Descansabas bajo la pérgola del puente de mando sentada en tu sillón de mimbre, con una pila de libros a tu lado y tres o cuatro tomos diferentes abiertos por distintas páginas sobre la mesita junto al timón. Una pequeña lamparita colgaba de la pared alumbrando unos pocos metros de la cubierta, aunque no prestabas atención a nada más allá de tu cuaderno. Casi ovillada sobre él, dibujabas minuciosamente esquemas y bocetos de posturas y movimientos, anotando sus fortalezas y debilidades. Aunque nunca habías creído necesitar aprender a pelear como tal Zion había insistido mucho en ello, y tras los sucesos de Drum habías empezado a ver que tenía razón: No sabías pelear. Podías manejar una espada, disparar un arco o una pistola... Pero no tenías margen de reacción ni los conocimientos para contrarrestar las ventajas de tus oponentes; tampoco usar sus debilidades en tu favor. Quizá por eso mientras casi toda la tripulación estaba aprovechando la noche de atraque en Jaya para divertirse sin preocupaciones ni control tú estudiabas todos los estilos de lucha que había en cuanto canon marcial habías conseguido durante los últimos meses.
Muchos insistían en que aprendieses uno, a ser posible uno que alguien en la tripulación pudiese enseñarte, pero declinaste la oferta. Luchadora o no seguías siendo la más fuerte del barco y, por otro lado, ningún estilo de combate que había en los libros o alguno de ellos hubiese aprendido tenía en cuenta el mayor problema para ti: Ninguno estaba pensado para chicas con huesos de cristal. El tamaño sin embargo había resultado no ser un límite: Sorprendentemente, bien aprovechadas las ventajas de un peso ligero casi superaban la fuerza bruta de los cuerpos más masivos.
En cualquier caso te había llevado tiempo diseñarlo, pero estabas orgullosa. Como si de un vals roto se tratase los movimientos eran fluidos y delicados, de ritmo cambiante en un compás de cinco por cuatro, dedicando una suerte de esquema dos tres a las defensas y de tres dos a los ataques. Cada posición había sido adaptada pensando en tu cuerpo, en cómo lo sentías y en la ropa que te gustaba llevar; también en las armas que más confianza te inspiraban. Los movimientos calculados de todo tu cuerpo sobre el papel respondían a pasos de baile que minimizaban el impacto del esfuerzo sobre tus articulaciones y aprovechaban tu fuerza con una mayor eficiencia, o al menos esa era la teoría. Habías practicado unos cuantos pasos, era cierto, y en general estabas satisfecha, pero muchos otros todavía estaban pendientes de ser ensayados e interiorizados. Pero estabas en el buen camino.
Te estiraste perezosamente mientras contenías un bostezo con la mano, dejándote en una postura no muy digna por unos segundos. Acto seguido te levantaste, espada en mano, y dejaste el barco. No recordabas demasiado bien Jaya pero sabías que más allá de Mock Town, pasado un pequeño pedazo de bosque no muy denso había un claro en el que poder practicar. Zion te lo había confirmado, y podías confiar en él. Al menos, podías confiar en que no mentía; no era su estilo.
Evitaste las calles más transitadas, o al menos lo intentaste. Llevabas la espada contigo y la libreta en el bolso, pero seguías siendo poco intimidante en una isla llena de criminales cuya vida se contaba más en los berries que valía su cabeza que otra cosa. Todo podía pasar en esa isla del demonio, como de hecho terminó pasando.
Fue al doblar una esquina. Sentiste que alguien te seguía, pero fue un poco tarde. Te cerró la salida un hombre larguirucho de cabello castaño y delante de ti apareció un tipo regordete, bajito, con un gran bicornio de color verde y un chaleco de cuero muy gastado. Los habías visto en carteles antes, aunque valían tan poco que nunca te habías interesado por sus nombres. En ese momento habrías deseado haberlo hecho.
- ¿No es un poco tarde para que una niña salga sola de casa? -preguntó, con impostada ternura-. La noche en Jaya es peligrosa, podría pasar cualquier cosa.
- Sí, menos mal que te hemos encontrado nosotros primero y no alguien malo, ¿verdad, Drake? -El de detrás de ti tenía una voz bastante desagradable. No pronunciaba bien las erres, tampoco-. Pero hoy es tu día de suerte, pequeña. Nosotros nos vamos a conformar con el bolso y puedes volver a casa.
Suspiraste. Te preocupaba mucho más llamar la atención que ese par de tarugos, en verdad.
- ¿Y si os mato a los dos y llevo vuestra cabeza como advertencia para el siguiente que pretenda acercarse a mí sin permiso? -preguntaste, pero la respuesta fue una pistola apuntándote a la cara.
- El bolso, zorra -ordenó-. Ya.
Muchos insistían en que aprendieses uno, a ser posible uno que alguien en la tripulación pudiese enseñarte, pero declinaste la oferta. Luchadora o no seguías siendo la más fuerte del barco y, por otro lado, ningún estilo de combate que había en los libros o alguno de ellos hubiese aprendido tenía en cuenta el mayor problema para ti: Ninguno estaba pensado para chicas con huesos de cristal. El tamaño sin embargo había resultado no ser un límite: Sorprendentemente, bien aprovechadas las ventajas de un peso ligero casi superaban la fuerza bruta de los cuerpos más masivos.
En cualquier caso te había llevado tiempo diseñarlo, pero estabas orgullosa. Como si de un vals roto se tratase los movimientos eran fluidos y delicados, de ritmo cambiante en un compás de cinco por cuatro, dedicando una suerte de esquema dos tres a las defensas y de tres dos a los ataques. Cada posición había sido adaptada pensando en tu cuerpo, en cómo lo sentías y en la ropa que te gustaba llevar; también en las armas que más confianza te inspiraban. Los movimientos calculados de todo tu cuerpo sobre el papel respondían a pasos de baile que minimizaban el impacto del esfuerzo sobre tus articulaciones y aprovechaban tu fuerza con una mayor eficiencia, o al menos esa era la teoría. Habías practicado unos cuantos pasos, era cierto, y en general estabas satisfecha, pero muchos otros todavía estaban pendientes de ser ensayados e interiorizados. Pero estabas en el buen camino.
Te estiraste perezosamente mientras contenías un bostezo con la mano, dejándote en una postura no muy digna por unos segundos. Acto seguido te levantaste, espada en mano, y dejaste el barco. No recordabas demasiado bien Jaya pero sabías que más allá de Mock Town, pasado un pequeño pedazo de bosque no muy denso había un claro en el que poder practicar. Zion te lo había confirmado, y podías confiar en él. Al menos, podías confiar en que no mentía; no era su estilo.
Evitaste las calles más transitadas, o al menos lo intentaste. Llevabas la espada contigo y la libreta en el bolso, pero seguías siendo poco intimidante en una isla llena de criminales cuya vida se contaba más en los berries que valía su cabeza que otra cosa. Todo podía pasar en esa isla del demonio, como de hecho terminó pasando.
Fue al doblar una esquina. Sentiste que alguien te seguía, pero fue un poco tarde. Te cerró la salida un hombre larguirucho de cabello castaño y delante de ti apareció un tipo regordete, bajito, con un gran bicornio de color verde y un chaleco de cuero muy gastado. Los habías visto en carteles antes, aunque valían tan poco que nunca te habías interesado por sus nombres. En ese momento habrías deseado haberlo hecho.
- ¿No es un poco tarde para que una niña salga sola de casa? -preguntó, con impostada ternura-. La noche en Jaya es peligrosa, podría pasar cualquier cosa.
- Sí, menos mal que te hemos encontrado nosotros primero y no alguien malo, ¿verdad, Drake? -El de detrás de ti tenía una voz bastante desagradable. No pronunciaba bien las erres, tampoco-. Pero hoy es tu día de suerte, pequeña. Nosotros nos vamos a conformar con el bolso y puedes volver a casa.
Suspiraste. Te preocupaba mucho más llamar la atención que ese par de tarugos, en verdad.
- ¿Y si os mato a los dos y llevo vuestra cabeza como advertencia para el siguiente que pretenda acercarse a mí sin permiso? -preguntaste, pero la respuesta fue una pistola apuntándote a la cara.
- El bolso, zorra -ordenó-. Ya.
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Retiro espiritual en la isla de Jaya. No, viaje de autodescubrimiento en la isla de Jaya. Mejor aún, meditación en las cristalinas playas de la isla de Jaya. Lo que fuera para justificar que estuviese perdiendo el tiempo en este sitio porque no sabía cómo superar una ruptura. Al menos podía estar orgulloso y decir que esta era una de verdad, no como la que pasé con Albert que era totalmente unidireccional y delirante. El primer día de llegar aquí había estado bastante bien, era una de las islas pirata más reconocidas de todo el mundo y fuera donde fuera siempre había algo ocurriendo o a punto de ocurrir. Básicamente un paraíso para cualquiera que necesitara distraerse durante un tiempo.
Lo malo hasta que eso podía volverse aburrido y repetitivo. Incluso estar tumbado tomando el sol con un cóctel en la mano, que por supuesto había cogido de una barra desatendida porque dinero no es que tenga mucho, podía volverse absurdamente tedioso. Supongo que por eso había acabado durmiéndome, por suerte solo llevaba conmigo la ropa y la bebida, es la única forma de que no te quiten nada cuando intenten robarte. Porque sí, aquí solo era cuestión de tiempo para que eso ocurriera. Me levanté, estirándome mientras me orientaba un poco. Lo mejor sería volver al barco por esta noche.
Salí de la pequeña playa en la que estaba, caminando por los tablones de madera que hacían de camino. Tenía que empezar a pensar en nuestro próximo destino, ¿quizá seguir esta ruta hasta el Nuevo Mundo? No sonaba muy bien, no tenía mucha gente en mi banda y sinceramente no me sentía lo suficientemente fuerte como para poder enfrentarme a los peligros que esperan más adelante. Pero tampoco podía esperar que surgiera algo delante de mí que me permitiera perder un poco más de tiempo en esta isla del demonio. Enfrascado en mis propios pensamientos no me di cuenta de que había acabado justo delante de lo que parecía ser un intento de robo. Uff… Ahora mismo no tenía ganas de… Un momento, ¿esa era Alice? Se me iluminó la cara de alegría al momento, soltando una leve risa.
-Alice, veo que estás haciendo amigos por aquí.- El tipo que estaba detrás de ella sacó un arma para apuntarme a mí. Ante ese gesto, levanté las manos-. Ah, sí… La hospitalidad de Jaya en su máximo esplendor.
Centré mi atención en las puntas de las pistolas de ambos maleantes y tras una pequeña brisa que achacaron a un viento inocente, sus armas se prendieron en fuego. Como es normal, tuvieron que soltarlas para no dañarse las manos, cosa que hizo que sonriera satisfecho. Volví a dirigir mi atención a mi amiga cazarrecompensas, sonriéndole.
-¿Estos están en tu lista de entrega? Ugh, espero no estarlo yo la verdad…
Antes de empezar cualquier pelea, quería asegurarme de que Alice estuviera en la misma onda que yo. De hecho, podría ser real que fuese tras de mí, si no me equivocaba ya contaba con una recompensa. Sabiendo lo lista que es, si me pongo a pelear sin pensar con estos dos y resulta que soy presa de la chica, podría tumbarme con algún plan o algo por el estilo.
Lo malo hasta que eso podía volverse aburrido y repetitivo. Incluso estar tumbado tomando el sol con un cóctel en la mano, que por supuesto había cogido de una barra desatendida porque dinero no es que tenga mucho, podía volverse absurdamente tedioso. Supongo que por eso había acabado durmiéndome, por suerte solo llevaba conmigo la ropa y la bebida, es la única forma de que no te quiten nada cuando intenten robarte. Porque sí, aquí solo era cuestión de tiempo para que eso ocurriera. Me levanté, estirándome mientras me orientaba un poco. Lo mejor sería volver al barco por esta noche.
Salí de la pequeña playa en la que estaba, caminando por los tablones de madera que hacían de camino. Tenía que empezar a pensar en nuestro próximo destino, ¿quizá seguir esta ruta hasta el Nuevo Mundo? No sonaba muy bien, no tenía mucha gente en mi banda y sinceramente no me sentía lo suficientemente fuerte como para poder enfrentarme a los peligros que esperan más adelante. Pero tampoco podía esperar que surgiera algo delante de mí que me permitiera perder un poco más de tiempo en esta isla del demonio. Enfrascado en mis propios pensamientos no me di cuenta de que había acabado justo delante de lo que parecía ser un intento de robo. Uff… Ahora mismo no tenía ganas de… Un momento, ¿esa era Alice? Se me iluminó la cara de alegría al momento, soltando una leve risa.
-Alice, veo que estás haciendo amigos por aquí.- El tipo que estaba detrás de ella sacó un arma para apuntarme a mí. Ante ese gesto, levanté las manos-. Ah, sí… La hospitalidad de Jaya en su máximo esplendor.
Centré mi atención en las puntas de las pistolas de ambos maleantes y tras una pequeña brisa que achacaron a un viento inocente, sus armas se prendieron en fuego. Como es normal, tuvieron que soltarlas para no dañarse las manos, cosa que hizo que sonriera satisfecho. Volví a dirigir mi atención a mi amiga cazarrecompensas, sonriéndole.
-¿Estos están en tu lista de entrega? Ugh, espero no estarlo yo la verdad…
Antes de empezar cualquier pelea, quería asegurarme de que Alice estuviera en la misma onda que yo. De hecho, podría ser real que fuese tras de mí, si no me equivocaba ya contaba con una recompensa. Sabiendo lo lista que es, si me pongo a pelear sin pensar con estos dos y resulta que soy presa de la chica, podría tumbarme con algún plan o algo por el estilo.
- Esa no es una forma muy educada de tratar a una señorita -cuestionaste, divertida. La bala entraría por tu cabeza y saldría por tu nuca, atravesando a su compañero probablemente. Con un poco de suerte podrías... Oh, vaya.
Krein entró en acción con una observación no por obvia menos graciosa, prendiendo en llamas la pistola del tipo que te apuntaba y, por la maldición a tu espalda, suponías que la suya también. De alguna manera el pirata tenía el don de la oportunidad, fuese simple casualidad u otra jugada de vuestras familias para intentar juntaros. Tampoco podías decir que te importase mucho; ver a un amigo en una isla como esa siempre era siempre bien recibido, aunque viéndolo por el otro lado de golpe la posibilidad de no llamar la atención acababa de esfumarse por completo. Si el balance era positivo o negativo en esas circunstancias solo la noche lo sabía.
- ¿Tú crees que semejante pelagatos va a estar en mi lista? -preguntaste-. ¡Si necesita una pistola para atracar a una muchacha indefensa!
En realidad no estabas indefensa, pero ellos lo habían creído. Tenía sentido porque en realidad tu aspecto resultaba bastante llamativo en esa isla, con prendas que nadie se atrevería a llevar conociendo la isla... Bueno, no ropa que nadie se atrevería a llevar porque había otras mujeres por la isla en vestido corto, pero llevabas con diferencia el más caro que se podía encontrar en el lugar y los tatuajes no bastaban para hacerte ver como una tía dura. Llevabas tiempo sin intentar aparentarlo, desde que te habías dado cuenta de que facilitaba mucho las cosas en casi cualquier isla... Además, siempre llevabas una muda en el bolso por si de golpe debías parecer más recia, fuese por el motivo que fuera.
- ¿Cómo iba a estar mi amado prometido en esa lista? -dijiste, burlona-. Con lo bien que me queda el blanco, por favor. Si es que pareces tontito a veces, Krein.
- Un momento... ¿Cómo que...? -El ratero había sacado un puñal, pero en cierto modo tu indiferencia parecía hacer mella dentro de él-. El bolso. ¿Dámelo?
- Creo que se ha roto -comentaste antes de clavar la mirada en él de nuevo-. Baja ese cuchillo, anda, que estás haciendo el ridículo. Si por mí fuese -apoyaste los dedos sobre tu pecho, con la palma levemente elevada- ya te lo habría clavado. Pero por suerte para ti Krein tiene cierta aprensión a los asesinatos a sangre fría y no me gustaría que vomitase encima de tu cadáver. Con la suerte que tengo seguro que me salpicaría los zapatos. Así que venga, largo. No seré tan amable dos veces.
El de tu espalda no dudó. El otro recogió su pistola dubitativo, y no dejó de miraros en varias decenas de metros hasta que tropezó y tuvo que darse la vuelta. Una vez supiste que estabais más o menos a salvo dejaste pasar un segundo o dos de silencio, olfateado el aire discretamente para comprobar que estaba limpio y entonces te abalanzaste sobre él, regalándole un abrazo.
- ¡Krein, estás aquí! ¡Y limpio, dentro de tus posibilidades! -Hacía algún tiempo que no te cruzabas con ningún amigo en el mar, y aunque seguías lanzando botellas al mar cada cierto tiempo Illje llevaba casi un año sin dar señales de vida. Encontrarte a ese pirata ahí era en cierto modo un alivio: Aún había esperanza-. ¿Cómo te va todo? ¿Qué haces aquí? ¿Huyes de la ley? ¿Buscas alcohol? ¿De todo un poco? ¡Deberíamos ir a tomar algo! ¿Hay algún sitio bueno para eso en esta isla?
Podías entrenar más tarde; Krein no iba a estar ahí para siempre. O luego podías convencerlo para que te ayudase... No sabías, ya verías.
Krein entró en acción con una observación no por obvia menos graciosa, prendiendo en llamas la pistola del tipo que te apuntaba y, por la maldición a tu espalda, suponías que la suya también. De alguna manera el pirata tenía el don de la oportunidad, fuese simple casualidad u otra jugada de vuestras familias para intentar juntaros. Tampoco podías decir que te importase mucho; ver a un amigo en una isla como esa siempre era siempre bien recibido, aunque viéndolo por el otro lado de golpe la posibilidad de no llamar la atención acababa de esfumarse por completo. Si el balance era positivo o negativo en esas circunstancias solo la noche lo sabía.
- ¿Tú crees que semejante pelagatos va a estar en mi lista? -preguntaste-. ¡Si necesita una pistola para atracar a una muchacha indefensa!
En realidad no estabas indefensa, pero ellos lo habían creído. Tenía sentido porque en realidad tu aspecto resultaba bastante llamativo en esa isla, con prendas que nadie se atrevería a llevar conociendo la isla... Bueno, no ropa que nadie se atrevería a llevar porque había otras mujeres por la isla en vestido corto, pero llevabas con diferencia el más caro que se podía encontrar en el lugar y los tatuajes no bastaban para hacerte ver como una tía dura. Llevabas tiempo sin intentar aparentarlo, desde que te habías dado cuenta de que facilitaba mucho las cosas en casi cualquier isla... Además, siempre llevabas una muda en el bolso por si de golpe debías parecer más recia, fuese por el motivo que fuera.
- ¿Cómo iba a estar mi amado prometido en esa lista? -dijiste, burlona-. Con lo bien que me queda el blanco, por favor. Si es que pareces tontito a veces, Krein.
- Un momento... ¿Cómo que...? -El ratero había sacado un puñal, pero en cierto modo tu indiferencia parecía hacer mella dentro de él-. El bolso. ¿Dámelo?
- Creo que se ha roto -comentaste antes de clavar la mirada en él de nuevo-. Baja ese cuchillo, anda, que estás haciendo el ridículo. Si por mí fuese -apoyaste los dedos sobre tu pecho, con la palma levemente elevada- ya te lo habría clavado. Pero por suerte para ti Krein tiene cierta aprensión a los asesinatos a sangre fría y no me gustaría que vomitase encima de tu cadáver. Con la suerte que tengo seguro que me salpicaría los zapatos. Así que venga, largo. No seré tan amable dos veces.
El de tu espalda no dudó. El otro recogió su pistola dubitativo, y no dejó de miraros en varias decenas de metros hasta que tropezó y tuvo que darse la vuelta. Una vez supiste que estabais más o menos a salvo dejaste pasar un segundo o dos de silencio, olfateado el aire discretamente para comprobar que estaba limpio y entonces te abalanzaste sobre él, regalándole un abrazo.
- ¡Krein, estás aquí! ¡Y limpio, dentro de tus posibilidades! -Hacía algún tiempo que no te cruzabas con ningún amigo en el mar, y aunque seguías lanzando botellas al mar cada cierto tiempo Illje llevaba casi un año sin dar señales de vida. Encontrarte a ese pirata ahí era en cierto modo un alivio: Aún había esperanza-. ¿Cómo te va todo? ¿Qué haces aquí? ¿Huyes de la ley? ¿Buscas alcohol? ¿De todo un poco? ¡Deberíamos ir a tomar algo! ¿Hay algún sitio bueno para eso en esta isla?
Podías entrenar más tarde; Krein no iba a estar ahí para siempre. O luego podías convencerlo para que te ayudase... No sabías, ya verías.
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Alcé una ceja divertido cuando se llamó a sí misma indefensa. Solo la gente fuerte podía presumir de ser indefensa, o al menos es como yo lo veía. La gente indefensa desde luego no sobrevivía el suficiente tiempo como para ir proclamando eso sin problema alguno. La divertida broma de la cazarrecompensa hizo que me riera con ganas, negando con la cabeza.
-Pues a mi me quedan fatal los trajes, es como ver a un mono intentando ir de etiqueta; se aprecia el esfuerzo pero queda tonto.- No me quedé atrás con la broma-. Anda, ahora ha preguntado, yo creo que si insistimos un poco más nos acaba dando él su bolso.
Asentí para darle la razón a su argumento. Tampoco era que pudiera vomitar, dependía un poco de la forma en la que muriese y era más por el recuerdo que me traía que por la muerte en sí. Aun así, era bonito que Alice se molestara en hacer eso. Suspiré aliviado cuando por fin se fueron, no parecía que fuesen a suponer un problema, pero estaba recién despierto de una siesta y aún tenía que espabilar un poco antes de ponerme a pelear con unos matones de poca monta.
Me sorprendió un poco el abrazo de la rubia, pero obviamente no dudé nada en devolverlo. Las posibilidades de encontrármela aquí eran muy bajas, cosas como estas había que celebrarlas con alegría. Escuché atentamente a sus palabras mientras asentía levemente, no estaba borracho como para confesarle que volvía a tener problemas de chicos. Además, al final se iba a pensar que soy un fácil y, bueno, es posible que las dos personas que me han interesado solo hayan tenido que ser agradables conmigo durante unas horas, ¡pero Alice también lo había sido y no había caído por ella!
-Bueno, te dije que me iba a quedar con tus pasos de higiene, hago lo que puedo con lo que tengo… En cuanto a eso de tomar algo, lo secundo. Necesito un buen trago y entonces ya te diré qué hago aquí. Y no es que huya de la ley, solo resulta que casi todo lo que me gusta hacer es ilegal.- Miré alrededor, intentando pensar en algún lugar decente que hubiera visitado por aquí-. Hay un sitio llamado Coco Loco, no está del todo mal.
Empecé a caminar, esperando que me siguiera sin más. Volví a mirarla de reojo, intentando imaginar qué haría ahí. Lo más probable es que fuera una parada intermedia para coger provisiones, a lo mejor por trabajo y dudaba mucho que fuesen unas vacaciones. Había un millar de lugares mejores para eso que esta isla.
-¿Qué tal te ha ido? ¿Mucho trabajo? Yo sigo intentando reclutar una tripulación, no me está yendo del todo mal, pero tengo la sensación de que todavía me queda mucho trabajo por delante.- Suspiré, frustrado-. Oye, ¿y si dejas tu vida de cazarrecompensas y viajas conmigo?
Era una broma, pero desde luego que si aceptaba no me iba a quejar.
-Pues a mi me quedan fatal los trajes, es como ver a un mono intentando ir de etiqueta; se aprecia el esfuerzo pero queda tonto.- No me quedé atrás con la broma-. Anda, ahora ha preguntado, yo creo que si insistimos un poco más nos acaba dando él su bolso.
Asentí para darle la razón a su argumento. Tampoco era que pudiera vomitar, dependía un poco de la forma en la que muriese y era más por el recuerdo que me traía que por la muerte en sí. Aun así, era bonito que Alice se molestara en hacer eso. Suspiré aliviado cuando por fin se fueron, no parecía que fuesen a suponer un problema, pero estaba recién despierto de una siesta y aún tenía que espabilar un poco antes de ponerme a pelear con unos matones de poca monta.
Me sorprendió un poco el abrazo de la rubia, pero obviamente no dudé nada en devolverlo. Las posibilidades de encontrármela aquí eran muy bajas, cosas como estas había que celebrarlas con alegría. Escuché atentamente a sus palabras mientras asentía levemente, no estaba borracho como para confesarle que volvía a tener problemas de chicos. Además, al final se iba a pensar que soy un fácil y, bueno, es posible que las dos personas que me han interesado solo hayan tenido que ser agradables conmigo durante unas horas, ¡pero Alice también lo había sido y no había caído por ella!
-Bueno, te dije que me iba a quedar con tus pasos de higiene, hago lo que puedo con lo que tengo… En cuanto a eso de tomar algo, lo secundo. Necesito un buen trago y entonces ya te diré qué hago aquí. Y no es que huya de la ley, solo resulta que casi todo lo que me gusta hacer es ilegal.- Miré alrededor, intentando pensar en algún lugar decente que hubiera visitado por aquí-. Hay un sitio llamado Coco Loco, no está del todo mal.
Empecé a caminar, esperando que me siguiera sin más. Volví a mirarla de reojo, intentando imaginar qué haría ahí. Lo más probable es que fuera una parada intermedia para coger provisiones, a lo mejor por trabajo y dudaba mucho que fuesen unas vacaciones. Había un millar de lugares mejores para eso que esta isla.
-¿Qué tal te ha ido? ¿Mucho trabajo? Yo sigo intentando reclutar una tripulación, no me está yendo del todo mal, pero tengo la sensación de que todavía me queda mucho trabajo por delante.- Suspiré, frustrado-. Oye, ¿y si dejas tu vida de cazarrecompensas y viajas conmigo?
Era una broma, pero desde luego que si aceptaba no me iba a quejar.
- Te sienta bien oler bien -concediste, intentando hundir la cabeza contra su pecho... Pero era demasiado bajito. Con un mohín, y no sin antes comprobar que los travesaños de madera que hacían las veces de suelo estaban limpios, te descalzaste. Ya sin tacones, te refugiaste ahí por unos segundos gritando en silencio.
Te separaste al poco, aunque tenías la sensación de que había sido más de lo que pensabas. Te calzaste de nuevo tomando nota mental de cambiarte los calcetines en cuanto pudieses y limpiar los botines por dentro, pero había merecido la pena. En parte, al menos. Quizá no tenías tanta confianza con Krein como con otra gente, pero era tu amigo y lo habías echado de menos. De hecho, siendo una persona buscada, en ocasiones habías llegado a estar genuinamente preocupada. Los carteles no se renovaban mes a mes, al menos no mientras la recompensa no variase, lo que hacía que cada cierto tiempo sin ver su cara pudiese significar cualquiera de las dos cosas. En ese caso, por suerte, solo significaba que no había estado especialmente activo.
- A todo el mundo le gusta eso -fue tu respuesta-. A ti además te gusta que se sepa. Casi tanto como el aura de secretismo que destilas con ese "entonces te lo diré".
Queriendo o sin querer te habías puesto un poco de morros, más a broma que en serio, pero asentiste con determinación en cuanto dijo "Coco Loco". No estabas del todo convencida de que algo que Krein consideraba no estar mal del todo llegaría a ser de tu agrado, pero teniendo en cuenta que se trataba de Jaya tampoco podías aspirar a mucho más y que hasta en el peor de los sitios el whisky era bueno si sabías elegir una buena botella bien sellada preferiste seguirlo sin discutir. En parte también porque no conocías ningún sitio en la isla y el pirata parecía hasta cierto punto en su salsa mientras se movía entre delincuentes. Al fin y al cabo es lo que era, ¿no?
Notaste que te miraba de reojo. Le devolviste la mirada, aunque no la sostuviste porque te daba un poco de apuro. Si habías visto algo en sus ojos no lo sabías, pero esperabas que no hubiese malinterpretado el abrazo. Por suerte para los humeantes engranajes de tu cabeza, cortó el silencio a medio camino.
- Muchísimo -reíste-. Últimamente no he cazado nada, aunque espero que eso cambie pronto. No hoy, que en Jaya es una muy mala idea salir de caza. -Le señalaste la herida del antebrazo, casi indiscernible bajo los tatuajes pero fácilmente palpable. Entonces te diste cuenta: Los tatuajes-. ¡Pero mira este brazo cómo ha quedado de chulo! -exclamaste-. Son personajes de cuentos, aunque con detalles un poco más... Bueno, ya sabes. Para que pudiesen pegar con los demás. -Hiciste hincapié en el conejo de la mano-. ¿Te gusta?
Su última pregunta, sin embargo, te dejó un poco callada. Pensativa. Tenías mucho en común con los piratas, quizá especialmente con Krein. Aun así, no estabas segura de que fuese la mejor opción. Tampoco podías abandonar a Sasaki y Hayato. Ellos se habían unido a ti casi incondicionalmente y habíais seguido unidos a pesar de veros separados. Además le debías algo a Hayato...
- A lo mejor debería, ¿no? -comentaste, sin mucha convicción-. Una parte de mí tiene un fetiche con los piratas -eso fue un golpe bajo- pero no creo que pudiese. Estoy rehabilitando delincuentes, ¿sabes? La mayor parte de mi tripulación aún no tenía recompensa, pero nuestro oficial de cubierta solía valer algo más de lo que vales tú. No sería capaz de traicionarlos de esa forma. Además, ¿tú sabes todo lo que gano en un buen mes? -Te gustaba más esa vida de lo que estabas dispuesta a admitir, incluso a ti misma.
No pasó mucho hasta que llegasteis a un local de madera -como los demás, en realidad- y un gran coco rodando en un cartel que físicamente era imposible que se mantuviese en pie. No obstante, la puerta era blindada y estaba extraordinariamente limpia, algo con mucho mérito teniendo en cuenta Jaya.
- ¿Qué clase de lugar es este, Krein? -preguntaste antes de llamar a la puerta-. ¿No me estarás intentando convencer con sitios buenos y vino caro, no? -En realidad esperabas que lo estuviese intentando. No le iba a salir, pero querías vino caro.
Te separaste al poco, aunque tenías la sensación de que había sido más de lo que pensabas. Te calzaste de nuevo tomando nota mental de cambiarte los calcetines en cuanto pudieses y limpiar los botines por dentro, pero había merecido la pena. En parte, al menos. Quizá no tenías tanta confianza con Krein como con otra gente, pero era tu amigo y lo habías echado de menos. De hecho, siendo una persona buscada, en ocasiones habías llegado a estar genuinamente preocupada. Los carteles no se renovaban mes a mes, al menos no mientras la recompensa no variase, lo que hacía que cada cierto tiempo sin ver su cara pudiese significar cualquiera de las dos cosas. En ese caso, por suerte, solo significaba que no había estado especialmente activo.
- A todo el mundo le gusta eso -fue tu respuesta-. A ti además te gusta que se sepa. Casi tanto como el aura de secretismo que destilas con ese "entonces te lo diré".
Queriendo o sin querer te habías puesto un poco de morros, más a broma que en serio, pero asentiste con determinación en cuanto dijo "Coco Loco". No estabas del todo convencida de que algo que Krein consideraba no estar mal del todo llegaría a ser de tu agrado, pero teniendo en cuenta que se trataba de Jaya tampoco podías aspirar a mucho más y que hasta en el peor de los sitios el whisky era bueno si sabías elegir una buena botella bien sellada preferiste seguirlo sin discutir. En parte también porque no conocías ningún sitio en la isla y el pirata parecía hasta cierto punto en su salsa mientras se movía entre delincuentes. Al fin y al cabo es lo que era, ¿no?
Notaste que te miraba de reojo. Le devolviste la mirada, aunque no la sostuviste porque te daba un poco de apuro. Si habías visto algo en sus ojos no lo sabías, pero esperabas que no hubiese malinterpretado el abrazo. Por suerte para los humeantes engranajes de tu cabeza, cortó el silencio a medio camino.
- Muchísimo -reíste-. Últimamente no he cazado nada, aunque espero que eso cambie pronto. No hoy, que en Jaya es una muy mala idea salir de caza. -Le señalaste la herida del antebrazo, casi indiscernible bajo los tatuajes pero fácilmente palpable. Entonces te diste cuenta: Los tatuajes-. ¡Pero mira este brazo cómo ha quedado de chulo! -exclamaste-. Son personajes de cuentos, aunque con detalles un poco más... Bueno, ya sabes. Para que pudiesen pegar con los demás. -Hiciste hincapié en el conejo de la mano-. ¿Te gusta?
Su última pregunta, sin embargo, te dejó un poco callada. Pensativa. Tenías mucho en común con los piratas, quizá especialmente con Krein. Aun así, no estabas segura de que fuese la mejor opción. Tampoco podías abandonar a Sasaki y Hayato. Ellos se habían unido a ti casi incondicionalmente y habíais seguido unidos a pesar de veros separados. Además le debías algo a Hayato...
- A lo mejor debería, ¿no? -comentaste, sin mucha convicción-. Una parte de mí tiene un fetiche con los piratas -eso fue un golpe bajo- pero no creo que pudiese. Estoy rehabilitando delincuentes, ¿sabes? La mayor parte de mi tripulación aún no tenía recompensa, pero nuestro oficial de cubierta solía valer algo más de lo que vales tú. No sería capaz de traicionarlos de esa forma. Además, ¿tú sabes todo lo que gano en un buen mes? -Te gustaba más esa vida de lo que estabas dispuesta a admitir, incluso a ti misma.
No pasó mucho hasta que llegasteis a un local de madera -como los demás, en realidad- y un gran coco rodando en un cartel que físicamente era imposible que se mantuviese en pie. No obstante, la puerta era blindada y estaba extraordinariamente limpia, algo con mucho mérito teniendo en cuenta Jaya.
- ¿Qué clase de lugar es este, Krein? -preguntaste antes de llamar a la puerta-. ¿No me estarás intentando convencer con sitios buenos y vino caro, no? -En realidad esperabas que lo estuviese intentando. No le iba a salir, pero querías vino caro.
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No es que conociera demasiado a Alice, pero desde luego no me había dado la impresión de ser alguien a la que le gustara este tipo de abrazos. No me quejé y puse una mano en su espalda y otra en su cabeza, acariciándola levemente. Tragué el nudo que se me había formado en la garganta, por un segundo no pude evitar pensar en mi hermana. Bueno, no exactamente en ella sino en lo que me habría gustado que alguna vez me hubiera dado un abrazo así. Cuando se separó, le dediqué una pequeña y sincera sonrisa, parecía que ella necesitaba ese abrazo, pero sería mentira decir que a mí no me había sentado bien también.
Asentí levemente, dándole la razón aunque no estuviera muy de acuerdo con lo que decía. ¿Por qué no cazar en Jaya? Estaba literalmente lleno de piratas, era como un oso hormiguero rodeado de hormigas, ¿no? A ver, era cierto que igual la cantidad podía ser abrumadora, pero parecía mucho más fácil que tener que ir a buscarlos por cualquier rincón del mundo… No sé, mucho trabajo, mejor ser pirata sin duda alguna.
-No me había fijado.- Miré los tatuajes con mucha curiosidad, la verdad es que eran bonitos-. Llevo un tiempo pensando en hacerme uno, pero no se me ha venido nada a la mente… Además, no sé si con la regeneración que me da la fruta la tinta se quedará en su sitio. Sería un desperdicio de dinero, que no tengo, y de tiempo, que sí que tengo.
Me encogí de hombros al oírla, me esperaba una respuesta de ese tipo, pero desde luego no sabía que estaba viajando con criminales. Había que tener valor para hacer algo así estando en el lado de la ley, aunque bueno, supongo que una cazarrecompensas era más flexible que un marine y por supuesto que un legionario.
-Contra esos argumentos no puedo luchar, mucho menos lo del dinero. ¡Es muy difícil conseguir un buen botín! No sé si estarás muy enterada de mis acciones, pero no es que sean especialmente lucrativas. Escapar de una prisión del Gobierno Mundial, parar un golpe de Estado, enfrentarme a mafias que se ponen en mi camino, aquel legionario que derroté en prime time con…
Me callé de golpe, se me secó la boca en cuanto recordé la causa de mis vacaciones adelantadas. Suspiré molesto, esta vez había sido culpa mía, pareciera que me pongo trampas mentales a mí mismo. Por suerte, habíamos llegado al lugar y no tenía por qué continuar con esa conversación. Me acerqué a la puerta y toqué un par de veces hasta que de una escotilla salieron a la vista un par de ojos que nos inspeccionaron a Alice y luego a mí. Cuando me reconoció, la mujer volvió a cerrar la escotilla y luego abrió la puerta. Era una mujer musculosa, con unas cuantas cicatrices a la vista y bastante más alta que yo.
-¡Yor! ¡Has vuelto! Dime, ¿has pensado sobre la oferta que te hice? Sabía que volverías- Alargó la última vocal en un tono musical, yo solo reí para seguir adelante la conversación.
-Nah, solo he traído a una buena amiga a que pruebe las bebidas de aquí, es lo que más me gustó del lugar.- Y de lo único que recordaba, fue una buena borrachera-. ¿Podemos?
-¡Claro, claro! Tus amigos son también mis amigos, sobre todo si son preciosidades como esta chiquilla.
Asentí y pasé junto a Alice, escuchando como la puerta se cerraba detrás de nosotros. Por algún motivo este club era un tanto exclusivo, no dejaban pasar a todo el mundo y por lo que entendía solo podías entrar por recomendación de alguien que ya fuera de dentro. No sé qué tendría de especial, era un garito más con una pista de baile en el medio, un montón de luces de fiesta, música alta, borrachos… Lo único raro era la cantidad de seguratas que había en la puerta que daba a la zona vip, pero no era algo que me interesara demasiado, era más fácil conseguir bebida en esta parte del club. Me acerqué un poco más a Alice para que pudiera oírme por encima de la música.
-Pensé que siendo un sitio más privado no habría tanto pirata o delincuente con ganas de gresca. ¡Oh! ¡Y los mojitos son muy buenos!
Asentí levemente, dándole la razón aunque no estuviera muy de acuerdo con lo que decía. ¿Por qué no cazar en Jaya? Estaba literalmente lleno de piratas, era como un oso hormiguero rodeado de hormigas, ¿no? A ver, era cierto que igual la cantidad podía ser abrumadora, pero parecía mucho más fácil que tener que ir a buscarlos por cualquier rincón del mundo… No sé, mucho trabajo, mejor ser pirata sin duda alguna.
-No me había fijado.- Miré los tatuajes con mucha curiosidad, la verdad es que eran bonitos-. Llevo un tiempo pensando en hacerme uno, pero no se me ha venido nada a la mente… Además, no sé si con la regeneración que me da la fruta la tinta se quedará en su sitio. Sería un desperdicio de dinero, que no tengo, y de tiempo, que sí que tengo.
Me encogí de hombros al oírla, me esperaba una respuesta de ese tipo, pero desde luego no sabía que estaba viajando con criminales. Había que tener valor para hacer algo así estando en el lado de la ley, aunque bueno, supongo que una cazarrecompensas era más flexible que un marine y por supuesto que un legionario.
-Contra esos argumentos no puedo luchar, mucho menos lo del dinero. ¡Es muy difícil conseguir un buen botín! No sé si estarás muy enterada de mis acciones, pero no es que sean especialmente lucrativas. Escapar de una prisión del Gobierno Mundial, parar un golpe de Estado, enfrentarme a mafias que se ponen en mi camino, aquel legionario que derroté en prime time con…
Me callé de golpe, se me secó la boca en cuanto recordé la causa de mis vacaciones adelantadas. Suspiré molesto, esta vez había sido culpa mía, pareciera que me pongo trampas mentales a mí mismo. Por suerte, habíamos llegado al lugar y no tenía por qué continuar con esa conversación. Me acerqué a la puerta y toqué un par de veces hasta que de una escotilla salieron a la vista un par de ojos que nos inspeccionaron a Alice y luego a mí. Cuando me reconoció, la mujer volvió a cerrar la escotilla y luego abrió la puerta. Era una mujer musculosa, con unas cuantas cicatrices a la vista y bastante más alta que yo.
-¡Yor! ¡Has vuelto! Dime, ¿has pensado sobre la oferta que te hice? Sabía que volverías- Alargó la última vocal en un tono musical, yo solo reí para seguir adelante la conversación.
-Nah, solo he traído a una buena amiga a que pruebe las bebidas de aquí, es lo que más me gustó del lugar.- Y de lo único que recordaba, fue una buena borrachera-. ¿Podemos?
-¡Claro, claro! Tus amigos son también mis amigos, sobre todo si son preciosidades como esta chiquilla.
Asentí y pasé junto a Alice, escuchando como la puerta se cerraba detrás de nosotros. Por algún motivo este club era un tanto exclusivo, no dejaban pasar a todo el mundo y por lo que entendía solo podías entrar por recomendación de alguien que ya fuera de dentro. No sé qué tendría de especial, era un garito más con una pista de baile en el medio, un montón de luces de fiesta, música alta, borrachos… Lo único raro era la cantidad de seguratas que había en la puerta que daba a la zona vip, pero no era algo que me interesara demasiado, era más fácil conseguir bebida en esta parte del club. Me acerqué un poco más a Alice para que pudiera oírme por encima de la música.
-Pensé que siendo un sitio más privado no habría tanto pirata o delincuente con ganas de gresca. ¡Oh! ¡Y los mojitos son muy buenos!
Preferiste no indagar en su silencio, pero le ofreciste una caricia en la espalda cuando se le rompió la voz. Una pérdida, una ruptura... Había pasado algo con una persona que él quería, y tú entendías muy bien ese pesar. No era la clase de cosas que alguien quisiera hablar a la primera de cambio, aunque pudiesen llegar a enquistarse si no se hacía. Elegiste apoyarlo sin presionarlo, por una vez, esperando que fuese suficiente. Por suerte, la puerta no tardó en abrirse y una mujer alta, muy alta, y musculosa, muy musculosa, nos dio la bienvenida. No era exactamente guapa, o al menos no de la misma forma que tú. Tenía una nariz torva y la cara surcada de cicatrices -como las demás partes visibles de su cuerpo-, pero una mirada profundamente atractiva de ojos violetas.
- ¡Hola, soy la buena amiga! -te presentaste, algo nerviosa-. Es un local bonito el que tenéis aquí. -Reíste, con tan mala suerte que te atragantaste con tu propia lengua y acabaste tosiendo. ¿Por qué estaba tan cerca?-. ¿Cómo habéis organizado algo tan cuco en medio de una isla como esta?
La mirada de la mujer reflejaba orgullo en absoluto disimulado: Sabía que había cierto mérito en lo que había conseguido y le gustaba que lo apreciasen. A ti no terminó de gustarte, sin embargo, la caricia en el mentón que te dedicó sin ninguna clase de permiso. O bueno, no al menos la parte de hacerlo sin permiso. Afortunadamente te contuviste en lugar de organizar un numerito y escuchaste su explicación:
- Bueno, no ha sido del todo difícil -aclaró-. Tenemos la mejor seguridad que se puede pagar, pero más allá de eso el último que intentó propasarse en este local todavía está en la mazmorra chupando pollas con una máscara de cuero y unos grilletes de peluche.
- Perdón -interrumpiste-. ¿Dónde haciendo qué?
No pudiste evitar fijarte mejor entonces en todo lo que había a tu alrededor: Látigos y fustas decorando el espacio entre sencillas columnas de aspecto elegante, lámparas con forma remotamente inspiradas en genitales y... ¿Eso que había en la pista de baile era un hombre con bozal y collar? Había infinidad de detalles más por todas partes, algunos de ellos sutiles como el nombre de los chupitos -aunque de pronto al leerlos sonaban zafios- y otros más obvios como un gran cartel detrás de la barra que incluía tanto los consejos para una relación BDSM de calidad como varias normas del local, incluida la prohibición de practicar el coito fuera de la mazmorra o los reservados.
No quisiste saber por qué se llamaba Coco Loco, pero asumiste que no pasaba nada si solo pretendías tomar algo: De hecho, había una serie de indicaciones para realizar voyeurismo sin resultar incómodo a la gente observada y la palabra "consenso" estaba repetida por ahí casi tantas veces como "consentimiento". Había una cantidad preocupante de reglas respecto a una cosa llamada "CNC", aunque a juzgar por cómo se trataba eso solo se permitía, cómo no, dentro de la mazmorra. En cualquier caso preferiste no preguntar a la mujer.
- Yo tomaré un old fashioned, pero con scotch en vez de bourbon, si puede ser. Doble, y con dos hielos. Y dos chorritos y medio de angostura, solo medio de tónica, con un poco de perfume de ma...
- Un mojito y un old fashioned con whisky de malta -repitió, ignorando todas tus indicaciones-. Muy bien, acompañadme a la barra.
Aprovechaste mientras os acercabais para matar a Krein con la mirada.
- ¿De verdad? -preguntaste en un susurro-. ¿Un club BDSM? Pensé que estábamos bien solo de amigos, esto es... -Un tipo alto de cabello moreno te distrajo por un momento. Era... Woao, era más de lo que esperabas, en muchos sentidos. Apartaste la mirada con algo de vergüenza-. ¿Qué hacemos en un picadero BDSM, Krein?
- Un mojito para él y un old fashioned con whisky de malta en vez de bourbon, medio chorro de tónica, dos y medio de angostura, perfume de cítricos y piel de mandarina para la niña reprimida.
- ¿Qué? Eso es un poco feo, ¿no te parece? ¡No estoy reprimida! -Miraste a Krein-. ¡No lo estoy!
Ella se encogió de hombros y dejó la barra, no sin antes guiñar un ojo a tu acompañante. Tú volviste a mirarlo.
- Ni te habías dado cuenta, ¿verdad?
- ¡Hola, soy la buena amiga! -te presentaste, algo nerviosa-. Es un local bonito el que tenéis aquí. -Reíste, con tan mala suerte que te atragantaste con tu propia lengua y acabaste tosiendo. ¿Por qué estaba tan cerca?-. ¿Cómo habéis organizado algo tan cuco en medio de una isla como esta?
La mirada de la mujer reflejaba orgullo en absoluto disimulado: Sabía que había cierto mérito en lo que había conseguido y le gustaba que lo apreciasen. A ti no terminó de gustarte, sin embargo, la caricia en el mentón que te dedicó sin ninguna clase de permiso. O bueno, no al menos la parte de hacerlo sin permiso. Afortunadamente te contuviste en lugar de organizar un numerito y escuchaste su explicación:
- Bueno, no ha sido del todo difícil -aclaró-. Tenemos la mejor seguridad que se puede pagar, pero más allá de eso el último que intentó propasarse en este local todavía está en la mazmorra chupando pollas con una máscara de cuero y unos grilletes de peluche.
- Perdón -interrumpiste-. ¿Dónde haciendo qué?
No pudiste evitar fijarte mejor entonces en todo lo que había a tu alrededor: Látigos y fustas decorando el espacio entre sencillas columnas de aspecto elegante, lámparas con forma remotamente inspiradas en genitales y... ¿Eso que había en la pista de baile era un hombre con bozal y collar? Había infinidad de detalles más por todas partes, algunos de ellos sutiles como el nombre de los chupitos -aunque de pronto al leerlos sonaban zafios- y otros más obvios como un gran cartel detrás de la barra que incluía tanto los consejos para una relación BDSM de calidad como varias normas del local, incluida la prohibición de practicar el coito fuera de la mazmorra o los reservados.
No quisiste saber por qué se llamaba Coco Loco, pero asumiste que no pasaba nada si solo pretendías tomar algo: De hecho, había una serie de indicaciones para realizar voyeurismo sin resultar incómodo a la gente observada y la palabra "consenso" estaba repetida por ahí casi tantas veces como "consentimiento". Había una cantidad preocupante de reglas respecto a una cosa llamada "CNC", aunque a juzgar por cómo se trataba eso solo se permitía, cómo no, dentro de la mazmorra. En cualquier caso preferiste no preguntar a la mujer.
- Yo tomaré un old fashioned, pero con scotch en vez de bourbon, si puede ser. Doble, y con dos hielos. Y dos chorritos y medio de angostura, solo medio de tónica, con un poco de perfume de ma...
- Un mojito y un old fashioned con whisky de malta -repitió, ignorando todas tus indicaciones-. Muy bien, acompañadme a la barra.
Aprovechaste mientras os acercabais para matar a Krein con la mirada.
- ¿De verdad? -preguntaste en un susurro-. ¿Un club BDSM? Pensé que estábamos bien solo de amigos, esto es... -Un tipo alto de cabello moreno te distrajo por un momento. Era... Woao, era más de lo que esperabas, en muchos sentidos. Apartaste la mirada con algo de vergüenza-. ¿Qué hacemos en un picadero BDSM, Krein?
- Un mojito para él y un old fashioned con whisky de malta en vez de bourbon, medio chorro de tónica, dos y medio de angostura, perfume de cítricos y piel de mandarina para la niña reprimida.
- ¿Qué? Eso es un poco feo, ¿no te parece? ¡No estoy reprimida! -Miraste a Krein-. ¡No lo estoy!
Ella se encogió de hombros y dejó la barra, no sin antes guiñar un ojo a tu acompañante. Tú volviste a mirarlo.
- Ni te habías dado cuenta, ¿verdad?
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Fue agradable el apoyo de Alice, a veces un gesto tan delicado y pequeño como ese es todo lo que uno necesita para sentirse mejor. Esperé de forma educada a que ambas mujeres se presentaran, no prestando demasiado atención a la conversación. De hecho, solo pude enterarme a medias de lo que le sorprendió a Alice, haciendo que inclinara la cabeza levemente con confusión.
-¿No complica mucho más chupar una polla llevar una máscara de cuero?
No supe si la pregunta se había perdido entre el ruido o que no merecía una respuesta, el caso es que no la tuve. Tarareé por lo bajo la canción que estaba sonando en el local entero, la verdad es que la elección de música era de lo más curiosa, no lograba entenderla del todo. A veces solo era música ambiental y otras veces las letras eran de lo más explícitas. El alegre tarareo y el despreocupado caminar acabaron cuando al girarme involuntariamente me encontré con una mirada de hielo por parte de mi rubia amiga, ¿qué había hecho ahora? Fruncí el ceño sin entender muy bien lo que era un club BDSM… ¿Bebidas Divinas y Sin Marines? Probablemente no, si fuera así Alice no estaría roja como un tomate y con intenciones de matarme. No pude contestar ya que rápidamente las bebidas llegaron a nuestras manos y pronto me volvió a increpar con otra cosa. Suspiré y di un trago al mojito antes de hablar, tanto como para organizar mis ideas como para saber si era mi turno en la conversación.
-Primero, no sé si estás reprimida o no, pero… Un poco sí que lo pareces, ¡no hay nada de malo en ello, eh! Cada uno va a su ritmo con esas cosas… Lo segundo es que no tengo ni idea de lo que es un club BDSM, pero creo que por el contexto de nuestra conversación y lo que estoy viendo es algo sexual, ¿no? -Me encogí de hombros-. Yo solo pensaba que la gente vestía raro, no tengo ni idea de moda… Además, yo vine aquí por primera vez por otro motivo.
Señalé entonces a la puerta donde había más guardias. Esta era de alta casi tanto como la pared en sí, estaba reforzada con metal y, de hecho, tenía una puerta más pequeña incrustada que era la que se solía abrir y cerrar normalmente. La gente que pasaba por ahí solía estar mucho más mazada que el resto, aunque a veces un exterior duro no significaba un interior duro ni viceversa. Si al club había que entrar por recomendación de un miembro, ahí se entraba por recomendación de la dueña.
-Hace unos días cogí una borrachera gorda y no recuerdo muy bien cómo acabé ahí, pero detrás de esa puerta hay un ring de combate clandestino donde apuestan. La mujer de antes cuyo nombre no recuerdo me ofreció un puesto de luchador permanente ahí, a eso se refería antes con la oferta.-Di otro trago al mojito, sonriendo después-. ¡Luego descubrí que también venden alcohol! Fue un día de lo más productivo.
-¿No complica mucho más chupar una polla llevar una máscara de cuero?
No supe si la pregunta se había perdido entre el ruido o que no merecía una respuesta, el caso es que no la tuve. Tarareé por lo bajo la canción que estaba sonando en el local entero, la verdad es que la elección de música era de lo más curiosa, no lograba entenderla del todo. A veces solo era música ambiental y otras veces las letras eran de lo más explícitas. El alegre tarareo y el despreocupado caminar acabaron cuando al girarme involuntariamente me encontré con una mirada de hielo por parte de mi rubia amiga, ¿qué había hecho ahora? Fruncí el ceño sin entender muy bien lo que era un club BDSM… ¿Bebidas Divinas y Sin Marines? Probablemente no, si fuera así Alice no estaría roja como un tomate y con intenciones de matarme. No pude contestar ya que rápidamente las bebidas llegaron a nuestras manos y pronto me volvió a increpar con otra cosa. Suspiré y di un trago al mojito antes de hablar, tanto como para organizar mis ideas como para saber si era mi turno en la conversación.
-Primero, no sé si estás reprimida o no, pero… Un poco sí que lo pareces, ¡no hay nada de malo en ello, eh! Cada uno va a su ritmo con esas cosas… Lo segundo es que no tengo ni idea de lo que es un club BDSM, pero creo que por el contexto de nuestra conversación y lo que estoy viendo es algo sexual, ¿no? -Me encogí de hombros-. Yo solo pensaba que la gente vestía raro, no tengo ni idea de moda… Además, yo vine aquí por primera vez por otro motivo.
Señalé entonces a la puerta donde había más guardias. Esta era de alta casi tanto como la pared en sí, estaba reforzada con metal y, de hecho, tenía una puerta más pequeña incrustada que era la que se solía abrir y cerrar normalmente. La gente que pasaba por ahí solía estar mucho más mazada que el resto, aunque a veces un exterior duro no significaba un interior duro ni viceversa. Si al club había que entrar por recomendación de un miembro, ahí se entraba por recomendación de la dueña.
-Hace unos días cogí una borrachera gorda y no recuerdo muy bien cómo acabé ahí, pero detrás de esa puerta hay un ring de combate clandestino donde apuestan. La mujer de antes cuyo nombre no recuerdo me ofreció un puesto de luchador permanente ahí, a eso se refería antes con la oferta.-Di otro trago al mojito, sonriendo después-. ¡Luego descubrí que también venden alcohol! Fue un día de lo más productivo.
Las palabras de Krein te ofendieron más de lo que querías admitir. De hecho, te dolieron más de lo que habrías esperado. Desde que habías empezado a navegar habías vivido tantas experiencias que casi te sobrecogía tratar de recordarlas todas. No todas íntimas, claro; de hecho, pocas habían implicado intimidad, pero tampoco creías que fuese tu obligación regalarle eso a cualquiera. Del mismo modo no eras dada al placer hedonista en general, por lo que pocas veces te dejabas seducir con promesas de placer carnal. Eso no te hacía una reprimida. El no ser capaz de mirar un pene sin ruborizarte, sin embargo...
- ¡Yo no estoy reprimida! -protestaste en un grito agudo susurrado-. Que no vaya por ahí chupando todo lo que me encuentro entre unas piernas no significa que no me guste. A veces. O sea, ¿qué es para vosotros estar reprimida? Porque yo me siento muy libre. Hago lo que quiero, cuando quiero... No sé, lo normal. Sencillamente no veo la necesidad de tener colgados látigos y fustas por las paredes, o... eso.
Señalaste al hombre bien dotado que te habías quedado mirando antes. Su ropa era escasa, sus dotes notables y... Bueno, te pusiste roja otra vez mientras lo mirabas. ¿Por qué tenía que ir casi desnudo con un tanga de cuero tan apretado? Bufaste con desagrado. Al menos la pajarita le quedaba bien, aunque estaba lejos de darle un toque elegante.
De todos modos volviste a centrar la mirada en Krein. Pues claro que no se había dado cuenta: Él nunca se enteraba de nada. Iba sin darse cuenta de dónde se metía a todas partes; así había terminado en tu barco la primera vez y así te lo habías encontrado siempre desde entonces. Incluso en esa ocasión, que había aparecido justo en el momento oportuno, estaba en Jaya por alguna razón desconocida que quizá ni siquiera él sabía del todo bien. No querías indagar en ella, claro, pero sabías darte cuenta cuando alguien no actuaba de forma normal. Y él, dentro de su anormalidad, tenía un comportamiento atípico.
- BDSM significa bondage, disciplina, sumisión y masoquismo. ¿De verdad no lo sabías? -preguntaste, con malicia mal disimulada-. ¿Y la reprimida soy yo? Tendrías que expandir tus horizontes, Krein.
En cualquier caso te cuadraba que estuviese ahí por la pelea y el alcohol. ¿Por qué otra cosa podría estar él? De hecho te había sorprendido más de lo que te había ofendido que Krein, el mismo Krein que conocías, supiese siquiera qué era el sexo. No era algo que hubieses esperado de alguien que en todos los aspectos parecía un poco... ¿aniñado? Igual esa no era la palabra, pero para el caso te podía valer.
- Así que tienen un ring de pelea en su mazmorra sexual -dijiste-. ¿Y esperas que me meta en ella? No sé qué clase de peleas has tenido, pero espero que al menos te hayan pagado bien.
- ¡Yo no estoy reprimida! -protestaste en un grito agudo susurrado-. Que no vaya por ahí chupando todo lo que me encuentro entre unas piernas no significa que no me guste. A veces. O sea, ¿qué es para vosotros estar reprimida? Porque yo me siento muy libre. Hago lo que quiero, cuando quiero... No sé, lo normal. Sencillamente no veo la necesidad de tener colgados látigos y fustas por las paredes, o... eso.
Señalaste al hombre bien dotado que te habías quedado mirando antes. Su ropa era escasa, sus dotes notables y... Bueno, te pusiste roja otra vez mientras lo mirabas. ¿Por qué tenía que ir casi desnudo con un tanga de cuero tan apretado? Bufaste con desagrado. Al menos la pajarita le quedaba bien, aunque estaba lejos de darle un toque elegante.
De todos modos volviste a centrar la mirada en Krein. Pues claro que no se había dado cuenta: Él nunca se enteraba de nada. Iba sin darse cuenta de dónde se metía a todas partes; así había terminado en tu barco la primera vez y así te lo habías encontrado siempre desde entonces. Incluso en esa ocasión, que había aparecido justo en el momento oportuno, estaba en Jaya por alguna razón desconocida que quizá ni siquiera él sabía del todo bien. No querías indagar en ella, claro, pero sabías darte cuenta cuando alguien no actuaba de forma normal. Y él, dentro de su anormalidad, tenía un comportamiento atípico.
- BDSM significa bondage, disciplina, sumisión y masoquismo. ¿De verdad no lo sabías? -preguntaste, con malicia mal disimulada-. ¿Y la reprimida soy yo? Tendrías que expandir tus horizontes, Krein.
En cualquier caso te cuadraba que estuviese ahí por la pelea y el alcohol. ¿Por qué otra cosa podría estar él? De hecho te había sorprendido más de lo que te había ofendido que Krein, el mismo Krein que conocías, supiese siquiera qué era el sexo. No era algo que hubieses esperado de alguien que en todos los aspectos parecía un poco... ¿aniñado? Igual esa no era la palabra, pero para el caso te podía valer.
- Así que tienen un ring de pelea en su mazmorra sexual -dijiste-. ¿Y esperas que me meta en ella? No sé qué clase de peleas has tenido, pero espero que al menos te hayan pagado bien.
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Me sorprendió bastante la reacción de Alice a mis palabras, desde luego no me esperaba que fuera un tema tan delicado para ella. Tampoco es que fuera tan importante, solo pensaba que la rubia no tenía pinta de tener mucha experiencia a la hora de follar con nadie, no era algo necesariamente malo. Aun así, no me expliqué por miedo a enfadarla más, no se me daba especialmente bien eso de aclarar mis pensamientos en voz alta. Por eso, en parte, me aguanté la pequeña risa que me daba lo nerviosa que le ponía el hombre que me señaló, no estaba nada mal supongo, pero me costaba mucho sentirme atraído hacia alguien con el que ni siquiera había hablado antes.
-Oh… No tenía ni idea, gracias.- Contesté sinceramente-. Bueno, la verdad es que me resulta difícil sentirme atraído sexualmente hacia alguien si no lo conozco, al mirar a toda la gente que hay aquí no me dice nada.
Volví a darle un trago a mi bebida, saber de qué iba este sitio la verdad es que había matado un poco mi diversión.
-Eh… No necesariamente, como ya he dicho, me gusta lo que sirven aunque…- Suspiré, jugando con el hielo del vaso-. Hace poco pasé por una ruptura, además era parte crucial de mi tripulación. Así que ahora tener que compartir espacio con gente que está disfrutando del amor es bastante desagradable.
Fue curioso admitir qué era lo que me tenía mosca desde hace tanto tiempo en voz alta. No se lo había dicho como tal a nadie hasta ahora, por lo menos este parecía el mejor lugar para hacerlo. Entre copas y con una buena amiga. Me terminé mi bebida, dejándola sobre la barra. Por suerte, estos últimos días me habían ayudado a construir algo de tolerancia al alcohol, pero ya podía notar que la próxima iba a subir. Aun así, levanté la mano a un camarero y señalé mi vaso para pedir otra más.
-¿Tú has tenido problemas de este tipo alguna vez? La verdad es que nunca hemos tenido la oportunidad de tener una charla ligera antes, tengo ganas.
Mientras esperaba su respuesta, eché un rápido vistazo otra vez a la puerta que daba al ring de pelea. Sinceramente, no me vendría mal liberar un poco de tensión esta noche, no era el mejor afrontando de cara mis problemas emocionales. Además, me hacía cierta ilusión invitar a Alice esta noche y en mis bolsillos no había ni un solo berry. Dudo mucho que la cazarrecompensas quisiera irse sin pagar, ella tenía que jugar dentro de la legalidad al fin y al cabo. Creo. No sé, tengo una concepción muy difusa de los cazas en general.
-Oh… No tenía ni idea, gracias.- Contesté sinceramente-. Bueno, la verdad es que me resulta difícil sentirme atraído sexualmente hacia alguien si no lo conozco, al mirar a toda la gente que hay aquí no me dice nada.
Volví a darle un trago a mi bebida, saber de qué iba este sitio la verdad es que había matado un poco mi diversión.
-Eh… No necesariamente, como ya he dicho, me gusta lo que sirven aunque…- Suspiré, jugando con el hielo del vaso-. Hace poco pasé por una ruptura, además era parte crucial de mi tripulación. Así que ahora tener que compartir espacio con gente que está disfrutando del amor es bastante desagradable.
Fue curioso admitir qué era lo que me tenía mosca desde hace tanto tiempo en voz alta. No se lo había dicho como tal a nadie hasta ahora, por lo menos este parecía el mejor lugar para hacerlo. Entre copas y con una buena amiga. Me terminé mi bebida, dejándola sobre la barra. Por suerte, estos últimos días me habían ayudado a construir algo de tolerancia al alcohol, pero ya podía notar que la próxima iba a subir. Aun así, levanté la mano a un camarero y señalé mi vaso para pedir otra más.
-¿Tú has tenido problemas de este tipo alguna vez? La verdad es que nunca hemos tenido la oportunidad de tener una charla ligera antes, tengo ganas.
Mientras esperaba su respuesta, eché un rápido vistazo otra vez a la puerta que daba al ring de pelea. Sinceramente, no me vendría mal liberar un poco de tensión esta noche, no era el mejor afrontando de cara mis problemas emocionales. Además, me hacía cierta ilusión invitar a Alice esta noche y en mis bolsillos no había ni un solo berry. Dudo mucho que la cazarrecompensas quisiera irse sin pagar, ella tenía que jugar dentro de la legalidad al fin y al cabo. Creo. No sé, tengo una concepción muy difusa de los cazas en general.
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