Lawliet
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Rainbow versus Émile
Takenuma: Lo más extraño de esta villa, precisamente es que apenas cuenta con fauna o vegetación, sin embargo, el relieve consta de numerosas cavernas en las que se arremolinan las ciudades-templo. Estas sirven de centro moral y cosmopólita de la sociedad tradicional que habita en Takenuma. Curiosamente, es menester de la tradición los avistamientos de ciertos tipos de espíritus guardanes en ciertas circunstancias. La ligera vegetación cuenta con coníferas de tallo blanco, cerezos y demás de tipo oriental. La fauna es apenas inexistente, pues salvo los típicos pájaros, como cuervos o buhos, no se encuentra mucho más.
Turnos: Los turnos serán al azar. Si sale 1, empieza Rainbow, si sale 2, Émile.
- Número aleatorio (1,2) : 2
*Sin saltos de turno, excepto que el tiempo sobrepase las dos semanas.
*El ganador se lleva 1500 de experiencia
*El perdedor, 800.
*En caso de empate 1000 para cada uno.
*Las heridas son permanentes., excepto, si el usuario desea, las que son demasiado graves (como pérdidas de miembros...).
*La victoria se decide por el rol bélico.
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Algo estaba a punto de ocurrir en las gigantescas cavernas de Takenuma. Un épico enfrentamiento entre dos combatientes de talla monumental. Por un lado, el actual Yonkaikyo y subcapitán en secreto de Kuzaku Funnen Lion D. Émile, con una recompensa (antes de obtener el título) de 8.000.000. Por otro, el ex-Yonkaikyo Arribor Neus, usuario de la paramecia de sangre. El joven Yonkaikyo ni siquiera sospechaba lo que se le venía encima. Vestido con su habitual vestimenta (una camisa blanca, la corbata roja de Kaín, vaqueros y botines) caminaba por la ruta entre dos de las villas de la isla. Esta se hallaba en aquel momento dividida entre revolucionarios y leales al Gobierno, y aprovechando el estado de caos muchos criminales se refugiaban en la isla ocultándose en cavernas secundarias. Por eso, el Gobierno le había ordenado personarse allí para cazar a cuántos pudiese. No tenía realmente mucha intención de ello, pero no tenía más remedio. Debía al menos dar el pego de que lo había intentado personándose en el lugar y "fichando" en el campamento marine más cercano.
- Qué remedio... esto es un coñazo. Debería estar con Drake-senchou y Kyle-kun en la Perla, no aquí perdiendo el tiempo.
Al cinto llevaba dos pistolas. La de su derecha, Hades, era blanca con símbolos tribales rojo oscuro. Averno, la otra, era negra con los mismos pero símbolos en dorado. Ambas iban en fundas de cuero negro con un pentáculo rojo de metal pegado. Dejando a parte sus pistolas, no parecía muy peligroso. Era algo más alto que la media, sí, pero bastante delgado y no parecía ser muy musculoso. A ojos de alguien sin experiencia parecería más bien enclenque, un objetivo fácil a cortas distancias. Esto era falso. Tal vez no tendría la fuerza de un tirador, pero a pesar de su aspecto, era muy ágil y daba buenas patadas. No en vano se había pasado años entrenándose en el arte marcial del Sokudan.
Miró a su alrededor. El terreno no le gustaba. Parecía el perfecto para una emboscada. Se paró en seco y se puso a escuchar a su alrededor, intentando descubrir a algún posible enemigo. La zona estaba llena de enormes estalactitas (algunas de más de un metro de radio en su base), que a modo de columnas colocadas de manera aleatoria flanqueaban el zigzagueante camino. Inquieto, desenfundó ambas pistolas y comenzó a cargar energía en ellas. Sus pistolas empleaban su propia fuerza vital en lugar de munición para funcionar. Ambas brillaron levemente de manera intermitente por un instante. "Estoy seguro que hay alguien no muy lejos... confiaré en mi instinto y me pondré en guardia."[/i] Para evitar ser rodeado, se puso se espaldas a a una estalactita gigante y se quedó parado, esperando a ver si llegaba alguien o ocurría algo.
- Qué remedio... esto es un coñazo. Debería estar con Drake-senchou y Kyle-kun en la Perla, no aquí perdiendo el tiempo.
Al cinto llevaba dos pistolas. La de su derecha, Hades, era blanca con símbolos tribales rojo oscuro. Averno, la otra, era negra con los mismos pero símbolos en dorado. Ambas iban en fundas de cuero negro con un pentáculo rojo de metal pegado. Dejando a parte sus pistolas, no parecía muy peligroso. Era algo más alto que la media, sí, pero bastante delgado y no parecía ser muy musculoso. A ojos de alguien sin experiencia parecería más bien enclenque, un objetivo fácil a cortas distancias. Esto era falso. Tal vez no tendría la fuerza de un tirador, pero a pesar de su aspecto, era muy ágil y daba buenas patadas. No en vano se había pasado años entrenándose en el arte marcial del Sokudan.
Miró a su alrededor. El terreno no le gustaba. Parecía el perfecto para una emboscada. Se paró en seco y se puso a escuchar a su alrededor, intentando descubrir a algún posible enemigo. La zona estaba llena de enormes estalactitas (algunas de más de un metro de radio en su base), que a modo de columnas colocadas de manera aleatoria flanqueaban el zigzagueante camino. Inquieto, desenfundó ambas pistolas y comenzó a cargar energía en ellas. Sus pistolas empleaban su propia fuerza vital en lugar de munición para funcionar. Ambas brillaron levemente de manera intermitente por un instante. "Estoy seguro que hay alguien no muy lejos... confiaré en mi instinto y me pondré en guardia."[/i] Para evitar ser rodeado, se puso se espaldas a a una estalactita gigante y se quedó parado, esperando a ver si llegaba alguien o ocurría algo.
Rainbow662
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Takenuma, una isla peculiar llena de gente peculiar. Desde que había llegado a la isla, solo había visto cuevas, cuevas y más cuevas sin apenas plantas o animales aparte de unos molestos y ruidosos pájaros. Era un paisaje muy poco alentador. Toda la isla estaba plagada de cavernas de diferentes tamaños, algunas enanas y otras lo bastante grandes como para poder construir en ellas templos y cosas por el estilo. Todas las construcciones, como era de esperar, estaban hechas de roca maciza, de un tono parecido al de las paredes de las cuevas alrededor de las cuales se situaban.
Sin embargo lo más extraño de todo el lugar eran sus habitantes. Se trataba de gente muy supersticiosa que creía en espíritus guardianes y cosas así además de varias creencias más que Arribor no llegaba a comprender. Nada más desembarcar, una vieja le había lanzado un huevo a la cara y le había escupido, según ella, para ahuyentar cualquier posible energía maligna que pudiese traer consigo. Aunque lo peor fue que un tipo intentó hundir su barco porque decía que ofendía a su Dios. Para colmo, la gente que lo vio le estuvo siguiendo durante un buen rato por las calles de la ciudad sin siquiera dirigirse a él. Le ponían los pelos de punta. Supuso que se trataría de alguna extraña costumbre local y echó a correr para darles esquinazo.
Al cabo de un rato llegó hasta una zona rocosa. Por todas partes había estalactitas de gran tamaño que le daban al lugar un aire endemoniado. Mientras caminaba por allí vio a varios metros frente a él a un hombre pegado a una de estas rocas, como si esperase que algo sucediese. Parecía un hombre elegante y sofisticado y cargaba con un par de pistolas. Arribor se acercó, consciente de que ya le habría visto, y cuando pasó por su lado le dedicó una larga y curiosa mirada. "-Otro bicho raro." -pensó. No tenía intención de perder el tiempo con más supersticiones absurdas. Y aun así se giró, tenía demasiada curiosidad por saber que demonios le pasaba a la gente de por allí.
-Vale en serio, tengo que preguntarlo. ¿Qué demonios os pasa a todos en este sitio? ¿Qué clase de pirados vivís aquí? ¿Es qué os reunís todos en esta isla o algo así? -Su tono de voz no era precisamente de educación. Había sido un día muy raro y no aguantaba más tonterías por parte de aquella gente y ese tipo había sufrido casualmente las consecuencias de su frustración.
Sin embargo lo más extraño de todo el lugar eran sus habitantes. Se trataba de gente muy supersticiosa que creía en espíritus guardianes y cosas así además de varias creencias más que Arribor no llegaba a comprender. Nada más desembarcar, una vieja le había lanzado un huevo a la cara y le había escupido, según ella, para ahuyentar cualquier posible energía maligna que pudiese traer consigo. Aunque lo peor fue que un tipo intentó hundir su barco porque decía que ofendía a su Dios. Para colmo, la gente que lo vio le estuvo siguiendo durante un buen rato por las calles de la ciudad sin siquiera dirigirse a él. Le ponían los pelos de punta. Supuso que se trataría de alguna extraña costumbre local y echó a correr para darles esquinazo.
Al cabo de un rato llegó hasta una zona rocosa. Por todas partes había estalactitas de gran tamaño que le daban al lugar un aire endemoniado. Mientras caminaba por allí vio a varios metros frente a él a un hombre pegado a una de estas rocas, como si esperase que algo sucediese. Parecía un hombre elegante y sofisticado y cargaba con un par de pistolas. Arribor se acercó, consciente de que ya le habría visto, y cuando pasó por su lado le dedicó una larga y curiosa mirada. "-Otro bicho raro." -pensó. No tenía intención de perder el tiempo con más supersticiones absurdas. Y aun así se giró, tenía demasiada curiosidad por saber que demonios le pasaba a la gente de por allí.
-Vale en serio, tengo que preguntarlo. ¿Qué demonios os pasa a todos en este sitio? ¿Qué clase de pirados vivís aquí? ¿Es qué os reunís todos en esta isla o algo así? -Su tono de voz no era precisamente de educación. Había sido un día muy raro y no aguantaba más tonterías por parte de aquella gente y ese tipo había sufrido casualmente las consecuencias de su frustración.
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[Off: Al fin saco un momento para responder a mis roles... perdona. Llevo una temporada que apenas saco tiempo para el foro. Estoy respondiendo al capítulo y poco más]
Estaba esperando, cuando finalmente apareció alguien como había predicho. Un chico joven de pelo castaño con un parche en un ojo. Este parecía estar bastante de malas, y de hecho se le encaró a Émile y comenzó a increparle por motivos que no entendía. Al parecer lo había confundido con alguno de los habitantes. Comenzó a darle vueltas a la cabeza y recordó que los habitantes de la isla eran bastante supersticiosos. Se habría topado con ellos y habría tenido problemas.
- Supongo que has tenido encontronazos con los lugareños. Resulta que te equivocas, yo no soy de aquí.
Entonces se fijó mejor en él. Lo recordaba de haber visto una foto suya en el periódico. Era el ex-yonkaikyo Arribor Neus. Había perdido su puesto cuando el ahora desaparecido Jallial Reezek lo derrotó para arrebatárselo. El que fuese un ex-yonkaikyo, sin embargo, demostraba que era una persona fuera de lo normal excepcionalmente fuerte. Lo cual era un dato muy interesante para él. Lo miró con interés y se irguió, encarándolo. Tal vez acababa de encontrar un remedio para su aburrimiento... una buena ocasión para entrenar y probar sus fuerza. Sin soltar sus pistolas, pero también sin apuntarle ni adoptar ninguna postura agresiva, se acercó al pirata.
- Ahora te reconozco. Eres Arribor Neus. Mi nombre es Lion D. Émile, y soy uno de los nuevos yonkaikyos - Enfundó a Hades y le tendió la mano derecha - Encantado.
Tras eso, aceptase su apretón de manos o no, retrocedería un par de pasos. Examinó al otro con curiosidad, intentando adivinar su estilo de lucha. Parecía fuerte de cuerpo, y no parecía llevar ningún arma, al menos a primera vista. Su primera deducción es que debía ser alguna especie de combatiente cuerpo a cuerpo... a menos que fuese usuario, y que basase su estilo de lucha totalmente en su akuma.
- Te propongo una cosa, ya que los dos somos o hemos sido miembros de la Saigo Yonkaikyo, ¿por qué no nos enfrentamos en un duelo amistoso? Así ambos podremos aprovechar para entrenar, y pasaremos un rato interesante.
Aprovechó el momento para echarle un vistazo veloz a la zona y pensar una estrategia. El terreno le daba una clara ventaja táctica. Había muchos obstáculos que podía aprovechar para irse escondiendo y atacar a su enemigo desde la distancia. Además, gracias a sus pistolas y sus habilidades, no necesitaba tener línea de tiro para impactarle a su enemigo. Esto le daba una clara ventaja, además de que el otro no se lo esperaría. Comenzó a cargar lentamente más energía en sus pistolas, para poder comenzar de manera agresiva nada más empezase el combate.
Estaba esperando, cuando finalmente apareció alguien como había predicho. Un chico joven de pelo castaño con un parche en un ojo. Este parecía estar bastante de malas, y de hecho se le encaró a Émile y comenzó a increparle por motivos que no entendía. Al parecer lo había confundido con alguno de los habitantes. Comenzó a darle vueltas a la cabeza y recordó que los habitantes de la isla eran bastante supersticiosos. Se habría topado con ellos y habría tenido problemas.
- Supongo que has tenido encontronazos con los lugareños. Resulta que te equivocas, yo no soy de aquí.
Entonces se fijó mejor en él. Lo recordaba de haber visto una foto suya en el periódico. Era el ex-yonkaikyo Arribor Neus. Había perdido su puesto cuando el ahora desaparecido Jallial Reezek lo derrotó para arrebatárselo. El que fuese un ex-yonkaikyo, sin embargo, demostraba que era una persona fuera de lo normal excepcionalmente fuerte. Lo cual era un dato muy interesante para él. Lo miró con interés y se irguió, encarándolo. Tal vez acababa de encontrar un remedio para su aburrimiento... una buena ocasión para entrenar y probar sus fuerza. Sin soltar sus pistolas, pero también sin apuntarle ni adoptar ninguna postura agresiva, se acercó al pirata.
- Ahora te reconozco. Eres Arribor Neus. Mi nombre es Lion D. Émile, y soy uno de los nuevos yonkaikyos - Enfundó a Hades y le tendió la mano derecha - Encantado.
Tras eso, aceptase su apretón de manos o no, retrocedería un par de pasos. Examinó al otro con curiosidad, intentando adivinar su estilo de lucha. Parecía fuerte de cuerpo, y no parecía llevar ningún arma, al menos a primera vista. Su primera deducción es que debía ser alguna especie de combatiente cuerpo a cuerpo... a menos que fuese usuario, y que basase su estilo de lucha totalmente en su akuma.
- Te propongo una cosa, ya que los dos somos o hemos sido miembros de la Saigo Yonkaikyo, ¿por qué no nos enfrentamos en un duelo amistoso? Así ambos podremos aprovechar para entrenar, y pasaremos un rato interesante.
Aprovechó el momento para echarle un vistazo veloz a la zona y pensar una estrategia. El terreno le daba una clara ventaja táctica. Había muchos obstáculos que podía aprovechar para irse escondiendo y atacar a su enemigo desde la distancia. Además, gracias a sus pistolas y sus habilidades, no necesitaba tener línea de tiro para impactarle a su enemigo. Esto le daba una clara ventaja, además de que el otro no se lo esperaría. Comenzó a cargar lentamente más energía en sus pistolas, para poder comenzar de manera agresiva nada más empezase el combate.
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-Émile... Émile... Pues no me suena. -dijo el pirata bruscamente. Aquel tipo que decía ser un nuevo Yonkaikyo era un total desconocido para él, aunque teniendo en cuenta que ni siquiera sabía en que día vivía, no era nada raro. Además no solía tener el más mínimo interés en esas cosas, de hecho nunca llegó a conocer a sus compañeros cuando tenía ostentaba ese puesto así que no veía motivo para aprenderse a los miembros actuales. Lo más curioso era que no aparentaba para nada ser un pirata, sino más bien todo lo contrario. Vestía elegantemente y hablaba de forma educada, algo que para él sería todo un logro. De no ser por sus singulares armas lo habría tomado por un científico o algo así, o así habría sido si Arribor hubiera visto uno alguna vez.
Sin embargo aquel pistolero había dicho algo que captó su interés de inmediato. Le había propuesto un combate de entrenamiento y, aunque estaba deseando largarse de aquel maldito lugar, no podía rechazar algo así. -¿Un combate? Sería una buena forma de olvidarme de la gente de aquí y sus ridículas costumbres. Acepto. -Ya que ese tipo parecía conocerle bastante bien, no se molestó en decir nada más, no era necesario. Ni siquiera le preguntó por qué motivo estaba allí, agazapado tras una roca como si estuviese cazando liebres. Ahora solo importaba centrarse en su inminente lucha.
Nada más decir eso, retrocedió un paso y se puso en guardia. Parecía que su rival utilizaba un par de pistolas bastante raras así que lo mejor sería no alejarse demasiado. Tras darle un par de segundos para prepararse, Arribor se llevó la mano a su espada extensible y la apuntó hacia el pecho del Yonkaikyo, dando así inicio al combate. Sin pensárselo dos veces, colocó su mano izquierda entre la espada y su objetivo y activó el mecanismo que provocaba que la hoja se extendiera hasta tres metros. Ese tipo de ataques frontales no solían funcionar demasiado bien, por lo que no podía utilizar solo la espada.
Al contrario de lo que cualquiera pudiera pensar, el pirata no apartó la mano, sino que dejó que el arma la atravesara y se extendiera hacia el pistolero empapada en su sangre. Sin embargo aquel no era un ataque auto-destructivo, sino que pensaba utilizar su sangre para hacer que, en caso de que la hoja no diera en el blanco, saliese disparada en forma de dardos hacia el tal Émile.
Dardos de sangre [AI]
Sin embargo aquel pistolero había dicho algo que captó su interés de inmediato. Le había propuesto un combate de entrenamiento y, aunque estaba deseando largarse de aquel maldito lugar, no podía rechazar algo así. -¿Un combate? Sería una buena forma de olvidarme de la gente de aquí y sus ridículas costumbres. Acepto. -Ya que ese tipo parecía conocerle bastante bien, no se molestó en decir nada más, no era necesario. Ni siquiera le preguntó por qué motivo estaba allí, agazapado tras una roca como si estuviese cazando liebres. Ahora solo importaba centrarse en su inminente lucha.
Nada más decir eso, retrocedió un paso y se puso en guardia. Parecía que su rival utilizaba un par de pistolas bastante raras así que lo mejor sería no alejarse demasiado. Tras darle un par de segundos para prepararse, Arribor se llevó la mano a su espada extensible y la apuntó hacia el pecho del Yonkaikyo, dando así inicio al combate. Sin pensárselo dos veces, colocó su mano izquierda entre la espada y su objetivo y activó el mecanismo que provocaba que la hoja se extendiera hasta tres metros. Ese tipo de ataques frontales no solían funcionar demasiado bien, por lo que no podía utilizar solo la espada.
Al contrario de lo que cualquiera pudiera pensar, el pirata no apartó la mano, sino que dejó que el arma la atravesara y se extendiera hacia el pistolero empapada en su sangre. Sin embargo aquel no era un ataque auto-destructivo, sino que pensaba utilizar su sangre para hacer que, en caso de que la hoja no diera en el blanco, saliese disparada en forma de dardos hacia el tal Émile.
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