[Pasado] Rojo y Azul, pirata y cazador. ¡Smash! [Privado - Spitfire y Night]

Arabasta, qué lugar tan caluroso. Por lo menos, la noche había refresacado un poco el ambiente. Ataviado con una camisa blanca y azul, con unos pantalones grisáceos y unas botas negras, nuestro querido Night paseaba tranquilamente por Rainbase, el lugar de ocio favorito y preferido por todos los ludópatas. Con su gran espadón a la espalda y las manos dentro de los bolsillos de su pantalón, simplemente pasaba lentamente por todas las calles, viendo los distintos puestos de compra de accesorios a la vez que tarareaba una canción y sus labios se movían por tal acción. Su piel tersa y suave atraía bastantes miradas, mas eran sus orbes de un color aguamarino verdoso los que realmente le hacían ser el centro de atención. Un peinado perfectamente acicalado era su mejor carta de presentación, y al cabo de unos instantes ya iba sonriendo. ¿El por qué? Le gustaba que la gente estuviera pendiente de su presencia, por lo que su ego crecía más y más.

- Oh, si toda la gente de por aquí pudiera darme una oportunidad, dejaría sus oídos llenos de la mejor de mis canciones. No tardarían dos segundos en caer rendidos ante mí, pero es demasiado tedioso firmar autógrafos ...

Pensando como siempre en su carrera musical, mas era algo que podría desviar durante unos momentos. No había llegado a aquel lugar para cazar ningún pirata ni criminal, simplemente para echar una ojeada a todo lo que hubiera a su alrededor. Una noche de disfrute y ocio no le vendría para nada mal, por lo que mostró una de sus grandes sonrisas justo antes de entrar al casino de la isla. Probaría suerte con las tragaperras, y tal vez llegase a tomarse una bebida. El calor comenzaba a secarle la garganta, y eso no lo podía permitir por la calidad de su futura y exitosa voz.

Mientras que se dirigía hacia el casino principal de Rainbase, en el que unos cocodrilos macizos de oro señalaban la entrada a la perfección con sus rayos dorados, algo extraño sucedió. Un peso ajeno a su propio cuerpo chocó con la gran espada metálica que llevaba a la espalda, además de escuchar una vociferación de sorpresa. Dándose la vuelta, el peliazul encontró a una joven de pelo rojo y vestimentas casi inexistentes, preguntándose si habría sido ella la que había chocado inintencionadamente con él. Rápidamente, abrió la boca y mostró una expresión preocupada, agachándose hacia donde estaba la chica para ayudarla a levantarse, diciéndole con una voz expiatoria que intentaba disculparse:

- Oh, perdóneme señorita, no era mi intención y no la vi venir. ¿Se encuentra bien?

Dijo el chico, dándose algún que otro golpe en la cabeza por haber sido tan descuidado. El peliazul clavó sus ojos en los amarillentos orbes de ella, dándose cuenta de que había topado por designios del destino con una chica bastante guapa. La expresión expiatoria de Night se fue transformando paulatinamente en una un poco más agradable, mientras que le decía a la chica:

- ¿Puedo enmendar mi error invitándola a una partida en el casino? Si no tiene nada que hacer, no quiero ser un obstáculo, ¡haha!

Tendiéndole su mano derecha, el cantante esperó con una gran sonrisa en su cara, a que la chica le respondiera. El ambiente era muy animado, y se podía escuchar canciones por altavoces implantados por toda la zona. Era un buen lugar para divertirse.

Tomando la mano que le había tendido el peliazul, la chica también se disculó sobre el choque mútuo que ambos habían realizado en aquella parte de Rainbase. Y una vez que estuvo de pie, y aceptó la invitación de Night, ambos pasaron al interior del casino central tras haber sido parado unos momentos por los guardias de seguridad, para ver si la chica se encontraba bien. Así que los dos jóvenes se colaron hacia el interior del casino, donde las tragaperras y las mesas de cartas y apuestas era lo que más priorizaban. Allí, la chica le dijo que había venido para echar una partida a aquellos extraños juegos en los que se intercambiaba diversión por dinero, a lo que el peliazul respondió con una simple ladeación de cabeza y unos ojos entrecerrados:

- ¡Mira! Una mesa de póker, vayamos a ver ~

Dijo mientras una expresión de alegría se hacía presente en su expresión facial. De todos los juegos que podían existir, el póker era el que más le gustaba. Corazones, picas, tréboles y diamantes, aquello parecía exactamente lo que él siempre había querido. La mesa estaba casi vacía, y faltaban unos cuatro asientos para llenarse y comenzar. Rápidamente, el joven tomó la mano de la chica cuyo nombre desconocía, para que se sentaran y jugasen.

- Si la señora Fortuna está de nuestro lado, tal vez ganemos dinero ~

Comentó mientras ponía su espada en un lado de la silla, apoyada contra ella, mientras que apoyaba su espalda contra el respaldo de su asiento y se acercaba hacia la mesa de juego. La gente comenzó a llegar, y pronto la partida comenzó. Lo que él no sabía, es que a partir de esa acción, la noche se volvería mucho más violenta de lo que habría podido imaginar.

Una vez que los ocho concursantes estuvieron apostados cada uno de ellos en su silla correspondiente, el crupier empezó a sopesar las inversiones que cada persona ponía encima de la mesa. Muchos solían poner fichas de distintos valores, incluso una persona colocó una suma que desconcertó totalmente a los usuarios de su alrededor. Con una sonrisa, Night metió una mano en el interior de su bolsillo, sacando una mísera moneda de plata que depositó con un sonoro "Já" en la mesa. Muchos se rieron ante su apuesta, y la persona que había puesto tanto dinero le miró como si fuera una persona mediocre. Pero a pesar de ello, al peliazul poco le importaba aquello, era un juego. Eso sí, si en uno de sus conciertos de música la gente se hubiera reído de él, ahora mismo estaría deprimido y solo en una de las esquinas del establecimiento, deseando hundirse en los cimientos de su propio llanto. Una vez que se repartieron las manos de cinco cartas, todos empezaron a mostrar sus parejas, tríos y demás, hasta que finalmente el acaudalado hombre que parecía pertenecer a una mafia sacó un full, véase como una pareja y un trío conjunto. Solo quedaba por enseñar baza Night.

- ¡¡Escandalosamente genial, escalera real de color!!

Depositando sus cartas, mostró un nueve, diez, sota, caballo y rey, del mismo palo, diamante. Sonriendo y expresándose victorioso, intentó recoger todo el dinero en forma de fichas que había por encima de la mesa, mas un bastón le detuvo. El hombre acaudalado no se creía que hubiera ganado a la primera, e insistía en que lo que había hecho era trampa y debería descalificarse. Tras unas cuantas negativas por parte del peliazul, uno de los gorilas que había al lado de dicho hombre se lanzó con una navaja hacia él, que lanzó rápidamente su mano como si fuera una espada:

- ... Excalibur ...

Una onda cortante de color verdoso salió de su mano, cortando al enemigo y creándole una herida bastante profunda y sangrienta en el torso. Cuando cayó al suelo, la gente a su alrededor se levantó con miedo, mientras que Night interponía una mano por delante de la chica que había conocido anteriormente, para protegerla. No dejaría que le hicieran nada, él era todo un galán.

El ambiente había comenzado a desequilibrarse naturalmente, todo el mundo chillaba como si tuviera un miedo aterrador imbuido en el interior de su cuerpo, que no se despegaba de las entrañas. La técnica cortante que el peliazul había realizado impactó directamente contra el cuerpo del hombre con navaja, que cayó al suelo con una herida que no tenía demasiado buen ver en su torso. Cuando fue a tomar su espada con una de sus manos, observó cómo la señorita de pelo rojo desistía de su protección, moviéndose con la gracilidad de una pantera y atacando a un segundo enemigo que había llegado tras el primero. Empleando su mano desnuda, creó una especie de onda de choque que le estampó contra una de las mesas de alrededor, causando un nuevo alboroto.

- Vaya, veo que estás llena de sorpresas ~

Comentó con una simpática sonrisa mientras portaba su arma con las dos manos, preparado para seguir atacando. El hombre que había ordenado el ataque estaba llamando a los de seguridad, mientras que se echaba para sí mismo todas las fichas de dinero que había puesto sobre la mesa. De un corte algo rudimentario, pues sus habilidades no estaban suficientemente pulidas como para considerarlas básicas, Night lanzó una estocada que partió la mesa a la mitad, rozando por poco las manos de dicho hombre y ocasionando que las fichas cayeran al suelo, lejos del alcance de cualquiera. La gente corría, chillando como si estuvieran poseídas por un ser maligno que les instaba a salir al exterior, intentando salvar sus propias vidas. Mientras tanto, el cantante colocó la punta del arma bajo el mentón del hombre acaudalado, para luego mirar a la chica de pelo rojo y decirle:

- ¿Qué crees que deberíamos hacer con él? ... Y por cierto, ¿cuál es tu nombre? Me emocioné tanto con el ocio que no te lo pregunté, mahahaha ~

Dijo mostrándole una mirada tierna, para luego redirigirla al hombre que suplicaba por su vida mientras la espada rozaba su carne. No le había gustado nada que se les lanzara al ataque de esa forma tan cobarde, empleando gente ajena a él. Además, ahora un grupo de guardias empezaban a organizarse a su alrededor, preparándose para batallar en caso de que las cosas se pusieran feas.

Los tres nuevos guardas de seguridad que se acercaron a la chica de pelo rojo y al peliazul no tardaron demasiado tiempo en ser reprimidos por la primera. Empleando una habilidad que desconocía, volviendo a sorprenderle, prendió fuego en cantidades no peligrosas a los cuerpos de dichos hombres, que cayeron al suelo. Ante aquello, los ojos de Night se sorprendieron gratamente. La chica era una auténtica caja de sorpresas, y le gustaría descubrir qué más secretos ocultos tenía en su interior. Tras decirle su nombre, Yoko, auguró que sería mejor trasladar la contienda al exterior del casino. Con aquello estaba completamente de acuerdo, por lo que tras aclararse la garganta apropiadamente, dijo en voz alta:

- Vamos afuera. ¡Los que quieran guerra, que levanten sus culos de los asientos, y los que no, seguid disfrutando del casino de Rainbase! ~

Así, el futuro cantante famoso movió rápidamente su arma, enarbolándola con ambas manos para girarla y golpear con el canto e la espada la cara del hombre que había empezado aquella confrontación. El peso del arma, seguido al cuerpo débil del objetivo, consiguió que este quedara "besando" el suelo de aquel golpe rápido y bestial. Como no, quedó inconsciente nada más sentir el frío metal en su cabeza, mientras que gritos de miedo, angustia y exasperación se escuchaban clamando en aquella zona. Mientras se dirigía hacia el exterior del casino, llevaba su arma en la mano por si alguien osaba atacarle, bien fuera por delante o por la espalda. Poca gente salió con ellos, siendo al final un grupo de cinco personas trajeadas que llevaban consigo navajas y puños metálicos con nudillos en punta. Mientras que la Luna brillaba en lo alto, cobijándoles y protegiéndoles de cualquier mal menor, el peliazul respondió a la presentación de la chica con la suya propia:

- Encantado de conocerte, Yoko. ¡Yo soy Night, y dentro de poco seré una estrella de la música, ha! ~

Sacando a la conversación aquel hobbie al que estaba destinado de por vida: la música. A pesar de que también fuera un buen cocinero, el ritmo que fluía en su sangre primaba por encima de cualquier otra cosa que tuviera en mente. Había nacido con una voz apta para ser querida, y en sus conciertos anteriores siempre había tenido algún que otro fan interesado en volver a escucharle. Por ello, ganaría dinero, lo invertiría para sus estudios, y se convertiría en la revolución musical que aquel mundo aburrido necesitaba con tanta presteza.

- Y ahora, terminemos esta absurda pelea y demostrémosles quiénes mandan en Arabasta, Yoko ~

Soltando una tímida carcajada, mientras que se ponía en guardia con el gran espadón por delante de su propio cuerpo. Tomándolo con ambas manos y una sonrisa en su cara, esperó con sencillez a que los enemigos decidieran hacer un acto bélico. Y así, sonó el último ring de aquel combate cuando uno de los guardaespaldas corrió hacia el chico, mientras que este se movió a la misma velocidad para encontrarse cara a cara con él. El verdadero encuentro comenzaba.