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¡La Isla del Puño!
Ese había sido mi destino, pues encontrándome en la pequeña barquita de remo, todavía tendido sobre ella, al arribar sobre una costa, esta se volcó con tal mala fortuna que la mitad de mi cuerpo se encontró sumergida bajo el agua y la otra fuera, de tal manera que ante la torpe escena, no era capaz de levantarme, e incluso la constante marea a veces llegaba casi a mi cabeza ahogándome durante unos ligeros segundos tras volver a bajar.
-"Joder, vaya marrón ¿eh?" se mofaba a mi lado la insidiosa corbata, atacando a mi mente de forma hablada.
Quise hacerla callar, así que con las pocas fuerzas que me quedaban, agarré esta y apreté fuertemente, mientras estaba casi próximo a la inconsciencia. Al meno si moriría haría que el maldito de Ulamog se callara ante esa situación y dejara de reírse de mi.
De pronto una mujer ya anciana se acercó, y viendo mi cuerpo tendido sobre los granos de arena tiró de este como pudo mientras yo poco a poco iba yaciendo en la inconsciencia.
Poco después fui capaz de despertarme y ver cómo estaba sobre una especie de sofá rústico y mellado, sin apenas comodidades y bastante antiguo y no había nadie en una estancia solo cercana a un pequeño prado verde que podía verse por la ventana.
¿Qué estaba haciendo allí? ¿Dónde me encontraba?
Ese había sido mi destino, pues encontrándome en la pequeña barquita de remo, todavía tendido sobre ella, al arribar sobre una costa, esta se volcó con tal mala fortuna que la mitad de mi cuerpo se encontró sumergida bajo el agua y la otra fuera, de tal manera que ante la torpe escena, no era capaz de levantarme, e incluso la constante marea a veces llegaba casi a mi cabeza ahogándome durante unos ligeros segundos tras volver a bajar.
-"Joder, vaya marrón ¿eh?" se mofaba a mi lado la insidiosa corbata, atacando a mi mente de forma hablada.
Quise hacerla callar, así que con las pocas fuerzas que me quedaban, agarré esta y apreté fuertemente, mientras estaba casi próximo a la inconsciencia. Al meno si moriría haría que el maldito de Ulamog se callara ante esa situación y dejara de reírse de mi.
De pronto una mujer ya anciana se acercó, y viendo mi cuerpo tendido sobre los granos de arena tiró de este como pudo mientras yo poco a poco iba yaciendo en la inconsciencia.
Poco después fui capaz de despertarme y ver cómo estaba sobre una especie de sofá rústico y mellado, sin apenas comodidades y bastante antiguo y no había nadie en una estancia solo cercana a un pequeño prado verde que podía verse por la ventana.
¿Qué estaba haciendo allí? ¿Dónde me encontraba?
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"¿Otra isla más? Te pasas el día viajando", sonó en la mente de Zafiro mientras la Joya se acercaba a la costa de la "Isla del Puño", allí donde se suponía había luchadores a la altura de los habitantes de la isla del Karate. O al menos aquello decían. Era muy difícil desentrañar la verdad entre tantos rumores. Que si Pepito mató a Gold Roger y el acuchillado era un pelele con zumo de Sandía, que si Elvis vive en Mariejoia y está calvo... muchos rumores recorrían los mares, y eso era mucha mierda para el cerebro del joven dragón. Sólo quería un sitio donde relajarse, ver una buena competición y no necesitar los regalos que un anónimo admirador le hizo. Eran perfectos para acoplar al equipo de combate que le regalaron también, y aquello era extraño. Alguien estaba intentando convertirlo en un arsenal andante, y no tenía gracia. Hubiera preferido algún componente químico que le diera pechos, y así poder divertirse mirando cómo botaban en un espejo. "Aunque la espada tampoco está mal", pensó, desplegando la hoja y mirándola con curiosidad. Se parecía muchísimo en brillo y color a sus escamas, era extraño...
Avanzó por los muelles cotilleando cada detalle, pensando en el implacable avance del destino que caía sobre la Isla del Puño. Llegaba el dragón, y aquello, quisiera Dexter o no, siempre era malo. Por algún motivo siempre se metía en líos, fuera con peces, ladrones, chinos karatekas o una especie de hombre pollo con cabeza de cerdo llamado Billy. Pero siempre pasaba algo. "¿Cuándo tendré un día normal?", se preguntó, algo deprimido buscando un entretenimiento mejor que rascarse el brazo derecho, pues aquello era realmente aburrido. Pero tampoco deseaba meterse en problemas... Qué demonios, le encantaba aquello. Sexo, drogas, alcohol, aquello era la vida que más le gustaba a Dexter. La vida de un músico, por mucho que fingiera incluso de cara a sí mismo que no le gustaba. Deseaba aquella vida, y aunque le trajera disgustos era la verdadera razón de haberse hecho a los mares.
"Bueno, son las siete de la mañana, creo que me merezco una copita. ¿Venderán alcohol por aquí?", se preguntó mientras caminaba de camino a una taberna que parecía poseer un buen ambiente musical. O por lo menos se escuchaban guitarras eléctricas y puñetazos en la puerta. Sin duda era un buen lugar para tomarse algo, aunque sin duda desentonaba mucho con el aire tranquilo y solemne del lugar. Era como un espejismo, como un falso oasis en el desierto. Tal vez se estuviera contagiando de algo.
-Buenas, paso, que voy ardiendo...- exclamó con un tono exageradamente afeminado mientras se colaba entre toda la gente que esperaba turno. "A los homosexuales siempre los dejan pasar, deben creer que son músicos o algo".
Y allí estaba. Un Olimpo sucio de música, donde dioses que no merecían estar allí tocaban. Aquella banda se llamaba Mortal Kombat, y cantaban a dúo un tal Skorpion junto a un tipo llamado Sub-Zero un tema algo raro, que no alcanzaba a entender del todo. "Why can't we be friends..." era el título, y la verdad sospechaba que era algún tipo de referencia a algo extraño, pero no tenía ni idea. Se sentó en una de las pocas sillas que aún quedaban de pie y se dispuso a beber un buen vaso de bourbon mientras disfrutaba de aquel espectáculo.
Avanzó por los muelles cotilleando cada detalle, pensando en el implacable avance del destino que caía sobre la Isla del Puño. Llegaba el dragón, y aquello, quisiera Dexter o no, siempre era malo. Por algún motivo siempre se metía en líos, fuera con peces, ladrones, chinos karatekas o una especie de hombre pollo con cabeza de cerdo llamado Billy. Pero siempre pasaba algo. "¿Cuándo tendré un día normal?", se preguntó, algo deprimido buscando un entretenimiento mejor que rascarse el brazo derecho, pues aquello era realmente aburrido. Pero tampoco deseaba meterse en problemas... Qué demonios, le encantaba aquello. Sexo, drogas, alcohol, aquello era la vida que más le gustaba a Dexter. La vida de un músico, por mucho que fingiera incluso de cara a sí mismo que no le gustaba. Deseaba aquella vida, y aunque le trajera disgustos era la verdadera razón de haberse hecho a los mares.
"Bueno, son las siete de la mañana, creo que me merezco una copita. ¿Venderán alcohol por aquí?", se preguntó mientras caminaba de camino a una taberna que parecía poseer un buen ambiente musical. O por lo menos se escuchaban guitarras eléctricas y puñetazos en la puerta. Sin duda era un buen lugar para tomarse algo, aunque sin duda desentonaba mucho con el aire tranquilo y solemne del lugar. Era como un espejismo, como un falso oasis en el desierto. Tal vez se estuviera contagiando de algo.
-Buenas, paso, que voy ardiendo...- exclamó con un tono exageradamente afeminado mientras se colaba entre toda la gente que esperaba turno. "A los homosexuales siempre los dejan pasar, deben creer que son músicos o algo".
Y allí estaba. Un Olimpo sucio de música, donde dioses que no merecían estar allí tocaban. Aquella banda se llamaba Mortal Kombat, y cantaban a dúo un tal Skorpion junto a un tipo llamado Sub-Zero un tema algo raro, que no alcanzaba a entender del todo. "Why can't we be friends..." era el título, y la verdad sospechaba que era algún tipo de referencia a algo extraño, pero no tenía ni idea. Se sentó en una de las pocas sillas que aún quedaban de pie y se dispuso a beber un buen vaso de bourbon mientras disfrutaba de aquel espectáculo.
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Decidí levantarme del lugar y analizarlo un poquito, pues al fin y al cabo buscaba mi funda de guitarra, pero no terminaba de encontrarla y tras un ligero análisis visual, pude dar por visto cómo la estancia no se encontraba con nadie y para colmo estaba llena de polvo.
-"Tíooooo me estoy poniendo malo, sabes que soy alérgico al polvo" sollozaba Ulamog desde mi cuello.
-"Sh, a callar, tenemos que encontrar a la viejecita que nos salvó, que sinó estaríamos muertos".
-"Meh, tu ya eres un no muer...aghgstohmm", dijo mientra ponía las manos sobre él acallándolo.
-"Que te calles,que no digas eso de mi, que yo te quiero, que yo soy un niño bueno, no una monstruosidad venida del averno, sucia corbata impía" recité casi del tipo poético dicha frase.
-"Ya estás divagando. Anda tómate las pastillas que las necesitas, yo me voy a dormir un rato" dijo al tiempo que enmudecía la corbata llena de colores y texturas jocosas.
Mandaba narices, Ulamog siempre estaba recordando a todos mi extraña facultad esquelética, y mira que no me gustaba nada. Nada. Pero no había más remedio. Así que tras adivinar la funda entre unas cajas cercanas y aún más llenas de polvo que de costumbre, y tras encontrar una pluma de tinta y un trozo de algo parecido a papel, escribí en una nota "Muchas gracias" con una carita sonriente al lado, y entonces procedí a salir del lugar finalmente
La calle se adivinaba llena de gente, con grandes concentraciones y al menos un ambiente de marcialidad y tranquilidad. Algo aburrido, tanto que durante unos segundos pensaba si realmente merecía la pena estar en el lugar, pero cuando estaba cercano a tomar el pensamiento sobre ello, pude escuchar un enorme bullicio que venía desde un bar.
-"Posiblemente tengan arcoiris de esos que probé. Teehehehehehehe" musité con los ojos henchidos de vigorosidad y saltando a grandes zancadas y llegando a su puerta, pasándome por la cola con todo el morro del mundo y la mirada de felicidad de un loco.
-"¡¡Ya estoy aquí!!" dije gritando tan fuertemente mientras levantaba la mano saludando amigablemente que incluso la música pareció enmudecerse durante esa fracción de segundo.
-"Tíooooo me estoy poniendo malo, sabes que soy alérgico al polvo" sollozaba Ulamog desde mi cuello.
-"Sh, a callar, tenemos que encontrar a la viejecita que nos salvó, que sinó estaríamos muertos".
-"Meh, tu ya eres un no muer...aghgstohmm", dijo mientra ponía las manos sobre él acallándolo.
-"Que te calles,que no digas eso de mi, que yo te quiero, que yo soy un niño bueno, no una monstruosidad venida del averno, sucia corbata impía" recité casi del tipo poético dicha frase.
-"Ya estás divagando. Anda tómate las pastillas que las necesitas, yo me voy a dormir un rato" dijo al tiempo que enmudecía la corbata llena de colores y texturas jocosas.
Mandaba narices, Ulamog siempre estaba recordando a todos mi extraña facultad esquelética, y mira que no me gustaba nada. Nada. Pero no había más remedio. Así que tras adivinar la funda entre unas cajas cercanas y aún más llenas de polvo que de costumbre, y tras encontrar una pluma de tinta y un trozo de algo parecido a papel, escribí en una nota "Muchas gracias" con una carita sonriente al lado, y entonces procedí a salir del lugar finalmente
La calle se adivinaba llena de gente, con grandes concentraciones y al menos un ambiente de marcialidad y tranquilidad. Algo aburrido, tanto que durante unos segundos pensaba si realmente merecía la pena estar en el lugar, pero cuando estaba cercano a tomar el pensamiento sobre ello, pude escuchar un enorme bullicio que venía desde un bar.
-"Posiblemente tengan arcoiris de esos que probé. Teehehehehehehe" musité con los ojos henchidos de vigorosidad y saltando a grandes zancadas y llegando a su puerta, pasándome por la cola con todo el morro del mundo y la mirada de felicidad de un loco.
-"¡¡Ya estoy aquí!!" dije gritando tan fuertemente mientras levantaba la mano saludando amigablemente que incluso la música pareció enmudecerse durante esa fracción de segundo.
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Dexter estaba absorto en su música, hasta que apareció él...
"Tú", pensó durante un momento, para percatarse un instante más tarde de que no lo conocía de nada. Seguramente fuera tan sólo uno de tantos borrachos que habituaban esos locales, aunque a juzgar por su ropa, no era habitual del sitio. "Ropas verdes y purpúreas, parece un loco", se dijo, ya que aquellos ropajes no combinaban en absoluto. Ni siquiera aquella gente de su alrededor, vestida con ropa de cuero ajustada y muchas cremalleras, iban vestidos de forma tan extraña como el desconocido. "Cuero ajustado y cremalleras... Buena combinación", resonó en su mente al observar dos joyas de la anatomía que, por no tener, bajo el traje no llevaban ni alma. Ese era el tipo de mujeres que le gustaban al Zafiro Negro, las exuberantes y fáciles. Cierto era que nunca se debía juzgar un libro por su portada, pero si una mujer llevaba una cremallera en el pubis y no llevaba bragas indicaba cosas... Cosas buenas.
Pero las mujeres fáciles pronto se asustaron y marcharon cuando aquel loco saltó, y quedaron tan sólo los desesperados hombres que buscaban alegrarse la vista con jóvenes zagalas y grandes pechos, el loco al que jamás había visto, y él mismo, que era una mezcla de ambos. Desesperado y loco, tal vez, muchos podrían llamárselo, pero tan sólo era un músico que no sabía tocar. Un verdadero Sid Vicious de la vida.
-Tú- dijo al recién llegado, levantándose de su asiento con agilidad-. ¿Nos conocemos? No hay mucha gente que entre así a los locales de buen ambiente- durante unos instantes creyó haber sido demasiado brusco, y temía que llegara a asustarse de él. Era lo último que pretendía en el mundo-. Me gusta tu... Esto... Tu corbata, es muy... Colorida. Sí, eso es, colorida. Pero no está bien entrar a los sitios así.
¿Se había vuelto a pasar? No era algo que en aquel momento le quitara el sueño, pero si podía evitar enfrentarse a locos saltarines lo haría. Que saliera bien o no ya era otro asunto, pero deseaba que así fuera. Tendió una mano al hombre en señal de amistad, aunque a saber por dónde iría aquel ser. "Aunque sería un experimento social interesante...".
"Tú", pensó durante un momento, para percatarse un instante más tarde de que no lo conocía de nada. Seguramente fuera tan sólo uno de tantos borrachos que habituaban esos locales, aunque a juzgar por su ropa, no era habitual del sitio. "Ropas verdes y purpúreas, parece un loco", se dijo, ya que aquellos ropajes no combinaban en absoluto. Ni siquiera aquella gente de su alrededor, vestida con ropa de cuero ajustada y muchas cremalleras, iban vestidos de forma tan extraña como el desconocido. "Cuero ajustado y cremalleras... Buena combinación", resonó en su mente al observar dos joyas de la anatomía que, por no tener, bajo el traje no llevaban ni alma. Ese era el tipo de mujeres que le gustaban al Zafiro Negro, las exuberantes y fáciles. Cierto era que nunca se debía juzgar un libro por su portada, pero si una mujer llevaba una cremallera en el pubis y no llevaba bragas indicaba cosas... Cosas buenas.
Pero las mujeres fáciles pronto se asustaron y marcharon cuando aquel loco saltó, y quedaron tan sólo los desesperados hombres que buscaban alegrarse la vista con jóvenes zagalas y grandes pechos, el loco al que jamás había visto, y él mismo, que era una mezcla de ambos. Desesperado y loco, tal vez, muchos podrían llamárselo, pero tan sólo era un músico que no sabía tocar. Un verdadero Sid Vicious de la vida.
-Tú- dijo al recién llegado, levantándose de su asiento con agilidad-. ¿Nos conocemos? No hay mucha gente que entre así a los locales de buen ambiente- durante unos instantes creyó haber sido demasiado brusco, y temía que llegara a asustarse de él. Era lo último que pretendía en el mundo-. Me gusta tu... Esto... Tu corbata, es muy... Colorida. Sí, eso es, colorida. Pero no está bien entrar a los sitios así.
¿Se había vuelto a pasar? No era algo que en aquel momento le quitara el sueño, pero si podía evitar enfrentarse a locos saltarines lo haría. Que saliera bien o no ya era otro asunto, pero deseaba que así fuera. Tendió una mano al hombre en señal de amistad, aunque a saber por dónde iría aquel ser. "Aunque sería un experimento social interesante...".
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Ligeramente sorprendido y al principio desconfiado por la afirmación del extraño de curioso abrigo, solo pude decir una cosa.
-"¿Ah... este? Se llama Ulamog y aunque ahora le ves muy callado, el maldito acaba haciéndose querer" dije al tiempo que mantenía la corbata erguida con la mano, dando lugar ciertamente a una escena de carga de demencia sin límites.
Lo cierto es que Ulamog no solía caer bien a la gente, pues se limitaban a mirarme con una cara de indiferencia absoluta y en ocasiones ni siquiera se atrevían a dirigirme la palabra después de ello, pero la verdad es que era muy simpático una vez le conocías. E incluso su crítica y cierta chulería acababa siendo hasta compañía en las noches más oscuras.
Entonces me acerqué unos pasos, mirando algo sobreacentuadamente a ambos lados, cómo si fuera a suceder algo o hubiera espías en las inmediaciones y finalmente le di la mano, de una manera al principio muy débil pero luego muy fuerte, y la movía casi compulsivamente sin cesar el roce, cosa que era algo molesta para el resto, pero la educación nunca faltaba.
Un poco antes de que el hombre de cabellos mixtos se enervara ante ello, paré el contacto y comencé a hablar inmerso nuevamente en mis locuras sin fin, mientras abría un botecito que sacaba de la chaqueta y me metía dos pastillas en la boca.
-"¿Y aquí también puedes beber un arcoiris?" le dije finalmente obviando todo el resto de la situación, y deseando un sí por respuesta.
-"¿Ah... este? Se llama Ulamog y aunque ahora le ves muy callado, el maldito acaba haciéndose querer" dije al tiempo que mantenía la corbata erguida con la mano, dando lugar ciertamente a una escena de carga de demencia sin límites.
Lo cierto es que Ulamog no solía caer bien a la gente, pues se limitaban a mirarme con una cara de indiferencia absoluta y en ocasiones ni siquiera se atrevían a dirigirme la palabra después de ello, pero la verdad es que era muy simpático una vez le conocías. E incluso su crítica y cierta chulería acababa siendo hasta compañía en las noches más oscuras.
Entonces me acerqué unos pasos, mirando algo sobreacentuadamente a ambos lados, cómo si fuera a suceder algo o hubiera espías en las inmediaciones y finalmente le di la mano, de una manera al principio muy débil pero luego muy fuerte, y la movía casi compulsivamente sin cesar el roce, cosa que era algo molesta para el resto, pero la educación nunca faltaba.
Un poco antes de que el hombre de cabellos mixtos se enervara ante ello, paré el contacto y comencé a hablar inmerso nuevamente en mis locuras sin fin, mientras abría un botecito que sacaba de la chaqueta y me metía dos pastillas en la boca.
-"¿Y aquí también puedes beber un arcoiris?" le dije finalmente obviando todo el resto de la situación, y deseando un sí por respuesta.
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"Definitivamente loco", sentenció su mente mientras sonreía ante el caluroso apretón de manos del desconocido. "¿Y si le sigo el juego?", se preguntó durante un momento. Podría decirle que su guante se llamaba Kristinne, y era en verdad una manopla muy callada, o que su propia corbata de color escarlata era Hernán, un noble altivo que lo despreciaba... No, aquello no eran buenas opciones. Si estaba realmente loco, podría provocarle serios problemas burlarse de él, aunque sólo estuviera jugando a ser un demente. Barajar aquellas opciones era un tanto... extraño, cuánto menos. ¿Realmente iba a jugar a aquello? a veces se le daba bien actuar, aunque la verdad era que el tipo aquel podía estar jugando a aquello también. Había tantas posibilidades... Lo mejor sería seguirle la corriente y si surgía imitar aquel trastorno mental con forma corpórea llamado "Ulamog". Buen nombre para una corbata...
-Encantado- dijo al cesar aquel caluroso saludo-. Yo soy Dexter Black. Ahora que ya conozco a Ulamog... ¿Tú quién eres?
Aquella frase sonó parcialmente borde, aunque era totalmente necesaria y la dijo con toda la jovialidad que pudo reunir. Pero aquel tipo le había preguntado si allí daban Arco Iris como bebida. ¿Realmente habían llegado a aquello? Era muy extraño, pero conocía de un cóctel que preparaban en todas partes, bastante famoso. Desde granada hasta pomelo,pasando por aguacates y ciruelas. El resultado,mezclado con alcohol era una masa informe de colores y un sabor frutal ahogado en alcohol. Simplemente perfecto. Seguramente se refiriera aquello, aunque después de lo de la corbata... "¿Y si sólo te está tomando el pelo?", la duda volvió a su mente, pero la decisión de seguirle el juego se mantenía firme.
-Acompáñame a la barra, ahí pedimos un Arco Iris. Yo invito.
Se acercó a la barra, pasando por en medio de mujeres semi desnudas y hombres lascivos. Era un buen ambiente para un club de damas de compañía, pero era de esperar que en un local de música las cosas fueran menos sexualizadas. "En fin...". Pidió a la camarera, una atractiva muchacha de cabello castaño y pecho escueto pero hermoso, dos combinados Arco Iris y su dirección. Para jugar más tarde, si la cosa iba bien. Por desgracia no le dio lo segundo, aunque le sonrió con alegría. Al menos aceptaba los cumplidos. Se sonrojó ligeramente cuando trajo los cócteles. "Vaya... Si pico un poco igual encuentro el gran tesoro", dijo su mente. Después de acabar con el loco empezaría con la preciosa morena. Sería un buen día...
-Encantado- dijo al cesar aquel caluroso saludo-. Yo soy Dexter Black. Ahora que ya conozco a Ulamog... ¿Tú quién eres?
Aquella frase sonó parcialmente borde, aunque era totalmente necesaria y la dijo con toda la jovialidad que pudo reunir. Pero aquel tipo le había preguntado si allí daban Arco Iris como bebida. ¿Realmente habían llegado a aquello? Era muy extraño, pero conocía de un cóctel que preparaban en todas partes, bastante famoso. Desde granada hasta pomelo,pasando por aguacates y ciruelas. El resultado,mezclado con alcohol era una masa informe de colores y un sabor frutal ahogado en alcohol. Simplemente perfecto. Seguramente se refiriera aquello, aunque después de lo de la corbata... "¿Y si sólo te está tomando el pelo?", la duda volvió a su mente, pero la decisión de seguirle el juego se mantenía firme.
-Acompáñame a la barra, ahí pedimos un Arco Iris. Yo invito.
Se acercó a la barra, pasando por en medio de mujeres semi desnudas y hombres lascivos. Era un buen ambiente para un club de damas de compañía, pero era de esperar que en un local de música las cosas fueran menos sexualizadas. "En fin...". Pidió a la camarera, una atractiva muchacha de cabello castaño y pecho escueto pero hermoso, dos combinados Arco Iris y su dirección. Para jugar más tarde, si la cosa iba bien. Por desgracia no le dio lo segundo, aunque le sonrió con alegría. Al menos aceptaba los cumplidos. Se sonrojó ligeramente cuando trajo los cócteles. "Vaya... Si pico un poco igual encuentro el gran tesoro", dijo su mente. Después de acabar con el loco empezaría con la preciosa morena. Sería un buen día...
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-"¡Sí! Un delicioso arcoiris. Teeeeeehehehehehehehehehehehehe. Arcoiris, arcoiris, arcoiris, aaaaarcoooooiiiiiiriiiiiiiiiisss... Teeeeheeeeeheeeheeeee" empecé a decir de forma compulsiva y animada, dirigiéndome hacia la barra del musical bar, ignorando totalmente a todo tipo de camareras, maleantes y seres del vicio del lugar, con el único objetivo en mi mente de volver a probar ese icor caído del mismísimo cielo.
Tras unos minutos, no hubieron tardado en traer las bebidas, momento en el cual comencé a sorber de forma aun más ansiosa por una de las dos pajitas que incluía el cóctel, aunque a mi más que a alcohol eso me sabía a una mezcla de sensaciones.
-"¡Frío!" dije al tiempo que me echaba los brazos cruzados entre si en postura de helada invernal.
-"¡Calor!" volví a añadir casi al instante haciendo una postura en extremo veraniega, al tiempo que tiraba la chaqueta al suelo, dejando ver una camisa verdosa.
-"¡Miedo!" esta vez grité echándome las manos a la cabeza, casi a los ojos, y poniéndome en cuclillas sobre el taburete cercano.
-"¡Liderazgo!" terminé al tiempo que poniéndome las gafas de la cabeza señalaba al grupo que estaba tocando su música con una postura casi desafiante.
-"Y después de ello solo queda... eso... Teeeeheheheheheheheheee" reí finalmente en voz apenas audible y con una sonrisa un tanto pícara que desde fuera seguro que era capaz de provocar unos escalofríos de tamaño inconmensurable, justo antes de sacar un pequeño botecito y abrirlo y llevar dos de estas pastillas a mi boca, dejando posteriormente el envase algo a la vista y un poco desgastado que contenía la medicina.
En el fondo no recordaba si ya me había tomado las pastillas. Quizá era cosa de esa bebida que me estaba afectando y dejando piripi, o bien me había reaccionado si es que las había tomado antes.
Tras unos minutos, no hubieron tardado en traer las bebidas, momento en el cual comencé a sorber de forma aun más ansiosa por una de las dos pajitas que incluía el cóctel, aunque a mi más que a alcohol eso me sabía a una mezcla de sensaciones.
-"¡Frío!" dije al tiempo que me echaba los brazos cruzados entre si en postura de helada invernal.
-"¡Calor!" volví a añadir casi al instante haciendo una postura en extremo veraniega, al tiempo que tiraba la chaqueta al suelo, dejando ver una camisa verdosa.
-"¡Miedo!" esta vez grité echándome las manos a la cabeza, casi a los ojos, y poniéndome en cuclillas sobre el taburete cercano.
-"¡Liderazgo!" terminé al tiempo que poniéndome las gafas de la cabeza señalaba al grupo que estaba tocando su música con una postura casi desafiante.
-"Y después de ello solo queda... eso... Teeeeheheheheheheheheee" reí finalmente en voz apenas audible y con una sonrisa un tanto pícara que desde fuera seguro que era capaz de provocar unos escalofríos de tamaño inconmensurable, justo antes de sacar un pequeño botecito y abrirlo y llevar dos de estas pastillas a mi boca, dejando posteriormente el envase algo a la vista y un poco desgastado que contenía la medicina.
En el fondo no recordaba si ya me había tomado las pastillas. Quizá era cosa de esa bebida que me estaba afectando y dejando piripi, o bien me había reaccionado si es que las había tomado antes.
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Dejó de prestar atención a la muchacha unos instantes. Era realmente hermosa, y su cabello olía a avellana, pero su acompañante comenzó a desvariar. Palabras sin sentido surgían de su boca mientras probaba el delicioso cóctel frutal. ¿Cómo podía alucinar de tal manera? Sonrió de media cara. Era un tipo simpático, aunque estaba definitivamente loco. Iba, definitivamente, a ser un día divertido. Deseaba preguntarle cosas para que su retorcida mente le respondiera y conocer así qué traumas ocultaba aquella psique deformada. ¿Sería por las drogas? Quizá fuera por algún trauma, o un golpe en la cabeza... Pero quería saber cosas de aquello.
-Disculpa... ¿Cuántos ojos tiene Ulamog cuando abre la boca los martes?
No comprendía del todo aquella pregunta que acababa de lanzar, pero aún así tenía que hacerlo. La ocurrencia vendría seguramente de su propia locura interna, aquella que todas las personas llevaban dentro pero que por equis o por is no dejaban salir a la luz. Tal vez fuera el ambiente con un denso olor a cannabis, que comenzaba a liberar su parte inconsciente, despreocupada de cualquier cadena mundana, volando libre hacia la información que seguro le daría aquel joven. Pero de momento iba a dar un buen trago a aquella sustancia. Era deliciosa.
De repente, un ruido de explosión se hizo patente en los exteriores del lugar, y la música cesó. ¿Qué demonios habría pasado? Era su obligación ayudar si había algún herido, o si se necesitaba de cualquier auxilio. "¿Ya alimentando tu complejo de niño héroe, Dexter", le susurró su cabeza como si una madre hastiada fuese. Pero ahora lo importante era saber qué pasaba ahí, y cómo arreglarlo.
-Bueno, ya me contestarás, ahora deberíamos ver qué pasa ahí...
-Disculpa... ¿Cuántos ojos tiene Ulamog cuando abre la boca los martes?
No comprendía del todo aquella pregunta que acababa de lanzar, pero aún así tenía que hacerlo. La ocurrencia vendría seguramente de su propia locura interna, aquella que todas las personas llevaban dentro pero que por equis o por is no dejaban salir a la luz. Tal vez fuera el ambiente con un denso olor a cannabis, que comenzaba a liberar su parte inconsciente, despreocupada de cualquier cadena mundana, volando libre hacia la información que seguro le daría aquel joven. Pero de momento iba a dar un buen trago a aquella sustancia. Era deliciosa.
De repente, un ruido de explosión se hizo patente en los exteriores del lugar, y la música cesó. ¿Qué demonios habría pasado? Era su obligación ayudar si había algún herido, o si se necesitaba de cualquier auxilio. "¿Ya alimentando tu complejo de niño héroe, Dexter", le susurró su cabeza como si una madre hastiada fuese. Pero ahora lo importante era saber qué pasaba ahí, y cómo arreglarlo.
-Bueno, ya me contestarás, ahora deberíamos ver qué pasa ahí...
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Iba a ir a responderle, pero el ajetreo se volvió insostenible, así que echando mano a mis gafas que solían parapetarse en la cabeza y las bajé, situándolas sobre mis ojos y dándome una apariencia de lo más "cool". Esas gafas especiales me permitían ver a los malhechores que tenían recompensa, aunque no de cuánto se trataba. Creí que era lo mejor, pues aún en mi afectada mente, no era especialmente estúpido. Y mi trabajo era al fin y al cabo ser cazarrecompensas por lo cual quizá con algo de suerte lograría tener lo que quería y poder llegar lentamente pero seguro a aquél peliblanco.
-"Vamos allá, Teeeeeheheheheheheheeeee" dije tras adoptar una nueva postura aún más heroica y que parecía salida de un cómic de superhéroes.
Tras unos segundos, entonces tras sin reparar mucho en el gentío y en su sorpresa así cómo en la total ausencia de música que ahora viciaba el ambiente cómo si de un vértigo se tratara, anduvimos con un paso ligero en dirección al peligro, intentando conocer la fuente de aquella falta de alboroto general y del sonido de la deflagración que hubo venido anteriormente, por lo cual de forma segura conseguiríamos en no mucho tiempo saber qué había sucedido.
-"Oh dios, mierda. Mira eso Syva" dijo Ulamog mientras yo miraba al tiempo que la acción se hacía patente.
-"Vamos allá, Teeeeeheheheheheheheeeee" dije tras adoptar una nueva postura aún más heroica y que parecía salida de un cómic de superhéroes.
Tras unos segundos, entonces tras sin reparar mucho en el gentío y en su sorpresa así cómo en la total ausencia de música que ahora viciaba el ambiente cómo si de un vértigo se tratara, anduvimos con un paso ligero en dirección al peligro, intentando conocer la fuente de aquella falta de alboroto general y del sonido de la deflagración que hubo venido anteriormente, por lo cual de forma segura conseguiríamos en no mucho tiempo saber qué había sucedido.
-"Oh dios, mierda. Mira eso Syva" dijo Ulamog mientras yo miraba al tiempo que la acción se hacía patente.
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"Qué cojones...", pensó Dexter cuando una segunda explosión hizo abrirse un boquete en el local. De allí un hombre de varios metros de altura surgió. Portaba una gigantesca ametralladora en una mano, y varias cargas explosivas por todo el cuerpo. "Genial, un artillero loco haciendo cundir el pánico", dijo su mente al tiempo que el alboroto resurgía y la gente se agolpaba para salir por la puerta, tratando de evitar la ira de aquel coloso. Era casi inhumano, como una masa de carne móvil que miraba a la gente como si de un nutritivo alimento se tratara. ¿Un caníbal? Últimamente se encontraba muchas cosas raras, y no todas eran agradables. Era el momento de luchar una vez más.
-Y tú qué cojones eres- dijo en voz alta, tratando de provocar al hombre, para que se fijara en él. Era una opción estúpida y muy peligrosa, pero seguramente la única viable si tenía que salvar la vida de las mujeres y pervertidos que poblaban el local.
Funcionó. La bestia armada lo miró, y sonrió con delicia. Lo estaba oliendo a aquella distancia, y mucho mejor según la gente abandonaba el local. El ruido cesaba de nuevo, y la respiración torpe y entrecortada del mórbido ser eran lo único que rompía la sepulcral calma que reinaba en el local, ahora luminoso gracias a la acción de aquel atípico diseñador de interiores. Lo cierto era que el espacio estaba mucho mejor ahora pero... ¿Dónde estaban Skorpion y Sub Zero? La abominación que derribó la pared trasera del local había entrado sobre el escenario, pero ambos personajes, vestidos como una especie de Ninja, habían desaparecido sin dejar rastro. Seguramente sólo fueran dos niñatos disfrazados, pero tenían algo especial. Algo que olía en su sangre, en su aura... No eran personas normales y corrientes, eran casi semi-dioses.
Un rayo de luz azul lo cegó momentáneamente, y el hombre de azul que creyó había desaparecido reapareció frente a la monstruosidad aquella, y comenzó a golpearle. Una luz naranja corrió también. Skorpion. Agarró el micrófono y comenzó a narrar la batalla que el tipo azul llevaba con el artillero, con un ritmo bastante pegadizo, como cantando. De repente, según la masa humana de carne parecía aturdida, llegó un Crescendo en el que se apreciaban claramente las palabras "Finish Him", y Sub Zero arrancó la calavera y las vértebras del cuerpo de la aberración aquella, al tiempo que Skorpion gritaba "Fatallity!". Aquello acababa de superar los límites de lo absurdo, o tal vez de lo espectacular. Seguramente ambas cosas, pero la sesión mejoró aún más cuando ambos volvieron a cantar como si no hubiera sucedido nada.
Aquella gente era extremadamente peculiar, pero en el fondo le gustaban. Y vocalizaban extrañamente bien para ir enmascarados. Se acercó al hombre de morado y verde, para ver si quería hacer algo interesante tras apreciar aquella muestra de pugilismo ninja.
-Ey, ¿Has visto eso? Ha sido espectacular- dijo, alzando la voz sobre la recién iniciada música.
-Y tú qué cojones eres- dijo en voz alta, tratando de provocar al hombre, para que se fijara en él. Era una opción estúpida y muy peligrosa, pero seguramente la única viable si tenía que salvar la vida de las mujeres y pervertidos que poblaban el local.
Funcionó. La bestia armada lo miró, y sonrió con delicia. Lo estaba oliendo a aquella distancia, y mucho mejor según la gente abandonaba el local. El ruido cesaba de nuevo, y la respiración torpe y entrecortada del mórbido ser eran lo único que rompía la sepulcral calma que reinaba en el local, ahora luminoso gracias a la acción de aquel atípico diseñador de interiores. Lo cierto era que el espacio estaba mucho mejor ahora pero... ¿Dónde estaban Skorpion y Sub Zero? La abominación que derribó la pared trasera del local había entrado sobre el escenario, pero ambos personajes, vestidos como una especie de Ninja, habían desaparecido sin dejar rastro. Seguramente sólo fueran dos niñatos disfrazados, pero tenían algo especial. Algo que olía en su sangre, en su aura... No eran personas normales y corrientes, eran casi semi-dioses.
Un rayo de luz azul lo cegó momentáneamente, y el hombre de azul que creyó había desaparecido reapareció frente a la monstruosidad aquella, y comenzó a golpearle. Una luz naranja corrió también. Skorpion. Agarró el micrófono y comenzó a narrar la batalla que el tipo azul llevaba con el artillero, con un ritmo bastante pegadizo, como cantando. De repente, según la masa humana de carne parecía aturdida, llegó un Crescendo en el que se apreciaban claramente las palabras "Finish Him", y Sub Zero arrancó la calavera y las vértebras del cuerpo de la aberración aquella, al tiempo que Skorpion gritaba "Fatallity!". Aquello acababa de superar los límites de lo absurdo, o tal vez de lo espectacular. Seguramente ambas cosas, pero la sesión mejoró aún más cuando ambos volvieron a cantar como si no hubiera sucedido nada.
Aquella gente era extremadamente peculiar, pero en el fondo le gustaban. Y vocalizaban extrañamente bien para ir enmascarados. Se acercó al hombre de morado y verde, para ver si quería hacer algo interesante tras apreciar aquella muestra de pugilismo ninja.
-Ey, ¿Has visto eso? Ha sido espectacular- dijo, alzando la voz sobre la recién iniciada música.
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Akuma no mi
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No podía atestiguarlo con la totalidad, pero aquella acción incluso pareció salir de una mente más oscura y perversa que la mía. Una dónde las texturas del color, del sonido y de los amasijos del propio destino no podían siquiera vislumbrarse. ¿Qué acababa de suceder realmente?
No lo sabía, eso desde luego, pero ver aquél enorme hombre ser plenamente abatido por esos dos enmascarados que utilizando una sincronía totalmente impresionante de movimientos, y saltos pudieron acabar con ese imponente señor en menos que se decía "pío".
Todavía estaba tan boquiabierto y mis ojos se abrían tanto, sumado a la enorme gesticulación de mi boca, que mis facciones extrañas quedaron ampliadas de forma severa. Bien es cierto que no podía conocer el estado de Ulamog, pues gesticulaba tanto cómo el buen trozo de tela que en el fondo era, así que más allá de sus grandes capacidades cromáticas y discursivas ocasionales, no supe ver su reacción pues en el fondo tampoco habló. Curioso caso el de esta enigmática corbata.
El caso es que esos extravagantes ninjas me habían dejado perplejo, así que continuando la acción del hombre que empezó a hablarme, solo pude disimular mi enorme gesto de una manera extraña y me puse a aplaudir cómo el condenado loco que era.
-"Bravo, épico, precioso, apoteósico, legendarioooooooo. ¡¡Queremos más!! ¡¡Homicidios Ninja!!" dije aplaudiendo y solo haciendo pausas para silbar cómo si ese espectáculo hubiera servido de inspiración.
No lo sabía, eso desde luego, pero ver aquél enorme hombre ser plenamente abatido por esos dos enmascarados que utilizando una sincronía totalmente impresionante de movimientos, y saltos pudieron acabar con ese imponente señor en menos que se decía "pío".
Todavía estaba tan boquiabierto y mis ojos se abrían tanto, sumado a la enorme gesticulación de mi boca, que mis facciones extrañas quedaron ampliadas de forma severa. Bien es cierto que no podía conocer el estado de Ulamog, pues gesticulaba tanto cómo el buen trozo de tela que en el fondo era, así que más allá de sus grandes capacidades cromáticas y discursivas ocasionales, no supe ver su reacción pues en el fondo tampoco habló. Curioso caso el de esta enigmática corbata.
El caso es que esos extravagantes ninjas me habían dejado perplejo, así que continuando la acción del hombre que empezó a hablarme, solo pude disimular mi enorme gesto de una manera extraña y me puse a aplaudir cómo el condenado loco que era.
-"Bravo, épico, precioso, apoteósico, legendarioooooooo. ¡¡Queremos más!! ¡¡Homicidios Ninja!!" dije aplaudiendo y solo haciendo pausas para silbar cómo si ese espectáculo hubiera servido de inspiración.
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La reacción de aquel tarado fue increíble. Parecía contento con aquello, interesado, fascinado y sobre todo enérgico. ¿Cómo demonios podía estar alguien tan complacido tras ver un asesinato? Cierto era que la situación se veía tan extraña que era hasta cómica, en cierta medida, pero de ahí a parecer una animadora en pleno descanso había un trecho. Dexter más bien estaba asustado de que aquellos dos pudieran domar a la bestia de un único golpe. Se había visto como un enemigo terrible, digno de temer y respetar, un animal que Zafiro dudaba poder cazar. Y allí estaban esos dos patanes, cantando como si no pasara nada, usando aquellas cervicales como instrumento musical. Sonaba casi como un xilófono. ¿Aquello iba en serio? Tenía que estar soñando.
-Voy a ponerme nervioso dentro de muy poco, colega. Esto es muy raro. ¿Qué demonios vas a hacer?
Las intenciones del loco eran muy difíciles de conocer, pero algo le decía que algo se ocultaba en aquella mente pervertida y alejada de la cordura. ¿Sería capaz de agarrar hielo y metérselo en la camisa a esos dos? ¿Pretendería acaso unirse a la canción? Tal vez quisiera ver más muerte y destrucción. Las mentes enfermas a menudo buscaban explosiones, estallidos y más explosiones. Por eso Miguel Eduardo de la Bahía y Juárez tenía tanto éxito, pese a ser tan nefasto en su labor. "Kaboom" era todo lo que debía de sonar en la cabeza de aquel supuesto artista cuando se dedicaba a crear, y lo peor era que a la gente le gustaba aquello. Incomprensible.
-Necesito otra copa- sentenció, dirigiéndose a la barra y sirviéndose una gran cantidad de hielo en un vaso, para luego llenarlo hasta arriba de bourbon.
Aquello sí que era gloria bendita, aunque podría haber sido mejor. Le gustaba luchar a veces, y no había tenido oportunidad de entablar una pelea deportiva. A veces la vida era muy aburrida...
-Voy a ponerme nervioso dentro de muy poco, colega. Esto es muy raro. ¿Qué demonios vas a hacer?
Las intenciones del loco eran muy difíciles de conocer, pero algo le decía que algo se ocultaba en aquella mente pervertida y alejada de la cordura. ¿Sería capaz de agarrar hielo y metérselo en la camisa a esos dos? ¿Pretendería acaso unirse a la canción? Tal vez quisiera ver más muerte y destrucción. Las mentes enfermas a menudo buscaban explosiones, estallidos y más explosiones. Por eso Miguel Eduardo de la Bahía y Juárez tenía tanto éxito, pese a ser tan nefasto en su labor. "Kaboom" era todo lo que debía de sonar en la cabeza de aquel supuesto artista cuando se dedicaba a crear, y lo peor era que a la gente le gustaba aquello. Incomprensible.
-Necesito otra copa- sentenció, dirigiéndose a la barra y sirviéndose una gran cantidad de hielo en un vaso, para luego llenarlo hasta arriba de bourbon.
Aquello sí que era gloria bendita, aunque podría haber sido mejor. Le gustaba luchar a veces, y no había tenido oportunidad de entablar una pelea deportiva. A veces la vida era muy aburrida...
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Parecía que aquel tipo no se movía, debía estar sumamente distraído por alguna razón, pero poco importaba. Ahora él se estaba aburriendo, y no le agradaba aquella sensación. Los tipos raros seguían cantando, pero ya no le gustaba la canción. Se iba a marchar, y el loco aquel no podría evitarlo.
-En fin, yo me marcho, este lugar me pone de los nervios- dijo, abriendo la puerta y atravesando el umbral.
En la calle la gente estaba yendo y viniendo tranquilamente, sin ni siquiera hacer caso de los tremendos ruidos llegados del local. Era escamoso que todos lo ignoraran, tal vez estuvieran haciéndolo tomar por un loco, o tal vez fuera un loco de verdad. Preguntó varias veces a gente de la calle si habían oído algo, pero no obtuvo respuesta agradable. La más educada fue "aparta, puto borracho", y lo hizo sentir mal. No había tomado nada aquel día. Bueno... Casi nada, si había que contar las pastillas que compró a aquel farmacéutico ambulante. "¿Farmacia ambulante?", dijo, llamándose idiota a sí mismo mientras se arrepentía de ser tan crédulo.
-Meh, es hora de abandonar la isla pues- dijo, alzando la vista al cielo, echándose a volar. No había sido un mal día, pero había tenido grandes alucinaciones. Era una sensación rara.
-En fin, yo me marcho, este lugar me pone de los nervios- dijo, abriendo la puerta y atravesando el umbral.
En la calle la gente estaba yendo y viniendo tranquilamente, sin ni siquiera hacer caso de los tremendos ruidos llegados del local. Era escamoso que todos lo ignoraran, tal vez estuvieran haciéndolo tomar por un loco, o tal vez fuera un loco de verdad. Preguntó varias veces a gente de la calle si habían oído algo, pero no obtuvo respuesta agradable. La más educada fue "aparta, puto borracho", y lo hizo sentir mal. No había tomado nada aquel día. Bueno... Casi nada, si había que contar las pastillas que compró a aquel farmacéutico ambulante. "¿Farmacia ambulante?", dijo, llamándose idiota a sí mismo mientras se arrepentía de ser tan crédulo.
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