Misión nº1 (Privado solo Kage Akuma) Los nobles no tienen sangre azul.

El barco de Kage Akuma había llegado a la isla de Dawn. Hacía muy poco que Kedra había formado su propia tripulación, una que iba a ser muy distinta a las demás. No se dedicarían a navegar haciendo el idiota, este equipo empezaba ya pisando fuerte. El mismísimo capitán había puesto ya el primer objetivo, tenía dos nakamas por el momento y ahora los consideraba personas a las que ayudar a cumplir sus sueños debido a que ellos le ayudaban a él. La primera orden había sido colocada en un tablón de la sala de estar. Se trataba de un papel viejo y sucio donde con letras mayúsculas y visibles ponía claramente el objetivo. –Ya tenemos primer objetivo, vamos a arrasar la isla de Dawn por completo visitando todas sus zonas, el primer objetivo es el barrio noble llamado Goa. Al menos debemos conseguir entre los tres unas tres bajas nobles, no importa a quien mas matéis mientras caigan tres de esos inútiles, es hora de mostrar el poder de las sombras. Cuando leáis esto dirigíos a las puertas de Goa, estaré esperando en la entrada. –Este era el mensaje dejado por Kedra, ahora solo debían leerlo Ruxer y Dexter.
 
Tal como había dicho, el castaño ahora estaba a las puertas de Goa, sin embargo se encontraba sentado con la espalda pegada a un árbol. Llevaba una capucha negra colocada y solo sus dorados ojos podían verse. Sus mechones castaños caían sobre su frente mientras el viento ondeaba las hojas de aquel árbol en el que estaba echado. La chaqueta negra estaba abierta dejando ver su cuerpo, unos pectorales bien formados y fuertes y unos abdominales desarrollados y perfectos. Sus brazos no podía verse pero se notaba su buen grosor, en la zona del corazón llevaba una luna negra tatuada de forma de cuarto creciente. En sus pies llevaba sus botas blancas de metal y portaba un pantalón largo y blanco. Este llevaba un cinturón negro donde se podía ver una funda del tamaño de una navaja, en su pierna derecha llevaba otra funda del tamaño de una pistola. Aquel día era un día donde aquella banda oscura se daría a conocer, por ahora eran solo tres, pero cada uno de ellos tenía un poder abrumador. No era una experiencia agradable enfrentarse a cualquiera de ellos, Kedra por su parte había conseguido despertar en poco tiempo el haki de observación y el haki de armadura, sin embargo no los dominaba aún muy bien.
 
Había elegido atacar Goa debido a que era una zona rica donde había nobles por todas partes y mucha vigilancia. Si conseguían eliminar a unos cuantos y encima matar o burlar a los guardias, se ganarían buena fama y algún que otro cartel por sus cabezas. No había ningún problema pues si algún marine idiota o algún agente del gobierno trataban de atacar a alguno de sus hombres, ese tipo desearía no haber nacido. Ahora solo faltaba que sus dos compañeros llegaran a lugar acordado, esperaba que no se quedaran fritos debido a que aún eran las siete de la mañana, pero pese a la temprana hora, el maldito sol ya pegaba con fuerza. No había rastro de nubes ni de lluvia en la zona por lo que estaba claro que el día no iba a cambiar mucho. Una ligera brisa de viento levantó la capucha del chico espectral dejando ver sus dorados ojos, el blanco de sus ojos eran de un tono negro tétrico y su mirada era seria e imponente. No se colocó la capucha y se quedó allí quieto observando cómo los carros de la gente pasaban de un lado  a otro entrando en Goa y saliendo. No sabían lo que se les venía encima a esos insensatos nobles que seguramente estarían felices haciendo sus estúpidas tareas y dando las ordenes abusivas de cada día.

Dexter desembarcó aquella mañana en Dawn. Aquella era una isla maravillosa. Sol, arena, músicos y nobles por todas partes, chiquillas enamoradizas... Dexter se sentía como en casa. Allí tal vez pudiera encontrar la canción perfecta. Acordes únicos y voces melódicas, bellas sopranos que conquistar con una flor. Tal vez pudiera hacerlas cantar en un concierto privado tras una actuación pública, deliciosos pescados azules y bebidas dulces al paladar, ardientes a la garganta. La vida de un músico pirata sin talento para los instrumentos, eso era. Buscar bebidas, damas y grandes canciones. No había elegido hacerse prófugo, y aquello debería cambiar su vida, pero su baja recompensa y su carisma lo hacían una persona difícil de reconocer como pirata. Su aspecto inofensivo y sus habilidades de combate lo hacían una combinación letal. No parecía peligroso, pero podía llegar a serlo. Armado con sus dagas y una katana cuyo origen desconocía, los que buscaban atacarlo recibían un gran castigo por la osadía. Sin embargo, dentro de poco su presencia y capacidad de convicción no iban a ser suficiente, pues el hombre al que había decidido seguir por el momento, Kedra "La Pesadilla", era un vil psicópata, empeñado en hacerse famoso como pirata más cruel de los mares. Se había sentido en la obligación de Ir con aquel capitán en su sentido de la moral. Podría llegar a convencerlo de dejar las crueldades, salvo con el Gobierno Mundial. Era también más fácil ganar fama así que asesinando civiles, por muy nobles que fueran. Además, en Dawn, como buena isla de la nobleza, poseía un destacamento de Marines para protegerlos de la miseria.

Se acercó por el puerto hasta las puertas de la gran ciudad, Goa. Ya había estado en aquella isla antes, cuando se cruzara con la preciosa Tifa en Gray Terminal, pero debía reconocer que la ciudad era, sin duda, al menos algo más limpia. La suciedad de aquella ciudad residía en la opulencia, las joyas de los habitantes, los precios de las tiendas y restaurantes en los que se gastaría toda su fortuna en un plato mediocre. Kedra estaba cerca, sentado a la sombra de un árbol, al amparo de la oscuridad, como gustaba y acostumbraba en días de sol, oculto bajo una capucha. Tal como el plan dictaba, Dexter debería distraer a la gente con su carisma, o armando un barullo. Hizo a su capitán el gesto de identidad, para que supiera que no se trataba de un imitador. Aquel día llevaba un abrigo rojo anaranjado, y era probable que Kedra no conociera el abrigo, pues a penas hacía días que se conocían y tenía un armario de más de trescientas piezas. Sin embargo, pese a que pensaba cumplir el plan de que Kedra se hiciera famoso, iba a impedir que matara a inocentes. Sin embargo, siempre podía mandarle algunos marines para que un verdadero escándalo lo convirtiera en el terror del East Blue.

Avanzó por las calles despacio, dedicándole sonrisas a las mozas y reverencias a las ancianas, mientras ignoraba a los varones y despreciaba a los marines. No tardó mucho en llegar a una casa de tres plantas, pintada de un tono rosado. Allí viviría una mujer rica, o una familia. En cualquier caso, no le sería difícil entrar y reducirlos, si era necesario. Llamó a la puerta y rápidamente le abrió una mujer obesa, mórbida, cuyos carrillos enfrentaban el tamaño de un glúteo humano normal. No parecía muy amable, así que, luchando contra su instinto de buenos modales, la empujó, tirándola contra el suelo. Entró en la casa mientras la mujer rodaba tratando de levantarse, entre gritos y maldiciones, lanzando algún perjuro hacia el dragón, pero la ignoró. Llegó al centro de la casa, un enorme salón de maderas caras bañadas en oro puro y platas. Acto seguido, gritó.

¡Llamad a la marina, u os mataré!- Hizo una pausa, y habló más calmado-. Lo digo en serio.

Ese me encontraba yo en el barco de mi banda en la cual me incorpore hacia no mucho. Me encontraba en mi camarote durmiendo, cosa normal a esas horas de la mañana. Estaba en un sueño placido en el cual le arrebataba la vida a un sin fin de marines, cuando más estaba disfrutando de mi sueño algo me hizo despertarme, la ausencia de mi espada hizo que me despertara. Me levante en seguida y empecé a buscarlo por todo mi camarote, pero no la veía. Entonces salí y vi que ni Kedra ni Dexter estaban en el barco, me extrañe muchísimo. Pero seguí buscando mi querida arma, entonces por fin la vi en un rincón de la sala de estar. Sentí un gran alivio, la cogí y me la coloque a la cintura. La siguiente pregunta era donde se supone que se habían metido mi capitán y mi otro compañero. Nada más pensar en eso mis ojos se posaron sobre una nota, la cual estaba sucia y vieja, en la que ponía un comunicado de Kedra. Sinceramente, ami no me gustaba matar civiles, aunque si es verdad que los nobles de Goa tenían fama de tratar como basura a los pobres, cosa que odiaba debido a que yo en el pasado había sido de clase social baja. Bueno aún así me prepare, me puse mi gabardina y por supuesto mi gorro con el símbolo del oso, entonces me dispuse a ir a donde habíamos acordado.

Salí del barco y me encamine a ir a la entrada de Goa, mientras iba caminando se respiraba un buen ambiente, todo el mundo parecía feliz, unos niños jugando en la calle, señoritas paseando a la luz del sol. En fin era un buen día. Sin embargo a los que yo tenía más ganas de encontrarme era a algún marine descarriado, tenía ganas de ensartar a alguno con mi espada. En fin, cuando me acerqué a la entrada vi desde lejos a Kedra, era imposible no reconocerle. Como si no lo conociera me senté al lado suyo y dije.

Ruxer: Ya estoy aquí, y bien ¿cual es el plan?

Le pregunte mientras observaba que Dexter no estaba ahí, entonces pensé que a lo mejor seguía en el barco o ya habían empezado el plan.

Ruxer: Y por cierto, ¿dónde está Dexter?

La mujer consiguió levantarse, aún entre gritos, maldiciones y palabras que una señora jamás debería decir. Ante la amenaza de Dexter, la mujer cogió un pequeño Den Den Mushi guardado en un cajón. Tenía engarces de oro y joyas, como el resto de la casa. De repente a Dexter dejó de darle lástima. Aún así, era su obligación salvarle la vida de Kedra a aquella gente, pero podía darles una lección. La mujer comenzó a hablar y Dexter pudo escucharla decir "loco", "matar", "vengan" y los enlaces correspondientes. "Perfecto...", pensó Dexter mientras paseaba por la casa tratando de parecer lo más malvado posible. De repente vio una vitrina llena de armas, con sus correspondientes fundas, todas de cuero rojo y terciopelo negro. Rompió la vitrina y sacó un fusil. Era algo antiguo, pero parecía en buen estado, y con unos ajustes podría usarlo sin mucho problema. Cogió el estuche y guardó el arma, y siguió revisando armas para incrementar su arsenal. Había dos pistolas gemelas con muy buena pinta. Eran no muy grandes, pero el calibre de la bala era indudablemente alto. Tal vez un 40 o un 44. Balas de corta distancia en pistola, pero a menos de 20 metros precisión extrema y daño interesante. Se cogió las fundas y se quitó el abrigo. Se colocó el arnés del que las fundas colgaban de forma bastante accesible, y colocó las dos armas. Junto al espacio vacío que había dejado, había paquetes de balas, tal vez con munición suficiente para un tiroteo largo.

Las cogió justo a tiempo para ver llegar a una panda de marines, armados con pistolas y sables. "Cuánto metal", pensó el dragón. Algo de electricidad podría ocasionarles un fatal desenlace, pero no lo sabían, y era mejor que siguiera así. Eran unos diez u once marines, y le parecieron pocos. "Kedra no se dejará detener tan fácilmente. En fin, supongo que no queda más remedio...". Sacó sus dagas y dejó electricidad fluir libremente por su cuerpo, haciendo que saltara a cada uno al que se iba aproximando, y luego a otro. Iban quedándose paralizados, y no podían responder al ataque, mientras el Zafiro negro los dejaba vivos, pero inconscientes. Contaba con que la mujer, en estado de Shock, no distinguiera aquello. Se acercó a ella, tratando de parecer terrorífico. La miró con sus ojos azules, grises, impenetrables, que podrían hacer temblar a cualquier persona con un nivel de cordura medio.

-¿Esto es todo?¿Llamas a esa chusma contra mí?¿Pretendes parar al rayo con gente tan débil?-Intentó sonar lo más descabelladamente loco que pudo, y le pareció conseguirlo. Le arrancó el mushi de las manos, y se lo tiró de nuevo-. Vuelve a llamar, y como no me quede contento con lo que venga, acabarás así- Señaló a la pila de marines chamuscados pero vivos que estaban a su espalda.

Tardó un poco, pero funcionó. Cuando los marines empezaban a despertarse, llegaron unos treinta hombres para dar refuerzo. Uno de ellos llevaba una chapa que indicaba ser oficial, probablemente un sargento, y lo instaron a rendirse por las buenas. Habría sido una opción válida si no fuera porque su captura habría significado la muerte de mucha gente. Decidió que lo mejor era dejarlos a todos débiles, pero vivos. Lanzó una gran descarga que los paralizó unos instantes, y salió empujándolos a todos. Era increíble el tamaño de aquella casa, acogía a cuarenta personas y aún parecía grande. Sólo faltaba detectar a Kedra. Usando su olfato, pudo deducir que estaba en un callejón, junto a tres personas más. Lo encontró detrás de tres marines, y casi pudo predecir sus intenciones, sin necesidad de ver el futuro. Era obvio...

-Kedra, tenemos que irnos, me han pillado. Me sigue un ejército, esto está abocado al fracaso-Dijo, tratando de fingir preocupación, aunque le pareció que no era muy convincente.

Después de que Kedra me contará el plan se levantó, dejó caer su capa y entonces se dirigió hacia el interior de la ciudad. Entonces sonreí y pensé."Esto va a ser divertido, ya que seguramente haya algún marine por ahí".Entonces como había hecho antes mi capitán me levante y me dispuse a completar la misión dirigiéndome adentro de Goa. Cuando llevaba un rato andando me fijé que empezaban a aparecer marines nerviosos y les entendí no se que de un tipo que había atacado a una casa de nobles, supuse que había sido alguno de mis compañeros de tripulación. Supuse que ya se estaban divirtiendo y yo también quería unirme a la diversión, pero eso si, lo mío era más matar a los marines que a los nobles, aunque si se lo mandaba su capitán lo haría rápido y punto. Decidí seguir a aquellos marines, ya que pensé que si les seguía encontraría donde estaba todo el barullo. Andaba intentando ocultar mi gran espada con mi gabardina pero la verdad es que me resultaba imposible por el gran tamaño de la propia espada. Supuse que si matábamos a alguien el plan era matarlo sigilosamente, pero siendo honestos, era complicado que alguien como yo matase sigilosamente, por un motivo muy simple, no era mi estilo.

Cuando los marines llegaron al lugar, yo me paré a una distancia prudencial y me puse en una esquina para que no me vieran. Parecía que la casa, la cual había atacado uno de mis compañeros, no había matado a los nobles que había dentro de ella. Me preguntaba porque no les había matado y donde se supone que se habían metido, mientras veía la escena y me preguntaba estás cuestiones, de repente, oí una voz detrás mía la cual se dirigía a mi."Perdone un momento, ¿le podría hacer unas preguntas?"Me volví y era un marine, un simple recluta. A girarme no pude evitar que mi espada se pusiera a la vista, el marine la miro fijamente y luego como asustado me miró a mi. Sabía que iba a soltar un grito, cuando rápidamente le tapé la boca y le estampé la cabeza contra la pared. Entonces pensé que había faltado un pelo para que me delatase frente a los otros marines. Y cuando creía que estaba todo resuelto giré un momento la cabeza y ahí estaban, dos marines que vieron lo que acababa de hacer, a lo cual salieron corriendo para avisar al resto. Pensé que daba un poco igual, y no intente pararles. Cogí al marine inconsciente y me puse en medio de la calle. Entonces el pelotón de marines me rodeó y su capitán me dijo:"Estas detenido, quedas bajo arresto por el poder que me otorga el gobierno mundial". Cuando dijo eso me puse a reír como si estuviera loco. Entonces paré y dije: "El ultimo marine que me dijo eso no acabo muy bien". Entonces saqué mis espada, quedé con mi espada en la mano derecha y el marine inconsciente en la izquierda. Eran como unos quince y muy pocos tenían armas de fuego, el resto tenía espadas, por lo que al tener un rehén, aunque estuviera inconsciente, aumentaban mis posibilidades.

El chico lobo estaba a punto de hacer sobre aquellas escorias, era el fin de esos marines que habían sentenciado su muerte entrando en aquel callejón de Goa. Ya los tenía debajo, los dorados ojos del castaño brillaban con fuerza mientras estaba listo para el sato y eliminarlos allí mismo sin pensárselo ni un segundo. De repente una voz llegó a sus oídos, una voz conocida y bastante seria. Le había llamado por su nombre y además de eso le había dicho que le seguía un ejército  y todo estaba destinado al fracaso. Este giró su cuello hacia la voz y su olfato hizo el resto, era el olor de Dexter, y segundos después sus ojos lo confirmaron con una simple mirada. Al parecer le habían pillado, no era bueno permanecer allí entonces, debía huir para poner a salvo a sus compañeros, debido a la voz del chico dragón, aquellos marines se percataron de la presencia de ambos. Kedra saltó hacia abajo con la pierna por delante pisando las cabezas de dos de ellos, una con cada bota metálica y debido a la altura en la que estaba, partió los cuellos fácilmente. Nada más aterrizar, antes de que el otro se girara, sacó su navaja y la atravesó contra la parte de atrás de la cabeza del marine, después la sacó y lanzó una patada al cuerpo tirándolo a un lado.
 
Nada iba a salvar al menos aquellos tres, la mirada del lobo espectral era sádica y al mismo tiempo sádica, era una persona que disfrutaba matando y organizando maldades y atentados. La piedad para los marines y agentes del gobierno no estaba en su diccionario y era muy probable que el próximo objetivo fuera atentar contra un Yonkaikyo. –Vaya, en ese caso será mejor que encontremos a Ruxer, no podemos dejarle solo, si le pasa algo a mi compañero eliminare esta ciudad por completo. –Dijo aquellas palabras en un tono muy serio, era increíble que el asesino se preocupara por alguien, era fácil saber que solo era malo con quien merecía. No iba a dejar a ninguno de sus hombres allí, aunque hubiera un ejército no dudaría en matar a todo el mundo siempre y cuando se metiesen por medio. A paso lento pero calmado se acercó a su compañero con aquella mirada inexpresiva de siempre, al quedar justo a su lado, sonrió de lado frenándose. Su mirada seguía apuntando al frente, la voz grave del lobo se dirigió a Dexter. –Si te ves en peligro no dudes en huir camarada, no te preocupes por mí, iré a buscar a Ruxer y después nos reuniremos en la salida, si quieres puedes buscarlo conmigo o por tu cuenta, pero no dejaremos a nadie atrás. Somos un equipo y por lo tanto siempre debemos estar unidos.
 
Tras sus palabras sonrió de nuevo mientras sus ojos dorados brillaban un poco más y su olfato se ponía en marcha, iba siendo hora de localizar al oso del grupo. Los distintos olores llegaban hasta el lobo negro, eran muchos los que allí había y era muy complicado adivinar con certeza el del chico de su banda. De repente pudo notar como de una dirección venía mucho olor a metal y pólvora junto, además de olor a acero y demás. Ese olor debían ser rifles, espadas y armaduras de los marines. Si había un grupo tan elevado reunido solo podía significar que Ruxer estaba allí, de repente guardó su navaja en la funda de su cinturón y cruzó las manos. Se estiró mientras dejaba crujir los huesos de los nudillos de sus dedos, una vez lo hizo, dirigió su mirada de nuevo a su compañero. –Está  a unos treinta metros al este de la ciudad, parece ser que hay un buen número de marines reunidos camarada. Dejaremos a los nobles en paz, pero esa escoria autoritaria, no va a salir viva de aquí. –Tras sus palabras salió corriendo dirigiéndose a donde debía estar Ruxer, esperaba llegar a tiempo antes de que le pasara nada pues si le pasaba algo, podía temblar todo el mundo. Se movía por la calle ágilmente mientras empujaba a todos, la gente cada vez era más escasa, eso sería que no querían líos con la marina y se alejaban, ya quedaba poco para llegar y no sabía si Dexter le estaba siguiendo.

El chico lobo se giró, mirándolo con su habitual expresión tranquila. No parecía molestarle en absoluto el no poder cumplir la misión que tenía como objetivo, ni tampoco parecía importarle demasiado el ejército que lo perseguía. Cuarenta hombres armados tras Dexter, y Kedra no parecía tener intención de rendirse o huir. "Hay algo extraño en él. Es más que un simple lobo", pensó, mientras recordaba el día que se conocieron. Ambos había tenido que usar su fruta, pero no le pareció ver nada especial en él, y estaba claro que se equivocaba. Con su misma expresión calmada como era habitual, mas con tono serio, profirió una amenaza hacia la ciudad si a Ruxer le pasaba algo. "De él ya me encargo yo", dijo para sí mismo mientras el psicópata asesinaba a los tres marines que tenía por delante.

–Si te ves en peligro no dudes en huir camarada, no te preocupes por mí, iré a buscar a Ruxer y después nos reuniremos en la salida, si quieres puedes buscarlo conmigo o por tu cuenta, pero no dejaremos a nadie atrás. Somos un equipo y por lo tanto siempre debemos estar unidos.

El chico tenía razón. Debían encontrar a Ruxer, y aunque estaba seguro de que podría apañárselas solo mientras ellos se encargaban de los demás, debían prestarle apoyo por si se veía en apuros. El concepto de bien y mal de aquella gente era un tanto peculiar, pero por suerte el de lealtad y deber era firme. Por aquella razón también se había unido a Kage Akuma. Era una banda formada por gente fiel, y con sueños similares a los suyos, aunque sin duda bastante más violentos que el Zafiro Negro, pero en el fondo, y pese a la psicopatía que sentían aquellos dos, buena gente. No estaba tampoco del todo seguro de que Ruxer fuera malo, sólo le parecía un hombre traumatizado, que pagaba todo ello con la marina por algún motivo. De repente, la voz del lobo volvió a sonar.

–Está a unos treinta metros al este de la ciudad, parece ser que hay un buen número de marines reunidos camarada. Dejaremos a los nobles en paz, pero esa escoria autoritaria, no va a salir viva de aquí.

El capitán salió disparado hacia la salida del callejón, dando empujones a los marines, que por algún motivo no conseguían atraparlo. "Es muy ágil", pensó mientras el chico lobo se alejaba de su vista. Él podría intentar lo mismo, pero no era tan discreto como Kedra. Si hacía algo, tenía que ser a lo grande. Sus manos se volvieron garras, al tiempo que su cuerpo comenzaba a recubrirse de una firme capa de escamas azules, brillantes como zafiros. Sus piernas se estiraban y su torso también, mientras sus brazos se alargaban y su cara tomaba un aspecto reptiliano. De su espalda brotaron dos alas membranosas, lo suficientemente grandes como para darle un temible aspecto de depredador sanguinario. Emitió un rugido atronador, y chispas eléctricas comenzaron a recorrer su cuerpo momentáneamente. Tal vez Kedra hubiera escuchado su grito de guerra. Puede que se oyera hasta en la posición de Ruxer.

-Hay dos formas de hacer esto- dijo, con su tono calmado, aunque su voz era mucho más grave y gutural que en forma humana-. La buena, en la que me dejáis pasar sin mover un pelo, y la mala en la que todos morís antes de tocarme una escama.

Comenzó a moverse con paso tranquilo. Las garras de sus pies dejaban pequeños arañazos en el adoquinado, mientras el batir de sus alas levantaba algo de viento. Aquellos hombres parecían temerle, y en un principio no se movían. "Así me gusta". Pero había uno que no parecía tener mucho miedo. Aquel sargento, que no tardó mucho en gritar "¡A la carga!". Mentalmente Dexter respondió "Electronegativa", y comenzó a canalizar energía a través de él, mientras los marines sacaban sus armas y se disponían a atacar. "Metal. Pararrayos. Gente estúpida...". Descargó toda su electricidad sobre aquella gente. Rayos partieron en dirección a cada arma, dejando fritos en el suelo y medio chamuscados los cadáveres de unos veintitantos marines, y otros tantos inconscientes con alguna quemadura. Si no hubiera sido por aquellas armas que ahora yacían en el suelo medio fundidas por la tensión y el calor tendría que haber gastado muchas más energías para aquello, pero por suerte muchos marines eran idiotas. Por desgracia Kedra ya andaba lejos, su olfato se lo decía. Dio un gran salto y se puso sobre un tejado. Vio a Kedra ir por la calle, y a Ruxer no muy lejos, metido en líos. comenzó a correr por los tejados, dando saltos y aleteando de vez en cuando por los cambios de edificio, hasta llegar a la posición desde la que veía al Oso.

-Parece que necesitas que te echen una mano- dijo, volviendo a su forma humana aún sobre el tejado. Kedra no tardaría en llegar, y no dudaba que su ayuda sería prescindible. Estaba un poco cansado tras chamuscar a tanta gente. Aún no controlaba del todo su poder. Sólo esperaba poder largarse cuanto antes. Ya se habían dado a conocer, y era lo que el lobo quería.

Después de los acontecimientos en jaya Inaga no había subido al barco de Kedra, sino que había tomado un camino diferente para poder realizar sus últimas ofrendas antes de empezar la que sería su nueva vida. Aun así Kedra le dijo que su próximo destino seria la isla de Dawn, así que sin dudarlo después de realizar las ofrendas puso rumbo al puerto de Dawn en un pequeño bote, seguramente ellos abran llegado cuando llegue yo, y así era.

El sol salía por el horizonte, pude comprobar cómo brillaba con fuerza,  la brisa marina le llevaba directamente al puerto hacia el buque insignia de Kage akuma. Cuando llego al barco, pudo ver enormes columnas de humo saliendo de la ciudad, sin duda Kedra ya no estaría a bordo, aun así dejó el bote atado al Barco mediante una soga, y subió a bordo. Efectivamente no había nadie, en el interior en lo que parecía una sala de estar pude ver un tablón que tenía un papel viejo escrito que decía.

Ya tenemos primer objetivo, vamos a arrasar la isla de Dawn por completo visitando todas sus zonas, el primer objetivo es el barrio noble llamado Goa. Al menos debemos conseguir entre los tres unas tres bajas nobles, no importa a quien más matéis mientras caigan tres de esos inútiles, es hora de mostrar el poder de las sombras. Cuando leáis esto dirigíos a las puertas de Goa, estaré esperando en la entrada.

Ya sabía que tenía que hacer, se enfundo las cuchillas y la flauta a la espalda, al salir a cubierta gracias a su oído bien desarrollado, escuchó varias voces que venían de la parte de abajo del barco.

Creo que este es su barco anoche no estaba, si lo capturamos no podrán salir de la ciudad.
Sargento, subimos a bordo?

Adelante! Tomad el barco en nombre del gobierno.

No había duda los hombres que habían abajo debían ser marines, sin dudarlo transformo todo su cuerpo en cuarzo, se puso en posición de la Danza derviche, con los pies semiflexionados y los brazos abiertos, con las palmas de la mano una mirando a la tierra y la otra al cielo. Cuando el primer marine subió por la cubierta no tuvo tiempo para nada más que gritar, grito que quedo ahogado cuando las garras de Inaga atravesaron su cara. Su cuerpo cayo a la arena donde se encontraba los demás marines. 3 de ellos portaban rifles, dos espadas y el que tenia la gorra de sargento portaba un hacha a dos manos. Una lluvia de sangre los baño a todos, a la vez que Inaga en su forma de cuarzo descendía de la cubierta en una espiral de cortes que cogió desprevenido a los dos marines que llevaban espadas, cortándoles la piel con cada giro, después de tres vueltas, y seis cortes para cada marine estos cayeron al suelo soltando un alarido agónico.
El sargento ordeno abrir fuego sobre el monje, pero debido al cuerpo de este, las balas solo lascaron la superficie del cuerpo, la cual se volvió a recubrir por medio del mismo mineral.

Señor posee una akuma no mi!

Los marines miraron a su horrorizado Sargento, el cual blandiendo el hacha a dos manos cortó uno de los brazos cristalinos de Inaga, pero a la misma vez la garra que portaba en el otro brazo atravesó el cuello del Sargento, haciendo gala de una fuerza sobre humana, levanto el cuerpo y lo lanzo en dirección a los marines que ya empezaban a huir dejando los rifles en el camino.
Le tomo un tiempo recomponer su brazo pues aun no dominaba la habilidad del todo, una vez estuvo recuperado, cogió su flauta y avanzo por las calles de la ciudad mientras tocaba una lúgubre canción, su aspecto ensangrentado, chocaba con la música que salía de él.

Mientras recorría las calles, se encontró con un grupo de marines rodeando a un joven, eran 15 marines que portaban todo tipo de armas, por el contrario el joven que era un poco más bajo que el monje, con gabardina oscura, y un gorro con una insignia de lo que parecía ser un oso, agarrando a otro marine por el cuello que le servía de escudo.

Justo cuando la oruga pensó que era su final, se convirtió en mariposa.

Que tenemos aquí, ¿Creéis que por ser marines podréis tratar sin honor a los demás? 15 contra uno, eso está mal. ¿Joven le dejarías a este humilde anciano echarte una mano?

Cualquiera que viera a Inaga, se encontraría con un hombre alto, Iba vestido con un traje que ocultaba las alas de su espalda, calvo, pues el sombrero se le cayó al hacer una reverencia mientras decía estas palabras, sus ojos claros y su espesa barba, la flauta plateada la sostenía en una mano que aun portaba la garra por la cual se veían gotas de sangre. No conocía al joven, pero pensó que debía estar aliado con Kedra para que los marines le persiguieran con tanto ahincó. No vio la figura alada que rondaba por los tejados, pues ahora mismo estaba pendiente del grupo de marines.

El asesino continuaba corriendo mezclándose entre las personas manteniendo sus ojos entrecerrados, la gente apenas se fijaba en él pues al parecer estaban ocupadas mirando las joyas de los mercados o los extraños ingredientes que había por doquier. Muchos eran los hombres que abrían puestos con preciosa caros que solo la gente de aquella zona de la isla se podía costear, sin duda alguna eran unos viles parásitos que solo merecían la muerte de forma lenta y dolorosa. El capitán de la tripulación de las sombras pudo escuchar con su fino oído lo que parecía ser un rugido, al parecer Dexter estaba liándola ya, no le molestaba en absoluto y esperaba que el dragón eléctrico se divirtiera. No quería que se aburriese en aquella primera misión que tenían. Los pasos del chico lobo le seguían conduciendo a la posición de su compañero cuando pudo oler al chico dragón, ya le había adelantado y seguramente estaría con el chico de la fruta del oso.

- Hmp…

De repente un nuevo olor llegó a las fosas nasales del castaño. Un olor que reconocía. Los gritos y los sonidos de llamaradas confirmaron su teoría, al parecer Akai había llegado y se había unido a la acción, sin duda alguna su poder destructivo era increíble. Era el nuevo portador de la fruta del fuego, cuando el castaño atravesó el corazón del revolucionario, el chico más tarde encontraría la fruta con aquel poder. Se encontraron por primera vez en Arlong Park y allí decidió ofrecerle unirse a su causa y el chico aceptó. Además otro chico más se había unido, ahora no sabía del paradero del muchacho de la fruta de los poderes oculares, pero lo que era seguro, era que la ciudad estaba en problemas. No había dos seres terribles atacándola, la cruda realidad era que nada más ni nada menos que cinco miembros de Kage Akuma estaban invadiendo y destruyendo el lugar. Entre ellos el líder y el sublíder.

El usuario de la fruta mitológica del cadejo negro, el usuario de la fruta mitológica del dragón azul, el usuario de la fruta del fuego, un hombre de cuarzo y un chico con una fruta de oso. Estaban causando verdaderos estragos, la mitad de la tripulación estaba allí, aún faltaban otros cinco miembros que estarían en el barco durmiendo o por ahí liándola. Por el momento en la tripulación había dos supernovas. Kedra y Meneror eran los dos con más recompensa por el momento, seguramente los demás pronto aumentarían la suya también. Los sonidos de la gente gritando continuaban llegando a los oídos del cadejo negro, tras un par de minutos por fin pudo llegar a la zona de combate. Notó el olor del monje también desde hacía ya rato, al verle lo confirmó y fue cuando supo que verdaderamente estaban los cinco. El chico oso mantenía a un tipo cogido del cuello y le estaban apuntando quince marines.

Kedra saltó colocándose al lado del chico oso y de aquel marine que usaba de escudo humano, los demás marines comenzaron a apuntarle a él también cuando de repente la sonrisa del lobo negro aumentó exageradamente mientras una terrible aura oscura comenzaba a salir alrededor de su cuerpo. Los marines fruncieron el ceño a punto de disparar pero de repente empezaron a temblar de miedo. La potente habilidad del perro del diablo era poder sembrar el miedo por donde pasaba, varios perros de la zona que parecían muy feroces, comenzaron a llorar agachando las cabezas y los marines terminaron por tirar sus armas muertos de miedo. Esperaba que sus compañeros no tuvieran mucho miedo pues podía ser un problema, pero si quería salvar al chico castaño oscuro, no podía hacer otra cosa o lo hubieran matado. A continuación hizo desaparecer su aura, pero no iba a dar tiempo a reaccionar a los marines. Iba a eliminarlos de forma rápida antes de que volvieran a coger las armas del suelo pues no era conveniente para Ruxer.

- Mayin Okami.

Dijo de repente mientras sus ojos se tornaban de un color rojizo intenso y un aura blanca rodeaba su cuerpo totalmente. De repente se desplazó a una velocidad que al ojo humano le costaría muchísimo de seguir (inferior al soru) hacia los marines y uno a uno iba elevando las piernas golpeándoles y partiendo cuellos. También usaba los puños y las rodillas para ejercer poderosos combos que acabaran rápidamente con aquellos inútiles que se hacían llamar justicia. En menos de dos minutos aquellos tipos estaban en el suelo jadeando molidos a golpes y algunos de ellos muertos. El aura desapareció del cuerpo del cadejo negro. Su olfato volvió a detectar como se acercaban mucho más. Chasqueó un momento la lengua para mirar a sus compañeros de forma calmada alzando la voz todo lo que podía para que pudieran escucharle bien alto y claro.

- Parece ser que vienen más marines, están usando las puertas del reino para entrar, nos atrincheraremos aquí. Tenemos calles, tejados y casas enormes para camuflarnos de esos insectos. Que no quede ni un marine vivo, vienen muchísimos, yo me ocupare de la puerta del Sur, si alguno está en peligro que haga una señal.

Tras decir aquellas palabras se quedó quieto observando a su tripulación y esperando a ver qué ocurría pues el olor a pólvora de los fusiles se empezaba a acercar demasiado y por muchas direcciones distintas, comenzaba la gran batalla.

La situación se ponía interesante. Kedra había llegado junto a Ruxer y los marines comenzaban a sentir el miedo en sus corazones. Dexter también, pero ya estaba acostumbrado al miedo que provocaba el Lobo cuando usaba aquella habilidad. Era bastante simple evitarlo, una vez que la sangre comenzaba a helarse sabía que debía pensar en cosas cálidas, y Nadia era lo primero. También en sensaciones calientes, por muy sangrientas que fueran. La muerte de su padre, y el odio que sentía por el asesino desconocido lo alimentaban para mantener el valor ante aquella técnica de Kedra. El chico lobo corría y mataba marines sin escrúpulos, pero Zafiro estaba demasiado cansado como para frenarlo.

Comenzaba a oler a dos personas conocidas. El monje venía por un lado, tranquilamente, mientras el loco del fuego llegaba montado en su tabla voladora y comenzaba a quemarlo todo. Olía a calor, como si estuviera ardiendo en su interior, y en parte le preocupaba aquello, pues sabía que aquel tipo era mucho peor que Kedra, en muchos sentidos. Gozaba de la destrucción y el caos, y no tenía ningún principio ético. O los escondía muy bien bajo su ardiente manto de destrucción. Akai era el nuevo usuario de la mera mera no mi, una fruta muy peligrosa, una logia de fuego que perteneció en su día a Jin Sufer, otro malnacido que, por suerte, Kedra había matado. Pero el resultado que aquello había dado al legársela a otro loco estaba por verse. Dexter aún temía el día en que tuviera que matar a toda su tripulación cuando fuera demasiado poderosa para que el mundo pudiera tolerarlas. Ser niñera y verdugo no le gustaba, pero era su deber.

-Parece ser que vienen más marines, están usando las puertas del reino para entrar, nos atrincheraremos aquí. Tenemos calles, tejados y casas enormes para camuflarnos de esos insectos. Que no quede ni un marine vivo, vienen muchísimos, yo me ocupare de la puerta del Sur, si alguno está en peligro que haga una señal.

"Perfecto, ahora Kedra se emociona", se dijo mientras un brillo azul comenzaba a recorrer su cuerpo, y las alas empezaban a brotar. Se levantó sobre aquella terraza, y dio un largo salto que culminó en el inicio de su vuelo. Su cuello se estiraba a la vez que le nacía una bella cola y sus brazos se fundían al motor de vuelo. Su longitud alcanzó los diez metros, y el dragón voló. Con aquello seguramente fuera suficiente para asustar a los Marines y que abrieran las puertas de nuevo, o si no las derribaría él. Profirió un enorme rugido, cargado de electricidad que comenzó a llover en pequeñas chispas por la tierra, causando leves daños a quienes tuviera debajo. Pero le serviría para sembrar el miedo de mejor forma que la habilidad de Kedra, aunque le vendría bien su ayuda, para potenciarlo. Voló rumbo a la puerta, que se mantenía cerrada. Hizo unos cálculos rápidos, y por algún motivo decidió que lo mejor era romperla de un cabezazo. "Muy bien, Dexter, usando la cabeza", se dijo cuando se llevó por delante el enorme portón, dejándose un serio dolor de cabeza. Era hora de dar la vuelta y avisar a los demás.

-¡Kedra!- gritó, aún sobrevolando la zona-. Si nos quedamos nos matarán a todos. Son demasiados.

Nada era demasiado para el dragón, pero su intención desde que entró a la banda del lobo era impedir aquellas cosas. Salvar las vidas que pudiera y evitar que las locuras de aquella gente supusieran una verdadera molestia para el mundo. Pero tenían que marcharse ya.

Antes de que a Inaga le diera tiempo a actuar, su capitán apareció de un salto y basto su  mera presencia para que a todos los marines se les encogiera el corazón, de golpe proyectó un aura que acrecentó el miedo de los marines, hasta el monje sintió un escalofrió pero no de miedo sino de convicción pues sabía que la decisión de seguir al joven no había sido errónea.

En medio de toda esa confusión Inaga aprovecho para acrecentar el drama de la situación, pues mientras este despachaba a los 15 marines el monje aprovechaba para tocar un réquiem que se adaptaba perfectamente a los movimientos de su capitán, cada vez más rápida y frenética pues los movimientos de su capitán era de una velocidad atroz, en menos de dos minutos ninguno de esos marines volvería a empuñar un arma. Cuando acabo con voz calmada dio sus órdenes.

- Parece ser que vienen más marines, están usando las puertas del reino para entrar, nos atrincheraremos aquí. Tenemos calles, tejados y casas enormes para camuflarnos de esos insectos. Que no quede ni un marine vivo, vienen muchísimos, yo me ocupare de la puerta del Sur, si alguno está en peligro que haga una señal.

Inaga observó como se reunían mas miembros de la tripulación, ya tendría tiempo más adelante para presentarse por ahora seguiría las órdenes de su capitán. Y eso hizo, guardando su flauta se desplazó hacia el oeste.

Yo cubriré la zona oeste.

Danzando corrió por la calle la cual se encontraba desierta, aprovechó este momento para volver su cuerpo totalmente transparente. De esta forma podría emboscar al primero que pasara por el cruce al final de la calle, cuando llego a la intersección se quedo quieto esperando la llegada de los marines, los cuales avanzaban por la vía escoltando un carruaje de color azul, al observarlo mejor se dio cuenta de que lo conducían dos hombres que vestían con traje y sombrero negro. Cuando la comitiva de 25 marines estuvo cerca, el monje en su estado transparente hizo crecer 25 columnas de cuarzo de 1 metro cada una las cuales brotaron atravesando los pies de los marines dejándolos inmovilizados.
Estupefactos los marines presenciaron como sus compañeros eran cortados por un ser que era invisible para ellos, algunos intentaron partir el cuarzo que les atravesaba con el único resultado de sufrir un dolor atroz. Mientras tanto los hombres trajeados se subieron al tejado de la carroza intentando encontrar al agresor inútilmente. Al cabo de dos minutos todos los marines yacían en el suelo desangrándose, sus gritos de agonía seguramente se escucharían en varias calles a la redonda, el asfalto estaba teñido de rojo, y el cuerpo anteriormente transparente de Inaga dejaba a causa de la sangre ver su silueta, por lo que volvió a su estado normal.

Los agentes lo vieron inmediatamente y se lanzaron hacia él, ambos saltaron al aire aunque al monje le pareció que más que saltar estaban “caminando” sobre el aire, Juntos le lanzaron una patada desde más de 10 metros de distancia, el monje creyó que estaban locos, hasta que escucho a ambos decir a la vez –Rankyaku-. De la pierna de ambos salieron dos ondas que cortaba el aire las cuales se cruzaron en el aire formando una X y aterrizaron a la vez. Al monje no le daba tiempo a esquivar los ataques por lo que junto las palmas de sus manos e inmediatamente después se formo una pirámide de cuarzo alrededor de Inaga la cual al recibir el impacto quedo destrozada, pero dejando intacto al monje que se encontraba en su interior.  
Era la primera vez que veía técnicas semejantes pero no se amedrento, con sus garras en la mano cargo hacia ellos, en su frente se podía observar un tercer ojo totalmente blanquecino moviéndose en todas direcciones cuando llego hasta ellos les lanzo múltiples cortes con su danza mortal, pero con una gracilidad increíble ambos agentes esquivaban los cortes del monje. A mano desnuda uno de los agentes le lanzo un golpe con uno de los dedos extendidos, gracias a la habilidad del tercer ojo, fue capaz de predecir y desviar el golpe hacia una zona no mortal para el monje, para su sorpresa cuando el dedo impacto, se clavo en su cuerpo cristalino provocando un hoyo de 5 cm de longitud. Sin dejar que el dolor le nublara la mente, ya estaba contraatacando,  sus garras se habían vuelto negras como el acero y aprovecho el impulso del agente para clavar sus garras en su pecho, atravesando el estomago y el páncreas. En ese momento el otro Cp apareció súbitamente a la derecha de Inaga, lanzándole un codazo que lo lanzo despedido por los aires contra el carruaje azul. Justo un momento antes del impacto Inaga volvió a crear una pirámide que se incrustó por uno de sus vértices en la carroza, partiéndola a la mitad y aplastando a sus ocupantes por el peso y la fuerza con la que había sido lanzado el monje. Dentro de la pirámide pudo comprobar cómo el agente recogía a su compañero herido y salía corriendo por los tejados, seguramente para que este recibiera atención médica.

Inaga deshizo la pirámide y pudo ver como un dragón de grandes proporciones surcaba el cielo y decía con la voz de Dexter.

-¡Kedra!- gritó, aún sobrevolando la zona-. Si nos quedamos nos matarán a todos. Son demasiados.

Al escucharlo Inaga se dirigió donde Kedra, para infórmale de que había miembros de la Cypher Pol en la ciudad.

Kedra mantenía su mirada fija en su tropa mientras escuchaba el sonido del instrumento del monje. Todos partieron, el monje fue hacia el Oeste y el chico de fuego al Este, deberían pelear y ocuparse de aquellos marines. Cuando el chico lobo se giró, pudo ver a un tipo calvo, de ojos azules y vestido con un uniforme de la marina. En su chaqueta ponía claramente “Teniente Segundo” de modo que era un buen rango de la marina. Este se dirigió al chico lobo mientras sacaba unos guantes rojos y fruncía el ceño, dichos guantes tenían en las palmas un pincho de hierro, se trataba de un asesino. El castaño frunció el ceño mientras su aura blanca le rodeaba totalmente y sus ojos brillaban en un color rojizo. De repente las palabras de aquel tipo enfurecieron al asesino castaño.

- Vamos cobarde, ahora es cuando huyes.

- Ahora es cuando desperdicias tu vida, maldito humano.


Gruñó un poco mientras se posicionaba en su estilo de combate Akumu. De repente aquel tipo se lanzó contra el chico con la palma de su mano derecha por delante rumbo a su pecho. El lobo negro más rápido movió su mano derecha hacia la muñeca de la mano con la que golpeaba aquel hombre. Agarró su muñeca parando su golpe y clavando su mirada en los azulados ojos de aquel marine. Las miradas chocaban una con la otra cuando de repente el capitán pirata lo lanzó contra una ventana con toda su fuerza. El tipo atravesó aquella venta cayendo en una casa, el sonido a cristales rotos resonó en aquel lugar mientras el chico lobo mantenía sus manos metidas en sus bolsillos y su mirada era inexpresiva. De repente aquel hombre volvió a salir de la casa mientras sangraba por un pómulo, se lo había roto por el golpe.

Este se volvió a lanzar contra Kedra lanzándole una patada que le pegó en el pecho y le tiró de espaldas, nada más tocar la espalda del castaño el suelo, pegó un mortal hacia atrás levantándose y lanzándose a por su oponente clavando su rodilla en el estomago del marine para después bajar su pierna derecha y estamparle la cabeza en el suelo con fuerza. Acto seguido lo levantó y trató de golpearle en el rostro pero aquel tipo lo esquivó. De repente Kedra empezó a lanzarle patadas pero el tipo las esquivaba bien, era como si tuviese haki de observación o algo por el estilo aunque teniendo su rango era normal. La pelea continuaba y los dos se miraban con el ceño fruncido. No pasó mucho hasta que el chico lobo iluminó su puño en un aura roja bastante increíble.

- ¡Soul Of Dragón!

Dijo antes de lanzar su puño con fuerza contra el pecho de aquel marine, el puño traspasó su pecho sacándole la mano por la espalda y con su corazón agarrado, tras aquello sonrió de lado y de un rodilla le partió el cuello para después observar el corazón y pegarle un mordisco comiéndose la mitad para después tirar la otra al suelo y pisarlo. Su nivel de maldad era increíble y su peligrosidad muy alta. A continuación escuchó la voz del dragón, este le dijo que si se quedaba morirían pues eran muchos. Eso hizo que el chico lobo alzara una ceja y frunciera el ceño después, si querían que huyera esta vez, estaban equivocados. La mayoría de su equipo estaba allí y confiaba en ellos para arrasar a los marines, sin embargo aún le resonaban las palabras del teniente segundo diciéndole que huiría. No iba a poner a sus hombres en peligro y fue cuando pegó un grito con todas sus fuerzas al mismo tiempo que su aura negra aumentaba.

- ¡Sois libres de iros sí lo deseáis, pero a mí unos perros uniformados no van a detenerme!

Dijo dándoles libertad a sus hombres para huir si lo deseaban pues no quería que fueran heridos. Ya sabían dónde estaba el barco y si querían podían irse a él y luego iría Kedra o tal vez no volvía por problemas, pero eso era decisión de ellos, Kedra les había dado carta blanca para hacer lo que más les distasen sus almas. El chico lobo ahora pegó un enorme rugido mientras sus ojos rojizos brillaban y sus dientes se volvían afilados. Su haki de observación se activaba y su aura continuaba allí presente. El terrible asesino no tenía planeado dejarse achantar y ahora pudo ver como tres marines se acercaban a su posición. Esos ilusos iban a salir mal, al notar el olor de Akai, desactivó su aura oscura para que él no se viera afectado, en ese momento corrió a por los marines lanzando un rodillazo al cuello de uno, partiéndolo en el acto y asesinándolo. Cogió a los otros dos del cuello, cada uno con una mano para después asfixiarlos y tirar los cadáveres al suelo.

Tras la muerte de aquellos imbéciles, gruñó un poco mientras se mantenía en su sitio activando también su haki armadura y quedándose cerca de lo que parecía ser una entrada a una alcantarilla. Si se veía en muchos problemas, huiría de allí sin pensárselo, pero para que eso pasara, debería liarse la de Dios y aparecer a los menos diez altos cargos, de lo contrario continuaría allí peleando como un salvaje pues su orgullo era increíble. Su mirada era de puro sádico y su sonrisa mostraba unos dientes temibles y afilados.

- ¡Yami O Katto!

Gritó ahora mientras giraba su brazo varias veces para después lanzar un puñetazo al aire y formar una increíble onda de choque de color negra en forma de perro negro con cuernos y ojos rojos, parecía un perro demoníaco. Este perro era una onda cortante muy poderosa, salió despedida contra una de las casas destrozándola y dejando una humareda de polvo alrededor del chico lobo, cuando la humareda pasó, el lobo continuaba allí con su mirada fija en las direcciones que podía para seguir peleando allí, no sabía si sus hombres habrían huido o estarían con él, pero no iba a largarse así como así. Dexter era demasiado negativo muchas veces y eso no le gustaba mucho, no iba a permitir que le quitaran diversión.

- Malditos insectos.

Aquello era increíble. Aquel chico estaba desatando una salvaje ola de locura en el lugar. ¿Cómo demonios podía hacer aquello?¿Acaso no se daba cuenta de que eran personas? Alguna gente buena, y otra mala, pero personas al fin y al cabo, gente respetable, amada, querida... Y lo estaba destruyendo todo. "Kedra, eres un jodido loco. Algún día te mataré", pensaba mientras daba vueltas en círculos sobre la ciudad, aleteando de vez en cuando por no perder la compostura y el vuelo. No podía permitirse caer sobre la ciudad y asesinar con sus garras a alguien. Era una forma poderosa, y por ende peligrosa. Había que ser muy responsable con ella, o los heridos podían contarse a pares. Lo que más sorprendió al dragón fue descubrir que las verdaderas intenciones de Kedra eran acompañadas por dos desconocidos, gente que el "capitán" habría conocido en sus viajes con poca o nula moral. Aquello lo ponía de los nervios, por no decir que despertaba su vena asesina, pero con otro serio objetivo. Pero aún no era el momento. Aquella historia acababa de comenzar.

Por un instante se detuvo casi de plano, y aterrizó suavemente sobre Kedra. A dos patas alcanzaba unos ocho metros, y era muy imponente. Esperaba que aquello bastara. Se puso sobre él y trató de estorbarle, pero el psicópata estaba inmerso en su carnicería y hacía caso omiso. "Qué se le va a hacer. Yo lo he intentado".

-Yo no voy a estar en una tripulación de asesinos. Adiós. Abandono la banda.

Entonces se impulsó con las piernas y se lanzó a volar. No podía salvar Goa, pero aquello ya carecía de importancia. Ahora tenía un nuevo objetivo, y la destrucción de aquella banda pirata era primordial. Nadie sabía el peligro que podría representar aquello para el mundo si Kedra llegaba a convertirse en la verdadera pesadilla. Aleteó con fuerza, levantando grandes vientos con intención de apagar los fuegos que el otro loco había dejado, y abandonó volando la isla. Ya no podía hacer nada más allí...

El monje corría hacia donde había dejado a sus compañeros, podía observar las llamas y el humo que estas provocaban al frente suyo, Akai seguramente estaría desatado quemando todo a su paso.  Se encontró con su capitán en el mismo punto donde lo había dejado, pero tenía su brazo derecho en el torso de un marine agarrando su corazón.

- ¡Sois libres de iros sí lo deseáis, pero a mí unos perros uniformados no van a detenerme!

Dijo su capitán respondiendo a Dexter y toda la banda. Eso significaba que nuestro capitán nos daba carta blanca para dejar la masacre y volver al barco. Acto seguido con una onda de energía derribó un edificio, cuando el polvo se disipó Dexter descendió sobre Kedra intentando pararle. El monje no había tenido ocasión de conocer bien al segundo al mando de kage Akuma, pero cuando vio que su capitán no desistía en destruir todo a su paso tomo la decisión que el creyó mas oportuna.

-Yo no voy a estar en una tripulación de asesinos. Adiós. Abandono la banda.-

Puede que Dexter tuviera razón, pero el abandonarlos allí en la inmensidad del reino de Goa, le pareció una falta de honor, aunque causaba estragos el monje no se consideraba un asesino, pues solo mataba a los marines o agentes del gobierno, aunque también al que intentara matarlo a él. Hubiera sido más honorifico acabar lo empezado, pues cuando llegue el también estaba causando estragos, pero Inaga no era juez por lo que decidió que su capitán decidiera que hacer con Dexter.

Como Inaga se había quedado observando lo que sucedía con su capitán no se dio cuenta de que un grupo de 5 marines se acercaba por su retaguardia, sin esperar un segundo Inaga giró en una espiral de cortes totalmente aleatorios hacia los marines los cuales al no poder leer sus movimientos cayeron al suelo todos con múltiples cortes en sus cuerpos, no espero por si alguno se levantaba, decidió reunirse con su capitán.

-Kedra ¿qué es lo que ah pasado con Dexter que se ha ido volando? -

Inaga escuchó como su capitán hablaba de la marcha de Dexter, nos había llamado asesinos, cosa que el monje no se consideraba pues solo había matado a los perros del gobierno. Tal vez Dexter se sitiera mal porque el mismo había matado a civiles, no lo sabía pero ya no era su problema. La idea de “Brasitas” era buena, me gustaba ese nombre, no se lo diría a Akai. Ir al cuartel y destruirlo era lo mejor para acabar con esos marines, solo esperaba no encontrarse con algún alto rango que estuviera haciendo una revisión al cuartel o algo parecido. Su capitán ideo el escape, el cual se haría por las alcantarillas era simple pero inteligente eso me bastaba.

Cuando su capitán salió corriendo Inaga fue en pos de él, dejando atrás a los marines que les intentaban dar caza, cada poco tiempo intentaba bloquear el camino formando bloques y paredes de cuarzo, las cuales alternaba repetitivamente en 5 ocasiones, cuando termino esprinto para colocarse al lado de su capitán. Mientras corría recordó aquellos días de su juventud en los que salía por el monasterio a correr, los verdes bosques que rodeaban el santuario eran su lugar favorito, seguido de la gran comida que tenía lugar después de la carrera, las risas de sus compañeros fallecidos entristecían su almas, pero ahora rodeado de Kedra y Akai volvía a sentirse parte de algo mas.

Su fino oído le permitió escuchar pasos de un pelotón que se abalanzaría sobre ellos al cruzar la esquina, Inaga durante un segundo acumulo toda su energía en su centro espiritual, acto seguido su atlético cuerpo empezó a cambiar, con unas palpitaciones de todos los músculos estos crecieron alcanzando tres veces su tamaño. Su figura imponía algo más de respeto que en su estado natural en el que se hacía pasar por un frágil anciano. Esto era posible gracias a su técnica de Mente sobre cuerpo.

Su fuerza y velocidad estaban multiplicadas por tres, aprovechándose de este estado Inaga adelanto a su capitán y giro la esquina donde sabría que estarían los marines esperándoles y así era, un batallón de 20 soldados se encontraban entre ellos y el cuartel, cosa que el monje no iba a permitir. Abalanzándose sobre la andanada de balas que le llovía Cargo realizando su danza derviche, la gracilidad de los movimientos contrastaba con su aspecto exageradamente musculado, realizando un último giro delante de ellos, el monje que había desviado todas la balas se paró en seco y lanzo un golpe al aire con sus garras, de la cual para estupor de sus enemigos apareció una onda de choque en su dirección, con la fuerza física del monje en esos momentos fue capaz de lanzarlos a todos contra el edificio del fondo, el camino estaba libre y despejado ahora solo teníamos que llegar al cuartel.