Amigo o enemigo, encuentro entre piratas[Pasado][Privado: Mijail y Kryword]

Llevaba tres días en Villa Orange y estaba empezando a hartarme. Llevaba dos días esperando el cargamento de naranjas que me había mandado el amo Drummond a recoger y a cada hora que pasaba me imaginaba al amo mirando cómo me golpeaban en la espalda con la caña de las brasas. Tenía que reconocer que el amo había sido listo de no enviarme junto con Marco y así quitarme de la cabeza cualquier idea de fuga. Al quedarse con Marco en casa se aseguraba que yo volviera con el cargamento, a su vez. El amo nos tenía bien atados... pero eso acabaría pronto.

Villa Orange no era un pueblo cualquiera: Tenía una fresca gastronomía, chicas curadas al Sol y un puerto por el que entraban un sin fin de ingredientes y mercancías de los cuatro mares. En términos generales tenía todas las tentaciones que mi persona pueda sufrir así que en pos de evitar dichas provocaciones me alejé de la cuidad. Había que reconocer que los bosques de aquella isla eran maravillosos y que practicar las artes zíngaras en aquel lugar debía ser una gozada... así que me puse a ello. Una vez llegué a un claro en el que corría una fresca brisa me quité la camisa de trabajo y saqué mis dos cuchillos para despositarlos cuidadosamente en el suelo. Una vez hecho esto comencé a estirar mis piernas contra un árbol. Hacía una semana que no podía practicar por la gran cantidad de trabajo que se amontonaba antes de "la gran reunión de inversores" del amo. Me lo notaba en la espalda, la parte más fuerte de mi cuerpo, que me pedía que la liberase de esa tensión que generaba no hacer Parabelar. Una vez hechos todos los calentamientos comencé a hacer todos los movimientos con una lentitud y un mimo por el detalle casi digno del Tai-chi.

Uno a uno fui repasando todos los golpes y sus combinaciones. Comencé con un "lanza en el suelo" para después dar un leve salto a un lado y ejecutar el "matar al rey" seguido de la patada de "salto de diez palmos" y caer con el codo para el "elevar al toro"... cuando algo que me pareció oír me sobresaltó. De repente me percaté de la presencia de un tipo de extraño pelo dentro del claro, tumbado como si no pasara nada. Rápidamente tomé mis cuchillos del suelo y subí a un árbol para esconderme. Al no darme tiempo  a coger la camisa me vi semidesnudo con mis cicatrices al aire. Me eché el flequillo hacia delante para tapar las de mi frente y quedé observando al joven que había irrumpido en el claro ¿Me habría visto? ¿Qué hacía aquí? ¿Me había seguido? Quizás era un enviado del amo para darme matarile y por eso el cargamento no había aparecido: porque no existía dicho cargamento. Quizás fuese un bandido... o quizás sólo un pobre caminante que se había parado a tomar el Sol. Fuera como fuese no iba a dejar que me vieran practicando artes zíngaras en mitad de un bosque: eso conllevaría preguntas y al amo no le gustan las preguntas. En cualquier caso quedaría esperando silenciosamente hasta ver cual era su reacción.

Reí ante mi reacción desproporcionada al haberme tomado en serio a aquel tipo. No era más que otro luchador tratando de cordializar. Y yo que lo había tomado como un asesino. Qué idiota puedo llegar a ser a veces. Baje del árbol mostrándome al Sol sin ningún pudor.

-Te había confundido. Disculpa.- Contesté con un tono a caballo entre la cordialidad formal y la sequedad.

Guardé acto seguido mis cuchillos en sus fundas de mi cadera y me puse la camisa. Hice un par de estiramientos para desentumecerme y comencé a recoger mis cosas.

-¿Te he molestado? Oye, ¿has visto a alguien por los alrededores a parte de mi?- Pregunté sin saber si hacía lo correcto.

Desde un principio pude ver que no había maldad en él. Era un chiquillo como cualquier otro, con una bondad algo más que aparente. Me recordaba algo a Marco y eso me enterneció un poco. Aun así había comentado algo sobre mi estilo de lucha y eso me llamó la atención pues parecía que no hablaba por hablar.

-¿Has dicho que entrenas?

Aquel chico hablaba de manera extraña sin lugar a dudas y había muchas cosas que no entendía... ¿oler? ¿cómo puedes oler a alguien en mitad de un bosque? ¿Acaso me olió a mi también? Era bastante extraño para ser sincero. Si nos paramos a pensar en la cantidad de esencias y de olores que hay en un bosque es casi imposible oler a nadie ¿Acaso estaba hablando con un Jean-Baptiste Grenouille? Sentía curiosidad por saber a qué se refería pero mi curiosidad debería esperar. Una vez metidas todas la cosas en mi mochila y cuando estaba casi a punto de irme una celestial música sonó en mis oídos."[...]necesito encontrar un restaurante[...] si no tienes dinero te invito[...]". De repente me giré hacia el chico extrañado. ¿Invitarme a comer sin saber quien era? Definitivamente me había hecho una idea equivocada y no era para nada como Marco. A pesar de que podía ser un chico peligroso con todo ese rollo de los cuchillos y los shurikens decidí ver si podía aprovecharme un poco de él: Sólo para tomarle un poco el pelo, nada grave... pero para empezar hoy comía gratis.

-¡Claro, hombre!- Exclamé sonriente.- Si lo que quieres es un restaurante en condiciones a buen precio, has dado con el hombre indicado... claro, que si tus bolsillos pueden permitirse invitar a este humilde pecador, dios te lo pagará con dicha.- Una vez dicho esto puse camino hacia el pueblo.-¡Sígueme, mi anaranjado amigo! Conozco un italiano cerca del puerto que hace una pasta fresca con marisco que resucitaría al mismísimo Gold Roger... pero... ¿Dónde están mis modales?- De un salto me di la vuelta como si fuera un vulgar arlequín: la función siempre antes de la distracción.- Mi nombre es Mijail Demirdjian, para servirte.- Dije haciendo una reverencia completa. Desde luego que hacer ese tipo de postureos siempre se me dio bien.