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~La isla de Orange nuevamente era mi destino, aquella villa ya tan frecuentada por mi persona se había convertido en mi sitio de caza y de recreo preferido, pues abundaban los piratas y bandidos de bajas recompensas pero también estaba la taberna de Emily donde pasaba horas y horas charlando con ella, acompañando con un poco de licor o comida, lo cual no era tan frecuente como yo llegaba a pensar en ocasiones. También durante las ultimas dos veces que había ido, visité a la enfermera que salvó mi vida hace algún tiempo por el incidente entre un pirata y un marine en el cual hice una intervención, terminando severamente lastimada.
A pesar del horrible suceso que por poco me deja durmiendo para la eternidad, el peligro de estar rodeada de criminales no me asustaba pues ya mis ingresos venían solo de eso, de la captura de piratas. Había abandonado mi isla natal, dejando a una conocida a cargo de mi tienda de origamis, ella también sabía hacerlos así que no temía que el negocio le fuera mal, esa decisión la tomé en base que poco a poco las aventuras me gustaban cada vez más, la adrenalina de una captura, la emoción de navegar, el gusto de conocer nuevas personas y la satisfacción de ganar dinero por limpiar al mundo. Estaba llevando una vida de nómada de aquí para allá a la cual no estaba acostumbrada, pero poco a poco le iba tomando gusto.
En mi paso por la isla había terminado nuevamente en la taberna de Emily, había pedido un poco de vino y una ensalada para comer, y las ensaladas de este lugar eran mis favoritas en todo el mundo, había unos pocos clientes, pero estos no eran piratas como otros días, pues conocía a uno que otro de vista al ser habitantes del pueblo, incluso en un lugar como este en el momento se respiraba una profunda paz. Yo mantenía una conversación con Emily, la dueña del bar, estando sentada en un banquillo de la barra principal, tenía que hablar un poco fuerte, pues los murmullos de los demás clientes, que aunque no eran un escándalo, me distraían.
Fuera estaba haciendo calor, se notaba que había llegado el verano y el clima caluroso no era del todo mi agrado, pues aun con la vestimenta que llevaba al momento sentía un intenso calor que me hacía sudar un poco en el cuello, que era el punto más "sensible" de mi cuerpo. Mi vestimenta constaba de una blusa lila azulada semitransparente y holgada, con escote en forma de "A" sin llegar a ser provocativo, un short corto blanco y ajustado, y sandalias blancas con tres broches dorados, complementando en mi cabello con mi ya típica rosa de papel blanca.
-Que aburrimiento...-Murmuré para mí misma y suspiré, apoyando mi barbilla en mi mano izquierda mientras con la derecha sostenía un tenedor con el cual jugaba un poco con mi comida. Estaba algo enfadada, quería que algo pasará, quizás no violento, pero si algo que animará un poco el día, y mi aburrimiento aumentó considerablemente pues Emily ya estaba ocupada atendiendo a otros clientes.
A pesar del horrible suceso que por poco me deja durmiendo para la eternidad, el peligro de estar rodeada de criminales no me asustaba pues ya mis ingresos venían solo de eso, de la captura de piratas. Había abandonado mi isla natal, dejando a una conocida a cargo de mi tienda de origamis, ella también sabía hacerlos así que no temía que el negocio le fuera mal, esa decisión la tomé en base que poco a poco las aventuras me gustaban cada vez más, la adrenalina de una captura, la emoción de navegar, el gusto de conocer nuevas personas y la satisfacción de ganar dinero por limpiar al mundo. Estaba llevando una vida de nómada de aquí para allá a la cual no estaba acostumbrada, pero poco a poco le iba tomando gusto.
En mi paso por la isla había terminado nuevamente en la taberna de Emily, había pedido un poco de vino y una ensalada para comer, y las ensaladas de este lugar eran mis favoritas en todo el mundo, había unos pocos clientes, pero estos no eran piratas como otros días, pues conocía a uno que otro de vista al ser habitantes del pueblo, incluso en un lugar como este en el momento se respiraba una profunda paz. Yo mantenía una conversación con Emily, la dueña del bar, estando sentada en un banquillo de la barra principal, tenía que hablar un poco fuerte, pues los murmullos de los demás clientes, que aunque no eran un escándalo, me distraían.
Fuera estaba haciendo calor, se notaba que había llegado el verano y el clima caluroso no era del todo mi agrado, pues aun con la vestimenta que llevaba al momento sentía un intenso calor que me hacía sudar un poco en el cuello, que era el punto más "sensible" de mi cuerpo. Mi vestimenta constaba de una blusa lila azulada semitransparente y holgada, con escote en forma de "A" sin llegar a ser provocativo, un short corto blanco y ajustado, y sandalias blancas con tres broches dorados, complementando en mi cabello con mi ya típica rosa de papel blanca.
-Que aburrimiento...-Murmuré para mí misma y suspiré, apoyando mi barbilla en mi mano izquierda mientras con la derecha sostenía un tenedor con el cual jugaba un poco con mi comida. Estaba algo enfadada, quería que algo pasará, quizás no violento, pero si algo que animará un poco el día, y mi aburrimiento aumentó considerablemente pues Emily ya estaba ocupada atendiendo a otros clientes.
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La vida te trae muchas sorpresas, como a mí ese día casi soleado, algo templado en otras palabras, en uno de mis suculentos y viciosos viajes, decidí ir a la Villa Orange nuevamente, como otros viajes que ahora no recordaba, conocida por su tienda de mascotas y el Bar Pub, anteriormente lugar de encuentros del sombrero de paja, Luffy, y el payaso Buggy, esta villa tenía de todo en cuanto a comodidad y recuerdos. Sentía un antojo raro de viajar allá, algo me decía y hasta vociferaba que debía ir allí, así que no estando muy lejos, en una isla cercana, me alisté calmadamente sin antes apreciar las brisas del viento y los rayos del sol cálido, tomé rumbo a Orange.
-Me hace falta un descanso, creo que iré a tomar algo.- dije sin ganas remando en dirección hacia la dicha isla organ y luego a Orange.
Apenas llegué a la isla, con mi atuendo normal de todos los días, tomé rienda hasta la villa en busca de algún bar para pasar la tarde, ya tenía ganas de pasarlo bien y liberar las tensiones de las anteriores aventuras y experiencias.
Encontré la villa y con una sonrisa, di un pequeño salto para empezar a buscar algún bar para beber algo y si la suerte me acompañaba, conversar con alguien agradable de por esos lugares, nunca se sabe. Vagando para encontrar el dichoso bar, me llamó la atención uno llamado la taberna de Emily, por ser un nombre de mujer me dio dicha confianza entrar, así que sin darme mas rodeos, accedí a pasar por la puerta.
El lugar no estaba tan lleno ni tan vacío, se veía gente por ahí pidiendo sus cosas o conversando entre sí, me animaba esa visión y me sentí a gusto, así que rápidamente busqué una mesa para sentarme y esperar a que alguien venga a coger mi pedido, no tenía para nada prisa, y para pasar el rato, me puse a jugar con mis manos como solía hacer con pocas de mis amigas de la infancia, la mente infantil no se pierde facil, y yo era lo más claro de ello, sonriendo y con una pequeña risa coqueta, miraba mis manos entrelazarse y retumbar contra la mesa, haciendo un pequeño ritmo.
-Me hace falta un descanso, creo que iré a tomar algo.- dije sin ganas remando en dirección hacia la dicha isla organ y luego a Orange.
Apenas llegué a la isla, con mi atuendo normal de todos los días, tomé rienda hasta la villa en busca de algún bar para pasar la tarde, ya tenía ganas de pasarlo bien y liberar las tensiones de las anteriores aventuras y experiencias.
Encontré la villa y con una sonrisa, di un pequeño salto para empezar a buscar algún bar para beber algo y si la suerte me acompañaba, conversar con alguien agradable de por esos lugares, nunca se sabe. Vagando para encontrar el dichoso bar, me llamó la atención uno llamado la taberna de Emily, por ser un nombre de mujer me dio dicha confianza entrar, así que sin darme mas rodeos, accedí a pasar por la puerta.
El lugar no estaba tan lleno ni tan vacío, se veía gente por ahí pidiendo sus cosas o conversando entre sí, me animaba esa visión y me sentí a gusto, así que rápidamente busqué una mesa para sentarme y esperar a que alguien venga a coger mi pedido, no tenía para nada prisa, y para pasar el rato, me puse a jugar con mis manos como solía hacer con pocas de mis amigas de la infancia, la mente infantil no se pierde facil, y yo era lo más claro de ello, sonriendo y con una pequeña risa coqueta, miraba mis manos entrelazarse y retumbar contra la mesa, haciendo un pequeño ritmo.
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~Personas hablando y riendo, tarros siendo levantados y después soltados con brusquedad sobre las mesas, monedas que iban y venían por apuestas eran los sonidos que en conjunto formaban una desordenada armonía, pero armonía al fin y al cabo, pues ese sonido le daba un toque de vida y alegría al lugar pero no a mí. Con el tenedor me llevé un trozo de lechuga a la boca y lo mastiqué lentamente, no llevaba prisas, no tenía nada importante que hacer, idea que me frustró un poco, y al terminar con el bocado dejé escapar un suspiro.
-Tal vez...-Comencé a decir para mí misma, pero un leve golpeteo llamo mi atención, en si no era el golpe lo que llamaba mi atención sino el ritmo que estaba ejecutando. Abrí los ojos lo más que pude sin llegar a poner una expresión exagerada, traté de mirar de reojo, pero la fuente de ese sonido no estaba en mi rango de visión. Volví la mirada al frente y agaché un poco la cabeza.-Ese ritmo... No puede ser...-Aseguré, agité un poco la cabeza, tratando de negar de que aquel sonido era real. Pero tras escucharlo por unos segundos más era imposible ignorarle, definitivamente ella estaba aquí, con vida.
Me puse de pie y me dí media vuelta, sumado a mis ojos ya abiertos mi boca formó una pequeña "o" por la sorpresa, la cual de inmediato cubrí con mi mano izquierda, la persona que estaba causando el golpeteo si era ella, se trataba de Yoko, aquella niña con la que jugaba mucho cuando era menor, con la cual compartí muchas bonitas experiencias en la infancia, pero recordaba más como le enseñaba cosas nuevas al explorar alrededores o al enseñarle a hacer algunos origamis sencillos, siempre fue como una hermanita menor para mí, pues yo era hija única y nunca había enseñado nada a nadie, pues en nuestro grupo de amigas ya tenían a sus respectivos hermanos, pero Yoko y yo formamos ese lazo que nos hizo falta. Recuerdo bien el día en que ella y su padre se mudaron al poblado donde viví toda mi infancia y adolescencia, en ese entonces ella tenía 8 escasos años y yo 14, mis padres y yo fuimos a darles la bienvenida, ellos con una tarta y yo con dos rosas de papel que yo misma había doblado, ese bello día fue el inicio de todo.
Desde mi partida de la isla a los 20 años, teniendo ella apenas 12 no la había vuelto a ver nunca más, pero le había prometido que después volverían a cruzarse nuestros caminos, y el día de hoy así fue, cinco años después de nuestro ultimo encuentro. Verla ahí, sentada tocando ese ritmo tan característico de ella me llenó de alegría y ternura. La pequeña niña que dejé en esa isla ya era una belleza de mujer, llevaba su hermoso cabello rojo aun largo como lo recordaba pero sujetado en una especie de coleta, su cuerpo era envidiable para sus 19 años, con curvas muy bien estilizadas y firmes, además que cubría apenas lo necesario de su cuerpo para no ser arrestada por exhibisionista, verla así me parecía un poco extraño pero era lo de menos, Yoko siempre había sido una chica muy extrovertida e impredecible, igual que el fuego mismo.
Yo desde mis 20 años no había cambiado mucho, pues mi cuerpo ya había alcanzado su desarrollo casi completo, como mucho tendría el busto un poco más grande y la figura algo más acentuada, pero lo que de verdad destacaba, era que desde pequeña hasta el ultimo día que nos vimos, yo no llevaba la rosa de papel en el cabello y este era largo, mi azulado cabello antes me llegaba hasta la espalda baja y a día de hoy lo llevaba algo corto pero sin perder el estilo femenino.
Traté de dejar el sentimiento de sorpresa a un lado, agité de nuevo un poco la cabeza y caminé despacio a donde ella se encontraba, su mirada estaba fija en un punto que no era yo, la mesa o el suelo, no podía adivinar. Una vez cerca de su mesa, enlace mis manos como las suyas y comencé a dar suaves golpecitos en la mesa, imitando su ritmo. Sonreí muy feliz y mis ojos se cristalizaron un poco por las lagrimas de emoción que amenazaban con escapar.-Ha sido tanto tiempo, Yoko.-Dije nada más, con la voz un poco quebrada pero reflejando la emoción que desbordaba mi corazón.
-Tal vez...-Comencé a decir para mí misma, pero un leve golpeteo llamo mi atención, en si no era el golpe lo que llamaba mi atención sino el ritmo que estaba ejecutando. Abrí los ojos lo más que pude sin llegar a poner una expresión exagerada, traté de mirar de reojo, pero la fuente de ese sonido no estaba en mi rango de visión. Volví la mirada al frente y agaché un poco la cabeza.-Ese ritmo... No puede ser...-Aseguré, agité un poco la cabeza, tratando de negar de que aquel sonido era real. Pero tras escucharlo por unos segundos más era imposible ignorarle, definitivamente ella estaba aquí, con vida.
Me puse de pie y me dí media vuelta, sumado a mis ojos ya abiertos mi boca formó una pequeña "o" por la sorpresa, la cual de inmediato cubrí con mi mano izquierda, la persona que estaba causando el golpeteo si era ella, se trataba de Yoko, aquella niña con la que jugaba mucho cuando era menor, con la cual compartí muchas bonitas experiencias en la infancia, pero recordaba más como le enseñaba cosas nuevas al explorar alrededores o al enseñarle a hacer algunos origamis sencillos, siempre fue como una hermanita menor para mí, pues yo era hija única y nunca había enseñado nada a nadie, pues en nuestro grupo de amigas ya tenían a sus respectivos hermanos, pero Yoko y yo formamos ese lazo que nos hizo falta. Recuerdo bien el día en que ella y su padre se mudaron al poblado donde viví toda mi infancia y adolescencia, en ese entonces ella tenía 8 escasos años y yo 14, mis padres y yo fuimos a darles la bienvenida, ellos con una tarta y yo con dos rosas de papel que yo misma había doblado, ese bello día fue el inicio de todo.
Desde mi partida de la isla a los 20 años, teniendo ella apenas 12 no la había vuelto a ver nunca más, pero le había prometido que después volverían a cruzarse nuestros caminos, y el día de hoy así fue, cinco años después de nuestro ultimo encuentro. Verla ahí, sentada tocando ese ritmo tan característico de ella me llenó de alegría y ternura. La pequeña niña que dejé en esa isla ya era una belleza de mujer, llevaba su hermoso cabello rojo aun largo como lo recordaba pero sujetado en una especie de coleta, su cuerpo era envidiable para sus 19 años, con curvas muy bien estilizadas y firmes, además que cubría apenas lo necesario de su cuerpo para no ser arrestada por exhibisionista, verla así me parecía un poco extraño pero era lo de menos, Yoko siempre había sido una chica muy extrovertida e impredecible, igual que el fuego mismo.
Yo desde mis 20 años no había cambiado mucho, pues mi cuerpo ya había alcanzado su desarrollo casi completo, como mucho tendría el busto un poco más grande y la figura algo más acentuada, pero lo que de verdad destacaba, era que desde pequeña hasta el ultimo día que nos vimos, yo no llevaba la rosa de papel en el cabello y este era largo, mi azulado cabello antes me llegaba hasta la espalda baja y a día de hoy lo llevaba algo corto pero sin perder el estilo femenino.
Traté de dejar el sentimiento de sorpresa a un lado, agité de nuevo un poco la cabeza y caminé despacio a donde ella se encontraba, su mirada estaba fija en un punto que no era yo, la mesa o el suelo, no podía adivinar. Una vez cerca de su mesa, enlace mis manos como las suyas y comencé a dar suaves golpecitos en la mesa, imitando su ritmo. Sonreí muy feliz y mis ojos se cristalizaron un poco por las lagrimas de emoción que amenazaban con escapar.-Ha sido tanto tiempo, Yoko.-Dije nada más, con la voz un poco quebrada pero reflejando la emoción que desbordaba mi corazón.
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Que lindos momentos recordaba, mi infancia, esa etapa que cualquiera podría recordar y le saldría una lágrima de emoción, un recuerdo lleno de sentimientos únicos y etapas de aprender habilidades tanto morales como de educarse, que época tan bonita, me recuerda a una de mis pocas amigas Azuka, era tan especial con ella, fue la primera chica en ir a darme la bienvenida a mi momento de llegar al barrio bajo en el que viví gran parte de mi vida y la marcó posteriormente.
La peliazul que tantas memorias hermosas me traía a la mente me sacaba una sonrisa cada vez que podía, aunque no la vería en quizás cuanto tiempo cuando abandonó la aldea al tener yo unos 12 años mas o menos, me sentí más solitaria desde ese momento, pero siempre quize encontarmela en algún lado del océano, como todos dicen, el mundo es pequeño.
Seguía con mi ritmo infantil ya sacando unas pocas sonrisas más, haciendo tiempo para poder en algún momento que me atiendan en esta taberna, ya me empezaba a aburrir, pero algo sucedió que de verdad encendió como soy, mi alma.
Imitaban y seguían el patrón de mi ritmo con las manos y mesa, no lo podía creer, todavía no podía mirar a quién lo hacía debido a la sorpresa que me llevé, me trajo mucha nostalgia pensar si era justamente la persona que recordaba hace unos minutos, y girando lentamente la cabeza atónita, escuché. -Ha sido tanto tiempo, Yoko- . Sí, era quien creía, que felicidad y nostalgia sentí en ese momento, no me salían las palabras de la boca, la veía y que cambiada estaba , -¿como no la iba a reconocer?- pensaba, si era una de mis mejores amigas en el pasado, no se me olvidaría su cara, aunque ahora está cambiada, sin mencionar que yo también lo estoy, pero bueno, que feliz estaba.
Con unas pocas lágrimas y creciendo la emoción, un poco desesperada me levanté rápida y bruscamente de la silla y le abrazé con mucha fuerza, desatando toda la energía y buenas vibras hacia ella en tal abrazo, hace tiempo que no hacía algo así con alguien, pues esta mujer, lo merecía más que cualquier otra. Luego, sujetandole su rostro de mujer, ese cabello corto, y su figura mas desarrollada, le observé y le casi grité -Os extrañaba, de verdad, ies mucho tiempo!- y así, emocionada y más que excitada, le cogí las manos sonriendole de oreja a oreja y con una pequeña lágrima en mi ojo derecho de felicidad.
La peliazul que tantas memorias hermosas me traía a la mente me sacaba una sonrisa cada vez que podía, aunque no la vería en quizás cuanto tiempo cuando abandonó la aldea al tener yo unos 12 años mas o menos, me sentí más solitaria desde ese momento, pero siempre quize encontarmela en algún lado del océano, como todos dicen, el mundo es pequeño.
Seguía con mi ritmo infantil ya sacando unas pocas sonrisas más, haciendo tiempo para poder en algún momento que me atiendan en esta taberna, ya me empezaba a aburrir, pero algo sucedió que de verdad encendió como soy, mi alma.
Imitaban y seguían el patrón de mi ritmo con las manos y mesa, no lo podía creer, todavía no podía mirar a quién lo hacía debido a la sorpresa que me llevé, me trajo mucha nostalgia pensar si era justamente la persona que recordaba hace unos minutos, y girando lentamente la cabeza atónita, escuché. -Ha sido tanto tiempo, Yoko- . Sí, era quien creía, que felicidad y nostalgia sentí en ese momento, no me salían las palabras de la boca, la veía y que cambiada estaba , -¿como no la iba a reconocer?- pensaba, si era una de mis mejores amigas en el pasado, no se me olvidaría su cara, aunque ahora está cambiada, sin mencionar que yo también lo estoy, pero bueno, que feliz estaba.
Con unas pocas lágrimas y creciendo la emoción, un poco desesperada me levanté rápida y bruscamente de la silla y le abrazé con mucha fuerza, desatando toda la energía y buenas vibras hacia ella en tal abrazo, hace tiempo que no hacía algo así con alguien, pues esta mujer, lo merecía más que cualquier otra. Luego, sujetandole su rostro de mujer, ese cabello corto, y su figura mas desarrollada, le observé y le casi grité -Os extrañaba, de verdad, ies mucho tiempo!- y así, emocionada y más que excitada, le cogí las manos sonriendole de oreja a oreja y con una pequeña lágrima en mi ojo derecho de felicidad.
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~La pelirroja de inicio se quedó muda y volteó a verme, yo mantuve una sonrisa serena, esperando a que su mente asimilara los hechos, pues nisiquiera yo aun me podía creer esto. Pero fue más breve, apartó la silla en la que estaba sentada y se abalanzó a mí en un afectuoso y emotivo abrazo, me quedé paralizada un momento, pero después la envolví también con mis brazos, rodeandole a la altura del ombligo pero por la espalda. Ella me soltó para atrapar mi rostro, reí levemente ante tal gesto y sus palabras, pero no le solté. Fue hasta que bajó las manos que decidí cambiar de movimiento y enlazar mis manos con las suyas, ella se veía tan feliz que incluso había derramado una pequeña lagrimita.
-Sigues siendo tan animada como siempre, Yoko.-Le dije y solté una de sus manos para limpiar la lagrima que se le escapó de su brillante y linda mirada.-Yo también te he extrañado mucho, pequeña, han sido ya cinco años desde la ultima vez que te ví.-Dije con algo de emoción, pero a diferencia de ella yo no era tan efusiva, aunque por dentro mi corazón latía a mil por hora y la felicidad me desbordaba. Me hice hacía atrás un paso sin soltar sus manos y la miré de abajo hacía arriba.
-Estas hermosisima Yoko, no me imaginé que fueras a crecer tanto, mucho menos que fueras tan destapada por la vida.-Añadí riendo, refiriéndome obviamente a su manera tan extravagante de vestir.-Pero se te ve muy bien, me gusta un poco.-Agregué en un intento de corregirme, avancé el paso nuevamente, cerrando la distancia que había entre las dos. Verla tan cerca y tan diferente me llenaba de nostalgia, parecía un sueño pero por fortuna no lo era.
-¿Que ha sido de tí?, cuéntame, quiero ponerme al día.-Dije emocionada, mostrando un peculiar brillo en mis ojos y una ancha sonrisa.-Si quieres podemos tomar algo aquí o salir a caminar y charlar mientras recorremos el pueblo, no se que prefieras.-Agregué y esperé una respuesta de su parte.
-Sigues siendo tan animada como siempre, Yoko.-Le dije y solté una de sus manos para limpiar la lagrima que se le escapó de su brillante y linda mirada.-Yo también te he extrañado mucho, pequeña, han sido ya cinco años desde la ultima vez que te ví.-Dije con algo de emoción, pero a diferencia de ella yo no era tan efusiva, aunque por dentro mi corazón latía a mil por hora y la felicidad me desbordaba. Me hice hacía atrás un paso sin soltar sus manos y la miré de abajo hacía arriba.
-Estas hermosisima Yoko, no me imaginé que fueras a crecer tanto, mucho menos que fueras tan destapada por la vida.-Añadí riendo, refiriéndome obviamente a su manera tan extravagante de vestir.-Pero se te ve muy bien, me gusta un poco.-Agregué en un intento de corregirme, avancé el paso nuevamente, cerrando la distancia que había entre las dos. Verla tan cerca y tan diferente me llenaba de nostalgia, parecía un sueño pero por fortuna no lo era.
-¿Que ha sido de tí?, cuéntame, quiero ponerme al día.-Dije emocionada, mostrando un peculiar brillo en mis ojos y una ancha sonrisa.-Si quieres podemos tomar algo aquí o salir a caminar y charlar mientras recorremos el pueblo, no se que prefieras.-Agregué y esperé una respuesta de su parte.
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Un poco llorona, sí, sé que lo soy y siempre lo seré pero el momento lo pedía, este reencuentro era algo muy necesario para prender una chispa apagada en mi vida, hace años que no veía a esta mujer, y vaya que hermosa estaba, hasta me atraía un poco la belleza radiante y reluciente que había adquirido, un cambio enorme para mí, y aún así sin perder esa dulzura que tanto me encantaba de ella, como la extrañé todo este tiempo.
Comentó mi costumbre de estar siempre animada, el momento lo obligaba hasta, era inevitable, y también pensando en que los 5 años me han echo cambiar bastante, ya sea mi forma de vestir y mi cabello que antes llevaba suelto, como llameando por la vida, elogiandome como yo en mi mente a ella, no me dejaba decir ni siquiera una palabra, estaba atónita casi exageradamente, quería conversar con ella un rato para calmar las almas.
-Yo... te cuento, pero ¡sentémonos!- la presión me tenía histérica, me senté soltándole las manos como un perrito que va por su comida, hacia la silla agarrándola con fuerza y pegándome fuertemente al asiento, con ansias y unas ganas que nadie me las quitaba de conversar y saber de su vida en estos años, invitándola con la mirada a contarme alguna que otra cosa, tenía cosas que decirle como que ando de pirata, soy una usuaria y varias aventuras más, que hermoso momento me tenía preparado el destino, ya bastaba con tanta lucha y desventuras desagradables, ahora solo deseaba disfrutar y tomarme un jugo helado y así preparar la garganta para contarle muchas cosas a mi amiga.
-¡Quiero que tu empiezes!- le dije para que partiera con la conversación, con la emoción que tenía ni podría empezar una , como le veía más calmada comparada con como estaba yo, ella era la indicada para comenzar la charla amigable -Por cierto, estás hermosa- con amor, la elogié porque era lo cierto, su pelo azul no dejaba de ser tan eléctrico y llamativo.
Comentó mi costumbre de estar siempre animada, el momento lo obligaba hasta, era inevitable, y también pensando en que los 5 años me han echo cambiar bastante, ya sea mi forma de vestir y mi cabello que antes llevaba suelto, como llameando por la vida, elogiandome como yo en mi mente a ella, no me dejaba decir ni siquiera una palabra, estaba atónita casi exageradamente, quería conversar con ella un rato para calmar las almas.
-Yo... te cuento, pero ¡sentémonos!- la presión me tenía histérica, me senté soltándole las manos como un perrito que va por su comida, hacia la silla agarrándola con fuerza y pegándome fuertemente al asiento, con ansias y unas ganas que nadie me las quitaba de conversar y saber de su vida en estos años, invitándola con la mirada a contarme alguna que otra cosa, tenía cosas que decirle como que ando de pirata, soy una usuaria y varias aventuras más, que hermoso momento me tenía preparado el destino, ya bastaba con tanta lucha y desventuras desagradables, ahora solo deseaba disfrutar y tomarme un jugo helado y así preparar la garganta para contarle muchas cosas a mi amiga.
-¡Quiero que tu empiezes!- le dije para que partiera con la conversación, con la emoción que tenía ni podría empezar una , como le veía más calmada comparada con como estaba yo, ella era la indicada para comenzar la charla amigable -Por cierto, estás hermosa- con amor, la elogié porque era lo cierto, su pelo azul no dejaba de ser tan eléctrico y llamativo.
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