El día que conocí un extraño compañero[Privado Buru - Altaïr]

Off:

Había llegado a una isla legendaria, una isla que mucho tiempo atrás, había sido la fuente de información más grande del mundo e incluso había sido destruida por una cosa relacionada con esto, una ciudad que tenía un fuerte atractivo por haber sido una enorme fuente de información y por su historia. Así que eso era el motivo por el cual había venido, esperando recolectar información de antiguas civilizaciones, quería saber donde podría encontrar un buen tesoro o alguna gruta misteriosa que me llevase a un paraje desconocido y que sea un paraje maravilloso solo por el espectáculo visual.

Pero el empujón de un anciano cincuentón me hizo salir de mis ensoñaciones, pues me había quedado quieto soñando despierto en medio de la pasarela y había hecho una cola enorme de gente que esperaba por bajar a la isla.

-Vale, vale… Joder, no hay que ser tan gilipollas.-Dije mientras bajaba por la pasarela, cabreado por el comportamiento del hombre, viendo la gente que se había quedado viendo la escena y ahora empezaba a moverse de nuevo, joder que putos cotillas.

Puse rumbo para encontrar un lugar donde informarme, al fin y al cabo, no sería tan difícil encontrar uno en una isla que había sido famosa por esa misma razón, así que caminaba por las calles, perdido entre mis pensamientos, y pase al lado de una fuente, en ese momento vi un chicle, un enorme cubo de chicle que estaba moviendo un hombre de tez oscura como el café con una carretilla ¿Qué cojones estaba pasando? Decidí que podía ser muy  interesante el cubo, así que decidí robárselo al señor, me puse al lado derecho de la carretilla y lo cogí con la mano izquierda, levantándolo un momento para después lanzarlo al aire y crear una especie de bandeja que tenía volando solo para cargar al cubo.

-Al parecer hoy no pasare hambre.-Dije refiriéndome al suculento chicle que llevaba levitando en una bandeja de cobalto

Había llegado a Ohara sin mayor contratiempo. Qué había llegado a Ohara, era la pregunta. La gran obra de Fontdechien, un repostero y chocolatero del West Blue, afamado mundialmente. Su obra maestra, un chicle con unas propiedades maravillosas, mágicas casi. En verdad no era más que un gigantesco chicle de fresa, pero al hombre le había hecho muchísima ilusión y lo exponía como si de una obra maestra se tratara. Aquel hombre era especialito, pensaba el chicle a veces, o eso decía el hombre que lo cargaba. En verdad era muy probable que el chicle no tuviera identidad real, pero a él le gustaba llamarlo Buru. El cargador de Buru era un hombre negro, mayor y musculoso, aunque Buru no sabía esto. De hecho, Buru no sabía ni que era un chicle, pero era feliz. O eso decía el negro.

Lo subieron (o la subieron. ¿De qué sexo puede ser un chicle? Porque claro, también es la goma de mascar... En fin, que me pierdo) a una hermosa carretilla de ébano, lacada en chocolate, demostrando el buen gusto de Fountdechien, tapando con cromados la hermosura de la madera más noble. Pero eso, que lo bajaron del barco subido en la carrteilla, protegido por su guardián y cargador, que iba de camino a la biblioteca, donde se supone lo expondrían con orgullo ante la atenta mirada de eruditos que, secretamente, no entenderían un pimiento por qué un negro protegía un chicle. Bueno, negro o blanco, o un caballo. La cosa era que aquello no tenía sentido, aunque el chicle, no sabía nada de esto. Por suerte, porque su ira podría ser temible.

Y de repente, en medio del camino, alguien lo afanó. Buru fue secuestrado de una forma extraña, por alguien muy extraño, a quien el pobre chicle no podía reconocer (no reconocía a nadie, de hecho), pero se sentía (si pudiera sentir) muy compungido ante la circunstancia. Qué raro era todo aquello. ¿Qué sucedería a continuación?

Y ahí, empezaron los problemas, pensé que al robar el enorme chicle me podría ir tan pancho, pero escuche unos pasos rápidos y pude ver como el negro me perseguía ¿En qué cojones pensaba? No quería pelear ese día y destruir una parte de la isla, haciendo que me vetasen entrar en ella, por lo que me decante por correr, sabía que era más rápido que el hombre y para hacer más fácil mi huida, subí a los tejados, creando pequeñas plataformas de cobalto que tras pasar hacía desaparecer, por lo que le sería imposible perseguirme, pero ese hombre era jodidamente persistente, pues buscaba un modo alternativo de subir.

-¡Déjame en paz, es mi comida!-Le gritaba al hombre que intentaba dar la vuelta a la casa, buscando unas escaleras, pero para mi suerte, las casas estaban pegadas por lo que con un salto, llegue a la que estaba al lado, en un intento de huir de aquel sujeto.

Pero aun así, tras haber saltado a dos casas colindantes mas, el hombre llego al tejado y reanudo la persecución del chicle, que parecía un tesoro para el por como lo perseguía.

-¿Por qué te interesa tanto el maldito chicle? Es un jodido chicle joder, yo solo quiero no pasar hambre.-Le gritaba mientras saltaba de casa en casa intentando huir de él, con el chicle en la bandeja de cobalto a mi lado.