[Privado][Misa - Xemnas] Dos largos años....

Escoltar a la capitana Misa Amane a una de sus misiones. No era algo muy descabellado pero, aquella noticia hizo sonreír de lado al comodoro que había sido seleccionado. Su barco estaba bastante cerca del archipiélago. En su mano derecha portaba un den den mushi rojizo. Se lo habían dado para comunicarse con los demás. Encima le habían facilitado el número de la rubia. Tan sólo debía llamarla para saber dónde podía estar. Shabaody era enorme y, no iba a resultar nada fácil encontrarlos o, quizás sí. Miró un momento a su alrededor, pudo ver la cubierta totalmente vacía. Iba solo. Soltó un leve suspiro, y se puso en pie. Mostró una sonrisa amable y después tosió un par de veces. Trataba de poner una voz un poco más grave que la suya. Iba a ser divertido. No sabía que su chica se había alistado en la marina y, tenía un puesto inferior al suyo. De modo que debía de estar atento a no quedarse atrás.

Cuando supiese todo lo ocurrido en aquellos dos años, le contaría también su misión. Tuvo que estar con Madara dos años enteros, salvando a las personas de Arabasta de una terrible amenaza. Dejó de pensar en aquello y llamó al número de la capitana Amane. – Aquí Teniente Thomsonp. Me han asignado a su grupo, Misa. Indíqueme en qué posición está en estos momentos. – Dijo aquello esperando respuesta. Una vez se lo dijese o no, colgaría el comunicador. Llevaba un chaleco verde de combate, y por encima una chaqueta blanca, en la espalda ponía “Comodoro”. En su cintura había una enorme vaina oscura, dentro portaba su espadón. En sus pies había unas sandalias. Sus cabellos rubios estaban alborotados y, se había colocado en la frente un protector de acero con el símbolo de la marina, por encima de una cinta azul. Estaba listo para salir de una vez. No se había llevado su armadura de kairouseki puro, tan solo la usaría en guerras o combates intensos. Estaba bastante calmado. Una brisa hico mecerse a sus dorados cabellos.

Tras unos momentos, saltó al pequeño puerto, y comenzó a caminar, dejando atrás el barco. Avanzaría en dirección a dónde le había indicado la chica pero, evitaría ser visto. De hecho a lo mejor no le reconocía desde lejos debido a su cambio. Él esperaba poder hacerlo pero, mantenía su haki de observación activado en todo momento. De esa forma sentiría la presencia de la chica. En esos dos años, no la había olvidado para nada. Ella le hizo perder el miedo a las mujeres, y encima le ayudó muchísimo. Ahora que estaban en el mismo bando, podrían trabajar juntos para hacer un mundo perfecto. Sus pasos poco a poco, iban adentrándole más en aquel remoto lugar. Iba moviéndose por los bosques, evitando los sitios abiertos. No tenía información sobre lo que estaba pasando pero, le daba lo mismo. Mostraba una sonrisa en todo momento y, estaba atento a cualquier peligro que pudiese pasar. El tiempo tampoco era nada malo. Todo parecía estar en calma. Iba a ser un día normal, al menos eso pensaba el chico, el cual mantenía una sonrisa simple.

Observó un número en un árbol, el cual le indicaba que se hallaba en el archipiélago número dos. Soltó un pequeño suspiro y miró a su alrededor. No vio a nadie, aquello significaba que debía de continuar andando. A saber cuánto camino le quedaba. Metió la mano en su bolsillo, acariciando el Den Den Mushi y asegurándose de que lo llevaba consigo. En ese momento notó un viento más fuerte de lo normal. Su chaqueta ondeó un poco, y él mostró una expresión un poco más seria. Esperaba que no se formara un vendaval o algo así.

El marine continuaba caminando tranquilamente. Presentía que le quedaba poco para llegar. Sus azulados ojos observaban todo a su alrededor, buscando ver a los marines. No dudaba en sus buenas capacidades para el escondite pero, aquello ya era un poco exagerado a decir verdad. El pobre rubio no encontraba ni siquiera a personas normales de la isla. Era como si todos se hubiesen ido a jugar al escondite. Soltó un enorme suspiro y continuó con su caminata, oculto como de costumbre. Llevaba ambas manos en los bolsillos e iba silbando con toda la calma del mundo. El único sonido que escuchaba, era el de las hojas de los árboles moviéndose por el viento. De hecho, era el único que había junto a sus silbidos. Era como si nadie habitase la isla y eso no le molaba mucho. Era como si viviesen con miedo, y no iba a permitir tal abuso por parte de quiénes fueran los causantes.

En ese momento escuchó como el caracol de su bolsillo empezaba a hacer un raro sonido. Alzó una deja y lo tomó. No entendía quién podía ser. A lo mejor era Kai u otra persona que quería contactar con él. Los jefes a lo mejor querían darle más detalles. Él iba a escucharlos con calma y actuaría dependiendo de lo que le dijeran. Escuchó la voz de Amane y mostró una sonrisa dulce, se ponía muy mona dando órdenes. Cuando viera quién era, tal vez no reaccionaba de la misma forma. También podía darse el caso de que lo hiciera, y entonces podía decirle adiós al puesto superior. No quería ver enfadada a la chica de ninguna de las maneras. No quería volar por los aires, y mucho menos estropear su preciosa chaqueta. Le había costado mucho lavarla para que estuviese bien blanca. Los tonos blancos eran muy jodidos, y era algo que el devastador sabía bastante bien. Últimamente le tocaba cocinar, limpiar y demás. Era lo que tenía vivir solo en su despacho del cuartel del Norte.

No tardó mucho en llegar a la casa de subastas que le había indicado la rubia. Pegó la espalda a la pared del tejado, y se quedó en lo alto, escondido. De modo que tenía que ver con esclavos la cosa. Notaba presencias fuertes en el interior de aquel edificio. Lo mejor era esperar a la chica. De aquel modo serían varios, y podrían dar un buen aviso. Se quedaría allí, tranquilamente sentado y mirando al cielo. En cuanto sintiera la presencia de Misa, saltaría justo delante de ella y la miraría a los ojos con una sonrisa amable. – Más que Thomsonp, Comodoro Xemnas Death presente, preciosa. – Dijo con una sonrisa calmada y mirándola de forma animada. Se veía preciosa. Había cambiado en aquellos dos años, y resultaba ser una belleza. Él también estaba distinto, sobre todo porque tenía más brazos, y su pelo había crecido un poco. Además se intensificó un poco. Era el momento del reencuentro.

El chico sonrió de forma amable al escucharla. Cuando le llamó tonto, no pudo evitar soltar una leve carcajada. Sabía que la iba a tomar por sorpresa, y por ello estaba orgulloso de haberlo logrado. Pudo notar como suspiraba, quizás estaba nerviosa. Había cambiado también. Al menos ya no parecía usar maquillaje como antes, cosa que agradecía, pues no le molaba para nada. Además su aura era muchísimo más fuerte, estando igualada con él. Aquello le hizo mirarla de forma calmada. Estaba a punto de besarla, pero ella se le adelantó. Bajó escasos centímetros, y la besó también. Con la mano, la echó contra su cuerpo, cerrando los ojos. Al parecer había espabilado un poco en aquellos dos años. El sabor de ella continuaba siendo sabroso para él. Estaba riquísima. Tras aquel beso, le sonrió mientras le guiñaba un ojo de forma amable. El viento meció de nuevo sus cabellos, y él simplemente se cruzó de brazos. Observándola con toda la calma del mundo.

En cuanto ella le pasó el informe de la misión, lo miró con tranquilidad, y comenzó a leerlo. Pasaron unos momentos, entonces el chico soltó un leve suspiro. Los traficantes siempre solían ser problemáticos. Esos capullos no sabían cuando rendirse. No sólo usaban personas, además armas y sustancias prohibidas. Cuando escuchó las últimas palabras, alzó una ceja, y después soltó una leve carcajada. – Mi objetivo es escoltarte. De modo que la estrategia te toca a ti. No pensarías que la marina ¿No se iba a fiar de ti, no? – Dijo con un tono amable. Pese a tener un puesto mayor, no pensaba meterse ni hacerla cambiar de opinión. Dejaría que ella tomase las decisiones de la misión. Era lo justo pues, le habían asignado a ella la misión. A él lo mandaron seguramente para que no hiciera el vago en el barco. Cosa que estaba haciendo antes de ir. Lo que sí pensaba hacer, era darle una pequeña ventaja antes de empezar.

Sacó su enorme espadón, y la miró de forma calmada. Con su haki de observación, predijo que no había presencias en la entrada del edificio, más bien más adentro. En ese momento sonrió de forma un poco siniestra. Lanzó un enorme tajo al aire, formando un enorme dragón blanco que salió disparado hacia el local. Se trataba de una poderosa onda. En cuanto impactó, la pared estalló por los aires, abriendo una entrada enorme. Justo entonces, el rubio metió el arma en su funda, y notó como los tipos corrían para ver lo que había pasado. – Bueno, aquí termina mi acto personal. A sus órdenes capitana. – Dijo colocando la mano en la frente, y esperando las indicaciones de la preciosa rubia. Los hombres se contaban por decenas, de hecho, empezaron a gritarles de forma violenta, cosa que hizo al devastador sonreír de lado. Ahora iban a divertirse, encima ayudarían a personas inocentes. Era el mejor trabajo del mundo, la paz mundial era la máxima prioridad para él. Aunque ahora que miraba a Misa, sentía que debía proteger algo más.

El rubio permanecía calmado, observando a la chica en todo momento. Poseía una sonrisa amable, mirando su expresión. No podía creerse que la hubiese echado tanto de menos. Era curioso pues, si hubiese sido otra, habría salido por patas. Sin embargo, la antigua cazador le atraía demasiado. Sus azulados ojos, se clavaban en los de ella cada poco tiempo. Ahora que eran marines, todo iba a ser muy divertido. Él estaba a las órdenes de Al-sama, no sabía dónde iba ella pero, tenía pinta de ser interesante. El leve viento hizo que los cabellos del chico se ondularan un poco. Su aura era fuerte. El haki de observación le indicaba que su rubia estaba a la par con él, cosa que le hizo sonreír de lado. No esperaba que se volviese tan fuerte de repente. Aunque dos años eran suficientes para ello. En ese momento le pasó algo por la mente, no separarse de ella. Era como si tuviese un mal presentimiento, pero decidió confiar en sus capacidades de combate.

Le ordenó ocuparse de los esclavos y de la búsqueda de las llaves. Ella mientras tanto, lanzó una onda que reventó, formando un poderoso ruido. El chico entonces mostró una sonrisa calmada, admirando la devastación producida por el ataque. Una verdadera chica explosiva, y pese a todo, tenía más rango que ella. Era curioso pero, sabía que la preciosa chica no tardaría mucho en alcanzarle. Aunque él estaba en propiedad de un arma poco común. En ese momento escuchó las palabras de la preciosa hembra. – Me cuidaré, pero aplícalo tu también. Después de este día, te haré mía. – Dijo en un ataque de valor y guiñándole un ojo de forma cariñosa. – A sus órdenes. – Terminó de decir, para después empezar a correr por uno de los pasillos. Su respiración era normal, tenía una buena resistencia, y estaba listo para afrontar cualquier tipo de problema. Para ello se había entrenado con Madara en Arabasta. Su capacidad combativa se había multiplicado varias veces.

No tardó mucho tiempo en llegar a una sala, dónde varios hombres atados, caminaban con peso en sus espaldas. Un tipo con un látigo miró al joven marine. Sus cabellos morados resultaban ser largos. Los orbes de aquel tipo eran rojos y penetrantes. En ese momento el chico, tomó su arma. Lanzó un golpe contra el suelo, recorriéndole un aura rosa mientras lo hacía. Entonces de los pies del torturador, surgió una especie de puño de un metro de altura y otro de ancho. Dicho poder estaba hecho de energía destructiva. El enemigo salió volando hacia arriba, estampándose en el techo, y quedando sus ojos en blanco. Una sonrisa se mostró en el rostro de los esclavos mientras el devastador se relamía. – ¡This is Atlas! – Gritó con fuerza mientras caminaba hacia el tipo. Pudo ver las llaves en su bolsillo, y nada más tomarlas comenzó a liberar a todos los presos que había. Estaba cumpliendo con la orden de la capitana.

Mientras tanto, en la sala de antes, el marine había liberado a los demás. Muchos pensaran que estaban pasándolo mal y con nervios, pero la verdad es que…

– Entonces yo le dije: Escúchame idiota, si no quieres que te demuestre la justicia de los mares, baila al son que pones las manos en alto. – Los esclavos ya liberados, miraban impresionados al chico, el cual estaba sentado sobre la espalda del hombre del látigo. Contaba la historia de una de sus misiones en el mar del Oeste. Los tipos le aclamaban, pues había sido su salvador. Muchos aplaudían, y eso a Xemnas le encantaba. Al cumplir la orden, se quedó esperando otra allí de buen rollo. Las risas podían escucharse por el interior del edificio, y eso provocaba que muchos guardias quedasen confusos. El rubio entonces tomó una pequeña botella de agua que encontró, dándole un leve trago. Necesitaba que su voz estuviese bien. Entonces sonrió mientras acariciaba su arma. No era usuario, y por ello le daba lo mismo hacerlo.

Justo cuando iba a hablar de nuevo, pensando en la batalla de Arabasta, sonó el comunicador. El chico lo tomó y se dispuso a escuchar. Al parecer era la capitana, y tal vez tenía órdenes para él. Al parecer tenía al líder de aquello estúpidos. La misión iba a terminar antes de lo esperado, cosa que hizo sonreír al devastador. Lo otro que le dijo, hizo que el marine se ruborizara un poco, de hecho, los tipos empezaron a hacer sonidos grotescos. – ¡Qué cabrón el Xemnas! – Dijo uno en voz alta. El marine tardó un poco en quitarse los nervios de encima, después pensó en cómo decirle a la belleza de su chica, que más de treinta esclavos la habían escuchado. Entonces el pobre rubio sonrió, contestándole. – Cariño… tenía el altavoz activado, y bueno… – Entonces todos los esclavos empezaron a aplaudir. Cosa que hizo que el pobre marine sintiese un poco de vergüenza.

El chico se llevó la mano a la cabeza, rascándosela un poco. Después tomó un poco de aire, armándose de valor para responderle. – Pues he terminado la orden, estoy esperando otra. También quiero que sepas que dormiré contigo, mi querida Capitana. – Dijo de forma amable, esperando las órdenes. Los hombres mientras tanto susurraban cosas entre ellos. El pobre comodoro los miraba confuso, estaban más salidos que el pico de una jodida plancha. Pero aquello ya dama lo mismo, solo faltaba saber que había que hacer. El rubio además, gracias a su haki de observación, tenía el edificio controlado entero. De modo que sabía por qué zona andaba la rubia.

El rubio cerró los ojos con fuerza al escuchar a su chica. La enorme voz le hizo soltar una pequeña risa nerviosa. Esperaba no llevarse una buena colleja cuando la encontrase. No se esperaba aquello, y no era su culpa. Tenía el altavoz para el resto de hombres pudiese también recibir instrucciones o, no tener que explicárselas él mismo. Al parecer, con la chica bomba, todo era posible. Muchos de aquellos tipos, empezaron a temblar de miedo. – Tío, debes tener valor para ir con esa a la cama. Suena como un ogro… – Dijo uno de ellos. El rubio le hizo un poco de gracia el comentario, y no pudo evitar reír un poco. La verdad es que, visto de esa forma, los hombres tenían un poco de razón. Pero él no iba a estar mejor con nadie más que con su rubita. Mostró entonces una expresión calmada. – Señores, es el momento de irnos. – Ordenó colocándose en pie.

Empezaron a caminar, siguiendo al devastador, el cual se guiaba por su haki de observación. Notó el aura de Misa, rodeada de tipos que no merecían ni la pena. Emitió una leve carcajada, y miró hacia atrás. Debía de estar pendiente a aquellos tipos. Debían de ser felices, por fin iban a ser libres. Aquello provocó que el marine sonriera de forma tranquila. Haciendo las cosas bien, se sentía cómodo. El trabajo que realizaba, era fantástico. No se arrepentía de haber entrado en el cuerpo de la marina. Todo gracias a aquel Cipher Pol llamado Etsu, el cual le recomendó, y le dio aquella oportunidad. No sabía nada de él. Rumores contaban que había caído en la guerra de los peces. Sería una lástima, pero la vida era dura, y ya no se podía hacer nada. El chico notaba la presencia más cerca, no podía quedarle mucho para llegar hasta la líder de la misión. Escuchaba los chistes de aquellos tipos. Las risas no faltaban y, hablaban sobre lo que iban a comer al salir de la isla.

Después de unos momentos caminando, llegaron junto a Misa. El marine se acercó a ella, haciéndole un gesto militar, al mismo tiempo que le regalaba una sonrisa. Los esclavos estuvieron a punto de ponerse a pisar al líder de los idiotas pero, un gesto de Xemnas hizo que se estuviesen quietos. – Enhorabuena por su triunfo, Misa. Ahora piensos que deberíamos volver al barco mientras, los reclutas llevan a los inconscientes. – Una vez dijo eso, cerró los ojos, pasando por su lado. Sintió el aroma de la chica, haciéndole relajarse por completo. Era una sensación bastante cómoda. Se moría de ganas de llevársela en brazos, pero había que mantener las formalidades. Lo que si se dio el lujo de hacer, fue pasar su mano por la mejilla de ella, acariciándola con mimo y cuidado. Después bajó por el cuello, y subió hasta su pelo, pasando los dedos por él. A continuación continuó caminando al exterior del edificio. Una vez estuviese fuera, esperaría a Misa, y haría caso a las órdenes que quedasen por cumplir. Hacía un leve viento fuera, pero nada que fuera a estorbarles a ellos. Sólo faltaba finalizar con todo de una vez. Ella debería dejar a alguien a cargo del barco dónde había venido él, si quería que el rubio viajara en el de ella.

El chico permanecía callado, y con los ojos entrecerrados. Notaba la brisa en sus cabellos, la cual era bastante agradable a decir verdad. Con su haki tenía todo controlado, y estaba bastante cómodo. Se sentó en el césped de la isla, acariciando las hierbas con sus dedos, y observando los frondosos árboles. El sitio era precioso, y no se esperaba que hubiese criminales allí. Parecía una especie de paraíso, cosa que le hizo sonreír de forma amable. Los esclavistas eran personas detestables, que el mismísimo comodoro odiaba. De hecho, le había hecho morder el polvo al tío de dentro. Ese payaso era muy fuerte con personas atadas. Ahora tenía curiosidad por verle luchar contra los treinta hombres sin cadenas. A lo mejor era un simple idiota, aunque cierto era que su técnica especial era poderosa. La había descubierto hacía poco debido a su canalización de energía. Solía tener un buen control de ésta, y por ello realizaba habilidades perfectas.

Entonces sintió la presencia de su chica tras él. No tardó mucho en ponerse en pie, observándola de forma calmada. Le dedicó una sonrisa amable, y entonces ella se acercó a él despacio. Colocó su cabeza en el hombro de él, y además le tomó de la mano. Cuando recibió el beso y escuchó las palabras de ella, su rostro tomó un color rojizo intenso. Se dio la vuelta, evitando que le viera, de hecho estaba a punto de desmayarse de nuevo. Hizo un esfuerzo sobrehumano para no hacerlo. Entonces pensó en la situación. Él también la había echado de menos muchísimo. De hecho cuando Madara se traía chicas de compañía al edificio, él se iba a otro lado. Una de ellas se llamaba Melissa, pero a él no se le podía ocurrir dormir con nadie que no fuera la rubia, era un tío fiel. Mostró una sonrisa, sintiéndose orgulloso de sí mismo. Después soltó un leve suspiro, dándose la vuelta y buscando la mirada de la rubia. Era increíblemente bella.

Caminó hasta ella, cogiéndola en brazos sin su permiso. Colocó una mano en sus piernas y la otra en sus hombros. Fuerza le sobraba para ello. Entonces la miró a los ojos con toda la calma del mundo. – Yo también te amo, Misa. – Nada más decir aquello, unió sus labios a los de ella de forma un poco intensa. Estaría así unos segundos, después se separaría dejando una caricia con sus dientes en el labio inferior de ella. – Ahora rumbo al barco. – Dijo comenzando a caminar con ella en brazos, silbando con toda la calma del mundo. Escuchó a uno de los reclutas llamado Lafi o algo así, hablar sobre un video de elefantes. Decidió no darle importancia, y continuó caminando con su chica en brazos.

El rubio sonrió de forma amable al escuchar las palabras de ella. Eso de que su vida habría sido distinta, hizo pensar al marine en muchas cosas. De hecho, de no ser por ella, él continuaría con su miedo a las mujeres. En la posición en la que estaba, no podía darse ese lujo o, cualquier criminal del sexo femenino podía matarle con facilidad. Nadie vería eso como una acción mala, más bien como un marine torpe y débil. Por eso mismo, su terror había sido reducido más o menos a la mitad que antes. Ahora podría luchar con una, pero con dificultades. El pobre chico era demasiado bueno la mayoría de las veces. De hecho ni siquiera había asesinado a nadie aún. No planeaba hacerlo. Con dejar a sus presas inconscientes le bastaba, ya que la muerte le daba muchísimo asco. Tal vez muchos se metían con él por eso, pero pensaba continuar cumpliendo con su deber.

De repente la hermosa capitana unió sus labios con los de él. Xemnas cerró los ojos al sentirla, besándola también con cariño y dulzura. Estuvo así con ella hasta que decidió separarse, mordiéndole también como había hecho él. En ese momento el comodoro la miró de forma amable, notando su corazón palpitar bastante, sin duda la quería. Aquellos preciosos ojos, su pelo, su dulce personalidad, sin duda tenía a la mejor chica del mundo. No podía decir lo contrario, estaba enamorado de ella. De repente, la bella rubia bajó de sus brazos, tomándole de la mano, y comenzando a caminar. Notó el suave tacto de sus dedos en los suyos, pero la mano más pequeña. No pudo evitar mostrar una sonrisa dulce. La sensación de que ella estuviese a su lado en la marina, era fascinante. Nunca pensó en verla allí, pero sabía que deseaba estar bajo sus órdenes o tenerla a las suyas. Todo con el fin de tenerla a su lado, pues la quería demasiado.

Cuando escuchó lo de su barco, no pudo evitar soltar una risa tranquilizadora, indicando que le daba lo mismo. Pero temía que se lo quemasen o buscaran en el primer cajón de su armario, dónde había dibujos sobre la rubia. Lo podían tomar por un perturbado si no estaban al tanto de su relación. Al menos pensaba que no romperían el candado del cuarto de un comodoro. Entonces ella habló sobre las vacaciones. Casualmente él perdió los nervios con ella en la isla de verano, aunque ahora no estaba muy seguro de ir por el momento. – Es tu primera misión, si te piras ya de vacaciones habrá quejas ¿No crees? – Mencionó de forma amable mientras caminaba a su lado. Pudo ver a los reclutas formar filas, y tuvo una leve visión de cuando él era uno de ellos. Aquello le hizo un poco de gracia, y por ello les saludó con la mano también. Indicarles la posición del barco fue fácil, entonces ellos empezaron a caminar dejando ese navío. El rubio entonces soltó un leve suspiro al ver que eran así de aplicados.

Notó como ella le tomaba del brazo y le llevaba a su habitación. Los nervios del rubio subieron como la espuma al ver lo que pasaba. No pudo evitar acordarse de las palabras que había dicho anteriormente, muriéndose de vergüenza en ese momento. Empezó a buscar a Al con la mirada, deseando ver esa hermosa chaqueta en la que esconderse. Pero el pobre sabía que no iba a poder ser. Cuando habían cruzado al cuarto de ella, el rubio soltó un enorme suspiro. Se sentó en la cama echándose hacia atrás, pegando su espalda a la pared. Entonces mostró una expresión de puro terror. – M-misa sé suave… – Dijo con un tono de voz un poco ridículo. Tal vez sólo estaba pensando mal, pero es que eso de ir al cuarto y tras lo que le había dicho. La veía como una especie de diosa, era perfecta en todos los sentidos, y eso a lo mejor le intimidaba un poco. Llevó ambas manos a las rodillas, mirándola de arriba abajo. No entendía cómo diablos a Madara le era tan fácil. Pero joder, es que era preciosa. Ese rostro de niña buena y ese cuerpo eran cosa del pecado. – Prometo que no pondré más el altavoz. – Dijo entonces como excusa.

Esa leona quería violarlo vivo. El pobre marine casi le dio un ataque cuando la chica se quitó la gabardina. Su cuerpo era impresionante, combinado con su dulzura, el placer de los placeres. Cuando se le sentó encima, se puso muy nervioso. Tal vez el beso le relajó bastante, pero a decir verdad, tenerla sobre él le estaba haciendo ver las nubes. Su consciencia iba a caer, pero procuró quedarse en ese mundo. A su mente venían las palabras del Shichibukai mientras bailaba con las mujeres de Arabasta. Debía de ser un hombre y afrontar aquello. Por lo tanto la miró a los ojos, dispuesto a lanzarla por una ventana. El agua fría relajaría a aquella bestia hambrienta de sudor y movimientos raros. Los azulados ojos del comodoro se clavaron en los de ella. Era el momento de ser un tío y dejar las cosas claras.

Una tramposa, eso es lo que era. Las palabras que dijo después, hicieron al marine quedarse paralizado. Su mirada se volvió un poco más seria, y miró a otro lado. Su corazón notó un leve pinchazo, síntoma de que se había puesto nervioso. A veces las palabras eran más potentes que los ataques o los intentos de violación. – Misa, eso no debes preguntarlo. Está claro que siempre voy a amarte. – Dijo con un tono sincero y una expresión amable. Pero entonces, si lo tenía así de claro ¿Por qué era tramposa? Pues porque ahora no podía defenderse de ella. Sus defensas amorosas habían sido destrozadas por aquel comentario de su chica. No podía hacer nada más, y de hecho soltó el mayor de los suspiros, dejándose llevar totalmente. No iba a dejar que ella pensara que estaba con un tío cojín o con un muñeco que no iba a hacerla feliz. Debía de cumplir su palabra, mostrándole a su capitana, que ella era suya.

Media hora después, el pobre marine estaba tumbado en la cama. La chica estaba sobre él, y la verdad es que Xemnas trataba de recobrar el aliento. El sudor bajaba por su rostro, y su expresión era de cansancio. Había dejado de ser puro, pero no se arrepentía de nada. De hecho, no tardó mucho en acariciar la cabeza de ella. Ambos se habían unido totalmente. No se darán detalles, pero el comodoro lo había pasado muy bien con su rubita. De hecho, ahora la escuchó hablar. No pudo evitar mostrar una sonrisa dulce. – El sentimiento es mutuo, preciosa. Por mi parte, te querré y estaré a tu lado hasta el fin de mis días. Yo siempre cumplo mis promesas. – Dijo sonriente mientras depositaba un suave beso en los labios de la rubia. En ese momento se quedó allí tumbado, notando como ella tocaba su pecho entre juegos. Entonces soltó una leve carcajada. – El maquillaje sin duda te quedaba muy mal. Al natural eres mucho más hermosa. – Dicho aquello, soltó un pequeño suspiro y empezó a rascarle la cabeza a ella. Estaban ya a punto de llegar.