Rainbow662
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Había estado en lugares raros, pero aquel, con sus edificios ruinosos y sus tormentas de relámpagos violetas, se llevaba la palma. Arribor se encontraba en la isla Namakura, aunque como de costumbre no tenía ni idea. Para él no era más que otra isla del Grand Line, igual de rara que el resto de lugares de aquel absurdo mar. El pirata tenía la intención de conseguir algunas provisiones para proseguir su viaje o al menos un mapa para saber donde había otra isla mejor, sin embargo aquella isla había resultado ser un yermo estéril sin apenas ningún tipo de vegetación visible.
Al cabo de un rato deambulando por la zona por fin encontró un pueblo, o al menos algo parecido a un pueblo. Más bien eran un par de hileras deformes de casas maltrechas y medio derruidas, construidas de cualquier forma menos recta y que intentaban simular algo parecido a una calle. La mayoría de ellas tenían algún tipo de agujero o daño severo que le dificultaban imaginar que alguien pudiera vivir allí. Casi sería más cómodo taparse con varios cartones, al menos así no tendrían que limpiar.
Arribor decidió echar un vistazo por el pueblo en busca de algún lugar donde comer algo o al menos refugiarse de la tenebrosa tormenta que acosaba la isla. Aquellos rayos violetas le ponían los pelos de punta. Sin embargo no parecía haber nada parecido a un restaurante o una tienda, aunque viendo las "casas" del pueblo no le sorprendía nada. El único edificio donde parecía haber actividad era una especie de templo, en tan mal estado como el resto de construcciones, del que salían varias luces y cánticos. El pirata no pudo reprimir su curiosidad y no dudó en entrar para satisfacerla.
En el interior se encontró con un espectáculo tan extraño como siniestro: un grupo de personas encapuchadas y completamente vestidas de negro que cantaban arrodillados alrededor de un altar con extraños símbolos. En ese altar yacía una cabra recién asesinada por uno de los encapuchados, quien recitaba continuamente un curioso salmo.
-Oh, poderoso Satán-sama, nosotros tus siervos te invocamos para que nos liberes de tantos años de opresión y pobreza y elimines a nuestros enemigos. Sacrificamos para eso una vida animal que esperamos te satisfaga y te impulse a prestarnos tu ayuda. Oh, poderos... -el discurso de aquel curioso hombre se vio interrumpido por la aparición de Arribor. Al verlo, se calló de golpe y el resto de encapuchados se giraron de inmediato para ver que había interrumpido su ritual.
Arribor se quedó quieto y callado, pensando en si había sido él quien había interrumpido el extraño cántico. No sabía que consecuencias podría traer eso, o si aquella gente intentaría sacrificarle a él. Al menos, esperaba que ningún demonio apareciese, aunque en cierto modo sería divertido. Sin embargo lo único en que podía pensar era en porqué diablos iba una gente tan pobre a sacrificar a su única cabra.
Al cabo de un rato deambulando por la zona por fin encontró un pueblo, o al menos algo parecido a un pueblo. Más bien eran un par de hileras deformes de casas maltrechas y medio derruidas, construidas de cualquier forma menos recta y que intentaban simular algo parecido a una calle. La mayoría de ellas tenían algún tipo de agujero o daño severo que le dificultaban imaginar que alguien pudiera vivir allí. Casi sería más cómodo taparse con varios cartones, al menos así no tendrían que limpiar.
Arribor decidió echar un vistazo por el pueblo en busca de algún lugar donde comer algo o al menos refugiarse de la tenebrosa tormenta que acosaba la isla. Aquellos rayos violetas le ponían los pelos de punta. Sin embargo no parecía haber nada parecido a un restaurante o una tienda, aunque viendo las "casas" del pueblo no le sorprendía nada. El único edificio donde parecía haber actividad era una especie de templo, en tan mal estado como el resto de construcciones, del que salían varias luces y cánticos. El pirata no pudo reprimir su curiosidad y no dudó en entrar para satisfacerla.
En el interior se encontró con un espectáculo tan extraño como siniestro: un grupo de personas encapuchadas y completamente vestidas de negro que cantaban arrodillados alrededor de un altar con extraños símbolos. En ese altar yacía una cabra recién asesinada por uno de los encapuchados, quien recitaba continuamente un curioso salmo.
-Oh, poderoso Satán-sama, nosotros tus siervos te invocamos para que nos liberes de tantos años de opresión y pobreza y elimines a nuestros enemigos. Sacrificamos para eso una vida animal que esperamos te satisfaga y te impulse a prestarnos tu ayuda. Oh, poderos... -el discurso de aquel curioso hombre se vio interrumpido por la aparición de Arribor. Al verlo, se calló de golpe y el resto de encapuchados se giraron de inmediato para ver que había interrumpido su ritual.
Arribor se quedó quieto y callado, pensando en si había sido él quien había interrumpido el extraño cántico. No sabía que consecuencias podría traer eso, o si aquella gente intentaría sacrificarle a él. Al menos, esperaba que ningún demonio apareciese, aunque en cierto modo sería divertido. Sin embargo lo único en que podía pensar era en porqué diablos iba una gente tan pobre a sacrificar a su única cabra.
Yuu Kinzoku
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Al llegar a la isla el cyborg supo que había llegado correctamente a su destino, esas tormentas moradas, ese aspecto tétrico, sabía que había llegado a la Isla Namakura, había leído mucho sobre esa isla pero nunca había estado allí, sabía que una extraña comunidad vivía en ese sitio la cual estaba bajo la opresión de la tribu Brazos Largos y profesaba una extraña religión, esa religión despertaba un extraño interés en el cyborg y quería investigar un poco para conocer más sobre ese tipo de creencias.
-Bueno pues ya estamos aquí, vaya viaje más cansado y aburrido.-Dijo el cyborg estirando su enorme cuerpo.
Tras esto el cyborg puso rumbo a la primera ciudad que vio a lo lejos, al irse acercando vio como las casas habían sufrido de tal magnitud que algunas estaban a punto de derrumbarse y eliminar el poco resguardo que había de la lluvia. Fue adentrándose poco a poco en la ciudad y no vio ningún rastro de vida por ninguna parte, de repente se fijó y el único edificio que parecía estar medio en condiciones era algo que parecía una iglesia, se acercó a ver si oía algo pero no hubo suerte, al ver que no había ruido se sentó en los escalones más cercanos a la puerta que había para resguardarse un poco de la lluvia y pensar donde podrían estar los habitantes de ese lugar.
-Bueno pues ya estamos aquí, vaya viaje más cansado y aburrido.-Dijo el cyborg estirando su enorme cuerpo.
Tras esto el cyborg puso rumbo a la primera ciudad que vio a lo lejos, al irse acercando vio como las casas habían sufrido de tal magnitud que algunas estaban a punto de derrumbarse y eliminar el poco resguardo que había de la lluvia. Fue adentrándose poco a poco en la ciudad y no vio ningún rastro de vida por ninguna parte, de repente se fijó y el único edificio que parecía estar medio en condiciones era algo que parecía una iglesia, se acercó a ver si oía algo pero no hubo suerte, al ver que no había ruido se sentó en los escalones más cercanos a la puerta que había para resguardarse un poco de la lluvia y pensar donde podrían estar los habitantes de ese lugar.
Rainbow662
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
-¡Tú! ¡¿Cómo te atreves a interrumpir nuestro sagrado ritual?! Por tu culpa se ha desperdiciado nuestro único sacrificio, ¿cómo invocaremos ahora a Satán-sama? -dijo el tipo del altar mientras señalaba al pirata con un gesto acusador. Arribor no entendía nada, por alguna extraña razón ese grupo de locos le estaba echando algo en cara. ¿Acaso había hecho algo? Fuera como fuera no parecía que fuese a conseguir nada útil allí, así que decidió largarse. -Espera, no puedes marcharte. Ahora debes arreglar esta ofensa, sacrificando tu sangre para el poderoso Satan-sama.
-¿Qué debo hacer qué? A mi no me metáis en vuestras locuras. -contestó el pirata, sorprendido por la repentina exigencia de aquel extraño monje.
-No es ninguna locura. Nuestros antepasados llevan más de un siglo bajo el yugo de nuestros opresores y durante generaciones hemos invocado a Satán-sama para que nos ayude. Y ahora que estábamos tan cerca llegas tú y lo fastidias. -Mientras el que parecía el líder hablaba y le increpaba, el resto de encapuchados comenzaba a acercarse a él y rodearle.
-Yo no he fastidiado nada, maldito chalado. Déjame en paz de una vez. -Aquella gente comenzaba a ser molesta. Ni siquiera sabía qué había hecho para arruinar su estúpido ritual y aun así parecían dispuestos a sacrificarle sin dudar para invocar a su dios o algo así.
Cuando quiso darse cuenta, un tipo con un cuchillo le hizo un corte en el brazo y se lo pasó al monje del altar. Mientras Arribor tumbaba al primero de un golpe, el otro comenzó de nuevo su ritual, con aquellos extraños cánticos a los que no tardaron en sumarse el resto de los presentes. Ese espectáculo era cada vez más desconcertante y absurdo, sobretodo porque si por algún milagro llegaba a funcionar tendría que apalizar a quien apareciera. Estaba apunto de marcharse, sin embargo sentía curiosidad por como podría continuar el extraño ritual. Además era su sangre la que usaban, así que tenía derecho a ver que hacían con ella. Aun así pensaba que le verdadero milagro era que no les había aplastado a todos después de herirle a traición.
Después de un largo minuto, el monje que dirigía el ritual se desplomó sobre el altar y se levantó bruscamente con los ojos en blanco. Parecía en trance y pronunciaba palabras que no llegaba a entender. Era evidente que le había dado algo, o eso o verdaderamente estaba loco. Al cabo de unos segundos, se detuvo y volvió a hablar.
-Ya debería haber funcionado. En pocos segundos Satán-sama aparecerá y nos librará por fin de tantos años de opresión.
Aquel tipo parecía totalmente convencido, a pesar de que debería haber fallado en su ritual cientos de veces ya. Arribor no pudo evitar acercarse y mirar la daga ensangrentada con curiosidad, como esperando a ver si ocurría algo. De todas formas no tenía nada mejor que hacer y no le apetecía mojarse con la violenta tormenta del exterior.
-¿Qué debo hacer qué? A mi no me metáis en vuestras locuras. -contestó el pirata, sorprendido por la repentina exigencia de aquel extraño monje.
-No es ninguna locura. Nuestros antepasados llevan más de un siglo bajo el yugo de nuestros opresores y durante generaciones hemos invocado a Satán-sama para que nos ayude. Y ahora que estábamos tan cerca llegas tú y lo fastidias. -Mientras el que parecía el líder hablaba y le increpaba, el resto de encapuchados comenzaba a acercarse a él y rodearle.
-Yo no he fastidiado nada, maldito chalado. Déjame en paz de una vez. -Aquella gente comenzaba a ser molesta. Ni siquiera sabía qué había hecho para arruinar su estúpido ritual y aun así parecían dispuestos a sacrificarle sin dudar para invocar a su dios o algo así.
Cuando quiso darse cuenta, un tipo con un cuchillo le hizo un corte en el brazo y se lo pasó al monje del altar. Mientras Arribor tumbaba al primero de un golpe, el otro comenzó de nuevo su ritual, con aquellos extraños cánticos a los que no tardaron en sumarse el resto de los presentes. Ese espectáculo era cada vez más desconcertante y absurdo, sobretodo porque si por algún milagro llegaba a funcionar tendría que apalizar a quien apareciera. Estaba apunto de marcharse, sin embargo sentía curiosidad por como podría continuar el extraño ritual. Además era su sangre la que usaban, así que tenía derecho a ver que hacían con ella. Aun así pensaba que le verdadero milagro era que no les había aplastado a todos después de herirle a traición.
Después de un largo minuto, el monje que dirigía el ritual se desplomó sobre el altar y se levantó bruscamente con los ojos en blanco. Parecía en trance y pronunciaba palabras que no llegaba a entender. Era evidente que le había dado algo, o eso o verdaderamente estaba loco. Al cabo de unos segundos, se detuvo y volvió a hablar.
-Ya debería haber funcionado. En pocos segundos Satán-sama aparecerá y nos librará por fin de tantos años de opresión.
Aquel tipo parecía totalmente convencido, a pesar de que debería haber fallado en su ritual cientos de veces ya. Arribor no pudo evitar acercarse y mirar la daga ensangrentada con curiosidad, como esperando a ver si ocurría algo. De todas formas no tenía nada mejor que hacer y no le apetecía mojarse con la violenta tormenta del exterior.
Contenido patrocinado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.