[Rol libre] El frío del blanco eterno. (Garland, Arabel, Krauser y Bael)

Me encontraba en el reino de Sakura, un lugar donde siempre azotaba el frío y el paisaje no dejaba ver muchos más colores que el blanco de la nieve, posada sobre cualquier lugar. Llevaba un abrigo que me cubría por completo, casi hasta los pies, de color marrón y con pelaje en el cuello y en la parte de abajo, del mismo color, pero con un tono bastante más claro, y aún así, tenía algo de frío, pero era soportable, y más cuando llevaba 50 años sirviendo a la marina, no podía quedarme ahora de un clima que no me agradaba. Lo resistiría como un hombre y aprendería a soportarlo. Por culpa de mi coma había perdido grandes facultades. Tendría que ponerme a entrenar en serio si quería volver a ser el marine que un día fui y terminar el trabajo que dejé a medias.

Anduve durante un buen rato por un bosque enterrado bajo grandes capas de nieve que no dejaban ver más que algunos abetos grandes y parcialmente tapados por esta. Tras pasar aquel lugar, con los brazos cruzados y agarrándome al cuerpo para mantener algo de calor, llegué a Robelle, una de las ciudades más alejadas de la isla. Quería tomar algo caliente después de aquel entrenamiento en el bosque que me había dejado para el arrastre. Los años no pasaban en vano y mi cuerpo aún tenía problemas para responder tan bien como a mí me gustaría.

Entré en la taberna más cercana y me senté en la barra, esperando a que me atendieran. Poco después, una mujer, de no más de 30 años, con el pelo largo y rubio y una piel pálida, me preguntó que quería. Miré a sus ojos grandes y verdes, la verdad es que la chica era bastante bonita, pero demasiado joven para un anciano como yo, además, yo ya tenía esposa, no podía permitirme estos lujos.

-Un café bien caliente, por favor.- Dije esbozando una leve sonrisa.

La figura de Krauser se pudo ver por el paraje helado del bosque. Su silueta tan alta y fuerte ahora estaba algo encogida, sus brazos cruzados con fuerza y sus ojos fijos en el suelo. Caminaba dejando un rastro de huellas grandes y notorias. Su mirada seguía fría y seria mientras caminaba por aquel lugar. El motivo por el que su paso era rápido y estaba de esa postura era claro. Era fácil de adivinar teniendo en cuenta que iba solo en manga de tirantes. Tenía un frio enorme. ¿ A quién se le ocurría ir a un lugar así con esa ropa?. Como no, a alguien tan cabezota y torpe como él. Aunque tampoco es que tuviera nada que ponerse. Se había dejado su equipaje en su base de la marina y le pillaba lejos de su último destino. Por las finas franjas de las vendas salía un poco de vapor cuando respiraba. Apretó los puños a la vez que entraba en lo que parecía una ciudad. Y efectivamente lo era, estaba entrando en la ciudad de Robelle. Dio una pequeña voz que nadie escucharía pues no parecía haber nadie en las calles

- ¿Pero cómo puede hacer tanto frio?

Dijo abriendo bastante los ojos caminando por el lugar. Le sorprendió la falta de gente pero claro después lo pensó. Con el frio que hacía no habría nadie fuera, era cosa de locos estarlo. Buscaba con la mirada algún local donde pudiera resguardarse del frio y pensar en lo que hacer en el lugar al que había ido a investigar. Buscaba indicios de piratería por la zona para así poder capturarlos y ya de paso entrenar un poco. Llevó sus manos a su boca para soplar un poco y así calentarlas unas decimas de segundos. No le sirvió de mucho que digamos pero mucho mas no podía hacer. Sus ojos de repente se fijaron en lo que parecía ser una taberna. Su felicidad en ese momento era algo impresionante pues salió corriendo hacia allí. Por desgracias tropezó y cayó sobre la fría nieve. Se levanto de forma rápida llevándose las manos al cuerpo y apartando la nieve. Hasta dio un salto en el sitio con fuerza por el frio que notaba por todo el cuerpo por la estúpida caída que había tenido. Se olvido un momento de la taberna y se encogió cerrando los ojos y frotándose los brazos muy rápido. Tras eso se dirigió a la taberna tranquilamente.

- Vaya he tenido suerte

Caminó despacio a donde estaba la barra fijándose antes en las personas del lugar por si acaso. Miraba de forma disimulada para no llamar mucho la atención. Aunque por las vendas de su boca ya la llamaba un poco. Cosa que notó pero permaneció callado sentándose en la barra en el primer asiento que pillo. Se sentó cerca de un hombre que parecía estar pidiendo un Café en ese momento por lo que aprovechó la ocasión de que la chica estaba atendiendo y le dijo observándola con un tono normal.

- Cuando pueda tráigame a mí un vaso de leche caliente, con poco azúcar si es posible señorita
Dijo para después tranquilamente cerrar unos segundos los ojos y después abrirlos mirando a la barra sin expresión alguna. No pensaba en nada ahora, estaba algo más tranquilo pues allí dentro no hacia tanto frio como lo hacia fuera

Poco después de que hiciese mi pedido, un hombre de complexión atlética y estatura casi tan alta como la mía, pidió un vaso de leche caliente. Me llamó bastante la atención, pues el insolente iba con ropa poco adecuada para el clima. Apenas llevaba nada con lo que taparse, pero curiosamente tenía tapada la boca con un pañuelo. No sabía si tendría algún motivo en especial, aunque tampoco es que fuera de mi incumbencia, mas me da daba curiosidad aquel hombre y me aburría.

-Si vas por ahí con esa vestimenta cogerás una pulmonía, chico.- Dije yo para romper el hielo, nunca mejor dicho en un lugar como en el que estábamos.

Quizás no tenía dinero para otra clase de topa o probablemente acababa de llegar y no tenía ni idea de que hiciera tanto frío en Yembé, podían ser muchas las posibilidades y se me ocurrían mil hipótesis, pero supuse que sería más fácil si lo respondía él. -¿Por qué estás aquí tan poco abrigado?- Pregunté. -Si se puede saber, claro.- Añadí, esperando que no le molestase que hubiese iniciado una conversación con él y me metiese en sus cosas.

Cinco minutos después, apareció la hermosa camarera, con un par de tazas, una llena de café solo y muy caliente y otra con leche y algo de azúcar, también del mismo temperamento. -Aquí tenéis, espero que lo disfrutéis y muchas gracias.- Dijo ella con una sonrisa en el rostro. -A ti, preciosa jovencita.- Dije yo, mientras agarraba el recipiente y pegaba un sorbo. Si hubiera tenido treinta o cuarenta años menos y no estuviera casado, me hubiera lanzado de cabeza.

Krauser estaba tranquilo cuando de repente sintió como el tipo de al lado le hablaba. Le decía que podía coger una pulmonía, después le preguntó porque estaba tan poco abrigado. Cuando iba a responderle, la chica trajo los pedidos de ambos y se fue. El gran espada se había fijado en que la chica era preciosa pero ahora eso no importaba, debía responder aquel hombre que le había hablado y que parecía tan alto como él. Las palabras de Krauser fueron calmadas y en un tono tranquilo pues hacia algo de frio aún dentro de aquel local y se notaba al ir sin camiseta.

- Digamos que es una especie de entrenamiento, me llamo krauser. Soy marine en la brigada disciplinaria gobernada por Lion D. Karl. Un placer señor.

Dijo tranquilamente inventándose lo del entrenamiento. Tras unos segundos cogió su vaso de leche y empezó a quitar sus vendajes hasta el cuello. Los dientes de aquel hombre eran totalmente afilados. No se libraba ni uno. Todos parecían estar como cuchillos afilados, tranquilamente le pegó un sorbo a su vaso bebiéndolo hasta la mitad y poniéndolo en la barra tras eso. Echó una ojeada al sitio cuando algo le había llamado la atención. Un chico intentaba ligarse a la camarera. Gracias a su habilidad de espionaje el gran espada escuchó el nombre de aquel muchacho haciéndose llamar Bael. De algo le sonaba ese nombre y se quedó unos segundos pensativo hasta que tras unos escasos instantes abrió los ojos de forma exagerada y se levantó de su sitio. Había recordado de donde le sonaba ese nombre. Cuando estaba en el cuartel había visto los carteles de recompensas por las cabezas de varios piratas y revolucionarios. Y precisamente uno de los recientes era el tal Bael. Encima concordaba con el físico del cartel. Todo había acabado para aquel chico rubio.

Había tenido la mala suerte de estar en el lugar equivocado. Krauser avanzó muy lentamente hasta la posición donde el chico trataba de ligarse a la camarera. Una vez estuvo detrás del rubio sacó su enorme espada lentamente. La camarera al ver tan semejante ``monstruo`` tras el chico con aquellos dientes afilados y la enorme espada no se pudo contener y gritó del susto retrocediendo. El gran espada sin pensárselo atravesó al revolucionario por la espalda y lo levantó con la enorme espada elevándolo en el aire como si de un trofeo se tratase. La sangre caía por todo el lugar empapando el suelo y parte del pecho y cara de Krauser. Tras la muerte del chico, el gran espada lo lanzó de un movimiento de su arma contra el suelo. Después dirigió su mirada a la gente aterrorizada por la espantosa escena digna de película de terror. Tranquilamente se volvió a colocar las vendas y cogió al cadáver poniéndolo sobre una mesa con total tranquilidad.

- Tranquilos, soy marine, este hombre estaba en busca y captura, vivo o muerto y no iba a dejarlo escapar. Siento lo de la sangre pero así hago mi trabajo y por ello soy conocido en muchos lares.

Spoiler:

Lo que dijo me sorprendió. Por lo visto era un marine, y nada más y nada menos que de la flota comandada por Lion D Karl. Un hombre bastante fuerte al parecer. No tenía el placer de conocerlo en persona, pero seguro que era un marine formidable. También comentó que aquella forma de vestir era una prueba, un entrenamiento que estaba llevando a cabo. Me pareció muy extraño e incluso algo tonto, pero era una buena forma de combatir el frío. Si te acostumbrabas a aquel clima con tan poca ropa, serías capaz de resistir bajas temperaturas con facilidad, si no morías de una hipotermia antes o congelado.

Y para más sorpresa aún, cuando se quitó las vendas que tapaban parte de su rostro, con el propósito de por beber lo que había pedido, pude ver que sus dientes estaban afilados como espadas. Todos y cada uno de ellos, ninguno se salvaba. Un mordisco de aquel hombre parecía tan peligroso como el de una bestia o incluso el de un gyojin. Era algo extraño, probablemente fuera medio humano y medio gyojin, una mezcla, o simplemente se los había afilado él mismo o alguien ajeno. De cualquier modo, era bastante extraño.

Poco después llegó otro chico, bastante jovencito e inocente de lo que iba a ocurrir. Parecía estar ligando con la camarera, a la cual le dio su nombre, cosa que hizo desatar la ira del marine que tenía a mi lado. Se levantó agarrando su enorme espada y atravesó por detrás a aquel chico, que al parecer, era un revolucionar con precio por su cabeza. Una recompensa bastante baja, pero una recompensa al fin y al cabo. Krauser, que así se llamaba, lo levantó como su fuera un muñeco y de un movimiento brusco, lo lanzó contra el suelo, dejando un gran charco de sangre y disculpándose por ello, pero no sin antes agarrar el cadáver y ponerlo encima de una mesa. Las miradas de todo el mundo eran de puro terror. Era un marine y al fin y al cabo, había cumplido su deber, pero podría haber esperado a que el revolucionario dejase la taberna para no mostrar tan sangrienta escena a los pobres civiles.

-Vayámonos. Vamos a llevar el cuerpo de este hombre a los cuarteles de la marina. No podemos dejarlo ahí sin más, además, ya has formando bastante escándalo.- Dije yo, posando una mano sobre el hombro de Krauser, contemplando aún las caras de aquella gente.

Fui a la barra y me terminé el café, dejando una bolsa llena de berries. -Cóbrame el café, el vaso de leche de aquel hombre y los destrozos. Lo siento mucho y gracias por todo.- Le dije a la camarera antes de salir del edificio, esperando que el otro marine cogiera el cuerpo inerte de Bael y saliese también.

El espectáculo ya había parado por fin. La gente se quedó más tranquila cuando aquel hombre pagó y se acerco a Krauser confirmando así que se conocían. Tras aquello aquel hombre le dijo que cogiera el cadáver del revolucionario para llevarlo a algún cuartel de la marina cercano.

Krauser se acercó al cadáver de aquel revolucionario y de repente lo atravesó con su espada por el pecho y elevó el arma dejándola apoyada en su espalda. De esa manera lo llevaría ahí atravesado como si de una simple bolsa atada a un palo se tratase. Entre la espada y el chico muerto llevaba bastante peso encima pero podía cargarlo así durante un rato. Otra cosa que no le había gustado era que su compañero pagase por los dos y encima los destrozos que el asesino había hecho. Seguramente más tarde encontraría la forma de devolvérselo sin que el hombre se enterara.

Formaban un equipo curioso, aquel hombre parecía ser del tipo de marines de edad avanzada amables con la gente, de los que hacían el trabajo de forma lenta pero satisfactoria para todos. Un hombre digno de ser marine y al que la gente tal vez apreciaría mucho. Sin embargo Krauser era más joven, arrogante, frio y bastante violento a la hora de hacer las cosas para acabar rápido. Parecían lo que se solía decir, el bueno y el malo. En la opinión del gran espada esto era una ventaja ya que cada uno tendría su forma de pensar y actuar y eso podría más de una vez permitirles cooperar. Aunque eso también implicaba que es muchas cosas estarían desacuerdo también como era normal y eso ya era un problema.

Tras estos pensamientos salieron de aquel lugar, el frio volvía a hacer acto de presencia. Krauser le entro el frio de nuevo y frunció el ceño. Ese sitio realmente estaba siendo una molestia para el marine, sin pensárselo decidió optar por la opción que le vino enseguida a la cabeza. Bajo su arma y dejó el cadáver caer sobre la nieve. Después le quito la ropa superior y se la colocó él. Le quedaba tremendamente pequeña y tenía dos agujeros en el pecho y estomago de haber atravesado antes al revolucionario. Además estaba manchada de sangre y demás pero contra el frio vendría algo bien. Tras aquello sin pensárselo metió la espada por el agujero del pecho del chico y lo volvió a elevar cargándolo apoyando la espada en la espalda como antes. Su mirada ahora era hacia su compañero de viaje al cuartel y habló en un tono tranquilo.

- Cancelo el entrenamiento, ya he entrenado mucho por hoy. Otro día seguiré, no hay ninguna prisa.

Dijo excusándose como si nada para mantener la postura. No estaba dispuesto a congelarse por una ridícula excusa, se maldecía mil veces por no haberse traído su camiseta negra al menos pero ya era tarde para eso. Ahora solo quería llegar al cuartel rápidamente y entregar aquel parasito que había atravesado con su arma sin piedad alguna.

Salimos de la taberna, pero no sin montar escándalo, pues aquel marine volvió a clavar su espada en el cuerpo de aquel hombre, simplemente con la excusa de transportarlo, aunque no era la forma mas adecuada, pero bueno, al menos aquel hombre ya no sufriría debido a que su vida expiró con el primer ataque de aquella bestia. Una vez fuera, el moreno dejó el cuerpo inerte en el suelo, y alegando que su entrenamiento había acabado, le quitó la prenda superior y se la puso él. Prenda que le quedaba bastante ajustada debido a la diferencia de tallas, casi parecía que explotaría, por no mencionar que tenía dos agujeros  a causa de su espada, mas supuse que era mejor que ir semidesnudo.

-Por cierto, yo soy Garland Blain. También pertenezco a la marina.- Dije yo, al pensar que no me había presentado ante aquel sujeto. -Vayamos al puerto. Avisaremos del revolucionario y que nos lleven al cuartel de la marina más cercano. No sé como has venido tú, si lo has hecho en un barco de la marina, mejor, porque yo vine solo en un barco de pasajeros, estaba en mi día libre.- Decía yo, pensando que debíamos entregar cuanto antes a aquel tipo.

-¿Creéis que os iréis tan fácil después de haber matado a un compañero?- Preguntaba una voz. -Hasta aquí habéis llegado, Garland, Krauser.- Dijo el hombre que poco después se mostró con varios más. Cinco tipos encapuchados, probablemente revolucionarios por lo que había dicho, además del hecho de conocer nuestros nombres.

-Bien, si no pensáis dejadnos ir, nos abriremos camino a golpes.- Dije yo, crujiendo mis puños y preparándome para combatir.

Me lancé a por el único que habló, intentando golpearle con un puñetazo que esquivó fácilmente, saltando hacia atrás. Un segundo intento a forma de gancho lo bloqueó, pero frunció el ceño e hizo una mueca al comprobar que mi fuerza era mayor a la suya, y al parecer, le había hecho algo de daño, sin embargo, aquel hombre no cedía. No era alguien ordinario, que pudieses vencer de un golpe. Me asestó una patada en las costillas, pero apenas me moví. Podría ser muy ágil y rápido, pero su fuerza y constitución eran muy inferiores a la mía. Me lanzó una segunda patada, la cual agarré y tiré para acercarlo, y rápidamente propinarle un duro golpe en el rostro que lo lanzó contra el suelo y le rompió la nariz y la comisura del labio.

-Creo que vamos a hacer una fortuna entregando a todos estos.- Dije yo, esbozando una sonrisa pícara.

Krauser continuaba junto aquel hombre que enseguida se presentó como Garland. Ambos eran marines y por suerte para ellos el gran espada había venido en su propio barco de la marina por lo que podrían irse en este.

- Si, no te preocupes en la playa tengo un barco listo. Podremos irnos en él y entregar a este tipo cuanto antes, un revolucionario menos siempre es algo que agrada a cualquiera, estas ratas deben de ser exterminadas de la faz de la tierra.

El hombre estaba en su tiempo libre y había llegado en un barco de pasajeros por lo que decía. Tras unos segundos unos tipos aparecieron diciendo que se vengarían o algo así. Unos simples revolucionarios al parecer. Tras aquella amenaza Garland empezó a pelear con uno de ellos cuerpo a cuerpo, había noqueado a uno de forma admirable y decía que entregaríamos a estos para conseguir una fortuna. Quedaban cuatro, dos de ellos ya se habían convertido en el objetivo del gran espada. En un acto de vacilación hacia ellos hizo un movimiento lanzando a Bael contra el suelo sacándolo así de su espada para después usarlo de alfombra y pisar su espalda varias veces, uno de los tipos salió corriendo a por Krauser. Este sonrió de lado al ver como había caído de lleno en le provocación que les había hecho, cuando aquel tipo estuvo cerca, este lanzó un tajo diagonal de abajo a arriba rajándole el pecho y el cuello partiéndole la barbilla también y acabando con su vida de forma violenta. Tras aquello guardó su espada en la espalda amarrándosela para después clavar sus ojos en los del otro revolucionario que había fijado anteriormente. Los otros dos se los dejaría a su ahora compañero.

Tras unos segundo salió corriendo pasando por al lado de su compañero y por dos de aquellos tipos ignorándolos y llegando al que había visto, lo agarro del cuello sin detener su carrera y salió disparado por la calle del pueblo arrastrando aquel hombre contra las paredes de las casas haciendo que se comiera las ventanas y de demás para finalmente lanzarlo contra el suelo. Aquel hombre se levanto como podía cansado y respirando agitado para después lanzar un puñetazo hacia Krauser que le impactó en el pecho, este frunció un poco el ceño al notar algo de dolor. Tras aquello estiró la mano agarrándolo de nuevo del cuello y elevándolo con la maño para después con el puño de la otra mano reventarle la nariz y tirarlo al suelo. La sangre bañó la nieve de la calle y cuando el hombre se intentó levantar, Krauser aplastó su espalda con la pierna estampándolo contra el suelo. Pensaba divertirse algo mas con aquel idiota antes de matarlo, no se lo pensó y lo volvió a coger del cuello levantándolo para después clavar la rodilla en el estomago de aquel pobre diablo que se quedó de rodillas tosiendo y sangrando por la cara. De nuevo el puño del sádico marine se estrelló en la cabeza de aquel hombre mandándolo contra el suelo de nuevo.

- Estúpido idiota, levanta aún no he acabado contigo.

Un nuevo golpe impacto en la pierna del marine que frunció el ceño, aquel revolucionario desde el suelo le asestó un puñetazo en la pierna. Este frunció el ceño y pisó con fuerza el tobillo de aquel hombre que gritó de dolor al sentir un crujido. Acto seguido lo cogió por el cuello de la chaqueta que llevaba y le dio un cabezazo en la cara partiéndole varios dientes para después volver a tirarlo al suelo. Su sonrisa era sádica pero detrás de aquellos vendajes no se notaba nada, sacó su enorme espada y de un tajo cortó ambas piernas de aquel hombre que gritaba de dolor. Tras un suspiro cortó también el brazo derecho de aquel tipo.


- Deja de gritar, no es para tanto, solo son piernas y nada más. Eres bastante exagerado ahora que lo pienso.

Su voz como de costumbre era fría y sádica, era un marine del tipo que le daba igual despedazar al oponente, una vez aquel hombre perdió la consciencia por el dolor y la pérdida de sangre, Krauser lo decapitó. Cogió la cabeza con su mano y la echó al aire, cuando aquella cabeza bajada la golpeó con la parte ancha de su espada mandándola a volar para después observar como caía en un tejado y de ahí caía al suelo para rodar un poco y acabar en la nieve que tomó un color rojo por esa zona.

- ¡Bola va!

Dijo algo sádico para observar cómo se acercaba su compañero con aquellos tipos en los hombros. El Gran Espada se dirigió al cadáver de Bael y lo ensarto por el agujero del pecho, después atravesó el del otro hombre que había matado y por último el decapitado. Parecía una enorme brocheta de carne. No le había importado jugar al golf con la cabeza de aquel tipo, era algo realmente macabro. Pero nada comparado con lo que hizo en la isla de los revolucionarios junto aquel agente del Cipher Pol. Disfrutó aquella vez crucificando a cuatro personas y clavándolos en un muro con un cartel escrito con sangre de sus víctimas. También recordaba que después puso todas las cabezas de las personas del pueblo en la entrada de este a modo de advertencia para que todos lo vieran. No estaba loco, simplemente era un maldito psicópata y si tenía la oportunidad de matar lo hacía a lo grande creando una obra de arte tras cada muerte. Los tres tipos pesaban en la espada pues eran tres cuerpos y no era algo que tomarse a la ligera. Pensó así en entrenar un poco su forma física y con dificultad se echó la espada al hombro por la parte ancha para no cortarse. Tras eso observó a su compañero tranquilamente, pasó por su lado dándole un toque en el hombro y dirigiéndose hacia el bosque caminando.

- Vamos, tras el bosque esta la playa y ahí está el barco anclado. Entreguemos a estos idiotas y larguémonos de este infierno de nieve, me tiene de los nervios.

Por lo visto Krauser ya se había divertido suficiente y había acabado con los suyos, uno incluso estaba sin cabeza, y preferí no preguntar por ella, aunque dijo algo de una bola y pude imaginar su destino. Ensartó en la espada a los revolucionarios que quedaron en el suelo y se la cargó al hombro para llevarlos con más facilidad. Tras esto, me dio un leve golpe en el hombro y me dijo que detrás del bosque estaba el barco. Asentí con la cabeza y empecé a caminar hacia aquel frondoso lugar. Yo también tenía ganas de salir de allí, de hecho, ni si quiera tenía claro porque había decidido pasar allí mi día libre. Pero bueno, era algo sin importancia. Pronto estaría en un buque de la marina dirigiéndome a algún cuartel. Podía soportar el frío de la zona, pero prefería un clima más templado.

-¿Cómo te uniste a la marina, Krauser?- Preguntaba yo, intentando entablar algo de conversación para que el camino fuese menos aburrido. Era un tema que siempre funcionaba entre marines.

Todo marine tenía su propia historia su propio pasado. Algunos sin muchos altibajos, otros con grandes aventuras o penurias, pero cada uno era único, y seguro que aquel tipo tuvo que tener una historia interesante para ser como era. Al mi parece y según lo que había podido observar, parecía un hombre sanguinario y bastante irresponsable, sobre todo porque poco le importaba lo que la gente pudiera pensar. Él trabajaba a su manera y le daban igual las represalias. Era algo envidiable. No todos podíamos hacer caso omiso de los pensamientos de otros.

Me estaba costando bastante más de lo esperado llevar aquellos hombres encima.Tenía muy claro que no tenía la misma fuerza que antes, pero esperaba poder soportar aquel peso, aunque me estaba dando bastante problemas. Los subí un poco, puesto que se me estaban resbalando y solté un suspiro. Pensaba llegar al navío costase lo que costase. No quería quedar mal ante mi compañero. ¿Un ex-vicealmirante, de 60 años, que no podía cargar con tres tipos? Era ridículo.

-Venga, vamos, ya queda menos.- Dije yo, en un intento de animarnos a ambos. Ya llevábamos unos minutos caminando por aquel bosque, por lo que no debía quedar mucho para alcanzar la costa.

La caminata estaba siendo dura, Krauser era bastante fuerte pero cargar tres personas sobre un hombro costaba lo suyo. Mientras caminaba por el bosque aquel hombre le pregunto por el motivo que se había alistado en la marina. Era algo que no le contaría a cualquiera pues no le gustaba que supieran sobre su pasado, sin embargo aquel hombre parecía muy buena persona y un compañero digno de confianza. Todavía recordaba cómo había abatido a los tipos anteriormente con los puños. Este sin embargo los había destrozado con su espada pues en su opinión no merecían la prisión sino la muerte y le gustaba ser el ejecutor que acabara con la chusma. Tras varios segundos decidió fiarse de aquel hombre y comenzó a hablar en su tono serio y frio de siempre.

- Mi padre era marine, era uno de los mejores pero por desgracia nunca supe su rango. Un día ya jubilado mi tío intento matarme a mí que solo era un crio y experimento con mis dientes. Mi padre al ver que casi lo consigue mató a mi tío y le encarcelaron. Yo me escape de ese pueblo y quiero ser un gran marine como mi padre, tampoco se donde le llevaron y planeo saber a donde fue. Estoy en la marina por eso y para hacerme tan fuerte como lo era él. A parte quiero restaurar su honor.

Habían venido recuerdos a su mente de aquellos momentos pero todo le daba igual. Garland era la primera persona en saber sobre la historia de Krauser, este se fiaba de él. Aquel diablo sanguinario podía llegar a ser un compañero muy agradable si se le conocía y si se le caía bien. No muchos marines eran fieles al símbolo de la marina como él. El hombre trató de animarlos diciendo que ya quedaba poco. Los tres idiotas pesaban muchísimo y se notaba pues los pasos del castaño eran más débiles. Tras unos segundos por fin llegaron a la playa, el barco estaba a unos diez metros delante de ellos. Por fin podrían volver y de paso entregar a aquellos idiotas en algún cuartel. El Gran Espada observó a su compañero mientras caminaban.

- Bueno, y si me permites preguntar ¿Qué hay de ti?

Dijo mientras  suspiraba con fuerza agarrando con ambas manos el mango de su espada para sostener aquellos tipos. Sentía curiosidad sobre aquel hombre que a su edad seguía siendo marine, podría ser un hombre con mucho rango o alguien que se había apuntado al no tener nada que perder, ahora la curiosidad le picaba al castaño que estaba seguro de que sería algo bastante interesante. Además la historia de aquel hombre seria larga debido a su edad y así seria más entretenido, era admirable como con la edad que este tenía llevaba a tres personas en los hombros. Se notaba que estaba cansado pero lo hacía de una forma increíble y admirable. Algo que cualquiera no sería capaz de hacer en su vida debido a la edad.

El marine me explicó su pasado. Por lo visto su padre fue marine como nosotros, y de un poder increíble, pero al jubilarse, su propio tío atentó contra ellos, intentando matar a Krauser, mas no lo consiguió, pero experimentó con él y de ahí se explicaba su dentadura puntiaguda y anormal. Su progenitor mató a aquel desgraciado que era de su familia y cuando el moreno pudo, se hizo marine para ser tan fuerte como su padre y limpiar su nombre. -Una causa noble... Espero que puedas cumplir tu sueño.- Dije yo, con una sonrisa. Y como era de esperar cuando hice aquella pregunta, no tardaría en caer sobre mí. No pude evitar esbozar una sonrisa, pues un hombre de 60 años, tenía mucho vida que contar, y seguramente aquel joven no tendría ganas de escuchar tanta charla. O quizás sí, pero usualmente a la gente no le gustaban las batallitas, solo a los niños pequeños, que se emocionaban y aspiraban a ser como tú.

-Si tuviera que explicártelo con detalles, creo que jamás acabaría, por lo que intentaré hacerte un resumen de lo que ha sido mi vida hasta ahora. ¿Por qué me uní a la marina? No es una respuesta para la que tenga que pensar mucho o me vaya a enrollar, simplemente, siempre fui un niño con grandes sueños y con unas ganas increíbles de alistarme y ser uno de los mejores marines para traer la paz al mundo, así que en cuanto tuve la edad, me enrolé de cabeza. Me esforzaba siempre al máximo, destaqué sobre el resto, tanto es así, que a los 25 años de edad, fui vice-almirante, mas a mis 50 años, un percance me dejó para el arrastre. Fui a capturar un pirata, poseedor de una habiliad del diablo increíble. Nuestra lucha fue devastadora, pero consiguió huir y yo acabé en coma durante 10 años... Aquel error me costó tanto tiempo desperdiciado y encima, ya ni si quiera soy el de antes. Tanto tiempo postrado en una cama me ha vuelto alguien débil, así que en cuanto salí del hospital, pedí mi degradación. No podía seguir optando a un rango que no era capaz de soportar.- Explicaba yo, intentando no enrollarme mucho, aunque era imposible. No solía contar como si nada mi pasado, pero muchos ya lo sabían y era lo justo después de que Krauser lo hubiera hecho primero.

-Y bueno, pues eso, y aquí estoy. Siento haberte soltado todo ese tostón.- Dije yo, con algunas risas. Continuamos el camino hasta que finalmente llegamos a la costa. Allí estaba el barco de la marina, anclado y esperando. Por fin habíamos llegado, ahora podríamos subir, dejar a esos idiotas y descansar un rato hasta que llegásemos al cuartel.

La vida de aquel hombre había sido toda una proeza, a la edad de veinticinco años ya era un rango bastante alto. Pero al parecer por un maldito estúpido quedó en coma y le quitaron su alto rango, era algo injusto pero la marina no acertaba al cien por cien en todas sus decisiones. Ese hombre había confiado en el demonio de la niebla como él había confiado también en aquel hombre. Habían cogido bastante confianza y eso era bueno pues siempre venía bien tener aliados. Le había gustado la historia de aquel hombre y había sido emocionante y demás. A parte de que le hubiese gustado que durara más pero aquel tipo no quería enrollarse demasiado según decía, para Krauser no era enrollarse y le hubiese gustado escuchar la historia con todos los detalles pues aquel hombre era un héroe. Después le dijo que sentía haber soltado aquel tostón, más bien había sido poco y el hombre de las vendas no dudo en decirlo sin ningún reparo.

- ¿Estás de broma? Tu historia es genial, espero que algún día recuperes tu puesto y llegues a ser lo que eras e incluso mejor. Serás un gran almirante créeme.

Dijo tranquilamente tras haberle escuchado, le habían tratado de forma injusta por algo que no fue culpa suya. Aunque estuviese en coma deberían haber respetado su rango. Pero bueno la vida de un marine era dura y debían estar preparados para todo, Krauser aún era joven y debería aprender mucho todavía sobre aquel mundo, por ahora solo le interesaba llegar al barco y descansar. Cosa que sería pronto ya que por fin estaba delante de ellos. Unos seis marines salieron a recibirles y ayudarles para que los cuerpos fueran llevados más fácilmente hasta el barco. Una vez dejaron los cuerpos y se llegaron, Krauser se despidió de Garland diciendo que se iba a su camarote. Había dicho anteriormente a un hombre de los que allí había que pusiera rumbo a un cuartel para entregar aquellos hombres. Cualquier cuartel cercano valdría para aquello.

Tras llegar a su camarote se colocó su camiseta que estaba en lo alto de la cama, acto seguido sacó un trapo y limpió la sangre de su espada para después ponerla debajo de la cama como siempre. Una vez hecho esto deshizo la cama y se tumbo a descansar pues había sido agotador, se tapó rápidamente para poder entrar en calor y cerró sus ojos para descansar. Había hecho un amigo y no solo eso, había entrenado un poco su cuerpo y capturado a unos idiotas junto a Garland.

El barco ahora se desplazaba rápidamente hacia el cuartel más cercano, los ojos ya cerrados del marine empezaba a abrirse de nuevo para mirar al techo. Estaba pensando en lo mucho que aún le quedaba por recorrer y lo mucho que tenía que entrenar para llegar a ser un alto rango algún día. Le interesaba el puesto de almirante, era algo muy difícil de conseguir pero estaba seguro de que algún día ese puesto seria suyo.