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Aquella figura miraba la pequeña mina desde lo alto de aquella montaña. El tiempo era bastante violento y la nieve caía desde el cielo acompañada de un terrible viento. El ser que estaba en posición de salto parecía ser un hombre. Su pelo era rubio y largo, portaba un pañuelo negro en la cabeza y una gabardina blanca. Parecía estar mirando un yacimiento abandonado pero con una pinta realmente interesante. De repente saltó sin aviso alguno y aterrizó sobra una enorme roca, de esa saltó a otra y así hasta que finalmente estuvo abajo. Sus azulados ojos miraron los restos de herramientas que allí quedaban, todo parecía estar en condiciones horribles. No tardó en divisar un pequeño carro y meter las manos en él, buscando algún tipo de objeto útil que poder vender para salir del paso.
Se fijó en una especie de casco y lo cogió con cuidado al mismo tiempo que le quitaba la nieve con la manga del abrigo. Parecía formar parte de una armadura de combate, los cristales de los ojos eran dorados. Una leve sonrisa se formó en su rostro y fue cuando abrió la mochila grisácea que portaba, lo metió dentro y la cerró con cremallera. Acto seguido miró hacia el interior de la mina y notó una sensación algo más cálida, siempre había tenido bastante resistencia al frío pero el que hacía allí era exagerado. Se adentró en aquel lugar y empezó a caminar, debía de tener cuidado y no perderse. Lo más sorprendente fue la cantidad de antorchas que había a los lados, como si alguien ya hubiese entrado en la cueva antes. Soltó un leve suspiro y comenzó a caminar más adentro.
Tras un par de minutos llegó a un lago subterráneo. Había un pasillo que conducía a otro lado de la cueva, el misterioso hombre decidió continuar su camino ¿Quién era? La respuesta era muy sencilla. Se trataba de Taiga Redfield, un joven cazador que acababa de empezar su camino. Solía deambular por las islas frías buscando criminales que poder apresar o trabajos que poder realizar para poder comer. Ya había recibido noticias de que en aquella isla se hallaba una banda algo peligrosa pero de bajo precio, por algo tenía que empezar. Por ello decidió desplazarse hasta aquel lugar alejado de la mano de Dios. La verdad es que pese al frío prefería estar allí que en otro sitio más caluroso como Arabasta. El calor era algo que no soportaba, una sensación horrible y pegajosa que nunca querría sufrir. De modo que pese a lo incómoda que parecía ser su situación ahora, no era tan mala como para ponerse a lamentarse como un niño.
Por fin acabó en un sitio algo más estable, una sala con una mesa enorme y algunas sillas. Tal vez estaba en la base de algún gremio minero de la zona, en ese caso les pediría indicaciones para salir de allí en caso de que la cueva estuviese ocupada. Se sentó en una de las sillas y sacó de su mochila una pequeña cantimplora de color negra. Abrió el tapón despacio dándole un par de vueltas y después bebió de aquel líquido. Se trataba de agua, pero fresquita y bastante buena. Acto seguido soltó un suspiro y tras otro trago se paró a descansar un poco en la zona pues estaba algo cansado, el viaje no había sido fácil.
Se fijó en una especie de casco y lo cogió con cuidado al mismo tiempo que le quitaba la nieve con la manga del abrigo. Parecía formar parte de una armadura de combate, los cristales de los ojos eran dorados. Una leve sonrisa se formó en su rostro y fue cuando abrió la mochila grisácea que portaba, lo metió dentro y la cerró con cremallera. Acto seguido miró hacia el interior de la mina y notó una sensación algo más cálida, siempre había tenido bastante resistencia al frío pero el que hacía allí era exagerado. Se adentró en aquel lugar y empezó a caminar, debía de tener cuidado y no perderse. Lo más sorprendente fue la cantidad de antorchas que había a los lados, como si alguien ya hubiese entrado en la cueva antes. Soltó un leve suspiro y comenzó a caminar más adentro.
Tras un par de minutos llegó a un lago subterráneo. Había un pasillo que conducía a otro lado de la cueva, el misterioso hombre decidió continuar su camino ¿Quién era? La respuesta era muy sencilla. Se trataba de Taiga Redfield, un joven cazador que acababa de empezar su camino. Solía deambular por las islas frías buscando criminales que poder apresar o trabajos que poder realizar para poder comer. Ya había recibido noticias de que en aquella isla se hallaba una banda algo peligrosa pero de bajo precio, por algo tenía que empezar. Por ello decidió desplazarse hasta aquel lugar alejado de la mano de Dios. La verdad es que pese al frío prefería estar allí que en otro sitio más caluroso como Arabasta. El calor era algo que no soportaba, una sensación horrible y pegajosa que nunca querría sufrir. De modo que pese a lo incómoda que parecía ser su situación ahora, no era tan mala como para ponerse a lamentarse como un niño.
Por fin acabó en un sitio algo más estable, una sala con una mesa enorme y algunas sillas. Tal vez estaba en la base de algún gremio minero de la zona, en ese caso les pediría indicaciones para salir de allí en caso de que la cueva estuviese ocupada. Se sentó en una de las sillas y sacó de su mochila una pequeña cantimplora de color negra. Abrió el tapón despacio dándole un par de vueltas y después bebió de aquel líquido. Se trataba de agua, pero fresquita y bastante buena. Acto seguido soltó un suspiro y tras otro trago se paró a descansar un poco en la zona pues estaba algo cansado, el viaje no había sido fácil.
Teobaldo Voglio
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Era una noche fría cuando llegue a uno de los campamentos mineros de Blanc Leumont el viento aullaba como si de una bestia se tratase, mientras agitaba la nieve, la cual se levantaba en la forma de una inclemente ventisca. Me había refugiado en una de las tiendas más amplias la cual estaba destinada a un comedor improvisado, una vez dentro me senté en uno de los catres más próximos a la salida y pedí un bebida caliente. No es que sintiera mucho frio ya que llevaba mi gabardina de exploración, la cual mantenía mi cuerpo a temperatura ambiente sin importar el excesivo frio que estuviera haciendo afuera, igual mente funcionaba con el calor extremo debo admitir que era una prenda de vestir muy práctica.
Mientras tomaba un trago de mi bebida escuche que algunos mineros habían tenido problemas con unos foráneos que habían saqueado uno de los campamentos vecinos, desafortunadamente al haber pocos marines por la zona no se había logrado mucho para detener a los criminales. Debido a esto los jefes de los campamentos circundantes se habían organizado para ofrecer una cuantiosa suma de a quien lograra detener las fechorías de aquellos hombres. Lastimosamente no había muchos combatientes entre ellos y erra muy raro la llegada de algún extraño a aquellas tierras por lo que uno de aquellos hombres supuso que seguramente seguirían siendo atormentados por un largo tiempo. Interesado por aquella conversación, me hacer que a dialogar con aquellos hombres , ofreciéndoles mi apoyo a cambio de dicha recompensa, ni tarde ni perezosos me pusieron en contacto con uno de sus líderes, quien por radio reporto a los demás que había aparecido un hombre que deseaba tomar el encargo.
Una vez cerrado el acuerdo me dieron la iniciación del lugar en el que probablemente se encontraba su refugio, las indicaciones me llevaron a un antiguo y abandonado campamento minero al norte de la región. Sin embargo con forme me fui acercando me pécate que no estaba tan abandonado como decían que lo estaba, pude ver un rastro de hullas fresca e la nieve no supe distinguir si de uno o varios hombres debido al mal clima que había dejado poco visibles las huellas. Al interior del túnel habían múltiples antorchas encendidas, que eran una evidente señal de que el lugar estaba habitado o al menos frecuentado, tome entonces dos de mis explosivos y colocándolos en mis bolsillos más próximos, preparado para cualquier imprevisto que se me presentara.
Camine con el mayor sigilo que pude y al final llegue a una sala con una enorme mesa en la que pude ver a un hombre de cabellera rubia, sentado despreocupadamente, mientras tomado un trago de una cantimplora. El hombre parecía estar bastante tranquilo y en mi experiencia no tenía la apariencia de un guardia, ya que estaría mucho más alerta y no bajaría la guardia tan fácilmente, quizás era un minero que se había extraviado en la tormenta y que sin saberlo había entrado a la boca del lobo, sin embargo no había forma de saberlo.
- ¡Ey tú amigo! ¿Estas extraviado, necesitas ayuda?– le dije mientras le miraba fijamente y llevaba una de mis manos a uno de los bolsillos, una vez tuve la bomba en mi puño la apreté fuertemente, mientras esperaba su respuesta, me tome un tiempo para mirar a mi alrededor el lugar parecía ser más que una mina un refugio minero por lo que antes de obtener respuesta continúe mi interrogatorio -¿Es acaso este tu refugio colega?- una vez termine de cuestionar le me fui acercando lentamente hasta otra de las sillas que estaba en la habitación y tome asiento.
Gusi
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Quien iba a pensar que Gusi acabaría algún día en una isla como aquella. Era mas bien un castigo estar en Blanc Leumont. El clima era tan frió, que se le helaban hasta las ideas. Sin duda aquello era un castigo. Si ese maldito sargento le hubiera hecho caso cuando le advirtió de que estaba el suelo mojado, este no se habría caído, no se habría roto dos dientes y sobre todo, no la habría pagado con el recluta que amablemente le aviso. Así que sin duda, aquello era un castigo y de los peores, por culpa de un incompetente. Aun que si hay que hablar de incompetencia no hay que olvidar al superior de aquel campamento, un tipo gordo, con un tupe moreno y un bigotillo. Ese...era mas inútil que una piedra. Encima el hijo de su madre, no paraba de mandarle tareas agotadoras y repugnantes a Gusi.
Gusi aferro con fuerza las bolsas de la basura y se dirigió al exterior. Un fuerte aire invernal le empujo para dentro del cuartel. Pero al final puedo con el y salió en dirección a los contenedores que se encontraban al final del patio. La tempestad era tan fuerte, que apenas se podía ver. No llevaba ni dos días en aquella isla, pero estaba claro que prefería estar dentro de un huracán a volver con los zopencos del cuartel. Que le trataban fatal, pero era lo que les tocaba tragar a los reclutas. Una vez llego a los contenedores arrojo las bolsas en ellos y aferrándose con fuerza al abrigo viejo que le habían incorporado en el cuartel se disponía a volver. Ademas de aquel maloliente abrigo también le entregaron una mascara que abandono en el interior del cuartel y la cual no veía utilidad, ya que no le dejaban las misiones al exterior, solo las de mantenimiento.
Cuando estaba andando al cuartel, vio un brillo que le deslumbro en la tempestad. Con mas curiosidad que un gato con un láser, se dirigió hacia el punto luminoso. Cuando quiso darse cuenta, el cuartel que estaba a sus espaldas había desaparecido por la espesa cortina de nieve. Siguió unos cuantos pasos hacía delante y la luz desapareció. Se encontraba en medio de la nada, como un punto en un folio blanco. Con rabia Gusi dio un pisotón al suelo acompañado de una palabra mal sonante. Y el suelo crujió. Gusi puso cara de pocos amigos, sin poder reaccionar antes de que el suelo le engullera. Introduciéndole por un tobogán oscuro de hielo y roca, el cual en algún momento le resulto hasta divertido, acompañado de un "yupii" jovial y alegre. Pero todo tobogán tiene un final y ese apareció encima de una enorme laguna subterránea, a unos 7 metros de altura. Y acompañada nuevamente por otra palabra mal sonante antes de caer el agua.
Debido a la inercia del tobogán no pudo evitar caer de espaldas a la charca. Produciendo un ruido poco agradable. Poco a poco se iba hundiendo debido a su ropa mojada, hasta que algo muy largo apareció en el agua. Esto hizo que se asustara y saliera despavorido de la laguna. Una vez fuera, sin esperar que lo que hubiera dentro saliera a la superficie, no paraba de mirar a un lado y a otro acompañado de un frió atroz. Rápidamente se quito toda la ropa, quedándose como dios le trajo al mundo y empezó a hacer ejercicio para entrar en calor. Necesitaba hacer un fuego urgentemente, sino acabaría muriendo de hipotermia.
Gusi aferro con fuerza las bolsas de la basura y se dirigió al exterior. Un fuerte aire invernal le empujo para dentro del cuartel. Pero al final puedo con el y salió en dirección a los contenedores que se encontraban al final del patio. La tempestad era tan fuerte, que apenas se podía ver. No llevaba ni dos días en aquella isla, pero estaba claro que prefería estar dentro de un huracán a volver con los zopencos del cuartel. Que le trataban fatal, pero era lo que les tocaba tragar a los reclutas. Una vez llego a los contenedores arrojo las bolsas en ellos y aferrándose con fuerza al abrigo viejo que le habían incorporado en el cuartel se disponía a volver. Ademas de aquel maloliente abrigo también le entregaron una mascara que abandono en el interior del cuartel y la cual no veía utilidad, ya que no le dejaban las misiones al exterior, solo las de mantenimiento.
Cuando estaba andando al cuartel, vio un brillo que le deslumbro en la tempestad. Con mas curiosidad que un gato con un láser, se dirigió hacia el punto luminoso. Cuando quiso darse cuenta, el cuartel que estaba a sus espaldas había desaparecido por la espesa cortina de nieve. Siguió unos cuantos pasos hacía delante y la luz desapareció. Se encontraba en medio de la nada, como un punto en un folio blanco. Con rabia Gusi dio un pisotón al suelo acompañado de una palabra mal sonante. Y el suelo crujió. Gusi puso cara de pocos amigos, sin poder reaccionar antes de que el suelo le engullera. Introduciéndole por un tobogán oscuro de hielo y roca, el cual en algún momento le resulto hasta divertido, acompañado de un "yupii" jovial y alegre. Pero todo tobogán tiene un final y ese apareció encima de una enorme laguna subterránea, a unos 7 metros de altura. Y acompañada nuevamente por otra palabra mal sonante antes de caer el agua.
Debido a la inercia del tobogán no pudo evitar caer de espaldas a la charca. Produciendo un ruido poco agradable. Poco a poco se iba hundiendo debido a su ropa mojada, hasta que algo muy largo apareció en el agua. Esto hizo que se asustara y saliera despavorido de la laguna. Una vez fuera, sin esperar que lo que hubiera dentro saliera a la superficie, no paraba de mirar a un lado y a otro acompañado de un frió atroz. Rápidamente se quito toda la ropa, quedándose como dios le trajo al mundo y empezó a hacer ejercicio para entrar en calor. Necesitaba hacer un fuego urgentemente, sino acabaría muriendo de hipotermia.
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"Oh, venga... ¿Dónde cojones está la salida?" El asesino se maldecía a sí mismo una y otra vez. ¿Cuándo se le había ocurrido la genial idea de meterse en aquella mina alejada de la mano de Dios? Sí, bien es cierto que era mejor que estar fuera, donde el clima no era precisamente el más agradable para tumbarse a la bartola o hacer topless, pero le habría gustado no tener que soportar toda esa angustia en el pecho. ¡Incluso preferiría encontrarse en mitad de Marineford antes que eso! Al menos allí tendría algo interesante que hacer. Tal vez habría sido conveniente ir dejando algún tipo de rastro, pero seguro que con su mala suerte cualquier cosa lo habría borrado. Quien sabe... Arañas, murciélagos, el chupacabras... Ahí dentro podría haber de todo.
- En qué momento habré decidido aceptar ese trabajo... -gruñó, rascándose la cabeza y dejando escapar un leve suspiro que denotaba cierta irritación por su parte- Será mejor que siga avanzando.
Al parecer, una banda de poca monta había estado causando estragos en las aldeas de la isla que, indefensos, no pudieron hacer nada para oponerse a los criminales. Era curioso que él, asesino y revolucionario, fuera una de las pocas esperanzas que tenían aquellos hombres para librarse de esos maleantes. "¿Desde cuando eres un justiciero, Ani?" Se preguntó a sí mismo mientras reanudaba la marcha por las interminables galerías de aquella mina de mala muerte. ¿Cómo podía alguien trabajar en semejante sitio? El aire allí abajo estaba cargado y el simple hecho de respirar era difícil como cruzar mil infiernos. Incluso estuvo tentado de quitarse la máscara, pero bien sabía que no podía permitírselo. Si realmente aquellos hombres se encontraban allí, no dejaría que vieran su rostro. Aunque poco importaba, iban a desaparecer del mundo de todos modos.
La caminata se le comenzó a hacer eterna, y el hecho de no escuchar nada más que sus propios pasos lo hacía todo mucho más aburrido. De hecho, por un momento incluso creyó haber perdido la noción del tiempo. El día y al noche no se diferenciaban en ese lugar y, pese a que tan solo habían pasado algunos minutos, para él fueron unas largas horas. Por suerte (o por desgracia), un fuerte ruido, como el de algo cayendo al agua, resonó a lo largo de los interminables túneles.
- Tal vez sean ellos... E incluso pueda preguntarles dónde está la salida antes de matarlos por hacerme bajar hasta aquí.
Aceleró el paso y trató de avanzar hacia la dirección desde la que había venido aquel sonido, algo más animado. Por fin se terminaba su solitaria expedición, y con un poco de suerte podría jugar un poco con las espadas. Llevaba mucho tiempo sin verse necesitado de ellas, la verdad. No le llevó demasiado tiempo alcanzar la zona en cuestión, y al llegar pudo ver un enorme manantial subterráneo de aguas cristalinas. Era bastante agradable a la vista, cambiando la monotonía de ese lugar maldito. Sin embargo, se vio obligado a desviar su atención hacia otros asuntos. Un hombre se encontraba allí, alguien que no parecía ser precisamente un criminal... Pero que bien podía pasar por un chalado. ¿¡Por qué estaba desnudo!? A lo mejor él también se había perdido y, tras buscar inútilmente la salida, la locura hizo presa de él. Vaya si debió hacerlo... Aquellos movimientos no venían a cuento.
- ¿Se puede saber qué haces? -preguntó el albino, desde una distancia prudencial, preparado por si tenía que defenderse.
- En qué momento habré decidido aceptar ese trabajo... -gruñó, rascándose la cabeza y dejando escapar un leve suspiro que denotaba cierta irritación por su parte- Será mejor que siga avanzando.
Al parecer, una banda de poca monta había estado causando estragos en las aldeas de la isla que, indefensos, no pudieron hacer nada para oponerse a los criminales. Era curioso que él, asesino y revolucionario, fuera una de las pocas esperanzas que tenían aquellos hombres para librarse de esos maleantes. "¿Desde cuando eres un justiciero, Ani?" Se preguntó a sí mismo mientras reanudaba la marcha por las interminables galerías de aquella mina de mala muerte. ¿Cómo podía alguien trabajar en semejante sitio? El aire allí abajo estaba cargado y el simple hecho de respirar era difícil como cruzar mil infiernos. Incluso estuvo tentado de quitarse la máscara, pero bien sabía que no podía permitírselo. Si realmente aquellos hombres se encontraban allí, no dejaría que vieran su rostro. Aunque poco importaba, iban a desaparecer del mundo de todos modos.
La caminata se le comenzó a hacer eterna, y el hecho de no escuchar nada más que sus propios pasos lo hacía todo mucho más aburrido. De hecho, por un momento incluso creyó haber perdido la noción del tiempo. El día y al noche no se diferenciaban en ese lugar y, pese a que tan solo habían pasado algunos minutos, para él fueron unas largas horas. Por suerte (o por desgracia), un fuerte ruido, como el de algo cayendo al agua, resonó a lo largo de los interminables túneles.
- Tal vez sean ellos... E incluso pueda preguntarles dónde está la salida antes de matarlos por hacerme bajar hasta aquí.
Aceleró el paso y trató de avanzar hacia la dirección desde la que había venido aquel sonido, algo más animado. Por fin se terminaba su solitaria expedición, y con un poco de suerte podría jugar un poco con las espadas. Llevaba mucho tiempo sin verse necesitado de ellas, la verdad. No le llevó demasiado tiempo alcanzar la zona en cuestión, y al llegar pudo ver un enorme manantial subterráneo de aguas cristalinas. Era bastante agradable a la vista, cambiando la monotonía de ese lugar maldito. Sin embargo, se vio obligado a desviar su atención hacia otros asuntos. Un hombre se encontraba allí, alguien que no parecía ser precisamente un criminal... Pero que bien podía pasar por un chalado. ¿¡Por qué estaba desnudo!? A lo mejor él también se había perdido y, tras buscar inútilmente la salida, la locura hizo presa de él. Vaya si debió hacerlo... Aquellos movimientos no venían a cuento.
- ¿Se puede saber qué haces? -preguntó el albino, desde una distancia prudencial, preparado por si tenía que defenderse.
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El cazador continuaba en aquella sala mirando a su alrededor. El descanso le estaba sentando de lujo y por fin había recobrado la respiración. Cerró los ojos encontrándose bastante cómodo, incluso se le pasó por la cabeza echarse una siesta. Sin embargo dormirse con el frío que hacía no era muy buena idea. La mirada del rubio se centró en el techo, el cual estaba lleno de estalagmitas afiladas. No pudo evitar sonreír amablemente mientras ahora pensaba en dónde ir. Estaba en desventaja si aquel sitio era la casa de los bandidos o algo así. Por el momento miró algo más a su alrededor eligiendo un pasillo que parecía algo más iluminado, se puso en pie y soltó una leve carcajada para después caminar. No hizo dar un paso y su estómago hizo un ruido algo extraño, no pudo evitar suspirar y colocar su mochila en una de aquellas mesas.
De repente escuchó una voz que le puso en guardia y rápidamente se colocó en posición de combate. No tardó mucho en descubrir el rostro de aquella persona y se relajó un poco. Al principio pensó que podía ser uno de aquellos criminales pero sus palabras parecían las de una persona amable. No solo le preguntó si necesitaba ayuda, también le dijo que si aquel era su refugio. Al parecer él tampoco sabía de aquel lugar y eso provocó un suspiro por parte del rubio de melena larga. Pudo ver como ahora aquella persona se sentaba. – Soy cazador, he venido buscando una banda de asesinos. La verdad es que no sé si iré por buen camino, mi nombre es Taiga. – Dijo ahora mientras cogía dos latas de su mochila. Eran de un tamaño de doce centímetros y había dibujos de albóndigas con guisantes. Lanzó una hacia aquella persona y él se quedó la otra. – ¿Te apetece comer algo? – Le mencionó amablemente el luchador.
Tomó la suya y la abrió tirando de la chapa de hierro. Una vez lo hubo hecho estiró el dedo y cogió un pedazo de aquellas delicias. Se metió una en la boca y empezó a masticarla despacio disfrutando del sabor. Llevaba un par de días sin comer y aquello le estaba dando la vida. Además la salsa tenía una textura perfecta y todo se había mantenido caliente dentro de su envase. No pudo evitar estirarse un poco hasta que escuchó un ruido por un pasillo, exactamente por el que tenía planeado ir. Había sido como si algo hubiese caído al agua, aquello provocó que Taiga se mantuviese atento por si entraba alguien. Por suerte ahora eran dos y podían colaborar incluso. Tan solo faltaba ver qué demonios había pasado. El cazador se levantó de su asiento y empezó a caminar tomando antes su mochila. – Voy a ver qué es eso ¿Vienes? – Le dijo de repente a aquel hombre mientras él comenzaba a caminar.
No tardó en llegar a una zona dónde pudo ver a un tipo de pelo blanco desnudo y a otro hombre. Ahora se preocupó un poco pensando en si podían ser los enemigos que buscaba. En su mano derecha seguía agarrando aquella lata y se llevó otra albóndiga a la boca mientras alzaba la mano en señal de saludo. – Buenas caballeros ¿Son ustedes los bandidos de esta montaña? Resulta que esta lata es lo único que he comido en dos días y me muero de hambre. Anda acompañadme al cuartel que no veas que mal se pasa. – Era justo como parecía, se estaba quejando literalmente. Era idiota pensar que si eran los bandidos se iban a entregar, pero si no lo eran se iba a llevar un chasco. Cuantos más hombres se reunieran allí con intenciones de cobro, menos dinero iba a ver él y aquello le deprimió un poco. Ahora esperaba la respuesta totalmente calmado y con la mano libre en el bolsillo de su gabardina blanca.
De repente escuchó una voz que le puso en guardia y rápidamente se colocó en posición de combate. No tardó mucho en descubrir el rostro de aquella persona y se relajó un poco. Al principio pensó que podía ser uno de aquellos criminales pero sus palabras parecían las de una persona amable. No solo le preguntó si necesitaba ayuda, también le dijo que si aquel era su refugio. Al parecer él tampoco sabía de aquel lugar y eso provocó un suspiro por parte del rubio de melena larga. Pudo ver como ahora aquella persona se sentaba. – Soy cazador, he venido buscando una banda de asesinos. La verdad es que no sé si iré por buen camino, mi nombre es Taiga. – Dijo ahora mientras cogía dos latas de su mochila. Eran de un tamaño de doce centímetros y había dibujos de albóndigas con guisantes. Lanzó una hacia aquella persona y él se quedó la otra. – ¿Te apetece comer algo? – Le mencionó amablemente el luchador.
Tomó la suya y la abrió tirando de la chapa de hierro. Una vez lo hubo hecho estiró el dedo y cogió un pedazo de aquellas delicias. Se metió una en la boca y empezó a masticarla despacio disfrutando del sabor. Llevaba un par de días sin comer y aquello le estaba dando la vida. Además la salsa tenía una textura perfecta y todo se había mantenido caliente dentro de su envase. No pudo evitar estirarse un poco hasta que escuchó un ruido por un pasillo, exactamente por el que tenía planeado ir. Había sido como si algo hubiese caído al agua, aquello provocó que Taiga se mantuviese atento por si entraba alguien. Por suerte ahora eran dos y podían colaborar incluso. Tan solo faltaba ver qué demonios había pasado. El cazador se levantó de su asiento y empezó a caminar tomando antes su mochila. – Voy a ver qué es eso ¿Vienes? – Le dijo de repente a aquel hombre mientras él comenzaba a caminar.
No tardó en llegar a una zona dónde pudo ver a un tipo de pelo blanco desnudo y a otro hombre. Ahora se preocupó un poco pensando en si podían ser los enemigos que buscaba. En su mano derecha seguía agarrando aquella lata y se llevó otra albóndiga a la boca mientras alzaba la mano en señal de saludo. – Buenas caballeros ¿Son ustedes los bandidos de esta montaña? Resulta que esta lata es lo único que he comido en dos días y me muero de hambre. Anda acompañadme al cuartel que no veas que mal se pasa. – Era justo como parecía, se estaba quejando literalmente. Era idiota pensar que si eran los bandidos se iban a entregar, pero si no lo eran se iba a llevar un chasco. Cuantos más hombres se reunieran allí con intenciones de cobro, menos dinero iba a ver él y aquello le deprimió un poco. Ahora esperaba la respuesta totalmente calmado y con la mano libre en el bolsillo de su gabardina blanca.
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Aquel sujeto se identificó como un cazador cuyo nombre era Taiga, al parecer venía con las mismas intenciones que yo buscando capturar a los malnacidos que estaba causando problemas en los alrededores. Ates que pudiera contestarle me lanzo una lata de carne enlatada, decidí aceptarla sin decir palabra alguna, aunque recién había comido un buen bocadillo no caí mal y menos cuando te lo ofrecían tan generosamente. Destape aquel producto y hasta mi nariz llego el sutil aroma de producto, tome con los dedos una de aquellas albóndigas, para luego darle un bocado, quede sorprendido ante la textura y el sabor de aquel producto ya que usualmente este tipo de comidas son nefastas.
No obstante esta aún estaba caliente debía ser una maravilla de la ingeniería, sin basilar tome tres más, comiéndolas con gran placer de pronto, se escuchó un estruendoso ruido, el cual concluyo con lo que me pareció era sonido de un objeto o varios chocando contra el agua. Taiga se incorporó de inmediato y partió en dirección al ruido no había salido de la habitación cuando me pregunto si le seguía, atine a decirle que si pero aparentemente no me llego a oír, no le di mucha importancia ya que de todas formas tenía pensado ir en la dirección de aquel sonidos. Deje la lata sobre la mesa, no sin antes tomar las últimas 4 bolas de carne, las cuales lleve todas juntas hasta mi boca en un solo bocado. Taiga se me había adelantado por unos centímetros por lo que llego primero que yo a la fuente de aquel sonido lo siguiente que oí fue que hablaba con alguien o más bien con un grupo, pues se había referido a sus interlocutores en plural.
Finalmente le alcance cuando termino de hablar para entonces me encontraba parado en una pequeña saliente, desde la cual se podía ver un hermoso lago natural, el lugar estaba apenas iluminado por algunas antorchas y al percatarme con detenimiento pude notar que en la bóveda de aquella caverna se encontraba un enorme agujero. Al bajar la vista pude ver a los dos sujetos a los cuales les había dirigido Taiga sus palabras, al primero que mire era un hombre de cabello blanco que se encontraba totalmente desnudo, luego divise al segundo que se encontraba al otro lado, este se veía bastante alto, pero lo más extraño era que portaba una máscara, bueno que claro estaba que el hombre encuerado era el que se llevaba el premio a la rareza.
Estado ya cerca de Taiga le dije en voz baja – Sabes tengo las leves sospechas de que estos no son nuestros objetivos, solo un par de raros que se esconden en este lugar para realizar sus fetiches perversos, a propósito no me distes tiempo antes pero yo soy Teobaldo Voglio un placer, ¡ah! y gracias por los bocadillos estuvieron buenos, por cierto creo que los dos venimos en busca del mismo objetivo.- concluir mientras me rascaba la cabeza con la mano izquierda.
Luego me acerque aún más al peñasco y grite a los dos hombres – ¡Hea! ustedes los de abajo lamentos interrumpirlos en sus juegos perversos pero... estén... quisiéramos saber si han visto por aquí a un grupo de delincuente me han informado que se esconden es esta vieja mina hemos venimos por ellos...y bueno si son ustedes aquellas personas que buscamos solo me resta decir que entréguense pacíficamente y permitan que este buen hombre, junto a mi cobremos sus recompensa de lo contrario me temo que saldrán muy mal heridos- terminado de decir esto ultimo, tome el explosivo que tenia en mi bolsillo y lo mostré para que aquellos que estaba abajo se percataran de que hablábamos en serio.
Gusi
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Gusi se puso a hacer unos movimientos aeróbicos un tanto extraños para entrar en calor, dando saltos y moviendo los brazos. Mientras, con la mirada no paraba de buscar por el suelo algún tipo de palo o hierbajo para poder quemarlo y así entrar en calor. Pero de repente una voz a su espalda dijo: "¿Se puede saber qué haces?". Gusi se dio la vuelta muy despacio y por el rabillo del ojo, pudo ver a un tipo con una máscara. Gusi dio un pequeño gritó al viento y se puso en guardia muy absurdamente. Era normal, pues mil cosas le pasaron al recluta por la cabeza al ver aquel tipo. Desde que podría ser un fantasma, hasta el hecho de que fuera un maniquí parlante. Pero lo que más obvio le pareció fue…
-¿Eres un pervertido? No ves que me estoy bañando en estas calentitas aguas termales.- dijo Gusi alzando las manos en plan teatral, con voz de burla y sarcasmo.
Luego otra voz apareció en dirección contraria al tipo de la máscara, diciendo: "Buenas caballeros ¿Son ustedes los bandidos de esta montaña? Resulta que esta lata es lo único que he comido en dos días y me muero de hambre. Anda acompañadme al cuartel que no veas que mal se pasa". Gusi se volteó y vio a un tipo con una enorme gabardina blanca y un pañuelo negro en la cabeza, no había duda, era un vagabundo.
-No, lo siento. Nosotros somos los bandidos de la montaña de al lado- dijo mientras señalaba uno de los túneles y empezaba a desternillarse de risa. Al poco rato dejo de reírse al sentir el frió por el hecho de estar desnudo, mientras se le caía un leve moco transparente por la nariz -Amigo, si tienes tanta hambre creo que hay un animal suculento en esas aguas, podría ser divertido capturarlo- señalo con el dedo a la laguna y después aspiro fuerte para recoger el moco que colgaba.-Aunque si eres vegetariano mal vamos, porque en esta cueva no veo ni una planta y ya si sales fuera con la que está cayendo, no quiero ni…
De repente de detrás de aquel tipo con gabardina salió otro sujeto diciendo: "¡Hea! ustedes los de abajo lamentos interrumpirlos en sus juegos perversos pero... estén... quisiéramos saber si han visto por aquí a un grupo de delincuente me han informado que se esconden es esta vieja mina hemos venimos por ellos...y bueno si son ustedes aquellas personas que buscamos solo me resta decir que entréguense pacíficamente y permitan que este buen hombre, junto a mi cobremos sus recompensa de lo contrario me temo que saldrán muy mal heridos" y acto seguido se sacó una especie de bomba del bolsillo. Gusi no podía creerlo, ¿qué hacían esos tipos allí? La verdad que eran de lo más peculiares. Un pervertido con mascara, un vagabundo hambriento y un terrorista, esto era una escena de locos. Prometía ser divertido.
-¿Qué piensas hacer con eso? ¿Volarnos a todos por los aires y enterrarnos en estas minas?- dijo Gusi con sarcasmo.- No me hagas reír, hasta tu morirías- dijo mientras recogía la ropa mojada del suelo y la escurría con las manos.-Por cierto, el pervertido es el tipo de la mascara. Aunque, quien sabe, tal vez hacemos una orgía y nos acaba gustando. En este mundo hay que probar de todo.- dijo mientras extendía los pantalones ya escurridos, encima de una piedra- Alguno hace el favor de darme un abrazo para entrar en calor, que me voy a morir de frío.- y con chulería extendió los brazos y puso cara de cachorrito abandonado.
-¿Eres un pervertido? No ves que me estoy bañando en estas calentitas aguas termales.- dijo Gusi alzando las manos en plan teatral, con voz de burla y sarcasmo.
Luego otra voz apareció en dirección contraria al tipo de la máscara, diciendo: "Buenas caballeros ¿Son ustedes los bandidos de esta montaña? Resulta que esta lata es lo único que he comido en dos días y me muero de hambre. Anda acompañadme al cuartel que no veas que mal se pasa". Gusi se volteó y vio a un tipo con una enorme gabardina blanca y un pañuelo negro en la cabeza, no había duda, era un vagabundo.
-No, lo siento. Nosotros somos los bandidos de la montaña de al lado- dijo mientras señalaba uno de los túneles y empezaba a desternillarse de risa. Al poco rato dejo de reírse al sentir el frió por el hecho de estar desnudo, mientras se le caía un leve moco transparente por la nariz -Amigo, si tienes tanta hambre creo que hay un animal suculento en esas aguas, podría ser divertido capturarlo- señalo con el dedo a la laguna y después aspiro fuerte para recoger el moco que colgaba.-Aunque si eres vegetariano mal vamos, porque en esta cueva no veo ni una planta y ya si sales fuera con la que está cayendo, no quiero ni…
De repente de detrás de aquel tipo con gabardina salió otro sujeto diciendo: "¡Hea! ustedes los de abajo lamentos interrumpirlos en sus juegos perversos pero... estén... quisiéramos saber si han visto por aquí a un grupo de delincuente me han informado que se esconden es esta vieja mina hemos venimos por ellos...y bueno si son ustedes aquellas personas que buscamos solo me resta decir que entréguense pacíficamente y permitan que este buen hombre, junto a mi cobremos sus recompensa de lo contrario me temo que saldrán muy mal heridos" y acto seguido se sacó una especie de bomba del bolsillo. Gusi no podía creerlo, ¿qué hacían esos tipos allí? La verdad que eran de lo más peculiares. Un pervertido con mascara, un vagabundo hambriento y un terrorista, esto era una escena de locos. Prometía ser divertido.
-¿Qué piensas hacer con eso? ¿Volarnos a todos por los aires y enterrarnos en estas minas?- dijo Gusi con sarcasmo.- No me hagas reír, hasta tu morirías- dijo mientras recogía la ropa mojada del suelo y la escurría con las manos.-Por cierto, el pervertido es el tipo de la mascara. Aunque, quien sabe, tal vez hacemos una orgía y nos acaba gustando. En este mundo hay que probar de todo.- dijo mientras extendía los pantalones ya escurridos, encima de una piedra- Alguno hace el favor de darme un abrazo para entrar en calor, que me voy a morir de frío.- y con chulería extendió los brazos y puso cara de cachorrito abandonado.
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Daneer alzó una ceja bajo la máscara, incrédulo y asqueado a partes iguales ante la imagen que se presentaba ante él. ¿Aguas termales? A esa profundidad y teniendo en cuenta la temperatura que había ahí abajo, lo más probable era que ese manantial estuviera helado, y los extraños bailoteos y temblores que sacudían el cuerpo del otro lo delataban. Sus palabras no le ayudaron demasiado a tratar de mirar la situación desde una posición más calmada, y realmente estuvo por separar la cabeza de su cuerpo de un tajo, pero supo controlarse. "No es tu objetivo, cálmate" se dijo a sí mismo mientras suspiraba, tratando de ignorar sus palabras. Sin embargo, no todo acabaría allí, y pronto aparecerían dos personas más. Dos personas... ¿Que les estaban pidiendo que se entregaran? Bueno, tenía cierto sentido, pero sus palabras no pudieron hacer más que alarmarle. "Genial. Ahora voy a tener que encargarme de dos cazadores. Mi día no para de mejorar por momentos."
Estaba a punto de contestarles, buscando evitar el conflicto en la medida de lo posible. No le convenía cansarse con ellos si quería dar caza a los verdaderos criminales. De hecho, si no fuera porque le hacía falta el dinero y porque el "código moral" de la revolución le obligaba a ayudar en todo lo posible a los necesitados. Pese a ello, el nudista perturbado se le adelantó y comenzó a soltar una sarta de estupideces. Definitivamente, ese tipo buscaba que les despedazaran a ambos. ¿En serio le estaba proponiendo al otro cazar a un bicho? Criatura que vete a saber lo que podría ser.
- Yo no quiero saber nada de esto... -dijo el albino mientras se cruzaba de brazos y desviaba la mirada hacia una de las galerías. Tal vez pudiera escabullirse y librarse de aquel grupo de locos. Y, de paso, reanudar su búsqueda. No aguantaría estar mucho más tiempo allí abajo.
La amenaza del castaño, sin embargo, le causó inquietud y diversión a partes iguales, ya que el loco del manantial tenía razón. Si hacía estallar algo allí, lo más probable era que todos acabasen volando por los aires o sepultados en vida hasta que perecieran por hambre, frío o... Bueno, devorados por la criatura que viviera allí. Teniendo en cuenta que no sabían qué clase de material extraían de aquél lugar, no era la opción más prudente. Podían haberse acumulado gases inflamables, y en parte por ello costaría más respirar, por lo que la más mínima chispa les haría arder a todos de una forma no muy agradable.
- Mirad... No somos delincuentes, o al menos no yo. Acabo de encontrarme a este pervertido -les dijo, señalando al de los bailoteos, ignorando su petición- Soy cazador también, y ando buscándoles. Por otro lado, te aconsejaría tener en cuenta sus palabras. Lanzar un explosivo aquí no sería lo más acertado.
Claramente había mentido, pero esperaba que colara. Al fin y al cabo, ¿qué otro motivo tendría alguien para ir hasta allí? Alguien que no trabajara en esa mina, quiero decir. Se alejó del hombre desnudo, que ahora parecía una ama de casa de quién sabe qué siglo, lavando la ropa sucia en el río junto al resto de mujeres del pueblo, con la diferencia de que no era una mujer (o, al menos, esperaba que así fuera) y que el río era una charca subterranea. Trató de acercarse a los otros dos, pues era el momento de comenzar su interpretación.
- Mi nombre es Ani, un placer.
Estaba a punto de contestarles, buscando evitar el conflicto en la medida de lo posible. No le convenía cansarse con ellos si quería dar caza a los verdaderos criminales. De hecho, si no fuera porque le hacía falta el dinero y porque el "código moral" de la revolución le obligaba a ayudar en todo lo posible a los necesitados. Pese a ello, el nudista perturbado se le adelantó y comenzó a soltar una sarta de estupideces. Definitivamente, ese tipo buscaba que les despedazaran a ambos. ¿En serio le estaba proponiendo al otro cazar a un bicho? Criatura que vete a saber lo que podría ser.
- Yo no quiero saber nada de esto... -dijo el albino mientras se cruzaba de brazos y desviaba la mirada hacia una de las galerías. Tal vez pudiera escabullirse y librarse de aquel grupo de locos. Y, de paso, reanudar su búsqueda. No aguantaría estar mucho más tiempo allí abajo.
La amenaza del castaño, sin embargo, le causó inquietud y diversión a partes iguales, ya que el loco del manantial tenía razón. Si hacía estallar algo allí, lo más probable era que todos acabasen volando por los aires o sepultados en vida hasta que perecieran por hambre, frío o... Bueno, devorados por la criatura que viviera allí. Teniendo en cuenta que no sabían qué clase de material extraían de aquél lugar, no era la opción más prudente. Podían haberse acumulado gases inflamables, y en parte por ello costaría más respirar, por lo que la más mínima chispa les haría arder a todos de una forma no muy agradable.
- Mirad... No somos delincuentes, o al menos no yo. Acabo de encontrarme a este pervertido -les dijo, señalando al de los bailoteos, ignorando su petición- Soy cazador también, y ando buscándoles. Por otro lado, te aconsejaría tener en cuenta sus palabras. Lanzar un explosivo aquí no sería lo más acertado.
Claramente había mentido, pero esperaba que colara. Al fin y al cabo, ¿qué otro motivo tendría alguien para ir hasta allí? Alguien que no trabajara en esa mina, quiero decir. Se alejó del hombre desnudo, que ahora parecía una ama de casa de quién sabe qué siglo, lavando la ropa sucia en el río junto al resto de mujeres del pueblo, con la diferencia de que no era una mujer (o, al menos, esperaba que así fuera) y que el río era una charca subterranea. Trató de acercarse a los otros dos, pues era el momento de comenzar su interpretación.
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Taiga observaba a aquellas dos personas de forma calmada. En pocos segundos llegó el otro chico susurrándole su nombre y dándole las gracias, también le dijo que pensaba que aquellos dos solo eran una pareja jugando a cosas raras. Aquello provocó una leve carcajada apenas audible para asentir a las palabras de aquel chico. Después aquel joven les dijo a los otros dos que si eran los criminales que se entregasen y si no que si habían visto a los verdaderos. Era una pregunta demasiado obvia pero con suerte podía funcionar y todo. – Encantado también. Si, la verdad es que las albóndigas estas están buenísimas. – Le respondió ahora de forma amable mientras él se comía otra y empezaba a masticarla, después centró su mirada en los de allí abajo.
El tipo de pelo blanco desnudo ahora le dijo al cazador que había algo raro en el lago para poder cazarlo. Los azulados ojos del luchador se clavaron en los de aquella persona sonriendo de lado. Tal vez era buena idea pero prefería el dinero para poder comer en un bar tranquilamente. Notó además como el ambiente se estaba poniendo tenso entre el chico castaño y los nuevos. Teobaldo al parecer tenía un explosivo y los otros decían que si lanzaba aquello iban a acabar todos sepultados. El último hombre de la máscara fue bastante sensato en sus palabas y parecía ser otro cazador. El joven rubio no pudo evitar sonreír con amabilidad y saltar hasta la zona dónde estaban los dos nuevos. Se quitó la gabardina quedando con un pantalón negro y una camiseta de manga larga. Se acercó al chico desnudo que estaba pidiendo un abrazo y le tendió la gabardina mientras le sonreía. – Ponte esto o te vas a morir de frío. Yo te daré el abrazo cuando la tengas puesta, soy Taiga. – Dijo lo último en voz alta para que también lo escuchara el otro albino.
Allí era importante mantenerse caliente y el cazador quería que todos se relajasen pues la tensión se respiraba en el ambiente por lo del explosivo. Metió la mano en su mochila y sacó otras dos latas calentitas de albóndigas con guisantes, las últimas que le quedaban. Le lanzó suavemente una al albino enmascarado y otra al chico que pedía abrazos. Acto seguido se comió otra de su propia lata y le hizo un gesto a Teobaldo para que se acercase. – Tío esto parece seguro, baja y organicémonos los cuatro. – Dijo aquellas palabras con una sonrisa amable.
De repente escuchó un gruñido por una de las galerías y pensó que sería el se al que se refería el peliblanco. Por ahora sabía los nombres de todos menos el del chico que iba desnudo. Teobaldo y Ani, al parecer no había peligro entre ellos de momento o eso al menos pensaba el joven. – Esa cosa parece estar enfadada. Bueno pues si os parece bien podemos colaborar y repartirnos el dinero, es una banda y seguro que hay más de uno valioso. – Una vez dijo aquello simplemente se cruzó de brazos mientras esperaba la respuesta de alguna otra persona.
El tipo de pelo blanco desnudo ahora le dijo al cazador que había algo raro en el lago para poder cazarlo. Los azulados ojos del luchador se clavaron en los de aquella persona sonriendo de lado. Tal vez era buena idea pero prefería el dinero para poder comer en un bar tranquilamente. Notó además como el ambiente se estaba poniendo tenso entre el chico castaño y los nuevos. Teobaldo al parecer tenía un explosivo y los otros decían que si lanzaba aquello iban a acabar todos sepultados. El último hombre de la máscara fue bastante sensato en sus palabas y parecía ser otro cazador. El joven rubio no pudo evitar sonreír con amabilidad y saltar hasta la zona dónde estaban los dos nuevos. Se quitó la gabardina quedando con un pantalón negro y una camiseta de manga larga. Se acercó al chico desnudo que estaba pidiendo un abrazo y le tendió la gabardina mientras le sonreía. – Ponte esto o te vas a morir de frío. Yo te daré el abrazo cuando la tengas puesta, soy Taiga. – Dijo lo último en voz alta para que también lo escuchara el otro albino.
Allí era importante mantenerse caliente y el cazador quería que todos se relajasen pues la tensión se respiraba en el ambiente por lo del explosivo. Metió la mano en su mochila y sacó otras dos latas calentitas de albóndigas con guisantes, las últimas que le quedaban. Le lanzó suavemente una al albino enmascarado y otra al chico que pedía abrazos. Acto seguido se comió otra de su propia lata y le hizo un gesto a Teobaldo para que se acercase. – Tío esto parece seguro, baja y organicémonos los cuatro. – Dijo aquellas palabras con una sonrisa amable.
De repente escuchó un gruñido por una de las galerías y pensó que sería el se al que se refería el peliblanco. Por ahora sabía los nombres de todos menos el del chico que iba desnudo. Teobaldo y Ani, al parecer no había peligro entre ellos de momento o eso al menos pensaba el joven. – Esa cosa parece estar enfadada. Bueno pues si os parece bien podemos colaborar y repartirnos el dinero, es una banda y seguro que hay más de uno valioso. – Una vez dijo aquello simplemente se cruzó de brazos mientras esperaba la respuesta de alguna otra persona.
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Repentinamente el nudista comenzó a lanzar muchas incoherencias de las que no entendí mucho y bueno no es que les diera mucha importancia, solo sabía que al parecer él se la estaba pasando de lo lindo o en todo caso había perdido la cabeza por haber estado viviendo al interior de aquellas cuevas. No obstante mi atención fue captada por las palabras del hombre enmascarado quien me propuso no lanzara nada en aquellas cuevas, pues al fin y al cabo ellos no eran los delincuentes que andábamos buscando, en ese momento una sola idea paso por mi cabeza –Vamos colega, si el experto en explosivos y en entrar a grutas soy yo, pero va que no me molestare en explicar el como fusionan las estructuras de las minas y que en muchas de ellas se llegan a usar explosivos.
Luego de aquel pensamiento se dibujó una sonrisa algo forzada mientras atinaba a comentar –Vale no hay problema, ahora guardo el artefacto puedes estar tranquilo, no explotara- dije mientas bajaba la mano y devolviendo mi explosivo al bolsillo. Por su parte a Taiga al parecer le había hecho gracia toda la situación, me percate de esto cuando se disponía a saltar ya que en su rostro se dibujó una amplia sonrisa, luego se adelantó hasta donde estaban aquellos dos sujetos. Inmediatamente se quitó su chaqueta y se la ofreció al exhibicionista quien se encontraba con los brazos extendidos y pidiendo un abrazo. Posteriormente saco dos latas y se las entregó a cada sujeto, final mente mi hizo una señal con la mano indicándome que bajara, ya que no había ningún peligro inminente, además de que tenía la intención de que nos organizáramos para atender la forma en como operaríamos para atrapar a los malos de esta historia.
Salte de aquella saliente y una vez me encontré en el suelo llegaron hasta mis oídos el estruendoso gruñido de alguno de los seres que rondaban aquellas cavernas, posiblemente aquel del cual provenía tan molesto chillido era uno de los compañeros del animal con el que se había topado el hombre de cabellera blanca en el agua. No di mayor importancia y me acerque a donde estaba el grupo reunido discutiendo aparentemente la distribución de la recompensa o eso supuse pues alcanzase a oír a Taiga proponiendo que nos repartiéramos el dinero en partes iguales.
Estaba a punto secundar la idea cuando repentinamente del agua salió una bestia, bastante grotesca, el animal había aparecido justo detrás del hombre que ahora tenía la chaqueta de Taiga, quien además era el único que no se había presentado. La criatura avanzo sobre sus dos patas a toda velocidad, lanzando unos chillidos aberrantes intentando atacar al compañero de cabellos blancos, sin titubear, saque dos de mis agujas proyectil ya que tenían la potencia de una bala de calibre mediano, apunte a la cabeza y a lugar donde supuse podría estar el corazón, disparando al mismo tiempo las dos agujas, esperando con esto poder derribar a la criatura.
Acto seguido a mis espaldas y de uno de los túneles se escucharon dos potentes gruñidos, inconscientemente gire y vi a cuatro de aquellas cosas saliendo de uno de los pasajes aledaños, las cuales comenzaba avanzar reptando veloz mente hasta nosotros – Señores creo que ya se han percatado pero tenemos algunos problemillas aquí, un poco más urgentes que repartirnos un botín que ni siquiera hemos cobrado- dije mientras me preparaba a sacar cuatro agujas más, un par en cada mano. A continuación adopte una postura de combate esperando que aquellos seres me permitieran un tiro limpio, ya que por la cercanía a nosotros no podía hacer uso de mis explosivos, además de que no quería desperdiciarlos en aquellas cosas. Ya que pudiera necesitarlos más adelante, también tenia la esperanza de que mis compañeros reaccionaran, antes de que fuéramos rodeados, ya que no sabía si la primera criatura había caído muerta o si llegarían más.
Gusi
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Parecía que el tipo de la máscara no quiso recibir la agradable recompensa de darle un abrazo a Gusi y calentarle un poquito, en vez de eso paso de él. Sin embargo, el que parecía un vagabundo, bajo a ayudarle. El tipo rubio amablemente le ofreció la gabardina y Gusi, se escurrió entre las mangas, y se la aferro con fuerza. La gabardina de color blanca le quedaba enorme, comparada con el cuerpo fino del recluta. Y al ver al chico que se la ofreció, pudo comprobar que no era un vagabundo, y si lo era, no era normal que tuviera esos enormes músculos.
El chico se presentó ante todos como "Taiga", al igual que el tipo enmascarado que menciono llamarse "Ani", por lo que quedaba el chico castaño, que para él seguía siendo el terrorista de los explosivos. Si aquel tipo había mencionado su nombre, Gusi no lo oyó. Taiga se sacó unas latas de los bolsillos y nos las ofreció a mi y al tipo enmascarado. Añadiendo que eran las últimas que le quedaban.
No podía dejar que mi salvador me diera sus últimos víveres y amablemente y muy agradecido le entregue la lata. Gusi prestaba atención a las palabras de todos que estaban interesados en capturar unos bandidos. Lo cual a él se la sudaba la recompensa, solo quería el mérito y poder subir así de rango.
- Me llamo Gusi, y Taiga está bajo mi protección, así que a nadie se le ocurra tocarle.- dijo bien alto mientras ponía una pose de lucha. De repente una bestia parda, salió de la laguna en dirección de Gusi. El cual, placo a Taiga para protegerle, lo que tal vez no fuera necesario. La bestia callo a escasos metros de ellos, seguramente por la ayuda de alguno de los otros sujetos.
Gusi rápidamente se puso en pie y echo una mano a Taiga a levantarse. Corrió hacía la bestia derribada y la empujo para que el cuerpo rodara, pues lógicamente la bestia había caído encima de sus pertenencias. Una vez que lo consiguió, de los bolsillos del pantalón sacó unos guantes de combate y se los puso. Luego, agarro el abrigo empapado y sacó su escopeta de tres cañones. Después, todo lo demás lo dejo, pues seguía todo empapado y mas al caer el bicho. Se colocó al lado de Taiga, con la escopeta en el hombro, mientras veía como venían más bestias de esas por los túneles.
-Taiga, te estoy muy agradecido por dejarme la gabardina. Así que mejor que recompensarte con un abrazo, te daré mi parte de la recompensa por capturar la banda.- dijo Gusi, con una sonrisa cálida.- Y si salimos con vida de esta, una cena calentita.
El chico se presentó ante todos como "Taiga", al igual que el tipo enmascarado que menciono llamarse "Ani", por lo que quedaba el chico castaño, que para él seguía siendo el terrorista de los explosivos. Si aquel tipo había mencionado su nombre, Gusi no lo oyó. Taiga se sacó unas latas de los bolsillos y nos las ofreció a mi y al tipo enmascarado. Añadiendo que eran las últimas que le quedaban.
No podía dejar que mi salvador me diera sus últimos víveres y amablemente y muy agradecido le entregue la lata. Gusi prestaba atención a las palabras de todos que estaban interesados en capturar unos bandidos. Lo cual a él se la sudaba la recompensa, solo quería el mérito y poder subir así de rango.
- Me llamo Gusi, y Taiga está bajo mi protección, así que a nadie se le ocurra tocarle.- dijo bien alto mientras ponía una pose de lucha. De repente una bestia parda, salió de la laguna en dirección de Gusi. El cual, placo a Taiga para protegerle, lo que tal vez no fuera necesario. La bestia callo a escasos metros de ellos, seguramente por la ayuda de alguno de los otros sujetos.
Gusi rápidamente se puso en pie y echo una mano a Taiga a levantarse. Corrió hacía la bestia derribada y la empujo para que el cuerpo rodara, pues lógicamente la bestia había caído encima de sus pertenencias. Una vez que lo consiguió, de los bolsillos del pantalón sacó unos guantes de combate y se los puso. Luego, agarro el abrigo empapado y sacó su escopeta de tres cañones. Después, todo lo demás lo dejo, pues seguía todo empapado y mas al caer el bicho. Se colocó al lado de Taiga, con la escopeta en el hombro, mientras veía como venían más bestias de esas por los túneles.
-Taiga, te estoy muy agradecido por dejarme la gabardina. Así que mejor que recompensarte con un abrazo, te daré mi parte de la recompensa por capturar la banda.- dijo Gusi, con una sonrisa cálida.- Y si salimos con vida de esta, una cena calentita.
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El joven aguardó las presentaciones de los nuevos integrantes de aquel improvisado grupo. Taiga era el del cazador rubio, aunque no alcanzó a oír cualquier tipo de referencia por parte del castaño. Tampoco le importaba demasiado, la verdad. Lo que recibió fue, sin embargo, una lata con comida precocinada, o eso parecía ser. ¿Por qué narices le ofrecía alimento a alguien a quien acababa de conocer? En un alarde de reflejos tomó el recipiente al vuelo, alzando la mano derecha y quedándose mirándolo durante unos segundos. "Bueno, no rechazaré algo de comida después de todo el tiempo que llevo aquí abajo, pero..." Pensó, siendo consciente de que comer con una máscara cubriéndole el rostro no sería lo más común del mundo, ni lo más práctico, desde luego.
- Gracias, supongo... -murmuró, guardándose la ración en una pequeña bolsa que llevaba colgada al cinto. Ya comería más adelante, cuando tuviera algo más de intimidad.
Tras esto, se limitó a observar la escenita que se montó frente a él. Parecía que habían acordado (sin que él diera su aprobación) repartir la recompensa que pudieran obtener tras la captura de los criminales a los que habían ido a dar caza. Bueno, supuso que no le quedaría otro remedio, a no ser que quisiera enfrentarse a todos ellos, claro, así que se limitó a guardar silencio y observar. Al menos parecían algo más sensatos de lo que creyó en un primer momento... Con algo de suerte serían de ayuda y todo. Sin embargo, pronto aquel momento de calma se vería claramente alterado.
- Tenemos compañía... -susurró, secundando al castaño, mientras tomaba algunos de sus cuchillos.
Su mantra le alertó de las presencias, desapareciendo rápidamente una de ellas, la de la criatura que había salido del interior del manantial. Lástima que no todo fuera a terminar allí para ellos. Un grupo más de aquellas cosas apareció por una de las galerías, dispuestas a devorarles sin miramiento alguno. "Está bien, supongo que no pasa nada por jugar un poco" se dijo a sí mismo, fijándose minuciosamente en los movimientos que describían todas ellas y tomándose un momento para calcular trayectorias. Sin decir nada, en un movimiento realmente veloz, su brazo se extendió hacia el frente y dos de sus cuchillos volaron hacia aquellos seres, incrustándose ambos en el cráneo de uno de ellos, haciendo que su cuerpo escamoso cayera inerte al suelo tras revolverse un poco.
- Bueno, no parecen muy duros... Aunque no entiendo quién elegiría establecer su escondite en un lugar con estos bichos -comentó mientras llevaba la mano a una de sus espadas, desenvainándola y preparándose para atacar en cuanto los bichos restantes les alcanzaran, si es que sus nuevos compañeros permitían que lo hicieran.
- Gracias, supongo... -murmuró, guardándose la ración en una pequeña bolsa que llevaba colgada al cinto. Ya comería más adelante, cuando tuviera algo más de intimidad.
Tras esto, se limitó a observar la escenita que se montó frente a él. Parecía que habían acordado (sin que él diera su aprobación) repartir la recompensa que pudieran obtener tras la captura de los criminales a los que habían ido a dar caza. Bueno, supuso que no le quedaría otro remedio, a no ser que quisiera enfrentarse a todos ellos, claro, así que se limitó a guardar silencio y observar. Al menos parecían algo más sensatos de lo que creyó en un primer momento... Con algo de suerte serían de ayuda y todo. Sin embargo, pronto aquel momento de calma se vería claramente alterado.
- Tenemos compañía... -susurró, secundando al castaño, mientras tomaba algunos de sus cuchillos.
Su mantra le alertó de las presencias, desapareciendo rápidamente una de ellas, la de la criatura que había salido del interior del manantial. Lástima que no todo fuera a terminar allí para ellos. Un grupo más de aquellas cosas apareció por una de las galerías, dispuestas a devorarles sin miramiento alguno. "Está bien, supongo que no pasa nada por jugar un poco" se dijo a sí mismo, fijándose minuciosamente en los movimientos que describían todas ellas y tomándose un momento para calcular trayectorias. Sin decir nada, en un movimiento realmente veloz, su brazo se extendió hacia el frente y dos de sus cuchillos volaron hacia aquellos seres, incrustándose ambos en el cráneo de uno de ellos, haciendo que su cuerpo escamoso cayera inerte al suelo tras revolverse un poco.
- Bueno, no parecen muy duros... Aunque no entiendo quién elegiría establecer su escondite en un lugar con estos bichos -comentó mientras llevaba la mano a una de sus espadas, desenvainándola y preparándose para atacar en cuanto los bichos restantes les alcanzaran, si es que sus nuevos compañeros permitían que lo hicieran.
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Aquel hombre había aceptado su abrigo pero no la lata. Además dio en voz alta y colocándose en postura de pelea que el rubio estaba bajo su protección. El cazador no pudo evitar soltar una risa amable y cálida al ver que se llevaba bien con aquel chico. De repente ahora vio como aquel peliblanco se lanzaba contra él. El luchador se colocó en postura defensiva por si acaso recibiendo el placaje y resbalando con el hielo. No entendía la razón de aquello, primero le protegía y ahora le tiraba. Entonces se dio cuenta de que una enorme bestia se había lanzado contra él. Aquel hombre le tiró para protegerle y ahora le ayudó a levantar tendiéndole la mano, cosa que agarró Taiga en un momento dándole las gracias.
Gusi tomó una enorme escopeta y se puso al lado del chico, el cual pegó su espalda a la de su nuevo amigo contemplando como más de esas cosas salían de los túneles. Las palabras del peliblanco le hicieron sonreír de lado, sobre todo las de la cena. – ¡Oh gracias socio! ¡Eres un tío grande! – Gritó Redfield mientras ahora alzaba una ceja colocándose en posición de pelea. En cuanto la primera de aquellas cosas se lanzó contra él, Taiga le golpeó en el estómago con el puño derecho y dando un giro sobre sí mismo finalizó al primer enemigo con una patada giratoria en la cabeza. Había comprobado como el chico de la máscara guardaba la lata y ahora con dos armas punzantes atravesaba el cráneo de una de aquellas cosas. El luchador no pudo evitar soltar un “guau” cuando vio aquello y no tardó en sonreír de forma amable y confiada. – ¡Vaya puntería, Ani! – Gritó de repente el cazador hacia el peliblanco enmascarado.
Ahora pudo ver como dos de aquellas cosas se acercaban a él de forma agresiva pero bastantes pegadas la una a la otra, lo que hizo sonreír de lado al rubio. Llegaba el momento de que atacara y lo iba a hacer con una buena estrategia para derribarlas a las dos de un solo golpe o al menos a intentarlo. – ¡Ice Punch! – Corrió a por ellas a toda velocidad mientras emitía una siniestra sonrisa. Una vez estuvo cerca de los seres, colocó las manos en el suelo y se deslizó por entre medias de los dos. Una vez lo logró, se giró y saltó con fuerza colocando cada brazo alrededor del cuello de ellos. Una vez los tuvo agarrados se tiró hacia atrás elevando las piernas un poco para que cuando aquellos seres cayeran contra él, se clavaran las rodillas en la espalda. – ¡Hietori! – Los huesos hicieron un sonido horrible, dando a entender que se habían roto. Aquellos seres cayeron al suelo sin poder moverse, totalmente inválidos.
El rubio ahora viendo que no había tantos, se colocó al lado de Gusi y alzó la voz para que los demás lo escucharan. – No sé vosotros pero algo me dice que los bandidos ya han sido el almuerzo de estas cosas o sencillamente no están aquí. – No había percibido ruidos ni había pistas sobre que allí hubiese población, de modo que el luchador pensaba aquello. Mientras los demás continuaban, él sacó su cantimplora de agua fresca y le dio un trago largo para después guardarla y suspirar observando al resto.
Gusi tomó una enorme escopeta y se puso al lado del chico, el cual pegó su espalda a la de su nuevo amigo contemplando como más de esas cosas salían de los túneles. Las palabras del peliblanco le hicieron sonreír de lado, sobre todo las de la cena. – ¡Oh gracias socio! ¡Eres un tío grande! – Gritó Redfield mientras ahora alzaba una ceja colocándose en posición de pelea. En cuanto la primera de aquellas cosas se lanzó contra él, Taiga le golpeó en el estómago con el puño derecho y dando un giro sobre sí mismo finalizó al primer enemigo con una patada giratoria en la cabeza. Había comprobado como el chico de la máscara guardaba la lata y ahora con dos armas punzantes atravesaba el cráneo de una de aquellas cosas. El luchador no pudo evitar soltar un “guau” cuando vio aquello y no tardó en sonreír de forma amable y confiada. – ¡Vaya puntería, Ani! – Gritó de repente el cazador hacia el peliblanco enmascarado.
Ahora pudo ver como dos de aquellas cosas se acercaban a él de forma agresiva pero bastantes pegadas la una a la otra, lo que hizo sonreír de lado al rubio. Llegaba el momento de que atacara y lo iba a hacer con una buena estrategia para derribarlas a las dos de un solo golpe o al menos a intentarlo. – ¡Ice Punch! – Corrió a por ellas a toda velocidad mientras emitía una siniestra sonrisa. Una vez estuvo cerca de los seres, colocó las manos en el suelo y se deslizó por entre medias de los dos. Una vez lo logró, se giró y saltó con fuerza colocando cada brazo alrededor del cuello de ellos. Una vez los tuvo agarrados se tiró hacia atrás elevando las piernas un poco para que cuando aquellos seres cayeran contra él, se clavaran las rodillas en la espalda. – ¡Hietori! – Los huesos hicieron un sonido horrible, dando a entender que se habían roto. Aquellos seres cayeron al suelo sin poder moverse, totalmente inválidos.
El rubio ahora viendo que no había tantos, se colocó al lado de Gusi y alzó la voz para que los demás lo escucharan. – No sé vosotros pero algo me dice que los bandidos ya han sido el almuerzo de estas cosas o sencillamente no están aquí. – No había percibido ruidos ni había pistas sobre que allí hubiese población, de modo que el luchador pensaba aquello. Mientras los demás continuaban, él sacó su cantimplora de agua fresca y le dio un trago largo para después guardarla y suspirar observando al resto.
Teobaldo Voglio
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Antes de que pudiera terminar de ponerme a la defensiva Ani había acabado con uno de esos bichos colocándole dos de sus cuchillos en su cráneo, el animal convulsiono levemente para después dejar de moverse. Mientras de otro lado Taiga dejaba inconsciente a una de las bestias a mono limpia, mientras embestía contra las última dos que estaban aun de pie, sus movimientos fueron rápidos y certeros tanto que en dos segundos había acabado con ambos animalejos. El verlo ahí y no haber escuchado ningún grito me indicaba que yo había logrado derribar a una de aquellas bestias, tras la conmoción Taiga comento sobre la posibilidad de que nuestros objetivos hubieran sido devorados por aquellas criaturas o simplemente no estuvieran ahí.
Guarde mis proyectiles aguja, mientras comentaba a equipo –Baya que nos han tomado por sorpresa o más bien estas cosas se quedaron sorprendidas por nuestras habilidades, por cierto no he podido presentarme me llamo Teobaldo, Teobaldo Voglio es un gusto conocerles caballeros y concuerdo con Taiga existe la posibilidad de que nuestras presas ya estén muertos pero creo que debemos comprobarlo.
Mire a mi alrededor y luego continúe – Amigo Ani supongo que tu vienes de esos túneles al oeste, Gusi tú has de venir de aquellos al norte, y nosotros venimos de ese túnel superior al sur y ninguno nos hemos topado con los bandidos, si mis cálculos no me fallan lo más probable es que estén escondidos en estos túneles al este, claro que si fueron devorados podemos abrir los estómagos de estas bestias y ver si existe alguna prueba de que ya hubieran cenado, esto nos ahorraría ir por los túneles bajos ubicados al sur – Dije mientras se dibujaba una sonrisa y me preparaba para la decisión que se tomara el nuevo equipo improvisado al cual me había unido.
De pronto se escucharon más gritos de aquellas bestias provenientes del mismo túnel del cual habían salido los otros, inmediatamente me fui acercando al túnel ubicado al este, girando y diciéndoles al resto –Lo que se vaya hacer que se haga rápido, al parecer viene mas de esas cosas y no veo razón para gastar nuestras fuerzas con ellos- el gruñido se hizo más fuerte e intenso y yo solo me quede observando a mis compañeros. La verdad es que no tenía muchas ganas de abrir unos lagartos y si los ladrones habían muerto seguro encontraríamos sus huesos en alguna parte de este lugar.
Gusi
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Gusi observaba perplejo como aquellas personas acababan con todas las bestias que aparecían, con total facilidad. Aunque el que más le sorprendió fue Taiga, el cual estaba claro que no necesitaba su ayuda. Aunque seguiría siendo fiel a su palabra de protegerlo y recompensarlo. Los demás tipos, eran geniales con ataques a distancia. Tenían una puntería excepcional. La verdad que daban mucha envidia a Gusi. Pero lo que más le gustaba a él era dar puñetazos y estaba claro que Taiga sabía darlos con rapidez y fuerza.
El chico castaño por fin menciono su nombre, el cual era Teobaldo. Y acompañado de un comentario con información suculenta de la observación del terreno, en el cual podríamos encontrar a los bandidos que buscaban. Aunque también sugirió abrir las entrañas de aquellos seres, pero sinceramente a Gusi la biología no le apasionaba que se dijera y estaba claro, que el al no tener objetos afilados acabaría llenándose de tripas por intentar abrirlos a puñetazos.
Estaba totalmente de acuerdo con la sugerencia, pero Gusi decidiría ir donde dijera Taiga. Le hecho una mirada de mutua confianza y un gran gruñido resonó por toda la cueva en la que nos encontrábamos.
-Oye, ¿te puedo llamar Teo?- gritó Gusi a Teobaldo. Dirigió su mirada a los bolsillos de Teo.-Ahora que somos amigos ¿Me regalas una de tus bombas?- la idea de tener un explosivo a Gusi le fascinaba, lo veía como algo muy útil.
-Por cierto -refiriéndose a todo el grupo.-Y si los bandidos estuvieran en alguna zona secreta. O tal vez dentro del lago haya un túnel que te lleve a otra zona. Aunque la idea de volver a mojarme no me convence.-dijo Gusi apoyándose el dedo en la barbilla.-Por ahora estoy de acuerdo con la teoría de Teo.
El chico castaño por fin menciono su nombre, el cual era Teobaldo. Y acompañado de un comentario con información suculenta de la observación del terreno, en el cual podríamos encontrar a los bandidos que buscaban. Aunque también sugirió abrir las entrañas de aquellos seres, pero sinceramente a Gusi la biología no le apasionaba que se dijera y estaba claro, que el al no tener objetos afilados acabaría llenándose de tripas por intentar abrirlos a puñetazos.
Estaba totalmente de acuerdo con la sugerencia, pero Gusi decidiría ir donde dijera Taiga. Le hecho una mirada de mutua confianza y un gran gruñido resonó por toda la cueva en la que nos encontrábamos.
-Oye, ¿te puedo llamar Teo?- gritó Gusi a Teobaldo. Dirigió su mirada a los bolsillos de Teo.-Ahora que somos amigos ¿Me regalas una de tus bombas?- la idea de tener un explosivo a Gusi le fascinaba, lo veía como algo muy útil.
-Por cierto -refiriéndose a todo el grupo.-Y si los bandidos estuvieran en alguna zona secreta. O tal vez dentro del lago haya un túnel que te lleve a otra zona. Aunque la idea de volver a mojarme no me convence.-dijo Gusi apoyándose el dedo en la barbilla.-Por ahora estoy de acuerdo con la teoría de Teo.
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El albino envainó lentamente su espada al darse cuenta de que no se vería necesitado de darle uso alguno. Al fin y al cabo, sus compañeros habían acabado con todas las demás criaturas. Eran fuertes, realmente fuertes, así que había hecho bien en no provocar un enfrentamiento directo contra ellos, ya que tal vez podrían haberle puesto las cosas muy difíciles. Tal vez el que menos peligroso le pareció fue el nudista, cosa realmente extraña ya que sentía una presencia fuerte, igual que la de Teobaldo (quien acababa de presentarse). Tal vez el hecho de verle haciendo el payaso le hubiera hecho desviar su atención de él. Debía ir con cuidado a partir de ahora.
- Es posible que no estén, o puede que, por el contrario, se mantengan ocultos en algún lugar recóndito de estos túneles. En cualquier caso, no lo sabremos hasta que hayamos explorado la mina por completo -respondió, encogiéndose de hombros.
Sí, probablemente con semejantes criaturas allí abajo, por débiles que hubieran resultado ser, aquél no habría sido el mejor lugar para montar un escondite, y se habrían visto necesitados de una vigilancia constante para no ser devorados por aquellos bichejos. Sin embargo, era eso o huir de la Marina, por lo que tal vez se hubiera convertido en la opción más adecuada para ellos. No todos tenían el valor de enfrentarse a algo tan grande como lo que esa palabra suponía. Su mirada se desvió hacia el tal Gusi, y dio gracias a que llevaba una máscara que ocultaba su expresión. ¿Meterse bajo el agua? Había pocas cosas que él no pudiera hacer, y esa era precisamente una de ellas. Cosas de haber ingerido una akuma no mi. Tal vez debió haberla guardado, simplemente, honrando la memoria de sus compañeros, aunque no podía decir que sus poderes no le hubieran resultado más que útiles. "Por suerte, parece que no tiraremos por esa vía" se dijo a sí mismo tras escuchar sus siguientes paradas.
- Además, dudo que se tomaran tantas molestias para esconderse aquí abajo. De todos modos nadie acostumbra a descender tanto, y quien se adentra en la mina lo hace por pura necesidad... No creo que los mineros profundizasen demasiado, y hacer un refugio subacuático sería muy costoso. Será mejor que vayamos a inspeccionar la zona que falta -les dijo, en un tono bastante calmado, mientras apoyaba sus palabras con suaves movimientos de sus brazos y manos, mostrándose más expresivo.
Ni siquiera esperó la respuesta del resto del grupo. Tan solo se quedó mirando por un instante a Taiga, y tras ello dio media vuelta y comenzó a caminar en dirección al Este, buscando explorarlos para dar de una maldita vez con los dichosos bandidos. Si les encontraba podían temblar de miedo. No se contendría lo más mínimo con ellos, y menos aún después de todo lo que había tenido que pasar para llegar hasta ese punto.
- Es posible que no estén, o puede que, por el contrario, se mantengan ocultos en algún lugar recóndito de estos túneles. En cualquier caso, no lo sabremos hasta que hayamos explorado la mina por completo -respondió, encogiéndose de hombros.
Sí, probablemente con semejantes criaturas allí abajo, por débiles que hubieran resultado ser, aquél no habría sido el mejor lugar para montar un escondite, y se habrían visto necesitados de una vigilancia constante para no ser devorados por aquellos bichejos. Sin embargo, era eso o huir de la Marina, por lo que tal vez se hubiera convertido en la opción más adecuada para ellos. No todos tenían el valor de enfrentarse a algo tan grande como lo que esa palabra suponía. Su mirada se desvió hacia el tal Gusi, y dio gracias a que llevaba una máscara que ocultaba su expresión. ¿Meterse bajo el agua? Había pocas cosas que él no pudiera hacer, y esa era precisamente una de ellas. Cosas de haber ingerido una akuma no mi. Tal vez debió haberla guardado, simplemente, honrando la memoria de sus compañeros, aunque no podía decir que sus poderes no le hubieran resultado más que útiles. "Por suerte, parece que no tiraremos por esa vía" se dijo a sí mismo tras escuchar sus siguientes paradas.
- Además, dudo que se tomaran tantas molestias para esconderse aquí abajo. De todos modos nadie acostumbra a descender tanto, y quien se adentra en la mina lo hace por pura necesidad... No creo que los mineros profundizasen demasiado, y hacer un refugio subacuático sería muy costoso. Será mejor que vayamos a inspeccionar la zona que falta -les dijo, en un tono bastante calmado, mientras apoyaba sus palabras con suaves movimientos de sus brazos y manos, mostrándose más expresivo.
Ni siquiera esperó la respuesta del resto del grupo. Tan solo se quedó mirando por un instante a Taiga, y tras ello dio media vuelta y comenzó a caminar en dirección al Este, buscando explorarlos para dar de una maldita vez con los dichosos bandidos. Si les encontraba podían temblar de miedo. No se contendría lo más mínimo con ellos, y menos aún después de todo lo que había tenido que pasar para llegar hasta ese punto.
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Teobaldo quería abrir los cuerpos de aquellas cosas y buscar pruebas sobre los bandidos. La idea de ponerse a jugar a los cirujanos en mitad del frío no le desagradaba pues le gustaba la medicina. Sin embargo no era una opción que el rubio fuera a dejar en primer lugar. Luego llegó la idea de un escondite bajo el lago y por último la de ir por el Este. Meterse bajo el agua a aquella temperatura era un jodido suicidio. El frío podía ser el peor enemigo de la humanidad en caso de que a cantidad fuese excesiva. Las palabras de Ani tenían bastante sentido y era muy poco probable que unos bandidos tuvieran un refugio bajo el mismísimo lago. Un suspiro inundó ahora la sala por parte del cazador, el cual se cruzó de brazos despacio para después entrecerrar los ojos.
- Bueno lo más importante es que todos estamos bien. Por mi parte voto igual que Ani, ir hacia los túneles que nos faltan sería la mejor opción. – Mencionó ahora mientras apretaba el puño y lo alzaba un poco en señal de motivación. Después de aquello se colocó al lado del albino enmascarado y esbozó una sonrisa bastante amplia. – Venga acabemos con esto de una vez. – Además hizo un gesto a Gusi y Teo para que les siguieran si así lo deseaban.
Mientras caminaba junto a aquella persona notó un cierto olor a quemado que ellos mismos podrían oler. Aquello hizo al cazador alzar una ceja para después continuar el camino con sus compañeros. En pocos segundos una enorme sala se hallaba ante ellos. Esta estaba llena de cadáveres de aquellas criaturas. Algunas estaban empaladas y otras simplemente ardían en pequeñas hogueras allí encendidas. El humo se filtraba por unos conductos plateados, al parecer lo tenían todo muy bien estudiado y planeado. – Parece ser que no van a ser tan débiles como pensaba. Observad todo esto socios. – Nada más decir aquello cuatro figuras saltaron desde unas vigas hasta el suelo. Vestían armaduras y cascos blindados, cada uno tenía un color distinto. El primero rojo, el segundo azul, el tercero negro y el último blanco. Parecían héroes de algún libro de aventuras pero en este caso era al revés. En sus manos había armas como espadas y lanzas.
- La fiesta acaba de comenzar. Creo que es la hora de repartir un poco de leña ¡Hahahaha! – El rubio algo emocionado sonrió de lado y salió corriendo rumbo a por el tío de azul. Ambos estaban a punto de empezar su combate y el oponente de Taiga parecía llevar una lanza de acero bastante gruesa, lo que podía ser un problema pero podía apañárselas bien para combatir.
El puño del cazador impactó de repente en el hombro de aquel tipo, el cual tras dar un paso atrás lanzó al luchador de una patada alta. El chico cayó de espaldas al suelo tosiendo un poco para después sonreír de forma amplía al haber conseguido un buen reto. Ahora se puso en pie jadeando un poco y alzando los puños. – ¿No sabes hacerlo mejor? – Trató ahora de provocar al bandido mientras fijaba su vista en el cuello de su rival. Parecía ser la zona menos protegida pues la coraza era mucho más fina.
- Bueno lo más importante es que todos estamos bien. Por mi parte voto igual que Ani, ir hacia los túneles que nos faltan sería la mejor opción. – Mencionó ahora mientras apretaba el puño y lo alzaba un poco en señal de motivación. Después de aquello se colocó al lado del albino enmascarado y esbozó una sonrisa bastante amplia. – Venga acabemos con esto de una vez. – Además hizo un gesto a Gusi y Teo para que les siguieran si así lo deseaban.
Mientras caminaba junto a aquella persona notó un cierto olor a quemado que ellos mismos podrían oler. Aquello hizo al cazador alzar una ceja para después continuar el camino con sus compañeros. En pocos segundos una enorme sala se hallaba ante ellos. Esta estaba llena de cadáveres de aquellas criaturas. Algunas estaban empaladas y otras simplemente ardían en pequeñas hogueras allí encendidas. El humo se filtraba por unos conductos plateados, al parecer lo tenían todo muy bien estudiado y planeado. – Parece ser que no van a ser tan débiles como pensaba. Observad todo esto socios. – Nada más decir aquello cuatro figuras saltaron desde unas vigas hasta el suelo. Vestían armaduras y cascos blindados, cada uno tenía un color distinto. El primero rojo, el segundo azul, el tercero negro y el último blanco. Parecían héroes de algún libro de aventuras pero en este caso era al revés. En sus manos había armas como espadas y lanzas.
- La fiesta acaba de comenzar. Creo que es la hora de repartir un poco de leña ¡Hahahaha! – El rubio algo emocionado sonrió de lado y salió corriendo rumbo a por el tío de azul. Ambos estaban a punto de empezar su combate y el oponente de Taiga parecía llevar una lanza de acero bastante gruesa, lo que podía ser un problema pero podía apañárselas bien para combatir.
El puño del cazador impactó de repente en el hombro de aquel tipo, el cual tras dar un paso atrás lanzó al luchador de una patada alta. El chico cayó de espaldas al suelo tosiendo un poco para después sonreír de forma amplía al haber conseguido un buen reto. Ahora se puso en pie jadeando un poco y alzando los puños. – ¿No sabes hacerlo mejor? – Trató ahora de provocar al bandido mientras fijaba su vista en el cuello de su rival. Parecía ser la zona menos protegida pues la coraza era mucho más fina.
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El hombre llamado Gusi me pregunto si podía llamarme Teo a lo que le respondí que sí, luego me pidió le regalara uno de mis explosivos, la verdad es que no me molestaba dar de mi armamento a las personas con las que solía tener aventuras, sin embargo sus acciones erráticas me producían un poco de duda sobre si darle uno de mis explosivos. Tras pensarlo un instante supuse que no estaría mal el darle una de mi bombas, por lo que al final le entregue dos de mis explosivos rastreadoras, explicándole brevemente que para poder usar aquel dispositivo primero debía apuntar al objetivo, una vez señalado simplemente debía apretar el botón una segunda vez y la bomba volaría sigilosamente tras su presa hasta alcanzarla.
Luego sugirió que los bandidos pudieron haber estado escondiéndose por debajo de las aguas del lago que teníamos en frente de nosotros, la verdad era que yo no compartía la idea de que aquellos bandidos tuvieran los recursos para montar una compleja instalación subacuática. Además los rumores indicaban que solo eran unos tipos ordinarios, pronto note que el resto de los presentes concordaban con la idea de que los enemigos estarían por los alrededores y que la suposición de que estuviera bajo el agua era improbable. Sin más el enmascarado se encamino al este pasando por delante de mí, a su vez Taiga también parecía estar de acuerdo con la idea de seguir explorando los túneles por lo que fue detrás del enmascarado, no sin antes indicarnos a Gusi y a mí que fuéramos tras ellos.
Al adentrarme tras ellos y luego de a ver avanzado unos metros un olor nefasto llego hasta mí, poco después por delante de notros comenzaron aparecer pilas de cadáveres de aquellas bestias, fue cuando entramos en una amplia sala cuando me percaté de que el olor provenía de una cuantas pilas que estaban siendo incineradas en grandes hogueras, era el humo de aquellos seres siendo carbonizados lo que llenaba todo el lugar de tan repúgnate fragancia. De pronto Taiga nos comentaba que al parecer aquellos bandidos no eran tan débiles como nos habían informado y las decenas de aquellos bichos muertos daban fe de su fuerza, no obstante nosotros también nos habíamos enfrentado a aquellos seres, los cuales no habían mostrado mucha resistencia. Apenas nuestro compañero terminaba de hablar cuatro figuras salieron de entre la sombras, una vez estuvieron frente a nosotros me percaté de que estaban fuertemente armados.
Fue Taiga quien inicio el combate contra uno de aquellos sujetos, no pude ser testigo de sus movimientos pues inmediatamente el hombre vestido de blanco salto, en mi dirección blandiendo un enorme mazo, el cual apenas pude esquivar a tiempo. La gigantesca arma se estrelló contra uno de los pilares y mientras el hombre volvía a blandirla pude notar como el área donde su arma había impactado quedaba cubierta de escarcha, comprendí que aquel hombre podía liberar una especie de energía fría la cual era capaz de congelar las superficies. No sabía si era producto de un akuma o si era una técnica pero no titube en usar mi haki y mis habilidades de usuario para derribarlo, lance dos chorros de adhesivo a sus pies buscando inmovilizarlo y luego uno más a su casco para quitarle la visibilidad.
Pude inmovilizarle una sola pierna, pero desafortunadamente no pude cubrirle el rostro pues había usado su maza para desviar mi ataque, acto seguido blandió su maza en mi dirección, la cual me impacto de directamente en uno de mis costados. Pude notar como aquel individuo enfriaba mi piel, esto me sorprendió pues revelaba aquel sujeto conocía sobre el haki ya que de otra forma su ataque no hubiera significado nada. Tas salir volando y volverme a incorporar deje salir un comentario en voz alta – En verdad son rudos lo admito pero lamentablemente esta pelea no durara mucho, señores creo que podemos contra ellos, solo no se confíen.- El sujeto gruño cual vestía he intento liberarse de mi adhesivo, como bien sabia sus intentos fueron inútiles, sin embargo mi oponente aún no estaba derrotado.
Gusi
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Gusi amablemente cogió los dos artefactos explosivos que Teo le dio. La verdad que después de su explicación tenía muchas ganas de probarlos y casi los lanza allí mismo, pero decidió contenerse y guardárselos en uno de los bolsillos de la enorme gabardina de Taiga. Se sentía como un niño con un juguete nuevo en Navidad. Luego sin mediar palabra los siguió por el camino del Este.
Pasado un leve trayecto empezaron a sentir un fuerte olor bastante desagradable. Lo cual no fue muy perceptible por Gusi, pues los mocos invadían su nariz y no le dejaban oler bien. Con asombro, se quedó perplejo ante la macabra escena a escasos metros del olor. Las bestias habían sido mutiladas y calcinadas. Rápidamente Gusi soltó una de sus paridas:
- Taiga, parece que están ricos a la brasa jajaja.
Entonces unos tipos aparecieron, saltando de las vigas, cortándole en seco su carcajada. Gusi los miro enfurruñado, pero se le paso enseguida al ver sus armaduras de diferentes colores. ¿Serán aquellos los tipos que estaban buscando?. En apenas unos segundos, los dos grupos empezaron a luchar. Primero Taiga con el tipo de la armadura azul, casi al mismo tiempo, Teo combatía con el de la armadura blanca. Después el tipo de la armadura de rojo, parecía bastante intimidante y tenía un pique de miradas con Ani. Bueno, o eso creía Gusi, ya que los dos llevaban máscaras y no se les veía el rostro.
Gusi miro al último sujeto que quedaba, el cual no estaba luchando, sino mirándole. Tenía una armadura negra y era más ancha que las demás. Sin duda había una persona rellenita en su interior. Sin duda esto iba a ser divertido, pensó el joven recluta.
- Gordo, sígueme si puedes. – dijo sacándole la lengua y enseñándole el dedo del medio.
En ese momento, empezó a salir un humo negro de la armadura. Y el tipo desapareció, apareciendo detrás de Gusi a una velocidad sobrenatural. Antes de que Gusi pudiera voltearse, recibió un impacto en la cara, que le hizo salir disparado. Se levantó del suelo un poco jadeante por el impacto y observo como aquel tipo seguía inmóvil en el mismo sitio que al principio.
-¿Alguien me lo cambia?- dijo con voz de preocupación.- No, es broma. Yo voy a patearte el trasero gordo negrata.- poniendo una voz tan insultante que irritaría hasta a la persona mas blasfema.
Pasado un leve trayecto empezaron a sentir un fuerte olor bastante desagradable. Lo cual no fue muy perceptible por Gusi, pues los mocos invadían su nariz y no le dejaban oler bien. Con asombro, se quedó perplejo ante la macabra escena a escasos metros del olor. Las bestias habían sido mutiladas y calcinadas. Rápidamente Gusi soltó una de sus paridas:
- Taiga, parece que están ricos a la brasa jajaja.
Entonces unos tipos aparecieron, saltando de las vigas, cortándole en seco su carcajada. Gusi los miro enfurruñado, pero se le paso enseguida al ver sus armaduras de diferentes colores. ¿Serán aquellos los tipos que estaban buscando?. En apenas unos segundos, los dos grupos empezaron a luchar. Primero Taiga con el tipo de la armadura azul, casi al mismo tiempo, Teo combatía con el de la armadura blanca. Después el tipo de la armadura de rojo, parecía bastante intimidante y tenía un pique de miradas con Ani. Bueno, o eso creía Gusi, ya que los dos llevaban máscaras y no se les veía el rostro.
Gusi miro al último sujeto que quedaba, el cual no estaba luchando, sino mirándole. Tenía una armadura negra y era más ancha que las demás. Sin duda había una persona rellenita en su interior. Sin duda esto iba a ser divertido, pensó el joven recluta.
- Gordo, sígueme si puedes. – dijo sacándole la lengua y enseñándole el dedo del medio.
En ese momento, empezó a salir un humo negro de la armadura. Y el tipo desapareció, apareciendo detrás de Gusi a una velocidad sobrenatural. Antes de que Gusi pudiera voltearse, recibió un impacto en la cara, que le hizo salir disparado. Se levantó del suelo un poco jadeante por el impacto y observo como aquel tipo seguía inmóvil en el mismo sitio que al principio.
-¿Alguien me lo cambia?- dijo con voz de preocupación.- No, es broma. Yo voy a patearte el trasero gordo negrata.- poniendo una voz tan insultante que irritaría hasta a la persona mas blasfema.
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El albino observó con calma cómo el resto del grupo llegaba junto a él. Parecía que al final la opción de terminar de explorar la mina había sido la que mejor acogida había tenido, y probablemente la más acertada. Al fin y al cabo, a medida que avanzaban pudieron comenzar a notar cierto olor a humo. Su objetivo estaba próximo, y Daneer ansiaba entablar combate con aquellos tipos, fueran cuantos fueran. Había pasado por demasiadas cosas para dar con ellos, y por fin podría reclamar su premio. Por un momento hasta se olvidó de que debía colaborar con aquellos que le acompañaban, e incluso se preguntó si verían mal que acabase con la vida de los bandidos... Aunque eso poco le importaba. Era un asesino, y no pensaba manchar su nombre dejándoles con vida.
- Manteneos alerta -les recomendó mientras observaba los cuerpos de aquellas criaturas, las mismas que habían tenido que enfrentar minutos antes, empaladas o descuartizadas. Algunas incluso parecían estar cocinándose, lo cual parecía más bien un acto de necesidad que de gusto culinario- Están aquí...
En cuanto dijo eso alzó la mirada, observando cuatro sombras subidas a una especie de viga. No tardaron mucho en descender de esta, presentándose ante ellos cuatro hombres embutidos en el interior de resistentes armaduras, cada una de un color distinto. Fue Taiga quien inició el combate, seguido de cerca por Teo y continuando por Gusi, quienes comenzaron a enfrentarse a sus respectivos oponentes. Al parecer, le tocaría combatir contra el de la armadura roja. "Su armadura es resistente, pero le hará muy lento. Será mejor que aproveche esto para alcanzar los puntos desprotegidos." Su mirada, fría bajo la máscara, escudriñaba cada detalle de aquella coraza, justo antes de que su oponente cargara contra él. Portaba una especie de hacha enorme, con doble filo, más cercana a la que se usaría en una guerra nórdica que a la de un bandido normal y corriente. Tal vez fueran alguna especie de guerreros desertores o algo por el estilo. Quién sabe.
- Te prometo que no dolerá... Mucho -advirtió el asesino, extrayendo dos cuchillos y arrojándoselos al enemigo, directos al casco, con la intención de producir con ello una distracción o, incluso, colarlos por las pequeñas franjas del yelmo. Aunque no tendría tanta suerte.
Ambas armas revotaron contra el acero, aunque parecieron entorpecer un poco los movimientos del guerrero, de modo que el barrido que lanzó con su colosal hacha fue fácilmente evadido por el revolucionario. Tras esto Daneer desenvainó ambas espadas y, colocándolas en paralelo, golpeó rápidamente las pantorrillas del grandullón, logrando desestabilizarle lo suficiente como para que estuviera a punto de caer, aunque en un alarde de equilibrio asombroso logró evitarlo y, de paso, lanzar una patada directa al rostro del albino.
- ¡Mierda! -gruñó, sintiendo todo el dolor del golpe mientras rodaba un poco por el suelo, reincorporándose al instante sin rasguños aparentes. No había empleado haki, pero eso no evitaba el dolor que sentía con cada ataque- Vale, parece que esto será un poco más movidito de lo que esperaba...
- Manteneos alerta -les recomendó mientras observaba los cuerpos de aquellas criaturas, las mismas que habían tenido que enfrentar minutos antes, empaladas o descuartizadas. Algunas incluso parecían estar cocinándose, lo cual parecía más bien un acto de necesidad que de gusto culinario- Están aquí...
En cuanto dijo eso alzó la mirada, observando cuatro sombras subidas a una especie de viga. No tardaron mucho en descender de esta, presentándose ante ellos cuatro hombres embutidos en el interior de resistentes armaduras, cada una de un color distinto. Fue Taiga quien inició el combate, seguido de cerca por Teo y continuando por Gusi, quienes comenzaron a enfrentarse a sus respectivos oponentes. Al parecer, le tocaría combatir contra el de la armadura roja. "Su armadura es resistente, pero le hará muy lento. Será mejor que aproveche esto para alcanzar los puntos desprotegidos." Su mirada, fría bajo la máscara, escudriñaba cada detalle de aquella coraza, justo antes de que su oponente cargara contra él. Portaba una especie de hacha enorme, con doble filo, más cercana a la que se usaría en una guerra nórdica que a la de un bandido normal y corriente. Tal vez fueran alguna especie de guerreros desertores o algo por el estilo. Quién sabe.
- Te prometo que no dolerá... Mucho -advirtió el asesino, extrayendo dos cuchillos y arrojándoselos al enemigo, directos al casco, con la intención de producir con ello una distracción o, incluso, colarlos por las pequeñas franjas del yelmo. Aunque no tendría tanta suerte.
Ambas armas revotaron contra el acero, aunque parecieron entorpecer un poco los movimientos del guerrero, de modo que el barrido que lanzó con su colosal hacha fue fácilmente evadido por el revolucionario. Tras esto Daneer desenvainó ambas espadas y, colocándolas en paralelo, golpeó rápidamente las pantorrillas del grandullón, logrando desestabilizarle lo suficiente como para que estuviera a punto de caer, aunque en un alarde de equilibrio asombroso logró evitarlo y, de paso, lanzar una patada directa al rostro del albino.
- ¡Mierda! -gruñó, sintiendo todo el dolor del golpe mientras rodaba un poco por el suelo, reincorporándose al instante sin rasguños aparentes. No había empleado haki, pero eso no evitaba el dolor que sentía con cada ataque- Vale, parece que esto será un poco más movidito de lo que esperaba...
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El rubio pudo observar como los otros tres empezaban sus propios combates. De hecho no pudo evitar reír cuando Gusi empezó a meterse con el de color negro. La verdad es que aquel tío era gracioso y no parecía mala gente. Teo lanzaba cosas raras pero no le dio mucha importancia. Por último el peliblanco se llevó un golpe en toda la cara y aquello hizo fruncir el ceño al cazador. No podía permitir perder a ninguno de aquellos hombres pues todos le caían muy bien. Ni siquiera sabía a qué se dedicaba cada uno. Soltó un enorme suspiro entrecerrando los ojos y pensando en lo próximo que podía hacer. Después de unos momentos dirigió una mirada seria al tipo de azul y le hizo un gesto con el dedo para que fuera por él. El enemigo cayó en la provocación y sin pensárselo le pegó un tremendo golpe que le hizo volar por los aires.
Taiga salió volando contra unos trozos de madera y se dio la leche del siglo. El dolor empezó a recorrer su cuerpo mientras suspiraba. A continuación aquel hombre le lanzó su arma a toda velocidad tratando de empalarle. Su buena velocidad le hizo evadirla apartándose en el último momento. Sin embargo empezó a sentir una sensación húmeda en su costado izquierdo. Estaba sangrando. Al parecer no había esquivado del todo bien aquel ataque. Se llevó la mano a la herida frunciendo el ceño y tratando de ponerse en pie. En pocos segundos lo consiguió y a continuación comenzó a relamerse. Una sonrisa siniestra se formó en su rostro para después quitarse el gorro de lana. Su melena suelta ahora empezó a moverse de un lado a otro mientras su cuerpo empezaba a tomar una musculatura mayor, llegaba el momento de terminar la pelea de una vez por todas.
El color de los ojos fue cambiando a un tono dorado mientras que sus dientes se afilaban. En pocos momentos su cuerpo empezó a recubrirse de pelo y unas orejas lupinas salieron de su cabeza. De la parte baja de la espalda salió una cola y de sus dedos unas garras afiladas. Un jodido hombre lobo de cuatro metros y medio se había formado. Casi tocaba el techo de la cueva. Era su forma híbrida de Fenrir. Su tono era un grisáceo un poco oscuro. La enorme bestia rugió con fuerza mientras centraba su mirada en el tipo azul que ahora trató de huir. En ese momento el cazador estampó su puño derecho contra él, estampándolo en el suelo y dejándolo inconsciente y con el casco boyado. Después dirigió su mirada al resto de sus compañeros y a los enemigo para después empezar a reír con una voz que resultaba ser bastante grave.
Sus dorados ojos pese a todo irradiaban calma y tranquilidad. – Vamos socios. No os dejéis derrotar por estos tíos tan tontos. – Una sonrisa se formó en su rostro mientras ahora se sentaba pegando la espalda contra la pared. Su cola se movía de un lado a otro y su olfato empezaba a sentir las fragancias de los demás. Apenas había usado aquel poder y la verdad es que cuando lo hacía la batalla siempre terminaba en poco segundos. Era una habilidad impresionante. Lo mejor de todo es que no había usado por el momento la completa. Pero no quería derribar le cueva con su tamaño y que ésta le cayese encima. Era mejor quedarse en la híbrida por el momento y ver como sus compañeros terminaban sus respectivas batallas cada uno. Después ya podrían ver lo que harían con los cuerpos de los payasos.
Taiga salió volando contra unos trozos de madera y se dio la leche del siglo. El dolor empezó a recorrer su cuerpo mientras suspiraba. A continuación aquel hombre le lanzó su arma a toda velocidad tratando de empalarle. Su buena velocidad le hizo evadirla apartándose en el último momento. Sin embargo empezó a sentir una sensación húmeda en su costado izquierdo. Estaba sangrando. Al parecer no había esquivado del todo bien aquel ataque. Se llevó la mano a la herida frunciendo el ceño y tratando de ponerse en pie. En pocos segundos lo consiguió y a continuación comenzó a relamerse. Una sonrisa siniestra se formó en su rostro para después quitarse el gorro de lana. Su melena suelta ahora empezó a moverse de un lado a otro mientras su cuerpo empezaba a tomar una musculatura mayor, llegaba el momento de terminar la pelea de una vez por todas.
El color de los ojos fue cambiando a un tono dorado mientras que sus dientes se afilaban. En pocos momentos su cuerpo empezó a recubrirse de pelo y unas orejas lupinas salieron de su cabeza. De la parte baja de la espalda salió una cola y de sus dedos unas garras afiladas. Un jodido hombre lobo de cuatro metros y medio se había formado. Casi tocaba el techo de la cueva. Era su forma híbrida de Fenrir. Su tono era un grisáceo un poco oscuro. La enorme bestia rugió con fuerza mientras centraba su mirada en el tipo azul que ahora trató de huir. En ese momento el cazador estampó su puño derecho contra él, estampándolo en el suelo y dejándolo inconsciente y con el casco boyado. Después dirigió su mirada al resto de sus compañeros y a los enemigo para después empezar a reír con una voz que resultaba ser bastante grave.
Sus dorados ojos pese a todo irradiaban calma y tranquilidad. – Vamos socios. No os dejéis derrotar por estos tíos tan tontos. – Una sonrisa se formó en su rostro mientras ahora se sentaba pegando la espalda contra la pared. Su cola se movía de un lado a otro y su olfato empezaba a sentir las fragancias de los demás. Apenas había usado aquel poder y la verdad es que cuando lo hacía la batalla siempre terminaba en poco segundos. Era una habilidad impresionante. Lo mejor de todo es que no había usado por el momento la completa. Pero no quería derribar le cueva con su tamaño y que ésta le cayese encima. Era mejor quedarse en la híbrida por el momento y ver como sus compañeros terminaban sus respectivas batallas cada uno. Después ya podrían ver lo que harían con los cuerpos de los payasos.
Teobaldo Voglio
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Acto seguido y mientras me ponía de pie, la mole de hierro delante de mi azoto su arma contra el suelo agrietando este, para así desprender la piedra con todo y su pierna aun adherida esta. Ahora libre y sin titubear se lanzó contra mí, una energía gélida que se dispersó por el lugar enfriando lo lentamente, luego de esto se arremetió en mi dirección llevando su maza por delante, su paso era torpe pero rápido. Por lo que en breve me tuvo a tiro, blandiendo su arma intento impactarme, sin embargó era evidente que tener semejante cosa en su pierna lo desequilibraba. Por lo que en el instante en que levantaba su mano yo me arrojaba al suelo buscando barrerme y de esta forma derribar lo.
Inauditamente y pese a todo pronóstico el tipo se las ingenió para esquivar mi patada baja dando un salto en el momento justo en el que yo bajaba. En el momento en que se impulsaba para arriba llegue a escuchar cómo se rompía la roca por la presión de su cuerpo, tras esto y casi como si no llevara una armadura puesta, dio un giro en el aire y me pego de nuevo con su porra, enviándome unos metros por delante. Al ponerme de pie vi nuevamente una leve escarcha en mi costado, al mismo tiempo el hombre de blanco se aproximaba en mi dirección, como pude me puse de pie y di dos salto hasta atrás poniendo distancia entre nosotros en el momento en el que lanzaba el golpe, dejándolo abanicar el aire.
El caballero me miro y casi pude sentir su sed de sangre, si quería ganar esta batalla debía tomármela más enserio, por lo que evalué la situación, determine que lo mejor era lograr acertar un golpe directo envolver uno de mis explosivos en adhesivo, endurecerlo y de esta forma concentrar la explosión en el cuerpo de mi oponente. Así que en esta vez fui yo quien se lanzó al ataque, luego de haber tomado dos bombas temporalizadoras en cada mano, me costó un poco esquivar su maza, pero al final logre ponerme a una distancia razonable, estire mis manos y acto seguido deposite los explosivos sobre su armadura, adhiriéndola a esta con una capa de mi pegamento el cual salifiqué inmediatamente. Tras esto y sin previo aviso sentí como aquel hombre me oprimía contra su cuerpo, intentando ahogarme o romperme todos mis hueso, debí haberme tarado más de lo pensado pues esto no lo había calculado.
Pero mi ataque definitivo ya estaba realizado segundos después se escucharon dos detonaciones que al expandirse se vieron obligadas a expulsar toda su energía, así el lado que menos resistencia le presentaba, por lo que segundos después se escuchó el ruido del metal siendo pulverizado y tras esto el grito de dolor del caballero de banca armadura, el cual terminó soltadme para luego caer al suelo. Debido a las dos bolas de adhesivo salificado no pude saber el daño que habían hecho mis bombas, pero si grito de dolor y ver a sujeto en el suelo me daban fe de que mi maniobra había sido un rotundo éxito, pero para estar seguro de que aquel sujeto no se levantase, procedí a envolverlo en adhesivo inmovilizándolo por completo, para posteriormente unirlo al suelo de la caverna.
Cunado finalmente termine levante la vista y pude ver una enorme bestia de pie enfrente de mí, estuve a punto de lanzarme al ataque cuando le oí decir - Vamos socios. No os dejéis derrotar por estos tíos tan tontos. – entonces comprendí que posiblemente fuera Taiga, comencé a caminar hacia él, ignorando al resto de mis compañeros quienes se veían bastante animados en sus respectivos encuentros, además en algo tenía razón el lobo delante de mí, estos bandidos resultaban ser fuertes, pero no invencibles, mientras pensabas en esto caí en cuenta se algo muy importante si eran los bandidos donde estaba el botín, aquel lugar era solo otra bóveda grande pero no se notaba como si este fuera su refugio, o donde tuvieran los bienes robados, por lo que seguramente serian solo guardias o una comitiva de bienvenida muy mal pensada.
Por lo que me apresure hasta Taiga para decirle – Amigo, no te parece extraño no está el botín a la vista, no podemos bajar la guardia, estos solo deben ser los centinelas, mira por ahí, ese camino debe ser donde estén sus compinches si nos damos prisa podríamos acabar con ellos antes de que escapen o se armen mejor y contraataquen, vamos sígueme los demás nos alcanzaran cuando termine, tu lo has dicho no son tan fuertes y no podemos darnos el lujo de contemplar sus peleas - acto seguido pase por delante de Taiga internándome en la cueva, esperando que mi compañero me siguiera de cerca, después de haber recuperado su tamaño natural. Cuando llegue al final del túnel lo que vi me sorprendió había un inmenso rió subterráneo, por el cual podía pasar un navío de vela mediano, como era evidente ya que estaba viendo uno. Los ladrones habían mandado a sus compañeros a detenernos el camino, mientras escapaban por aquel rió, que seguramente conectaba con el mar.
Al verme, los malnacidos dispararon dos de los cañones pequeños de cubierta en mi dirección esperando derrumbar la entrada de la cueva por la cual había salido, sus dos primeros tiros no tuvieron el efecto deseado por lo que me dio tiempo de cubrirme en unas rocas que estaban por delante, pude ver como se preparaba a cargar de nuevo sus armas mientras, me disponía a lanzar dos bombas perseguidoras.
Gusi
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Gusi se puso en pie, y con la mano se limpió el rasguño de la cara. Pasando un poco del tipo gordo de la armadura, miro como Taiga era herido por su rival. Gusi dio un suspiro de miedo, y acto seguido dijo al tipo de negro:
-Tss, tu estate hay quieto, que ahora vuelvo.
Y en ese momento Gusi hecho a correr en dirección a Taiga, pero una fuerza le agarro de la pierna, lanzándole en sentido contrario. Acompañado por un:
-Pero que cojo….- del recluta.
Al estar suspendido en el aire, vio que el causante fue el tipo de negro. Y por suerte, también pudo observar como Taiga se ponía en pie y se transformaba en un enorme lobo.
- Fiuh, menos mal. Ya se encarga él solito.-dijo orgulloso el recluta de su compañero.
Con una minuciosa voltereta en el aire y se incorporó, aterrizando una de las vigas del techo, de las que habían salido los caballeros pintorescos.
-Te ha salido mal la jugada, gordito. Ven a por mí saco de m....- dijo entrecortado Gusi, al darse cuenta de que el tipo de negro estaba unido al suelo. Por lo que le era imposible llegar a donde estaba. El caballero de negro miraba fijamente a Gusi sin hacer nada, hasta que decidió cambiar de objetivo. Giro el rostro y observo como Teo y Taiga, se marchaban por un túnel paralelo. Gusi cogió uno de los explosivos que Teo le dio y se lo lanzo desde las alturas. El explosivo voló por el aire, directo a la cabeza del caballero. Golpeándole con una fuerte explosión en el casco, pero sin llegar a derribarlo. El tipo se dio la vuelta y se colocó debajo de Gusi a toda velocidad.
-Uff..Menos mal, ya pensaba que te escapabas. Recuerda esto, ¡yo soy tu rival! –dijo Gusi lleno de adrenalina.
El recluta dio un largo suspiro para relajarse y se dejó caer desde las alturas. Su cuerpo caía inerte directo al enemigo, y cuando estaba a punto de chocar con él, saco su escopeta y disparo una potente bala de aire. Haciendo que el enemigo se quedara estampado en el suelo, por la presión de la atmosfera y Gusi aterrizara sin dificultad sobre el suelo.
Con fiereza se acercó al tipo que estaba reventado en el suelo, agarro su armadura y le introdujo el segundo explosivo por la hendidura del cuello. Gusi se apartó unos pasos y el casco salió disparado por los aires. Dejando una cortina de humo en vez de cabeza. Al disiparse el humo un rostro carbonizado apareció.
-Creo que tal vez me he pasado un poco.- dijo Gusi observando el rostro de cerca.
En ese momento, la cara oscura se movió mirando al marine. Gusi se asustó al no esperar tal acontecimiento y chillo como una niña asustada. Empezó a golpear aquella cara, mientras tenía los ojos cerrados. Recordando un poco la imagen, a nuestra madre matando una cucaracha. Después de un rato, sofocado por el susto, volvió a mirar la armadura. Y en esta ya no había ninguna cabeza, sino una montaña de ceniza negra. Gusi se acercó uno de sus puños a la nariz y aspirando dedujo que era carbón. Se puso en pie rápidamente, y miro de un lado a otro. No vio ningún otro enemigo, excepto al que luchaba con Ani. El cual, parecía que iba a darle el golpe de gracia.
-Mierda, esto era un simple Tótem. Tiene que haber un usuario de fruta del demonio que le estuviera controlando. -En ese momento, recordó a Taiga y a Teo, los cuales corrieron en otra dirección. -Gusi aligero el paso para ir a avisarlos del posible peligro.
-Tss, tu estate hay quieto, que ahora vuelvo.
Y en ese momento Gusi hecho a correr en dirección a Taiga, pero una fuerza le agarro de la pierna, lanzándole en sentido contrario. Acompañado por un:
-Pero que cojo….- del recluta.
Al estar suspendido en el aire, vio que el causante fue el tipo de negro. Y por suerte, también pudo observar como Taiga se ponía en pie y se transformaba en un enorme lobo.
- Fiuh, menos mal. Ya se encarga él solito.-dijo orgulloso el recluta de su compañero.
Con una minuciosa voltereta en el aire y se incorporó, aterrizando una de las vigas del techo, de las que habían salido los caballeros pintorescos.
-Te ha salido mal la jugada, gordito. Ven a por mí saco de m....- dijo entrecortado Gusi, al darse cuenta de que el tipo de negro estaba unido al suelo. Por lo que le era imposible llegar a donde estaba. El caballero de negro miraba fijamente a Gusi sin hacer nada, hasta que decidió cambiar de objetivo. Giro el rostro y observo como Teo y Taiga, se marchaban por un túnel paralelo. Gusi cogió uno de los explosivos que Teo le dio y se lo lanzo desde las alturas. El explosivo voló por el aire, directo a la cabeza del caballero. Golpeándole con una fuerte explosión en el casco, pero sin llegar a derribarlo. El tipo se dio la vuelta y se colocó debajo de Gusi a toda velocidad.
-Uff..Menos mal, ya pensaba que te escapabas. Recuerda esto, ¡yo soy tu rival! –dijo Gusi lleno de adrenalina.
El recluta dio un largo suspiro para relajarse y se dejó caer desde las alturas. Su cuerpo caía inerte directo al enemigo, y cuando estaba a punto de chocar con él, saco su escopeta y disparo una potente bala de aire. Haciendo que el enemigo se quedara estampado en el suelo, por la presión de la atmosfera y Gusi aterrizara sin dificultad sobre el suelo.
Con fiereza se acercó al tipo que estaba reventado en el suelo, agarro su armadura y le introdujo el segundo explosivo por la hendidura del cuello. Gusi se apartó unos pasos y el casco salió disparado por los aires. Dejando una cortina de humo en vez de cabeza. Al disiparse el humo un rostro carbonizado apareció.
-Creo que tal vez me he pasado un poco.- dijo Gusi observando el rostro de cerca.
En ese momento, la cara oscura se movió mirando al marine. Gusi se asustó al no esperar tal acontecimiento y chillo como una niña asustada. Empezó a golpear aquella cara, mientras tenía los ojos cerrados. Recordando un poco la imagen, a nuestra madre matando una cucaracha. Después de un rato, sofocado por el susto, volvió a mirar la armadura. Y en esta ya no había ninguna cabeza, sino una montaña de ceniza negra. Gusi se acercó uno de sus puños a la nariz y aspirando dedujo que era carbón. Se puso en pie rápidamente, y miro de un lado a otro. No vio ningún otro enemigo, excepto al que luchaba con Ani. El cual, parecía que iba a darle el golpe de gracia.
-Mierda, esto era un simple Tótem. Tiene que haber un usuario de fruta del demonio que le estuviera controlando. -En ese momento, recordó a Taiga y a Teo, los cuales corrieron en otra dirección. -Gusi aligero el paso para ir a avisarlos del posible peligro.
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Ni siquiera prestó atención alguna a sus compañeros mientras combatía, aunque supuso que aquel encuentro no les supondría mayores problemas. Había podido analizarles, y sabía de buena mano que sus capacidades serían más que suficientes para derrotar a semejantes latas armadas. Aunque, a decir verdad, tampoco le importaba demasiado siempre que no le ocasionasen más problemas de los que ya tenían. Por el momento, debía centrarse en abatir a su rival cuanto antes, y eso estaba dispuesto a hacer. El grandullón había recuperado el equilibrio rápidamente tras propinarle aquél golpe, y parecía dispuesto a cargar de nuevo contra él. Sin embargo, bien sabía que no podría volver a intentar lo mismo, no solo por lo poco eficaz que había sido, sino porque probablemente se lo estaría esperando. Daneer adoptó una postura defensiva, cruzando los brazos y las espadas, como si se estuviera abrazando a sí mismo, dejando una a cada lado. Tras esto aguardó, observando cómo su rival cargaba de nuevo contra él, sin perderse ni uno solo de sus movimientos. Pese a que pareciera ser bastante pesado se movía con cierta agilidad, pero estaba claro que la suya era muy superior. No por nada era un asesino.
- La armadura es débil en el cuello, bajo las axilas y en las pantorrillas -susurró, hablando consigo mismo mientras barajaba las posibilidades. Apenas parpadeaba bajo la máscara, y sus ojos se mantenían fijos en estos puntos.
En pocos segundos el gigantón rompió la distancia que les separaba, y fue entonces cuando el albino hizo su movimiento. Previó la trayectoria del golpe con bastante facilidad, y su espada se movió rauda hasta su objetivo. El acero, sorprendentemente, no se tiñó con el rojo carmesí. Mientras, el chico se desplazaba hacia el mismo lateral del que provenía el ataque. Había logrado hacerle un corte en la pierna, justo entre las ranuras de su armadura, y eso sumado al peso del colosal hacha hizo que su oponente tuviera que clavar la rodilla en el suelo para no caer. Aprovechando esto, y sin apenas detenerse más que para colocarse en posición, la segunda espada atravesó su axila, saliendo por encima del hombro. La dejó ahí, algo sorprendido de que su oponente no gritara o mostrara dolor alguno. Era realmente extraño.
- Siéntete orgulloso. Te voy a dar una muerte digna de un guerrero -le dijo desde su espalda, alzando la espada que aún conservaba sobre su cabeza, apuntando hacia abajo, sosteniéndola con ambas manos... Y atravesando su cuerpo por detrás del cuello, hundiendo la hoja en este.
Finalmente extrajo ambas armas y el cuerpo cayó, inerte, saliendo el asesino triunfante tras el combate. Dejó escapar un suspiro al tiempo que envainaba sus espadas y recogía los cuchillos que había lanzado previamente. Había sido algo más movido de lo que hubo esperado en un primer momento, pero tampoco tuvo que emplearse a fondo. Lástima, le habría gustado verse en una situación más difícil para poner a prueba sus habilidades. Observó al peliblanco corretear por ciertas galerías. Al parecer, el resto había avanzado en aquella dirección, y a él le tocaría hacer lo mismo si no quería quedarse sin su parte de la recompensa. Miró los cuerpos, con el ceño fruncido, y se dispuso a avanzar junto a los demás. Estaba cansado de aquella mina. En cuanto se encontrara con los cabecillas les despacharía rápidamente para salir de allí cuanto antes.
- La armadura es débil en el cuello, bajo las axilas y en las pantorrillas -susurró, hablando consigo mismo mientras barajaba las posibilidades. Apenas parpadeaba bajo la máscara, y sus ojos se mantenían fijos en estos puntos.
En pocos segundos el gigantón rompió la distancia que les separaba, y fue entonces cuando el albino hizo su movimiento. Previó la trayectoria del golpe con bastante facilidad, y su espada se movió rauda hasta su objetivo. El acero, sorprendentemente, no se tiñó con el rojo carmesí. Mientras, el chico se desplazaba hacia el mismo lateral del que provenía el ataque. Había logrado hacerle un corte en la pierna, justo entre las ranuras de su armadura, y eso sumado al peso del colosal hacha hizo que su oponente tuviera que clavar la rodilla en el suelo para no caer. Aprovechando esto, y sin apenas detenerse más que para colocarse en posición, la segunda espada atravesó su axila, saliendo por encima del hombro. La dejó ahí, algo sorprendido de que su oponente no gritara o mostrara dolor alguno. Era realmente extraño.
- Siéntete orgulloso. Te voy a dar una muerte digna de un guerrero -le dijo desde su espalda, alzando la espada que aún conservaba sobre su cabeza, apuntando hacia abajo, sosteniéndola con ambas manos... Y atravesando su cuerpo por detrás del cuello, hundiendo la hoja en este.
Finalmente extrajo ambas armas y el cuerpo cayó, inerte, saliendo el asesino triunfante tras el combate. Dejó escapar un suspiro al tiempo que envainaba sus espadas y recogía los cuchillos que había lanzado previamente. Había sido algo más movido de lo que hubo esperado en un primer momento, pero tampoco tuvo que emplearse a fondo. Lástima, le habría gustado verse en una situación más difícil para poner a prueba sus habilidades. Observó al peliblanco corretear por ciertas galerías. Al parecer, el resto había avanzado en aquella dirección, y a él le tocaría hacer lo mismo si no quería quedarse sin su parte de la recompensa. Miró los cuerpos, con el ceño fruncido, y se dispuso a avanzar junto a los demás. Estaba cansado de aquella mina. En cuanto se encontrara con los cabecillas les despacharía rápidamente para salir de allí cuanto antes.
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La situación cada vez se ponía muchísimo mejor pues el castaño también había logrado vencer a su oponente después de un duro combate. El resto continuaban luchando bajo la atenta mirada del enorme lobo que los observaba con calma y tranquilidad. Las peleas estaban siendo interesantes y si veía peligrar la vida de alguno de aquellos hombres se metería sin duda alguna. Era gracioso todo lo que se estaba liando pero al menos aquello iba a servir para ayudar a las personas de aquella isla. Ya no iba a haber muertes ni robos innecesarios, esos cuatro iban a ser derrotados cuanto antes. Taiga lo había pasado un poco mal con el suyo pero gracias a sus habilidades había logrado alzarse con la victoria. Convertirse en aquella bestia era una ventaja importante y sumamente impresionante. Sus capacidades físicas se veían aumentadas de una forma enorme. Además el ser un lobo era algo que pegaba con él pues de aquella forma podía ir por sitios fríos sin pasarlo mal. Podía considerarlo una ventaja pero al mismo tiempo no, ya que si se transformaba en islas calurosas el resultado podía ser horrible y muy molesto para él. Así estaban las cosas entre él y su preciosa fruta.
Ahora pudo ver cómo el castaño se acercaba a él y le miraba para después dirigirle la palabra. Le dijo algo que tenía sentido y la idea de ir con el tirador no era mala. De todas formas no le hacía mucha gracia dejar a los otros dos solos pero suponía que no podían pasarlo mal debido a su buen nivel de combate. En ese momento volvió a la forma humana quedando sin camiseta y con aquel gorro negro en la cabeza junto al pantalón como únicas prendas. Tomó el cuerpo del centinela azul y lo cargó en sus hombros mientras empezaba a seguir a aquel tipo. Si iba a cobrar algo por aquel tipo se habría cobrado un jugoso dinerito y el día habría tenido sentido. Siguió al chico tranquilamente por aquel pasillo por dónde se metió y no tardaron en llegar a una especie de rio subterráneo. No podía imaginarse algo así debido a la temperatura de la isla y suponía que toda el agua iba a estar congelada pero no era así. Iba a tener que andarse con ojo si no quería acabar en el fondo, ahogado y hecho un precioso cubito. Otra de las desventajas de su akuma era no poder nadar y había sido un precio bastante alto a decir verdad.
Ahora soltó un suspiro y pudo ver aquel barco avanzar, esos capullos se dirigían claramente a la salida. Empezaron a disparar los cañones pero el chico estaba deseando irse y decidió hacerlo cuanto antes. Allí parecía haber mucho más espacio para moverse y entonces empezó a cambiar hasta transformarse en la forma completa llegando a los cinco metros o más. Tomó el cuerpo del tipo azul con la boca y empezó a correr por uno de los lados de aquel rio. No tardó mucho en quedar a la par con aquel barco y en ese momento un aura oscura rodeó al enorme Fenrir. Lanzó con la zarpa una potente onda de choque que trató de lanzar el barco y hacerlo pedazos. Logró encallarlo contra unas piedras de gran tamaño y los hombres de éste sintieron el enorme temblor en su navío. Quedaron tirados por cubierta y quejándose, en ese momento el cazador supo que el castaño y los otros podrían ocuparse pues ya los estaba oliendo acercarse. Decidió largarse de una vez y sonrió soltando un enorme aullido que retumbó por toda la caverna. Acto seguido echó a correr por aquel camino, siguiendo el río hasta que le llevara a la salida.
Justo como había planeado en pocos minutos había salido y se hallaba en plena ventisca. Por suerte en aquella forma el frío no le importaba mucho debido a su enorme pelaje y continuó su camino tranquilamente hacia el pueblo más cercano. Allí debería haber puestos marines dónde entregar a su presa con toda la satisfacción del mundo. Tras unos momentos llegó y se puso muy feliz cuando los guardias le dijeron que ese tipo estaba valorado en cincuenta millones, se iba a llevar veinticinco. El día había finalizado para él y por la puerta grande pues tenía dinero bonito.
Ahora pudo ver cómo el castaño se acercaba a él y le miraba para después dirigirle la palabra. Le dijo algo que tenía sentido y la idea de ir con el tirador no era mala. De todas formas no le hacía mucha gracia dejar a los otros dos solos pero suponía que no podían pasarlo mal debido a su buen nivel de combate. En ese momento volvió a la forma humana quedando sin camiseta y con aquel gorro negro en la cabeza junto al pantalón como únicas prendas. Tomó el cuerpo del centinela azul y lo cargó en sus hombros mientras empezaba a seguir a aquel tipo. Si iba a cobrar algo por aquel tipo se habría cobrado un jugoso dinerito y el día habría tenido sentido. Siguió al chico tranquilamente por aquel pasillo por dónde se metió y no tardaron en llegar a una especie de rio subterráneo. No podía imaginarse algo así debido a la temperatura de la isla y suponía que toda el agua iba a estar congelada pero no era así. Iba a tener que andarse con ojo si no quería acabar en el fondo, ahogado y hecho un precioso cubito. Otra de las desventajas de su akuma era no poder nadar y había sido un precio bastante alto a decir verdad.
Ahora soltó un suspiro y pudo ver aquel barco avanzar, esos capullos se dirigían claramente a la salida. Empezaron a disparar los cañones pero el chico estaba deseando irse y decidió hacerlo cuanto antes. Allí parecía haber mucho más espacio para moverse y entonces empezó a cambiar hasta transformarse en la forma completa llegando a los cinco metros o más. Tomó el cuerpo del tipo azul con la boca y empezó a correr por uno de los lados de aquel rio. No tardó mucho en quedar a la par con aquel barco y en ese momento un aura oscura rodeó al enorme Fenrir. Lanzó con la zarpa una potente onda de choque que trató de lanzar el barco y hacerlo pedazos. Logró encallarlo contra unas piedras de gran tamaño y los hombres de éste sintieron el enorme temblor en su navío. Quedaron tirados por cubierta y quejándose, en ese momento el cazador supo que el castaño y los otros podrían ocuparse pues ya los estaba oliendo acercarse. Decidió largarse de una vez y sonrió soltando un enorme aullido que retumbó por toda la caverna. Acto seguido echó a correr por aquel camino, siguiendo el río hasta que le llevara a la salida.
Justo como había planeado en pocos minutos había salido y se hallaba en plena ventisca. Por suerte en aquella forma el frío no le importaba mucho debido a su enorme pelaje y continuó su camino tranquilamente hacia el pueblo más cercano. Allí debería haber puestos marines dónde entregar a su presa con toda la satisfacción del mundo. Tras unos momentos llegó y se puso muy feliz cuando los guardias le dijeron que ese tipo estaba valorado en cincuenta millones, se iba a llevar veinticinco. El día había finalizado para él y por la puerta grande pues tenía dinero bonito.
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