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Berry
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Akuma no mi
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Berry extrañaba aquella risa, verla en ese estado de vulnerabilidad y casi vacío le sabía bastante mal. Suspiró rascando su cabeza al verla alejarse, parpadeando al notar que incluso mojaba su ropa, algo que el día anterior había rehusado casi como un estigma. No dudaría en agradecer las vistas, la ropa mojada y pegada al cuerpo sentaban bien a la vista por poco babea de no ser por las palabras de la capitana que le hicieron sacudir su cabeza y reaccionar de su sueño.
—Oh, claro volveré a la noche, solo no se vaya a resfriar o algo. ¡Hakuna mata ratas! O era algo así, como sea, trata de relajarte Ely.—
Entre su ida y venida entre el formalismo, la informalidad y los términos de su tribu que apenas recordaba Berry parecía un desastre andante. Se dirigió de inmediato al cuartel tomando sus pesas corporales para luego salir a trotar por la ciudad, contemplando a Ely a la distancia pero tomando la ruta opuesta para no molestar en lo absoluto. La mujer tenía mucho que pensar y la zorra demasiado que entrenar, comenzó con flexiones, abdominales, golpes y patadas a la base de un barco que le habían proporcionado en el cuartel.
Por su mente pasó aquella patada sorprendente, a la par que ella golpeaba la madera con fuerzas, con todo lo que tenía y dejaba una buena marca de su garra en esta. Pero no lo alcanzaba, ese poder era asombroso y todavía se veía muy lejano, aunque ahora había despertado una nueva meta. Primero perfeccionaría su armadura, luego pasaría por sus visiones y por último esos rayos negros.
El camino para ser fuerte era largo y duro pero Berry no era para nada una cobarde o alguien que se desanimase. Todo era un estimulo para seguir creciendo, se pasó el día ejercitando, cada vez aumentando la exigencia hasta que su último golpe a la luz de las estrellas terminó por romper la madera.
—¡Ay! ES DE NOCHEEEEE—
Su grito se habrá sentido en toda la isla mientras desplegaba sus alas y comenzaba a volar a toda velocidad hacia el lugar que Ely seguramente se encontrase esperando. Aterrizó como un cometa, levantando arena tras el impacto y trotando, llena de sudor y con sus garras a medio vendar mientras se desprendía de sus pesas a paso torpe y apresurado.
—Perdón, perdón, ya llegueeee—
Suspiró buscando con sus ojos a Ely mientras se paraba a respirar unos segundos, recuperando el aliento y dejando caer algunas gotas de sudor y sangre a través de su pelaje. Se notaba que se había extendido en su entrenamiento y que incluso así no deseaba faltar a una cita aunque probablemente llegase unas horas tardes. Terminó de aferrar el vendaje a la espera de encontrar a Ely por el lugar.
—Oh, claro volveré a la noche, solo no se vaya a resfriar o algo. ¡Hakuna mata ratas! O era algo así, como sea, trata de relajarte Ely.—
Entre su ida y venida entre el formalismo, la informalidad y los términos de su tribu que apenas recordaba Berry parecía un desastre andante. Se dirigió de inmediato al cuartel tomando sus pesas corporales para luego salir a trotar por la ciudad, contemplando a Ely a la distancia pero tomando la ruta opuesta para no molestar en lo absoluto. La mujer tenía mucho que pensar y la zorra demasiado que entrenar, comenzó con flexiones, abdominales, golpes y patadas a la base de un barco que le habían proporcionado en el cuartel.
Por su mente pasó aquella patada sorprendente, a la par que ella golpeaba la madera con fuerzas, con todo lo que tenía y dejaba una buena marca de su garra en esta. Pero no lo alcanzaba, ese poder era asombroso y todavía se veía muy lejano, aunque ahora había despertado una nueva meta. Primero perfeccionaría su armadura, luego pasaría por sus visiones y por último esos rayos negros.
El camino para ser fuerte era largo y duro pero Berry no era para nada una cobarde o alguien que se desanimase. Todo era un estimulo para seguir creciendo, se pasó el día ejercitando, cada vez aumentando la exigencia hasta que su último golpe a la luz de las estrellas terminó por romper la madera.
—¡Ay! ES DE NOCHEEEEE—
Su grito se habrá sentido en toda la isla mientras desplegaba sus alas y comenzaba a volar a toda velocidad hacia el lugar que Ely seguramente se encontrase esperando. Aterrizó como un cometa, levantando arena tras el impacto y trotando, llena de sudor y con sus garras a medio vendar mientras se desprendía de sus pesas a paso torpe y apresurado.
—Perdón, perdón, ya llegueeee—
Suspiró buscando con sus ojos a Ely mientras se paraba a respirar unos segundos, recuperando el aliento y dejando caer algunas gotas de sudor y sangre a través de su pelaje. Se notaba que se había extendido en su entrenamiento y que incluso así no deseaba faltar a una cita aunque probablemente llegase unas horas tardes. Terminó de aferrar el vendaje a la espera de encontrar a Ely por el lugar.
Elyria Priscraft
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Incluso después de que Berry la dejara sola, Elyria se quedo unos minutos en la orilla, pensativa. ¿Qué debía hacer ahora? Nada de lo que había hecho hasta ahora le había enseñado a manejar una situación como esta, un dilema tan complicado. Aunque aún así, tenía que lograr sacar fuerzas para superarlo. Había pasado por situaciones mucho peores, y tenido que tomar decisiones mucho más difíciles.
Finalmente se levantó. Su ropa estaba empapada y se le pegaba la arena, lo cuál no le hacía demasiada gracia, pero no había mucho que pudiese hacer acerca de ello, así que simplemente lo ignoró. Respiró profundamente durante un minuto entero, usando los ejercicios de Alvar, y se dispuso a entender que demonios había ocurrido. No pensaba permitir cometer un error de ese calibre otra vez.
Inmediatamente, se puso a buscar en su interior la fuente de ese poder. Pero claro, ¿cómo demonios se encontraba algo así? A ver, las dos veces que lo había usado instintivamente fueron al pensar en Zero. En su muerte, para ser exactos. Ambos momentos en los que se quebró su alma. Pero también momentos en los que su voluntad se mantuvo fuerte, salvándose de romperse del todo. Era como si esa misma voluntad se hubiese colado por las grietas de su alma, y eso le hubiese dado fuerza. Aún así, era incapaz de encontrarlo.
Combatiendo su rabia, Elyria pegó un fuerte puñetazo a la arena. Evidentemente, a sus manos hipersensibles esto no les gustó demasiado, y el dolor no tardó en llegar. Aunque esa era la intención. Era algo estúpido, pero cuándo se ponía tonta, el dolor le ayudaba a concentrarse.
Volvió a pensar en Zero, en jellystone, en Anais. La pobre estaba con Alvar en San Poplar, después de haber perdido a sus dos padres por culpa de la corrupción de esas ratas del gobierno. Normalmente sería la propia Elyria quién se encargaría de su cuidado, pero de vez en cuándo sus obligaciones le hacían tener que trabajar fuera de casa.
Le rompía el corazón la situación, y le enfadaba a más no poder. Pero tenía que mantenerse fuerte, e intentar encontrar ese poder en su interior. Para sorpresa de nadie, no era tan fácil.
Elyria quería volver a golpear el suelo, pero no podía permitirse inutilizar sus manos mientras estaba de servicio. Y menos en medio de una investigación de este calibre, quién sabía si tendría que pelear. Además, le debía un entrenamiento a Berry. Así que usó sus piernas, pegándole un taconazo cargado de energía elemental al suelo, creando un grueso muro de hielo en mitad de la playa.
Entonces, tomó una postura ofensiva y lo pateó con fuerza, cubriendo su pierna con Haki de Armadura. Parece que desde ese momento le había pillado el tranquillo. Solo faltaba el más difícil de los tres.
El bloque se partió en mil pedazos, contados, pura perfección. Nissa pensaba que eran más, pero no le hagáis mucho caso. Entonces, Elyria se sentó en el suelo unos segundos, respirando agitadamente.
"¿Nissa?" Dijo Elyria, buscando la voz de su amiga.
"¿Ya quieres hablar Ely?" Respondió Nissa, sentándose en el hombro de Elyria. Ella no podía verlo, pero solo saber que estaba ahí le reconfortaba en cierta forma. Además, podía sentirla en cierta forma. No sabía exactamente cómo, pero había una conexión.
"Sí... Gracias por dejarme pensar un rato a solas."
"Ya nos conocemos. ¿Qué piensas sobre ese poder nuevo?"
"Pues tengo la misma idea de su funcionamiento que cuándo lo use en Jellystone," dijo Elyria, apretando el puño con rabia, haciéndose un poco de daño por la excesiva fuerza.
"Lo suponía. Al menos no has caído inconsciente esta vez."
"Para ser justos, esta vez no tenía medio cuerpo destruido, ni estaba al límite de mis energías."
"Sí. Se supone que los que tienen que caer inconscientes son los demás, no tú."
"Eso es lo que dijo Alvar, sí. Aunque no creo que sea algo tan sencillo y directo. Ni ella sabía mucho sobre el tema."
Las dos siguieron hablando un buen rato, y entonces Elyria se puso a entrenar de nuevo, aprovechando también para perfeccionar su Haki de Armadura. Si no iba a lograr usar ese poder, al menos aprendería a mantenerlo bajo control. Le pidió a Nissa que de vez en cuándo y sin avisar, le recordase a Elyria sobre todas las cosas que le habían roto. Sobre Zero, sobre Anais, sobre cuándo la Legión mató a toda esa gente en Karakuri y Christa tuvo que sacarla de allí a rastras. Sobre todo lo que ocurrió en su investigación de la corrupción de Rosalía en San Faldo. Estuvo horas así, llevándose al límite de sus capacidades físicas y mentales, intentando mantener la calma y el control. Lo consiguió, pero era terriblemente agotador para su cabeza.
Entonces, pudo ver una imagen terriblemente vívida. Llámalo alucinación, llámalo visión o llámalo sueño. Lo que estaba claro es que el agotamiento le estaba afectando. Y bueno, este tipo de cosas chocan mucho más cuando literalmente no puedes ver. Era su cerebro haciendo de las suyas.
Pero era una imagen muy dura. En ella pudo ver cuando entró en el sótano de la bruja del pantano en Karakuri. Incluso comenzó a oler la putrefacción de toda esa suciedad y cadáveres a medio comer. Pudo escuchar a ese pobre niño que solo pedía una muerte más rápida que la que le estaba dando esa loca.
Entonces, Elyria explotó. Esto era demasiado. ¿Qué clase de persona podría aguantar algo así en su estado? Incluso ella, con lo autoexigente que era, se sentía incapaz de juzgarse por ello.
“Cuidado Ely, relaj—”
Las palabras de Nissa fueron interrumpidas cuándo rayos negros pudieron verse apuntando al cuerpo de Elyria.
“¡Ely!”
Elyria no encontraba fuerzas para responder. Estaba demasiado concentrada en controlar ese poder tan extraño. Pero aún era incapaz de controlarlo. Era demasiado abrumador, le quedaba muy grande. Y no quería hacer otro destrozo haciendo algo irresponsable. Así dejó que terminara de consumir su energía, provocando que cayera inconsciente al suelo, completamente agotada y sin fuerzas para siquiera moverse.
Finalmente se levantó. Su ropa estaba empapada y se le pegaba la arena, lo cuál no le hacía demasiada gracia, pero no había mucho que pudiese hacer acerca de ello, así que simplemente lo ignoró. Respiró profundamente durante un minuto entero, usando los ejercicios de Alvar, y se dispuso a entender que demonios había ocurrido. No pensaba permitir cometer un error de ese calibre otra vez.
Inmediatamente, se puso a buscar en su interior la fuente de ese poder. Pero claro, ¿cómo demonios se encontraba algo así? A ver, las dos veces que lo había usado instintivamente fueron al pensar en Zero. En su muerte, para ser exactos. Ambos momentos en los que se quebró su alma. Pero también momentos en los que su voluntad se mantuvo fuerte, salvándose de romperse del todo. Era como si esa misma voluntad se hubiese colado por las grietas de su alma, y eso le hubiese dado fuerza. Aún así, era incapaz de encontrarlo.
Combatiendo su rabia, Elyria pegó un fuerte puñetazo a la arena. Evidentemente, a sus manos hipersensibles esto no les gustó demasiado, y el dolor no tardó en llegar. Aunque esa era la intención. Era algo estúpido, pero cuándo se ponía tonta, el dolor le ayudaba a concentrarse.
Volvió a pensar en Zero, en jellystone, en Anais. La pobre estaba con Alvar en San Poplar, después de haber perdido a sus dos padres por culpa de la corrupción de esas ratas del gobierno. Normalmente sería la propia Elyria quién se encargaría de su cuidado, pero de vez en cuándo sus obligaciones le hacían tener que trabajar fuera de casa.
Le rompía el corazón la situación, y le enfadaba a más no poder. Pero tenía que mantenerse fuerte, e intentar encontrar ese poder en su interior. Para sorpresa de nadie, no era tan fácil.
Elyria quería volver a golpear el suelo, pero no podía permitirse inutilizar sus manos mientras estaba de servicio. Y menos en medio de una investigación de este calibre, quién sabía si tendría que pelear. Además, le debía un entrenamiento a Berry. Así que usó sus piernas, pegándole un taconazo cargado de energía elemental al suelo, creando un grueso muro de hielo en mitad de la playa.
Entonces, tomó una postura ofensiva y lo pateó con fuerza, cubriendo su pierna con Haki de Armadura. Parece que desde ese momento le había pillado el tranquillo. Solo faltaba el más difícil de los tres.
El bloque se partió en mil pedazos, contados, pura perfección. Nissa pensaba que eran más, pero no le hagáis mucho caso. Entonces, Elyria se sentó en el suelo unos segundos, respirando agitadamente.
"¿Nissa?" Dijo Elyria, buscando la voz de su amiga.
"¿Ya quieres hablar Ely?" Respondió Nissa, sentándose en el hombro de Elyria. Ella no podía verlo, pero solo saber que estaba ahí le reconfortaba en cierta forma. Además, podía sentirla en cierta forma. No sabía exactamente cómo, pero había una conexión.
"Sí... Gracias por dejarme pensar un rato a solas."
"Ya nos conocemos. ¿Qué piensas sobre ese poder nuevo?"
"Pues tengo la misma idea de su funcionamiento que cuándo lo use en Jellystone," dijo Elyria, apretando el puño con rabia, haciéndose un poco de daño por la excesiva fuerza.
"Lo suponía. Al menos no has caído inconsciente esta vez."
"Para ser justos, esta vez no tenía medio cuerpo destruido, ni estaba al límite de mis energías."
"Sí. Se supone que los que tienen que caer inconscientes son los demás, no tú."
"Eso es lo que dijo Alvar, sí. Aunque no creo que sea algo tan sencillo y directo. Ni ella sabía mucho sobre el tema."
Las dos siguieron hablando un buen rato, y entonces Elyria se puso a entrenar de nuevo, aprovechando también para perfeccionar su Haki de Armadura. Si no iba a lograr usar ese poder, al menos aprendería a mantenerlo bajo control. Le pidió a Nissa que de vez en cuándo y sin avisar, le recordase a Elyria sobre todas las cosas que le habían roto. Sobre Zero, sobre Anais, sobre cuándo la Legión mató a toda esa gente en Karakuri y Christa tuvo que sacarla de allí a rastras. Sobre todo lo que ocurrió en su investigación de la corrupción de Rosalía en San Faldo. Estuvo horas así, llevándose al límite de sus capacidades físicas y mentales, intentando mantener la calma y el control. Lo consiguió, pero era terriblemente agotador para su cabeza.
Entonces, pudo ver una imagen terriblemente vívida. Llámalo alucinación, llámalo visión o llámalo sueño. Lo que estaba claro es que el agotamiento le estaba afectando. Y bueno, este tipo de cosas chocan mucho más cuando literalmente no puedes ver. Era su cerebro haciendo de las suyas.
Pero era una imagen muy dura. En ella pudo ver cuando entró en el sótano de la bruja del pantano en Karakuri. Incluso comenzó a oler la putrefacción de toda esa suciedad y cadáveres a medio comer. Pudo escuchar a ese pobre niño que solo pedía una muerte más rápida que la que le estaba dando esa loca.
Entonces, Elyria explotó. Esto era demasiado. ¿Qué clase de persona podría aguantar algo así en su estado? Incluso ella, con lo autoexigente que era, se sentía incapaz de juzgarse por ello.
“Cuidado Ely, relaj—”
Las palabras de Nissa fueron interrumpidas cuándo rayos negros pudieron verse apuntando al cuerpo de Elyria.
“¡Ely!”
Elyria no encontraba fuerzas para responder. Estaba demasiado concentrada en controlar ese poder tan extraño. Pero aún era incapaz de controlarlo. Era demasiado abrumador, le quedaba muy grande. Y no quería hacer otro destrozo haciendo algo irresponsable. Así dejó que terminara de consumir su energía, provocando que cayera inconsciente al suelo, completamente agotada y sin fuerzas para siquiera moverse.
Berry
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La mink continuaba en su búsqueda, no veía a Ely por ningún lado, tal vez se había atrasado mucho. Buscó por la playa, lentamente cambiando su postura de dos a cuatro patas y rastreando los aromas con su nariz sin mucho éxito. Recordó que Ely estaba empapada en agua y eso camuflaba su aroma, rebuscando en sus bolsillos el den den mushi que por la oscuridad de la noche se le hizo dificil de identificar tomando el equivocado una vez más.
—Hooolaaa Elyyy, capitana, ¿Dónde está? Quedamos en vernos y estoy en la pla-aaaauch~—
Tropezó con algo en el suelo al estar viendo el caracol que rodó a unos pasos con su solemne calma, demostrando que estaba apagado o al menos no funcionaba para llamar. La visión de Berry se vio invadida por dos montañas, más bien su cabeza estaba entre dos montañas de ¿Arena? No recordaba haber jugado con la arena, tal vez eran piedras pero al apretar una para ponerse de pie la siento muy suave como para ser una roca. ¿Qué demonios?
—Auch, al menos no me dolió, no recordaba rocas tan suavecitas en medio de la pla ¡AAAAAAY! ¡Ca-capitanaaaa que hace ahí tirada! Esto, yo no quise, no sabía. ¡No es lo que cree!—
Berry saltó como un felino asustado hacia atras sacudiendo sus manos contra sus prendas y tratando de lavarlas con el agua del mar, al percatarse donde realmente había caído y que había tocado, no supo como pedir disculpas empezando a hacer reverencias para recordar que la capitana era ciega y que quizás ni pudiera verla en el estado de cansancio que se encontraba en aquel momento.
—Es que yo y luego usted, digo Ely te estaba buscando y nadie respondía y te llevé por delante. No creí que te gustase dormir en la arena pero no te ves muy bien si quieres puedo llevarte volando al cuartel y... no sé, sobre lo otro, no lo diré a nadie no fue mi intención puedes golpearme si quieres o tirarme al mar.—
La mink se notaba avergonzada y no paraba de implorar perdon golpeando con su cabeza la arena y ofreciendo alguna compensación por su involuntario atrevimiento. Nunca se aprovecharía de alguien en tal estado y menos de un superior, incluso si este le permitía cierta informalidad. En todo caso el caracol negro comenzó a a abrir los ojos, para mover sus labios, era extraño.
—¿Eh? Esa cosa nunca funciona, ¿Quieres ver Ely? Digo, oir... joder estoy muy tonta hoy...—
Acercó el kuro den den mushi a la capitana y de repente este comenzó a hablar, reproduciendo partes de una transmisión...
—Hooolaaa Elyyy, capitana, ¿Dónde está? Quedamos en vernos y estoy en la pla-aaaauch~—
Tropezó con algo en el suelo al estar viendo el caracol que rodó a unos pasos con su solemne calma, demostrando que estaba apagado o al menos no funcionaba para llamar. La visión de Berry se vio invadida por dos montañas, más bien su cabeza estaba entre dos montañas de ¿Arena? No recordaba haber jugado con la arena, tal vez eran piedras pero al apretar una para ponerse de pie la siento muy suave como para ser una roca. ¿Qué demonios?
—Auch, al menos no me dolió, no recordaba rocas tan suavecitas en medio de la pla ¡AAAAAAY! ¡Ca-capitanaaaa que hace ahí tirada! Esto, yo no quise, no sabía. ¡No es lo que cree!—
Berry saltó como un felino asustado hacia atras sacudiendo sus manos contra sus prendas y tratando de lavarlas con el agua del mar, al percatarse donde realmente había caído y que había tocado, no supo como pedir disculpas empezando a hacer reverencias para recordar que la capitana era ciega y que quizás ni pudiera verla en el estado de cansancio que se encontraba en aquel momento.
—Es que yo y luego usted, digo Ely te estaba buscando y nadie respondía y te llevé por delante. No creí que te gustase dormir en la arena pero no te ves muy bien si quieres puedo llevarte volando al cuartel y... no sé, sobre lo otro, no lo diré a nadie no fue mi intención puedes golpearme si quieres o tirarme al mar.—
La mink se notaba avergonzada y no paraba de implorar perdon golpeando con su cabeza la arena y ofreciendo alguna compensación por su involuntario atrevimiento. Nunca se aprovecharía de alguien en tal estado y menos de un superior, incluso si este le permitía cierta informalidad. En todo caso el caracol negro comenzó a a abrir los ojos, para mover sus labios, era extraño.
—¿Eh? Esa cosa nunca funciona, ¿Quieres ver Ely? Digo, oir... joder estoy muy tonta hoy...—
Acercó el kuro den den mushi a la capitana y de repente este comenzó a hablar, reproduciendo partes de una transmisión...
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