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El peligro siempre está rondando en cada rincón del mundo, en cada esquina de tabernas y otros establecimientos de ocio. Nos situamos en un bar nocturno de la isla de Syrup, donde la gente reía, bebía y comía como si nada malo fuera a ocurrir. Las mesas estaban abarrotadas, y no había ni un solo hueco en el que los clientes nuevos pudieran sentarse. Técnicamente, estaban sacando un dineral aquella noche de clima veraniego, por lo que tanto el encargado como el camarero principal estaban con una gran sonrisa en sus mandíbulas. La gente jugaba a lanzar los dardos, también intimaban echando partidas de billar en una mesa con sus palos homologados. Una noche tranquila, pensaría la mayor parte de la gente que se preciara a observar la escena.
Sin embargo, había un cliente en una de las mesas cercanas a la zona sur que no se mostraba tan contento como los demás. Apoyado en un sillón, comía un plato de carne para paliar el hambre que horas atrás había atenazado su estómago y hecho rugir. Su vestimenta desentonaba con cualquier otro hombre que pudiera estar por la zona, lo que era un claro indicativo de que no pertenecía a Syrup. Vestía unos pantalones de un color beige, que combinaban muy bien con sus botas marrones oscuras. Su camisa era blanca como su tez, y encima de ella portaba una chaqueta corta de un color marrón claro. Un equipo de ingeniería lo llevaba sujeto por varios arneses al cuerpo, oculto en su mayoría por una gran capa de color verde oscuro. Dos espadas colgaban de su parte derecha de la cadera, enfundadas en sus vainas oscuras. Su cara mostraba facciones serias y bien definidas, sensuales por llamarlas de algún modo. Pero lo que más llamaba la atención de su figura, eran sus dos orbes. De color "vacío" o despigmentado, se fijaban en todo lo que podía acontecer, no dejaban que nada se les escapase.
Su mano izquierda tomaba el tenedor, mientras que la derecha hacía lo propio con el cuchillo. Partió un trozo del filete y lo pinchó, para llevárselo a la boca y masticarlo cuidadosamente. Parecía tranquilo y taciturno, pero en verdad estaba alerta. Mostraba una expresión pacífica, pero a la vez podía ser tan fiero como un tigre de bengala. Él era un agente, y algunas personas que estaban disfrutando de la bebida y el juego lo sabían. Últimamente habían llegado rumores de que un espadachín cazaba a piratas por el mérito y la fama, y que se estaba ganando cierta reputación contra ellos. ¿Sería aquel joven, al que apodaban “The End”? ¿O solo sería una proyección muy parecida de él? Básicamente lo conocían por su frialdad y por el pelo oscuro que tenía peinado en una forma corta, pero muy pocos se querían acercar a averiguarlo. De repente, dos hombres dejaron de jugar a los dardos y se acercaron a la mesa del chico. Con muy malos modales, apoyaron sus manos en la mesa, y le miraron desprendiendo un olor a alcohol por la boca. Rápidamente comenzaron una conversación, aunque esta no duraría demasiado:
- ¿Eres tú el agente del que hablan los piratas del East Blue? Estás muy flacucho, seguro que te rompería cien huesos de un solo golpe ¡Hahaha! – Rió, soltando un poco de saliva debido a su brutal actuación de descortesía.
- Pero mírale, si está bien duchadito y se ha peinado su cabellera. Me parece a mí que es más un niño consentido que un monstruo de los de verdad, ¿no crees? – Dijo el segundo, acercando su cara a la del joven de ojos despigmentados y retándole visualmente.
El chico les dedicó una rápida mirada, en la que no mostró ningún sentimiento aparte de una pasividad sin límites. Tras cinco segundos de tener sus ojos clavados en aquellos personajes que se habían acercado con tan buena intención, volvió a bajar la vista hacia su plato, partiendo otro trozo de carne y diciendo antes de llevárselo a la boca, para proseguir con la comida que le habían cortado por unas tontas preguntas y difamaciones contra su persona:
- Discúlpenme, pero tengo hambre – Comentó, a la par que desviaba su mirada hacia la comida y metía el nuevo trozo de carne en su boca. Posteriormente pinchó una patata frita con su tenedor, y la masticó suficientes veces como para crear un ambiente distraído y que no tenía ningún interés en aquellos dos personajes semi-borrachos.
Pareció que tal falta de atención por parte del joven causó una furia indescriptible y fugaz en las almas de los hombres, que tomaron por un lateral la mesa y ejercieron un poco de fuerza para volcarla en dirección al chico. Los cubiertos cayeron al suelo, y tomó rápidamente una de sus armas, lanzando un corte hacia la mesa. Consiguió dividirla en dos partes, y dio un salto desde su asiento tomando el plato de comida en el aire. Aterrizó encima de la barra del camarero, que estaba pasando un trapo sucio para limpiarla. Cruzó sus piernas y enfundó la espada con una sola mano, para más tarde coger una patata con los dedos índice y pulgar y llevársela a la boca. Miró a los hombres con aquellos vacíos, pero a la vez profundos, orbes incoloros, y les dijo con unos modales impecables:
- Vuelvan a sus asientos por favor, estoy intentando disfrutar de un festín de carne y patatas. Hacía mucho que no podía permitírmelo, así que agradeceré que no tengan en cuenta mi descortesía y me dejen en paz. En caso contrario, lo lamentarán – Con la voz sumamente tranquila, como si la situación estuviera totalmente controlada por su parte. La gente se le quedó mirando, pero a él poco le importaba. Tomó un trozo de carne pequeño y lo comió, tragó y se pasó la lengua por los labios. Estaba riquísimo.
Sin embargo, había un cliente en una de las mesas cercanas a la zona sur que no se mostraba tan contento como los demás. Apoyado en un sillón, comía un plato de carne para paliar el hambre que horas atrás había atenazado su estómago y hecho rugir. Su vestimenta desentonaba con cualquier otro hombre que pudiera estar por la zona, lo que era un claro indicativo de que no pertenecía a Syrup. Vestía unos pantalones de un color beige, que combinaban muy bien con sus botas marrones oscuras. Su camisa era blanca como su tez, y encima de ella portaba una chaqueta corta de un color marrón claro. Un equipo de ingeniería lo llevaba sujeto por varios arneses al cuerpo, oculto en su mayoría por una gran capa de color verde oscuro. Dos espadas colgaban de su parte derecha de la cadera, enfundadas en sus vainas oscuras. Su cara mostraba facciones serias y bien definidas, sensuales por llamarlas de algún modo. Pero lo que más llamaba la atención de su figura, eran sus dos orbes. De color "vacío" o despigmentado, se fijaban en todo lo que podía acontecer, no dejaban que nada se les escapase.
Su mano izquierda tomaba el tenedor, mientras que la derecha hacía lo propio con el cuchillo. Partió un trozo del filete y lo pinchó, para llevárselo a la boca y masticarlo cuidadosamente. Parecía tranquilo y taciturno, pero en verdad estaba alerta. Mostraba una expresión pacífica, pero a la vez podía ser tan fiero como un tigre de bengala. Él era un agente, y algunas personas que estaban disfrutando de la bebida y el juego lo sabían. Últimamente habían llegado rumores de que un espadachín cazaba a piratas por el mérito y la fama, y que se estaba ganando cierta reputación contra ellos. ¿Sería aquel joven, al que apodaban “The End”? ¿O solo sería una proyección muy parecida de él? Básicamente lo conocían por su frialdad y por el pelo oscuro que tenía peinado en una forma corta, pero muy pocos se querían acercar a averiguarlo. De repente, dos hombres dejaron de jugar a los dardos y se acercaron a la mesa del chico. Con muy malos modales, apoyaron sus manos en la mesa, y le miraron desprendiendo un olor a alcohol por la boca. Rápidamente comenzaron una conversación, aunque esta no duraría demasiado:
- ¿Eres tú el agente del que hablan los piratas del East Blue? Estás muy flacucho, seguro que te rompería cien huesos de un solo golpe ¡Hahaha! – Rió, soltando un poco de saliva debido a su brutal actuación de descortesía.
- Pero mírale, si está bien duchadito y se ha peinado su cabellera. Me parece a mí que es más un niño consentido que un monstruo de los de verdad, ¿no crees? – Dijo el segundo, acercando su cara a la del joven de ojos despigmentados y retándole visualmente.
El chico les dedicó una rápida mirada, en la que no mostró ningún sentimiento aparte de una pasividad sin límites. Tras cinco segundos de tener sus ojos clavados en aquellos personajes que se habían acercado con tan buena intención, volvió a bajar la vista hacia su plato, partiendo otro trozo de carne y diciendo antes de llevárselo a la boca, para proseguir con la comida que le habían cortado por unas tontas preguntas y difamaciones contra su persona:
- Discúlpenme, pero tengo hambre – Comentó, a la par que desviaba su mirada hacia la comida y metía el nuevo trozo de carne en su boca. Posteriormente pinchó una patata frita con su tenedor, y la masticó suficientes veces como para crear un ambiente distraído y que no tenía ningún interés en aquellos dos personajes semi-borrachos.
Pareció que tal falta de atención por parte del joven causó una furia indescriptible y fugaz en las almas de los hombres, que tomaron por un lateral la mesa y ejercieron un poco de fuerza para volcarla en dirección al chico. Los cubiertos cayeron al suelo, y tomó rápidamente una de sus armas, lanzando un corte hacia la mesa. Consiguió dividirla en dos partes, y dio un salto desde su asiento tomando el plato de comida en el aire. Aterrizó encima de la barra del camarero, que estaba pasando un trapo sucio para limpiarla. Cruzó sus piernas y enfundó la espada con una sola mano, para más tarde coger una patata con los dedos índice y pulgar y llevársela a la boca. Miró a los hombres con aquellos vacíos, pero a la vez profundos, orbes incoloros, y les dijo con unos modales impecables:
- Vuelvan a sus asientos por favor, estoy intentando disfrutar de un festín de carne y patatas. Hacía mucho que no podía permitírmelo, así que agradeceré que no tengan en cuenta mi descortesía y me dejen en paz. En caso contrario, lo lamentarán – Con la voz sumamente tranquila, como si la situación estuviera totalmente controlada por su parte. La gente se le quedó mirando, pero a él poco le importaba. Tomó un trozo de carne pequeño y lo comió, tragó y se pasó la lengua por los labios. Estaba riquísimo.
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Otro de los tantos viajes de la agente del Cipher Pol apodada la mujer Dolor, que raramente no caía de la manera más acople, por su inocente rostro al llevar este peculiar apodo. Objetivo, Isla de Syrup o Villa Syrup, eran más o menos las ocho de la noche cuando el barco finalmente arribó por suerte de buena manera este mediano lecho de tierra, donde la joven de cabellos sombra, iría por un poco de diversión. De un salto hacia fuera del barco, esta agradeciendo con una sonrisa de ojos entrecerrados y un pequeño saludo al barquero, salió disparada hacia el centro del pueblo. Para nuestra protagonista fue muy raro ver la cantidad de personas que se encontraban esa noche, además de que las ondas sonoras de “fiesta” se encontraban y provenían solamente de un lugar, otro bar, otro de los típicos lugares donde esta mujer, solía perderse y salirse de sí misma. Ebria, naturalmente.
El clima veraniego del lugar complementaba la felicidad de nuestra joven, haciéndola cada vez más acercarse al lugar donde la atención se estaba centrando en ella al llegar poco a poco. Las miradas de los hombres se empezaron a centrar en su esbelto cuerpo, asemejado a la “perfección” humana.
Su ropa además, era bastante atractiva y provocadora. Pero si se veía con apreciación, básicamente era lo mismo que siempre, con la mínima y llamativa diferencia, que solo traía un bikini bajo la chaqueta, y no la prenda color nube que siempre suele traer. Además de pantalones cortos, que llegan hasta debajo del trasero, al límite. Inusual pensando en la mentalidad de Eve, pero a ella siempre le gustó variar, o buscar… la moda.
Su expresión era tan rara que ni siquiera se daba cuenta de los piropos que provenían del medio, como si estuviera sorda, entró definitivamente al lugar. Llenísimo, ningún lugar en el cual ella podría sentarse. Buscó con la mirada, inocente, con su dedo de la mano derecha en la boca, aparentando ser como un bebé, para causar ese dominio mental a cualquier hombre. Como cualquier mujer estratega. Varios sujetos se pararon a ofrecerle lugar, pero ninguno logró decantar a la joven con sus caprichosos gustos sobre ellos, y hasta, nulos. Ofrecían flores, tragos, hasta noches de pasión, pero nada, nada, lograba hacer reaccionar ese pequeño corazón lleno de lujuria, que abarcaba ese hermoso cuerpo.
Apartando a todos los tipos con sus manos, procurando que su actual mochila donde traía sus otras vestimentas en caso de emergencia, no fuera víctima de un robo, pasó más al centro del bar a comparación de cómo estaba antes. Ahora, apreciaba con mejor vista la grata felicidad de la noche, con gente jugando, riendo, compartiendo y socializando. Todo propio de nuestra mujer, que también amaba pasar esos gratos ratos con la gente, o con las personas en sí.
El ambiente tenía una fragancia muy propia del alcohol, lo que denotaba que realmente sí se lo estaban pasando muy bien. Al girar un poco la mirada, notó como una gran acción, adrenalínica, tomó por completo la atención del lugar. Un joven, bastante atractivo por cierto, con una mirada vacía, seca y fría, , como la de ella, a Eve le llamaba mucho la atención, era como un hielo. Este mismo, después de un raro forcejeo de miradas y palabras, saltó hacia la barra del camarero, con tal de intimidar bastante a la gente del lugar. Esto para la joven cabellos de noche no fue para nada raro, de hecho, le encantaban este tipo de situaciones. Al mirar de manera más detenida, vio como la mesa estaba definitivamente partida en dos, cosa que llamó más la atención de la chica. Después de tal acción, ella, propia de sí misma, aplaudió de forma burlona, vociferando unas palabras que provocaron a la mayoría del lugar. Me encanta cuando doman a los monos del circo, bien hecho, The End, suena bien en ingles, pero no me acomoda- Ella conocía al muchacho, después de verlo con mejor ojo. Era conocido como The End, aunque Eve no tenía idea el por qué, solo había escuchado su apodo en las afueras de la CP, como alguien frívolo, parecido a nuestra protagonista.
Esto, fue un poco intimidante para los hombres que se disponían a atacar, o al menos eso parecía, nuevamente al chico de las espadas. Para girarse en dirección a Eve, y acosarla de una manera horrenda, y hasta, repugnante. Se acercaron a ella, lentamente, para uno de estos, colocar una de sus sucias manos en la cintura de la joven. Al parecer, estaban un poco borrachos.
Sin dejarse llevar por emociones tontas, la pelinegra tomó una de las espadas, más específicamente a Neptuno, para propinarle un golpe en la entrepierna con esta enfundada, al tipo que la tocó. Este golpe fue cargado con una gran velocidad, que hizo que el bastardo en cuestión, acabase en el suelo, noqueado. Riendo después de la acción, Eve volvió a colocar a Neptuno en su lugar, dirigiéndose con la mirada al chico, de su misma facción militar. –Vaya… se nota que no te dejaron comer, ¿te echo una mano?- en forma de reto, le gustaba provocar a los hombres, mofarlos, considerarlos en cierta manera, débiles, que fueran la mujer de la relación, la verdadera fémina, no era ella, si no que era lo opuesto en cuanto a fuerza. A carácter, y por sobre todo, actitud.
El clima veraniego del lugar complementaba la felicidad de nuestra joven, haciéndola cada vez más acercarse al lugar donde la atención se estaba centrando en ella al llegar poco a poco. Las miradas de los hombres se empezaron a centrar en su esbelto cuerpo, asemejado a la “perfección” humana.
Su ropa además, era bastante atractiva y provocadora. Pero si se veía con apreciación, básicamente era lo mismo que siempre, con la mínima y llamativa diferencia, que solo traía un bikini bajo la chaqueta, y no la prenda color nube que siempre suele traer. Además de pantalones cortos, que llegan hasta debajo del trasero, al límite. Inusual pensando en la mentalidad de Eve, pero a ella siempre le gustó variar, o buscar… la moda.
Su expresión era tan rara que ni siquiera se daba cuenta de los piropos que provenían del medio, como si estuviera sorda, entró definitivamente al lugar. Llenísimo, ningún lugar en el cual ella podría sentarse. Buscó con la mirada, inocente, con su dedo de la mano derecha en la boca, aparentando ser como un bebé, para causar ese dominio mental a cualquier hombre. Como cualquier mujer estratega. Varios sujetos se pararon a ofrecerle lugar, pero ninguno logró decantar a la joven con sus caprichosos gustos sobre ellos, y hasta, nulos. Ofrecían flores, tragos, hasta noches de pasión, pero nada, nada, lograba hacer reaccionar ese pequeño corazón lleno de lujuria, que abarcaba ese hermoso cuerpo.
Apartando a todos los tipos con sus manos, procurando que su actual mochila donde traía sus otras vestimentas en caso de emergencia, no fuera víctima de un robo, pasó más al centro del bar a comparación de cómo estaba antes. Ahora, apreciaba con mejor vista la grata felicidad de la noche, con gente jugando, riendo, compartiendo y socializando. Todo propio de nuestra mujer, que también amaba pasar esos gratos ratos con la gente, o con las personas en sí.
El ambiente tenía una fragancia muy propia del alcohol, lo que denotaba que realmente sí se lo estaban pasando muy bien. Al girar un poco la mirada, notó como una gran acción, adrenalínica, tomó por completo la atención del lugar. Un joven, bastante atractivo por cierto, con una mirada vacía, seca y fría, , como la de ella, a Eve le llamaba mucho la atención, era como un hielo. Este mismo, después de un raro forcejeo de miradas y palabras, saltó hacia la barra del camarero, con tal de intimidar bastante a la gente del lugar. Esto para la joven cabellos de noche no fue para nada raro, de hecho, le encantaban este tipo de situaciones. Al mirar de manera más detenida, vio como la mesa estaba definitivamente partida en dos, cosa que llamó más la atención de la chica. Después de tal acción, ella, propia de sí misma, aplaudió de forma burlona, vociferando unas palabras que provocaron a la mayoría del lugar. Me encanta cuando doman a los monos del circo, bien hecho, The End, suena bien en ingles, pero no me acomoda- Ella conocía al muchacho, después de verlo con mejor ojo. Era conocido como The End, aunque Eve no tenía idea el por qué, solo había escuchado su apodo en las afueras de la CP, como alguien frívolo, parecido a nuestra protagonista.
Esto, fue un poco intimidante para los hombres que se disponían a atacar, o al menos eso parecía, nuevamente al chico de las espadas. Para girarse en dirección a Eve, y acosarla de una manera horrenda, y hasta, repugnante. Se acercaron a ella, lentamente, para uno de estos, colocar una de sus sucias manos en la cintura de la joven. Al parecer, estaban un poco borrachos.
Sin dejarse llevar por emociones tontas, la pelinegra tomó una de las espadas, más específicamente a Neptuno, para propinarle un golpe en la entrepierna con esta enfundada, al tipo que la tocó. Este golpe fue cargado con una gran velocidad, que hizo que el bastardo en cuestión, acabase en el suelo, noqueado. Riendo después de la acción, Eve volvió a colocar a Neptuno en su lugar, dirigiéndose con la mirada al chico, de su misma facción militar. –Vaya… se nota que no te dejaron comer, ¿te echo una mano?- en forma de reto, le gustaba provocar a los hombres, mofarlos, considerarlos en cierta manera, débiles, que fueran la mujer de la relación, la verdadera fémina, no era ella, si no que era lo opuesto en cuanto a fuerza. A carácter, y por sobre todo, actitud.
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Tras haber realizado aquel malabarístico esquive del vuelco de la mesa de los personajes, el pelinegro cayó encima de la barra de la taberna con el plato en una de sus manos. Una vez que guardó la espada en su vaina correspondiente, siguió tomando comida a la par que respondía las afirmaciones de dichos hombres. La gente empezó a mirar, puesto que para unos aldeanos de Syrup, cualquier pelea era un acontecimiento raramente observable en la isla. Todos estaban acostumbrados a lo pacífico, y en cuanto algo se volvía un poco más candente, abrían los ojos como platos y afinaban la oreja para enterarse de todo lo que pasaba. Acercándose hacia los dos hombres, propinó un puñetazo a cada estómago de ellos, dejándolos inconscientes de un solo movimiento. Sus cuerpos cayeron al suelo, mientras que los orbes del espadachín se redirigían hacia la persona que había entrado recientemente y le había “felicitado” por aquella actuación de circo, como había catalogado. Entonces, la señorita le llamó por su apodo. Esta se vio rodeada por algún que otro borracho más, aunque lo separó a tiempo empleando sus espadas. La conocía, no era la primera vez que veía a semejante mujer en el mundo. Ambos pertenecían a la misma división del Cipher Pol, y eran considerados dos de los mejores reclutas que habían tenido en mucho tiempo. Por decirlo de alguna forma, eran como dos pequeñas promesas. Ante ello, respondió:
- Agradezco tu sinceridad, Itami, pero mi apodo no es algo que suela incomodar en demasía a las agentes del Gobierno, sino a los criminales. Como puedes ver, todavía no he terminado mi plato, así que darle una lección de modales a esos dos cavernícolas ha sido lo mejor – Dijo respetuoso y mirándole a los ojos en todo momento, sin volver a meter mano a su plato de comida. Pero en cuanto se hizo el silencio, tomó con el dedo índice y pulgar otra patata más, que llevó a su gaznate.
Ahora que se fijaba en la chica, apodada Itami, vestía de una forma un tanto peculiar. Unas calzonas muy pegadas a su trasero y demasiado cortas, a la par que un bikini que tapaba su parte delantera. Llevaba una mochila, por lo que supuso que tendría que llevar ropa de repuesto en aquel compartimento. Sus espadas eran bastante singulares, por lo que sus ojos relucieron al verlas. Era un pequeño obseso de las espadas, y eso lo había demostrado con creces desde que era pequeño. Volviendo a la realidad, terminó rápidamente su plato de comida y lo dejó encima de la mesa de la taberna. Tomó el vaso de bebida que anteriormente tomaba con tranquilidad y lo llevó a sus labios para verter el líquido que contenía en su garganta. Tragó y suspiró, había sido una deliciosa comida. Bajó al suelo entonces, mientras que movía su cuello hacia los lados y no reflejaba ningún sentimiento en su expresión facial. Aquella chica era guapa, pero algo le decía que no tenía que intentar intimar con ella. Era diferente de las demás, así que se comportó de una forma misteriosa y distante:
- No necesito ayuda, a los dos nos han entrenado de la misma forma. Ambos tenemos unas aptitudes parecidas, y creo que lo único en que nos diferenciamos es en el sexo – Comentó fríamente, mientras que la miraba directamente a aquellos oscuros orbes que tenía desde nacimiento. Otra diferencia más, el color de ojos, aunque esta era menos relevante por decirlo de algún modo.
Que hubiera un agente del Gobierno en aquella pacífica isla ya era toda una noticia para sus habitantes. Que hubiera dos, un horror y desconcierto para la población. Pero contra eso no podía hacerse nada. Es más, el propio pelinegro había sido enviado personalmente para hacer una revisión de los criminales que pudiera haber escondidos por los alrededores. Por ende, la llegada de la agente Itami solo volvería su trabajo más fácil, así que no lo rechazaría. Sería muy tonto por su parte el hacerlo. Así que allí de pie, enfrente de la señorita de cierta picardía en su expresión, no bajó su mirada de sus orbes. Podía considerarse un caballero, así que mirar sus partes femeninas solo la enfadaría más, y trabajar con una fiera tal vez sería un plato duro de roer. Comenzó a hablar con tranquilidad, mientras que se daba la vuelta y miraba la situación de la taberna:
- ¿Con qué cometido te han enviado? ¿Has llegado para hacer la ronda de revisión en los alrededores de Syrup? ¿O estás aquí por simple ocio y entretenimiento? – Le dijo. La habitación en la que se encontraban se había quedado muda al ver la reacción del chico y la chica con los borrachos de aquellos lares. El descubrimiento de que eran unos agentes del Gobierno a tan temprana edad les sorprendió, por lo que tendrían que actuar con cautela para no llamar la atención de los criminales que hubiera por allí y dejarles huir.
El agente Jaeger cruzó los brazos por delante de su pecho, mirando con aquellos fríos ojos a la clientela de la taberna. Todos se mostraron reacios y desviaron su mirada para no encontrarse en un contacto visual con el chico, volviendo a sus bebidas o platos de comida. Así, cuando vio que la situación estaba un poco más tranquila, giró su cabeza y se enfocó en la agente Itami, mirándola directamente y con el gesto imperturbable. Estaba esperando las respuestas a las preguntas que había lanzado con anterioridad. Si todo salía bien, tal vez esbozase una sonrisa. Si no salía como él quería, tendría que volver a insistir hasta resolver sus dudas mentales. Incluso podría preguntarle el nombre más adelante, o mostrarle el suyo abiertamente. Tenía que fomentar las relaciones con sus compañeros del Cipher Pol… Y aquella señorita podía ser una baza muy buena para su futuro.
- Agradezco tu sinceridad, Itami, pero mi apodo no es algo que suela incomodar en demasía a las agentes del Gobierno, sino a los criminales. Como puedes ver, todavía no he terminado mi plato, así que darle una lección de modales a esos dos cavernícolas ha sido lo mejor – Dijo respetuoso y mirándole a los ojos en todo momento, sin volver a meter mano a su plato de comida. Pero en cuanto se hizo el silencio, tomó con el dedo índice y pulgar otra patata más, que llevó a su gaznate.
Ahora que se fijaba en la chica, apodada Itami, vestía de una forma un tanto peculiar. Unas calzonas muy pegadas a su trasero y demasiado cortas, a la par que un bikini que tapaba su parte delantera. Llevaba una mochila, por lo que supuso que tendría que llevar ropa de repuesto en aquel compartimento. Sus espadas eran bastante singulares, por lo que sus ojos relucieron al verlas. Era un pequeño obseso de las espadas, y eso lo había demostrado con creces desde que era pequeño. Volviendo a la realidad, terminó rápidamente su plato de comida y lo dejó encima de la mesa de la taberna. Tomó el vaso de bebida que anteriormente tomaba con tranquilidad y lo llevó a sus labios para verter el líquido que contenía en su garganta. Tragó y suspiró, había sido una deliciosa comida. Bajó al suelo entonces, mientras que movía su cuello hacia los lados y no reflejaba ningún sentimiento en su expresión facial. Aquella chica era guapa, pero algo le decía que no tenía que intentar intimar con ella. Era diferente de las demás, así que se comportó de una forma misteriosa y distante:
- No necesito ayuda, a los dos nos han entrenado de la misma forma. Ambos tenemos unas aptitudes parecidas, y creo que lo único en que nos diferenciamos es en el sexo – Comentó fríamente, mientras que la miraba directamente a aquellos oscuros orbes que tenía desde nacimiento. Otra diferencia más, el color de ojos, aunque esta era menos relevante por decirlo de algún modo.
Que hubiera un agente del Gobierno en aquella pacífica isla ya era toda una noticia para sus habitantes. Que hubiera dos, un horror y desconcierto para la población. Pero contra eso no podía hacerse nada. Es más, el propio pelinegro había sido enviado personalmente para hacer una revisión de los criminales que pudiera haber escondidos por los alrededores. Por ende, la llegada de la agente Itami solo volvería su trabajo más fácil, así que no lo rechazaría. Sería muy tonto por su parte el hacerlo. Así que allí de pie, enfrente de la señorita de cierta picardía en su expresión, no bajó su mirada de sus orbes. Podía considerarse un caballero, así que mirar sus partes femeninas solo la enfadaría más, y trabajar con una fiera tal vez sería un plato duro de roer. Comenzó a hablar con tranquilidad, mientras que se daba la vuelta y miraba la situación de la taberna:
- ¿Con qué cometido te han enviado? ¿Has llegado para hacer la ronda de revisión en los alrededores de Syrup? ¿O estás aquí por simple ocio y entretenimiento? – Le dijo. La habitación en la que se encontraban se había quedado muda al ver la reacción del chico y la chica con los borrachos de aquellos lares. El descubrimiento de que eran unos agentes del Gobierno a tan temprana edad les sorprendió, por lo que tendrían que actuar con cautela para no llamar la atención de los criminales que hubiera por allí y dejarles huir.
El agente Jaeger cruzó los brazos por delante de su pecho, mirando con aquellos fríos ojos a la clientela de la taberna. Todos se mostraron reacios y desviaron su mirada para no encontrarse en un contacto visual con el chico, volviendo a sus bebidas o platos de comida. Así, cuando vio que la situación estaba un poco más tranquila, giró su cabeza y se enfocó en la agente Itami, mirándola directamente y con el gesto imperturbable. Estaba esperando las respuestas a las preguntas que había lanzado con anterioridad. Si todo salía bien, tal vez esbozase una sonrisa. Si no salía como él quería, tendría que volver a insistir hasta resolver sus dudas mentales. Incluso podría preguntarle el nombre más adelante, o mostrarle el suyo abiertamente. Tenía que fomentar las relaciones con sus compañeros del Cipher Pol… Y aquella señorita podía ser una baza muy buena para su futuro.
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Su respuesta fue tan acertada como yo imaginaba, era tan parecido y tan diferente a la vez a mí, ese tipo, The End, traía mucho consigo. Era bastante misterioso. Agradeciéndome, no sé si de manera sarcástica o real, con su tono vacío de voz, me hacía dudar muchísimo, en cuanto a sus declaraciones. “Darles una lección de modales”, no se me había pasado por la cabeza, para mí solo fue joderles el momento y ya, pensamiento erróneo de parte del muchacho. Me simpatizaba, sobre todo por portar espadas, que era lo que más me llamó la atención de este agente pelinegro de la Cipher Pol.
Mientras apreciaba como se llevaba otro bocado más de alimento al paladar, este paró, haciendo un movimiento ligero para despedirse de su actual lugar. Sin antes, darle un sorbo suave a su bebida. Ya me estaba dando sed. Con esa mirada tan fría como la noche en el desierto, se levantó, moviendo su cabeza horizontalmente de lado a lado, cesando del silencio y musitándome una pequeña frase. Él, propio de un agente de tal calibre, mencionó que no necesitaba ayuda, mala opción que ha elegido. Para mí, es importante llevar una buena relación de trabajo, más si mi compañero actual es un dominante de los filos como yo, se ganaba el crédito, el respeto y el honor que conferiría portar una espada.
Tétrica mirada, bastante como para hacerme sentir un poco acosada y hasta asustada. Escasas veces alguien lograba hacerme sentir así, de hecho, eran nulas. Ya era un rival fuerte, que merecía totalmente mi atención.
Pensaba, rápidamente en la reacción de la gente. No tenía idea si nos conocían, o si asemejaban nuestros rostros a la justicia absoluta del gobierno. Solo, que nuestras presencias hacían que la tensión dominara el medio, y más si recién lleváramos a cabo esa acojonante acción. Pero al fin y al cabo, no habría problemas conmigo, al menos conmigo. Solo vine por diversión, nada más. Al poco paso de los segundos, puso si mirada fija en mí, para preguntarme… el porqué, estaba aquí. Seguramente él pensaba que me enviaron a una misión, o algo similar. Hasta que, algo llamó de manera monstruosa mi atención, y fue lo de la “ronda de revisión”. Nadie me había informado nada, ni encomendado nada. Bastante extraño a mi parecer, siempre se me solicitaba en casos de revisar pueblos, para interrogar o cosas que no pueden ser llevadas por agentes normales, como las torturas, para gente de mente… bizarra.
Silencio, otorgado por la gente del lugar, aumentaba cada vez más la tensión en mí, la duda y la incertidumbre de tales palabras. Ya quería saber qué tramaba el Gorosei, o simplemente qué sorpresas traería esta dichosa isla, que ni imaginaba, tenía algo tan no convencional. Al parecer, se habían dado cuenta de nuestro rango militar, de nuestra posición en la jerarquía mundial. Más les vale, no entrometerse en esa interesante charla.
Más firme de lo común, me propuse a responder con decisión, y total sinceridad, una mentira nunca fue bien vista, y menos proviniendo de mis finos labios. Suspiré tenuemente, para cerrar el puño y toser un poco en él, a modo de introducción –Ajam, verás, estoy aquí simplemente por ocio, nada especial. Pero, ahora que me has desvelado esa información, no te dejaré en paz hasta que me reveles todo lo que pasa, ¿entendido?- arqueando una ceja, retándolo de dicho modo. Siempre he sido muy mofa para este tipo de cosas, y nunca me quedaría atrás si se trata de trabajar para el gobierno, ni mucho menos, en compañía de alguien tan épico de personalidad.
Caminé a su alrededor, rodeándole, con las manos en la cintura, rozando las espadas gemelas con delicadeza. Una caminata, ¿para qué?, para ver si era tan simpático como creía, le estaría simplemente probando. Un bocado del sublime gourmet que tenía delante de mí, que destaca por sobre el resto.
-Y dime, ¿Cuál es tu verdadero nombre?, me ansía saberlo- en un tono un poco sarcástico, estaba a unos centímetros de su oído izquierdo, por donde había caminado brevemente. Giré la mirada hacia la gente del lugar, aún extrañada. Otros miraban por el rabillo del ojo, otros simplemente echaban una ojeada, pensando que no me daría cuenta de su actitud. Sonreí, de manera pícara, riendo de forma silenciosa, cerrando un poco los ojos en dirección al suelo. Puse mi mano en uno de los hombros de The End, se me había ocurrido algo mejor que esto, para no estar tan… limitados. –Deberíamos irnos, entiendes la situación, ¿no?, salgamos de aquí, cuéntame afuera- y procedí automáticamente a marcharme, sin preguntarle ni mirarle a la cara, ya que estaba a su espalda. El tipo aún se recuperaba del golpe, ni eso, solo parecía agonizar, naturalmente. Contemplé algunas caras miedosas al estar dirigiéndome hacia el exterior del lugar, pues ya no les molestaría más, ahora, empezaba lo bueno.
-Pobres imbéciles- pensé, ya llegando a las afueras del bar.
Mientras apreciaba como se llevaba otro bocado más de alimento al paladar, este paró, haciendo un movimiento ligero para despedirse de su actual lugar. Sin antes, darle un sorbo suave a su bebida. Ya me estaba dando sed. Con esa mirada tan fría como la noche en el desierto, se levantó, moviendo su cabeza horizontalmente de lado a lado, cesando del silencio y musitándome una pequeña frase. Él, propio de un agente de tal calibre, mencionó que no necesitaba ayuda, mala opción que ha elegido. Para mí, es importante llevar una buena relación de trabajo, más si mi compañero actual es un dominante de los filos como yo, se ganaba el crédito, el respeto y el honor que conferiría portar una espada.
Tétrica mirada, bastante como para hacerme sentir un poco acosada y hasta asustada. Escasas veces alguien lograba hacerme sentir así, de hecho, eran nulas. Ya era un rival fuerte, que merecía totalmente mi atención.
Pensaba, rápidamente en la reacción de la gente. No tenía idea si nos conocían, o si asemejaban nuestros rostros a la justicia absoluta del gobierno. Solo, que nuestras presencias hacían que la tensión dominara el medio, y más si recién lleváramos a cabo esa acojonante acción. Pero al fin y al cabo, no habría problemas conmigo, al menos conmigo. Solo vine por diversión, nada más. Al poco paso de los segundos, puso si mirada fija en mí, para preguntarme… el porqué, estaba aquí. Seguramente él pensaba que me enviaron a una misión, o algo similar. Hasta que, algo llamó de manera monstruosa mi atención, y fue lo de la “ronda de revisión”. Nadie me había informado nada, ni encomendado nada. Bastante extraño a mi parecer, siempre se me solicitaba en casos de revisar pueblos, para interrogar o cosas que no pueden ser llevadas por agentes normales, como las torturas, para gente de mente… bizarra.
Silencio, otorgado por la gente del lugar, aumentaba cada vez más la tensión en mí, la duda y la incertidumbre de tales palabras. Ya quería saber qué tramaba el Gorosei, o simplemente qué sorpresas traería esta dichosa isla, que ni imaginaba, tenía algo tan no convencional. Al parecer, se habían dado cuenta de nuestro rango militar, de nuestra posición en la jerarquía mundial. Más les vale, no entrometerse en esa interesante charla.
Más firme de lo común, me propuse a responder con decisión, y total sinceridad, una mentira nunca fue bien vista, y menos proviniendo de mis finos labios. Suspiré tenuemente, para cerrar el puño y toser un poco en él, a modo de introducción –Ajam, verás, estoy aquí simplemente por ocio, nada especial. Pero, ahora que me has desvelado esa información, no te dejaré en paz hasta que me reveles todo lo que pasa, ¿entendido?- arqueando una ceja, retándolo de dicho modo. Siempre he sido muy mofa para este tipo de cosas, y nunca me quedaría atrás si se trata de trabajar para el gobierno, ni mucho menos, en compañía de alguien tan épico de personalidad.
Caminé a su alrededor, rodeándole, con las manos en la cintura, rozando las espadas gemelas con delicadeza. Una caminata, ¿para qué?, para ver si era tan simpático como creía, le estaría simplemente probando. Un bocado del sublime gourmet que tenía delante de mí, que destaca por sobre el resto.
-Y dime, ¿Cuál es tu verdadero nombre?, me ansía saberlo- en un tono un poco sarcástico, estaba a unos centímetros de su oído izquierdo, por donde había caminado brevemente. Giré la mirada hacia la gente del lugar, aún extrañada. Otros miraban por el rabillo del ojo, otros simplemente echaban una ojeada, pensando que no me daría cuenta de su actitud. Sonreí, de manera pícara, riendo de forma silenciosa, cerrando un poco los ojos en dirección al suelo. Puse mi mano en uno de los hombros de The End, se me había ocurrido algo mejor que esto, para no estar tan… limitados. –Deberíamos irnos, entiendes la situación, ¿no?, salgamos de aquí, cuéntame afuera- y procedí automáticamente a marcharme, sin preguntarle ni mirarle a la cara, ya que estaba a su espalda. El tipo aún se recuperaba del golpe, ni eso, solo parecía agonizar, naturalmente. Contemplé algunas caras miedosas al estar dirigiéndome hacia el exterior del lugar, pues ya no les molestaría más, ahora, empezaba lo bueno.
-Pobres imbéciles- pensé, ya llegando a las afueras del bar.
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El espadachín se fijó en que la agente Itami también portaba dos espadas. Ambos eran muy parecidos: pertenecían a la División Especial del Gobierno, tenían el pelo negro, habían recibido el mismo entrenamiento, usaban dos espadas cada uno, se mostraban superiores a la gente normal, y tenían un sentido de la frialdad y la justicia que muy pocas personas en el mundo soportarían llevar sobre sus hombros. Por decirlo de algún modo, ambos eran super-soldados criados desde una edad manejable para alcanzar un fin común: la Justicia Absoluta. La mirada de Reiner se encontró con la de la chica, perdiéndose nuevamente en aquellos dos orbes negruzcos que tenía. Daba la sensación de que si seguía mirando, terminaría siendo absorbido por ella, pero no era algo que temiera. Aguantó la mirada y siguió “descifrándola”, por llamarlo de alguna forma, al igual que ella hacía con él. Por lo visto, se encontraban emocionantes y misteriosos el uno al otro.
La joven se mostró preparada para hablar, y le comentó que había ido a la isla únicamente para divertirse, pero que sentía cierta intriga por conocer el motivo por el cual le habían mandado a él. Como toda buena agente, su determinación no le impediría irse de la taberna hasta que conociera tal información, por lo que “The End” no dudó ni un instante en contárselo. Sabía que era del Gobierno, no una espía o traidora, por lo que como compañera de División, merecía conocer los detalles necesarios del trabajo a realizar:
– El Cipher Pol 1 fue informado de actividades de contrabando en las orillas de Syrup – Su voz era como un témpano de hielo resquebrajándose, nada agradable y cálido. – Así que como comprenderás, debían enviar a alguien que desarticulase dicha banda del mercado negro. Los informes recientes apuntan a que se reúnen en una cala al suroeste de la isla, donde hay algunos barcos que naufragaron tiempo atrás, despedazados y hundidos en el mar… Las fuentes son fiables, o al menos eso es lo que he podido comprobar desde que estoy aquí – Hizo un descanso para tomar un respiro, prosiguiendo nuevamente y terminando aquella conversación. – Sin embargo, no he dado todavía con los traficantes, parece que solo se reúnen cada cierto tiempo y a unas horas altas de la noche. Dio la casualidad de que estaba en una isla cercana cuando brotó la noticia, así que me enviaron rápidamente para corroborarlo y hacer algo al respecto – Terminó de decir.
El agente irguió su espalda y dio unos pasos por la sala, cerciorándose de que la situación había vuelto a la normalidad y la clientela dejaba de mostrarse sorprendida. Fue entonces cuando la agente Itami empezó a dar vueltas alrededor de él, como si buscase algo en específico. Reiner se quedó estático, y simplemente la siguió con la mirada hasta perderla de vista en su espalda, para luego recuperar el contacto visual cuando la tuvo en vista. Incluso llegó a acercarse tanto que se ruborizó un poco, pero mantuvo la compostura como la persona fría y calculadora que era. Se acercó aún más a su oído izquierdo, preguntándole acerca de su nombre verdadero, cosa que muy pocas personas sabían. La mayoría le llamaban por sus apodos, “Rei” o “The End”, pero casi nadie sabía a ciencia cierta el nombre completo del chico, salvo los cargos superiores. El contacto del aliento de la chica con el oído de Reiner le hizo suspirar durante un momento, apartando la mirada para no encontrarse con la de ella. Lo que menos quería en ese momento era mostrar un signo de debilidad, pero le perdían las chicas y controlarse era muy complicado teniendo una tan atractiva como ella tan cerca. Cerró los ojos para relajarse, y posteriormente se giró hasta quedar a escasos centímetros de ella, frontalmente. Bastaría un paso adelante para que ambos cuerpos se tocasen, pero el joven no era tan fácil de conseguir. Simplemente, decidió sincerarse con la chica, aunque no le contaría toda la verdad acerca de él. Todo esto, claro, con un premio por su parte:
– Me llamo Reiner, pero mi apellido lo seguiré manteniendo oculto. Considérate afortunada, muy pocos conocen mi identidad – Le dijo, arqueando la espalda un poco hacia adelante para quedar los dos a la misma altura. Sus caras estaban tan cerca que respirar el perfume de Itami era algo tan sencillo como ver la luz del Sol, y sus fosas nasales agradecieron tal perfume entre la cerveza, comida y olor a madera de la taberna. Un pequeño respiro para su persona. Pronto, decidió realizar la misma pregunta que ella, pues llamar a una persona que es compañera de trabajo por un mísero apodo no es la forma que tenía Reiner de trabajar. – ¿Y tu nombre es? – Alzando la ceja, viendo si la chica era capaz de sincerarse o no.
Sin embargo, antes de que le respondiera, esta puso una mano en su hombro y le comentó que sería mejor irse del lugar. Asintió, puesto que estaba de acuerdo en que prolongar más su presencia allí dentro solo recordaría a los lugareños que habían reducido a dos hombres borrachos con una facilidad innata. Tal vez sintieran miedo, así que lo mejor sería irse. Siendo Itami la que comandaba la marcha, ambos terminaron por salir del lugar, una vez que Reiner pagó al tabernero el importe exacto de su cena. El paisaje de afuera era bastante corriente y rústico, pero no por ello triste. Largas praderas verdes se extendían hasta más allá donde la vista alcanzaba, y varios caminos de tierra señalaban las distintas rutas a tomar. Había árboles cada cierta distancia, y las casas eran demasiado agradables para mantener una vida tranquila. La noche había caído sobre sus cabezas, y la Luna era la Reina aquella noche. Sus rayos lunares se reflejaron en ambos cuerpos, dando una belleza aún más portentosa a la agente que le acompañaba. Se veía con una Diosa, bañada en aquellos haces. Pero él estaba de trabajo, y la seriedad y responsabilidad eran dos características que siempre tenía consigo:
– ¿Vas a venir conmigo a la cala de los naufragios? ¿O es aquí donde termina nuestro encuentro, sin saber siquiera tu nombre? – Volvió a replantear la pregunta, apoyando sus dos manos en los mangos de las espadas, mientras que su capa de color verde hoja se ondeaba un poco por un viento nocturno que sacudió la isla de Syrup. La mirada de Reiner, misteriosa e incolora, no se apartaba de la de Itami. Sus labios carnosos relucían bajo la Luna, y por primera vez se sintió un poco atraído por ella. Qué lástima que fuera una compañera de trabajo, y no de amorío.
La joven se mostró preparada para hablar, y le comentó que había ido a la isla únicamente para divertirse, pero que sentía cierta intriga por conocer el motivo por el cual le habían mandado a él. Como toda buena agente, su determinación no le impediría irse de la taberna hasta que conociera tal información, por lo que “The End” no dudó ni un instante en contárselo. Sabía que era del Gobierno, no una espía o traidora, por lo que como compañera de División, merecía conocer los detalles necesarios del trabajo a realizar:
– El Cipher Pol 1 fue informado de actividades de contrabando en las orillas de Syrup – Su voz era como un témpano de hielo resquebrajándose, nada agradable y cálido. – Así que como comprenderás, debían enviar a alguien que desarticulase dicha banda del mercado negro. Los informes recientes apuntan a que se reúnen en una cala al suroeste de la isla, donde hay algunos barcos que naufragaron tiempo atrás, despedazados y hundidos en el mar… Las fuentes son fiables, o al menos eso es lo que he podido comprobar desde que estoy aquí – Hizo un descanso para tomar un respiro, prosiguiendo nuevamente y terminando aquella conversación. – Sin embargo, no he dado todavía con los traficantes, parece que solo se reúnen cada cierto tiempo y a unas horas altas de la noche. Dio la casualidad de que estaba en una isla cercana cuando brotó la noticia, así que me enviaron rápidamente para corroborarlo y hacer algo al respecto – Terminó de decir.
El agente irguió su espalda y dio unos pasos por la sala, cerciorándose de que la situación había vuelto a la normalidad y la clientela dejaba de mostrarse sorprendida. Fue entonces cuando la agente Itami empezó a dar vueltas alrededor de él, como si buscase algo en específico. Reiner se quedó estático, y simplemente la siguió con la mirada hasta perderla de vista en su espalda, para luego recuperar el contacto visual cuando la tuvo en vista. Incluso llegó a acercarse tanto que se ruborizó un poco, pero mantuvo la compostura como la persona fría y calculadora que era. Se acercó aún más a su oído izquierdo, preguntándole acerca de su nombre verdadero, cosa que muy pocas personas sabían. La mayoría le llamaban por sus apodos, “Rei” o “The End”, pero casi nadie sabía a ciencia cierta el nombre completo del chico, salvo los cargos superiores. El contacto del aliento de la chica con el oído de Reiner le hizo suspirar durante un momento, apartando la mirada para no encontrarse con la de ella. Lo que menos quería en ese momento era mostrar un signo de debilidad, pero le perdían las chicas y controlarse era muy complicado teniendo una tan atractiva como ella tan cerca. Cerró los ojos para relajarse, y posteriormente se giró hasta quedar a escasos centímetros de ella, frontalmente. Bastaría un paso adelante para que ambos cuerpos se tocasen, pero el joven no era tan fácil de conseguir. Simplemente, decidió sincerarse con la chica, aunque no le contaría toda la verdad acerca de él. Todo esto, claro, con un premio por su parte:
– Me llamo Reiner, pero mi apellido lo seguiré manteniendo oculto. Considérate afortunada, muy pocos conocen mi identidad – Le dijo, arqueando la espalda un poco hacia adelante para quedar los dos a la misma altura. Sus caras estaban tan cerca que respirar el perfume de Itami era algo tan sencillo como ver la luz del Sol, y sus fosas nasales agradecieron tal perfume entre la cerveza, comida y olor a madera de la taberna. Un pequeño respiro para su persona. Pronto, decidió realizar la misma pregunta que ella, pues llamar a una persona que es compañera de trabajo por un mísero apodo no es la forma que tenía Reiner de trabajar. – ¿Y tu nombre es? – Alzando la ceja, viendo si la chica era capaz de sincerarse o no.
Sin embargo, antes de que le respondiera, esta puso una mano en su hombro y le comentó que sería mejor irse del lugar. Asintió, puesto que estaba de acuerdo en que prolongar más su presencia allí dentro solo recordaría a los lugareños que habían reducido a dos hombres borrachos con una facilidad innata. Tal vez sintieran miedo, así que lo mejor sería irse. Siendo Itami la que comandaba la marcha, ambos terminaron por salir del lugar, una vez que Reiner pagó al tabernero el importe exacto de su cena. El paisaje de afuera era bastante corriente y rústico, pero no por ello triste. Largas praderas verdes se extendían hasta más allá donde la vista alcanzaba, y varios caminos de tierra señalaban las distintas rutas a tomar. Había árboles cada cierta distancia, y las casas eran demasiado agradables para mantener una vida tranquila. La noche había caído sobre sus cabezas, y la Luna era la Reina aquella noche. Sus rayos lunares se reflejaron en ambos cuerpos, dando una belleza aún más portentosa a la agente que le acompañaba. Se veía con una Diosa, bañada en aquellos haces. Pero él estaba de trabajo, y la seriedad y responsabilidad eran dos características que siempre tenía consigo:
– ¿Vas a venir conmigo a la cala de los naufragios? ¿O es aquí donde termina nuestro encuentro, sin saber siquiera tu nombre? – Volvió a replantear la pregunta, apoyando sus dos manos en los mangos de las espadas, mientras que su capa de color verde hoja se ondeaba un poco por un viento nocturno que sacudió la isla de Syrup. La mirada de Reiner, misteriosa e incolora, no se apartaba de la de Itami. Sus labios carnosos relucían bajo la Luna, y por primera vez se sintió un poco atraído por ella. Qué lástima que fuera una compañera de trabajo, y no de amorío.
Evangelina von Steinhell
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Fortaleza
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Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
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Akuma no mi
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Su respuesta a mi anterior… acotación, fue respondida con éxito y de una manera tan concisa que alegraba su manera de decirme las cosas. Supe, que al final, Syrup era casa de una estrecha investigación. Según él, no había problemas con las fuentes de las cuales se informó, y por el hecho de haberlo comprobado. Me interesó, bastante. No le diría nada hasta llegar a las afueras del lugar, para tener más privacidad, o alguien podría escucharnos y causar un lío sin remedio.
Y otra de mis preguntas fue respondida con sinceridad, el saber su nombre. Siempre me fue imprescindible para poder relacionarme con una persona, puede que sea un método muy… cuadrado, pero realmente, era mi forma de socializar. Solo sonreí, todo lo respondería en las afueras, nada más que eso. Al irme, alcancé a escuchar levemente una contra pregunta, la misma que le hice yo, a lo mejor él quería averiguar más de mí, cosa que me pareció muy galán, a mi parecer. Su forma de hablar era única, y hacía recorrer mi fría sangre hasta el punto de dejarla sin aliento, sin manera de contrarrestar algún sentimiento o similares. No bastó después de eso para definitivamente salir del lugar. Este, aunque no me había dado cuenta en mi llegada, era bastante amplio. Nada fuera de lo común, caminos, árboles, todo lo que necesitaba un medio para ser lo bastante cómodo como para alojar a esas tiernas casas, de apariencia hogareña. Suspiré un poco, aspirando levemente el limpio aire del lugar, dejando de lado la fragancia a alcohol, tabaco y otros que había dentro del bar. Era definitivamente, otro toque.
La brisa pasaba por cada centímetro de mi blanca piel, en un silencio eterno. Hasta que, esa seria voz, frívola, que me hacía decantarme por escuchar a una persona, cosa que no era común en mí, hizo su aparición sónica estelar. Una invitación, indirecta. Ir con él, o dejarlo hasta aquí. No fue una decisión tan compleja, por algo había preguntado sobre lo que pasaba en la isla, y el porqué él estaba en este lugar tan raro.
Me puse erguida, crucé de brazos y arqueé una ceja, mirándolo fijamente, nunca quitando el contacto visual, que era clave en esta relación. –Primero… gracias, por desvelarme esa información- caminando un poco, hacia donde estaba él, ahora quitando la mirada y cerrando los ojos suavemente –Me llamo Eve, es un placer enorme conocerte, Reiner- y al momento, desenfundé a Neptuno, con la mano derecha, rápidamente para ponerla en el cuello del pelinegro, dejando la punta de la espada a un centímetro de su manzana de Adán. Volviendo a mirarle, seriamente –Pues claro que iré, ¿no veías mis ganas en mi expresión?- riendo un poco –Contigo, siento unas ganas excitantes de cortar una cabeza, no me decepciones, Reiner- sacando el filo de su cuello, enfundando a Neptuno nuevamente.
Miré hacia el cielo, dejando que nuevamente el tenue viento mueva mis cabellos, ondeándolos, como una bandera recién inaugurada. Puse mi vista y punto de atención en la luna, me traía bastantes recuerdos, no buenos, por cierto. Hasta que dimití de seguir apreciándola, volviendo al juego. Puse mi vista en Reiner, agregando algo.
-¿Qué dices?- de cierta forma, retándolo, si él no me quería consigo en la operación, igualmente iría, con o sin su aprobación, nunca me perdería una circunstancia así, ni menos, si podía satisfacer mis necesidades sádicas, y más si es por el gobierno por el cual trabajo día a día, fortaleciéndome, ganando experiencias y grandes sentimientos de por sí. Estaba lista y preparada para cualquier encrucijada, nada pararía a Itami, dueña del dolor, de muchos de los malos sentimientos en cualquier bandido bastardo de por ahí. El que se metiera en mi camino, acabaría sufriendo, o simplemente, decapitado. La mejor solución a un hablador, o a un buscapleitos. Simple, tan placentera como el comer chocolate, hasta se podrían comparar.
Y otra de mis preguntas fue respondida con sinceridad, el saber su nombre. Siempre me fue imprescindible para poder relacionarme con una persona, puede que sea un método muy… cuadrado, pero realmente, era mi forma de socializar. Solo sonreí, todo lo respondería en las afueras, nada más que eso. Al irme, alcancé a escuchar levemente una contra pregunta, la misma que le hice yo, a lo mejor él quería averiguar más de mí, cosa que me pareció muy galán, a mi parecer. Su forma de hablar era única, y hacía recorrer mi fría sangre hasta el punto de dejarla sin aliento, sin manera de contrarrestar algún sentimiento o similares. No bastó después de eso para definitivamente salir del lugar. Este, aunque no me había dado cuenta en mi llegada, era bastante amplio. Nada fuera de lo común, caminos, árboles, todo lo que necesitaba un medio para ser lo bastante cómodo como para alojar a esas tiernas casas, de apariencia hogareña. Suspiré un poco, aspirando levemente el limpio aire del lugar, dejando de lado la fragancia a alcohol, tabaco y otros que había dentro del bar. Era definitivamente, otro toque.
La brisa pasaba por cada centímetro de mi blanca piel, en un silencio eterno. Hasta que, esa seria voz, frívola, que me hacía decantarme por escuchar a una persona, cosa que no era común en mí, hizo su aparición sónica estelar. Una invitación, indirecta. Ir con él, o dejarlo hasta aquí. No fue una decisión tan compleja, por algo había preguntado sobre lo que pasaba en la isla, y el porqué él estaba en este lugar tan raro.
Me puse erguida, crucé de brazos y arqueé una ceja, mirándolo fijamente, nunca quitando el contacto visual, que era clave en esta relación. –Primero… gracias, por desvelarme esa información- caminando un poco, hacia donde estaba él, ahora quitando la mirada y cerrando los ojos suavemente –Me llamo Eve, es un placer enorme conocerte, Reiner- y al momento, desenfundé a Neptuno, con la mano derecha, rápidamente para ponerla en el cuello del pelinegro, dejando la punta de la espada a un centímetro de su manzana de Adán. Volviendo a mirarle, seriamente –Pues claro que iré, ¿no veías mis ganas en mi expresión?- riendo un poco –Contigo, siento unas ganas excitantes de cortar una cabeza, no me decepciones, Reiner- sacando el filo de su cuello, enfundando a Neptuno nuevamente.
Miré hacia el cielo, dejando que nuevamente el tenue viento mueva mis cabellos, ondeándolos, como una bandera recién inaugurada. Puse mi vista y punto de atención en la luna, me traía bastantes recuerdos, no buenos, por cierto. Hasta que dimití de seguir apreciándola, volviendo al juego. Puse mi vista en Reiner, agregando algo.
-¿Qué dices?- de cierta forma, retándolo, si él no me quería consigo en la operación, igualmente iría, con o sin su aprobación, nunca me perdería una circunstancia así, ni menos, si podía satisfacer mis necesidades sádicas, y más si es por el gobierno por el cual trabajo día a día, fortaleciéndome, ganando experiencias y grandes sentimientos de por sí. Estaba lista y preparada para cualquier encrucijada, nada pararía a Itami, dueña del dolor, de muchos de los malos sentimientos en cualquier bandido bastardo de por ahí. El que se metiera en mi camino, acabaría sufriendo, o simplemente, decapitado. La mejor solución a un hablador, o a un buscapleitos. Simple, tan placentera como el comer chocolate, hasta se podrían comparar.
- OFF:
- Disculpa la demora Dx, problemas personales de no poder rolear T_T
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