[MODERADO ♦ TheStarus] Guerra de egos.

Aquel asentamiento parecía un lugar tranquilo. Justo cuando apreciaba lo agradable que estaba el tiempo, me calló una gota en la mejilla. Un punto gélido que estremeció mi cuerpo entero. No le di importancia a esa débil lluvia. Comencé a caminar por la pequeña población. Iba fijándome en las estructuras de las zonas que estaban sobre el agua y en los distintos establecimientos, tiendas, una taberna y alguna fragua.  Durante mi paseo me fijé en esas miradas hostiles que te hacen bajar la mirada y caminar más rápido, procedentes de los habitantes del asentamiento. Presentí que no me iba a ser fácil conseguir que confiaran en mí como para que me cuenten lo que necesito saber. Continué mi camino un poco crispado por las, aunque breves, intensas miradas. Sin darme cuenta  llegué hasta aquel cordón policial arbóreo. Parecía como si la naturaleza el avance de esta pequeña población con un muro de corteza y raíces.  Di media vuelta, no quería salir del pueblo sin haber hablado con nadie y menos aún meterme en aquel bosque. La lluvia estaba empezando a molestar. Decidí meter en la única taberna que vi. Las miradas volvían a clavarse, pese a que era la segunda vez que pasaba por allí, pero ya empezaba a acostumbrarme. Cuando me acercaba a la taberna me di cuenta del jolgorio que había dentro. Decidí entrar cuando una gota en mi cuello me provocó un escalofrío salvaje.

La taberna estaba casi llena, parecía que todo el pueblo se reuniera habitualmente. Los que no eran borrachos despistados me miraban como hace un momento. Pero esta vez no tenían nada mejor que hacer. En mi desfile a la barra, un hombre corpulento y melenudo se levantó para cortarme el paso. Se quedó mirando de frente, mi corazón se aceleró de miedo. Agaché la mirada y lo rodeé. Cuando llegué a la barra pedí una cerveza. Al darme la vuelta vi que ya nadie me miraba. Todos se centraron en sus asuntos. Unos reían, otros se mantenían muy serios y los borrachos gritaban, cantaban y bailaban. Pensé que debía empezar por ahí, un borracho se hace amigo de cualquiera que le siga la fiesta.

Mi cabeza comenzó a analizar todo lo que había pasado en apenas un instante, mientras yo solo sujetaba mi jarra fría. La idea de haber encontrado por fin una presa me excitaba mucho, pero aquella corpulenta figura se volvería a interponer en mi camino. Reconozco que unos segundos más en aquella taberna que cubría de elogios a mi competidor, me habría acobardado. Pero decidí huir de esos malos pensamientos. Apuré la cerveza que me quedaba, tres cuartas partes de la jarra, ¿demasiado?. Salí corriendo de la taberna, no me fue fácil. Aquel hombre se habría paso entre los borrachos como quien camina entre la hierba alta. Pero yo era muy pequeño coma para que ni siquiera notaran mi presencia. Intentaba pasar entre cada hueco que se habría entre la gente, el camino hasta la puerta dio un rodeo tedioso. De repente noté una gota en mi pelo.

Al salir del portal me sorprendió  el incremento de la lluvia, si empeoraba sería un problema. Giré la cabeza para localizar la plaza, cuando de repente me subió un leve mareo a la cabeza, definitivamente me bebí demasiado rápido esa cerveza.  Me dirigí corriendo hacia la plaza, me extraño no haber alcanzado al gigante melenudo, ni siquiera le veía. El pavimento estaba mojado y la calle estaba despejada, la gente se refugiaba en sus casas. Me paré en seco en la entrada de la plaza al ver que no ocurría nada extraño. La cerveza todavía me producía leves mareos con los movimientos bruscos. Mientras pensaba donde podrían estar me di cuenta de que había persona un tanto exaltadas explicando a otras algo que había pasado allí hace un momento. Me acerqué a uno de estos ejemplos, un anciano calvo y con barba.

-¿Dónde han ido?- le pregunte como el que pregunta la hora.

-No te acerques a ellos chico- dijo con un tono superioridad- te harán daño.

-Perdone- lo cogí de la chaqueta y le acerque tanto a mi cara que no podría enfocarla-no tengo tiempo para gilipolleces ¿Dónde han ido?

El viejo con cara de susto señaló calle arriba. Al final de la calzada, que avanzaba en una perfecta línea recta, se veía la fila de los enormes árboles que separaban el pueblo de la vida salvaje. Cuando solté al viejo toda la plaza me estaba mirando, quizá me pasé un poco con la escena. Le di la espalda a todos y corrí calle arriba, sin embargo el rumor de mi interés por el pirata se extendía más rápido que mi carrera para alcanzarlo. Cuando llegue a la frontera entre lo nuevo y lo viejo me detuve para respirar. Todas las miradas que se clavaban en mi espalda producían una presión en mi pecho. Mi primera presa. Mi primer oponente. Me adentre en el bosque inconsciente de que me encontraría ahí dentro… si me encontraba algo.

Desde unos arbustos que separaban el bosque de la explanada presencié como los corsarios arremetían contra el coloso espadachín. En él su espada parecía de un tamaño normal, pero seguramente yo no podría ni levantarla sin esfuerzo. Pero él la manejaba como si estuviera forjada con nubes o fuera hueca por dentro. Su peso se marcaba en cada golpe, era tan contundente que pudo lanzar a un par de enemigos tres metros de espaldas e incluso partir alguna espada como si fuera bambú. Parecía obvio que mi Goliat no mentía, habría podido con treinta como esos y más.

Como parecía que el gigantón estaba ocupado decidí ir a por DakiDonn. Aquel  cobarde ya corría hacia el bosque.  Tenía que darme prisa ya se había perdido en el bosque y yo no di ni mi primer paso, se me iba a escapar. Al intentar comenzar mi marcha resbalé con el barro, caí de frente en charco de barro de que fue difícil salir. Quedé totalmente tapado por esa pasta negra y me tuve que limpiarla los ojos y la boca. Al comenzar a correr el barro se caía de mi ropa y pelo, por suerte la espada estaba envainada pero tendría que lavar la empuñadura y la funda con tesón cuando tuviera tiempo. Pero ahora tenía mucha… mucha prisa.

Había cruzado la explanada hasta casi llegar donde el pirata había huido. Estaba a punto de adentrarme en el bosque cuando un grito me frenó. Era un grito ahogado y profundo. Un grito que helaba la sangre. Me di la vuelta y vi a tres de los hombres de DakiDonn pateando al gigante caído. Esa imagen me recordó una imagen que se clavó en mis sienes. La imagen de mi abuelo adoptivo vencido y ensangrentado en la plaza del pueblo en el que me crie. Esta vez mi sangre hervía de rabia. De una sacudida me quité, prácticamente, todo el barro que me quedaba. Agarré con fuerza la sucia empuñadura de mi espada. Desenvainé la hoja que, comparada con el barro que se presentaba en todas partes menos en ella, parecía estar hecha de plata de ley, tan brillante como la luna. Corrí hacía aquellos piratillas que pateaban a un enemigo vencido. Mientras me acercaban me di cuenta de que los siete piratas que faltaban yacían inertes alrededor del enorme cazador vencido. Aún no se dieron cuenta de mi presencia cuando hendí mi espada en el cogote del primero. Entonces los otro dos me vieron. Tenían las espadas en el suelo, por lo tanto el segundo también pereció con mi espada en su espalda. El último ya estaba preparado y lanzo su primer ataque. Noté que era un poco más fuerte que yo y tampoco era muy lento, pero no tenía ni idea de cómo usar su arma. Manejaba la espada como quien usa una maza y no prestaba atención a los huecos que dejaba. Fue a preparar un segundo golpe cuando ya tenía mi filo en su cuello. Soltó su espada y temblaba como un vagabundo en invierno. Escuche un gemido de dolor del gigantón.

-Discúlpate- ordené al pirata asustado.

-Lo siento chico, déjame ir y no me verás más.

-Conmigo no idiota, con él- miró al gigantón sin mover un músculo, solo los ojos- creo que se lo merece ¿No?

-Lo siento, señor.

-Así me gusta- hablaba mientras le hacía un corte en la mejilla- ahora corre con tu capitán y dile que cuando La Brisa se enfada viene la ventisca. Y que ni 100 marines pueden escapar de una ventisca.

El pirata corría hacia el boque mientras yo asistía al gigante. Al inspeccionarlo me di cuenta de que la única herida que le podría haber hecho caer era un corte en los tendones del tobillo, una herida muy dolorosa. Pese a ello, los demás cortes y la tremenda paliza consiguieron levantarse. Pero volvió a caer. Con mi ayuda pudo volver a levantarse y avanzar cojeando, os dirigimos hacia el pueblo. DakiDonn tendría que esperarme pero no se iba a escapar.

Estaba diluviando, con ese chaparrón sería una situación engorrosa para cualquiera. Incluso para mi presa, seguramente estaría escondido en cualquier refugio natural dentro de la isla. Como yo creía que no se movería de ahí en un buen tiempo, pensé en que debía cambiarme de ropa y limpiar mi espada antes de que se estropee. Debía comer algo, estaba famélico, lo único que había entrado en mi estómago era una…

-Una cerveza por favor- le pedí a uno de los camareros, que estaba de pie mirando al gigantón como todos los demás. Se fue a la barra y rápidamente me trajo una pinta bien fría.

-Entonces, ¿No vas a ir o qué?- decía el viejo mientras yo daba un gran trago a la cerveza-As traído a este hombre a casa herido, si no nos ayudas ¿Quién lo va a hacer? Eres un cobarde, o mereces…

-Si voy a ir- dije quitándome la espuma del labio superior con la muñeca- pero mira la que está cayendo, seguro que ese perro esta acurrucado en una cueva en medio del bosque. Además el mar está muy bravo para navegar ahora. Es un cachorrillo acorralado por la ventisca.

Pese a ello debía estar preparado para salir en cualquier momento. Me levanté para que todos me escucharan: “Necesito quitarme este barro de encima, tenéis una bañera o ducha… bien. Mientras yo me limpio necesito que alguien me traída algo de ropa limpia”. Mientras me preparaban la bañera me puse a limpiar mi espada, la empuñadura y la funda estaban llenas de barro y la hoja tenia sangre, nada bueno para el metal. Una vez yo estaba limpio me trajeron la ropa, parecía más elegante de lo me esperaba, al parecer el hijo de uno de los mayores mercaderes del pueblo tenía mi talla. Aun así era cómoda para moverse y correr, era la ropa que el chico usaba para acompañar a su padre a cazar conejos. En definitiva algún retoque en la espalda y sería perfecta para luchar, pero no había tiempo para eso. El tiempo seguía fatal pero había que hacer un plan.

-Atención todos, ese perro no saldrá de su cueva hasta que deje de llover. Pero ir a buscarle tampoco es un gran plan, podríamos tardar días y darle oportunidad a escapar. Cuando el cielo se despeje ira a por más de sus vasallos, es un cobarde. Necesito voluntarios para ir hasta su barco, hacernos con él y esperarle allí. Yo no podré solo, ni os prometo volver, pero muchos tendréis hijos y un amor a quien cuidar. Vuestro héroe ha caído por culpa de esos perros. Acaso estáis indefensos, ¿No sois un pueblo fuerte y unido? ¿Vais a estar siempre a la espera de alguien que os salve de un malvado pirata? ¿O me seguiréis hasta la perrera para proteger todo lo que tenéis?-levanté mi espada, de nuevo limpia y bella-¡¿QUIÉN ESTÁ CONMIGO?!

Miré a mis compañeros, 35, quizás 40, hombres y mujeres armados con palos y piedras, el niño y yo. Frente a poco menos de 20 hombres de DakiDonn con sus afiladas espadas alzadas por encimas de sus cabezas. Éramos numerosos, con suerte solo morirían cinco o seis inocentes, eso no me gustaba. Tenía la esperanza de que los pueblerinos usaran mejor los palos que los piratas sus espadas, pero era poco probable. Sin embargo ya no había opción, los teníamos a diez metros, solo faltaba luchar. Alcé mi espada y una docena de piedras volaron por encima de mí. La mitad acertaron en un blanco pero solo tres piratas cayeron. La segunda tanda tuvo un poco más de suerte, cayeron seis más. Al final ya nos alcanzaron, comenzaban a preparar sus golpes y gritaban como guerreros. El chaval y yo estábamos al frente, él cargaba una varilla metálica terminada en punta de casi un metro y yo mi brillante espada. Con el primero que me crucé fue fácil, cargaba el golpe desde arriba, solo lo bloqueé y le hice un corte en el cuello, todo muy rápido. Sin embargo el chaval estaba sacando el pincho de su enemigo, era rápido también. Tras insertar un par de grumetes más, alcé la vista para otear la situación. Todo iba mejor de lo previsto, la mitad de los piratas vencidos y aparentemente ningún civil herido. De repente un gran estruendo a mi espalda me retumba los oídos y la gente cae frente a mí, piratas y civiles. Me di la vuelta y diez piratas estaban recargando sus fusiles. Eso era muy grave, aquello sería una carnicería si nos quedábamos más tiempo: “¡Retirada! ¡Retirada!”, grité. Otro fusilamiento tras de mí, y una bala me dio en el costado. Era doloroso pero no podía tirarme al suelo a sollozar. Avancé empujando a mis compañeros, matando algún pirata y gritando la retirad. Por fin parecía que me hacían caso, cuando otra ráfaga se llevó unos cinco hombres más.

Corrimos por la plaza hasta llegar a la taberna. El grupo se había reducido mucho, el balance de muertes por poco no llegaba a la mitad y pocos hombres estaban ilesos, entre ellos no contaba yo, pero otros necesitaban cuidados mayores, lo mío solo fue un roce. Al chico por suerte no le había pasado nada, tuvo fortuna. Las caras eran un poema, con versos oscuros y lúgubres, un poema que transcurre lento y en silencio. Algunas mujeres ayudaban como enfermeras pero solo una lo era de verdad, ella cosía los cortes y sacaba las balas mientras las demás vendaban. A mí me vendaban el costado mientras yo me bebía una cerveza, todo el mundo me miraba mal, como si fuera culpa mía. Mark, con sus muletas y muy lentamente se acercó a mí. Se sentó a mi lado.

-Chico, no te preocupes. Me han explicado lo que pasó, y no fue culpa tuya. Nadie se esperaba eso, no sabíamos que tuvieran armas de fuego. Sabes que la gente cuando tiene miedo le echa la culpa a otros. Ahora te odian pero entraran en razón.- mientras él hablaba yo solo levantaba la cabeza para beber. Cuando termine golpeé el vaso en la mesa.

-No necesito consuelo. Los familiares de esas personas que dejamos atrás si lo necesitan.-dije mirando al suelo.

-Chico, no te dañes de tal forma. Te quedaba muy grande, eres solo un novato…

-Espera, ahora soy un novato inútil. Por si no te acuerdas, ¡Te salvé la vida¡- me levanté y salí fuera, no quería montar una escena entre todos los heridos. Me senté en un banco. Mark salió poco después y se sentó a mi lado de nuevo. Nos quedamos allí callados cerca de media hora- voy a salir esta noche, antes de que se vayan.-dije casi susurrando.

-No puedes, no tu solo. Iré contigo.

-¿Tú has visto cómo te mueves?

-Tú también estás herido.

-Esto no es nada y no quiero que nadie más sufra por mí-volví a entrar sin decir nada y me encontré todas las miradas centradas en mí. Me subí a una mesa para hacerme notar.-Lo de hoy ha sido un tremendo desastre, y todo fue culpa mía-algunos insultos hacia mí me hicieron para pero continué-¡Esta noche! volveré al puerto, iré solo. Solucionaré esto de una vez por todas.

Estaba en una esquina de la taberna. Solo, nadie se acercaba a mí, ni me miraban. En la mesa había un plato vacío, una pequeña jarra vacía y mi espada limpia de nuevo. La noche había caído hace ya un par de horas y la gente empezaba a irse a casa. Tenía que empezar a prepararme. Iba a ser muy difícil sino un suicidio.

Ni el viento, ni el mar. Ni las risas de los piratas, ni la palabrería de Daki. Yo solo escuchaba la respiración nerviosa del chico. Estaba rodeado por 30…35…demasiados hombres, yo tampoco tendría nada que hacer. Ese crio se había metido hay solo, tendría que salir de la misma forma. Yo no podía arriesgar mi posición, no me había descubierto. Además, al ver que solo un niño se había atrevido a atacarles se relajarían aún más. Yo me escabulliría entre las sombras para meterme en la habitación de DakiDonn, allí esperaría a…

-No tenéis oportunidad de sobrevivir.-le dijo el chico al capitán-Ha venido un guerrero a la ciudad, seguro que está esperando el momento oportuno para mataros a todos y salvarme. Pero no podréis verle, es rápido como el rayo y transparente como el cristal. No sabréis que estáis muertos hasta que Lucifer os pinche el culo con su tridente.

“Maldito criajo” pensé. No creía que me fueran a buscar pero estarían más atentos. Eso no me había visto nada bien. Mi plan fracasaría. Desenvainé mi espada, corrí y me abrí paso con ella hasta ponerme entre Daki y el chico.

-¡Oh! ¡¿Qué ha sido eso?!-ironizaba Daki- vaya héroe de pacotilla ¿Y esto es todo lo que tenéis? Tendré que encargarme yo mismo.

DakiDonn parecía haberse ganado el título de capitán entre todos esos patanes. No era un maestro, pero tenía más conocimiento de la espada que sus inútiles vasallos. Arremetía contra mí de forma muy agresiva, un golpe tras otro, yo los bloqueaba todos. Me hacía retroceder a la fuerza y los piratas nos abrían paso animando a su capitán. Entonces uno de ellos me hizo la zancadilla y me caí, acto seguido, mi contrincante se me tiró encima. Entre él y yo, nuestras espadas cruzadas. Su cara durante el forcejeo, su mirada clavada en la mía, sus ojos a punto de salirse y su boca abierta llena de carcajadas.

-Aún eres muy joven para morir, ¡Qué pena!

-No entiendo como un cobarde como tu es capaz de enfrentarse a una simple mosca.

-¿Cobarde yo?-noté como su fuerza disminuyó un poco-¿Cómo osas decirle eso a alguien cuando tienes su espada al cuello?- me aproveché de la situación. Con su despiste había dejado de ejercer tanta fuerza y pude quitármelo de encima. Los dos estábamos de pie otra vez- Muy listo chico, pero… ¿Pretendes matarme? Y después ¿Qué? ¿A todos mis hombres también? ¿Tu sólo? No podrás y tú morirás, el chico morirá y todos los del pueblo morirán… si yo lo ordeno.

Un sentimiento de rabia salió de mi corazón, recorrió mis venas hasta llegar a mi cabeza. Mis sienes palpitaban como nunca, mi cabreo era monumental. Arremetí contra el pirata, mis estocadas eran rápidas y Daki parecía un poco sobrecargado. Su cara de preocupación me excitaba aún más. En ese momento solo pensaba en pinchar ese globo de sangre que se movía frente a mí. Y lo conseguí, pero solo fue un corte en el costado izquierdo. Entonces DakiDonn se asustó de verdad. Se apartó y puso a uno de los suyos en frente mío. “¡Matadlo! ¡Matadlo!” gritaba mientras se escabullía entre el gentío. En ese momento me vi rodeado de cerca de 40 personas, el chico se soltó de su captor y se puso a mi lado con su palo. Seguramente esa fuera nuestra última batalla, pero también sería la última de muchos de ellos. Lucharía hasta mi último aliento.

No sé si fue por el furor de la batalla o por la cercanía a la muerte. El suelo empezó a temblar y los arboles cercanos se balanceaban, como si un gran problema se acercara. De entre los arboles solo salieron hombres, hombres normales. No eran un problema, eran mi salvación.  Yo era el único que veía como los aldeanos se acercaban con Mark detrás cojeando, con su espada. Desobedecieron mis órdenes, pero fue una jugada brillante. La “fiesta sorpresa”  dio un gran golpe a las filas enemigas. Nos salvaron la vida. La batalla parecía controlada. Entonces busque a mi presa. DakiDonn se estaba volviendo al barco con algunos de sus hombres. Me abrí paso a estacazos y corrí hacia el barco. Mientras llegaba ya estaban zarpando, salté desde el borde del muelle y me colgué de una cuerda. Escalé y me quedé mirando desde la barandilla, no me habían visto saltar.

-A toda vela, salgamos de aquí rápido. Avisadme cuando estemos lejos-dio un portazo, dejando a solo tres hombres en la cubierta. Librarse de ellos fue fácil. Parecía que solo estábamos Daki y yo en un barco que ya había zarpado, él no lo sabía.

-¡Capitán!-Se me ocurrió llamarlo de esa manera para que pensara que lo llamaban sus grumetes. Al verme allí, de pie, en su embarcación, se volvió a meter en la habitación. Cobarde-¿Cómo un bravo bucanero como tu puede esconderse de un chaval solo? Vamos, sal aquí y lucha cobarde.

Cuando vi la puerta abrirse corrí hacia ella, pero de ahí no salió Daki, solo vi un rifle. El estruendo que le siguió me dio en el hombro derecho. Pero mi cuerpo no se paró, el dolor estremecía mi mente pero yo no contestaba. Logré alcanzar la puerta antes de que se cerrase y saque al cobarde por la chaqueta. Mientras él estaba tirado en la cubierta yo me miré la herida, por suerte yo era zurdo pero me tendrían que extraer la bala. Miré al pirata y fui a por él. La lucha fue muy igualada, pero muy distinta para las dos partes. Él tenía una expresión de miedo en la cara y se sujetaba el costado donde yo antes le había cortado. Mientras yo lo disfrutaba dejaba mi herida de bala sangrar como si no existiera. Su huida frenética y mi entusiasmo agresivo estaban dejando la cubierta destrozada. El duelo continuó mientras el barco se alejaba lentamente del muelle. Hasta que aproveché un despiste para clavarle la espada, pero solo le hice un corte. Desde la sien hasta el final de la cabeza, dejando un feo corte encima de la oreja izquierda. Con ese golpe se tropezó con la barandilla y cayó al agua. Por un momento me quedé pasmado, pero fui a mirar. Para mi sorpresa vi un velero separándose rápidamente del barco, el capitán iba en él.

-¡Maldito crio engreído! ¡Volveré y te matare! ¡No huyas ni te escondas! ¡NADA TE SALVARÁ DE Mí!

Yo estaba apoyado en la barandilla mirando como se alejada. De repente todo me dio un vuelco. Mire mi brazo ensangrentado y la sangre cayendo por la madera. Me caí de espaldas. Mis ojos se cerraban mientras yo pensaba quién vendría a por mí. Necesitaría ayuda si no quería morir allí.

[OFFROL]: creo que se me ha ido un poco de las maos

Pasaron un par de días. Tras las fiestas y celebraciones la gente comenzaba a volver a sus trabajos y rutinas. La calle parecía igual que cuando llegué, pero la gente me miraba de otra forma. Espada limpia, ropa nueva y la herida bien vendada, por fin parecía un chico normal. Mark también estaba mejor de sus heridas, ya lo demostró en combate, pero ahora se movía mejor. El pobre chico tenía nuevos seguidores, en contra de su voluntad. No se separaban de él, parecían una fila de patitos siguiéndole. Su cara pedía a gritos ayuda y eso hice. Lo cogí por el hombro, lo aparté, me giré a los demás y les dije: “Chicos, le necesito, id a mirar si en el pueblo todo está en orden”. Los niños hicieron caso como si de su sargento se tratara. Le hice una señal a Mark para que viniera con nosotros. Ahora los tres bajábamos la calle, nos miraban como héroes. Eso era en parte reconfortante, pero ejercía una leve presión sobre mí. Cuando me vaya la gente se iba a decepcionar. Pero eso sería en otro momento, aún tenía mucho que hacer allí.

Llegamos a una habitación oscura desde un callejón del puerto. El habiente estaba congestionado y no de veía nada. Encendí una bobilla que colgaba del techo. Entonces se podía ver un grupo de hombres encadenados y amordazados, encandilados por la luz. Eran algunos piratas de la batalla del otro día. Los teníamos allí encerrados porque la mayoría de la gente no sabía que quedaron piratas vivos en la isla, si lo supieran se alterarían mucho. Además nos eran útiles.

-Vamos a ello chicos-Susurré a Mark y Timmy. Cogí al primero pro la pechera y los puse en pie. Le quité la mordaza y le dije-¿Dónde ha ido tu capitán?

-Ese cobarde ya no es nuestro capitán. Por mí como si se va a Impel Down.

-Entonces podrás ayudarme ¿cierto?, así te vengarás de ese inútil.

-Lo siento pero no sabemos a donde se dirige. Solamente sé que buscará hombres para arrasar este sitio. No sería la primera vez que ocurre.

-Pero será la última-Dijo Mark apretando el puño.

-Vendrá con más hombre que la última vez-continuó el pirata- más os vale prepararos.  

-Podríais ayudarnos, ahora él también es vuestro enemigo-Dijo inocentemente Timmy

-Chico, mejor que no te fíes de nosotros, la mayoría de aquí vendería a su propia madre por sobrevivir un día más.

-¿Sabes cuánto tiempo tardará en volver?-pregunté

-En menos de un mes se presentará aquí con más de cien hombre armados y un nuevo barco

-Habrá que prepararse. Mark, los herreros del pueblo van a tener mucho trabajo. Y también necesitaremos barricadas en el pueblo.

Yo no estaba atendiendo como Mark relataba su plan. Ya me lo había contado antes, no me parecía una buena salida. Para no variar, saboreaba una jarra bien fría. Poco a poco. Notaba como ese elixir entraba en mi boca y bajaba por mi garganta, dejando la marca de la casa del fabricante, un sabor a malta tostada magnifico. Cuando salí de su hechizo noté que todos me miraban. Al parecer quería mi opinión. Mark me miraba intensamente porque sabía lo que iba a decir. Además el pueblo me haría caso a mí, la novedad gana a la experiencia. “No va a funcionar”, dije con toda naturalidad. Mark se llevó una mano a la cara, masajeándose las sienes. Ya habíamos discutido esto muy acaloradamente horas antes, pero no habíamos llegado a un punto medio.

-¿Por qué no, chico?-dijo el grandullón con todo sarcástico-Vamos, dinos ¿Qué debemos hacer?

-Mark, por favor. No empecemos otra vez. Lo primero, ese cobarde de DakiDonn ni siquiera saldrá de su barco hasta que le confirmen que tú y yo estamos muertos. Y eso no ocurrirá ¿Verdad? Habrá que ir a buscarle antes de que huya como la otra vez.

-Se te escapó-me interrumpió Mark. Miré al suelo, extasiado por la inmadurez de mi amigo, y continué.

-Segundo, nuestros presos no van a acatar nuestras normas. Lo primero que harán es correr hacia el bosque. Y si nos hacen caso pero luego les cuenta el plan ¿Qué vamos a hacer? ¿Fusilarlos? Eso es muy frio para mí. Yo creo que necesitamos más información. Y sé de donde podríamos sacarla.

Un rato después estaba yo solo en la taberna, sentado en una mesa y dos jarra sin empezar. En ese momento entró Mark, tenía cogido del brazo al preso con él que ya habíamos hablado. Estaba vestido con harapos, sucios y con olor a sudor. No fue nada agradable para el olfato. Tenía las manos atadas a la espalda.

-Mark, desátalo por favor

-Pero…-A Mark le preocupaba que anduviera suelto y le interrumpí.

-Por favor-Insistí. Entonces me hizo caso y lo desató-Sal fuera pero quédate en la puerta.

-No eres mi jefe-dijo entre dientes. Le miré con los ojos ardiendo de rabia, podía joder el plan. Al final se fue bufando cosas que no quise escuchar.

-Por fin solos, siéntate y bebe algo- hizo lo propio, se terminó la jarra de una sentada. Miró la mía, se la ofrecí con un simple gesto. Abrí la boca para decir algo, pero me interrumpí- mira, iba a hacerme el simpático contigo, pero eres una rata asquerosa que no me serviría ni como merienda.

-Gracias.

-Te voy a ser sincero, no me importa lo que le pase a esta gente, pero quiero la recompensa de tu jefe.

-Exjefe-hizo especial hincapié en el “ex”.

-Tu exjefe tampoco es una gran presa, pero la necesito para poder ir tirando.

-¿Y qué quieres de mí?

-Bueno, tú puedes tener algo de información que necesito. Seguro que no es la primera vez que saqueáis un pueblo ¿Cómo lo hacíais?

-A ver, Daki no va a bajar del barco hasta que esté todo terminado.-Eso ya lo sabía-Mandará a la tripulación a que hagan el trabajo-Obvio. No dijo nada más.

-Venga hombre, seguro que tienes algo más ¿Cómo trabajáis al saquear?

-Daki nos manda en grupos de tres para que vayamos casa por casa.

-¿Y el barco?

-Daki se suele quedar en el camarote, a no ser que quiera verlo. También se queda un pequeño grupo protegiéndole. Dos vigilan la entrada al camarote y otros dos patrullan para vigilar que no suba nadie.

-¿Algo más que deba saber?

-Bueno…esto solo es un rumor. Tengo entendido que cuando tiene miedo de que le maten, espera acostado en la cama con un rifle apuntando a la puerta.-Mientras lo decía yo me tocaba el hombro. Ya había vivido eso en mis propias carnes.

-¿Eso es todo?

-Creo que sí.

-Cuando todo haya terminado, en agradecimiento a tu cooperación, os dejaremos ir en uno de los barcos de DakiDonn. Él que elijáis.-En realidad eso solo tenía un poco de cierto.-¡Mark!

Mark entro como un toro. Cogió al preso por el pescuezo y se lo llevó, ni siquiera me dirigió una mirada. Ya tenía la información que quería y mi mentira había sido perfecta. Claro que me importaba la gente, no soy ningún monstruo. Le dije a Mark que nos reuniríamos al día siguiente todo de nuevo y les contaría mi plan. Pero tenía que madurarlo toda la noche.

El sol se levantó puntual como siempre. Llegué a la taberna y, sin decir nada, puse unas cuantas cosas sobre una mesa. La gente se acercó para poder verlo. Aparentemente o eran nada fuera de lo común; un salero, una bandeja de pan y más cosas por el estilo. Yo los colocaba en puntos concretos. Efectivamente, era un mapa del pueblo.

-Os explico, esto es el barco y esto las casa del pueblo. Estar almendras serán los piratas. Según lo que me dijo el preso, Daki ordena a los suyos que saqueen casa por casa en grupos de tres. En cada casa habrá cinco personas escondidas, en cuanto entren los matareis haciendo el menos ruido posible para no alertar a los demás.

-Espera, ¿matareis? ¿Tú no vas a hacer nada?- dijo una de los aldeanos.

-DakiDonn se quedará en el barco y no se va a ir de rositas. Lo traeré aquí abajo para que dé la cara. En el barco habrá cuatro personas vigilando. Creo que con que vengan dos conmigo será suficiente.

-Yo iré contigo-Dijo Mark desde la distancia-No pienso dejarte solo con Daki.

-No, Mark. No te ofendas. Eres muy grande y el suelo tiembla a tu paso. Necesitamos sigilo.-me acerqué a él-No te preocupes, no me iré con él y su recompensa. Eso lo discutiremos después.

-Más te vale. Yo soy el único cazador de la isla. Este es mi coto de caza.

-Bueno-volví a dirigirme a la gente-Antes de que llegue tendremos que trabajar en armas. Además tienen que haber tres personas vigilando día y noche la costa. Tres o más, cuanto más ojos mejor. En esto tendrá que participar todo el pueblo…lo siento, pero si no seríamos muy pocos. Entrenaremos todas las tardes hasta que llegue el día para que sepáis actuar en la situación que se os presentará en vuestras propias casas.

Algunos parecían un poco asustados pero todos aceptaron el plan sin rechistar. Ya estaba todo hablado, llegaba la hora de poner manos a la obra.

OFFROL: Simo, me gustaría terminar esto cuanto antes para poder centrarme en los estudios. Así que, por favor, en tu próximo post pon que llega Daki y ya lo termino yo. cuanto antes contestes mejor. no hace falta que te enrolles. pon que un vigía lo ve llegar y poco más. así no te come mucho tiempo que tu tmbn tendrás lió XD

Esperábamos en el bosque para atacar a Daki. Me acompañaba un hombre del pueblo, era alto y delgado, me dijo que podía ser silencioso. También venía conmigo Timmy, podía confiar en él, se había ganado mi confianza. Estábamos agazapados entre los arboles viendo como los piratas salían de su barco en pequeños grupos. En ese momento me acordé de las mujeres y niños que esperaban a oscuras en sus casas esperando al enemigo. Las “clases de defensa a oscuras” no duraron mucho pero les pudimos explicar lo más básico. Pero era gente inexperta, tenían miedo. Pero el miedo es necesario, yo en ese momento estaba temblando.

El barco estaba tranquilo y el pueblo en silencio, eso era buena señal. Decidí que era la hora de actuar. No podíamos entrar al barco por la rampa del muelle. Tuvimos que entrar al agua silenciosamente. El agua fría y oscura helaba mis huesos. Indiqué a mi mayor acompañante, Ray, que subiera por el otro lado. Mientras Timmy y yo subiríamos por ese en él que estábamos. Por suerte al subir no encontramos a nadie y nos escondimos tras unos barriles. Ray estaba colgado del casco del barco a la espera de que “limpiáramos” la cubierta. Entonces vimos a los dos patrulleros, uno a babor y otro a estribor. Timmy se encargó del primero, muy limpio. En dos movimientos, rodilla cuello, parecía un profesional. Yo deje que mi objetivo pasara por delate de mi sin que me viera. Una vez a su espalda fue fácil. Ray pudo descolgarse y solo faltaban los dos vigilantes de la puerta. Pero no nos podíamos presentar en frente así como así. Gracias a Dios el pequeño Timmy tuvo una gran idea.

-Eh, patanes- Timmy les sacó la lengua y corrió a esconderse detrás del mástil.

Los dos vigilantes rodearon el palo mayor uno por cada lado, tal como predijo el chico. Y allí esperaban las espadas de Ray y la mía. Esos pobres hombres eligieron un mal trabajo. Solo faltaba el jefe, encerrado en su cueva. Una rata agazapada en una esquina, temblando y apuntando con un rifle a la puerta.

off rol:

Le pedí a Ray que fuera a ayudar en el pueblo y que cuando hubieran acabado trajera a Mark, aunque seguro que viene el solo. Clavé la rodilla frente a Timmy: “Quédate aquí, voy a tener unas palabras con este malnacido. Cuando venga Mark dile que puede hacer lo que quiera con todo lo que haya en este barco”. Cogí a Daki por el pescuezo y lo empujé dentro de su camarote. Ese cobarde fue corriendo a por su pistola, pero antes de que me apuntara la punta de su espada ya estaba en su nuca.

-Puedo llevarte vivo, será un viaje soleado y tranquilo. Pero si me obligas tampoco me importaría arrastrar tu cadáver hasta donde me paguen por él. Tú decides.

Daki soltó la pistola si se quedó sentado mirándome a los ojos con una expresión de miedo intenso. Yo la cogí y me la guardé, no me servía para nada porque no se usar esas cosas pero no había sitio más seguro. Abrí su armario, por suerte encontré lo que encontraba, cinturones. Lo maniaté y le puse otro en el cuello a modo de correa. Las ventanas del camarote daba a la popa del barco. Abrí una y le dije “salta”. Daki se mostró reticente pero vio en mi expresión que no tenía más remedio, si no se tiraba yo lanzaría su cuerpo muerto. Tras él salté yo, no podía nadar con las manos atadas así que yo lo arrastraba por el cuello. Vi un pequeño velero, de un pobre aldeano. Sintiéndolo mucho ayudé subir a Daki y solté amarras. Despegué la vela y zarpamos. Poco después ya estábamos un poco alejados de la costa, escuche una aullido de rabia desde el barco de Daki: “Maldito, esa presa es mía”. Pobre Mark, no se lo merecía pero yo lo necesitaba, ese gigante anciano debería dejar este mundo y pasar su legado a nuevas generaciones, como Timmy.

Me alejé con pena de no haberme despedido de ese pobre chaval pero con la recompensa de esa rata podría tener todo lo necesario para empezar mi aventura. 6 millones no es un mal comienzo.