Syva
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Akuma no mi
Varios
-"¿Qué hacemos en una isla llena de colores, bullicio ostentoso y personajes con extrañas pintas?"
-"¡Mira ese arcoiris!...¡Y ESE!.... ¡¡UN ARCOIRIS CON FORMA DE NUBE!!"
Estaba claro que Ulamog no entendía de arte. Era una corbata muy educada, muy sabia y ciertamente inteligente, pero no tenía ni la idea más básica de la suma muestra de belleza mundial. Todos esos colores sin ordenar que podían ser advertidos y reestructurados por medio de una mente ávida de prejuicios y llena de pececitos de colores nadando en la inmensidad de las cálidas aguas de su cabeza, cómo si de una cascada tropical se tratara.
No podía evitar no hacer mucho caso ante la voz de Ulamog, pues aquel mundo de colores y de aparente ridículo se me formulaba tan interesante cómo cuando a una hormiga le quitas las patas delanteras... y las patas del medio... y las antenas, pero la dejas con las patas traseras, solo por ver qué sucede. Me sentía tan joven y tan rico a la vez. Esto era una mina para mi arte.
Cada minuto que pasaba, corría y me detenía frente a un puesto de comida, o frente a un puesto de ropa, o frente a un restaurante de calidad, solo para observar la rica decoración a base de plumas, motivos sexuales ligeros, coloridos letreros casi brillantes y variopintas gentes que parecían ogros embellecidos.
-"¡Jo Ulamog, ya podrías quererme y disfrutar de esto conmigo!... ¡Antes eras mucho más ardiente, esto se está enfriando entre nosotros... Deberíamos pronto hacer un viaje a ver si somos capaces de recordar los tiempos perdidos y de necesitarnos cómo entonces!" dije, sujetando con una mano la corbata mirando hacia mi, cómo si de una serpiente se tratara y yo de un encantador, mientras con la mano derecha sostenía la envoltura vetusta de una especie de instrumento de cuerda y miraba con una cara totalmente dramática y abriendo los ojos mientras vocabulizaba todo esto. Incluso las extrañas gentes del lugar me miraban raras. ¡Pero es que Ulamog estaba muy borde!, y que lo dijera alguien como yo, vestido de aquella forma, en colores ciertamente chillones y hablando de una forma más similar al teatro que a la vida real, ya producía de aquello una escena bastante extravagante. Tanto incluso como la existencia de aquella isla.
-"¡Mira ese arcoiris!...¡Y ESE!.... ¡¡UN ARCOIRIS CON FORMA DE NUBE!!"
Estaba claro que Ulamog no entendía de arte. Era una corbata muy educada, muy sabia y ciertamente inteligente, pero no tenía ni la idea más básica de la suma muestra de belleza mundial. Todos esos colores sin ordenar que podían ser advertidos y reestructurados por medio de una mente ávida de prejuicios y llena de pececitos de colores nadando en la inmensidad de las cálidas aguas de su cabeza, cómo si de una cascada tropical se tratara.
No podía evitar no hacer mucho caso ante la voz de Ulamog, pues aquel mundo de colores y de aparente ridículo se me formulaba tan interesante cómo cuando a una hormiga le quitas las patas delanteras... y las patas del medio... y las antenas, pero la dejas con las patas traseras, solo por ver qué sucede. Me sentía tan joven y tan rico a la vez. Esto era una mina para mi arte.
Cada minuto que pasaba, corría y me detenía frente a un puesto de comida, o frente a un puesto de ropa, o frente a un restaurante de calidad, solo para observar la rica decoración a base de plumas, motivos sexuales ligeros, coloridos letreros casi brillantes y variopintas gentes que parecían ogros embellecidos.
-"¡Jo Ulamog, ya podrías quererme y disfrutar de esto conmigo!... ¡Antes eras mucho más ardiente, esto se está enfriando entre nosotros... Deberíamos pronto hacer un viaje a ver si somos capaces de recordar los tiempos perdidos y de necesitarnos cómo entonces!" dije, sujetando con una mano la corbata mirando hacia mi, cómo si de una serpiente se tratara y yo de un encantador, mientras con la mano derecha sostenía la envoltura vetusta de una especie de instrumento de cuerda y miraba con una cara totalmente dramática y abriendo los ojos mientras vocabulizaba todo esto. Incluso las extrañas gentes del lugar me miraban raras. ¡Pero es que Ulamog estaba muy borde!, y que lo dijera alguien como yo, vestido de aquella forma, en colores ciertamente chillones y hablando de una forma más similar al teatro que a la vida real, ya producía de aquello una escena bastante extravagante. Tanto incluso como la existencia de aquella isla.
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