El día más importante de vuestra vida [Narración Definitiva] [Aurelius y Alice]

Amanece en el Imperio del Fuego. Reddo Teikkoku fue, antaño, un reino del Grand Line infame por la crueldad de su gobernante, así como su agresividad buscando asimilar y conquistar las islas más pequeñas e indefensas de su alrededor. Sin embargo, durante los últimos cincuenta años, un cambio de gobierno pareció llevar el Imperio del Fuego en una nueva dirección más pacífica e innovadora. Ahora conocida como Nova Reddo Teikkoku, afiliada a la Revolución, es conocida por ser el país natal de un antiguo héroe de la Marina.

El puerto de Shihon City, la capital, estaba más tranquilo de lo habitual. Siempre solía tener marineros yendo de aquí para allá, soldados y mercantes entrando a la ciudad o subiéndose a automóviles para ir hacia su destino. Sin embargo, aquel día, todo estaba tranquilo. A penas hay un par de personas que, con prisas, se dirigen rápidamente a la taberna más cercana a puerto (conocida como "El Dragón del Marisco") o a sus casas. Tal vez fuese porque, justo al lado del barco en el que habéis llegado vosotros, hay un gigantesco galeón que ondea la bandera negra de huesos y calavera.

Aún con eso, no parece haber una actividad pirata importante. El barco simplemente está ahí, asustando a la gente. Si hacéis uso de vuestros conocimientos de gente famosa en el Grand Line y contrastáis el símbolo del Jolly Roger del barco con vuestra base de datos de la piratería que deberíais tener como buenos cazarrecompensas, sabréis que se trata del símbolo de la Batista Crew, capitaneada por el temible Jean Baptiste Di Guedry (no confundir con el apellido D. ). No hay mucho que se sepa de ese hombre, más allá de su cruel trayectoria por el North Blue antes de adentrarse en el Grand Line, donde su infamia siguió creciendo en un camino de sangre y violencia. Ah, bueno, y que por su cabeza dan unos 392.000.000 de Berries. Sin duda una cabeza peligrosa, tal vez demasiado para vuestro nivel, tal vez no sea buena idea ejercer vuestra profesión mientras Baptiste esté en la isla y no llamar mucho la atención.

Aunque bueno... Hay un tablón de anuncios frente a El Dragón del Marisco. Puede que unos berries extra... no vengan tan mal. Y puede que sean más sencillos de conseguir que yendo a por Baptiste. Vuestra decisión.

—Y tú... ¿Te has escapado de un circo o algo así? —preguntó el contramaestre de la Discípulo del Mar.

—No —respondí cortante mientras tarareaba una melodía alegre.

Estábamos jugando a las cartas, usando un barril de mesa, junto a otros dos marineros. El capitán no había querido unirse alegando que estaba muy ocupado, pero la excusa no parecía muy creíble. Mi teoría era que se escondía en su habitación para pintarse los labios y ponerse ropas de mujer a escondidas, o eso creía por el sujetador que encontré una vez colgando de la puerta de su camarote. Lo que no sabía era cómo se había hecho las marcas de besos de pintalabios a sí mismo. Todo un misterio.

—¡Ajá! —exclamé lanzando una carta que me hizo ganar—. ¡Chúpate esa!

—Mierda, casi gano yo. ¡Maldito renacuajo! —gritó uno de los marineros, demostrando su mal perder. No pude evitar sonreírle con burla, lo que hizo acrecentar su molestia.

—Ya pasó, ya pasó —dije, intentando calmarle. Me gustaba chinchar a la gente, pero tampoco quería que se sintieran tristes—. Al menos no apostaste dinero.

Y eso era cierto. Habíamos apostado prendas de ropa. Había sido mi oportunidad para tener una excusa y moverme cómodamente por el barco sin que la ropa me estorbase, pero no había sido el caso. Tenía tanta suerte que había ganado todas las rondas. Y ahora me veía obligado a observar el lamentable espectáculos de marineros de piel arrugada y correosa por la vida en alta mar. A veces me preguntaba si realmente tenía suerte.

—No pienso desnudarme más... —dijo, sin poder acabar la frase.

—¡Marineros, a sus puestos! —gritó la voz del capitán—. ¡Tierra a la vista!

«¿Ya? ¿Tan pronto?» pensé. Creía que no llegaría a mi destino hasta mucho más tarde. Además, la Isla Gyojin no estaba a la vista. ¿A dónde me habían llevado? Esperaba que no me fueran a secuestrar otra vez.

Al cabo de media hora tocamos tierra, y tras atar varios cabos y preguntarle a unos cuántos hombres del barco, descubrí que habíamos llegado a una extraña tierra llamada Reddo Teikkoku. Demasiadas letras en el nombre, pero los pobres marineros debían aprovisionarse.

—Puedes seguir navegando con nosotros si vuelves a trabajar tan bien como hasta ahora —le explicó el capitán antes de bajar del barco—. Si quieres hacer turismo, es cosa tuya. Estaremos aquí unos dos días. Pienso zarpar pasado mañana, y si no estás antes de ese mediodía, te dejo aquí.

—¡Vale! —respondí alegremente mientras le dejaba atrás.

Lo cierto es que no me preocupaba llegar a tiempo o no. Sí perdía el barco, encontraría otro que me llevase a mi destino, como aquel tan molón con una calavera y dos huesos por bandera.

La zona era bonita, no se podía negar, pero un poco vacía para mi gusto. Si hacía un espectáculo callejero, ¿quién me iba a dar unos pocos berries para comer? Podía cazar algún criminal, pero era un proceso demasiado largo. Buscar, perseguir, atrapar, interrogar y finalmente arrestar. ¡Y todo sin saber si realmente eran tipos tan malos como se contaba! No, era más fácil bailar en la calle, al menos a veces. Aunque allí no parecía que fuese a conseguir demasiado. Quizás volviese al barco más tarde para cenar con la tripulación. De todas formas, tenía tiempo hasta la noche para decidir, hasta entonces, empecé a explorar.

«¿Qué es eso?» me pregunté al observar un sitio, el único en el que pude distinguir algo de movimiento. Me acerqué y descubrí que se trataba de una taberna llamada El Dragón de Marisco. El solo hecho de leer el nombre hizo que mi estómago se abriese. ¿Tendrían buen marisco en aquel lugar? Decidí entrar a descubrirlo, pero antes me paré frente al misterioso panel de madera lleno de papeles. ¿Quién lo había puesto ahí, a la vista de todos? Si estaba ahí, era porque querían que se leyese. Y eso hice.

Notas para moderación:

Reddo Teikokku era un lugar peculiar. Había más tecnología que en muchas islas de Grand Line, pero al mismo tiempo parecía llegar un poco tarde con respecto a lo que habías visto en otras como Dark Dome, en la que era casi habitual ver gente con extremidades biónicas y vehículos extremadamente sofisticados capaces de provocar aparatosos accidentes de forma constante. En cierto modo llegar a la isla se sentía como un retorno a tiempos más sencillos, con avances que aún no habían terminado por reemplazar el alma de la gente.

- Qué romántico te pones -comentaste sin dejar de pintar con el delineador.

- Extiéndela un poco más, que te ha quedado más corta que del otro lado.

Estabas en tu camarote, terminando de prepararte. Ya habías guardado unos cuantos relojes en el bolso para aliviar la ansiedad y llevabas un par de días ultimando los detalles para pasar unos días allí. No tenías un gran propósito en concreto, pero Reddo Teikokku era una isla tranquila alejada de las rutas principales, por lo que servía a modo de respiro entre una agenda más ajetreada de lo que te gustaría. Además, al no estar sumergida en un trasiego tan constante, muchos delincuentes que buscaban pasar desapercibidos se ocultaban por ahí. Zion te había hablado varias veces de un gran tablón de anuncios lleno de carteles locales y algún que otro Wanted de criminales que, presumiblemente, pasaban por ahí de forma más o menos asidua.

Comprobaste tu cartera. Tenías dinero suficiente para una vida en el barco y unas cuantas cabezas en la despensa para cuando hiciese falta algo de suelto; en tu monedero tampoco faltaba efectivo. La caza era extremadamente lucrativa, pero poco a poco iba perdiendo tu interés. ¿Qué incentivo había en seguir arriesgando tu vida en lugar de prepararte para la larga travesía hacia el Nuevo Mundo? Querías descubrir la tierra de los gigantes, y esas pequeñas criaturas que llamaban hadas en Dressrosa. También el lugar del que procedía la gente como Berry. También enfrentarte a gente poderosa, claro, pero después de lo que había sucedido con el Desollador te hacía sentir un poco insegura tu condición. Un mal golpe bastaba, por muy bien que te movieses o lo rápida que llegases a ser -que no era mucho- para reducirte. Quizá por eso te esforzabas en ignorar la jolly roger del barco junto al que atracasteis. Jean Baptiste Di Guedry era probablemente la persona con mayor recompensa que navegaba la primera mitad de Grand Line, lo que lo identificaba como uno de los delincuentes más fuertes o más peligrosos; probablemente, ambas cosas.

Terminaste de maquillarte. A unos ojos felinos se sumaba un delicado carmín granate y tu cabello recogido en una larga trenza de espiga. Una larga falda color vino con abertura a un costado cubría tus piernas, cerrada en tu cintura alrededor de una camiseta de manga larga con ligero escote rubí, abierta hacia la espalda, blanco roto. Como de costumbre no llevabas armas a la vista pero la cuchillera de la liga era accesible fácilmente, con una muda en el bolso por si cualquier cosa sucedía. Al levantarte trastabillaste un poco por el tacón de los botines, pero muy pronto recuperaste el equilibrio y echaste a caminar.

Diste breves órdenes a Zion y a los demás: querías tener el barco de Baptiste vigilado. Una vez hecho esto, sencillamente bajaste al muelle y echaste a caminar hacia el tablón del que te habían hablado. Con suerte habría algún espectáculo interesante antes de plantearte atrapar a algún delincuentucho.

Aurelius, durante tu camino ves que la gente te mira. Esta gente no parece estar acostumbrada a ver hombres-pez, y mucho menos si estos miden un metro. Perdón, metro y medio. Un niño pequeño se te acerca y extiende la mano para tocar uno de esos... ¿tentáculos? ¿Qué es lo que tienes en la cabeza exactamente? pero enseguida su madre lo coge de la mano y se lo lleva echándole la bronca en voz baja. Fuera como fuese, tienes ante ti el tablón de anuncios... Y no hay mucho interesante en él. Una persona que se ofrece a pasear mascotas, alguien que ofrece un servicio de transporte en uno de esos flamantes vehículos motorizados... El único que parece llamar algo la atención es...


Alice, el cartel es grande y Aurelius no es lo suficientemente grande como para impedirte leerlo estando detrás de él. Aunque tal vez te parezca más digno de atención el pequeño gyojin, ¿Quién sabe? Es muy pequeño y ciertamente está llamando mucho la atención de la gente alrededor. Sin embargo no tienes mucho tiempo a decidir si quieres aceptar el trabajo del cartel o no, porque de golpe notas un tirón en el brazo. Un hombre muy delgado, de nariz aguileña y prácticamente sin barbilla, de pelo muy escaso está intentando llamar tu atención. Viste con una gabardina negra de cuero.

—Ey ey ey ey, guapa, ¿Quieres un Log Pose de diseño de la marca Dexterblackus? —entonces se recoge la manga de la gabardina mostrando en su brazo como tiene atados varios Log Pose que parecen todos apuntar a distintas direcciones, además de estar decorados con brillantes piedrecitas. Es la primera vez que oyes hablar de esa marca, probablemente ni exista.

No se me había escapado que algunas personas se habían quedado mirándome por el camino. Parecía que nunca habían visto un gyojin, o peor, que les tuvieran miedo. Aunque nunca terminaba de acostumbrarme a ello, no era ninguna sorpresa. Aun así, yo seguía siendo el divertido y gracioso Maxi, y siempre que podía, les devolvía una simpática sonrisa. Esperaba que llegasen a comprender, algún día, que no éramos tan diferentes de ellos. ¡Incluso iba a jugar con aquel niño curiosón que se acercó! Lástima que su mamá no le dejase.

Al final llegué a un extraño establecimiento llamado El Dragón del Marisco, aunque había algo más extraño que ese nombre: el cartel con propaganda. Me quedé leyendo todos aquellos extraños anuncios. ¡Qué interesantes eran!

-Vamos a ver, vamos a ver... ¡Vamos a ver si encuentro un trabajo! -dije mientras revisaba los panfletos.

Había toda clase de publicaciones, aunque para mi desgracia muy pocos trabajos. Bailar en la calle no sería muy beneficioso, no hasta que hubiese más personas, y los carteles parecían un poco decepcionantes.

-Espera... ¿Qué es eso? -murmuré al fijarme en un llamativo anuncio-. ¿Rico? ¿Mucho dinero? ¡Justo lo que necesito!

Al final sí que me había pasado algo bueno. Aquel anuncio parecía diseñado para mí. Siempre me he considerado una persona valiente y capaz de luchar por mis ambiciones. Y solo tenía que reunirme dentro de aquel extraño local para saber cómo ganar tanto dinero.

Fui a dar un paso para adentrarme en el sitio, pero una voz me interrumpió. Un hombre, quizás de aspecto galante, no estaba seguro, intentaba llamar la atención de una señorita. ¿Intentaría cortejarla? Si me hubiera pedido ayuda por adelantado habría amenizado la velada con un precioso cántico de ballena que acentuase el romanticismo de la situación, pero tenía que entrar en El Dragón del Marisco. Quizás hasta me diesen de comer.

-Me pregunto qué se sentirá al nadar en berries -murmuré mientras cruzaba la puerta.

Parecía que no eras la única interesada en el tablón de anuncios, alrededor del que mucha gente se aglomeraba. Algunos niños, personas de toda clase e incluso uno de esos hombres pez, aunque por su altura habrías jurado que era un niño. Su carácter parlanchín y dicharachero -amén de hablar en voz alta- parecía incidir en su baja edad, y aunque en otro momento quizá habrías te planteado la posibilidad de que alguien buscando dinero tendería más hacia una cierta edad, parecía más un chiquillo de aventuras que otra cosa. Además tampoco tuviste mucho tiempo para observarlo, porque antes de que acabaras de leer el cartelón de lo que seguramente sería una estafa piramidal notaste un dolor agudo en el brazo, seguido de un tipo contrahecho tratando de venderte un log pose de marca como mínimo sospechosa.

- ¡Imbécil! -le gritaste-. ¡Estafador! ¡Tunante!

No te paraste a comprobar si tu mano había llegado a encajarle una bofetada, pero mientras atravesabas a toda prisa el umbral de la taberna más cercana -sin siquiera caer en que se trataba del Dragón de Marisco- la mano te temblaba adolecida. De hecho no recordabas haber lanzado la mano, pero tampoco quisiste darle mayor importancia. El brazo todavía te dolía por el tirón, así que si le habías dado bien dado estaba.

Un paso más allá del umbral abrías y cerrabas la mano a medida que esta se estabilizaba, cuidando con el conocimiento que la experiencia te había dado que no te hubieses hecho una fisura sin querer en alguna falange, si bien todo parecía ir correctamente. Más allá de la molestia, al menos. El cómo siempre te pasaban esas cosas a ti era un misterio, pero empezabas a estar harta de que todos los buhoneros -en el mejor de los casos- tratasen de aprovecharse de ti siempre. En cualquier caso soltaste aire, respirando luego lentamente hasta que tus pulmones se llenaron de nuevo, muy lentamente. En realidad no había sido para tanto, creías, pero no se sentía bien.

Te acercaste a la barra, aún con la cara algo enrojecida, y te sentaste en una banqueta alta. En ese lugar estaba el misterioso mecenas que prometía grandes riquezas, pero sería de idiotas meterte en ese reservado sin antes saber de quién se trataba y si era de fiar. Aunque difícilmente sería más peligroso que Baptiste, no pensabas correr riesgos con un desconocido que seguramente tratase de timarte.

- ¡Perdona! -llamaste a la persona encargada-. ¿Un vodka con fresa, es posible?

Una bebida de recia cazarrecompensas, cómo no.