que era apenas un hilo de piel pálida. Que fueses un libro abierto tan fácil de ver podía llegar a ser molesto, especialmente si tratabas de infiltrarte en la banda. Aunque, quizá, fuese momento de practicar un par de personajes para que dejase de ser mentir y se convirtiese tan solo en interpretar.
- Alice Wanderlust -te presentaste, interponiendo tu mano entre la mink y tú-. No creo que necesite ayuda, solo estoy siguiendo un rastro. Aunque su dueño es especialmente escurridizo.
Su acercamiento fue excéntrico por no decir torpe. Tú, previendo el desastre, levantaste la copa que el tabernero acababa de servirte para que no se derramase. Fue especialmente útil teniendo en cuenta que el cierre de semejante vodevil fue ella estampándose contra la barra, haciendo que temblase violentamente. La muchacha mink, por su parte, recuperó una cierta elocuencia en su mirada. Finalmente había terminado de despertar. Quizá había despertado demasiado.
Seguía piropeándola y, sin comerlo ni beberlo, acercó a tu cara su pecho tanto que podías oler su fragancia. Parpadeaste varias veces, desconcertada, mientras notabas cómo tu mejillas iban poco a poco ruborizándose. ¿Cómo podía ser tan despreocupada de hacer aquello? Un escote, una blusa abierta quizá, pero un acercamiento tan precipitado hacia alguien a quien no conocía de nada te resultaba, hasta cierto punto, tremendamente descabellado. Por no hablar del pudor que te despertaba.
- Esto... Sí -dijiste, alejando la cara de sus pechos con la expresión más neutra que podías. Ladeaste la mirada sin dejar de parpadear, y te echaste hacia atrás con el torso para volver a ver su cara, que dibujaba una plácida sonrisa. Quizá fuese cosa de su cultura-. Muy... Bonitas. Pero eso son insignias de la Marina, ¿no? -Intentaste señalar hacia sus medallas, pero sentiste que el dedo hacía un arco entre sus pechos. Seguían demasiado cerca-. Quizá no sea lo ideal que las muestres tan alegremente, ¿no?
Aquello último lo dijiste para interpelar al camarero, que sin embargo se encogió de hombros y se dio la vuelta. A la gente de a pie poco le importaba Liga o Gobierno, Marina o Legión. A la mayoría, al menos. Sin embargo, tenías entendido que podía pasar cualquier cosa si se cruzaba un marine con un legionario. Y ya tenías bastante con los riesgos que supondría la caza de Le Roy para aun encima tener que preocuparte de cuidar a una tercera persona.
Suspiraste con cierto amargor. Solías jugar la carta de la chica inocente, pero poco a poco aquella fachada se había caído a medida que, bueno, dejabas de ser inocente. Tampoco ayudaba el brazo completamente tatuado -así como la marca que este cubría- y el pequeño corte en tu mejilla que era apenas un hilo de piel pálida. Que fueses un libro abierto tan fácil de ver podía llegar a ser molesto, especialmente si tratabas de infiltrarte en la banda. Aunque, quizá, fuese momento de practicar un par de personajes para que dejase de ser mentir y se convirtiese tan solo en interpretar.
- Alice Wanderlust -te presentaste, interponiendo tu mano entre la mink y tú-. No creo que necesite ayuda, solo estoy siguiendo un rastro. Aunque su dueño es especialmente escurridizo.
Berry
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La mink soltó una leve risita ante la reacción de la muchacha, era lo esperado cuando se juntaban dos diosas en un mismo lugar. Aunque ella fuese más parecida a un animal, le pareció adorable la timidez de la rubia que activó su cerebro como una inyección de dopamina.
—Son bonitas y puedes tocarlas sin miedo... también las medallas claro.—
Guiñó su ojo y se echó a reír producto de su chiste tan infantil, pero se serenó ante la pregunta de la rubia que le descolocó en cierta medida. Llevó su garra al mentón mientras movía la cola de lado a lado pensando, siempre le había gustado presumir los frutos de su esfuerzo con cualquiera y sus dos nuevas medallas le habían costado bastante.
—Claro que lo son, es ahí donde trabajo. Nunca me ha pasado nada por presumirlas y cuando me gradué se la mostré hasta a las piedras de cada jardín. Supongo que tendré más cuidado de ahora en adelante, después de todo no quisiera desestimar el consejo de alguien tan guapa.—
Suspiró descolgando sus medallas y guardando estas en un bolsillo de su pantalón el cual aseguró con un cierre para no perderlas. No le agradaba hacer aquello pero estimó que si lo hacía podría causar una buena impresión y recibir alguna caricia en su cabeza. De hecho no tardó en colocarse nuevamente en cuatro patas y acercar su cabeza a la mano de la rubia ronroneando para buscar unas caricias entre sus orejas frotando parte del cuello en las patas de la banqueta.
Aprovechando la posición para estudiar el tatuaje de la mujer y lo que parecía ser una pequeña cicatriz en su rostro, cayendo en cuenta de que se parecía bastante al aspecto de uno de esos cazadores como el que había conocido tiempo atrás. Aunque también podía ser una chica con mala suerte que le gustaban los tatuajes y las peleas. Eso pasaba cuando se concentraban los ojos en una belleza, se perdían detalles en los que Berry caía en cuenta mucho después, pero admirar los ojos y el cabello de la muchacha no era para nada perder el tiempo.
—Ohh, es un bonito tatuaje. ¿Quieres ver los míos? Bueno este de la cabeza ya lo has visto, también los de mi cola y mis orejas. Tengo algunos en mis hombros pero debo quitarme la camisa claro...—
Desabrochó un botón de su uniforme para luego detenerse y echarse a reír, claramente se había despertado con ganas de bromear un poco y recibir caricias.
—¡Te atrapé! Tranquila no haré eso, al menos no aquí.—
Guiñó su ojo para luego estrechar la mano de la joven con delicadeza, volviendo a la postura bípeda de antes al oír el nombre de quien ahora era el centro de atención de Berry. Porque claro, había interpretado el gesto de interponer distancia como un saludo de esos que estrechan las manos respetuosamente.
—¡Berry para servirte! Es un placer Alice, como he dicho antes me encanta ayudar y tengo muy buen olfato, nada se me escapa cuando siento algo. Si tienes algo de esa presa mi nariz y yo hacemos el resto. Claro que tu aroma es agradable y te podré localizar mientras estemos en esta isla.—
Berry comenzó a inhalar y olfatear mostrando su capacidad como si fuese un zorro, recorriendo los pasos de la rubia desde la entrada de la taberna hasta la banqueta. Era un rastro corto pero la mink imaginaba que aquello le serviría como demostración, para luego quedarse sentada moviendo la cola y aguardando por caricias o instrucciones.
—Son bonitas y puedes tocarlas sin miedo... también las medallas claro.—
Guiñó su ojo y se echó a reír producto de su chiste tan infantil, pero se serenó ante la pregunta de la rubia que le descolocó en cierta medida. Llevó su garra al mentón mientras movía la cola de lado a lado pensando, siempre le había gustado presumir los frutos de su esfuerzo con cualquiera y sus dos nuevas medallas le habían costado bastante.
—Claro que lo son, es ahí donde trabajo. Nunca me ha pasado nada por presumirlas y cuando me gradué se la mostré hasta a las piedras de cada jardín. Supongo que tendré más cuidado de ahora en adelante, después de todo no quisiera desestimar el consejo de alguien tan guapa.—
Suspiró descolgando sus medallas y guardando estas en un bolsillo de su pantalón el cual aseguró con un cierre para no perderlas. No le agradaba hacer aquello pero estimó que si lo hacía podría causar una buena impresión y recibir alguna caricia en su cabeza. De hecho no tardó en colocarse nuevamente en cuatro patas y acercar su cabeza a la mano de la rubia ronroneando para buscar unas caricias entre sus orejas frotando parte del cuello en las patas de la banqueta.
Aprovechando la posición para estudiar el tatuaje de la mujer y lo que parecía ser una pequeña cicatriz en su rostro, cayendo en cuenta de que se parecía bastante al aspecto de uno de esos cazadores como el que había conocido tiempo atrás. Aunque también podía ser una chica con mala suerte que le gustaban los tatuajes y las peleas. Eso pasaba cuando se concentraban los ojos en una belleza, se perdían detalles en los que Berry caía en cuenta mucho después, pero admirar los ojos y el cabello de la muchacha no era para nada perder el tiempo.
—Ohh, es un bonito tatuaje. ¿Quieres ver los míos? Bueno este de la cabeza ya lo has visto, también los de mi cola y mis orejas. Tengo algunos en mis hombros pero debo quitarme la camisa claro...—
Desabrochó un botón de su uniforme para luego detenerse y echarse a reír, claramente se había despertado con ganas de bromear un poco y recibir caricias.
—¡Te atrapé! Tranquila no haré eso, al menos no aquí.—
Guiñó su ojo para luego estrechar la mano de la joven con delicadeza, volviendo a la postura bípeda de antes al oír el nombre de quien ahora era el centro de atención de Berry. Porque claro, había interpretado el gesto de interponer distancia como un saludo de esos que estrechan las manos respetuosamente.
—¡Berry para servirte! Es un placer Alice, como he dicho antes me encanta ayudar y tengo muy buen olfato, nada se me escapa cuando siento algo. Si tienes algo de esa presa mi nariz y yo hacemos el resto. Claro que tu aroma es agradable y te podré localizar mientras estemos en esta isla.—
Berry comenzó a inhalar y olfatear mostrando su capacidad como si fuese un zorro, recorriendo los pasos de la rubia desde la entrada de la taberna hasta la banqueta. Era un rastro corto pero la mink imaginaba que aquello le serviría como demostración, para luego quedarse sentada moviendo la cola y aguardando por caricias o instrucciones.
¿Todas las minks serían como ella o era una cuestión racial? Tenías entendido, por lo que Illje te había contado, que su madre era también un poco suelta. Aunque claro, ella era medio mink conejo y la que tenías delante era totalmente una zorra. Como animal, aunque la aclaración quizá sobre. Tú no estabas hecha al coqueteo tan directo, mucho menos al descaro casi irrespetuoso del que hacía gala.
- Sí, esto... sí, pero creo que voy a pasar -respondiste, casi en shock. No ibas a tocar sus pechos, mucho menos sin conocerla de nada.
Aun con esas parecía gozar -o padecer- de una inocencia cuanto menos particular. ¿En serio no comprendía el peligro que podía correr si trataba de ejecutar la ley de la Marina en un territorio dominado por la Legión? Podía, además, acabar en fuego cruzado entre criminales y enemigos si no se andaba con ojo, mucho más teniendo en cuenta que el Gobierno Mundial reservaba la esclavitud como castigo a alguna gente, especialmente de especies no-humanas. Lo habías llegado a ver brevemente en English Garden alguna vez, pues la corte de Queen's Plaza solía alardear de sus mejores compras.
Cuando se agachó la seguiste con la mirada, preocupada. Casi por instinto, sin embargo, acariciaste su cabeza cuando pasó gentilmente por debajo de tu mano. Perpleja, sobre todo, sin entender muy bien lo que estaba sucediendo ni tampoco en esencia qué demonios estabas haciendo o por qué lo hacías, pero optaste por achacarlo a que Oscar, nuestro gato, tenía cierta inclinación a pedir cariño de exactamente la misma forma.
- Sí que lo son -contestaste con orgullo cuando mencionó tus tatuajes-. Desde la mano hasta el hombro y engancha con... ¡No hace falta, no hace f...!
Frunciste los labios un poco molesta porque la chica se metiese contigo de aquella forma. Se comportaba de manera muy abierta y audaz, lo cual resultaba un poco intimidante, pero lo peor de todo era que estabas segura -como para no- de que lo hacía totalmente a propósito.
Respiraste hasta relajarte como pudiste, aunque tuviste que asumir que el rubor tardaría unos minutos en desvanecerse. Por suerte Berry, que finalmente se presentó, pareció adoptar una actitud bastante más adecuada... O no, porque empezó a olisquear la ruta de tu olor corporal. No estabas segura de que te agradase desprender un olor tan fuerte, pero te consolaste bajo la idea de que hacía falta un perro para seguir tu rastro. Aun así, Berry parecía como poco una persona peculiar.
- No tengo nada suyo, por desgracia -respondiste-. Nunca he llegado a encontrarlo en persona; por algún motivo siempre se va de los sitios antes de que yo llegue. A veces es casualidad, otras... -"Hayato"-. Bueno, suceden eventos que me impiden dar con él. Es un pirata que tiende a refugiarse en los Blues cuando comienza una cacería activa en su contra, ya que ni Marina ni Legión suelen abandonar el Paraíso para las persecuciones, y cuando pasa el temporal sencillamente se mueve de nuevo hacia Grand Line. -Te encogiste de hombros-. Tú llevas más tiempo por aquí, ¿sabes algo de un tal Jacques le Roy?
- Sí, esto... sí, pero creo que voy a pasar -respondiste, casi en shock. No ibas a tocar sus pechos, mucho menos sin conocerla de nada.
Aun con esas parecía gozar -o padecer- de una inocencia cuanto menos particular. ¿En serio no comprendía el peligro que podía correr si trataba de ejecutar la ley de la Marina en un territorio dominado por la Legión? Podía, además, acabar en fuego cruzado entre criminales y enemigos si no se andaba con ojo, mucho más teniendo en cuenta que el Gobierno Mundial reservaba la esclavitud como castigo a alguna gente, especialmente de especies no-humanas. Lo habías llegado a ver brevemente en English Garden alguna vez, pues la corte de Queen's Plaza solía alardear de sus mejores compras.
Cuando se agachó la seguiste con la mirada, preocupada. Casi por instinto, sin embargo, acariciaste su cabeza cuando pasó gentilmente por debajo de tu mano. Perpleja, sobre todo, sin entender muy bien lo que estaba sucediendo ni tampoco en esencia qué demonios estabas haciendo o por qué lo hacías, pero optaste por achacarlo a que Oscar, nuestro gato, tenía cierta inclinación a pedir cariño de exactamente la misma forma.
- Sí que lo son -contestaste con orgullo cuando mencionó tus tatuajes-. Desde la mano hasta el hombro y engancha con... ¡No hace falta, no hace f...!
Frunciste los labios un poco molesta porque la chica se metiese contigo de aquella forma. Se comportaba de manera muy abierta y audaz, lo cual resultaba un poco intimidante, pero lo peor de todo era que estabas segura -como para no- de que lo hacía totalmente a propósito.
Respiraste hasta relajarte como pudiste, aunque tuviste que asumir que el rubor tardaría unos minutos en desvanecerse. Por suerte Berry, que finalmente se presentó, pareció adoptar una actitud bastante más adecuada... O no, porque empezó a olisquear la ruta de tu olor corporal. No estabas segura de que te agradase desprender un olor tan fuerte, pero te consolaste bajo la idea de que hacía falta un perro para seguir tu rastro. Aun así, Berry parecía como poco una persona peculiar.
- No tengo nada suyo, por desgracia -respondiste-. Nunca he llegado a encontrarlo en persona; por algún motivo siempre se va de los sitios antes de que yo llegue. A veces es casualidad, otras... -"Hayato"-. Bueno, suceden eventos que me impiden dar con él. Es un pirata que tiende a refugiarse en los Blues cuando comienza una cacería activa en su contra, ya que ni Marina ni Legión suelen abandonar el Paraíso para las persecuciones, y cuando pasa el temporal sencillamente se mueve de nuevo hacia Grand Line. -Te encogiste de hombros-. Tú llevas más tiempo por aquí, ¿sabes algo de un tal Jacques le Roy?
Berry
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Berry sonrió ante el rechazo sutil, aunque asintió como si dejase la oferta abierta para más tarde, sintió la caricia con gusto era una canina bastante cariñosa y sentir el suave tacto de la muchacha le encantaba. Tanto que prosiguió a quedarse disfrutando un poco más de la cuenta. Oír sobre los tatuajes también le puso de buen humor, para ella eran una cuestión ritual y con varios simbolismos, tener a otra persona con la cual platicar de ellos era algo que había estado buscando durante bastante tiempo.
—Descuida, podremos charlar y mostrarnos todos los tatuajes en un futuro. Igual ese sonrojo te queda bonito, me agrada.—
La mink guiñó su ojo, perdida en su coqueteo, podía estar todo el día insinuando cosas y coqueteando tal vez porque no conocía mejor manera de relacionarse con otros que haciendo eso. Suspiró ante la historia que escuchaba, al parecer era una presa bastante escurridiza y por desgracia no tenían nada para rastrearle usando su olfato. Mordisqueó el pelaje de sus garras, repitiendo aquel nombre en bucle, pensando en donde podría haberlo visto.
—Hmm, la verdad creo que lo leí una vez en un cartel de búsqueda hace mucho tiempo. Pero no le conozco de nada, tampoco me han dicho nada sobre él, desde que llegué a esta isla no he visto nada más que cajas y gente necesitando a alguien para limpiar o acomodar cosas. Aunque si buscamos tal vez tengamos más suerte, puede que todavía no haya escapado de la isla y si planea hacerlo pronto tenemos varios puntos para cruzarlo.—
Berry se levantó recostada ahora de pie sobre la barra, mientras colocaba una mirada seria, su garra recorría sus labios a la par que sus orejas se balanceaban de lado a lado como las agujas de un segundero. Su cabeza comenzaba a maquinar mientras que su cola se había apoyado sobre las piernas de la rubia, rozando suavemente al ritmo de sus orejas.
—Bueno, ciertamente tendrá muchos informantes, por lo cual apenas desembarcaste ya habrán avisado. ¿Cuántas personas te vieron? Muchas, porque eres guapa, pero alguna tuvo que apartar la mirada forzosamente y retirarse. Por lo cual incluso ignorando todo ya sabe que estás aquí. Pero debe estar muy confiado, tal vez entretenido en sus cosas sabiendo que solo eres tú y te ha evadido en muchas oportunidades. Emprender la huida de inmediato solo alertaría a la ciudad, por lo tanto supongamos que lo sabe, está en su base y debe retirarse entre la multitud. Creo que la mejor opción sería hacerlo por un lugar secundario, un lugar solo accesible por la gente de clase alta para no alertar a los sectores más humildes. Por supuesto es una suposición pero es lo que yo haría si fuese alguien tan escurridizo y con contactos. ¿Alguna idea de sus lugares favoritos? Podríamos iniciar por explorar los sectores más favorables para él, aquellos que le permitiesen pasar desapercibido.—
Berry levantó la mirada mientras observaba su reflejo en la copa sobre la barra, observando al tabernero para luego volver su mirada a la muchacha.
—Lo siento, cuando empiezo a pensar tiendo a ignorar todo mi alrededor. Quisiera un poco de agua para aclarar mi garganta por favor.—
Y tras apartar al tabernero de la escena dedicó una mirada más centrada a la rubia, como si incluso ella desconfiase de su propia sombra.
—Si soy sincera, ahora que se han comido el anzuelo podemos reducir la búsqueda a lo contrario, un viejo truco de zorra.—
Susurró antes de que el tabernero regresase con el vaso de agua para la mink, guiñando su ojo y concentrando ahora su atención en beber el agua con una sonrisa. Había retirado la cola de las piernas de la rubia y tras beber apoyó el vaso en la barra. Deseaba ponerse en marcha cuanto antes, confiando en que su estrategia de presentar un escenario probable pero falso tuviese resultados, al menos para confundir al pirata al creer que una marine novata había revelado todos sus planes a viva voz.
—Descuida, podremos charlar y mostrarnos todos los tatuajes en un futuro. Igual ese sonrojo te queda bonito, me agrada.—
La mink guiñó su ojo, perdida en su coqueteo, podía estar todo el día insinuando cosas y coqueteando tal vez porque no conocía mejor manera de relacionarse con otros que haciendo eso. Suspiró ante la historia que escuchaba, al parecer era una presa bastante escurridiza y por desgracia no tenían nada para rastrearle usando su olfato. Mordisqueó el pelaje de sus garras, repitiendo aquel nombre en bucle, pensando en donde podría haberlo visto.
—Hmm, la verdad creo que lo leí una vez en un cartel de búsqueda hace mucho tiempo. Pero no le conozco de nada, tampoco me han dicho nada sobre él, desde que llegué a esta isla no he visto nada más que cajas y gente necesitando a alguien para limpiar o acomodar cosas. Aunque si buscamos tal vez tengamos más suerte, puede que todavía no haya escapado de la isla y si planea hacerlo pronto tenemos varios puntos para cruzarlo.—
Berry se levantó recostada ahora de pie sobre la barra, mientras colocaba una mirada seria, su garra recorría sus labios a la par que sus orejas se balanceaban de lado a lado como las agujas de un segundero. Su cabeza comenzaba a maquinar mientras que su cola se había apoyado sobre las piernas de la rubia, rozando suavemente al ritmo de sus orejas.
—Bueno, ciertamente tendrá muchos informantes, por lo cual apenas desembarcaste ya habrán avisado. ¿Cuántas personas te vieron? Muchas, porque eres guapa, pero alguna tuvo que apartar la mirada forzosamente y retirarse. Por lo cual incluso ignorando todo ya sabe que estás aquí. Pero debe estar muy confiado, tal vez entretenido en sus cosas sabiendo que solo eres tú y te ha evadido en muchas oportunidades. Emprender la huida de inmediato solo alertaría a la ciudad, por lo tanto supongamos que lo sabe, está en su base y debe retirarse entre la multitud. Creo que la mejor opción sería hacerlo por un lugar secundario, un lugar solo accesible por la gente de clase alta para no alertar a los sectores más humildes. Por supuesto es una suposición pero es lo que yo haría si fuese alguien tan escurridizo y con contactos. ¿Alguna idea de sus lugares favoritos? Podríamos iniciar por explorar los sectores más favorables para él, aquellos que le permitiesen pasar desapercibido.—
Berry levantó la mirada mientras observaba su reflejo en la copa sobre la barra, observando al tabernero para luego volver su mirada a la muchacha.
—Lo siento, cuando empiezo a pensar tiendo a ignorar todo mi alrededor. Quisiera un poco de agua para aclarar mi garganta por favor.—
Y tras apartar al tabernero de la escena dedicó una mirada más centrada a la rubia, como si incluso ella desconfiase de su propia sombra.
—Si soy sincera, ahora que se han comido el anzuelo podemos reducir la búsqueda a lo contrario, un viejo truco de zorra.—
Susurró antes de que el tabernero regresase con el vaso de agua para la mink, guiñando su ojo y concentrando ahora su atención en beber el agua con una sonrisa. Había retirado la cola de las piernas de la rubia y tras beber apoyó el vaso en la barra. Deseaba ponerse en marcha cuanto antes, confiando en que su estrategia de presentar un escenario probable pero falso tuviese resultados, al menos para confundir al pirata al creer que una marine novata había revelado todos sus planes a viva voz.
En realidad tenías serias dudas de que siquiera te conociese. Jacques le Roy era un paranoico, además de un asesino, lo que lo hacía una compañía terrible para jugar a las cartas pero en una vida de crímenes en la mar resultaba hasta cierto punto una virtud. Sin embargo, lo que Berry planteaba no era descabellado del todo: Quizá hubiese atado cabos si te hubiese visto un par de veces o, ni siquiera viéndote, sino oteando tu barco a lo lejos. Si utilizaba los barcos como señal de huida era probable que ya estuviese realizando los preparativos para zarpar.
Sacaste su cartel de Wanted del bolso junto a un mapa que había tenido tiempos mejores. En él ibas anotando cada isla por la que pasaba, así como el tiempo que conocías se había quedado en ellas. Por cómo volaban las noticias y el ritmo de viaje le Roy debía llevar en la ciudad al menos un par de meses, y teniendo en cuenta los rumores no estaba utilizando la isla como escondrijo sino a modo de, gracias a su título pagado con sangre de Marqués de Roy, base de operaciones. Podía estar escondiéndose, pero con un poco de suerte su buque seguiría navegando para hacer pillaje en aguas más allá del horizonte. Aunque tenías serias dudas de que fuese tan estúpido como para quedar vendido en tierra, a no ser que contase con un plan b.
- ¿Usted sabe algo? -preguntaste con amabilidad mientras dejabas unos cuantos berries encima de la mesa-. Seguramente en los periódicos no se haya mencionado, pero en el puerto deberían haber escuchado cosas.
- Oh, sí. En el puerto se escuchan muchas cosas. El batir de las olas, las gaviotas acechando, el ajetreo del mercado... -Pusiste un par de billetes más sobre la barra-. Los marineros a veces beben demasiado y se quejan de la parienta, ¿sabes? Uno me dijo que tenía familia en Baterilla, en el South Blue. Y ponía a su mujer a caldo. -Más billetes-. Me quiere sonar que no iba a poder volver en unos meses más mientras el mar siga revuelto.
- Entonces -dijiste-. Se están escondiendo.
- Si yo me escondiese mi barco no estaría en el puerto.
Casi se te desencajó la mandíbula al escuchar eso. Miraste a Berry con asombro, empezando a atar cabos entre sus ideas y las del tabernero. Quizá era un escondrijo, pero simulaban que era una base. Movían el barco a alguna cala vacía y así tenían varias ventajas estratégicas. Sumado a algún espía o a pequeños caracoles cámara en algún lugar, podían saber con cierta eficacia cuándo alguien los buscaba.
- Si ya me han visto tenemos poco tiempo y ni siquiera sabemos dónde están -respondiste a Berry finalmente-. La isla es demasiado grande para explorarla de inmediato, pero... -De pronto te percataste de que todavía tenías aquello en alguna parte del bolso. Metiste la mano hasta que pudiste ir tanteando uno a uno los objetos que guardabas en él, entre los cuales estaba un vestido de punto que a Berry iba a estarle muy justo y... Las drogas-. Allá por donde le Roy pasa los camellos empiezan a vender esta cosa. Esta tiene un año, así que dudo que sirva para rastrear su origen, ¿pero por probar...?
Sin abrir la bolsa se la acercaste a la zorra, un poco escéptica. Aun si podía olerla eso podía llevaros a un camello y no al pirata detrás de todo. Podía, dependiendo de qué fuese finalmente aquella droga, llevaros hasta un campo de amapolas.
Sacaste su cartel de Wanted del bolso junto a un mapa que había tenido tiempos mejores. En él ibas anotando cada isla por la que pasaba, así como el tiempo que conocías se había quedado en ellas. Por cómo volaban las noticias y el ritmo de viaje le Roy debía llevar en la ciudad al menos un par de meses, y teniendo en cuenta los rumores no estaba utilizando la isla como escondrijo sino a modo de, gracias a su título pagado con sangre de Marqués de Roy, base de operaciones. Podía estar escondiéndose, pero con un poco de suerte su buque seguiría navegando para hacer pillaje en aguas más allá del horizonte. Aunque tenías serias dudas de que fuese tan estúpido como para quedar vendido en tierra, a no ser que contase con un plan b.
- ¿Usted sabe algo? -preguntaste con amabilidad mientras dejabas unos cuantos berries encima de la mesa-. Seguramente en los periódicos no se haya mencionado, pero en el puerto deberían haber escuchado cosas.
- Oh, sí. En el puerto se escuchan muchas cosas. El batir de las olas, las gaviotas acechando, el ajetreo del mercado... -Pusiste un par de billetes más sobre la barra-. Los marineros a veces beben demasiado y se quejan de la parienta, ¿sabes? Uno me dijo que tenía familia en Baterilla, en el South Blue. Y ponía a su mujer a caldo. -Más billetes-. Me quiere sonar que no iba a poder volver en unos meses más mientras el mar siga revuelto.
- Entonces -dijiste-. Se están escondiendo.
- Si yo me escondiese mi barco no estaría en el puerto.
Casi se te desencajó la mandíbula al escuchar eso. Miraste a Berry con asombro, empezando a atar cabos entre sus ideas y las del tabernero. Quizá era un escondrijo, pero simulaban que era una base. Movían el barco a alguna cala vacía y así tenían varias ventajas estratégicas. Sumado a algún espía o a pequeños caracoles cámara en algún lugar, podían saber con cierta eficacia cuándo alguien los buscaba.
- Si ya me han visto tenemos poco tiempo y ni siquiera sabemos dónde están -respondiste a Berry finalmente-. La isla es demasiado grande para explorarla de inmediato, pero... -De pronto te percataste de que todavía tenías aquello en alguna parte del bolso. Metiste la mano hasta que pudiste ir tanteando uno a uno los objetos que guardabas en él, entre los cuales estaba un vestido de punto que a Berry iba a estarle muy justo y... Las drogas-. Allá por donde le Roy pasa los camellos empiezan a vender esta cosa. Esta tiene un año, así que dudo que sirva para rastrear su origen, ¿pero por probar...?
Sin abrir la bolsa se la acercaste a la zorra, un poco escéptica. Aun si podía olerla eso podía llevaros a un camello y no al pirata detrás de todo. Podía, dependiendo de qué fuese finalmente aquella droga, llevaros hasta un campo de amapolas.
Berry
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La mink observó tranquila mientras lamía el pelaje de sus brazos las técnicas de soborno, al parecer el tipo era bastante peligroso si debía recurrirse a tanto dinero por un poco de información cosa que la mink no hubiera hecho. Al parecer el tabernero no hablaba por miedo, no parecía ser un informante pero sí alguien que era fácilmente chantajeable. Suspiró estirando su espalda, a la par que escuchaba el plan de acción de la rubia.
—Tal vez no su origen, pero sí podré rastrear otro aroma similar si tiene un olor fuerte.—
La mink aspiró profundamente con su nariz sintiendo el aroma a plástico y luego una fragancia empalagosa, extraña y curiosa. Cayó al suelo algo mareada mientras jugueteaba panza arriba rascando su espalda contra el suelo. La figura de la rubia le daba vueltas y ahora veía a cuatro hermosas muchachas girando a su alrededor.
Golpeó su cabeza contra la barra nuevamente, volviendo a sus sentidos mientras respiraba profundamente. Moviendo la cola de lado a lado tras reaccionar del impacto.
—Pff, fué intensa pero ahora creo que puedo saber dónde ir.—
Berry se colocó frente a la puerta de la taberna y comenzó a olfatear las calles, buscando el rastro más cercano de la misteriosa sustancia. No tardó en mover su cola, emocionada tras haber dado con la más cercana y parecida.
—¡Lo tengo! ¡Vamos, vamos!—
Y así la zorra comenzó a trotar alegre por las calles de la ciudad en aquella postura cuadrupeda. No tardó en emprender un camino casi laberintico entre calles, esquinas, giros y callejones estrechos. Quien estuviera vendiendo se había movido por varios lugares para evitar a las autoridades, pero el rastro era imborrable para la nariz de la mink. Poco a poco se fue haciendo más fuerte, profundo y embriagante, Berry notó como todos los rastros terminaban en un mismo punto mientras más avanzaba.
—Aquí, Aquí...—
Berry comenzó a girar en círculos frente a una casa de aspecto rústico, escondida entre otras y con las ventanas tapiadas con barricadas de madera. En el interior pudo identificar el aroma de la sustancia y de una persona que seguramente se encargaba de distribuirla.
—Si mi nariz no me falla aquí vienen a comprar y también siento el rastro de la sustancia alejarse en varias direcciones. Debe ser el laboratorio de los camellos, dentro solo percibo a una persona.—
Explicó la zorra mientras esperaba sentada al costado de la puerta, tal vez no tomó la acción de entrar a los golpes para no arruinar los planes de Alice pero si le daba esa tarea Berry estaría más que contenta de hacerlo.
—Tal vez no su origen, pero sí podré rastrear otro aroma similar si tiene un olor fuerte.—
La mink aspiró profundamente con su nariz sintiendo el aroma a plástico y luego una fragancia empalagosa, extraña y curiosa. Cayó al suelo algo mareada mientras jugueteaba panza arriba rascando su espalda contra el suelo. La figura de la rubia le daba vueltas y ahora veía a cuatro hermosas muchachas girando a su alrededor.
Golpeó su cabeza contra la barra nuevamente, volviendo a sus sentidos mientras respiraba profundamente. Moviendo la cola de lado a lado tras reaccionar del impacto.
—Pff, fué intensa pero ahora creo que puedo saber dónde ir.—
Berry se colocó frente a la puerta de la taberna y comenzó a olfatear las calles, buscando el rastro más cercano de la misteriosa sustancia. No tardó en mover su cola, emocionada tras haber dado con la más cercana y parecida.
—¡Lo tengo! ¡Vamos, vamos!—
Y así la zorra comenzó a trotar alegre por las calles de la ciudad en aquella postura cuadrupeda. No tardó en emprender un camino casi laberintico entre calles, esquinas, giros y callejones estrechos. Quien estuviera vendiendo se había movido por varios lugares para evitar a las autoridades, pero el rastro era imborrable para la nariz de la mink. Poco a poco se fue haciendo más fuerte, profundo y embriagante, Berry notó como todos los rastros terminaban en un mismo punto mientras más avanzaba.
—Aquí, Aquí...—
Berry comenzó a girar en círculos frente a una casa de aspecto rústico, escondida entre otras y con las ventanas tapiadas con barricadas de madera. En el interior pudo identificar el aroma de la sustancia y de una persona que seguramente se encargaba de distribuirla.
—Si mi nariz no me falla aquí vienen a comprar y también siento el rastro de la sustancia alejarse en varias direcciones. Debe ser el laboratorio de los camellos, dentro solo percibo a una persona.—
Explicó la zorra mientras esperaba sentada al costado de la puerta, tal vez no tomó la acción de entrar a los golpes para no arruinar los planes de Alice pero si le daba esa tarea Berry estaría más que contenta de hacerlo.
- ¡Oh, no, la he matado! -gritaste asustada, mirando al tabernero-. ¡Lo siento, no sabía que era tan potente, yo solo pensé que podíamos usar su olfato! Son como grajeas, no deberían ser esnifables. Mucho menos tras tanto tiempo expuestas. Ni siquiera es una bolsa sellada, es un saquito. No era mi inten... ¡Ah!
Te llevaste un susto de muerte -literalmente- cuando la agonía de Berry terminó y, en lugar de detenerse, habló de manera más o menos racional. No estabas segura de que hiciese esa labor habitualmente, pero esperabas que no la utilizasen de perra antidrogas porque, además de denigrante, era francamente peligroso para su salud. ¿Qué era lo que podía pasar si un día olfateaba amianto, o ricina? Esperabas no haberla metido en ningún lío, pero a juzgar por cómo tomaba rápidamente la delantera, saliendo de la taberna a cuatro patas sin dejar de olfatear por un instante.
En realidad habrías agradecido que caminase a dos patas. Ya bastante llamaba la atención una mink, y bastante más llamaba la atención una mink vestida de marine, como para aun encima ir por ahí una mink vestida de marine a cuatro patas. Tú evitabas mirar, algo avergonzada, pero la gente que os topabais por la calle no solo debió de parecerle casi normal sino que incluso deseable, pues una gran cantidad de personas -especialmente hombres de mediana edad- os miraban a las dos de manera un tanto indiscreta. Igual pensaban que era alguna clase de espectáculo fetichista, lo cual podía llegar a iros bien... Siempre y cuando no os siguieran por las calles.
Por suerte no lo hicieron. Al menos, no durante mucho tiempo. El camino fue enrevesado y poco práctico, atravesando callejuelas estrechas y callejones que no olían del todo bien. Hasta los más audaces desistieron después del quinto contenedor lleno de residuos apestando, y tú estabas a punto de hacerlo al séptimo, cuando el camino de su olfato empezó a acercarse a una casa atrincherada, con las ventanas tapiadas y escondida entre edificios más humildes. Los muros o eran especialmente altos, pero sí lo bastante como para que fuese llamativo ver a alguien intentando colarse ahí. Cosa que teníais que hacer sí o sí, en realidad.
- Si solo hay una persona dudo que sea él, pero podría ser alguien de su banda -dijiste-. Y, desde luego, nos facilita mucho las cosas. Ahora solo necesitamos entrar sin que nos detecten. Y hay unas cuantas cámaras.
Tendrías que observar más a fondo el lugar, pero no tenías tiempo y de estar esa persona observando podría dar la alarma antes de poder hacer un croquis. Por eso decidiste tirar de intuición y guiaste a Berry hasta donde asumías estaba el ángulo muerto y, en efecto, ahí estaba. El único problema era que daba a la ventana de uno de los edificios colindantes.
- Si entramos por esa ventana a la parcela podremos llegar hasta las ventanas sin problema. El fallo está en que haremos ruido al abrirlas. ¿Tú qué dices, intentamos discretamente o nos lanzamos y que sea lo que Dios quiera?
Te llevaste un susto de muerte -literalmente- cuando la agonía de Berry terminó y, en lugar de detenerse, habló de manera más o menos racional. No estabas segura de que hiciese esa labor habitualmente, pero esperabas que no la utilizasen de perra antidrogas porque, además de denigrante, era francamente peligroso para su salud. ¿Qué era lo que podía pasar si un día olfateaba amianto, o ricina? Esperabas no haberla metido en ningún lío, pero a juzgar por cómo tomaba rápidamente la delantera, saliendo de la taberna a cuatro patas sin dejar de olfatear por un instante.
En realidad habrías agradecido que caminase a dos patas. Ya bastante llamaba la atención una mink, y bastante más llamaba la atención una mink vestida de marine, como para aun encima ir por ahí una mink vestida de marine a cuatro patas. Tú evitabas mirar, algo avergonzada, pero la gente que os topabais por la calle no solo debió de parecerle casi normal sino que incluso deseable, pues una gran cantidad de personas -especialmente hombres de mediana edad- os miraban a las dos de manera un tanto indiscreta. Igual pensaban que era alguna clase de espectáculo fetichista, lo cual podía llegar a iros bien... Siempre y cuando no os siguieran por las calles.
Por suerte no lo hicieron. Al menos, no durante mucho tiempo. El camino fue enrevesado y poco práctico, atravesando callejuelas estrechas y callejones que no olían del todo bien. Hasta los más audaces desistieron después del quinto contenedor lleno de residuos apestando, y tú estabas a punto de hacerlo al séptimo, cuando el camino de su olfato empezó a acercarse a una casa atrincherada, con las ventanas tapiadas y escondida entre edificios más humildes. Los muros o eran especialmente altos, pero sí lo bastante como para que fuese llamativo ver a alguien intentando colarse ahí. Cosa que teníais que hacer sí o sí, en realidad.
- Si solo hay una persona dudo que sea él, pero podría ser alguien de su banda -dijiste-. Y, desde luego, nos facilita mucho las cosas. Ahora solo necesitamos entrar sin que nos detecten. Y hay unas cuantas cámaras.
Tendrías que observar más a fondo el lugar, pero no tenías tiempo y de estar esa persona observando podría dar la alarma antes de poder hacer un croquis. Por eso decidiste tirar de intuición y guiaste a Berry hasta donde asumías estaba el ángulo muerto y, en efecto, ahí estaba. El único problema era que daba a la ventana de uno de los edificios colindantes.
- Si entramos por esa ventana a la parcela podremos llegar hasta las ventanas sin problema. El fallo está en que haremos ruido al abrirlas. ¿Tú qué dices, intentamos discretamente o nos lanzamos y que sea lo que Dios quiera?
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Berry ignorante de su alrededor no había notado nada de miradas o sentido ninguna incomodidad en el trayecto, concentrada en seguir el aroma había tomado caminos un tanto desagradables pero apenas pareció darse cuenta. Centrando su atención en las indicaciones de la rubia y el hecho que había cámaras, encontrando un punto muerto para planificar su accionar.
No se esperaba el ser consultada por su opinión, de hecho se encontraba mordiendo su cola cuando escuchó que le preguntaban algo y tuvo que frotarse los ojos para verificar que no lo había imaginado. Se levantó sacudiendo un poco de polvo mientras su rostro mostraba un aire dubitativo, como si estuviese imaginando los posibles escenarios.
—Si intentamos la opción sigilosa gastaremos energía, también puede ser una trampa. Me parece extraño que dejen ventanas sin tapiar con tanta seguridad alrededor, es como una trampa cazabobos que incita a muchos a entrar y nos deja expuestas a que nos vean de la otra casa, de hecho...—
Berry olfateó profundamente, los snif snif se convirtieron en inspiraciones profundas, para luego traducirse en su lengua relamiendo sus labios. Sentía algunas personas en la otra casa, no podía distinguir la cantidad pero de seguir esa ruta les descubrirían. Un lugar tan humilde era fácil de comprar con dinero, y un pirata paranoico no pondría un laboratorio para dejar curiosos a su alrededor.
—En efecto hay personas, no creo que sea lo mejor actuar con cautela. Es justo lo que quieren, si me preguntas a mí, tiramos la puerta, nos llevamos al sujeto y le damos una paliza hasta que hable.—
Berry crujió sus nudillos mientras unas chispas de electricidad crispaban desde su pelaje. Para ser una marine su forma de hacer las cosas a veces era una justicia un tanto salvaje pero que no llegaba a un desenlace fatal si la otra parte se entregaba.
Se alejó lentamente de la ventana, cuidando de parecer un gato negro que volvía a pasar en cuatro patas por el lente de la cámara, indicando a la rubia que entraría en acción a su señal, con la garra derecha ya envuelta en un aura eléctrica y cerrada en forma de puño. Para Berry el plan era actuar rápido y salir antes de que algún camello regresase o le dieran la alarma al otro edificio, después de todo, si ingresaba violentamente centraría la atención en ella liberando a la rubia para moverse libremente.
No se esperaba el ser consultada por su opinión, de hecho se encontraba mordiendo su cola cuando escuchó que le preguntaban algo y tuvo que frotarse los ojos para verificar que no lo había imaginado. Se levantó sacudiendo un poco de polvo mientras su rostro mostraba un aire dubitativo, como si estuviese imaginando los posibles escenarios.
—Si intentamos la opción sigilosa gastaremos energía, también puede ser una trampa. Me parece extraño que dejen ventanas sin tapiar con tanta seguridad alrededor, es como una trampa cazabobos que incita a muchos a entrar y nos deja expuestas a que nos vean de la otra casa, de hecho...—
Berry olfateó profundamente, los snif snif se convirtieron en inspiraciones profundas, para luego traducirse en su lengua relamiendo sus labios. Sentía algunas personas en la otra casa, no podía distinguir la cantidad pero de seguir esa ruta les descubrirían. Un lugar tan humilde era fácil de comprar con dinero, y un pirata paranoico no pondría un laboratorio para dejar curiosos a su alrededor.
—En efecto hay personas, no creo que sea lo mejor actuar con cautela. Es justo lo que quieren, si me preguntas a mí, tiramos la puerta, nos llevamos al sujeto y le damos una paliza hasta que hable.—
Berry crujió sus nudillos mientras unas chispas de electricidad crispaban desde su pelaje. Para ser una marine su forma de hacer las cosas a veces era una justicia un tanto salvaje pero que no llegaba a un desenlace fatal si la otra parte se entregaba.
Se alejó lentamente de la ventana, cuidando de parecer un gato negro que volvía a pasar en cuatro patas por el lente de la cámara, indicando a la rubia que entraría en acción a su señal, con la garra derecha ya envuelta en un aura eléctrica y cerrada en forma de puño. Para Berry el plan era actuar rápido y salir antes de que algún camello regresase o le dieran la alarma al otro edificio, después de todo, si ingresaba violentamente centraría la atención en ella liberando a la rubia para moverse libremente.
Los minks eran seres curiosos. Por mucho que se definiesen como guerreros natos nunca habrías esperado que tuviesen una inclinación al combate tan fuerte como para desestimar cualquier otro recurso. Aun así, más divertida y curiosa que frustrada, optaste por hacerle caso en aquella ocasión. Al fin y al cabo ser discreta nunca te había funcionado y cada vez resultaba más frustrante. ¿Qué te aseguraba que no se hubiese marchado ya según el Olympus atracaba?
¡No! No debía conocer el Olympus sino el Elysium, el barco que habías abandonado en Banaro tras derrotar a aquel pirata... ¿Cómo se llamaba? Habías puesto a los carpinteros de la tripulación a adecuar la estética del buque y nunca habías tratado de perseguir a le Roy con él. Quizá aún hubiese una oportunidad, si es que el barco era el problema. Al fin y al cabo seguías dudando -al menos hasta cierto punto- que te conociese a ti, o que supiese quién eras. Pero algo te decía que muy pronto iba a saberlo.
- Me recuerdas a otra marine que conocí -contestaste, con cierta preocupación. Aunque en alguna ocasión habías tenido que llegar a hacerlo, no soportabas la idea de torturar a alguien solo por estar en el momento y lugar equivocados.
Berry comenzó a alejarse. Sus sonidos de animal eran tiernos, aunque algunas actitudes te parecían preocupantes y hasta contraproducentes en un militar. Aun así esperaba tu señal, lo que era un buen augurio. Dejaste escapar de tu oscuridad las alas de la libertad, que se manifestaron rodeando tu falda. Los rieles hicieron un soniquete al terminar de armarse, y aprovechaste para dejar salir a Cataclismo de la oscuridad también, enarbolándola con decisión. Tras eso dejaste que el primer cable saliese disparado al tiempo que el motor inercial se activaba, saliendo disparada unos diez metros en vertical.
Siempre era vertiginoso. La velocidad, el dolor del despegue y el confuso momento en el que debías empezar a mover tus caderas para enganchar y desenganchar de las paredes las melillas. Quizá precisamente porque era vertiginoso, te encantaba. Con un grito silencioso rodeaste el edificio en un círculo casi perfecto, dejando tras de ti las cámaras caídas en el borde de los muros. Si había alguien mirando cuando te lanzaste seguramente habría visto un huracán de pelo rubio durante poco más de un segundo antes de que una punta de lanza roja las atravesase.
Aterrizaste delante de la puerta principal, cuidadosamente, y entonces saludaste a Berry antes de clavar Cataclismo en la cerradura, tan fuerte que la hiciste reventar. Contabas con que en el interior hubiese algo más de seguridad, claro, pero tampoco sería raro que el tipo de dentro fuese poco más que un esclavo. Al fin y al cabo, ¿por qué iba a haber solo uno cuando era el creador de su producto estrella? A no ser...
Diste un paso hacia el interior, suspicaz. Algo no te daba buena espina.
¡No! No debía conocer el Olympus sino el Elysium, el barco que habías abandonado en Banaro tras derrotar a aquel pirata... ¿Cómo se llamaba? Habías puesto a los carpinteros de la tripulación a adecuar la estética del buque y nunca habías tratado de perseguir a le Roy con él. Quizá aún hubiese una oportunidad, si es que el barco era el problema. Al fin y al cabo seguías dudando -al menos hasta cierto punto- que te conociese a ti, o que supiese quién eras. Pero algo te decía que muy pronto iba a saberlo.
- Me recuerdas a otra marine que conocí -contestaste, con cierta preocupación. Aunque en alguna ocasión habías tenido que llegar a hacerlo, no soportabas la idea de torturar a alguien solo por estar en el momento y lugar equivocados.
Berry comenzó a alejarse. Sus sonidos de animal eran tiernos, aunque algunas actitudes te parecían preocupantes y hasta contraproducentes en un militar. Aun así esperaba tu señal, lo que era un buen augurio. Dejaste escapar de tu oscuridad las alas de la libertad, que se manifestaron rodeando tu falda. Los rieles hicieron un soniquete al terminar de armarse, y aprovechaste para dejar salir a Cataclismo de la oscuridad también, enarbolándola con decisión. Tras eso dejaste que el primer cable saliese disparado al tiempo que el motor inercial se activaba, saliendo disparada unos diez metros en vertical.
Siempre era vertiginoso. La velocidad, el dolor del despegue y el confuso momento en el que debías empezar a mover tus caderas para enganchar y desenganchar de las paredes las melillas. Quizá precisamente porque era vertiginoso, te encantaba. Con un grito silencioso rodeaste el edificio en un círculo casi perfecto, dejando tras de ti las cámaras caídas en el borde de los muros. Si había alguien mirando cuando te lanzaste seguramente habría visto un huracán de pelo rubio durante poco más de un segundo antes de que una punta de lanza roja las atravesase.
Aterrizaste delante de la puerta principal, cuidadosamente, y entonces saludaste a Berry antes de clavar Cataclismo en la cerradura, tan fuerte que la hiciste reventar. Contabas con que en el interior hubiese algo más de seguridad, claro, pero tampoco sería raro que el tipo de dentro fuese poco más que un esclavo. Al fin y al cabo, ¿por qué iba a haber solo uno cuando era el creador de su producto estrella? A no ser...
Diste un paso hacia el interior, suspicaz. Algo no te daba buena espina.
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Berry levantó sus orejas y sonrió ante la idea de parecerse a otra persona, no muchos la comparaban con alguien y quizás muy a menudo era complicado tener un modelo similar a la mink quien se caracterizaba por ser alguien impredecible y bastante impulsiva. Además claro estaba de que actuaba como un animal y era una lanzada en casi toda oportunidad que se le presentase.
—Me gustaría decir lo mismo, pero no creo que te parezcas a nadie que haya conocido. Eso lo hace más especial...—
Comentó mientras aguardaba alguna señal, aunque lo que vió la dejó con la mandibula en el suelo. En tan solo unos segundos la mujer se volvió un huracán en sentido figurado y destrozó las cámaras a la par que abría la puerta con suma fácilidad. La mink nunca había visto tal destreza, no recordaba esos aparatos en la mujer y se preguntaba si era algún poder o simplemente artefactos que se salían de lo ordinario.
La mink respondió el saludo y se apresuró a la entrada, aunque deseaba entrar corriendo a cuatro patas y atrapar al criminal, se detuvo en el arco que daba al interior y empujó suavemente a Alice hacia atrás mientras utilizaba el electro concentrado en su palma como una luz que lograba llegar alumbrar el interior del lugar.
Berry se había colocado en una postura erguida y esto le permitió a su mano alumbrar algunos cables que cruzaban de lado a lado la habitación. Un humo denso se dispersaba hacia el exterior, sumado a la nula presencia de personas.
—Parece que te detuve justo antes de cortar alguno de estos cables. El lugar parece guardar algunos trucos, juzgando por el humo no me sorprendería si quisieran volar el lugar con fuego en caso de ser descubiertos.—
Comentó la mujer zorro mirando a sus costados, buscando algo fuera de lo común, finalmente tras patear algunas maderas a su derecha encontró unas escaleras descendentes y dejó lugar a Alice para investigarlas.
—Una debe quedarse en la superficie haciendo guardia, la otra bajar. Juzgando por tu habilidad que mostraste fuera, supongo que estaremos bien si bajas tú. Además con mi olfato podré percibir si se acercan peligros y darte una alarma a tiempo.—
Berry lamió su garra izquierda mientras mantenía la derecha elevada, alumbrando los viejos escalones de madera que descendían. Esperó a que la rubia aprobase o rechazara su propuesta, después de todo podían volar el lugar por los aires y olvidarse del asunto pero no obtendrían mucho a cambio.
—Me gustaría decir lo mismo, pero no creo que te parezcas a nadie que haya conocido. Eso lo hace más especial...—
Comentó mientras aguardaba alguna señal, aunque lo que vió la dejó con la mandibula en el suelo. En tan solo unos segundos la mujer se volvió un huracán en sentido figurado y destrozó las cámaras a la par que abría la puerta con suma fácilidad. La mink nunca había visto tal destreza, no recordaba esos aparatos en la mujer y se preguntaba si era algún poder o simplemente artefactos que se salían de lo ordinario.
La mink respondió el saludo y se apresuró a la entrada, aunque deseaba entrar corriendo a cuatro patas y atrapar al criminal, se detuvo en el arco que daba al interior y empujó suavemente a Alice hacia atrás mientras utilizaba el electro concentrado en su palma como una luz que lograba llegar alumbrar el interior del lugar.
Berry se había colocado en una postura erguida y esto le permitió a su mano alumbrar algunos cables que cruzaban de lado a lado la habitación. Un humo denso se dispersaba hacia el exterior, sumado a la nula presencia de personas.
—Parece que te detuve justo antes de cortar alguno de estos cables. El lugar parece guardar algunos trucos, juzgando por el humo no me sorprendería si quisieran volar el lugar con fuego en caso de ser descubiertos.—
Comentó la mujer zorro mirando a sus costados, buscando algo fuera de lo común, finalmente tras patear algunas maderas a su derecha encontró unas escaleras descendentes y dejó lugar a Alice para investigarlas.
—Una debe quedarse en la superficie haciendo guardia, la otra bajar. Juzgando por tu habilidad que mostraste fuera, supongo que estaremos bien si bajas tú. Además con mi olfato podré percibir si se acercan peligros y darte una alarma a tiempo.—
Berry lamió su garra izquierda mientras mantenía la derecha elevada, alumbrando los viejos escalones de madera que descendían. Esperó a que la rubia aprobase o rechazara su propuesta, después de todo podían volar el lugar por los aires y olvidarse del asunto pero no obtendrían mucho a cambio.
Por suerte Berry te detuvo a tiempo. Tenías cierta seguridad en que podrías resistir a lo que fuera que activaban esos cables, pero no tenías claro que deseases llamar tanto la atención de le Roy en caso de que aquella vez tampoco fueses capaz de dar con él. En cualquier caso tu gesto se mostró confuso y sorprendido cuando un humo negro comenzó a salir del recibidor, y mientras la marine iba hablando no hizo sino aumentar la leve vergüenza que te daba el no haber tenido aquella posibilidad del todo en cuenta. Te encogiste de hombros, algo compungida.
- Está bien, aunque si todo explota no me hago responsable -sentenciaste-. Que en plena oscuridad no me va a valer de nada tener buena vista.
Aun protestando hiciste todo lo posible por adentrarte en aquella estancia evitando el primer cable tan solo agachándote ligeramente por su parte más elevada, aunque eso no sirvió para el segundo y necesitaste encaramarte a la pared malamente para evitar tocarlo. Llevar a Cataclismo encima no ayudaba especialmente durante aquel ejercicio de flexibilidad y coordinación que te exigía cada paso, pero no querías estar desarmada. Aunque caíste en que llevabas los cuchillos de la liga bajo la falda y que, en interiores, la lanza no te iba a servir de nada sino todo lo contrario. Así que la guardaste dentro de ti.
- Quiero pensar que no habrá más trampas después de esto -comentaste tras atravesar los cables, algo desconfiada-. Por si acaso, si pasa cualquier cosa ten esto. No quiero que se rompa.
En el bolso no guardabas casi nada de valor; apenas el dinero, una muda y los carteles de Wanted, amén de algunos productos de higiene. Sin embargo también estaban ahí tus cuadernos de notas y, más importante, los de dibujo. Desde que viajabas en barco apenas tenías tiempo -o la estabilidad- de ponerte a pintar en lienzo, por lo que casi todo lo que habías vivido estaba dibujado en ellos, de una forma u otra. Podrías haber dejado que entrase en la oscuridad sin más, pero sentías que el papel podría corromperse de alguna forma al estar tan expuesto a fuerzas que no comprendías del todo. Y, en el fondo, aunque no creo que fuese a pasar nada, hacías bien.
Avanzaste muy despacio tanteando el terreno, buscando pistas allá donde las encontrabas y marcas de trampas donde creías que podía haberlas, pero no había. Al menos ninguna que pudieses detectar con tus limitados sentidos en aquel momento. Más segura, activaste tu Haki de observación y dejaste que tu mirada se extendiese por doquier, rebuscando a esa persona que se ocultaba en el edificio... Aunque te llevaste una sorpresa.
Estaban en el sótano. Las tres. Abriste la puerta y te encontraste a tres hombres malnutridos, completamente encadenados y con una mirada de súplica en el rostro. Berry debía haber confundido sus olores al estar los tres llenos de la misma mugre. Ibas a preguntar algo, pero alcanzaste a escuchar un "ayuda" apenas musitado por parte de uno de ellos. No parecían piratas, ni delincuentes; más bien rehenes. Pero eso significaba que habría más trampas en la salida.
Iba a ser un trabajo largo.
- Está bien, aunque si todo explota no me hago responsable -sentenciaste-. Que en plena oscuridad no me va a valer de nada tener buena vista.
Aun protestando hiciste todo lo posible por adentrarte en aquella estancia evitando el primer cable tan solo agachándote ligeramente por su parte más elevada, aunque eso no sirvió para el segundo y necesitaste encaramarte a la pared malamente para evitar tocarlo. Llevar a Cataclismo encima no ayudaba especialmente durante aquel ejercicio de flexibilidad y coordinación que te exigía cada paso, pero no querías estar desarmada. Aunque caíste en que llevabas los cuchillos de la liga bajo la falda y que, en interiores, la lanza no te iba a servir de nada sino todo lo contrario. Así que la guardaste dentro de ti.
- Quiero pensar que no habrá más trampas después de esto -comentaste tras atravesar los cables, algo desconfiada-. Por si acaso, si pasa cualquier cosa ten esto. No quiero que se rompa.
En el bolso no guardabas casi nada de valor; apenas el dinero, una muda y los carteles de Wanted, amén de algunos productos de higiene. Sin embargo también estaban ahí tus cuadernos de notas y, más importante, los de dibujo. Desde que viajabas en barco apenas tenías tiempo -o la estabilidad- de ponerte a pintar en lienzo, por lo que casi todo lo que habías vivido estaba dibujado en ellos, de una forma u otra. Podrías haber dejado que entrase en la oscuridad sin más, pero sentías que el papel podría corromperse de alguna forma al estar tan expuesto a fuerzas que no comprendías del todo. Y, en el fondo, aunque no creo que fuese a pasar nada, hacías bien.
Avanzaste muy despacio tanteando el terreno, buscando pistas allá donde las encontrabas y marcas de trampas donde creías que podía haberlas, pero no había. Al menos ninguna que pudieses detectar con tus limitados sentidos en aquel momento. Más segura, activaste tu Haki de observación y dejaste que tu mirada se extendiese por doquier, rebuscando a esa persona que se ocultaba en el edificio... Aunque te llevaste una sorpresa.
Estaban en el sótano. Las tres. Abriste la puerta y te encontraste a tres hombres malnutridos, completamente encadenados y con una mirada de súplica en el rostro. Berry debía haber confundido sus olores al estar los tres llenos de la misma mugre. Ibas a preguntar algo, pero alcanzaste a escuchar un "ayuda" apenas musitado por parte de uno de ellos. No parecían piratas, ni delincuentes; más bien rehenes. Pero eso significaba que habría más trampas en la salida.
Iba a ser un trabajo largo.
Berry
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fuerza
Fortaleza
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Berry esbozó una sonrisa ante la idea de haber actuado en el momento oportuno, después de todo uno de sus valores principales era proteger a las personas daba igual si eran poderosas o insectos. Ante las palabras de Alice la mink se limitó a sacar la lengua.
—Tampoco pienso pagar, pero siempre tengo mala suerte con las cosas y tal vez caiga en un botón o active una alarma por andar persiguiendo solo el aroma.—
Si bien Berry podía hacer de linterna humana era alguien bastante despreocupada y no sería la primera vez que se llevase algo por delante. Además los interiores limitaban su accionar, en caso de haber alguien poderoso escondido no podría transformarse a voluntad para asegurar que el objetivo no escapase. Sin contar que en caso de ver algún roedor podría desviarse y dejar a sus instintos actuar perdiendo un valioso tiempo, mientras más lo pensaba mejor era vista su idea de tomar el rol de vigía.
Guiñó su ojo, sin perder el tiempo ya que sus ojos no habían parado de fijarse en el cuerpo de Alice. Moviendo su cola de lado a lado por tener tal privilegio de presenciar algunas posturas algo sugerentes. Inmersa en su belleza extendió su mano por puro reflejo, sintiendo la bolsa en sus manos, lo cual le hizo reaccionar uy volver a una postura más seria.
—Puedes confiar en mí, lo cuidaré con mi vida.—
Levantó su pulgar y guiñó su ojo mientras se colgaba el bolso para tenerlo a mano. Tras aguardar unos segundos y ver que la rubia desaparecía, Berry se dispuso a prepararse para la vigilancia. Salió de la casa, utilizando sus garras y su postura cuadrúpeda para trepar empleando las ventanas tapiadas como un punto de apoyo.
Flexionó sus piernas y tomó un fuerte impulso para caer con sus garras delanteras en el techo de la casa. Era un rudimentario techo tapiado con maderas y cartones, pero los costados eran reforzados y Berry podía sentarse en una de las esquinas del mismo para tener una visión completa del callejón en conjunto con sus alrededores, además de cuidar su espalda al estar contra los ladrillos de la casa aledaña, similar a un gato negro de tamaño inusual.
Olfateó sintiendo el aroma de Alice cerca del objetivo, esperaba que todo saliese bien mientras el callejón se mantenía en su silencio habitual. La mink observó el cielo todavía despejado, moviendo su cola de lado a lado, sintiendo entre sus garras la correa del bolso de Alice.
Tenía curiosidad, pero creyó que revisar su contenido sería descarado por su parte. Si la rubia había confiado en ella era mejor no arruinarlo, si protegía ese bolso podía ganarse un beso o alguna caricia. Comenzó a olfatear por el tejado, mientras su atención volvía a la entrada de la casa, esperaba no tener que saltar encima a algún problema aunque tampoco le molestaba la idea de usar sus puños. Alice se estaba llevando toda la diversión después de todo.
—Tampoco pienso pagar, pero siempre tengo mala suerte con las cosas y tal vez caiga en un botón o active una alarma por andar persiguiendo solo el aroma.—
Si bien Berry podía hacer de linterna humana era alguien bastante despreocupada y no sería la primera vez que se llevase algo por delante. Además los interiores limitaban su accionar, en caso de haber alguien poderoso escondido no podría transformarse a voluntad para asegurar que el objetivo no escapase. Sin contar que en caso de ver algún roedor podría desviarse y dejar a sus instintos actuar perdiendo un valioso tiempo, mientras más lo pensaba mejor era vista su idea de tomar el rol de vigía.
Guiñó su ojo, sin perder el tiempo ya que sus ojos no habían parado de fijarse en el cuerpo de Alice. Moviendo su cola de lado a lado por tener tal privilegio de presenciar algunas posturas algo sugerentes. Inmersa en su belleza extendió su mano por puro reflejo, sintiendo la bolsa en sus manos, lo cual le hizo reaccionar uy volver a una postura más seria.
—Puedes confiar en mí, lo cuidaré con mi vida.—
Levantó su pulgar y guiñó su ojo mientras se colgaba el bolso para tenerlo a mano. Tras aguardar unos segundos y ver que la rubia desaparecía, Berry se dispuso a prepararse para la vigilancia. Salió de la casa, utilizando sus garras y su postura cuadrúpeda para trepar empleando las ventanas tapiadas como un punto de apoyo.
Flexionó sus piernas y tomó un fuerte impulso para caer con sus garras delanteras en el techo de la casa. Era un rudimentario techo tapiado con maderas y cartones, pero los costados eran reforzados y Berry podía sentarse en una de las esquinas del mismo para tener una visión completa del callejón en conjunto con sus alrededores, además de cuidar su espalda al estar contra los ladrillos de la casa aledaña, similar a un gato negro de tamaño inusual.
Olfateó sintiendo el aroma de Alice cerca del objetivo, esperaba que todo saliese bien mientras el callejón se mantenía en su silencio habitual. La mink observó el cielo todavía despejado, moviendo su cola de lado a lado, sintiendo entre sus garras la correa del bolso de Alice.
Tenía curiosidad, pero creyó que revisar su contenido sería descarado por su parte. Si la rubia había confiado en ella era mejor no arruinarlo, si protegía ese bolso podía ganarse un beso o alguna caricia. Comenzó a olfatear por el tejado, mientras su atención volvía a la entrada de la casa, esperaba no tener que saltar encima a algún problema aunque tampoco le molestaba la idea de usar sus puños. Alice se estaba llevando toda la diversión después de todo.
- ¿Qué hacéis aquí? -preguntaste, con la mandíbula desencajada. ¿Qué hacían tres hombres desnutridos en donde debía estar el laboratorio?
Tardaron en responder. Te daba un poco de miedo que se acercasen, pero rápidamente reparaste en que estaban encadenados. En el tobillo de cada uno relucían grilletes que los mantenían en posiciones concretas dentro de... de... ¿Del laboratorio?
- Ayuda...
- Sí, tranquilos, os voy a ayudar. ¿Pero qué hacéis aquí?
Silencio de nuevo.
- ¿Ayuda?
La voz era débil, pero podías sentir notas desesperanzadas en su forma de hablar. No había que ser muy inteligente para darse cuenta de que lo estaban, en cualquier caso; en su situación era muy probable que tú también lo estuvieses. Pero que no dijesen nada coherente para responder a tu pregunta te daba muy mala espina.
- No me estáis entendiendo, ¿verdad? -preguntaste. Cuando empezaste a caminar hacia el primero de ellos trató de retroceder-. No te voy a hacer nada, de verdad. Te lo prometo.
Quizá fue el tono tranquilizador de tu voz, o que medías poco más de metro y medio. A pesar de que habías llegado ahí no representabas una amenaza. O sí, pero estaban dispuestos a correr el riesgo. Sin embargo cuando estabas lo bastante cerca pudiste ver en la encimera del laboratorio un manual, muy rudimentario, escrito en un idioma que no conocías.
- Pues estamos apañados -musitaste.
- ¿Ayuda? -Te devolvió de golpe a la realidad.
Conteniendo la respiración para no marearte con su olor y agarraste el aro con la mano. Luego dejaste que tu fruta empezase a atraerlo y apretaste de golpe, reventando la argolla de golpe. El hombre se asustó, pero tú repetiste el proceso con los otros dos. Una vez liberados intentaste darles órdenes a través de lenguaje de signos -algo difícil, ya que tú misma no dominabas ese lenguaje- para que esperasen a tu señal para salir, y abandonaste la habitación.
Por fortuna para cuando lo hiciste el humo se había disipado. Subiste las escaleras viendo cada vez una mayor cantidad de luz y, una vez arriba, pudiste ver a la perfección los cables. La tensión de estos mantenía en equilibrio algunas cosas, y algunos -los que menos- se hundían en pequeños agujeros en la pared, lo cual te preocupaba bastante más. Al no saber cuáles serían las consecuencias de cortarlos tampoco podías arriesgarte, pero no podías dejar a los prisioneros atrás y mucho menos sin ningún tipo de información para seguir en busca de le Roy.
- Berry, tengo un problema -dijiste-. Los de abajo no hablan ningún idioma que yo entienda.
Te quedaste mirando de nuevo los cables. Luego observaste el suelo por un momento, y dedicaste un instante a pensar.
- Querías que lo hiciésemos sin discreción, ¿no?
Apoyaste la mano en la pared desnuda, contando hasta tres. Una vez ese tiempo pasó tu mano se ennegreció por completo y succionaste con toda la fuerza de tu fruta. En un momento había un hueco de tu tamaño que comunicaba con el exterior. Ruidoso, poco elegante, pero funcional.
Tardaron en responder. Te daba un poco de miedo que se acercasen, pero rápidamente reparaste en que estaban encadenados. En el tobillo de cada uno relucían grilletes que los mantenían en posiciones concretas dentro de... de... ¿Del laboratorio?
- Ayuda...
- Sí, tranquilos, os voy a ayudar. ¿Pero qué hacéis aquí?
Silencio de nuevo.
- ¿Ayuda?
La voz era débil, pero podías sentir notas desesperanzadas en su forma de hablar. No había que ser muy inteligente para darse cuenta de que lo estaban, en cualquier caso; en su situación era muy probable que tú también lo estuvieses. Pero que no dijesen nada coherente para responder a tu pregunta te daba muy mala espina.
- No me estáis entendiendo, ¿verdad? -preguntaste. Cuando empezaste a caminar hacia el primero de ellos trató de retroceder-. No te voy a hacer nada, de verdad. Te lo prometo.
Quizá fue el tono tranquilizador de tu voz, o que medías poco más de metro y medio. A pesar de que habías llegado ahí no representabas una amenaza. O sí, pero estaban dispuestos a correr el riesgo. Sin embargo cuando estabas lo bastante cerca pudiste ver en la encimera del laboratorio un manual, muy rudimentario, escrito en un idioma que no conocías.
- Pues estamos apañados -musitaste.
- ¿Ayuda? -Te devolvió de golpe a la realidad.
Conteniendo la respiración para no marearte con su olor y agarraste el aro con la mano. Luego dejaste que tu fruta empezase a atraerlo y apretaste de golpe, reventando la argolla de golpe. El hombre se asustó, pero tú repetiste el proceso con los otros dos. Una vez liberados intentaste darles órdenes a través de lenguaje de signos -algo difícil, ya que tú misma no dominabas ese lenguaje- para que esperasen a tu señal para salir, y abandonaste la habitación.
Por fortuna para cuando lo hiciste el humo se había disipado. Subiste las escaleras viendo cada vez una mayor cantidad de luz y, una vez arriba, pudiste ver a la perfección los cables. La tensión de estos mantenía en equilibrio algunas cosas, y algunos -los que menos- se hundían en pequeños agujeros en la pared, lo cual te preocupaba bastante más. Al no saber cuáles serían las consecuencias de cortarlos tampoco podías arriesgarte, pero no podías dejar a los prisioneros atrás y mucho menos sin ningún tipo de información para seguir en busca de le Roy.
- Berry, tengo un problema -dijiste-. Los de abajo no hablan ningún idioma que yo entienda.
Te quedaste mirando de nuevo los cables. Luego observaste el suelo por un momento, y dedicaste un instante a pensar.
- Querías que lo hiciésemos sin discreción, ¿no?
Apoyaste la mano en la pared desnuda, contando hasta tres. Una vez ese tiempo pasó tu mano se ennegreció por completo y succionaste con toda la fuerza de tu fruta. En un momento había un hueco de tu tamaño que comunicaba con el exterior. Ruidoso, poco elegante, pero funcional.
Berry
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Sumida en la vigilancia, la joven mink pudo notar la voz de Alice llamando pero tuvo que aferrarse al tejado para no caer por el temblor y el estruendo que provenían de aquel golpe. Le recordaba a la fuerza que aspiraba a tener en un futuro, en cierta forma le reconfortaba que su compañera fuese tan poderosa.
Bajó de su posición con un salto, cayendo con las cuatro patas al suelo, levantando su mirada mientras rascaba su oreja con la pata trasera. Era un incordio que aquello hubiese terminado de tal manera, ya que Berry no era ninguna experta en idiomas.
—¡Demonios! No soy ninguna experta en lenguajes, si no son como yo es decir minks entonces no sirve de nada seguir aquí. ¿Eran más de uno? Me pregunto que planeaban con dejar a varios encerrados ahí con un laboratorio de drogas, puede que hayan visto cosas pero ni a golpes aprenderán el idioma.—
La mink se levantó de su postura mientras comenzaba a maquinar las cosas, tratando de usar la lógica para encontrar una pista que se les hubiese pasado por alto.
—Veamos, si dejaron ese lugar para volarnos en pedazos significa que se trató de una trampa. Sin embargo, cuando olfateaba pude notar que varios camellos vienen aquí a menudo para salir a vender. La base debe estar cerca, tal vez era el edificio cuya ventana daba al punto ciego de las cámaras.—
La mink golpeó la pared con frustración dejando unas pequeñas grietas en esta, la estructura no era muy sólida o eso pensó Berry mientras mascullaba para sus adentros. Odiaba perder el tiempo o hacerlo perder a las otras personas, y eso que estaba contenta de haber sido de utilidad.
—Tenemos dos opciones, o seguimos el rastro de algún camello que nos conduzca a otra trampa. O nos metemos a ese edificio llwno de personas y les sacamos la información a golpes.—
Crujió sus nudillos mientras se acercaba a la ventana, las crispantes chispas recorrían su pelaje mientras su rostro mostraba una mueca de descontento. De verdad deseaba dar con algo esta vez, ya que su paciencia se estaba agotando y odiaba que un criminal jugase de esa manera con las personas dejando incluso vidas para distraer posibles cazadores.
—Ah, por cierto. ¿Deseas el bolso de nuevo? Descuida no he mirado nada.—
Suavizó su mirada mientras tomaba la correa del bolso, expectante sobre la decisión que tomase la rubia. Aunque Berry podía ser muy impulsiva, seguía manteniendo su rol como ayudante más que como la líder de la manada. No deseaba arrastrar a Alice a sus propias locuras, quizás estaba pensando más como animal que como una mink, tal vez había pasado por alto alguna cosa en su enojo.
Bajó de su posición con un salto, cayendo con las cuatro patas al suelo, levantando su mirada mientras rascaba su oreja con la pata trasera. Era un incordio que aquello hubiese terminado de tal manera, ya que Berry no era ninguna experta en idiomas.
—¡Demonios! No soy ninguna experta en lenguajes, si no son como yo es decir minks entonces no sirve de nada seguir aquí. ¿Eran más de uno? Me pregunto que planeaban con dejar a varios encerrados ahí con un laboratorio de drogas, puede que hayan visto cosas pero ni a golpes aprenderán el idioma.—
La mink se levantó de su postura mientras comenzaba a maquinar las cosas, tratando de usar la lógica para encontrar una pista que se les hubiese pasado por alto.
—Veamos, si dejaron ese lugar para volarnos en pedazos significa que se trató de una trampa. Sin embargo, cuando olfateaba pude notar que varios camellos vienen aquí a menudo para salir a vender. La base debe estar cerca, tal vez era el edificio cuya ventana daba al punto ciego de las cámaras.—
La mink golpeó la pared con frustración dejando unas pequeñas grietas en esta, la estructura no era muy sólida o eso pensó Berry mientras mascullaba para sus adentros. Odiaba perder el tiempo o hacerlo perder a las otras personas, y eso que estaba contenta de haber sido de utilidad.
—Tenemos dos opciones, o seguimos el rastro de algún camello que nos conduzca a otra trampa. O nos metemos a ese edificio llwno de personas y les sacamos la información a golpes.—
Crujió sus nudillos mientras se acercaba a la ventana, las crispantes chispas recorrían su pelaje mientras su rostro mostraba una mueca de descontento. De verdad deseaba dar con algo esta vez, ya que su paciencia se estaba agotando y odiaba que un criminal jugase de esa manera con las personas dejando incluso vidas para distraer posibles cazadores.
—Ah, por cierto. ¿Deseas el bolso de nuevo? Descuida no he mirado nada.—
Suavizó su mirada mientras tomaba la correa del bolso, expectante sobre la decisión que tomase la rubia. Aunque Berry podía ser muy impulsiva, seguía manteniendo su rol como ayudante más que como la líder de la manada. No deseaba arrastrar a Alice a sus propias locuras, quizás estaba pensando más como animal que como una mink, tal vez había pasado por alto alguna cosa en su enojo.
Te sorprendió descubrir que Berry no estaba fuera esperándote, aunque llegó bastante rápido a tu posición. Desde luego sus sentidos estaban a otro nivel. Te sentiste un poco mal por Illje al pensarlo; a veces eras muy gritona y sus orejas eran tan grandes como las de la mujer zorro. En cualquier caso poco podía hacer ella tampoco, ya que no era experta en idiomas -normal, por otro lado; ¿cómo era que no hablaban un idioma que conocían en todas partes?-. Tu cabeza daba vueltas a medida que Berry iba haciendo teorías y propuestas. Había algo que no terminaba de encajarte, pero no te atrevías a verbalizar el qué.
- No estoy segura de que pensasen volar el edificio -dijiste-. Aún no sabemos si las trampas son alarmas. Además, creo que sé por qué hay tres ahí abajo. -Le tendiste el manual. Estaba en una lengua que no entendías, pero los dibujos eran bastante claros-. Si bajas verás que cada uno se encarga de una parte del proceso: Está serializado, de alguna forma.
Si no fuese por el manual pensarías que estaban drogados de alguna forma, pero no tendría sentido entonces. Estaban perfectamente colocados para cumplir con la fabricación de la droga, pero abandonados a su suerte y sin comida morirían rápido. Las trampas no podían volar el edificio porque, aun si fuesen letales, no podían arriesgarse a que su laboratorio se fuese a pique. A no ser que fuesen un señuelo. Lo cual, hasta cierto punto, tenía sentido.
Berry se debatía entre buscar a un camello y entrar en el edificio más llamativo de los que rodeaban la casa. Ambas ideas resultaban llamativas, pero la cuenta atrás hasta que le Roy huyese ya estaba en marcha y, si no estabas muy equivocada, cada vez que te acercases más a él tardaría menos en levar anclas. Quizá si no hubieses ido hasta ahí podrías haber sondeado el puerto discretamente; si simplemente no hubieras estado tan nerviosa quizá las cosas estuviesen yendo por otro rumbo. En fin...
- Tengo una idea.
Tenías una idea y habías recordado que los rehenes no iban a salir solos. Aceptaste el bolso que Berry te tendió arqueando una ceja por su comentario y bajaste a darles señal para que te siguieran. Una vez arriba pudiste ver que estaban en un estado todavía más lamentable del que parecía en mitad de la penumbra: Vestidos con harapos sucios y raídos. Cuando viste sus bocas hechas un agujero de ponzoña sin apenas dientes quisiste vomitar, pero lo contuviste en una arcada. Era muy desagradable.
- Bueno, sois libres -les dijiste, aunque dudabas que te entendiesen-. Berry, tú y yo tendríamos que pensar por un segundo. Si este hombre ha pagado un título en esta isla para pasar desapercibido, ¿no tendría sentido que también haya comprado una casa? Más hacia el interior, quizá, y que haya contratado mercenarios para protegerlo. -Miraste al edificio-. Si hay alguien ahí dentro que no sea un destentado mugriento quizá podamos sacarle en qué zona vive. -Le acariciaste la espalda. Habrías acariciado su cabeza, pero era demasiado alta para que fuese natural-. ¿Quieres ir tú delante esta vez?
- No estoy segura de que pensasen volar el edificio -dijiste-. Aún no sabemos si las trampas son alarmas. Además, creo que sé por qué hay tres ahí abajo. -Le tendiste el manual. Estaba en una lengua que no entendías, pero los dibujos eran bastante claros-. Si bajas verás que cada uno se encarga de una parte del proceso: Está serializado, de alguna forma.
Si no fuese por el manual pensarías que estaban drogados de alguna forma, pero no tendría sentido entonces. Estaban perfectamente colocados para cumplir con la fabricación de la droga, pero abandonados a su suerte y sin comida morirían rápido. Las trampas no podían volar el edificio porque, aun si fuesen letales, no podían arriesgarse a que su laboratorio se fuese a pique. A no ser que fuesen un señuelo. Lo cual, hasta cierto punto, tenía sentido.
Berry se debatía entre buscar a un camello y entrar en el edificio más llamativo de los que rodeaban la casa. Ambas ideas resultaban llamativas, pero la cuenta atrás hasta que le Roy huyese ya estaba en marcha y, si no estabas muy equivocada, cada vez que te acercases más a él tardaría menos en levar anclas. Quizá si no hubieses ido hasta ahí podrías haber sondeado el puerto discretamente; si simplemente no hubieras estado tan nerviosa quizá las cosas estuviesen yendo por otro rumbo. En fin...
- Tengo una idea.
Tenías una idea y habías recordado que los rehenes no iban a salir solos. Aceptaste el bolso que Berry te tendió arqueando una ceja por su comentario y bajaste a darles señal para que te siguieran. Una vez arriba pudiste ver que estaban en un estado todavía más lamentable del que parecía en mitad de la penumbra: Vestidos con harapos sucios y raídos. Cuando viste sus bocas hechas un agujero de ponzoña sin apenas dientes quisiste vomitar, pero lo contuviste en una arcada. Era muy desagradable.
- Bueno, sois libres -les dijiste, aunque dudabas que te entendiesen-. Berry, tú y yo tendríamos que pensar por un segundo. Si este hombre ha pagado un título en esta isla para pasar desapercibido, ¿no tendría sentido que también haya comprado una casa? Más hacia el interior, quizá, y que haya contratado mercenarios para protegerlo. -Miraste al edificio-. Si hay alguien ahí dentro que no sea un destentado mugriento quizá podamos sacarle en qué zona vive. -Le acariciaste la espalda. Habrías acariciado su cabeza, pero era demasiado alta para que fuese natural-. ¿Quieres ir tú delante esta vez?
Berry
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Berry observó a los pobres esclavos, aunque Alice pareció sentir asco la mink simplemente mostraba pena. Había visto el manual, mientras que ellos trabajaban de manera casi inhumana otros se llenaban los bolsillos. No tardó en mostrar un acto de extrema misericordia y contener sus ganas de golpear a alguien abrazando uno a uno a los desdichados pese a su aroma y aspecto. Un gesto que pareció quebrarlos ya que tras aquel gesto comenzaron a llorar, parecía que no recibían un poco de afecto en meses o años.
Sentir a Alice acariciando su espalda la hizo ronronear, calmando un poco sus ganas de actuar sin pensar. Por lo cual observó a los tres llorones y apuntando al edificio hizo una pregunta, una que sonó más a un cavernicola platicando pero se debía a que Berry no conocía como hablarles.
—Malo, pega unga unga ¿Casa fea?—
La mink señaló el edificio y los desdichados trataron de responder, uno de ellos tomó la palabra expresando simplemente "hombre malo" al señalar el edificio temblando. Berry crujió sus nudillos, acto que asustó a los tres desdichados aunque esta les sacó la lengua.
—Descuiden no es para ustedes, pueden irse.—
Sonrió a Alice mientras su cuerpo comenzaba a tomar más y más altura mientras avanzaba hasta el edificio. De su cuerpo brotaron dos alas gigantescas de un blanco inmaculado, su rostro fue perdiendo su pelaje hasta mostrar un rostro de gran belleza y su cuerpo además de crecer fue adoptando la figura de un gigantesco felino. Un golpe de su garra imbuido en haki y en electro fue suficiente para destrozar la pared del edificio, el hombre en su interior quedó expuesto ante la gigantesca esfinge.
Vestía de traje y sombrero como todo un mafioso, trató de alcanzar su arma para ser derribado contra el suelo por la garra de Berry, los otros matones intentaron socorrerle pero un movimiento de la criatura bastó para derrumbar una pared y dejarlos aislados, siendo que Alice y Berry tendrían todo el tiempo del mundo para su interrogatorio.
—¿Dónde está el infeliz de Le roy? Tus actos han causado la furia de los dioses, no se te ocurra mentir, morirás si ocultas secretos. El poder de mi fruta causa que ante una mentira tu corazón se detenga en solo medio minuto. Entonces lo prreguntaré una vez más ¿Dónde está Le Roy o debo arrancarte la cabeza?—
Berry abrió sus boca mostrando en primer plano sus dientes que eran más parecidos a cuchillas gigantes debido al tamaño, acercando estos a solo centimetros del mafioso. Mientras su garra presionaba el cuerpo bajo esta, obligando al hombre a tomar una decisión rápida. Miró de reojo a Alice, buscando si esta decidía hacer el papel del poli bueno o simplemente se quedaría de espectadora.
Le intrigaba si alguno podría haber detectado su mentira, pero era una muy buena actriz, siempre fingía ser una idiota y todos lo creían al pie de la letra. Inventarse un poder incomprobable era incluso más sencillo, más cuando tenías a una mujer leon alada encima de ti mostrando cuchillas en lugar de dientes y que por poco se cargaba el edificio entero solo a golpes.
Sentir a Alice acariciando su espalda la hizo ronronear, calmando un poco sus ganas de actuar sin pensar. Por lo cual observó a los tres llorones y apuntando al edificio hizo una pregunta, una que sonó más a un cavernicola platicando pero se debía a que Berry no conocía como hablarles.
—Malo, pega unga unga ¿Casa fea?—
La mink señaló el edificio y los desdichados trataron de responder, uno de ellos tomó la palabra expresando simplemente "hombre malo" al señalar el edificio temblando. Berry crujió sus nudillos, acto que asustó a los tres desdichados aunque esta les sacó la lengua.
—Descuiden no es para ustedes, pueden irse.—
Sonrió a Alice mientras su cuerpo comenzaba a tomar más y más altura mientras avanzaba hasta el edificio. De su cuerpo brotaron dos alas gigantescas de un blanco inmaculado, su rostro fue perdiendo su pelaje hasta mostrar un rostro de gran belleza y su cuerpo además de crecer fue adoptando la figura de un gigantesco felino. Un golpe de su garra imbuido en haki y en electro fue suficiente para destrozar la pared del edificio, el hombre en su interior quedó expuesto ante la gigantesca esfinge.
Vestía de traje y sombrero como todo un mafioso, trató de alcanzar su arma para ser derribado contra el suelo por la garra de Berry, los otros matones intentaron socorrerle pero un movimiento de la criatura bastó para derrumbar una pared y dejarlos aislados, siendo que Alice y Berry tendrían todo el tiempo del mundo para su interrogatorio.
—¿Dónde está el infeliz de Le roy? Tus actos han causado la furia de los dioses, no se te ocurra mentir, morirás si ocultas secretos. El poder de mi fruta causa que ante una mentira tu corazón se detenga en solo medio minuto. Entonces lo prreguntaré una vez más ¿Dónde está Le Roy o debo arrancarte la cabeza?—
Berry abrió sus boca mostrando en primer plano sus dientes que eran más parecidos a cuchillas gigantes debido al tamaño, acercando estos a solo centimetros del mafioso. Mientras su garra presionaba el cuerpo bajo esta, obligando al hombre a tomar una decisión rápida. Miró de reojo a Alice, buscando si esta decidía hacer el papel del poli bueno o simplemente se quedaría de espectadora.
Le intrigaba si alguno podría haber detectado su mentira, pero era una muy buena actriz, siempre fingía ser una idiota y todos lo creían al pie de la letra. Inventarse un poder incomprobable era incluso más sencillo, más cuando tenías a una mujer leon alada encima de ti mostrando cuchillas en lugar de dientes y que por poco se cargaba el edificio entero solo a golpes.
Berry era... excéntrica. No estabas segura de si en el buen sentido o todo lo contrario, pero su comportamiento era, en el mejor de los casos, peculiar. No solo se comportaba casi como un animal con intelecto humano -no conocías más minks puros, pero estabas segura de que no era lo habitual-, sino que a la hora de hablar con gente que no entendía el idioma trataba de comunicarse a través de onomatopeyas y gestos exagerados. Lo cual de hecho no era una mala idea, pero la forma tan caricaturesca de moverse y comunicarse en aquel momento te provocaba un poco de risa.
Aún no habías sido capaz de reprimirla del todo cuando la mujer zorro se dio la vuelta con gesto afable. Trataste de contenerte sin demasiado éxito, pero por suerte no preguntó e, ignorándote, comenzó a caminar hacia la casa que os estaba dando tantos quebraderos de cabeza. Su cuerpo creció y un par de alas completamente blancas surgieron a su espalda, tomando una forma felina toda ella mientras echaba a volar. La seguiste con la mirada, tan curiosa como preocupada mientras la veías derribar una pared de un zarpazo. "Es fuerte", pensaste. Entonces comenzó a vociferar preguntas y amenazas; quizá por eso le daba igual vestir como marine en una isla como esa.
En cualquier caso no te quedaste de brazos cruzados. Berry parecía un poco inestable, por lo que sin dudarlo por un momento dejaste que uno de los garfios saliese disparado contra una parte estable de la pared y volaste hasta aterrizar en el suelo. La maniobra no fue la más elegante y necesitaste transformar tus huesos en oscuridad para evitar que quebrasen, lo que te hizo emitir un chillido ahogado al tiempo que tu sonrisa se ensanchaba sin que pudieses realmente controlarlo.
Esperaste durante un momento, temiendo que Berry hablase en serio al tiempo que revisabas en tu mente todo lo que sabías de mitología. Un gato con cabeza humana era una esfinge, un estoico guardián de secretos que no mostraba piedad alguna frente a quienes trataban de hurgar en sus dominios. No había planteado su pregunta a modo de acertijo, así que asumiste que la elocuencia no era algo que estuviera entre sus poderes adquiridos. Aun con esas, no descartabas que responder erróneamente tuviese múltiples y para nada agradables consecuencias.
- Está exagerando -corregiste, encogiéndote de hombros-. Es una esfinge, no vas a morir instantáneamente si le mientes. Aunque teniendo en cuenta tu situación casi parece un destino deseable. -Creías comprender qué había pretendido Berry con aquella mentira-. Si no mueres en treinta segundos eso implica que este gato gigante va a llevarte volando a un lugar donde nadie pueda ver lo que te hace hasta que respondas. Podrías tratar de mentir, obviamente, pero no tengo del todo claro que no te lleve con ella hasta saber si dices la verdad.
Te callaste un momento mientras observabas su rostro. Tenía miedo, podías sentirlo. Transpiraba a través de su piel y dejaba un brillo oscuro alrededor de ella. Sin embargo había algo en su cara, un asomo de audacia. Estaba dispuesto a correr el riesgo de mentir. Tenía más miedo a Le roy que a Berry, o se creía lo bastante inteligente como para salir de esa situación.
- Eres un cabo suelto. -Escuchabas los esfuerzos de gente tras la pared que Berry había derribado-. Le roy te eliminará aunque consigas jugárnosla, pero a mí me das igual. -No te daba igual. Era despreciable que alguien pudiese trabajar como negrero para fabricar drogas-. Si consigues que venga hasta aquí, no me importa con cuánta gente, fingiré que no estabas aquí. Ni siquiera informaré a la Legión de tus crímenes.
No le dejaste tiempo para pensar. En su lugar te sentaste junto a él con las piernas dobladas y le tendiste un den den mushi, que cogió.
- Me va a matar. -Negaste con la cabeza-. No debería...
Suspiró profundamente bajo tu atenta mirada. Aunque era bastante más grande que tú y sin duda más mayor parecía aniñarse en aquella situación. Pero marcó.
- Capitán -dijo cuando una voz con acento distinguido contestó-. Han matado a Pecas.
La respuesta tardó en llegar.
- Está bien.
Aún no habías sido capaz de reprimirla del todo cuando la mujer zorro se dio la vuelta con gesto afable. Trataste de contenerte sin demasiado éxito, pero por suerte no preguntó e, ignorándote, comenzó a caminar hacia la casa que os estaba dando tantos quebraderos de cabeza. Su cuerpo creció y un par de alas completamente blancas surgieron a su espalda, tomando una forma felina toda ella mientras echaba a volar. La seguiste con la mirada, tan curiosa como preocupada mientras la veías derribar una pared de un zarpazo. "Es fuerte", pensaste. Entonces comenzó a vociferar preguntas y amenazas; quizá por eso le daba igual vestir como marine en una isla como esa.
En cualquier caso no te quedaste de brazos cruzados. Berry parecía un poco inestable, por lo que sin dudarlo por un momento dejaste que uno de los garfios saliese disparado contra una parte estable de la pared y volaste hasta aterrizar en el suelo. La maniobra no fue la más elegante y necesitaste transformar tus huesos en oscuridad para evitar que quebrasen, lo que te hizo emitir un chillido ahogado al tiempo que tu sonrisa se ensanchaba sin que pudieses realmente controlarlo.
Esperaste durante un momento, temiendo que Berry hablase en serio al tiempo que revisabas en tu mente todo lo que sabías de mitología. Un gato con cabeza humana era una esfinge, un estoico guardián de secretos que no mostraba piedad alguna frente a quienes trataban de hurgar en sus dominios. No había planteado su pregunta a modo de acertijo, así que asumiste que la elocuencia no era algo que estuviera entre sus poderes adquiridos. Aun con esas, no descartabas que responder erróneamente tuviese múltiples y para nada agradables consecuencias.
- Está exagerando -corregiste, encogiéndote de hombros-. Es una esfinge, no vas a morir instantáneamente si le mientes. Aunque teniendo en cuenta tu situación casi parece un destino deseable. -Creías comprender qué había pretendido Berry con aquella mentira-. Si no mueres en treinta segundos eso implica que este gato gigante va a llevarte volando a un lugar donde nadie pueda ver lo que te hace hasta que respondas. Podrías tratar de mentir, obviamente, pero no tengo del todo claro que no te lleve con ella hasta saber si dices la verdad.
Te callaste un momento mientras observabas su rostro. Tenía miedo, podías sentirlo. Transpiraba a través de su piel y dejaba un brillo oscuro alrededor de ella. Sin embargo había algo en su cara, un asomo de audacia. Estaba dispuesto a correr el riesgo de mentir. Tenía más miedo a Le roy que a Berry, o se creía lo bastante inteligente como para salir de esa situación.
- Eres un cabo suelto. -Escuchabas los esfuerzos de gente tras la pared que Berry había derribado-. Le roy te eliminará aunque consigas jugárnosla, pero a mí me das igual. -No te daba igual. Era despreciable que alguien pudiese trabajar como negrero para fabricar drogas-. Si consigues que venga hasta aquí, no me importa con cuánta gente, fingiré que no estabas aquí. Ni siquiera informaré a la Legión de tus crímenes.
No le dejaste tiempo para pensar. En su lugar te sentaste junto a él con las piernas dobladas y le tendiste un den den mushi, que cogió.
- Me va a matar. -Negaste con la cabeza-. No debería...
Suspiró profundamente bajo tu atenta mirada. Aunque era bastante más grande que tú y sin duda más mayor parecía aniñarse en aquella situación. Pero marcó.
- Capitán -dijo cuando una voz con acento distinguido contestó-. Han matado a Pecas.
La respuesta tardó en llegar.
- Está bien.
Berry
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Sintió a Alice llegar, quizás le preocupó aquel quejido al aterrizar, pero su rostro mostraba una sonrisa al ver que interpretaba bien el papel del policia bueno. Tal vez demasiado bueno, ya que lo primero que hizo fue dejar en evidencia su mentira para darle un respiro a aquel tipo.
—Oww... eres aburrida, que haya una consecuencia letal lo hace más emocionante y anula tu capacidad de razonar más que por mera supervivencia. Pero está bien lo haremos a tu modo...—
Comentó la esfinge haciendo un puchero con sus labios e inflando sus mejillas, decepcionada de no poder ir inventando poderes guays sin que otro pudiese ver el truco. Aún así su expresión se desencajó al escuchar la palabra prohibida. ¿GATO? La mink frunció el seño y sus ojos parecieron arder como la sangre, desplegando dos de sus gigantescas uñas que atravezaron el suelo del lugar a solo centimetros del cuello del rehén.
—Escucha hermosa me caes bien, pero si vuelves a decir que soy un gato... ¡Un gato! Tendré que pensarme seriamente que tienes algo en la vista... Soy una zorra, un ángel, una esfinge... ¡Pero no un gato!—
Un latigazo de su cola resonó por todo el lugar, generando que el hombre tragase saliva. Una vena se vislumbraba en la frente de la esfinge y ya había visto que si desplegaba la uña del dedo que estaba haciendo presión en su cuerpo terminaría ensartado como una brocheta de carne. Lo mejor era no hacerla enfadar, el sudor ahora recorría su rostro. Berry pudo sentir el pulso del sujeto acelerarse estaba contra la esfinge y la pared.
La esfinge guardó silencio recostando su cabeza cerca del rostro del hombre, buscando escuchar cualquier tono extraño o un pulso más acelerado de lo normal. Le roy habló tras un silencio desesperante, "mataron a Pecas" sonaba a una especie de código. Uno que indicaba urgencia quizás, o solo era una contraseña, de todos modos Berry arqueó una ceja ante la respuesta del capitán.
—Hay un tema con los esclavos...— el hombre tragó saliva como si decir algo de una fuga pudiese costarle caro.—Ellos...—
—¿Muertos? ¿Qué te ocurre Jadon? No me digas que les tomaste cariño a esos muertos de hambre. ¿Sucede algo? No escucho a los otros.—
—Sí, cuando fui a revisarlos estaban en la mierda y no se movían, los muchachos están limpiando para que no quede evidencia, no se preocupe tomamos medidas para ocultar su existencia o deceso.—
El silencio volvió a apoderarse, el pulso del mafioso se aceleró, pero cuando estuvo a punto de abrir la boca Le Roy volvió a hablar. El hombre era todo un paranoico e incluso desconfiaba del tal Jadon, como si hubiese escuchado la historia en bucle para tratar de identificar algún fallo.
—Está bien, en unas horas te envio nuevos. Y trata de no excederte tanto imbécil, es la cuarta vez en el mes que se te mueren y he pagado mucho para que nadie me encuentre. Si sigo mandando esclavos tarde o temprano tendré que mudarme.—
—Capitán... sobre eso...—
—¿Sobre qué? Jadon deja de cuestionar tanto o tendré que darme una visita para ver que demonios están haciendo y sabes que me tienen vigilado pero yo los vigilo a todos. Si me atrapan por una de tus tonterías...—
Le roy sonaba cada vez más paranoico sobre ir a visitar el lugar, parecía el típico magnate encerrado entre cuatro paredes y que no buscaba exponerse en nada. El hombre tragó saliva, conocía que si le fallaba a su capitán le aguardaba un destino peor que la muerte.
—No será necesario...—
—Eso era lo que esperaba oír, dile a los muchachos que no hagan tanto ruido eso parece una obra en construcción ¿Y acaso andas teniendo relaciones otra vez? Respiras como un cerdo gordo.—
El hombre se sonrojó, era evidente que Le Roy analizaba hasta el mínimo detalle. Berry observó a Alice, era como tener a una rata escurridiza, cerca pero a la vez tan lejos podía incluso estar en otra isla o en otro mar.
—¿La reunión sigue en pie?—
Preguntó finalmente, otra vez silencio, hasta que tras unos minutos la voz volvió a resonar...
—Oww... eres aburrida, que haya una consecuencia letal lo hace más emocionante y anula tu capacidad de razonar más que por mera supervivencia. Pero está bien lo haremos a tu modo...—
Comentó la esfinge haciendo un puchero con sus labios e inflando sus mejillas, decepcionada de no poder ir inventando poderes guays sin que otro pudiese ver el truco. Aún así su expresión se desencajó al escuchar la palabra prohibida. ¿GATO? La mink frunció el seño y sus ojos parecieron arder como la sangre, desplegando dos de sus gigantescas uñas que atravezaron el suelo del lugar a solo centimetros del cuello del rehén.
—Escucha hermosa me caes bien, pero si vuelves a decir que soy un gato... ¡Un gato! Tendré que pensarme seriamente que tienes algo en la vista... Soy una zorra, un ángel, una esfinge... ¡Pero no un gato!—
Un latigazo de su cola resonó por todo el lugar, generando que el hombre tragase saliva. Una vena se vislumbraba en la frente de la esfinge y ya había visto que si desplegaba la uña del dedo que estaba haciendo presión en su cuerpo terminaría ensartado como una brocheta de carne. Lo mejor era no hacerla enfadar, el sudor ahora recorría su rostro. Berry pudo sentir el pulso del sujeto acelerarse estaba contra la esfinge y la pared.
La esfinge guardó silencio recostando su cabeza cerca del rostro del hombre, buscando escuchar cualquier tono extraño o un pulso más acelerado de lo normal. Le roy habló tras un silencio desesperante, "mataron a Pecas" sonaba a una especie de código. Uno que indicaba urgencia quizás, o solo era una contraseña, de todos modos Berry arqueó una ceja ante la respuesta del capitán.
—Hay un tema con los esclavos...— el hombre tragó saliva como si decir algo de una fuga pudiese costarle caro.—Ellos...—
—¿Muertos? ¿Qué te ocurre Jadon? No me digas que les tomaste cariño a esos muertos de hambre. ¿Sucede algo? No escucho a los otros.—
—Sí, cuando fui a revisarlos estaban en la mierda y no se movían, los muchachos están limpiando para que no quede evidencia, no se preocupe tomamos medidas para ocultar su existencia o deceso.—
El silencio volvió a apoderarse, el pulso del mafioso se aceleró, pero cuando estuvo a punto de abrir la boca Le Roy volvió a hablar. El hombre era todo un paranoico e incluso desconfiaba del tal Jadon, como si hubiese escuchado la historia en bucle para tratar de identificar algún fallo.
—Está bien, en unas horas te envio nuevos. Y trata de no excederte tanto imbécil, es la cuarta vez en el mes que se te mueren y he pagado mucho para que nadie me encuentre. Si sigo mandando esclavos tarde o temprano tendré que mudarme.—
—Capitán... sobre eso...—
—¿Sobre qué? Jadon deja de cuestionar tanto o tendré que darme una visita para ver que demonios están haciendo y sabes que me tienen vigilado pero yo los vigilo a todos. Si me atrapan por una de tus tonterías...—
Le roy sonaba cada vez más paranoico sobre ir a visitar el lugar, parecía el típico magnate encerrado entre cuatro paredes y que no buscaba exponerse en nada. El hombre tragó saliva, conocía que si le fallaba a su capitán le aguardaba un destino peor que la muerte.
—No será necesario...—
—Eso era lo que esperaba oír, dile a los muchachos que no hagan tanto ruido eso parece una obra en construcción ¿Y acaso andas teniendo relaciones otra vez? Respiras como un cerdo gordo.—
El hombre se sonrojó, era evidente que Le Roy analizaba hasta el mínimo detalle. Berry observó a Alice, era como tener a una rata escurridiza, cerca pero a la vez tan lejos podía incluso estar en otra isla o en otro mar.
—¿La reunión sigue en pie?—
Preguntó finalmente, otra vez silencio, hasta que tras unos minutos la voz volvió a resonar...
A Berry no le gustaba que la llamasen gato. Lo dejó bastante claro con una atronadora rabieta que, si es que era posible, había asustado todavía más a aquel pobre desgraciado. Tú, que no terminabas de saber hasta qué punto la mujer zorro estaba en serio o de broma preferiste actuar con cautela y no repetirlo, al menos no hasta que estuvieseis en una situación más propicia. O, qué sé yo, hasta que no estuvieseis con un grupo de tipos imprevisibles esperando a que un segundo grupo de tipos más imprevisibles llegasen con suerte junto a uno de los delincuentes más paranoicos y brutales que habías visto por el momento.
El corazón te dio un vuelco cuando descubriste el nombre del supuesto mafioso. Jadon no era especialmente conocido ni tenía recompensa sobre su cabeza, pero habías llegado a escucharlo alguna que otra vez mientras investigabas a Le roy. También solía ser escurridizo, quizá porque en circunstancias normales la paranoia del pirata era contagiosa, pero en esa ocasión no había bastado: Berry se bastaba para rastrear gente de maneras que tú no podías ni soñar. A lo mejor siempre había estado cerca, vigilando una casa-laboratorio que no habías encontrado. Y, además, tenía una reunión programada con él.
- No suelen importarte tanto nuestras reuniones, Jadon -dijo Le roy tras un rato en silencio-. Creo recordar que la última vez me dejaste tirado por una furcia, ¿y ahora te interesas tanto en verme? Algo huele muy mal, Jadon...
Entornaste los ojos, cruzándote de brazos. Ese mangante era capaz de arruinarlo todo tratando de arreglarlo. Mucho peor, cabía la posibilidad de que estuviesen hablando en clave y no lo supieseis hasta que fuera demasiado tarde. Era una sensación invasiva de impotencia; lo tenías tan cerca y al mismo tiempo tan lejos... No había nada que pudieses hacer. ¿O sí?
Tomaste la mano de Jadon con una sonrisa tímida y la posaste sobre tu muslo, palma hacia arriba. Acariciabas sus dedos meticulosamente, recorriendo las nervaduras en el interior de su mano y bajando hasta el antebrazo. Mientras tanto él trataba de hacer que Le roy entrara en razón, y tú levantaste ligeramente la falda. Los cuchillos estaban a la vista. Cogiste uno y aferraste su extremidad con fuerza, dejando que el filo reposase sobre la articulación.
- ¡Han vuelto a hablar! -gritó-. ¡Necesito que vengas porque han vuelto a hablar, capitán!
Silencio.
- Haré los preparativos.
Colgó de inmediato. Jadon estaba lívido, con la mandíbula desencajada mirando al vacío.
- ¿Puedo irme? Prometo no decir nada. Me va a matar.
- No.
No hubo que esperar demasiado para que algo de movimiento comenzara a aparecer por el lugar. Tres hombres, vestidos exactamente igual y con el mismo bigote, aparecieron. No llevaban ropas muy pudientes, aunque era normal teniendo en cuenta que no querrían llamar la atención. Aun así había algo que te llamaba la atención: activaste tu Haki de observación y pudiste darte cuenta de que había una cuarta persona, de presencia arrolladora en comparación a los demás, iba unos cuantos metros por detrás y además estaba en una posición que reconocías: Desde allí habías oteado tú, lejos de cámaras. Te acercaste a Berry.
- Está aquí -susurraste-. Y seguramente se haya dado cuenta de todo.
Era momento de pasar a la acción.
El corazón te dio un vuelco cuando descubriste el nombre del supuesto mafioso. Jadon no era especialmente conocido ni tenía recompensa sobre su cabeza, pero habías llegado a escucharlo alguna que otra vez mientras investigabas a Le roy. También solía ser escurridizo, quizá porque en circunstancias normales la paranoia del pirata era contagiosa, pero en esa ocasión no había bastado: Berry se bastaba para rastrear gente de maneras que tú no podías ni soñar. A lo mejor siempre había estado cerca, vigilando una casa-laboratorio que no habías encontrado. Y, además, tenía una reunión programada con él.
- No suelen importarte tanto nuestras reuniones, Jadon -dijo Le roy tras un rato en silencio-. Creo recordar que la última vez me dejaste tirado por una furcia, ¿y ahora te interesas tanto en verme? Algo huele muy mal, Jadon...
Entornaste los ojos, cruzándote de brazos. Ese mangante era capaz de arruinarlo todo tratando de arreglarlo. Mucho peor, cabía la posibilidad de que estuviesen hablando en clave y no lo supieseis hasta que fuera demasiado tarde. Era una sensación invasiva de impotencia; lo tenías tan cerca y al mismo tiempo tan lejos... No había nada que pudieses hacer. ¿O sí?
Tomaste la mano de Jadon con una sonrisa tímida y la posaste sobre tu muslo, palma hacia arriba. Acariciabas sus dedos meticulosamente, recorriendo las nervaduras en el interior de su mano y bajando hasta el antebrazo. Mientras tanto él trataba de hacer que Le roy entrara en razón, y tú levantaste ligeramente la falda. Los cuchillos estaban a la vista. Cogiste uno y aferraste su extremidad con fuerza, dejando que el filo reposase sobre la articulación.
- ¡Han vuelto a hablar! -gritó-. ¡Necesito que vengas porque han vuelto a hablar, capitán!
Silencio.
- Haré los preparativos.
Colgó de inmediato. Jadon estaba lívido, con la mandíbula desencajada mirando al vacío.
- ¿Puedo irme? Prometo no decir nada. Me va a matar.
- No.
No hubo que esperar demasiado para que algo de movimiento comenzara a aparecer por el lugar. Tres hombres, vestidos exactamente igual y con el mismo bigote, aparecieron. No llevaban ropas muy pudientes, aunque era normal teniendo en cuenta que no querrían llamar la atención. Aun así había algo que te llamaba la atención: activaste tu Haki de observación y pudiste darte cuenta de que había una cuarta persona, de presencia arrolladora en comparación a los demás, iba unos cuantos metros por detrás y además estaba en una posición que reconocías: Desde allí habías oteado tú, lejos de cámaras. Te acercaste a Berry.
- Está aquí -susurraste-. Y seguramente se haya dado cuenta de todo.
Era momento de pasar a la acción.
Berry
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Atenta y estoica, Berry permanecía vigilando, como una espectadora silenciosa. Alice era bastante persuasiva, logró recuperar una conversación que se encaminaba a un fracaso para convertirla en todo un triunfo. La gigantesca esfinge noqueó con solo uno de sus dedos a Jadon tras acabar su conversación aunque el golpe pareció una caricia la fuerza de su gigantesca garra en ese estado parecía la de un martillo ya que el hombre quedó inconsciente al instante mientras un hilo de sangre recorría su frente, desde donde había recibido el supuesto golpecito.
—No despertará en un buen rato.—
Afirmó la mink volviendo a su forma habitual mientras se limitaba a esperar, sintiendo a los pocos minutos unos aromas desconocidos acercarse. No pudo hablar ya que Alice le tomó la delantera afirmando que "él" estaba en el lugar y su mente se vió invadida por una de esas extrañas visiones, presintiendo a alguien fuerte muy cerca, aunque la vaguedad de esto hizo que Berry se golpease la cabeza con unas palmaditas, como si tratara de sacarse un tapón de cera del oído.
—Uhmmm... sí sentí algo raro, odio cuando pasa eso. Pero estoy bien...—
Replicó la mink conociendo que eso era producto del haki pero al no controlarlo como el de armadura le resultaba todo un fastidio el lidiar con visiones difusas e involuntarias. Sonrió a la rubia mientras tomaba una botella de whisky de uno de los armarios, bebiendo un poco solo para prepararse, dudaba si Alice pensaría que estaba loca o se acoplaría a la idea.
—Bien, me encargaré de montar todo un esperpento, creo que si logro captar su atención por muy paranoico que sea morderá el anzuelo. Confío en que se deje ver o incluso emprenda la retirada, en ese momento será cuando tú le sorprendas. No es que me divierta ser el cebo, pero creo que tu eres la pieza más valiosa en este juego, yo solamente me limitaré a darte una buena apertura.—
Berry guiñó su ojo a Alice antes de descender ante los tres hombres cayendo como un ángel ante la mirada de los mismos, todo era extraño una marine, en la isla de la legion, revelando su ubicación y encima borracha. Los hombres dudaron si esa criatura estaba del todo cuerda.
—¡Bwahahaha! ¡La maravillosa Berry les ha atrapado! ¿Saben cuantas medallas me darán por atrapar al coobarde de Le Roy? ¡Muchas! Y es un cobarde que no puede venir a enfrentarse a una recluta amigoo... ¿Esa cobarta no está algo suelta?—
Preguntó a viva voz mientras realizaba una llave a uno de los hombres, usando su propia cobarta para estamparlo de lleno contra el suelo. Intentaron sacar sus armas pero los golpes de la mink fueron más rápidos haciendo que estos retrocedan con sus manos temblando por las chipas, era el estilo firme del electro borracho y la mink no se cortaba a la hora de seguir bebiendo de la botella.
—¿Y bien? ¿Acaso el guapo ya anda corriendo a las faldas de su mami?—
Insistió Berry sintiendo el aroma acercarse hasta la esquina del callejón, debía seguir manteniendo toda la atención en ella, incluso si le llegaban a herir o trataban de dispararle. Si lo lograba Alice tendría un golpe limpio, eso de arriesgar la vida le hacía ardee la sangre de la emoción.
—¡Vamos vamos Le Roy! ¡No me imaginé que te resistieras a las mujeres!—
La mink se roció la botella de whisky en su cuerpo dando vueltas dobre si misma antes de utilizar el electro para prender en fuego sus garras y atacar en una violenta danza a sus dos oponentes con movimientos abiertos y curvados. Pronto se vieron ante una fogosa rival que no parecía tener miedo a quemarse con tal de reducirlos a cenizas. Los golpes impactaban mientras ambos hombres luchaban para que sus ropas no se consumieran por las llamas.
—Finalmente... ¿Mi danza te divirtió?—
Preguntó ante la sombra a la distancia que le apuntaba, no había dudas era el hombre del cartel, el de su visión. Extinguió el fuego de sus garras levantando las manos mientras los hombres caían frente a ella.
—Jaque mate...—
Sintió decirle al pirata, Berry se limitó a cerrar sus ojos y sonreír como una zorra. Tenía razón, pero quizás no todo era como el pirata pensaba, a Berry le quedaba un as bajo la manga, Le Roy se había confiado esperando que la legión llegase para acabar con una marine. Creyendo que esta actuaba sola y borracha, que era una tonta sin inteligencia ni un plan, que su nombre era tan importante como para que la marina sacrificase soldados con tal de capturarles. Y no podía equivocarse, había esperado hasta el último segundo, esa mezcla de orgullo, ego y paranoia le habían nublado el juicio.
—No me sorprende que Jadon haya caído por confiarse, pero yo no cometo errores. No muevas ni un dedo, estás rodeada y por mucho fuego que tengas no podrás contra todos. Los animales son instintivos e idiotas...—
Varios hombres comenzaron a llegar, al parecer ocultos bajo el aroma de la droga y la basura. Berry sacó su lengua mientras movía su cola de lado a lado emocionada.
—Oh, señor Le Roy... se ve más apuesto que en las fotos. Pero sabe... los humanos también son animales y yo nací para morir peleando. ¡Vengan!—
La mink cerró sus puños y volvió a encenderlos, era la aperturacque esperaba que Alice aprovechase. Tal vez moriría peleando, tal vez la rubia le abandonaría a su suerte, pero al menos limpiarian el mundo de una escoria como Le Roy.
—No despertará en un buen rato.—
Afirmó la mink volviendo a su forma habitual mientras se limitaba a esperar, sintiendo a los pocos minutos unos aromas desconocidos acercarse. No pudo hablar ya que Alice le tomó la delantera afirmando que "él" estaba en el lugar y su mente se vió invadida por una de esas extrañas visiones, presintiendo a alguien fuerte muy cerca, aunque la vaguedad de esto hizo que Berry se golpease la cabeza con unas palmaditas, como si tratara de sacarse un tapón de cera del oído.
—Uhmmm... sí sentí algo raro, odio cuando pasa eso. Pero estoy bien...—
Replicó la mink conociendo que eso era producto del haki pero al no controlarlo como el de armadura le resultaba todo un fastidio el lidiar con visiones difusas e involuntarias. Sonrió a la rubia mientras tomaba una botella de whisky de uno de los armarios, bebiendo un poco solo para prepararse, dudaba si Alice pensaría que estaba loca o se acoplaría a la idea.
—Bien, me encargaré de montar todo un esperpento, creo que si logro captar su atención por muy paranoico que sea morderá el anzuelo. Confío en que se deje ver o incluso emprenda la retirada, en ese momento será cuando tú le sorprendas. No es que me divierta ser el cebo, pero creo que tu eres la pieza más valiosa en este juego, yo solamente me limitaré a darte una buena apertura.—
Berry guiñó su ojo a Alice antes de descender ante los tres hombres cayendo como un ángel ante la mirada de los mismos, todo era extraño una marine, en la isla de la legion, revelando su ubicación y encima borracha. Los hombres dudaron si esa criatura estaba del todo cuerda.
—¡Bwahahaha! ¡La maravillosa Berry les ha atrapado! ¿Saben cuantas medallas me darán por atrapar al coobarde de Le Roy? ¡Muchas! Y es un cobarde que no puede venir a enfrentarse a una recluta amigoo... ¿Esa cobarta no está algo suelta?—
Preguntó a viva voz mientras realizaba una llave a uno de los hombres, usando su propia cobarta para estamparlo de lleno contra el suelo. Intentaron sacar sus armas pero los golpes de la mink fueron más rápidos haciendo que estos retrocedan con sus manos temblando por las chipas, era el estilo firme del electro borracho y la mink no se cortaba a la hora de seguir bebiendo de la botella.
—¿Y bien? ¿Acaso el guapo ya anda corriendo a las faldas de su mami?—
Insistió Berry sintiendo el aroma acercarse hasta la esquina del callejón, debía seguir manteniendo toda la atención en ella, incluso si le llegaban a herir o trataban de dispararle. Si lo lograba Alice tendría un golpe limpio, eso de arriesgar la vida le hacía ardee la sangre de la emoción.
—¡Vamos vamos Le Roy! ¡No me imaginé que te resistieras a las mujeres!—
La mink se roció la botella de whisky en su cuerpo dando vueltas dobre si misma antes de utilizar el electro para prender en fuego sus garras y atacar en una violenta danza a sus dos oponentes con movimientos abiertos y curvados. Pronto se vieron ante una fogosa rival que no parecía tener miedo a quemarse con tal de reducirlos a cenizas. Los golpes impactaban mientras ambos hombres luchaban para que sus ropas no se consumieran por las llamas.
—Finalmente... ¿Mi danza te divirtió?—
Preguntó ante la sombra a la distancia que le apuntaba, no había dudas era el hombre del cartel, el de su visión. Extinguió el fuego de sus garras levantando las manos mientras los hombres caían frente a ella.
—Jaque mate...—
Sintió decirle al pirata, Berry se limitó a cerrar sus ojos y sonreír como una zorra. Tenía razón, pero quizás no todo era como el pirata pensaba, a Berry le quedaba un as bajo la manga, Le Roy se había confiado esperando que la legión llegase para acabar con una marine. Creyendo que esta actuaba sola y borracha, que era una tonta sin inteligencia ni un plan, que su nombre era tan importante como para que la marina sacrificase soldados con tal de capturarles. Y no podía equivocarse, había esperado hasta el último segundo, esa mezcla de orgullo, ego y paranoia le habían nublado el juicio.
—No me sorprende que Jadon haya caído por confiarse, pero yo no cometo errores. No muevas ni un dedo, estás rodeada y por mucho fuego que tengas no podrás contra todos. Los animales son instintivos e idiotas...—
Varios hombres comenzaron a llegar, al parecer ocultos bajo el aroma de la droga y la basura. Berry sacó su lengua mientras movía su cola de lado a lado emocionada.
—Oh, señor Le Roy... se ve más apuesto que en las fotos. Pero sabe... los humanos también son animales y yo nací para morir peleando. ¡Vengan!—
La mink cerró sus puños y volvió a encenderlos, era la aperturacque esperaba que Alice aprovechase. Tal vez moriría peleando, tal vez la rubia le abandonaría a su suerte, pero al menos limpiarian el mundo de una escoria como Le Roy.
Esperar siempre se te había dado mal. Desde el momento en que habías detectado al capitán oculto no podías dejar de pensar en abalanzarte sobre él, pero Berry había decidido trazar un plan. Sabías que utilizarla de cebo podría garantizarte la captura, pero la estabas poniendo en peligro de forma innecesaria. Le roy debía tener un plan, y si no lo tenía habría llegado con una fuerza casi militar hasta ahí. De hecho, detectabas algunas presencias que hacía escasos segundos no estaban a tu alcance: sin duda había algo organizado, una suerte de protocolo para minimizar el riesgo de que el capitán fuese llevado a una emboscada.
El espectáculo de Berry fue, quizá, demasiado llamativo. Le roy se sintió seguro ante semejante muestra de imprudencia, claro, pero también tenía buenos motivos para ella. El más importante, obviamente, la ventaja numérica con la que aun habiendo contado era mucho mayor a la que esperabais, aunque también estaba el factor nada desdeñable de que Le roy era, en sí mismo, un hombre más poderoso que Berry. Por otro lado poseía algún tipo de fruta del diablo que, entre otras cosas, le permitía controlar la capacidad del lenguaje de otra gente, lo cual podía ser tan simple como hacer cambiar a la gente de idioma o algo mucho más rebuscado como manipular partes del cerebro. Y tenías muy claro cuál de las dos opciones te daba más miedo.
Dejaste que en tu mano se materializase una pistola. No te gustaban demasiado las armas de fuego desde aquel día, pero siempre querías llevar una a mano por si acaso... Además de la mía, claro.
Te tomaste tu tiempo para dirigir el disparo. Calculabas las trayectorias posibles, los mejores lugares a los que aferrarte a esa velocidad, las formas de no perder de vista al pequeño Le roy -aunque al acercarte se iría haciendo más grande- mientras te movías... Muchas posibilidades para calcularlas en un instante, pero en cierto modo concentrarte en la tarea se te hacía particularmente relajante: Cuando dejaba de haber personas y muros para haber soportes y parábolas, giros e inercia todo era mucho más hermoso.
Respiraste hondo. Sabías cuánto dolían las costillas al romperse, pero nunca te acostumbrabas del todo a la sensación. Volviste tus huesos oscuridad y te esforzaste por mantener la mente despejada. Acto seguido te inclinaste ligeramente, con el brazo a treinta grados respecto a la horizontal. Disparaste.
El gancho se aferró a una perfecta esfera negra que había salido en completo silencio del arma, tan veloz como una bala. No resonó, pero tú podías escuchar sin oírlo cómo tu cráneo se partía y las costillas se te quebraban. "No es real", repetías con los dientes apretados mientras las lágrimas de dolor escapaban por tus mejillas. Tu sonrisa se ensanchó hasta dolerte, lo cual te hacía pretender curvar aún más la sonrisa, pero aguantaste.
Aguantaste.
En cuanto cogiste velocidad y tuviste un momento sin aceleración comenzó a disiparse. Tenías tenso todo el cuerpo y te costaba maniobrar, pero lo ibas haciendo cada vez con más ligereza. Ese tejado, luego aquella pared y giraste en esa torre. Corregiste altura enganchándote a la acera momentáneamente y guardaste la pistola para sacar de nuevo un pequeño cuchillo. Eran arrojadizos, aunque ya habías tomado por costumbre no lanzarlos porque recogerlos te metía siempre en problemas. Al menos, cuando no eras capaz de matar con ellos.
Aun así un cuchillo y velocidad era todo lo que necesitabas. No te importaba matar o no, solo querías rajar a cuanto desgraciado se estaba acercando a Berry sin perder de vista a Le roy y, una vez hubiste dado cuatro vueltas completas al perímetro en el que todo estaba sucediendo, ya habías perdido la bastante inercia como para aterrizar con suavidad a la espalda del pirata.
- Jacques Le roy. -Lanzaste unas esposas al suelo-. Puedes hacerlo por las buenas o no vivir para hacerlo de nuevo.
Los ojos llorosos y la sonrisa maníaca ensombrecían tu rostro. El cabello se había terminado por erizar ligeramente y sangre de sus hombres te había manchado. Preferías no pensar en eso último.
- No voy a repetirlo.
El espectáculo de Berry fue, quizá, demasiado llamativo. Le roy se sintió seguro ante semejante muestra de imprudencia, claro, pero también tenía buenos motivos para ella. El más importante, obviamente, la ventaja numérica con la que aun habiendo contado era mucho mayor a la que esperabais, aunque también estaba el factor nada desdeñable de que Le roy era, en sí mismo, un hombre más poderoso que Berry. Por otro lado poseía algún tipo de fruta del diablo que, entre otras cosas, le permitía controlar la capacidad del lenguaje de otra gente, lo cual podía ser tan simple como hacer cambiar a la gente de idioma o algo mucho más rebuscado como manipular partes del cerebro. Y tenías muy claro cuál de las dos opciones te daba más miedo.
Dejaste que en tu mano se materializase una pistola. No te gustaban demasiado las armas de fuego desde aquel día, pero siempre querías llevar una a mano por si acaso... Además de la mía, claro.
Te tomaste tu tiempo para dirigir el disparo. Calculabas las trayectorias posibles, los mejores lugares a los que aferrarte a esa velocidad, las formas de no perder de vista al pequeño Le roy -aunque al acercarte se iría haciendo más grande- mientras te movías... Muchas posibilidades para calcularlas en un instante, pero en cierto modo concentrarte en la tarea se te hacía particularmente relajante: Cuando dejaba de haber personas y muros para haber soportes y parábolas, giros e inercia todo era mucho más hermoso.
Respiraste hondo. Sabías cuánto dolían las costillas al romperse, pero nunca te acostumbrabas del todo a la sensación. Volviste tus huesos oscuridad y te esforzaste por mantener la mente despejada. Acto seguido te inclinaste ligeramente, con el brazo a treinta grados respecto a la horizontal. Disparaste.
El gancho se aferró a una perfecta esfera negra que había salido en completo silencio del arma, tan veloz como una bala. No resonó, pero tú podías escuchar sin oírlo cómo tu cráneo se partía y las costillas se te quebraban. "No es real", repetías con los dientes apretados mientras las lágrimas de dolor escapaban por tus mejillas. Tu sonrisa se ensanchó hasta dolerte, lo cual te hacía pretender curvar aún más la sonrisa, pero aguantaste.
Aguantaste.
En cuanto cogiste velocidad y tuviste un momento sin aceleración comenzó a disiparse. Tenías tenso todo el cuerpo y te costaba maniobrar, pero lo ibas haciendo cada vez con más ligereza. Ese tejado, luego aquella pared y giraste en esa torre. Corregiste altura enganchándote a la acera momentáneamente y guardaste la pistola para sacar de nuevo un pequeño cuchillo. Eran arrojadizos, aunque ya habías tomado por costumbre no lanzarlos porque recogerlos te metía siempre en problemas. Al menos, cuando no eras capaz de matar con ellos.
Aun así un cuchillo y velocidad era todo lo que necesitabas. No te importaba matar o no, solo querías rajar a cuanto desgraciado se estaba acercando a Berry sin perder de vista a Le roy y, una vez hubiste dado cuatro vueltas completas al perímetro en el que todo estaba sucediendo, ya habías perdido la bastante inercia como para aterrizar con suavidad a la espalda del pirata.
- Jacques Le roy. -Lanzaste unas esposas al suelo-. Puedes hacerlo por las buenas o no vivir para hacerlo de nuevo.
Los ojos llorosos y la sonrisa maníaca ensombrecían tu rostro. El cabello se había terminado por erizar ligeramente y sangre de sus hombres te había manchado. Preferías no pensar en eso último.
- No voy a repetirlo.
Berry
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
La mink esperaba que Alice apareciese mientras seguía danzando con fuego y electricidad, intercambiando golpes contra los oponentes que no paraban de salir. El callejón se habìa rodeado de fuego cuanto más tiempo pasaba, haciendo de aquella danza algo dolorosa de mantener por el calor que generaba a sus brazos y piernas arder constantemente. Por fortuna o desgracia Berry estaba demasiado entonada como para darle importancia, buscando con maniobras elegantes golpear y encender a cuanto oponente se acercase.
La entrada de Alice fue asombrosa, la mink apenas pudo contener las lágrimas al verla llegar como un torbellino violento y hermoso que cortaba cuanto se cruzaba enfrente. Berry sonrió mientras golpeaba y derribaba lo restante, finalizando con una patada que dibujó un círculo de pequeñas llamas alrededor de ambas mujeres. Este se extinguió cuando Alice hizo su advertencia, ambas manchadas en sangre y rodeadas por cuerpos cortados y algunos todavía en llamas o retorcidos entre chispas.
—Te ves hermosa cuando sonríes—
Comentó Berry con sinceridad guiñando su ojo y retomando su postura de combate frente a Le Roy, ahora su única presa. Su pelaje se veía chamuscado a la altura de sus garras, un hilo rojo bajaba de sus labios y su ropa había sufrido raspones, magulladuras y cortes tras el intenso combate. Sin embargo, se mantenía firme, el alcohol ayudaba contra el dolor y el infierno que su cuerpo padecía mientras que no estaba dispuesta a ceder tras llegar tan lejos.
Observó a Alice de reojo, había sentido su quejido en el edificio, su dolor mientras caminaban rastreando el aroma. La mink se había hecho la distraída incluso al tenerla ahora frente a sus ojos con ese rostro ensombrecido y marcado por el dolor. Era evidente que la rubia sufría y se esforzaba, también conocía que aquel Le Roy seguramente le superaba en algunos aspectos. Levantó su mirada en dirección al cielo, aunque al hacerlo contempló de reojo una silueta cerca de las ventanas sobre Le Roy, identificó su aroma como aquellos esclavos.
Olfateó aceite en el aire ¿Acaso? Volvió su mirada a Le Roy mientras colocaba sus puños a la altura de su cabeza, no echaría todo a perder. Su rostro y postura parecían enaltecer su figura, un imponente guerrero dispuesto a luchar hasta que su cuerpo no reaccionase.
—Puedes entregarte o te moleré hasta que seas polvo...—
Expresó manteniendo la mirada fija en Le Roy, mentalmente contaba los segundos, adelantó un pie faltaba poco, sonrió a Alice mientras simulaba avanzar lentamente para proteger a la rubia. Entonces sucedió, el aceite hirviendo comenzó a caer de las ventanas sobre el pirata.
Fueron varios litros que salpicaron el suelo y algunos impactaron de lleno contra el cuerpo del desgraciado, los desdentados gritaban por las ventanas en palabras que no se llegaban a entender pero al parecer eran insultos a quien les había tenido como ratas. Berry no bajaba su guardia, desconocía si eso podría inutilizarlo pero sí daba una oportunidad de oro.
—¡Alice!—
Gritó encendiendo su garra con el electro y golpeando el aceite, del suelo, pronto el fuego reptaría hasta Le Roy, la mink rodó por el suelo tratando de apagar su brazo dejando un pasillo libree entre las llamas a la rubia. Esperaba que aquello fuera de toda previsión hubiera tomado por sorpresa al confiado pirata, él los creía muertos, Berry y Alice se habían olvidado de ellos, las llamas habían reptado por el brazo izquierdo de la mink dejando muy dificil el emplearlo mucho más por el momento un sacrificio que ni Alice hubiese esperado. Berry tomó su hombro izquierdo extinguiendo las llamas y sonriendo recostada sobre una pared, su rostro expresaba total confianza en la rubia.
La entrada de Alice fue asombrosa, la mink apenas pudo contener las lágrimas al verla llegar como un torbellino violento y hermoso que cortaba cuanto se cruzaba enfrente. Berry sonrió mientras golpeaba y derribaba lo restante, finalizando con una patada que dibujó un círculo de pequeñas llamas alrededor de ambas mujeres. Este se extinguió cuando Alice hizo su advertencia, ambas manchadas en sangre y rodeadas por cuerpos cortados y algunos todavía en llamas o retorcidos entre chispas.
—Te ves hermosa cuando sonríes—
Comentó Berry con sinceridad guiñando su ojo y retomando su postura de combate frente a Le Roy, ahora su única presa. Su pelaje se veía chamuscado a la altura de sus garras, un hilo rojo bajaba de sus labios y su ropa había sufrido raspones, magulladuras y cortes tras el intenso combate. Sin embargo, se mantenía firme, el alcohol ayudaba contra el dolor y el infierno que su cuerpo padecía mientras que no estaba dispuesta a ceder tras llegar tan lejos.
Observó a Alice de reojo, había sentido su quejido en el edificio, su dolor mientras caminaban rastreando el aroma. La mink se había hecho la distraída incluso al tenerla ahora frente a sus ojos con ese rostro ensombrecido y marcado por el dolor. Era evidente que la rubia sufría y se esforzaba, también conocía que aquel Le Roy seguramente le superaba en algunos aspectos. Levantó su mirada en dirección al cielo, aunque al hacerlo contempló de reojo una silueta cerca de las ventanas sobre Le Roy, identificó su aroma como aquellos esclavos.
Olfateó aceite en el aire ¿Acaso? Volvió su mirada a Le Roy mientras colocaba sus puños a la altura de su cabeza, no echaría todo a perder. Su rostro y postura parecían enaltecer su figura, un imponente guerrero dispuesto a luchar hasta que su cuerpo no reaccionase.
—Puedes entregarte o te moleré hasta que seas polvo...—
Expresó manteniendo la mirada fija en Le Roy, mentalmente contaba los segundos, adelantó un pie faltaba poco, sonrió a Alice mientras simulaba avanzar lentamente para proteger a la rubia. Entonces sucedió, el aceite hirviendo comenzó a caer de las ventanas sobre el pirata.
Fueron varios litros que salpicaron el suelo y algunos impactaron de lleno contra el cuerpo del desgraciado, los desdentados gritaban por las ventanas en palabras que no se llegaban a entender pero al parecer eran insultos a quien les había tenido como ratas. Berry no bajaba su guardia, desconocía si eso podría inutilizarlo pero sí daba una oportunidad de oro.
—¡Alice!—
Gritó encendiendo su garra con el electro y golpeando el aceite, del suelo, pronto el fuego reptaría hasta Le Roy, la mink rodó por el suelo tratando de apagar su brazo dejando un pasillo libree entre las llamas a la rubia. Esperaba que aquello fuera de toda previsión hubiera tomado por sorpresa al confiado pirata, él los creía muertos, Berry y Alice se habían olvidado de ellos, las llamas habían reptado por el brazo izquierdo de la mink dejando muy dificil el emplearlo mucho más por el momento un sacrificio que ni Alice hubiese esperado. Berry tomó su hombro izquierdo extinguiendo las llamas y sonriendo recostada sobre una pared, su rostro expresaba total confianza en la rubia.
No podías verte, pero sabías que no era la mejor de tus sonrisas. Ojos llorosos con el ceño fruncido sobre una nariz casi arrugada mientras la sonrisa quería ensancharse más y más. Aunque respirabas hondo, calmándote poco a poco, casi dabas las gracias por ser capaz de tenerte en pie después de moverte así. Que Berry te dijese aquello en parte era reconfortante, aunque en otro aspecto sonaba casi a una suerte de burla. Tardarías un buen rato en arreglar el estropicio que te habías hecho en el cabello, y casi tendrías que estar dando gracias de ser capaz de moverte a pesar de todo.
- ¿Gracias, supongo? -preferiste ser educada, aunque te resistías a creerla.
Le roy se puso en guardia. Ya no había lugar a la vanidad, aunque mantuvo con firmeza su orgullo guerrero. Berry se puso en guardia, bravucona, y quiso encararlo. Al menos eso pensaste hasta que lo viste. De pronto todo fue como a cámara lenta, con tu cuerpo echándose hacia atrás torpemente mientras un líquido dorado caía sobre el pirata. Berry gritaba, Le roy gritaba, y un fuego salvaje se apoderó del aceite que empapaba al pirata. Tardaste en reaccionar, pero lograste hacerte hacia atrás de un salto y equilibrarte a duras penas antes de darte cuenta de lo que estaba sucediendo.
- ¡Si se calcina perdemos la recompensa!
¿De dónde habían sacado esos tres tanto aceite? No importaba. Berry era una homicida en potencia, y un peligro como compañera. ¿No le daba miedo que la Legión dejase de ignorar aquella barriada por el incendio que podía tener lugar si todo se salía de control? Creaste una esfera de oscuridad en tu mano y la lanzaste contra el capitán. Apenas un tímido hilo negro os unía, pero fue bastante para crear una pupa a su alrededor que apagó el fuego en su cuerpo; luego tiraste de él. Ya a tus pies lo liberaste de las sombras para comprobar que sus brazos se habían llevado la peor parte, aunque por sus ojos podías deducir que quizá se quedase ciego. Apenas era reconocible en ese estado, con el cráneo quemado y el cabello chamuscado, pero esperabas que sirviese. Al menos, estaba inconsciente.
Te acercaste a la marine. Su brazo ya se había apagado, por suerte, pero tú no dejabas de pensar en lo arriesgado que acababa de resultar aquello. Precipitado e irresponsable. Berry tenía habilidades impresionantes, pero había gente con mucho más poder que había muerto por no saber controlarlo. Aquella demostración le iba a dejar secuelas, quizá incluso perdiese el pelaje en el brazo... O tal vez solo fuese una fea cicatriz bajo este. Quién sabía. En cualquier caso sacaste una botella de agua del bolso; no bajaría la temperatura por completo, pero como mínimo sería un poco relajante.
- Estás chalada; ¿en qué estabas pensando? -la reprendiste-. Podrías haberlo matado. O haberte matado. ¡O ambas cosas! Mira lo que te has hecho en el brazo.
No tenías especial idea de cómo tratar quemaduras, pero también tenías una crema de aloe que te servía cuando tenías una irritación, por lo que comenzaste a extender algo de crema por su brazo. Con suerte ayudaría a mantenerla fresca e hidratada. Pero de verdad, ni un marine normal había, ¿no?
- ¿Gracias, supongo? -preferiste ser educada, aunque te resistías a creerla.
Le roy se puso en guardia. Ya no había lugar a la vanidad, aunque mantuvo con firmeza su orgullo guerrero. Berry se puso en guardia, bravucona, y quiso encararlo. Al menos eso pensaste hasta que lo viste. De pronto todo fue como a cámara lenta, con tu cuerpo echándose hacia atrás torpemente mientras un líquido dorado caía sobre el pirata. Berry gritaba, Le roy gritaba, y un fuego salvaje se apoderó del aceite que empapaba al pirata. Tardaste en reaccionar, pero lograste hacerte hacia atrás de un salto y equilibrarte a duras penas antes de darte cuenta de lo que estaba sucediendo.
- ¡Si se calcina perdemos la recompensa!
¿De dónde habían sacado esos tres tanto aceite? No importaba. Berry era una homicida en potencia, y un peligro como compañera. ¿No le daba miedo que la Legión dejase de ignorar aquella barriada por el incendio que podía tener lugar si todo se salía de control? Creaste una esfera de oscuridad en tu mano y la lanzaste contra el capitán. Apenas un tímido hilo negro os unía, pero fue bastante para crear una pupa a su alrededor que apagó el fuego en su cuerpo; luego tiraste de él. Ya a tus pies lo liberaste de las sombras para comprobar que sus brazos se habían llevado la peor parte, aunque por sus ojos podías deducir que quizá se quedase ciego. Apenas era reconocible en ese estado, con el cráneo quemado y el cabello chamuscado, pero esperabas que sirviese. Al menos, estaba inconsciente.
Te acercaste a la marine. Su brazo ya se había apagado, por suerte, pero tú no dejabas de pensar en lo arriesgado que acababa de resultar aquello. Precipitado e irresponsable. Berry tenía habilidades impresionantes, pero había gente con mucho más poder que había muerto por no saber controlarlo. Aquella demostración le iba a dejar secuelas, quizá incluso perdiese el pelaje en el brazo... O tal vez solo fuese una fea cicatriz bajo este. Quién sabía. En cualquier caso sacaste una botella de agua del bolso; no bajaría la temperatura por completo, pero como mínimo sería un poco relajante.
- Estás chalada; ¿en qué estabas pensando? -la reprendiste-. Podrías haberlo matado. O haberte matado. ¡O ambas cosas! Mira lo que te has hecho en el brazo.
No tenías especial idea de cómo tratar quemaduras, pero también tenías una crema de aloe que te servía cuando tenías una irritación, por lo que comenzaste a extender algo de crema por su brazo. Con suerte ayudaría a mantenerla fresca e hidratada. Pero de verdad, ni un marine normal había, ¿no?
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