[Pasado] Los Fantasmas del Gobierno [Privado ~ Government Ghosts]

Un barco surcaba las olas del South Blue, en dirección a la isla revolucionaria: Saint Reia. Los criminales que se hacían llamar "revolucionarios" tomaron esa isla tiempo atrás, la cuál había pertenecido al Gobierno por cuestiones de liderazgo y demás. Pero nadie le quita algo al Gobierno y sale vivo de ello, no. La hora de hacer una incursión e intentar ganar el poco terreno que les fuera posible había llegado. Según los informes que el GM tenía sobre la isla, no había personalidades importantes del Ejército Revolucionario en aquel lugar, puesto que la mayoría se encontraban en Baltigo, más allá de la Red Line. Por tanto, lo único que quedaba escondido entre aquellos pilares de roca desérticos no eran más que aprendices, incluso tal vez algún comandante de rango bajo.

El barco anteriormente mencionado había sido enviado por el Gobierno, por lo que iba cargado de agentes y algún que otro marine raso que sirviera de apoyo o cebo, depende para quién. Y como no, incluso los recién ascendidos a superhombres y supermujeres estaban en cualquiera de los camarotes de que estaba provisto el transporte. Como no, el pelinegro odiado por la mayoría, era uno de ellos. Con sus típicas cartucheras atadas a la cintura, donde guardaba sus dos preciadas pistolas de color marfil y ébano, se encontraba paseando por la cubierta principal, de brazos cruzados y cara de muy pocos amigos. No le importaba en lo más mínimo relacionarse con sus compañeros. Él había venido a estallar cabezas revolucionarias contra las bonitas rocas que servían de decorado para lo que luego sería una carnicería de verdad.

Era joven, pero rebelde y entusiasta. Mal carácter que combinaba a la perfección con una atracción indómita. A su alrededor, la mayoría de los reclutas y rasos que estaban esparcidos le miraban con cara miedosa. Muchos decían "Es él, el de las cicatrices" o "Dicen que nunca se le ha visto sonreír". Mientras tanto, él pensaba en su interior "Como no cerréis esa jodida bocaza os partiré la mandíbula", además de lanzarles una furiosa mirada con sus ojos rojos como la sangre y hacerles callar y conseguir que evitasen mantener un contacto visual con el carismático agente.

- ¡Agentes y soldados, a formar!

Se escuchó en toda la periferia del barco. Pronto, las bocinas situadas en las esquinas de los techos comenzaron a repetir las mismas palabras, mandando que todos los integrantes de aquella expedición salieran a la cubierta para algún objetivo en concreto. Andando lentamente, el pelinegro se colocó en la primera fila de la marabunta de cincuenta o sesenta personas que habían llegado corriendo, preocupados. Todavía cruzado de brazos, las personas que se encontraban a su lado se mostraban inquietas, a pesar de que el joven lleno de cicatrices no les hiciera ni puñetero caso a ninguno de ellos, solo al que había ordenado que se presentasen.

- ¡Allí delante tenéis la costa de Saint Reia! ¡Haced grupos de tres a cinco personas y preparaos para desembarcar!

Gritó otra vez la voz de aquel hombre, que parecía ser el mandamás del barco en el que viajaba. ¿Hacer un grupo con las demás personas? Conociendo a Zhown, no lo haría ni de coña. Eso podría asegurarse tanto por su parte, como por la de los demás, que le tenían un miedo explícito. ¿Quién querría hacer un grupo con una persona que tenía una reputación tan mala que incluso parecía sacado de una cárcel de reincidentes? A pesar de que su código de honor fuera mucho más firme que el de la mayoría de las personas que prestaban sus fuerzas al Gobierno, sus métodos eran mucho más violentos que los de la mayoría.

Así que, esperando que nadie quisiera hacer un grupo con él, se sentó en el propio suelo, haciendo que las personas que estaban a su lado se tuvieran que mover un poco para no rozarse con él. Allí sentado, con el ceño fruncido y una mano apoyada en la barbilla para que su cabeza no cayera hacia delante, esperaría a que el barco tocase tierra para desembarcar y dirigirse como un meteoro a por los criminales que habían tomado la isla tiempo atrás. Y eso solo era cuestión de tiempo.

- Esto será divertido - Susurró, mientras que una sonrisa nacía en su tenebroso rostro, impaciente por comenzar aquella incursión en la que la mayoría de su cuerpo se teñiría de la sangre de sus enemigos.

Aun no sabía como, pero, había sido llamado para ir a una misión y recuperar una isla de las manos de los revolucionarios. Iba vestido con una camiseta blanca, una chaqueta con capucha negra, unos pantalones negros, tenía un parche en el ojo derecho y alguna que otra tirita en su cara, como si se hubiese acabado de pelear. -¿Porque yo, si seguro que habrían gente mas fuerte...?- Pensé en voz alta mientras daba un suspiro, en el camarote donde me encontraba junto a Kirara, era lo único bueno de eso, que podía llevarme a Kirara, la pequeña cría de guepardo y entonces, cogí mi látigo y mi pistola, los cuales metía en unos bolsillos que tenía la chaqueta por dentro.

Salí a cubierta, aunque con un poco de miedo, a saber lo que iban a pensar de mí, que alguien tan enclenque como yo hubiese logrado ser del cp, era una locura decían muchos, ya que mucho tenían los pensamientos de que se debía ser de personalidad fuerte para pertenecer allí. Tenía mucho miedo, así que seguía con Kirara en brazos mientras lo seguía acariciando mientras oía como la gente susurraba cosas acerca de mí y de otra persona, la cual parecía ser muy agresiva, así que no le hice mucho caso, pero a lo mejor era fuerte... podría pelear con él quizás...

Escuché el grito de uno de los que estaban al mando allí, así que me puse firme y en el primer sitio que pude, el cual estaba bien alejado del chico de las cicatrices, pero bueno. Según había escuchado, íbamos a invadir la isla de Saint Reina, donde seguro que podría pelear, eso me emocionaba mucho, pero, no me gustaba mucho la idea de matar, solo me gustaba pelear, aunque, y si mi método de pelea era raro, o si eran mas fuertes que yo y hacía el ridículo, que iba a hacer entonces.

Ahora, otra cosa, era hacer un grupo de tres, muchas personas se alejaban del chico de las cicatrices y pude notar como alguien susurraba, algo que me ponía de los nervios "Cogeremos al del parche, siempre va bien tener a alguien que no haga nada para que los otros se luzcan más, además, si muere, mejor, no necesitamos a débiles en el govierno" El chico se me acercó con intenciones de pedirme hacer grupo con él y otro más, a lo que le respondí enfadado mientras le disparaba a los pies sin previo aviso, que por suerte esquivó la bala. -Como te vuelvas a acercar, la próxima irá a la cabeza y no a los pies...- Le dije bien serio mientras iba a donde se encontraba el chico de las cicatrices sentado en el suelo.

Tan punto estuve a su lado, me agaché para estar a su misma altura mientras acariciaba a Kirara. -Es-es-esto... qui-qui-qui-quiero... fo-fo-fo-fo-formar un gru-gru-grupo con-con-contigo...- Dije tartamudeando de lo tímido que era, mas un pequeño sonrojo al ser tan tímido. Mas de la mitad de los allí presentes se quedaron boca abiertos, pues, como iban a pensar, que alguien tan tímido como yo, fuera a pedirle hacer grupo con el de las cicatrices.

Ahora... no sabía que decir, ¿debía esperar a que me contestara o volver a hablar? No sabía si me debía presentar ante él o no, y tampoco sabía si debía pedirle que cuando acabaran, peleara con él o no, no sabía que hacer. Seguramente le debía de parecer raro que alguien que ni siquiera conocía el nombre del otro le preguntará si quería formar un grupo con él, menos, cuando todos se alejaban y este tenía cara de pocos amigos. -Me llamo Ryu...- Dije algo mas calmado pero sin dejar de tener el sonrojo, mientras que todos estaban mirando que iba a contestarme el chico.

Tanto ser observado por los demás, me estaba volviendo loco, así que cambié mi expresión a una seria mientras les miraba. -Si tenéis tanto tiempo como para observarnos, iros al lavabo, a hacer eso que se os da tan bien, además, seguro que se os da bien por que todos sois vírgenes...- Dije, a lo que todos se cabrearon y me miraron con furia, así que debía de ser verdad lo que dije.

-Bueno, tu, formarás un grupo conmigo y alguien más, ¿o quieres que peleemos para decidirlo?- Le pregunté cabreado aun por culpa de haber sido todo el rato el centro de atención de antes, no podía hacer otra cosa que mantener una expresión seria mientras esperaba a oír la respuesta del chico de las cicatrices, del cual ni siquiera sabía su nombre, ni nada. Dejé a Kirara en el suelo por si quería pelear, mas que nada, porque seguro, que un montón de gente, vendría a por mi en ese instante.

La historia seguía su interminable curso, mientras que el agente pelinegro y de mal carácter del Gobierno se encontraba sentado en el suelo de la cubierta del barco en el que viajaba. Cerraba los ojos de vez en cuando, esperando que todos terminasen de hacer sus tontos grupos para pasar a lo que de verdad importaba: el desembarco en la orilla de Saint Reia. Ya lo estaba deseando: correr con toda su velocidad sin que fueran capaces de tocarle, jugar con ellos como si de moscas se tratasen, meter una perforadora bala en la sien de todos y cada uno de los malditos rebeldes que estaban dominando la isla. El diablo había llegado montado en un barco, y sus ojos rojizos brillarían como nunca lo habían hecho.

Sus oídos notaron algunos estallidos de cañones de algún arma, así que abrió instintivamente sus ojos, pero sin mirar a la dirección indicada. Los volvió a cerrar al cabo de un segundo. "No me importa qué hagan los demás, yo quiero fiesta ya", pensó en su alocada cabeza, mientras los gritos de otras personas se hacían notar por encima de la media de las demás voces. Algo habría pasado, pero no llamaba su atención. Inmerso en sus propias cavilaciones, abrió la boca y bostezó mientras movía la cabeza a los lados poco a poco, descansando del duro viaje que llevaban haciendo días atrás. Desde luego, habían tardado varios días en llegar desde que salieron del punto de encuentro en otra isla cuyo nombre es irrelevante. Y tantos días sin nada importante que hacer, habían hecho que Zhown estuviera harto de estar sin hacer ni el más mísero movimiento.

Una voz comenzó a hablarle, parecía demasiado tierna como para pertenecer a ese barco. Abriendo únicamente uno de sus ojos, miró a la persona de rojizos cabellos que se había dignado a conversar con él. Parecía ser uno de los recién estrenados del Gobierno, y tampoco estaba demasiado curtido, por lo que el pelinegro previó que debería tener algún as bajo la manga para pertenecer a una de las prestigiosas divisiones del Gobierno Mundial. ¡Y vaya con el chico, qué gracioso era! Quería formar un grupo con el malhumorado que estaba sentado delante de él. Una tímida risa apareció en su cara, mientras que volvía a cerrar el ojo y escuchaba lo que tenía que decirle. Comenzó pidiéndoselo de buenos modales, con cierta timidez en el habla. Luego se presentó como Ryu, ante lo cuál el agente únicamente movió su cabeza afirmativamente. Y con el paso del tiempo, fue enfadándose por no se qué tonterías o habladurías de los demás, hasta que casi como un mandato, le exigió que formase un grupo con él, a no ser que quisiera discutirlo en una pelea. Abriendo ambos ojos y girando la cabeza hacia el mismísimo pelirrojo, lo miró con una cara tenebrosa, diciéndole con una voz más que asqueada y cabreada.

- No me gusta que me digan lo que tengo que hacer. Si quieres puedo meterte de cabeza en el cubo de basura del sótano o partirte la boca de un puñetazo, así que deja de tocarme los huev ... - Elevando cada vez más la voz, hasta que esta se cortó.

Una persona cayó por detrás de él, abrazándole y apretando unos pechos gigantescos contra su espalda. Un perfume que olía bastante bien penetró por sus orificios nasales, y no tardó ni medio segundo en notar cómo su miembro viril se ponía durísimo, apretándose contra el pantalón y marcándose en toda su monstruosa longitud. Detrás de él, una persona que ya conocía le saludaba y comenzaba a vacilarle amistosamente. Roslin,ya la conocía de sobra, y tenía unos pechos con los que una familia de cinco personas podrían vivir un mes sin problema alguno. Sin sacudírsela de encima, le dijo:

- Joder Ros, ya has hecho que se me empalme. No pongas esas ubres tan cerca de mí, que me vuelvo loco - Comenzando a ponerse de rodillas para luego erguirse completamente.

Parecía una colegiala cachonda perdida, pero era algo que le gustaba de sobremanera. El que una joven le persiguiera de aquella forma daba a entender que era todo un sex symbol en el Gobierno, algo que le hacía regodearse más de lo normal. Una vez de pie, fue a replicar algo más contra aquellas dos personas que habían aparecido para hablar con él, pero la voz del anterior capitánque les había instado a formar grupos volvió a hablar por megáfono: "Prepárense para desembarcar, estamos llegando a la playa". Vaya mierda, al final tendría que aceptar lo que aquellos dos jóvenes le habían propuesto con o sin intenciones claras. Cruzando sus brazos, les dijo dándoles la espalda.

- Formaremos un grupo, no quiero que nadie me dé órdenes y tampoco cuidaré de vosotros. Si sois agentes del Gobierno podéis cuidar de vuestro culo vosotros mismos - Mientras que el barco encallaba en la orilla de Saint Reia.

Pronto, todos los pasajeros comenzaron a soltar puentes de madera para bajar, y otro tanto de ellos saltaron directamente hacia el agua. Armados con todo tipo de armas, un buen grupo de revolucionarios les estaban esperando con barricadas de madera y en unas buenas posiciones. La hora de la verdad había llegado. Levantando la pierna derecha para apoyarla en la madera del barco, se subió al lateral. Su figura brillaba por los rayos del sol, y tardó menos de un segundo en desaparecer a una velocidad sobrehumana para una persona normal, reapareciendo con un rastro estelar detrás de él, con ambas pistolas desenfundadas y una mirada de mala leche natural en su rostro.

Al hablar de tal forma, el chico de las cicatrices se cabreó y aceptó hacer un combate conmigo, cosa que me emocionó, pero de pronto, vi como una chica de grandes pechos abrazaba al chico y este, se ponía duro, cosa que me impresionó bastante y mas por como hablaba la chica. No entendía nada en ese instante, pero al parecer, el chico accedió a hacer un grupo conmigo y la otra, pues ya casi habíamos llegado a la isla y debíamos prepararnos. Habían ya bastante que ya habían saltado al agua o simplemente cogido una barca y dirigirse hacía la isla, el chico de las cicatrices no fue una excepción, salió como si tuviese prisa por pelear, o quizás, para matar.

Cogí una de las últimas barcas que quedaban, por suerte, solo quedaban dos, así que una para mí y la otra para la chica. Me subí en la primera barca y empecé a remar hasta la isla, Kirara estaba a mi lado, aunque esta, se quedaría en la barca y no haría nada. -Al fin podré pelear...- Murmuré mientras de mi bolsillo de la chaqueta sacaba una pistola y seguía remando hasta llegar a la isla, donde la diversión ya había comenzado.

Uno de los revolucionarios, al verme, fue a darme un corte con la espada en el hombro, el cual esquive echándome hacia atrás. -A quien se le podría ocurrir atacar de frente...- Le dije mientras le disparaba en la cabeza, al estar tan cerca, era imposible que fallase, además, al haber disparado segundos después de que atacara el revolucionario, me daba mas ventaja y pude ver como mi bala le formaba un agujero en la frente, y este caía al suelo, formando un pequeño charco de sangre.

Si todos eran así, eso iba a ser pan comido, pero, no me di cuenta, de que uno de los revolucionarios de allí, me estaba apuntando con una pistola, y escuche como disparaban y sentía el impacto de una bala en mi hombro izquierdo. -Con que, quereis jugar sucio ¿eh?- Dije bastante molestó mientras pasaba mi mano derecha por mi hombro izquierdo y de este salía, como una especie de niebla roja que se formaba una bola en mi mano y luego la puse en un pequeño frasco.

Cogí un pequeño puñal del otro revolucionario, mientras el otro se quedaba sorprendido por lo que estaba haciendo, y entonces, me lo clavé profundamente en mi estómago, pero evitando tocar cualquier punto vital y luego hacía el mismo procedimiento, solo que esta vez, la niebla rodeo mi pistola y disparé una gran bola de dolor hacía toda una avanzadilla de revolucionarios, los cuales cayeron todos al suelo por culpa del dolor. -Kirara, olfatea y busca al chico de las cicatrices y con mal genio...- Le dije, iba a ser mas seguro que estar solo, y empecé a andar siguiendo a Kirara, hasta que dimos con él. -Pensé que no iban a ser tan cobardes... y por las heridas, no creo que te preocupes, pero igualmente no me duelen, solo cuando volvamos necesitaré un buen médico...- Dije mientras me sentaba al suelo sin signos de dolor aun estando en tal estado.

La arena estaba cálida, y el clima acompañaba bastante al trabajo que irían a realizar.. El agente del Cipher Pol de carácter malhumorado ya había desenfundado sus dos pistolas. Es más, ya había ensartado alguna que otra bala en los cuerpos de algunos revolucionarios asquerosos. No podía soportarlos, y nada más verlos podía sentir cómo su mente pedía a gritos que derramase la sangre corrupta que corría por las venas de sus enemigos. Disfrutaba como un niño pequeño en aquellos campos de batalla en los que le dejaban a su libre albedrío, con el único propósito de que segase tantas vidas como le fuera posible en el trabajo que impartía.

Aquello era un completo caos. Nada más llegar a la orilla ya le habían recibido con los brazos abiertos, portando armas tanto cortantes como de fuego. Pero no podían seguirle, sus ojos humanos se perdían ante la velocidad propia de un meteoro. La estela oscura que dejaba tras de sí podría darles alguna pista sobre su paradero, pero para cuando se dieran cuenta ya sería demasiado tarde. Con el tiempo había aprendido a sacarle mucho partido a su Akuma No Mi, puesto que si combinaba aquella velocidad con la fuerza bruta podría ser un enemigo a tener en cuenta.

- Toquemos algo de rock, así los gritos no se escucharán tanto … Ryūsei Modo [Habilidad] – Dijo mientras daba unas vueltas a sus pistolas sobre los dedos que las sujetaban.

Una extraña aura oscura comenzó a rodearle de brazos y piernas, para luego desaparecer del lugar en el que se encontraba. La velocidad a la que se movía levantaba la arena del suelo, de forma que a parte de la típica estela de su “poder” también era visible el rumbo que tomaría. Pero era demasiado rápido para que pudieran anticiparse a sus movimientos, y los disparos que efectuaban sobre él solían errar o ni siquiera rozarle.

Así, el pelinegro recorría el campo de batalla como si de una fiera se tratase, disparando a diestro y siniestro con sus pistolas de color ébano y marfil, creando pérdidas allá donde sus balas se clavaban. Incluso llegó un punto en el que decidió prescindir de sus armas de fuego y pelear a puño limpio, como a él le gustaba. Desde pequeño, siempre se había obligado a pensar en que la mejor forma de conocer a un contrincante era hacerlo con tus propios miembros: puños, piernas, cabezazos, lo que fuera, con tal de sentir la sangre del enemigo en tus propias carnes.

Instantes más tarde se encontraba tomando a un revolucionario con una de sus manos por la cabeza, para luego lanzarlo contra una de las barricadas de madera tras las cuales los francotiradores se escondían para tener un mejor lugar de tiro. La madera se rompió y los dejó al descubierto, momento que aprovecharon los soldados rasos y los otros agentes para terminar con las vidas de aquellos cobardes. Le encantaba, era algo que le hacía sumamente feliz. Y por eso mismo, muchos de sus compañeros le tenían miedo, o incluso evitaban relacionarse con el mismísimo hombre que portaba la D. en su nombre.

Haciendo un parón para descansar, puesto que había revuelto bastante a los criminales de aquel bando, observó cómo el joven pelirrojo que había conocido en el barco y Roslin estaban cerca de él. El primero parecía tener alguna que otra herida, pero sus conocimientos sobre medicina eran más teóricos que prácticos, dudando de poder curársela. Mientras tanto, la señorita tetona les instaba a que dejasen de estar tan quietos para moverse más por el campo de batalla. Con una voz con ciertos matices de cabreo, el agente del Cipher Pol le respondió a su compañera.

- Calladita estás más guapa, Tetas. Haré lo que yo quiera, y me estoy divirtiendo mucho haciéndoles morder el polvo a estos imbéciles. Demuéstrame tú lo que sabes hacer, sin tener que quitarte la ropa – Haciendo una señal de aviso ante esto último, pues si la chica empleaba su figura para ganarle estaba seguro que lo haría.

Mientras tanto, en el otro lado de la batalla, los revolucionarios comenzaban a sacar su artillería pesada. Algún que otro tanque comenzaba a dejarse aparecer por el desierto de Saint Reia, disparando sus grandes proyectiles sobre los enemigos. La playa, sin embargo, estaba comenzando a ser tomada por los marines y agentes del Gobierno, que junto a los tres agentes especiales del Cipher Pol, comenzaban a inclinar la balanza de aquella batalla a su favor. Lo único malo de todo, es que ellos no tenían artillería o maquinaria de ese calibre. Únicamente contaban con armas de fuego de rango bajo, como fusiles o ametralladoras. Tal vez uno o dos bazookas, a lo sumo, nada más. Pero al contrario que los enemigos, no la necesitaban, pues tenían al mejor equipo que un bando podría soñar.

Estaba junto al chico de cicatrices mientras me había hecho un invento, para al menos, parar la hemorragia. Me había sacado la camiseta y atado al torso para tapar la herida mientras tenía la chaqueta puesta. Y ahora, vino la tetona, básicamente, con un tono de voz serio nos empezó a reñir. -Yo solo estaba descansando, no querrás, que después de haberme hecho tal herida, siguiese peleando y acabará muriendo desangrado, ¿no?- Le pregunté molesto, pues, quien se creía ella, ni siquiera sabía a cuantos nos habíamos cargado ya.

No parecía ser el único enfadado con ella, el de las cicatrices también lo estaba, creía haber escuchado que se llamaba Zhown. Pero lo peor, vino ahora, los revolucionarios vinieron con algunos tanques y artillería pesada, cosa que hacía que nos fuera mas difícil en ese momento. -Ahora nos atacan con tanques... menudos cobardes...- Dije mientras daba un suspiro y me dedicaba a empezar a andar hacia uno de los tanques.

El chico que manejaba el tanque, salió a fuera un momento para pedirme que me apartará o me aplastaría... pero que solo asomará su cabeza me era suficiente, con el látigo que tenía, até su cuello casi ahogándolo y me subí encima mientras le quitaba el dolor y lo metía en la pistola, luego, acabé de estirar fuerte el látigo hasta que murió por ahogamiento antes de que me fuera a atacar.

-Uno menos... ahora, falta solo otra tanque más...- Necesitaba mas dolor, así que me clavé un puñal del anterior revolucionario en mi herida abriéndola nuevamente y luego sacando el dolor y poniéndolo en la pistola junto al otro que había recogido, luego lo disparé contra el tanque, causando que este explotará, pero como no, eso me había pasado factura y apenas podía mantenerme en pie ya por culpa de la pérdida de sangre.

Me saqué la camiseta y me la puse para que tapara la herida y la hemorragia mas que nada, ahora solo quedaban algunos con escopetas y nada más, no parecía quedar ningún tanque, eso era cosa buena, volví donde estaba mi grupo. -Ne-necesito descansar...- Dije mientras me dormía apoyado a una pared, esperando que nadie me despertará, ya que, tenía muy mal genio si lo hacían.

Como siempre, el carácter de Roslin era algo encendido. No hacía falta decir algo relacionado a sus cualidades femeninas para que su mecha de enfado se prendiera, algo que gustaba al pelinegro, pues era una persona a la que le encantaba picar y enfadar a la gente que tenía a su alrededor. No pudo evitar contener una carcajada con la respuesta de la mujer, a la vez que la miraba con una media sonrisa llena de picardía y unos ojos aduladores:

- Ya te gustaría a ti comerme eso, monada - Guiñándole un ojo, mientras que se daba la vuelta y observaba cómo Ryu había proseguido con la batalla en la que se habían metido, largándose de allí para hacérselas de héroe.

Siguiéndolo con los orbes rojizos que le hacían aquel ser tan característico, Zhown vio cómo el pelirrojo empleaba los poderes de su Akuma No Mi y sus habilidades con el látigo para destrozar dos tanques que habían salido a escena. El jodido chico le estaba quitando la diversión, pero al final terminó bastante mal, teniendo que sentarse para descansar durante un buen rato, con una herida importante en su cuerpo. Roslin afirmó que tenía agallas, ante lo que respondió el mismo pelinegro con una mirada seria clavada en el pelirrojo:

- Agallas sí, pero demasiado suicida. Creo que debería enfocar sus poderes de otra forma, y dejar esas técnicas como último recurso. Ahora mismo está casi como un vegetal, por muchas agallas que tenga tendremos que cuidar de él - Soltando un chasquido con la lengua ante esa última frase, ya que detestaba tener que cuidar de otra persona que no fuera él mismo, egoísta como solía ser siempre, preocupándose de su persona.

A todo esto siguió una pequeña venganza de Roslin, tal vez por haberla llamado como lo había hecho nada más verla. Tocando su cuerpo, este se separó en dos totalmente idénticos, los cuáles se miraron con una ceja levantada y una expresión asqueada. Aquella mujer tenía el don de separar todo lo que se propusiera en dos copias idénticas según lo tocase, pero no permanentemente, puesto que se podía volver a un estado inicial uniendo las dos partes creadas. Ambos agentes pelinegros del Cipher Pol miraron a la chica, para decirle un poco alterados mientras la señalaban con un dedo:

- Tú lo que quieres es montarte una orgía con muchos yos - Comentó con una mueca asqueada, aunque con el cabo del tiempo esta se fue convirtiendo en una un tanto más pervertida. - ¿Pero por qué no lo hacemos al revés? Muchas copias de ti y yo ... Grrr - Dijo rugiendo esto último, mientras volvía a lo que de verdad importaba, la batalla.

Un tropel de soldados revolucionarios comenzaba a salir de los barracones en los que se disponía, y la tetona ya se había ido a por ellos. ¿Qué iba a hacer Zhown entonces? ¡Destrozar, destrozar, destrozar! Rápidamente, las dos copias tuvieron las manos y los pies envueltos en aquella bruma oscura que les daba su Akuma No Mi, para con una afirmación de cabeza lanzarse a por los enemigos. Contando a Roslin y ellos dos, eran tres contra unos treinta o cuarenta revolucionarios, cosa que lo convertiría en una verdadera batalla campal.

Los dos Zhowns se movían a unas altas velocidades, dejando tras de sí una estela oscura propia de ellos, zigzagueando e irrompiendo en las líneas enemigas, en el centro de su formación. Como si de unos colmillos se tratasen, estos iban entrando y saliendo de la cuadra enemiga, quitando de sus posiciones a los que pillaban por el medio y lanzándolos como a él le gusta hacer: tomándolos por la cara y usando toda su fuerza. Era gracioso ver cómo la mayoría de ellos salían volando en un vendaval de arena que se levantaba por la velocidad a la que se movían los pelinegros.

Pronto, el gran número de enemigos se vio reducido a la mitad, mientras que la mayoría de ellos estaban tirados en el suelo sangrando por diversos golpes ocasionados, y otros empotrados en las grandes rocas de Saint Reia. Apartándose unos instantes de la marabunta, los dos Zhowns se encontraron chocándose las manos, fusionándose de nuevo en el original. Este, con una sádica sonrisa en su cara, imbuyó sus extremidades de aquel poder meteórico, y volvió hacia dentro de la formación de revolucionarios, para terminar lo que él y su copia habían comenzado.

Mientras estaba cerrando los ojos, escuché lo que decía el pelinegro, cosa que hizo que una pequeña sonrisa se dibujará en mi rostro; nunca nadie se había preocupado por mi forma de luchar. Quizás estuviera teniendo un sueño, o quizás no, pero lo que de verdad me aterrorizaba, era la escena que estaba viendo. Un hombre de pelos rojizos yacía en el suelo, donde un gran charco rojo cubría todo el lugar, o al menos no se veía donde acababa. Unas estacas rojas crecían del charco, las cuales atravesaban al hombre.

El hombre tenía los ojos derretidos mientras me miraba llorando sangre, a la vez que me decía "¿Por que, por que mataste a tu propio padre por unos animales?" Era asqueroso ver sus ojos, a la vez, que ese lugar, me hacían ganas de vomitar tan solo de observarlo. Entonces, del charco, empezaron a salir figuras de animales, pero todas del mismo color que el charco, aunque parecían muy reales y manchadas de sangre, eso hacía que me dieran ganas de despertar pronto. Podría reconocer a esos animales, eran los que se quemaron en el incendio de mi casa; y mientras que estos me miraban con los ojos llorosos, un fuego los empezaba a quemar, reduciéndolos a cenizas.

Era asqueroso, ver como la ceniza de los animales se mezclaba con la sangre que seguramente era de aquel hombre, al que anteriormente, hubiera llamado, padre. Un niño de ojos rojos y pelo rojo, salió de la boca de aquel hombre, destrozando su cara y haciendo que esa imagen se volviera una que a cualquiera asustaría. Era asqueroso, sobretodo, por que el chico, no tenía ojos y tenía dos huecos negros, además, cuando abrió la boca, no tenía lengua, o al menos, su lengua, era demasiado extraña pues todo eran gusanos.

El niño me miró con una sonrisa mientras dejaba ver su lengua de gusanos. El niño sin ojos me miró mientras que su brazo se deshacía y de este salían como unas cuatro patas de araña de una medida de un metro mas o menos, su otro brazo también se deshacía, convirtiéndose en sangre que caía en el charco y donde antes había un brazo, salía una pata de araña que acababa con una especie de filo, como si fuera una guadaña y me observó, sus piernas se deshicieron en sangre y esta cayó al charco también, y le salió una cola de serpiente. Cada vez entendía menos lo que estaba pasando. Al final, logré despertar con un grito que hice, había sido una de las peores pesadillas que había tenido nunca.