El barco atracó con dulzura en el muelle. Las banderas de la Marina ondeaban imponentes al viento antes de ser recogidas tras el amarre y hundir el ancla en el agua. Con esto se abría un paréntesis en la travesía del navío para recoger provisiones y aprovechar para reparar algunos desperfectos que habían surgido durante el viaje. Leah y los demás reclutas tenían el día libre, aunque la chica seguramente habría podido ayudar dado sus conocimientos de ingeniería. Tampoco es que estuviese deseosa de hacerlo, que se encargasen los expertos que para eso estaban.
Al bajar a tierra firme se percató de que le sonaba de algo el paisaje, era como si ya hubiese estado allí antes. No lo recordaba, pero hacía tan solo menos de dos meses conoció a una ardilla parlante en ese mismo archipiélago: las islas Gecko.
Continuó caminando en dirección a la parte central de la villa junto a otros dos Marines que conversaban entusiasmados sobre lo que le harían a un pirata si lo viesen y como seguramente serian condecorados y ascendidos por ello. Leah se reía, de lo idiotas que eran claro, aunque ellos eran felices perdidos en su mundo de heroísmo y justicia.
Cuanto más andaba más le daba vueltas a la cabeza, sin poder quitarse la idea que le rondaba por la cabeza: ya había estado en ese lugar. No le dio más importancia, desde que estaba en la Marina no paraba de viajar de aquí para allá y trabajar como una esclava al servicio de los ciudadanos. Era la vida que había elegido y no se arrepentía de nada, así que a disfrutar de su día libre.
- Que lo paséis bien, yo me voy a dar una vuelta por allá. Leah no sabía que hacer ya para librarse de sus compañeros, así que utilizo la legendaria trece-catorce de correr alegremente hacía la dirección opuesta a la que se dirigían los marines. En su apresurada huida descubrió lo que a primera vista tenía aspecto de pastelería y no dudó en entrar para apreciar en genero bolleril. Los ojos carmesí de Leah brillaron con ansia al ver el infinito surtido de deliciosos dulces expuestos por y para ser comidos. Si había momentos en los que echaba de menos la vida de opulencia en la que podía comprar todos sus caprichos, ese era uno de ellos.
El regente de la tienda se percató de la entrada de la chica y le preguntó amablemente si había algo en lo que podía servirla, después de saludarla cordialmente claro. ¿Por qué tenía la impresión de que ya conocía a esa persona? Barajó las posibilidades de adquisición con su saldo disponible y llegó la conclusión de que rondaban el cero por ciento. Murmuró algunas maldiciones entre dientes y le contestó que solo estaba mirando.
Al bajar a tierra firme se percató de que le sonaba de algo el paisaje, era como si ya hubiese estado allí antes. No lo recordaba, pero hacía tan solo menos de dos meses conoció a una ardilla parlante en ese mismo archipiélago: las islas Gecko.
Continuó caminando en dirección a la parte central de la villa junto a otros dos Marines que conversaban entusiasmados sobre lo que le harían a un pirata si lo viesen y como seguramente serian condecorados y ascendidos por ello. Leah se reía, de lo idiotas que eran claro, aunque ellos eran felices perdidos en su mundo de heroísmo y justicia.
Cuanto más andaba más le daba vueltas a la cabeza, sin poder quitarse la idea que le rondaba por la cabeza: ya había estado en ese lugar. No le dio más importancia, desde que estaba en la Marina no paraba de viajar de aquí para allá y trabajar como una esclava al servicio de los ciudadanos. Era la vida que había elegido y no se arrepentía de nada, así que a disfrutar de su día libre.
- Que lo paséis bien, yo me voy a dar una vuelta por allá. Leah no sabía que hacer ya para librarse de sus compañeros, así que utilizo la legendaria trece-catorce de correr alegremente hacía la dirección opuesta a la que se dirigían los marines. En su apresurada huida descubrió lo que a primera vista tenía aspecto de pastelería y no dudó en entrar para apreciar en genero bolleril. Los ojos carmesí de Leah brillaron con ansia al ver el infinito surtido de deliciosos dulces expuestos por y para ser comidos. Si había momentos en los que echaba de menos la vida de opulencia en la que podía comprar todos sus caprichos, ese era uno de ellos.
El regente de la tienda se percató de la entrada de la chica y le preguntó amablemente si había algo en lo que podía servirla, después de saludarla cordialmente claro. ¿Por qué tenía la impresión de que ya conocía a esa persona? Barajó las posibilidades de adquisición con su saldo disponible y llegó la conclusión de que rondaban el cero por ciento. Murmuró algunas maldiciones entre dientes y le contestó que solo estaba mirando.
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Hacía una mañana bastante tranquila, la familia con la que vivía Eikel estaba de vacaciones y le habían dejado a cargo de la casa. Sin descuidar sus responsabilidades, el roedor se tomaba las cosas con mas parsimonia de lo habitual, como disfrutando de unas semi vacaciones. Últimamente estaba ahondado en el tema de la repostería, una viajera que había parado en el pueblo en medio de un viaje, le había regalado un libro de recetas exóticas escritas a mano y entre ellas se encontraban un montón de postres.
Había realizado una receta que le llamaba bastante la atención, una especie de bollos rellenos de crema y mermelada de frambuesas recubiertos de chocolate. Hizo varios y decidió probar uno sin demasiada confianza ya que era la primera vez que lo preparaba. Para su sorpresa estaba buenísimo, no tenía palabras para describir toda la mezcla de sabores que explotaban en su boca. Emocionado decidió bajar al pueblo corriendo para mostrar su nueva creación.
La ardilla preparo una bandeja, deposito los pasteles y los tapó con papel. Una vez hecho esto salió escopeteado hacia el pueblo. Todo era normal, gente saludándole mientras corría como alma que lleva el diablo, nada que difiriese de la mayoría de sus escapadas. Por fin había llegado y antes de ir al orfanato que se encontraba en la parte este del pueblo, vio la pastelería y no pudo evitar pensar en los halagos que recibiría de Klaus el pastelero, no quería perder la oportunidad. Se dirigió a toda velocidad y entró en la pastelería casi derrapando.
- ¡Señor Klaus, tiene que probar esto! Irrumpió de pronto chillando el roedor, cuando tuvo contacto visual, no se lo podía creer.
- ¿Leah? Murmuró la ardilla antes de tener confirmación de que era la persona que creía.
La bandeja se le calló al suelo con la emoción, por suerte sin derramar un solo pastel del recipiente y corrió hacia la chica abrazándole una pierna. Como era costumbre Eikel parecía una metralleta de preguntas, cuando había llegado, que hacía aquí, como no me has avisado antes y un largo etc... Al observar la cara de asombro de la muchacha ante tal acoso decidió callarse con una sonrisa enorme pidiendo disculpas.
Después de una pequeña charla de rigor, casi ignorando por completo al pastelero y como si estuvieran en su propia casa , éste le recordó que si tenía algo que enseñarle. El roedor saltó como un resorte y dirigió su mirada hacia la bandeja que estaba postrada en el suelo, gracias a dios no se había derramado ningún pastel. La recogió y ofreció un pastel a cada uno de los presentes esperando su veredicto con los ojos como platos.
Había realizado una receta que le llamaba bastante la atención, una especie de bollos rellenos de crema y mermelada de frambuesas recubiertos de chocolate. Hizo varios y decidió probar uno sin demasiada confianza ya que era la primera vez que lo preparaba. Para su sorpresa estaba buenísimo, no tenía palabras para describir toda la mezcla de sabores que explotaban en su boca. Emocionado decidió bajar al pueblo corriendo para mostrar su nueva creación.
La ardilla preparo una bandeja, deposito los pasteles y los tapó con papel. Una vez hecho esto salió escopeteado hacia el pueblo. Todo era normal, gente saludándole mientras corría como alma que lleva el diablo, nada que difiriese de la mayoría de sus escapadas. Por fin había llegado y antes de ir al orfanato que se encontraba en la parte este del pueblo, vio la pastelería y no pudo evitar pensar en los halagos que recibiría de Klaus el pastelero, no quería perder la oportunidad. Se dirigió a toda velocidad y entró en la pastelería casi derrapando.
- ¡Señor Klaus, tiene que probar esto! Irrumpió de pronto chillando el roedor, cuando tuvo contacto visual, no se lo podía creer.
- ¿Leah? Murmuró la ardilla antes de tener confirmación de que era la persona que creía.
La bandeja se le calló al suelo con la emoción, por suerte sin derramar un solo pastel del recipiente y corrió hacia la chica abrazándole una pierna. Como era costumbre Eikel parecía una metralleta de preguntas, cuando había llegado, que hacía aquí, como no me has avisado antes y un largo etc... Al observar la cara de asombro de la muchacha ante tal acoso decidió callarse con una sonrisa enorme pidiendo disculpas.
Después de una pequeña charla de rigor, casi ignorando por completo al pastelero y como si estuvieran en su propia casa , éste le recordó que si tenía algo que enseñarle. El roedor saltó como un resorte y dirigió su mirada hacia la bandeja que estaba postrada en el suelo, gracias a dios no se había derramado ningún pastel. La recogió y ofreció un pastel a cada uno de los presentes esperando su veredicto con los ojos como platos.
De repente todo cobró sentido, los recuerdos penetraron en su mente de forma tan imprevista que casi se sintió violada por si misma. La ardilla que se abalanzó sobre su pierna era la clave de todo, el eslabón perdido que unía la cadena del destino y las promesas olvidadas. Leah miró su extremidad atrapada y se preparó para la inminente tanda de preguntas que no tardó en llegar.
La muchacha le explicó que acababa de llegar no haría ni media hora, entre otras cosas, mientras intentaba zafarse del roedor que pareció entender cuan agobiante resultaba a veces. Como de costumbre hizo gala de infinita generosidad ofreciendo algo que seguramente habría preparado el mismo, unos pastelitos recubiertos de chocolate que tenían una pinta deliciosa y cumplían las expectativas en cuestión de sabor.
- No está mal… Dijo, sin creerse aún que estaba de vuelta en la isla de la ardilla. Esta vez seguramente no habría ferias ni cosas raras así que no tenía ni idea de que excusa buscaría Eikel para pasar el día. Oye, Eikel-kun, no hace falta que intentes ser amable conmigo. Te lo digo para que no esperes lo mismo de mí. Mientras su estómago se llenaba de dulces pensó que lo mejor sería avisarle de cosas importantes para que no se hiciese ilusiones. Aquello era excepcional y se salía de su esquema clásico de lanzar la piedra y esconder la mano.
La muchacha le explicó que acababa de llegar no haría ni media hora, entre otras cosas, mientras intentaba zafarse del roedor que pareció entender cuan agobiante resultaba a veces. Como de costumbre hizo gala de infinita generosidad ofreciendo algo que seguramente habría preparado el mismo, unos pastelitos recubiertos de chocolate que tenían una pinta deliciosa y cumplían las expectativas en cuestión de sabor.
- No está mal… Dijo, sin creerse aún que estaba de vuelta en la isla de la ardilla. Esta vez seguramente no habría ferias ni cosas raras así que no tenía ni idea de que excusa buscaría Eikel para pasar el día. Oye, Eikel-kun, no hace falta que intentes ser amable conmigo. Te lo digo para que no esperes lo mismo de mí. Mientras su estómago se llenaba de dulces pensó que lo mejor sería avisarle de cosas importantes para que no se hiciese ilusiones. Aquello era excepcional y se salía de su esquema clásico de lanzar la piedra y esconder la mano.
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Sonrió haciendo un ademan con la mano, dando a entender que eso no importaba. Realmente no hacía las cosas por recibir nada, simplemente las hacía.
Los dos habían probado el pastel y las reacciones no defraudaron a la ardilla, a Leah le había gustado y el pastelero se puso como loco al probar el dulce que Eikel había preparado. El roedor hizo un trato con Klaus, a cambio de darle la receta, donaría una buena cantidad de pasteles y panes al orfanato, realmente no lo tenía planeado pero le pareció una buena idea. El pastelero, por otra parte, acepto encantado, puesto que tendría un filón con ese nuevo producto y aparte, ganaría buena fama en el pueblo.
Una vez cerrado el trato, Eikel le preguntó a la chica si le acompañaba hasta el orfanato para entregar los pasteles sobrantes y dar la buena noticia. Leah que no tenía nada mejor que hacer, aceptó. De camino le puso al día sobre todo lo que había hecho, como de costumbre la pequeña ardilla no se callaba ni debajo del agua, obviamente no tardo en demostrar su hospitalidad y decirle que podía quedarse en su casa si así lo deseaba, ademas estarían solos así que tendría mas libertad que la última vez.
Cuando llegaron al orfanato, los niños recibieron con ilusión a Eikel, solía llevarles dulces una vez por semana y era una pequeña celebridad allí, también solía donar libros, pero como que aquello no era tan popular entre los pequeños. Cuando Leah cruzó el umbral de la puerta una niña corrió a abrazarla por la cintura, la pequeña de la feria había crecido bastante en estos meses pero no había olvidado el detalle que la marine tuvo con ella en aquella ocasión. Después de repartir los dulces entre los niños, el roedor se dirigió a la directora del centro para hablar el privado. Le contó lo del trato con Klaus y que no tardaría en llegar un cargamento considerable de comida. La joven directora le dio las gracias aunque no parecía demasiado sorprendida, ya que estaban acostumbrados a estas jugadas por parte de Eikel.
Pasado un rato y las despedidas pertinentes, los dos marcharon rumbo al bosque, Leah no sabía muy bien porque, pero seguía al roedor como de costumbre.
-Ya tengo todo preparado. Dijo la ardilla mirando a la chica. Visto la reacción de ésta, no tardo en comprender que no recordaba nada.
-No puedo creer que hayas olvidado que me enseñarías a defenderme. Esas fueron sus palabras con algo de desilusión, pero enseguida fue alentado por la joven.
Caminaron un buen rato por el bosque, era extraño, Eikel estaba en silencio y eso era hasta incomodo. Por fin llegaron hasta un claro y lo que allí encontraron, dejo a Leah patidifusa. Un campo de entrenamiento rudimentario al completo, con sus dummys, sus dianas, unas latas puestas en fila a lo lejos e incluso un extraño mecanismo de poleas para blancos moviles colgados.
-En esto he estado trabajando este tiempo, con un poco de ayuda, sino no podría haber construido esto yo solo. Exclamó el roedor sonriente esperando la reacción de Leah.
Los dos habían probado el pastel y las reacciones no defraudaron a la ardilla, a Leah le había gustado y el pastelero se puso como loco al probar el dulce que Eikel había preparado. El roedor hizo un trato con Klaus, a cambio de darle la receta, donaría una buena cantidad de pasteles y panes al orfanato, realmente no lo tenía planeado pero le pareció una buena idea. El pastelero, por otra parte, acepto encantado, puesto que tendría un filón con ese nuevo producto y aparte, ganaría buena fama en el pueblo.
Una vez cerrado el trato, Eikel le preguntó a la chica si le acompañaba hasta el orfanato para entregar los pasteles sobrantes y dar la buena noticia. Leah que no tenía nada mejor que hacer, aceptó. De camino le puso al día sobre todo lo que había hecho, como de costumbre la pequeña ardilla no se callaba ni debajo del agua, obviamente no tardo en demostrar su hospitalidad y decirle que podía quedarse en su casa si así lo deseaba, ademas estarían solos así que tendría mas libertad que la última vez.
Cuando llegaron al orfanato, los niños recibieron con ilusión a Eikel, solía llevarles dulces una vez por semana y era una pequeña celebridad allí, también solía donar libros, pero como que aquello no era tan popular entre los pequeños. Cuando Leah cruzó el umbral de la puerta una niña corrió a abrazarla por la cintura, la pequeña de la feria había crecido bastante en estos meses pero no había olvidado el detalle que la marine tuvo con ella en aquella ocasión. Después de repartir los dulces entre los niños, el roedor se dirigió a la directora del centro para hablar el privado. Le contó lo del trato con Klaus y que no tardaría en llegar un cargamento considerable de comida. La joven directora le dio las gracias aunque no parecía demasiado sorprendida, ya que estaban acostumbrados a estas jugadas por parte de Eikel.
Pasado un rato y las despedidas pertinentes, los dos marcharon rumbo al bosque, Leah no sabía muy bien porque, pero seguía al roedor como de costumbre.
-Ya tengo todo preparado. Dijo la ardilla mirando a la chica. Visto la reacción de ésta, no tardo en comprender que no recordaba nada.
-No puedo creer que hayas olvidado que me enseñarías a defenderme. Esas fueron sus palabras con algo de desilusión, pero enseguida fue alentado por la joven.
Caminaron un buen rato por el bosque, era extraño, Eikel estaba en silencio y eso era hasta incomodo. Por fin llegaron hasta un claro y lo que allí encontraron, dejo a Leah patidifusa. Un campo de entrenamiento rudimentario al completo, con sus dummys, sus dianas, unas latas puestas en fila a lo lejos e incluso un extraño mecanismo de poleas para blancos moviles colgados.
-En esto he estado trabajando este tiempo, con un poco de ayuda, sino no podría haber construido esto yo solo. Exclamó el roedor sonriente esperando la reacción de Leah.
Al acabar su pequeño e inesperado encuentro en la casa del dulce, parecía que su siguiente parada era ni más ni menos que el orfanato local, al que llegaron al poco de caminar un rato no muy largo. A Leah no le hacía ninguna especial ilusión ir a un lugar donde seguramente solo habría niños sucios y tristes que vivían a la espera de que alguna familia se fijase en ellos, algo que normalmente no ocurría muy a menudo.
Cuando llegaron, todos los niños se emocionaron ligeramente al ver a la ardilla. Normal, era una ardilla. Una ardilla con dulces, ni más ni menos. Leah intentó no mezclarse mucho en aquel asunto, pero casi nada más entrar una pequeña huérfana se abalanzó cariñosamente hacia ella. Quita, niña. Dijo como acto reflejo, afortunadamente lo suficientemente bajo como para que pasara desapercibido. No recordaba a la mocosa pero si al peluche que ganó en aquella feria, por lo que para guardar apariencias le revolvió el pelo con la mano lo más amistosamente que pudo y siguió con lo suyo.
Su siguiente destino, el bosque, no pintaba mucho mejor que el anterior. Además Eikel hablaba sobre algo que la chica había olvidado completamente. Llegaron hasta el claro en medio de una terrible ausencia de palabras y Leah casi se cae de culo al ver todo el percal que tenía montado. Le señaló con la palma de la mano abierta dándole a entender que era un gesto de espera.
- Ya te lo he dicho, yo nunca me olvido de las cosas. Espera y verás. No podía ser, y que demonios hacía ahora. Tenía que pensar rápido. No iba a dejarle una de sus pistolas ni loca, solo el retroceso de su calibre lo mataría. De pronto, iluminación repentina. ¡Ahora mismo vuelvo, no tardo nada, Eikel-kun! Gritó mientras se alejaba a toda prisa en dirección al pueblo. Cualquiera habría pensado que jamás volvería, incluso ella misma lo pensó, pero tenía una idea mejor.
Tras algo menos de media hora, ya que Leah se dio bastante prisa, esta asomaba por entre los árboles del bosque agitando en brazo con energía. Llegó hasta donde estaba la ardilla y apoyó las manos en los muslos un momento para recuperar el aliento. Con una sonrisa en la cara se metió la mano en la chaqueta y sacó un objeto de madera que parecía algo viejo: un tirachinas ni más ni menos. Mira lo que traigo. Mola, ¿eh? Dijo con confianza alargándoselo al roedor. No era un tirachinas cualquiera, era el último que se hizo de pequeña y que guardaba siempre entre sus cosas en el barco, aunque nunca lo llevaba encima. Era rudimentario y los años habían hecho mella en él, pero Leah le tenía bastante cariño y estaba bien cuidado. Le recordaba la rebeldía de su juventud… como si ahora se comportase de forma distinta.
Decidió empezar por lo básico de lo básico. Cogió una piedra pequeña y se la dio a Eikel, le dijo que sujetase firmemente el arma y que apuntase calculando a ojo la trayectoria del proyectil, que debía ser recta, pero que inevitablemente tomaría algo de parábola. Solo quería comprobar su nivel así que se colocaron a no más de tres metros de una hilera de latas. Él quería aprender a defenderse y el tirachinas era el arma por excelencia de defensa personal que combinaba rango, efectividad y facilidad de recarga, además de que no tenía secretos para Leah.
Cuando llegaron, todos los niños se emocionaron ligeramente al ver a la ardilla. Normal, era una ardilla. Una ardilla con dulces, ni más ni menos. Leah intentó no mezclarse mucho en aquel asunto, pero casi nada más entrar una pequeña huérfana se abalanzó cariñosamente hacia ella. Quita, niña. Dijo como acto reflejo, afortunadamente lo suficientemente bajo como para que pasara desapercibido. No recordaba a la mocosa pero si al peluche que ganó en aquella feria, por lo que para guardar apariencias le revolvió el pelo con la mano lo más amistosamente que pudo y siguió con lo suyo.
Su siguiente destino, el bosque, no pintaba mucho mejor que el anterior. Además Eikel hablaba sobre algo que la chica había olvidado completamente. Llegaron hasta el claro en medio de una terrible ausencia de palabras y Leah casi se cae de culo al ver todo el percal que tenía montado. Le señaló con la palma de la mano abierta dándole a entender que era un gesto de espera.
- Ya te lo he dicho, yo nunca me olvido de las cosas. Espera y verás. No podía ser, y que demonios hacía ahora. Tenía que pensar rápido. No iba a dejarle una de sus pistolas ni loca, solo el retroceso de su calibre lo mataría. De pronto, iluminación repentina. ¡Ahora mismo vuelvo, no tardo nada, Eikel-kun! Gritó mientras se alejaba a toda prisa en dirección al pueblo. Cualquiera habría pensado que jamás volvería, incluso ella misma lo pensó, pero tenía una idea mejor.
Tras algo menos de media hora, ya que Leah se dio bastante prisa, esta asomaba por entre los árboles del bosque agitando en brazo con energía. Llegó hasta donde estaba la ardilla y apoyó las manos en los muslos un momento para recuperar el aliento. Con una sonrisa en la cara se metió la mano en la chaqueta y sacó un objeto de madera que parecía algo viejo: un tirachinas ni más ni menos. Mira lo que traigo. Mola, ¿eh? Dijo con confianza alargándoselo al roedor. No era un tirachinas cualquiera, era el último que se hizo de pequeña y que guardaba siempre entre sus cosas en el barco, aunque nunca lo llevaba encima. Era rudimentario y los años habían hecho mella en él, pero Leah le tenía bastante cariño y estaba bien cuidado. Le recordaba la rebeldía de su juventud… como si ahora se comportase de forma distinta.
Decidió empezar por lo básico de lo básico. Cogió una piedra pequeña y se la dio a Eikel, le dijo que sujetase firmemente el arma y que apuntase calculando a ojo la trayectoria del proyectil, que debía ser recta, pero que inevitablemente tomaría algo de parábola. Solo quería comprobar su nivel así que se colocaron a no más de tres metros de una hilera de latas. Él quería aprender a defenderse y el tirachinas era el arma por excelencia de defensa personal que combinaba rango, efectividad y facilidad de recarga, además de que no tenía secretos para Leah.
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Eikel estaba haciendo movimiento estúpidos, como si de un karateka se tratara en el momento en el que Leah llegó de nuevo al claro. El roedor ni se había percatado de la presencia de la chica y justo estaba haciendo lo que para él era una patada giratoria, las palabras de Leah lo alertaron y del susto se calló al suelo. Solo pudo sonreír y rascarse la cabeza mientras la chica se aproximaba hasta el.
-¡Wow! Un tirachinas, es perfecto. Dijo casi arrebatándoselo de las manos.
La ardilla siguió todos los pasos de su entrenadora personal, apuntar, calcular la trayectoria, la parábola, todo. Pero algo no iba bien, no conseguía acertar ni un solo disparo. Una pequeña montaña de piedras alrededor de las latas demostraban su fracaso sin lugar a dudas. Cada vez se ponía mas nervioso puesto que tenía miedo a que Leah perdiese la paciencia, así que le pidió un descanso para volver a concentrarse.
-Creo que esto de disparar no es lo mio. Quizás deberíamos de probar otra cosa. Leah era realista, no había otra cosa que la pequeña ardilla, con su diminuto cuerpo pudiera hacer, así que decidió alentarlo a su manera.
Volvieron las practicas de tiro con el tirachinas, pero lamentablemente las cosas no iban a mejor. Decidieron cambiar a blancos mas grandes, como los dummys de entrenamientos, mismo resultado. Plataformas móviles por si tenía algo mas de suerte y por lo menos se animaba un poco, mismo resultado. Era raro ver a Eikel de mal humor, pero estaba cerca de la desesperación, hasta ahora había podido aprender cualquier cosa y llevarla a la práctica. Era una dura lección que debía aprender, un poco de realismo no le vendría mal. Intento un par de tiros mas con las latas y sin acertar un solo tiro, se acerco a ellas, recogió unas cuantas piedras y volvió a su posición, hizo un disparo mas y al fallar estalló.
-¡Odio disparar, odio este tirachinas, odio esas latas, odio este bosque! Dijo el roedor completamente fuera de si.
Lanzo el tirachinas hacia Leah y apretó las piedras que tenía en su mano con furia, una a una las fue lanzando con toda su ira contra las latas, tres piedras, tres latas saltando por los aires...
-¡Wow! Un tirachinas, es perfecto. Dijo casi arrebatándoselo de las manos.
La ardilla siguió todos los pasos de su entrenadora personal, apuntar, calcular la trayectoria, la parábola, todo. Pero algo no iba bien, no conseguía acertar ni un solo disparo. Una pequeña montaña de piedras alrededor de las latas demostraban su fracaso sin lugar a dudas. Cada vez se ponía mas nervioso puesto que tenía miedo a que Leah perdiese la paciencia, así que le pidió un descanso para volver a concentrarse.
-Creo que esto de disparar no es lo mio. Quizás deberíamos de probar otra cosa. Leah era realista, no había otra cosa que la pequeña ardilla, con su diminuto cuerpo pudiera hacer, así que decidió alentarlo a su manera.
Volvieron las practicas de tiro con el tirachinas, pero lamentablemente las cosas no iban a mejor. Decidieron cambiar a blancos mas grandes, como los dummys de entrenamientos, mismo resultado. Plataformas móviles por si tenía algo mas de suerte y por lo menos se animaba un poco, mismo resultado. Era raro ver a Eikel de mal humor, pero estaba cerca de la desesperación, hasta ahora había podido aprender cualquier cosa y llevarla a la práctica. Era una dura lección que debía aprender, un poco de realismo no le vendría mal. Intento un par de tiros mas con las latas y sin acertar un solo tiro, se acerco a ellas, recogió unas cuantas piedras y volvió a su posición, hizo un disparo mas y al fallar estalló.
-¡Odio disparar, odio este tirachinas, odio esas latas, odio este bosque! Dijo el roedor completamente fuera de si.
Lanzo el tirachinas hacia Leah y apretó las piedras que tenía en su mano con furia, una a una las fue lanzando con toda su ira contra las latas, tres piedras, tres latas saltando por los aires...
Era estupendo ver como la ardilla apreciaba una buena pieza de ingeniería avanzada como era el caso de aquel viejo tirachinas. Leah se llenó de orgullo y cruzó los brazos con superioridad mientras su esbirro le hacía caso. Le encantaba esa sensación de estar por encima de alguien, aunque solo fuese un roedor, un roedor parlante eso sí. Inevitablemente le observó fallar una y otra vez, su técnica era terrible y no conseguía corregirla. La chica pensó que debía ser por sus minúsculos brazos, pensados para sujetar bellotas pero no un arma.
Aun así le obligó a seguir intentándolo al más puro estilo militar. Le gritaba no para desanimarlo, si no para endurecerlo, igual que hizo su maestro con ella. Después de todo estaba en la Marina y tenía que notarse en algo. Desgraciadamente el recluta Eikel no iba para nada a mejor y eso que había probado todas las combinaciones en cuestión de blancos a los que acertar.
Nunca había visto a la ardilla tan furiosa y la verdad es que le hacía gracia el contemplar su desesperación. No hay nada malo en disfrutar con ello. Se acarició la barbilla tranquilamente mientras aquella bola furiosa y peluda estallaba en cólera. ”Si…” Pensó con una macabra sonrisa. Quizás podía canalizar ese odio que fluía a través de él, moldearlo y convertirlo en poder. Las acciones del pequeño la sacaron de sus oscuras cavilaciones para coger el tirachinas que le había lanzado y observar como milagrosamente había acertado a algún blanco.
- ¡Vaya, vaya! ¿Qué te parece, Eikel-kun? ¿Soy o no soy la mejor profesora a este lado del Red Line? Su estudiante había logrado el primer hito: acertar a algo. Una lágrima casi llegó a recorrer su mejilla. ”Crecen tan deprisa.” Pensó, y sin perder más tiempo decidió intentar algo nuevo.
- Ok, olvídate del tirachinas. Sonrió mientras le enseñaba un nuevo nivel en su entrenamiento: el cambio de munición. Levantó una bellota que previamente había recogido de camino, de hecho llevaba los bolsillos llenos de bellotas. Le explicó que si usaba como proyectiles algo a lo que tuviese apego sentimental, su corazón guiaría el disparo (en este caso lanzamiento). So cursi que tenía que funcionar. Llevó a la ardilla a lo alto de una cuesta y le dijo que apuntase a uno de los muñecos de entrenamiento.
- ¡Muy bien, Eikel-kun, ya me has demostrado que puedes hacerlo así que repítelo! ¡No me falles! Exclamaba alegre poseída por el espíritu del liderazgo y la superioridad. Decidió llenar también de confianza a la ardilla. No temas, ¡la altura te dará ventaja! Gritó con una sonrisa de oreja a oreja mientras señalaba acusadoramente con su índice la muñeco.
Aun así le obligó a seguir intentándolo al más puro estilo militar. Le gritaba no para desanimarlo, si no para endurecerlo, igual que hizo su maestro con ella. Después de todo estaba en la Marina y tenía que notarse en algo. Desgraciadamente el recluta Eikel no iba para nada a mejor y eso que había probado todas las combinaciones en cuestión de blancos a los que acertar.
Nunca había visto a la ardilla tan furiosa y la verdad es que le hacía gracia el contemplar su desesperación. No hay nada malo en disfrutar con ello. Se acarició la barbilla tranquilamente mientras aquella bola furiosa y peluda estallaba en cólera. ”Si…” Pensó con una macabra sonrisa. Quizás podía canalizar ese odio que fluía a través de él, moldearlo y convertirlo en poder. Las acciones del pequeño la sacaron de sus oscuras cavilaciones para coger el tirachinas que le había lanzado y observar como milagrosamente había acertado a algún blanco.
- ¡Vaya, vaya! ¿Qué te parece, Eikel-kun? ¿Soy o no soy la mejor profesora a este lado del Red Line? Su estudiante había logrado el primer hito: acertar a algo. Una lágrima casi llegó a recorrer su mejilla. ”Crecen tan deprisa.” Pensó, y sin perder más tiempo decidió intentar algo nuevo.
- Ok, olvídate del tirachinas. Sonrió mientras le enseñaba un nuevo nivel en su entrenamiento: el cambio de munición. Levantó una bellota que previamente había recogido de camino, de hecho llevaba los bolsillos llenos de bellotas. Le explicó que si usaba como proyectiles algo a lo que tuviese apego sentimental, su corazón guiaría el disparo (en este caso lanzamiento). So cursi que tenía que funcionar. Llevó a la ardilla a lo alto de una cuesta y le dijo que apuntase a uno de los muñecos de entrenamiento.
- ¡Muy bien, Eikel-kun, ya me has demostrado que puedes hacerlo así que repítelo! ¡No me falles! Exclamaba alegre poseída por el espíritu del liderazgo y la superioridad. Decidió llenar también de confianza a la ardilla. No temas, ¡la altura te dará ventaja! Gritó con una sonrisa de oreja a oreja mientras señalaba acusadoramente con su índice la muñeco.
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Para la ardilla fue toda una sorpresa su tremenda puntería repentina, algo que para Leah había sido algo completamente normal y logrado gracias a su entrenamiento.
Eikel recogió algunas piedras por si había tenido suerte y repitió la jugada, sorprendentemente no fallaba ni un solo tiro, parece que tenia una habilidad innata para lanzar cosas con sus manos. De pronto recordó algunas revistas sobre deportes que había ojeado, había pensado en el baseball y en el movimiento que realizaban los pitchers para conseguir mas potencia. Ante la atónita mirada de Leah, el roedor hizo unos extraños movimientos de calentamiento para ver si recordaba el procedimiento. Una vez hecho esto, se dispuso a lanzar con su nueva técnica otra piedra hacia los dummys de entrenamiento, se preparo y... ¡ZAS! La piedra salió disparada a una velocidad mucho mas alta de lo normal e impacto de lleno en la cabeza del dummy, quedando allí clavada. Eikel miro a Leah.
- Uooooh... Fue lo único que salio de la boca de la ardilla al ver el poder destructivo de su nuevo movimiento.
A la chica se le veía ilusionada ya que había comprobado que a fin de cuentas, Eikel tenía potencial, le gustaba tener el mando de la situación y se veía que disfrutaba dando ordenes. Eikel no era menos, era como un cadete de la marina, a todo respondía con un "Si señora" y seguía con semblante serio todas las ordenes de la chica, resultaba hasta gracioso. Leah quiso ir mas allá y comprobar la potencia del pequeño a mayor distancia y con objetos de menor peso. Le llevó a lo alto de una colina, le señaló un dummy de entrenamiento, le dio un par de bellotas y le indicó que ese era su objetivo. La sonrisa de la chica, alentó al roedor y su cara tomó un semblante serio.
El silencio se hizo presente, la ardilla empezó a mover la bellota entre sus pequeños dedos. El viento sonaba agitando las hojas de los arboles, la ardilla escupió hacia un lado y adoptó la posición que había entrenado, inclino su cuerpo hacia atrás y creando el máximo arco posible, lanzó la bellota contra su objetivo acertando de lleno en su cocorota. Eikel miró serio a Leah y se limitó a asentir con la cabeza.
El pequeño roedor estaba preparado para su entrenamiento, tenía ganas de mejorar y todas las esperanzas depositadas en su entrenadora. Todo se había tornado algo mas serio y Eikel estaba tomando notaciones mentales de los consejos de Leah, quizás este era el inicio de un gran tirador
Eikel recogió algunas piedras por si había tenido suerte y repitió la jugada, sorprendentemente no fallaba ni un solo tiro, parece que tenia una habilidad innata para lanzar cosas con sus manos. De pronto recordó algunas revistas sobre deportes que había ojeado, había pensado en el baseball y en el movimiento que realizaban los pitchers para conseguir mas potencia. Ante la atónita mirada de Leah, el roedor hizo unos extraños movimientos de calentamiento para ver si recordaba el procedimiento. Una vez hecho esto, se dispuso a lanzar con su nueva técnica otra piedra hacia los dummys de entrenamiento, se preparo y... ¡ZAS! La piedra salió disparada a una velocidad mucho mas alta de lo normal e impacto de lleno en la cabeza del dummy, quedando allí clavada. Eikel miro a Leah.
- Uooooh... Fue lo único que salio de la boca de la ardilla al ver el poder destructivo de su nuevo movimiento.
A la chica se le veía ilusionada ya que había comprobado que a fin de cuentas, Eikel tenía potencial, le gustaba tener el mando de la situación y se veía que disfrutaba dando ordenes. Eikel no era menos, era como un cadete de la marina, a todo respondía con un "Si señora" y seguía con semblante serio todas las ordenes de la chica, resultaba hasta gracioso. Leah quiso ir mas allá y comprobar la potencia del pequeño a mayor distancia y con objetos de menor peso. Le llevó a lo alto de una colina, le señaló un dummy de entrenamiento, le dio un par de bellotas y le indicó que ese era su objetivo. La sonrisa de la chica, alentó al roedor y su cara tomó un semblante serio.
El silencio se hizo presente, la ardilla empezó a mover la bellota entre sus pequeños dedos. El viento sonaba agitando las hojas de los arboles, la ardilla escupió hacia un lado y adoptó la posición que había entrenado, inclino su cuerpo hacia atrás y creando el máximo arco posible, lanzó la bellota contra su objetivo acertando de lleno en su cocorota. Eikel miró serio a Leah y se limitó a asentir con la cabeza.
El pequeño roedor estaba preparado para su entrenamiento, tenía ganas de mejorar y todas las esperanzas depositadas en su entrenadora. Todo se había tornado algo mas serio y Eikel estaba tomando notaciones mentales de los consejos de Leah, quizás este era el inicio de un gran tirador
Llámalo suerte del principiante, llámalo squirrelseye, la cuestión era que aquel roedor era casi tan bueno lanzando cosas como incordiando a preguntas. Leah no tenía ni idea de donde sacaba esos extraños movimientos pero estaba claro que funcionaban de alguna forma. Después de algunos breves pero intensos momentos de tensión, Eikel acertó también al objetivo desde lo alto de la colina. Si es que la altura… es mucha altura.
- Bien, bien. Dijo sonriendo y frotándose la barbilla pensativa como de costumbre. Está claro que no se te dan mal los lanzamientos desde una posición estática, peeeeeeero… Fue corriendo hasta la ardilla y sin darle tiempo a reaccionar la cogió por su peluda y rechoncha cintura y lo lanzó por los aires lo más alto que pudo. El experimento fue todo un éxito. Tal y como supuso la ardilla podía planear, lo que les llevaría al siguiente nivel de su entrenamiento: lanzamientos en movimiento. Incluso para el mejor de los tiradores, acertar a un blanco mientras ambos se encuentran en movimiento es un reto. Ese sería su siguiente objetivo.
- ¿Preparado? Preguntó mientras lo sujetaba. Bueno, listo o no, ¡allá voy! Exclamó lanzándolo por los aires nuevamente. Esta vez Leah le había dado una cantidad limitada de piedras (más pesadas que los frutos secos), menos que el número de objetivos a acertar. Esto lo hacía para ver cómo priorizaba en función del nivel de amenaza que representaban aquellos terribles muñecos de madera, latas y dianas pintadas en movimiento. La rapidez para tomar las mejores decisiones en el menor tiempo posible era indispensable en un tirador a la hora de eliminar objetivos prioritarios. “Haz que cada bala cuente” se suele decir.
Teniendo en cuenta de que por todos es sabido que la altura da ventaja, esa altura era ya el no va más, el apogeo de la superioridad aérea y muchos más calificativos bonitos a la vista que en la práctica poco importaban. Lo que importaba era que pudiese concentrarse en su misión y fuese paciente. Tenía que esperar al momento exacto y calcular con una precisión extraordinario su propia trayectoria, la del proyectil y la del objetivo. Tres cálculos en un solo lanzamiento y eso sin tener en cuenta que tendría que realizar varios lanzamientos en los que aplicar esas matemáticas.
- Bien, bien. Dijo sonriendo y frotándose la barbilla pensativa como de costumbre. Está claro que no se te dan mal los lanzamientos desde una posición estática, peeeeeeero… Fue corriendo hasta la ardilla y sin darle tiempo a reaccionar la cogió por su peluda y rechoncha cintura y lo lanzó por los aires lo más alto que pudo. El experimento fue todo un éxito. Tal y como supuso la ardilla podía planear, lo que les llevaría al siguiente nivel de su entrenamiento: lanzamientos en movimiento. Incluso para el mejor de los tiradores, acertar a un blanco mientras ambos se encuentran en movimiento es un reto. Ese sería su siguiente objetivo.
- ¿Preparado? Preguntó mientras lo sujetaba. Bueno, listo o no, ¡allá voy! Exclamó lanzándolo por los aires nuevamente. Esta vez Leah le había dado una cantidad limitada de piedras (más pesadas que los frutos secos), menos que el número de objetivos a acertar. Esto lo hacía para ver cómo priorizaba en función del nivel de amenaza que representaban aquellos terribles muñecos de madera, latas y dianas pintadas en movimiento. La rapidez para tomar las mejores decisiones en el menor tiempo posible era indispensable en un tirador a la hora de eliminar objetivos prioritarios. “Haz que cada bala cuente” se suele decir.
Teniendo en cuenta de que por todos es sabido que la altura da ventaja, esa altura era ya el no va más, el apogeo de la superioridad aérea y muchos más calificativos bonitos a la vista que en la práctica poco importaban. Lo que importaba era que pudiese concentrarse en su misión y fuese paciente. Tenía que esperar al momento exacto y calcular con una precisión extraordinario su propia trayectoria, la del proyectil y la del objetivo. Tres cálculos en un solo lanzamiento y eso sin tener en cuenta que tendría que realizar varios lanzamientos en los que aplicar esas matemáticas.
Eikel
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fuerza
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A Eikel le había cogido por sorpresa el lanzamiento de Leah, planeó hasta volver a la posición de salida mirando con asombro a su entrenadora. Le empezó a dar lecciones sobre el combate aéreo y como podría sacar ventajas sobre su habilidad innata para planear, dicho esto le cargo con unas cuantas piedras y le dio ordenes de acertar el máximo de blancos posibles. Le explicó algo sobre la prioridad de blancos, pero Eikel quería probar con todos ellos, para ver que tal se le daba.
La joven cogió a la ardilla y la lanzo con todas sus fuerzas. Empezó a planear con dificultades mientras se acostumbraba a las corrientes, una vez estabilizado, el roedor comenzó a visualizar sus blancos y decidió de ir de mas fácil, a difícil. Tiró la primera piedra hacía uno de los dummys, intento darle en la cabeza, pero le golpeó en el hombro, no estaba mal para el primer intento, después de un giro brusco en el aire, puso su atención en las latas, planeó ligeramente sobre ellas y dejo caer un par de piedras, una consiguió rozar su objetivo, la otra se desvió y calló bastante alejada. Ahora intentaría lo mas difícil, las dianas en movimiento. Tendría que pasar a gran velocidad frente a las dianas, después de un vuelo picado y lanzar las piedras que le quedaban de lado hacia ellas.
Aprovechando las corrientes, Eikel se inclinó ligeramente hacia arriba y subió unos cuantos centímetros para después dejarse caer para coger la velocidad suficiente para ejecutar su maniobra. El roedor planeaba a una velocidad envidiable y pasó al lado de las dianas lanzando las piedras lo mas rápido que pudo, de cuatro piedras que le quedaban, ninguna alcanzó su objetivo.
Eikel volvió a la posición de Leah después de aterrizar y recoger las piedras, le pidió volver a repetir la operación de despegue. Una vez hecho esto, se dirigió directamente hacia los blancos móviles a gran velocidad, esta vez había estado mas cerca que la vez anterior, pero sin éxito de momento.
Después de varios intentos, Eikel quiso cambiar de táctica, esta vez seria él el que se lanzara en picado hacia el objetivo. Trepo al árbol mas alto de los que rodeaban el claro y se lanzo cual halcón hacia las dianas. Con unos rápidos movimientos, lanzó cuatro piedras y contra todo pronostico, dos acertaron en su blanco, de refilón casi en el borde, pero ya era más de lo que había conseguido en los anteriores intentos. Volvió a intentarlo de la misma manera y acertó un blanco, ya estaba seguro de una cosa. El roedor corrió hasta la posición de la marina.
-La altura me da ventaja si, al igual que la velocidad, pero hay que tener en cuenta también otros factores como la posición de salida. Dicho esto, también he de decir que es fácil predecir los movimientos de las dianas, ya que es un balanceo cíclico y... Eikel se percató de que volvía a hablar de mas así que se limito a callarse y a hacer un intento de saludo militar llevándose la mano a la cabeza, esperando nuevas ordenes.
La joven cogió a la ardilla y la lanzo con todas sus fuerzas. Empezó a planear con dificultades mientras se acostumbraba a las corrientes, una vez estabilizado, el roedor comenzó a visualizar sus blancos y decidió de ir de mas fácil, a difícil. Tiró la primera piedra hacía uno de los dummys, intento darle en la cabeza, pero le golpeó en el hombro, no estaba mal para el primer intento, después de un giro brusco en el aire, puso su atención en las latas, planeó ligeramente sobre ellas y dejo caer un par de piedras, una consiguió rozar su objetivo, la otra se desvió y calló bastante alejada. Ahora intentaría lo mas difícil, las dianas en movimiento. Tendría que pasar a gran velocidad frente a las dianas, después de un vuelo picado y lanzar las piedras que le quedaban de lado hacia ellas.
Aprovechando las corrientes, Eikel se inclinó ligeramente hacia arriba y subió unos cuantos centímetros para después dejarse caer para coger la velocidad suficiente para ejecutar su maniobra. El roedor planeaba a una velocidad envidiable y pasó al lado de las dianas lanzando las piedras lo mas rápido que pudo, de cuatro piedras que le quedaban, ninguna alcanzó su objetivo.
Eikel volvió a la posición de Leah después de aterrizar y recoger las piedras, le pidió volver a repetir la operación de despegue. Una vez hecho esto, se dirigió directamente hacia los blancos móviles a gran velocidad, esta vez había estado mas cerca que la vez anterior, pero sin éxito de momento.
Después de varios intentos, Eikel quiso cambiar de táctica, esta vez seria él el que se lanzara en picado hacia el objetivo. Trepo al árbol mas alto de los que rodeaban el claro y se lanzo cual halcón hacia las dianas. Con unos rápidos movimientos, lanzó cuatro piedras y contra todo pronostico, dos acertaron en su blanco, de refilón casi en el borde, pero ya era más de lo que había conseguido en los anteriores intentos. Volvió a intentarlo de la misma manera y acertó un blanco, ya estaba seguro de una cosa. El roedor corrió hasta la posición de la marina.
-La altura me da ventaja si, al igual que la velocidad, pero hay que tener en cuenta también otros factores como la posición de salida. Dicho esto, también he de decir que es fácil predecir los movimientos de las dianas, ya que es un balanceo cíclico y... Eikel se percató de que volvía a hablar de mas así que se limito a callarse y a hacer un intento de saludo militar llevándose la mano a la cabeza, esperando nuevas ordenes.
Leah observaba todas las maniobras de la pequeña ardilla con los brazos cruzados sobre el pecho. La embriagaba una sensación interna de orgullo y satisfacción que solo no creía que pudiese provenir de otra fuente que no fuese el sufrimiento ajeno. El pequeñajo se desenvolvía bien, con naturalidad en el campo de batalla, pero aún le faltaba algo. Un no sé qué, que qué se yo el cual la joven intentaba descubrir en su minucioso análisis del roedor.
Todo estaba muy, muy correcto, y Leah se alegraba por ello, pero cuando Eikel vino con su resumen de la situación, ella sintió la necesidad (mejor dicho el deber) de ponerlo en su lugar explicándole que si, que todos los factores de los que hablaba estaban requetebién, no obstante era la distancia vertical lo que realmente importaba. Quien controle los cielos controlará también la tierra, era la lección que buscaba inculcarle, intentando que no la olvidase nunca. Leah pensó detenidamente su siguiente nivel de entrenamiento y voilà, ya lo tenía: la elección moral.
- Ha estado bien todo esto del entrenamiento, ¿verdad, Eikel-kun? Dijo con tristeza mientras se giraba dándole la espalda al roedor y emprendiendo una marcha lenta con los las manos cogidas a la espalda. Mi nombre completo es Leah H. Strauss. Le explicaba como si aquello fuese lo más importante del mundo. ¿Sabes lo que significa la H? Significa Heinkel… ¿no te recuerda a algún nombre? Le dejó unos segundos para pensar pero sin llegar a darle tiempo para contestar. Así es, viejo amigo. Aquel día en el muelle cuando me dijiste tu nombre por primera vez... Lo supe. Supe que estábamos conectados de una forma especial y que nuestros destinos se entrelazarían para siempre, forjando una amistad que nunca moriría. Después de decir aquello se quedó ahí plantada, todavía dándole la espalda mientras el viento mecía sus largos y oscuros cabellos, añadiendo todo el dramatismo y sentimentalismo necesarios. Aunque decía la verdad, jugaba con su mente, profundizaba en sus sentimientos y creaba nuevos y más fuertes lazos emocionales en su subconsciente.
- Imagínate que llegase el día en el que tu mejor amigo se convirtiese en tu peor enemigo. Leah se volteó rápida cual cowboy, sacando una de sus pistolas y apuntando directamente a Eikel. ¡Llegado ese día tendrías que elegir! ¡¿Serias capaz de matar a tu mejor amigo o dejarías que lo sentimientos se apoderasen de ti y fallarías el tiro bajo la presión?! La chica actuaba o mejor dicho sobreactuaba poniendo toda la carne en el asador de las interpretaciones intentando asustar a la ardilla para que se metiese en el papel. ¿Sientes el sudor frio recorriendo tu cuerpo? ¿Cómo tus pequeñas manos empiezan a temblar? ¿Cómo tu garganta se cierra dejándote sin poder tragar con una desagradable sensación de asfixia? ¡Golpéame con todas tus fuerzas, y asegúrate de apuntar bien o te aseguro que yo no fallaré! El cañón de su pistola apuntaba directamente a la ardilla. Esta era una de las lecciones más importantes. Es muy fácil atacar a indefensos objetos inanimados, pero debía sentir lo que era agredir contra un semejante, un igual que podía ser perfectamente su compañero de fatigas. En el momento de la verdad no podía permitirse dudar pues era su vida lo que podía estar en juego. La chica se quedó quieta como una estatua mientras le seguía apuntando sin vacilar.
Todo estaba muy, muy correcto, y Leah se alegraba por ello, pero cuando Eikel vino con su resumen de la situación, ella sintió la necesidad (mejor dicho el deber) de ponerlo en su lugar explicándole que si, que todos los factores de los que hablaba estaban requetebién, no obstante era la distancia vertical lo que realmente importaba. Quien controle los cielos controlará también la tierra, era la lección que buscaba inculcarle, intentando que no la olvidase nunca. Leah pensó detenidamente su siguiente nivel de entrenamiento y voilà, ya lo tenía: la elección moral.
- Ha estado bien todo esto del entrenamiento, ¿verdad, Eikel-kun? Dijo con tristeza mientras se giraba dándole la espalda al roedor y emprendiendo una marcha lenta con los las manos cogidas a la espalda. Mi nombre completo es Leah H. Strauss. Le explicaba como si aquello fuese lo más importante del mundo. ¿Sabes lo que significa la H? Significa Heinkel… ¿no te recuerda a algún nombre? Le dejó unos segundos para pensar pero sin llegar a darle tiempo para contestar. Así es, viejo amigo. Aquel día en el muelle cuando me dijiste tu nombre por primera vez... Lo supe. Supe que estábamos conectados de una forma especial y que nuestros destinos se entrelazarían para siempre, forjando una amistad que nunca moriría. Después de decir aquello se quedó ahí plantada, todavía dándole la espalda mientras el viento mecía sus largos y oscuros cabellos, añadiendo todo el dramatismo y sentimentalismo necesarios. Aunque decía la verdad, jugaba con su mente, profundizaba en sus sentimientos y creaba nuevos y más fuertes lazos emocionales en su subconsciente.
- Imagínate que llegase el día en el que tu mejor amigo se convirtiese en tu peor enemigo. Leah se volteó rápida cual cowboy, sacando una de sus pistolas y apuntando directamente a Eikel. ¡Llegado ese día tendrías que elegir! ¡¿Serias capaz de matar a tu mejor amigo o dejarías que lo sentimientos se apoderasen de ti y fallarías el tiro bajo la presión?! La chica actuaba o mejor dicho sobreactuaba poniendo toda la carne en el asador de las interpretaciones intentando asustar a la ardilla para que se metiese en el papel. ¿Sientes el sudor frio recorriendo tu cuerpo? ¿Cómo tus pequeñas manos empiezan a temblar? ¿Cómo tu garganta se cierra dejándote sin poder tragar con una desagradable sensación de asfixia? ¡Golpéame con todas tus fuerzas, y asegúrate de apuntar bien o te aseguro que yo no fallaré! El cañón de su pistola apuntaba directamente a la ardilla. Esta era una de las lecciones más importantes. Es muy fácil atacar a indefensos objetos inanimados, pero debía sentir lo que era agredir contra un semejante, un igual que podía ser perfectamente su compañero de fatigas. En el momento de la verdad no podía permitirse dudar pues era su vida lo que podía estar en juego. La chica se quedó quieta como una estatua mientras le seguía apuntando sin vacilar.
Eikel
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Eikel estaba conmovido por las palabras de su amiga, pero no era tiempo de sentimentalismos, comprendía que esto era una parte fundamental de su entrenamiento y no podía fallar.
"Tengo que barajar todas las posibilidades, si intento desarmar la pistola con la que me esta apuntando, tendría otra en su cinturón, eso en caso de que no fallase... Intentar Knockearla es demasiado arriesgado tambien, ella es una tiradora experta y su arma mucho mas efectiva que mis piedras..."
De pronto una frase de Leah vino a su mente, la altura te da ventaja, era el resorte que necesitaba para que su brillante mente empezase a funcionar. El semblante de Eikel se volvió serio, sujetando fuertemente una de las piedras con la mano. De pronto con un rápido movimiento, lanzó una piedra hacia la cara de su entrenadora, sin intención de darle, esa era la distracción que necesitaba para salir corriendo a cuatro patas, y a gran velocidad esconderse detrás de un árbol. Aquí comenzaba el plan de Eikel, debería seguir con la distracciones para ganar el tiempo que necesitaba. El joven roedor trepo por la parte de atrás del árbol, desde un punto ciego para la chica, empezando a lanzar bellotas en varias direcciones, intentando confundirla y hacerle pensar que estaba moviéndose entre los arboles. Mientras hacía esto, de manera coherente para que pareciese que llevaba una dirección, la ardilla quebró una rama lo mas silenciosamente que pudo y la lanzó lo mas lejos que pudo a su derecha, contra las copas de los demás árboles creando así un fuerte estruendo.
En ese mismo momento, era tiempo para la segunda parte del plan. La ardilla comenzó a planear hacia la izquierda, bordeando los puntos ciegos del claro, lo mas silenciosamente que pudo, hasta que consiguió dar toda la vuelta y ponerse detrás de Leah. Se apoyó en la rama mas fuerte del árbol y adopto su posición de pitcher de la forma mas silenciosa posible. Era el momento, el todo por el todo, no podía fallar. Agarró fuertemente una ligera bellota que sostenía en la mano y la lanzó directamente a la cabeza de Leah, era arriesgado, ya que la distancia era bastante larga y había escogido la bellota menos pesada, para así no causar ningún daño real a su amiga. La lanzó con todas sus fuerzas apuntando a la parte posterior de la cabeza de Leah, tan solo fueron un par de segundos, pero al roedor le parecieron horas, la bellota giraba lentamente mientras se aproximaba a su objetivo, hasta que sorprendentemente, impactó de lleno en él.
Leah solo pudo sentir un toc, en la parte posterior de su cabeza y cuando se giró el roedor estaba planeando hacia ella.
-Imagínate si llega a ser una piedra. Dijo Eikel intentando aguantar la compostura lo mas dignamente que podía mientras tomaba tierra. Sus ojos llorosos lo delataban, incluso una simulación como esta era demasiado para su corazón, si a esto le unimos las palabras que le había dedicado Leah hace un momento, que no paraban de resonar en su cabeza... El pequeño no pudo más, se calló al suelo de culo y empezó a llorar como un bebé.
"Tengo que barajar todas las posibilidades, si intento desarmar la pistola con la que me esta apuntando, tendría otra en su cinturón, eso en caso de que no fallase... Intentar Knockearla es demasiado arriesgado tambien, ella es una tiradora experta y su arma mucho mas efectiva que mis piedras..."
De pronto una frase de Leah vino a su mente, la altura te da ventaja, era el resorte que necesitaba para que su brillante mente empezase a funcionar. El semblante de Eikel se volvió serio, sujetando fuertemente una de las piedras con la mano. De pronto con un rápido movimiento, lanzó una piedra hacia la cara de su entrenadora, sin intención de darle, esa era la distracción que necesitaba para salir corriendo a cuatro patas, y a gran velocidad esconderse detrás de un árbol. Aquí comenzaba el plan de Eikel, debería seguir con la distracciones para ganar el tiempo que necesitaba. El joven roedor trepo por la parte de atrás del árbol, desde un punto ciego para la chica, empezando a lanzar bellotas en varias direcciones, intentando confundirla y hacerle pensar que estaba moviéndose entre los arboles. Mientras hacía esto, de manera coherente para que pareciese que llevaba una dirección, la ardilla quebró una rama lo mas silenciosamente que pudo y la lanzó lo mas lejos que pudo a su derecha, contra las copas de los demás árboles creando así un fuerte estruendo.
En ese mismo momento, era tiempo para la segunda parte del plan. La ardilla comenzó a planear hacia la izquierda, bordeando los puntos ciegos del claro, lo mas silenciosamente que pudo, hasta que consiguió dar toda la vuelta y ponerse detrás de Leah. Se apoyó en la rama mas fuerte del árbol y adopto su posición de pitcher de la forma mas silenciosa posible. Era el momento, el todo por el todo, no podía fallar. Agarró fuertemente una ligera bellota que sostenía en la mano y la lanzó directamente a la cabeza de Leah, era arriesgado, ya que la distancia era bastante larga y había escogido la bellota menos pesada, para así no causar ningún daño real a su amiga. La lanzó con todas sus fuerzas apuntando a la parte posterior de la cabeza de Leah, tan solo fueron un par de segundos, pero al roedor le parecieron horas, la bellota giraba lentamente mientras se aproximaba a su objetivo, hasta que sorprendentemente, impactó de lleno en él.
Leah solo pudo sentir un toc, en la parte posterior de su cabeza y cuando se giró el roedor estaba planeando hacia ella.
-Imagínate si llega a ser una piedra. Dijo Eikel intentando aguantar la compostura lo mas dignamente que podía mientras tomaba tierra. Sus ojos llorosos lo delataban, incluso una simulación como esta era demasiado para su corazón, si a esto le unimos las palabras que le había dedicado Leah hace un momento, que no paraban de resonar en su cabeza... El pequeño no pudo más, se calló al suelo de culo y empezó a llorar como un bebé.
La chica seguía con el cañón de su pistola todos los movimientos de ardilla, necesitaba ver cómo se desenvolvía con esa presión. No es fácil pensar mientras te apuntan y tu vida pende de un hilo o mejor dicho un gatillo. Le lanzó una piedra y con una sonrisa en los labios, Leah esperó que la dejase K.O., pero no fue así, ni siquiera le impactó de hecho. La joven ni se inmutó ni pestañeó por esa distracción. Eikel había fallado y huía hacía los árboles. Podía haberle disparado y seguramente haberlo matado en reiteradas ocasiones. En el momento que lo perdió de vista Leah guardó la pistola y se dedicó a esperar en el mismo punto exacto donde se encontraba.
Sonidos y ruidos desde todas direcciones, seguramente distracciones, que en un combate real le habrían hecho llevar la batuta de la situación. Más ruidos. Leah negó con la cabeza ligeramente y la impaciencia empezó a apoderarse de ella, hasta que por fin algo le dio un leve golpe en la cabeza el cual la hizo girarse lentamente para ver por fin a Eikel aparecer de sus misiones de comando de la jungla. Le dijo una frase que no le gustó nada y se hecho al llorar. Oh god, menudo espectáculo. En un conciso movimiento Leah volvió a desenfundar y sin mediar palabra disparó justo donde estaba la ardilla.
- Bang. Felicidades, estás muerto. Se llevó la obertura del arma cerca de la boca y sopló para disipar el humillo que quedaba tras el disparo. La balo impactó justo a unos centímetros de la ardilla y si esta no estaba acostumbrada a las armas de fuego seguramente se habría quedado medio sorda a esa distancia, así que esperó unos momentos antes de comenzar a hablar. ¿Una bellota, Eikel-kun? De verdad, eh. Me habría gustado no tener que imaginármelo y que hubiese sido una piedra de verdad, pero ahora ya es demasiado tarde y estás muerto. Tendrás mucho tiempo para pensar sobre esto en el más allá, al menos. Guardó su arma nuevamente. Tenias munición, me tenías en frente y te dejé claro que me dieses lo más fuerte que pudieras. Esto no iba de ser más listo que yo, iba de superar tus emociones de ardilla. Estaba claro que estaba siendo muy dura, pero la vida es dura y ella lo había aprendido hacía ya algún tiempo. Tenía que convertirlo en una despiadada máquina de matar con el corazón de piedra y hielo en las venas.
Sin darle tiempo a recomponerse de sus lloros le tendió una piedra bien afilada y de bordes puntiagudos y le pidió que repitiese la acción. Esto era ganar experiencia a base de hacer las cosas una y otra vez cada vez mejorando un poco la anterior. Ese el significado de la palabra entrenamiento. Leah sonrió mientras se señalaba la cara con un pulgar, marcando la diana una vez más.
Sonidos y ruidos desde todas direcciones, seguramente distracciones, que en un combate real le habrían hecho llevar la batuta de la situación. Más ruidos. Leah negó con la cabeza ligeramente y la impaciencia empezó a apoderarse de ella, hasta que por fin algo le dio un leve golpe en la cabeza el cual la hizo girarse lentamente para ver por fin a Eikel aparecer de sus misiones de comando de la jungla. Le dijo una frase que no le gustó nada y se hecho al llorar. Oh god, menudo espectáculo. En un conciso movimiento Leah volvió a desenfundar y sin mediar palabra disparó justo donde estaba la ardilla.
- Bang. Felicidades, estás muerto. Se llevó la obertura del arma cerca de la boca y sopló para disipar el humillo que quedaba tras el disparo. La balo impactó justo a unos centímetros de la ardilla y si esta no estaba acostumbrada a las armas de fuego seguramente se habría quedado medio sorda a esa distancia, así que esperó unos momentos antes de comenzar a hablar. ¿Una bellota, Eikel-kun? De verdad, eh. Me habría gustado no tener que imaginármelo y que hubiese sido una piedra de verdad, pero ahora ya es demasiado tarde y estás muerto. Tendrás mucho tiempo para pensar sobre esto en el más allá, al menos. Guardó su arma nuevamente. Tenias munición, me tenías en frente y te dejé claro que me dieses lo más fuerte que pudieras. Esto no iba de ser más listo que yo, iba de superar tus emociones de ardilla. Estaba claro que estaba siendo muy dura, pero la vida es dura y ella lo había aprendido hacía ya algún tiempo. Tenía que convertirlo en una despiadada máquina de matar con el corazón de piedra y hielo en las venas.
Sin darle tiempo a recomponerse de sus lloros le tendió una piedra bien afilada y de bordes puntiagudos y le pidió que repitiese la acción. Esto era ganar experiencia a base de hacer las cosas una y otra vez cada vez mejorando un poco la anterior. Ese el significado de la palabra entrenamiento. Leah sonrió mientras se señalaba la cara con un pulgar, marcando la diana una vez más.
Eikel
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Destreza
Precisión
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Eikel no tuvo tiempo de recomponerse cuando Leah le disparó al lado, por un momento el pequeño se quedo inerte y con los ojos abiertos como platos ante la situación. Las palabras de confort que esperaba de la chica no llegaron, sino un rapapolvo y una bronca acerca de su actuación. No entendía nada, acaso no se daba cuenta de que si fuese una piedra de verdad, el combate se habría terminado, tampoco entendía porque tenía que herir a alguien simplemente para aprender una lección, o porque adoptar esa pose de violencia ante todo era tan importante. Un montón de ideas pasaron por su mente junto a cientos de preguntas, pero la única respuesta o estimulo que tuvo fue a Leah colocándole una piedra nuevamente en su mano.
Leah le alentó para repetir la acción anterior, a Eikel le parecía una broma de mal gusto, pero el cañón del arma de la chica le devolvió a la realidad. El roedor no podía creer lo que estaba pasando, odiaba esa situación y quería acabar con ella a toda costa. Apretó la piedra tan fuerte que se le clavó en la mano, gotas de sangre caían desde el diminuto puño de la ardilla besando el suelo. La furia invadía a Eikel hasta el punto de hacerlo temblar, su juicio se estaba nublando.
De pronto la ardilla adoptó su posición de pitcher y lanzó la piedra a una velocidad asombrosa hacia el rostro de Leah. La piedra paso silbando al lado de la oreja de la chica, superando cualquier lanzamiento hecho por el roedor anteriormente y se quedo clavada en un árbol tras de sí.
- ¡Porqué tengo que dañar a la gente sin razón! Yo quiero aprender a defender a los demás, no hacerles daño. Quiero paliar el dolor, no causarlo. Eikel miraba a Leah con la cabeza gacha, su voz se había puesto algo mas grave que de costumbre y sus ojos se tornaban hacia ella solo cubiertos por sus cejas, sino fuera una pequeña ardilla, sería incluso intimidante.
Después de esto, Eikel recogió una bolsa que estaba escondida en el agujero de un árbol hueco y saco de ella unos cuantos frutos secos y una botella de refresco. Lanzó la bolsa que todavía contenía algo a Leah. En su interior, encontró un sandwich, un par de dulces y otra botella de refresco. Llevaban todo el día entrenando y era hora de un descanso. Eikel no pronunció nada durante la comida, solo escuchaba a la chica y asentía. Después de esto, el roedor se acerco a la marine y se sentó detrás de ella utilizando su espalda de respaldo, no la odiaba por lo que había hecho, incluso estaba agradecido en cierto modo, y eso era lo único que le permitió hacer el cansancio para demostrárselo antes de caer dormido apoyándose en ella.
Leah le alentó para repetir la acción anterior, a Eikel le parecía una broma de mal gusto, pero el cañón del arma de la chica le devolvió a la realidad. El roedor no podía creer lo que estaba pasando, odiaba esa situación y quería acabar con ella a toda costa. Apretó la piedra tan fuerte que se le clavó en la mano, gotas de sangre caían desde el diminuto puño de la ardilla besando el suelo. La furia invadía a Eikel hasta el punto de hacerlo temblar, su juicio se estaba nublando.
De pronto la ardilla adoptó su posición de pitcher y lanzó la piedra a una velocidad asombrosa hacia el rostro de Leah. La piedra paso silbando al lado de la oreja de la chica, superando cualquier lanzamiento hecho por el roedor anteriormente y se quedo clavada en un árbol tras de sí.
- ¡Porqué tengo que dañar a la gente sin razón! Yo quiero aprender a defender a los demás, no hacerles daño. Quiero paliar el dolor, no causarlo. Eikel miraba a Leah con la cabeza gacha, su voz se había puesto algo mas grave que de costumbre y sus ojos se tornaban hacia ella solo cubiertos por sus cejas, sino fuera una pequeña ardilla, sería incluso intimidante.
Después de esto, Eikel recogió una bolsa que estaba escondida en el agujero de un árbol hueco y saco de ella unos cuantos frutos secos y una botella de refresco. Lanzó la bolsa que todavía contenía algo a Leah. En su interior, encontró un sandwich, un par de dulces y otra botella de refresco. Llevaban todo el día entrenando y era hora de un descanso. Eikel no pronunció nada durante la comida, solo escuchaba a la chica y asentía. Después de esto, el roedor se acerco a la marine y se sentó detrás de ella utilizando su espalda de respaldo, no la odiaba por lo que había hecho, incluso estaba agradecido en cierto modo, y eso era lo único que le permitió hacer el cansancio para demostrárselo antes de caer dormido apoyándose en ella.
¿Era cruel hacerle repetir aquello? Volvió a rondarle por la cabeza mientras lo observaba debatir con sus bestias internas. Nah, pero era la mar de divertido e instructivo a la vez para ambas partes. La ardilla adoptó su famosa pose de lanzamiento con lo cual la cosa pasaba a serious business. Esperó ansiosa su golpe, deseando que le alcanzase entre ceja y ceja, pero no tan sorprendentemente le pasó rozando sin llegar a alcanzarla. Que decepción. Aun no tenía madera de asesino… de momento.
- Eikel, Eikel… que ingenuo eres. Llegará un momento en que la gente querrá hacerte daño, sin razón, a ti o las tuyos. Y tu tendrás que responder con violencia, así es la vida. Tienes que despertar de tu mundo de fantasía o acabará mordiéndote el culo. Duras palabras que calarían hondo en el corazoncito de la ardilla, creando una cicatriz emocional que solo el tiempo y las experiencias dolorosas podrían cerrar. Tras aquello la ardilla sacó algo de una especie de escondrijo secreto. Eran refrigerios para paliar el desgaste de aquel duro día. Bien pensado.
Leah se sentó a disfrutar de su tan merecida recompensa gastronómica, a la vez que miraba de reojo a la ardilla acercarse hasta ella para sentarse también a su lado, bueno, más bien a su espalda. Supuso que estaría triste así que intentó animarlo diciéndole que pensase en todas las lecciones que le había inculcado el día de hoy y como había ido mejorando poco a poco hasta encontrar su verdadera vocación. Él parecía darle la razón como a los locos pero ella tampoco le prestaba mucha atención, le gustaba el sonido e su propia voz. Todo iba bien hasta que el cansancio pareció apoderarse del roedor y por fin cayó rendido ante la poderosa influencia de Morfeo. Leah pensó que sería un incordio tener que levantarse sin despertarlo, no obstante se dio cuenta de que estaba dormido como una marmota y no se inmutó lo más mínimo cuando esta intentó levantarse. Visto lo visto y que se estaba haciendo tarde decidió cogerlo suavemente por la cintura y ponérselo sobre los hombros. Que cruz, pero era lo que tocaba, así que emprendió el camino de vuelta pensado como compensaría la ardilla a Leah por tener que cargar con él a cuestas los mil kilómetros hasta su casa.
- Eikel, Eikel… que ingenuo eres. Llegará un momento en que la gente querrá hacerte daño, sin razón, a ti o las tuyos. Y tu tendrás que responder con violencia, así es la vida. Tienes que despertar de tu mundo de fantasía o acabará mordiéndote el culo. Duras palabras que calarían hondo en el corazoncito de la ardilla, creando una cicatriz emocional que solo el tiempo y las experiencias dolorosas podrían cerrar. Tras aquello la ardilla sacó algo de una especie de escondrijo secreto. Eran refrigerios para paliar el desgaste de aquel duro día. Bien pensado.
Leah se sentó a disfrutar de su tan merecida recompensa gastronómica, a la vez que miraba de reojo a la ardilla acercarse hasta ella para sentarse también a su lado, bueno, más bien a su espalda. Supuso que estaría triste así que intentó animarlo diciéndole que pensase en todas las lecciones que le había inculcado el día de hoy y como había ido mejorando poco a poco hasta encontrar su verdadera vocación. Él parecía darle la razón como a los locos pero ella tampoco le prestaba mucha atención, le gustaba el sonido e su propia voz. Todo iba bien hasta que el cansancio pareció apoderarse del roedor y por fin cayó rendido ante la poderosa influencia de Morfeo. Leah pensó que sería un incordio tener que levantarse sin despertarlo, no obstante se dio cuenta de que estaba dormido como una marmota y no se inmutó lo más mínimo cuando esta intentó levantarse. Visto lo visto y que se estaba haciendo tarde decidió cogerlo suavemente por la cintura y ponérselo sobre los hombros. Que cruz, pero era lo que tocaba, así que emprendió el camino de vuelta pensado como compensaría la ardilla a Leah por tener que cargar con él a cuestas los mil kilómetros hasta su casa.
Eikel
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Akuma no mi
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Los primeros rayos del sol importunaron el sueño de Eikel, se levantó como un resorte pensando que se había quedado dormido y no llegaría a tiempo de hacer sus tareas. Salió corriendo de la habitación fijándose en el reloj de pared sobre la pared de las escaleras que llevaban al piso inferior, eran las nueve de la mañana, iba con retraso. Su mente se empezó a despejar mientras notaba que no había ningún ruido a esas horas de la mañana y recordó de pronto que estaba solo en casa.
Con un suspiro, se dispuso a bajar las escaleras cabizbajo, cuando quiso apoyarse en el primer escalón todo su cuerpo se estremeció, un dolor punzante recorrió todo su cuerpo, sus primeras agujetas le parecían insoportables. El roedor no estaba acostumbrado al ejercicio físico tan intenso y de pronto empezó a recordar. Ayer se había pasado el día entrenando con Leah lo cual le traía algún que otro mal recuerdo, pero a pesar de eso lo que mas le incordiaba era que no sabía como había vuelto a casa. Cuando por fin consiguió bajar la escalera a trompicones, todo cobró sentido. Leah estaba en la mesa del comedor con una taza de café, pensativa. La chica debió de cargar con el hasta casa.
-Gracias por traerme a casa. Deja eso, te prepararé algo de verdad. Dijo el pequeño sonriendo mientras le arrebataba la taza de las manos. Parecía que el antiguo Eikel había vuelto.
El roedor se dirigió a la cocina y recogió un par de los dulces que había preparado ayer poniéndolos en un plato sirviendoselos como entremés. Al momento preparó un desayuno continental para Leah, pensaba que estaría hambrienta, que no habría comido nada desde ayer. Tostadas, zumo, huevos fritos con bacon y una variedad de mermeladas caseras acompañaban la mesa. Eikel se dirigió a la encimera de la cual sacó algo y se sentó frente a ella con una ración de frutos secos, con su propio vaso de zumo enfrente.
-Espero que sea de tu agrado. En primer lugar quiero agradecerte todo lo que has hecho por mi, que hayas encontrado este talento oculto, pero creó que lo entrenaré y lo utilizaré a mi manera. Dijo con una enorme sonrisa. -¡La próxima vez que nos veamos seré mucho mas fuerte, te lo prometo!
Eikel comenzó a comer felizmente mientras esperaba la replica de Leah, a pesar de parecer débil, el pequeño parecía enormemente cabezota. Era consciente que su forma de ser le traería mucho dolor y golpes, pero lo prefería antes que tener que hacer lo que no era correcto para él.
Con un suspiro, se dispuso a bajar las escaleras cabizbajo, cuando quiso apoyarse en el primer escalón todo su cuerpo se estremeció, un dolor punzante recorrió todo su cuerpo, sus primeras agujetas le parecían insoportables. El roedor no estaba acostumbrado al ejercicio físico tan intenso y de pronto empezó a recordar. Ayer se había pasado el día entrenando con Leah lo cual le traía algún que otro mal recuerdo, pero a pesar de eso lo que mas le incordiaba era que no sabía como había vuelto a casa. Cuando por fin consiguió bajar la escalera a trompicones, todo cobró sentido. Leah estaba en la mesa del comedor con una taza de café, pensativa. La chica debió de cargar con el hasta casa.
-Gracias por traerme a casa. Deja eso, te prepararé algo de verdad. Dijo el pequeño sonriendo mientras le arrebataba la taza de las manos. Parecía que el antiguo Eikel había vuelto.
El roedor se dirigió a la cocina y recogió un par de los dulces que había preparado ayer poniéndolos en un plato sirviendoselos como entremés. Al momento preparó un desayuno continental para Leah, pensaba que estaría hambrienta, que no habría comido nada desde ayer. Tostadas, zumo, huevos fritos con bacon y una variedad de mermeladas caseras acompañaban la mesa. Eikel se dirigió a la encimera de la cual sacó algo y se sentó frente a ella con una ración de frutos secos, con su propio vaso de zumo enfrente.
-Espero que sea de tu agrado. En primer lugar quiero agradecerte todo lo que has hecho por mi, que hayas encontrado este talento oculto, pero creó que lo entrenaré y lo utilizaré a mi manera. Dijo con una enorme sonrisa. -¡La próxima vez que nos veamos seré mucho mas fuerte, te lo prometo!
Eikel comenzó a comer felizmente mientras esperaba la replica de Leah, a pesar de parecer débil, el pequeño parecía enormemente cabezota. Era consciente que su forma de ser le traería mucho dolor y golpes, pero lo prefería antes que tener que hacer lo que no era correcto para él.
Era agradable estar en una casa para ella sola, aunque algo aburrido. Muy aburrido de hecho, a quien pretendía engañar. Lo bueno es que esta vez no tuvo que intentar dormir en la cama que le asignaron, por lo que se echó al sofá del comedor de cualquier manera y consiguió rasparle un par de horas al Sr. Sandman, lo suficiente para no parecer un zombi por la mañana. Se despertó a la luz del amanecer, cuando el alba empezaba a asomar tímidamente por el cielo nocturno.
Al volver a la casa, fue a la cocina y buscó algo dulce, un chocolate caliente estaría bien. O azúcar, leche con mucha azúcar, o algo de leche con su azúcar, mejor dicho. No tuvo éxito en su búsqueda, así que decidió intentar algo nuevo: hacer un café. Resultado de la misión: siniestro total. Cuando el roedor se despertó de su sueño eterno y apareció por el umbral debió pensar que Leah estaba tomándose algo, gracias a Dios que puso en remojo el contenido de la taza sin cerciorarse de que había en su interior. Hay que cosas que es mejor para el hombre no descubrir jamás y esa era una de ellas. Después de darle las gracias y traerle un tentempié en condiciones, habló un poco de su entrenamiento. Parecía haber sido fructífero para él, y eso era bueno.
- Sip. De aquí a almirante de la flota te queda un paso. Dijo entre risas metiéndose otro dulce en la boca. Lo cierto era que acababa de volver hacía un cuarto de hora a la casa. Había estado en el barco, ayudando un poco y preguntando a qué hora zarparían. No faltaba mucho para ello. Bueno, Eikel-kun, ha estado bien pero ninguna visita dura para siempre. Han puesto mi barco a punto en un tiempo record y nos volvemos al cuartel en media hora. Se levantó de la mesa y sonrió dando a entender que no había cabida para la tristeza en aquel momento. Salieron de la casa juntos ya que aquel bicho era como una lapa y se negó rotundamente a no acompañarla hasta el puerto.
Una vez allí los acontecimientos no se alargaron mucho más. Leah subía al navío junto a los demás tripulantes que se apresuraban al interior, asegurándose de que todo estaba a punto para la marcha. La chica miró por última vez a la ardilla.”Heh, le he enseñado bien.” Pensaba a la vez que hacia un gesto con el brazo a modo de adiós y se daba la vuelta para embarcar por fin. Cerró los ojos y frunció ligeramente el ceño mientras se llevaba la mano a la barbilla.”Quizás demasiado bien.”
Al cabo de un rato el barco se perdió en el horizonte. El brillo de la luz del sol sobre la superficie marina era hermoso y la brisa refrescaba agradecida por una visión como aquella. Algún que otro ruido de ave se escuchó durante un suspiro, y las buenas gentes de aquella villa continuaron con sus quehaceres diarios, satisfechos del buen trabajo que hacia la Marina velando por ellos y complacidos por poder contar con su presencia tan a menudo para disuadir a cualquier pirata de tomar aquel lugar como objetivo.
Al volver a la casa, fue a la cocina y buscó algo dulce, un chocolate caliente estaría bien. O azúcar, leche con mucha azúcar, o algo de leche con su azúcar, mejor dicho. No tuvo éxito en su búsqueda, así que decidió intentar algo nuevo: hacer un café. Resultado de la misión: siniestro total. Cuando el roedor se despertó de su sueño eterno y apareció por el umbral debió pensar que Leah estaba tomándose algo, gracias a Dios que puso en remojo el contenido de la taza sin cerciorarse de que había en su interior. Hay que cosas que es mejor para el hombre no descubrir jamás y esa era una de ellas. Después de darle las gracias y traerle un tentempié en condiciones, habló un poco de su entrenamiento. Parecía haber sido fructífero para él, y eso era bueno.
- Sip. De aquí a almirante de la flota te queda un paso. Dijo entre risas metiéndose otro dulce en la boca. Lo cierto era que acababa de volver hacía un cuarto de hora a la casa. Había estado en el barco, ayudando un poco y preguntando a qué hora zarparían. No faltaba mucho para ello. Bueno, Eikel-kun, ha estado bien pero ninguna visita dura para siempre. Han puesto mi barco a punto en un tiempo record y nos volvemos al cuartel en media hora. Se levantó de la mesa y sonrió dando a entender que no había cabida para la tristeza en aquel momento. Salieron de la casa juntos ya que aquel bicho era como una lapa y se negó rotundamente a no acompañarla hasta el puerto.
Una vez allí los acontecimientos no se alargaron mucho más. Leah subía al navío junto a los demás tripulantes que se apresuraban al interior, asegurándose de que todo estaba a punto para la marcha. La chica miró por última vez a la ardilla.”Heh, le he enseñado bien.” Pensaba a la vez que hacia un gesto con el brazo a modo de adiós y se daba la vuelta para embarcar por fin. Cerró los ojos y frunció ligeramente el ceño mientras se llevaba la mano a la barbilla.”Quizás demasiado bien.”
Al cabo de un rato el barco se perdió en el horizonte. El brillo de la luz del sol sobre la superficie marina era hermoso y la brisa refrescaba agradecida por una visión como aquella. Algún que otro ruido de ave se escuchó durante un suspiro, y las buenas gentes de aquella villa continuaron con sus quehaceres diarios, satisfechos del buen trabajo que hacia la Marina velando por ellos y complacidos por poder contar con su presencia tan a menudo para disuadir a cualquier pirata de tomar aquel lugar como objetivo.
Eikel
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Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Eikel escuchó atentamente las palabras de Leah, su sarcasmo se lo tomaba completamente con humor y se rió con ella. Como era costumbre en ella, tenía que estropear los buenos momentos y entre risas, cortó de pronto diciendo que tenía que zarpar. El roedor no tardo en dejar todo limpió y como era costumbre, darle unos dulces para el viaje.
Salieron juntos de la casa, a pesar de que la chica hacía hincapié en que no hacía falta que la acompañase, pero el tozudo Eikel insistió hasta que ésta tuvo que acceder. De vuelta al pueblo, el roedor no paraba de exponerle ideas que se le ocurrieron para nuevos ataques, a la par que le preguntaba cual sería su mejor rutina de entrenamiento. Nada nuevo, la ardilla hablando sin parar mientras que Leah asentía. En tiempo record, debido a que Leah no aguantaba mas el bombardeo del roedor y había apurado el paso, llegaron al pueblo. La verdad es que la despedida no había sido demasiado emotiva, Leah subió al barco despidiéndose con la mano y Eikel le respondió de la misma manera. Por alguna razón sabían que se volverían a ver, no había cabida para el adiós.
Se quedó observando como el barco zarpaba, en el fondo le daba pena, habían creado un vinculo y si a eso le sumamos que estaba solo en casa, doblemente la echaría de menos. Pero no había tiempo para melancolía. Su primer movimiento fue ir a la tienda de libros y coger uno que parecía bastante antiguo sobre baseball, al ojearlo observo el tipo de lanzamientos que se podían realizar dándole así múltiples efectos a la bola. Después de esto, corrió a la tienda de juguetes y compro una pelota pequeña, asegurándose que fuese hueca.
Ya tenía todo listo, así que corrió con sus nuevas adquisiciones al campo de entrenamiento. Una vez allí abrió la pelota rellenándola de arena para hacerla mas pesada, ojeo el libro y empezó a practicar lanzamientos intentándole dar diferentes efectos, no podía ser de otra forma, le había prometido a Leah que cuando volviese estaría a otro nivel. Esto tan solo era el comienzo.
Salieron juntos de la casa, a pesar de que la chica hacía hincapié en que no hacía falta que la acompañase, pero el tozudo Eikel insistió hasta que ésta tuvo que acceder. De vuelta al pueblo, el roedor no paraba de exponerle ideas que se le ocurrieron para nuevos ataques, a la par que le preguntaba cual sería su mejor rutina de entrenamiento. Nada nuevo, la ardilla hablando sin parar mientras que Leah asentía. En tiempo record, debido a que Leah no aguantaba mas el bombardeo del roedor y había apurado el paso, llegaron al pueblo. La verdad es que la despedida no había sido demasiado emotiva, Leah subió al barco despidiéndose con la mano y Eikel le respondió de la misma manera. Por alguna razón sabían que se volverían a ver, no había cabida para el adiós.
Se quedó observando como el barco zarpaba, en el fondo le daba pena, habían creado un vinculo y si a eso le sumamos que estaba solo en casa, doblemente la echaría de menos. Pero no había tiempo para melancolía. Su primer movimiento fue ir a la tienda de libros y coger uno que parecía bastante antiguo sobre baseball, al ojearlo observo el tipo de lanzamientos que se podían realizar dándole así múltiples efectos a la bola. Después de esto, corrió a la tienda de juguetes y compro una pelota pequeña, asegurándose que fuese hueca.
Ya tenía todo listo, así que corrió con sus nuevas adquisiciones al campo de entrenamiento. Una vez allí abrió la pelota rellenándola de arena para hacerla mas pesada, ojeo el libro y empezó a practicar lanzamientos intentándole dar diferentes efectos, no podía ser de otra forma, le había prometido a Leah que cuando volviese estaría a otro nivel. Esto tan solo era el comienzo.
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