[Privado] (AlexEmpanadilla y Yo) El cuervo y el globo

Kiroi corría por las calles de una ciudad cuyo nombre ignoraba, con la mano apoyada en el costado. Tenía una herida bastante fea que sangraba mucho. El Gyojin sabía perfectamente que, sin atención médica, moriría, pero antes de eso debía librarse de sus perseguidores.

Los dos hombres que lo perseguían eran los dos supervivientes de una banda de asesinos a sueldo que Kiroi debía eliminar. El Gyojin, como siempre, confió en la superioridad de su raza y atacó a los ocho asesinos a la vez. Seis de ellos habían muerto, pero los otros dos lo perseguían para acabar con su vida.

Kiroi se metió en el callejón de un bar y, como esperaba, encontró allí varios barriles llenos de cerveza, junto a un camarero que intentaba entrarlos en el local.

-¡Apártate, ya!- El hombre retrocedió en el momento en que Kiroi abría uno de los barriles dando un puñetazo en la tapa y empapando su mano en el líquido. Sabiendo que aquellos hombres lo estaban siguiendo y, sin pensar en posibles bajas civiles, el Gyojin lanzó una andanada de pequeños proyectiles de agua seguidos por uno de mayor tamaño contra la entrada del callejón.- Gyojin Karate... ¡Yabusame! ¡Uchimizu!

Los dos asesinos entraron simultáneamente en el callejón y se toparon de frente con la muerte. Una muerte amarga, con sabor a cerveza. El Gyojin, tras comprobar que sus perseguidores estaban, efectivamente, muertos, salió a la calle, desesperado por salvar su vida.

-¡Un médico! ¡Un médico!

Alex paseaba por la calle abarrotada de la Isla del Kárate, observando a su alrededor. Los dojos abiertos eran un espectáculo para los turistas, y él no era una excepción. El ambiente en la calle era bullicioso, con gente moviéndose aquí y allá. En el aire había un olor, mezcla de comidas y bebidas. Se acercó a un pequeño puesto de takoyaki y pidió una ración. A falta de empanadillas, tendría algo que comer. Pagó con los pocos berries que quedaban en su bolsillo, pensando en que tal vez allí fuera sencillo conseguir un poco de dinero. Seguro que podría ofrecer sus servicios a alguien con una luxación, torcedura o moratón.

Siguió caminando por la calle mientras comía las bolitas de pulpo. Estaban deliciosas sin duda. Caminaba tranquilamente observando los dojos y acabando rápidamente con su comida cuando ante él apareció un enorme gyojin que corría y casi lo derriba. Se echó a un lado para evitar ser arrollado, pero en el proceso, su bandeja de takoyaki se cayó al suelo, desperdigando las bolitas que quedaban.

- ¡Maldita sea! ¡Mira por dónde...! -se calló de pronto al observar la herida del gyojin en el costado. - ¿Qué diablos te ha pasado? -echó mano de su botiquín mientras gritaba al gyojin, instándole para que se detuviera.

Aliviado al escuchar los gritos del joven, Kiroi se detuvo y, acto seguido, cayó al suelo de espaldas. Si no fuera porque había utilizado el semei kikan para acelerar la recuperación de su herida, la pérdida de sangre ya lo habría matado.

-Te pagaré.... tengo dinero...- farfulló el Gyojin entre fuertes ataques de tos.-... pero no dejes que muera.... humano.- La mente de Kiroi comenzó a nublarse a gran velocidad mientras sus ojos se clavaban en los del hombre que lo iba a atender. Aquello era repulsivo, tener que depender de un humano... El último pensamiento de Kiroi fue despreciando al hombre que tenía su vida en sus manos.

Alex observó la herida. No tenía buen aspecto, aunque sabía que podía tratarla. Había estudiado la anatomía de los gyojin e incluso había leído un par de libros acerca del tema, por lo que sabía que la resistencia física era mucho mayor a la de un humano. Si él hubiera tenido una herida parecida tal vez no lo contara. Pero esperaba que el cuerpo del gyojin soportara aquella herida.

Sacó su pequeño botiquín con medicinas y vendas. A priori decidió hacerle una inspección rápida a la herida. Parecía un corte profundo, seguramente causado por algún arma de filo, bastante grande. Sacó un poco de desinfectante y unas vendas. Inmediatamente echó el desinfectante en el corte y limpió repetidamente la suciedad con una gasa esterilizada.

- Resiste, gyojin. Esta herida no es nada...No te preocupes.

En cuanto la herida estuvo limpia, Alex vendó el lugar dañado con una de las vendas y se secó el sudor de la frente. A su alrededor se había reunido un corro de gente curiosa que observaba la escena.

- ¿No tenéis nada mejor que hacer? Sería de agradecer algo de agua para este gyojin, si no podéis darme eso, mejor largaos o ayudadme a llevarlo a un sitio donde tratarlo.

Las curas de primeros auxilios se habían realizado con más o menos cierto éxito, al menos la herida había dejado de sangrar tanto, pero sería mejor para el gyojin que lo trataran en un centro médico.

Kiroi recobró el conocimiento unos instantes después de perderlo, mientras aquel médico humano le realizaba la cura de la herida. Para ser humano, pensó Kiroi, no lo hacía nada mal.

El Gyojin escuchó las palabras del médico, pidiendo ayuda a los transeúntes de aquel lugar y no pudo evitar soltar una pequeña risa, lo que le valió un buen dolor en el costado. Mientras el médico terminaba de vendarlo, se dirigió a el con una voz temblorosa y débil, fruto de su estado.

-No te equivoques, médico. Que tu me hayas ayudado no significa nada, la mayoría de esas personas me considera un monstruo y... Se detuvo un instante a causa del dolor antes de seguir.-... y moriría antes de prestarme ayuda alguna.

En cuanto el médico terminó con el vendaje Kiroi supo que no podía hacer más, al menos, no en medio de la calle. Era imperativo trasladarse a un centro médico. Haciendo un gran esfuerzo el Gyojin se puso en pie, apoyándose en el uso del Semei Kikan para mantener el equilibrio, se irguió en toda su envergadura, pero se vio obligado a apoyar una mano en el pequeño hombro del médico para no caerse.

-No estoy acostumbrado a pedir las cosas por favor, médico, así que no lo haré una segunda vez... Por favor, ayúdame a llegar a un hospital y evita mi muerte.- Le dijo al oído de forma que nadie más lo escuchara.- Aún hay muchas cosas que debo hacer antes de morir y, si para ello tengo que suplicar a un humano,- dijo, tragándose su orgullo.- Lo haré.

El Gyojin se había erguido para aparentar fortaleza frente a la multitud de personas entre las que, seguramente, había un buen número dispuesto a acabar con su vida. Kiroi sabía que sería capaz de mantenerse erguido y sin flaquear durante varios minutos, pero no creía ser capaz ni de dar un paso sin desmoronarse, por lo que, pese a sus creencias, no tuvo más remedio que depositar su vida y sus esperanzas en aquel pequeño médico ambulante.

Alex sintió como el gyojin se apoyaba en él. Mirando a la multitud que los rodeaba, se abrió paso a duras penas, haciendo de apoyo para el herido. A su alrededor la mayoría de miradas hacia el gyojin eran de odio y hostilidad, pero eso a él no le importaba. Necesitaba llevarlo rápidamente a un centro médico.

Caminaban despacio entre la multitud. La gente los miraba. En ese momento deseó que su acompañante no fuera tan imponente y sobresaliera tanto entre la multitud. Habría hecho todo mucho más sencillo. Pero no podía quejarse. El hecho de que el gyojin fuera tan grande le permitía abrirse paso entre la gente con relativa facilidad.

Tras una pequeña caminata, ante ellos apareció un pequeño hospital. No era grande, pero era mejor que dejar al gyojin en la calle. Entró por la puerta principal, dirigiéndose al mostrador. Una mujer joven estaba tras la mesa. Observó con una mezcla de aversión y miedo. Ciertamente el gyojin intimidaba bastante. Alex habló entonces:

- ¡Necesito una camilla para este gyojin! Necesita tratamiento médico inmediato.

La mujer lo miró reticente a darle una plaza al hombre pez.

- ¡No quiero repetirlo! ¡Traed una maldita camilla! -exigió Alex mientras golpeaba con el puño en la mesa, con rabia.

Kiroi tosió tapando su boca con la mano. Sangraba. Era la primera vez que el Gyojin escupía sangre de aquella manera. Estiró el brazo y agarró a la mujer por el cuello de la ropa.

-Si no me traes una camilla ahora mismo moriré... pero os juro que os llevo a todos conmigo... Por favor.- Añadió, atragantándose con la palabra.

La enfermera desapareció y, en menos de dos minutos, un par de fornidos celadores llegaron con una camilla. El Gyojin advirtió que la camilla tenía correas de cuero para las manos y los pies, pero, en aquel momento, no se podía preocupar por aquellas tonterías. Se dejó caer en la camilla como un peso muerto y, durante un instante, pareció que las patas de la misma iban a ceder ante el gran peso de Kiroi y que este caería al suelo. Por suerte, no fue así.

Los celadores se encaminaron hacia el interior del hospital, a una habitación o a un quirófano, supuso el Gyojin, aunque el no tenía ni idea de medicina. Lo único que sabía era que no se podía fiar de nadie... excepto del médico ambulante que lo había salvado. Por ellos, en cuanto la camilla comenzó a desplazarse, estiró el brazo y agarró al joven por la ropa pero, pese a sus esfuerzos, no fue capaz de articular una sola palabra antes de perder el conocimiento y que su brazo cayese, laxo, hasta quedar colgando en un lado de la camilla.

Alex siguió a los celadores hasta la sala de quirófano. Los hombres entraron transportando al gyojin al interior de la sala, y Alex entró tras ellos. En cuanto puso un pie dentro, uno de los hombres le indicó que debía permanecer fuera de la sala, mientras ellos trataban al gyojin, con un gesto. Pero Alex quería observar la operación. Sacó uno de sus libros de medicina y dijo:

- Soy médico también, tan solo quiero observar el tratamiento de ese tipo de heridas. Querría contemplar la labor de un equipo de medicina al completo. Además, ese gyojin es mi paciente también, me niego a abandonarlo hasta que esté totalmente recuperado.

Los hombres lo observaron con dureza, y uno de ellos se acercó a él y le dijo:

- Este gyojin está en un estado crítico, no podemos permitir que una persona esté en al sala de operaciones mientras lo tratamos, así que por favor, espera fuera. En cuanto hayamos acabado podrás entrar.

Alex chasqueó la lengua, molesto. Sin embargo no se movió del sitio.

- ¿Qué pasa? ¿Acaso vais a hacerle algo malo y no puedo verlo? -mandó una mirada fría al celador.

Kiroi recuperaba la consciencia durante escasos segundos, solo para volver a caer inconsciente poco después. Se resistía a quedar a merced de aquellos humanos. En uno de esos pequeños lapsos escuchó a Alex hablar y el miedo se apoderó de el. Era probable que lo dejaran morir, o peor aún, que lo remataran. Con las fuerzas que encuentra un ser aterrorizado en sus últimos momentos, logró hablar.

-Si... no se... queda... os llevo conmigo... al infierno.- Kiroi ignoraba si su amenaza surtiría efecto pero, de no ser así, utilizaría todas sus fuerzas para hincharse y desplegar sus pinchos, acabando con todos los médicos del quirofano y con su propia vida, por el esfuerzo.

Los médicos observaron con miedo al gyojin. Pese a estar gravemente herido, todos sabían que los gyojin eran adversarios terribles. Y si sabía que iba a morir de todas formas, seguro que no tendría sentido común y acabaría con todos ellos sin importarle las consecuencias. Observaron a Alex y posteriormente al gyojin. De nuevo miraron al doctor y uno de ellos dijo:

- Está bien, puedes quedarte en esa esquina de ahí, pero no molestes. -señaló un rincón de la sala, al lado de un enorme armario lleno de objetos de cirugía.

Alex asintió en silencio y sacó un pequeño cuaderno de notas y un bolígrafo donde apuntar sus observaciones. Siempre había querido observar una operación en primera persona, y esperaba aprender algunas cosas. Miró al gyojin agradecido, pero a la vez preocupado por su estado. No sabía como podía acabar aquello. Estaba preocupado y le entraron ganas de comer una empanadilla para relajarse, pero no le pareció apropiado. La operación dio comienzo y Alex empezó a apuntar datos.

Kiroi estuvo inconsciente durante toda la operación y todo el día siguiente, por lo que no se enteró de nada de lo que sucedía a su alrededor hasta el momento de su despertar.

Estaba en una cama blanca, en una sala blanca con el techo pintado de cal. Todo era de un blanco tan impoluto en aquel lugar que su amarillenta piel parecía una mancha de grasa en aquella perfección. Aquello irritó al Gyojin, pues nunca le habían gustado los tonos claros, en especial el blanco, pero tampoco se podía quejar.

Se palpó el costado. En lugar de la herida ahora tenía una cremallera de hilo de unos doce centímetros. Hizo una ligera presión por la zona. Le dolía bastante, pero se vio con fuerzas para caminar. No sin cierto esfuerzo se levantó de la cama y caminó con calma hasta la puerta y hasta la ventana un par de veces.

-Perfecto, en un par de días volveré a estar en activo.- Dijo para si mismo el Gyojin mientras volvía a tumbarse. Ahora solo quedaba encontrar a aquel humano y agradecerle debidamente que le hubiera salvado la vida.

Alex abrió los ojos. Se había quedado dormido la noche anterior en una de las sillas de la sala de espera. Se estiró y bostezó. Al acabar la operación se había dirigido a la sala de espera, y estaba aguardando hasta que le permitieran ver al gyojin en su habitación. Por ahora le habían dicho que el gyojin descansaba en su cuarto y no debía ser molestado. Se había abastecido de empanadillas en la cafetería y había esperado hasta bien entrada la madrugada. Al final había acabado cediendo contra el sueño y había pegado una cabezada.

Observó el reloj en la pared, era cerca de las once de la mañana. Se levantó y empezó a caminar por el hospital sin rumbo, tan solo por estirar un poco las piernas. Pidió que le avisaran en cuanto el gyojin volviera en sí. Era imposible quedarse tranquilo hasta ver que aquella persona estaba bien. Mordisqueó con cuidado una empanadilla. A su lado pasó un grupo de médicos que hablaban alegremente. Uno de ellos se le acercó y le preguntó:

- Oye, ¿tú eres el que trajo al gyojin ayer?
- Así es, en efecto... -Alex se levantó de un salto-. ¿Ha pasado algo?
- Se ha despertado, puedes ir a verlo a su habitación, si así lo deseas.

Alex asintió y guardó la empanadilla a medio comer antes de salir en dirección a la habitación.

Kiroi se estaba impacientando. Aquella pequeña enfermera humana no le permitía salir al pasillo a caminar un poco y, pese a la imponente envergadura y aspecto del Gyojin, la joven muchacha no había cedido ni un centímetro. Es más, a base de empujones y golpecitos inofensivos en el costado había logrado obligar al Gyojin a volver a la cama.

-Nunca hubiera pensado que alguien tan pequeño fuera tan insistente.- Dijo el Gyojin mirando a la enfermera con odio. Esta le devolvió la mirada.

-Nunca hubiera imaginado que alguien tan grande tuviera tan poco cerebro.

Kiroi no pudo evitar reír, con su consiguiente dolor en la herida. La enfermera sonrió y salió de la habitación. Kiroi había conocido a dos humanos excepcionales en la misma isla y eso lo perturbaba.

Alex vio a una mujer salir de la habitación, y le hizo un gesto de saludo con la cabeza al cruzarse con ella en el pasillo. Aquella era la habitación donde habían llevado al gyojin. Entreabrió la puerta y echó un vistazo al interior. Kiroi estaba tumbado en la cama, sin moverse, así qeu Alex hizo un pequeño carraspeo para que notase su presencia y entró en la sala preguntando con cautela:

- ¿Estás mejor? ¿Te sigue doliendo la herida o te han sedado?

Mientras preguntaba observaba el cuerpo del gyojin, que destacaba en aquel ambiente tan sintético y blanco. Al lado de su camilla había una pequeña mesilla blanca donde el médico deposito una empanadilla de la cafetería mientras terminaba la que tenía a medio comer en la mano.

Kiroi se alegró al ver a aquel humano allí. Le había salvado la vida. Era uno de los pocos humanos a los que, actualmente, Kiroi no mataría si tuviera la oportunidad.

-¿Sedado? Jajaja. Necesitarían gastar todas sus reservas para sedarme con efectividad, así que creo que han decidido saltarse ese paso.- Se incorporó con cuidado y, por primera vez en su vida, le tendió la mano a un humano con intenciones realmente amistosas.-Me llamo Kiroi, gracias por salvarme la vida.

Alex observó al gyojin. Siempre había querido conocer a uno, y ahora se presentaba la oportunidad ante él. Sonrió y le estrechó la mano a Kiroi.

- Encantado, Kiroi. Mi nombre es Alex, pero puedes llamarme Empanadilla. Todos mis amigos lo hacen -mientras le estrechaba la mano, su sonrisa se ensanchaba más aún-. Me alegro el haberte podido ayudar. Pero... -se puso un poco más serio-. ¿Cómo te hiciste esas heridas? Si no quieres contestar, no lo hagas, pero no imaginé que en esta isla pudieras recibir cortes de katana... -ciertamente, Alex se había encontrado con moratones, contracturas, huesos rotos, desgarros musculares, contusiones y traumatismos en aquella isla, pero no esperaba que también hubieran heridas de filo. Que él supiera, en el kárate no se empleaban armas blancas. Claro que podía equivocarse. De todos modos, la curiosidad lo estaba matando.

-¿Empanadilla?- Dijo con una sonrisa el Gyojin.- Es un nombre curioso... Me gusta. Mi nombre es Kiroi... Kiroi Kotei.

El Gyojin se levantó mientras el médico hablaba. Aún le dolía el costado, pero podía soportarlo.

-La respuesta a esas preguntas es muy simple, amigo. Trabajo para el gobierno mundial y vengo persiguiendo a una banda de indeseables desde hace un tiempo. La verdad es que no eran muy conocidos debido a que, en esta isla, nadie que no sepa artes marciales es tomado en serio, pero eran peligrosos y me ordenaron acabar con ellos.-De pronto el Gyojin dejó de hablar unos instantes, mientras se acercaba a Alex.- Supongo que te preguntas por que te revelo mi identidad y oficio así por las buenas... Verás, yo odio a tu raza, creo que sois unos desgraciados y despreciables insectos, aunque soy consciente de que hay excepciones a esa norma. Y creo que tu eres una de ellas. No se si es debido a tu evidente excentricidad o a que me salvaste la vida, pero me gustaría entablar amistad contigo, aunque suene extraño, Empanadilla.

A Alex se le iluminaron los ojos. Sabía que muchos tritones odiaban a los humanos, y no esperaba que un tritón quisiera llegar a ser amigo suyo. Por otro lado, él siempre había querido conocer a un tritón. Le parecía una raza tan interesante como poderosa. Sabía que tenían la fuerza de diez humanos corrientes, y además podían respirar bajo el agua. Era impresionante. Sonrió a Kiroi:

- Por favor, para mí es un honor que un gyojin quiera entablar una relación de amistad conmigo. Siempre me habéis fascinado, y no podía imaginarme que podría llegar a hablar cara a cara con uno. -extendió la mano, ligeramente temblorosa por la emoción, hacia el gyojin, y se la estrechó. Consideraba que lo que había hecho el gyojin era una muestra de confianza hacia él. Decidió que iba a corresponderle de algún modo. Aún no sabía cómo, pero lo haría-. Creo que podríamos ir a tomar una ración de takoyakis... -en ese momento se dio cuenta de que ya no le quedaba dinero-. O... tal vez en otra ocasión, la verdad no me queda nada de dinero, ni un mísero beri. -puso cara de circunstancias y le dio la vuelta a los bolsillos de su pantalón, mostrándolos vacíos.

Pese a no ser una persona sentimental, Kiroi no pudo evitar sentir cierta felicidad al estrechar la mano con el médico errante. Sus palabras denotaban que el propio Alex consideraba a los Gyojin como una raza superior a los humanos, o eso creyó entender Kiroi.

La invitación de su nuevo "amigo, si es que ya podía llamarlo así, no hizo sino arrancar una carcajada de la boca del Gyojin.

-Jajaja... Alex, tal vez no lo sepas, pero los agentes del gobierno tenemos un sueldo más que respetable. Tu encuentra un buen local que yo me ocupo del dinero... amigo.- Añadió tras titubear un instante, pues no sabía como reaccionaría el joven humano.

Alex sonrió abiertamente. Le gustaba la idea de comer un buen takoyaki con un tritón, y el hecho de que lo hubiera llamado amigo tan solo aumentó su alegría. Los ojos le brillaban de la emoción.

- Está bien, vamos a buscar algún sitio donde tomar algo.

Alex salió a la entrada del centro médico. No esperaba que los médicos tuvieran reparos en dejar salir al gyojin, y aunque los tuvieran, seguramente no se atreverían a molestarlo. De todos modos, parecía que Kiroi estaba completamente recuperado, aunque la herida tal vez le molestase durante algún tiempo.

Observando la calle con detenimiento, distinguió a lo lejos algo que parecía ser un restaurante. Se separó de Kiroi, se acercó al edificio a un paso ligero y observó el interior. Varias mesas se disponían distribuyéndose en una sala amplia y bien iluminada. De una puerta que Alex supuso que era una cocina salió una mujer cargada con dos fuentes que llevó a una mesa situada al fondo de la sala, donde había un grupo de personas vestidas con ropa de entrenamiento. Un par de mesas más estaban ocupadas, pero había sitio para ellos dos.

- ¿Qué te parece este lugar? Tiene buena pinta, ¿verdad? -preguntó a Kiroi cuando se acercó a él.

-No tiene mala pinta.- Respondió Kiroi tras acercarse a echar un vistazo. Si no fuera por su condición de Gyojin, aquella herida lo habría matado.- Pide todo el takoyaki que quieras, pero yo prefiero unas buenas sardinas a la brasa sobre pan de maíz.- Dijo el agente del gobierno mientras se le hacía la boca agua.- Hace siglos que no tomo unas buenas sardinas a la brasa.

Sin decir nada más, entró en el local y se sentó en una de las mesas libres con total tranquilidad, pese a que las miradas de la gente demostraban que todo el mundo se había enterado del incidente del Gyojin.

En cuanto Alex se hubo sentado, la mujer que había visto cargar con las bandejas se acercó a preguntar qué querían pedir, ligeramente intimidada ante la presencia del gyojin. Alex sonrió afablemente y le dijo que quería una ración de takoyaki y para su amigo una ración de sardinas a la brasa sobre pan de maíz. Para bebeer pidió agua. Sonrió cuando la mujer volvió a la cocina a ordenar el pedido.

- Bueno, considero esto como el pago por mis servicios -sonrió a Kiroi-. De todos modos, no tengo gran cosa que hacer en esta isla, y me iré pronto a otro sitio. En cuanto consiga algo de dinero iré a otro lugar. -soltó un pequeño suspiro de satisfacción.

La mujer llegó en ese momento con dos vasos y una botella de agua cristalina. Alex sirvió un poco y bebió con ganas. Tenía sed.

Kiroi escuchó las palabras de Empanadilla con cierto pesar, aunque lo comprendió perfectamente. El mismo debía ponerse en marcha para no descuidar sus labores para con el gobierno.

-Es una pena que nos tengamos que separar tan pronto, Alex. Trabajo solo en el South Blue por el momento así que, si me necesitas para algo, estaré por aquí.

Se comió la primera sardina de un bocado, acompañada de un cuarto del pan y luego apuró su vaso de agua, para luego continuar comiendo con normalidad. Era la primera vez que compartía una comida con alguien a quien apreciaba en mucho tiempo, y la estaba disfrutando al máximo.

Alex sonrió al ver a Kiroi devorar la sardina con el pan. Luego dijo:

- Lo tendré en cuenta. Con un poco de suerte nuestros caminos se volverán a cruzar pronto. -añadió sonriente.

Entonces cogió un takoyaki y se lo llevó a la boca. Estaba delicioso. Casi tanto como lo podía estar una buena empanadilla. Bebió un poco de agua y prosiguió. Poco a poco, fue comiéndose todas las bolitas de takoyaki. No dejaba de observar el cuerpo del gyojin, imaginándose cuan fuerte podría ser. Desde luego era imponente. Supuso que debía ser un gyojin de la especie de los peces globo, pues su piel se asemejaba a la de estos peces, pero no podía estar completamente seguro. Pensaba todo esto en silencio mientras masticaba una bolita de takoyaki. La fuente se iba vaciando según iba comiendo. Aprovechaba hasta la última miga, considerando que tal vez no comiera en condiciones hasta no sabía cuando.

Kiroi terminó de comer sin decir una sola palabra, no le gustaba hablar mientras disfrutaba de la comida, menos aún de unas buenas sardinas. Una vez acabado, apartó el plato a un lado y apoyó los pies en la mesa.

Si no fuera porque estaba acostumbrado a aquellas miradas, y porque, como agente del gobierno, era buen observador, no se habría dado cuenta de la curiosa mirada de Alex. No era esa mirada de terror de la gente corriente, ni la de odio y asco de los hombres curtidos. Aquella mirada incomodó a Kiroi.

-Alex, si quieres saber algo, solo pregúntalo, pero no me mires así. No estoy acostumbrado a que me miren sin odio o miedo, y no acabo de acostumbrarme.