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Meses. Ya habían pasado varios meses desde que decidí salir para poder seguir con lo que mi padre dejó a medias. Sin embargo, debido a que necesitaba una nueva banda. Sin embargo hasta ahora no había encontrado a nadie lo suficientemente valiente, decidido, de fiar o simplemente bueno para seguir con ello. Era algo importante para mi y lamentablemente no iba a dejar que cualquiera se uniera a la banda. Ahora había llegado a la isla de Jaya. Pensé que este sería un buen lugar para poder encontrar a alguien digno. Allí no había gobierno, allí no había nadie que pudiera controlar a nadie. Era un paraíso para todos los criminales, donde venían aquí para disfrutar de la vida. No sólo piratas o revolucionarios, cualquier clase de criminal o gente peligrosa venía aquí a sentirse como en casa. Llegué de noche, la luz cayó y era hora punta para encontrarme con gente decente.
Lo primero que hice, obviamente fue ir a uno de los bares más famosos de la isla. Allí siempre habría barullo, y era probable que me encontrara a alguien interesante. Decidí pedirme unos cuantos kilos de carne, no pensaba quedarme mucho tiempo, pero tenía que picar algo. Todo acompañado de un gran vaso de leche, por supuesto, sin eso no podría vivir. El lugar era bastante grandecito, hasta tenía una pista central donde muchos se exhibían dándose fuertes golpes y demostrar que eran los más fuertes del lugar. Era un antro de madera, limpio, por suerte. Muy iluminado por dentro, no haría falta un sol para poder ver. Estaba todo bien amueblado, y tan grande era que la barra tendría alrededor de quince metros de largo, donde aparte de mi había otras tantas personas comiendo y disfrutando de las broncas entre la gente. No tenían miedo a los mosquitos y lo demostraban abriendo sus ventanas a cal y canto aun con toda la luz que desprendían. Pero era una suerte, así podía llegar una suave, tranquilizante y relajante brisa que me dejaba bien por dentro.
Habían pasado ya un par de horas. Gente entraba, gente salía, gente seguía pegándose, otros dormían la mona… Ciertamente empezaba a cansarme y ya debía mucho dinero por comida, por suerte tenía. No había nadie interesante para la banda, así que empezaba a decidir si marcharme o quedarme allí. Así pues terminé el último vaso de leche que pedí y me levanté, pero algo llamó mi atención.- PUAJAJAJAJAJA, no me lo puedo creer.- Me dijo una voz que venía de al lado mía.- ¿En serio has pedido un vaso de leche? ¿Qué ocurre, es que entonces no puedes dormir?
Era un tipo de pelo negro, rapado por algunas partes. Tenía coleta hasta la cintura. Un gran cuerpo, musculoso, y con cara de pocos amigos. Estaba tirado en la barra como si fuera suya. No quería ninguna tontería así que simplemente le ignoré, pero parecía ser que él no quería dejar las cosas así.- ¡Eh! ¡Te estoy hablando! ¡Contesta!- Me gritó levantándose y postrándose frente a mi. El barullo que había en todo el bar se silenció por unos instantes, todos empezaban a quedarse expectantes frente a lo que fuera a ocurrir. Eso es lo malo de estos lugares, hay veces en las que tienes que pelear. Apoyé mi vara en mi hombro. Estaba preparado para cualquier cosa, mas, prefería librarme de él de otra manera. Parece que estaba algo bebido, así que decidí asustarle.- ¿Entonces, buscas pelea?- Le mascullé.- Ahora no valdría la pena pelear, te ganaría. Estás tan bebido que no podrías ni aguantar esta vara.- Le dije a la par que le lanzaba mi vara. Y efectivamente, intentó cogerla al vuelo, pero la vara cayó por encima de su pecho y empezaba a hacer efecto la gravedad. Poco después de haber obtenido mi vara, descubrí que yo era la única persona capaz de levantarla, así que jugué eso a mi favor y se la lancé adrede. Ahora él estaba siendo aplastado por una vara de la cual no sabría expresar un peso exacto.
Ahora estaba pidiendo ayuda, y todo el bar se echó a reír, tanto que hasta lloraban. Finalmente y para no hacerle sufrir mucho más a aquella persona volví a hacerme con mi vara, recogí mis pertenencias y decidí salir del bar mientras todos me aclamaban. Fue un fuerte cambio el ambiente de fuera en comparación al del interior del bar. Aquí hacia bastante menos calor, y había tal oscuridad que me hacía sentir como si todo fuera, parte de mi. El bar se encontraba en un pequeño poblado donde sólo había delincuentes, pero si no pude encontrar nada dudo que la ciudad…. O bueno, la noche en las ciudades siempre daban juego, y aquí sólo residían delincuentes, es probable que hubiese algo interesante. Y lo encontré. Vi a una persona con capucha, complexión delgada y que se infiltraba en el ambiente como nadie. Me intrigó, apareció un sexto sentido mío que me decía que eso me daría algo que quería. A veces ese sentido estaba en lo cierto, en otras ocasiones acabo en una cazuela enorme de sopa en la que soy un ingrediente, por nativos carnívoros. En fin, decidí seguir un poco, y por suerte esta vez había algo interesante. Mientras caminaba, un chico se chocó con él, por accidente tal vez. Sin pensárselo le arreó tal paliza que aquél muchacho miraría con más cuidado cómo caminaba. Ahora sí que aquella persona de la capucha me había intrigado, es posible que necesitase alguien así para la banda de mercenarios, los tipos duros nunca estaban de más. Lo que ahora me preguntaba, es si sería compatible conmigo. Tenía mal carácter, eso ya lo había visto, pero tal vez… Finalmente decidí seguir siguiéndole, aunque con una distancia algo prudencial, me gustaría poder ver su comportamiento un poco más antes de decidir finalmente que hacer con él sujeto. Si no me daba algo decente, lo más seguro es que lamentablemente me fuera de la isla, había sitios mejores si lo que estaba buscando era pasar el rato.
Sólo había que esperar.
Lo primero que hice, obviamente fue ir a uno de los bares más famosos de la isla. Allí siempre habría barullo, y era probable que me encontrara a alguien interesante. Decidí pedirme unos cuantos kilos de carne, no pensaba quedarme mucho tiempo, pero tenía que picar algo. Todo acompañado de un gran vaso de leche, por supuesto, sin eso no podría vivir. El lugar era bastante grandecito, hasta tenía una pista central donde muchos se exhibían dándose fuertes golpes y demostrar que eran los más fuertes del lugar. Era un antro de madera, limpio, por suerte. Muy iluminado por dentro, no haría falta un sol para poder ver. Estaba todo bien amueblado, y tan grande era que la barra tendría alrededor de quince metros de largo, donde aparte de mi había otras tantas personas comiendo y disfrutando de las broncas entre la gente. No tenían miedo a los mosquitos y lo demostraban abriendo sus ventanas a cal y canto aun con toda la luz que desprendían. Pero era una suerte, así podía llegar una suave, tranquilizante y relajante brisa que me dejaba bien por dentro.
Habían pasado ya un par de horas. Gente entraba, gente salía, gente seguía pegándose, otros dormían la mona… Ciertamente empezaba a cansarme y ya debía mucho dinero por comida, por suerte tenía. No había nadie interesante para la banda, así que empezaba a decidir si marcharme o quedarme allí. Así pues terminé el último vaso de leche que pedí y me levanté, pero algo llamó mi atención.- PUAJAJAJAJAJA, no me lo puedo creer.- Me dijo una voz que venía de al lado mía.- ¿En serio has pedido un vaso de leche? ¿Qué ocurre, es que entonces no puedes dormir?
Era un tipo de pelo negro, rapado por algunas partes. Tenía coleta hasta la cintura. Un gran cuerpo, musculoso, y con cara de pocos amigos. Estaba tirado en la barra como si fuera suya. No quería ninguna tontería así que simplemente le ignoré, pero parecía ser que él no quería dejar las cosas así.- ¡Eh! ¡Te estoy hablando! ¡Contesta!- Me gritó levantándose y postrándose frente a mi. El barullo que había en todo el bar se silenció por unos instantes, todos empezaban a quedarse expectantes frente a lo que fuera a ocurrir. Eso es lo malo de estos lugares, hay veces en las que tienes que pelear. Apoyé mi vara en mi hombro. Estaba preparado para cualquier cosa, mas, prefería librarme de él de otra manera. Parece que estaba algo bebido, así que decidí asustarle.- ¿Entonces, buscas pelea?- Le mascullé.- Ahora no valdría la pena pelear, te ganaría. Estás tan bebido que no podrías ni aguantar esta vara.- Le dije a la par que le lanzaba mi vara. Y efectivamente, intentó cogerla al vuelo, pero la vara cayó por encima de su pecho y empezaba a hacer efecto la gravedad. Poco después de haber obtenido mi vara, descubrí que yo era la única persona capaz de levantarla, así que jugué eso a mi favor y se la lancé adrede. Ahora él estaba siendo aplastado por una vara de la cual no sabría expresar un peso exacto.
Ahora estaba pidiendo ayuda, y todo el bar se echó a reír, tanto que hasta lloraban. Finalmente y para no hacerle sufrir mucho más a aquella persona volví a hacerme con mi vara, recogí mis pertenencias y decidí salir del bar mientras todos me aclamaban. Fue un fuerte cambio el ambiente de fuera en comparación al del interior del bar. Aquí hacia bastante menos calor, y había tal oscuridad que me hacía sentir como si todo fuera, parte de mi. El bar se encontraba en un pequeño poblado donde sólo había delincuentes, pero si no pude encontrar nada dudo que la ciudad…. O bueno, la noche en las ciudades siempre daban juego, y aquí sólo residían delincuentes, es probable que hubiese algo interesante. Y lo encontré. Vi a una persona con capucha, complexión delgada y que se infiltraba en el ambiente como nadie. Me intrigó, apareció un sexto sentido mío que me decía que eso me daría algo que quería. A veces ese sentido estaba en lo cierto, en otras ocasiones acabo en una cazuela enorme de sopa en la que soy un ingrediente, por nativos carnívoros. En fin, decidí seguir un poco, y por suerte esta vez había algo interesante. Mientras caminaba, un chico se chocó con él, por accidente tal vez. Sin pensárselo le arreó tal paliza que aquél muchacho miraría con más cuidado cómo caminaba. Ahora sí que aquella persona de la capucha me había intrigado, es posible que necesitase alguien así para la banda de mercenarios, los tipos duros nunca estaban de más. Lo que ahora me preguntaba, es si sería compatible conmigo. Tenía mal carácter, eso ya lo había visto, pero tal vez… Finalmente decidí seguir siguiéndole, aunque con una distancia algo prudencial, me gustaría poder ver su comportamiento un poco más antes de decidir finalmente que hacer con él sujeto. Si no me daba algo decente, lo más seguro es que lamentablemente me fuera de la isla, había sitios mejores si lo que estaba buscando era pasar el rato.
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La noche se había apoderado de Jaya, en aquella isla donde los criminales se sentían libres, ahora estaba dominada por el oscuro susurro de la noche. Ningún marine podría salir con vida de un lugar así, estaba claro que allí los marines y agentes mundiales serían asesinados nada más entrar. Era una isla que concordaba con el lugar perfecto de Kazuya en cierto sentido, pero había muchísimas cosas que no le gustaban. El rubio ahora caminaba en mitad de una calle con la cabeza alta, portaba una sudadera marrón de la cual salía una capucha que llevaba puesta y de esa forma ocultaba su rostro. Sus ojos eran de color azul y la mitad de su rostro estaba quemado, por su suerte en esa mitad, se podía apreciar que su ojo estaba perfecto. Sus demás prendas consistían en un pantalón de color marrón también y en unas botas de color negro. También poseía un cinturón del mismo color que las botas y dos fundas a los lados donde guardaba sus pistolas. Dentro de su chaquete portaba varias armas blancas y sus Ninjatos, sin embargo estaban tan bien sujetos que no hacían ruido mientras el sujeto caminaba o corría, era una chaqueta realmente útil para un asesino para como él.
El motivo por el que estaba en Jaya era por dinero, necesitaba algo de pasta y había decidido probar suerte allí, llegó por la mañana y al parecer fue contratado por dos piratas. Estos le ofrecían una suma bastante alta por amenazar a un chico con una paliza diciéndole que si no pagaba lo que debía lo mataría a la próxima. Ese chico debía dinero en grandes cantidades a esos piratas y debía recibir un escarmiento. Tenía su foto en la mano, un chico moreno de ojos grisáceos de unos veinte años, de tez pálida y de una altura normal. Además de una barba muy mal recortada, sin duda alguna era un buen trabajo para el rubio salvo por lo de la paliza, no era muy bueno en el cuerpo a cuerpo y prefería sin duda alguna usar armas blancas para acabar rápidamente con sus presas pero si no había remedio debería hacerlo. Esperaba que el tipo de la foto no fuera muy bien luchador, cosa en la que pensaba bastante pues los otros dos piratas parecían fuertes y ellos no querían ocuparse en una ciudad sin ley, algo olía mal en aquel asunto. No pasó mucho tiempo cuando por el final de la calle pudo ver a su objetivo aparecer, iba con un chaleco rojo y unos pantalones azules. Además parecía algo borracho, era sin duda alguna la oportunidad para cumplir con el trabajo asignado.
- Hora de trabajar.
Mencionó el rubio en un ligero susurro mientras caminaba, de repente chocó a breve con aquel chico y sin pensárselo lanzó su rodilla contra el estomago de aquel hombre que escupió al suelo perdiendo el aire. A continuación el rubio lanzó un gancho que le impactó en el ojo derecho y debido a una mala postura le hizo daño en la nariz. Aquel hombre se intentó levantar pero el asesino pegó con fuerza un pisotón en su tobillo, a lo que aquel hombre gritó de dolor y se quedó boca arriba en el suelo. El rubio le susurró un “la próxima vez, paga” y después continuó su camino trotando un poco alejándose de allí. No había cogido mucha velocidad y ahora se dirigía al punto clave. Debía dirigirse a un callejón a una manzana de allí. Tardó poco en llegar y una vez allí pudo ver a los dos piratas esperándole. Entró de forma calmada con las manos en los bolsillos mientras los observaba de forma calmada y tranquila. No tardó mucho en alzar el tono de voz para hablarles mientras suspiraba pensando en el dinero y la posibilidad de comprar chocolate, para él era su droga y no podía vivir sin ese preciado trozo de azúcar con sabor de cielos.
- Misión cumplida caballeros, ahora si no os importa me gustaría cobrar lo mío y largarme de este antro.
Ambos eran de la misma altura, uno tenía el pelo rojo y el otro castaño claro, ambos el mismo color de ojos, un tono verdoso claro. Vestían con túnicas de color negro y portaban una katana cada uno en fundas de color negro. El tipo de pelo rojo fue el primero en responder con una media sonrisa mientras llevaba la mano a su funda.
- Buen trabajo, no hay dinero para ti escoria, te perdonare la vida como compensación pero no vas a llevarte nada.
- Eso mismo, vete de aquí vagabundo no queremos estúpidos en nuestros dominios, te perdonamos la vida.
Dijo después aquel castaño mientras llevaba la mano a su funda también y soltaba una pequeña carcajada. El asesino miró a otro lado suspirando y girándose, no podía creerse que aquellos piratas se la hubiesen jugado de aquella forma tan rastrera. Metió la mano en su bolsillo sacando una última tableta de chocolate que le quedaba, abrió el contenido y pegó un bocado cortando un trozo con los dientes y masticándolo mientras guardaba la tableta en su envoltorio y después en el bolsillo. Aquel sabor era delicioso sin duda alguna y perfecto como él solo. Los dos piratas estaban a punto de perder la paciencia y el castaño volvió a dirigirse al chico rubio con un tono amenazador.
- Vete ya de aquí coño.
Kazuya metió la otra mano en su funda y se giró rápidamente apretando el gatillo del arma y pegando un disparo, la bala se estrelló contra la frente del castaño que cayó al suelo boca arriba con los ojos en blanco mientras su vida se apagaba. Antes de que el otro pirata pudiera hacer algo, el rubio guardó la pistola y pegó dos pasos adelante sacando una daga y lanzándola con fuerza contra el que quedaba. Esta atravesó el cuello del pelirrojo que se quedó sin habla mientras quedaba de rodillas tratando de articular una palabra, Kazuya se acercó y le arrancó la daga limpiándola con la túnica de aquel hombre mientras le veía morir. Después guardó su arma y registró ambos cuerpos pero no tenían nada encima. Pegó un suspiro y volvió a sacar su tableta de chocolate con mordiéndola mientras salía del callejón con su capucha puesta todavía y algo molesto debido a que había trabajado para nada.
El motivo por el que estaba en Jaya era por dinero, necesitaba algo de pasta y había decidido probar suerte allí, llegó por la mañana y al parecer fue contratado por dos piratas. Estos le ofrecían una suma bastante alta por amenazar a un chico con una paliza diciéndole que si no pagaba lo que debía lo mataría a la próxima. Ese chico debía dinero en grandes cantidades a esos piratas y debía recibir un escarmiento. Tenía su foto en la mano, un chico moreno de ojos grisáceos de unos veinte años, de tez pálida y de una altura normal. Además de una barba muy mal recortada, sin duda alguna era un buen trabajo para el rubio salvo por lo de la paliza, no era muy bueno en el cuerpo a cuerpo y prefería sin duda alguna usar armas blancas para acabar rápidamente con sus presas pero si no había remedio debería hacerlo. Esperaba que el tipo de la foto no fuera muy bien luchador, cosa en la que pensaba bastante pues los otros dos piratas parecían fuertes y ellos no querían ocuparse en una ciudad sin ley, algo olía mal en aquel asunto. No pasó mucho tiempo cuando por el final de la calle pudo ver a su objetivo aparecer, iba con un chaleco rojo y unos pantalones azules. Además parecía algo borracho, era sin duda alguna la oportunidad para cumplir con el trabajo asignado.
- Hora de trabajar.
Mencionó el rubio en un ligero susurro mientras caminaba, de repente chocó a breve con aquel chico y sin pensárselo lanzó su rodilla contra el estomago de aquel hombre que escupió al suelo perdiendo el aire. A continuación el rubio lanzó un gancho que le impactó en el ojo derecho y debido a una mala postura le hizo daño en la nariz. Aquel hombre se intentó levantar pero el asesino pegó con fuerza un pisotón en su tobillo, a lo que aquel hombre gritó de dolor y se quedó boca arriba en el suelo. El rubio le susurró un “la próxima vez, paga” y después continuó su camino trotando un poco alejándose de allí. No había cogido mucha velocidad y ahora se dirigía al punto clave. Debía dirigirse a un callejón a una manzana de allí. Tardó poco en llegar y una vez allí pudo ver a los dos piratas esperándole. Entró de forma calmada con las manos en los bolsillos mientras los observaba de forma calmada y tranquila. No tardó mucho en alzar el tono de voz para hablarles mientras suspiraba pensando en el dinero y la posibilidad de comprar chocolate, para él era su droga y no podía vivir sin ese preciado trozo de azúcar con sabor de cielos.
- Misión cumplida caballeros, ahora si no os importa me gustaría cobrar lo mío y largarme de este antro.
Ambos eran de la misma altura, uno tenía el pelo rojo y el otro castaño claro, ambos el mismo color de ojos, un tono verdoso claro. Vestían con túnicas de color negro y portaban una katana cada uno en fundas de color negro. El tipo de pelo rojo fue el primero en responder con una media sonrisa mientras llevaba la mano a su funda.
- Buen trabajo, no hay dinero para ti escoria, te perdonare la vida como compensación pero no vas a llevarte nada.
- Eso mismo, vete de aquí vagabundo no queremos estúpidos en nuestros dominios, te perdonamos la vida.
Dijo después aquel castaño mientras llevaba la mano a su funda también y soltaba una pequeña carcajada. El asesino miró a otro lado suspirando y girándose, no podía creerse que aquellos piratas se la hubiesen jugado de aquella forma tan rastrera. Metió la mano en su bolsillo sacando una última tableta de chocolate que le quedaba, abrió el contenido y pegó un bocado cortando un trozo con los dientes y masticándolo mientras guardaba la tableta en su envoltorio y después en el bolsillo. Aquel sabor era delicioso sin duda alguna y perfecto como él solo. Los dos piratas estaban a punto de perder la paciencia y el castaño volvió a dirigirse al chico rubio con un tono amenazador.
- Vete ya de aquí coño.
Kazuya metió la otra mano en su funda y se giró rápidamente apretando el gatillo del arma y pegando un disparo, la bala se estrelló contra la frente del castaño que cayó al suelo boca arriba con los ojos en blanco mientras su vida se apagaba. Antes de que el otro pirata pudiera hacer algo, el rubio guardó la pistola y pegó dos pasos adelante sacando una daga y lanzándola con fuerza contra el que quedaba. Esta atravesó el cuello del pelirrojo que se quedó sin habla mientras quedaba de rodillas tratando de articular una palabra, Kazuya se acercó y le arrancó la daga limpiándola con la túnica de aquel hombre mientras le veía morir. Después guardó su arma y registró ambos cuerpos pero no tenían nada encima. Pegó un suspiro y volvió a sacar su tableta de chocolate con mordiéndola mientras salía del callejón con su capucha puesta todavía y algo molesto debido a que había trabajado para nada.
Syrio Forel
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Esa noche se escuchaba un gran alboroto en las calles de Jaya. Un tumulto de gente formaba un círculo enorme, a modo de improvisado ring, en que el en medio se encontraban varios hombres sangrando regados por el suelo y otros tres todavía de pie. Dos a un lado, juntos y el otro, un espadachín con pintas de mosquetero. Uno de ellos portaba un garrote y el otro iba con las manos desnudas. Empezaron a cuchichear entre ellos como intentando planear algo entre ellos. -De nada os servirá usar sucias tretas contra el gran Syrio Forel. ¡Juro, que protegeré el honor de esa dama, incluso si perezco en este duelo!-exclamó al verlos. Parte de los espectadores se quedaron callado por sus palabras pero la mayoría de ellos rieron a carcajadas por la ridículo honor y formas del espadachín. A él no le importaba lo más mínimo lo que pensaran esos estúpidos piratas que pensaban que "honor" solo era una planta de interiores. -"El capitán ha osado profanar contra la dignidad de la camarera, tocándole en sus partes pudendas. Ahora pagará por ello, al igual que todos los que osen interferir"- pensó mientras se lanzaba hacia ellos sin darles tiempo a preparar lo que sea que estuviesen planeando.
No podía evitar jadear tras casi tres cuartos de hora de combate ininterrumpido. ¿Quién le mandaría a él ser tan caballeroso en ese tipo de situaciones? Ya sólo quedaban dos, aunque no eran precisamente los dos más débiles, el capitán y su segundo a bordo de aquella tripulación pirata. Con su ropera en su diestra se dispuso a atacarles con estocadas. El subcapitán desvió la hoja con su garrote, mientras su superior se alejaba, como si estuviera buscando tomar carrerilla. Su espada quedó clavada en el suelo. Le atacó con el garrote. Syrio se agachó para esquivar el golpe, saliendo su preciado sombrero volando, aunque sin daños. Entonces vio como el otro se aproximaba por detrás corriendo a toda velocidad. Sin embargo se quedó relativamente quieto, durante unos breves instantes, al ver como venía para embestirlo y esperó justo a que llegase a su posición. Syrio usó su espada, anclada, como apoyo para saltar por encima del capitán, dando un mortal hacia atrás y dejando caer, a propósito, su capa encima de éste, envolviéndolo y controlándolo. Su tripulante se lanzó a por el espadachín con un garrotazo, a lo que él respondió echándose hacia atrás y dejando que el capitán reciba el golpe. Éste salió disparado hacia atrás, chocando contra su espada clavada y cortándose. Ahora sólo era uno contra uno.
Syrio desemvaió su otra arma, una Khopesh, para poder pelear contra el que quedaba. El último movimiento le había dejado muy agotado. Todos los que estaban alrededor habían quedado sorprendidos por la agilidad inusitada que había demostrado con aquél movimiento. Ya no se reían de él. De su cinturón sacó un estilete y lo empuño en su zurda. Ahora tenía una ñigera ventaja al usar dos armas. -Rufián, acércate y probarás la misma suerte que el resto de tus camaradas- advirtió amenazante. No se lo tomó a bien y se lanzó a por él sin más preámbulos con un golpe vertical descendente. Syrio, en lugar de alejarse, se acercó más todavía, metiéndose en su guardia, y se cubrió, agachándose, con su espada curva. El garrote resbaló hacia atrás por la forma de la hoja y quedó totalmente expuesto. Usó el estilete y se lo clavó directamente en la barriga, dejándole una herida con la que no podría seguir combatiendo. Se levantó exhasuto, con alguno cortes de los cuchillos de los primeros a los que había enfrnetado, y se dirigió a por su ropera y por su sombrero para recogerlos.
No podía evitar jadear tras casi tres cuartos de hora de combate ininterrumpido. ¿Quién le mandaría a él ser tan caballeroso en ese tipo de situaciones? Ya sólo quedaban dos, aunque no eran precisamente los dos más débiles, el capitán y su segundo a bordo de aquella tripulación pirata. Con su ropera en su diestra se dispuso a atacarles con estocadas. El subcapitán desvió la hoja con su garrote, mientras su superior se alejaba, como si estuviera buscando tomar carrerilla. Su espada quedó clavada en el suelo. Le atacó con el garrote. Syrio se agachó para esquivar el golpe, saliendo su preciado sombrero volando, aunque sin daños. Entonces vio como el otro se aproximaba por detrás corriendo a toda velocidad. Sin embargo se quedó relativamente quieto, durante unos breves instantes, al ver como venía para embestirlo y esperó justo a que llegase a su posición. Syrio usó su espada, anclada, como apoyo para saltar por encima del capitán, dando un mortal hacia atrás y dejando caer, a propósito, su capa encima de éste, envolviéndolo y controlándolo. Su tripulante se lanzó a por el espadachín con un garrotazo, a lo que él respondió echándose hacia atrás y dejando que el capitán reciba el golpe. Éste salió disparado hacia atrás, chocando contra su espada clavada y cortándose. Ahora sólo era uno contra uno.
Syrio desemvaió su otra arma, una Khopesh, para poder pelear contra el que quedaba. El último movimiento le había dejado muy agotado. Todos los que estaban alrededor habían quedado sorprendidos por la agilidad inusitada que había demostrado con aquél movimiento. Ya no se reían de él. De su cinturón sacó un estilete y lo empuño en su zurda. Ahora tenía una ñigera ventaja al usar dos armas. -Rufián, acércate y probarás la misma suerte que el resto de tus camaradas- advirtió amenazante. No se lo tomó a bien y se lanzó a por él sin más preámbulos con un golpe vertical descendente. Syrio, en lugar de alejarse, se acercó más todavía, metiéndose en su guardia, y se cubrió, agachándose, con su espada curva. El garrote resbaló hacia atrás por la forma de la hoja y quedó totalmente expuesto. Usó el estilete y se lo clavó directamente en la barriga, dejándole una herida con la que no podría seguir combatiendo. Se levantó exhasuto, con alguno cortes de los cuchillos de los primeros a los que había enfrnetado, y se dirigió a por su ropera y por su sombrero para recogerlos.
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Aburrido. Acabé por aburrirme, ese tipo no tenía más que mala hostia y mala leche, parece que sólo quería machacar. A lo mejor una persona así vendría bien para el grupo, pero lo más probable es que acabáramos perdiendo más que ganando. Así pues decidí dejar de seguirle y empecé a divagar por las calles de la isla, pensando que lo mejor sería volver al puerto y descansar un poco, ya que no me gustaba ni a mi ni a mi cuerpo estar más tiempo despiertos de lo necesario.
Sin embargo mientras la oscura noche y el refrescante viento me golpeaba en el pecho, algo llamó mi atención. Había algo de movimiento por las calles. Curioso cuanto menos, decidí acercarme para ver si había algo divertido, y si lo mejor que me hube encontrado no serían aquellas hojas que caían de los árboles con su color de esmeralda apagada. Y bueno, resultaba ser que había más gente pegándose, menuda sorpresa. Aunque ésta “batalla” era algo diferente. Trataba de un tipo que estaba luchando contra un par de idiotas, y preguntando a la peña que allí se encontraba, me enteré de que el muchacho estaba defendiendo el “honor de una muchacha”. De risa, sólo había que ver a la mujercita para saber… Pero ese no era el caso, me interesó aquél “caballero andante” el cual no era una triste figura.
Me quedé a ver el bonito espectáculo que nos brindaba el muchacho de larga melena, que hacía algunas bonitas acrobacias, y de cierta manera me recordaba a mi. Me reía bastante, como un idiota, sí, como aquellos a los que critiqué en el bar, pero bueno, tal vez sea a razón de que ese día me acostaría tarde. Sin embargo al terminar la lucha y ver a ese galán recoger sus pertenencias, algo pasó por mi cabeza, ¿y si ese personaje hacía grupo conmigo? Me gustó, y con eso fue suficiente, además de que se pudo ver que tenía dotes para el combate. Así pues me dispuse a entablar unas palabras con él, mientras la gente que se formaba alrededor se dispersaba con sus botellas de ron, y cuando le tenía a dos palmos… ¿Qué porras era eso? ¡Una maldita ballena con alas! O al menos eso parecía, porque esa enorme aquello que nos pasó por encima a todos… Y toda la peña que había allí a mi fue al único al que se llevó agarrando mi vara con sus enormes patas de ave… ¿Qué leñes era eso? ¿Una ballena medio ave? ¿Y a dónde mierdas me llevaba? No pude hacer más que agarrar fuerte mi vara y con una cara de horror gritar.- ¡AYUDAAAAAA!
Perfecto, nada me estaba saliendo bien ese día.
Sin embargo mientras la oscura noche y el refrescante viento me golpeaba en el pecho, algo llamó mi atención. Había algo de movimiento por las calles. Curioso cuanto menos, decidí acercarme para ver si había algo divertido, y si lo mejor que me hube encontrado no serían aquellas hojas que caían de los árboles con su color de esmeralda apagada. Y bueno, resultaba ser que había más gente pegándose, menuda sorpresa. Aunque ésta “batalla” era algo diferente. Trataba de un tipo que estaba luchando contra un par de idiotas, y preguntando a la peña que allí se encontraba, me enteré de que el muchacho estaba defendiendo el “honor de una muchacha”. De risa, sólo había que ver a la mujercita para saber… Pero ese no era el caso, me interesó aquél “caballero andante” el cual no era una triste figura.
Me quedé a ver el bonito espectáculo que nos brindaba el muchacho de larga melena, que hacía algunas bonitas acrobacias, y de cierta manera me recordaba a mi. Me reía bastante, como un idiota, sí, como aquellos a los que critiqué en el bar, pero bueno, tal vez sea a razón de que ese día me acostaría tarde. Sin embargo al terminar la lucha y ver a ese galán recoger sus pertenencias, algo pasó por mi cabeza, ¿y si ese personaje hacía grupo conmigo? Me gustó, y con eso fue suficiente, además de que se pudo ver que tenía dotes para el combate. Así pues me dispuse a entablar unas palabras con él, mientras la gente que se formaba alrededor se dispersaba con sus botellas de ron, y cuando le tenía a dos palmos… ¿Qué porras era eso? ¡Una maldita ballena con alas! O al menos eso parecía, porque esa enorme aquello que nos pasó por encima a todos… Y toda la peña que había allí a mi fue al único al que se llevó agarrando mi vara con sus enormes patas de ave… ¿Qué leñes era eso? ¿Una ballena medio ave? ¿Y a dónde mierdas me llevaba? No pude hacer más que agarrar fuerte mi vara y con una cara de horror gritar.- ¡AYUDAAAAAA!
Perfecto, nada me estaba saliendo bien ese día.
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- [Privado/Pasado] Sabiendo que destino me depara el destino [Zangetsu/Shizuo]
- [Privado][Kaori y Kazuya] Vacaciones para la CP y el Ciudadano.
- El enfrentamiento: ¡Raisen contra Ryushu! [Privado]
- Tu padre te llamaría... ¡Idiota! | Privado | Iro - Xiba
- El duo mortifero. Feroz combinacion. (Tahiko y Ryushu) ( Privado)
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