Syrio Forel
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Había oído hablar mucho de esa isla. Una inmensa ciudad medieval... no habían muchas cosas que le gustasen tanto como un Reino plagado de nobles, de caballeros, de delicadas doncellas esperando a ser rescatadas. Ese lugar representaba muchas de las cosas que anhelaba. Sentía especial predilección por lo antiguo, sobre todo por lo medieval. Podría batirse en duelo contra algún caballero que rondase la isla si así lo veía necesario y poder demostrar su habilidad en la esgrima contra algún oponente que de la talla. La verdad es que llevaba bastante tiempo sin combatir. Esperaba que bajo ese amanecer lluvioso tuviera al fin un gran encuentro que deseaba desde hace meses.
Desembarcó en el puerto del pueblo, bajando de un galeón que transportaba distintas mercancías, tales como especias, armas para los soldados, y algunos ropajes que se venderían en el mercado. Y se dirigió al centro de la ciudad. El espadachín había entrado en el barco como músico y así pagarse el viaje. Tenía un gran dominio con la guitarra y servía de entretenimiento para todos aquellos tripulantes y viajeros del navío. Era un forma fácil y alegre para viajar. Syrio siempre estaba gustoso de demostrar lo habilidoso que era con distintas artes. No le gustaba esconderse y disfrutaba de sobremanera el tener un público que sepa apreciar su talento. Todo eso le había hecho ganar una confianza en si mismo con la que se veía capaz de enfrentarse a todo tipo de problemas.
Una vez llegó a la zona central del Reino anduvo vagueando y mirando todas las cosas que veía en el mercado. Observaba con curiosidad las mercancías de los puestos , todos cubiertos por un toldo, debido a las continuas lluvias de esa isla. Tenía de todo, frutas, telas, artesanías varias, cuadros antiguos, pociones extrañas, etc. Los ojos, normalmente color ámbar, de Forel quedaron maravillados por toda aquella diversidad. Algunos de los artículos eran muy buenos. Sabía apreciar el arte como nadie y ahí podía haber cosas de gran valor. Sin embargo todo cambió en un instante. Escuchó unos gritos de una mujer y dos guardias que se abalanzaban sobre ella. Por lo que pudo entender del alboroto la mujer llevaba tiempo si pagar los tributos a los nobles y estos habían enviado a sus secuaces a cobrar, o al menos dar una lección al resto de ciudadanos. Un mensaje de miedo e intimidación.
La caballerosidad de Syrio actuó con rapidez y casi sin pensar se lanzó contra esos dos, desenfundando su espada ropera, puesta sobre su cintura, y de dos rápidos tajos tumbó a los abusones. En parte estaba decepcionado, quería algo de acción, quería que su espada gritase por un poco más, quería sentir esa sensación de peligro, ese subidón de adrenalina que sólo se siente en el fragor de la batalla; por lo que sólo pudo hacer una cosa. -¡Alguien más está dispuesto a batirse en duelo!- exclamó lo suficientemente alto como para que toda la muchedumbre lo escuchara, con la esperanza de que alguien de entre todos decidiera también luchar.- ¡Mi espada clama por un combate digno!- continuó llamando la atención bajo la lluvia. Su sombrero de ala ancha, tan característico en él, estaba empapado, como el resto de sus ropajes.
Desembarcó en el puerto del pueblo, bajando de un galeón que transportaba distintas mercancías, tales como especias, armas para los soldados, y algunos ropajes que se venderían en el mercado. Y se dirigió al centro de la ciudad. El espadachín había entrado en el barco como músico y así pagarse el viaje. Tenía un gran dominio con la guitarra y servía de entretenimiento para todos aquellos tripulantes y viajeros del navío. Era un forma fácil y alegre para viajar. Syrio siempre estaba gustoso de demostrar lo habilidoso que era con distintas artes. No le gustaba esconderse y disfrutaba de sobremanera el tener un público que sepa apreciar su talento. Todo eso le había hecho ganar una confianza en si mismo con la que se veía capaz de enfrentarse a todo tipo de problemas.
Una vez llegó a la zona central del Reino anduvo vagueando y mirando todas las cosas que veía en el mercado. Observaba con curiosidad las mercancías de los puestos , todos cubiertos por un toldo, debido a las continuas lluvias de esa isla. Tenía de todo, frutas, telas, artesanías varias, cuadros antiguos, pociones extrañas, etc. Los ojos, normalmente color ámbar, de Forel quedaron maravillados por toda aquella diversidad. Algunos de los artículos eran muy buenos. Sabía apreciar el arte como nadie y ahí podía haber cosas de gran valor. Sin embargo todo cambió en un instante. Escuchó unos gritos de una mujer y dos guardias que se abalanzaban sobre ella. Por lo que pudo entender del alboroto la mujer llevaba tiempo si pagar los tributos a los nobles y estos habían enviado a sus secuaces a cobrar, o al menos dar una lección al resto de ciudadanos. Un mensaje de miedo e intimidación.
La caballerosidad de Syrio actuó con rapidez y casi sin pensar se lanzó contra esos dos, desenfundando su espada ropera, puesta sobre su cintura, y de dos rápidos tajos tumbó a los abusones. En parte estaba decepcionado, quería algo de acción, quería que su espada gritase por un poco más, quería sentir esa sensación de peligro, ese subidón de adrenalina que sólo se siente en el fragor de la batalla; por lo que sólo pudo hacer una cosa. -¡Alguien más está dispuesto a batirse en duelo!- exclamó lo suficientemente alto como para que toda la muchedumbre lo escuchara, con la esperanza de que alguien de entre todos decidiera también luchar.- ¡Mi espada clama por un combate digno!- continuó llamando la atención bajo la lluvia. Su sombrero de ala ancha, tan característico en él, estaba empapado, como el resto de sus ropajes.
Hallsat, esa isla mi cobijo durante un par de meses. Llegué allí por el rumor de una presa, tuve alguna aventura y conocí a gente del lugar y extranjeros. Hay unas cuantas historias que puedo contar de mi paso por aquella isla medieval. Agredí a un principito mimado, por una buena razón. Tuve un par de borracheras de las que no me acuerdo la mitad. Conseguí una espada en un torneo de esgrima, “Carámbano”, que me salvó en multitud de ocasiones. Pero la historia que te voy a contar es otra.
Como bien dije, pasé bastante tiempo en aquella isla. Me dedicaba a hacer malabares por las calles. Ya puedes imaginarme, con mi atuendo de bufón medieval y mis bolas de malabares. Carámbano colgaba de mi cintura. En una ciudad como esa era tan común que le gante llevara espada que hasta un bufón podía. Volviendo a mi oficio, mi habilidad con las tres bolas había mejorado. No sabía más que truco simple pero a la gente le encantaba. También podía arrancarme con un monologo o contar algún cuento. Si me encontraba con algún músico simpático bailaba sus canciones, y repartíamos ganancias claro. Aun no me atrevía a hacer un show con los cuchillos pero siempre los llevaba encima. Practicaba en mi habitación de la taberna en la que trabajaba amenizando las noches para no tener que pagar el alojamiento y la comida. Pese a que había tenido mucho dinero, lo había perdido todo y estaba en las últimas. Pero día a día iba sobreviviendo y ahorraba para poder pagarme un viaje a por una presa. En esa isla no entraban muchos piratas y los que entraban no pagaban impuestos, pum…fuera.
Un día, en la plaza del puerto, trabaja con mis bolas cuando la gente dejó de atenderme. Escuche revuelo, subido a una farola vi que un hombre se enfrentaba a dos cobradores que acosaban a una chica. El hombre, claramente extranjero por su vestimenta, se manejó muy bien con esos dos gorilas. No eran difíciles de batir para un espadachín, yo mismo tenía que huir de ellos cada dos por tres (obviamente no pagaba esos impuestos que solo sirven para que la nobleza tenga aún más). El hombre del sombrero los venció de un golpe a cada uno. Se acabó el show, me bajé de la farola y continué con…- ¡Alguien más está dispuesto a batirse en duelo! ¡Mi espada clama por un combate digno!- vaya, que interesante. Últimamente no había tenido nada de acción en tan lúgubre ciudad. La lluvia que teñía de gris el habiente le daría un toque de sentimentalismo al duelo. Me abrí paso entre la gente que cuchicheaba en círculo alrededor de la zona. Tras salir del cordón note que los murmullos subieron de volumen, con algú “vaya, está loco” y la verdad yo también lo pensé. Aquel hombre media mucho más que yo, debía estar loco para enfrentarme a él. Un señor de capa y sombrero, bastante joven.
-Que sea un duelo deportivo, no hace falta que tengamos una desgracia.- dije sacando la brillante hoja de carámbano de su funda.
Como bien dije, pasé bastante tiempo en aquella isla. Me dedicaba a hacer malabares por las calles. Ya puedes imaginarme, con mi atuendo de bufón medieval y mis bolas de malabares. Carámbano colgaba de mi cintura. En una ciudad como esa era tan común que le gante llevara espada que hasta un bufón podía. Volviendo a mi oficio, mi habilidad con las tres bolas había mejorado. No sabía más que truco simple pero a la gente le encantaba. También podía arrancarme con un monologo o contar algún cuento. Si me encontraba con algún músico simpático bailaba sus canciones, y repartíamos ganancias claro. Aun no me atrevía a hacer un show con los cuchillos pero siempre los llevaba encima. Practicaba en mi habitación de la taberna en la que trabajaba amenizando las noches para no tener que pagar el alojamiento y la comida. Pese a que había tenido mucho dinero, lo había perdido todo y estaba en las últimas. Pero día a día iba sobreviviendo y ahorraba para poder pagarme un viaje a por una presa. En esa isla no entraban muchos piratas y los que entraban no pagaban impuestos, pum…fuera.
Un día, en la plaza del puerto, trabaja con mis bolas cuando la gente dejó de atenderme. Escuche revuelo, subido a una farola vi que un hombre se enfrentaba a dos cobradores que acosaban a una chica. El hombre, claramente extranjero por su vestimenta, se manejó muy bien con esos dos gorilas. No eran difíciles de batir para un espadachín, yo mismo tenía que huir de ellos cada dos por tres (obviamente no pagaba esos impuestos que solo sirven para que la nobleza tenga aún más). El hombre del sombrero los venció de un golpe a cada uno. Se acabó el show, me bajé de la farola y continué con…- ¡Alguien más está dispuesto a batirse en duelo! ¡Mi espada clama por un combate digno!- vaya, que interesante. Últimamente no había tenido nada de acción en tan lúgubre ciudad. La lluvia que teñía de gris el habiente le daría un toque de sentimentalismo al duelo. Me abrí paso entre la gente que cuchicheaba en círculo alrededor de la zona. Tras salir del cordón note que los murmullos subieron de volumen, con algú “vaya, está loco” y la verdad yo también lo pensé. Aquel hombre media mucho más que yo, debía estar loco para enfrentarme a él. Un señor de capa y sombrero, bastante joven.
-Que sea un duelo deportivo, no hace falta que tengamos una desgracia.- dije sacando la brillante hoja de carámbano de su funda.
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De entre la multitud salió un joven vestido de bufón. No se esperaba que alguien con esos ropajes se decidiera a combatir contra él. Aunque bien pensado el bufón, como él, también era un artista, por lo que no debería juzgarlo previamente antes de verlo en acción. Por delante del gorro asomaba unos cuantos mechones, por lo que pudo deducir que era peliazul, o que al menos tenía esa parte del pelo de ese color. Era pequeño y menudo, prácticamente un niño con la mitad de su peso. Parecía confiado y aceptó abiertamente el duelo. De su cintura colgaba una hermosa espada. Tal parecía que en un reino medieval las armas de filo estaban a la orden del día, tanto era así que los duelos se contaban a decenas cada día. Había que ir preparado en caso de que surgiera uno. Ése era uno de los motivos por los que Syrio había decidido ir a esa isla.
El crío dijo que sólo quería un duelo deportivo, como si se tratase de un exhibición de esgrima en los que participaban los niños antes de volverse verdaderos espadachines. Quizás por su temprana edad sólo había luchado en esos eventos y eso era lo que buscaba. Un esgrimista como Forel no iba a aceptar eso. Cierto era que no pensaba matar a nadie, si no lo merecía, en un duelo, pero tampoco se lo iba a tomar como un simple juego, pues no lo era. No lo consideraba así y esperaba que nadie se tomara a broma algo tan serio. -Es un duelo, y como toda pelea puede ser un espectáculo, pero jamás se le debería tratar como si de un deporte se tratase. Esto no es un juego, es un combate- afirmó acercándose al joven y parándose delante de él. Sacó de su cinturón, que más parecía una faja, un guante de recio cuero y con él golpeó, usando el dorso, a la cara del crío. Uhhhh se escuchó a la multitud abarrotada bajo los toldos, apretados unos contra otros, protegiéndose de la lluvia. Obviamente esperaba que el chico respondiese con valentía y brío a la clara humillación que le había dado Syrio
El sombrero le hacía sombra a la mitad superior de su rostro y apenas se veía. Syrio le miró desafiante con sus ojos de color ámbar. Estos poco a poco se fueron tornando de un azul brillante que resaltaban bajo la sombra. Claramente estaba muy emocionado por el combate u estaba expectante por conocer la reacción del chico. Su mano derecha estaba apoyada sobre el mango de su espada y estaba dispuesto a blandirla en cualquier momento. Se respiraba la tensión en el ambiente y todos aguardaban expectantes al duelo que parecía que ocurriría bajo ese día de lluvia.
El crío dijo que sólo quería un duelo deportivo, como si se tratase de un exhibición de esgrima en los que participaban los niños antes de volverse verdaderos espadachines. Quizás por su temprana edad sólo había luchado en esos eventos y eso era lo que buscaba. Un esgrimista como Forel no iba a aceptar eso. Cierto era que no pensaba matar a nadie, si no lo merecía, en un duelo, pero tampoco se lo iba a tomar como un simple juego, pues no lo era. No lo consideraba así y esperaba que nadie se tomara a broma algo tan serio. -Es un duelo, y como toda pelea puede ser un espectáculo, pero jamás se le debería tratar como si de un deporte se tratase. Esto no es un juego, es un combate- afirmó acercándose al joven y parándose delante de él. Sacó de su cinturón, que más parecía una faja, un guante de recio cuero y con él golpeó, usando el dorso, a la cara del crío. Uhhhh se escuchó a la multitud abarrotada bajo los toldos, apretados unos contra otros, protegiéndose de la lluvia. Obviamente esperaba que el chico respondiese con valentía y brío a la clara humillación que le había dado Syrio
El sombrero le hacía sombra a la mitad superior de su rostro y apenas se veía. Syrio le miró desafiante con sus ojos de color ámbar. Estos poco a poco se fueron tornando de un azul brillante que resaltaban bajo la sombra. Claramente estaba muy emocionado por el combate u estaba expectante por conocer la reacción del chico. Su mano derecha estaba apoyada sobre el mango de su espada y estaba dispuesto a blandirla en cualquier momento. Se respiraba la tensión en el ambiente y todos aguardaban expectantes al duelo que parecía que ocurriría bajo ese día de lluvia.
Estábamos separados por unos diez pasos. Nos rodeaba la gente expectante de un combate. La lluvia era fina, no la notas mucho pero empapa. Un par de gotas ya resbalaban por la hoja de Carámbano. Mi contrincante estaba frente a mí, era alto, vestía bien y tenía buena presencia. Seguro que no tenía problemas para camelarse a las señoritas. Tenía una espada del mismo tipo que la mía, aunque Carámbano era de corte más militar. También tenía otra espada colgada en su fajín, con una hoja curva. A mí me intimidaba, debía pesar casi el doble que yo y era tan largo que me costaría acercarme sin llevarme un corte peligroso. En ese momento me estaba arrepintiendo de haber aceptado el reto.
El Talludo galán empezó a acercarse a mí diciendo que aquello no era un juego, parece que no había entendido lo que dije. Una vez estuvo, tanto que me intimidó aún más tener que mirar tan arriba para mantener la mirada en sus ojos, cogió un guante de cuero que colgaba en su fajín y me golpeó en la cara con él. Eso me cabreó bastante, era un símbolo de que la lucha iba a ir en serio, no terminaría hasta que uno no pueda ni levantarse, bueno…hasta que él no pueda ni moverse. Ese gesto me dio ganas de pinchar y cortar. Había vuelto ese sentimiento frenético de dañas que tanto tiempo llevaba intentando evitar, pero lo echaba de menos. El retador quedó mirándome y vi como su sombrero tapaba con una sombra parte de su cara, con un destello azul proveniente de sus ojos. Esa imagen ya no me asustaba, solo pensaba en devolverle la humillación que acababa de recibir de su guante. Corazón acelerado, risillas incontroladas y pensamientos emergentes incontrolado, todo eso me pasaba cuando tenía ganas de matar. Pero no, tenía que relajarme, era un duelo, no era plan de matar a nadie y menos delante de tanta gente. Volví a guardar a Carámbano en su funda y con la cabeza agachada caminé pasando por el lado de mi contrincante dejándolo de espaldas. ¿Me había rendido? No, en cuanto estuvo de nuevo a una distancia de unos cinco metros me di la vuelta de nuevo hacia él. Cogí mí, realmente estúpido, sombrero de bufón y lo tiré al suelo con fuerza. Agarré el mango de Carámbano notando su frio carácter en la palma de mi mano.
-Cuando quiera, Señor
El Talludo galán empezó a acercarse a mí diciendo que aquello no era un juego, parece que no había entendido lo que dije. Una vez estuvo, tanto que me intimidó aún más tener que mirar tan arriba para mantener la mirada en sus ojos, cogió un guante de cuero que colgaba en su fajín y me golpeó en la cara con él. Eso me cabreó bastante, era un símbolo de que la lucha iba a ir en serio, no terminaría hasta que uno no pueda ni levantarse, bueno…hasta que él no pueda ni moverse. Ese gesto me dio ganas de pinchar y cortar. Había vuelto ese sentimiento frenético de dañas que tanto tiempo llevaba intentando evitar, pero lo echaba de menos. El retador quedó mirándome y vi como su sombrero tapaba con una sombra parte de su cara, con un destello azul proveniente de sus ojos. Esa imagen ya no me asustaba, solo pensaba en devolverle la humillación que acababa de recibir de su guante. Corazón acelerado, risillas incontroladas y pensamientos emergentes incontrolado, todo eso me pasaba cuando tenía ganas de matar. Pero no, tenía que relajarme, era un duelo, no era plan de matar a nadie y menos delante de tanta gente. Volví a guardar a Carámbano en su funda y con la cabeza agachada caminé pasando por el lado de mi contrincante dejándolo de espaldas. ¿Me había rendido? No, en cuanto estuvo de nuevo a una distancia de unos cinco metros me di la vuelta de nuevo hacia él. Cogí mí, realmente estúpido, sombrero de bufón y lo tiré al suelo con fuerza. Agarré el mango de Carámbano notando su frio carácter en la palma de mi mano.
-Cuando quiera, Señor
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Guardó el guante usado para retar al joven bufón. Éste finalmente aceptó el reto de una vez, con las condiciones que ponía Syrio. Un duelo a la antigua usanza, un duelo por el honor, un duelo entre dos caballeros por ver quién tenía un mejor dominio de la esgrima. Poco importaba la edad o el tamaño, lo único con verdadero valor era la destreza y eso al mosquetero le sobraba. El chico dio unos cuantos pasos, cruzándolo y alejándose unos cinco metros detrás de él. Le dejó empezar el combate, mientras se preparaba, imitando su acción y poniendo su mano cerca de la empuñadura de la espada. Todo estaba preparado para el inicio del combate. Ambos espadachines frente a frente, empapados por la lluvia, dispuestos a cruzar sus espadas el uno con el otro. Era la distancia para un duelo perfecta la que había.
-Me llamo Syrio Forel, preparaos para el inminente duelo -advirtió prestándose formalmente dándose la vuelta. Levantó la mirada y fijó sus iris, ahora azules, sobre el rostro descubierto de su oponente. Estaba decidido, al igual que él. El ambiente se tensaba cada vez más. -Muchacho, cuál es vuestro nombre? -dijo a su vez que desenfundaba su espada ropera para levantarla y apuntarle con ella, como señal de que iba a ser el arma con el que le atacase. Con un ágil movimiento de su muñeca la esgrimió con habilidad. Se pudo de lado, para así ser un objetivo más pequeño al que ensartar. Sus ropajes eran incluso más amplios que él por lo que era dificil adivinar dónde estaba exactamente su cuerpo, pues no era excesivamente voluminoso. Ya iba a empezar con su ataque.
Dejó caer la capa hacia delante, la cual cubrió ambos brazos con ella, incluida la ropera que no se veía ya. Se fue acercando, dando pasos cruzados y formando un semicírculo hasta estar a unos escasos metros de él. Sus hábiles manos de mago hicieron bajo el capote un sutil cambio. La espada se hallaba ahora en su izquierda y en la derecha tenía ahora un cuchillo. Un buen ilusionista siempre escondía sus mejores bazas. Dio un paso veloz hacia delante, levantando con violencia la capa que por la bañada en agua que estaba salpicó mucho hacia rostros, buscando, intencionadamente hacerle perder un segundo la visión, por culpa de las numerosas gotas que iban a sus ojos. De debajo salió disparada hacia su cuerpo uno de sus estiletes, dagas pequeñas que pueden servir también para el combate cercano.
Danza del Agua: Proyectil [AIF]
-Me llamo Syrio Forel, preparaos para el inminente duelo -advirtió prestándose formalmente dándose la vuelta. Levantó la mirada y fijó sus iris, ahora azules, sobre el rostro descubierto de su oponente. Estaba decidido, al igual que él. El ambiente se tensaba cada vez más. -Muchacho, cuál es vuestro nombre? -dijo a su vez que desenfundaba su espada ropera para levantarla y apuntarle con ella, como señal de que iba a ser el arma con el que le atacase. Con un ágil movimiento de su muñeca la esgrimió con habilidad. Se pudo de lado, para así ser un objetivo más pequeño al que ensartar. Sus ropajes eran incluso más amplios que él por lo que era dificil adivinar dónde estaba exactamente su cuerpo, pues no era excesivamente voluminoso. Ya iba a empezar con su ataque.
Dejó caer la capa hacia delante, la cual cubrió ambos brazos con ella, incluida la ropera que no se veía ya. Se fue acercando, dando pasos cruzados y formando un semicírculo hasta estar a unos escasos metros de él. Sus hábiles manos de mago hicieron bajo el capote un sutil cambio. La espada se hallaba ahora en su izquierda y en la derecha tenía ahora un cuchillo. Un buen ilusionista siempre escondía sus mejores bazas. Dio un paso veloz hacia delante, levantando con violencia la capa que por la bañada en agua que estaba salpicó mucho hacia rostros, buscando, intencionadamente hacerle perder un segundo la visión, por culpa de las numerosas gotas que iban a sus ojos. De debajo salió disparada hacia su cuerpo uno de sus estiletes, dagas pequeñas que pueden servir también para el combate cercano.
Danza del Agua: Proyectil [AIF]
-Me llamo Syrio Forel, preparaos para el inminente duelo…. Muchacho, ¿cuál es vuestro nombre?- preguntó, apuntándome con su espada y clavando sus ojos en los míos. Debió ver algo en ellos, o quizá no se dio cuenta, pero mi alma ardía en deseos de comenzar. El numerito del guante, tan anticuado y ofensivo, me enfadó. Mi espíritu estaba imbuido en un sentimiento que no me gustaba pero no podía evitar. Ganas de matar. Ganas de humillar y de Clavar la espada en ese caballero de la orden o lo que fuera que fuese. Todo eso debía verse en mis azulados ojos, por lo menos una expresión de felicidad un poco inoportuna
-Me llamo Starus, la Brisa de la Montaña.
Entonces el misterioso espadachín echó su capa hacia delante y empezó a acercarse a mí dando un rodeo, mientras desenfundé mi espada lentamente. Me concentré porque con la capa por delante no podía ver su espada ni sus manos. No sabía que pretendía hacer. Siguió acercándose y yo estaba listo para empezar. *Entonces vi algo moverse en la tela, dio un latigazo con la bajera de la capa y me salpicó la cara del agua de lluvia en el suelo. Mi vista se nubló un instante y entonces vi que lanzaba algo. Me moví rápidamente a la izquierda, pero el objeto me hizo un corte en el hombro. Al parecer fue un cuchillo, fue curioso porque usábamos las mismas armas. Me agaché y de mi bota saque uno de mis cuchillos. Se lo lancé y, claro, el corte me dio un tirón al lanzar lo con la derecha. Pero nada más que un instante, lo mismo que tardaría mi cuchillo en alcanzarle.
Cuchillo arrojadizo [AIF]
-Me llamo Starus, la Brisa de la Montaña.
Entonces el misterioso espadachín echó su capa hacia delante y empezó a acercarse a mí dando un rodeo, mientras desenfundé mi espada lentamente. Me concentré porque con la capa por delante no podía ver su espada ni sus manos. No sabía que pretendía hacer. Siguió acercándose y yo estaba listo para empezar. *Entonces vi algo moverse en la tela, dio un latigazo con la bajera de la capa y me salpicó la cara del agua de lluvia en el suelo. Mi vista se nubló un instante y entonces vi que lanzaba algo. Me moví rápidamente a la izquierda, pero el objeto me hizo un corte en el hombro. Al parecer fue un cuchillo, fue curioso porque usábamos las mismas armas. Me agaché y de mi bota saque uno de mis cuchillos. Se lo lancé y, claro, el corte me dio un tirón al lanzar lo con la derecha. Pero nada más que un instante, lo mismo que tardaría mi cuchillo en alcanzarle.
Cuchillo arrojadizo [AIF]
Syrio Forel
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El joven bufón pareció afectado por su salpicadura inicial. Eso sería suficiente para calmar sus ganas de retar a un verdadero espadachín como Syrio. Por lo que ahora su cuchillo debería de darle de lleno y terminaría el combate de un solo movimiento. El pobre chico no sabía a lo que se enfrentaba. Se equivocó totalmente, los reflejos del muchacho era muy buenos, pues incluso con todo ello logró esquivar su corte, recibiendo un corte en su hombro. -"Al menos espero que le dificulte ese brazo"- pensó al ver como empezaba a brotar sangre de su lado derecho.
El chico de cuerpo menudo y ropas pintorescas, como poco, no esperó para empezar con su propia ofensiva. Syrio Forel se preparó para el inminente ataque de su joven adversario que estaba demostrando ser bastante más bueno de lo que su pequeño cuerpo demostraba. Sonrió ante tal escena. Starus, pues así es como se presentó, sacó un cuchillo de su bota. -"Así que también usa el arte de la daga y la espada..." -se dijo al ver como éste seguramente se lo lanzaría. Esta vez no erró en su predicción y se lo lanzó directamente, sin hacer ninguna clase de florituras, ni engaños como había hecho el ilusionista. Por lo que sería más fácil de esquivar. Sin embargo el cuchillo de Starus fue incluso algo más rápido que el suyo. -"Debe de tener un nivel algo superior al mío, tendré que superarlo con habilidad" -pensó al verlo. Se agachó, lanzándose de rodillas por la superficie, resbalando por el agua, de no ser así se habría dejado la piel en el suelo. Se echó hacia atrás y el cuchillo le propinó un corte en el pecho, justo por la abertura de la capa.
Se deslizó hasta quedar muy cerca de él. Entonces sacó la espada de debajo del capote, con la zurda, demostrando que lo había tenido oculto ahí en todo momento y le atacó a la pierna derecha. Sin embargo esto sólo fue un amago, pues justo antes de darlela clavó en el suelo, y ayudándose de ella, se levantó apoyando la mano sobre la empuñadura, para colocarse por encima de su rival en un acrobático movimiento. Una vez en lo alto, y habiendo quitado la espada del suelo previamente, le lanzó una potente estocada descendente al mismo hombro herido, buscando inutilizarle ese brazo , atravesando el hombro y así obtener ventaja en el duelo.
-Danza del Agua: Cascada [AF]
El chico de cuerpo menudo y ropas pintorescas, como poco, no esperó para empezar con su propia ofensiva. Syrio Forel se preparó para el inminente ataque de su joven adversario que estaba demostrando ser bastante más bueno de lo que su pequeño cuerpo demostraba. Sonrió ante tal escena. Starus, pues así es como se presentó, sacó un cuchillo de su bota. -"Así que también usa el arte de la daga y la espada..." -se dijo al ver como éste seguramente se lo lanzaría. Esta vez no erró en su predicción y se lo lanzó directamente, sin hacer ninguna clase de florituras, ni engaños como había hecho el ilusionista. Por lo que sería más fácil de esquivar. Sin embargo el cuchillo de Starus fue incluso algo más rápido que el suyo. -"Debe de tener un nivel algo superior al mío, tendré que superarlo con habilidad" -pensó al verlo. Se agachó, lanzándose de rodillas por la superficie, resbalando por el agua, de no ser así se habría dejado la piel en el suelo. Se echó hacia atrás y el cuchillo le propinó un corte en el pecho, justo por la abertura de la capa.
Se deslizó hasta quedar muy cerca de él. Entonces sacó la espada de debajo del capote, con la zurda, demostrando que lo había tenido oculto ahí en todo momento y le atacó a la pierna derecha. Sin embargo esto sólo fue un amago, pues justo antes de darlela clavó en el suelo, y ayudándose de ella, se levantó apoyando la mano sobre la empuñadura, para colocarse por encima de su rival en un acrobático movimiento. Una vez en lo alto, y habiendo quitado la espada del suelo previamente, le lanzó una potente estocada descendente al mismo hombro herido, buscando inutilizarle ese brazo , atravesando el hombro y así obtener ventaja en el duelo.
-Danza del Agua: Cascada [AF]
Mi cuchillo se dirigió rápido y firme hacia mi enemigo. Por la escasez de espacio entre los dos le sería difícil esquivarlo. Yo había mejorado mi lanzamiento de cuchillo desde que aquel artista callejero me enseñara. Aun no se podía decir que se me daba bien. Pero la distancia era la suficiente para no fallar. Vi una expresión de sorpresa en la cara de Syrio al ver mi arrojadizo volando hacia él. Me impresionó mucho la forma en la que lo esquivó, no era nada convencional. Se tiró de rodillas hacia delante como un roquero y se echó hacia atrás. Pese a que recibió un corte en el pecho, el movimiento fue muy acrobático.
Cuando salí de mi despiste me di cuenta de que Syrio estaba muy cerca y había sacado su espada de la capa… ¿En la mano izquierda? Vaya era ambidiestro. Pero no había tiempo para análisis, su filo se dirigía a mi pierna. La aparté pero nunca me hubiera alcanzado porque no era su objetivo. De nuevo un engaño, el usó su espada para levantarse y yo estaba en desequilibrio, una situación peliaguda. El espadachín se puso por encima de mi justo cuando yo apoyé mi pierna derecha y recuperé el equilibrio. Vi su espada dirigirse a mi hombro derecho en una estocada descendente. Fui lo suficientemente rápido para reacción, hice un giro pivotando con mi pierna izquierda (contraria al hombro afectado) para esquivar la estocada y ponerme detrás de él. Pero solo cumplí uno de los objetivos, pues me hizo un segundo corte que cruzaba con el primero, mi hombro estaba a punto de perecer pero todavía no estaba tan mal aunque me dolía. El giro me puso detrás de mi enemigo, y con la misma inercia de este, hice un barrido a sus piernas. Con suerte podría herir una de sus piernas, tirándolo al suelo y acabando con el duelo.
Barrido [AMF]
Cuando salí de mi despiste me di cuenta de que Syrio estaba muy cerca y había sacado su espada de la capa… ¿En la mano izquierda? Vaya era ambidiestro. Pero no había tiempo para análisis, su filo se dirigía a mi pierna. La aparté pero nunca me hubiera alcanzado porque no era su objetivo. De nuevo un engaño, el usó su espada para levantarse y yo estaba en desequilibrio, una situación peliaguda. El espadachín se puso por encima de mi justo cuando yo apoyé mi pierna derecha y recuperé el equilibrio. Vi su espada dirigirse a mi hombro derecho en una estocada descendente. Fui lo suficientemente rápido para reacción, hice un giro pivotando con mi pierna izquierda (contraria al hombro afectado) para esquivar la estocada y ponerme detrás de él. Pero solo cumplí uno de los objetivos, pues me hizo un segundo corte que cruzaba con el primero, mi hombro estaba a punto de perecer pero todavía no estaba tan mal aunque me dolía. El giro me puso detrás de mi enemigo, y con la misma inercia de este, hice un barrido a sus piernas. Con suerte podría herir una de sus piernas, tirándolo al suelo y acabando con el duelo.
Barrido [AMF]
Syrio Forel
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Un movimiento sorprendentemente ágil fue lo que usó el pequeño espadachín contra Forel para esquivar su estocada al hombro. Giró sobre su propio eje, usando hábilmente sus piernas para huir y alejarse del corte. De no haberlo hecho le habría atravesado el hombro. Sin embargo ésta logró realizarle un corte igualmente, aunque la herida fue menor de la que esperaba, debía de ser lo suficiente como para que ese brazo sea considerablemente más débil. Syrio resopló mientras caía al suelo, pues no dejaba de sorprenderle. Le había subestimado. No se trataba de un simple crío que jugaba a ser un espadachín. Su esgrima, sus movimientos, su fuerza y su velocidad no eran nada despreciables. De hecho empezaba a creer que el chico estaba por encima de él. Siempre se podían descubrir cosas cada día, y ese día había aprendido que el que parecía un simple bufón, un pequeño muchacho de casi diez años menor que él, era un espadachín lo suficientemente diestro como para poder entablar un combate uno a uno contra él y que este estuviera pasando apuros para poder ganarle. De hecho iban relativamente igualados.
El chico no esperó a que Syrio siguiera con su ofensiva pues le atacó inmediatamente, aprovechando el mismo giro que usó para esquivar como impulso para un ataque cortante hacia sus piernas. Desenvainó su otra espada; la Khopesh, un sable con el filo muy curvo, especializado en cortes, por ambos lados de la hoja; y con ella Se cubrió del ataque que venía directamente hacia sus piernas. Aprovechó la extrema curvatura de su hoja para desviar la espada hacia el suelo. No fue suficiente para evitar el corte, pues acabó recibiendo una prominente herida en el gemelo, aunque esperaba que si fuera suficiente para que se clavara en el suelo. Igualmente, ahora debía de estar en una posición incómoda en la que poder defenderse.
Arrastró sus dos espadas por el suelo, sacando chispas del mismo. Los metales se calentaron, pese a la lluvia, y ahora eran mucho más cortantes cuando atacaban, pues la carne se reblandecía por el calor, además dejaban quemaduras muy dolorosas allá por dónde cortasen. -Al rojo vivo- susurró mientras las pasaba por las rocas del pavimento. Sin más tardar lanzó un par de cortes, que formaron una X, hacia el cuerpo de su rival. Uno hacia cada hombro que iría, si todo salía bien, hacia la cadera contraria, es decir dos tajos oblicuo-descendentes con los que quería finalizar de una vez por todas el combate. Antes de que la herida en la pierna le empezara a resultar tan molesta que no pudiera usar más esa extremidad. Tenía que acabar con él ya.
Danza del Agua: Descenso al Estigia [AMF]
El chico no esperó a que Syrio siguiera con su ofensiva pues le atacó inmediatamente, aprovechando el mismo giro que usó para esquivar como impulso para un ataque cortante hacia sus piernas. Desenvainó su otra espada; la Khopesh, un sable con el filo muy curvo, especializado en cortes, por ambos lados de la hoja; y con ella Se cubrió del ataque que venía directamente hacia sus piernas. Aprovechó la extrema curvatura de su hoja para desviar la espada hacia el suelo. No fue suficiente para evitar el corte, pues acabó recibiendo una prominente herida en el gemelo, aunque esperaba que si fuera suficiente para que se clavara en el suelo. Igualmente, ahora debía de estar en una posición incómoda en la que poder defenderse.
Arrastró sus dos espadas por el suelo, sacando chispas del mismo. Los metales se calentaron, pese a la lluvia, y ahora eran mucho más cortantes cuando atacaban, pues la carne se reblandecía por el calor, además dejaban quemaduras muy dolorosas allá por dónde cortasen. -Al rojo vivo- susurró mientras las pasaba por las rocas del pavimento. Sin más tardar lanzó un par de cortes, que formaron una X, hacia el cuerpo de su rival. Uno hacia cada hombro que iría, si todo salía bien, hacia la cadera contraria, es decir dos tajos oblicuo-descendentes con los que quería finalizar de una vez por todas el combate. Antes de que la herida en la pierna le empezara a resultar tan molesta que no pudiera usar más esa extremidad. Tenía que acabar con él ya.
Danza del Agua: Descenso al Estigia [AMF]
Mi espada se dirigía directamente a las piernas de mi oponente, cuando una nueva espada se unía a la fiesta. Tenía una extraña hoja curva e hizo gala de ella desviando mi ataque. Mi ataque fue totalmente fallido, puesto que mi objetivo era derribarle por completo y terminar con esto. Sin embargo pude hacerle un feo corte en su gemelo, cosa que la pasaría factura durante el combate o eso creía. La punta de mi espada chocó en el suelo, produciendo un sonido metálico. Syrio era muy listo y siempre evitaba mis ataques con movimientos geniales, que me dejaba en situaciones comprometidas frente a su ataque. Esta vez no fue menos, mi espada fue al suelo, dejándome así un poco agachado. Al enderezarme me encontré con sus dos espadas en lo alto, directas hacia mí. Una situación peliaguda, puesto que fue repentino. Bloquear no era una opción, mi hombro derecho no aguantaría la fuerza de Syrio y necesitaba las dos manos. Solo pude dar un paso atrás, pero siempre se dice “Si dudas, es que es demasiado tarde”. Sus espadas escribieron una “x” en mi pecho del tamaño de un folio. No era una herida muy profunda, pero si muy dolorosa. En el corte noté un calor intenso, muy raro, no entendía por qué sucedió eso. Más tarde me di cuenta que mi herida estaba un poco quemada, cosa que lo hacía más extraño todavía.
Ahora estábamos de nuevo separados, como al principio. Tanto mi pecho y mi hombro como tu pecho y si pierna sangraban. Estaba siendo un duelo muy igualado. Syrio era más inteligente que yo, parecía que manejaba la situación, pero yo era más rápido y un tanto escurridizo por mi reducido tamaño. Sin embargo ahora tenía sus dos espadas des envainada “Al final te hice sacarla” dije desde mi sitio. Al ver la diferencia de las dos espadas me hizo preguntarme como afrontaría el combate ahora mi compañero. La nube negra dejó de caer sobre nosotros, pero quiso quedarse a ver el duelo. La parte de arriba de mi traje de bufón estaba destrozado por delante y era un puñado de harapos que colgaban de mis hombros. Al ser tan holgados se llevaron la gran parte y gracias a ellos el corte no fue tan profundo, pero ahora solo molestaban. Tiré fuerte de ellos para arrancarlos de mi cuerpo, dejando ver un torso flaco pero algo fibroso.
-Esto no es un juego, ¿cierto?- Comencé mi carrera. Corrí todo lo que pude, también gracias a mi botas la velocidad fue idónea. La espada iba detrás de mí para, en cuanto me pusiera a la distancia correcta, propinarle un corte ascendente desde la cadera al hombro a mi contrincante. Además, justo antes de que mi espada tocara su cuerpo, accioné el mecanismo que mandaba el nitrógeno líquido almacenado en la empuñadura de mi espada a los micro agujeros del filo de carámbano. Con la herida llena de nitrógeno líquido no podría soportar el dolor.
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Corte congelante [AMF]
Ahora estábamos de nuevo separados, como al principio. Tanto mi pecho y mi hombro como tu pecho y si pierna sangraban. Estaba siendo un duelo muy igualado. Syrio era más inteligente que yo, parecía que manejaba la situación, pero yo era más rápido y un tanto escurridizo por mi reducido tamaño. Sin embargo ahora tenía sus dos espadas des envainada “Al final te hice sacarla” dije desde mi sitio. Al ver la diferencia de las dos espadas me hizo preguntarme como afrontaría el combate ahora mi compañero. La nube negra dejó de caer sobre nosotros, pero quiso quedarse a ver el duelo. La parte de arriba de mi traje de bufón estaba destrozado por delante y era un puñado de harapos que colgaban de mis hombros. Al ser tan holgados se llevaron la gran parte y gracias a ellos el corte no fue tan profundo, pero ahora solo molestaban. Tiré fuerte de ellos para arrancarlos de mi cuerpo, dejando ver un torso flaco pero algo fibroso.
-Esto no es un juego, ¿cierto?- Comencé mi carrera. Corrí todo lo que pude, también gracias a mi botas la velocidad fue idónea. La espada iba detrás de mí para, en cuanto me pusiera a la distancia correcta, propinarle un corte ascendente desde la cadera al hombro a mi contrincante. Además, justo antes de que mi espada tocara su cuerpo, accioné el mecanismo que mandaba el nitrógeno líquido almacenado en la empuñadura de mi espada a los micro agujeros del filo de carámbano. Con la herida llena de nitrógeno líquido no podría soportar el dolor.
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Syrio Forel
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El gemelo le dolía mucho y no dejaba de sangrar. Definitivamente esa herida resultaría molesta y cada vez iría a peor. Su corte debía de ser definitivo o eso se complicaría en exceso. No tuvo todo el efecto que quiso, aunque al menos se llevaría un bonito recuerdo en forma de cicatriz de parte del ilusionista. Se alejó para esquivar el doble corte recibiendo dos sendas heridas en el pecho que se cruzaban dibujando un bonito diez romano y quemaduras por parte de su ardiente hoja. Pero su rival no iba a ser detenido tan fácilmente. Era un feroz espadachín. Su resistencia y su habilidad fue reconocida por Forel, aunque no tuvo tiempo de demostrárselo pues éste tampoco le dejaría tiempo a reponerse o para que busque una situación favorable, pues ésa era su especialidad, el poder sacara provecho a cada situación que podía.
Se quitó la parte superior de sus ropajes. Dejó desnudo su torso que rápidamente se empapó por la lluvia. A pesar de ser pequeño era tonificado, por ello se valía de esa gran rapidez y agilidad. Le gustaba el estilo de combatir de aquel chico, era muy similar al suyo. Espadas y dagas, como en la vieja escuela. Un duelo de verdaderos espadachines en mitad de una ciudad medieval, bajo la lluvia. No podía evitar sentirse plenamente fascinado y encantado por el combate. Ya no tenía ganas de humillar a Starus, ya no quería demostrarle qué era un duelo entre hombres pues él le acaban de demostrar que esta sobradamente preparado para combatir. Le escuchó y sonrió, pero no dio ninguna respuesta, pues ya se lanzaba con su siguiente ofensiva. Syrio no lo tendría nada fácil para luchar con el joven de pelo añil. Toda una fiesta de guerra.
Era rápido, sorprendentemente rápido. Todavía no había demostrado su verdadera rapidez en el combate. Syrio se sintió un poco avergonzado, pues ya le costaba seguir el ritmo anterior del chico, como para que ahora fuera incluso más deprisa. Casi sin darse cuenta éste le lanzó un tajo ascendente, que de darle de lleno lo podría haber partido en dos perfectamente. Sin embargo el corte no llegó a alcanzarle del todo, sólo recibió un pequeño corte, dolorosamente horrible que le heló la sangre. Starus debía de haber errado su corte por los holgados ropajes del pelinegro. Su corte había fallado estrepitosamente, desgarrando su capa y sus vestiduras. Vio como estas se cristalizaban por el inmenso frío que desprendía su hoja y por la congelación de las gotas de lluvia. Quedó como su oponente, sin la parte superior de sus prendas. Usó eso mismo para su propio beneficio. Dio un paso adelante, girando y agachando su cuerpo, quedando de espaldas a él.
Buscó adentrarse en su guardia, quedándose en una posición muy baja de la que seria difícil cubrirse y dejando la espada muy lejos como para que pueda cubrirse con facilidad. Aprovechó la inercia del primer paso para seguir girando violentamente sobre un sólo pie (el bueno), como si se tratase de un paso de baile, hasta dar un total de tres vueltas. Cada una de ellas llevaba dos cortes ascendentes, el primero de los dos usado sobretodo para romper la defensa y el segundo para cortar y triturar, más aún usando su estilo de Al Rojo Vivo. Su intención era dar cuatro cortes prácticamente horizontales que le dejasen malherido y finalizar con uno doble casi vertical que lo mandara a volar y terminase el encuentro. No quería matarlo, pero tampoco quería perder. Era un combate en que el que ese niño le había demostrado que debía de tratarlo como a todo un hombre. El chico merecía su mejor movimiento.
Danza del Agua: Géiser [AB]
Se quitó la parte superior de sus ropajes. Dejó desnudo su torso que rápidamente se empapó por la lluvia. A pesar de ser pequeño era tonificado, por ello se valía de esa gran rapidez y agilidad. Le gustaba el estilo de combatir de aquel chico, era muy similar al suyo. Espadas y dagas, como en la vieja escuela. Un duelo de verdaderos espadachines en mitad de una ciudad medieval, bajo la lluvia. No podía evitar sentirse plenamente fascinado y encantado por el combate. Ya no tenía ganas de humillar a Starus, ya no quería demostrarle qué era un duelo entre hombres pues él le acaban de demostrar que esta sobradamente preparado para combatir. Le escuchó y sonrió, pero no dio ninguna respuesta, pues ya se lanzaba con su siguiente ofensiva. Syrio no lo tendría nada fácil para luchar con el joven de pelo añil. Toda una fiesta de guerra.
Era rápido, sorprendentemente rápido. Todavía no había demostrado su verdadera rapidez en el combate. Syrio se sintió un poco avergonzado, pues ya le costaba seguir el ritmo anterior del chico, como para que ahora fuera incluso más deprisa. Casi sin darse cuenta éste le lanzó un tajo ascendente, que de darle de lleno lo podría haber partido en dos perfectamente. Sin embargo el corte no llegó a alcanzarle del todo, sólo recibió un pequeño corte, dolorosamente horrible que le heló la sangre. Starus debía de haber errado su corte por los holgados ropajes del pelinegro. Su corte había fallado estrepitosamente, desgarrando su capa y sus vestiduras. Vio como estas se cristalizaban por el inmenso frío que desprendía su hoja y por la congelación de las gotas de lluvia. Quedó como su oponente, sin la parte superior de sus prendas. Usó eso mismo para su propio beneficio. Dio un paso adelante, girando y agachando su cuerpo, quedando de espaldas a él.
Buscó adentrarse en su guardia, quedándose en una posición muy baja de la que seria difícil cubrirse y dejando la espada muy lejos como para que pueda cubrirse con facilidad. Aprovechó la inercia del primer paso para seguir girando violentamente sobre un sólo pie (el bueno), como si se tratase de un paso de baile, hasta dar un total de tres vueltas. Cada una de ellas llevaba dos cortes ascendentes, el primero de los dos usado sobretodo para romper la defensa y el segundo para cortar y triturar, más aún usando su estilo de Al Rojo Vivo. Su intención era dar cuatro cortes prácticamente horizontales que le dejasen malherido y finalizar con uno doble casi vertical que lo mandara a volar y terminase el encuentro. No quería matarlo, pero tampoco quería perder. Era un combate en que el que ese niño le había demostrado que debía de tratarlo como a todo un hombre. El chico merecía su mejor movimiento.
Danza del Agua: Géiser [AB]
- Explicación de porque esquivo tu ataque tan fácilmente:
- Es debido a que has incumplido una norma. Tranquilo a mítambién me ha pasado xD y sé que jode que te esquiven un ataque por una tontería como ésa. Pero es un combate y ésta es la mejor forma de aprender. Desde ese día procuro no volver a cagarla en lo mismo. Espero que con este útlimo ataque te haya ganado de una vez. La verdad es que me ha parecido un buen combate, me ha gustado mucho.
No se podrá repetir la misma nomenclatura en dos ataques consecutivos del mismo PJ
https://www.onepiece-definitiverol.com/t6-reglas-de-combates
Fue me carrera más rápida, mi golpe más contundente, pero todo fallo. Se me nubló la mente, quería terminar con aquello de un solo golpe. Mi mejor golpe. Si le hubiera dado de lleno no podría haber continuado y yo me hubiera alzado con la victoria. Pero me precipité. No me di cuenta de los detalles, solo fui a atacar como un animal. Sus anchos ropajes me confundieron. Por un momento vi la imagen que yo buscaba, pero un instante después me di cuenta de que casi no hubo sangre, solo le hice un pequeño corte.me quedé tan helado como quería que lo hubiera estado él. Pero… ¿Por qué? ¿Tan obcecado estaba por vencer qué me llevó a la derrota?
Entonces vi una espada venir rápidamente hacia mí, la bloqué. Otras tras ella me fue difícil bloquearla, pero pude. Syrio estaba llevando a cabo su contra ataque y yo en los laureles lamentándome por mi fallo. Sus espadas volvieron a por mí, pero mis fuerzas me habían abandonado. Me dieron de lleno y caí a tres metros de distancia. Mi espada, carámbano, también me dejó. Salió despedida de mi mano, para acabar cerca de los pies de los espectadores.
Yo estaba, tirado y ensangrentado. El dolor solo de veía tapado por una vorágine de sentimiento que hundían mi pecho. Tristeza, rabia, humillación y vergüenza, pero no odio. Me incorporé dolorosamente y vi a mi contrincante. Alto y con el pecho descubierto, con una presencia imponente. Sus dos espadas aún le acompañaban, mientras que carámbano estaba dos metros tras de mí. Volví a tirarme al suelo, con los brazos extendidos a cada lado. Los malos sentimientos empezaban a irse al escuchar los aplausos y vítores del público. Me di cuenta que había perdido contra un gran espadachín, y lo que es mejor, que casi le venzo yo a él. Subí una mano señalando a mi, ya no contrincante, si no compañero y levantando la cabeza para mirarle.
-Syrio…te venceré, algún día-le dije, tras eso sonreí y me desmayé.
Entonces vi una espada venir rápidamente hacia mí, la bloqué. Otras tras ella me fue difícil bloquearla, pero pude. Syrio estaba llevando a cabo su contra ataque y yo en los laureles lamentándome por mi fallo. Sus espadas volvieron a por mí, pero mis fuerzas me habían abandonado. Me dieron de lleno y caí a tres metros de distancia. Mi espada, carámbano, también me dejó. Salió despedida de mi mano, para acabar cerca de los pies de los espectadores.
Yo estaba, tirado y ensangrentado. El dolor solo de veía tapado por una vorágine de sentimiento que hundían mi pecho. Tristeza, rabia, humillación y vergüenza, pero no odio. Me incorporé dolorosamente y vi a mi contrincante. Alto y con el pecho descubierto, con una presencia imponente. Sus dos espadas aún le acompañaban, mientras que carámbano estaba dos metros tras de mí. Volví a tirarme al suelo, con los brazos extendidos a cada lado. Los malos sentimientos empezaban a irse al escuchar los aplausos y vítores del público. Me di cuenta que había perdido contra un gran espadachín, y lo que es mejor, que casi le venzo yo a él. Subí una mano señalando a mi, ya no contrincante, si no compañero y levantando la cabeza para mirarle.
-Syrio…te venceré, algún día-le dije, tras eso sonreí y me desmayé.
- Si quieres:
- Si quieres seguir con un poco de rol escénico tras la lucha para llegar a los 7 post cada uno a mi me gustaría. como estoy desmayado me llevas a un medico o nos tomamos una copa al día siguiente o algo
Syrio Forel
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Syrio vio como sus dos espadas desgarraban al chico que finalmente salió despedido por los aires con feos cortes y sendas quemaduras. el combate había finalizado. El público vitoreaba a los dos espadachines pues habían dado un fantástico duelo, digno de verdaderos hombres. Se incorporó del todo y guardó sus dos espadas, que ya se habían enfriado volviendo a su estado normal, en la faja de su cintura. Giró levemente la cabeza y fijó la vista en el muchacho. Nadie tan joven había demostrado tener tanto valor y coraje como él pues también se había puesto de pie, pese a las graves heridas. La lluvia los tenía totalmente empapados y al fin empezaba a sentir como el frío le calaba hasta los huesos. El combate, la adrenalina, la emoción y el intenso movimiento habían hecho que no se hubiese dado cuenta hasta ahora.
El chico volvió al suelo, aunque parecía que se había tirado el mismo. No sabía si era porque había traspasado su límite o si simplemente quería descansar un poco. Sin embargo hizo algo que le sorprendió enormemente. Alzó su brazo y lo señaló diciendo unas palabras que a todo espadachín le gustaría que le dijeran alguna vez. -Esperaré con ansias ese combate, Starus -respondió. No olvidaría ese nombre fácilmente. Vio como bajó el brazo y se desplomó. El combate había sido intenso y ya no podía más. Se acercó a él lentamente. Pero se paró a mitad de camino. Vio la espada que había usado contra él. Era un arma excepcional. La recogió, y también su sombrero y su capa que estaban desperdigados por en medio, y siguió su camino hasta el pequeño bufón. Guardó la espada junto a su dueño y lo cargó en brazos, para luego subirlo a su hombro. Tenía la intención de llevarlo hasta un médico para que curase sus heridas. Todos los que vieron la escena se emocionaron por el noble acto caballeresco del mosquetero.
Empezó a caminar adentrándose en la ciudad, buscando algún médico o curandero que al menos pudiera cerrar las heridas que el mismo Syrio Forel había causado. Finalmente tras, bastantes minutos buscando alguno terminó encontrándolo. Entró junto al peliazul. La cara de sorpresa del médico fue mayúscula cuando vio a dos hombres totalmente empapados y llenos de heridas. -¿Qué ha pasado? -preguntó alarmado al verles a los dos llegar. -Hemos tenido un duelo. Vengo a que sanéis a este joven practicante de esgrima. Un día será un gran espadachín. Debéis curarle, os lo ruego -pidió finalmente el espadachín inclinándose hacia él dejando a Starus sobre la camilla. El médico se quedó atónito. Nunca nadie había traído a su rival para que lo curase y mucho menos cuando estaba casi tan herido como el muchacho pues las heridas del pelinegro eran también muy feas. Además tampoco podía creerse que no tuvieran todavía una pulmonía por culpa de la intensa lluvía de Hallstat. -Levante, hombre. No acepto ruegos de nadie. Desde que aprendí medicina me propuse curar a todo aquél que así lo requiriese -explicó, haciéndolo un gesto para que deje de estar en el suelo. Le dio una toalla para que se seque a Syrio. No tardó en ponerse manos a la obra con su paciente. Por su parte, el mosquetero se dispuso a escribir una carta a su oponente. En cuanto la acabó se la entregó al médico para que se la diese de su parte y tras eso, habiendo secado ya sus ropajes y a él mismo, se largó del sitio, ante la llamada de atención del médico que alegaba que sus heridas necesitaban tratamiento. Pero le ignoró y partió del lugar, sonriente por haber encontrado a un nuevo rival.
El chico volvió al suelo, aunque parecía que se había tirado el mismo. No sabía si era porque había traspasado su límite o si simplemente quería descansar un poco. Sin embargo hizo algo que le sorprendió enormemente. Alzó su brazo y lo señaló diciendo unas palabras que a todo espadachín le gustaría que le dijeran alguna vez. -Esperaré con ansias ese combate, Starus -respondió. No olvidaría ese nombre fácilmente. Vio como bajó el brazo y se desplomó. El combate había sido intenso y ya no podía más. Se acercó a él lentamente. Pero se paró a mitad de camino. Vio la espada que había usado contra él. Era un arma excepcional. La recogió, y también su sombrero y su capa que estaban desperdigados por en medio, y siguió su camino hasta el pequeño bufón. Guardó la espada junto a su dueño y lo cargó en brazos, para luego subirlo a su hombro. Tenía la intención de llevarlo hasta un médico para que curase sus heridas. Todos los que vieron la escena se emocionaron por el noble acto caballeresco del mosquetero.
Empezó a caminar adentrándose en la ciudad, buscando algún médico o curandero que al menos pudiera cerrar las heridas que el mismo Syrio Forel había causado. Finalmente tras, bastantes minutos buscando alguno terminó encontrándolo. Entró junto al peliazul. La cara de sorpresa del médico fue mayúscula cuando vio a dos hombres totalmente empapados y llenos de heridas. -¿Qué ha pasado? -preguntó alarmado al verles a los dos llegar. -Hemos tenido un duelo. Vengo a que sanéis a este joven practicante de esgrima. Un día será un gran espadachín. Debéis curarle, os lo ruego -pidió finalmente el espadachín inclinándose hacia él dejando a Starus sobre la camilla. El médico se quedó atónito. Nunca nadie había traído a su rival para que lo curase y mucho menos cuando estaba casi tan herido como el muchacho pues las heridas del pelinegro eran también muy feas. Además tampoco podía creerse que no tuvieran todavía una pulmonía por culpa de la intensa lluvía de Hallstat. -Levante, hombre. No acepto ruegos de nadie. Desde que aprendí medicina me propuse curar a todo aquél que así lo requiriese -explicó, haciéndolo un gesto para que deje de estar en el suelo. Le dio una toalla para que se seque a Syrio. No tardó en ponerse manos a la obra con su paciente. Por su parte, el mosquetero se dispuso a escribir una carta a su oponente. En cuanto la acabó se la entregó al médico para que se la diese de su parte y tras eso, habiendo secado ya sus ropajes y a él mismo, se largó del sitio, ante la llamada de atención del médico que alegaba que sus heridas necesitaban tratamiento. Pero le ignoró y partió del lugar, sonriente por haber encontrado a un nuevo rival.
StarusAcepto ese segundo duelo de revancha encantado. Búscame en el Grand Line. Cuando nos encontremos nuestras espadas se volverán cruzar. Para entonces espero que los dos seamos mucho mejor espadachines de lo que somos ahora.Syrio forel
Desperté una cama dura, olía a medicamentos, y es que estaba en una clínica. Me levanté, estaba lleno de bandas i me dolía todo. Al salir de la habitación tres enfermeras muy sexys me intentaron parar, pero no les hice caso. “Donde está Syrio”. Se acercó a mí un hombre con bata blanca…seguramente médico. Me dijo que se fue ayer mismo y que yo llevaba durmiendo todo el día. Me dio además una nota.
Salí de la clínica y me embarqué, no seguiría su pista porque no estaba preparado para un nuevo encuentro. Nuevas aventuras y enemigos me harían los suficientemente fuerte como para venderle. Solo el tiempo me ayudará.
“Te encontraré Syrio, estoy ansioso.”Syrio escribió:“Starus
Acepto ese segundo duelo de revancha encantado. Búscame en el Grand Line. Cuando nos encontremos nuestras espadas se volverán cruzar. Para entonces espero que los dos seamos mucho mejor espadachines de lo que somos ahora.
Syrio forel”
Salí de la clínica y me embarqué, no seguiría su pista porque no estaba preparado para un nuevo encuentro. Nuevas aventuras y enemigos me harían los suficientemente fuerte como para venderle. Solo el tiempo me ayudará.
FIN
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