Visitantes inhabituales [Privado] [Derian y Alex]

Los sonidos de la selva y el calor eran lo más notorio. Derian se sacó unas gotas de sudor de la frente, suspiró y siguió dándole con el fino pincel al capitel que tenía enfrente. Estaba retirando los restos de polvo y tierra de las dañadas imágenes para tratar de identificarlas y encasillarlas en alguna mitología o cultura concreta. Aquel yacimiento le estaba dando muchos quebraderos de cabeza. Hasta ahora había sido poco estudiado, y los trabajos serios escaseaban y eran muy incompletos. Sin embargo, a pesar de su duro trabajo, no lograba identificar a qué cultura pertenecía la construcción. No era que la tipología constructiva o la decoración encontrada fuese extraña en algún sentido, si no que estaba todo tan desgastado que no lograba identificarlo. Suponía que el interior de las construcciones que se mantenían en pie le aportarían más pistas, y pensaba adentrarse en unas horas, cuando hubiese anochecido y su poder estuviese en su cumbre. No iba a adentrarse en unas ruinas desconocidas por el día. Ya tenía demasiada experiencia en el tema como para atreverse.

Llevaban en la isla ya un par de semanas. En ese tiempo se habían abierto paso hasta las ruinas y se habían instalado en ellas. En comparación con la salvaje y cruda espesura de Ireos, los expedicionarios de Derian no tuvieron ningún problema en cruzar las tierra más cálidas y menos salvajes de Okyu Mazushi. Una vez instalados en la zona comenzaron a desenterrar restos y a investigar las ruinas semiderruidas. No habían encontrado aun nada remarcable, y la mayor parte de los hallazgos aprovechables habían sido restos de capiteles o de murales con decoración grabada en la misma piedra. Sin embargo esta no les había proporcionado la información que buscaban. Igualmente, habían logrado establecer una cronología base, datando la civilización en entre hacía 3400 y 1700 años. había sido gracias a una tosca datación de las construcciones y un estudio preliminar de la tipología arquitectónica y las clase de decoración grabada útil que encontraron, propia de un sinfín de civilizaciones que sin embargo eran próximas entre sí temporalmente.

Exhausto y hambriento, tiró el pincel con malhumor al suelo y atravesó la zona donde estaban trabajando con rumbo hacia la selva cercana. Con suerte encontraría a algún gran depredador que devorar. Si no, cazaría cualquier animal que se pusiese en su camino. Odiaba que las grandes ruinas estuviesen tan lejos de la civilización. Allí carecía de presas humanas, y no podía depredar a su tripulación. El aventurero aristócrata iba vestido en aquel momento con una camisa simple pero elegante, azul oscura con motivos negros. Sus pantalones eran bastante anchos, y al cinto llevaba su espada favorita, Vanator, una mano y media finamente decorada. Como calzado llevaba unas botas negras ligeras. Eran de destacar la palidez de su piel, sus profundas ojeras, sus ojos azul hielo y su larga melena oscura. En definitiva era una persona llamativa, con un aspecto poco frecuente. Se adentró entre los árboles haciendo uso de su fino olfato para buscar alimento.

Alex se inclinó un poco más sobre aquella roca blanca. Sobresalía entre la maleza de la jungla como un enorme diente de un gigante. Pasó la mano por ella, y la roca se deshizo en un polvillo grisáceo con brillo vítreo. Era un interesante compuesto arenoso compactado por el paso del tiempo. Tal vez sirviera para hacer alguna sustancia secante o algún tipo de argamasa. El científico sacó de su mochila un pequeño martillo de acero y empezó a lascar la superficie de la piedra, dejando caer pequeñas láminas del material en un saquito de tela. Más adelante estudiaría sus propiedades con detenimiento.

Se irguió de nuevo y continuó caminando por la espesura. Los árboles estaban muy juntos entre ellos, por lo que la visión no era muy buena. Era bastante desagradable el hecho de que la humedad pegara la ropa al cuerpo, pero podía ignorarlo hasta cierto punto. Lo que no soportaba eran los mosquitos que no dejaban de acribillarlo. Creó un poco de cloro y lo esparció por el aire a su alrededor, con cuidado de no inhalarlo. Los mosquitos dejaron de molestarlo, al menos por el momento.

- Malditos chupasangres... ¡dejadme en paz!

Ante él apareció un arbol bastante grande y de ramas retorcidas. Su corteza era blanca, con franjas de color marrón oscuro. Lo reconoció de uno de sus libros de medicina y sacó una navajita de su bolsillo. Se acercó al tronco del arbol y arrancó un poco de la corteza, que guardó en otra pequeña bolsita de tela. Siguió cortando corteza del árbol hasta que desafortunadamente se hizo un pequeño corte en el dedo pulgar de la mano derecha con la navaja.

- Mierda... -se llevó el dedo a la boca y chupó la sangre mientras con la mano libre abría su maletín y buscaba una tirita.

Derian atravesaba la jungla, con dificultades en su rastreo. Los monos se dejaban escuchar pero eran huidizos, y aunque sabía que lograría capturar algunos si se empeñaba, sería una tarea difícil porque ellos se hallaban en su medio natural. Además la recompensa no sería gratificante. Odiaba la sangre de mono. Prefería a los grandes depredadores. Sin embargo, la gran humedad y los aromas de la selva hacían el rastreo una tarea muy complicada y casi inútil. Y no parecía haber otra cosa a parte de monos, pájaros y otros animales pequeños, difíciles de capturar y que le proporcionarían un sustento mínimo.

La selva estaba en una semipenumbra que le resultaba muy agradable a Derian. Los rayos de sol no sólo lo debilitaban, si no que le resultaban molestos y hasta casi dañinos. En cambio en la selva se hallaba mucho más cómodo. Gracias a su vista de vampiro podía ver perfectamente, incluso mejor que a plena luz dado que el exceso de esta cegaba su aguda visión, adaptada para la noche. A pesar de no encontrar comida agradecía ese descanso del inmisericorde sol del sur. De repente un olor penetrante y que Derian podría distinguir en cualquier lugar le llegó. Un olor familar y a la vez único; el olor de la sangre de un humano. En silencio, atravesó la jungla, con la parsimonia y el sigilo de un gran felino. Siempre en tensión, semiagachado y con la mano derecha sobre el pomo de su espada.

Atravesó unos arbustos y lo vio. Era un hombre bastante joven, posiblemente rondaría la veintena. Alto y bastante delgado, de pelo corto y oscuro. "Pff, con lo esmirriado que es no me dará para más de un par de tragos" pensó Derian con cierta sorna. Estaba justo a un árbol enorme al que le faltaba un cacho de corteza, y por lo que parecía, aun rezumaba savia. A raíz de esto adivinó que debía haberlo hecho el chico y que era alguna especie de herborista o investigador. Decidió interrogarlo antes de decidir si atacarlo o no. Abandonó su escondite y entró en la zona con pose altiva y mirada entre curiosa y desafiante.

- Curioso, cuanto menos. ¿Qué hace un jovenzuelo desarmado y solo en mitad de la selva? Más aun, en una isla deshabitada y dejada de la mano de Dios.

Alex alzó la mirada hacia el hombre que acababa de aparecer. Pese a la semipenumbra, distinguió unos rasgos finos, una piel extremadamente pálida y unos ojos azules que parecían perforarle. Bajó la cabeza ligeramente, no por respeto o intimidación, sino para buscar nuevas rocas y raíces.

- Soy químico -respondió Alex sin dejar de remover la tierra con las manos-. Esta isla es rica en minerales extraños, y además posee una flora muy interesante que puede dar para un informe de varias hojas de estudio. Y el hecho de estar desarmado es para evitar que los animales me consideren una amenaza para ellos. Así puedo trabajar en paz.

Sin embargo aquel hombre no parecía químico, y tampoco tenía aspecto de botánico, médico u otra profesión que requiriera pasear por la selva a solas. Y no sabría jurarlo, tal vez se debiera a la oscuridad reinante, pero Alex no localizaba ningún arma en la cintura del misterioso desconodo.

- ¿Y qué hace un hombre como vos en un lugar como este? -inquirió Alex mientras arrancaba una raiz especialmente profunda.

Derian observó, frío pero con un brillo de interés calculador en la mirada, al científico. Por muy desarmado que fuese los depredadores le deberían haber atacado igual. Sin embargo, ahí estaba. Cerró los ojos un momento y respiró con calma, aspirando el aroma de aquel humano. "Calma" se dijo a sí mismo cuando el ansia de caza hizo que la sangre le palpitase en las venas. Abrió los ojos de nuevo y evaluó de nuevo al humano.

- ¿Que qué hago yo aquí? Soy el Con Derian Markov, un reputado arqueólogo, por supuesto. Estudio las ruinas de la isla en busca de pistas sobre a qué civilización pertenecen.


¿Por qué se tomaba tantas molestias en explicarle quién era? Aquel chico no era más que una presa. Podría haberle partido el cuello ya y haber bebido su sangre en un momento. Presentía algo... definitivamente la situación era extraña. ¿Un científico paseándose por una selva sin compañía y desarmado? Pensándolo detenidamente, parecía descabellado cuanto menos. A menos que poseyese algún arma oculta. ¡Eso era! No tenía sentido que hubiese llegado tan lejos solo a menos que estuviese armado, fuese un experto de la lucha cuerpo a cuerpo o fuese un usuario... y no parecía especialmente corpulento.

- Así que para no ser una amenaza - dijo con una sonrisa sarcástica y macabra - Claro, como que las fieras no atacan a la gente desarmada para devorarla.

Entró en el pequeño claro y comenzó a pasearse amenazadoramente cerca de Alex, sin quitarle los ojos de encima. Parecía como un tiburón acechando a su presa. Estaba en tensión, y los ojos le relucían. Era el momento previo al ataque con el que pretendía inmovilizarlo y alimentarse de él... sin embargo, antes quería ver cómo de poderoso era su rival y cual era su habilidad.

Observó a su interlocutor entrar en el pequeño claro y empezar a caminar en círculos, rondándolo. No era una situación agradable. Parecía como si fuera un depredador acechando a su presa. Lo observó, analizando sus movimientos. ¿Por qué tomaba esa pose, por qué realizaba esos movimientos que obviamente eran amenazadores e intimidantes? Alex no se fiaba ni un poco de aquel hombre. Había algo en sus ojos, en su expresión, que le hacía mantenerse en tensión.

- Las fieras no atacan si no sienten una amenaza directa hacia ellas. A no ser que tengan hambre o que deban defenderse, unas fieras no me atacarán si no son provocadas. -dijo, visiblemente tenso.

Tenía las manos hundidas en la tierra húmeda, agarrando una pequeña raiz enterrada. Ciertamente no llevaba armas con él, por lo que si su enemigo estaba armado, él partía con desventaja. De todos modos no se movió, pero no le quitó los ojos de encima al hombre frente a él, esperando un ataque repentino. "¿Qué demonios pretende?" pensaba mientras se recolocaba para saltar hacia un lado en caso de ser necesario.

Derian observó al chico. Este estaba bastante tenso... ya se había dado cuenta de lo que ocurría. Apoyó una mano sobre el pomo de la espada y se quedó quieto, a un escaso metro y medio de su presa. Disfrutó por un momento de su posición de poder, del saber que el joven estaba experimentando el terror de estar siendo acechado por un cazador. Pues para Derian aquellos realmente poderosos y dignos de conquistar el mundo eran los cazadores, mientras que el resto eran meras presas que vivían con miedo y refugiándose en el poder del número para sobrevivir. Que ese chico hubiese llegado vivo solo hasta allí era digno de elogios, pero sin embargo en ese momento estaba a punto de convertirse en su merienda. Ese era el momento del joven para probar si era un cazador o solo una presa fuerte.

- ¡Paso de plata!

De repente Derian desenvainó la espada al tiempo que comenzaba con un veloz juego de pies avanzando y retrocediendo. Apuntó con su mano y media hacia delante con una sola mano, como si empuñase un estoque. Con su veloz técnica, el "paso de plata" fintó un par de avances tratando de engañar y desconcertar a su enemigo, tras lo cual avanzó una tercera vez lanzando un fuerte tajo imprimiendo en este el peso de su cuerpo. El golpe era un corte diagonal descendente.

- ¡Relampagueo! [AIF]

Alex vio descender la hoja sobre él. Agachado como estaba, era bastante difícil para él esquivar un ataque con aquella dirección y velocidad. Se intentó impulsar hacia atrás con los brazos para evitar el daño, pero no contó con el árbol que se encontraba tras él. Se golpeó en la espalda, mientras la espada le cortaba la zona del pecho, desde el hombro hasta la zona del esternón. No era un corte muy profundo, pero sí que era doloroso. Soltó un fuerte quejido mientras apretaba los dientes debido al dolor y cerraba los ojos con fuerza.

Sentía como la sangre empezaba a manar de la herida del pecho, lentamente. Inconscientemente, empezó a generar cloro por todo su cuerpo, creando una ligera neblina a su alrededor que se deslizaba hacia el suelo [AD]. No era ninguna técnica de combate, sino algo instintivo, un sistema de defensa creado por la tensión y la falta de ideas. Intentó alejarse medio gateando para huir del combate. Las peleas no eran lo suyo, y contra un espadachín no tenía gran cosa que hacer. Tenía que salir corriendo de allí, entre los árboles.

El olor de la sangre hizo que Derian casi perdiese el control. Estaba famélico, y la sangre de aquel humano era bastante más apetitosa que la de cualquier animal de la selva. Se abalanzó sobre el chico dispuesto a beberse toda su sangre. Sin embargo de repente notó una irritación en el pulmón y comenzó a toser con fuerza. Los ojos comenzaron a lloriquearle, y se apartó de su enemigo frotándose la cara con las manos.

- ¿Qué me has hecho, maldito?


Volvió a mirarle, y lo vio gateando, alejándose de él. De la piel del chico brotaba una neblina verduzca. Comprendió entonces la habilidad del chico. Emitía alguna clase de gas tóxico. No parecía letal en todo caso. Entonces tomó una resolución. Lo dejaría inconsciente, tras lo cual se alimentaría de él. Avanzó hacia él y alargó la mano para agarrarlo, y notó una quemazón en la palma por el gas. Retiró por un momento la mano, sin embargo decidió continuar y siguió adelante. Su intención era agarrarlo por el tobillo, levantarlo en el aire y lanzarlo volando contra un árbol.

Lanzamiento [AI]

Desesperado, Alex sintió como algo le agarraba con firmeza por el tobillo. Giró la cabeza y observó una mano con férreos dedos rodeándole la pierna y tirando de él. Sin saber como, fue alzado con una fuerza sobrehumana y salió disparado contra un árbol cercano. Se golpeó de espaldas, y soltó un quejido sordo. Estaba semiinconsciente, pero sentía como la sangre le teñía la visión de rojo. Tenía una brecha en la cabeza, o al menos una herida abierta, y estaba seguro de que se había partido una o dos costillas en el impacto.

Viendo a su enemigo acercarse a él, seguramente para darle el golpe de gracia, utilizó sus últimas energías en realizar un ataque desesperado. Extendió sus brazos frente a él y lanzó un chorro de cloro gaseoso directo al rostro de su agresor, con la intención de cegarlo o incluso quemarle la piel de la cara y aturdirlo el tiempo suficiente como para escapar.

Cañón clórico [AI]

El cloro salió disparado hacia la cara del arqueólogo.

Derian estaba ya realmente furioso y hambriento. Le ardía la garganta a horrores y los ojos aun le lagrimeaban un poco. Caminó con decisión hacia el semiinconsciente científico, siseando. Se crujió los nudillos y se paró ante él, envainando su espada. Sin embargo, de repente el chico extendió los brazos hacia él y un chorro de aquel gas extraño le impactó en el cara. El dolor ahora fue bastante intenso. Derian se alejó de él chillando a causa del dolor. No podía ver nada, y la cara le escocía. Comenzó a toser con fuerza y cayó de rodillas. Tosía tan fuerte que le estaban entrando arcadas. Después de un rato se le pasó y comenzó a respirar profundamente, con una mano sobre el pecho y la otra apoyada en el suelo. Se dio la vuelta tras un rato y se quedó sentado.

- Reconozco que no eres una débil presa sin más - dijo, frotándose los ojos con las manos - ¿A qué te dedicas, científico? ¿Cómo te ganas la vida?

Aquel chico le llamaba la atención. No era un usuario sin más. A pesar de que era obvio que carecía de experiencia de combate, su habilidad era útil y poderosa, y no le cabía duda que si la desarrollaba llegaría a ser poderoso en un futuro. Lo quería con los suyos, a raíz de eso. Era algo repentino y seguramente le resultaría chocante al chico, pero Derian lo tenía claro. Quería a aquel joven entre sus filas.

Ante aquellas preguntas, Alex se quedó sorprendido. Aquel hombre lo había agredido y ahora quería saber en qué trabajaba. Aquello era muy sospechoso. No era de la incumbencia de aquel espadachín saber cual era su ocupación. Sin embargo vio en esas preguntas una excusa para hablar y ganar algo de tiempo mientras pensaba cómo podía salir de aquella situación.

- Soy un simple médico ambulante, viajo por las islas buscando gente y curando sus dolencias. Con el dinero que gano viajo de isla en isla. No es emocionante, pero me gusta. Si te preguntas que hago en una isla como esta la respuesta es sencilla: buscar plantas para mis recetas de medicinas.

Se levantó lentamente, aún en tensión, dispuesto a correr si la ocasión lo requería. Vio un sendero entre los árboles un poco más allá de su posición. Si conseguí cegar a la persona que tenía en frente podría escapar. Sin embargo, las heridas del pecho y la espalda dolían, y empezaba a sentirse un poco mareado, tal vez debido al golpe en la cabeza. Se pasó la manga por el pelo y la sacó ensangrentada. No tenía buena pinta, era una buena brecha.

Derian clavó su espada en el suelo y se alzó alto como era. Apoyó su brazo derecho sobre el mango de su arma y observó al joven. Le vendría bien un médico como él, más aún si al final decidía crear la banda pirata que tenía en mente.

- Supongo que os debo una explicación - dijo en un tono de voz neutro - Mi nombre es Lord Derian Markov, como os dije. Soy el usuario de la Kyu Kyu no mi, y por ello soy un vampiro. Debo consumir sangre para sobrevivir.

Se contuvo para no relamarse los labios al oler el dulce aroma que brotaba de la herida del médico. "Calma" pensó. No era buena idea cargarse a un posible tripulante por un ataque de sed. Por no hablar de lo incómodo que sería que liberase más de ese gas mientras se alimentaba de él. Los ojos azules de Derian se clavaron en los de Alex. Estos eran fríos, y en ese momento, carentes de emoción en apariencia.

- Hemos empezado con mal pie. Me pillasteis cuando estaba de cacería, y en esos momentos como habéis podido ver no soy precisamente una persona cabal y racional. Sin embargo tengo una propuesta para vos. Digamos que soy más que un arqueólogo, o aspiro a ser más. Los yonkaikyos y los shichibukais, como bien sabréis, reciben beneficios especiales del Gobierno. Como arqueólogo "común" - pronunció con esfuerzo y asco esta palabra, como si le costase reconocerlo - tengo vedada la investigación de ciertos temas. Por ello, he decidido crear una tripulación pirata y convertirme en shichibukai, y a cambio pediré al Gobierno carta blanca para continuar mis investigaciones.

Miró ahora con intensidad al médico. Sus ojos ahora parecían brillar de júbilo, ante la mera idea que había planteado. Derian era un auténtico erudito. Mejor dicho, era más que eso. Llevaba la búsqueda de la sabiduría hasta sus últimas consecuencias.

- Iré al grano. Alguien como vos me sería extremadamente útil. Médico, y además con poderes de usuario. Es posible que ahora mismo os inquiete por mi actitud anterior, y os resulte extraña mi propuesta por ello, pero pensadlo. Como subordinado de un noble y shichibukai podréis pedir lo que queráis. Yo os lo procuraré. A cambio sólo pido vuestra lealtad y que curéis a mis hombres.

Se quedó callado, vigilándolo. Aunque no había dicho lo que pasaría si se negaba, la amenaza estaba en el aire, invisible pero palpable.

Alex seguía en tensión. Todo lo que decía aquel hombre le traía sin cuidado, la verdad. Hacía unos instantes acababa de abrirle una herida en el pecho y le había roto las costillas, y ahora quería que se uniera a él. El hecho de que fuera usuario de una fruta podía explicar su fuerza descomunal, y el porqué lo había lanzado con tanta facilidad. Sabía que había una amenaza encubierta en la propuesta de aquel hombre. Si no aceptaba, seguramente acabaría con él. No le apasionaba todo aquello de los sichibukai y el gobierno y los piratas. Por otro lado, ¿no era una oportunidad de cumplir su sueño? Si de verdad aquel hombre se convertía en sichibukai y tenía capacidad de viajar, y si prometía y cumplía el no volver a atacarlo, aquella era una ocasión única para poder viajar por todo el mundo sin preocuparse del dinero. Sin duda, tenía miedo de Derian, pero una ocasión como aquella no se repetiría, y además, la amenaza que suponía el no aceptar era demasiado importante. Tenso aún, con el dolor recorriéndolo, trató de hablar sin escupir sangre:

- No me interesan los tejemanejes políticos o eso de los sichibukai, pero si de curar gente se trata, puedes contar conmigo. Y siempre y cuando sienta que no estoy en peligro contigo, no me importa estar bajo tu bandera. Siempre y cuando el estar representado por ella no interfiera en mis propósitos. -lo miró con los ojos entrecerrados-. Solo espero que no vuelva a suceder algo como lo de hace unos momentos... -la herida lo estaba matando de dolor, así que tuvo que apoyar la mano en el árbol para no caerse al suelo.

Derian arrancó la espada del suelo y la envainó. Le gustaba lo que oía, pero no lo transmitió con palabras. Siempre y cuando estuviese de su parte obviamente no le iba a atacar. Si devorase a sus subordinados, no tendría a nadie que le ayudase en las excavaciones, y además le convenía no llamar demasiado la atención en ese sentido. Le convenía también tener hombres leales a su alrededor, y si bien aquel chico posiblemente le serviría por miedo inicialmente, se ocuparía de tratarlo bien y que se convirtiese en un hombre útil para su causa.

- Ninguno de mis subordinados debe temer a mi lado. Siempre y cuando no me traicionéis, yo no os haré nada. A cambio os daré comida y un camarote espacioso y cómodo en mi barco, así como alguna recompensa en metálico de vez en cuando para que podáis permitiros algún lujo. Tal vez hayamos empezado con mal pie, pero podemos establecer una relación de conveniencia mutua muy provechosa. Está claro que no sois precisamente ningún guerrero, y yo puedo protegeros.

Entonces cayó en la cuenta de que no conocía las metas del médico. Este le había mencionado que tenía propósitos, pero desconocía la naturaleza de estos. Siendo un hombre joven supuso que algún objetivo idealista grandilocuente, algo fuera de su alcance. Sin embargo convenía saberlo, pues bien sabía el poder que tenían los sueños sobre los hombres, haciéndolos capaces de superar sus miedos y enfrentarse a sus temores.

- ¿Puedo conocer vuestro propósitos? A todo esto, desconozco vuestro nombre. Bueno, os guiaré a mi campamento.

A pesar de que odiaba el contacto con humanos si no era en el fragor de la batalla, le tendió la mano para ayudarlo a levantarse. Las heridas que le había ocasionado eran cuanto menos aparatosas, y necesitaría ayuda para llegar hasta la zona de tiendas donde estaban sus hombre. Decidió que saldría a cazar más tarde.

Alex aceptó la mano que le tendía con cierta reticencia. Aún no se fiaba de aquel hombre. Sin embargo le dijo:

- Mi propósito es sencillo. No busco ser sichibukai, ni alguien influyente, sino más bien todo lo contrario. No tener que estar apegado a un título o a una responsabilidad. Quiero viajar, ver el mundo que he visto en mis libros con mis propios ojos: ese es mi propósito. Y mi nombre es Alex. -añadió, con un tono ligeramente entrecortado por un gemido de dolor.

Empezó a caminar con dificultad, dejándose guiar por aquel hombre. En cualquier caso, no podía hacer otra cosa. Sospechaba de una trampa. Si el hombre aquel quería matarlo, podía haberlo hecho ya. Pero tal vez solo estuviera jugando con él. De todos modos se resignó. No tenía otra opción que seguirlo, al menos hasta asegurarse de que no lo iba a matar. Si intentaba escapar en su estado iba a terminar muerto de todos modos.

Derian lo guió, haciendo que le pasase el brazo por el hombro. Lo sujetó con firmeza por el tronco con su brazo y le ayudó a caminar. No le era ningún esfuerzo gracias a su poder de vampiro. Además en la penumbra eterna de la jungla donde la luz del sol a penas llegaba al suelo era más fuerte que cuando le daba la luz del día de lleno. Finalmente llegaron al yacimiento. El sol le dio de frente, y Derian siseó al marearse un poco. Frente a ellos tenían un conjunto de tiendas de campaña de distintos tamaños y los restos de una estructura de piedra enorme. Un montón de hombres iban de un lado a otro, cavando por doquier y llevando restos de artefactos y hallazgos al campamento.

- Vosotros dos, llevad a este chico a mi tienda. Coged desinfectante y vendas y atendedle. Yo voy ahora.

Dos siervos ociosos se acercaron para guiar a Alex a la tienda de Derian. Mientras, él se acercó a hablar con su ayudante de excavaciones. Su ayudante era un hombre que se había enrolado en su tripulación y tenía conocimiento básicos de arqueología gracias a una serie de trabajos en una excavación en el North Blue. Este le puso al tanto de lo que habían encontrado su ausencia. Poca cosa. Posiblemente partirían de allí en breves dado que no hacían grandes avances. Volvió a su tienda. Allí estaban vendando a su nuevo médico. Se acercó a un baúl en una esquina y sacó una botella de vino y dos copas.

- Es un tinto del West Blue, bastante bueno. Espero que os sirva de momento como disculpa. ¿Bebéis?

Alex vio como Derian sacaba unas copas y una botella de vino, y posteriormente lo invitaba a beber.

- Es un tinto del West Blue, bastante bueno. Espero que os sirva de momento como disculpa. ¿Bebéis?
- No suelo beber, la verdad... -Alex observó al hombre, evaluando su expresión, viendo si estaba decepcionado, molesto o enfadado.

Tal y como lo veía, tenía dos opciones: o bien el hombre intentaba ganarse su confianza para acabar matándolo, o bien de verdad quería que se uniera a su tripulación. En cualquier caso, lo había curado, se había disculpado y ahora trataba de entablar una especie de relación social con él. Al menos se merecía el beneficio de la duda. Alex alargó el brazo y cogió una de las copas:

- ... pero creo que este vino bien puede valer la pena probarlo. -echó un poco de tinto en la copa y le dio un sorbo ligero. El sabor de la bebida era afrutado con toques de madera de roble. Estaba delicioso, sin duda. Sonrió levemente ante aquella maravilla y preguntó:

- Entonces... ¿decís que necesitáis un médico? Por lo que parece vuestros subordinados son bastante capaces.

Derian se sirvió una copa y bebió un trago, degustando el vino antes de tragar. A lo mejor tenía un regusto ácido un poco marcado, pero sin duda era un vino excelente. Bebió un trago más y apoyó la botella en el suelo de la tienda. Tras eso se sentó encima del ataúd-cama que había en la tienda y se paró a disfrutar del vino.

- No beber no implica no disfrutar de la buena bebida de vez en cuando. Como podréis adivinar, no suelo alimentarme con frecuencia de comidas humanas, pero eso no implica que no las disfrute cuando lo hago - los ojos del vampiro relucieron en la semioscuridad de la tienda - Si bien mis hombres saben apañárselas cuando se hacen algún rasguño, no son expertos. Cuando alguno enferma no tenemos a nadie que sepa cómo tratarlo con eficacia más allá de remedios caseros. Y dado que mis investigaciones arqueológicas me llevan a islas de clima tropical, las enfermedades están a la orden del día.

Islas tropicales. Aquello podía implicar enfermedades infecciosas de múltiples tipos, empezando por las contagiadas por los insectos hasta las propias de ingerir alimentos o agua en mal estado. Sin duda eso era un gran número de enfermedades posibles. Si los conocimientos médicos de los subordinados de Derian no iban más allá de los primeros auxilios, entonces posiblemente sí que necesitaran un doctor en su equipo.

- Mmmm... entiendo. Es lógico necesitar de un equipo médico cuando se está expuesto a tantas posibles fuentes de infección. -Alex se imaginó viajando a islas tropicales, lejanas, desconocidas. La sensación lo embriagaba al mismo tiempo que aquel delicioso vino. Asintió para sí-. Está bien, Derian. Acepto unirme a tu tripulación con la condición expuesta antes. No debe interferir con mis propósitos. Cuenta con mis servicios como médico. -una parte de la mente de Alex le decía que aquello no era una buena idea, pero la otra lo instaba a aceptar la oferta. Decidió hacer y arrepentirse de haber hecho que no hacer y arrepentirse de no haber hecho.

Derian terminó de beberse su copa y la volvió a llenar. Las condiciones que le ponía no sólo eran más que aceptables, si no que incluso estaban en armonía con lo que solían hacer. Las excavaciones les obligaban a viajar por el mundo, y a raíz de ello Alex vería saciada su sed de aventuras y viajes. En realidad Derian había comenzado a viajar en buena medida por los mismo objetivos.

- No creo que nuestros objetivos entren en conflicto, señor Alex. Yo me hice a la mar con las mismas aspiraciones, además de estudiar el pasado.

Decidió ponerle a prueba para saber si podría ser una compañía interesante. Derian era una persona culta y que disfrutaba de conversaciones interesantes y refinadas sobre toda clase de temas de conocimientos varios. Desde ciencia a retórica, pasando por filosofía. Abrió otro de los baúles, mostrando su contenido. Estaba lleno de libros de toda clase.

- Veo que viajáis con equipaje ligero, señor Alex. Dado que sois un científico intuyo que sois una persona culta. Pues bien, si queréis leer algo, podéis serviros a placer de mi biblioteca privada. Tengo libros de todas las temáticas, y en mi camarote en el barco tengo una pequeña biblioteca privada.

Alex esbozó una ligera sonrisa. Le gustaba como sonaba aquello.

- Entiendo... lo tendré en cuenta. Tal vez me sea útil si encuentro algún libro sobre química o medicina... A todo esto, supongo que también tendrás muchos libros de historia, ¿no?

Observó al hombre ante él. Si de verdad tenía una biblioteca privada y en ella había algún libro sobre química o medicina de verdad que le gustaría leerlo. Tal vez con ello lograra mejorar sus habilidades en dichos campos, o incluso lograse aprender a utilizar mejor el poder de su fruta. Se quedó pensativo. Recordaba cuando descubrió su poder. Había sido chocante el hecho de que empezara a generar cloro por las palmas de las manos. Era extraño, y a la vez fascinante. Hasta entonces apenas había hecho caso de las historias de las Akuma no mi, aunque sabía de su existencia no consideraba que de verdad unos objetos como aquellos pudieran encontrarse en todo el mundo. Pero de la noche a la mañana se vio convertido en un usuario. Como pudo comprobar poco después, el agua lo debilitaba, y había perdido la capacidad de nadar. Se quedó ensimismado pensando en todo esto mientras terminaba el vino de su copa.

Derian agitó su copa de vino y la acabó de nuevo. Sacó un trapo de su bolsillo, la limpió con este y la devolvió al baúl. No estaba seguro de si tenía libros de esos temas, pero no estaba de más buscar. En su biblioteca privada tendría seguro, pero ahí no creía. Comenzó a rebuscar hasta que encontró algo interesante.

- No tengo libros de química o medicina, pero por si os interesa aquí tengo un libro sobre la flora de distintas regiones. Y sí, tengo libros de historia. En fin, servíos a vuestro gusto.

Derian se levantó. Debía volver al trabajo. Ordenaría volver al barco al día siguiente, pero hasta entonces aprovecharía para ver si encontraba algo más. Quién sabe, a lo mejor había aun tiempo de cambiar de opinión y quedarse en el yacimiento. Todo dependía de lo que ocurriese aquella tarde.

- En un rato vendrán a llevaros a vuestra tienda. Coged cuantos libros gustéis. Yo vuelvo a dirigir la excavación.

Alex cogió el libro que le ofrecía Derian. Con suerte pondría algo sobre las plantas de la isla en la que estaban, sus propiedades y cómo encontrarlas en la jungla. Abrió por una página al azar y se puso a mirar cuan completo era el libro. La verdad es que no podía quejarse en absoluto: el libro recogía al detalle las descripciones, usos y localizaciones de las distintas plantas en una lista ordenada alfabéticamente por los nombres de las plantas.

Se sumergió en la lectura del libro, y cuando ya llevaba un rato observando las propiedades de una planta que solo crecía en los bordes de los riscos más elevados, un par de hombres entraron en la tienda. Lo miraron detenidamente y se miraron entre sí. Uno de ellos, más alto, le dijo:

- Alex, supongo... el capitán nos ha dicho que te llevemos a tu tienda de campaña. -Alex levantó la mirada del libro, y tras guardarlo en su maletín para continuar con la lectura más adelante, se dispuso a seguirlos. Salieron de la tienda y se dirigieron hacia uno de los extremos del campamento, donde señalaron a Alex una tienda pequeña pero de aspecto cómodo. Sin mediar palabra, Alex entró en la tienda, que según parecía, era la que le habían asignado, y continuó afanosamente su lectura.