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Privado | Participantes: Haine Rammsteiner & Crimson
Abrió los ojos cuando entraron en aquel puerto, casi movida por un resorte que la hizo ponerse en pie. También pudo ser que las zarpas de aquel pequeño felino jugaban con pasearse por la piel de su brazo, produciéndole algunas marcas rojizas - pero sin sangre - en los mismos. Recogió las pocas cosas que tenía, apremiando a Haine a que fuera más deprisa. Cualquiera era lento teniendo en cuenta que, por lo menos ella, se acababa de despertar. Y claro, era una mujer por lo que si ella era lenta, el resto también. Sí, esas lógicas aplastantes femeninas. Pero sin discutir aquello se colgó sus dos katanas de la espalda, sujetando al leopardo que todavía no levantaba más de dos palmos del suelo con una correa, para que no saliera corriendo. Este gruñó y la bufó, a disgusto con que se moviera de tal manera y con que lo obligara a él pero, cediendo, acabó caminando a su lado. Casi envidió el buen hacer de Shiro que, sin protestar, siempre se mantenía al lado de Haine. ¿Podría ser Gato como aquel can alguna vez?, sí, pregunta que le surgió a ella. Aun solo con aquellas pertenencias y algo de cansancio físico consiguió bajar del barco. No se trataba más que de una escala en un viaje en el que ya llevaban demasiado tiempo, con demasiadas inclemencias.—Tengo hambre y el gato también… Joder, un día de estos le buscaré un nombre de verdad— comenzó ella, hasta espetarselo a sí misma. Porque sí, se acusaba de que el felino a pesar de todos sus meses no tuviera un nombre decente. Se había obcecado en llamarlo “gato” hasta el momento y eso había contribuído con notoriedad a aquella falta. Pero las calles del puerto fueron desembocando en una de las plazas más famosas de aquella ciudad. Ni siquiera había prestado atención a que estaba en Loguetown porque no era algo que realmente la importara. El sentido de la orientación no era lo suyo ni tenía previsión de que fuera a serlo. Se hizo, por poco dinero, con un bocadillo que partió la mitad para el perro y la otra mitad, dándosela en pequeños pedazos, a su más pequeño acompañante, que saltó sobre sus brazos. Y no, no le gustaba llevar al cachorro en brazos pues aquello la dejaba indefensa de muchas y diferentes maneras. La primera de todas y quizás la más femenina es que se encontraba ataviada de una falda oscura. Una falda, cerca de un puerto, de un mar… Siempre está la estúpida brisa que corre en el momento más inoportuno. La segunda, y no menos importante, es que no le dejaba acceso a cualquiera de las dos empuñaduras que salían de detrás de su hombro derecho. Sin olvidar, que era zurda.
Y hasta ahora, no había reparado en si el peliblanco la seguía. Suponía que sí pues creía que habiendo empezado esto juntos al menos tendría la decencia de, si se iba, despedirse de forma amable con ella. Y no dejándola medio muerta, otra vez. Por eso cuando todo aquel barullo se agolpaba a sus espaldas, ella se giró para mirarlo a él. Pero vio algo que no podía soportar. Soltó al felino que saltó al suelo, a su lado, completamente suelto pero sin irse, casi imitando al perro que había también cerca de ellos. Señaló con la cabeza uno de los puestos que se disputaba frente al de chucherías las visitas frenéticas de los niños ávidos de juguetes y cosas dulces para comer. —Pa-Pa-Pati...— casi tartamudeo ella en bajo. “Patitos de goma” es lo que quería haber dicho. Muy seguramente acompañado de alguna clase de improperio y de un par de palabras de desconfianza ante las criaturas de goma. Eris les tenía aunténtico temor, tanto como para retroceder un poco a fin de no montar un espectáculo hasta que, en aquella carrera de espaldas, chocó con alguien de forma un tanto brusca. —Oh jod… ¡Perdón!— dijo ella, girándose.
Crimson
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Corriendo por el puerto sonriente, feliz y divertido al ver como una manada de veintimuchos tripulantes le perseguían con la clara intención de darle una paliza, como poco, por haberse llevado la escasa bolsa de provisiones del barco y por haberse causado disturbios entre la misma tripulación durante semanas, sembrando la crispación y desconfianza entre ellos mismo mientras él disfrutaba de un paseo gratis hasta esta isla.
Mirada hacia el infinito y cortinilla blanca para el flashback
Hace unas semanas, el todavía pirata, se había colado en un pequeño barco mercante en una de las islas del East Blue. Sabía que la mayoría de los barcos con distintos cargamento en busca de venderlos terminaban en el Loguetown... Así que... ¿Para qué pagar si podía viajar gratis? Era obvio que no iba a pagar por viajar, más siendo un pirata con sus habilidades. Ahora solo tenía que decidir en qué zona del barco poder quedarse. Si hubiera sido un crucero sólo tendría que haber atado a uno de esos gordos ricachones, a los que tanto odiaba, en su propio armario y obligarle a hacer una dieta forzada, así quizás adelgazaran y sus mujeres se lo agradecerían a Crimson, mientras el disfrutaba de una habitación digna de un hotel. Pero al ser un barco con apenas suficientes camas y camarotes para sus propios trabajadores tenía que buscarse un sitio más grande y espacioso. Vale que no fuera un viaje en primera clase, pero siempre se debe de buscar la máxima comodidad y disfrute, esa era una de sus formas de ver la vida, con una filosofía un tanto hedonista y distendida.
Así que el sitio más cómodo y amplio era el mismo almacén de las provisiones y en donde llevaban toda la carga, transportaban vino de muy buena calidad para venderlo en los bares marines cercanos al puerto. Para él era prácticamente el cielo en una zona terrenal (¿o marítima más bien?) comida y bebida gratis durante semanas, no se podía pedir más. No le costó mucho colarse con sus habilidades naturales de infiltración, más aún siendo ellos simples comerciantes. Cada día iba cogiendo todo lo que podía, sin cortarse lo más mínimo, ni siquiera intentaba disimularlo. Sin embargo los pobres e incautos marinos mercantes se preguntaban continuamente por qué desaparecían las cosas y empezaban a culparse entre ellos. Incluso llegaron a echar a uno por la borda, algo de lo que el pirata nunca llegó a enterarse, por ser el más sospechoso (lo discriminaron por estar gordo). Aunque ciertamente si que había robado algo de comida. Crimson lo vio en repetidas ocasiones entrando a hurtadillas (un jabalí en celo sería mucho más sutil) y cogiendo bollos como si no hubiera un mañana. Quizás ya sabía que lo arrojarían al mar y quería disfrutar de una última cena.
Pero claro, no todo puede durar eternamente y en un momento de debilidad (estaba borracho como una cuba, ese dulce vino era demasiada tentación para un solo hombre) salió tambaleándose hacia el baño en mitad de la noche, chocando contra todo lo tenía cerca. Obviamente lo pillaron, con los pantalones bajados y apuntando a la pared, suficiente era que que se aguantase de pie, no le exijas mucho más. Al percatarse de que lo habían pillado con las manos en la masa, y nunca mejor dicho, desenfundo su katana para cortar la pared y salir huyendo. No lo consiguió. Sólo dio un simple al corte al sire, antes de caer al suelo y quedar inconsciente.
Lo ataron y llevaron al salón principal en dónde decidirían que hacer con él. Estando a unas pocas horas de llegar a tierra firme una buena forma sería el darlo a la justicia y hagan con él todo lo que hacían con los criminales. Pero también todos querían justicia y la paliza que ya le habían dado cuando éste seguía desmayado no les parecía suficiente. Algunos pensaron en que podría tener recompensa y que si lo entregaban podrían pagar los daños causados por ese sinvergüenza. Muchos apoyaron la moción. Otros simplemente se preguntaban como es que seguía vivo después de beberse todo lo que se bebió.
Pero subestimaron la capacidad de recuperación de alcohol de Crimson. justo antes de llegar al puerto ya estaba prácticamente bien y aunque lo habían atado no era suficiente para retenerle. En un momento de distracción se soltó de las cuerdas rompiéndolas, pues aunque no sea excesivamente fuerte era lo suficiente como para romperlas. Después salió pitando a por sus armas que estaban en la mesa y tras ésto empezó a escapar corriendo por los pasillos del barco mientras una horda con machetes en mano le perseguían. Afortunadamente ya estaban lo suficientemente cerca como para que de un simple salto y convirtiéndose en un águila y sobrevalondo hasta el puerto. Creyendo que los había despistado siguió su marcha tranquilamente hasta que éstos llegaron y empezaron a perseguirle de nuevo. Sólo le tocaba volver a escapar, pues no tenía ganas de matarlos porque en realidad tenían razón al querer pegarle una paliza, pero le divertía ver como sus esfuerzos por atraparle eran inútiles.
Fin del flashback... o más bien volviendo del in media res... bah lo que sea... otra cortinilla blanca
Había logrado perderlos y dejarlos atrás y justo tras cruzar una callejuela vio a lo lejos a una chica con una especie de gato en las manos. No le hubiera prestado tanta atención (bueno vale, sí que lo habría hecho, es una tía y Crimson apenas hace distinciones) si no fuera por la extraña, y exagerada, reacción que tuvo al ver una escaparate y salir corriendo, sin no antes soltar un par de insultos a la madre de lo que sea que la había aterrado. Ésta vino a toda velocidad en su dirección sin apenas mirar hacia dónde corría, al final tendría más suerte de la que esperaba, chocando finalmente contra él, aunque sin derribarle.
El pirata la sostuvo con sus brazos, en lo que casi parecía ser un abrazo, mientras ella se disculpaba por su acción. Aunque al moreno le venía perfecto como excusa -Sabía que me esperabas, pero no con tanto entusiasmo-dijo con una media sonrisa dibujada en su cara y sujetándola por los hombros con ambas manos. A lo lejos veía, detrás de la morena a la que oportunamente acababa de conocer, a un par de sus perseguidores buscándole. -No suelo hacer ésto en la primera cita pero...-Anunció justo antes de besarla, repentinamente, apoyándola contra la pared, que tenían al lado, para disimular y que pasasen de largo. Suele ser incómodo ver a una pareja en plena acción. Su experiencia le decía que era un buen disuasorio para escapar.
-Tienes un buen guardaespaldas ¡eh?-dijo señalando al felino que le había dejado diversos arañazos en el pectoral izquierdo , por la abertura de sus abrigo rojo. -Si llega a ser un poco más grande ésto me sale mucho más caro-continuó soltando una corta risa por lo absurdo de la situación. -Bueno guapa, gracias por las ayuda-concluyó dándole una palmadita amistosa en el brazo, mientras veía como se alejaban y cruzaban hacia la siguiente calle.
Mirada hacia el infinito y cortinilla blanca para el flashback
Hace unas semanas, el todavía pirata, se había colado en un pequeño barco mercante en una de las islas del East Blue. Sabía que la mayoría de los barcos con distintos cargamento en busca de venderlos terminaban en el Loguetown... Así que... ¿Para qué pagar si podía viajar gratis? Era obvio que no iba a pagar por viajar, más siendo un pirata con sus habilidades. Ahora solo tenía que decidir en qué zona del barco poder quedarse. Si hubiera sido un crucero sólo tendría que haber atado a uno de esos gordos ricachones, a los que tanto odiaba, en su propio armario y obligarle a hacer una dieta forzada, así quizás adelgazaran y sus mujeres se lo agradecerían a Crimson, mientras el disfrutaba de una habitación digna de un hotel. Pero al ser un barco con apenas suficientes camas y camarotes para sus propios trabajadores tenía que buscarse un sitio más grande y espacioso. Vale que no fuera un viaje en primera clase, pero siempre se debe de buscar la máxima comodidad y disfrute, esa era una de sus formas de ver la vida, con una filosofía un tanto hedonista y distendida.
Así que el sitio más cómodo y amplio era el mismo almacén de las provisiones y en donde llevaban toda la carga, transportaban vino de muy buena calidad para venderlo en los bares marines cercanos al puerto. Para él era prácticamente el cielo en una zona terrenal (¿o marítima más bien?) comida y bebida gratis durante semanas, no se podía pedir más. No le costó mucho colarse con sus habilidades naturales de infiltración, más aún siendo ellos simples comerciantes. Cada día iba cogiendo todo lo que podía, sin cortarse lo más mínimo, ni siquiera intentaba disimularlo. Sin embargo los pobres e incautos marinos mercantes se preguntaban continuamente por qué desaparecían las cosas y empezaban a culparse entre ellos. Incluso llegaron a echar a uno por la borda, algo de lo que el pirata nunca llegó a enterarse, por ser el más sospechoso (lo discriminaron por estar gordo). Aunque ciertamente si que había robado algo de comida. Crimson lo vio en repetidas ocasiones entrando a hurtadillas (un jabalí en celo sería mucho más sutil) y cogiendo bollos como si no hubiera un mañana. Quizás ya sabía que lo arrojarían al mar y quería disfrutar de una última cena.
Pero claro, no todo puede durar eternamente y en un momento de debilidad (estaba borracho como una cuba, ese dulce vino era demasiada tentación para un solo hombre) salió tambaleándose hacia el baño en mitad de la noche, chocando contra todo lo tenía cerca. Obviamente lo pillaron, con los pantalones bajados y apuntando a la pared, suficiente era que que se aguantase de pie, no le exijas mucho más. Al percatarse de que lo habían pillado con las manos en la masa, y nunca mejor dicho, desenfundo su katana para cortar la pared y salir huyendo. No lo consiguió. Sólo dio un simple al corte al sire, antes de caer al suelo y quedar inconsciente.
Lo ataron y llevaron al salón principal en dónde decidirían que hacer con él. Estando a unas pocas horas de llegar a tierra firme una buena forma sería el darlo a la justicia y hagan con él todo lo que hacían con los criminales. Pero también todos querían justicia y la paliza que ya le habían dado cuando éste seguía desmayado no les parecía suficiente. Algunos pensaron en que podría tener recompensa y que si lo entregaban podrían pagar los daños causados por ese sinvergüenza. Muchos apoyaron la moción. Otros simplemente se preguntaban como es que seguía vivo después de beberse todo lo que se bebió.
Pero subestimaron la capacidad de recuperación de alcohol de Crimson. justo antes de llegar al puerto ya estaba prácticamente bien y aunque lo habían atado no era suficiente para retenerle. En un momento de distracción se soltó de las cuerdas rompiéndolas, pues aunque no sea excesivamente fuerte era lo suficiente como para romperlas. Después salió pitando a por sus armas que estaban en la mesa y tras ésto empezó a escapar corriendo por los pasillos del barco mientras una horda con machetes en mano le perseguían. Afortunadamente ya estaban lo suficientemente cerca como para que de un simple salto y convirtiéndose en un águila y sobrevalondo hasta el puerto. Creyendo que los había despistado siguió su marcha tranquilamente hasta que éstos llegaron y empezaron a perseguirle de nuevo. Sólo le tocaba volver a escapar, pues no tenía ganas de matarlos porque en realidad tenían razón al querer pegarle una paliza, pero le divertía ver como sus esfuerzos por atraparle eran inútiles.
Fin del flashback... o más bien volviendo del in media res... bah lo que sea... otra cortinilla blanca
Había logrado perderlos y dejarlos atrás y justo tras cruzar una callejuela vio a lo lejos a una chica con una especie de gato en las manos. No le hubiera prestado tanta atención (bueno vale, sí que lo habría hecho, es una tía y Crimson apenas hace distinciones) si no fuera por la extraña, y exagerada, reacción que tuvo al ver una escaparate y salir corriendo, sin no antes soltar un par de insultos a la madre de lo que sea que la había aterrado. Ésta vino a toda velocidad en su dirección sin apenas mirar hacia dónde corría, al final tendría más suerte de la que esperaba, chocando finalmente contra él, aunque sin derribarle.
El pirata la sostuvo con sus brazos, en lo que casi parecía ser un abrazo, mientras ella se disculpaba por su acción. Aunque al moreno le venía perfecto como excusa -Sabía que me esperabas, pero no con tanto entusiasmo-dijo con una media sonrisa dibujada en su cara y sujetándola por los hombros con ambas manos. A lo lejos veía, detrás de la morena a la que oportunamente acababa de conocer, a un par de sus perseguidores buscándole. -No suelo hacer ésto en la primera cita pero...-Anunció justo antes de besarla, repentinamente, apoyándola contra la pared, que tenían al lado, para disimular y que pasasen de largo. Suele ser incómodo ver a una pareja en plena acción. Su experiencia le decía que era un buen disuasorio para escapar.
-Tienes un buen guardaespaldas ¡eh?-dijo señalando al felino que le había dejado diversos arañazos en el pectoral izquierdo , por la abertura de sus abrigo rojo. -Si llega a ser un poco más grande ésto me sale mucho más caro-continuó soltando una corta risa por lo absurdo de la situación. -Bueno guapa, gracias por las ayuda-concluyó dándole una palmadita amistosa en el brazo, mientras veía como se alejaban y cruzaban hacia la siguiente calle.
- OFF:
- OFF: La verdad es que el flashback me ha salido más largo de lo que esperaba xD No sé si como reaccionaréis ahora, pero bueno, me parecía curioso empezar así, "haciendo amigos". A ver como acaba ésto.
Haine Rammsteiner
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Los engranajes metálicos de unas piernas robóticas era lo único que se escuchaba alrededor del albino, el cual se dirigía hacia el centro de aquella ciudad siguiendo a su hermana, pero sin acercarse demasiado como si fueran juntos pero cada uno por su lado. Junto a Haine caminaban Shiro, el perro que le había acompañado desde que había sido un crío, y ABR, una máquina ofensiva creada por el inventor de un tamaño no superior al del animal y que parecía constar únicamente de piernas y una ametralladora. La gente de Loguetown se iba apartando según él pasaba, en parte por miedo a que aquella torreta móvil comenzara a disparar o a que el perro atacara a alguien, o quizás tuviera que ver que el propio Haine llevaba una escopeta, un lanzagranadas y dos pistolas. Pero él caminaba distraído, sin apenas darse cuenta y pensando que la gente era muy sensible.
Habían llegado a Loguetown, una ciudad con gran afluente turístico por ser el lugar de nacimiento y muerte de un gran pirata, o algo así. Para Haine solo era un puerto más que visitar para reunir materiales, un lugar donde Eris podría comprar tranquilamente y darle un rato para sus cosas, dejando al albino tiempo libre para aprovechar sus curiosos poderes y robar algo. O mejor aún, que lo que quería robar fuera hasta él. No sería fácil sin embargo, pues en la ciudad parecía haber patrullas de marines velando por la seguridad del lugar y evitando que aquella ciudad se convirtiera en una ciudad pirata,lo cual era lógico debido al número de habitantes que había allí. En cualquier caso no parecía que fuera a haber ningún tipo de problemas por aquel entonces, y pese a que Haine había hecho muchas cosas bastante "ilegales" en el pasado nunca lo habían pillado, por lo que su cabeza se mantenía con el precio de cualquier ciudadano normal.
Sin embargo algo tenía que pasar, algo que nublara aquel brillante día... Metaforicamente hablando. Estaba algo apartado de Eris mirando una puesto donde vendían fruta cuando se dio cuenta de que le pasaba algo, aparentemente relacionado con la tienda que estaba mirando, hecho que en principio solo le sacó una sonrisa. ¿A qué le tendría miedo su hermana para ponerse así? Pero antes de que pudiera acercarse a averiguarlo, un hombre la tomó llamando la atención de Haine que perdió los estribos en cuanto observó el acto vil y sucio que acababa de realizar. Él la había besado, no le importaba la razón ni si Eris estaría feliz de aquello o no, sencillamente no le gustaba que nadie besara a su hermana y menos si aparentaba ser un desconocido con aspecto de violador.
Apresuró el paso pero sin llegar a correr, llevándose la mano a la espalda y corriendo la cinta que sujetaba su escopeta para tomarla con una sola mano. Sus dos acompañantes, tanto la máquina como el animal, lo siguieron en un principio sin entender la situación, pero bastó una orden para que ambos reaccionaran. - Fija el blanco. - pronunció, haciendo que el ABR apuntara directamente al hombre que Haine le había indicado. Tanto Eris, como Shiro, como Gato y como el propio Haine habían sido reconocidos como "aliados" en la base de datos de la máquina, por lo que no dispararía si hubiera posibilidad de herir a una de esas personas. Sin embargo aquel hombre se enfrentaba ahora a tres amenazas, la ametralladora de la máquina, los dientes de Shiro y la escopeta de Haine.
En cuanto estuvo a una distancia inferior a dos metros alzó la escopeta y le apuntó directamente a la cabeza, teniendo que alzar el arma ligeramente pues era más alto que él. El ABR se iluminó un segundo y emitió un sonido de confirmación, como si le indicara a Haine que estaba listo para atacar. Por otro lado, el perro de color blanco comenzó a gruñir sin separarse de Haine y con la cabeza algo baja, como si se preparara para saltar. - Discúlpate... Y aléjate de mi hermana... - dijo con la voz muy seria y claramente intranquila. Las siguientes palabras que emitirían sus labios serían "ABR Ataque", comando que activaría la ametralladora, pero por el momento se mantendría callado e intentaría que aquella situación se saltara sin sangre y sesos por el suelo. Si es que ese descerebrado tenía algo dentro de su cráneo.
Un agudo chillido dañó los tímpanos de Haine, una mujer que se dio cuenta de la situación que había a tan solo unos metros de ella. Los ciudadanos se alejaron unos diez metros de aquel lugar pero se mantuvieron curiosos en su mayoría, mientras que aparentemente otros se marchaban por las callejuelas a sus casas o en busca de algún marine que los ayudara. En cualquier caso, aunque encontraran cuerpos de seguridad al albino le daría tiempo a apretar el gatillo. Aquel gatillo... Sentía el roce de su dedo sobre él, casi seductor, tan frágil y a la vez tan poderoso... Tan fácil y con tantas consecuencias... No le temblaría la mano.
Habían llegado a Loguetown, una ciudad con gran afluente turístico por ser el lugar de nacimiento y muerte de un gran pirata, o algo así. Para Haine solo era un puerto más que visitar para reunir materiales, un lugar donde Eris podría comprar tranquilamente y darle un rato para sus cosas, dejando al albino tiempo libre para aprovechar sus curiosos poderes y robar algo. O mejor aún, que lo que quería robar fuera hasta él. No sería fácil sin embargo, pues en la ciudad parecía haber patrullas de marines velando por la seguridad del lugar y evitando que aquella ciudad se convirtiera en una ciudad pirata,lo cual era lógico debido al número de habitantes que había allí. En cualquier caso no parecía que fuera a haber ningún tipo de problemas por aquel entonces, y pese a que Haine había hecho muchas cosas bastante "ilegales" en el pasado nunca lo habían pillado, por lo que su cabeza se mantenía con el precio de cualquier ciudadano normal.
Sin embargo algo tenía que pasar, algo que nublara aquel brillante día... Metaforicamente hablando. Estaba algo apartado de Eris mirando una puesto donde vendían fruta cuando se dio cuenta de que le pasaba algo, aparentemente relacionado con la tienda que estaba mirando, hecho que en principio solo le sacó una sonrisa. ¿A qué le tendría miedo su hermana para ponerse así? Pero antes de que pudiera acercarse a averiguarlo, un hombre la tomó llamando la atención de Haine que perdió los estribos en cuanto observó el acto vil y sucio que acababa de realizar. Él la había besado, no le importaba la razón ni si Eris estaría feliz de aquello o no, sencillamente no le gustaba que nadie besara a su hermana y menos si aparentaba ser un desconocido con aspecto de violador.
Apresuró el paso pero sin llegar a correr, llevándose la mano a la espalda y corriendo la cinta que sujetaba su escopeta para tomarla con una sola mano. Sus dos acompañantes, tanto la máquina como el animal, lo siguieron en un principio sin entender la situación, pero bastó una orden para que ambos reaccionaran. - Fija el blanco. - pronunció, haciendo que el ABR apuntara directamente al hombre que Haine le había indicado. Tanto Eris, como Shiro, como Gato y como el propio Haine habían sido reconocidos como "aliados" en la base de datos de la máquina, por lo que no dispararía si hubiera posibilidad de herir a una de esas personas. Sin embargo aquel hombre se enfrentaba ahora a tres amenazas, la ametralladora de la máquina, los dientes de Shiro y la escopeta de Haine.
En cuanto estuvo a una distancia inferior a dos metros alzó la escopeta y le apuntó directamente a la cabeza, teniendo que alzar el arma ligeramente pues era más alto que él. El ABR se iluminó un segundo y emitió un sonido de confirmación, como si le indicara a Haine que estaba listo para atacar. Por otro lado, el perro de color blanco comenzó a gruñir sin separarse de Haine y con la cabeza algo baja, como si se preparara para saltar. - Discúlpate... Y aléjate de mi hermana... - dijo con la voz muy seria y claramente intranquila. Las siguientes palabras que emitirían sus labios serían "ABR Ataque", comando que activaría la ametralladora, pero por el momento se mantendría callado e intentaría que aquella situación se saltara sin sangre y sesos por el suelo. Si es que ese descerebrado tenía algo dentro de su cráneo.
Un agudo chillido dañó los tímpanos de Haine, una mujer que se dio cuenta de la situación que había a tan solo unos metros de ella. Los ciudadanos se alejaron unos diez metros de aquel lugar pero se mantuvieron curiosos en su mayoría, mientras que aparentemente otros se marchaban por las callejuelas a sus casas o en busca de algún marine que los ayudara. En cualquier caso, aunque encontraran cuerpos de seguridad al albino le daría tiempo a apretar el gatillo. Aquel gatillo... Sentía el roce de su dedo sobre él, casi seductor, tan frágil y a la vez tan poderoso... Tan fácil y con tantas consecuencias... No le temblaría la mano.
- Detalles:
- No, no quiero decir que vaya a decir "ABR Ataque" en caso de que no te largues. Simplemente es para mostrar el enfado de Haine.
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A pesar de su irracional odio por los patos, supo calmarse al entrar en contacto de espaldas con aquella persona. El choque había sido fortuíto, accidental. No lo había planeado ni realmente lo había querido. Pero la situación daba que pensar volviéndose realmente cómica. No pudo hacer nada al verse rodeada de aquellos cómodos y anchos brazos de la persona con la que se había chocado. Sonrió, a pesar de que previamente se había disculpado pero, antes de poder decir nada a pesar de su creencia de que bromeaba, se vio ciertamente atrapada entre la pared y un hombre atractivo. Hasta que la besó. Tras ciertos segundos ella reaccionó, totalmente sorprendida y notablemente confusa incluso por las palabras posteriores de él. Iba a abrir la boca para decir cualquier cosa malsonante, cuando escuchó la orden de apuntar que le dio Haine a aquella estridente máquina. La gente con algo de griterío e histeria, propias de una pelea en cualquier lugar, reaccionaron apartándose. Ella alzó una ceja, todavía más incómoda que con la idea de que un hombre guapo la hubiera besado. Negó con la cabeza y sujetó a aquella pequeña bestia que tenía en brazos, dejándola después en el suelo.
—No es mi guardaespaldas, ni mi hermano— los corrigió a los dos. A pesar de que estuviera casi emparentado con ella por haber vivido tanto y durante tanto tiempo juntos, ella no lo consideraba así. Hermanos tenía, varios, idiotas todos. —Haine, deja de dar el puto espectáculo y ponle un algo por encima a ese trasto. ¿Qué quieres? ¿Que nos detengan? Porque a mí no me hace ninguna gracia eso— la verdad y nada más que la verdad. ¿Qué pasaría si se formaba una pelea pequeña allá donde se encontraban? Aunque la joven tuviera una nula orientación ya mencionaba era sabedora de que cualquier pelea, por nimia que fuera, sería condenada. Y no quería pasarse unos días en ninguna cárcel de un pueblucho. Aunque no podía negar que le había gustado el beso, ¿por qué iba a hacerlo? Después de todo no viajas todos los días con alguien a quien llamas hermano, de quien estás enamorado casi de forma platónica pero que no te hace caso y te ve como una niña y, como “premio de consolación” te besa un hombre de la talla del que tenía delante. Pensó en ponerle ella misma. La tirita, sí.
Y aún así el gato insistía en tratar de arañar al hombre cargando contra su pierna. Aunque no le prestó demasiada atención pues, sujeto con aquella fina correa, ni siquiera llegaba hasta donde estaba él. —Sabe esto… Caballero, ¿que no se deben ir besando a extrañas por ahí? ¿qué pasa si estuviera comprometida? ¿o fuera toda una señorita y hubiera propasado los límites de una hipotética virginidad de mis labios? ¿o fuera un hombre disfrazado de mujer? Usted, caballero, se arriesga demasiado— dijo, bastante más seria de lo que sus palabras lo eran en realidad. —Así que, bajo su previa disculpa haré que aquel que denominó mi guardaespaldas se disculpe también— pero dejó escapar una suave sonrisa al final, vencida por la situación —, o puede besarme de nuevo— sentenció con un claro tono irónico, volviendo a tirar del pequeño leopardo para que volviera a sus brazos y dejase de molestar a todo aquel que se acercaba a ella.
—No es mi guardaespaldas, ni mi hermano— los corrigió a los dos. A pesar de que estuviera casi emparentado con ella por haber vivido tanto y durante tanto tiempo juntos, ella no lo consideraba así. Hermanos tenía, varios, idiotas todos. —Haine, deja de dar el puto espectáculo y ponle un algo por encima a ese trasto. ¿Qué quieres? ¿Que nos detengan? Porque a mí no me hace ninguna gracia eso— la verdad y nada más que la verdad. ¿Qué pasaría si se formaba una pelea pequeña allá donde se encontraban? Aunque la joven tuviera una nula orientación ya mencionaba era sabedora de que cualquier pelea, por nimia que fuera, sería condenada. Y no quería pasarse unos días en ninguna cárcel de un pueblucho. Aunque no podía negar que le había gustado el beso, ¿por qué iba a hacerlo? Después de todo no viajas todos los días con alguien a quien llamas hermano, de quien estás enamorado casi de forma platónica pero que no te hace caso y te ve como una niña y, como “premio de consolación” te besa un hombre de la talla del que tenía delante. Pensó en ponerle ella misma. La tirita, sí.
Y aún así el gato insistía en tratar de arañar al hombre cargando contra su pierna. Aunque no le prestó demasiada atención pues, sujeto con aquella fina correa, ni siquiera llegaba hasta donde estaba él. —Sabe esto… Caballero, ¿que no se deben ir besando a extrañas por ahí? ¿qué pasa si estuviera comprometida? ¿o fuera toda una señorita y hubiera propasado los límites de una hipotética virginidad de mis labios? ¿o fuera un hombre disfrazado de mujer? Usted, caballero, se arriesga demasiado— dijo, bastante más seria de lo que sus palabras lo eran en realidad. —Así que, bajo su previa disculpa haré que aquel que denominó mi guardaespaldas se disculpe también— pero dejó escapar una suave sonrisa al final, vencida por la situación —, o puede besarme de nuevo— sentenció con un claro tono irónico, volviendo a tirar del pequeño leopardo para que volviera a sus brazos y dejase de molestar a todo aquel que se acercaba a ella.
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Miraba a lo lejos de la calle para comprobar que sus perseguidores ya no aparecerían más por esa zona. El beso con la morena había sido una medida lo suficientemente disuasoria como para quitárselos de encima durante un buen rato. La chica apenas pudo hacer algún gesto por lo súbito de la situación. En cambio había alguien que sí se movilizaba respondiendo a los actos del pirata. Desde lo lejos veía como se aproximaba, a paso ligero, junto a un cánido y un robot... sí, un robot. Ver para creer.-"Vaya, ésto no se ve todos los días"-arqueó la ceja con cara ligeramente asombrada. Le encantaban esa clase de juguetitos, aunque no sea un experto en maquinaria ta compleja si lo era en armas y el sólo hecho de ver una ametralladora móvil le encantaba, aunque menos que el contacto de los finos labios de ella.
Como siempre, ya había conseguido buscarse un nuevo "enemigo" nada más llegar a la isla. Un hombre de aproximadamente su edad, algo más bajo y delgado que el propio Crimson. Justo ahora que parecía que estaría libre de los otros. Su experiencia le decía que en muy raras ocasiones podía estar en una isla sin dejar un halo de destrucción a su paso. Con esa premisa por delante él simplemente desenfundó sutilmente una de sus pistolas, mientras el hombre que se aproximaba a él y sus dos acompañantes hacían lo mismo, pues su ímpetu demostraba que estaban listo para combatir. Ese nuevo invitado le apuntaba directamente hacia la cabeza con una recortada de dos cañones. él por su parte también le encañonaba sin apenas levantar su arma, aunque no a la cabeza, sino a una zona más íntima y más dolorosa. Quizás no muriese con un disparo ahí, pero en cuanto lo recibiera lo desearía.
-Yo no jugaría a ver quién dispara primero-advirtió el pirata.- Bonita torreta... ¿Qué usa, balas antitanque?-preguntó intrigado por el aparato que le acompañaba y fijando su vista en la ametralladora.
Pero ella los interrumpió, corrigiendo a ambos y reprochando a su "hermano" por lo escandaloso que estaba siendo. En otras circunstancias se habría llevado bien con Haine, pues así es como le había llamado. Pero dada la situación que se había montado sería más complicado hacer las pases. Esas palabras hicieron que deje de estar tan alerta y bajó su arma, dejando de apuntarle. Por otro lado, el pequeño leopardo no cesaba en su empeño de atacarle con sus garrtias. Su ama lo alejó sin complicaciones al estar atado este animal a una correa. Siguió con su breve charla, preguntándole si sabía que no podía ir besando a desconocidad sin ton ni son y justo después exigía una disculpa para hacer que su "guardaespaldas" hiciera lo mismo.
El pelinegro se agachó, en cuclillas, delante del cachorro acercando su mano. Éste respondía con sendos "zarpazos" hacia su mano, que fácilmente esquivaba. Sólo lo veía como un juego, por más que el felino se empeñase en arañarle como buen el depredador en el que se convertiría. -Me seduce la idea de que este pequeñín se disculpe...-dijo justo antes de levantar la mirada y clavarla fijamente en las orbes de ella.-...Lo siento...-continuó colocándose nuevamente de pie frente a ella, muy próximos-...Pero tú me seduces más-concluyó tomándola de la cintura y acercándola hacia él para finalizar con otro profundo beso.
Con la otra mano aún conservaba la pistola, pues a pesar de ser excesivamente confiado, no terminaba de fiarse de su cuñado. No sería el primer hermano político que le dispara mientras él está con una mujer. Afortunadamente ninguno tuvo mucha puntería en su intento.
Como siempre, ya había conseguido buscarse un nuevo "enemigo" nada más llegar a la isla. Un hombre de aproximadamente su edad, algo más bajo y delgado que el propio Crimson. Justo ahora que parecía que estaría libre de los otros. Su experiencia le decía que en muy raras ocasiones podía estar en una isla sin dejar un halo de destrucción a su paso. Con esa premisa por delante él simplemente desenfundó sutilmente una de sus pistolas, mientras el hombre que se aproximaba a él y sus dos acompañantes hacían lo mismo, pues su ímpetu demostraba que estaban listo para combatir. Ese nuevo invitado le apuntaba directamente hacia la cabeza con una recortada de dos cañones. él por su parte también le encañonaba sin apenas levantar su arma, aunque no a la cabeza, sino a una zona más íntima y más dolorosa. Quizás no muriese con un disparo ahí, pero en cuanto lo recibiera lo desearía.
-Yo no jugaría a ver quién dispara primero-advirtió el pirata.- Bonita torreta... ¿Qué usa, balas antitanque?-preguntó intrigado por el aparato que le acompañaba y fijando su vista en la ametralladora.
Pero ella los interrumpió, corrigiendo a ambos y reprochando a su "hermano" por lo escandaloso que estaba siendo. En otras circunstancias se habría llevado bien con Haine, pues así es como le había llamado. Pero dada la situación que se había montado sería más complicado hacer las pases. Esas palabras hicieron que deje de estar tan alerta y bajó su arma, dejando de apuntarle. Por otro lado, el pequeño leopardo no cesaba en su empeño de atacarle con sus garrtias. Su ama lo alejó sin complicaciones al estar atado este animal a una correa. Siguió con su breve charla, preguntándole si sabía que no podía ir besando a desconocidad sin ton ni son y justo después exigía una disculpa para hacer que su "guardaespaldas" hiciera lo mismo.
El pelinegro se agachó, en cuclillas, delante del cachorro acercando su mano. Éste respondía con sendos "zarpazos" hacia su mano, que fácilmente esquivaba. Sólo lo veía como un juego, por más que el felino se empeñase en arañarle como buen el depredador en el que se convertiría. -Me seduce la idea de que este pequeñín se disculpe...-dijo justo antes de levantar la mirada y clavarla fijamente en las orbes de ella.-...Lo siento...-continuó colocándose nuevamente de pie frente a ella, muy próximos-...Pero tú me seduces más-concluyó tomándola de la cintura y acercándola hacia él para finalizar con otro profundo beso.
Con la otra mano aún conservaba la pistola, pues a pesar de ser excesivamente confiado, no terminaba de fiarse de su cuñado. No sería el primer hermano político que le dispara mientras él está con una mujer. Afortunadamente ninguno tuvo mucha puntería en su intento.
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"¡Booom!"
Sonido de disparo, grave y resonante por las calles cercanas, acompañado de multitud de gritos histéricos y un charco de sesos y sangre en el suelo. Un cuerpo, decapitado salvajemente, llenando del color rojo carmesí las calles sobre las que estaba tendido. Pasos corriendo por todas partes, algunos alejándose y otros acercándose hasta donde él estaba mientras miraba con desprecio el cadáver sintiendo su cuerpo temblar por la necesidad de pegarle una paliza, aún estando muerto y sabiendo que no sentiría dolor. Como le habría gustado sentir aquello...
No disparó, por desgracia, todo aquello ocurrió únicamente en su cabeza mientras colgaba su escopeta con los ojos cerrados en su espalda para, en apenas uno o dos segundos desde que inició aquel proceso, lanzarse hacia adelante para recorrer la distancia que los separaba a gran velocidad. Si no había disparado era para no darle a su hermanastra, pues aunque sabía que no podría dañarla con algo tan débil si su disparo fallaba su rival sabría sus poderes, así como todo el mundo que observaba la escena a su alrededor. No podía permitir eso, pues el poder de Eris era algo que no debía ser conocido jamás o de lo contrario podrían aprovecharse de ella, de una simple "niña" o así era como la veía Haine. Por lo tanto no tuvo más remedio que guardar su arma y separarlos antes de poder abrir fuego, porque eso estaba claro, aquel hombre se había ganado una buena y sería muy difícil que las palabras detuvieran al albino. No la había besado una vez sino dos, y encima delante de él para añadirle más burla y mofa contra su propia persona. ¿Celos? Sí. ¿Rabia? Como la de un perro.
Y hablando de perros, Shiro parecía actuar más razonablemente que su "amo", o mejor dicho compañero, pues se había lanzado también hacia adelante pero con una intención muy diferente. Justo cuando Haine estaba llegando Shiro buscaba morder la bota de Eris, tirando hacia atrás para que no fuera golpeada en caso de que Haine calculara mal o el hombre hiciera algún movimiento sorpresivo. Volviendo a la acción y aprovechando precisamente que aquel desconocido estaba "ocupado" con su hermana, se lanzó hacia adelante y lanzó su derecha con todas sus fuerzas para golpearlo en la cara, haciendo acopio de su ligera musculatura provocada por el uso de armas de peso moderado de medio alcance. Si bien iba a golpear a un tío que le doblaba en tamaño aparentemente, no tenía miedo de destrozarse los nudillos o de no moverlo ni un centímetro, de hecho ni siquiera se había planteado eso.
El único momento de lucidez que había tenido le había hecho no dispararle en toda la boca por miedo de darle a su hermana, pero cualquier otro acto lógico parecía que iba a encontrarse fuera de sus manos durante un rato. El robot que lo acompañaba buscó posicionarse mejor siguiendo a su constructor y tratando de interponerse entre Eris y el hombre misterioso, de modo que en caso de abrir fuego no le diera a las personas que tenía en su "lista blanca". Se mantuvo expectante, de momento, de la misma forma que lo haría Shiro tras tratar de poner a salvo a la que desde hacía ya tiempo se había convertido en su compañera. Volviendo a Haine, no hay suficientes palabras en el idioma "humano" para describir lo que sentía, aunque quizás sí las haya en un idioma más animal y salvaje. Más que pegarle un puñetazo tenía ganas de morderle, y es probable que lo hiciera con el propósito de arrancarle esos labios que habían besado a su hermanastra.
Sonido de disparo, grave y resonante por las calles cercanas, acompañado de multitud de gritos histéricos y un charco de sesos y sangre en el suelo. Un cuerpo, decapitado salvajemente, llenando del color rojo carmesí las calles sobre las que estaba tendido. Pasos corriendo por todas partes, algunos alejándose y otros acercándose hasta donde él estaba mientras miraba con desprecio el cadáver sintiendo su cuerpo temblar por la necesidad de pegarle una paliza, aún estando muerto y sabiendo que no sentiría dolor. Como le habría gustado sentir aquello...
No disparó, por desgracia, todo aquello ocurrió únicamente en su cabeza mientras colgaba su escopeta con los ojos cerrados en su espalda para, en apenas uno o dos segundos desde que inició aquel proceso, lanzarse hacia adelante para recorrer la distancia que los separaba a gran velocidad. Si no había disparado era para no darle a su hermanastra, pues aunque sabía que no podría dañarla con algo tan débil si su disparo fallaba su rival sabría sus poderes, así como todo el mundo que observaba la escena a su alrededor. No podía permitir eso, pues el poder de Eris era algo que no debía ser conocido jamás o de lo contrario podrían aprovecharse de ella, de una simple "niña" o así era como la veía Haine. Por lo tanto no tuvo más remedio que guardar su arma y separarlos antes de poder abrir fuego, porque eso estaba claro, aquel hombre se había ganado una buena y sería muy difícil que las palabras detuvieran al albino. No la había besado una vez sino dos, y encima delante de él para añadirle más burla y mofa contra su propia persona. ¿Celos? Sí. ¿Rabia? Como la de un perro.
Y hablando de perros, Shiro parecía actuar más razonablemente que su "amo", o mejor dicho compañero, pues se había lanzado también hacia adelante pero con una intención muy diferente. Justo cuando Haine estaba llegando Shiro buscaba morder la bota de Eris, tirando hacia atrás para que no fuera golpeada en caso de que Haine calculara mal o el hombre hiciera algún movimiento sorpresivo. Volviendo a la acción y aprovechando precisamente que aquel desconocido estaba "ocupado" con su hermana, se lanzó hacia adelante y lanzó su derecha con todas sus fuerzas para golpearlo en la cara, haciendo acopio de su ligera musculatura provocada por el uso de armas de peso moderado de medio alcance. Si bien iba a golpear a un tío que le doblaba en tamaño aparentemente, no tenía miedo de destrozarse los nudillos o de no moverlo ni un centímetro, de hecho ni siquiera se había planteado eso.
El único momento de lucidez que había tenido le había hecho no dispararle en toda la boca por miedo de darle a su hermana, pero cualquier otro acto lógico parecía que iba a encontrarse fuera de sus manos durante un rato. El robot que lo acompañaba buscó posicionarse mejor siguiendo a su constructor y tratando de interponerse entre Eris y el hombre misterioso, de modo que en caso de abrir fuego no le diera a las personas que tenía en su "lista blanca". Se mantuvo expectante, de momento, de la misma forma que lo haría Shiro tras tratar de poner a salvo a la que desde hacía ya tiempo se había convertido en su compañera. Volviendo a Haine, no hay suficientes palabras en el idioma "humano" para describir lo que sentía, aunque quizás sí las haya en un idioma más animal y salvaje. Más que pegarle un puñetazo tenía ganas de morderle, y es probable que lo hiciera con el propósito de arrancarle esos labios que habían besado a su hermanastra.
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Estaba claro que la implicación de una relación parecía poner a Haine nervioso. Ya lo había demostrado con los marines en el barco y ya lo estaba demostrando ahora. Por lo que Eris se planteaba realmente su viaje con él. ¿No podría acercarse a ningún hombre aunque fueran con malas intenciones de seducirlo para sacar algo a cambio sin notar su ira? Le parecía soberanamente estúpido. Y más cuando la llamaba hermana. Pero no hizo más que concentrarse en el hombre que tenía delante, atractivo donde los hubiera -aunque su amor platónico siempre fuera a ser otra persona- pero… La besó, de nuevo. Aquel tono irónico parecía haberse convertido en verdad cuando los labios de ambos se unieron por acción del hombre, recién levantado, pues había puesto a prueba las garras del pequeño felino. Sintió sus manos sobre su cintura y no tuvo más remedio que apegarse un poco a él, cerrando de manera automática los ojos. Pero todo eso, para variar, volvió a ser interrumpido. ¿Es que acaso creía que si pidiéndolo ella -aunque hubiera sonado a broma, que quizás lo era- él ni siquiera tuviera a bien respetarlo? Chasqueó la lengua cuando se separó por la acción de su propia rodilla, vencida hacia atrás cuando el perro estiró de su bota.
Trastablilleó, dando un par de pasos hacia atrás mirando como el peliblanco se adelantaba a pegar al contrario. ¿En qué narices estaba pensando? Pues sí, eso era lo que se preguntaba ella. Le sacaba más cuerpo y músculo y por aquí no había nada que él pudiera poseer para ganarlo. Por eso apretó los dientes y los puños, pero no se acercó. La ira corrió por sus venas y sabía los significaba eso: un gran peligro cargado de un voltaje poco potente. No sabía a quien quería dejar seco antes, pero el “defender su honor” de aquella manera estaba demasiado pasado de moda. ¿Debía decírselo? Pero no tuvo tiempo. Escuchó un murmullo generalizado proveniente de la plaza, muchos los miraban y cuchicheaban. Era tan malo llamar la atención como no hacerlo del todo. —¿Qué problema tenéis? ¡Largaros, va a haber tormeta!— exclamó ella, a pesar de que el cielo solo tenía unas cuantas nubes. Si bien… ¿Qué quería haber dicho? No, todavía no era capaz de controlar su poder bien pero… ¿Qué era en sí misma una mujer descontrolada? Un ente loco, maligno y caótico. Y el caos es tan peligroso como el control.
—Sois la pareja perfecta— comenzó —, fácilmente provocables… La promiscuidad ni hace el amor ni protege el honor— alzo una ceja. —Así que vosotros elegid… O nos movemos de aquí y evitamos que nos detengan por vuestro buen hacer en una vía pública, o os seguís pegandoos como críos— pero no pudo evitar reírse, acariciando la cabeza de Shiro para agacharse y tomar al gato en brazos, aprovechando para colocarse la ropa. Así que se dio la vuelta pero, antes de echarse a caminar, miró hacia atrás. —A mí no me detendrán aquí… Y podemos continuar con lo que habíamos empezado— dijo, mirando directamente a Crimson con una ceja enarcada —, los tres— terminó con aquellas descaradas palabras mientras movía su vista hacia Haine, mordiéndose el labio. Pero claramente, estaba bromeando. Echó a andar hacia el interior del callejón, esperando que uno de ellos al menos la siguiera o… Por lo menos le dieran pie a poderlo sacar de aquella celda en los que les meterían si seguían llamando la atención.
Trastablilleó, dando un par de pasos hacia atrás mirando como el peliblanco se adelantaba a pegar al contrario. ¿En qué narices estaba pensando? Pues sí, eso era lo que se preguntaba ella. Le sacaba más cuerpo y músculo y por aquí no había nada que él pudiera poseer para ganarlo. Por eso apretó los dientes y los puños, pero no se acercó. La ira corrió por sus venas y sabía los significaba eso: un gran peligro cargado de un voltaje poco potente. No sabía a quien quería dejar seco antes, pero el “defender su honor” de aquella manera estaba demasiado pasado de moda. ¿Debía decírselo? Pero no tuvo tiempo. Escuchó un murmullo generalizado proveniente de la plaza, muchos los miraban y cuchicheaban. Era tan malo llamar la atención como no hacerlo del todo. —¿Qué problema tenéis? ¡Largaros, va a haber tormeta!— exclamó ella, a pesar de que el cielo solo tenía unas cuantas nubes. Si bien… ¿Qué quería haber dicho? No, todavía no era capaz de controlar su poder bien pero… ¿Qué era en sí misma una mujer descontrolada? Un ente loco, maligno y caótico. Y el caos es tan peligroso como el control.
—Sois la pareja perfecta— comenzó —, fácilmente provocables… La promiscuidad ni hace el amor ni protege el honor— alzo una ceja. —Así que vosotros elegid… O nos movemos de aquí y evitamos que nos detengan por vuestro buen hacer en una vía pública, o os seguís pegandoos como críos— pero no pudo evitar reírse, acariciando la cabeza de Shiro para agacharse y tomar al gato en brazos, aprovechando para colocarse la ropa. Así que se dio la vuelta pero, antes de echarse a caminar, miró hacia atrás. —A mí no me detendrán aquí… Y podemos continuar con lo que habíamos empezado— dijo, mirando directamente a Crimson con una ceja enarcada —, los tres— terminó con aquellas descaradas palabras mientras movía su vista hacia Haine, mordiéndose el labio. Pero claramente, estaba bromeando. Echó a andar hacia el interior del callejón, esperando que uno de ellos al menos la siguiera o… Por lo menos le dieran pie a poderlo sacar de aquella celda en los que les meterían si seguían llamando la atención.
Crimson
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Profundo e intenso. Ese beso se prolongó para disfrute del pirata. Cerró los ojos al ver que ella hacía lo mismo olvidándose de Haine. Apenas y oponía resistencia a los actos, que se tomaba con total libertad y confianza, el pelinegro. Es más daba la sensación de que estaba disfrutando tanto como él de ese momento. En cambio, la furia del albino iba in crescendo por cada instante en la que ambos se fundían con la unión de sus labios. No tardó en interrumpirlos nuevamente, aunque ésta vez se le adelantó su perro. El cánido tiró de la bota de la espadachina usando sus fauces para alejarla de un sujeto que debía resultar mucho más que un intruso para la mayoría de los presentes.
Logró separarla de éste, que sonreía encantado por como se sucedían uno tras otro los sucesos. En el fondo sabía que se acabaría divirtiendo ese día. Desde que tuvo que “huir” de los marineros hasta el beso con esa joven y el conflicto actual con el otro. Incluso para alguien como él, todo lo que ocurría estaba siendo bastante más movido de lo habitual. Y le encantaba.
No tardó en actuar su cuñado ya que ahora podía atacarle directamente sin que la chica pudiera sufrir consecuencias por sus actos. Crimson pensaba que le atacaría con su escopeta, o quizás con ese robot andante que le seguía, o tal vez con el perro... o simplemente con una combinación de todos. Definitivamente, lo que no esperaba era que le atacase con los puños desnudos, sin emplear más que su propia fuerza. Tenía que estar realmente furioso para tener que emplear un ataque tan desesperado. No se movió ni un centímetro para esquivar el golpe. Sabía que si había decidido confrontarlo era porque en realidad quería demostrar algo y Crimson quería saber qué era.
Giró el cuello con brusquedad, dio un paso hacia un lado, producto de la inercia del golpe. Apenas le hizo daño ese puñetazo, aunque logró hacerle un corte más vistoso que dañino en el labio inferior. Escupió un poco de sangre y se secó con el dorso de la mano la poca que le quedaba en la comisura de los labios. No era un golpe demasiado fuerte. Obviamente no tenía el nivel suficiente en el combate cuerpo a cuerpo como para poder tumbar al pirata.-Un ataque desesperado ¿eh?-dijo con un sonrisa irónica.-¿Por qué no pruebas ahora con tus juguetitos a ver si así tienes mejor resultado?-le provocó llevando su otra mano a la parte de su cintura, listo para desenfundar su otra arma.
Escuchó entonces a la chica, que advertía al resto de ciudanos que se marchasen. Acto seguido se dirigió a los dos buscando calmarlos, alegando que seguían armando un escándalo que ella no aceptaba pues no quería que hubiese detenciones. Era cierto. Una isla como Loguetown estaba plagada de marines pues era la última parada del East Blue justo antes del Grand Line. A ese paso no tardarían en venir algunos para detenerlos o, al menos en su caso, intentarlo. Sin embargo al capitán pirata no le importaba mucho el hecho de pudiese venir la justicia. No sería la primera vez que lograba huir impune de ellos. Lo que le hizo cambiar de parecer fueron las palabras de la chica que le sentaba como una dulce melodía a una fiera. Lograba apaciguar sus ánimos.
Bajó la pistola y se relajó. -Sólo quieres defender lo que crees que es tuyo-musitó.-Eso me gusta. Demuestra que tienes cierto valor y unas creencias firmes. Pero te equivocas en algo, Haine. Ella no te pertenece y no tienes por qué protegerla de todo lo que le rodea-continuó, relajándose totalmente, ya sin ganas de combatir.- Y si piensas dispararme, hazlo ahora. Yo paso de seguir con ésto-dijo dándole la espalda y guardando en su funda, dentro de la gabardina roja, su revólver.- Y tú, creo que deberías aclarar un poco esa cabecita tuya-concluyó de forma rotunda, mientras la alcanzaba llegando hasta el callejón dejando de bromear por primera vez en toda esa interacción.
Logró separarla de éste, que sonreía encantado por como se sucedían uno tras otro los sucesos. En el fondo sabía que se acabaría divirtiendo ese día. Desde que tuvo que “huir” de los marineros hasta el beso con esa joven y el conflicto actual con el otro. Incluso para alguien como él, todo lo que ocurría estaba siendo bastante más movido de lo habitual. Y le encantaba.
No tardó en actuar su cuñado ya que ahora podía atacarle directamente sin que la chica pudiera sufrir consecuencias por sus actos. Crimson pensaba que le atacaría con su escopeta, o quizás con ese robot andante que le seguía, o tal vez con el perro... o simplemente con una combinación de todos. Definitivamente, lo que no esperaba era que le atacase con los puños desnudos, sin emplear más que su propia fuerza. Tenía que estar realmente furioso para tener que emplear un ataque tan desesperado. No se movió ni un centímetro para esquivar el golpe. Sabía que si había decidido confrontarlo era porque en realidad quería demostrar algo y Crimson quería saber qué era.
Giró el cuello con brusquedad, dio un paso hacia un lado, producto de la inercia del golpe. Apenas le hizo daño ese puñetazo, aunque logró hacerle un corte más vistoso que dañino en el labio inferior. Escupió un poco de sangre y se secó con el dorso de la mano la poca que le quedaba en la comisura de los labios. No era un golpe demasiado fuerte. Obviamente no tenía el nivel suficiente en el combate cuerpo a cuerpo como para poder tumbar al pirata.-Un ataque desesperado ¿eh?-dijo con un sonrisa irónica.-¿Por qué no pruebas ahora con tus juguetitos a ver si así tienes mejor resultado?-le provocó llevando su otra mano a la parte de su cintura, listo para desenfundar su otra arma.
Escuchó entonces a la chica, que advertía al resto de ciudanos que se marchasen. Acto seguido se dirigió a los dos buscando calmarlos, alegando que seguían armando un escándalo que ella no aceptaba pues no quería que hubiese detenciones. Era cierto. Una isla como Loguetown estaba plagada de marines pues era la última parada del East Blue justo antes del Grand Line. A ese paso no tardarían en venir algunos para detenerlos o, al menos en su caso, intentarlo. Sin embargo al capitán pirata no le importaba mucho el hecho de pudiese venir la justicia. No sería la primera vez que lograba huir impune de ellos. Lo que le hizo cambiar de parecer fueron las palabras de la chica que le sentaba como una dulce melodía a una fiera. Lograba apaciguar sus ánimos.
Bajó la pistola y se relajó. -Sólo quieres defender lo que crees que es tuyo-musitó.-Eso me gusta. Demuestra que tienes cierto valor y unas creencias firmes. Pero te equivocas en algo, Haine. Ella no te pertenece y no tienes por qué protegerla de todo lo que le rodea-continuó, relajándose totalmente, ya sin ganas de combatir.- Y si piensas dispararme, hazlo ahora. Yo paso de seguir con ésto-dijo dándole la espalda y guardando en su funda, dentro de la gabardina roja, su revólver.- Y tú, creo que deberías aclarar un poco esa cabecita tuya-concluyó de forma rotunda, mientras la alcanzaba llegando hasta el callejón dejando de bromear por primera vez en toda esa interacción.
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Hizo un esfuerzo inimaginable para no sacar sus armas y liarse a tiros con el cuerpo de aquel hombre. De hecho no tenía ni que hacerlo, simplemente con decir una palabra su robot lo haría por él y dejaría a aquel armario más agujereado que un colador. Pero las palabras de Eris le habían hecho entrar ligeramente en razón, ya que por mucho que cumpliera su venganza personal matándolo solo conseguiría que ambos acabaran en la cárcel, y seguramente allí acabaría todo. Mantuvo la calma y respiró profundamente, pero de nuevo las palabras de aquel hombre le sacaron de quicio completamente haciendo que lo mirara con la respiración agitada mientras se alejaba hacia el callejón siguiendo a Eris. Apretó el puño con fuerza, le dolía por aquel golpe y sin duda no era un gran luchador, pero sentir su mandíbula bajo sus nudillos le había reconfortado enormemente y sencillamente quería hacerlo otra vez.
Avanzó lentamente con la cabeza agachada mientras desenfundaba las dos pistolas y las mantenía igual de bajas que su mirada mientras se acercaba hasta donde estaban. La cadena de ambas estaba a su espalda, sujetándolas y evitando que fueran alejadas demasiado del propio albino que sin duda parecía estar rodeado de un aura de rabia y ganas de matar. —Te equivocas... Eris no es mía. Te equivocas si crees que intento protegerla, ¡TE EQUIVOCAS EN TODO! No sabes nada y vienes aquí creyendo que sabes de todo... Maldito bastardo...— decía mientras se acercaba cada vez más a donde estaban ellos. A su lado algunos contenedores de basura bastante vacíos y pequeños con su tapa y todo, pero sobretodo estaba cubierto por el robot que caminaba a su derecha y el perro que lo hacía a su izquierda, ambos manteniendo una aparente tranquilidad que no era sino la espera de una orden del director de orquesta.
—Te crees que la estoy protegiendo, ¡pero no eres capaz de darte cuenta de que a quien te protejo es a ti! Si le tocas un solo pelo, si haces algo que le haga daño... Ni siquiera yo podré matarte, será ella la que separe tu cabeza de tu enorme cuerpo sin que puedas hacer nada para evitarlo... Y ahora si no tienes nada más que decir lárgate, no quiero verte la cara.— sugirió en un tono que parecía mucho más una amenaza y una orden que una sugerencia. Enfundó las dos pistolas en señal de buena voluntad pero se cruzó de brazos mirándolo sin dejar que el robot que lo acompañaba siguiera apuntándole. Shiro por el contrario parecía bastante más relajado y se lo tomaba con mucha más calma, pues comenzó a buscar algo útil entre la basura "bajando la guardia" aparentemente.
Avanzó lentamente con la cabeza agachada mientras desenfundaba las dos pistolas y las mantenía igual de bajas que su mirada mientras se acercaba hasta donde estaban. La cadena de ambas estaba a su espalda, sujetándolas y evitando que fueran alejadas demasiado del propio albino que sin duda parecía estar rodeado de un aura de rabia y ganas de matar. —Te equivocas... Eris no es mía. Te equivocas si crees que intento protegerla, ¡TE EQUIVOCAS EN TODO! No sabes nada y vienes aquí creyendo que sabes de todo... Maldito bastardo...— decía mientras se acercaba cada vez más a donde estaban ellos. A su lado algunos contenedores de basura bastante vacíos y pequeños con su tapa y todo, pero sobretodo estaba cubierto por el robot que caminaba a su derecha y el perro que lo hacía a su izquierda, ambos manteniendo una aparente tranquilidad que no era sino la espera de una orden del director de orquesta.
—Te crees que la estoy protegiendo, ¡pero no eres capaz de darte cuenta de que a quien te protejo es a ti! Si le tocas un solo pelo, si haces algo que le haga daño... Ni siquiera yo podré matarte, será ella la que separe tu cabeza de tu enorme cuerpo sin que puedas hacer nada para evitarlo... Y ahora si no tienes nada más que decir lárgate, no quiero verte la cara.— sugirió en un tono que parecía mucho más una amenaza y una orden que una sugerencia. Enfundó las dos pistolas en señal de buena voluntad pero se cruzó de brazos mirándolo sin dejar que el robot que lo acompañaba siguiera apuntándole. Shiro por el contrario parecía bastante más relajado y se lo tomaba con mucha más calma, pues comenzó a buscar algo útil entre la basura "bajando la guardia" aparentemente.
Eris Takayama
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Parecían dos críos dispuestos a no aprender la lección. Aunque tampoco podía ella hablar demasiado, seguía siendo una cría. No obstante, al menos ella -dentro de toda la provocación que había dado hasta ahora- había sabido ver que estaban siendo observados y que no tardarían demasiado en llegar algunos marines para poner fin a aquella pequeña revuelta. La máquina de Haine llamaba la atención casi tanto como la aparente fortaleza del otro hombre. Pero después de haberles dado aquel pequeño sermón a los chicos y la advertencia a los ciudadanos ella había decidido internarse en el callejón. Sucio y oscuro, como le parecía el resto de la isla donde se encontraban a pesar de ser una de las más famosas. La basura se hallaba al menos dentro de los recipientes para la misma. Un vano intento se dio por su parte cuando se apoyó sobre la pared, buscando hacer dejar de temblar a su cuerpo, cosa que pareció resultar imposible aunque sí que era disimulado. Quiso aplaudirles, entonces, como si fueran dos infantes acabando de recitar una poesía en medio de la clase de literatura y ella fuera su profesora, sorprendida como la que más porque aquellos dos alumnos en especial hubieran sido capaces de recordar algo más de dos líneas de texto.
—¡Fabuloso! ¿Ya hemos quedado entonces que no soy de nadie y que nadie tiene que defenderme?— musitó ella, fingiendo que aplaudía mientras el felino se tumbaba a uno de los lados de aquel callejón, cansado por la riña humana. Pero las palabras y la mente en sí de la chica dejaron de funcionar, se detuvieron. Haine había seguido hablando y esgrimiendo como argumento que no la defendía a ella, sino a él. Eris frunció el ceño y los labios, apretándolos hasta convertirlos en una fina línea. ¿En qué coño estaba pensando?, era lo que se preguntaba ella. Hasta ahora sus viajes habían sido tranquilos y discretos y poca gente era conocedora de su fruta. Solo la necesaria, solo con la que se le había “escapado” usarla. No sabía por qué él parecía estar delatándola así y francamente, la molestaba. Cerró los ojos, unos segundos, tratando de hacer que su sangre no hirviera, pero echó la mano hacia atrás para sacar con un medianamente rápido movimiento su espada de su funda, dando un único paso para colocarla horizontalmente con el suelo en dirección al cuello de Haine.
La hoja rozaría el mismo, sin buscar hacerle daño en principio, como si únicamente fuera una caricia helada. No le importaba que tuviera armas o que pudiera dispararla. Pero os explicaré un concepto importante sobre los materiales conductores: las espadas cuyo mango poseen también elementos metálicos y tela son conductoras, muy conductoras. Por eso se pudo ver saltar una chispa de la hoja. No, todavía no lo controlaba ni lo estaba intentando, solo miraba seria al peliblanco y de reojo -porque esgrimamos que como mujer puede hacer varias cosas a la vez- miraba al hombre que la había besado. —La única cabeza que se separará de los hombros de alguien será la tuya, como sigas siendo un maldito bocazas— en ese momento, para ella no había otra manera de describirlo. —No se qué cojones crees que te da derecho a decir nada a nadie. ¿Tengo pinta de poder matar a alguien? No, así que déjame así por mucho tiempo, Haine— siseó, porque estaba enfadada. Tanto, que el felino se había arrinconado un poco más al notar el carácter de su dueña. —Y tú te no las des de moralista tratando de convencer a un chico de que está equivocado cuando seguramente tres cuartos de lo que pasa por tu cabeza actualmente es erróneo. De ahí el ser humano— terminó.
—¡Fabuloso! ¿Ya hemos quedado entonces que no soy de nadie y que nadie tiene que defenderme?— musitó ella, fingiendo que aplaudía mientras el felino se tumbaba a uno de los lados de aquel callejón, cansado por la riña humana. Pero las palabras y la mente en sí de la chica dejaron de funcionar, se detuvieron. Haine había seguido hablando y esgrimiendo como argumento que no la defendía a ella, sino a él. Eris frunció el ceño y los labios, apretándolos hasta convertirlos en una fina línea. ¿En qué coño estaba pensando?, era lo que se preguntaba ella. Hasta ahora sus viajes habían sido tranquilos y discretos y poca gente era conocedora de su fruta. Solo la necesaria, solo con la que se le había “escapado” usarla. No sabía por qué él parecía estar delatándola así y francamente, la molestaba. Cerró los ojos, unos segundos, tratando de hacer que su sangre no hirviera, pero echó la mano hacia atrás para sacar con un medianamente rápido movimiento su espada de su funda, dando un único paso para colocarla horizontalmente con el suelo en dirección al cuello de Haine.
La hoja rozaría el mismo, sin buscar hacerle daño en principio, como si únicamente fuera una caricia helada. No le importaba que tuviera armas o que pudiera dispararla. Pero os explicaré un concepto importante sobre los materiales conductores: las espadas cuyo mango poseen también elementos metálicos y tela son conductoras, muy conductoras. Por eso se pudo ver saltar una chispa de la hoja. No, todavía no lo controlaba ni lo estaba intentando, solo miraba seria al peliblanco y de reojo -porque esgrimamos que como mujer puede hacer varias cosas a la vez- miraba al hombre que la había besado. —La única cabeza que se separará de los hombros de alguien será la tuya, como sigas siendo un maldito bocazas— en ese momento, para ella no había otra manera de describirlo. —No se qué cojones crees que te da derecho a decir nada a nadie. ¿Tengo pinta de poder matar a alguien? No, así que déjame así por mucho tiempo, Haine— siseó, porque estaba enfadada. Tanto, que el felino se había arrinconado un poco más al notar el carácter de su dueña. —Y tú te no las des de moralista tratando de convencer a un chico de que está equivocado cuando seguramente tres cuartos de lo que pasa por tu cabeza actualmente es erróneo. De ahí el ser humano— terminó.
Crimson
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Haine no tardó en alcanzarlos y le reprochó al pirata todo lo que acaba de contestar. -"¿Qué ella me va a decapitar?"- se preguntó, mientras la miraba de reojo. -"Si sabe usar correctamente esa espada es posible que sí"- siguió en su propia cabeza mientras sus labios se arqueaban formando una sutil sonrisilla. -No me iré porque me lo digas tú, en todo caso que me eche ella- respondió. Ella saltó cabreada por los comentarios del peliblanco . Crimson no entendía por qué. Eris desenfundó su Katana y se la puso directamente en el cuello a su hermano. Saltaban chispas entre ambos, en el sentido más literal de la frase, pues de la hoja que empuñaba se veía claramente como algunas chispas saltaban. -"Electricidad..."- pensó al ver como discutían los dos. Todo aquello no paraba de dar vueltas y de convertirse en continuos enfrentamientos verbales. Aunque, visto lo visto, fácilmente desembocaría en una batalla entre Haine y algunos de los dos morenos.
Se escuchó un griterío en la calle principal -¡Cabo, no deben estar muy lejos! Muchos ciudadanos atestiguan que acaban de pasar por aquí. ¡Sigan buscando!- fue una de las frases más claras que se escuchó, seguido de un "A la orden, sargento". No tardarían en encontrarlos y estos dos parecían estar más concentrados en su disputa. Personalmente, a Crimson no le importaba demasiado el tener que lidiar con esos débiles marines, pero al parecer a ellos no les gustaba la idea de ser perseguidos. Él, a pesar de no tener recompensa, debía continuamente escapar. De hecho cuando se encontró con al chica, nada más empezar, ya estaba siendo perseguido por una furiosa horda. Estiró la mano y la colocó justo encima del lado plano del acero y bajó su espada, del cuello de Haine, lentamente. La corriente eléctrica no parecía afectarle. Y no es que fuera inmune a ella, es que la estaba absorbiendo con su dial de Rayos, oculto bajo su manga. -No hace falta que ocultes tu poder- le dijo, como si supiera exactamente de qué se trataba su akuma no mi, aunque realmente sólo tenía ligeras sospechas de ello. -Lo mejor es que nos relajemos todos, si no queremos que nadie salga herido- continuó, bajando ya la espada hasta por debajo de la cintura. -"Tiene cojones que sea yo el que esté intentando poner algo de orden."-
-¡Eh, vosotros, alt...!- y recibió un golpe con el mango de una daga que había lanzado el capitán pirata quedando totalmente K.O. por el golpe en la frente. -Nos han pillado- dijo mientras les tomaba a los dos por el cuello de sus ropas y tiraba de ellos hacia una de las puertas del callejón, abriéndola con un golpe de su espalda. Entraron los tres a un antro, bastante oscuro y en el que sólo había unas cuantas personas, desperdigadas por las roídas mesas del local. Las bisagras de la puerta, que acaba de abrir de golpe, chirriaban y el suelo no era precisamente de parqué. -Creo que va siendo hora de que nos sentemos e intentad ocultar vuestras mascotas en algún lado. Nos quedamos aquí mientras se vayan los marines.-
Se escuchó un griterío en la calle principal -¡Cabo, no deben estar muy lejos! Muchos ciudadanos atestiguan que acaban de pasar por aquí. ¡Sigan buscando!- fue una de las frases más claras que se escuchó, seguido de un "A la orden, sargento". No tardarían en encontrarlos y estos dos parecían estar más concentrados en su disputa. Personalmente, a Crimson no le importaba demasiado el tener que lidiar con esos débiles marines, pero al parecer a ellos no les gustaba la idea de ser perseguidos. Él, a pesar de no tener recompensa, debía continuamente escapar. De hecho cuando se encontró con al chica, nada más empezar, ya estaba siendo perseguido por una furiosa horda. Estiró la mano y la colocó justo encima del lado plano del acero y bajó su espada, del cuello de Haine, lentamente. La corriente eléctrica no parecía afectarle. Y no es que fuera inmune a ella, es que la estaba absorbiendo con su dial de Rayos, oculto bajo su manga. -No hace falta que ocultes tu poder- le dijo, como si supiera exactamente de qué se trataba su akuma no mi, aunque realmente sólo tenía ligeras sospechas de ello. -Lo mejor es que nos relajemos todos, si no queremos que nadie salga herido- continuó, bajando ya la espada hasta por debajo de la cintura. -"Tiene cojones que sea yo el que esté intentando poner algo de orden."-
-¡Eh, vosotros, alt...!- y recibió un golpe con el mango de una daga que había lanzado el capitán pirata quedando totalmente K.O. por el golpe en la frente. -Nos han pillado- dijo mientras les tomaba a los dos por el cuello de sus ropas y tiraba de ellos hacia una de las puertas del callejón, abriéndola con un golpe de su espalda. Entraron los tres a un antro, bastante oscuro y en el que sólo había unas cuantas personas, desperdigadas por las roídas mesas del local. Las bisagras de la puerta, que acaba de abrir de golpe, chirriaban y el suelo no era precisamente de parqué. -Creo que va siendo hora de que nos sentemos e intentad ocultar vuestras mascotas en algún lado. Nos quedamos aquí mientras se vayan los marines.-
Haine Rammsteiner
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- Detalles:
- Crim, cuando tocas la espada con el dial de rayos ya no estás recibiendo nada de corriente, por lo que no digas luego algo rollo... "Sí, absorbí la corriente con el dial" ya que fue una simple chispa al no poder controlar bien su poder, pero no una corriente o un flujo de energía. Just Saying.
Boquiabierto se encontraba observando cómo la que era su hermana adoptiva le apuntaba con la espada haciendo que esta casi rozara su cuello, trayéndole "agradables" recuerdos de la útima vez que aquella hoja estuvo por allí. Parecía que estaba a punto de saltar como un perro rabioso a morder a Eris cuando una voz aparentemente de cuerpos de seguridad de la zona los alertó e indicó que sería mejor que fueran marchándose de allí si no querían ser atrapados. A continuación la voz de Crimson les advirtió del peligro que corrían y les aconsejó que todos deberían calmarse para no salir heridos, a lo que Haine simplemente contestó con un —Gracias, Capitán Obvio, por la información que nos has dado.— Tampoco le hacía nada de gracia que se hubiera metido entre ellos y le hubiera bajado la espada a Eris, en verdad solo tenía ganas de morder a alguien y arrancarle un par de dedos, pero una voz a su espalda lo detuvo.
Se dejó llevar por aquel hombre, aunque se hubiera intentado resistir no es como si hubiera podido en su condición actual. Se soltó de su gran mano y lo miró con bastante asco apretando los dientes y teniendo pequeños pálpitos en su párpado inferior izquierdo. Se ajustó la camiseta y la chaqueta que con él llevaba y tras observar como todos los habían seguido -robot y mascotas incluidas- y que se encontraban bien miró una vez más a aquel hombre y se internó en aquel antro no sin antes darle un buen golpe con el hombro en su hombro, o mejor dicho en su codo dada la diferencia de tamaños. Aquel lugar era mucho más apropiado para alguien como Haine pues había multitud de objetos que podría poseer con su poder. Mesas, sillas, botellas, algunos cuchillos, cuadros, lámparas de techo e incluso una mesa de billar con bolas y palos incluidos. Era un bar bastante sucio y descuidado, poco iluminado o al menos daba esa sensación aunque se podía ver todo con claridad. Oscuro. Desde luego no era un local de las más altas esferas, y era probable que allí hubiera criminales que no quisieran que unos niños y un gigante les molestaran.
—Qué os jodan...— murmuró mientras se acercaba a la barra donde un grandullón hacía las veces de tabernero. No poseía pelo en su cabeza y una gran cicatriz parecía dividir la misma de lado a lado. —Dame algo fuerte.— dijo mientras se sentaba bruscamente en uno de los taburetes de la barra alejado de la puerta por la que habían entrado. Sabía que los marines no tardarían en llegar hasta ellos pero sencillamente le daba igual, en aquel momento no era como si le importara mucho nada de lo que estaba pasando. Shiro y el ABR se acercaron hasta donde él estaba y esperaron a ver qué era lo que el albino decidía hacer, pero antes de ir hasta allí y como si de un gato se tratara, el perro se había "restregado" ligeramente en la pierna de Eris como pidiendo perdón por el que era su mejor nakama. Al ver al animal y a la máquina de guerra el tabernero clavó la mirada en Haine, que se limitó a negar con la cabeza y a alzar la mano izquierda para tranquilizarlo, mientras bebía un buen trago del vaso con la otra mano.
Eris Takayama
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Eris pudo ver la ira en los ojos de Haine. Quizás porque la última vez que le apuntó así con algo cortante estuvo a punto de matarle. Pero esa no era la intención de ella, solo quería amedrentar sus propias ganas de asestarse un golpe a sí misma… Incluso no se dio cuenta de que había desprendido algunas chispas. No es que estas fueran fuertes pues, su afección podría reducirse al simple calambre que se genera por fricción cuando tocas algo. Pero cuando sintió la mano del hombre bajando su espada supo que solo así se había librado de que el de ojos rojos la matase de una vez por todas. Porque no dudaba que pudiera hacerlo en cualquier momento. Y solo por eso, la mujer bajó la espada y la envainó con rapidez cuando se dió cuenta de que los habían descubierto. No reaccionó rápido, porque ella hubiera buscado una rápida excusa con la que muy seguramente hubieran salido impunes pero golpear a un gente de la ley escapar de ellos como si realmente hubieran hecho algo más que discutir alzando la voz parecía la salida. Gato los siguió en cuanto el peliblanco enorme los arrastró dentro de un bar, gruñendo por lo bajo porque no le gustaba el lugar y tratando de subir por las piernas de su dueña en todo momento, buscando sujeción en sus botas.
Hasta que finalmente dio un saltó y llegó a sus brazos, haciendo que ella lo sujetara con cierto cariño mientras examinaba el lugar. Era oscuro y el ambiente estaba cargado. Olía a tabaco rancio, ron, algo de cerveza agria y quizás vómito. Y sí, el resto de olores que podía apreciar con su nariz prefería no ponerles nombre. Se sentó al final de la barra, discreta como todos los demás mientras se apoyaba en la pared, haciéndole un gesto al camarero para que le sirviera lo mismo que a Haine. Fuerte, por favor. Sí, aquellas tres palabras son las que su mente habría pronunciado de haber podido. Aunque quiso -y solo por dejarlo aclarado- girarse hacia el gigante que la había besado y chasqueó la lengua. —Por cierto, no se que coño has visto, pero no se de qué poder me hablas— sí, porque para el nivel que tenía actualmente era como no tener nada.
Pero entonces el hombre de la barra dejó delante de ella la botella de ron de la que había servido a Haine y la pelinegra le hizo un gesto. No, no requería un vaso. Ella no era un señorita y, además, no quería estar teniendo que pedirle todo el rato que le rellenara la copa así que, tras dejar unas cuantas monedas en la mesa, tomó aquella botella y le dio un largo trago, poniendo en su gesto una mueca amarga después. Se podía entender que el licor que había probado estaba horrible y que, de ser posible, no quería volver a beber más. Pero aquello sería incongruente para su siguiente acción: darle otro trago. No, no interpretemos mal la situación, ella no quería emborracharse. De hecho, aquello era lo último que hubiera esperado hacer aquel maldito día. Aunque reparó en algo, por lo que se limpió los labios con el dorso de su mano libre y se volvió a girar hacia su nuevo allegado. —Por cierto, ni siquiera sabemos tu nombre. Es bastante injusto— determinó ella.
Hasta que finalmente dio un saltó y llegó a sus brazos, haciendo que ella lo sujetara con cierto cariño mientras examinaba el lugar. Era oscuro y el ambiente estaba cargado. Olía a tabaco rancio, ron, algo de cerveza agria y quizás vómito. Y sí, el resto de olores que podía apreciar con su nariz prefería no ponerles nombre. Se sentó al final de la barra, discreta como todos los demás mientras se apoyaba en la pared, haciéndole un gesto al camarero para que le sirviera lo mismo que a Haine. Fuerte, por favor. Sí, aquellas tres palabras son las que su mente habría pronunciado de haber podido. Aunque quiso -y solo por dejarlo aclarado- girarse hacia el gigante que la había besado y chasqueó la lengua. —Por cierto, no se que coño has visto, pero no se de qué poder me hablas— sí, porque para el nivel que tenía actualmente era como no tener nada.
Pero entonces el hombre de la barra dejó delante de ella la botella de ron de la que había servido a Haine y la pelinegra le hizo un gesto. No, no requería un vaso. Ella no era un señorita y, además, no quería estar teniendo que pedirle todo el rato que le rellenara la copa así que, tras dejar unas cuantas monedas en la mesa, tomó aquella botella y le dio un largo trago, poniendo en su gesto una mueca amarga después. Se podía entender que el licor que había probado estaba horrible y que, de ser posible, no quería volver a beber más. Pero aquello sería incongruente para su siguiente acción: darle otro trago. No, no interpretemos mal la situación, ella no quería emborracharse. De hecho, aquello era lo último que hubiera esperado hacer aquel maldito día. Aunque reparó en algo, por lo que se limpió los labios con el dorso de su mano libre y se volvió a girar hacia su nuevo allegado. —Por cierto, ni siquiera sabemos tu nombre. Es bastante injusto— determinó ella.
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Entraron en el antro (es la mejor palabra para describirlo) y rápidamente se colocaron en la barra. Al tabernero no parecía gustarle la presencia de los animales, y sospechaba que tampoco la del extraño robot. -"No se van por la ramas"- pensó en cuanto vio que se le adelantaba y ya pedían sus bebidas. En cuanto notó la mirada del camarero, como preguntado que qué era lo que cojones quería, Crimson simplemente dijo -Bourbon- en un tono cortante y seco. Entonces escuchó las palabras de Eris. El moreno simplemente se giró, sentado en su taburete, mirando hacia ellos, apoyó el codo sobre la barra, no importándole si se manchaba o no y sonrió.
No tardó en traer lo que habían pedido cada uno. -Déjame la botella- ordenó al ver como éste pretendía servirle en la copa. Sabía que iba a repetir y tardaría menos sirviéndose él mismo. -Digamos que he viajado mucho y que he visto muchas cosas.... Cuando algo se sale de lo normal suele ser por algún extraño Poder- dijo mientras su brazo izquierdo se convertía en una extremidad más propia de un águila que de un humano, una enorme garra con la que abrió la botella de un corte limpio. Había tardado bastante tiempo en poder convertir únicamente algunas partes de su cuerpo y no en su totalidad. Se sirvió y se llenó el vaso. -Gente con frutas del diablo empezarán a ser más habituales a partir de aquí- les advirtió, casi intuyendo que partirían hacia el Grand Line, pues Loguetown era el último punto del East Blue antes del mayor océano de todos.- Y os habéis delatado un poco al respecto, sino no creo que reaccionarías así por las palabras de tu hermano- continuó dando un primer sorbo de su copa, que acabó casi vacía. Volvió su brazo a la normalidad mientras agitaba ligeramente la copa, viendo como los hielos se removían dando pequeños círculos.
Ella le preguntó por su nombre. Ahora que caía todavía no se había presentado con todo lo sucedido. -Bueno, tenía la boca un tanto ocupada- le respondió pícaro, sin poder evitar soltar una pequeña sonrisa al hacerlo. -Tampoco os habéis presentado. Aunque eso no quita que haya sido descortés por mi parte. Soy Crimson y la mayoría me trata como a un pirata, no sé realmente si lo soy. Tal parece que no puedes ir al mar con un bandera negra junto a tus amigos sin que te tachen como uno- continuó contando su vida con total seguridad, pues realmente no veía ningún peligro en ellos. Se terminó lo poco que quedaba de su bebida de más de 40º. Se sirvió otra vez, volviéndola a llenar, y dio otro trago, aunque esta vez mucho más pequeño que el primero. -¿Cuál es vuestra historia? No parece que os gusten mucho los marines. ¿Es que sois buscados por la justicia o es justamente eso lo que pretendéis evitar?- preguntó finalmente.
No tardó en traer lo que habían pedido cada uno. -Déjame la botella- ordenó al ver como éste pretendía servirle en la copa. Sabía que iba a repetir y tardaría menos sirviéndose él mismo. -Digamos que he viajado mucho y que he visto muchas cosas.... Cuando algo se sale de lo normal suele ser por algún extraño Poder- dijo mientras su brazo izquierdo se convertía en una extremidad más propia de un águila que de un humano, una enorme garra con la que abrió la botella de un corte limpio. Había tardado bastante tiempo en poder convertir únicamente algunas partes de su cuerpo y no en su totalidad. Se sirvió y se llenó el vaso. -Gente con frutas del diablo empezarán a ser más habituales a partir de aquí- les advirtió, casi intuyendo que partirían hacia el Grand Line, pues Loguetown era el último punto del East Blue antes del mayor océano de todos.- Y os habéis delatado un poco al respecto, sino no creo que reaccionarías así por las palabras de tu hermano- continuó dando un primer sorbo de su copa, que acabó casi vacía. Volvió su brazo a la normalidad mientras agitaba ligeramente la copa, viendo como los hielos se removían dando pequeños círculos.
Ella le preguntó por su nombre. Ahora que caía todavía no se había presentado con todo lo sucedido. -Bueno, tenía la boca un tanto ocupada- le respondió pícaro, sin poder evitar soltar una pequeña sonrisa al hacerlo. -Tampoco os habéis presentado. Aunque eso no quita que haya sido descortés por mi parte. Soy Crimson y la mayoría me trata como a un pirata, no sé realmente si lo soy. Tal parece que no puedes ir al mar con un bandera negra junto a tus amigos sin que te tachen como uno- continuó contando su vida con total seguridad, pues realmente no veía ningún peligro en ellos. Se terminó lo poco que quedaba de su bebida de más de 40º. Se sirvió otra vez, volviéndola a llenar, y dio otro trago, aunque esta vez mucho más pequeño que el primero. -¿Cuál es vuestra historia? No parece que os gusten mucho los marines. ¿Es que sois buscados por la justicia o es justamente eso lo que pretendéis evitar?- preguntó finalmente.
Haine Rammsteiner
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Las palabras de su hermana adoptiva no parecieron ser suficientes para que aquel extraño no eliminara las sospechas que tenía acerca de ella, del poder que creía haber visto -y que de hecho así había sido- en la espada de la chica. La mirada que el albino le había dedicado no había sido de odio por haber levantado la espada contra él, que también, sino porque su poder se había manifestado y temía que aquel hombre lo hubiera visto. Los tres se habían sentado y se podría decir que estaban bebiendo juntos, pero a diferencia de los otros dos a Haine no le habían dejado ninguna botella y a diferencia de Eris él no tenía intención de pagar nada. Tampoco quería llamar la atención, por lo que dejó que la mujer pagara por su trago en lugar de impedirlo con su poder. No, tenía otra idea en mente que realizar con el poder de su akuma no mi.
Le escuchó hablar hasta que terminó preguntándoles por su historia, tras lo cual se levantó lentamente y avanzó hasta donde él se encontraba a tan solo unos pasos. Entonces pasó un dedo por la superficie lisa del bourbon mientras sonreía. —Bourbon, ¿eh?— dijo simplemente mientras seguía su camino esta vez pasándose un poco, quedándose a unos metros del hombre que había osado besar a Eris. —No todo en esta vida es lo que parece, Crimson...— comenzó a decir dedicándole una mirada de confianza a su hermana, intentando que no metiera la nariz en aquella conversación o podía echarlo todo a perder. —Es curioso que nos hayas mostrado tu... "poder", muy interesante... Pero te equivocas de persona cuando achacas lo paranormal a estos poderes...— mencionó. No iba a permitir que nadie allí saliera vivo sospechando que su hermana poseía el poder que poseía.
Volvió hasta su sitio con paso calmado mientras Shiro observaba la situación desde detrás y el ABR parecía estar haciendo de centinela que evitara que cualquiera se pusiera en pie y los atacara. —Resulta que... Aquel que ha comido una akuma no mi no es ella, sino yo... Y dado que tú nos lo has enseñado creo que es justo que yo... Haga lo mismo.— terminó. A pesar de su gran actuación el enfado seguía pudiendo escucharse en su tono de voz pese a que no había intenciones ocultas en él, al menos no por el momento. Se aseguró que el camarero no estuviera mirando y chasqueó los dedos añadiendo teatralidad al momento, provocando que su poder se activara en aquella botella que previamente había tocado. Al instante la botella de Bourbon comenzó a temblar y unas pequeñas patitas salieron de su culo, un enorme ojo apareció en el centro de la botella y una gran boca con una siniestra lengua asomando apareció debajo del ojo. Incluso tenía dos manitas ridiculamente pequeñas. Acto seguido la botella comenzó a correr por la barra hasta donde se encontraba el albino, que la tomó con su mano justo cuando su aspecto volvió a ser normal y tomó un largo trago sin quitarle ojo a Crimson.
Dejó la botella en la mesa, que se transformó de nuevo tras un chasquido de dedos y volvió hasta donde su dueño se encontraba para transformarse de nuevo en una botella. —No sabes la de cosas terribles y sorprendentes que puedo llegar a hacer, Crimson. Mi nombre es Haine Rammsteiner, recuérdalo pues algún día escucharás cosas grandiosas de él.— terminó con aquel teatro. —Actualmente no hay recompensa por nuestra cabeza, ni nunca la hemos tenido... Simplemente esperamos que siga así, pirata.— dijo en un tono casi amenazante pero más bien era una advertencia. —Aunque la próxima vez que tus labios la rocen sin su consentimiento, es posible que los marines tengan que ponerme una recompensa por asesinato.— dijo, ahora si era una amenaza. Sonrió sin embargo enseñando sus afilados dientes, sabía que no era el mejor lugar para combatir y esperaba que así siguiera, estaba dispuesto a pasar todo aquello y desaparecer aunque sería mucho más fácil si se disculpara. Además no había sido demasiado específico con la información que había dado, dejaría que Eris diera eso mientras que él se encargaba de dejar las cosas claras.
Le escuchó hablar hasta que terminó preguntándoles por su historia, tras lo cual se levantó lentamente y avanzó hasta donde él se encontraba a tan solo unos pasos. Entonces pasó un dedo por la superficie lisa del bourbon mientras sonreía. —Bourbon, ¿eh?— dijo simplemente mientras seguía su camino esta vez pasándose un poco, quedándose a unos metros del hombre que había osado besar a Eris. —No todo en esta vida es lo que parece, Crimson...— comenzó a decir dedicándole una mirada de confianza a su hermana, intentando que no metiera la nariz en aquella conversación o podía echarlo todo a perder. —Es curioso que nos hayas mostrado tu... "poder", muy interesante... Pero te equivocas de persona cuando achacas lo paranormal a estos poderes...— mencionó. No iba a permitir que nadie allí saliera vivo sospechando que su hermana poseía el poder que poseía.
Volvió hasta su sitio con paso calmado mientras Shiro observaba la situación desde detrás y el ABR parecía estar haciendo de centinela que evitara que cualquiera se pusiera en pie y los atacara. —Resulta que... Aquel que ha comido una akuma no mi no es ella, sino yo... Y dado que tú nos lo has enseñado creo que es justo que yo... Haga lo mismo.— terminó. A pesar de su gran actuación el enfado seguía pudiendo escucharse en su tono de voz pese a que no había intenciones ocultas en él, al menos no por el momento. Se aseguró que el camarero no estuviera mirando y chasqueó los dedos añadiendo teatralidad al momento, provocando que su poder se activara en aquella botella que previamente había tocado. Al instante la botella de Bourbon comenzó a temblar y unas pequeñas patitas salieron de su culo, un enorme ojo apareció en el centro de la botella y una gran boca con una siniestra lengua asomando apareció debajo del ojo. Incluso tenía dos manitas ridiculamente pequeñas. Acto seguido la botella comenzó a correr por la barra hasta donde se encontraba el albino, que la tomó con su mano justo cuando su aspecto volvió a ser normal y tomó un largo trago sin quitarle ojo a Crimson.
Dejó la botella en la mesa, que se transformó de nuevo tras un chasquido de dedos y volvió hasta donde su dueño se encontraba para transformarse de nuevo en una botella. —No sabes la de cosas terribles y sorprendentes que puedo llegar a hacer, Crimson. Mi nombre es Haine Rammsteiner, recuérdalo pues algún día escucharás cosas grandiosas de él.— terminó con aquel teatro. —Actualmente no hay recompensa por nuestra cabeza, ni nunca la hemos tenido... Simplemente esperamos que siga así, pirata.— dijo en un tono casi amenazante pero más bien era una advertencia. —Aunque la próxima vez que tus labios la rocen sin su consentimiento, es posible que los marines tengan que ponerme una recompensa por asesinato.— dijo, ahora si era una amenaza. Sonrió sin embargo enseñando sus afilados dientes, sabía que no era el mejor lugar para combatir y esperaba que así siguiera, estaba dispuesto a pasar todo aquello y desaparecer aunque sería mucho más fácil si se disculpara. Además no había sido demasiado específico con la información que había dado, dejaría que Eris diera eso mientras que él se encargaba de dejar las cosas claras.
Eris Takayama
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Fortaleza
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Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
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Akuma no mi
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Crimson, sin apellidos. Aquel hombre parecía saber más de lo que debería para una simple chispita que a la mujer se le había escapado mas ella no era quien para suponer nada. En realidad, tampoco deseaba hacerlo pues de que eso pasara, se levantaría y se iría de allí robándole la capa a cualquiera de aquellos borrachos. Apoyó el codo en la barra, dejando reposar su cabeza sobre su mano e inclinando la botella hacia sus labios cuando lo veía oportuna. No, no es como si quisiera emborracharse tan rápido, pero en parte tenía ganas de hacerlo. La ebriedad hacía que muchos de los problemas desaparecieran de golpe. Pero no, no era el momento, la marina estaba rondando aquella mítica ciudad. Y así es como vio su siguiente problema: la demostración de Haine de su poder. Tuvo ganas de levantarse, tomar aquella botella y estamparla contra la pared. ¿En qué estaría pensando?
Pero no hizo nada, se quedó observando aquella atrocidad con una mueca de desagrado, sobre todo porque no le gustaban los rasgos que había adquirido. —No hace falta más presentación...— susurró entonces la chica, algo desganada, girando un poco la cabeza para mirar a Gato, que se había subido a la barra y se había tumbado contra la pared, despertando la curisidad de una cría que había tras la barra, que trataba de rascarle debajo de la barbilla. Pero ella no dijo nada, igual que cuando ella intentó darle algo de leche y el leopardo metió el hocico en el cuenco para quedarse cómicamente con toda aquella parte de su pelaje blanco, buscando relamerse no con demasiado éxito. Sí, así de brutos comenzaba a ver lo de los hombres Eris.
Resopló y tomó al felino, sacando un pañuelo de su corsé y limpiándole el mismo mientras este se empeñaba en arañarle el antebrazo. ¿Qué pasa con todas las criaturas que son pequeñas? Que todavía no calculan bien. Gato solía ser muy cometido con lo que hacía para con Eris pero como ahora, a veces jugando él le había hecho sangre. Una gota corrió por el antebrazo hasta el codo, y negó con la cabeza. No gritó de dolor ni hizo amago de lo mismo, no, porque sabría que llamaría la atención. Trató de disimular aquellos paseándose el pañuelo para tratar de -por lo menos- no dejar todo aquel local pringado de sangre. —¿Qué pensáis hacer para salir de aquí? Porque no soy más que una ciudadana que se ha visto envuelta en la pelea de dos bobalicones machorros para ver quien era el más masculino... ¿Está eso ya solventado?— porque no, a lo último que daría importancia sería al beso.
Pero no hizo nada, se quedó observando aquella atrocidad con una mueca de desagrado, sobre todo porque no le gustaban los rasgos que había adquirido. —No hace falta más presentación...— susurró entonces la chica, algo desganada, girando un poco la cabeza para mirar a Gato, que se había subido a la barra y se había tumbado contra la pared, despertando la curisidad de una cría que había tras la barra, que trataba de rascarle debajo de la barbilla. Pero ella no dijo nada, igual que cuando ella intentó darle algo de leche y el leopardo metió el hocico en el cuenco para quedarse cómicamente con toda aquella parte de su pelaje blanco, buscando relamerse no con demasiado éxito. Sí, así de brutos comenzaba a ver lo de los hombres Eris.
Resopló y tomó al felino, sacando un pañuelo de su corsé y limpiándole el mismo mientras este se empeñaba en arañarle el antebrazo. ¿Qué pasa con todas las criaturas que son pequeñas? Que todavía no calculan bien. Gato solía ser muy cometido con lo que hacía para con Eris pero como ahora, a veces jugando él le había hecho sangre. Una gota corrió por el antebrazo hasta el codo, y negó con la cabeza. No gritó de dolor ni hizo amago de lo mismo, no, porque sabría que llamaría la atención. Trató de disimular aquellos paseándose el pañuelo para tratar de -por lo menos- no dejar todo aquel local pringado de sangre. —¿Qué pensáis hacer para salir de aquí? Porque no soy más que una ciudadana que se ha visto envuelta en la pelea de dos bobalicones machorros para ver quien era el más masculino... ¿Está eso ya solventado?— porque no, a lo último que daría importancia sería al beso.
Crimson
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Haine no tardó en actuar. Usó uno recurso dramáticos propios de un actor primerizo. Se acercó a su posición y tocó rozando únicamente con la yema de sus dedos su bourbon. Después se alejó. El tabernero no les observaba, parecía sumido en sus propios e insignificantes pensamientos. Entonces escuchó el chasquido de sus dedos y su botella empezó a correr. Sí, correr. Le habían salido un par de patas y otros rasgos más propios de una caricatura. Con eso le quitó su amada botella, tenía cierta debilidad por la bebida, era un aspecto de su vida en el que todavía estaba trabajando, haciendo que vaya directamente hasta él revoloteando por la barra y sorbió de ella directamente. No estaba seguro si eso encadenaba un beso entre los tres... Prefería no pensarlo. Entonces le advirtió primero y amenazó después sobre las terribles cosas que podía llegar a hacer con su poder. Lo cierto era que le resultaba cuanto menos una akuma interesante, aunque desconocía todavía el alcance de las habilidades que podía tener. Acto seguido ésta volvió y se convirtió nuevamente en su botella.
-Vale, me has convencido muuucho- dijo entonando irónicamente esa última palabra mientras pedía otra- Pero a ésta me invitas. Jefe, ponme otra, paga el albino- pidió como recompensa por haberle quitado su botella, pues la había cogido, se lo había levado a los labios y lo había probado sin su permiso. Empezaba a comprender como se sentía Haine, en ese momento. Era irónico que lo hiciera de aquella manera. No tardó en plantarle otra botella delante. La descorchó y se la bebió directamente. Sentía su amargo sabor bajando y recorriendo su garganta hasta llegara a su estómago. Todo su tracto digestivo hasta ahí sentía la pequeña quemazón a causa por el alcohol. La dejó sobre la superficie de madera, al alcance de su mano, pues no dudaba en que volvería a necesitar de sus servicios.
-Si realmente fuera tuya la acción de antes para quitarme toda duda bastaría con haber hecho justamente el mismo chispazo que contemplaron mis ojos de forma muy nítida- sugirió -, habría sido más creíble y me lo pdría haber tragado. Tienes una habilidad interesante. Tengo que admitirlo, no todos los días me encuentro con personas que destaquen de una multitud, por lo demás, bastante uniforme mencionó, haciendo una breve pausa para ir a dónde realmente quería-. ¿De qué tenéis tanto miedo?-formuló directamente y sin más tapujos. Eso era lo que realmente quería saber. -No sois precisamente débiles, y menos tú, Haine- podía ver, sentir más bien, que no era un tipo ordinario. Las palabras envalentonadas que le dirigía continuamente así lo demostraban y no hacían otra cosa más que suscitar el interés del capitán pirata-, y sin embargo parece que os escondéis, que esquiváis intencionadamente el conflicto, pero eso no encaja con tu personalidad- miró fijamente a sus ojos rojos - por alguna extraña razón que no alcanzo a comprender.- Y las palabras de la morena no hacían más que remarcar más este hecho, la continua preocupación por la justicia.
-Si tanto te preocupa la marina puedo salir fuera, ponerme frente a ellos e incluso hacer de señuelo. Seguro que eso te encantaría ¿verdad, Haine?- dijo, casi como una mofa.- Realmente lo de los marines no es tan preocupante. Suelen ser bastante torpes antes de llegar a un rango relativamente alto. La mayoría de las veces aunque te pillen pero no logran identificarte. Si de algo estoy seguro, es que hoy no os ganaréis una recompensa. Y respecto a lo del beso, creo que deberías dejarla a ella escoger- dijo mientras su mirada se cruzaba con la de Eris buscando la respuesta de ésta, aunque en el fondo sabía la que iba a dar.
-Vale, me has convencido muuucho- dijo entonando irónicamente esa última palabra mientras pedía otra- Pero a ésta me invitas. Jefe, ponme otra, paga el albino- pidió como recompensa por haberle quitado su botella, pues la había cogido, se lo había levado a los labios y lo había probado sin su permiso. Empezaba a comprender como se sentía Haine, en ese momento. Era irónico que lo hiciera de aquella manera. No tardó en plantarle otra botella delante. La descorchó y se la bebió directamente. Sentía su amargo sabor bajando y recorriendo su garganta hasta llegara a su estómago. Todo su tracto digestivo hasta ahí sentía la pequeña quemazón a causa por el alcohol. La dejó sobre la superficie de madera, al alcance de su mano, pues no dudaba en que volvería a necesitar de sus servicios.
-Si realmente fuera tuya la acción de antes para quitarme toda duda bastaría con haber hecho justamente el mismo chispazo que contemplaron mis ojos de forma muy nítida- sugirió -, habría sido más creíble y me lo pdría haber tragado. Tienes una habilidad interesante. Tengo que admitirlo, no todos los días me encuentro con personas que destaquen de una multitud, por lo demás, bastante uniforme mencionó, haciendo una breve pausa para ir a dónde realmente quería-. ¿De qué tenéis tanto miedo?-formuló directamente y sin más tapujos. Eso era lo que realmente quería saber. -No sois precisamente débiles, y menos tú, Haine- podía ver, sentir más bien, que no era un tipo ordinario. Las palabras envalentonadas que le dirigía continuamente así lo demostraban y no hacían otra cosa más que suscitar el interés del capitán pirata-, y sin embargo parece que os escondéis, que esquiváis intencionadamente el conflicto, pero eso no encaja con tu personalidad- miró fijamente a sus ojos rojos - por alguna extraña razón que no alcanzo a comprender.- Y las palabras de la morena no hacían más que remarcar más este hecho, la continua preocupación por la justicia.
-Si tanto te preocupa la marina puedo salir fuera, ponerme frente a ellos e incluso hacer de señuelo. Seguro que eso te encantaría ¿verdad, Haine?- dijo, casi como una mofa.- Realmente lo de los marines no es tan preocupante. Suelen ser bastante torpes antes de llegar a un rango relativamente alto. La mayoría de las veces aunque te pillen pero no logran identificarte. Si de algo estoy seguro, es que hoy no os ganaréis una recompensa. Y respecto a lo del beso, creo que deberías dejarla a ella escoger- dijo mientras su mirada se cruzaba con la de Eris buscando la respuesta de ésta, aunque en el fondo sabía la que iba a dar.
Haine Rammsteiner
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Depositó una de sus pistolas en la mesa mientras reía a carcajadas y se crujía los dedos. Acto seguido tomó su vaso de licor y se lo terminó mientras la pistola, haciendo uso de la cadena de metal, se ponía de pie como si fuera una serpiente cuya cabeza fuera el arma de fuego. Apuntaba a Crimson pero no parecía tener intención de disparar, sino más bien de exhibirse y de demostrar de lo que era capaz con aquel poder, intentando que imaginara de lo que era capaz, de la fuerza de combate que podía realizar sin tan solo mover un dedo. Haine tomó la pistola y la enfundó, miró al robot que los había acompañado y este se quedó tieso como si hubiera dejado de funcionar. Acto seguido se puso a bailar claqué dando a entender que también había sido poseído por el poder del albino. Depositó unas monedas en la mesa para pagar la bebida de Crimson, dinero que el tabernero tomó no demasiado confiado y lo introdujo rápidamente en una bolsa con más monedas. Unos ojos astutos como los de Crimson podrían ver a las monedas soltando la bolsa al suelo y empujando esta hasta donde Haine se encontraba al otro lado de la barra, que las cogió y se la guardó en el bolsillo.
Había ignorado el comentario del beso y se había centrado en responderle a todo lo demás. —Nos gusta tener un perfil bajo, no llamar la atención y que nadie nos reconozca. No es que cometamos delitos mayores ni mucho menos...— se pausó unos segundos recordando como había atracado el Blue Pegasus, un banco en una isla de la que nisiquiera recordaba el nombre. —Para lo que queremos hacer no necesitamos que la marina ponga precio a nuestras cabezas, somos simples ciudadanos de una isla bajo el control del Gobierno.— dijo sonriendo tras lo que se volvió a levantar del taburete con alguna intención oculta. Poniendo sus dedos en forma de pistola apuntó a Crimson y guiñó un ojo simulando apuntar mejor. Trataba de hacerle pensar qué sería lo que iba a hacerle, si lo iba a poseer a él y hacerle bailar claqué o mucho mejor, que se clavara su propia garra y se sacara los intestinos. Ojalá pudiera hacer eso, pero era algo que aún estaba muy lejos de él. En cualquier caso Crimson no lo sabía.
—¿Recuerdas cuando te di un puñetazo ahí fuera...? Aún me duelen los nudillos... Pero el caso es que te toqué, como a esa botella de antes, o como a mi ABR, o como a las monedas... Voy a demostrarte lo que viste ahí fuera, Crimson, la razón por la que Eris bajó su arma y ese chispazo recorrió todo su cuerpo...— le dijo con voz demencial, como si fuera totalmente en serio y pensara cargárselo ahí mismo. —Pum.— dijo al tiempo que alzaba las manos como si hubiera disparado desde estas. Era imposible que su poder afectara a Crimson, pero esperaba que Eris fuera una chica lista y reaccionara a tiempo para darle un calambrazo a Crimson. Ni siquiera debería tener que tocarlo, podía transmitirlo por el aire, la barra o... Incluso el suelo, de forma que fuera imperceptible. Si estaba atenta aquello eliminaría todas las sospechas sobre Eris, o al menos eso pensaba el albino que bajó las manos tras el disparo no sin antes soplarse la punta de los dedos como si eliminara el humo del cañón.
Acto seguido estalló en carcajadas mientras se volvía a sentar. No diría ni una sola palabra, no era necesario, solo esperaba que su actuación hubiera sido suficientemente convincente. Lo último que quería era un fanático de las akumas no mi detrás de su hermana adoptiva, pues al paso que iban las cosas tendría que matarlo simplemente para mantener el secreto y evitar que la gente comenzara a perseguir a Eris por su poder. Shiro se había alejado, aburrido, a una esquina del recinto cerca de la puerta por la que habían pasado anteriormente. No era como si aquella clase de situaciones le entretuvieran, había visto demasiadas veces el poder de Haine como para sorprenderse y se sentía más útil al lado de la puerta que al lado un hipogrifo con forma humana y una batería eléctrica inestable.
Había ignorado el comentario del beso y se había centrado en responderle a todo lo demás. —Nos gusta tener un perfil bajo, no llamar la atención y que nadie nos reconozca. No es que cometamos delitos mayores ni mucho menos...— se pausó unos segundos recordando como había atracado el Blue Pegasus, un banco en una isla de la que nisiquiera recordaba el nombre. —Para lo que queremos hacer no necesitamos que la marina ponga precio a nuestras cabezas, somos simples ciudadanos de una isla bajo el control del Gobierno.— dijo sonriendo tras lo que se volvió a levantar del taburete con alguna intención oculta. Poniendo sus dedos en forma de pistola apuntó a Crimson y guiñó un ojo simulando apuntar mejor. Trataba de hacerle pensar qué sería lo que iba a hacerle, si lo iba a poseer a él y hacerle bailar claqué o mucho mejor, que se clavara su propia garra y se sacara los intestinos. Ojalá pudiera hacer eso, pero era algo que aún estaba muy lejos de él. En cualquier caso Crimson no lo sabía.
—¿Recuerdas cuando te di un puñetazo ahí fuera...? Aún me duelen los nudillos... Pero el caso es que te toqué, como a esa botella de antes, o como a mi ABR, o como a las monedas... Voy a demostrarte lo que viste ahí fuera, Crimson, la razón por la que Eris bajó su arma y ese chispazo recorrió todo su cuerpo...— le dijo con voz demencial, como si fuera totalmente en serio y pensara cargárselo ahí mismo. —Pum.— dijo al tiempo que alzaba las manos como si hubiera disparado desde estas. Era imposible que su poder afectara a Crimson, pero esperaba que Eris fuera una chica lista y reaccionara a tiempo para darle un calambrazo a Crimson. Ni siquiera debería tener que tocarlo, podía transmitirlo por el aire, la barra o... Incluso el suelo, de forma que fuera imperceptible. Si estaba atenta aquello eliminaría todas las sospechas sobre Eris, o al menos eso pensaba el albino que bajó las manos tras el disparo no sin antes soplarse la punta de los dedos como si eliminara el humo del cañón.
Acto seguido estalló en carcajadas mientras se volvía a sentar. No diría ni una sola palabra, no era necesario, solo esperaba que su actuación hubiera sido suficientemente convincente. Lo último que quería era un fanático de las akumas no mi detrás de su hermana adoptiva, pues al paso que iban las cosas tendría que matarlo simplemente para mantener el secreto y evitar que la gente comenzara a perseguir a Eris por su poder. Shiro se había alejado, aburrido, a una esquina del recinto cerca de la puerta por la que habían pasado anteriormente. No era como si aquella clase de situaciones le entretuvieran, había visto demasiadas veces el poder de Haine como para sorprenderse y se sentía más útil al lado de la puerta que al lado un hipogrifo con forma humana y una batería eléctrica inestable.
Eris Takayama
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Se rió levemente al saber que Haine tenía que pagar toda aquella bebida pues sabía que no es que el peliblanco fuera precisamente bien de dinero. En realidad, ninguno de los dos podía considerarse boyante, mas los ahorros que todavía tenía ella podían durar algo más que lo que robaba el chico de vez en cuando. No obstante, sabía que usaría su poder para que las monedas volvieran de aquella cómica (y para ella fea) manera a la bolsa que llevaba consigo. No le parecía ya ni bien ni mal. No podía parecerle de ninguna de las maneras porque ellos tenían que comer... Igual que el hombre que tenían delante. Si tuviera un trabajo honrado, ella sería de las que pagarían hasta el último gramo de lo consumido. Pero no, no se daba aquel hecho, una pena. Ella no se iba a parar a discutir el por qué se escondían. ―Solo somos unos discretos ciudadanos con unas mascotas particulares― dijo ella, por intervenir en aquella parte como dando aquel único detalle. Creía que no debía decir mucho más para poder mostrar lo que realmente eran pues, si se dedicaban a insistir en eso, perderían credibilidad.
Y pronto entendió las intenciones del peliblanco. Quiso resoplar y darle un codazo, decir que dejara de mentir, pero en realidad tenía que darle las gracias porque la estaba protegiendo. Porque ella estaba aprendiendo a usar su poder con paciencia y no era plan de echarlo todo a perder por otro hombre que la había dado dos besos. ¿Qué pasaría si aquel hombre que se había identificado como Crimson la mataba únicamente por el hecho de querer la fruta que -asquerosa por cierto- ella se había comido? O si la “raptaba” y la obligaba a trabajar para él. Por eso, cuando el peliblanco extendió aquel par de dedos en forma de pistola ella se concentró. Debía de hacer que una bolita de energía, muy pequeña, apareciera en el extremo de sus dedos. Y así lo logró. Justo cuando prunció el pum, la mujer hizo que apareciera al lado de los dedos de él una pequeña bolita, no más grande que una gota, que se deslizó unos cuantos centímetros en dirección a Crimson, disolviéndose en el aire a medida que se movía.
Parecía que no, pero aquello entrañaba un gran esfuerzo para aquella que no sabía como iba del todo su poder. Había hecho aquello más veces, pero nunca sin tener que partir de su propio cuerpo. ¡Haine la había puesto a prueba! Aunque puede que el hombre tampoco supiera lo que realmente había hecho para con ella. Entornó los ojos, tomando la botella con tranquilidad después y dándole un trago. Se ajustó mejor sus guantes y miró de soslayo a la pareja. ―Podemos seguir con las niñerías de ese no eres tú todo el tiempo que queráis. ¿Es que acaso no has visto que soy una jodidamente torpe espadachina sin casi experiencia, un tanto acostumbrada a que su hermanastro le de descargas por error? Las primeras picaban un poco, las de después... Bueno, supongo que como todo te acostumbras― comentó la chica. Pero entonces alzó una ceja, curiosa de un hecho: les había “echado en cara” el que ellos hubieran huido, más no habían sido ellos exactamente quienes habían huido. ―Además, nos estás diciendo que nosotros hemos huido, algo técnicamente incorrecto... ¿sabías? Porque has sido tú quien nos ha empujado dentro de este sitio de mala muerte. Así que, Crimson, pagas la siguiente ronda― “en parte es tu culpa que estemos aquí, por egocéntrico y por haberme besado”, tenía ganas de haber seguido la chica
Y pronto entendió las intenciones del peliblanco. Quiso resoplar y darle un codazo, decir que dejara de mentir, pero en realidad tenía que darle las gracias porque la estaba protegiendo. Porque ella estaba aprendiendo a usar su poder con paciencia y no era plan de echarlo todo a perder por otro hombre que la había dado dos besos. ¿Qué pasaría si aquel hombre que se había identificado como Crimson la mataba únicamente por el hecho de querer la fruta que -asquerosa por cierto- ella se había comido? O si la “raptaba” y la obligaba a trabajar para él. Por eso, cuando el peliblanco extendió aquel par de dedos en forma de pistola ella se concentró. Debía de hacer que una bolita de energía, muy pequeña, apareciera en el extremo de sus dedos. Y así lo logró. Justo cuando prunció el pum, la mujer hizo que apareciera al lado de los dedos de él una pequeña bolita, no más grande que una gota, que se deslizó unos cuantos centímetros en dirección a Crimson, disolviéndose en el aire a medida que se movía.
Parecía que no, pero aquello entrañaba un gran esfuerzo para aquella que no sabía como iba del todo su poder. Había hecho aquello más veces, pero nunca sin tener que partir de su propio cuerpo. ¡Haine la había puesto a prueba! Aunque puede que el hombre tampoco supiera lo que realmente había hecho para con ella. Entornó los ojos, tomando la botella con tranquilidad después y dándole un trago. Se ajustó mejor sus guantes y miró de soslayo a la pareja. ―Podemos seguir con las niñerías de ese no eres tú todo el tiempo que queráis. ¿Es que acaso no has visto que soy una jodidamente torpe espadachina sin casi experiencia, un tanto acostumbrada a que su hermanastro le de descargas por error? Las primeras picaban un poco, las de después... Bueno, supongo que como todo te acostumbras― comentó la chica. Pero entonces alzó una ceja, curiosa de un hecho: les había “echado en cara” el que ellos hubieran huido, más no habían sido ellos exactamente quienes habían huido. ―Además, nos estás diciendo que nosotros hemos huido, algo técnicamente incorrecto... ¿sabías? Porque has sido tú quien nos ha empujado dentro de este sitio de mala muerte. Así que, Crimson, pagas la siguiente ronda― “en parte es tu culpa que estemos aquí, por egocéntrico y por haberme besado”, tenía ganas de haber seguido la chica
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Haine pagó religiosamente la cuenta. Cosa que no dejó de sorprenderle. Por lo poco que le había conocido no parecía de los que aceptaran con tanta facilidad algo como aquello. Entonces vio la pequeña farsa del peliblanco en ese momento. Las monedas que acaba de coger el tabernero volvían a su dueño. De la misma forma en que dotó de vida a su botella antes, ahora lo hacía con las monedas. Resultó tener un poder bastante interesante y útil en según que situaciones. No podía evitar sentir que un tirador, supuso que lo era por las armas que portaba, con un fruta así de versátil le vendría bien en su tripulación. Sin embargo, el tratar de convencerlo debía de ser un trabajo hercúleo, sobretodo después de ver como se habían desenvuelto los sucesos. Los moraba fijamente, espectante por cuál sería su siguiente movimiento. No podía esperar a ello.
Haine volvió con la teatralidad. Sí, le había tocado, y sí, era probable que pudiera ahora controlarlo con su fruta, pero al pirata no le convencían sus argumentos, sobretodo porque seguramente ya lo habría hecho, sacándolo fuera para que ellos dos pudieran aprovechar esa apertura generada por el pelinegro. Pudo ver las intenciones de aquellos dos. -"Deben conocerse bastante bien para improvisar así, en conjunto"- pensó. Acto seguido de los dedos del albino salió una pequeña bola de electricidad hacia su fornido cuerpo. Estiró el brazo antes de que se perdiese en el aire. Tenía verdadera curiosidad por comprobarlo en sus propias carnes. Sintió la descarga recorrer su brazo entero. Casi tira la copa que tenía en su otra mano. no fue especialmente doloroso, pero sí molesto por el movimiento involuntario de sus músculos al contraerse. En parte esperaba que intentase controlarlo de verdad con su poder y no sólo fingir darle una descarga que claramente había hecho Eris. Al menos trabajaban bien juntos. -Discretos -repitió-, no es precisamente la palabra que mejor os define. Creo que tiene algo que ver con que vayáis armados y con un robot y dos mascotas detrás. Es como un espectáculo de feria. Las máquinas futurísticas, los domadores y animales, un tío con pistolas, otra con espadas... Sí, sí la discreción en su máxima expresión -rió ligeramente por el comentario de la chica-. Y... Eris, ¿te gustan las tormentas? -inquirió, demostrando que algo había descubierto- A mí no especialmente, aunque noto entre tu y yo como una conexión especial, como que seguimos la misma corriente -remarcó esa palabra.
Hizo una pausa para volver a beber y volvió a escucharla . Dejó la copa vacía sobre la madera. Había bebido suficiente. Todavía estaba lejos de emborracharse, simplemente es que no quería más de ese tipo de whisky. -No se os veía muy dispuestos a atacarles respondió girándose en su taburete y quedando de espaldas a la barra, apoyando los dos codos encima de ésta. quedó en una posición muy relajada y cómoda-. Hazle caso a la chica, la siguiente la pago yo -le dijo al tabernero mientras le soltaba un billete, suficiente como para pagar todo-. Quédate con la propina -se llevaría una jugosa cantidad-. Ahora tenéis la oportunidad de redimiros en vuestra no huida. Los marines entrarán por esa puerta en tres, dos, uno...- les advirtió señalando con la cabeza la puerta por la que habían entrado. Notaba como unas presencias no precisamente amigables se aproximaban y estaban a punto de adentrarse.
Kenbunshoku no haki
Haine volvió con la teatralidad. Sí, le había tocado, y sí, era probable que pudiera ahora controlarlo con su fruta, pero al pirata no le convencían sus argumentos, sobretodo porque seguramente ya lo habría hecho, sacándolo fuera para que ellos dos pudieran aprovechar esa apertura generada por el pelinegro. Pudo ver las intenciones de aquellos dos. -"Deben conocerse bastante bien para improvisar así, en conjunto"- pensó. Acto seguido de los dedos del albino salió una pequeña bola de electricidad hacia su fornido cuerpo. Estiró el brazo antes de que se perdiese en el aire. Tenía verdadera curiosidad por comprobarlo en sus propias carnes. Sintió la descarga recorrer su brazo entero. Casi tira la copa que tenía en su otra mano. no fue especialmente doloroso, pero sí molesto por el movimiento involuntario de sus músculos al contraerse. En parte esperaba que intentase controlarlo de verdad con su poder y no sólo fingir darle una descarga que claramente había hecho Eris. Al menos trabajaban bien juntos. -Discretos -repitió-, no es precisamente la palabra que mejor os define. Creo que tiene algo que ver con que vayáis armados y con un robot y dos mascotas detrás. Es como un espectáculo de feria. Las máquinas futurísticas, los domadores y animales, un tío con pistolas, otra con espadas... Sí, sí la discreción en su máxima expresión -rió ligeramente por el comentario de la chica-. Y... Eris, ¿te gustan las tormentas? -inquirió, demostrando que algo había descubierto- A mí no especialmente, aunque noto entre tu y yo como una conexión especial, como que seguimos la misma corriente -remarcó esa palabra.
Hizo una pausa para volver a beber y volvió a escucharla . Dejó la copa vacía sobre la madera. Había bebido suficiente. Todavía estaba lejos de emborracharse, simplemente es que no quería más de ese tipo de whisky. -No se os veía muy dispuestos a atacarles respondió girándose en su taburete y quedando de espaldas a la barra, apoyando los dos codos encima de ésta. quedó en una posición muy relajada y cómoda-. Hazle caso a la chica, la siguiente la pago yo -le dijo al tabernero mientras le soltaba un billete, suficiente como para pagar todo-. Quédate con la propina -se llevaría una jugosa cantidad-. Ahora tenéis la oportunidad de redimiros en vuestra no huida. Los marines entrarán por esa puerta en tres, dos, uno...- les advirtió señalando con la cabeza la puerta por la que habían entrado. Notaba como unas presencias no precisamente amigables se aproximaban y estaban a punto de adentrarse.
Haine Rammsteiner
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Todo se había jodido, no solo tenía ganas de arrancarle los labios sino que además tendría que matarlo para que no pudiera correr la voz del poder de Eris. Se levantó furioso y golpeó las mesas con las dos manos, nunca había sido dado a controlarse, golpeando todas las copas de la barra y lanzándolas con fuerza a través de la misma hasta que cayeron al suelo o golpearon contra la pared. —Se acabó.— pronunció mientras sacaba su escopeta y se podía ver visibilemente como su energía sobrecargaba en exceso una carga que iluminaba el rostro de Haine en el mal iluminado bar. Era una de sus balas de poder, las cuales podían ir hasta siete veces más fuerte que una bala normal, sumados a tipo de munición que era, es decir, un cartucho de escopeta, podía convertirse en un ataque letal contra cualquiera que osara recibirlo. No importaba cuan gran de fuera, un disparo de eso no solo dejaría débil a Haine y desintegraría a cualquiera, sino que también haría un agujero en la pared del tamaño de un autobús.
No tenía intención de disparar, pese a que le habría gustado. —¡Nos vamos!— dijo tomando a Eris por el brazo y levantándola, haciendo que Shiro fuera hasta donde estaban y el ABR caminara sin darle la espalda con la "mirada" fija en Crimson, siendo que obviamente esperaba un ataque o una orden para abrir fuego. Iban a salir de allí pero por si el hombre trataba de detenerlos abriría fuego y no se responsabilizaría, saldrían de allí sin mirar atrás.—No me des motivos para abrir fuego y no lo haré. No vayas tras nosotros, no trates de seguirnos, no le digas a nadie lo que has visto. Si alguien se entera, un chispazo será la menor de tus problemas.— mencionó Haine confiado de sí mismo. El tabernero lo miraba con miedo sin entender, al parecer había sido una conversación bastante privada y Haine se había encargado de ello distrayendo al tabernero con una de sus artes, la posesión del vaso encantado.
Activó el mantra tras escuchar sus palabras y entornó ligeramente el ojo izquierdo mirando a la puerta, la energía que venía del compartimento donde estaba el cartucho de su escopeta seguía brillando. —Vamos por otro lado.— dijo abriendo la puerta que había en el otro lado de la sala y cerrándola tras de si. Habían salido al otro lado del bloque de edificios en el que se habían escondido, y Haine pudo observar una patrulla de marines de rango bajo que los estaba buscando. Pero ellos no podían saber cómo eran sino por los testimonios de la gente, por lo que le apretó la mano a Eris entrelazando sus dedos como si fuera su pareja y comenzaron a caminar por en medio de la zona. Para evitar sospechas había cubierto al ABR con una manta que habría sido bastante fácil de robar de uno de los puestos cercanos, si bien era raro ver una manta andando aunque no tanto si Shiro caminaba a su lado, como si fueran diferentes animales que jugaban con ella.
Llegaron al puerto y por primera vez en mucho tiempo Haine pagó por un viaje a otra isla, así como había pagado por aquella manta. No utilizaría el truco de la posesión pues los marines podían estar vigilándolos, no quería levantar más sospechas de las necesarias. —Vámonos de esta isla o acabaremos con nuestra cara en un cartel de "Se busca".— le mencionó a Eris. Estaba enfadado, no le había hecho gracia que Crimson la hubiera besado con o sin consentimiento, y es que estaba celoso pero se negaba a admitirlo. Por otro lado lo que él quería era protegerla, y alejarlo de ese tipo parecía la mejor opción. Aún le dolían los nudillos de cuando le había golpeado en la cara, ese tipo no era normal.
No tenía intención de disparar, pese a que le habría gustado. —¡Nos vamos!— dijo tomando a Eris por el brazo y levantándola, haciendo que Shiro fuera hasta donde estaban y el ABR caminara sin darle la espalda con la "mirada" fija en Crimson, siendo que obviamente esperaba un ataque o una orden para abrir fuego. Iban a salir de allí pero por si el hombre trataba de detenerlos abriría fuego y no se responsabilizaría, saldrían de allí sin mirar atrás.—No me des motivos para abrir fuego y no lo haré. No vayas tras nosotros, no trates de seguirnos, no le digas a nadie lo que has visto. Si alguien se entera, un chispazo será la menor de tus problemas.— mencionó Haine confiado de sí mismo. El tabernero lo miraba con miedo sin entender, al parecer había sido una conversación bastante privada y Haine se había encargado de ello distrayendo al tabernero con una de sus artes, la posesión del vaso encantado.
Activó el mantra tras escuchar sus palabras y entornó ligeramente el ojo izquierdo mirando a la puerta, la energía que venía del compartimento donde estaba el cartucho de su escopeta seguía brillando. —Vamos por otro lado.— dijo abriendo la puerta que había en el otro lado de la sala y cerrándola tras de si. Habían salido al otro lado del bloque de edificios en el que se habían escondido, y Haine pudo observar una patrulla de marines de rango bajo que los estaba buscando. Pero ellos no podían saber cómo eran sino por los testimonios de la gente, por lo que le apretó la mano a Eris entrelazando sus dedos como si fuera su pareja y comenzaron a caminar por en medio de la zona. Para evitar sospechas había cubierto al ABR con una manta que habría sido bastante fácil de robar de uno de los puestos cercanos, si bien era raro ver una manta andando aunque no tanto si Shiro caminaba a su lado, como si fueran diferentes animales que jugaban con ella.
Llegaron al puerto y por primera vez en mucho tiempo Haine pagó por un viaje a otra isla, así como había pagado por aquella manta. No utilizaría el truco de la posesión pues los marines podían estar vigilándolos, no quería levantar más sospechas de las necesarias. —Vámonos de esta isla o acabaremos con nuestra cara en un cartel de "Se busca".— le mencionó a Eris. Estaba enfadado, no le había hecho gracia que Crimson la hubiera besado con o sin consentimiento, y es que estaba celoso pero se negaba a admitirlo. Por otro lado lo que él quería era protegerla, y alejarlo de ese tipo parecía la mejor opción. Aún le dolían los nudillos de cuando le había golpeado en la cara, ese tipo no era normal.
- Detalles:
- Siento cerrarlo tan de repente y a la cuenta de 7, pero ni Haine ni Eris quieren ser detectados así que fue la reacción más lógica. De todas maneras ahora mismo estamos un poco mal para postear y le damos prioridad al capítulo, pero no tenemos mucho tiempo libre entre estudios y vacaciones. En cualquier caso espero el reencuentro, será divertido ^^
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Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
- [privado] Descubriendo aliados. Vagando por el cuartel. (Privado Nocturne y León Zaid)
- [Privado][Pasado] Un alto en el camino. [Privado: Azuka & Nocturne93]
- [Pasado][Privado] Relajándose en el cuartel (Privado Nocturne93 & Gusi)
- [Privado][Pasado] Haciendo... ¿Amigos? (Privado Nocturne & Jokashi)
- [Privado] La gran caída.[Privado Arabel - Teil Nathman]
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