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El día parecía estar perfecto. El sol en el cielo brillando en su máximo esplendor y ni rastro de nubes negras en el cielo. La mar totalmente calmada y las gaviotas sobrevolando el cielo como de costumbre hacían. Algunas se podían ver como bajaban el vuelo para acabar con sus picos en el ancho mar sacando su alimento. Una pequeña brisa de aire corría por el lugar haciendo que las hojas caídas de los arboles fuesen desplazadas hacia el mar donde acababan en el agua. Por poco tiempo debido a las olas que las volvían a mandar contra la arena de esta. La zona de vegetación parecía frondosa y apacible. No se escuchaban ruidos de ninguna clase. Al menos por la parte de la orilla. En uno de los arboles cercanos se podía ver una silueta. Krauser, uno de los miembros de la brigada disciplinaria estaba allí arriba, Su mirada estaba fija en el suelo. Por algún motivo seria.
No tardó mucho en saltar de dicho árbol y quedarse de cuclillas observando el suelo con la mirada fría y seria. Frente a él parecía haber una huella enorme. El gran espada no había podido acabar de deducir de qué se podía tratar. No había visto mucho mundo que digamos y no había oído nada de esa isla. Solo recibió unas coordenadas y el objetivo de esperar a su superior. Le habían ordenado que no se moviera de la playa hasta que llegara la persona a la que tenía que esperar. Mal hecho por su parte en desobedecer ya que si se lo habían ordenado por algo seria. Pero no pudo aguantar las ganas de adentrarse solo unos metros en dicho lugar y ya había visto aquello. La huella daba a entender que su dueño tenía tres grandes dedos acabados en unas uñas afiladas. Y por el tamaño de la huella el ser que se había lucido no era un pequeño roedor ni nada por el estilo. La tierra de esa zona no parecía estar húmeda ni blanda por lo que el protagonista de dicha señal debía pesar lo suyo. Sin darle importancia a la huella se giró empezando a caminar hacia la playa para esperar.
Una vez salió de la zona vegetal caminó unos metros hasta donde acababan las olas pero lo justo para no mojarse. Se dejo caer para atrás sentándose allí y observando hacia donde el mar estaba. Llevó su mano derecha a la arena para hundirla en esta y cerrar sus ojos notando el tacto de esta. Pocos segundos después desenterró la mano de la arena y la llevó a su bolsillo para sacar aquel mango gris con franjas negras extensible para su espada. No parecía llevarla encima en ese momento. Pero era difícil no ver semejante arma. Estaba a unos cinco metros a su izquierda clavada en la arena. Finalmente guardó de nuevo el mango tras jugar un minuto con él y por fin dejo de moverse para esperar a la persona a la que estaba esperando.
No tardó mucho en saltar de dicho árbol y quedarse de cuclillas observando el suelo con la mirada fría y seria. Frente a él parecía haber una huella enorme. El gran espada no había podido acabar de deducir de qué se podía tratar. No había visto mucho mundo que digamos y no había oído nada de esa isla. Solo recibió unas coordenadas y el objetivo de esperar a su superior. Le habían ordenado que no se moviera de la playa hasta que llegara la persona a la que tenía que esperar. Mal hecho por su parte en desobedecer ya que si se lo habían ordenado por algo seria. Pero no pudo aguantar las ganas de adentrarse solo unos metros en dicho lugar y ya había visto aquello. La huella daba a entender que su dueño tenía tres grandes dedos acabados en unas uñas afiladas. Y por el tamaño de la huella el ser que se había lucido no era un pequeño roedor ni nada por el estilo. La tierra de esa zona no parecía estar húmeda ni blanda por lo que el protagonista de dicha señal debía pesar lo suyo. Sin darle importancia a la huella se giró empezando a caminar hacia la playa para esperar.
Una vez salió de la zona vegetal caminó unos metros hasta donde acababan las olas pero lo justo para no mojarse. Se dejo caer para atrás sentándose allí y observando hacia donde el mar estaba. Llevó su mano derecha a la arena para hundirla en esta y cerrar sus ojos notando el tacto de esta. Pocos segundos después desenterró la mano de la arena y la llevó a su bolsillo para sacar aquel mango gris con franjas negras extensible para su espada. No parecía llevarla encima en ese momento. Pero era difícil no ver semejante arma. Estaba a unos cinco metros a su izquierda clavada en la arena. Finalmente guardó de nuevo el mango tras jugar un minuto con él y por fin dejo de moverse para esperar a la persona a la que estaba esperando.
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Karl caminó por la playa con expresión aburrida. Otra vez en Little Garden. Realmente odiaba aquella isla. La única vez que le había ocurrido algo interesante en una estancia allí había sido su combate contra Red Stinger. La única. El resto habían sido un muermo increíble. Ni siquiera la fauna local le resultaba atractiva, pues la carne de dinosaurio era correosa y dura, y le resultaba fácil derrotarlos.
Karl era un hombre de elevada estatura y muy musculoso. Su pelo castaño era bastante corto, con como único rasgos destacable del mismo sus imponentes patillas, que le llegaban a la mandíbula. Llevaba una barba bien cuidada y recortada que le rodeaba la mandíbula. Además tenía un parche negro sobre su ojo izquierdo, que junto con sus precoces arrugas le daban un aire de hombre curtido. Su piel, claramente blanca, estaba algo bronceada por el sol. Iba vestido con su chaqueta de oficial por los hombros, una camisa blanca, pantalones negros y zapatos del mismo color.
De repente le sonó el den den mushi. Lo sacó y contestó perezosamente. Al reconocer la voz de su superior se puso algo más serio y atendió. Al parecer tenían la orden de localizar a un grupo de revolucionarios que habían ido con un equipo de científicos a la isla a investigar una serie de plantas. Un miembro del CP les había dado el soplo.
- De acuerdo, señor. Iré de inmediato. Tengo ya a uno de mis hombre preparados para entrar en acción.
Colgó el den den mushi y se lo guardó. Tras eso se estiró y desperezó y siguió caminando por la playa, algo más serio. Unos revolucionarios bien podrían ser unos pobres diablos que no sabían dónde se metían, o gente peligrosa. Aun tenía dolorosamente grabado el recuerdo de su pelea contra Azumi Kento. Tras un rato caminando, vio al recluta Krauser.
- Recluta, en pie. Tenemos una misión. Nos han ordenado localizar a un grupo de revolucionarios que escoltan a científicos con ellos. Están en esta isla. Ve al campamento, elige a diez soldados y reúnete conmigo en el claro al norte de aquí. Yo me adelantaré.
Tras eso, comenzó a levitar, ascendiendo rápidamente. Se elevó en los aire y aceleró de repente hacia delante, sobrevolando el mar verde que era la jungla.
Karl era un hombre de elevada estatura y muy musculoso. Su pelo castaño era bastante corto, con como único rasgos destacable del mismo sus imponentes patillas, que le llegaban a la mandíbula. Llevaba una barba bien cuidada y recortada que le rodeaba la mandíbula. Además tenía un parche negro sobre su ojo izquierdo, que junto con sus precoces arrugas le daban un aire de hombre curtido. Su piel, claramente blanca, estaba algo bronceada por el sol. Iba vestido con su chaqueta de oficial por los hombros, una camisa blanca, pantalones negros y zapatos del mismo color.
De repente le sonó el den den mushi. Lo sacó y contestó perezosamente. Al reconocer la voz de su superior se puso algo más serio y atendió. Al parecer tenían la orden de localizar a un grupo de revolucionarios que habían ido con un equipo de científicos a la isla a investigar una serie de plantas. Un miembro del CP les había dado el soplo.
- De acuerdo, señor. Iré de inmediato. Tengo ya a uno de mis hombre preparados para entrar en acción.
Colgó el den den mushi y se lo guardó. Tras eso se estiró y desperezó y siguió caminando por la playa, algo más serio. Unos revolucionarios bien podrían ser unos pobres diablos que no sabían dónde se metían, o gente peligrosa. Aun tenía dolorosamente grabado el recuerdo de su pelea contra Azumi Kento. Tras un rato caminando, vio al recluta Krauser.
- Recluta, en pie. Tenemos una misión. Nos han ordenado localizar a un grupo de revolucionarios que escoltan a científicos con ellos. Están en esta isla. Ve al campamento, elige a diez soldados y reúnete conmigo en el claro al norte de aquí. Yo me adelantaré.
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Su superior ya había llegado y nada más hacerlo ya le había dado las órdenes. Se puso en pie rápidamente haciéndole un gesto de saludo y escuchando todo lo que le había dicho. Debía ir al campamento y escoger a diez reclutas para después ir al claro norte. Este asintió ante las órdenes de su superior y se dispuso a correr hacia la zona vegetal donde el campamento estaba ubicado. Aun recordaba la huella que había visto pero ahora no le daba importancia. El campamento estaba a unos tres minutos corriendo de la posición donde el gran espada se encontraba. No tardó mucho en llegar cuando pasó de correr a caminar tranquilamente entrando en la zona donde estaban los demás. Parecían estar tranquilos y cada cual a lo suyo. Grupos jugaban a las cartas en el suelo. Otros hablaban entre ellos riendo y algunos estaban en las tiendas montadas descansando. Krauser sacó su enorme espada clavándola en el suelo con fuerza y levantando la voz de forma notoria ante todos los del campamento para que le escucharan bien pues no pensaba repetirlo. Era un tono frio y bastante serio además de impaciente por la forma en la que los miraba a todos cruzado de brazos.
- A ver necesito diez hombres dispuesto a estar listos para lo que sea. Correr, pelear o si hace falta morir. No quiero quejas ni tonterías, esto lo ha ordenado el propio Lion D.Karl. Así que vamos no tardéis e iros colocando en fila. Partiremos ahora mismo. ¿Alguna pregunta?
Nadie dijo nada cuando preguntó solo obedecieron y empezaron a hablar entre ellos para ver quien serian los que iban a ir. Tardaron los muy vagos unos dos minutos en decidirlo y por fin se colocaron en fila. Krauser recogió su espada y se la colocó de nuevo en su espalda. Después empezó a caminar al claro con el que debía reunirse con Karl. La selva parecía tranquila y no había mucho jaleo, al pasar observó la huella que había visto anteriormente. A saber qué tipo de seres había en aquella isla desconocida para él. Escuchaba a algunos de los hombres hablar sobre dinosaurios y cosas así. Cosa que el gran espada no creía pues esos lagartos prehistóricos se habían extinguido hace tiempo y no podían quedar ninguno de ellos vivo. Aun así aquella huella no parecía ser falsa para nada. Después de unos segundos más caminando llegaron al claro acordado y esperaron allí tranquilos.
- A ver necesito diez hombres dispuesto a estar listos para lo que sea. Correr, pelear o si hace falta morir. No quiero quejas ni tonterías, esto lo ha ordenado el propio Lion D.Karl. Así que vamos no tardéis e iros colocando en fila. Partiremos ahora mismo. ¿Alguna pregunta?
Nadie dijo nada cuando preguntó solo obedecieron y empezaron a hablar entre ellos para ver quien serian los que iban a ir. Tardaron los muy vagos unos dos minutos en decidirlo y por fin se colocaron en fila. Krauser recogió su espada y se la colocó de nuevo en su espalda. Después empezó a caminar al claro con el que debía reunirse con Karl. La selva parecía tranquila y no había mucho jaleo, al pasar observó la huella que había visto anteriormente. A saber qué tipo de seres había en aquella isla desconocida para él. Escuchaba a algunos de los hombres hablar sobre dinosaurios y cosas así. Cosa que el gran espada no creía pues esos lagartos prehistóricos se habían extinguido hace tiempo y no podían quedar ninguno de ellos vivo. Aun así aquella huella no parecía ser falsa para nada. Después de unos segundos más caminando llegaron al claro acordado y esperaron allí tranquilos.
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Mientras los reclutas esperaban, algo les acechaba. Un ser gigantesco oculto entre las sombras. Con un feroz rugido, un enorme T-Rex salió corriendo de la selva y cargó hacia los reclutas. Era una bestia de gran tamaño y peso, con piel de color verde oscuro apagado, con tonos marrones. Emitió un poderoso rugido más potente que el anterior, y comenzó a correr más rápido. De repente, sin embargo, una sombra oscura saltó hacia el dinosaurio. En el aire esta sombra comenzó a crecer y transformarse hasta convertirse en un monstruo descomunal, más grande que el dinosaurio. La gigantesca Quimera medía ocho metros de altura, y otros tantos de longitud. Apoyó sus patas delanteras sobre el lomo de la bestia, tumbándola, y emitió un rugido de victoria con su cabeza de león. Con un balido, la cabeza de cabra vomitó una llamarada sobre la cara del animal, quemándosela. El T-Rex rugió de agonía, pero entonces la cabeza de reptil de la Quimera, que se hallaba en su cola, se lanzó velozmente hacia delante y le mordió el cuello, ahogándolo. Este se estremeció y dejó de moverse. De repente la Quimera desapareció, y en su lugar quedó un hombre alto. Lion D. Karl, también conocido como Quimera Karl.
- Espero que estén todos bien. No hay tiempo para asombrarse. Krauser, póngales al corriente de la misión y avancemos.
Karl se dio media vuelta y caminó hacia el norte, crujiéndose el cuello. Aquella isla le aburría por aquella clase de cosas. Siempre tenía que estar tumbando débiles dinosaurios para proteger a sus aun más débiles subordinados. ¿Por qué se empeñaba el alto mando en enviarle a esa clase de misiones? ¿No deberían encargarle algo más importante de una vez, y de paso promocionarle a un rango más elevado? Consideraba que su puesto de Teniente era bajo para su poder, y no le faltaba razón. Su superiora inmediata en la jerarquía, Arabel, no era tan poderosa como él. Era fuerte, pero no tanto. Karl consideraba que debía ser al menos Comandante.
- Espero que estén todos bien. No hay tiempo para asombrarse. Krauser, póngales al corriente de la misión y avancemos.
Karl se dio media vuelta y caminó hacia el norte, crujiéndose el cuello. Aquella isla le aburría por aquella clase de cosas. Siempre tenía que estar tumbando débiles dinosaurios para proteger a sus aun más débiles subordinados. ¿Por qué se empeñaba el alto mando en enviarle a esa clase de misiones? ¿No deberían encargarle algo más importante de una vez, y de paso promocionarle a un rango más elevado? Consideraba que su puesto de Teniente era bajo para su poder, y no le faltaba razón. Su superiora inmediata en la jerarquía, Arabel, no era tan poderosa como él. Era fuerte, pero no tanto. Karl consideraba que debía ser al menos Comandante.
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Lo que Krauser había visto allí le había impresionado. Un enorme dinosaurio y encima un T-rex uno de los mas peligros y carnívoros de aquella época. Un ser que le tenía inmóvil. Pero alerta pues estaba ya con la mano en el mango de su enorme espada preparado para luchar. De repente sus ojos se abrieron más cuando aquella enorme quimera saltó de la nada sobre el dinosaurio. Una de las cabezas empezó a carbonizarle la cara al enorme reptil mientras que la otra rugía victoriosa para finalmente cargárselo de un mordisco en el cuello. Tras eso la quimera volvió a ser Karl. A lo que Krauser soltó el mango de su espada y se calmó un poco. Aquel dinosaurio no le había supuesto nada a aquel hombre conocido como Quimera Karl o el hombre más fuerte del mundo. Daba honor a su hombre pues era impresionante pero para el gran espada o aquellos marines el reto hubiera sido algo mayor. Seguramente muchos hubieran muerto ante aquel enorme animal extinto. El plan del marine habría sido usar su niebla para confundir al enorme ser y atacar con su enorme espada a los tendones para tirarlo o algo parecido. Pero no fue necesario debido a la intervención del superior. Acto seguido le pidió a él, que les explicara a los demás el objetivo y tras eso echo a caminar tranquilamente hacia el norte tras crujirse el cuello. Krauser caminaba tras él como los otros soldados mientras hablaba en un tono alto para que le escucharan y de forma seria y fría como de costumbre.
- Nos han ordenado localizar a un grupo de revolucionarios que escoltan a científicos con ellos. Están en esta isla. Los planes que tenga el superior para ellos no los sé muy bien. Pero si hay que atacar que será lo más seguro estar preparados y nada de tonterías. Ese reptil gigante no es nada comparado con lo que le espera a todo aquel que no se lo tome en serio o haga alguna locura que ponga en problemas a todo el equipo
Tras decirles aquello siguió caminando tranquilamente. Entrar en batalla no era algo que achantara al gran espada y menos si eran unas simples moscas revolucionarias. No sería la primera vez que peleaba con ellas y su espada ya tenía el sabor de la sangre de estos acostumbrado en su metal. La piedad no era un factor a tener en cuenta y no lo tendría hoy.
- Nos han ordenado localizar a un grupo de revolucionarios que escoltan a científicos con ellos. Están en esta isla. Los planes que tenga el superior para ellos no los sé muy bien. Pero si hay que atacar que será lo más seguro estar preparados y nada de tonterías. Ese reptil gigante no es nada comparado con lo que le espera a todo aquel que no se lo tome en serio o haga alguna locura que ponga en problemas a todo el equipo
Tras decirles aquello siguió caminando tranquilamente. Entrar en batalla no era algo que achantara al gran espada y menos si eran unas simples moscas revolucionarias. No sería la primera vez que peleaba con ellas y su espada ya tenía el sabor de la sangre de estos acostumbrado en su metal. La piedad no era un factor a tener en cuenta y no lo tendría hoy.
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Atravesaron la jungla tratando pasar desapercibidos. Sin embargo, tampoco tenían claro dónde buscar, y Karl no era científico. No sabía qué podría haber en la isla que tanto interesase a los investigadores revolucionarios. Tras un par de horas de búsqueda, llegaron a un pequeño riachuelo y a una cascada. Karl hizo un gesto con la mano.
- Deteneos.
Un grupo de hombres bordeaban el otro lado del río en dirección a la cascada. Varios iban armados, y todos iban con ropas de expedicionarios. Se acercaron a la cascada y desaparecieron metiéndose por detrás de la misma. ¿Una entrada secreta?
- Parece que hemos encontrado su refugio. ¿Alguna idea o sugerencia?
- Deteneos.
Un grupo de hombres bordeaban el otro lado del río en dirección a la cascada. Varios iban armados, y todos iban con ropas de expedicionarios. Se acercaron a la cascada y desaparecieron metiéndose por detrás de la misma. ¿Una entrada secreta?
- Parece que hemos encontrado su refugio. ¿Alguna idea o sugerencia?
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El refugio parecía estar ahí adelante. Krauser observaba con gesto serio y mirada fría. Detrás de la cascada. Un buen sitio a decir verdad. Ahí es donde estaban refugiados los revolucionarios y los científicos. El jefe ahora preguntaba si alguno tenía alguna idea. Uno de los reclutas abrió la boca para hablar
- Señor es esta claro. Entrar a saco y cargarse a todos como marines que somos
Krauser escuchó la idea no muy convencido de las palabras de aquel hombre. Entrar todos a saco en una base enemiga no era un buen plan. Podría haber trampas preparadas o formarse una buena y muchos marines perder la vida tontamente. Otro de los hombres habló justo después en un tono algo más alto
- También podríamos lanzar carne y atraer a algún dinosaurio a dentro para que se comiera a todos jajaja como ese tiranosaurio de antes. Sería el mejor de los planes señor
El gran espada algo harto de sus comentario dirigió su mirada a Karl con el gesto serio y su mirada fría de siempre. Aquel plan era más absurdo que el anterior. Mandar un dinosaurio usando carne como si fuera un simple perrito obediente. Vaya reclutas estúpidos que estaban hechos. Krauser miró de nuevo hacia su líder dejando salir sus palabras en un tono que solo ellos podrían escuchar.
- Podríamos hacer algún tipo de ruido para que salieran. En ese momento solo verían una cortina de niebla espesa que les nublaría lo justo para no vernos. Aprovechando la confusión eliminarlos de forma lenta y ocultar los cadáveres volviendo a hacer el mismo truco una y otra vez hasta eliminarlos. Tampoco descarto la posibilidad de infiltrarse usando la ropa de uno de los que eliminemos. Esta es mi opinión señor. Y por nuestra visión no se preocupe, podría cavar con ellos. Esta gente suele alertarse mucho y hacer mucho ruido en estas situaciones.
Cuando acabó de hablar inclinó un poco la cabeza y después llevó su mirada hasta la cascada de nuevo midiendo más o menos con la vista los metros de envergadura que podía tener la entrada. Su plan le parecía bueno y bastante eficaz. Pero eso era algo que el líder tendría que decidir y no él.
- Señor es esta claro. Entrar a saco y cargarse a todos como marines que somos
Krauser escuchó la idea no muy convencido de las palabras de aquel hombre. Entrar todos a saco en una base enemiga no era un buen plan. Podría haber trampas preparadas o formarse una buena y muchos marines perder la vida tontamente. Otro de los hombres habló justo después en un tono algo más alto
- También podríamos lanzar carne y atraer a algún dinosaurio a dentro para que se comiera a todos jajaja como ese tiranosaurio de antes. Sería el mejor de los planes señor
El gran espada algo harto de sus comentario dirigió su mirada a Karl con el gesto serio y su mirada fría de siempre. Aquel plan era más absurdo que el anterior. Mandar un dinosaurio usando carne como si fuera un simple perrito obediente. Vaya reclutas estúpidos que estaban hechos. Krauser miró de nuevo hacia su líder dejando salir sus palabras en un tono que solo ellos podrían escuchar.
- Podríamos hacer algún tipo de ruido para que salieran. En ese momento solo verían una cortina de niebla espesa que les nublaría lo justo para no vernos. Aprovechando la confusión eliminarlos de forma lenta y ocultar los cadáveres volviendo a hacer el mismo truco una y otra vez hasta eliminarlos. Tampoco descarto la posibilidad de infiltrarse usando la ropa de uno de los que eliminemos. Esta es mi opinión señor. Y por nuestra visión no se preocupe, podría cavar con ellos. Esta gente suele alertarse mucho y hacer mucho ruido en estas situaciones.
Cuando acabó de hablar inclinó un poco la cabeza y después llevó su mirada hasta la cascada de nuevo midiendo más o menos con la vista los metros de envergadura que podía tener la entrada. Su plan le parecía bueno y bastante eficaz. Pero eso era algo que el líder tendría que decidir y no él.
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Krauser apuntaba maneras para ser un buen oficial. Las ideas en general de los otros marines habían sido malas. Entrar a saco no era buena idea. Los científicos podrían huir, alertados por el ruido y era posible que a sus superiores les interesase interrogarlos. La idea del dinosaurio no era factible. Karl intuía que era una gruta pequeña donde no cabría un animal de gran tamaño, además ¿de dónde iban a sacar en ese momento un cacho de carne sin ponerse a cazar? Por no hablar de que era inviable dado que el olor de la carne no llegaría al exterior por culpa de la catarata. El plan de Krauser era el mejor, aunque Karl tenía pensado replantearlo.
- Escuchadme, actuaremos de la siguiente manera. Ocultaros cerca de la entrada de la gruta. Yo causaré un fuerte estruendo que atraiga a los guardias de la puerta al exterior. En ese momento Krauser aprovechará para asesinarlos silenciosamente y entraremos en la gruta. No dejéis a ningún revolucionario con vida excepto a los científicos. A esos los queremos vivos. Capturadlos, inconscientes a ser posible para que no den la alarma. Las prioridades son el sigilo para mantener el factor sorpresa y la captura de investigadores. ¿Todo claro?
Los marines dijeron el habitual "sí, señor". No parecían muy entusiasmados, Karl supuso que se debía al hecho de tener que mantener el sigilo en lugar de entrar a sangre y fuego. Se acercó discretamente a Krauser y le susurró: "Buena idea, recluta. Siga así y me ocuparé de que le asciendan." Tras eso se alejó y hizo un movimiento con el brazo para indicar que fuesen a sus puestos. Él ya tenía claro cómo causar la distracción. Se acercó a un árbol a la orilla del río y agarró el tronco con ambos brazo. Tomó aire, lo retuvo y hizo fuerza hacia arriba. Los músculos de su cuerpo se tensaron, y comenzó a notar como los de la espalda le tiraban. Aguantó y siguió haciendo fuerza.
Ocho Caminos del Sokudan: Primer Camino, Decisión.
El cuerpo de Karl cambió de tamaño, aumentando ligeramente al aumentarse y expandirse sus músculos. Soltó un gruñido que fue aumentando gradualmente hasta convertirse en un rugido mientras hacia fuerza. Raíces, tierra y tronco fueron arrancados del suelo de un último tirón. Entonces levantó el árbol sobre sus hombros y lo lanzó contra la orilla de enfrente, golpeando los árboles de esta y armando un escándalo de mil diablos. "Hecha está mi parte" pensó, mientras iba a esconderse.
- Escuchadme, actuaremos de la siguiente manera. Ocultaros cerca de la entrada de la gruta. Yo causaré un fuerte estruendo que atraiga a los guardias de la puerta al exterior. En ese momento Krauser aprovechará para asesinarlos silenciosamente y entraremos en la gruta. No dejéis a ningún revolucionario con vida excepto a los científicos. A esos los queremos vivos. Capturadlos, inconscientes a ser posible para que no den la alarma. Las prioridades son el sigilo para mantener el factor sorpresa y la captura de investigadores. ¿Todo claro?
Los marines dijeron el habitual "sí, señor". No parecían muy entusiasmados, Karl supuso que se debía al hecho de tener que mantener el sigilo en lugar de entrar a sangre y fuego. Se acercó discretamente a Krauser y le susurró: "Buena idea, recluta. Siga así y me ocuparé de que le asciendan." Tras eso se alejó y hizo un movimiento con el brazo para indicar que fuesen a sus puestos. Él ya tenía claro cómo causar la distracción. Se acercó a un árbol a la orilla del río y agarró el tronco con ambos brazo. Tomó aire, lo retuvo y hizo fuerza hacia arriba. Los músculos de su cuerpo se tensaron, y comenzó a notar como los de la espalda le tiraban. Aguantó y siguió haciendo fuerza.
Ocho Caminos del Sokudan: Primer Camino, Decisión.
El cuerpo de Karl cambió de tamaño, aumentando ligeramente al aumentarse y expandirse sus músculos. Soltó un gruñido que fue aumentando gradualmente hasta convertirse en un rugido mientras hacia fuerza. Raíces, tierra y tronco fueron arrancados del suelo de un último tirón. Entonces levantó el árbol sobre sus hombros y lo lanzó contra la orilla de enfrente, golpeando los árboles de esta y armando un escándalo de mil diablos. "Hecha está mi parte" pensó, mientras iba a esconderse.
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La idea de Krauser había sido del agrado de Karl. Hizo sus indicaciones a los demás hombres. La parte de asesinar a los que fueran saliendo iba a ser suya. Perfecto, pensó el Maine sonriendo de lado y preparándose. Entonces el líder se acercó a él y le dijo aquellas palabras en un murmullo y discretamente. La expresión de Krauser cambio a algo más sádica pues se iba a esforzar al máximo para hacer bien su trabajo. Se colocó escondido tras unas rocas y esperó unos segundos. Cuando el líder haciendo uso de su impresionante y majestuosa fuerza tiró aquel árbol, este ya sabía lo que debía hacer. El ruido ya estaba hecho y el jefe parecía haberse ocultado también. Vía libre para el asesino de la enorme espada. Salió corriendo pisando sobre terreno liso esquivando hojas y demás hasta llegar a la entrada y colocar sus manos en el suelo. De este empezó a salir una niebla bastante espesa lo suficientemente extensa para cubrir la entrada de la gruta. Al escuchar el sonido cuatro hombres habían salido para ver lo que pasaba. Como sospechaba Krauser habían salido corriendo y metiéndose de lleno en la niebla hablándose entre ellos y preguntándose lo que había podido pasar. El gran espada con agilidad salió tras ellos y colocó su mano sobre la boca del más cercano a la gruta tapándole la boca y echándolo hacia atrás. A unos dos metros de ellos apretó su cuello con su brazo derecho tapándole la boca con el izquierdo y pegando la espalda al muro de la cascada bajo el agua. Así los mínimos sonidos se camuflarían con el sonido del agua. En cuestión de poco tiempo lo había ahogado y dejo su cuerpo boca abajo sobre el agua por si acaso.
Se movió muy despacio empapado pisando con cuidado y despacio. Uno de aquellos hombres, el cual llevaba un arma de fuego empezó a dar varios tíos al cielo gritando con fuerza en señal de amenaza. Una mala idea. El marine solo tuvo que sacar su enorme espadón y dar unos pasos hacia su posición. Si seguía dando tiros alertaría a los de dentro por lo que de un tajo decapitó a aquel hombre. Colocó la espada en su pecho para que el cuerpo no cayera al suelo y con su mano libre agarro hábilmente la cabeza de aquel hombre. Fue dejando el cuerpo muy despacio en el suelo al igual que la cabeza. Tras eso se colocó a cuatro patas moviéndose de esa forma con mucho más sigilo que antes. Los dos que quedaban estaban separados unos tres metros entre ellos y uno se dirigía a la salida de la niebla dando pasos notorios. Ese iba a ser el primero en caer. Se deslizó por detrás y de repente hizo con su pierna derecha un barrido con fuerza haciendo que este se le escapara un pequeño grito. Una vez estaba en el suelo de un movimiento clavó el codo sobre la boca del estomago dejándolo sin aire para después coger de su cuello y estampar su cabeza contra el suelo. La suerte estaba de su suerte y había conseguido darle con una roca abriéndole la cabeza y provocando su desmayo y desangramiento. El último al sentir a su compañero sacó su espada mirando a varios lados mientras retrocedía. Krauser se movió de nuevo sigilosamente por la cascada camuflando sus pasos con el sonido de esta. Cuando aquel hombre retrocedió lo justo su espalda topó con el pecho del marine que estaba allí quieto observándolo. El revolucionario asustado se fue girando muy despacio apenas sin respirar. Cuando se giró observaba como Krauser parecía dividirse en dos o algo así. No era nada de eso, el gran espada de un tajo lo había partido en dos y su cráneo empezó a separarse acabando por hacerlo el cuello, el torso y las piernas. La sangre había salpicado parte del rostro del marine y manchado las vendas que pasaron de blancas a rojas en algunas partes. Hecho esto la niebla empezó a disolverse.
Una vez estaba disuelta se pudo ver aquel espectáculo sangriento. Los cuatro hombres allí destrozados. Uno decapitado, otro con la cabeza abierta, uno flotando ahogado y el último partido en dos totalmente. Krauser se quedó observando a los soldados que se asomaban y les indico con un gesto que se llevaran los cadáveres a otro sitio. Estaban horrorizados ante el acto macabro de su compañero pero obedecieron ocultándolos en unas hierbas altas cercanas. Tras eso volvieron a su posición. El gran espada guardó su arma aferrándola a su espalda mientras las gotas del agua de sus cabellos caían por su cara y torso. Se quitó la camiseta y la dejó en unas hierbas pues no la necesitaría hasta la hora de marchar. Su cuerpo estaba bastante fortalecido, sus ojos fríos y serios los cuales no habían cambiado desde que empezó aquella masacre buscaron con la mirada a Karl. Una vez lo hicieron, este agachó la cabeza en señal de respeto inclinando un poco el pecho hacia adelante para decir en un tono tranquilo.
- Dicho y hecho señor.
Tras esas palabras a su superior levantó de nuevo la cabeza y se quedó inmóvil esperando la siguiente orden de su superior. Aquel calentamiento le había venido bien para lo que fuera a pasar ahora. Sería algo más complicado pues no podía matar a los científicos y su técnica del asesinato silencioso podía suponerle un problema a la hora de eso. Pero no era nada tonto. Ya se las apañaría para su siguiente movimiento en la gruta. El olor de la sangre había atraído a un dinosaurio que se acercaba ahora a ellos. Parecía ser un velociraptor. Otro salió de unas hierbas y por ultimo un tercero junto a un árbol. Parecían gruñir y estar furiosos. Los más cercanos a ellos eran Karl y Krauser, por lo que corrieron hacia ellos. El marine se quedó quieto. Seguramente su jefe los eliminaría fácilmente pero por si acaso se mantenía con la mano en el mango de su espada.
Se movió muy despacio empapado pisando con cuidado y despacio. Uno de aquellos hombres, el cual llevaba un arma de fuego empezó a dar varios tíos al cielo gritando con fuerza en señal de amenaza. Una mala idea. El marine solo tuvo que sacar su enorme espadón y dar unos pasos hacia su posición. Si seguía dando tiros alertaría a los de dentro por lo que de un tajo decapitó a aquel hombre. Colocó la espada en su pecho para que el cuerpo no cayera al suelo y con su mano libre agarro hábilmente la cabeza de aquel hombre. Fue dejando el cuerpo muy despacio en el suelo al igual que la cabeza. Tras eso se colocó a cuatro patas moviéndose de esa forma con mucho más sigilo que antes. Los dos que quedaban estaban separados unos tres metros entre ellos y uno se dirigía a la salida de la niebla dando pasos notorios. Ese iba a ser el primero en caer. Se deslizó por detrás y de repente hizo con su pierna derecha un barrido con fuerza haciendo que este se le escapara un pequeño grito. Una vez estaba en el suelo de un movimiento clavó el codo sobre la boca del estomago dejándolo sin aire para después coger de su cuello y estampar su cabeza contra el suelo. La suerte estaba de su suerte y había conseguido darle con una roca abriéndole la cabeza y provocando su desmayo y desangramiento. El último al sentir a su compañero sacó su espada mirando a varios lados mientras retrocedía. Krauser se movió de nuevo sigilosamente por la cascada camuflando sus pasos con el sonido de esta. Cuando aquel hombre retrocedió lo justo su espalda topó con el pecho del marine que estaba allí quieto observándolo. El revolucionario asustado se fue girando muy despacio apenas sin respirar. Cuando se giró observaba como Krauser parecía dividirse en dos o algo así. No era nada de eso, el gran espada de un tajo lo había partido en dos y su cráneo empezó a separarse acabando por hacerlo el cuello, el torso y las piernas. La sangre había salpicado parte del rostro del marine y manchado las vendas que pasaron de blancas a rojas en algunas partes. Hecho esto la niebla empezó a disolverse.
Una vez estaba disuelta se pudo ver aquel espectáculo sangriento. Los cuatro hombres allí destrozados. Uno decapitado, otro con la cabeza abierta, uno flotando ahogado y el último partido en dos totalmente. Krauser se quedó observando a los soldados que se asomaban y les indico con un gesto que se llevaran los cadáveres a otro sitio. Estaban horrorizados ante el acto macabro de su compañero pero obedecieron ocultándolos en unas hierbas altas cercanas. Tras eso volvieron a su posición. El gran espada guardó su arma aferrándola a su espalda mientras las gotas del agua de sus cabellos caían por su cara y torso. Se quitó la camiseta y la dejó en unas hierbas pues no la necesitaría hasta la hora de marchar. Su cuerpo estaba bastante fortalecido, sus ojos fríos y serios los cuales no habían cambiado desde que empezó aquella masacre buscaron con la mirada a Karl. Una vez lo hicieron, este agachó la cabeza en señal de respeto inclinando un poco el pecho hacia adelante para decir en un tono tranquilo.
- Dicho y hecho señor.
Tras esas palabras a su superior levantó de nuevo la cabeza y se quedó inmóvil esperando la siguiente orden de su superior. Aquel calentamiento le había venido bien para lo que fuera a pasar ahora. Sería algo más complicado pues no podía matar a los científicos y su técnica del asesinato silencioso podía suponerle un problema a la hora de eso. Pero no era nada tonto. Ya se las apañaría para su siguiente movimiento en la gruta. El olor de la sangre había atraído a un dinosaurio que se acercaba ahora a ellos. Parecía ser un velociraptor. Otro salió de unas hierbas y por ultimo un tercero junto a un árbol. Parecían gruñir y estar furiosos. Los más cercanos a ellos eran Karl y Krauser, por lo que corrieron hacia ellos. El marine se quedó quieto. Seguramente su jefe los eliminaría fácilmente pero por si acaso se mantenía con la mano en el mango de su espada.
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Como esperaba Krauser hizo un trabajo rápido y limpio. Tenía madera de oficial. Eficiente, disciplinado, obediente y letal. En cierto modo encajaba más en el perfil de un agente del CP por sus habilidades y su carácter, pero no era mal marine. Ni mucho menos, destacaba entre la gente de su rango. De repente escuchó ruidos y vio un par de dinosaurios de pequeño tamaño. Suspiró y se preparó para ahuyentarlos.
- Malditos bichos... sois como ratas. ¡FUERA!
Su grito fue acompañado de una palmada al aire. Se generó una onda expansiva que alcanzó de llenó a uno de los velociraptores y lo mandó a volar. Se estrelló contra un árbol y cayó al suelo, revolviéndose. Los otros escaparon corriendo, asustados. Karl se giró frotándose las manos y se dirigió hacia la gruta, ignorando a los pequeños saurios. Hizo una señal con la mano a sus hombres y estos le siguieron.
- Máximo silencio a partir de ahora - dijo únicamente, elevando un poco la voz para hacerse oír por encima del estruendo de la catarata.
Se adentraron en la caverna. Esta era de piedra calcárea, por lo que pudo adivinar Karl con sus limitados conocimientos de geología. Había estalagmitas y estalactitas que lo indicaban, pero tampoco era capaz de adivinar mucho más. La cueva zigzagueaba, pero parecía tener un único recorrido principal y pasillos menos a los lados. Eso facilitaría su tarea. En cuanto llegaron al primero, Karl se paró y hizo una señal con la mano para que se parasen. Asomó la cabeza para escuchar. Oía voces. Señaló a tres marines y les indicó por señas que entrasen ellos. Les señaló las espadas para que quedase claro que no podían usar armas de fuego. Estos entraron, y durante unos tensos segundos no se escuchó nada fuera de lo común. Oyeron un par de gruñidos ahogados y golpes sordos, y los marines volvieron con las armas ensangrentadas.
- ¿No había científicos? - susurró.
Los marines negaron con la cabeza. Karl miró a su alrededor. Había un total de siete caminos más. Decidió que enviaría a cinco de los caminos dos marines por cada uno. A otro iría Krauser, y al restante él. Así cubrirían el máximo terreno posible en el menor tiempo.
- Escuchad. Dividíos por parejas y elegid un camino. Sin hacer ruido. Krauser, confío en tus habilidades, y se que lo harás mejor solo. Tú irás por libre. Yo iré al camino que quede.
Los marines comenzaron a repartirse mediante señales y susurros. Cada vez que alguno levantaba un poco la voz, una mirada airada de Karl lo silenciaba. Al cabo de un rato, cuando habían decidido los caminos, un hombre con un fusil al hombro salió de uno de ellos. El oficial soltó una maldición y se abalanzó sobre sobre él a velocidad de vértido empleando un Shadow. No se atrevió a usar un Super Shadow porque sabía que eso haría mucho ruido. Le tapó la boca con la mano y lo puso contra la pared. Tras eso, envolvió los dedos de la otra mano en energía cortante y le desgarró la nuez. Dejó que cayese al suelo, entre gorgoteos mientras se ahogaba en su propia sangre. La mano de Karl estaba ahora empapada en sangre.
- ¡Apurad! Deben haber oído eso.
Sin perder más tiempo, se dirigió hacia el camino del que había salido el revolucionario.
- Malditos bichos... sois como ratas. ¡FUERA!
Su grito fue acompañado de una palmada al aire. Se generó una onda expansiva que alcanzó de llenó a uno de los velociraptores y lo mandó a volar. Se estrelló contra un árbol y cayó al suelo, revolviéndose. Los otros escaparon corriendo, asustados. Karl se giró frotándose las manos y se dirigió hacia la gruta, ignorando a los pequeños saurios. Hizo una señal con la mano a sus hombres y estos le siguieron.
- Máximo silencio a partir de ahora - dijo únicamente, elevando un poco la voz para hacerse oír por encima del estruendo de la catarata.
Se adentraron en la caverna. Esta era de piedra calcárea, por lo que pudo adivinar Karl con sus limitados conocimientos de geología. Había estalagmitas y estalactitas que lo indicaban, pero tampoco era capaz de adivinar mucho más. La cueva zigzagueaba, pero parecía tener un único recorrido principal y pasillos menos a los lados. Eso facilitaría su tarea. En cuanto llegaron al primero, Karl se paró y hizo una señal con la mano para que se parasen. Asomó la cabeza para escuchar. Oía voces. Señaló a tres marines y les indicó por señas que entrasen ellos. Les señaló las espadas para que quedase claro que no podían usar armas de fuego. Estos entraron, y durante unos tensos segundos no se escuchó nada fuera de lo común. Oyeron un par de gruñidos ahogados y golpes sordos, y los marines volvieron con las armas ensangrentadas.
- ¿No había científicos? - susurró.
Los marines negaron con la cabeza. Karl miró a su alrededor. Había un total de siete caminos más. Decidió que enviaría a cinco de los caminos dos marines por cada uno. A otro iría Krauser, y al restante él. Así cubrirían el máximo terreno posible en el menor tiempo.
- Escuchad. Dividíos por parejas y elegid un camino. Sin hacer ruido. Krauser, confío en tus habilidades, y se que lo harás mejor solo. Tú irás por libre. Yo iré al camino que quede.
Los marines comenzaron a repartirse mediante señales y susurros. Cada vez que alguno levantaba un poco la voz, una mirada airada de Karl lo silenciaba. Al cabo de un rato, cuando habían decidido los caminos, un hombre con un fusil al hombro salió de uno de ellos. El oficial soltó una maldición y se abalanzó sobre sobre él a velocidad de vértido empleando un Shadow. No se atrevió a usar un Super Shadow porque sabía que eso haría mucho ruido. Le tapó la boca con la mano y lo puso contra la pared. Tras eso, envolvió los dedos de la otra mano en energía cortante y le desgarró la nuez. Dejó que cayese al suelo, entre gorgoteos mientras se ahogaba en su propia sangre. La mano de Karl estaba ahora empapada en sangre.
- ¡Apurad! Deben haber oído eso.
Sin perder más tiempo, se dirigió hacia el camino del que había salido el revolucionario.
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Krauser observó como Karl se libraba fácilmente de aquellos dinosaurios. Era algo que no le impresionaba viniendo de su superior pues era increíble a la hora de pelear. Solo necesitó una simple palmada para librarse de aquellos tres. Una vez que hizo esto ahora procedió a hablar y advertir del silencio que debían tener los otros. Al entrar el marine observaba la cueva con tranquilidad. Más adelante Karl ordenó a tres de sus hombres que acabaran con unos tipos que parecían estar cerca. Volvieron con el objetivo cumplido tal y como se les había ordenado. Tras aquello el líder ordenó que había que ir cada dos por un pasillo distinto, salvo Krauser que debía ir solo. Le venía genial ya que el asesinato silencioso se usaba en soledad y no en compañía. Justo cuando Krauser iba a tomar el suyo un hombre armado salió de este. El teniente comandante a una velocidad impresionante se había abalanzado sobre aquel hombre y lo había matado. Tras aquello gritó que todos se dieran prisa ya que seguramente les habían oído.
El gran espada asintió y salió corriendo por el camino derecho del que había aparecido el hombre. Una vez dentro dejó de correr y se movió despacio y con mucho sigilo deslizando los pies por aquel terreno. Tras un minuto o cosa así, sintió pasos por delante de él acercándose. El marine rápidamente colocó su mano izquierda en la pared de aquel pasillo de la cueva y ese pasillo empezó a cubrirse de niebla. Dos revolucionarios habían entrado de una sala que parecía haber al final del pasillo. Ambos confusos por la niebla empezaron a hablar entre ellos en voz alta. Lo que el asesino de la niebla aprovecharía muy bien. Tras unos segundos salió de estas guiándose por las voces y de un solo movimiento atravesó su enorme espada al de la izquierda por el pecho clavándolo en la pared. Rápidamente estiro su puño golpeando al otro y tirándolo al suelo. Al comprobar que no era un científico sacó la espada del pecho del cadáver y decapitó a este antes de que se levantara. Apenas había hecho ruido. Desactivó la niebla dejando los cadáveres tirados en el suelo y siguió su camino. Al final del pasillo había una puerta. Este caminó hasta dicha puerta y pegó la oreja con cuidado. No se escuchaba nada de nada. Abrió la puerta muy despacio y se encontró con una sala pequeña donde había un tipo de espaldas a él.
Este hombre tenía el pelo blanco y corto. Mediría 1,74 o así y parecía estar muy delgado. Vestía con una túnica blanca y unas botas marrones. Estaba haciendo algo en una mesa. Unos tubos de colores eran los materiales usados por aquel hombre. Estaba claro, era un científico. Cuando Krauser tosió a breve este se giró. El hombre era de tez pálida y de ojos marrones con un poco de barba blanca, también portaba unas gafas negras de culo de vaso. Krauser dejó la puerta abierta y solo caminó hasta el hombre que estaba inmóvil sin saber que poder hacer ante aquel monstruo.
- Tú, dime donde están los demás. He matado a esos dos idiotas que han salido de esta sala y lo hare contigo a no ser que hables. No tengo mucha paciencia.
- No me haga daño por favor, no están aquí. Están en el último pasillo pegado a la izquierda. Allí se encuentran ahora yo solo investigaba unos radiactivos.
Confesó aquel hombre algo asustado. Krauser en ese momento pasó por su lado y de un golpe en la nuca con fuerza lo tiro al suelo, el hombre se quejaba del dolor preguntando porque le había golpeado. Krauser se rascó tras la nuca ya que había intentado dejarle inconsciente y no lo había logrado. Le volvió a golpear mas fuerte esta vez consiguiéndolo. Recogió su cuerpo, no sin antes amarrarse la espada a la espalda. Salió de allí tranquilamente dirigiéndose al principio donde estaban los siete pasillos donde se habían separado todos.
El gran espada asintió y salió corriendo por el camino derecho del que había aparecido el hombre. Una vez dentro dejó de correr y se movió despacio y con mucho sigilo deslizando los pies por aquel terreno. Tras un minuto o cosa así, sintió pasos por delante de él acercándose. El marine rápidamente colocó su mano izquierda en la pared de aquel pasillo de la cueva y ese pasillo empezó a cubrirse de niebla. Dos revolucionarios habían entrado de una sala que parecía haber al final del pasillo. Ambos confusos por la niebla empezaron a hablar entre ellos en voz alta. Lo que el asesino de la niebla aprovecharía muy bien. Tras unos segundos salió de estas guiándose por las voces y de un solo movimiento atravesó su enorme espada al de la izquierda por el pecho clavándolo en la pared. Rápidamente estiro su puño golpeando al otro y tirándolo al suelo. Al comprobar que no era un científico sacó la espada del pecho del cadáver y decapitó a este antes de que se levantara. Apenas había hecho ruido. Desactivó la niebla dejando los cadáveres tirados en el suelo y siguió su camino. Al final del pasillo había una puerta. Este caminó hasta dicha puerta y pegó la oreja con cuidado. No se escuchaba nada de nada. Abrió la puerta muy despacio y se encontró con una sala pequeña donde había un tipo de espaldas a él.
Este hombre tenía el pelo blanco y corto. Mediría 1,74 o así y parecía estar muy delgado. Vestía con una túnica blanca y unas botas marrones. Estaba haciendo algo en una mesa. Unos tubos de colores eran los materiales usados por aquel hombre. Estaba claro, era un científico. Cuando Krauser tosió a breve este se giró. El hombre era de tez pálida y de ojos marrones con un poco de barba blanca, también portaba unas gafas negras de culo de vaso. Krauser dejó la puerta abierta y solo caminó hasta el hombre que estaba inmóvil sin saber que poder hacer ante aquel monstruo.
- Tú, dime donde están los demás. He matado a esos dos idiotas que han salido de esta sala y lo hare contigo a no ser que hables. No tengo mucha paciencia.
- No me haga daño por favor, no están aquí. Están en el último pasillo pegado a la izquierda. Allí se encuentran ahora yo solo investigaba unos radiactivos.
Confesó aquel hombre algo asustado. Krauser en ese momento pasó por su lado y de un golpe en la nuca con fuerza lo tiro al suelo, el hombre se quejaba del dolor preguntando porque le había golpeado. Krauser se rascó tras la nuca ya que había intentado dejarle inconsciente y no lo había logrado. Le volvió a golpear mas fuerte esta vez consiguiéndolo. Recogió su cuerpo, no sin antes amarrarse la espada a la espalda. Salió de allí tranquilamente dirigiéndose al principio donde estaban los siete pasillos donde se habían separado todos.
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Karl atravesó la gruta velozmente pero procurando no hacer demasiado ruido al andar. Un revolucionario con más agallas que cerebro caminó hacia él al escuchar sus pasos. Le habló antes de que se viesen preguntándole quién era. El marine no contestó y dobló la esquina, encontrándose con él cara a cara. El candidato a cadáver era un chico de veintipocos años con un chaleco de piel y un fusil en las manos. Karl le agarró la cara por la boca, tapándosela y lo estampó contra la pared, reventándole la parte trasera del cráneo contra la misma. Esto hizo un notorio ruido de huesos rotos.
- Maldición... debería haber sido más discreto.
Avanzó de nuevo, ya sin andarse con rodeos ni molestarse en ser sigiloso, mientras escuchaba a los soldados revolucionarios dar la alarma ante lo que acababan de escuchar. Entró en una sala llena de hombres con fusiles que comenzaron a dispararle. Se recubrió de haki y las balas comenzaron a rebotar en su cuerpo. "Qué fácil es esto. El haki parece hacerlo todo más sencillo. En un pasado, esta situación hubiese sido un problema." Caminó a lo largo de la sala, notando las balas como poco menos que puñetazos fuertes. Estas le hacían retroceder un poco, así que por cada dos o tres pasos que daba, volvía uno atrás.
- Escoria... Advanced Sokudan, Hyper Burst.
Dio una palmada al aire, y una potente onda expansiva atravesó la sala tirando sillas, volcando mesas, haciendo rebotar balas y tumbando a los revolucionarios. Entonces cambió a forma híbrida. Su cuerpo comenzó a crecer, pasando a medir más de dos metros de altura, convirtiéndose en un monstruo humanoide con dos cabezas de león y cabra en la parte superior de su cuerpo y una de ofidio en una larga cola de reptil a su espalda. Tomó aire, llenando sus poderosos pulmones, y exhaló una potente llamarada por sus cabezas de león y cabra, prendiéndole fuego a sus enemigos y a los muebles de la sala. Mientras estos morían entre terribles sufrimientos, Karl atravesó la sala con altanería y entró en la siguiente por otro pasaje natural mientras volvía a su forma humana. Se encontró en un salón donde había un hombre corpulento y rubio reunido con dos hombres vestidos con batas blancas. El rubio pareció reconocerle, porque suspiró y dejó caer el fusil que llevaba consigo.
- Sospechaba que los marines no tardarían en localizarnos. Ya imaginaba era una misión suicida, pero ni en mis peores pesadillas hubiese pensado que enviarían a Quimera Karl a hacer el trabajo sucio. ¿Qué va a ser ahora de nosotros? Por si no era obvio - señaló el fusil caído - nos rendimos.
- ¿Cuáles eran vuestras órdenes? ¿Quién os envía a aquí? ¿Y quién sois vos?
El hombre le dirigió una mirada cansada y cogió una copa de vino de una mesa. Entonces Karl se fijó en la gruta y se dio cuenta de que habían improvisado allí una sala de reuniones, con una pequeña mesa redonda sobre la que había un plato con cachos de queso y unas copas de vino, así como una botella. Sin dudarlo, Karl se apropió de la botella y le dio un trago.
- Soy el capitán Kitamura, de la Nueva Armada Revolucionaria del Paraíso, los mismos que nos han encargado esta misión. Nos enviaron a aquí para escoltar a estos científicos. Están investigando sobre el néctar de un tipo de planta con la cual pretendían crear un veneno nuevo. El doctor sabe más que yo del tema.
Se giró hacia uno de los hombres vestidos con batas. Este era un joven moreno y nervioso con un lunar bastante peculiar encima de la ceja derecha y los dientes un poco torcidos.
- Pretendíamos combinar una serie de toxinas para crear un potente veneno gaseoso incoloro que eliminase la capacidad de emplear energía o haki por parte de un ser humano durante unos minutos. Dicho hayazgo sería empleado para asesinar a oficiales particularmente poderosos. Sin embargo no hemos hecho grandes...
- Eso lo decidirán nuestros propios científicos cuando se instalen aquí y se hagan con vuestro trabajo. Por el momento sois nuestros prisioneros. Caminad delante mía. Si hacéis cualquier movimiento sospechoso, os mataré. No sois particularmente necesarios.
Se acabó de beber la botella y la dejó sobre la mesa. El capitán y los científicos avanzaron por la gruta de camino al cruce de pasillos. Al llegar a la sala donde los cadáveres de los revolucionarios (Y algunos moribundos) se quemaban, el capitán y uno de los científicos se taparon la nariz y miraron el espectáculo aterrados. El doctor comenzó a vomitar ante la dantesca escena.
- Caminad - ordenó simplemente Karl.
Agarró al doctor, el cual temblaba con la comisura de los labios manchada de vómito, y le hizo avanzar. Atravesaron la sala y llegaron a la zona donde se habían dividido. Un grupo de seis de sus hombre estaban ya allí, uno de ellos siendo atendido por otro con una herida de bala en el torso, aunque no parecía letal. Los otros cuatro vigilaban a un grupo de científicos que ya habían sido capturados.
- Vigilad a estos también, y revisad si nuestro querido capitán no tiene armas - dijo, empujándolo hacia sus hombres - Ahora esperemos al oficial Krauser y el resto de la tropa.
- Maldición... debería haber sido más discreto.
Avanzó de nuevo, ya sin andarse con rodeos ni molestarse en ser sigiloso, mientras escuchaba a los soldados revolucionarios dar la alarma ante lo que acababan de escuchar. Entró en una sala llena de hombres con fusiles que comenzaron a dispararle. Se recubrió de haki y las balas comenzaron a rebotar en su cuerpo. "Qué fácil es esto. El haki parece hacerlo todo más sencillo. En un pasado, esta situación hubiese sido un problema." Caminó a lo largo de la sala, notando las balas como poco menos que puñetazos fuertes. Estas le hacían retroceder un poco, así que por cada dos o tres pasos que daba, volvía uno atrás.
- Escoria... Advanced Sokudan, Hyper Burst.
Dio una palmada al aire, y una potente onda expansiva atravesó la sala tirando sillas, volcando mesas, haciendo rebotar balas y tumbando a los revolucionarios. Entonces cambió a forma híbrida. Su cuerpo comenzó a crecer, pasando a medir más de dos metros de altura, convirtiéndose en un monstruo humanoide con dos cabezas de león y cabra en la parte superior de su cuerpo y una de ofidio en una larga cola de reptil a su espalda. Tomó aire, llenando sus poderosos pulmones, y exhaló una potente llamarada por sus cabezas de león y cabra, prendiéndole fuego a sus enemigos y a los muebles de la sala. Mientras estos morían entre terribles sufrimientos, Karl atravesó la sala con altanería y entró en la siguiente por otro pasaje natural mientras volvía a su forma humana. Se encontró en un salón donde había un hombre corpulento y rubio reunido con dos hombres vestidos con batas blancas. El rubio pareció reconocerle, porque suspiró y dejó caer el fusil que llevaba consigo.
- Sospechaba que los marines no tardarían en localizarnos. Ya imaginaba era una misión suicida, pero ni en mis peores pesadillas hubiese pensado que enviarían a Quimera Karl a hacer el trabajo sucio. ¿Qué va a ser ahora de nosotros? Por si no era obvio - señaló el fusil caído - nos rendimos.
- ¿Cuáles eran vuestras órdenes? ¿Quién os envía a aquí? ¿Y quién sois vos?
El hombre le dirigió una mirada cansada y cogió una copa de vino de una mesa. Entonces Karl se fijó en la gruta y se dio cuenta de que habían improvisado allí una sala de reuniones, con una pequeña mesa redonda sobre la que había un plato con cachos de queso y unas copas de vino, así como una botella. Sin dudarlo, Karl se apropió de la botella y le dio un trago.
- Soy el capitán Kitamura, de la Nueva Armada Revolucionaria del Paraíso, los mismos que nos han encargado esta misión. Nos enviaron a aquí para escoltar a estos científicos. Están investigando sobre el néctar de un tipo de planta con la cual pretendían crear un veneno nuevo. El doctor sabe más que yo del tema.
Se giró hacia uno de los hombres vestidos con batas. Este era un joven moreno y nervioso con un lunar bastante peculiar encima de la ceja derecha y los dientes un poco torcidos.
- Pretendíamos combinar una serie de toxinas para crear un potente veneno gaseoso incoloro que eliminase la capacidad de emplear energía o haki por parte de un ser humano durante unos minutos. Dicho hayazgo sería empleado para asesinar a oficiales particularmente poderosos. Sin embargo no hemos hecho grandes...
- Eso lo decidirán nuestros propios científicos cuando se instalen aquí y se hagan con vuestro trabajo. Por el momento sois nuestros prisioneros. Caminad delante mía. Si hacéis cualquier movimiento sospechoso, os mataré. No sois particularmente necesarios.
Se acabó de beber la botella y la dejó sobre la mesa. El capitán y los científicos avanzaron por la gruta de camino al cruce de pasillos. Al llegar a la sala donde los cadáveres de los revolucionarios (Y algunos moribundos) se quemaban, el capitán y uno de los científicos se taparon la nariz y miraron el espectáculo aterrados. El doctor comenzó a vomitar ante la dantesca escena.
- Caminad - ordenó simplemente Karl.
Agarró al doctor, el cual temblaba con la comisura de los labios manchada de vómito, y le hizo avanzar. Atravesaron la sala y llegaron a la zona donde se habían dividido. Un grupo de seis de sus hombre estaban ya allí, uno de ellos siendo atendido por otro con una herida de bala en el torso, aunque no parecía letal. Los otros cuatro vigilaban a un grupo de científicos que ya habían sido capturados.
- Vigilad a estos también, y revisad si nuestro querido capitán no tiene armas - dijo, empujándolo hacia sus hombres - Ahora esperemos al oficial Krauser y el resto de la tropa.
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En pocos segundos Krauser había llegado al principio donde se hallaban los siete caminos. No había todavía nadie por lo que seguiría con el cuerpo del científico inconsciente en sus brazos. Tras unos segundos escuchó por el pasillo indicado unos gritos de terror y destrozos, su jefe había tomado el camino correcto, escuchó otro ruido por otro de los pasillos y se introdujo por él. Dos de los marines corrían hacia la salida y le dijeron al gran espada que huyera. Este frunció el ceño ante esas palabras y dejó al científico en el suelo, después se internó en el pasadizo él solo. Caminó unos diez segundos y llegó a otra sala llena de animales enjaulados, su mirada observaba toda la sala pero no encontraba nada de nada. Tras unos segundos fue a girarse cuando una mano lo agarró del cuello elevándolo fácilmente. Los ojos del marine se clavaron en los de aquella persona mientras luchaba por respirar. Se trataba de un tipo alto de dos metros y medio. Parecía un semi-gigante, su pelo estaba recogido en una cola, era pelirrojo y sus ojos amarillos. Vestía un chaleco negro y unos pantalones azules oscuros. Tras varios segundos de forcejeo el marine fue capaz de darle una patada con la zona del empeine en la cara haciendo que aquel tipo lo soltara y se llevara las manos al rostro.
Una vez en el suelo se alejó tosiendo para poder respirar tras el agarre de aquel hombre que le había tomado por sorpresa. La mirada del marine se centró ahora en la de aquel hombre que sangraba por la nariz y caminaba hacia él agarrando un enorme garrote que había en el suelo y gruñía en voz baja. Krauser al ver esto sacó su espadón agarrándolo con tan solo una mano y observando al hombre con el ceño fruncido, ese idiota seria seguramente el guardián de aquellos revolucionarios y le había tocado a él pelear contra semejante mole. Ambos corrieron el uno a por el otro sin pensárselo, el pelirrojo lanzó un enorme golpe con su arma de forma diagonal de arriba abajo hacia Krauser, este por su parte se frenó en seco echándose hacia atrás esquivándolo para después aprovechar para de un salto golpear el rostro de su enemigo con el puño de su mano libre haciendo que este retrocediera unos pasos. Ambos oponentes se observaron tras aquello, fue el pelirrojo el que comenzó a hablar en un tono de vacilación y risa que no venia al cuento.
- Estúpido marine has cavado tu propia tumba, nunca debiste entrar aquí. Ahora solo eres pasto de mi arma y voy a aplastarte todos y cada uno de tus huesos hasta que supliques tu muerte. Puede que si te pones de rodillas y pides perdón dejándote usar como rehén me lo piense y tenga piedad de ti. Si no ya sabes, los cerdos de esas jaulas están hambrientos y agradecerán que te parta las piernas para que se alimenten.
Tras sus palabras empezó a reír notoriamente sobre aquella sala, Krauser lo ignoraba sacando su mango extensible y colocándolo en su espada para alargarla un poco más. Acto seguido clavó sus fríos ojos en los del enorme revolucionario y tras eso miró a un lado viendo a varios cerdos en una jaula metidos. Pegó un pequeño suspiro cuando de repente volvió a mirar aquel enorme tipo.
- No me interesa ser el almuerzo de tus padres. Es más, dices que puedes vencerme partiéndome todos los huesos del cuerpo. Curioso pero lo único que tu vas a presenciar va a ser tu juicio final y el juez sentencia pena de muerte. Me habría gustado entregarte pero creo que disfrutare mas eliminándote de una vez, Los tipos como tu que hablan mucho me caen mal. Para hacer lo que pretendes se necesita un sueño y para eso se necesita un futuro, y tú…
Tras varios segundos se quedó callado con una tétrica sonrisa en su rostro, cosa que aquel hombre no podía ver por sus vendajes. De forma lenta colocó su mano libre sobre la pared de la sala y una densa niebla empezó a cubrir toda la sala hasta que ninguno de los dos podía verse, solo el resto de la frase del marine se escuchó con un ligero toque sádico y macabro típico de él.
- No lo tienes.
Aquel hombre se puso muy nervioso y empezó a golpear las paredes y demás mientras gruñía de enfado y de miedo. Tras un par de segundos de ruidos y demás solo se escuchó un sonido de corte.
Al parecer Karl y los demás ya estaban esperando en la entrada, por el pasillo por donde había ido el marine se pudo ver como una niebla salía de este. Ruidos se oían, como si algo se arrastrara por el suelo. La niebla se fue despejando poco a poco y se pudo ver a Krauser con un científico inconsciente en los brazos el cual echó al suelo. Pero lo más escalofriante vino después, había arrastrado a patadas la parte superior del cuerpo de un enorme hombre. De cintura para arriba, este además estaba decapitado. Dio una última patada sacando del pasillo el cuerpo de aquel enorme revolucionario y tras eso llevó su mano al filo de su espada donde estaba clavada la cabeza. Cogió esta sin ningún reparo y miró a su jefe con su expresión fría de siempre en el rostro.
- Siento la tardanza. Me entretuve un poco charlando con un amigo.
Dijo de forma sádica para después tirar la cabeza al pasillo de atrás y cruzarse de brazos esperando la siguiente orden que seguramente sería marcharse de aquel lugar. Los hombres observaban aterrados la macabra escena que había producido el gran espada en ese momento. Karl parecía haber tenido éxito también por su lado ya que se pudieron ver varios científicos junto a los marines y parecían ser prisioneros. Aquella experiencia había sido buena y había cogido más confianza con su cargo y con los demás.
Una vez en el suelo se alejó tosiendo para poder respirar tras el agarre de aquel hombre que le había tomado por sorpresa. La mirada del marine se centró ahora en la de aquel hombre que sangraba por la nariz y caminaba hacia él agarrando un enorme garrote que había en el suelo y gruñía en voz baja. Krauser al ver esto sacó su espadón agarrándolo con tan solo una mano y observando al hombre con el ceño fruncido, ese idiota seria seguramente el guardián de aquellos revolucionarios y le había tocado a él pelear contra semejante mole. Ambos corrieron el uno a por el otro sin pensárselo, el pelirrojo lanzó un enorme golpe con su arma de forma diagonal de arriba abajo hacia Krauser, este por su parte se frenó en seco echándose hacia atrás esquivándolo para después aprovechar para de un salto golpear el rostro de su enemigo con el puño de su mano libre haciendo que este retrocediera unos pasos. Ambos oponentes se observaron tras aquello, fue el pelirrojo el que comenzó a hablar en un tono de vacilación y risa que no venia al cuento.
- Estúpido marine has cavado tu propia tumba, nunca debiste entrar aquí. Ahora solo eres pasto de mi arma y voy a aplastarte todos y cada uno de tus huesos hasta que supliques tu muerte. Puede que si te pones de rodillas y pides perdón dejándote usar como rehén me lo piense y tenga piedad de ti. Si no ya sabes, los cerdos de esas jaulas están hambrientos y agradecerán que te parta las piernas para que se alimenten.
Tras sus palabras empezó a reír notoriamente sobre aquella sala, Krauser lo ignoraba sacando su mango extensible y colocándolo en su espada para alargarla un poco más. Acto seguido clavó sus fríos ojos en los del enorme revolucionario y tras eso miró a un lado viendo a varios cerdos en una jaula metidos. Pegó un pequeño suspiro cuando de repente volvió a mirar aquel enorme tipo.
- No me interesa ser el almuerzo de tus padres. Es más, dices que puedes vencerme partiéndome todos los huesos del cuerpo. Curioso pero lo único que tu vas a presenciar va a ser tu juicio final y el juez sentencia pena de muerte. Me habría gustado entregarte pero creo que disfrutare mas eliminándote de una vez, Los tipos como tu que hablan mucho me caen mal. Para hacer lo que pretendes se necesita un sueño y para eso se necesita un futuro, y tú…
Tras varios segundos se quedó callado con una tétrica sonrisa en su rostro, cosa que aquel hombre no podía ver por sus vendajes. De forma lenta colocó su mano libre sobre la pared de la sala y una densa niebla empezó a cubrir toda la sala hasta que ninguno de los dos podía verse, solo el resto de la frase del marine se escuchó con un ligero toque sádico y macabro típico de él.
- No lo tienes.
Aquel hombre se puso muy nervioso y empezó a golpear las paredes y demás mientras gruñía de enfado y de miedo. Tras un par de segundos de ruidos y demás solo se escuchó un sonido de corte.
Al parecer Karl y los demás ya estaban esperando en la entrada, por el pasillo por donde había ido el marine se pudo ver como una niebla salía de este. Ruidos se oían, como si algo se arrastrara por el suelo. La niebla se fue despejando poco a poco y se pudo ver a Krauser con un científico inconsciente en los brazos el cual echó al suelo. Pero lo más escalofriante vino después, había arrastrado a patadas la parte superior del cuerpo de un enorme hombre. De cintura para arriba, este además estaba decapitado. Dio una última patada sacando del pasillo el cuerpo de aquel enorme revolucionario y tras eso llevó su mano al filo de su espada donde estaba clavada la cabeza. Cogió esta sin ningún reparo y miró a su jefe con su expresión fría de siempre en el rostro.
- Siento la tardanza. Me entretuve un poco charlando con un amigo.
Dijo de forma sádica para después tirar la cabeza al pasillo de atrás y cruzarse de brazos esperando la siguiente orden que seguramente sería marcharse de aquel lugar. Los hombres observaban aterrados la macabra escena que había producido el gran espada en ese momento. Karl parecía haber tenido éxito también por su lado ya que se pudieron ver varios científicos junto a los marines y parecían ser prisioneros. Aquella experiencia había sido buena y había cogido más confianza con su cargo y con los demás.
Rylanor
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Estaban todos reunidos ya en la entrada esperando por Krauser. Karl empezaba a impacientarse. ¿Le habría pasado algo? Su hábil asesino era un gran guerrero muy letal, pero tal vez se hubiese encontrado sobrepasado ampliamente en número o caído en una trampa. A lo mejor debía enviar hombres a buscarle. Sopesó sus opciones. Finalmente decidió esperar un poco más mientras contactaba por den den mushi con sus superiores.
- Misión completada. Tenemos a los científicos y nos estamos preparando para el traslado a base.
- Buen trabajo, Quimera Karl, como cabía esperar de vos y vuestros hombres. ¿Algo que mencionar?
- Quisiera remarcar de la importancia de enviar un destacamento permanente y un grupo de científicos a la base rebelde. Posiblemente sus señorías juzguen importante apropiarse de los trabajos que estos traidores llevaban a cabo aquí.
- Lo sopesaremos. ¿Algo digno de mención más?
- Entre los rehenes está el capitán de la base, que dice pertenecer a la Nueva Armada Revolucionaria de Paraíso. También me gustaría recomendar para futuros ascensos a uno de mis oficiales de rango bajo. El oficial Krauser se ha desempeñado magníficamente y ha destacado sobre los participantes.
- Revisaremos su historial y tendremos su consideración en cuenta. Si eso es todo, procedan al traslado a base. Buenos días.
Colgó el den den mushi. En ese momento escuchó ruidos provenientes del pasillo por donde había entrado Krauser. De repente un cadáver decapitado salió de este, como empujado por algo, y Krauser apareció con un trofeo: la cabeza de un hombre. Soltó un comentario jocoso y tiró la cabeza al interior del pasillo. "Es bastante sanguinario, pero es preferible un oficial así a alguien excesivamente escrupuloso. En todo caso, tiene madera de oficial."
- Es hora de partir. Buen trabajo, señores. Volvemos a base.
- Misión completada. Tenemos a los científicos y nos estamos preparando para el traslado a base.
- Buen trabajo, Quimera Karl, como cabía esperar de vos y vuestros hombres. ¿Algo que mencionar?
- Quisiera remarcar de la importancia de enviar un destacamento permanente y un grupo de científicos a la base rebelde. Posiblemente sus señorías juzguen importante apropiarse de los trabajos que estos traidores llevaban a cabo aquí.
- Lo sopesaremos. ¿Algo digno de mención más?
- Entre los rehenes está el capitán de la base, que dice pertenecer a la Nueva Armada Revolucionaria de Paraíso. También me gustaría recomendar para futuros ascensos a uno de mis oficiales de rango bajo. El oficial Krauser se ha desempeñado magníficamente y ha destacado sobre los participantes.
- Revisaremos su historial y tendremos su consideración en cuenta. Si eso es todo, procedan al traslado a base. Buenos días.
Colgó el den den mushi. En ese momento escuchó ruidos provenientes del pasillo por donde había entrado Krauser. De repente un cadáver decapitado salió de este, como empujado por algo, y Krauser apareció con un trofeo: la cabeza de un hombre. Soltó un comentario jocoso y tiró la cabeza al interior del pasillo. "Es bastante sanguinario, pero es preferible un oficial así a alguien excesivamente escrupuloso. En todo caso, tiene madera de oficial."
- Es hora de partir. Buen trabajo, señores. Volvemos a base.
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