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La lluvia caía de forma impresionante sobre la isla de Galuna, los enormes nubarrones negros del cielo no parecían tener pinta de irse en unas horas, el pequeño pueblo del centro estaba desierto como era normal pues todos estarían seguramente en sus casas durmiendo o haciendo cualquier otra cosa. El oleaje del mar también era violento sin duda, cualquier barco pequeño acabaría sin duda en el agua y sus marineros ahogados. Los árboles se balanceaban de un lado a otro como si estuviesen hechos de goma debido al potente viento que soplaba también. No se veía ni siquiera a un triste animal, todos estaban refugiados y tan solo se escuchaba el sonido de la lluvia, eso iba a durar poco pues la paz no siempre reinaba. Un grupo de personas caminaba ahora por la playa, portaban un enorme ataúd que llevaban por lo menos entre unos siete hombres, algo tétrico sin duda y una escena que una persona normal encontraría algo desagradable y siniestra.
Desde lo alto de una pequeña montaña se hallaba un hombre tirado en el suelo boca abajo, vestía totalmente con un traje negro y con camisa blanca, sin embargo llevaba también un abrigo verde militar con una enorme capucha. Del hueco de dicha prenda se podía ver algo de humo salir, el que fuera estaba fumando. Este hombre se trataba ni más ni menos que de un agente del gobierno mundial, el CP4 Castor Troy. El recién ascendido estaba calmado y observaba la escena con calma pues formaba parte de su misión. Sus superiores le habían mandado a aquella isla a arrestar a un peligroso contrabandista que se dedicaba a la venta de drogas y armas, lo había localizado por fin y estaba seguro que en aquel ataúd no había ningún cadáver ni nada parecido. Soltó un leve suspiro para después darle otra calada al cigarro que se estaba fumando, no tardó mucho en estirar su mano derecha hacia el bolsillo y sacar una pequeña petaca, un buen ron mientras espiaba al enemigo era lo suyo.
Le pegó un buen trago sintiendo el ardiente líquido bajarle por la garganta para después incluso eructar por lo bajo. Por fin aquellos tipos se frenaron y dejaron el enorme objeto en el suelo, se sentaron y empezaron a esperar con unos paraguas en las manos. Seguramente estaban esperando al cliente, entre ellos había un tipo que más bien parecía un robot, casco negro y armadura plateada, además en su mano derecha una pistola. Se estaba aburriendo demasiado y se moría de ganas por salir de su escondite, se lo pensó un poco y después entendió que debía de tener paciencia. No pasaron ni cinco segundos cuando el castaño se puso en pie dando la última calada al cigarro, acto seguido guardó la petaca y metió su otra mano en el interior del abrigo, sacando una jodida Uci. – ¡Tragad plomo hijos de puta! – Gritó sin pleno aviso empezando a reírse como un loco y soltando una enorme ráfaga de disparos que empezó a impactar en aquellos tipos. La puntería del CP no era muy buena pero al disparar tanta bala aquella cosa y haber tantos objetivos, no tardó mucho en erradicar a tres. El que parecía el cabecilla empezó a disparar al agente mientras iba retrocediendo, el resto de hombres caían al no tener armas de fuego.
Desde lo alto de una pequeña montaña se hallaba un hombre tirado en el suelo boca abajo, vestía totalmente con un traje negro y con camisa blanca, sin embargo llevaba también un abrigo verde militar con una enorme capucha. Del hueco de dicha prenda se podía ver algo de humo salir, el que fuera estaba fumando. Este hombre se trataba ni más ni menos que de un agente del gobierno mundial, el CP4 Castor Troy. El recién ascendido estaba calmado y observaba la escena con calma pues formaba parte de su misión. Sus superiores le habían mandado a aquella isla a arrestar a un peligroso contrabandista que se dedicaba a la venta de drogas y armas, lo había localizado por fin y estaba seguro que en aquel ataúd no había ningún cadáver ni nada parecido. Soltó un leve suspiro para después darle otra calada al cigarro que se estaba fumando, no tardó mucho en estirar su mano derecha hacia el bolsillo y sacar una pequeña petaca, un buen ron mientras espiaba al enemigo era lo suyo.
Le pegó un buen trago sintiendo el ardiente líquido bajarle por la garganta para después incluso eructar por lo bajo. Por fin aquellos tipos se frenaron y dejaron el enorme objeto en el suelo, se sentaron y empezaron a esperar con unos paraguas en las manos. Seguramente estaban esperando al cliente, entre ellos había un tipo que más bien parecía un robot, casco negro y armadura plateada, además en su mano derecha una pistola. Se estaba aburriendo demasiado y se moría de ganas por salir de su escondite, se lo pensó un poco y después entendió que debía de tener paciencia. No pasaron ni cinco segundos cuando el castaño se puso en pie dando la última calada al cigarro, acto seguido guardó la petaca y metió su otra mano en el interior del abrigo, sacando una jodida Uci. – ¡Tragad plomo hijos de puta! – Gritó sin pleno aviso empezando a reírse como un loco y soltando una enorme ráfaga de disparos que empezó a impactar en aquellos tipos. La puntería del CP no era muy buena pero al disparar tanta bala aquella cosa y haber tantos objetivos, no tardó mucho en erradicar a tres. El que parecía el cabecilla empezó a disparar al agente mientras iba retrocediendo, el resto de hombres caían al no tener armas de fuego.
Énra Kelter
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Me encontraba en un pequeño barco mercante, toda la tripulación tenía miedo de acercarse, pero les había pagado muy bien para llevarme. Cuando llegaran a sus casas podrían contar la historia del gran murciélago parlante, de color verde fosforito, que decía ser un gran médico y que habían llevado por un precio que casi pagaría otro barco. La verdad es, que aquellas malditas pastillas podían ser útiles, pero ahora mismo no era para nada discreto gracia a ellas. Además de eso, mis pantalones, normalmente azules, ahora eran unos pantalones bombachos de color verde, a juego con mi pelaje.
En cuanto llegué a la isla, y me alejé un poco del puerto me tomé otra de aquellas pastillas, el color resultante fue algo menos llamativo: rojo oscuro, casi marrón. Me deshice de los pantalones, cambiándolos por unos de color negro con un logo en las perneras, mis pantalones de matar. Mi objetivo era un hombre de la isla, aún no poseía información acerca de él, pero en la ciudad de la noche alguien lo quería muerto. El tiempo que estuve trabajando en aquel prostíbulo se estaba amortizando sólo, con la cantidad de contratos que tenía ahora pendientes.
En ese momento una gran tormenta se desató, “vaya, esos marineros tenían razón”, pensé recordando lo que habían dicho acerca del mal aspecto de las nubes. Esperaba no necesitar volar, el endiablado viento que se había levantado me dificultaría mucho las cosas. Pasando de esas cosas, necesitaba información, y donde mejor que una taberna para conseguirla. Dentro de esta, apenas cuatro hombres, bebían y jugaban a las cartas en una mesa; el tabernero atareado limpiando algún tipo de artilugio en la pared, tras la barra y una chica joven limpiando las mesas de fuera.
-Buenas, Señor,- Le dije acercándome a la barra- me gustaría una pinta. Y algo de información acerca de un tal Viltorio. – Esto último se lo dije más bajo, pero aun así pude notar como los hombres de la mesa se ponían tensos.
En cuanto llegué a la isla, y me alejé un poco del puerto me tomé otra de aquellas pastillas, el color resultante fue algo menos llamativo: rojo oscuro, casi marrón. Me deshice de los pantalones, cambiándolos por unos de color negro con un logo en las perneras, mis pantalones de matar. Mi objetivo era un hombre de la isla, aún no poseía información acerca de él, pero en la ciudad de la noche alguien lo quería muerto. El tiempo que estuve trabajando en aquel prostíbulo se estaba amortizando sólo, con la cantidad de contratos que tenía ahora pendientes.
En ese momento una gran tormenta se desató, “vaya, esos marineros tenían razón”, pensé recordando lo que habían dicho acerca del mal aspecto de las nubes. Esperaba no necesitar volar, el endiablado viento que se había levantado me dificultaría mucho las cosas. Pasando de esas cosas, necesitaba información, y donde mejor que una taberna para conseguirla. Dentro de esta, apenas cuatro hombres, bebían y jugaban a las cartas en una mesa; el tabernero atareado limpiando algún tipo de artilugio en la pared, tras la barra y una chica joven limpiando las mesas de fuera.
-Buenas, Señor,- Le dije acercándome a la barra- me gustaría una pinta. Y algo de información acerca de un tal Viltorio. – Esto último se lo dije más bajo, pero aun así pude notar como los hombres de la mesa se ponían tensos.
C. K.
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Catherine se mueve en su posición, nerviosa ante lo que va a suceder. Lo está viendo venir, ese desgraciado agente va a meterse él solo en un lío enorme, y ella va a tener que sacarle las castañas del fuego. Malditos hombres que se creen los mejores por llevar un arma que pega muchos tiros y por hacer mucho ruido. A veces la agente se pregunta cómo algunos de ellos han llegado siquiera a entrar en el cuerpo de la agencia.
- Tsk... -la mujer chasquea la lengua mientras observa a su compañero echar un trago y sacar la uzi-. Bebiendo en horas de servicio y liándose a tiros a las primeras de cambio. Perfecto. -la mujer suspira y se coloca en posición, metiendo una pastilla roja en la boca. Al mismo tiempo, su cuerpo se volvió oscuro, casi negro.
Cuando el hombre empieza a descargar balas sobre sus enemigos, la mujer acelera hasta situarse al lado del agente que lleva la uzi. Un instante después, ha atravesado la lluvia de balas, dejando atrás los proyectiles del agente y evitando los dos que llegan de frente. Al tiempo que desenvaina la espada para cortar a la altura del brazo izquierdo, el mismo que sostiene la pistola, al hombre al que le han enviado a capturar. Toda la escena apenas ha durado un instante, y es posible que lo único que se haya visto es un borrón negro durante un instante. La mujer continúa corriendo mientras enfunda la hoja, desapareciendo de la vista y tan solo deteniéndose unos cientos de metros más adelante.
- Objetivo suprimido -anuncia la agente-. Un agente debería encargarse de llevarlo a la central. Me dispongo a comprobar el estado del transporte.
- CK, te noto seria, ¿ocurre algo? -dice la voz al otro lado de la linea.
- Nada, Mathew... solo que no me gustan los novatos temerarios. -suspira la mujer, mientras cierra la conexión y vuelve caminando hacia el lugar donde ha dejado al agente con el contrabandista.
- Tsk... -la mujer chasquea la lengua mientras observa a su compañero echar un trago y sacar la uzi-. Bebiendo en horas de servicio y liándose a tiros a las primeras de cambio. Perfecto. -la mujer suspira y se coloca en posición, metiendo una pastilla roja en la boca. Al mismo tiempo, su cuerpo se volvió oscuro, casi negro.
Cuando el hombre empieza a descargar balas sobre sus enemigos, la mujer acelera hasta situarse al lado del agente que lleva la uzi. Un instante después, ha atravesado la lluvia de balas, dejando atrás los proyectiles del agente y evitando los dos que llegan de frente. Al tiempo que desenvaina la espada para cortar a la altura del brazo izquierdo, el mismo que sostiene la pistola, al hombre al que le han enviado a capturar. Toda la escena apenas ha durado un instante, y es posible que lo único que se haya visto es un borrón negro durante un instante. La mujer continúa corriendo mientras enfunda la hoja, desapareciendo de la vista y tan solo deteniéndose unos cientos de metros más adelante.
- Objetivo suprimido -anuncia la agente-. Un agente debería encargarse de llevarlo a la central. Me dispongo a comprobar el estado del transporte.
- CK, te noto seria, ¿ocurre algo? -dice la voz al otro lado de la linea.
- Nada, Mathew... solo que no me gustan los novatos temerarios. -suspira la mujer, mientras cierra la conexión y vuelve caminando hacia el lugar donde ha dejado al agente con el contrabandista.
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La lluvia de balas era impresionante y al ser acompañada con el ruido que hacía ese cacharro lo hacía mucho más épico aún. Las gotas de agua continuaban cayendo en la playa y cada vez había más enemigos en el suelo, algunas balas empezaron a impactar en el cuerpo de Castor, el cual se reía a carcajada limpia al ser totalmente inmune a ellas. Su fruta no podía ser derrotada por unos simples proyectiles, aunque si le molestó que su traje quedara un poco agujereado. Su mirada estaba centrada en el tipo del casco al cual no le conseguía dar ni una sola bala debido a su puntería, de repente notó con su haki de observación como un aura se acercaba por la espalda. Estaba lo suficiente ocupado como para no darse la vuelta y mirar pero no tanto como para apartar la vista un segundo a su lado, cosa que hizo al momento para ver de quién se trataba.
Dios mío, vaya cosa preciosa y bonita, su compañera estaba ahí. Según le habían dicho tenía un rango más alto pero lo hacía más morboso, el salido por un momento esbozó una amplia sonrisa de enfermo pensando en momentos a solas con aquella belleza. De hecho ahora empezó a reír mucho más mientras gritaba con fuerza. – ¡Tatatatatata! ¡Bajo la lluvia estás más buena y todo! – Aquel tipo era un gran fan de las mujeres hermosas y sin duda esa tipa se llevaba un jodido diez. Ella de repente desapareció y lo que alcanzó a ver el agente fue un destello negro atravesar su ráfaga de balas y cortar el brazo de su enemigo. Acto seguido encontró a la chica con la mirada pero estaba demasiado lejos para escuchar que hacía, el castaño sonrió acercándose al tipo manco que gritaba de dolor y ahora empezó a descojonarse mientras le daba toques en el hombro con la uzi. – ¿Te la imaginas en la cama con esa velocidad? ¡Debe estar dabuti! ¡Woooo! – Se notaba una inmensa felicidad en las palabras de aquel pirado.
En ese momento el asesino se acercó al ataúd y empezó a abrirlo despacio, le costó un poco pero tras unos segundos lo logró, nada más hacerlo pudo ver un artefacto que empezó a pitar con una luz rojiza que parpadeaba, en ese momento Castor se giró y saltó con fuerza a un lado. La caja explotó creando una onda expansiva que lanzó al agente contra la arena a unos cuantos metros, de hecho el tipo sin brazo también fue lanzado. El castaño se levantó mirando hacia la chica del pelo verde, tenía la cara con algo de tiste y el traje un poco quemado, algo dolorido se levantó notando como algo de sangre bajaba por su frente hasta su boca. Finalmente encontró lo que estaba buscando, su petaca se le había caído y había sido reventada por la explosión. El agente se clavó de rodillas mientras gritaba maldiciendo los cielos por aquel castigo, justo después se tumbó bocarriba y se sacó otro cigarro, metiéndolo en su boca y sacando el encendedor para poder encenderlo. Estaría allí hasta que la chica se acercara lo suficiente para hablarle. – Parece ser que nos hemos equivocado, linda. Deberías interrogar a nuestro amiguito manco sobre lo sucedido, tal vez lo oculten en otra parte y esto era una trampa. – Dicho eso soltó una enorme calada mientras entrecerraba los ojos tirado en la arena, pensando en su pobre petaca, no pensaba moverse de allí hasta que hubiese algo que hacer o fuera una orden directa de la chica.
Dios mío, vaya cosa preciosa y bonita, su compañera estaba ahí. Según le habían dicho tenía un rango más alto pero lo hacía más morboso, el salido por un momento esbozó una amplia sonrisa de enfermo pensando en momentos a solas con aquella belleza. De hecho ahora empezó a reír mucho más mientras gritaba con fuerza. – ¡Tatatatatata! ¡Bajo la lluvia estás más buena y todo! – Aquel tipo era un gran fan de las mujeres hermosas y sin duda esa tipa se llevaba un jodido diez. Ella de repente desapareció y lo que alcanzó a ver el agente fue un destello negro atravesar su ráfaga de balas y cortar el brazo de su enemigo. Acto seguido encontró a la chica con la mirada pero estaba demasiado lejos para escuchar que hacía, el castaño sonrió acercándose al tipo manco que gritaba de dolor y ahora empezó a descojonarse mientras le daba toques en el hombro con la uzi. – ¿Te la imaginas en la cama con esa velocidad? ¡Debe estar dabuti! ¡Woooo! – Se notaba una inmensa felicidad en las palabras de aquel pirado.
En ese momento el asesino se acercó al ataúd y empezó a abrirlo despacio, le costó un poco pero tras unos segundos lo logró, nada más hacerlo pudo ver un artefacto que empezó a pitar con una luz rojiza que parpadeaba, en ese momento Castor se giró y saltó con fuerza a un lado. La caja explotó creando una onda expansiva que lanzó al agente contra la arena a unos cuantos metros, de hecho el tipo sin brazo también fue lanzado. El castaño se levantó mirando hacia la chica del pelo verde, tenía la cara con algo de tiste y el traje un poco quemado, algo dolorido se levantó notando como algo de sangre bajaba por su frente hasta su boca. Finalmente encontró lo que estaba buscando, su petaca se le había caído y había sido reventada por la explosión. El agente se clavó de rodillas mientras gritaba maldiciendo los cielos por aquel castigo, justo después se tumbó bocarriba y se sacó otro cigarro, metiéndolo en su boca y sacando el encendedor para poder encenderlo. Estaría allí hasta que la chica se acercara lo suficiente para hablarle. – Parece ser que nos hemos equivocado, linda. Deberías interrogar a nuestro amiguito manco sobre lo sucedido, tal vez lo oculten en otra parte y esto era una trampa. – Dicho eso soltó una enorme calada mientras entrecerraba los ojos tirado en la arena, pensando en su pobre petaca, no pensaba moverse de allí hasta que hubiese algo que hacer o fuera una orden directa de la chica.
C. K.
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La mujer regresa hasta el lugar solo para ver como el agente se pone a abrir la caja con despreocupación. Antes le ha parecido escuchar algo cuando pasaba a su lado, y algo en su interior le dice que no eran comentarios puros e inocentes. Observa el traje agujereado de su compañero y suspira. Que poco respeto por el trabajo de los sastres del Cipher Pol.
En ese momento, la caja de pino es abierta, y de su interior sale un pitido estridente. Algo le dice a la mujer de pelo verde que lo mejor será alejarse, justo cuando una explosión, una enorme bola de fuego, surge del ataúd. El haki de armadura le ayuda a bloquear la mayoría de astillas, mientras retrocede un poco por la fuerza de la detonación.
Su compañero empieza a buscar por el suelo algo, y tras unos segundos recoge los restos de la petaca de la que había estado bebiendo. Tras soltar una maldición lo bastante obscena, se tumba en el suelo y enciende un pitillo. Catherine observa los restos humeantes del cajón de pino, y después se acerca a su compañero.
- ¿Que debería interrogarlo? Gracias, no sé qué haría sin tu ayuda... -murmura para sí, para después añadir en voz más alta-. En pie, agente.
Tras eso, se acerca al hombre del brazo amputado y lo agarra del cuello de la chaqueta que lleva, con una mirada penetrante y un ánimo caldeado.
- No tengo todo el día, así que dime: ¿dónde está tu jefe? -el hombre suelta una risa débil y escupe a la mujer.
- Puta...
- Está bien... -la mujer se limpia la saliva de ese asqueroso cerdo y dice-. Puedes colaborar y tener una condena justa, o puedes seguir con esa actitud y acabar pudriéndote en New Impel Down.
El hombre entonces parece morder algo. Tras unos segundos, empieza a echar saliva por la boca y sus ojos se ponen blancos.
- Maldito veneno... -gruñe C.K.
En ese momento, la caja de pino es abierta, y de su interior sale un pitido estridente. Algo le dice a la mujer de pelo verde que lo mejor será alejarse, justo cuando una explosión, una enorme bola de fuego, surge del ataúd. El haki de armadura le ayuda a bloquear la mayoría de astillas, mientras retrocede un poco por la fuerza de la detonación.
Su compañero empieza a buscar por el suelo algo, y tras unos segundos recoge los restos de la petaca de la que había estado bebiendo. Tras soltar una maldición lo bastante obscena, se tumba en el suelo y enciende un pitillo. Catherine observa los restos humeantes del cajón de pino, y después se acerca a su compañero.
- ¿Que debería interrogarlo? Gracias, no sé qué haría sin tu ayuda... -murmura para sí, para después añadir en voz más alta-. En pie, agente.
Tras eso, se acerca al hombre del brazo amputado y lo agarra del cuello de la chaqueta que lleva, con una mirada penetrante y un ánimo caldeado.
- No tengo todo el día, así que dime: ¿dónde está tu jefe? -el hombre suelta una risa débil y escupe a la mujer.
- Puta...
- Está bien... -la mujer se limpia la saliva de ese asqueroso cerdo y dice-. Puedes colaborar y tener una condena justa, o puedes seguir con esa actitud y acabar pudriéndote en New Impel Down.
El hombre entonces parece morder algo. Tras unos segundos, empieza a echar saliva por la boca y sus ojos se ponen blancos.
- Maldito veneno... -gruñe C.K.
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Los cuatro tipos de la mesa se levantaron rodeándome, mientras que el tabernero hacía gestos a la chica para que lo acompañara y se metían en la parte de atrás. Ahora estaba sin información, sin bebida y sin tabernero, pero a cambio tenía a cuatro tipos que parecían querer hacerme daño.
-Bueno, chicos, hoy me siento generoso. – Les comenté riéndome.- el primero que me diga donde esta vuestro jefe, que supongo que es a quien busco se salva, el resto muere. –La verdad es que no creía, ni quería, que me dijeran la información por las buenas, así les demostraría la auténtica fuerza.
Los cuatro hombres sacaron navajas y se lanzaron a por mí, al primero que venía le lancé unas agujas, un par al cuello, y dos más a unos puntos de presión en los brazos, sería el que hablara, pues desde ese momento estaría notando una parálisis, no del todo real. Los otros tres llegaron hasta mí clavándome las navajas y poniendo cara triunfante, que desapareció casi al instante, cuando al retirar las navajas las “heridas” se cerraron. Usando la espada corta me lance hacia ellos, la verdad es que no quería matarlos aún, más bien hacer les heridas que sangraran. Una vez conseguido mi objetivo, mientras ellos seguían intentado cortarme, les lancé mercurio por todo el cuerpo, la verdad es que sólo quería asustarlos, y posiblemente que le dolieran más las heridas.
-Muy bien amigos, si no empezáis a hablar pronto no se series más que fiambres carbonizados. Les dije mientras me acercaba a una de las lámparas, aunque la verdad no quería quemarlos, con calentar el mercurio que ahora andaba por el cuarto me valdría.- Bien, quien será el primero.
-Bueno, chicos, hoy me siento generoso. – Les comenté riéndome.- el primero que me diga donde esta vuestro jefe, que supongo que es a quien busco se salva, el resto muere. –La verdad es que no creía, ni quería, que me dijeran la información por las buenas, así les demostraría la auténtica fuerza.
Los cuatro hombres sacaron navajas y se lanzaron a por mí, al primero que venía le lancé unas agujas, un par al cuello, y dos más a unos puntos de presión en los brazos, sería el que hablara, pues desde ese momento estaría notando una parálisis, no del todo real. Los otros tres llegaron hasta mí clavándome las navajas y poniendo cara triunfante, que desapareció casi al instante, cuando al retirar las navajas las “heridas” se cerraron. Usando la espada corta me lance hacia ellos, la verdad es que no quería matarlos aún, más bien hacer les heridas que sangraran. Una vez conseguido mi objetivo, mientras ellos seguían intentado cortarme, les lancé mercurio por todo el cuerpo, la verdad es que sólo quería asustarlos, y posiblemente que le dolieran más las heridas.
-Muy bien amigos, si no empezáis a hablar pronto no se series más que fiambres carbonizados. Les dije mientras me acercaba a una de las lámparas, aunque la verdad no quería quemarlos, con calentar el mercurio que ahora andaba por el cuarto me valdría.- Bien, quien será el primero.
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El agente continuaba allí tranquilo mientras miraba al cielo y mantenía los ojos entrecerrados, la situación se le había puesto difícil pero no parecía perdida del todo. El delicioso cigarro que se estaba fumando le daba energía para continuar y ahora empezó a pensar un poco en la misión, en ese jodido ataúd había una bomba y nada de mercancía. Ahora las palabras de aquella mujer hicieron que el agente se pusiera despacio en pie con una pereza legendaria, ya le daba palo incluso tener que respirar, su faceta floja estaba saliendo de nuevo y en plena misión, ese tío era un caso.
Se puso al lado de la superior y observó como ella trataba de interrogar al enemigo sin brazo, lo malo fue que en menos de unos segundos ese manco estaba muerto. Aquello provocó que el espía sesentainueve sacara su den den mushi del bolsillo y empezará a marcar un número, segundos después se puso a hablar. – Quería encargar una cuatro quesos para isla Galuna, si es posible que tenga masa y sea cuadrada, las redondas me dan miedo. – Estuvo unos segundos más hablando con el hombre al otro lado del caracol para terminar dando las gracias y colgando de forma calmada.
Acto seguido pegó otra calada a su cigarro y se mantuvo pegado a la chica de pelo verde, estaba demasiada buena para ser cierto, ahora esperaba alguna posible orden pero que no requiriera tener que abandonar la isla pues la deliciosa pizza estaba de camino. Se quedó mirando a su superior y empezó a reír de repente sin parar como si fuera un loco. – ¡Hahahahahaha! ¡Amarillo y atraviesa paredes! ¡Un limón magíco! – El enfermo empezó a descojonarse él solo mirando a otro lado y conteniéndose las lágrimas para no llevarse la colleja.
Se puso al lado de la superior y observó como ella trataba de interrogar al enemigo sin brazo, lo malo fue que en menos de unos segundos ese manco estaba muerto. Aquello provocó que el espía sesentainueve sacara su den den mushi del bolsillo y empezará a marcar un número, segundos después se puso a hablar. – Quería encargar una cuatro quesos para isla Galuna, si es posible que tenga masa y sea cuadrada, las redondas me dan miedo. – Estuvo unos segundos más hablando con el hombre al otro lado del caracol para terminar dando las gracias y colgando de forma calmada.
Acto seguido pegó otra calada a su cigarro y se mantuvo pegado a la chica de pelo verde, estaba demasiada buena para ser cierto, ahora esperaba alguna posible orden pero que no requiriera tener que abandonar la isla pues la deliciosa pizza estaba de camino. Se quedó mirando a su superior y empezó a reír de repente sin parar como si fuera un loco. – ¡Hahahahahaha! ¡Amarillo y atraviesa paredes! ¡Un limón magíco! – El enfermo empezó a descojonarse él solo mirando a otro lado y conteniéndose las lágrimas para no llevarse la colleja.
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La mujer observa el ataque de locura que tiene su compañero y empieza a preguntarse cómo alguien como él puede haber llegado tan lejos. Sin importar las cualidades físicas o extraños poderes que tenga, una persona con tal trastorno de la cabeza no debería estar en un puesto de responsabilidad. Viendo esa muestra de infantil estupidez, no puede evitar enrojecer por la vergüenza ajena y el enfado.
- ¡Maldita sea! ¡Compórtate, agente! -la chica lo mira con seriedad y le dice-. Me dijeron que tendría que apoyar a un agente, no a un niño descerebrado atrapado en un cuerpo de adulto.
Catherine se da media vuelta y observa a los hombres caídos. Ninguno parece en estado de dar una respuesta comprensible, y la mayoría están muertos. Suelta un bufido y saca su Den-Den Mushi de nuevo, la verdad es que le está dando un uso enorme en esta misión.
- Mathew-sensei, el sujeto de la entrega era un señuelo. Necesito localizar al verdadero objetivo. -la mujer espera una respuesta al otro lado, que aún se demora unos momentos en llegar.
- Ve al pueblo de al lado. En teoría aún quedan unos cuantos hombres del objetivo en el lugar, tal vez puedas interrogarlos sin muchos problemas.
- Gracias, Mathew-sensei. -la mujer guarda el transmisor y se ajusta bien el vestido antes de empezar a caminar hacia el pueblo-. Tú, vamos a ese pueblo de ahí -dice mientras señala más adelante-. Tal vez encontremos algo interesante. Y por favor... -añade tras unos momentos- ya tendrás tiempo de disfrutar de tu pizza al acabar el trabajo. Ahora, céntrate de una maldita vez.
- ¡Maldita sea! ¡Compórtate, agente! -la chica lo mira con seriedad y le dice-. Me dijeron que tendría que apoyar a un agente, no a un niño descerebrado atrapado en un cuerpo de adulto.
Catherine se da media vuelta y observa a los hombres caídos. Ninguno parece en estado de dar una respuesta comprensible, y la mayoría están muertos. Suelta un bufido y saca su Den-Den Mushi de nuevo, la verdad es que le está dando un uso enorme en esta misión.
- Mathew-sensei, el sujeto de la entrega era un señuelo. Necesito localizar al verdadero objetivo. -la mujer espera una respuesta al otro lado, que aún se demora unos momentos en llegar.
- Ve al pueblo de al lado. En teoría aún quedan unos cuantos hombres del objetivo en el lugar, tal vez puedas interrogarlos sin muchos problemas.
- Gracias, Mathew-sensei. -la mujer guarda el transmisor y se ajusta bien el vestido antes de empezar a caminar hacia el pueblo-. Tú, vamos a ese pueblo de ahí -dice mientras señala más adelante-. Tal vez encontremos algo interesante. Y por favor... -añade tras unos momentos- ya tendrás tiempo de disfrutar de tu pizza al acabar el trabajo. Ahora, céntrate de una maldita vez.
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Los tipos al principio no hicieron caso de la amenaza, así que dejé caer el candelabro encendido en medio de un charco de mercurio. Esté empezó a soltar vapores, aunque los hombres los hombres no los vieron y empezaron a envalentonarse por que no pasaba nada, al menos no hasta que hubieran aspirado más cantidad. Así que para entretenerlo comencé a lanzarles pequeñas cantidades de mercurio a la cara, intentado darles en los ojos. Estos empezaron a hacer piruetas para esquivar los lanzamientos de mercurio, que una vez caía al suelo rápidamente lo unía al charco grande que se estaba formando en el suelo.
Tras casi media hora con el juego de lanzarles mercurio, las manos empezaron a temblarles a los tres, el paralizado no estaba justo encima del carcho así que tardaría algo más en empezar con los síntomas. A ninguno de ellos se le había ocurrido aún apagar las velas del candelabro, que aunque débiles eran suficientes para incrementar el mercurio a cuarenta grados. Me había costado adaptarme, pero ahora ya sabía lo que era y las propiedades del metal que generaba gracias a un amigo químico de mí ciudad.
-Bueno, ya ha empezado, los temblores son el primer síntoma. Si seguís sin hablar terminareis muertos antes de que salga el sol.- Esperaba que alguno de ellos fuera un gallina y cantara, pero de momento parecían muy callados. Esperaba que con la siguiente fase, todo cambiara.
Cogí otra de las lámparas y la tire al suelo, me estaba empezando a cansar, así que aceleraría el proceso, lanzando a cada uno una gran bola de mercurio, que controlé haciéndola pasar entre ellos, y lanzándola a alguno de vez en cuando para que estuvieran atentos solo a ella. Mientras el charco de metal del suelo seguía calentándose y llenando la sala de vapor de mercurio.
Tras casi media hora con el juego de lanzarles mercurio, las manos empezaron a temblarles a los tres, el paralizado no estaba justo encima del carcho así que tardaría algo más en empezar con los síntomas. A ninguno de ellos se le había ocurrido aún apagar las velas del candelabro, que aunque débiles eran suficientes para incrementar el mercurio a cuarenta grados. Me había costado adaptarme, pero ahora ya sabía lo que era y las propiedades del metal que generaba gracias a un amigo químico de mí ciudad.
-Bueno, ya ha empezado, los temblores son el primer síntoma. Si seguís sin hablar terminareis muertos antes de que salga el sol.- Esperaba que alguno de ellos fuera un gallina y cantara, pero de momento parecían muy callados. Esperaba que con la siguiente fase, todo cambiara.
Cogí otra de las lámparas y la tire al suelo, me estaba empezando a cansar, así que aceleraría el proceso, lanzando a cada uno una gran bola de mercurio, que controlé haciéndola pasar entre ellos, y lanzándola a alguno de vez en cuando para que estuvieran atentos solo a ella. Mientras el charco de metal del suelo seguía calentándose y llenando la sala de vapor de mercurio.
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El jodido loco al parecer estaban sacando de quicio a su compañera, Castor no entendía la razón de su enfado ya que él era perfecto. Seguramente le gustaban más las naranjas mágicas que los limones, ahora sonrió de lado y trató de aguantar una carcajada para después empezar a registrar al tipo muerto sin brazo. Tras unos segundos encontró algo jugoso, una dirección algo extraña en la que ponía claramente “Calle Troya Nº3”. Guardó el papel en el bolsillo y continuó caminando con su superior mientras pensaba en la deliciosa pizza que se comería después viendo algo picante en alguna de sus preciosas revistas.
Empezó a caminar junto a la chica del pelo verde mientras no paraba de mirarla de vez en cuando, estaba demasiado buena para ser cierto. Sus pensamientos raros con ella desaparecieron cuando llegaron al pueblo, a simple vista todo estaba muy normal hasta que vio algo que le hizo alzar una ceja. Una persona se quedó mirándoles y sin motivo alguno salió corriendo por un callejón, fue tan rara la escena que solo le dio tiempo a ver que era un hombre calvo. Ahora soltó un suspiro y volvió a sacar otro cigarro y a metérselo en la boca.
Sacó el papel de antes y enseguida lo ofreció a la hermosa chica de su lado para que ella lo viera y decidiera que hacer. – Esto estaba en la chaqueta del tipo envenenado, tal vez pueda ser una dirección útil o tan solo una tontería ¿Qué propone que hagamos jefa? – Dijo ahora algo más serio pero sin retirar aquella expresión de felicidad y locura que siempre llevaba en su rostro. Activó también su haki de observación por si podía detectar alguna presencia fuera de lo normal, aunque aún no lo tenía muy desarrollado para que funcionara del todo bien, tal vez lo justo para predecir algunos ataques.
Empezó a caminar junto a la chica del pelo verde mientras no paraba de mirarla de vez en cuando, estaba demasiado buena para ser cierto. Sus pensamientos raros con ella desaparecieron cuando llegaron al pueblo, a simple vista todo estaba muy normal hasta que vio algo que le hizo alzar una ceja. Una persona se quedó mirándoles y sin motivo alguno salió corriendo por un callejón, fue tan rara la escena que solo le dio tiempo a ver que era un hombre calvo. Ahora soltó un suspiro y volvió a sacar otro cigarro y a metérselo en la boca.
Sacó el papel de antes y enseguida lo ofreció a la hermosa chica de su lado para que ella lo viera y decidiera que hacer. – Esto estaba en la chaqueta del tipo envenenado, tal vez pueda ser una dirección útil o tan solo una tontería ¿Qué propone que hagamos jefa? – Dijo ahora algo más serio pero sin retirar aquella expresión de felicidad y locura que siempre llevaba en su rostro. Activó también su haki de observación por si podía detectar alguna presencia fuera de lo normal, aunque aún no lo tenía muy desarrollado para que funcionara del todo bien, tal vez lo justo para predecir algunos ataques.
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La agente observa la escena del pueblo en silencio. Su compañero no deja de mirarla, y eso la pone nerviosa, pero decide ignorar la perversión de Castor por el bien de la misión.
- Está bien... -murmura cuando ve la dirección-. Vamos a preguntar a esa taberna de ahí. -dice señalando un edificio con aspecto de posada. Un pequeño cartel de madera cuelga de un poste en la entrada, chirriando debido a la ligera brisa que sopla.
La mujer se mueve sigilosamente hasta llegar, y se asoma a una de las ventanas del edificio, echando un vistazo al interior, pero el calor del local en contraste con el frío exterior ha condensado vapor en el cristal, impidiéndole ver lo que pasa dentro. Parece que hay gente ahí, pues una luz delata la presencia de personas. Le hace un gesto a su compañero para que se acerque hasta su posición bajo la ventana y murmura:
- Creo que lo mejor será que entres tu primero. Si ocurre algo inesperado, entraré a ayudarte -dice con un susurro-. Mientras tanto, quedaré aquí fuera por si pasa alguno de los sicarios del tipo al que buscamos.
Mientras tanto, la mujer piensa: "Que no la cague, por favor...". Está nerviosa, ante el hecho de la trampa del ataúd. No esperaba que aquellos tipos los esperasen. Ahora no podían arriesgarse.
- Está bien... -murmura cuando ve la dirección-. Vamos a preguntar a esa taberna de ahí. -dice señalando un edificio con aspecto de posada. Un pequeño cartel de madera cuelga de un poste en la entrada, chirriando debido a la ligera brisa que sopla.
La mujer se mueve sigilosamente hasta llegar, y se asoma a una de las ventanas del edificio, echando un vistazo al interior, pero el calor del local en contraste con el frío exterior ha condensado vapor en el cristal, impidiéndole ver lo que pasa dentro. Parece que hay gente ahí, pues una luz delata la presencia de personas. Le hace un gesto a su compañero para que se acerque hasta su posición bajo la ventana y murmura:
- Creo que lo mejor será que entres tu primero. Si ocurre algo inesperado, entraré a ayudarte -dice con un susurro-. Mientras tanto, quedaré aquí fuera por si pasa alguno de los sicarios del tipo al que buscamos.
Mientras tanto, la mujer piensa: "Que no la cague, por favor...". Está nerviosa, ante el hecho de la trampa del ataúd. No esperaba que aquellos tipos los esperasen. Ahora no podían arriesgarse.
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Sus funciones cognitivas empezaban ya a fallar, demasiados vapores inhalados, puede que demasiados y ya no fueran capaces de decir nada. Pero entonces vi al que estaba paralizado, parecía tener ganas de hablar, o eso creí. Me acerqué despacio hasta él y le retire una de las agujas del cuello. En cuanto lo hice estiro todos los músculos y los relajó varias veces, al parecer se le habían entumecido, a lo mejor eso era lo que le pasaba y no que quisiera hablar, aun así le deje unos segundos para ver que hacía.
-Yo te lo diré, te contaré todo, pero quita esas lámparas y mátalos a ellos para que no puedan chivarse.
Bueno parecía que al fin alguien entraba en razón, atraje todo el mercurio que formaba el charco del suelo y recogí los candelabros. Luego sacando la espada ataque y despaché a los pobres intoxicados, ahora mismo era lo mejor que podía hacer por ellos. La verdad en que en ese estado no me fui muy complicado, y aunque normalmente prefería los accidentes esta vez no lo pude hacer, al menos de momento.
-Muy bien, el hombre al que buscas está en una casa derrumbada a las afueras, tiene un sótano secreto con entrada por la chimenea, solo tienes que decir Allahu. ¿Ahora es cuando me sueltas verdad, no quiero terminar mis días en esta isla?
La verdad es que el pobre chico me daba lastima, y nadie le creería si contaba lo que había visto así que le dejé marchar, quitándole todas las agujas. Cuando termine de quitárselas me dirigí hacia la cocina, mientras el joven se dirigía hacia la puerta de la taberna, casi corriendo. Una vez en la cocina le pedí al tabernero un poco de fruta, y algo de beber dulce, pero con alcohol.
-Yo te lo diré, te contaré todo, pero quita esas lámparas y mátalos a ellos para que no puedan chivarse.
Bueno parecía que al fin alguien entraba en razón, atraje todo el mercurio que formaba el charco del suelo y recogí los candelabros. Luego sacando la espada ataque y despaché a los pobres intoxicados, ahora mismo era lo mejor que podía hacer por ellos. La verdad en que en ese estado no me fui muy complicado, y aunque normalmente prefería los accidentes esta vez no lo pude hacer, al menos de momento.
-Muy bien, el hombre al que buscas está en una casa derrumbada a las afueras, tiene un sótano secreto con entrada por la chimenea, solo tienes que decir Allahu. ¿Ahora es cuando me sueltas verdad, no quiero terminar mis días en esta isla?
La verdad es que el pobre chico me daba lastima, y nadie le creería si contaba lo que había visto así que le dejé marchar, quitándole todas las agujas. Cuando termine de quitárselas me dirigí hacia la cocina, mientras el joven se dirigía hacia la puerta de la taberna, casi corriendo. Una vez en la cocina le pedí al tabernero un poco de fruta, y algo de beber dulce, pero con alcohol.
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El agente asintió a las palabras de la chica, iba a entrar en aquella extraña taberna para investigarla, con algo de suerte encontraría alguna chica guapa y con ganas de una noche salvaje e inolvidable. Estaba demasiado mal de la cabeza, ya incluso notaba las caricias inexistentes de aquella supuesta diva, caminó despacio hasta pasar al local, justo cuando un idiota salía corriendo de ella y casi le tira al pasar. – ¡Cuidado idiota! – Le gritó ahora aquel hombre pensando que quizás llegaba tarde al puticlud o algo así, en ese momento se adentró en el lugar.
Lo primero que hizo fue llevarse la mano a la boca, olía horrible y eso le producía algo de asco, además no había nadie en el lugar, aquello le había extrañado bastante y por ello activó su haki de observación, algunas presencias venían de la cocina. Avanzó un poco más hasta ver algo horrible, algunos cadáveres por allí tirados. El asesino alzó una ceja mientras llevaba la mano derecha a su pistola dorada, sin pensarlo caminó hasta la cocina y golpeó la puerta de una patada. Allí pudo ver al tabernero y a un enorme murciélago, no entendía lo que estaba pasando allí, debían de ser amantes.
Sus ojos se centraron en la bestia alada unos momentos y después pasaron al otro hombre, apuntó a ambos con su arma de fuego y después se puso algo serio. – ¿En qué clase de taberna se dejan cadáveres? Además huele a mierda. – No pensaba dejar de apuntarles en ningún momento hasta saber respuestas, de repente apuntó al techo soltando un sonoro disparo, con esto buscaba avisar a su superior. Una vez lo hizo frunció algo el ceño pues pese a estar loco el deber era el deber y aquellos cuerpos bien podían ser de personas inocentes al fin y al cabo.
Lo primero que hizo fue llevarse la mano a la boca, olía horrible y eso le producía algo de asco, además no había nadie en el lugar, aquello le había extrañado bastante y por ello activó su haki de observación, algunas presencias venían de la cocina. Avanzó un poco más hasta ver algo horrible, algunos cadáveres por allí tirados. El asesino alzó una ceja mientras llevaba la mano derecha a su pistola dorada, sin pensarlo caminó hasta la cocina y golpeó la puerta de una patada. Allí pudo ver al tabernero y a un enorme murciélago, no entendía lo que estaba pasando allí, debían de ser amantes.
Sus ojos se centraron en la bestia alada unos momentos y después pasaron al otro hombre, apuntó a ambos con su arma de fuego y después se puso algo serio. – ¿En qué clase de taberna se dejan cadáveres? Además huele a mierda. – No pensaba dejar de apuntarles en ningún momento hasta saber respuestas, de repente apuntó al techo soltando un sonoro disparo, con esto buscaba avisar a su superior. Una vez lo hizo frunció algo el ceño pues pese a estar loco el deber era el deber y aquellos cuerpos bien podían ser de personas inocentes al fin y al cabo.
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Catherine escucha un disparo desde el interior de la taberna. En apenas tres segundos se ha levantado, ha salido corriendo como una exhalación hacia el interior de la misma y se ha encontrado con un espectáculo dantesco: varias personas muertas, y un insoportable olor a quemado. El ambiente parece cargado, por lo que la mujer se acerca a una mesa y agarra un pañuelo de una mesa cercana. Sin ver a su compañero por ahí, decide avanzar hacia el interior del local. Ve unas escaleras y se cuestiona si tal vez su compañero ha subido.
- Mmmmm... -la chica sube los escalones de tres en tres, buscando los gritos de Castor, o alguna clase de señal que le haga descubrir dónde se encuentra su demente compañero de trabajo. La mujer llega a un pasillo, con cuatro puertas cerradas, dos a cada lado, y un quinto umbral al fondo. Su subordinado no parece estar ahí, así que baja a toda prisa hasta llegar a la cocina. Allí la recibe una escena casi tan estrambótica como el agente que la acompaña: el susodicho sujeto se encuentra frente a un hombre asustado y un murciélago de tamaño humano con pintas extrañas y un color cobrizo-. ¡Alto! -grita-. ¡Identificaos!
La mujer lleva la mano a su espada a modo de advertencia y se prepara para una posible reacción violenta por parte de aquel extraño ser alado o del hombre que lo acompaña. ¿Esbirros del objetivo?
- ¡Identificaos! -repite, con tono cortante como el filo de la espada que cuelga de su cintura.
- Mmmmm... -la chica sube los escalones de tres en tres, buscando los gritos de Castor, o alguna clase de señal que le haga descubrir dónde se encuentra su demente compañero de trabajo. La mujer llega a un pasillo, con cuatro puertas cerradas, dos a cada lado, y un quinto umbral al fondo. Su subordinado no parece estar ahí, así que baja a toda prisa hasta llegar a la cocina. Allí la recibe una escena casi tan estrambótica como el agente que la acompaña: el susodicho sujeto se encuentra frente a un hombre asustado y un murciélago de tamaño humano con pintas extrañas y un color cobrizo-. ¡Alto! -grita-. ¡Identificaos!
La mujer lleva la mano a su espada a modo de advertencia y se prepara para una posible reacción violenta por parte de aquel extraño ser alado o del hombre que lo acompaña. ¿Esbirros del objetivo?
- ¡Identificaos! -repite, con tono cortante como el filo de la espada que cuelga de su cintura.
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Valla suerte la mía, al poco de entrar a la cocina para agradecer al tabernero por marcharse, y pagarle por el par de días que no podría abrir, ni entrar a la sal principal si no era con pañuelo. Saque unos cuantos miles de berrys y se los di, no acababa de guardarlos en el bolsillo cuando un extraño tipo apareció por la puerta. Lo más seguro es que se hubiera cruzado con el que salía, pero al vernos allí nos apuntó con un par de armas, para luego sin dar casi tiempo a responder a las preguntas, cuando disparó al techo. El tabernero empezó a explicarles lo del ataque, claro, sin saber nada de los cadáveres.
No había acabado de explicarles cuando llegó una mujer de pelo verde, gritando que nos identificáramos, no sabía si esto era una broma, o que los dos eran agentes de diferentes divisiones o que narices les pasaba que iban tan por separado. De cualquier manera esta vez comencé a hablar yo antes de que lo hiciera el tabernero.
-Me llamo Jines Hink, soy un turista, él, es el posadero, que no recuerdo su nombre y la chica es la camarera. Cuando le pregunte por una dirección al posadero. -Que con la cantidad de dinero que le había dado no se asombraría aunque dijera que era el rey de la isla- cuatro se levantaron de la mesa cercana, mandando a la camarera y a este dentro de la cocina, para luego atracarme, una vez con el dinero que les di, se empezaron a pelear por ver quién se lo llevaba a su jefe. Yo aproveché para venir aquí cuando dos de ello ya habían caído muertos.
Ahora solo faltaba que se le creyeran, si alguno de los dos se había cruzado con el que salía corriendo sería mucho más fácil, si no, requeriría un poco de colaboración del tabernero. Y si aun así no colaba tendría que huir de cualquier manera que pudiera, preferiblemente ileso y volando.
No había acabado de explicarles cuando llegó una mujer de pelo verde, gritando que nos identificáramos, no sabía si esto era una broma, o que los dos eran agentes de diferentes divisiones o que narices les pasaba que iban tan por separado. De cualquier manera esta vez comencé a hablar yo antes de que lo hiciera el tabernero.
-Me llamo Jines Hink, soy un turista, él, es el posadero, que no recuerdo su nombre y la chica es la camarera. Cuando le pregunte por una dirección al posadero. -Que con la cantidad de dinero que le había dado no se asombraría aunque dijera que era el rey de la isla- cuatro se levantaron de la mesa cercana, mandando a la camarera y a este dentro de la cocina, para luego atracarme, una vez con el dinero que les di, se empezaron a pelear por ver quién se lo llevaba a su jefe. Yo aproveché para venir aquí cuando dos de ello ya habían caído muertos.
Ahora solo faltaba que se le creyeran, si alguno de los dos se había cruzado con el que salía corriendo sería mucho más fácil, si no, requeriría un poco de colaboración del tabernero. Y si aun así no colaba tendría que huir de cualquier manera que pudiera, preferiblemente ileso y volando.
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El agente no se fiaba ni un pelo de los dos amantes, mantenía su arma recta y firme. La verdad es que ahora empezó a pensar que el dueño era un degenerado al querer tener relaciones con un enorme murciélago. Entrecerró los ojos un momento mientras respiraba muy despacio aún con la otra mano en la boca. Justo cuando estaba a punto de soltar el primer tiro apareció su compañera gritando a aquellos dos. Acto seguido Castor cerró la puerta por la que habían entrado para que el olor a mierda dejara de joderles.
Su compañera parecía seria y toda una agente, le estaba empezando a poner demasiado y no pudo evitar soltar un increíble suspiro de aguante. De hecho si trataba de hacer algo raro corría el riesgo de ser partido en dos o echado del gobierno, cosa que no entraba en sus planes. Aquellos tipos trataron de poner una excusa, la cual tenía bastante sentido y se notaba que estaba bien currada. El salido empezaba a pensar que el mamífero con alas decía la verdad pero no bajó su arma ni un solo centímetro. No quería confiarse y llevarse un ataque por descuidado, cosa que podía ser improbable pues tenía su haki activado en todo momento.
No quería tomar una decisión sin el permiso de su superior, por lo que ahora simplemente trató de preguntarle a esta usando un nombre falso. – ¿Qué opina de esto, Kaede-san? – Aquello parecía ser una escena algo extraña ya que el asesino continuaba pensando que los dos hombres frente a ellos eran amantes. De hecho ahora se dio cuenta de que era estúpido apuntarles con la pistola. Castor colocó el seguro tras el disparo al techo, cosa que ahora corrigió volviéndolo a quitar. Centró su mirada de nuevo en los dos, tratando de poner una mirada seria pero más bien parecía psicótica.
Su compañera parecía seria y toda una agente, le estaba empezando a poner demasiado y no pudo evitar soltar un increíble suspiro de aguante. De hecho si trataba de hacer algo raro corría el riesgo de ser partido en dos o echado del gobierno, cosa que no entraba en sus planes. Aquellos tipos trataron de poner una excusa, la cual tenía bastante sentido y se notaba que estaba bien currada. El salido empezaba a pensar que el mamífero con alas decía la verdad pero no bajó su arma ni un solo centímetro. No quería confiarse y llevarse un ataque por descuidado, cosa que podía ser improbable pues tenía su haki activado en todo momento.
No quería tomar una decisión sin el permiso de su superior, por lo que ahora simplemente trató de preguntarle a esta usando un nombre falso. – ¿Qué opina de esto, Kaede-san? – Aquello parecía ser una escena algo extraña ya que el asesino continuaba pensando que los dos hombres frente a ellos eran amantes. De hecho ahora se dio cuenta de que era estúpido apuntarles con la pistola. Castor colocó el seguro tras el disparo al techo, cosa que ahora corrigió volviéndolo a quitar. Centró su mirada de nuevo en los dos, tratando de poner una mirada seria pero más bien parecía psicótica.
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La mujer observa al abominable murciélago, que parece tener la capacidad de hablar. Esto la extraña sobremanera, aunque intenta que no se note mucho en la expresión de su rostro. El extraño ser parece haber sido atacado por los hombres muertos, pero que después se pelearon y empezaron a golpearse entre ellos hasta matarse. Lo cual tiene cierto sentido, dado que los hombres estaban llenos de cortes.
- Está bien -Catherine se relaja ligeramente al notar que tiene las riendas de la situación, mientras enfunda la espada-. Sin embargo, "usted" es el testigo de un asesinato múltiple, por lo que le agradecería que nos acompañase a testificar. Y si pudiera darme todos los datos posibles... -la chica lo mira a los ojos-. Por ejemplo qué hace aquí, por qué dirección preguntó, cuándo ha llegado y cuánto tiempo plantea quedarse... le estaría muy agradecida.
La agente mira al extraño animal bípedo y luego fija sus ojos en el que parece el regente del local.
- Y usted... le agradecería que acudiese con nosotros a testificar también. Solo serán unos minutos y podrá volver a limpiar este... -la agente mira el lugar, arrugando el gesto y tratando de evitar el término "estercolero"- lugar. Estoy segura de que tiene mucho que hacer, así que intentaré ser lo más breve que pueda.
La mujer empieza a caminar hacia la salida, esperando que esos dos la sigan. Si alguno intenta huir, ella se encuentra en medio del camino, y pese a que esté con la espada enfundada, puede desenvainar en un pestañeo. Y lo sabe.
- Está bien -Catherine se relaja ligeramente al notar que tiene las riendas de la situación, mientras enfunda la espada-. Sin embargo, "usted" es el testigo de un asesinato múltiple, por lo que le agradecería que nos acompañase a testificar. Y si pudiera darme todos los datos posibles... -la chica lo mira a los ojos-. Por ejemplo qué hace aquí, por qué dirección preguntó, cuándo ha llegado y cuánto tiempo plantea quedarse... le estaría muy agradecida.
La agente mira al extraño animal bípedo y luego fija sus ojos en el que parece el regente del local.
- Y usted... le agradecería que acudiese con nosotros a testificar también. Solo serán unos minutos y podrá volver a limpiar este... -la agente mira el lugar, arrugando el gesto y tratando de evitar el término "estercolero"- lugar. Estoy segura de que tiene mucho que hacer, así que intentaré ser lo más breve que pueda.
La mujer empieza a caminar hacia la salida, esperando que esos dos la sigan. Si alguno intenta huir, ella se encuentra en medio del camino, y pese a que esté con la espada enfundada, puede desenvainar en un pestañeo. Y lo sabe.
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Bueno, bueno, bueno, las cosas parecía que se ponían más interesantes, pues la mujer del pelo verde aunque se había tragado mi historia, parecía algo asustada por mi aspecto. Y bueno, el otro hombre parecía padecer algún tipo de desequilibrio mental, como mínimo, por lo que tendría que tener cuidado con él, o dirigirme siempre a la joven. Está nos pidió al tabernero y a mí que la acompañáramos a algún cuartel o base para interrogarnos, y aunque no era la primera que me juzgaban en la sede principal del CP no tenía mucho tiempo, y menos ahora, sabiendo donde se encontraba el hombre que debía matar.
-Me parece correcto. –Cuando estábamos ya en la sala principal comenté.- Me extraña que no salgáis a buscar al hombre que me robó, amenazó y asesinó a sus compañeros, pues aquí sólo hay tres de los hombres que me asaltaron. –Me giré hacia el tabernero, aún caminando detrás de la peliverde.- No me sorprende que se me tome sospechoso en lugar de víctima, en todos los lugares se me discrimina por ser de otra raza, casi más que a los hombres pez.
Esperaba que aquello calara en la chica al menos y me dejaran tranquilo un rato, lo suficiente para acabar con el tipo y volver para prestar todas las declaraciones que la joven viera necesarias, sólo esperaba que no me tocara declarar con el loco de su compañero. Cuando salimos de la taberna a la calle me aparte ligeramente hacia un lado, a la esquina que tenía más cerca, haciendo ademan de vomitar.
-Lo siento. – Le comenté a la chica levantándome.- Ese olor no estaba cuando yo dejé a los hombres luchando, y como comprenderás –Señalé mi gran morro.- me afecta muchísimo, solo necesito un momento. – Cuanto más paripé hiciera, y más trabas, antes esperaba librarme de esos dos, y la verdad es que el olor era bastante fuerte, y no sabía de donde había salido pues los vapores del mercurio son inodoros e incoloros.
-Me parece correcto. –Cuando estábamos ya en la sala principal comenté.- Me extraña que no salgáis a buscar al hombre que me robó, amenazó y asesinó a sus compañeros, pues aquí sólo hay tres de los hombres que me asaltaron. –Me giré hacia el tabernero, aún caminando detrás de la peliverde.- No me sorprende que se me tome sospechoso en lugar de víctima, en todos los lugares se me discrimina por ser de otra raza, casi más que a los hombres pez.
Esperaba que aquello calara en la chica al menos y me dejaran tranquilo un rato, lo suficiente para acabar con el tipo y volver para prestar todas las declaraciones que la joven viera necesarias, sólo esperaba que no me tocara declarar con el loco de su compañero. Cuando salimos de la taberna a la calle me aparte ligeramente hacia un lado, a la esquina que tenía más cerca, haciendo ademan de vomitar.
-Lo siento. – Le comenté a la chica levantándome.- Ese olor no estaba cuando yo dejé a los hombres luchando, y como comprenderás –Señalé mi gran morro.- me afecta muchísimo, solo necesito un momento. – Cuanto más paripé hiciera, y más trabas, antes esperaba librarme de esos dos, y la verdad es que el olor era bastante fuerte, y no sabía de donde había salido pues los vapores del mercurio son inodoros e incoloros.
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Castor empezó a analizar la situación como bien pudo. Las palabras del murciélago, que por ser una raza así se le discriminaba le sonaba a excusa para dar pena. Aquello hizo que incluso soltara una leve carcajada negando varias veces. Una vez salieron aquel ser se puso en una esquina haciendo sonidos raros, al parecer iba a vomitar. El agente miró a otro lado manteniendo su haki de observación activado y soltando un suspiro. Estiró su mano derecha hacia su chaqueta y volvió a sacar un cigarro, el cual se metió ahora en la boca. A continuación sacó su precioso mechero y se encendió aquel pedazo de papel.
Soltó una enorme calada mientras sonreía de lado para después quedarse mirando a la chica peliverde. – Yo creo que estos dos duermen hoy en el calabozo. – Dijo bromeando mientras estiraba su mano derecha tratando de darle un toque en el trasero a su hermosa jefa. Nada más hacerlo activaría el Soru y saldría disparado hacia adelante para evitar que la chica lo matara. – ¡Me llaman por den mushi jefa! – Casualmente de repente su comunicador empezó a sonar de verdad. Eso hizo que el salido riera de felicidad mientras se alejaba unos metros. De esa forma también evitaba que la chica le pegara, ya que debía dejar solos a los otros dos.
Tal vez se estaba equivocando y ahora la CP6 a velocidad endiablada le asesinaba y volvía con los otros, esperaba que eso no pasara. Cogió aquel caracol y lo primero que escuchó fue la voz de un superior preguntándole si sabía algo de una caja de puros que había en un despacho de la base. El castaño aguantó la risa y negó. Una vez colgó trató de volver con su compañera mientras silbaba disimulado pues sabía muy bien la ubicación de los puros.
Soltó una enorme calada mientras sonreía de lado para después quedarse mirando a la chica peliverde. – Yo creo que estos dos duermen hoy en el calabozo. – Dijo bromeando mientras estiraba su mano derecha tratando de darle un toque en el trasero a su hermosa jefa. Nada más hacerlo activaría el Soru y saldría disparado hacia adelante para evitar que la chica lo matara. – ¡Me llaman por den mushi jefa! – Casualmente de repente su comunicador empezó a sonar de verdad. Eso hizo que el salido riera de felicidad mientras se alejaba unos metros. De esa forma también evitaba que la chica le pegara, ya que debía dejar solos a los otros dos.
Tal vez se estaba equivocando y ahora la CP6 a velocidad endiablada le asesinaba y volvía con los otros, esperaba que eso no pasara. Cogió aquel caracol y lo primero que escuchó fue la voz de un superior preguntándole si sabía algo de una caja de puros que había en un despacho de la base. El castaño aguantó la risa y negó. Una vez colgó trató de volver con su compañera mientras silbaba disimulado pues sabía muy bien la ubicación de los puros.
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Catherine observa a su compañero, con una mirada que paralizaría de terror a la mismísima Medusa. Así que su compañero había visto a una persona salir corriendo y no había dicho nada. Que ejemplo de irresponsabilidad.
- ¿Qué aspecto tenía ese hombre? -la mujer está empezando a impacientarse. Su tono es imperativo, y acuciante.
En ese momento, la mujer tiene una sensación extraña en sus nalgas, una ligera presión. Cuando se da cuenta de lo que ocurre, su compañero ya está alejado unos metros, riéndose y diciendo algo sobre una llamada. La mujer lo mira con tono serio, frío y sin sentimientos, y desenvaina su espada. El tabernero parece ponerse nervioso ante la visión del arma, y la mujer simplemente se acerca a su subordinado. De un rápido movimiento, realiza un corte con la intención de dejar estéril al hombre. Un pestañeo después, su arma vuelve a estar envainada.
- Agente, agradece que no te abra una incidencia por tu comportamiento indecoroso. Puedo tolerar muchas cosas, pero el acoso laboral no es una de ellas -tras unos segundos, añade-. Y la próxima vez, usaré haki -la mujer observa a los presentes, sin cambiar su expresión ceñuda ni un ápice-. Vosotros vendréis con nosotros, daréis testimonio y con suerte nuestros compañeros encontrarán a tu hombre. -la chica saca su Den-Den Muchi y escucha la voz de Mathew al otro lado. Con un suspiro apático, procede a dar la posible descripción del sospechoso.
- ¿Qué aspecto tenía ese hombre? -la mujer está empezando a impacientarse. Su tono es imperativo, y acuciante.
En ese momento, la mujer tiene una sensación extraña en sus nalgas, una ligera presión. Cuando se da cuenta de lo que ocurre, su compañero ya está alejado unos metros, riéndose y diciendo algo sobre una llamada. La mujer lo mira con tono serio, frío y sin sentimientos, y desenvaina su espada. El tabernero parece ponerse nervioso ante la visión del arma, y la mujer simplemente se acerca a su subordinado. De un rápido movimiento, realiza un corte con la intención de dejar estéril al hombre. Un pestañeo después, su arma vuelve a estar envainada.
- Agente, agradece que no te abra una incidencia por tu comportamiento indecoroso. Puedo tolerar muchas cosas, pero el acoso laboral no es una de ellas -tras unos segundos, añade-. Y la próxima vez, usaré haki -la mujer observa a los presentes, sin cambiar su expresión ceñuda ni un ápice-. Vosotros vendréis con nosotros, daréis testimonio y con suerte nuestros compañeros encontrarán a tu hombre. -la chica saca su Den-Den Muchi y escucha la voz de Mathew al otro lado. Con un suspiro apático, procede a dar la posible descripción del sospechoso.
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Menudos dos agentes me habían ido a tocar esa vez, aún no me lo creía. Una que parecía estar todo el rato al borde de un ataque de nervios, y no era para menos con el compañero que parecía tener. Este ni siquiera había informado debidamente a la joven. Por lo que nos todo a nosotros pagar su miradas y aguantar su tono de enfado. Pero para no terminar en una pelea sin sentido, describí el hombre a la joven agente. Mientras lo hacia el otro hombre pasó por detrás de ella, para justo después alejarse diciendo algo sobre una llamada que tenía que contestar.
La joven no tardo apenas unos segundos en llegar hasta el agente, hacerle un corte limpio en la zona genital, produciéndose el mismo efecto que cuando los muertos me habían intentado cortar a mí, y volver hasta nosotros comentándole que la siguiente vez usaría “Haki”, ¿Qué demonios era eso del Haki, pero si servía para poder tocarme con los ataques debía tener cuidado?
Cuando la joven insistió en que la acompañáramos y prestáramos declaración, acepte finalmente, con esa velocidad y habilidad no estaba en condiciones de enfrentarla. Tenía por delante algo de tiempo aún para pensar que decirle, y a la pregunta de por quién había preguntado podría ser un problema si nos pedía la declaración por separado, tenía que hacer algo respecto, decirlo antes de llegar, pero tenía que parecer que no era forzado, que no lo decía para que el tabernero tuviera idea.
-Antes me comentaste que una de las cosas que querías saber era porque direcciones pregunté, ¿verdad?-Le comente a la joven agente.- Pues, preguntaba por ruinas cercanas, o puntos de interés, pues resulta que soy arqueólogo. ¿Podrías indicarme alguna cercana si las hay, ya que antes el señor posadero fue interrumpido sin poder decírmelas?
La joven no tardo apenas unos segundos en llegar hasta el agente, hacerle un corte limpio en la zona genital, produciéndose el mismo efecto que cuando los muertos me habían intentado cortar a mí, y volver hasta nosotros comentándole que la siguiente vez usaría “Haki”, ¿Qué demonios era eso del Haki, pero si servía para poder tocarme con los ataques debía tener cuidado?
Cuando la joven insistió en que la acompañáramos y prestáramos declaración, acepte finalmente, con esa velocidad y habilidad no estaba en condiciones de enfrentarla. Tenía por delante algo de tiempo aún para pensar que decirle, y a la pregunta de por quién había preguntado podría ser un problema si nos pedía la declaración por separado, tenía que hacer algo respecto, decirlo antes de llegar, pero tenía que parecer que no era forzado, que no lo decía para que el tabernero tuviera idea.
-Antes me comentaste que una de las cosas que querías saber era porque direcciones pregunté, ¿verdad?-Le comente a la joven agente.- Pues, preguntaba por ruinas cercanas, o puntos de interés, pues resulta que soy arqueólogo. ¿Podrías indicarme alguna cercana si las hay, ya que antes el señor posadero fue interrumpido sin poder decírmelas?
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El agente reía mientras pasaba aquello cuando de repente sintió el mayor de los escalofríos y su haki le dijo que una presencia más fuerte que él estaba siguiéndole. La cosa es que no tardó ni un jodido segundo en alcanzarle, es más, ni siquiera una decima. El CP tragó saliva cerrando los ojos con fuerza haciendo uso de su fruta en acto reflejo para después sentir una sensación extraña en su entrepierna. El dolor invadió su cuerpo y ahora cayó al suelo empezando a rodar mientras soplaba empezando a reírse como un loco. Tanta risa sin parar era por no llorar debido al escozor. Si no hubiese sido logia su vida habría acabado allí mismo, no por el desangre, más bien por qué habría tenido de dejar sentido vivir sin su preciosa herramienta de trabajos secretos.
Las palabras de la chica en parte tenían razón, de modo que ahora se levantó suspirando y vio un agujero en su pantalón por dónde se veía la ropa interior. Bajó algo más su chaqueta del traje para que no se notara mucho y empezó a caminar hacia dónde estaba su compañera y aquel extraño murciélago. El agente de grado cuatro empezó a sonreír cuando aquella cosa pidió saber dónde había ruinas cercanas. Estuvo a punto de decirle que la peliverde era en sí una ruina pero no se atrevía y decidió dejar de hacer el tonto un rato para centrarse. – Bueno voy a calmarme un rato. A ver no podemos decir nada hasta que hayáis dado el testimonio adecuado. Después si todo está correcto podréis largaros a dónde gustéis. – Una vez dijo eso miró en su bolsillo derecho y notó algo.
Sacó un precioso puñal con la hoja hecha de Kairouseki y con el símbolo del gobierno grabado. Era su precioso Eagle Red. De modo que lo había metido ahí, ahora soltó una leve carcajada al verlo de nuevo pues lo estaba buscando, después soltó un leve suspiro y lo metió en su bolsillo de nuevo. Activó el haki de observación con toda la potencia posible para detectar más gente, nunca se sabía cuando podían volver a atacarles. – Bueno a ver si acabamos el jodido caso de una vez, estoy deseando volver a la base de una vez por todas. –Dijo eso último mirando a su compañera y jefa al mismo tiempo que entrecerraba los ojos y se ponía a tararear una extraña canción.
Las palabras de la chica en parte tenían razón, de modo que ahora se levantó suspirando y vio un agujero en su pantalón por dónde se veía la ropa interior. Bajó algo más su chaqueta del traje para que no se notara mucho y empezó a caminar hacia dónde estaba su compañera y aquel extraño murciélago. El agente de grado cuatro empezó a sonreír cuando aquella cosa pidió saber dónde había ruinas cercanas. Estuvo a punto de decirle que la peliverde era en sí una ruina pero no se atrevía y decidió dejar de hacer el tonto un rato para centrarse. – Bueno voy a calmarme un rato. A ver no podemos decir nada hasta que hayáis dado el testimonio adecuado. Después si todo está correcto podréis largaros a dónde gustéis. – Una vez dijo eso miró en su bolsillo derecho y notó algo.
Sacó un precioso puñal con la hoja hecha de Kairouseki y con el símbolo del gobierno grabado. Era su precioso Eagle Red. De modo que lo había metido ahí, ahora soltó una leve carcajada al verlo de nuevo pues lo estaba buscando, después soltó un leve suspiro y lo metió en su bolsillo de nuevo. Activó el haki de observación con toda la potencia posible para detectar más gente, nunca se sabía cuando podían volver a atacarles. – Bueno a ver si acabamos el jodido caso de una vez, estoy deseando volver a la base de una vez por todas. –Dijo eso último mirando a su compañera y jefa al mismo tiempo que entrecerraba los ojos y se ponía a tararear una extraña canción.
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Catherine empieza a caminar hacia la costa de la isla. Espera que su compañero y los civiles la acompañen. Ha llegado en un pequeño barco de incógnito, con unos cuantos agentes más, entre los que está Mathew. Posiblemente él tenga alguna idea y pueda ayudarles en la toma de declaraciones.
- Bien, vamos a avanzar hacia el barco y una vez terminemos, seréis libres de continuar con vuestras actividades -mira al murciélago-. No, lo siento, no conozco ruinas en esta isla. Tan solo he sido enviada para realizar una misión y por desgracia no tiene nada que ver con ruinas antiguas.
En ese momento, el Den-Den Mushi de la mujer suena, acuciante. La chica de pelo verde lo agarra con presteza y abre la comunicación.
- Aquí agente CK. ¿Qué ocurre? -pregunta con tono neutro.
- Hemos encontrado al objetivo. Parece ser que huye hacia el noreste -la voz de Mathew suena al otro lado de la linea-. ¿Dónde estáis?
- Saliendo del pueblo. -la mujer se tensa ante la información.
- Interceptadlo en las coordenadas -43, 18.
- Negativo, hay civiles con nosotros -la joven mira a Castor, frunciendo el ceño, y acto seguido, añade-. Dejaré a mi compañero con estas personas e iré hacia ahí.
- Lo copio. -la comunicación se cierra y Catherine suelta un suspiro.
- ¿Podrás llevar a estos hombres al barco que hay en la costa para tomarles declaración? El objetivo se mueve, y no quiero que se queden solos... -la mujer se lleva la mano a la barbilla, pensativa-. En realidad, creo que puedes tomarles declaración tu mismo. Si no tienen nada sospechoso, déjalos ir y reúnete conmigo en esa dirección. -la mujer señala hacia una calle del lugar, y acto seguido sale corriendo como una exhalación.
- Bien, vamos a avanzar hacia el barco y una vez terminemos, seréis libres de continuar con vuestras actividades -mira al murciélago-. No, lo siento, no conozco ruinas en esta isla. Tan solo he sido enviada para realizar una misión y por desgracia no tiene nada que ver con ruinas antiguas.
En ese momento, el Den-Den Mushi de la mujer suena, acuciante. La chica de pelo verde lo agarra con presteza y abre la comunicación.
- Aquí agente CK. ¿Qué ocurre? -pregunta con tono neutro.
- Hemos encontrado al objetivo. Parece ser que huye hacia el noreste -la voz de Mathew suena al otro lado de la linea-. ¿Dónde estáis?
- Saliendo del pueblo. -la mujer se tensa ante la información.
- Interceptadlo en las coordenadas -43, 18.
- Negativo, hay civiles con nosotros -la joven mira a Castor, frunciendo el ceño, y acto seguido, añade-. Dejaré a mi compañero con estas personas e iré hacia ahí.
- Lo copio. -la comunicación se cierra y Catherine suelta un suspiro.
- ¿Podrás llevar a estos hombres al barco que hay en la costa para tomarles declaración? El objetivo se mueve, y no quiero que se queden solos... -la mujer se lleva la mano a la barbilla, pensativa-. En realidad, creo que puedes tomarles declaración tu mismo. Si no tienen nada sospechoso, déjalos ir y reúnete conmigo en esa dirección. -la mujer señala hacia una calle del lugar, y acto seguido sale corriendo como una exhalación.
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Mierda, mierda, mierda, parecía que iban tras el mismo tío que yo, y si lo cogían sería muy complicado matarlo, y más aún que no lo relacionaran conmigo a pesar de todas las medidas que tomaba para parecerme lo más mínimo a mi forma normal. Malditos agentes del gobierno, siempre inmiscuyéndose en mis negocios. Cuando la chica dejó de hablar y salió corriendo dejándonos con el loco supe que aquello no podía acabar bien, al menos tenía una ventaja, no sabía que podía hacer como él, ahora que lo pensaba su metal era de un color parecido al mío. Si conseguía acercarme lo suficiente hasta el hombre que era mi objetivo y solo veían un líquido color plateado ese agente estaría en problemas. No me gustaba la idea de fastidiar a otros porque sí, pero total, ese hombre ya parecía no ser apto para el servicio, en cierto modo estaba ayudando al Cipher Pol.
Esperaba que las preguntas del loco fueran cortas y rápidas de contestar para poder irme enseguida y empezar a poner en marcha mi plan, esperaría a aquellos tipos cerca del puerto para acabar con el mafioso, si es que era el mismo que yo buscaba, si no, tendría tiempo de sobra para localizar al que yo buscaba y acabar con el tranquilamente.
Esperaba que las preguntas del loco fueran cortas y rápidas de contestar para poder irme enseguida y empezar a poner en marcha mi plan, esperaría a aquellos tipos cerca del puerto para acabar con el mafioso, si es que era el mismo que yo buscaba, si no, tendría tiempo de sobra para localizar al que yo buscaba y acabar con el tranquilamente.
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Tras irse la peliverde corriendo, el castaño esperó unos momentos hasta que la notó bien lejos con su haki de observación. Ahora miró a aquellos dos y metió la mano en su bolsillo, sacando su último cigarro y encendiéndolo. Dio una enorme calada soltando el humo de forma lenta y miró a aquellos dos de forma calmada. Estaba deseando largarse y cuanto antes acabara mejor. Por su mente pasaba la idea de comprobar el grupo sanguíneo, si eran usuarios e incluso el estilo de lucha y todo. Tampoco había que exagerar y decidió hacer un poco la vista gorda y no ser tan estricto.
Sonrió de lado y ahora se acercó un poco a ellos. – Bueno tan solo quiero que me digáis unas respuestas y os dejaré marchar. Es fácil y ninguno se llevará un tiro, de modo que sed totalmente sinceros. – No pudo evitar sonreír de lado mirándolos un poco sádico. Tan pronto como había decido ser bueno ahora había cambiado de opinión, estaba totalmente chalado. – Vais a decirme lo siguiente por orden. Nombre, edad, isla de origen, si disponéis de una fruta del diablo consumida y cuál es. También vuestro grupo sanguíneo. Estos datos me servirán para poder buscaros si la liais alguno de los dos. – Volvió a soltar el humo de forma algo exagerada.
Sus ojos estaban clavados en los del murciélago y luego pasaron a los del otro hombre, estaba pasándolo en grande pero pronto les dejaría irse. – Una vez lo digáis seguramente os haga tocar mi puñal de Kairouseki o os pida que os metáis en el agua. No puedo arriesgarme a que me mintáis en ningún dato. De modo que también voy a tomaros una muestra de sangre e investigaré la isla que me digáis. Tengo que hacer bien mi trabajo si quiero cobrar e irme de pu… digo de excursión a la montaña. – No pudo evitar sonreír de nuevo mientras esperaba la contestación de aquellos dos, siempre le gustaba enterarse de todo. Incluso estaba pensando en preguntarles si tenían familia pero ya iba a ser demasiado aburrido. – Vamos, no tardéis. – Añadió con su haki de observación alerta.
Sonrió de lado y ahora se acercó un poco a ellos. – Bueno tan solo quiero que me digáis unas respuestas y os dejaré marchar. Es fácil y ninguno se llevará un tiro, de modo que sed totalmente sinceros. – No pudo evitar sonreír de lado mirándolos un poco sádico. Tan pronto como había decido ser bueno ahora había cambiado de opinión, estaba totalmente chalado. – Vais a decirme lo siguiente por orden. Nombre, edad, isla de origen, si disponéis de una fruta del diablo consumida y cuál es. También vuestro grupo sanguíneo. Estos datos me servirán para poder buscaros si la liais alguno de los dos. – Volvió a soltar el humo de forma algo exagerada.
Sus ojos estaban clavados en los del murciélago y luego pasaron a los del otro hombre, estaba pasándolo en grande pero pronto les dejaría irse. – Una vez lo digáis seguramente os haga tocar mi puñal de Kairouseki o os pida que os metáis en el agua. No puedo arriesgarme a que me mintáis en ningún dato. De modo que también voy a tomaros una muestra de sangre e investigaré la isla que me digáis. Tengo que hacer bien mi trabajo si quiero cobrar e irme de pu… digo de excursión a la montaña. – No pudo evitar sonreír de nuevo mientras esperaba la contestación de aquellos dos, siempre le gustaba enterarse de todo. Incluso estaba pensando en preguntarles si tenían familia pero ya iba a ser demasiado aburrido. – Vamos, no tardéis. – Añadió con su haki de observación alerta.
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