Shad M. Ashi
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fuerza
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Agilidad
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Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
En solitario tan solo vagaba y vagaba por el ancho mar, únicamente acompañado de mi espada, un pequeño bote proporcionado por Kedra, y mis vagos recuerdos. Estos eran lo único que me quedaba de mi clan, además de mi arma y técnicas de combate, aunque tan solo estaban en mi mente, mi cuerpo todavía no había sido suficientemente preparado para poder llevarlas a cabo. Se trataban de técnicas realmente complicadas que mi cuerpo no estaba preparado para realizar, todavía necesitaba entrenar mi agilidad y reflejos. Y para ello era éste viaje en solitario.
Mi capitán puede ser más comprensivo de lo que me podría esperar jamás. En el barco de los Kage Akuma todavía no había mantenido contacto con casi ninguno que no fuese el mismísimo capitán. Al resto no les conocía, y por lo tanto no era capaz de confiar en ellos como lo hacía en Kedra. Si bien es cierto que Kedra tenía confianza en ellos, yo no era como él. No siempre se puede dar el caso de que los aliados de tus aliados sean tus propios aliados, aunque los enemigos siempre lo puedan ser. El lider de mi nuevo clan merecía todo mi respeto y sabía que podía contar con mi espada siempre que le hiciera falta. Menos en ésta ocasión.
Ocurrió hacía tan solo un par de días. Me encontraba en mi propia habitación en el barco, y de improvisto Kedra entró sin avisar. Yo estaba concentrándome con mi espada, tratando de alcanzar un punto de comprensión que desconocía exactamente cual era, tan solo sabía que en mi clan aquello era una técnica de alto rango que pocas personas eran capaces de alcanzar a comprender, y que tan solo de esa forma podrían llegar a dominarla. En aquella ocasión yo estuve sentado con las piernas cruzadas, la espada en el regazo y las manos posadas sobre su filo. Con los ojos cerrados trataba de concentrarme en ella, pero no comprendía exactamente que debía de hacer. Aquellas enseñanzas todavía no habían llegado hasta mí, y si quería dominar dicha técnica tendría que comenzar desde el principio. Debía descubrír qué tipo de técnica sería y cómo realizarla.
No me enteré de que Kedra estaba allí hasta que me habló, intrigado sobre lo que hacía. Le expliqué lo que era, aunque no estuviera completamente seguro de que de ese modo fuese a conseguir algo, pero no tenía nada mejor que hacer. Le expliqué que necesitaría entrenar más para poder llegar a dominar las grandes técnicas de mi clan algún día. Necesitaba experiencia, y necesitaba someterme a duros entrenamientos específicos para lograr las facultades que necesitaba para ello. Y allí me costaría bastante. Kedra tras mirarme me sugirió comenzar una aventura propia en solitario. Al principio me negué, pero tras su insistencia comprendí que de otra forma me sería realmente complicado avanzar en mi camino hacia el verdadero poder de un Satsujin. Por más que me disgustase alejarme unos días de la banda, Kedra me aseguró que allá donde me guiarían habrían grandes retos, y aunque me advirtió que podrían haber grandes peligros aquello tan solo hizo más que convencerme en emprender dicho viaje.
Con unas sencillas indicaciones y un pequeño mapa con los posibles destinos que podría llegar a alcanzar en mi travesía, me hice a la mar con tan solo un bote y provisiones para menos de cinco días, tal vez cinco si racionaba bien. Me despedí de Kedra con mi palabra de que regresaría en unos días. Él me contestó que se encargaría de buscarme por las islas cercanas en pasar algo más de una semana. En una semana podría llegar a hacer algunos logros con gran esfuerzo. Claro que para ello debería poder llegar a alguna isla, y no como hasta ahora. Llevaba ya dos días y medio vagando por el mar. Las provisiones ya habían sido reducidas a la mitad y no hacía otra cosa más que meditar sobre aquella técnica que trataba de comprender cuando Kedra me sorprendió concentrándome.
Nuevamente me hallaba con la espada en el regazo. El misterio sobre aquella técnica me tenía realmente intrigado y no pararía ni cesaría de investigar acerca de las limitaciones de mi propio cuerpo. No sabía hasta qué punto podría forzarse un cuerpo ni las habilidades límite que podría llegar a desarrollar, hasta qué velocidad podría moverme, con cuál agilidad podría desplazarme, cuanta fuerza podría llegar a tener... Eran cosas que no tenía la menor idea, y seguramente sobre alguna de ellas dominaría la técnica que con tantas ansias trataba de comprender.
Una sacudida del bote me hizo volver en mí. Había ido a parar a cierta isla sin darme cuenta. No conseguía apenas nada con concentrarme de esa forma, tan solo perderme en un mundo de ensueño donde se desvanece todo lo relacionado del mundo real de mi alrededor, pierdo el sentido de cuanto me rodea hasta que algo me hace salir de ese mundo. Cogí el mapa que me había proporcionado Kedra, trataría de averiguar en qué isla me encontraba. Pero apenas tuve tiempo para mirar.
De pronto, una criatura del mar atacó al bote. Con unas increíbles fauces destrozó un pedazo de la madera por donde comenzó a entrar el agua. Me levanté rápidamente con la mano en la empuñadura. El mapa salió volando por una fuerte brisa de aire que sopló en aquél momento. Cayendo sobre la superficie marina a un par de metros. Debía recuperarlo, pero antes debía deshacerme de esa criatura escamosa que acababa de atacarme a escasos metros de poder bajar de aquél bote. Ya casi había llegado a la costa.
Desenfundé la espada con rapidez. La criatura no tardó en aparecer nuevamente atacando la madera, tratando de llegar hacia mí. Por desgracia para él antes se encontró de bruces contra el frío y afilado acero de mi espada, el cual se le clavó entre los ojos. Aquella criatura comenzó a gritar, pero no duró mucho hasta que dejó de moverse. Al retirar la espada de su frente comenzó a sangrar y a volver rojiza el agua cercana. El agua llegaba a mis pies. El bote se hundía. Algo me decía que había llegado a la isla peligrosa de la cual me había hablado Kedra. Aun así iría a comprobarlo.
Tras envainar nuevamente mi espada me lancé al mar para ir en busca de aquél mapa, el cual no tardé en recoger. Tras ello me volví nadando directamente hacia la costa, donde noté movimiento. Al parecer la sangre de aquella criatura, junto a sus gritos, había llamado la atención de los suyos, los cuales comenzaban a reunirse en la costa en busca de su amigo. Algo me decía que estaría entretenido durante un rato. En cuanto pude ponerme en pie para moverme y luchar, guardé el mapa y desenfundé mi espada de nuevo. Al parecer esas bestias acuáticas que se movían a cuatro patas querían pelea. No dudaría en dársela, sería un buen entrenamiento. Combatir con las ropas mojadas agrega peso al cuerpo, lo cual vuelve los movimientos más difíciles, lo cual implica que hay que forzar más los músculos para lograr lo que se desea. Aquellas criaturas no dudaba que se convertirían en un buen rival. Calculaba por encima unas diez bestias buscándome. A ver cuanto tardaba en acabar con ellas.
Mi capitán puede ser más comprensivo de lo que me podría esperar jamás. En el barco de los Kage Akuma todavía no había mantenido contacto con casi ninguno que no fuese el mismísimo capitán. Al resto no les conocía, y por lo tanto no era capaz de confiar en ellos como lo hacía en Kedra. Si bien es cierto que Kedra tenía confianza en ellos, yo no era como él. No siempre se puede dar el caso de que los aliados de tus aliados sean tus propios aliados, aunque los enemigos siempre lo puedan ser. El lider de mi nuevo clan merecía todo mi respeto y sabía que podía contar con mi espada siempre que le hiciera falta. Menos en ésta ocasión.
Ocurrió hacía tan solo un par de días. Me encontraba en mi propia habitación en el barco, y de improvisto Kedra entró sin avisar. Yo estaba concentrándome con mi espada, tratando de alcanzar un punto de comprensión que desconocía exactamente cual era, tan solo sabía que en mi clan aquello era una técnica de alto rango que pocas personas eran capaces de alcanzar a comprender, y que tan solo de esa forma podrían llegar a dominarla. En aquella ocasión yo estuve sentado con las piernas cruzadas, la espada en el regazo y las manos posadas sobre su filo. Con los ojos cerrados trataba de concentrarme en ella, pero no comprendía exactamente que debía de hacer. Aquellas enseñanzas todavía no habían llegado hasta mí, y si quería dominar dicha técnica tendría que comenzar desde el principio. Debía descubrír qué tipo de técnica sería y cómo realizarla.
No me enteré de que Kedra estaba allí hasta que me habló, intrigado sobre lo que hacía. Le expliqué lo que era, aunque no estuviera completamente seguro de que de ese modo fuese a conseguir algo, pero no tenía nada mejor que hacer. Le expliqué que necesitaría entrenar más para poder llegar a dominar las grandes técnicas de mi clan algún día. Necesitaba experiencia, y necesitaba someterme a duros entrenamientos específicos para lograr las facultades que necesitaba para ello. Y allí me costaría bastante. Kedra tras mirarme me sugirió comenzar una aventura propia en solitario. Al principio me negué, pero tras su insistencia comprendí que de otra forma me sería realmente complicado avanzar en mi camino hacia el verdadero poder de un Satsujin. Por más que me disgustase alejarme unos días de la banda, Kedra me aseguró que allá donde me guiarían habrían grandes retos, y aunque me advirtió que podrían haber grandes peligros aquello tan solo hizo más que convencerme en emprender dicho viaje.
Con unas sencillas indicaciones y un pequeño mapa con los posibles destinos que podría llegar a alcanzar en mi travesía, me hice a la mar con tan solo un bote y provisiones para menos de cinco días, tal vez cinco si racionaba bien. Me despedí de Kedra con mi palabra de que regresaría en unos días. Él me contestó que se encargaría de buscarme por las islas cercanas en pasar algo más de una semana. En una semana podría llegar a hacer algunos logros con gran esfuerzo. Claro que para ello debería poder llegar a alguna isla, y no como hasta ahora. Llevaba ya dos días y medio vagando por el mar. Las provisiones ya habían sido reducidas a la mitad y no hacía otra cosa más que meditar sobre aquella técnica que trataba de comprender cuando Kedra me sorprendió concentrándome.
Nuevamente me hallaba con la espada en el regazo. El misterio sobre aquella técnica me tenía realmente intrigado y no pararía ni cesaría de investigar acerca de las limitaciones de mi propio cuerpo. No sabía hasta qué punto podría forzarse un cuerpo ni las habilidades límite que podría llegar a desarrollar, hasta qué velocidad podría moverme, con cuál agilidad podría desplazarme, cuanta fuerza podría llegar a tener... Eran cosas que no tenía la menor idea, y seguramente sobre alguna de ellas dominaría la técnica que con tantas ansias trataba de comprender.
Una sacudida del bote me hizo volver en mí. Había ido a parar a cierta isla sin darme cuenta. No conseguía apenas nada con concentrarme de esa forma, tan solo perderme en un mundo de ensueño donde se desvanece todo lo relacionado del mundo real de mi alrededor, pierdo el sentido de cuanto me rodea hasta que algo me hace salir de ese mundo. Cogí el mapa que me había proporcionado Kedra, trataría de averiguar en qué isla me encontraba. Pero apenas tuve tiempo para mirar.
De pronto, una criatura del mar atacó al bote. Con unas increíbles fauces destrozó un pedazo de la madera por donde comenzó a entrar el agua. Me levanté rápidamente con la mano en la empuñadura. El mapa salió volando por una fuerte brisa de aire que sopló en aquél momento. Cayendo sobre la superficie marina a un par de metros. Debía recuperarlo, pero antes debía deshacerme de esa criatura escamosa que acababa de atacarme a escasos metros de poder bajar de aquél bote. Ya casi había llegado a la costa.
Desenfundé la espada con rapidez. La criatura no tardó en aparecer nuevamente atacando la madera, tratando de llegar hacia mí. Por desgracia para él antes se encontró de bruces contra el frío y afilado acero de mi espada, el cual se le clavó entre los ojos. Aquella criatura comenzó a gritar, pero no duró mucho hasta que dejó de moverse. Al retirar la espada de su frente comenzó a sangrar y a volver rojiza el agua cercana. El agua llegaba a mis pies. El bote se hundía. Algo me decía que había llegado a la isla peligrosa de la cual me había hablado Kedra. Aun así iría a comprobarlo.
Tras envainar nuevamente mi espada me lancé al mar para ir en busca de aquél mapa, el cual no tardé en recoger. Tras ello me volví nadando directamente hacia la costa, donde noté movimiento. Al parecer la sangre de aquella criatura, junto a sus gritos, había llamado la atención de los suyos, los cuales comenzaban a reunirse en la costa en busca de su amigo. Algo me decía que estaría entretenido durante un rato. En cuanto pude ponerme en pie para moverme y luchar, guardé el mapa y desenfundé mi espada de nuevo. Al parecer esas bestias acuáticas que se movían a cuatro patas querían pelea. No dudaría en dársela, sería un buen entrenamiento. Combatir con las ropas mojadas agrega peso al cuerpo, lo cual vuelve los movimientos más difíciles, lo cual implica que hay que forzar más los músculos para lograr lo que se desea. Aquellas criaturas no dudaba que se convertirían en un buen rival. Calculaba por encima unas diez bestias buscándome. A ver cuanto tardaba en acabar con ellas.
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