Angeline Labelle
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El rubio llevaba ya unos días amargado en el barco de tanto estar solo y de tan poca acción. Dado esto, una vez llegaron con el barco a lo que parecía ser una isla, decidió saltar del barco de la banda y aventurarse en solitario por esta isla. Ese día vestía una camiseta de tirantes de color rojo y unos pantalones cortos de color blanco, una combinación extraña pero que iba a juego con sus sandalias de estos dos colores. No era un maniático de la moda pero no vestía cualquier cosa.
Una vez salté del barco estiré los brazos y las piernas, llevaba unas 3 semanas sin encontrar ninguna isla y esa isla implicaba acción y aventura. Recogí todas mis armas y empecé a explorar esa pequeña o no tan pequeña isla, todo demostraba que era una isla prehistórica. Dado que me había movido unos 100 pasos del barco y un bicho gigante me empezó a seguir de forma descontrolada y furiosa, tenía forma de dinosaurio y todo llamaba a que era uno. Era extraño, estos se habían extinguido hace millones de años y no entendía que demonios hacía ahí uno vivo, moviéndose y siguiéndome sin parar. Aún siendo extraño, habían cosas más extrañas en este mar llamado Grand Line de lo que yo pudiera imaginar alguna vez. El dinosaurio aún me seguía a su máxima velocidad, que no parecía normal para su tamaño, este se movía a unos 50 km/h y eso no era normal en un monstruo de unos 6 metros de altura. No tuve otra opción que transformarme en mi forma híbrida y adelantarme a este hasta esconderme dentro de una pequeña cueva.
Esperé dentro de la cueva hasta que el dinosaurio pasó de largo y no volvió, dentro, volví a mi forma humana y me giré a ver que me encontraba dentro de la cueva. Poco tuve que girar la cabeza y darme cuenta que unas gotas empezaron a caer sobre mi cara, una vez miré de donde provenían me apresuré lo más rápido a rodar sobre el suelo para que no me pillase. Era un tigre, un tigre gigantesco y las gotas que había sentido no eran agua, eran babas de tigre, parece que este había encontrado su almuerzo. El tigre se abalanzó sobre mi y por poco me quita todo el brazo, menos mal que lo pude evitar rodando a su derecha. Pero no fue del todo bien, porque me llevé un rasguño en mi brazo izquierdo y este empezaba a sangrar, poco, pero molesto. Para escapar del tigre lo único que se me ocurrió, fue cambiar a mi forma completa de guepardo y correr sin mirar hacía atrás. Corrí y corrí durante unos 15 minutos hasta encontrarme con que ya no había más tierra para correr y todo lo que se veía era agua. Me había encontrado con una playa y según parecía se encontraba al norte de la isla, me dí cuenta de esto al mirar al sol y recordar como se veía desde el barco al llegar. Mis métodos de orientación eran bastante básicos pero no solían fallar.
Al no tener donde correr miré hacía atrás para ver si aún me seguía el monstruo de antes, pero parecía que ya había perdido el apetito en alguien tan escurridizo como yo y se fue de vuelta a su casa. No tenía nada que hacer por ahí y me quedé sentado en el suelo con la espalda apoyada en una palmera relajándome por haber corrido tanto.
Una vez salté del barco estiré los brazos y las piernas, llevaba unas 3 semanas sin encontrar ninguna isla y esa isla implicaba acción y aventura. Recogí todas mis armas y empecé a explorar esa pequeña o no tan pequeña isla, todo demostraba que era una isla prehistórica. Dado que me había movido unos 100 pasos del barco y un bicho gigante me empezó a seguir de forma descontrolada y furiosa, tenía forma de dinosaurio y todo llamaba a que era uno. Era extraño, estos se habían extinguido hace millones de años y no entendía que demonios hacía ahí uno vivo, moviéndose y siguiéndome sin parar. Aún siendo extraño, habían cosas más extrañas en este mar llamado Grand Line de lo que yo pudiera imaginar alguna vez. El dinosaurio aún me seguía a su máxima velocidad, que no parecía normal para su tamaño, este se movía a unos 50 km/h y eso no era normal en un monstruo de unos 6 metros de altura. No tuve otra opción que transformarme en mi forma híbrida y adelantarme a este hasta esconderme dentro de una pequeña cueva.
Esperé dentro de la cueva hasta que el dinosaurio pasó de largo y no volvió, dentro, volví a mi forma humana y me giré a ver que me encontraba dentro de la cueva. Poco tuve que girar la cabeza y darme cuenta que unas gotas empezaron a caer sobre mi cara, una vez miré de donde provenían me apresuré lo más rápido a rodar sobre el suelo para que no me pillase. Era un tigre, un tigre gigantesco y las gotas que había sentido no eran agua, eran babas de tigre, parece que este había encontrado su almuerzo. El tigre se abalanzó sobre mi y por poco me quita todo el brazo, menos mal que lo pude evitar rodando a su derecha. Pero no fue del todo bien, porque me llevé un rasguño en mi brazo izquierdo y este empezaba a sangrar, poco, pero molesto. Para escapar del tigre lo único que se me ocurrió, fue cambiar a mi forma completa de guepardo y correr sin mirar hacía atrás. Corrí y corrí durante unos 15 minutos hasta encontrarme con que ya no había más tierra para correr y todo lo que se veía era agua. Me había encontrado con una playa y según parecía se encontraba al norte de la isla, me dí cuenta de esto al mirar al sol y recordar como se veía desde el barco al llegar. Mis métodos de orientación eran bastante básicos pero no solían fallar.
Al no tener donde correr miré hacía atrás para ver si aún me seguía el monstruo de antes, pero parecía que ya había perdido el apetito en alguien tan escurridizo como yo y se fue de vuelta a su casa. No tenía nada que hacer por ahí y me quedé sentado en el suelo con la espalda apoyada en una palmera relajándome por haber corrido tanto.
- Aclaración:
- Mi brazo ya esta vendado y no será un problema en nuestra batalla ya que no es más que un corte superficial.
A parte de eso, el tiempo en la isla es soleado y no hay casi nubes, por lo tanto no habrá lluvia. Si tienes cualquier problema, me puedes avisar por mp.
Syrio Forel
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Era la primera vez que llegaba a un sitio de esas características. Era una enorme isla selvática, de clima húmedo y muy caluroso. Le costaba llevar todas las prendas que llevaba siempre. No sólo era una isla muy grande, también lo eran los seres que vivían ahí, pues había dinosaurios. Habían sido muy agudos los que decidieron llamarla Little Garden. Una isla atrapada en el tiempo en el que todavía vivían especies que en el resto del mundo ya se habían extinguido, de ahí las colosales criaturas y los altísimos árboles de la zona.
¿Cómo es que había llegado Syrio, un amante del arte, a un lugar de estas características? Muy sencillo. Syrio Forel se había embarcado junto a una tripulación de turistas que querían visitar y ver con sus propios ojos las leyendas que se escuchaban a lo largo y ancho de ese mar por de Little Garden. El espadachín también escuchó esas historias, aunque apenas unas cuantas vagas y fantasiosas descripciones sobre ñas criaturas que habían, exagerando demasiado sus dimensiones y otorgándoles poderes sobrenaturales. Le parecía tan rocambolesco que se decidió por ir en persona a verla.
Ya llevaba más de un día en esa isla. Llegaron sobre el medio día del día anterior y nada más llegar fueron perseguidos por varios dinosaurios carnívoros. Se desperdigaron y poco a poco fueron desapareciendo. Obviamente era un lugar peligroso para simples ciudadanos. Inclluso él tuvo problemas para sobrevivir esa noche. Tuvo que esconderse en un la copa de un árbol, lejos de los afilados colmillos que siempre acechaban. Ni siquiera así pudo dormir del todo, pues también habían muchos animales arborícoras que se dedicaban a pegarle pequeños mordiscos. Tuvo que usar su espada en multitud de ocasiones. Se estaba arrepintiendo de haber ido a ese lugar. Su inmensa curiosidad le había llevado, nuevamente, por un oscuro sendero del que no sería fácil salir. Se preguntaba si el barco en el que había venido todavía seguiría en el puerto.
Siguió paseando por la isla, procurando hacer sus pasos los más ligeros y sutiles posibles. Una madre leona estaría orgullosa de lo silencioso que podía llegar a ser el espadachín. Consiguió evadir a todos las bestias durante bastante rato. Sin embargo se terminó encontrando algo que no se esperaba. Otra persona más, que era mucho más rápido y ágil que él, pues había logrado librarse de un monstruo contra el que Syrio habría tenido muy pocas posibilidades. No sabía quién era pues pudo ver claramente que no era uno de los que se había embarcado con él cuando decidió hacer "turismo rural". Se acercó sigilosamente al hombre que estaba sentado en la palmera y cuando estuvo lo suficientemente cerca comenzó a hablarle sin más rodeos. -Sois más rápido y ágil de lo que me imaginaba. No esperaba que alguien pudiera escapar de esos monstruos. Mi nombre es Syrio Forel, ¿cómo os llamáis?
¿Cómo es que había llegado Syrio, un amante del arte, a un lugar de estas características? Muy sencillo. Syrio Forel se había embarcado junto a una tripulación de turistas que querían visitar y ver con sus propios ojos las leyendas que se escuchaban a lo largo y ancho de ese mar por de Little Garden. El espadachín también escuchó esas historias, aunque apenas unas cuantas vagas y fantasiosas descripciones sobre ñas criaturas que habían, exagerando demasiado sus dimensiones y otorgándoles poderes sobrenaturales. Le parecía tan rocambolesco que se decidió por ir en persona a verla.
Ya llevaba más de un día en esa isla. Llegaron sobre el medio día del día anterior y nada más llegar fueron perseguidos por varios dinosaurios carnívoros. Se desperdigaron y poco a poco fueron desapareciendo. Obviamente era un lugar peligroso para simples ciudadanos. Inclluso él tuvo problemas para sobrevivir esa noche. Tuvo que esconderse en un la copa de un árbol, lejos de los afilados colmillos que siempre acechaban. Ni siquiera así pudo dormir del todo, pues también habían muchos animales arborícoras que se dedicaban a pegarle pequeños mordiscos. Tuvo que usar su espada en multitud de ocasiones. Se estaba arrepintiendo de haber ido a ese lugar. Su inmensa curiosidad le había llevado, nuevamente, por un oscuro sendero del que no sería fácil salir. Se preguntaba si el barco en el que había venido todavía seguiría en el puerto.
Siguió paseando por la isla, procurando hacer sus pasos los más ligeros y sutiles posibles. Una madre leona estaría orgullosa de lo silencioso que podía llegar a ser el espadachín. Consiguió evadir a todos las bestias durante bastante rato. Sin embargo se terminó encontrando algo que no se esperaba. Otra persona más, que era mucho más rápido y ágil que él, pues había logrado librarse de un monstruo contra el que Syrio habría tenido muy pocas posibilidades. No sabía quién era pues pudo ver claramente que no era uno de los que se había embarcado con él cuando decidió hacer "turismo rural". Se acercó sigilosamente al hombre que estaba sentado en la palmera y cuando estuvo lo suficientemente cerca comenzó a hablarle sin más rodeos. -Sois más rápido y ágil de lo que me imaginaba. No esperaba que alguien pudiera escapar de esos monstruos. Mi nombre es Syrio Forel, ¿cómo os llamáis?
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Me encontraba recostado en la palmera y soplé de forma aliviada, el bicho de antes ya no me seguía y seguramente podría seguir mi camino en esa inmensa isla poco poblada. No entendía porque se oían ruidos por el gran y frondoso bosque pero parecían chillidos humanos, no les dí mucha importancia, cualquiera que intentase visitar esta isla se ponía en peligro de muerte y no iba a ser yo el que lo ayudara a salvarse, pues no era la niñera de nadie. Entre los arboles se veían varias ramas que podría usar, también había un montón de lianas colgando de los arboles, en caso de necesitar huir, tenía la forma de hacerlo, ahora lo que me quedaba era investigar lo que había al oeste de la isla, pues era por lo que había venido aquí.
Estaba a punto de levantarme de donde estaba sentado cuando de repente una voz me hizo girarme de repente, un forastero andaba suelto por ahí y como cualquier forastero, no puede ser uno normal, pues ninguna persona con dos dedos de frente se atrevería a ir a esa isla en busca de amistad. Este se quedó sorprendido por mi habilidades de escapar de los animales, parece ser que me había estado vigilando desde antes y todo esto conllevaba menos confianza hacía el por mi parte, pues no me gustaba la gente que se quedaba a vigilar-te sin una razón y yo quería saber si este tenía una. No tardó mucho y me dio su nombre, podría ser el real o no, eso no lo podría saber pero le llamaría Syrio desde entonces. No tenía otra opción que dar mi nombre y después preguntarle que hacía en esa isla, si su respuesta resultase inadecuada atacaría sin falta.
-Hola, ¿que demonios hace un forastero por aquí?, este no es un bonito lugar para hacer amigos, es más, aquí los animales solo intentan aniquilarte. En cuanto a como he escapado, es gracias a mi agilidad, pues es lo que mejor se me da, correr y saltar, aunque no te convendría empezar una pelea, pues podríamos acabar los dos muy mal en este bosque. Y por último quería presentarme, mi nombre es Kryword, Kito D. Kryword y estoy en busca de alguna información sobre un tesoro desaparecido por esta isla, pero no tengo porque darte más detalles, al fin y al cabo, no se si debería fiarme de ti.- Tras decir estas frases con un tono intermedio entre amistad y enemistad esperé su respuesta, necesitaba saber si debía confiar en el o no.
Estaba a punto de levantarme de donde estaba sentado cuando de repente una voz me hizo girarme de repente, un forastero andaba suelto por ahí y como cualquier forastero, no puede ser uno normal, pues ninguna persona con dos dedos de frente se atrevería a ir a esa isla en busca de amistad. Este se quedó sorprendido por mi habilidades de escapar de los animales, parece ser que me había estado vigilando desde antes y todo esto conllevaba menos confianza hacía el por mi parte, pues no me gustaba la gente que se quedaba a vigilar-te sin una razón y yo quería saber si este tenía una. No tardó mucho y me dio su nombre, podría ser el real o no, eso no lo podría saber pero le llamaría Syrio desde entonces. No tenía otra opción que dar mi nombre y después preguntarle que hacía en esa isla, si su respuesta resultase inadecuada atacaría sin falta.
-Hola, ¿que demonios hace un forastero por aquí?, este no es un bonito lugar para hacer amigos, es más, aquí los animales solo intentan aniquilarte. En cuanto a como he escapado, es gracias a mi agilidad, pues es lo que mejor se me da, correr y saltar, aunque no te convendría empezar una pelea, pues podríamos acabar los dos muy mal en este bosque. Y por último quería presentarme, mi nombre es Kryword, Kito D. Kryword y estoy en busca de alguna información sobre un tesoro desaparecido por esta isla, pero no tengo porque darte más detalles, al fin y al cabo, no se si debería fiarme de ti.- Tras decir estas frases con un tono intermedio entre amistad y enemistad esperé su respuesta, necesitaba saber si debía confiar en el o no.
Syrio Forel
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Era un joven pequeño y bastante más joven que él. No dejaba de sorprenderle que tuviera semejante nivel. En ese mundo la edad no tenía nada que ver con la fuerza, pues pese a ser él un adulto, ya se había encontrado con otros "niños" excepcionales, con mucho más talento del que él tenía cuando tenía esa edad. -"A estos infantes les espera un porvenir brillante"- auguró Forel pensando en el chico con el que acababa de encontrarse y acordándose del otro con el que tuvo un duelo en Hallstat hace ya un tiempo. En parte se preguntaba como estaría Starus. Tenía ganas de volver a enfrentarse con él.
Volvió a fijar sus ojos en los de rubio que le respondía y se presentaba. Hacíase llamar Kito D. Kryword y le dijo él motivo por el que se encontraba en aquella monstruosa isla. Como suponía no era un turista y sus motivos eran radicalmente diferentes a los suyos. Según decía él, estaba en busca de un tesoro. Sin embargo no habló más de ello, alegando que no se fiaba de Syrio. En parte tenía razón. Eran dos completos desconocidos. ¿Por qué deberían de colaborar? ¿Por qué debería de contarle sus cosas? ¿Por qué debían de ser amistosos el uno con el otro? No había ninguna respuesta lógica a todas aquellas preguntas. -Porque somos humanos y no tendemos a matarnos entre nosotros -respondió casi automáticamente el espadachín-. Es la base de nuestra civilización, muchacho
Hizo una breve pausa mientras levantaba el índice como pidiendo algo de tiempo. -Y además... Tengo algo que podría interesaros...- Buscó en dentro de su capa y sacó una vieja libreta. En ella apuntaba todo lo interesante que le ocurría, además de algunos de sus pensamientos, trucos de magia que se le iban ocurriendo e incluso algunas historias que él mismo se inventaba. Un hombre versado en las artes como él debía de poder tener un mínimo de nivel como escritor, aunque sabía que ése no era su verdadero talento. Pasó las hojas rápidamente usando su pulgar mojada en saliva y buscó uno de los apuntes que había hecho en el barco cuando escuchaba las indicaciones del guía. A pesar de lo fantasiosas que pudiera resultar las declaraciones de ese hombre, algo de cierto tenían pues los dinosaurios realmente existían.
-Mirad, aquí está -dijo de pronto señalando una hoja mientras empezaba a leer-. Bajo el reflejo azul, entre las profundidades de los orígenes de la vida... -Leyó el espadachín entonando mucho la voz, como si se tratase de un narrador de cuento. Siempre era así de teatral, pero cuando recitaba algo más aún. -Eso es lo que dijo textualmente el hombre que guíaba la expedición de turista que venían aquí. Cierto es que ahora anda perdido en las espesura de la jungla en la cual nos hallamos. Pero aparte de esa pequeña estrofa a modo de metáfora no tenéis ninguna otra pista, Kito D. Kryword. Me gustaría acompañaros a buscar ese tesoro, me hace falta algo más de aventura para mi libro de memorias. Si existiese algún lago o río en esta isla sería un buen comienzo -argumentó.
Volvió a fijar sus ojos en los de rubio que le respondía y se presentaba. Hacíase llamar Kito D. Kryword y le dijo él motivo por el que se encontraba en aquella monstruosa isla. Como suponía no era un turista y sus motivos eran radicalmente diferentes a los suyos. Según decía él, estaba en busca de un tesoro. Sin embargo no habló más de ello, alegando que no se fiaba de Syrio. En parte tenía razón. Eran dos completos desconocidos. ¿Por qué deberían de colaborar? ¿Por qué debería de contarle sus cosas? ¿Por qué debían de ser amistosos el uno con el otro? No había ninguna respuesta lógica a todas aquellas preguntas. -Porque somos humanos y no tendemos a matarnos entre nosotros -respondió casi automáticamente el espadachín-. Es la base de nuestra civilización, muchacho
Hizo una breve pausa mientras levantaba el índice como pidiendo algo de tiempo. -Y además... Tengo algo que podría interesaros...- Buscó en dentro de su capa y sacó una vieja libreta. En ella apuntaba todo lo interesante que le ocurría, además de algunos de sus pensamientos, trucos de magia que se le iban ocurriendo e incluso algunas historias que él mismo se inventaba. Un hombre versado en las artes como él debía de poder tener un mínimo de nivel como escritor, aunque sabía que ése no era su verdadero talento. Pasó las hojas rápidamente usando su pulgar mojada en saliva y buscó uno de los apuntes que había hecho en el barco cuando escuchaba las indicaciones del guía. A pesar de lo fantasiosas que pudiera resultar las declaraciones de ese hombre, algo de cierto tenían pues los dinosaurios realmente existían.
-Mirad, aquí está -dijo de pronto señalando una hoja mientras empezaba a leer-. Bajo el reflejo azul, entre las profundidades de los orígenes de la vida... -Leyó el espadachín entonando mucho la voz, como si se tratase de un narrador de cuento. Siempre era así de teatral, pero cuando recitaba algo más aún. -Eso es lo que dijo textualmente el hombre que guíaba la expedición de turista que venían aquí. Cierto es que ahora anda perdido en las espesura de la jungla en la cual nos hallamos. Pero aparte de esa pequeña estrofa a modo de metáfora no tenéis ninguna otra pista, Kito D. Kryword. Me gustaría acompañaros a buscar ese tesoro, me hace falta algo más de aventura para mi libro de memorias. Si existiese algún lago o río en esta isla sería un buen comienzo -argumentó.
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