¿Cuál era la diferencia entre su tartana a la que llamaban barco y una lata de conservas? Que las latas de conservas por lo menos suelen contener comida. Dicho esto, lo cierto es que ya llevaban varios días en alta mar, días bien largos y tediosos en los que poco se podía hacer teniendo en cuenta que apenas había espacio en aquella tartana para poder convivir cuatro personas y una ardilla. Cada cual le daba a su vicio, solo que algunos eran más peligrosos que otros, como por ejemplo el de Yukie que consistía en entrenar en tan pocos centímetros cuadrados que solo desviando un poco la estocada de su espada podía llevarse alguna vela por delante o alguno de sus nakamas y esas cosas.
Por fortuna no tardarían en hacer puerto, ya que la famosa frase tierra a la vista había sido entonada no hacía mucho por Rhi. Con el viento a su favor, facilitando el atraque, consiguieron llegar a la costa sanos y salvos por increíble que parezca. El procedimiento a seguir fue el típico rutinario: ambos capitanes desembarcaban con Rhi en busca de lo que fuese que hiciera falta y Yukie y la ardilla se quedaban a vigilar aquel pedazo de madera flotante. La explicación era sencilla. Sus capitanes funcionaban bien haciendo dúo, si tenían que sonsacar información se bastaban de la técnica del “pirata malo y pirata bueno” y por su parte al gyojin había que mantenerlo alejado de la despensa sin demasiada vigilancia para evitar misteriosas desapariciones de víveres. En el equipo de defensa se encontraban Eikel que solía quedarse para evitar altercados peligrosos para su salud, y la espadachina, que se encargaba de proteger el barco propiamente dicho. A Yukie le gustaba que contasen con ella para una tarea así. Pensaba que el barco, por muy birria que fuese, era una parte fundamental de cualquier banda. La piedra angular de sus aventuras por así decirlo.
Normalmente ese era el way to go, pero desgraciadamente no aquella vez. Yukie se comportaba de forma algo extraña desde hacía casi dos días. No hablaba mucho, y aunque desde luego no era el pescao, tampoco era una chica callada. Obviamente no se lo había contado a nadie, ni siquiera al médico de a bordo, pero estaba claro que no se encontraba bien. No tenía ni idea de que podían ser sus síntomas, pero sentía que como se moviese de la esquina donde más que sentada, estaba tirada, moriría en cualquier momento. Daba la impresión de que en cualquier momento iban a aparecer un grupo de buitres de la nada a dar vueltas en círculos sobre su cabeza.
Por fortuna no tardarían en hacer puerto, ya que la famosa frase tierra a la vista había sido entonada no hacía mucho por Rhi. Con el viento a su favor, facilitando el atraque, consiguieron llegar a la costa sanos y salvos por increíble que parezca. El procedimiento a seguir fue el típico rutinario: ambos capitanes desembarcaban con Rhi en busca de lo que fuese que hiciera falta y Yukie y la ardilla se quedaban a vigilar aquel pedazo de madera flotante. La explicación era sencilla. Sus capitanes funcionaban bien haciendo dúo, si tenían que sonsacar información se bastaban de la técnica del “pirata malo y pirata bueno” y por su parte al gyojin había que mantenerlo alejado de la despensa sin demasiada vigilancia para evitar misteriosas desapariciones de víveres. En el equipo de defensa se encontraban Eikel que solía quedarse para evitar altercados peligrosos para su salud, y la espadachina, que se encargaba de proteger el barco propiamente dicho. A Yukie le gustaba que contasen con ella para una tarea así. Pensaba que el barco, por muy birria que fuese, era una parte fundamental de cualquier banda. La piedra angular de sus aventuras por así decirlo.
Normalmente ese era el way to go, pero desgraciadamente no aquella vez. Yukie se comportaba de forma algo extraña desde hacía casi dos días. No hablaba mucho, y aunque desde luego no era el pescao, tampoco era una chica callada. Obviamente no se lo había contado a nadie, ni siquiera al médico de a bordo, pero estaba claro que no se encontraba bien. No tenía ni idea de que podían ser sus síntomas, pero sentía que como se moviese de la esquina donde más que sentada, estaba tirada, moriría en cualquier momento. Daba la impresión de que en cualquier momento iban a aparecer un grupo de buitres de la nada a dar vueltas en círculos sobre su cabeza.
Eikel
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Por una vez, el tamaño del roedor jugaba a su favor. Los demás tripulantes no estaban demasiado contentos con la longitud de su embarcación y se alegraban de llegar por fin a puerto. Eikel se llevaba fijando durante días en que el comportamiento de Yukie no era normal, solía ser reservada, pero últimamente era como una figura inerte en una esquina del barco.
Cuando atracaron cada miembro tenía su propia misión, la de Yukie y Eikel era vigilar la embarcación. Todo estaba en calma, los dos capitanes y el gyojin partieron alejándose del barco mientras la ardilla se sentaba al lado de su compañera.
¿Te ocurre algo? Llevas extraña varios días. Preguntó el pequeño haciendo una evaluación de la situación.
La joven sudaba a pesar de no haber realizado ningún ejercicio físico y no hacía demasiado calor. Así que optó por ponerle una mano en la frente, santo dios, la pobre estaba ardiendo. Rápidamente fue a buscar su libro de medicina y a buscar enfermedades con el primer síntoma, la fiebre, por ahí tenia por donde empezar. Buscó en el indice y comenzó por el principio, la fiebre, para tratarla debería de mantener fría la cabeza de la paciente. Le ordenó que se tumbara sobre la cubierta del barco y usó un par de toallas como almohada rudimentaria, después empapó otra toalla en agua y se la puso en la frente. Mientras intentaba buscar enfermedades que concordasen con los síntomas, reincorporaba de vez en cuando a la chica para darle un poco de agua, era importante mantenerla hidratada.
Después de un rato navegando por los índices de libro y descartando enfermedades tales como gripe, infecciones o algún tipo de inflamación, llegó a la conclusión de que no era una enfermedad común. Así que decidió cambiar su lectura a enfermedades del east blue. Por suerte, solo había tres enfermedades relacionadas con la fiebre y una de ellas fue descartada al instante, pues no habían tenido ningún tipo de contacto con el cóndor albino que poblaba la zona. Las otras dos eran las posibles, así que decidió hacer un análisis mas exhaustivo buscando síntomas que encajaran con una de las otras dos. Al palpar su abdomen y su cuello, ya estuvo claro, la rigidez que tenía en ellos no era normal, a esto deberíamos añadir que sus ojos, a pesar de no ver, temblaban ligeramente. Estaba claro, había comido una fruta infectada con una larva de escarabajo ranquial, la única cura era un potingue creado con un bulbo de un árbol que era bastante común en el east blue y el propio escarabajo adulto machacado.
Lamentablemente a pesar de lo común de estos dos ingredientes, no tenían ninguno de ellos a bordo. Eikel no podía dejar a Yukie sola, así que salió corriendo a ver si encontraba alguno de sus compañeros, lamentablemente sin éxito, volvió junto a la chica y decidió no explicarle la gravedad real de la situación, la enfermedad era mortal si se complicaba lo suficiente. Deberían adentrarse en la jungla a buscar estos ingredientes, solos. Estaba claro, la vida de Yukie era mucho mas importante que el barco así que se dispuso a dar la noticia.
-Espero que puedas dar un paseo, es la única forma que tengo para que curemos eso, que vengas conmigo. Añadió con voz lo mas alegre posible, pero con un semblante extremadamente serio, a la par que recogía un par de sus bombas y víveres en su mochila.
Cuando atracaron cada miembro tenía su propia misión, la de Yukie y Eikel era vigilar la embarcación. Todo estaba en calma, los dos capitanes y el gyojin partieron alejándose del barco mientras la ardilla se sentaba al lado de su compañera.
¿Te ocurre algo? Llevas extraña varios días. Preguntó el pequeño haciendo una evaluación de la situación.
La joven sudaba a pesar de no haber realizado ningún ejercicio físico y no hacía demasiado calor. Así que optó por ponerle una mano en la frente, santo dios, la pobre estaba ardiendo. Rápidamente fue a buscar su libro de medicina y a buscar enfermedades con el primer síntoma, la fiebre, por ahí tenia por donde empezar. Buscó en el indice y comenzó por el principio, la fiebre, para tratarla debería de mantener fría la cabeza de la paciente. Le ordenó que se tumbara sobre la cubierta del barco y usó un par de toallas como almohada rudimentaria, después empapó otra toalla en agua y se la puso en la frente. Mientras intentaba buscar enfermedades que concordasen con los síntomas, reincorporaba de vez en cuando a la chica para darle un poco de agua, era importante mantenerla hidratada.
Después de un rato navegando por los índices de libro y descartando enfermedades tales como gripe, infecciones o algún tipo de inflamación, llegó a la conclusión de que no era una enfermedad común. Así que decidió cambiar su lectura a enfermedades del east blue. Por suerte, solo había tres enfermedades relacionadas con la fiebre y una de ellas fue descartada al instante, pues no habían tenido ningún tipo de contacto con el cóndor albino que poblaba la zona. Las otras dos eran las posibles, así que decidió hacer un análisis mas exhaustivo buscando síntomas que encajaran con una de las otras dos. Al palpar su abdomen y su cuello, ya estuvo claro, la rigidez que tenía en ellos no era normal, a esto deberíamos añadir que sus ojos, a pesar de no ver, temblaban ligeramente. Estaba claro, había comido una fruta infectada con una larva de escarabajo ranquial, la única cura era un potingue creado con un bulbo de un árbol que era bastante común en el east blue y el propio escarabajo adulto machacado.
Lamentablemente a pesar de lo común de estos dos ingredientes, no tenían ninguno de ellos a bordo. Eikel no podía dejar a Yukie sola, así que salió corriendo a ver si encontraba alguno de sus compañeros, lamentablemente sin éxito, volvió junto a la chica y decidió no explicarle la gravedad real de la situación, la enfermedad era mortal si se complicaba lo suficiente. Deberían adentrarse en la jungla a buscar estos ingredientes, solos. Estaba claro, la vida de Yukie era mucho mas importante que el barco así que se dispuso a dar la noticia.
-Espero que puedas dar un paseo, es la única forma que tengo para que curemos eso, que vengas conmigo. Añadió con voz lo mas alegre posible, pero con un semblante extremadamente serio, a la par que recogía un par de sus bombas y víveres en su mochila.
Nunca había reparado en el calor que puede hacer en el Mar del Este. Tanto calor. Su piel estaba extremadamente reseca y el sudor desfilaba por ella como si se estuviese dando una ducha de agua fría. Pero aquello no era normal, el Sol ni siquiera estaba en su punto más alto, y en esa época del año… no debería hacer tanto calor. ¿Sería cosa suya? Intentó levantarse. En vano. Era como si no pudiese hacer suficiente fuerza como para poder mover su cuerpo. Alzó la cabeza y [i]miró] al cielo, parecía que le fuese a estallar en cualquier momento. Realmente estaba mucho peor de lo que pensaba. La cabeza le daba vueltas y siempre que le ocurría eso experimentaba lo mismo, volvía muchos, muchos años atrás y podía ver una imagen difuminada de su villa, el cielo nocturno, las casas quemadas, el fuego devorándolo todo. No era ninguna imagen difuminada, era tan clara como el agua, pero daba vueltas… tantas vueltas. Sin previo aviso una voz la sacó de su pesadilla, eran Eikel y su tono de preocupación juntos de la mano.
- Estoy bien, no te preocupes. Dijo con la voz cortada sin molestarse en intentar mentir. Tampoco iba a conseguirlo en su estado pero algunas veces le costaba tragarse el orgullo, además tenía la misión de proteger el barco. No había tiempo para encontrarse mal. Desgraciadamente no pudo transmitir esa determinación interna suya a Eikel y este tuvo que comenzar con un molesto reconocimiento médico. Yukie habría puesto algunas pegas si no fuese porque no tenía ganas ni de respirar.
La pequeña ardilla la obligó casi a trompicones a tumbarse en cubierta, y el solo hecho de tener que cambiar de posición hizo que se le revolviese el estómago. Tras hacer Dios sabe qué, su mini médico personal volvió a darle la peor de las noticias: tenía que moverse. Impossibru. Apoyando el antebrazo en cubierta, trató de hacer toda la fuerza que pudo para sentarse y luego ya pensar cómo poner en pie. Nada, así que decidió respirar hondo y prepararse mentalmente para dar aquel impulso. La garganta le ardía cosa mala pero tras varios intentos logró ponerse en pie.
Le temblaban las piernas y no pudo evitar irse de lado con el primer paso. No había comido nada en las últimas horas y aun así, algo buscó abrirse paso al exterior desde su estómago. Esa sensación de náuseas obró milagros pues la chica corrió hasta la borda del barco y una vez se topó con el borde, asomó su cabeza y echó la pota al mar azul. Se podría decir que se sentía algo mejor pero solo era una sensación pasajera de alivio. Fue a por su arma la cual se encontraba en la esquina del navío (a tres pasos de donde estaba) y bajó junto a la ardilla o dar una vuelta. El usar su espada como bastón le hizo el paseo algo más llevadero pero desde luego no estaba en condiciones para una aventura.
- ¿Es muy grave lo que tengo, Eikel? Me siento como si me hubiesen dado una paliza. Le preguntó tras bastante rato sin mediar palabra, con una voz que daba lástima solo escucharla. No se sentía cómoda con el silencio y por supuesto tenía curiosidad en saber qué diablos le pasaba.
Se escuchó en canto de un pájaro perdido en la lejanía. Yukie no tenía mucha idea sobre la isla, pero por lo que habían hablado antes de atracar parecía que el terreno se perdía en una inmensidad de bosques profundos y jungla, por lo que no tardarían en notar un cambio en la humedad si se adentraban demasiado.
- Estoy bien, no te preocupes. Dijo con la voz cortada sin molestarse en intentar mentir. Tampoco iba a conseguirlo en su estado pero algunas veces le costaba tragarse el orgullo, además tenía la misión de proteger el barco. No había tiempo para encontrarse mal. Desgraciadamente no pudo transmitir esa determinación interna suya a Eikel y este tuvo que comenzar con un molesto reconocimiento médico. Yukie habría puesto algunas pegas si no fuese porque no tenía ganas ni de respirar.
La pequeña ardilla la obligó casi a trompicones a tumbarse en cubierta, y el solo hecho de tener que cambiar de posición hizo que se le revolviese el estómago. Tras hacer Dios sabe qué, su mini médico personal volvió a darle la peor de las noticias: tenía que moverse. Impossibru. Apoyando el antebrazo en cubierta, trató de hacer toda la fuerza que pudo para sentarse y luego ya pensar cómo poner en pie. Nada, así que decidió respirar hondo y prepararse mentalmente para dar aquel impulso. La garganta le ardía cosa mala pero tras varios intentos logró ponerse en pie.
Le temblaban las piernas y no pudo evitar irse de lado con el primer paso. No había comido nada en las últimas horas y aun así, algo buscó abrirse paso al exterior desde su estómago. Esa sensación de náuseas obró milagros pues la chica corrió hasta la borda del barco y una vez se topó con el borde, asomó su cabeza y echó la pota al mar azul. Se podría decir que se sentía algo mejor pero solo era una sensación pasajera de alivio. Fue a por su arma la cual se encontraba en la esquina del navío (a tres pasos de donde estaba) y bajó junto a la ardilla o dar una vuelta. El usar su espada como bastón le hizo el paseo algo más llevadero pero desde luego no estaba en condiciones para una aventura.
- ¿Es muy grave lo que tengo, Eikel? Me siento como si me hubiesen dado una paliza. Le preguntó tras bastante rato sin mediar palabra, con una voz que daba lástima solo escucharla. No se sentía cómoda con el silencio y por supuesto tenía curiosidad en saber qué diablos le pasaba.
Se escuchó en canto de un pájaro perdido en la lejanía. Yukie no tenía mucha idea sobre la isla, pero por lo que habían hablado antes de atracar parecía que el terreno se perdía en una inmensidad de bosques profundos y jungla, por lo que no tardarían en notar un cambio en la humedad si se adentraban demasiado.
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Que sí era grave lo que tenía, le preguntaba Yukie. Si llega a tener entumecimiento en las articulaciones y no se pudiese mover, en vez de a por un remedio, Eikel hubiese buscado una pala para cavar su tumba. Obviamente, esta era información solo apta para su medico y no era necesaria compartirla con su paciente.
-¿Grave? Que tonterías dices. Ya veras que cuando empieces a caminar un poco te sientes mejor. El efecto placebo era lo único que tenía de su parte la joven ardilla, así que intento explotarlo.
Dicho esto he ignorando por completo la vominota que acababa de realizar su compañera, Eikel le obligó a tomarse un par de platos de sopa improvisada y a beber un par de litros de agua. Debía mantenerla hidratada. Mientras hacía esto, se percató de que había una pequeña ave sobrevolando a lo lejos, al parecer por su aspecto, parecía algún tipo de ave de acantilado, así que la isla debía de ser grande, ya que desde su posición no divisaban ninguna montaña ni colina. De pronto el cielo se oscureció, el pequeño roedor levanto la vista extrañado, pensando que hace un momento no había ninguna nube a la vista.
-¡IIIIIIIIIIIIIIIIIIIK! Fue lo máximo que salió de su boca, mientras que de un bote, saltó de un lado del barco a otro. Lo que había tapado el sol era una especie de ave, pero con cuerpo de escorpión. Eikel trató de excusarse diciendo que se había quemado. Una preocupación menos para la chica, una mas para la joven ardilla. Había leído cosas parecidas, a falta de confirmación, se encontraban en la isla de los animales raros.
Una vez realizados los preparativos, los dos se encaminaron hacia los manglares que separaban la playa de lo que era frondosa jungla. La chica caminaba con serias dificultades, utilizando su espada a modo de cayado. Eikel no estaba muy seguro de las posibilidades de éxito, pero no tenía alternativa. Yukie a pesar de ser una chica joven, era muy fuerte, así que confiaba en ella. Antes de adentrarse en la jungla tuvo una idea, cogió una liana que parecía resistente y la ató a la cintura de la chica, después de esto ató el otro extremo a su propia cintura. Con este procedimiento, intentaba que hubiese una conexión mas directa entre los dos para indicar el camino, pudiendo así guiarla cuando tuvieran que pasar algún obstáculo y también llevarla rutinariamente pudiendo prestar atención a su alrededor más que a ella.
Era el momento, nadie sabe que se encontrarían en el interior de esa jungla, pero debían de hacerlo. No tenían otra opción aparentemente, así que la ardilla tensó la cuerda que los unía dando a entender que la marcha comenzaba y dieron sus primeros pasos dentro de la misma. Todo estaba tranquilo, demasiado tranquilo, eso hacía que los sentidos de Eikel se agudizaran. Era una sensación molesta, como de presión en los oídos, pero debía de estar atento e ignorarlo. Su primera parada eran los escarabajos, su habitat natural eran los pantanos, así que debería de guiarse por la humedad dentro de la propia jungla, cosa que era bastante difícil, pero por suerte, él también era un animal. Les quedaba la opción de rezar a la diosa fortuna y que el milagro se produjera cerca de árboles frutales, donde las hembras de la especie depositaban sus huevos dentro de la corteza de los mismos, aunque esta última era poco probable. No era momento para indagaciones, así que comenzaron a caminar lentamente hacia el corazón de la jungla.
-¿Grave? Que tonterías dices. Ya veras que cuando empieces a caminar un poco te sientes mejor. El efecto placebo era lo único que tenía de su parte la joven ardilla, así que intento explotarlo.
Dicho esto he ignorando por completo la vominota que acababa de realizar su compañera, Eikel le obligó a tomarse un par de platos de sopa improvisada y a beber un par de litros de agua. Debía mantenerla hidratada. Mientras hacía esto, se percató de que había una pequeña ave sobrevolando a lo lejos, al parecer por su aspecto, parecía algún tipo de ave de acantilado, así que la isla debía de ser grande, ya que desde su posición no divisaban ninguna montaña ni colina. De pronto el cielo se oscureció, el pequeño roedor levanto la vista extrañado, pensando que hace un momento no había ninguna nube a la vista.
-¡IIIIIIIIIIIIIIIIIIIK! Fue lo máximo que salió de su boca, mientras que de un bote, saltó de un lado del barco a otro. Lo que había tapado el sol era una especie de ave, pero con cuerpo de escorpión. Eikel trató de excusarse diciendo que se había quemado. Una preocupación menos para la chica, una mas para la joven ardilla. Había leído cosas parecidas, a falta de confirmación, se encontraban en la isla de los animales raros.
Una vez realizados los preparativos, los dos se encaminaron hacia los manglares que separaban la playa de lo que era frondosa jungla. La chica caminaba con serias dificultades, utilizando su espada a modo de cayado. Eikel no estaba muy seguro de las posibilidades de éxito, pero no tenía alternativa. Yukie a pesar de ser una chica joven, era muy fuerte, así que confiaba en ella. Antes de adentrarse en la jungla tuvo una idea, cogió una liana que parecía resistente y la ató a la cintura de la chica, después de esto ató el otro extremo a su propia cintura. Con este procedimiento, intentaba que hubiese una conexión mas directa entre los dos para indicar el camino, pudiendo así guiarla cuando tuvieran que pasar algún obstáculo y también llevarla rutinariamente pudiendo prestar atención a su alrededor más que a ella.
Era el momento, nadie sabe que se encontrarían en el interior de esa jungla, pero debían de hacerlo. No tenían otra opción aparentemente, así que la ardilla tensó la cuerda que los unía dando a entender que la marcha comenzaba y dieron sus primeros pasos dentro de la misma. Todo estaba tranquilo, demasiado tranquilo, eso hacía que los sentidos de Eikel se agudizaran. Era una sensación molesta, como de presión en los oídos, pero debía de estar atento e ignorarlo. Su primera parada eran los escarabajos, su habitat natural eran los pantanos, así que debería de guiarse por la humedad dentro de la propia jungla, cosa que era bastante difícil, pero por suerte, él también era un animal. Les quedaba la opción de rezar a la diosa fortuna y que el milagro se produjera cerca de árboles frutales, donde las hembras de la especie depositaban sus huevos dentro de la corteza de los mismos, aunque esta última era poco probable. No era momento para indagaciones, así que comenzaron a caminar lentamente hacia el corazón de la jungla.
Según el médico de la tripulación la cosa no era para preocuparse. Se tomó lo que sea que fuese que tenía que tomarse y bebió también siguiendo los consejos de la ardilla, ella sabría lo que hacía al fin y al cabo. Cuando esta profirió un gritito de nena, de puro terror eso si, Yukie ni se inmutó, más por su malestar que por otra cosa. Eikel se excusó pobremente. Ese sonido en el cielo se podía escuchar venir a kilómetro de distancia y teniendo en cuenta que las máquinas voladoras eran solo un prototipo debía de tratarse de un pajarraco de tamaño considerable. No entendía la necesidad que tenía Eikel de mentirle, pero decidió dejarlo pasar, ya que le preocupaba más la fauna con la que podrían encontrarse en la isla, teniendo ene cuenta aquel medio encontronazo.
Aunque Yukie siempre usaba su espada para caminar, era cierto que esta vez depositaba mucho más peso en ella, pues encontraba el caminar una tarea no tan sencilla como la recordaba. A penas se habían adentrado unos metros en la espesura de la isla y Eikel ya estaba poniendo en práctica sus extrañas ideas. Según él era adecuado y necesario para continuar la marcha, así podría guiarla mejor y avisarla cual monito amaestrado si se encontraban con algún peligro u obstáculo. Yukie tuvo ganas de decirle lo que pensaba de aquellas ataduras, incluso en su condición actual habría apretado el paso si era necesario y si era por no hacer ruido para dar indicaciones (las cuales según ella no hacían falta), solo el ruido que hacía la ardilla al caminar sobraba para atraer a todos los depredadores del lugar, ansiosos por probar un delicioso bocado del roedor y su amiga. Igual que un grupo de fangirls en el concierto de su cantante favorito, vaya. Una medida completamente innecesaria que solo les perjudicaría a ambos, o eso pensaba la chica.
- Eikel. Estás demasiado callado, ni siquiera me has dicho lo que buscamos. ¿De verdad no podemos volver al barco y esperar a llegar a la siguiente ciudad con medicinas y esas cosas? Dijo por fin, con un tono suave, manteniendo la voz baja. No podía aguantar más, estaba dándolo todo para no ralentizar el paso ni caerse de bruces contra el suelo y en cambio su compañero parecía tan distante y preocupado. Le entendía, estaba enferma, pero no era para tanto. El mismo lo había dicho antes. ¿Debía dudar de sus palabras? La verdad no lo había hecho porque no quería hacerlo, excepto con lo del pájaro. Si de verdad temes tanto que nos pase algo, deja de preocuparte. Yo me encargo de protegernos a nosotros y al barco, ¿recuerdas? Pronunció con aquella sonrisa tan contagiosa suya, de sinceridad absoluta. Makoto, honesto, verdadero, era como llamaban a eso los samuráis. Y ella no era menos, si decía que iba a hacerlo, lo haría aunque le costase su salud o la vida, no importaba, su palabra era mucho más importante.
Aunque Yukie siempre usaba su espada para caminar, era cierto que esta vez depositaba mucho más peso en ella, pues encontraba el caminar una tarea no tan sencilla como la recordaba. A penas se habían adentrado unos metros en la espesura de la isla y Eikel ya estaba poniendo en práctica sus extrañas ideas. Según él era adecuado y necesario para continuar la marcha, así podría guiarla mejor y avisarla cual monito amaestrado si se encontraban con algún peligro u obstáculo. Yukie tuvo ganas de decirle lo que pensaba de aquellas ataduras, incluso en su condición actual habría apretado el paso si era necesario y si era por no hacer ruido para dar indicaciones (las cuales según ella no hacían falta), solo el ruido que hacía la ardilla al caminar sobraba para atraer a todos los depredadores del lugar, ansiosos por probar un delicioso bocado del roedor y su amiga. Igual que un grupo de fangirls en el concierto de su cantante favorito, vaya. Una medida completamente innecesaria que solo les perjudicaría a ambos, o eso pensaba la chica.
- Eikel. Estás demasiado callado, ni siquiera me has dicho lo que buscamos. ¿De verdad no podemos volver al barco y esperar a llegar a la siguiente ciudad con medicinas y esas cosas? Dijo por fin, con un tono suave, manteniendo la voz baja. No podía aguantar más, estaba dándolo todo para no ralentizar el paso ni caerse de bruces contra el suelo y en cambio su compañero parecía tan distante y preocupado. Le entendía, estaba enferma, pero no era para tanto. El mismo lo había dicho antes. ¿Debía dudar de sus palabras? La verdad no lo había hecho porque no quería hacerlo, excepto con lo del pájaro. Si de verdad temes tanto que nos pase algo, deja de preocuparte. Yo me encargo de protegernos a nosotros y al barco, ¿recuerdas? Pronunció con aquella sonrisa tan contagiosa suya, de sinceridad absoluta. Makoto, honesto, verdadero, era como llamaban a eso los samuráis. Y ella no era menos, si decía que iba a hacerlo, lo haría aunque le costase su salud o la vida, no importaba, su palabra era mucho más importante.
Eikel
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Eikel apenas escuchaba las palabras de su compañera. Tenía todos sus sentidos puestos en el entorno, percatandose de cualquier peligro y si por algún casual aparecía algún maldito escarabajo. Tenían un largo camino por delante y la selva parecía volverse mas frondosa. Cuanto mas avanzaban, empezaban a oírse algunos sonidos extraños, aun recordaba cuando el silencio le parecía incomodo y ahora deseaba volver a él.
Avanzaron unos cuantos metros antes de encontrarse con su primer "inquilino", un león con cabeza de toro, la visión era igual de espantosa que temible. Eikel pronunció un suave shhh dándole a entender que habían encontrado algo. Los dos empezaron a caminar con sumo cuidado para que el monstruo no se percatara de su presencia, parecía bastante ocupado bufando y haciendo sus cosas de bicho raro. En ese mismo instante Eikel vio pasar una cucaracha gigante con pinzas de cangrejo a toda velocidad.
-¡IIIIIIIIIIIIIIIK! Gritó y al momento se percató de la situación tapándose la boca con las manos.
El leontoro parecía al loro y no dudo ni un momento en cargar hacia nuestros dos jóvenes aventureros. La había liado, y mucho. El pequeño empezó a buscar una salida tirando de la cuerda de Yukie, pero no encontraba ninguna, los árboles eran demasiado grandes y gruesos como para que pudiera escalarlos, no había salida aparente, tendría que resignarse, el podría escapar pero la culpa había sido suya así que iba a morir con ella. El pequeño cerro los ojos lo mas fuerte que pudo preparándose para el impacto. De pronto, una brisa que casi los tira al suelo, les paso por delante, al cabo de unos segundos y ver que el impacto no llegaba, Eikel abrió los ojos a tiempo para ver como un enorme gorila se balanceaba por los arboles a lo lejos con su antiguo atacante en una mano. Parecía que ellos no iban a ser la merienda esta vez.
-Ha estado cerca. Lo siento, tengo aberración a cualquier tipo de insecto y te puedo asegurar que ese era MUY grande. Dijo el pequeño excusándose, sin darse ni siquiera cuenta de que Yukie no se habría enterado ni de la mitad de lo ocurrido.
,
Continuaron caminando, esta vez Eikel estaba mucho mas atento y por fin había obtenido su recompensa. A lo lejos observo un Guayabo, había leído que sus hojas eran ricas en salicina y en vitamina C, lo que le ayudaría a disminuir ligeramente la fiebre de la chica. Se acercó al árbol con cuidado y arrancando unos cuantos trozos de una hoja, preparó una infusión que inmediatamente le obligó tomar a Yukie. Esto no paliaría los síntomas, ni reduciría su fiebre demasiado, pero les haría ganar tiempo.
-Bébetelo todo, te ayudara con la fiebre. Hazme caso. Añadió el roedor mientras seguía expectante a su alrededor.
Avanzaron unos cuantos metros antes de encontrarse con su primer "inquilino", un león con cabeza de toro, la visión era igual de espantosa que temible. Eikel pronunció un suave shhh dándole a entender que habían encontrado algo. Los dos empezaron a caminar con sumo cuidado para que el monstruo no se percatara de su presencia, parecía bastante ocupado bufando y haciendo sus cosas de bicho raro. En ese mismo instante Eikel vio pasar una cucaracha gigante con pinzas de cangrejo a toda velocidad.
-¡IIIIIIIIIIIIIIIK! Gritó y al momento se percató de la situación tapándose la boca con las manos.
El leontoro parecía al loro y no dudo ni un momento en cargar hacia nuestros dos jóvenes aventureros. La había liado, y mucho. El pequeño empezó a buscar una salida tirando de la cuerda de Yukie, pero no encontraba ninguna, los árboles eran demasiado grandes y gruesos como para que pudiera escalarlos, no había salida aparente, tendría que resignarse, el podría escapar pero la culpa había sido suya así que iba a morir con ella. El pequeño cerro los ojos lo mas fuerte que pudo preparándose para el impacto. De pronto, una brisa que casi los tira al suelo, les paso por delante, al cabo de unos segundos y ver que el impacto no llegaba, Eikel abrió los ojos a tiempo para ver como un enorme gorila se balanceaba por los arboles a lo lejos con su antiguo atacante en una mano. Parecía que ellos no iban a ser la merienda esta vez.
-Ha estado cerca. Lo siento, tengo aberración a cualquier tipo de insecto y te puedo asegurar que ese era MUY grande. Dijo el pequeño excusándose, sin darse ni siquiera cuenta de que Yukie no se habría enterado ni de la mitad de lo ocurrido.
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Continuaron caminando, esta vez Eikel estaba mucho mas atento y por fin había obtenido su recompensa. A lo lejos observo un Guayabo, había leído que sus hojas eran ricas en salicina y en vitamina C, lo que le ayudaría a disminuir ligeramente la fiebre de la chica. Se acercó al árbol con cuidado y arrancando unos cuantos trozos de una hoja, preparó una infusión que inmediatamente le obligó tomar a Yukie. Esto no paliaría los síntomas, ni reduciría su fiebre demasiado, pero les haría ganar tiempo.
-Bébetelo todo, te ayudara con la fiebre. Hazme caso. Añadió el roedor mientras seguía expectante a su alrededor.
Yukie estaba empezando a ponerse de los nervios, ¿por qué tanto secretismo? Mantenía el ritmo como buenamente podía, odiaba esa sensación no solo de malestar, sino de debilidad en general. Seguía a Eikel sin separarse, tampoco es que pudiese gracias a su correa. Los ruidos del ambiente indicaban claramente que estaban perdidos en la inmensidad de alguna especie de jungla, un lugar que sin duda resultaría peligroso. Y ahí estaba. Su compañero le indicó que guardase silencio por lo que Yukie afinó el oído aún más, debía de tratarse de algún tipo de fauna local o algo por el estilo. Esperó a que Eikel le indicase algún camino seguro por el que seguir, cuando de repente… otro grito estridente como el del barco. Malo, muy malo, ¿Por qué demonios tenía que perder los nervios ahora el pequeño roedor?
Estaba claro que aquella bestia intentaría proteger su territorio, o al menos su espacio personal. Yukie hizo en amago de desenvainar su espada poniendo su pulgar en la guarda para alzar el mango dela vaina unos milímetros. No estaba en condiciones de luchar, pero tampoco estaba en condiciones de dejar que algo les pasara, por lo que tendría que sacar fuerzas de flaqueza de alguna forma. Si dudaba o dejaba que el menor pensamiento de temor nublase sus pensamientos estaba perdida. Estaba cansada y le dolía todo, unas gotas de sudor recorrieron su frente. Reemplaza el miedo con respeto y precaución, eso se decía a sí misma, sobre ese pilar había construido su forma de actuar, entre otros.
Otro sonido. Provenía de la espesura y avanzaba a una velocidad increíble hacía ellos. No tenía ni idea de lo que podía ser pero estaba segura de que era bastante grande y poderoso, quizás más que aquella bestia que se abalanzaba sobre ellos. La fortuna estaba de su lado, al parecer, lo que sea que fuese aquello hizo una aparición estelar y les salvó el culo. Eikel se disculpó, era exageradamente inocente y ella no estaba segura que comprendiese lo delicado de su situación en aquel lugar. Gritar de esa forma por un bicho, lo que hay que ver.
Al cabo de un rato de caminar le hizo beberse alguna especie de mejunje raro, por su bien, según él. Justo cuando se disponían a reanudar el camino Yukie escuchó algo reptar entre las ramas y hojas de los árboles cercanos. Era casi imperceptible pero estaba segura que había algo allí y su instinto le decía que les observaba con ojos hambrientos. La chica se paró súbitamente y el roedor no pareció entender por qué. Desenvainó su espada y aquello que les cazaba emergió pro su derecha, un siseó de su lengua le reveló que se debía de tratar de algún tipo de sierpe… pero la cantidad de flora que movía a su paso era exagerada. Su tamaño posiblemente era descomunal. Lo que ella no sabía era que tenía grandes ojos y alas de mosca. Instintivamente la joven fue a dar un paso hacia el lado pero notó como la liana se tensaba sin dejarla avanzar con libertad, frenándola de sopetón. Si la serpiente se lanzaba a por ella no podría pararla, no en ese estado. Plan B. Respiró hondo y sujetó la liana con ambas manos, dando un tirón con tanta fuerza que acercó a Eikel a su lado. Se quería morir, peor no había tiempo para eso. Con la espada guardada a su espalda recogió a la ardilla y echó a correr todo lo rápido que pudo, sintiendo pinchazos como si le clavasen agujas por todo el cuerpo.
Al contrario de lo que parecía, no era un plan totalmente improvisado. Según fueron caminando le pareció escuchar el característico ruido de agua fluyendo no muy lejos de allí, hacia la derecha desde el lugar donde se encontraban. La persecución fue más tensa de lo previsto, Yukie apretaba todo lo que podía, esquivando hierbajos y árboles como podía, muchas veces gracias a los gritos de Eikel. Tras muchos arañazos después llegó justo al lugar indicado, una cuesta donde el terreno se acababa, pero eso ella no lo sabía y al pisar la nada fue directa para abajo, rodando por la colina, entre golpes y trompicones, haciendo todo lo que pudo para proteger la integridad de su nakama. Al llegar al final del trayecto se estampó de espaldas contra el suelo, entre unos matorrales. El plan había salido medianamente bien, estaban a salvo de aquel monstruo, quien les había perdido la pista en la caída y había echado a volar, pero la otra parte era el estado de ambos. Yukie yacía inconsciente sobre la tierra fangosa, su máscara, al igual que la mayor parte de su cuerpo, estaba cubierta de barro y tenía restos de hojas, pinchos y ramitas por todas partes. Desgraciadamente no sabía cómo había acabado Eikel, pero esperaba que mejor que ella.
Estaba claro que aquella bestia intentaría proteger su territorio, o al menos su espacio personal. Yukie hizo en amago de desenvainar su espada poniendo su pulgar en la guarda para alzar el mango dela vaina unos milímetros. No estaba en condiciones de luchar, pero tampoco estaba en condiciones de dejar que algo les pasara, por lo que tendría que sacar fuerzas de flaqueza de alguna forma. Si dudaba o dejaba que el menor pensamiento de temor nublase sus pensamientos estaba perdida. Estaba cansada y le dolía todo, unas gotas de sudor recorrieron su frente. Reemplaza el miedo con respeto y precaución, eso se decía a sí misma, sobre ese pilar había construido su forma de actuar, entre otros.
Otro sonido. Provenía de la espesura y avanzaba a una velocidad increíble hacía ellos. No tenía ni idea de lo que podía ser pero estaba segura de que era bastante grande y poderoso, quizás más que aquella bestia que se abalanzaba sobre ellos. La fortuna estaba de su lado, al parecer, lo que sea que fuese aquello hizo una aparición estelar y les salvó el culo. Eikel se disculpó, era exageradamente inocente y ella no estaba segura que comprendiese lo delicado de su situación en aquel lugar. Gritar de esa forma por un bicho, lo que hay que ver.
Al cabo de un rato de caminar le hizo beberse alguna especie de mejunje raro, por su bien, según él. Justo cuando se disponían a reanudar el camino Yukie escuchó algo reptar entre las ramas y hojas de los árboles cercanos. Era casi imperceptible pero estaba segura que había algo allí y su instinto le decía que les observaba con ojos hambrientos. La chica se paró súbitamente y el roedor no pareció entender por qué. Desenvainó su espada y aquello que les cazaba emergió pro su derecha, un siseó de su lengua le reveló que se debía de tratar de algún tipo de sierpe… pero la cantidad de flora que movía a su paso era exagerada. Su tamaño posiblemente era descomunal. Lo que ella no sabía era que tenía grandes ojos y alas de mosca. Instintivamente la joven fue a dar un paso hacia el lado pero notó como la liana se tensaba sin dejarla avanzar con libertad, frenándola de sopetón. Si la serpiente se lanzaba a por ella no podría pararla, no en ese estado. Plan B. Respiró hondo y sujetó la liana con ambas manos, dando un tirón con tanta fuerza que acercó a Eikel a su lado. Se quería morir, peor no había tiempo para eso. Con la espada guardada a su espalda recogió a la ardilla y echó a correr todo lo rápido que pudo, sintiendo pinchazos como si le clavasen agujas por todo el cuerpo.
Al contrario de lo que parecía, no era un plan totalmente improvisado. Según fueron caminando le pareció escuchar el característico ruido de agua fluyendo no muy lejos de allí, hacia la derecha desde el lugar donde se encontraban. La persecución fue más tensa de lo previsto, Yukie apretaba todo lo que podía, esquivando hierbajos y árboles como podía, muchas veces gracias a los gritos de Eikel. Tras muchos arañazos después llegó justo al lugar indicado, una cuesta donde el terreno se acababa, pero eso ella no lo sabía y al pisar la nada fue directa para abajo, rodando por la colina, entre golpes y trompicones, haciendo todo lo que pudo para proteger la integridad de su nakama. Al llegar al final del trayecto se estampó de espaldas contra el suelo, entre unos matorrales. El plan había salido medianamente bien, estaban a salvo de aquel monstruo, quien les había perdido la pista en la caída y había echado a volar, pero la otra parte era el estado de ambos. Yukie yacía inconsciente sobre la tierra fangosa, su máscara, al igual que la mayor parte de su cuerpo, estaba cubierta de barro y tenía restos de hojas, pinchos y ramitas por todas partes. Desgraciadamente no sabía cómo había acabado Eikel, pero esperaba que mejor que ella.
Eikel
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Todo parecía ir mejor, con la medicina la chica pronto recobraría algo de fuerzas y tal como habían ido las cosas anteriormente les haría falta. Hicieron una minúscula parada para recobrar fuerzas y picar algo. Eikel le explicó muy por encima que es lo que buscaban, mas que nada para dar conversación y evadirse un poco. Era hora de ponerse en marcha, evaluando la situación, la joven ya debería de sentir aunque fuera un poco el efecto de la medicina. Levantaron el campamento improvisado y justo cuando iban a partir, la muchacha se quedo quieta frente a Eikel, dándole la espalda. No le tranquilizó demasiado el hecho de que ésta desenvainase su espada y se pusiera en posición defensiva, cuando de pronto, el mayor temor del roedor se hizo realidad. Una mezcla entre sierpe y mosca se había materializado ante ellos, analizando fríamente, la ardilla comparó la espada de la chica con el gigantesco torso de la serpiente, conclusión, estaban jodidos.
El roedor estaba sumido en un pánico absoluto, no se podía mover, lo último que recordaba antes de estar recorriendo la jungla a gran velocidad, fue un tirón de la cintura que le hizo perder el equilibrio. Pasados unos segundos, Eikel volvió a la realidad, estaba en el regazo de la chica, la cual corría rauda entre la maleza, cualquiera diría que estaba enferma. El primer peligro llegó, un árbol de frente. Las indicaciones del roedor, gritando de pánico eran claves para que la chica continuase su marcha hacia la salvación.
-¡Cuidado a la derecha! Fueron las ultimas palabras de del pequeño, antes de caer dando vueltas por un terraplén, que a juzgar por la caída era de proporciones bíblicas.
Eikel salió disparado en el aterrizaje en terreno llano, solo fue detenido por la liana que lo ataba a Yukie. Se levantó a las orillas de un riachuelo, milagrosamente estaba intacto, ni siquiera tenía un rasguño. Al ver a la chica en el suelo no tardó en saber el porque, le había protegido con su propio cuerpo durante toda la caída, las magulladuras, cortes y espinas clavadas en su cuerpo así lo demostraban. El roedor corrió hacia ella para comprobar su respiración y ritmo cardíaco, por suerte aun estaba viva, pero no había tiempo para relajarse, debía tratar las heridas para evitar infecciones y hacerla recuperar el sentido cuanto antes, quien sabe lo que podría acecharles en cualquier momento. Eikel la arrastró como buenamente pudo hasta la orilla del arroyo. Lo primero era quitarle las espinas y lavarle las heridas, una a una fue quitándote todas ellas, lavando con suma delicadeza cada herida, prefería que siguiese inconsciente en este tramo ya que le evitaría dolor. Después examinó el entorno y consiguió unas cuantas hojas que le valdrían a modo de vendajes, así no tendría que preocuparse de que se ensuciaran de nuevo.
Había llegado el último paso, Eikel comenzó a mojar la cara de Yukie y a darle ligeros golpes en la cara, con suavidad. No sabía si funcionaría, pero por el bien de los dos, solo podía esperar que la chica recuperase el sentido.
-Yukie, despierta por favor, tenemos que continuar, no podemos quedarnos aquí. Repetía el pequeño roedor mientras vigilaba los alrededores.
La chica de a poco, empezó a abrir los ojos, la cual con el último recuerdo de la persecución anterior no hizo más que levantarse como un resorte. Era fuerte, muy fuerte y lo estaba demostrando de nuevo.
-Muchas gracias, me has salvado. Cuando estemos de vuelta, prometo recompensarte. Dijo el roedor, dando por hecho que saldrían de esta con vida, suponiendo que sus palabras la reconfortarían.
-Deberíamos seguir el arroyo, por lo fangoso que se pone el terreno en aquella dirección, intuyo que el pantano no debería de estar muy lejos. Sentenció el pequeño poniéndose en marcha.
Contra todo pronostico y a pesar de las nuevas heridas, Yukie parecía tener cuerda para rato. Comenzaron a caminar en dirección al supuesto pantano, pero esta vez con mas precaución que antes. Hasta ahora, hasta cierto punto, habían tenido suerte, pero no podían depender de ella todo el tiempo.
El roedor estaba sumido en un pánico absoluto, no se podía mover, lo último que recordaba antes de estar recorriendo la jungla a gran velocidad, fue un tirón de la cintura que le hizo perder el equilibrio. Pasados unos segundos, Eikel volvió a la realidad, estaba en el regazo de la chica, la cual corría rauda entre la maleza, cualquiera diría que estaba enferma. El primer peligro llegó, un árbol de frente. Las indicaciones del roedor, gritando de pánico eran claves para que la chica continuase su marcha hacia la salvación.
-¡Cuidado a la derecha! Fueron las ultimas palabras de del pequeño, antes de caer dando vueltas por un terraplén, que a juzgar por la caída era de proporciones bíblicas.
Eikel salió disparado en el aterrizaje en terreno llano, solo fue detenido por la liana que lo ataba a Yukie. Se levantó a las orillas de un riachuelo, milagrosamente estaba intacto, ni siquiera tenía un rasguño. Al ver a la chica en el suelo no tardó en saber el porque, le había protegido con su propio cuerpo durante toda la caída, las magulladuras, cortes y espinas clavadas en su cuerpo así lo demostraban. El roedor corrió hacia ella para comprobar su respiración y ritmo cardíaco, por suerte aun estaba viva, pero no había tiempo para relajarse, debía tratar las heridas para evitar infecciones y hacerla recuperar el sentido cuanto antes, quien sabe lo que podría acecharles en cualquier momento. Eikel la arrastró como buenamente pudo hasta la orilla del arroyo. Lo primero era quitarle las espinas y lavarle las heridas, una a una fue quitándote todas ellas, lavando con suma delicadeza cada herida, prefería que siguiese inconsciente en este tramo ya que le evitaría dolor. Después examinó el entorno y consiguió unas cuantas hojas que le valdrían a modo de vendajes, así no tendría que preocuparse de que se ensuciaran de nuevo.
Había llegado el último paso, Eikel comenzó a mojar la cara de Yukie y a darle ligeros golpes en la cara, con suavidad. No sabía si funcionaría, pero por el bien de los dos, solo podía esperar que la chica recuperase el sentido.
-Yukie, despierta por favor, tenemos que continuar, no podemos quedarnos aquí. Repetía el pequeño roedor mientras vigilaba los alrededores.
La chica de a poco, empezó a abrir los ojos, la cual con el último recuerdo de la persecución anterior no hizo más que levantarse como un resorte. Era fuerte, muy fuerte y lo estaba demostrando de nuevo.
-Muchas gracias, me has salvado. Cuando estemos de vuelta, prometo recompensarte. Dijo el roedor, dando por hecho que saldrían de esta con vida, suponiendo que sus palabras la reconfortarían.
-Deberíamos seguir el arroyo, por lo fangoso que se pone el terreno en aquella dirección, intuyo que el pantano no debería de estar muy lejos. Sentenció el pequeño poniéndose en marcha.
Contra todo pronostico y a pesar de las nuevas heridas, Yukie parecía tener cuerda para rato. Comenzaron a caminar en dirección al supuesto pantano, pero esta vez con mas precaución que antes. Hasta ahora, hasta cierto punto, habían tenido suerte, pero no podían depender de ella todo el tiempo.
Es muy difícil para alguien imaginarse como es volver en sí para una persona sin vista. De la nada a la nada. Abrió los párpado por acto reflejo de su sistema nervioso, poco a poco, al principio le costó cerciorarse del lugar donde se encontraba, escuchaba unos gritos alterados y distorsionados. Era su amigo Eikel, pero sonaba tan distante, como a través de algo que amortiguaba su voz. Lentamente fue recuperando la plenitud de sus facultades y sin comerlo ni beberlo el dolor volvió a recorrerle todo el cuerpo. Estaba empapada, o al menos su cara esta mojada y esta vez no por el sudor. Sin siquiera intentar levantarse se llevó la mano a su frente, retirándose el flequillo para que el aire le diera mejor. Sentía que la cabeza le iba a estallar en cualquier momento.
- Eikel… estaba, estaba… yo andaba por un túnel, y Rhi estaba allí, y el capitán Willen estaba allí, y tú también estabas… Estaba tan oscuro, yo… yo… Estaba delirando, no había escuchado las palabras de agradecimiento de la ardilla. De pronto la imagen de una serpiente, más o menos como ella se imaginaba que era una serpiente, claro, apareció en su mente y Yukie se levantó de golpe. Por desgracia ya sabía dónde estaba, no había tiempo para encontrarse mal. Buscó su espada palpando el fango de su alrededor, allí estaba a pocos centímetros de ella. Al parecer Eikel y ella se encontraban “bien” y eso era bueno, muy bueno.
Ante las palabras del roedor que la alentaron a seguir, hizo un esfuerzo sobrehumano y se puso de pie, al menos ya sabía lo que estaban buscando. Continuaron caminando siguiendo aquel riachuelo. Yukie estaba molida, tanto figurada como literalmente, pensaba que si de verdad alguien la quería ver muerta con tantas ganas habría bastado con formas más sencillas que no le hiciesen pasar por el calvario que estaba sufriendo. Un combate a muerte habría estado bien, podía asumir la muerte en combate, no hay nada deshonroso en ello. Absorta medio en sus pensamientos, medio en sus delirios, no se dio cuenta de que ya habían llegado a un pantano, el cual olía a batracios en descomposición. Con más precaución que antes, ya que igual de peligroso era ser atacada por un animal salvaje que caer a una ciénaga, se separó algo de Eikel para buscar al susodicho escarabajo.
- ¿Es este? Preguntaba en vano, sosteniendo lo que en efecto era un escarabajo que le había costado trabajo encontrar tras mucho palpar, pero que nada tenía que ver con el que buscaba. Aunque Eikel se lo había descrito, ella claramente no podía diferenciarlos sin verlos.
- Eikel… estaba, estaba… yo andaba por un túnel, y Rhi estaba allí, y el capitán Willen estaba allí, y tú también estabas… Estaba tan oscuro, yo… yo… Estaba delirando, no había escuchado las palabras de agradecimiento de la ardilla. De pronto la imagen de una serpiente, más o menos como ella se imaginaba que era una serpiente, claro, apareció en su mente y Yukie se levantó de golpe. Por desgracia ya sabía dónde estaba, no había tiempo para encontrarse mal. Buscó su espada palpando el fango de su alrededor, allí estaba a pocos centímetros de ella. Al parecer Eikel y ella se encontraban “bien” y eso era bueno, muy bueno.
Ante las palabras del roedor que la alentaron a seguir, hizo un esfuerzo sobrehumano y se puso de pie, al menos ya sabía lo que estaban buscando. Continuaron caminando siguiendo aquel riachuelo. Yukie estaba molida, tanto figurada como literalmente, pensaba que si de verdad alguien la quería ver muerta con tantas ganas habría bastado con formas más sencillas que no le hiciesen pasar por el calvario que estaba sufriendo. Un combate a muerte habría estado bien, podía asumir la muerte en combate, no hay nada deshonroso en ello. Absorta medio en sus pensamientos, medio en sus delirios, no se dio cuenta de que ya habían llegado a un pantano, el cual olía a batracios en descomposición. Con más precaución que antes, ya que igual de peligroso era ser atacada por un animal salvaje que caer a una ciénaga, se separó algo de Eikel para buscar al susodicho escarabajo.
- ¿Es este? Preguntaba en vano, sosteniendo lo que en efecto era un escarabajo que le había costado trabajo encontrar tras mucho palpar, pero que nada tenía que ver con el que buscaba. Aunque Eikel se lo había descrito, ella claramente no podía diferenciarlos sin verlos.
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Tras varios minutos caminando por fin llegaron a lo que parecía una ciénaga, el lugar olía fatal, seguramente había un montón de animales muertos en descomposición en todas direcciones bajo sus pies. El lugar era extremadamente tétrico, la luz apenas penetraba entre las hojas de los árboles y el calor que hacía allí debido a la cantidad de gases que se desprendían, era lo menos, agobiante. Al menos se podían guiar por un claro a lo lejos, que era como un pilar de luz en medio de toda esa oscuridad. Yukie no tardó en impacientarse, debido a las condiciones del lugar y los olores, era un lugar extremadamente cargante para ella y sus sentidos, aparte de que el terreno se hacía doblemente fangoso en este lugar y costaba mucho más desplazarse.
La chica empezó a palpar el suelo, Eikel no entendía muy bien que intentaba, pero después de verla hundir ligeramente una mano en el fango lo entendió. Yukie sacó un escarabajo carroñero y se lo mostró al roedor creyendo que sería lo que buscaban, o mas bien quería creerlo. La ardilla no tardó en devolverla a la realidad mientras observaba atentamente el entorno, tendrían que moverse, pero con cuidado, las fosas de brea podrían sorprenderlos en cualquier momento. Usando el pilar de luz a lo lejos como faro, comenzaron a moverse lentamente. Eikel notaba que la respiración de Yukie cada vez era mas agitada, tenían que salir rápido de allí, en su estado los vapores y el calor no eran lo mejor.
Por fin llegaron al pilar de luz y lo que encontraron no fue demasiado alentador, un par de cocodrilos gigantes los que parecían no tener piernas, estaban durmiendo al sol. Lo peor de todo, es que Eikel pudo localizar tras ellos a los pequeños escarabajos revoloteando, como motas de polvo. La lógica le hizo buscar otro camino, así que decidieron rodear el pilar de luz con parsimonia, no querían que los pequeños bichitos despertaran de su siesta. Después de explicarle la situación a Yukie entre susurros, el roedor por fin se pronunció con algo alentador.
-Estamos muy cerca. Solo debemos rodearlos y coger un par de esos escarabajos. Luego continuaremos hacia delante, dejando atrás a estos monstruos. Susurró de nuevo el pequeño.
Poco a poco consiguieron rodear a las bestias, tan solo estaban a unos cuantos pasos de los escarabajos, cuando de pronto Eikel hundió una pata por completo en el barro. Debía de ser una broma del destino, estaban a un par de metros de su objetivo. Intentaron rodear el barrizal por el lado contrario a los cocodrilos, pero el barrizal parecía no tener fin, así que volvieron al punto de partida. A Eikel se le ocurrió sostener una rama hacia los escarabajos, esperando que alguno se posara en ella y cogerlo de inmediato, el plan funcionaba en principio, pero al mínimo movimiento los escarabajos salían volando de nuevo.
-Vale, tenemos dos opciones, o me suelto de la liana y me lanzas hacia los escarabajos, pensando luego en un plan para volver, o intentamos cruzar al lado de estos amiguitos, y te puedo asegurar de que tienen la boca muy grande. Añadió entre susurros el roedor mientras veía a uno de ellos bostezar.
La opción de volver atrás no era posible, tardarían demasiado tiempo en rodear hacia el otro lado el claro de luz, así que la pelota estaba en el tejado de Yukie, ya que no podría realizar ninguna de las dos acciones sin ella y tampoco la podía obligar a ponerse en peligro cruzando entre aquellos mastodontes. Eikel esperó pacientemente una respuesta.
La chica empezó a palpar el suelo, Eikel no entendía muy bien que intentaba, pero después de verla hundir ligeramente una mano en el fango lo entendió. Yukie sacó un escarabajo carroñero y se lo mostró al roedor creyendo que sería lo que buscaban, o mas bien quería creerlo. La ardilla no tardó en devolverla a la realidad mientras observaba atentamente el entorno, tendrían que moverse, pero con cuidado, las fosas de brea podrían sorprenderlos en cualquier momento. Usando el pilar de luz a lo lejos como faro, comenzaron a moverse lentamente. Eikel notaba que la respiración de Yukie cada vez era mas agitada, tenían que salir rápido de allí, en su estado los vapores y el calor no eran lo mejor.
Por fin llegaron al pilar de luz y lo que encontraron no fue demasiado alentador, un par de cocodrilos gigantes los que parecían no tener piernas, estaban durmiendo al sol. Lo peor de todo, es que Eikel pudo localizar tras ellos a los pequeños escarabajos revoloteando, como motas de polvo. La lógica le hizo buscar otro camino, así que decidieron rodear el pilar de luz con parsimonia, no querían que los pequeños bichitos despertaran de su siesta. Después de explicarle la situación a Yukie entre susurros, el roedor por fin se pronunció con algo alentador.
-Estamos muy cerca. Solo debemos rodearlos y coger un par de esos escarabajos. Luego continuaremos hacia delante, dejando atrás a estos monstruos. Susurró de nuevo el pequeño.
Poco a poco consiguieron rodear a las bestias, tan solo estaban a unos cuantos pasos de los escarabajos, cuando de pronto Eikel hundió una pata por completo en el barro. Debía de ser una broma del destino, estaban a un par de metros de su objetivo. Intentaron rodear el barrizal por el lado contrario a los cocodrilos, pero el barrizal parecía no tener fin, así que volvieron al punto de partida. A Eikel se le ocurrió sostener una rama hacia los escarabajos, esperando que alguno se posara en ella y cogerlo de inmediato, el plan funcionaba en principio, pero al mínimo movimiento los escarabajos salían volando de nuevo.
-Vale, tenemos dos opciones, o me suelto de la liana y me lanzas hacia los escarabajos, pensando luego en un plan para volver, o intentamos cruzar al lado de estos amiguitos, y te puedo asegurar de que tienen la boca muy grande. Añadió entre susurros el roedor mientras veía a uno de ellos bostezar.
La opción de volver atrás no era posible, tardarían demasiado tiempo en rodear hacia el otro lado el claro de luz, así que la pelota estaba en el tejado de Yukie, ya que no podría realizar ninguna de las dos acciones sin ella y tampoco la podía obligar a ponerse en peligro cruzando entre aquellos mastodontes. Eikel esperó pacientemente una respuesta.
Tras varios intentos en los que la mano del azar no estaba muy por la labor de acompañarle en su búsqueda de aquellos escurridizos insectos, decidió dejarle el trabajo sucio a Eikel normalmente no desistiría con tanta facilidad, pero en su condición no tenía ganas de poner muchas pegas. Se restregó las manos en su ropa para “limpiarlas”, ensuciándose aún más y emprendió nuevamente la marcha junto a la ardilla. Cada vez iba a peor, lo notaba en cada fibra de su ser, aunque hacía todo lo que estaba en su mano para no preocupar a su médico más de la cuenta. La verdad era que a cada minuto la idea de dejarse caer muerta en el suelo pasaba por su mente, pero tenía que ser fuerte no solo por ella, sino por los dos.
Al llegar a lo que se suponía era un claro de luz, se mantuvo a la espera y todo lo en guardia que le permitían sus sentidos en aquellas condiciones, escuchando como Eikel intentaba alguna clase de plan raro con un palo. Hasta hora todo había resultado inútil, peor por lo menos el roedor se mostraba optimista. Le contó lo que se le había ocurrido, obligando a Yukie a pensar. La chica intentaba a duras penas mantenerse lúcida, barajando las posibilidades. No podía dejarlo ir solo, así que se mantendrían juntos. Fue a dar el primer paso y notó como su rodilla derecha simplemente no le respondía, faltando un pelo para que cayese de bocas contra el fango. Maldijo todo lo que podía ser susceptible de maldecir para sus adentros mientras sacaba su pequeño wakizashi de su funda, cortando la liana con un tajo limpio. No podía permitirse fallar en medio de aquellas bestias, nada le aseguraba que no se le entumeciese alguna extremidad en el peor momento. Era hora de ser precavida.
Eikel entendió enseguida por qué opción se había decantado y se acercó a ella dándole instrucciones. Solo necesitaba distancia pues sabía perfectamente cómo era un metro, por lo que si sus indicaciones eran medianamente aproximadas no fallaría en sus cálculos. Era una de las cosas a las que más tiempo dedicó en sus entrenamientos, solo rezaba para que no le flaqueasen las fuerzas en el lanzamiento.
Concentración máxima, se puso la máscara en la cara otra vez, lo cual la alivió increíblemente. Tragó saliva sin hacer mucho caso al terrible dolor en su garganta. Solo era un lanzamiento, nada más, se decía a sí misma. Odiaba sentirse así. Sin darle más vueltas de las necesarias, allá que fue. La ardilla salió disparada por los aires y por lo que sabía era capaz de planear o algo así, por lo que podría amortiguar el aterrizaje o cambiar la trayectoria. Yukie escuchó un ruido que no le gustó nada, “solo” era uno de los cocodrilos revolviéndose, pero sin mucha intención de moverse del sitio.
Ahora todo dependía de su amiguito, confiaba en el por supuesto, pero prefería hacer las cosas por ella misma y confiar en sus propias habilidades. No era el momento para eso. Se dedicó a pensar la forma en la que lo traería de vuelta hasta donde ella estaba, quizás con la rama de antes valdría, tampoco lo había lanzado tan lejos. Respiró hondo y se dio cuenta de que le faltaba el aire. Sufrió horrores para contener la tos y como no pudo hacerlo se quitó la máscara bruscamente y sumergió su boca en la superficie del lodo, intentando amortiguar el sonido. No le salió mal la jugada, excepto por el amargo sabor que se le había quedado. Intentó limpiarse pasando su antebrazo por ella, ajena a las andanzas de Eikel.
Al llegar a lo que se suponía era un claro de luz, se mantuvo a la espera y todo lo en guardia que le permitían sus sentidos en aquellas condiciones, escuchando como Eikel intentaba alguna clase de plan raro con un palo. Hasta hora todo había resultado inútil, peor por lo menos el roedor se mostraba optimista. Le contó lo que se le había ocurrido, obligando a Yukie a pensar. La chica intentaba a duras penas mantenerse lúcida, barajando las posibilidades. No podía dejarlo ir solo, así que se mantendrían juntos. Fue a dar el primer paso y notó como su rodilla derecha simplemente no le respondía, faltando un pelo para que cayese de bocas contra el fango. Maldijo todo lo que podía ser susceptible de maldecir para sus adentros mientras sacaba su pequeño wakizashi de su funda, cortando la liana con un tajo limpio. No podía permitirse fallar en medio de aquellas bestias, nada le aseguraba que no se le entumeciese alguna extremidad en el peor momento. Era hora de ser precavida.
Eikel entendió enseguida por qué opción se había decantado y se acercó a ella dándole instrucciones. Solo necesitaba distancia pues sabía perfectamente cómo era un metro, por lo que si sus indicaciones eran medianamente aproximadas no fallaría en sus cálculos. Era una de las cosas a las que más tiempo dedicó en sus entrenamientos, solo rezaba para que no le flaqueasen las fuerzas en el lanzamiento.
Concentración máxima, se puso la máscara en la cara otra vez, lo cual la alivió increíblemente. Tragó saliva sin hacer mucho caso al terrible dolor en su garganta. Solo era un lanzamiento, nada más, se decía a sí misma. Odiaba sentirse así. Sin darle más vueltas de las necesarias, allá que fue. La ardilla salió disparada por los aires y por lo que sabía era capaz de planear o algo así, por lo que podría amortiguar el aterrizaje o cambiar la trayectoria. Yukie escuchó un ruido que no le gustó nada, “solo” era uno de los cocodrilos revolviéndose, pero sin mucha intención de moverse del sitio.
Ahora todo dependía de su amiguito, confiaba en el por supuesto, pero prefería hacer las cosas por ella misma y confiar en sus propias habilidades. No era el momento para eso. Se dedicó a pensar la forma en la que lo traería de vuelta hasta donde ella estaba, quizás con la rama de antes valdría, tampoco lo había lanzado tan lejos. Respiró hondo y se dio cuenta de que le faltaba el aire. Sufrió horrores para contener la tos y como no pudo hacerlo se quitó la máscara bruscamente y sumergió su boca en la superficie del lodo, intentando amortiguar el sonido. No le salió mal la jugada, excepto por el amargo sabor que se le había quedado. Intentó limpiarse pasando su antebrazo por ella, ajena a las andanzas de Eikel.
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Por un momento, Eikel pensó que la chica había optado por la opción mas difícil, la que pondría en peligro a los dos y con la que tardarían mas en llegar a su destino. En un momento, parece que la cordura había vuelto a ella y con un rápido movimiento cortó la liana, detalle que no le había gustado demasiado al pequeño, que tendría que buscar otro método para guiarla después. Todo parecía claro, tendría que sobrevolar el barrizal con la ayuda de la chica, recoger unos cuantos insectos y volver atrás, a pesar que esto último no estaba muy claro como.
Después de unas precisas y sencillas instrucciones, Yukie levantó al roedor como pudo y lo lanzó hacia el otro lado. Debido a la enfermedad y que las reservas de fuerza de la chica escaseaban, Eikel fue lanzado casi directamente contra el suelo de la otra orilla, haciendo un pequeño chapoteo. Vio hacia atrás y uno de los cocodrilos se movió ligeramente, pensaba que la habían liado, pero gracias a dios, el monstruo volvió a dormirse. Cuando la atención volvió a centrarse en Yukie, observo que está tenía su cara hundida en el barro, por un momento se asustó, pero la chica no tardó en levantar la cabeza y limpiarse. Todo correcto, ahora quedaba lo fácil, capturar unos cuantos de esos escarabajos, meterlos en una botella que llevaba vacía y cubrirla con un trapo para que los insectos no escapasen.
Eikel se giró hacia la multitud de escarabajos que revoloteaban a su alrededor, con un rápido movimiento capturo un par de ellos y los introdujo en el recipiente, lo malo de esto, al resto de escarabajos pareció no hacerle gracia el movimiento del roedor y se intentaron abalanzarse sobre él. Tenía que pensar rápido, los adorables bichitos carecían de veneno alguno en su forma adulta, pero portaban unas preciosas mandíbulas que a la ardilla no le apetecía probar en sus carnes. Eikel se fijó en el árbol que estaba a su derecha, decidió escalarlo para ganar altura y aterrizar en la otra orilla al lado de Yukie, parecía fácil. Decidido, corrió hacia el árbol, trepo un par de metros y salto en dirección hacia la chica. Todo parecía perfecto, pero debido a la corriente de aire que cruzaba en ese momento el claro, el roedor no podría aterrizar a tiempo, no quería caer sobre las "lagartijas", así que en una decisión rápida, la ardilla optó por golpearse contra el torso de la chica.
Los dos cayeron al suelo, con un sonoro "splash", el roedor solo quería dos cosas en ese momento, que la chica no tratara de cortarlo en pedacitos por el susto y la otra era que los cocodrilos no se despertasen. Pasados unos segundos, todo se normalizó, habían tenido suerte de nuevo, el sueño de esos lagartos parecía ser bastante pesado. Después de excusarse, el pequeño se pronunció.
-Primer objetivo completado, ahora solo nos queda buscar una cascada, y a juzgar por los sonidos que escuché cuando buscamos un camino alternativo, debemos ir en aquella dirección. Susurró el pequeño mientras señalaba la dirección que habían tomado antes.
Improvisó desatándose la liana de la cintura, la sujetó con la mano por un extremo, a la par que ató el otro extremo a la muñeca de la muchacha. Sería como ir juntos de la mano, o algo parecido. Eikel recogió sus bártulos, guardando cuidadosamente la botella en su mochila y emprendieron el camino, alejándose por fin de aquellos enormes cocodrilos.
Después de unas precisas y sencillas instrucciones, Yukie levantó al roedor como pudo y lo lanzó hacia el otro lado. Debido a la enfermedad y que las reservas de fuerza de la chica escaseaban, Eikel fue lanzado casi directamente contra el suelo de la otra orilla, haciendo un pequeño chapoteo. Vio hacia atrás y uno de los cocodrilos se movió ligeramente, pensaba que la habían liado, pero gracias a dios, el monstruo volvió a dormirse. Cuando la atención volvió a centrarse en Yukie, observo que está tenía su cara hundida en el barro, por un momento se asustó, pero la chica no tardó en levantar la cabeza y limpiarse. Todo correcto, ahora quedaba lo fácil, capturar unos cuantos de esos escarabajos, meterlos en una botella que llevaba vacía y cubrirla con un trapo para que los insectos no escapasen.
Eikel se giró hacia la multitud de escarabajos que revoloteaban a su alrededor, con un rápido movimiento capturo un par de ellos y los introdujo en el recipiente, lo malo de esto, al resto de escarabajos pareció no hacerle gracia el movimiento del roedor y se intentaron abalanzarse sobre él. Tenía que pensar rápido, los adorables bichitos carecían de veneno alguno en su forma adulta, pero portaban unas preciosas mandíbulas que a la ardilla no le apetecía probar en sus carnes. Eikel se fijó en el árbol que estaba a su derecha, decidió escalarlo para ganar altura y aterrizar en la otra orilla al lado de Yukie, parecía fácil. Decidido, corrió hacia el árbol, trepo un par de metros y salto en dirección hacia la chica. Todo parecía perfecto, pero debido a la corriente de aire que cruzaba en ese momento el claro, el roedor no podría aterrizar a tiempo, no quería caer sobre las "lagartijas", así que en una decisión rápida, la ardilla optó por golpearse contra el torso de la chica.
Los dos cayeron al suelo, con un sonoro "splash", el roedor solo quería dos cosas en ese momento, que la chica no tratara de cortarlo en pedacitos por el susto y la otra era que los cocodrilos no se despertasen. Pasados unos segundos, todo se normalizó, habían tenido suerte de nuevo, el sueño de esos lagartos parecía ser bastante pesado. Después de excusarse, el pequeño se pronunció.
-Primer objetivo completado, ahora solo nos queda buscar una cascada, y a juzgar por los sonidos que escuché cuando buscamos un camino alternativo, debemos ir en aquella dirección. Susurró el pequeño mientras señalaba la dirección que habían tomado antes.
Improvisó desatándose la liana de la cintura, la sujetó con la mano por un extremo, a la par que ató el otro extremo a la muñeca de la muchacha. Sería como ir juntos de la mano, o algo parecido. Eikel recogió sus bártulos, guardando cuidadosamente la botella en su mochila y emprendieron el camino, alejándose por fin de aquellos enormes cocodrilos.
Mientras Yukie jugueteaba con la rama y estimaba si sería lo suficientemente larga como alcanzar la otra orilla, le pareció escuchar algo surcar el aire, es más juraría que iba directo hacia ella. Y en efecto, así fue, un objeto volador no identificado impactó contra ella a gran velocidad precipitándola al fango de nuevo. Hoy era un día sucio en todos y cada uno de los sentidos de esa palabra, y sus reflejos reducidos no ayudaban en nada. Al parecer era Eikel el artífice del choque, lo cual significaba que por lo menos había vuelto sano y salvo, y lo que es aún mejor, él solito.
Le explicó que había conseguido lo que buscaban y que de nuevo tendrían que emprender la marcha. Yukie se quería morir, pero aún con el malestar general que lejos de desaparecer se acentuaba todavía más, se levantó una vez más y comenzó a caminar tras Eikel. Esta vez la había atado por la muñeca cual criminal que estaba siendo llevado ante la ley, pero tenía cero ganas de discutir, casi las mismas que de caminar, hablar, moverse en general o vivir. Una cascada. Tenía que concentrarse, ya quedaba poco y ese poco no era más que una cascada la cual no debía andar muy lejos.
En su camino hacia la azul y salvaje lejanía, encontraron todo tipo de dificultades. Primero un zumbido lejano y muy molesto. Se escondieron en el primer matorral que había y cuando pasó el peligro Eikel le explicó que no eran abejas, bueno, no del todo. Eran conejos con abdomen y alas de este insecto, así que acordaron de forma unánime llamarlos abejonejos. Continuando su travesía encontraron algunos tipos de animales más, pero afortunadamente no todos eran bestias sedientas de sangre y carne, algunos solo querían vivir su vida sin molestar al prójimo, igual que ellos.
Tras un buen rato de caminata, cada vez se escuchaba con más claridad el sonido de agua precipitándose, hasta que parecía estar justo delante de sus narices. A Yukie le gustaría poder disfrutar de la majestuosa visión de una cascada, recordaba cuando hacía ya mucho tiempo su maestro la llevó a meditar y sintió la terrible presión del agua sobre sus hombros, amenazando con partirle la columna. El agua puede fluir, pero también puede golpear, es una de las lecciones que le tocó aprender y extrapolar a otros aspectos de la vida. Buenos tiempos, de hecho estaba tan perdida en sus recuerdos que no se dio cuenta de cómo sus piernas se cansaron de soportar el peso de su cuerpo y la chica caía a la vera del riachuelo, con un golpe sordo y levantando algo de polvo. Ya no le quedaban fuerzas y la cabeza le dolía tanto que tenía ganas de golpearse la frente contra una piedra. Se quedó allí, tirada en el suelo una vez más, esperando una muerte rápida e inmerecida.
Le explicó que había conseguido lo que buscaban y que de nuevo tendrían que emprender la marcha. Yukie se quería morir, pero aún con el malestar general que lejos de desaparecer se acentuaba todavía más, se levantó una vez más y comenzó a caminar tras Eikel. Esta vez la había atado por la muñeca cual criminal que estaba siendo llevado ante la ley, pero tenía cero ganas de discutir, casi las mismas que de caminar, hablar, moverse en general o vivir. Una cascada. Tenía que concentrarse, ya quedaba poco y ese poco no era más que una cascada la cual no debía andar muy lejos.
En su camino hacia la azul y salvaje lejanía, encontraron todo tipo de dificultades. Primero un zumbido lejano y muy molesto. Se escondieron en el primer matorral que había y cuando pasó el peligro Eikel le explicó que no eran abejas, bueno, no del todo. Eran conejos con abdomen y alas de este insecto, así que acordaron de forma unánime llamarlos abejonejos. Continuando su travesía encontraron algunos tipos de animales más, pero afortunadamente no todos eran bestias sedientas de sangre y carne, algunos solo querían vivir su vida sin molestar al prójimo, igual que ellos.
Tras un buen rato de caminata, cada vez se escuchaba con más claridad el sonido de agua precipitándose, hasta que parecía estar justo delante de sus narices. A Yukie le gustaría poder disfrutar de la majestuosa visión de una cascada, recordaba cuando hacía ya mucho tiempo su maestro la llevó a meditar y sintió la terrible presión del agua sobre sus hombros, amenazando con partirle la columna. El agua puede fluir, pero también puede golpear, es una de las lecciones que le tocó aprender y extrapolar a otros aspectos de la vida. Buenos tiempos, de hecho estaba tan perdida en sus recuerdos que no se dio cuenta de cómo sus piernas se cansaron de soportar el peso de su cuerpo y la chica caía a la vera del riachuelo, con un golpe sordo y levantando algo de polvo. Ya no le quedaban fuerzas y la cabeza le dolía tanto que tenía ganas de golpearse la frente contra una piedra. Se quedó allí, tirada en el suelo una vez más, esperando una muerte rápida e inmerecida.
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Les quedaba una buena caminata hasta la cascada, pero al menos el sonido cada vez mas cercano de la misma les alentaba a seguir. Eikel notaba unos bruscos tirones de la liana, por lo tanto la pobre chica cojeaba cada vez mas, síntoma de que le costaba caminar. La ardilla no sabía de donde sacaba tantas fuerzas, él abría desfallecido a la primera de cambio, pero ahí estaba ella, al pie del cañón, en la recta final de su viaje. Parece ser que aunque estaban cerca, la maldita jungla no se lo iba a poner fácil, en el momento que escucharon unos zumbidos, corrieron a esconderse en unos matorrales. Si todo lo anterior les había parecido extraño, la mezcla de abejas con conejos se había llevado la palma, entre risas, los habían bautizado como abejonejos. El roedor estaba contento de ver sonreír a Yukie aunque fuese un momento, significaba que aun tenía cuerda.
Por fin tenían contacto visual con la cascada, allí estaba con su fuerza y estruendo, era inmensa. Nada mas llegar a la orilla de la misma y refrescarse, Eikel escuchó un estruendo detrás suyo, la chica había caído. Corrió a auxiliarla y a comprobar sus constantes, estaba normalizada, lo mas seguro es que se desplomase del cansancio. No había problema, el resto se lo podía dejar a él, sería el héroe de esta aventura. La arrastró hasta la orilla, colocándola contra la roca por la que bajaba la cascada, manteniéndola escondida de posibles depredadores mientras él no estaba.
Mucho antes de llegar a la cascada, Eikel ya había localizado el árbol, se encontraba en un peñasco un tanto elevado, con una cantidad importante de tierra bajo sus raíces. La ardilla escaló gracilmente la pared hasta llegar a su objetivo, según recordaba los bulbos de ese árbol se encontraban en cuevas naturales debajo de los mismos. Estaba casi frente a la cueva, podía rozar prácticamente el éxito, cuando de pronto, un enorme cien pies con un aguijón en la cola salió del agujero. El miedo se apoderó del pequeño y su cabeza empezó a pensar demasiado, y si había mas bichos como ese en el agujero, y si el bicho que acababa de irse volvía... pero realmente, no había tiempo para contemplaciones, tenia que ser valiente y este sería su momento. Armándose de valor el roedor se deslizó rápidamente en el agujero, llegando hasta el fondo del mismo. Unos cuantos desprendimientos de tierra dificultaron su visión durante unos segundos, hasta que por fin pudo verlos, ahí colgados, unos hermosos bulbos blancos con sus raíces. El pequeño alargo la mano y cogió un par, guiado por la euforia se percató tarde de un problemilla. A escasos centímetros de el, se encontraban como cuatro o cinco crías del bicho que había visto antes y no parecían demasiado amistosas, levantando sus aguijones amenazantes hacia él. Eikel rectificó y empezó a gatear hacia atrás a gran velocidad, hasta que se chocó con algo de espaldas, una vez fuera..
-¡IIIIIIIIIIIIIIK! Gritó al girarse y contemplar a la madre de los pequeños amenazante en la entrada de la pequeña cueva.
Ni se lo pensó, el roedor se lanzó al vacío, esquivando en el ultimo momento el picotazo del insecto, un segundo mas y quizás no lo habría contado. El insecto, acusado del instinto maternal, decidió volver a la cueva para comprobar el estado de sus pequeños en vez de seguir al molesto intruso. La ardilla planeó hasta caer a unos pocos metros de Yukie. Todo listo, ahora solo tenía que preparar la medicina y dársela de beber a la chica. En unos pocos segundos, Eikel ya había machado a los bichos junto a los bulbos, haciendo una pasta asquerosa que, al mezclarla con agua, se había vuelto una bebida viscosa de color verde. Reincorporó a la muchacha y tapándole la nariz, le obligó a beber el elixir. Ahora solo quedaba ver el resultado, con suerte la chica recobraría la consciencia con la mayor parte de sus fuerzas y podrían seguir el río hasta el mar, para luego bordear la isla hasta encontrar su navío.
Por fin tenían contacto visual con la cascada, allí estaba con su fuerza y estruendo, era inmensa. Nada mas llegar a la orilla de la misma y refrescarse, Eikel escuchó un estruendo detrás suyo, la chica había caído. Corrió a auxiliarla y a comprobar sus constantes, estaba normalizada, lo mas seguro es que se desplomase del cansancio. No había problema, el resto se lo podía dejar a él, sería el héroe de esta aventura. La arrastró hasta la orilla, colocándola contra la roca por la que bajaba la cascada, manteniéndola escondida de posibles depredadores mientras él no estaba.
Mucho antes de llegar a la cascada, Eikel ya había localizado el árbol, se encontraba en un peñasco un tanto elevado, con una cantidad importante de tierra bajo sus raíces. La ardilla escaló gracilmente la pared hasta llegar a su objetivo, según recordaba los bulbos de ese árbol se encontraban en cuevas naturales debajo de los mismos. Estaba casi frente a la cueva, podía rozar prácticamente el éxito, cuando de pronto, un enorme cien pies con un aguijón en la cola salió del agujero. El miedo se apoderó del pequeño y su cabeza empezó a pensar demasiado, y si había mas bichos como ese en el agujero, y si el bicho que acababa de irse volvía... pero realmente, no había tiempo para contemplaciones, tenia que ser valiente y este sería su momento. Armándose de valor el roedor se deslizó rápidamente en el agujero, llegando hasta el fondo del mismo. Unos cuantos desprendimientos de tierra dificultaron su visión durante unos segundos, hasta que por fin pudo verlos, ahí colgados, unos hermosos bulbos blancos con sus raíces. El pequeño alargo la mano y cogió un par, guiado por la euforia se percató tarde de un problemilla. A escasos centímetros de el, se encontraban como cuatro o cinco crías del bicho que había visto antes y no parecían demasiado amistosas, levantando sus aguijones amenazantes hacia él. Eikel rectificó y empezó a gatear hacia atrás a gran velocidad, hasta que se chocó con algo de espaldas, una vez fuera..
-¡IIIIIIIIIIIIIIK! Gritó al girarse y contemplar a la madre de los pequeños amenazante en la entrada de la pequeña cueva.
Ni se lo pensó, el roedor se lanzó al vacío, esquivando en el ultimo momento el picotazo del insecto, un segundo mas y quizás no lo habría contado. El insecto, acusado del instinto maternal, decidió volver a la cueva para comprobar el estado de sus pequeños en vez de seguir al molesto intruso. La ardilla planeó hasta caer a unos pocos metros de Yukie. Todo listo, ahora solo tenía que preparar la medicina y dársela de beber a la chica. En unos pocos segundos, Eikel ya había machado a los bichos junto a los bulbos, haciendo una pasta asquerosa que, al mezclarla con agua, se había vuelto una bebida viscosa de color verde. Reincorporó a la muchacha y tapándole la nariz, le obligó a beber el elixir. Ahora solo quedaba ver el resultado, con suerte la chica recobraría la consciencia con la mayor parte de sus fuerzas y podrían seguir el río hasta el mar, para luego bordear la isla hasta encontrar su navío.
¿Cuántas veces se vería obligada a revivir aquella escena de su vida pasada? Esas visiones la perseguían cada vez que se iba a dormir o echaba una cabezada, por eso prefería mantenerse bien despierta y activa entrenando o lo que fuese. Eso no importaba ahora, ya estaba superado, o eso se decía ella todas las mañanas. No quería volver a… ¿Eikel? Aquello fue el déjà vu más grande de su vida. Escuchó su grito no muy lejos de su posición, sacándola de su viaje por el mundo de los sueño. Que debía haber pasado era lo que se preguntaba, aún con esa horrible jaqueca que no cesaba ni por un instante. Recordaba una cascada, pero poco más, y todo era tranquilidad hasta que los pensamientos sobre un peligro inminente recorrían su mente. Aunque de todas formas esta vez era inútil, ni siquiera se molestó en intentar incorporarse ya que no podía mover un músculo.
Estaba cansada. Tan cansada. Todo lo que sentía en aquel momento era paz y tranquilidad, de repente ya nada le dolía. Yukie sonrió tumbada en el suelo, nadie le diría nada si se echaba una pequeña siesta. Que oscuro estaba todo siempre, excepto por aquella tímida lucecilla que brillaba tenuemente a lo lejos. Cuanto tiempo hacía que no veía un brillo que no fuese el del fuego. Pensó que no pasaría nada malo por acercarse a echar un vistazo. Cada vea la luz era más grande, ¿o era que ella se estaba acercando? No lo sabía a ciencia cierta, solo sabía que aquel lugar estaba en completo silencio… excepto por aquella molesta vocecilla. ¿Por qué no se callaba, la estaba llamando acaso? Eso le pareció escuchar, como gritaba su nombre en la lejanía. Tenía curiosidad, así que se apartó de la luz. Era extraño. Podía ver por fin algo desde hacía mucho tiempo y sin embargo se decantaba por un sonido, como los que escuchaba a diario. Extraño, sin duda.
- ¿Ei… kel? Preguntó con un hilillo de voz cuasi imperceptible. Ya casi no podía articular palabra. Volteó la cabeza a un lado pero la ardilla se la enderezó de nuevo casi al instante, y seguidamente depositó algo en sus labios, parecía alguna especie de recipiente el cual contenía algo de un olor fétido. El pequeño roedor le abrió la boca, obligándola a ingerir aquella sustancia. Retiraba lo que había pensado del olor. En comparación con el sabor se podía decir que olía a jazmín de primavera. Al poco tiempo de tragar aquella asquerosidad a la joven le entraron arcadas por lo que tuvo que contenerse para no vomitar. Se incorporó tosiendo, y mucho, hasta acabar sentada en el suelo. Al menos estaba sorprendida del hecho de haberse podido sentar.
La ardilla la animó a intentar levantarse, decía que lo más difícil ya estaba hecho y otras cosas más a las que Yukie no prestó mucha atención. Muy poco a poco fue irguiéndose, primero una rodilla, después la otra, apoyar un pie en el suelo ayudándose de la vaina de su espada, después el otro y así hasta estar completamente de pie. ¿Realmente había funcionado ese mejunje? Era cierto que notaba cierta mejoría, pero no mucha, aunque se contentó con poder caminar. Eikel le decía que no había de que preocuparse, que solo tenían que seguir el riachuelo hasta el mar. Eso era cierto, encontrando su desembocadura encontrarían su barco o la costa que para el caso resultaba lo mismo. Comenzaron a andar a la macheta, como siempre, pero cuando llevaban un buen trecho recorrido Yukie se paró de nuevo. Su compañero se acercó a ella preocupado, pero tuvo que apartarse para no ser alcanzado por el vómito de su amiga. No era bonito de ver, pero por lo menos limpiaba el estómago. Según la ardilla la medicina ya debería haber hecho efecto hacía un rato y no tardaría en mejorar. Sonaba bien, no aguantaba ni un segundo más en ese estado.
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La chica, que hace tan solo unos momentos apenas podía ni mover la cabeza, nada mas tomar la medicina se pudo sentar sola en el suelo. Después de ello, Eikel la alentó a que intentara levantarse, todo lo difícil ya estaba hecho. Mientras hablaba sobre el nuevo plan de seguir el río hasta el mar y luego bordear la isla, el pequeño guardaba una gran parte de la medicina en su mochila, no sabía si alguno mas en el barco había resultado afectado. Pudo observar que la muchacha podía levantarse, aunque aun con dificultades, pero eso significaba que la medicina ya estaba en su sistema circulatorio, realizando el efecto deseado. Con una última ojeada a la cascada, la ardilla volvió a contemplar la cueva debajo del árbol y, recordando al maldito bicho, se puso detrás de Yukie empujándola ligeramente por las piernas para meterle prisa.
-Vamos, vamos. Nuestros compañeros deben de estar preocupados. Excusa totalmente estúpida, uno estaría haciendo el paria, el otro borracho y el último seguramente durmiendo la siesta a la bartola. -Por cierto, eres muy fuerte. Te he ocultado un pequeño detalle durante el trayecto, podías haber muerto y no me refiero por el ataque de algún depredador. Eikel sonrió quitándole hierro al asunto, había hecho un buen trabajo y estaba orgulloso.
Comenzaron la marcha siguiendo el río, la costa estaba un poco mas lejos de lo que esperaban, pero no tardaron en encontrarla. Una vez allí Yukie se detuvo apoyándose contra un árbol. ¿Acaso el efecto de la medicina había remitido? Asustado, fue corriendo hacia ella, pero de un rápido salto se tuvo que apartar, la chica empezó a echar hasta la primera papilla. La joven pensó que debería tomar la medicina de nuevo, lo cual la hacía casi llorar.
-No te preocupes, la medicina hizo efecto hace tiempo, no tendrás que volver a tomarla. Yukie respiró aliviada, la sola idea de tomarla de nuevo le revolvía el estomago, pero la explicación de Eikel, recordandole el sabor de la misma, le provocó una última arcada que vació su estomago por completo.
Cada vez, avanzaban más rápido por la costa, la chica recuperaba poco a poco sus facultades y la marcha aumentaba. Eikel escucho un sonido extraño a sus espaldas, una especie de mini rugido y al girarse, se encontró a Yukie sujentándose el estómago, parecía que el apetito había vuelto, otra buena señal. El roedor sacó un pequeño bocadillo y junto a los frutos secos que le habían sobrado, se lo entregó a la chica. Después de una paradita para el tentempié, prosiguieron la marcha, según los cálculos de Yukie, por el tiempo que llevaban caminando, no deberían de estar muy lejos del barco. Y en efecto, Eikel pudo hacer contacto visual con el mismo, detrás de los manglares, y aunque era pequeño como una hormiga desde su posición, ver la meta les alentó a apurar el paso un poco más.
-Vamos, vamos. Nuestros compañeros deben de estar preocupados. Excusa totalmente estúpida, uno estaría haciendo el paria, el otro borracho y el último seguramente durmiendo la siesta a la bartola. -Por cierto, eres muy fuerte. Te he ocultado un pequeño detalle durante el trayecto, podías haber muerto y no me refiero por el ataque de algún depredador. Eikel sonrió quitándole hierro al asunto, había hecho un buen trabajo y estaba orgulloso.
Comenzaron la marcha siguiendo el río, la costa estaba un poco mas lejos de lo que esperaban, pero no tardaron en encontrarla. Una vez allí Yukie se detuvo apoyándose contra un árbol. ¿Acaso el efecto de la medicina había remitido? Asustado, fue corriendo hacia ella, pero de un rápido salto se tuvo que apartar, la chica empezó a echar hasta la primera papilla. La joven pensó que debería tomar la medicina de nuevo, lo cual la hacía casi llorar.
-No te preocupes, la medicina hizo efecto hace tiempo, no tendrás que volver a tomarla. Yukie respiró aliviada, la sola idea de tomarla de nuevo le revolvía el estomago, pero la explicación de Eikel, recordandole el sabor de la misma, le provocó una última arcada que vació su estomago por completo.
Cada vez, avanzaban más rápido por la costa, la chica recuperaba poco a poco sus facultades y la marcha aumentaba. Eikel escucho un sonido extraño a sus espaldas, una especie de mini rugido y al girarse, se encontró a Yukie sujentándose el estómago, parecía que el apetito había vuelto, otra buena señal. El roedor sacó un pequeño bocadillo y junto a los frutos secos que le habían sobrado, se lo entregó a la chica. Después de una paradita para el tentempié, prosiguieron la marcha, según los cálculos de Yukie, por el tiempo que llevaban caminando, no deberían de estar muy lejos del barco. Y en efecto, Eikel pudo hacer contacto visual con el mismo, detrás de los manglares, y aunque era pequeño como una hormiga desde su posición, ver la meta les alentó a apurar el paso un poco más.
Ya quedaba poco, Yukie sentía como cada vez se alejaban de aquella jungla que tantos problemas les había causado y gradualmente se aproximaban a la costa. Una brisa marina que era como agua de primavera les azotó en el rostro y para la joven fue como una caricia del destino que casi le hizo olvidarse de sus males por un instante. Cuando Eikel le dijo que pudo haber muerto, refiriendose claramente a su enfermedad, la chica le miró seriamente y decidió no dirigirle la palabra en lo que quedaba de camino. No podía entender como le había mentido en algo como eso, se suponíoa que eran nakamas.
Con un paso cada vez más apresurado, en parte por la mejoría que le proporcionaba la medicina, en parte por querer llegar cuanto antes al barco, Eikel no tardó en divisarlo a lo lejos. Aquello alegró a Yukie, ya que ella habría tardado bastante más en encontrar el bote con el que habían desembarcado en una cala cercana. Tras el paseo por la recta final, llegaron de una vez por todas a su primer punto de partida. Parecía desierto a primera vista. Ni un indicio de fogata, botellas de ron abiertas o música de guitarra, nada de nada, lo que indicaba que seguían perdidos por la isla. La chica y la ardilla se habrían preocupado si no fuese porque aparecieron casi al instante de entre la espesura, tan dicharacheros como siempre. Cargaban con sacos de tela llenos a rebosar según comentaba Eikel.
Al no haber motivo de preocupaciones, Yukie corrió a la orilla y se lanzó al agua, disfrutando como una enana de un baño bien merecido. El agua estaba en su punto, aunque viendo su cuerpo magullado y maltrecho, estaría en su punto aunque hiciesen menos veinte grados. Sintió como la suciedad se desprendía de su cuerpo y al mismo tiempo como ya apenas le dolía la cabeza y podía moverse con más o menos fluidez. Estuvo nadando unos minutos que le parecieron segundos, ya que tenía que prepararse pues no tardarían en irse.
Nunca pensé que me alegraría tanto de verte. Le dijo a Rhi sonriendo. Este no pilló muy bien de que iba la cosa pero supuso que era por su encanto natural hacia el sexo opuesto y se encogió de hombros. Los capitanes les explicaron que habían encontrado un buen surtido de frutas y madera… y otro buen montón de animales salvajes la mar de raros. Yukie y Eikel se rieron y si la chica hubiese podido le habría dedicado una mirada cómplice. Le preguntaron a la ardilla como se había puesto tan guarra vigilando el barco, aunque tampoco insistieron tanto pues el hambre apretaba y no querían entretener mucho al cocinero con habladurías.
Una vez ya en el barco, Yukie buscó a Eikel cuando estaba a solas y le hizo una reverencia al estilo japonés, aunque sin darle las gracias directamente. Lo había meditado mucho y aunque para ella las palabras son como las huellas de las personas y si estas mienten es como si las huellas se borrasen... Eikel había hablado con sus actos mucho más fuerte que con sus palabras. Era muy mala para expresar lo que sentía, así que esperó que su gesto se entendiera. No era imbécil y sabía de sobra que la ardilla le había salvado el culo en aquella jungla, solo ya por respeto tenía que agradecérselo. Había comprobado de primera mano que el respeto no solo se gana solo en batalla y estaba muy agradecida por ello. Deseaba recuperarse plenamente cuanto antes para seguir con sus obligaciones y aventuras, pues aquello no había hecho más que empezar.
Con un paso cada vez más apresurado, en parte por la mejoría que le proporcionaba la medicina, en parte por querer llegar cuanto antes al barco, Eikel no tardó en divisarlo a lo lejos. Aquello alegró a Yukie, ya que ella habría tardado bastante más en encontrar el bote con el que habían desembarcado en una cala cercana. Tras el paseo por la recta final, llegaron de una vez por todas a su primer punto de partida. Parecía desierto a primera vista. Ni un indicio de fogata, botellas de ron abiertas o música de guitarra, nada de nada, lo que indicaba que seguían perdidos por la isla. La chica y la ardilla se habrían preocupado si no fuese porque aparecieron casi al instante de entre la espesura, tan dicharacheros como siempre. Cargaban con sacos de tela llenos a rebosar según comentaba Eikel.
Al no haber motivo de preocupaciones, Yukie corrió a la orilla y se lanzó al agua, disfrutando como una enana de un baño bien merecido. El agua estaba en su punto, aunque viendo su cuerpo magullado y maltrecho, estaría en su punto aunque hiciesen menos veinte grados. Sintió como la suciedad se desprendía de su cuerpo y al mismo tiempo como ya apenas le dolía la cabeza y podía moverse con más o menos fluidez. Estuvo nadando unos minutos que le parecieron segundos, ya que tenía que prepararse pues no tardarían en irse.
Nunca pensé que me alegraría tanto de verte. Le dijo a Rhi sonriendo. Este no pilló muy bien de que iba la cosa pero supuso que era por su encanto natural hacia el sexo opuesto y se encogió de hombros. Los capitanes les explicaron que habían encontrado un buen surtido de frutas y madera… y otro buen montón de animales salvajes la mar de raros. Yukie y Eikel se rieron y si la chica hubiese podido le habría dedicado una mirada cómplice. Le preguntaron a la ardilla como se había puesto tan guarra vigilando el barco, aunque tampoco insistieron tanto pues el hambre apretaba y no querían entretener mucho al cocinero con habladurías.
Una vez ya en el barco, Yukie buscó a Eikel cuando estaba a solas y le hizo una reverencia al estilo japonés, aunque sin darle las gracias directamente. Lo había meditado mucho y aunque para ella las palabras son como las huellas de las personas y si estas mienten es como si las huellas se borrasen... Eikel había hablado con sus actos mucho más fuerte que con sus palabras. Era muy mala para expresar lo que sentía, así que esperó que su gesto se entendiera. No era imbécil y sabía de sobra que la ardilla le había salvado el culo en aquella jungla, solo ya por respeto tenía que agradecérselo. Había comprobado de primera mano que el respeto no solo se gana solo en batalla y estaba muy agradecida por ello. Deseaba recuperarse plenamente cuanto antes para seguir con sus obligaciones y aventuras, pues aquello no había hecho más que empezar.
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Se encaminaban a la recta final de su trayecto, Yukie había estado muy callada el resto del camino, pero tampoco había demasiada diferencia con como estaba hace unas horas, por lo tanto, Eikel no le prestó demasiada atención al detalle. No tardaron mucho en llegar al barco, para su sorpresa, no había indicios de que sus compañeros estuviesen de vuelta. Al roedor se le pasaron mil cosas por la cabeza, infinidad de bichos que se podían haber encontrado, devorándolos. Lo curioso es que su aberración hacia los insectos era tan grande, que un escalofrío recorrió su espalda, haciéndolo temblar ligeramente, pensando en todos esos bichos antes que preocuparse por la muerte de sus compañeros.
Un silbido devolvió a Eikel a la realidad, sus compañeros salieron de entre la maleza portando unos sacos enormes. Cuando la ardilla quiso tranquilizar a su compañera, ésta ya no estaba y pudo observar como chapoteaba en el agua como una cría. Estaba entusiasmado de volver a verla tan vivaz, después de todo este tiempo, nada podía estropear el momento, hasta que Rhi se acercó y le preguntó acerca de sus pintas. Eikel estaba de mierda hasta las orejas, completamente cubierto de barro, tierra y cosas que era mejor no preguntar.
-Ehm...uhm...eeee... Al joven roedor no se le ocurrió ninguna excusa, pero el grito de Willem, insinuando si no se comía en ese barco, le salvó. Todos dieron un sonoro grito apoyando la idea de uno de los capitanes, los cuales comentaban a Yukie y a Eikel acerca de los raros especímenes que poblaban la isla, los dos no pudieron hacer mas que reír.
La ardilla se quitó la capa y se lanzó en bomba al agua de un barreño, saliendo a los pocos segundos limpio como una patena. Se detuvo un rato, secándose al sol, respirando aliviado, disfrutando de un momento de paz antes de volver al barco para preparar la cena.
Una vez en la cocina, Eikel se encontraba limpiando cuidadosamente los frutos que habían recolectado sus compañeros, cuando fue sorprendido por Yukie. Ésta le dedico una reverencia estilo japones y volvió por donde había venido. La ardilla lo comprendió todo y no pudo evitar correr hacia ella antes de que abandonara la estancia, abranzandola por sus piernas. Sobraron las palabras ante estos gestos, la ardilla estaba segura de que daría la vida por cualquiera de sus nakamas, pero con ella sentía un vínculo especial, se alegraba de todo corazón al ver a la muchacha recuperada. Aguantando las lagrimas, la ardilla volvió su trabajo, decidido, hoy harían un gran banquete, pero solo él y quizás Yukie, sabrían el significado.
Un silbido devolvió a Eikel a la realidad, sus compañeros salieron de entre la maleza portando unos sacos enormes. Cuando la ardilla quiso tranquilizar a su compañera, ésta ya no estaba y pudo observar como chapoteaba en el agua como una cría. Estaba entusiasmado de volver a verla tan vivaz, después de todo este tiempo, nada podía estropear el momento, hasta que Rhi se acercó y le preguntó acerca de sus pintas. Eikel estaba de mierda hasta las orejas, completamente cubierto de barro, tierra y cosas que era mejor no preguntar.
-Ehm...uhm...eeee... Al joven roedor no se le ocurrió ninguna excusa, pero el grito de Willem, insinuando si no se comía en ese barco, le salvó. Todos dieron un sonoro grito apoyando la idea de uno de los capitanes, los cuales comentaban a Yukie y a Eikel acerca de los raros especímenes que poblaban la isla, los dos no pudieron hacer mas que reír.
La ardilla se quitó la capa y se lanzó en bomba al agua de un barreño, saliendo a los pocos segundos limpio como una patena. Se detuvo un rato, secándose al sol, respirando aliviado, disfrutando de un momento de paz antes de volver al barco para preparar la cena.
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