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El cielo estaba despejado y en excelentes condiciones. Solo una pequeña brisa corría cerca de aquella misteriosa isla. Las olas llegaban hasta la playa de blanca arena tocándola suavemente para después volver al mar. Por estas aguas próximas a aquella isla se acercaba un barco de la marina. En dicho barco se podían apreciar varios hombres en cubierta. Estos observaban la isla con calma, uno de ellos salió corriendo al trote entrando por uno de los pasillos del interior del barco y llegando a la última puerta pegada a la derecha de dicho pasillo. Tras unos segundos tocó con su puño dos veces y se aventuró a abrir la puerta con tranquilidad.
Dentro estaba Krauser sentado sobre una mesita. Sostenía una pequeña libreta y anotaba algo. El marine estaba algo confuso pues teniendo una silla y una cama, este estaba sentado sobre una mesa. Krauser al escuchar el sonido de la puerta abrirse miró a aquel hombre y asintió con la cabeza, como si ya supiese a que venía dicho hombre a decirle. Y así era, él mismo había ordenado que se le avisara una vez llegaran a alguna isla del North Blue. El hombre que había llegado para avisarle sin decir nada salió de allí y se dirigió a cubierta con tranquilidad. El gran espada sin embargo no salió tras él y se quedó unos segundos más allí. Dirigió sus pies ahora en el suelo hasta su cama y de debajo de ella sacó su increíble espada atándosela con una pequeña cuerda a la espalda. Sus ropas eran las suyas habituales, su camiseta negra de manga corta, sus pantalones de siempre. Aquellos guantes que llegaban hasta sus codos dejando libres sus dedos, sus sandalias de fina suela y aquellas vendad de su nariz a su cuello. Tras unos segundos más salió de su camarote y recorrió el pasillo con tranquilidad dejando sus dedos de la mano izquierda acariciar las paredes del pasillo. Una vez salió a cubierta llevó la mano derecha a los ojos tras darle el sol ya que le había cegado un poco por la anterior ausencia de luz. Tras unos momentos un marine se acercó a este muy tranquilo.
- Krauser ya hemos llegado a una isla. Parece ser bastante grande y con densa vegetación por toda la isla. ¿Cuántos hombres necesita?
- Iré yo solo
Respondió este de manera fría y tranquila. No quería ir con sus hombres en esta ocasión, prefería adentrarse el solo en la isla pues para investigarla había que ser sigiloso y ellos no lo eran. Se acercó a la borda observando la isla con una media sonrisa que no se pudo apreciar por el vendaje que llevaba puesto. Acto seguido se dirigió a la zona de los botes y dejó uno caer al agua tranquilamente. Una vez hubo hecho esto observo a los hombres que lo observaban de su equipo.
- Volveré en unas horas. Si en dos días no he vuelto venid a buscarme pero si no pasan dos días que nadie se mueva de aquí. Bien ahora me iré.
Dentro estaba Krauser sentado sobre una mesita. Sostenía una pequeña libreta y anotaba algo. El marine estaba algo confuso pues teniendo una silla y una cama, este estaba sentado sobre una mesa. Krauser al escuchar el sonido de la puerta abrirse miró a aquel hombre y asintió con la cabeza, como si ya supiese a que venía dicho hombre a decirle. Y así era, él mismo había ordenado que se le avisara una vez llegaran a alguna isla del North Blue. El hombre que había llegado para avisarle sin decir nada salió de allí y se dirigió a cubierta con tranquilidad. El gran espada sin embargo no salió tras él y se quedó unos segundos más allí. Dirigió sus pies ahora en el suelo hasta su cama y de debajo de ella sacó su increíble espada atándosela con una pequeña cuerda a la espalda. Sus ropas eran las suyas habituales, su camiseta negra de manga corta, sus pantalones de siempre. Aquellos guantes que llegaban hasta sus codos dejando libres sus dedos, sus sandalias de fina suela y aquellas vendad de su nariz a su cuello. Tras unos segundos más salió de su camarote y recorrió el pasillo con tranquilidad dejando sus dedos de la mano izquierda acariciar las paredes del pasillo. Una vez salió a cubierta llevó la mano derecha a los ojos tras darle el sol ya que le había cegado un poco por la anterior ausencia de luz. Tras unos momentos un marine se acercó a este muy tranquilo.
- Krauser ya hemos llegado a una isla. Parece ser bastante grande y con densa vegetación por toda la isla. ¿Cuántos hombres necesita?
- Iré yo solo
Respondió este de manera fría y tranquila. No quería ir con sus hombres en esta ocasión, prefería adentrarse el solo en la isla pues para investigarla había que ser sigiloso y ellos no lo eran. Se acercó a la borda observando la isla con una media sonrisa que no se pudo apreciar por el vendaje que llevaba puesto. Acto seguido se dirigió a la zona de los botes y dejó uno caer al agua tranquilamente. Una vez hubo hecho esto observo a los hombres que lo observaban de su equipo.
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Aquella isla era de locos. Al principio parecía de lo más normal. Una cálida isla con un gran bosque a relativamente poca distancia de la orilla. Sin embargo, Arribor pronto se dio cuenta de que no lo era tanto. Los animales que habitaban la isla eran de una rareza fuera de lo común.
Arribor había llegado a aquella isla en busca de algo de madera para reparar el pequeño barco que había robado y que había resultado dañado la noche anterior. Por suerte el daño era menor de lo que esperaba y, sorprendentemente, fue capaz de arreglarlo fácilmente y en poco tiempo.
Aun así a las pocas horas de desembarcar, mientras buscaba algunas provisiones para el viaje, se arrepintió de haber llegado a aquella isla. No solo por los continuos ataques de extraños animales, como un oso de dos cabezas o un gorila de cuatro brazos; lo peor era el hecho de que no estaba solo en la isla. Pudo verlo cuando se agarró a un enorme buitre para escapar del ataque de un gorila. Este sobrevoló la zona donde se encontraban y Arribor lo vio claramente, anclado cerca de la orilla había un barco de la marina. Era justo lo que le faltaba, tener que lidiar con marines.
A los pocos minutos el buitre se acercó a una zona del bosque donde se encontraban unos árboles algo más altos que el resto, Arribor se colgó de una de sus ramas y echó un vistazo alrededor. Pudo ver el barco a poca distancia de la costa y un pequeño bote solitario que se acercaba. También pudo ver su pequeño barco cerca de la orilla oeste. Luego descendió al suelo con cuidado y echó andar hacia donde estaba su barco esperando poder evitar encontrarse con los marines.
Arribor había llegado a aquella isla en busca de algo de madera para reparar el pequeño barco que había robado y que había resultado dañado la noche anterior. Por suerte el daño era menor de lo que esperaba y, sorprendentemente, fue capaz de arreglarlo fácilmente y en poco tiempo.
Aun así a las pocas horas de desembarcar, mientras buscaba algunas provisiones para el viaje, se arrepintió de haber llegado a aquella isla. No solo por los continuos ataques de extraños animales, como un oso de dos cabezas o un gorila de cuatro brazos; lo peor era el hecho de que no estaba solo en la isla. Pudo verlo cuando se agarró a un enorme buitre para escapar del ataque de un gorila. Este sobrevoló la zona donde se encontraban y Arribor lo vio claramente, anclado cerca de la orilla había un barco de la marina. Era justo lo que le faltaba, tener que lidiar con marines.
A los pocos minutos el buitre se acercó a una zona del bosque donde se encontraban unos árboles algo más altos que el resto, Arribor se colgó de una de sus ramas y echó un vistazo alrededor. Pudo ver el barco a poca distancia de la costa y un pequeño bote solitario que se acercaba. También pudo ver su pequeño barco cerca de la orilla oeste. Luego descendió al suelo con cuidado y echó andar hacia donde estaba su barco esperando poder evitar encontrarse con los marines.
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-¡¡¡Isla a la vista!!!- Exclamaba el gyojin que estaba en la parte superior del mástil principal. Por lo visto había avistado una isla y lo aseguraba a gritos para que yo pudiese enterarme a pesar de estar en mi camarote.
Di un pequeño suspiro y dejé el mapa que estaba dibujando, estiré un poco los músculos y me preparé para salir a cubierta. Salí andando tranquilamente, no tenía ninguna clase de prisa. Miré hacia al frente. A lo lejos podía observar una isla bastante frondosa, al parecer con ninguna clase de civilización a la vista, cosa que sería bastante mala. No tenía ningún sentido ir a una isla en la que no pudiese divertirme y cumplir mis propósitos.
-¡¡Capitán!! ¡¡Hay un barco de la marina en la parte izquierda!!- Gritaba el mismo gyojin que advirtió la presencia de un nuevo terreno.
-¡¡Cambiad el rumbo!! ¡¡Nos pondremos en el otro extremo de la isla, no quiero una batalla naval contra un barco de la marina!!- Ordenaba yo a mis tripulantes. No tenía miedo de sus soldados, pero no esperaba que nuestro barco pudiese contra el armamento de un navío de la marina, que solían tener una potencia naval increíble. Si me los encontraba por la isla, sería otro cantar.
Hicieron caso a lo que yo dije y poco rato después, nos encontramos desembarcando en la orilla, al otro extremo del barco enemigo, donde no podrían vernos por el momento. Necesitaba que se quedaran algunos defendiendo el barco, y la mayoría de tripulantes no eran más que unos debiluchos, así que les di como misión a los más fuertes que lo mantuvieran a salvo, mientras que yo exploraba la isla con cuatro compañeros. Estos no eran más que simples gyojins del montón, que incluso tenían dificultad para vencer a los humanos menos ordinarios, una vergüenza para nuestra raza, pero era mejor que nada.
-Vamos, cabrones, estad atentos por si nos encontramos con algún pelotón de la marina.- Decía yo mientras encabezaba el grupo y me adentraba en la isla.
Di un pequeño suspiro y dejé el mapa que estaba dibujando, estiré un poco los músculos y me preparé para salir a cubierta. Salí andando tranquilamente, no tenía ninguna clase de prisa. Miré hacia al frente. A lo lejos podía observar una isla bastante frondosa, al parecer con ninguna clase de civilización a la vista, cosa que sería bastante mala. No tenía ningún sentido ir a una isla en la que no pudiese divertirme y cumplir mis propósitos.
-¡¡Capitán!! ¡¡Hay un barco de la marina en la parte izquierda!!- Gritaba el mismo gyojin que advirtió la presencia de un nuevo terreno.
-¡¡Cambiad el rumbo!! ¡¡Nos pondremos en el otro extremo de la isla, no quiero una batalla naval contra un barco de la marina!!- Ordenaba yo a mis tripulantes. No tenía miedo de sus soldados, pero no esperaba que nuestro barco pudiese contra el armamento de un navío de la marina, que solían tener una potencia naval increíble. Si me los encontraba por la isla, sería otro cantar.
Hicieron caso a lo que yo dije y poco rato después, nos encontramos desembarcando en la orilla, al otro extremo del barco enemigo, donde no podrían vernos por el momento. Necesitaba que se quedaran algunos defendiendo el barco, y la mayoría de tripulantes no eran más que unos debiluchos, así que les di como misión a los más fuertes que lo mantuvieran a salvo, mientras que yo exploraba la isla con cuatro compañeros. Estos no eran más que simples gyojins del montón, que incluso tenían dificultad para vencer a los humanos menos ordinarios, una vergüenza para nuestra raza, pero era mejor que nada.
-Vamos, cabrones, estad atentos por si nos encontramos con algún pelotón de la marina.- Decía yo mientras encabezaba el grupo y me adentraba en la isla.
Yuno
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El mar estaba relajado, y una brisa cálida acompañaba el buen tiempo. Yuno estaba tumbada boca arriba, sobre la fina y blanca arena de la playa. Miraba el cielo, mientras se maldecía a sí misma para sus adentros.
Hacía unas horas que estaba en esa extraña isla, sin poder salir. Al parecer se había colado en un barco mercante como polizón, y el supuesto barco paró a esa misteriosa isla, por razones que Yuno no llegó a conocer, sólo imaginó que sería para abastecerse de agua o algo por el estilo.
En cuando el barco quedó más desatendido, Yuno salió de su escondrijo para que le diera el aire. Se adentró al bosque, y enseguida pudo entender que aquella isla no era del todo norma. A parte de un oso, que no le dio mucha importancia a la chica, se topó con un grupo de gorilas realmente pintorescos, tenían cuatro brazos y poca intención de dejar marchar a Yuno. Los gorilas la entretuvieron, y para cuando quería volver al barco mercante, ya se habían marchado.
Yuno seguía maldiciéndose por no tener una vía de escape de esa isla, la cual le había cogido un odio especial. Algo interrumpió sus pensamientos, un ruido lejano, la chica se incorporó bruscamente buscando de donde provenía el ruido, y pudo avistar un barco. Una sonrisa se le iluminó al ver el barco, pero su expresión cambió a una de desagrado al darse cuenta de que era un barco marine. Yuno corrió velozmente hacia el bosque, y mientras buscaba un escondite, rezaba para que no la hubieran visto. Pudo subirse a un árbol, pensando que si la encontraban podía poner la escusa de que era alguien normal al que habían olvidado allí.
Hacía unas horas que estaba en esa extraña isla, sin poder salir. Al parecer se había colado en un barco mercante como polizón, y el supuesto barco paró a esa misteriosa isla, por razones que Yuno no llegó a conocer, sólo imaginó que sería para abastecerse de agua o algo por el estilo.
En cuando el barco quedó más desatendido, Yuno salió de su escondrijo para que le diera el aire. Se adentró al bosque, y enseguida pudo entender que aquella isla no era del todo norma. A parte de un oso, que no le dio mucha importancia a la chica, se topó con un grupo de gorilas realmente pintorescos, tenían cuatro brazos y poca intención de dejar marchar a Yuno. Los gorilas la entretuvieron, y para cuando quería volver al barco mercante, ya se habían marchado.
Yuno seguía maldiciéndose por no tener una vía de escape de esa isla, la cual le había cogido un odio especial. Algo interrumpió sus pensamientos, un ruido lejano, la chica se incorporó bruscamente buscando de donde provenía el ruido, y pudo avistar un barco. Una sonrisa se le iluminó al ver el barco, pero su expresión cambió a una de desagrado al darse cuenta de que era un barco marine. Yuno corrió velozmente hacia el bosque, y mientras buscaba un escondite, rezaba para que no la hubieran visto. Pudo subirse a un árbol, pensando que si la encontraban podía poner la escusa de que era alguien normal al que habían olvidado allí.
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Mi embarcación, un simple y pequeño bote en el cual dormir resulta imposible, descansar poco efectivo y la comodidad es cosa de sueño y deseo, surca los mares a una velocidad tediosa y extremadamente lenta. Me encuentro recostado en la popa del barco, la zona donde me podía estirar más del mismo, pero aun así me encuentro doblado cual servilleta a la hora de servirse la comida, antes de ser usada.
Poco a poco el pequeño bote se abre paso en el mar y sus adversidades, superando olas, mareas y fuertes vientos. A lo lejos se ve la silueta de una isla, al parecer es totalmente circular, algo poco habitual, pues las inclemencias del mar afectan a la demografía de toda costa, pero bueno, no voy a entrar en detalles que desconozco y no me atañen de manera importante.
Poco tardo en llegar a esa isla, y nada más llegar veo una playa de arenas blancas seguidas de un inmenso y denso bosque de apariencia tropical. Lo primero es asegurarme de que el bote no se vaya con la marea y pueda usarlo para abandonar la isla en caso de necesitarlo, esto lo hago llevando el bote hasta los comienzos del bosque, donde lo cubro con hojas para ocultarlo de cualquier malintencionado. Y me adentro en el bosque en busca de algo de comer y algún refugio.
Poco a poco el pequeño bote se abre paso en el mar y sus adversidades, superando olas, mareas y fuertes vientos. A lo lejos se ve la silueta de una isla, al parecer es totalmente circular, algo poco habitual, pues las inclemencias del mar afectan a la demografía de toda costa, pero bueno, no voy a entrar en detalles que desconozco y no me atañen de manera importante.
Poco tardo en llegar a esa isla, y nada más llegar veo una playa de arenas blancas seguidas de un inmenso y denso bosque de apariencia tropical. Lo primero es asegurarme de que el bote no se vaya con la marea y pueda usarlo para abandonar la isla en caso de necesitarlo, esto lo hago llevando el bote hasta los comienzos del bosque, donde lo cubro con hojas para ocultarlo de cualquier malintencionado. Y me adentro en el bosque en busca de algo de comer y algún refugio.
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Una vez dadas las instrucciones el gran espada saltó al bote con elegancia cayendo dentro de este con mucho cuidado, una vez estaba en dicho bote se sentó empezando a remar hacia la playa. No tardo nada en llegar a la orilla y observar aquella isla tan espectacular, despacio empezó a caminar hacia el interior de esta isla.
Quería investigarla a fondo y saber que secretos escondía dicha isla, después de varias investigaciones había descubierto que por islas desconocidas había seres muy fuertes con los que combatir. Como siempre había dejado a sus reclutas en el barco y se había aventurado el solo en la isla. No sabía si podía haber civilización en ese sitio pero por buscar no iba a perder nada. Poco a poco iba cada vez más adentro de la selva, tras unos segundos escuchó un ruido que le llamó la atención. Provenía de algún sitio cercano a él ya que lo había oído muy fácilmente. Tras observar un poco a su alrededor caminó unos metros y separó unas hojas para ver de repente a dos gorilas enormes. Pero estos tenían algo raro, tenían cuatro brazos en lugar de dos.
Krauser sin mero avisó sacó su enorme espada y camino hasta ellos, de repente de un tajo decapitó al primer gorila fácilmente. El segundo al ver esto lanzo un puñetazo que le dio al marine en el pecho tirándolo varios metros atrás. Krauser tosió un poco tras el poderoso golpe, se levantó muy lentamente mientras observaba como el animal corría a por él. El gran espada reaccionó a tiempo y de un tajo decapitó también al otro gorila, con el cuerpo tan duro que tenían seguramente le hubiera costado más atacar y perforar el cuerpo de los primates. Por ello atacó a la cabeza que era el punto débil de todo ser. Una vez los había eliminado los dejó allí tirados y siguió caminando por aquella selva. De un salto se colocó sobre un árbol y se sentó unos segundos a descasar sobre la caminata que llevaba y el tremendo golpe que se había llevado en el pecho. Eran unos gorilas bastante fuertes y ese golpe no había sido en vano pues le había dejado un buen moratón y podría haberle partido un hueso. Cerró sus ojos por unos momentos camuflado sobre las ramas del árbol, una vez estaba algo mejor del golpe se concentró por escuchar algún ruido que le pudiera llevar a algún pueblo, si es que había. Sus sentidos como asesino eran bastante buenos y si permanecía en silencio podría escuchar ruidos cercanos y comprobar la situación. De este modo también intentaría percibir si había otro animal salvaje cerca para estar preparado.
Tenía en todo momento la espada en la mano por si tenía que reaccionar rápidamente y poder defenderse. Llevaba un buen tiempo viajando de isla en isla y quería tomarse unos días de descanso pues aquello era realmente agotador y se hacía a veces muy pesado. Dejó sus pensamientos a un lado y se quedo concentrado a ver que podía escuchar.
Quería investigarla a fondo y saber que secretos escondía dicha isla, después de varias investigaciones había descubierto que por islas desconocidas había seres muy fuertes con los que combatir. Como siempre había dejado a sus reclutas en el barco y se había aventurado el solo en la isla. No sabía si podía haber civilización en ese sitio pero por buscar no iba a perder nada. Poco a poco iba cada vez más adentro de la selva, tras unos segundos escuchó un ruido que le llamó la atención. Provenía de algún sitio cercano a él ya que lo había oído muy fácilmente. Tras observar un poco a su alrededor caminó unos metros y separó unas hojas para ver de repente a dos gorilas enormes. Pero estos tenían algo raro, tenían cuatro brazos en lugar de dos.
Krauser sin mero avisó sacó su enorme espada y camino hasta ellos, de repente de un tajo decapitó al primer gorila fácilmente. El segundo al ver esto lanzo un puñetazo que le dio al marine en el pecho tirándolo varios metros atrás. Krauser tosió un poco tras el poderoso golpe, se levantó muy lentamente mientras observaba como el animal corría a por él. El gran espada reaccionó a tiempo y de un tajo decapitó también al otro gorila, con el cuerpo tan duro que tenían seguramente le hubiera costado más atacar y perforar el cuerpo de los primates. Por ello atacó a la cabeza que era el punto débil de todo ser. Una vez los había eliminado los dejó allí tirados y siguió caminando por aquella selva. De un salto se colocó sobre un árbol y se sentó unos segundos a descasar sobre la caminata que llevaba y el tremendo golpe que se había llevado en el pecho. Eran unos gorilas bastante fuertes y ese golpe no había sido en vano pues le había dejado un buen moratón y podría haberle partido un hueso. Cerró sus ojos por unos momentos camuflado sobre las ramas del árbol, una vez estaba algo mejor del golpe se concentró por escuchar algún ruido que le pudiera llevar a algún pueblo, si es que había. Sus sentidos como asesino eran bastante buenos y si permanecía en silencio podría escuchar ruidos cercanos y comprobar la situación. De este modo también intentaría percibir si había otro animal salvaje cerca para estar preparado.
Tenía en todo momento la espada en la mano por si tenía que reaccionar rápidamente y poder defenderse. Llevaba un buen tiempo viajando de isla en isla y quería tomarse unos días de descanso pues aquello era realmente agotador y se hacía a veces muy pesado. Dejó sus pensamientos a un lado y se quedo concentrado a ver que podía escuchar.
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Arribor continuaba con la caminata de vuelta a la costa. No era muy bueno orientándose y el sofocante calor y el incesante ruido de los animales de la selva no ayudaban demasiado. Si al menos hubiese un rastro que condujera a su barco ya sería otra cosa. A pesar de su horrible sentido de la orientación era capaz de seguir casi cualquier rastro. Sin embargo los únicos rastros que se observaban eran de animales, probablemente de alguno de esos absurdamente grandes oso.
El largo recorrido ya empezaba a pasarle factura, ya no física, sino mentalmente. La fatiga mental provocada por el constante paisaje selvático solo era superada por la sensación de sofoco y humedad, acrecentada por su larga chaqueta de cuero negro.
Después de lo que le pareció una eternidad llegó a un lugar que le resultaba familiar. Era un pequeño claro que había visto desde del aire cuando estaba agarrado al enorme buitre. Sin embargo antes de llegar allí algo llamó su atención. Eran un par de esos gorilas de cuatro brazos, ambos decapitados. Por lo que parecía alguien más había desembarcado y había decidido armar jaleo en aquella isla. ¿Podría ser el marine que vio en el bote que se acercaba?, ¿o tal vez había alguien más por allí? En cualquier caso tendría que tener cuidado. Al fin y al cabo esos gorilas eran fuertes así que quien hubiese acabado con ellos también debía de serlo.
Parecía que había ocurrido no hacía mucho, así quien lo hubiese hecho bien podría estar cerca. Y seguramente sería un tipo digno de enfrentar. Un buen combate bien valía el tiempo que perdería para salir de la isla. Buscó con la mirada alrededor de donde se encontraba esperando encontrar al responsable. Estuvo así unos minutos, buscando alguien con quien pelear. Al no encontrar a nadie dio media vuelta dispuesto a retomar su camino, pero en ese momento la caída de un pequeño trozo una rama le hizo alzar la vista y mirar hacia arriba.
Entonces lo vio. Un enorme tipo con la cara medio tapada y una gran espada tan grande como el mismo reposaba en lo alto de una rama. Era él; esa espada tan grande era sin duda la que había acabado con los gorilas y el aspecto de aquel tipo daba a entender que no se andaba con tonterías. Arribor lo miró fijamente y con una inquietante sonrisa dijo: -Te estaba buscando.
El largo recorrido ya empezaba a pasarle factura, ya no física, sino mentalmente. La fatiga mental provocada por el constante paisaje selvático solo era superada por la sensación de sofoco y humedad, acrecentada por su larga chaqueta de cuero negro.
Después de lo que le pareció una eternidad llegó a un lugar que le resultaba familiar. Era un pequeño claro que había visto desde del aire cuando estaba agarrado al enorme buitre. Sin embargo antes de llegar allí algo llamó su atención. Eran un par de esos gorilas de cuatro brazos, ambos decapitados. Por lo que parecía alguien más había desembarcado y había decidido armar jaleo en aquella isla. ¿Podría ser el marine que vio en el bote que se acercaba?, ¿o tal vez había alguien más por allí? En cualquier caso tendría que tener cuidado. Al fin y al cabo esos gorilas eran fuertes así que quien hubiese acabado con ellos también debía de serlo.
Parecía que había ocurrido no hacía mucho, así quien lo hubiese hecho bien podría estar cerca. Y seguramente sería un tipo digno de enfrentar. Un buen combate bien valía el tiempo que perdería para salir de la isla. Buscó con la mirada alrededor de donde se encontraba esperando encontrar al responsable. Estuvo así unos minutos, buscando alguien con quien pelear. Al no encontrar a nadie dio media vuelta dispuesto a retomar su camino, pero en ese momento la caída de un pequeño trozo una rama le hizo alzar la vista y mirar hacia arriba.
Entonces lo vio. Un enorme tipo con la cara medio tapada y una gran espada tan grande como el mismo reposaba en lo alto de una rama. Era él; esa espada tan grande era sin duda la que había acabado con los gorilas y el aspecto de aquel tipo daba a entender que no se andaba con tonterías. Arribor lo miró fijamente y con una inquietante sonrisa dijo: -Te estaba buscando.
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Tras adentrarnos en aquel bosque de aspecto tropical, empecé a caminar apartando la maleza y observando con los ojos bien abiertos por si nos encontrábamos algún percance. La isla no parecía tener nada interesante a simple vista, pero quien sabe, podía esconder cualquier tesoro o algo que pudiese entretenerme, de lo contrario, estaría perdiendo el tiempo, pero como decían algunos, quien no arriesga, no gana.
Anduvimos por un rato, sin ningún percance, a pesar de que pudimos ver algún que otro animal de tamaño superior a lo normal o con alguna que otra característica anormal, como un tigre bastante grande o algún que otro gorila con cuatro brazos. Eso fue curioso a la vez que extraño, pero parecía que ninguno de aquellos seres se había percatado de nuestra presencia, o eso pensaba yo, hasta que el grito de uno de mis compañeros me alertó. Al fijarme en él, pude ver que tenía una especie de serpiente en el brazo. Tenía semejanzas con una cobra, pero no lo era. La agarré e hice que soltara el brazo del gyojin para después tirarla al suelo y aplastarle la cabeza de un pisotón.
Al momento de sacarla de su extremidad, pude ver como salía un líquido de sus colmillos, muy probablemente veneno, por lo que estiré el brazo del herido y le arranqué parte de su camisa. -No podemos dejar que el veneno se expanda. No es la mejor forma, pero si la única que se me ocurre ahora mismo.- Dije yo antes de morder con fuerza la parte afectada y arrancar un pedazo de carne, provocandole gran dolor y agonía. Escupí la zona extraída y le vendé el brazo con su camisa.
-¿¡Pero qué haces, animal!?- Preguntaba cabreado y aterrorizado.
-¿Acaso preferías morir lentamente, idiota?- Contra pregunté yo, observando hacia el frente. -Ves al barco y que te atiendan como es debido, no es seguro que sigas con nosotros.- Añadí. -Y vosotros andaos con ojo, no creo que queráis que os pase lo mismo.- Finalicé, retomando la caminata.
Anduvimos por un rato, sin ningún percance, a pesar de que pudimos ver algún que otro animal de tamaño superior a lo normal o con alguna que otra característica anormal, como un tigre bastante grande o algún que otro gorila con cuatro brazos. Eso fue curioso a la vez que extraño, pero parecía que ninguno de aquellos seres se había percatado de nuestra presencia, o eso pensaba yo, hasta que el grito de uno de mis compañeros me alertó. Al fijarme en él, pude ver que tenía una especie de serpiente en el brazo. Tenía semejanzas con una cobra, pero no lo era. La agarré e hice que soltara el brazo del gyojin para después tirarla al suelo y aplastarle la cabeza de un pisotón.
Al momento de sacarla de su extremidad, pude ver como salía un líquido de sus colmillos, muy probablemente veneno, por lo que estiré el brazo del herido y le arranqué parte de su camisa. -No podemos dejar que el veneno se expanda. No es la mejor forma, pero si la única que se me ocurre ahora mismo.- Dije yo antes de morder con fuerza la parte afectada y arrancar un pedazo de carne, provocandole gran dolor y agonía. Escupí la zona extraída y le vendé el brazo con su camisa.
-¿¡Pero qué haces, animal!?- Preguntaba cabreado y aterrorizado.
-¿Acaso preferías morir lentamente, idiota?- Contra pregunté yo, observando hacia el frente. -Ves al barco y que te atiendan como es debido, no es seguro que sigas con nosotros.- Añadí. -Y vosotros andaos con ojo, no creo que queráis que os pase lo mismo.- Finalicé, retomando la caminata.
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Sus pasos lo llevan al interior del bosque, un bosque un tanto peculiar así como sus animales y plantas, pero eso no es lo que le importa al joven pirata, lo que le importa es avanzar y descubrir el secreto de la isla, pero no tarda en sorprenderse aún más, encuentra dos gorilas extraños, extraños pues poseen cuatro brazos, decapitados, y mirando al cuerpo de cada uno de ellos se ve que son fuertes y con un cuerpo difícil de cortar, por lo que se imagina que el que lo haya hecho debe de ser realmente fuerte, por lo que sabe que debe evitar encontrarse con él o en su defecto combatirlo, pero en ese momento ve en el árbol un hombre sentado con una enorme espada, solo puede ser él quien ha cortado la cabeza de los animales.
Yûki – “Oye tú, ¿por qué decapitaste a estos gorilas? ¿Acaso te hicieron algo?”
Dice el joven pirata en un tono altanero preparando su daga por si el sujeto le ataca tras lo dicho por el mismo.
OFF: Salto a Yuno pues lleva dos semanas sin postear.
Lamento el post corto pero no tengo más recursos.
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El marine estaba sobre aquella rama pensando en sus cosas, tenía mucha isla que investigar y le daba algo de pereza sabiendo que tendría que pelear con muchos seres como aquellos. Una pequeña brisa movió su pelo y algunas hojas del suelo incluyendo las hojas de los arboles. Parecía estar en un estado de paz y meditación con la esperanza de seguir un rato más así. Lamentablemente aquello no fue posible pues una voz interrumpió aquel silencio en el que estaba tranquilo el Gran Espada. Al mirar hacia abajo observó de quien era aquella voz que decía que le estaba buscando. Era un chico moreno con un parche en el ojo, no entendía el motivo por el que le estaría buscando pero no le conocía de nada. Tras unos segundos de silencio decidió contestarle en su tono serio de siempre.
- Dices que me estabas buscando, no te conozco ni sé quién eres. Así que si no te importa dime quien eres y cuál es el motivo por el que estabas buscándome. No recuerdo deberle dinero a nadie si te digo la verdad.
Tras unos segundos escuchó una nueva voz y cuando giró su cuello para ver quién era observó a otro hombre, este le decía que le diera el motivo por el que haba decapitado a los gorilas. El marine con su mirada seria observó al nuevo que había llegado preguntándole aquello, era algo fácil. Si no hubiera atacado podría haberlo lamentado en otra ocasión y podría haberse arrepentido de no haberlos matado, así que los mató sin preocuparse tranquilamente por esos pensamientos que había tenido en aquel momento. Se estiró un poco y después le contestó al chico nuevo con tranquilidad y de forma seria como al otro.
- Seguro que has notado que esta isla no es normal, yo no sé tú pero yo no he visto nunca gorilas con cuatro brazos. Lo que sé es que un gorila ataca a todo aquel que entra en su territorio y antes de que ellos lo hicieran he decidido hacerlo yo, cualquiera habría hecho lo mismo. Esta isla es rara y eso me pone de los nervios, si hay animales con extrañas mutaciones nadie dice que los haya peores o más grandes que unos simples gorilas. No sabía que hubiera gente por aquí. ¿Estáis en la isla para investigarla también o sois habitantes de ella?
Dijo mirando justo después al del parche por si quería responder también a la pregunta. Ahora ellos eran dos personas que había descubierto aquel marine que estaba en el rango de sargento. No era un rango muy alto pero pretendía seguir subiendo en la escala. Tenía el presentimiento de que aquellos gorilas no iban a ser la única sorpresa que iban a encontrar en aquella isla. Incluso tal vez debería cooperar con aquellas personas para poder salir, lo que ahora rondaba la cabeza del marine era la duda de saber si eran exploradores que habían dio a investigar o eran habitantes de la mismísima isla donde se encontraban ahora los tres. Su duda quedaría resuelta en cuanto ellos respondieran a las preguntas, y si es que los dos las respondían. De todas formas permanecía alerta a cualquier movimiento fuera de la zona de donde estaban los dos hombres por si acaso le atacaba alguien por la retaguardia. Siempre estaba alerta en todas las situaciones por sus misiones y ya se había convertido en una costumbre estar siempre así.
- Dices que me estabas buscando, no te conozco ni sé quién eres. Así que si no te importa dime quien eres y cuál es el motivo por el que estabas buscándome. No recuerdo deberle dinero a nadie si te digo la verdad.
Tras unos segundos escuchó una nueva voz y cuando giró su cuello para ver quién era observó a otro hombre, este le decía que le diera el motivo por el que haba decapitado a los gorilas. El marine con su mirada seria observó al nuevo que había llegado preguntándole aquello, era algo fácil. Si no hubiera atacado podría haberlo lamentado en otra ocasión y podría haberse arrepentido de no haberlos matado, así que los mató sin preocuparse tranquilamente por esos pensamientos que había tenido en aquel momento. Se estiró un poco y después le contestó al chico nuevo con tranquilidad y de forma seria como al otro.
- Seguro que has notado que esta isla no es normal, yo no sé tú pero yo no he visto nunca gorilas con cuatro brazos. Lo que sé es que un gorila ataca a todo aquel que entra en su territorio y antes de que ellos lo hicieran he decidido hacerlo yo, cualquiera habría hecho lo mismo. Esta isla es rara y eso me pone de los nervios, si hay animales con extrañas mutaciones nadie dice que los haya peores o más grandes que unos simples gorilas. No sabía que hubiera gente por aquí. ¿Estáis en la isla para investigarla también o sois habitantes de ella?
Dijo mirando justo después al del parche por si quería responder también a la pregunta. Ahora ellos eran dos personas que había descubierto aquel marine que estaba en el rango de sargento. No era un rango muy alto pero pretendía seguir subiendo en la escala. Tenía el presentimiento de que aquellos gorilas no iban a ser la única sorpresa que iban a encontrar en aquella isla. Incluso tal vez debería cooperar con aquellas personas para poder salir, lo que ahora rondaba la cabeza del marine era la duda de saber si eran exploradores que habían dio a investigar o eran habitantes de la mismísima isla donde se encontraban ahora los tres. Su duda quedaría resuelta en cuanto ellos respondieran a las preguntas, y si es que los dos las respondían. De todas formas permanecía alerta a cualquier movimiento fuera de la zona de donde estaban los dos hombres por si acaso le atacaba alguien por la retaguardia. Siempre estaba alerta en todas las situaciones por sus misiones y ya se había convertido en una costumbre estar siempre así.
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El hombre de la espada se percató de su presencia, no parecía muy interesado en él. Simplemente le preguntó quién era y por qué le buscaba. Arribor se quedó en silencio un momento, en realidad no tenía ningún motivo lógico para buscar a aquel tipo más que su curiosidad natural y la posibilidad de tener un combate interesante, algo que, viendo la seriedad y tranquilidad del hombre del árbol, no parecía que fuese a ocurrir.
-Lo cierto es que vi a los gorilas muertos y me entró curiosidad de quién lo habría hecho.- contestó Arribor. -Aunque no imaginaba que hubiese más gente en este lugar.- continuó mientras miraba de reojo a un recién llegado, un hombre alto y delgaducho con el pelo de dos colores distintos. La mirada de aquel nuevo invitado resultaba inquietante. Este se dirigió al tipo del árbol y le exigió saber el motivo por el que había matado a aquellos gorilas.
A esto el tipo de la cara tapada respondió con una parrafada sobre los peligros de aquella isla y la posibilidad de que allí viviesen criaturas aún más raras que aquellos gorilas, cosas que a él ni le importaba ni lo había pensado. Luego les preguntó a ambos el por qué de su estancia en la isla, si estaban investigándola o algo o si vivían allí.
-¿Vivir aquí? ¿Quién podría vivir aquí con estos bichos por todas partes? Resultan bastante molestos. Simplemente necesito madera para mi barco.- respondió todavía sorprendido por haber encontrado a alguien más en ese sitio.
Lo cierto era que la idea de reparar su barco bajo el acoso constante de los animales que deambulaban por allí no le hacía mucha gracia, tal vez pudiese utilizar el barco de alguno de los presentes. -"En fin, ya improvisaré algo"- pensó para sí mismo.
-¿Y tú por qué has venido? No creo que estés aquí para contemplar las vistas, ¿no? ¿Has venido de caza? La verdad es que no sería mala idea.- preguntó intrigado. Esa isla era extraña y peligrosa, y encontrarse a un hombre sentado en la copa de un árbol como si nada, resultaba curioso. Aunque aquel lugar era un buen sitio para cazar, tal vez por eso estaba allí. Lo cierto es que la idea de ir de caza no le parecía mala, si resultaba que alguno de los dos desconocidos estaba allí por eso, podrían competir. A falta de un buen combate, esto sería una manera entretenida de matar el tiempo.
-Lo cierto es que vi a los gorilas muertos y me entró curiosidad de quién lo habría hecho.- contestó Arribor. -Aunque no imaginaba que hubiese más gente en este lugar.- continuó mientras miraba de reojo a un recién llegado, un hombre alto y delgaducho con el pelo de dos colores distintos. La mirada de aquel nuevo invitado resultaba inquietante. Este se dirigió al tipo del árbol y le exigió saber el motivo por el que había matado a aquellos gorilas.
A esto el tipo de la cara tapada respondió con una parrafada sobre los peligros de aquella isla y la posibilidad de que allí viviesen criaturas aún más raras que aquellos gorilas, cosas que a él ni le importaba ni lo había pensado. Luego les preguntó a ambos el por qué de su estancia en la isla, si estaban investigándola o algo o si vivían allí.
-¿Vivir aquí? ¿Quién podría vivir aquí con estos bichos por todas partes? Resultan bastante molestos. Simplemente necesito madera para mi barco.- respondió todavía sorprendido por haber encontrado a alguien más en ese sitio.
Lo cierto era que la idea de reparar su barco bajo el acoso constante de los animales que deambulaban por allí no le hacía mucha gracia, tal vez pudiese utilizar el barco de alguno de los presentes. -"En fin, ya improvisaré algo"- pensó para sí mismo.
-¿Y tú por qué has venido? No creo que estés aquí para contemplar las vistas, ¿no? ¿Has venido de caza? La verdad es que no sería mala idea.- preguntó intrigado. Esa isla era extraña y peligrosa, y encontrarse a un hombre sentado en la copa de un árbol como si nada, resultaba curioso. Aunque aquel lugar era un buen sitio para cazar, tal vez por eso estaba allí. Lo cierto es que la idea de ir de caza no le parecía mala, si resultaba que alguno de los dos desconocidos estaba allí por eso, podrían competir. A falta de un buen combate, esto sería una manera entretenida de matar el tiempo.
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Aquel maldito gyojin no tardó en salir corriendo dirección a la costa. A veces me pasaba un poco con mis propios compañeros, pero todo era por su bien. Así aprenderían a ser fuertes y no la mierda que eran. Continuamos caminando, adentrándonos cada vez en aquel bosque que no parecía llevar a ningún lado. No había ninguna civilización, o por lo menos no habíamos visto ninguna por el momento, y de hecho, difícil sería que residiera alguien a no ser que fuese en cuevas o pequeños campamentos.
Para mi mala suerte, o no tan mala, pues me estaba empezando a aburrir, los problemas nunca vienen solos. Al poco rato de habernos encontrado con aquella estúpida serpiente, se plantaron frente a nosotros un par de gorilas con cuatro brazos. Sonreí y señalé al más alejado. -Ese para vosotros tres.- Ordené, mientras me acercaba al que me miraba de frente. Mis compañeros se lanzaron a por el otro y dejé de prestarles atención. Esperaba que pudieran con aquel animal, porque si no, sería yo mismo el que acabara con sus patéticas vidas. Yo por mi parte, me acerqué a aquella bestia que no tardó en darme un puñetazo en el pecho. Me lanzó al suelo y la verdad es que dolió más del o que esperaba. No tardé en levantarme y devolverle el golpe, con la diferencia de que esta no cayó al suelo, solo retrocedió un poco. Sin vacilar, empecé a soltar una metralleta de puñetazos, cosa que no tardó en imitar aquel simio. Golpes resonaban sobre nuestros cuerpo, y finalmente acabé agarrado a dos de sus brazos haciendo fuerza, mientras él me cogía por las costillas con los otros dos.
-¿¡¡Crees que puedes ganar a un gyojin, estúpida bestia!!?- Exclamaba yo, mientras hacía gran fuerza. Tenía bastantes rasguños de la batalla, moratones y algo de sangre cayendo por mi nariz y mi boca. -¡¡Muere, maldita basura!!- Añadí, cuando con una fuerza descomunal, conseguí levantarlo y estamparlo contra el suelo de cara, dejándolo inconsciente al acto.
El otro gorila salió huyendo al ver lo que le pasó a su compañero, sin embargo, mis tres compañeros estaban llenos de bultos y de heridas. -¿En serio no habéis podido con eso?- Pregunté arqueando una ceja. -Tu también has tenido problemas capitán...- Comentó uno de ellos con dificultad en el habla por la paliza que le habían dado. -Yo estaba comprobando la fuerza de ese bicho.- Dije yo, cruzándome de brazos y girando la cara. Al final me aguanté un poco las ganas de arrancarle la cabeza a cada uno de aquellos inútiles por ser gyojins y parte de mi banda. Si yo mismo exterminaba mi raza y mi ejército, no podría proclamarla como la más fuerte del mundo.
Off: Mil disculpas por la tardanza. De hecho, no tengo excusa mas que problemas y haberme olvidado completamente de este rol. Espero que no os moleste y de nuevo os ruego disculpas.
Para mi mala suerte, o no tan mala, pues me estaba empezando a aburrir, los problemas nunca vienen solos. Al poco rato de habernos encontrado con aquella estúpida serpiente, se plantaron frente a nosotros un par de gorilas con cuatro brazos. Sonreí y señalé al más alejado. -Ese para vosotros tres.- Ordené, mientras me acercaba al que me miraba de frente. Mis compañeros se lanzaron a por el otro y dejé de prestarles atención. Esperaba que pudieran con aquel animal, porque si no, sería yo mismo el que acabara con sus patéticas vidas. Yo por mi parte, me acerqué a aquella bestia que no tardó en darme un puñetazo en el pecho. Me lanzó al suelo y la verdad es que dolió más del o que esperaba. No tardé en levantarme y devolverle el golpe, con la diferencia de que esta no cayó al suelo, solo retrocedió un poco. Sin vacilar, empecé a soltar una metralleta de puñetazos, cosa que no tardó en imitar aquel simio. Golpes resonaban sobre nuestros cuerpo, y finalmente acabé agarrado a dos de sus brazos haciendo fuerza, mientras él me cogía por las costillas con los otros dos.
-¿¡¡Crees que puedes ganar a un gyojin, estúpida bestia!!?- Exclamaba yo, mientras hacía gran fuerza. Tenía bastantes rasguños de la batalla, moratones y algo de sangre cayendo por mi nariz y mi boca. -¡¡Muere, maldita basura!!- Añadí, cuando con una fuerza descomunal, conseguí levantarlo y estamparlo contra el suelo de cara, dejándolo inconsciente al acto.
El otro gorila salió huyendo al ver lo que le pasó a su compañero, sin embargo, mis tres compañeros estaban llenos de bultos y de heridas. -¿En serio no habéis podido con eso?- Pregunté arqueando una ceja. -Tu también has tenido problemas capitán...- Comentó uno de ellos con dificultad en el habla por la paliza que le habían dado. -Yo estaba comprobando la fuerza de ese bicho.- Dije yo, cruzándome de brazos y girando la cara. Al final me aguanté un poco las ganas de arrancarle la cabeza a cada uno de aquellos inútiles por ser gyojins y parte de mi banda. Si yo mismo exterminaba mi raza y mi ejército, no podría proclamarla como la más fuerte del mundo.
Off: Mil disculpas por la tardanza. De hecho, no tengo excusa mas que problemas y haberme olvidado completamente de este rol. Espero que no os moleste y de nuevo os ruego disculpas.
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El castaño seguía observando desde lo alto del árbol con la mirada seria. Al parecer el chico que llegó preguntándole porque había matado a los gorilas se había quedado callado. El otro sin embargo si había hablado. Estaba buscando madera para su barco, además le pregunto al marine que si estaba allí cazando. Sin ningún miedo a ocultarse saltó hasta el suelo lanzando un tajo al árbol donde estaba subido. El árbol cayó pasando muy cerca del marine y haciendo un poco de ruido. Tras unos instantes respondió la pregunta del tipo del parche con una expresión tranquila en el rostro.
- Ahí creo que tienes madera suficiente. Sargento Krauser a tu servicio.
Dijo desvelando que era un marine, sin ningún temor se quedó observando al chico como si acabara de decir lo más normal del mundo. Tal vez estaba frente a piratas pero a este le daba absolutamente igual. El miedo no era algo que conociese y aunque ambos lo fueran no temía nada de nada. Pegó un bostezo de forma tranquila pues le había entrado algo de sueño y a continuación se sentó estirándose en el suelo observando al tipo del parche como si fuera una persona normal.
- Solo espero que en este sitio dragones de cabezas gigantes o algo así. Dado lo visto yo no me fio de nada. Creo que debería volver a la playa, allí tengo mi barco marine. Está lleno de hombres pero si quieres puedo llevarte a tu destino. Por otro lado si prefieres viajar solo puedo ayudarte con lo de la madera.
Estaba ofreciéndole ayuda a un pirara y no tenía idea de ello pero al fin y al cabo por ahora no había hecho nada malo aquel hombre por lo que no sospechaba de él. Lo que se había convertido en una investigación era ahora un día aburrido sin nada que hacer y en una isla llena de seres aterradores mutantes. Tal vez hubiera civilización o tal vez no pero el marine estaba con unas ganas de dormir enormes. De repente el castaño abrió mucho los ojos al escuchar un grito, había entendido algo así como ``maldita basura´´ y era una voz humana. Había que ir si o si. De repente se levantó de su sitio y se quedó observando al tipo del parche para después salir corriendo.
Suponía que el otro chico le seguiría junto al del parche pero si no lo hacían tampoco se iba a poner triste. Fue apartando ramas a toda velocidad mientras caminaba, de repente encontró lo que había ocasionado el grito. Sus ojos se pusieron serios al ver lo que estaba viendo. Frente a sus ojos había un gorila de aquellos tirado en el suelo. También un Gyojin y al juzgar por la forma y el color debía tratarse de una orca. La cara de aquel tipo le sonaba de haberla visto en algún cartel pero ahora no hacía nada. Los ojos castaño del sargento se fijaron en los ojos de la orca mientras fruncía el ceño.
- ¿Quién eres y que haces aquí?
- Ahí creo que tienes madera suficiente. Sargento Krauser a tu servicio.
Dijo desvelando que era un marine, sin ningún temor se quedó observando al chico como si acabara de decir lo más normal del mundo. Tal vez estaba frente a piratas pero a este le daba absolutamente igual. El miedo no era algo que conociese y aunque ambos lo fueran no temía nada de nada. Pegó un bostezo de forma tranquila pues le había entrado algo de sueño y a continuación se sentó estirándose en el suelo observando al tipo del parche como si fuera una persona normal.
- Solo espero que en este sitio dragones de cabezas gigantes o algo así. Dado lo visto yo no me fio de nada. Creo que debería volver a la playa, allí tengo mi barco marine. Está lleno de hombres pero si quieres puedo llevarte a tu destino. Por otro lado si prefieres viajar solo puedo ayudarte con lo de la madera.
Estaba ofreciéndole ayuda a un pirara y no tenía idea de ello pero al fin y al cabo por ahora no había hecho nada malo aquel hombre por lo que no sospechaba de él. Lo que se había convertido en una investigación era ahora un día aburrido sin nada que hacer y en una isla llena de seres aterradores mutantes. Tal vez hubiera civilización o tal vez no pero el marine estaba con unas ganas de dormir enormes. De repente el castaño abrió mucho los ojos al escuchar un grito, había entendido algo así como ``maldita basura´´ y era una voz humana. Había que ir si o si. De repente se levantó de su sitio y se quedó observando al tipo del parche para después salir corriendo.
Suponía que el otro chico le seguiría junto al del parche pero si no lo hacían tampoco se iba a poner triste. Fue apartando ramas a toda velocidad mientras caminaba, de repente encontró lo que había ocasionado el grito. Sus ojos se pusieron serios al ver lo que estaba viendo. Frente a sus ojos había un gorila de aquellos tirado en el suelo. También un Gyojin y al juzgar por la forma y el color debía tratarse de una orca. La cara de aquel tipo le sonaba de haberla visto en algún cartel pero ahora no hacía nada. Los ojos castaño del sargento se fijaron en los ojos de la orca mientras fruncía el ceño.
- ¿Quién eres y que haces aquí?
- Off:
- Dado que yuno no aparece y Yuki ha reiniciado el pj quedamos tres.
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Realmente era un tipo sin suerte. Había estado todo el día intentando evitar encontrarse con la marina para poder marcharse de allí sin problemas y el primer tipo con el que se topa y con el que empieza a hablar resulta ser un marine. Justo después de derribar un grueso árbol con un corte limpio, el hombre de la gran espada se identificó como el sargento Krauser y ofreció la madera de aquel árbol para reparar su embarcación. Un marine, era un marine; y no solo eso, sino que ostentaba el rango de sargento. No parecía que le importase demasiado el dar a conocer su rango como si nada. De hecho se sentó tranquilamente en el suelo sin el menor atisbo de preocupación por quien se había encontrado.
-Solo espero que en este sitio no haya dragones de cabezas gigantes o algo así. Dado lo visto yo no me fío de nada. Creo que debería volver a la playa, allí tengo mi barco marine. Está lleno de hombres pero si quieres puedo llevarte a tu destino. Por otro lado si prefieres viajar solo puedo ayudarte con lo de la madera.- dijo el tal Krauser.
Al principio Arribor pensó que sabía que era un pirata. Cuando dijo lo del barco de la marina lleno de hombres le sonaba a algo parecido a: "Se que eres un pirata así que no hagas tonterías." Sin embargo desechó esa idea rápidamente. Ese hombre no parecía de los que amenazaban, al menos de palabra ya que su aspecto resultaba de lo más intimidante.
Aun así podía resultarle útil. Si de verdad disponía de un barco tal vez podría llevarle hasta la siguiente isla. Pero, ¿de verdad quería subir voluntariamente a un barco de la marina repleta de soldados? Lo cierto era que la idea era bastante arriesgada pero no le apetecía permanecer más tiempo en aquel lugar. Además no le convenía que el marine se diese cuenta de que en realidad su barco ya estaba reparado, o al menos así era varias horas atrás. Aunque seguramente los malditos bichos de la isla ya habrían echado por tierra su trabajo, no quería arriesgarse a que el sargento viese que había mentido. "-En fin que más da, ya veré como van las cosas-" pensó Arribor despreocupándose.
Iba a decirle al marine que iría a por sus cosas a su barco y que si resultaba que no podía repararlo, con gusto aceptaría su oferta, sin embargo algo llamó su atención desde lo profundo de la selva. El tal Krauser echó a correr hacia las voces que se oían y Arribor decidió aprovechar para largarse. Por desgracia no recordaba exactamente hacia donde debía ir así que decidió lanzar una rama al aire y avanzar en la dirección en que señalase. Cuando esta cayó simplemente se adentró entre los árboles confiando en el azar.
Pocos segundos después se dio cuenta de su error. Había confiado en el azar y había acabado siguiendo la única dirección que no quería seguir, eso le pasaba por no prestar atención hacia donde se marchaba aquel tipo. Frente a él se encontraba el sargento de la marina así como un pequeño grupo de hombre-pez. En el suelo pudo ver un par de los gorilas mutantes típicos de aquel lugar, ambos muertos. Parecía que la isla no estaba tan desierta como pensaba en un principio, de hecho empezaba a resultar molesto que hubiese tanta gente.
La tensión entre el marine y el que parecía el líder del grupo de Gyojins era evidente. Sin embargo Arribor decidió no intervenir, lo último que necesitaba ahora era otro tipo molesto en su camino. Realmente era un tipo sin suerte.
-Solo espero que en este sitio no haya dragones de cabezas gigantes o algo así. Dado lo visto yo no me fío de nada. Creo que debería volver a la playa, allí tengo mi barco marine. Está lleno de hombres pero si quieres puedo llevarte a tu destino. Por otro lado si prefieres viajar solo puedo ayudarte con lo de la madera.- dijo el tal Krauser.
Al principio Arribor pensó que sabía que era un pirata. Cuando dijo lo del barco de la marina lleno de hombres le sonaba a algo parecido a: "Se que eres un pirata así que no hagas tonterías." Sin embargo desechó esa idea rápidamente. Ese hombre no parecía de los que amenazaban, al menos de palabra ya que su aspecto resultaba de lo más intimidante.
Aun así podía resultarle útil. Si de verdad disponía de un barco tal vez podría llevarle hasta la siguiente isla. Pero, ¿de verdad quería subir voluntariamente a un barco de la marina repleta de soldados? Lo cierto era que la idea era bastante arriesgada pero no le apetecía permanecer más tiempo en aquel lugar. Además no le convenía que el marine se diese cuenta de que en realidad su barco ya estaba reparado, o al menos así era varias horas atrás. Aunque seguramente los malditos bichos de la isla ya habrían echado por tierra su trabajo, no quería arriesgarse a que el sargento viese que había mentido. "-En fin que más da, ya veré como van las cosas-" pensó Arribor despreocupándose.
Iba a decirle al marine que iría a por sus cosas a su barco y que si resultaba que no podía repararlo, con gusto aceptaría su oferta, sin embargo algo llamó su atención desde lo profundo de la selva. El tal Krauser echó a correr hacia las voces que se oían y Arribor decidió aprovechar para largarse. Por desgracia no recordaba exactamente hacia donde debía ir así que decidió lanzar una rama al aire y avanzar en la dirección en que señalase. Cuando esta cayó simplemente se adentró entre los árboles confiando en el azar.
Pocos segundos después se dio cuenta de su error. Había confiado en el azar y había acabado siguiendo la única dirección que no quería seguir, eso le pasaba por no prestar atención hacia donde se marchaba aquel tipo. Frente a él se encontraba el sargento de la marina así como un pequeño grupo de hombre-pez. En el suelo pudo ver un par de los gorilas mutantes típicos de aquel lugar, ambos muertos. Parecía que la isla no estaba tan desierta como pensaba en un principio, de hecho empezaba a resultar molesto que hubiese tanta gente.
La tensión entre el marine y el que parecía el líder del grupo de Gyojins era evidente. Sin embargo Arribor decidió no intervenir, lo último que necesitaba ahora era otro tipo molesto en su camino. Realmente era un tipo sin suerte.
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Tras esto, y para demostrar que aquellos gorilas no podía conmigo, empecé a correr detrás del que estaba huyendo y en cuanto lo alcancé, salté sobre su espalda, estampando poco después su cabeza contra el suelo, mas no la solté. Repetí aquella acción varias veces y finalmente la levanté un poco para asestarle un tremendo puñetazo en el rostro. Agarré el cuerpo y lo cargué hasta el lugar donde estaban los otros gyojin y lancé al animal al suelo. Esbocé una sonrisa y me crují los puños. -¿Veis? Esto no es más que basura.- Dije yo mientras me limpiaba la sangre. Aquella isla era muy rara y todavía no había encontrado nada de mi interés, pero mi suerte cambiaría pronto, ya fuese a mejor o a peor. Dos hombres aparecieron de entre la maleza, uno detrás del otro. Ambos de aspecto extraño y uno de ellos cargando una enorme espada. Aquello me recordó a Cánabar, aunque este tenía cierto problema... Era un humano.
-¿Quién eres y que haces aquí?- Preguntó el primero de forma fría y breve. No parecía intimidado ante mi presencia, pero sí molesto. Su mirada se cruzaba con la mía como si batallasen entre ellas con un simple vistazo.
-¿Acaso es de tu incumbencia?- Contra pregunté yo. -Yo voy donde quiera y no tengo por qué darle explicaciones a nadie. Y a menos de que quieras morir aquí mismo, mas te vale desaparecer cuanto antes de mi vista.- Añadí, cruzándome de brazos y observando a aquellos tipos.
A decir verdad, eran las primeras personas que me cruzaba y eso podría significar que había alguna civilización en alguna parte de la isla, o quizás eran extranjeros como yo, aunque eran demasiado curiosos, o por lo menos el que preguntó, para ser personas ajenas a la isla. Sin embargo, no vine aquí en busca de algo en concreto. Esto era un descanso que nos había cogido de paso en nuestra larga travesía, aunque si encontraba algo de valor no dudaría en llevármelo.
-¿Quién eres y que haces aquí?- Preguntó el primero de forma fría y breve. No parecía intimidado ante mi presencia, pero sí molesto. Su mirada se cruzaba con la mía como si batallasen entre ellas con un simple vistazo.
-¿Acaso es de tu incumbencia?- Contra pregunté yo. -Yo voy donde quiera y no tengo por qué darle explicaciones a nadie. Y a menos de que quieras morir aquí mismo, mas te vale desaparecer cuanto antes de mi vista.- Añadí, cruzándome de brazos y observando a aquellos tipos.
A decir verdad, eran las primeras personas que me cruzaba y eso podría significar que había alguna civilización en alguna parte de la isla, o quizás eran extranjeros como yo, aunque eran demasiado curiosos, o por lo menos el que preguntó, para ser personas ajenas a la isla. Sin embargo, no vine aquí en busca de algo en concreto. Esto era un descanso que nos había cogido de paso en nuestra larga travesía, aunque si encontraba algo de valor no dudaría en llevármelo.
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El marine observaba fijamente al tipo con aspecto de orca que le habló en aquel tono tan despiadado. Pudo escuchar cómo se acercaba alguien y pensó que era el tipo de antes por lo que su mirada continuaba fija en el hombre pez. Además de haber amenazado a un marine le hablaba de mala forma. Aquel tipo se estaba metiendo en líos de los serios pero el marine no le gustaba abusar del poder de la marina y solo se quedó observando. De forma tranquila pegó su espalda a la del tronco de un árbol para después cerrar los ojos de forma calmada. Una vez estaba bien colocado allí y bien cómodo abrió los ojos observando fijamente al Gyojin. Tras unos segundos comenzó a hablarle en un tono frio y serio mientras activaba su haki de observación por si las moscas.
- Tranquilízate que estas en frente de un marine, no voy a arrestarte pese a tu falta de respeto pero te pediría que no te pasaras de la raya. Solo te he pedido tu identidad, no creo que te cueste mucho decírmela. No voy a retenerte y puedes seguir tu camino pues no te conozco de nada. Pero solo te he pedido algo que no creo que te sea difícil decirme. Yo solo cumplo mi deber y ese deber es masacrar a todos los revolucionarios y piratas que existan. Es decir, la mismísima mierda de los mares.
Dijo esa última frase frunciendo el ceño, no había llegado aún a ver los carteles nuevos y la cara del Gyojin no le sonaba mucho. Solo había visto la de un Gyojin rubio con algo de pinta de crio inmaduro pero poco más. Además peleó con el Gyojin que se hacía llamar Sawaki. El pobre tiburón fue aplastado por el marine que ahora estaba frente a la orca. En esa isla ocurría algo raro y no era bueno llevarse a malas con los que allí había. Su barco estaba en la playa y si todos colaboraban podría usarlo para sacarlos de allí. Los cadáveres de los gorilas le hacían sonreír de lado pues él también había eliminado a unos cuantos sin ninguna piedad, pues la piedad era algo que el marine desconocía.
Su mirada ahora estaba fija en los demás que acompañaban a la orca pero después el marine volvió su mirada hacía aquel Gyojin negro y blanco. Esperaba su contestación después de haberle hablado. Separó su espalda del árbol dando un paso hacia delante dándole la espalda a la persona que estaba tras él. No se terminaba de fiar mucho pero contaba que aquellos dos no fueran piratas y que no se aliaran o el marine estaría en problemas serios. De todas formas no descartaba la posibilidad de que fueran simples ciudadanos perdidos y todo saliera bien pero algo le decía que aquel Gyojin no iba a ser alguien con quien hablar de forma civilizada. Esperaba tranquilo sus palabras esperando a ver su reacción mientras que sus ojos lo observaban de forma calmada.
- Tranquilízate que estas en frente de un marine, no voy a arrestarte pese a tu falta de respeto pero te pediría que no te pasaras de la raya. Solo te he pedido tu identidad, no creo que te cueste mucho decírmela. No voy a retenerte y puedes seguir tu camino pues no te conozco de nada. Pero solo te he pedido algo que no creo que te sea difícil decirme. Yo solo cumplo mi deber y ese deber es masacrar a todos los revolucionarios y piratas que existan. Es decir, la mismísima mierda de los mares.
Dijo esa última frase frunciendo el ceño, no había llegado aún a ver los carteles nuevos y la cara del Gyojin no le sonaba mucho. Solo había visto la de un Gyojin rubio con algo de pinta de crio inmaduro pero poco más. Además peleó con el Gyojin que se hacía llamar Sawaki. El pobre tiburón fue aplastado por el marine que ahora estaba frente a la orca. En esa isla ocurría algo raro y no era bueno llevarse a malas con los que allí había. Su barco estaba en la playa y si todos colaboraban podría usarlo para sacarlos de allí. Los cadáveres de los gorilas le hacían sonreír de lado pues él también había eliminado a unos cuantos sin ninguna piedad, pues la piedad era algo que el marine desconocía.
Su mirada ahora estaba fija en los demás que acompañaban a la orca pero después el marine volvió su mirada hacía aquel Gyojin negro y blanco. Esperaba su contestación después de haberle hablado. Separó su espalda del árbol dando un paso hacia delante dándole la espalda a la persona que estaba tras él. No se terminaba de fiar mucho pero contaba que aquellos dos no fueran piratas y que no se aliaran o el marine estaría en problemas serios. De todas formas no descartaba la posibilidad de que fueran simples ciudadanos perdidos y todo saliera bien pero algo le decía que aquel Gyojin no iba a ser alguien con quien hablar de forma civilizada. Esperaba tranquilo sus palabras esperando a ver su reacción mientras que sus ojos lo observaban de forma calmada.
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La tensión en el ambiente podía palparse con facilidad. Normalmente le resultaba difícil encontrar a alguien más irritante que él mismo, pero aquel Gyojin había demostrado no tener problemas a la hora de encararse con quien fuera. En ese caso, el tipo de la espada fue el objetivo de sus borderías. El hombre-pez exigió que se apartara de su camino sino quería acabar muerto y contrariamente a lo que se desprendía de su aspecto, el marine respondió con bastante calma. En cierto modo le molestó que el Gyojin ni siquiera le hubiese prestado atención pero no le dio demasiada importancia. Tal vez fuese mejor que aquel tipo no se fijara en él, sería muy problemático verse involucrado en el camino de los marines. Y más justo cuando estaba a punto de salir de aquel maldito lugar.
Arribor observó detenidamente a los dos hombres. Ambos parecían de lo más confiados pero, aunque a simple vista podía no parecerlo, a él le daba la impresión de que estaban apunto de saltar el uno sobre el otro. -"Es una lástima que no pueda quedarme." -pensó mientras se escabullía sigilosamente hacia la derecha en un intento por salir del alejarse del pequeño grupo de desconocidos que allí se había reunido. Estaba deseoso de abandonar la isla de una vez y con un poco de suerte su bote estaría en buenas condiciones para ello. Tal vez incluso podría robar el barco de los hombres-pez, si es que habían utilizado alguno y no habían venido nadando.
En ese momento, mientras ascendía por una pequeña pendiente de tierra centrado en sus pensamientos, el terreno bajo él cedió y perdió el equilibrio. Intentó sujetarse sin éxito a una rama cercana y acabo tambaleándose hasta que algo detuvo su caída. Resultó ser el torso del enorme Gyojin negro y blanco que parecía tan poco amistoso. Arribor recuperó la verticalidad y se le quedó mirando unos segundos. Después se dio la vuelta, se apartó lentamente y, sin pronunciar palabra ni disculparse en lo más mínimo, se alejó despacio intentando pasar desapercibido. Confiaba en que por algún tipo de milagro del universo nadie se hubiera dado cuenta y pudiera seguir su camino hasta la costa.
Arribor observó detenidamente a los dos hombres. Ambos parecían de lo más confiados pero, aunque a simple vista podía no parecerlo, a él le daba la impresión de que estaban apunto de saltar el uno sobre el otro. -"Es una lástima que no pueda quedarme." -pensó mientras se escabullía sigilosamente hacia la derecha en un intento por salir del alejarse del pequeño grupo de desconocidos que allí se había reunido. Estaba deseoso de abandonar la isla de una vez y con un poco de suerte su bote estaría en buenas condiciones para ello. Tal vez incluso podría robar el barco de los hombres-pez, si es que habían utilizado alguno y no habían venido nadando.
En ese momento, mientras ascendía por una pequeña pendiente de tierra centrado en sus pensamientos, el terreno bajo él cedió y perdió el equilibrio. Intentó sujetarse sin éxito a una rama cercana y acabo tambaleándose hasta que algo detuvo su caída. Resultó ser el torso del enorme Gyojin negro y blanco que parecía tan poco amistoso. Arribor recuperó la verticalidad y se le quedó mirando unos segundos. Después se dio la vuelta, se apartó lentamente y, sin pronunciar palabra ni disculparse en lo más mínimo, se alejó despacio intentando pasar desapercibido. Confiaba en que por algún tipo de milagro del universo nadie se hubiera dado cuenta y pudiera seguir su camino hasta la costa.
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A pesar de mi carencia de buenos modales y de mi brusquedad junto a la amenaza que solté hacia aquel hombre, que no se quedaba corto en altura, este no reaccionó como esperaba, de hecho me trató con respeto, alegando que aquel era su trabajo y que no buscaba otra cosa mas que mi nombre. No obstante, añadió que masacraba piratas y revolucionarios, dando la casualidad que yo estaba asignado en uno de esos bandos, por el simple hecho de viajar en un barco con bandera y cometer delitos. Desconocía el poder de aquel marine, y si había momentos en los que la ira y la sed de sangre frente a humanos no me invadía, era cuando no tenía el suficiente conocimiento de la situación y no estaba seguro de si saldría vivo o no. No quería desperdiciar mi vida por un arrebato.
-Bueno, si ese es el caso, tendré que presentarme como es debido.- Dije, cambiando mi tono amenazante por uno más cordial. -Soy Kaiser, un gyojin que se dedica al comercio internacional en busca de objetos valiosos que poder vender para sacarme un buen pellizco. Y ellos son mis ayudantes.- Explicaba yo, improvisando una mentira para evitar una pelea de la cual desconocía el posible resultado. -Y disculpa los modales, suelo mantener una actitud tal que la anterior para intimidar a los saqueadores, piratas o cualquier otra persona que pretenda atacarme.- Finalicé.
Poco después chocó contra mi el otro sujeto que llegó junto al marine. Este se recompuso, dio media vuelta y continuó su camino sin decir nada. Si no fuera porque estaba en medio de una mentira y no quería destaparla tan rápido, le hubiera arrancado la yugular en aquel instante. Ignoré lo sucedido y fijé mi mirada en el hombre que buscaba mi identidad.
-Por cierto. ¿Hay alguna civilización o algo por aquí? Llevamos un rato buscando por esta jungla, pero lo único que hemos encontrado han sido estos gorilas, bastante agresivos y duros de pelar, por cierto.- Pregunté, esperando una respuesta interesante.
-Bueno, si ese es el caso, tendré que presentarme como es debido.- Dije, cambiando mi tono amenazante por uno más cordial. -Soy Kaiser, un gyojin que se dedica al comercio internacional en busca de objetos valiosos que poder vender para sacarme un buen pellizco. Y ellos son mis ayudantes.- Explicaba yo, improvisando una mentira para evitar una pelea de la cual desconocía el posible resultado. -Y disculpa los modales, suelo mantener una actitud tal que la anterior para intimidar a los saqueadores, piratas o cualquier otra persona que pretenda atacarme.- Finalicé.
Poco después chocó contra mi el otro sujeto que llegó junto al marine. Este se recompuso, dio media vuelta y continuó su camino sin decir nada. Si no fuera porque estaba en medio de una mentira y no quería destaparla tan rápido, le hubiera arrancado la yugular en aquel instante. Ignoré lo sucedido y fijé mi mirada en el hombre que buscaba mi identidad.
-Por cierto. ¿Hay alguna civilización o algo por aquí? Llevamos un rato buscando por esta jungla, pero lo único que hemos encontrado han sido estos gorilas, bastante agresivos y duros de pelar, por cierto.- Pregunté, esperando una respuesta interesante.
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Los castaños ojos continuaban observando al Gyojin. Esperaba una respuesta por su parte, sus ojos no le quitaban la vista de encima. Su expresión era totalmente calmada y relajada y lo único que tenía alerta era su haki de observación. De repente pasaron unos segundos y el silencio continuaba, la tensión se podía palpar en el ambiente. Tras unos segundos aquel hombre orca de aspecto imponente habló. Una vez lo hizo, el marine pegó un suspiro mientras asentía tranquilamente. El tipo decía ser un vendedor que buscaba objetos valiosos. Podía ser cierto pues aquella isla estaba deshabitada. Sería un buen yacimiento de tesoros y secretos escondidos. La calma volvió de nuevo a la situación, todo había sido un malentendido al parecer y ya todo estaba mejor, aquel ser acuático pudo pensar que Krauser y el otro hombre se trataban de otros buscadores y eso le hubiera perjudicado y le hubiera dado motivo para ponerse así de agresivo. No era bueno ese aspecto pero el marine hizo la vista gorda, aquella orca no parecía nada débil y esos brazos de un machetazo podían hundirle bajo tierra, una gota de sudor le cayó al marine por la frente pensando e imaginando aquello.
- Bien, en ese caso mis disculpas.
Dijo tranquilamente para después mirar tras él y darse cuenta que el otro tipo había desaparecido totalmente. No sabía donde se podía haber metido y aquello ahora era un misterio, sin embargo no iban a tardar mucho en descubrir el resultado del chico del parche en el ojo. A los oídos del marine llegó una especie de sonido, como si de un desprendimiento se tratase, de repente observó hacia arriba y pudo ver como aquel tipo del parche caía sobre el torso del Gyojin. Tras aquello retrocedió un poco como si estuviese asustado, el marine suspiro mientras ponía una expresión de pereza total. Ese chico estaba liándola demasiado y el demonio de la niebla sabía muy bien que los Gyojines no son muy pacíficos con los seres humanos. No quería tener que poner calma allí de nuevo, pero al parecer la orca no se lo tomó a mal y lo dejó pasar, algo que sin duda el marine le agradeció con la mirada. Ahora el chico parecía alejarse, era como si estuviese nervioso o algo así. Tal vez por los seres del mar, finalmente el marine volvió a escuchar las palabras del Gyojin llamado Kaiser, nombre que curiosamente le sonaba de algo.
- Lo lamento, en esta isla no hay mucho que hacer. He sido mandado a investigar y solo encuentro fieras, no hay rastro de civilización.
Dijo con un tono calmado y tranquilo mientras observaba al Gyojin con un rostro de pereza total, incluso soltó un bostezo mientras echaba los brazos hacia arriba. La misión había terminado, no había nada en la isla salvo animales salvajes con algunas mutaciones. El caso era averiguar la razón de las mutaciones, habría que enviar otra expedición de científicos para que se hiciera cargo, sin embargo eso ya era cosa de otro marine. Él ya había hecho bastante y ahora tenía ganas de echarse una buena siesta y poner rumbo al cuartel del Norte para entrenar un poco con su espada antes de la siguiente misión, que conociendo a sus superiores, sabía de sobra que no tardaría mucho en surgir. Se giró dándole la espalda al Gyojin mientras le volvió a dirigir la palabra de forma calmada y con un tono tranquilo e inexpresivo que no mostraba ninguna emoción prácticamente, algo normal en el Gran Espada.
- Bueno, ha sido un placer Kaiser, pero yo debería largarme ya a mi barco. ¿Alguna pregunta antes de mi marcha?
- Bien, en ese caso mis disculpas.
Dijo tranquilamente para después mirar tras él y darse cuenta que el otro tipo había desaparecido totalmente. No sabía donde se podía haber metido y aquello ahora era un misterio, sin embargo no iban a tardar mucho en descubrir el resultado del chico del parche en el ojo. A los oídos del marine llegó una especie de sonido, como si de un desprendimiento se tratase, de repente observó hacia arriba y pudo ver como aquel tipo del parche caía sobre el torso del Gyojin. Tras aquello retrocedió un poco como si estuviese asustado, el marine suspiro mientras ponía una expresión de pereza total. Ese chico estaba liándola demasiado y el demonio de la niebla sabía muy bien que los Gyojines no son muy pacíficos con los seres humanos. No quería tener que poner calma allí de nuevo, pero al parecer la orca no se lo tomó a mal y lo dejó pasar, algo que sin duda el marine le agradeció con la mirada. Ahora el chico parecía alejarse, era como si estuviese nervioso o algo así. Tal vez por los seres del mar, finalmente el marine volvió a escuchar las palabras del Gyojin llamado Kaiser, nombre que curiosamente le sonaba de algo.
- Lo lamento, en esta isla no hay mucho que hacer. He sido mandado a investigar y solo encuentro fieras, no hay rastro de civilización.
Dijo con un tono calmado y tranquilo mientras observaba al Gyojin con un rostro de pereza total, incluso soltó un bostezo mientras echaba los brazos hacia arriba. La misión había terminado, no había nada en la isla salvo animales salvajes con algunas mutaciones. El caso era averiguar la razón de las mutaciones, habría que enviar otra expedición de científicos para que se hiciera cargo, sin embargo eso ya era cosa de otro marine. Él ya había hecho bastante y ahora tenía ganas de echarse una buena siesta y poner rumbo al cuartel del Norte para entrenar un poco con su espada antes de la siguiente misión, que conociendo a sus superiores, sabía de sobra que no tardaría mucho en surgir. Se giró dándole la espalda al Gyojin mientras le volvió a dirigir la palabra de forma calmada y con un tono tranquilo e inexpresivo que no mostraba ninguna emoción prácticamente, algo normal en el Gran Espada.
- Bueno, ha sido un placer Kaiser, pero yo debería largarme ya a mi barco. ¿Alguna pregunta antes de mi marcha?
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La tensión del ambiente se había reducido. El marine y el Gyojin parecían haberse calmado y las chispas que saltaban entre ellos habían sido sustituidas por una especie de buena educación forzada, en la que ambos intentaban evitar un combate con el otro. En ese último Arribor estaba completamente de acuerdo. Normalmente no evitaría un combate sino que lo alentaría y provocaría un enfrentamiento entre los tres, pero en aquel momento su sentido común imperaba y sabía que si comenzaba una pelea contra aquella gente no saldría bien parado. Creyó que sería más fácil simplemente largarse de allí sin que nadie se fijara en él.
Tras chocar con el Gyojin reemprendió la caminata hacia su barco, esperando que los malditos animales mutantes de aquel extraño lugar no lo hubieras vuelto a destrozar. No le apetecía en absoluto volver a repararlo, especialmente porque no se le daba muy bien, así que se conformaría con que flotara y pudiese alejarle del barco de la marina que había anclado en alguna parte cerca de la costa. Quería evitar a toda costa que se dieran cuenta de que era un pirata, pues sabía que si empezaban a disparar cañonazos lo tendría complicado para poder salir de allí de una pieza.
Lo último que oyó de aquel extraño grupo fue al marine del espadón diciendo si alguien tenía alguna pregunta para él. Por un momento estuvo tentado de preguntarle por qué demonios se tapaba la cara en un clima tan caluroso y húmedo como aquel, pero después pensó que sería mejor no saberlo. Igual resultaba que tenía colmillos o algo así, cosas más raras había visto. Al cabo de un par de horas en las que se perdió varias veces, llegó hasta su pequeña embarcación, la cual por suerte continuaba entera. La única pega era que había una especie de serpiente en ella pero pudo lanzarla al mar sin dificultad.
Sin pensar en los dos extraños hombres que había dejado atrás, subió a su barca y emprendió el camino hacia la siguiente isla, esperando que no llegara a otro páramo sin civilización repleto de violentos animales mutantes que parecían sacados de las historias más raras. Se alegraba de haber dejado atrás aquel lugar, ahora solo quedaba seguir adelante.
Tras chocar con el Gyojin reemprendió la caminata hacia su barco, esperando que los malditos animales mutantes de aquel extraño lugar no lo hubieras vuelto a destrozar. No le apetecía en absoluto volver a repararlo, especialmente porque no se le daba muy bien, así que se conformaría con que flotara y pudiese alejarle del barco de la marina que había anclado en alguna parte cerca de la costa. Quería evitar a toda costa que se dieran cuenta de que era un pirata, pues sabía que si empezaban a disparar cañonazos lo tendría complicado para poder salir de allí de una pieza.
Lo último que oyó de aquel extraño grupo fue al marine del espadón diciendo si alguien tenía alguna pregunta para él. Por un momento estuvo tentado de preguntarle por qué demonios se tapaba la cara en un clima tan caluroso y húmedo como aquel, pero después pensó que sería mejor no saberlo. Igual resultaba que tenía colmillos o algo así, cosas más raras había visto. Al cabo de un par de horas en las que se perdió varias veces, llegó hasta su pequeña embarcación, la cual por suerte continuaba entera. La única pega era que había una especie de serpiente en ella pero pudo lanzarla al mar sin dificultad.
Sin pensar en los dos extraños hombres que había dejado atrás, subió a su barca y emprendió el camino hacia la siguiente isla, esperando que no llegara a otro páramo sin civilización repleto de violentos animales mutantes que parecían sacados de las historias más raras. Se alegraba de haber dejado atrás aquel lugar, ahora solo quedaba seguir adelante.
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Al parecer se habían tragado mi mentira, aunque no sabía por cuanto tiempo duraría, por lo que debía intentar finalizar la conversación y marcharme de allí antes de que la verdad saliese a la luz. El tipo que chocó contra mí, se marchó en cuanto tuvo ocasión, parecía que tampoco quería problemas así que no lo detuve, si supuestamente era un comerciante, no debía manchar mis manos de sangre. El marine en cambio, se disculpó y respondió a mi pregunta, alegando que no parecía haber ninguna clase de civilización, por lo que esta isla se tornaba cada vez menos interesante. Finalmente anunció su marcha y preguntó si tenía alguna duda antes de que se fuera.
-El placer es mío señor, y no, esa era mi única pregunta y ya me la has respondido. Muchas gracias y buen viaje, yo seguiré un rato por la isla a ver si encuentro algo que pueda serme útil.- Dije en un tono agradable, cosa extraña en mí. -Así que sin más dilación, yo también me voy.- Añadí, adentrándome más en el bosque.
Caminamos durante unos cuantos minutos, sin encontrar nada relevante, solo fieras de gran tamaño y bastante peculiares que quité de nuestro camino a base de golpes. Ya no estaba de humor y no me contenía, así que ninguna de aquellas fieras conseguía alcanzarme, sus vidas perecían antes de conseguir clavar sus colmillos en mi carne o tan si quiera tocarme. Mis compañeros me preguntaron la razón por la cual no había matado a aquel marine, así que les expliqué que a pesar de que debíamos eliminar los humanos, primero debíamos saber a que nos enfrentábamos. No podíamos lanzarnos de cabeza a una muerte segura ni atacar a todo aquel que se nos cruzase sin saber cuan fuerte podía ser. Quizás le hubiera matado con facilidad, pero cabía la posibilidad de que hubiésemos acabado en rodajas ante aquel colosal arma, comparable a la espada de Cánabar.
-Nuestra meta está clara, pero no hay ninguna prisa. Todo a su tiempo chicos... Todo a su tiempo.- Dije yo, esbozando una sonrisa ladeada.
-El placer es mío señor, y no, esa era mi única pregunta y ya me la has respondido. Muchas gracias y buen viaje, yo seguiré un rato por la isla a ver si encuentro algo que pueda serme útil.- Dije en un tono agradable, cosa extraña en mí. -Así que sin más dilación, yo también me voy.- Añadí, adentrándome más en el bosque.
Caminamos durante unos cuantos minutos, sin encontrar nada relevante, solo fieras de gran tamaño y bastante peculiares que quité de nuestro camino a base de golpes. Ya no estaba de humor y no me contenía, así que ninguna de aquellas fieras conseguía alcanzarme, sus vidas perecían antes de conseguir clavar sus colmillos en mi carne o tan si quiera tocarme. Mis compañeros me preguntaron la razón por la cual no había matado a aquel marine, así que les expliqué que a pesar de que debíamos eliminar los humanos, primero debíamos saber a que nos enfrentábamos. No podíamos lanzarnos de cabeza a una muerte segura ni atacar a todo aquel que se nos cruzase sin saber cuan fuerte podía ser. Quizás le hubiera matado con facilidad, pero cabía la posibilidad de que hubiésemos acabado en rodajas ante aquel colosal arma, comparable a la espada de Cánabar.
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Todo estaba solucionado, el Gyojin se había marchado y el chico del parche había hecho lo mismo al parecer, ya no había más tiempo qué perder en aquel lugar extraño. El marine ahora se giró de forma tranquila y observó un poco a su alrededor, había sido un viaje corto pero al menos la isla había quedado investigada y no había nada más que decir en aquel lugar. Krauser se fue alejando de la selva, pronto llegó a la orilla, donde pudo ver su barco, pegó un suspiro y usó un bote para acercarse hasta él. Tras unos segundos logró montarse en él, los hombres le esperaban allí.
- Bueno chicos, no hay nada raro en esta isla, está deshabitada y solo hay animales mutados. Creo que podemos seguir nuestro camino al cuartel.
Tras aquellas palabras, el marine empezó a caminar de forma tranquila hasta llegar a su camarote, una vez allí, dejó su espada bajo la cama como de costumbre y se estiró un poco. Entrecerró los ojos y pensó un poco sobre aquel Gyojin, después de unos segundos abrió un cajón y sacó una pequeña libreta de color negro, después la abrió tranquilamente hasta que vio algo que le impresionó. Después de unos segundos soltó una pequeña carcajada con actitud seria mientras miraba aquello. Había tenido frente a él, al mismísimo capitán de Atesaki. No se había dado cuenta, un fallo grave por su parte, por otro lado la orca había jugado un buen papel engañándole completamente. Memorizó perfectamente su cara y se cruzó de brazos mirando una foto del tipo del parche, lo que hizo que le cayera una gotita de sudor por la cabeza.
- Joder, si era el tipo del desierto. Necesito un artilugio para reconocer criminales, como el que tiene Karl. Esto no es justo, se me han escapado dos buenas presas, pero bueno ya no se puede hacer nada. Ya cogeré a estos dos cuando tenga la ocasión de hacerlo, no se escaparan del demonio de la niebla, eso está claro.
Tras aquellas palabras, el castaño cerró su libreta pegando un suspiro y se tumbó en la cama mientras miraba al techo, el barco se movía, se dirigía al cuartel del Norte. Allí tenía su base, era donde operaba sus misiones junto a los demás marines, era un buen sitio y le gustaba bastante a decir verdad. Finalmente se durmió allí tumbado, ya le despertarían en cuanto llegaran a su objetivo.
- Bueno chicos, no hay nada raro en esta isla, está deshabitada y solo hay animales mutados. Creo que podemos seguir nuestro camino al cuartel.
Tras aquellas palabras, el marine empezó a caminar de forma tranquila hasta llegar a su camarote, una vez allí, dejó su espada bajo la cama como de costumbre y se estiró un poco. Entrecerró los ojos y pensó un poco sobre aquel Gyojin, después de unos segundos abrió un cajón y sacó una pequeña libreta de color negro, después la abrió tranquilamente hasta que vio algo que le impresionó. Después de unos segundos soltó una pequeña carcajada con actitud seria mientras miraba aquello. Había tenido frente a él, al mismísimo capitán de Atesaki. No se había dado cuenta, un fallo grave por su parte, por otro lado la orca había jugado un buen papel engañándole completamente. Memorizó perfectamente su cara y se cruzó de brazos mirando una foto del tipo del parche, lo que hizo que le cayera una gotita de sudor por la cabeza.
- Joder, si era el tipo del desierto. Necesito un artilugio para reconocer criminales, como el que tiene Karl. Esto no es justo, se me han escapado dos buenas presas, pero bueno ya no se puede hacer nada. Ya cogeré a estos dos cuando tenga la ocasión de hacerlo, no se escaparan del demonio de la niebla, eso está claro.
Tras aquellas palabras, el castaño cerró su libreta pegando un suspiro y se tumbó en la cama mientras miraba al techo, el barco se movía, se dirigía al cuartel del Norte. Allí tenía su base, era donde operaba sus misiones junto a los demás marines, era un buen sitio y le gustaba bastante a decir verdad. Finalmente se durmió allí tumbado, ya le despertarían en cuanto llegaran a su objetivo.
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Arribor se recostó sobre el lateral de su pequeño bote, apartando los sacos repletos de provisiones y cantimploras para poder acomodarse mejor. Si algo había aprendido durante sus largos viajes era que la comodidad es lo más importante en cualquier momento, incluso por encima de la seguridad personal. Cualquiera puede navegar de un lado a otro pero hacerlo cómodamente era uno de los pocos privilegios que todo el mundo podía permitirse, incluido él. Sin embargo toda su comodidad, confort y relajación se fueron al garete cuando vio pasar el barco marine junto a él, además de varios soldados asomados por la cubierta y señalándole. Era curioso como un simple bote diminuto con capacidad para dos o tres personas como mucho llamaba la atención de los soldados que tripulaban un barco de guerra con cientos de marines en su interior.
El pirata intentó ocultarse como pudo, remando rápidamente en busca de cierta seguridad y distancia del enorme buque. Sin tener en cuenta el peligro de que cualquier ola traicionera podía enviarle derecho a chocar violentamente contra él, lo que conllevaría una muerte segura, no quería arriesgarse a que alguno de los marines le reconociera. No tenía problema con que le viesen esos tipos, o al menos no le importaría si no tuviesen cañones, en ese caso simplemente abordaría su barco y se limitaría a robarlo; el problema era que estaba seguro de que en con ellos iba el tipo de la espada. Ese hombre le daba miedo, parecía sacado de las pesadillas de un monstruo marino y no quería correr el riesgo de que averiguase que era un pirata y decidiese capturarlo. Odiaría que la suerte que le mantuvo alejado de su "radar" se acabase justo cuando ya se marchaba.
Por suerte o por desgracia, el oleaje comenzó a volverse cada vez más violento, hasta el punto de estar a punto de volcar en varias ocasiones. Al menos eso le serviría para poder alejarse de los marines, quienes estarían demasiado ocupados preparando su barco para una posible tormenta como para preocuparse por él. En cierto modo le parecía una señal del universo, una especie de recompensa por el extraño y caótico día que había tenido que soportar. Aunque no tenía capacidades de navegación, confiaba en que su suerte continuase hasta llegar a la siguiente isla. Arribor contempló la enorme tormenta que venía en su dirección, agarró con fuerza los remos y sonrió.
El pirata intentó ocultarse como pudo, remando rápidamente en busca de cierta seguridad y distancia del enorme buque. Sin tener en cuenta el peligro de que cualquier ola traicionera podía enviarle derecho a chocar violentamente contra él, lo que conllevaría una muerte segura, no quería arriesgarse a que alguno de los marines le reconociera. No tenía problema con que le viesen esos tipos, o al menos no le importaría si no tuviesen cañones, en ese caso simplemente abordaría su barco y se limitaría a robarlo; el problema era que estaba seguro de que en con ellos iba el tipo de la espada. Ese hombre le daba miedo, parecía sacado de las pesadillas de un monstruo marino y no quería correr el riesgo de que averiguase que era un pirata y decidiese capturarlo. Odiaría que la suerte que le mantuvo alejado de su "radar" se acabase justo cuando ya se marchaba.
Por suerte o por desgracia, el oleaje comenzó a volverse cada vez más violento, hasta el punto de estar a punto de volcar en varias ocasiones. Al menos eso le serviría para poder alejarse de los marines, quienes estarían demasiado ocupados preparando su barco para una posible tormenta como para preocuparse por él. En cierto modo le parecía una señal del universo, una especie de recompensa por el extraño y caótico día que había tenido que soportar. Aunque no tenía capacidades de navegación, confiaba en que su suerte continuase hasta llegar a la siguiente isla. Arribor contempló la enorme tormenta que venía en su dirección, agarró con fuerza los remos y sonrió.
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Tras comprobar con seguridad que no había ningún tesoro ni ningún civil, nos dirigimos nuevamente al barco. Aquella isla había sido un fracaso total. Una pérdida tiempo en toda regla, tanto es así que empezaba a maldecir mi suerte por haber ido a parar aquella isla. Cuan inútil había sido nuestro esfuerzo por encontrar algo bueno, que de no ser por mi astucia, podríamos haber acabado muertos o entre rejas. Subimos al navío y nos preparamos para zarpar. Di órdenes de que prepararan el barco y me dirigí a mi camarote. Entré en este y llamé a uno de mis subordinados. -Tú. Dile a Sidney que se pase por aquí. Estoy demasiado estresado y necesito una buena moza. ¡Vamos, date prisa inútil!- Exclamé, esperando que aquel idiota cumpliese mi orden y así fue.
-¿Necesitas algo, capitán?- Preguntó la hermosa sirena. Su voz era angelical. Su cabello era largo y ondulado, de color miel al igual que sus enormes ojos. Su cuerpo era hermoso, de curvas envidiables y con grandes senos. Su cola era escamada, del color ya citado, aunque con algunas franjas blancas.
-¿Acaso no es obvio?- Preguntó el gyojin, acercándose a la muchacha. Acarició su mentón y lamió su mejilla para después retroceder un par de pasos. -Prepara algo de comer para mí y rapidito, me muero de hambre y no tengo ganas de esperar.- Continuó la orca entre algunas risas.
La sirena se fue, confusa pues muchas habrían pensado algo distinto, creyendo que las intenciones del capitán se basaban en el coito. Tras un corto periodo de tiempo volvió con una bandeja. La comida no era muy elaborada, lo mucho que había que hacer era coger los ingredientes y ponerlos en el plato. Una bandeja de plata con un montón de pescado crudo. Salmones, truchas, carpas, sardinas. Una buena variedad para un hambriento devora peces. Le entregó la comida y se fue, dejando solo a aquel hombre que disfrutaría de su manjar.
-Estúpidos humanos. Mira que trastear con el pescado para matar su sabor. ¡Crudo es la mejor manera de degustarlo!- Decía yo, pensando en voz alta a la vez que cogía uno de aquellos animales y lo introducía en mi boca para devorarlo.
-¿Necesitas algo, capitán?- Preguntó la hermosa sirena. Su voz era angelical. Su cabello era largo y ondulado, de color miel al igual que sus enormes ojos. Su cuerpo era hermoso, de curvas envidiables y con grandes senos. Su cola era escamada, del color ya citado, aunque con algunas franjas blancas.
-¿Acaso no es obvio?- Preguntó el gyojin, acercándose a la muchacha. Acarició su mentón y lamió su mejilla para después retroceder un par de pasos. -Prepara algo de comer para mí y rapidito, me muero de hambre y no tengo ganas de esperar.- Continuó la orca entre algunas risas.
La sirena se fue, confusa pues muchas habrían pensado algo distinto, creyendo que las intenciones del capitán se basaban en el coito. Tras un corto periodo de tiempo volvió con una bandeja. La comida no era muy elaborada, lo mucho que había que hacer era coger los ingredientes y ponerlos en el plato. Una bandeja de plata con un montón de pescado crudo. Salmones, truchas, carpas, sardinas. Una buena variedad para un hambriento devora peces. Le entregó la comida y se fue, dejando solo a aquel hombre que disfrutaría de su manjar.
-Estúpidos humanos. Mira que trastear con el pescado para matar su sabor. ¡Crudo es la mejor manera de degustarlo!- Decía yo, pensando en voz alta a la vez que cogía uno de aquellos animales y lo introducía en mi boca para devorarlo.
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