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Nadaba tranquilamente por las gélidas aguas del North Blue, notaba un poco que la temperatura era inferior a otras aguas, pero al ser un gyojin delfín, una capa de grasa se acumulaba bajo mi piel, permitiéndome soportar esas temperaturas sin apenas inconvenientes. apartaba algún que otro pedazo de hielo que se acercaba a mi, no terminaba de gustarme el hielo, en mi isla natal apenas lo había visto, además, flotaba en el agua, por lo que siempre había ascendido y sabía muy pocas cosas sobre él. A excepción de su frialdad y que cuando se calenaba volvía a ser de nuevo agua. Era algo que no llegaba a entender del todo, porque nunca lo había visto en profundidad.
Mi objetivo en éste momento era muy simple, encontrar a mi hermana o al menos tener lo que la gente llamaba, un amigo. Al parecer era una persona con la que te sentías a gusto, que te aceptaba tal y como eras y que se preocupaba por ti. Que te protegería en caso de necesidad, reiría tus alegrías y lloraría tus penas. Paré de nadar un momento, quedándome pensativo, y luego en cierto modo me deprimí. ¿Podría hacer yo eso por una persona?, es decir, preocuparme por ella, protegerla, ayudarla... no me quedaba del todo claro. Y en caso de no poder hacerlo, ¿querría dicha persona estar conmigo, acompañarme en mis aventuras si no tenía nada que ofrecerle?
Era muy complicado aquello, en cierto modo echaba de menos el palacio, allí todo el mundo, excepto mi familia, me trataban bien. Allí todo era más sencillo, pero sabía que solo era una mentira. No quería revelar mi identidad, por una parte tenía miedo de que me diesen de lado por ser quien soy y por otro que pretendieran cobrar un rescate por mi, cosa que mi familia nunca haría, preferirían eliminarme, ya que era el primero en la línea de sucesión y no había querido renunciar a ello.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo al recordar aquella situación, a los lejos se vislumbraba una isla, que si no me equivocaba era el reino Lvneel. Pero no quería ir allí, simplemente quedarme un raato más en el agua, divagando sobre la vida y perdido en mis pensamientos.
Mi objetivo en éste momento era muy simple, encontrar a mi hermana o al menos tener lo que la gente llamaba, un amigo. Al parecer era una persona con la que te sentías a gusto, que te aceptaba tal y como eras y que se preocupaba por ti. Que te protegería en caso de necesidad, reiría tus alegrías y lloraría tus penas. Paré de nadar un momento, quedándome pensativo, y luego en cierto modo me deprimí. ¿Podría hacer yo eso por una persona?, es decir, preocuparme por ella, protegerla, ayudarla... no me quedaba del todo claro. Y en caso de no poder hacerlo, ¿querría dicha persona estar conmigo, acompañarme en mis aventuras si no tenía nada que ofrecerle?
Era muy complicado aquello, en cierto modo echaba de menos el palacio, allí todo el mundo, excepto mi familia, me trataban bien. Allí todo era más sencillo, pero sabía que solo era una mentira. No quería revelar mi identidad, por una parte tenía miedo de que me diesen de lado por ser quien soy y por otro que pretendieran cobrar un rescate por mi, cosa que mi familia nunca haría, preferirían eliminarme, ya que era el primero en la línea de sucesión y no había querido renunciar a ello.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo al recordar aquella situación, a los lejos se vislumbraba una isla, que si no me equivocaba era el reino Lvneel. Pero no quería ir allí, simplemente quedarme un raato más en el agua, divagando sobre la vida y perdido en mis pensamientos.
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Un barco partía del reino, era enorme y de velas blancas, en este se podía escuchar un gran jaleo. De repente un hombre salió despedido por la borda y cayó al agua. Los gritos continuaban escuchándose desde la cubierta, un pobre civil se arrastraba sangrando por la boca mientras pedía auxilio, pero una bota le pisó de repente la cabeza con fuerza, la madera cambió a un color rojo. Muchos de aquellos hombres buscaban cosas para defenderse como cuchillos o remos de botes. Los pobres viajeros empezaron a mirar aterrados al ser que los estaban eliminando, de repente se escuchó al dueño de aquel barco gritar enfadado y asustado.
- ¡Para por favor! ¡Maldita bestia!
Aquellas palabras no iban a hacer parar el terror del abismo, en mitad del barco podía verse un enorme Gyojin cobrizo. Mediría dos metros cuarenta y su cuerpo era musculoso y temible, su pelo era de un tono rojizo intenso, encima de este llevaba un pañuelo azul. Sus ojos sádicos y rosados observaban a su alrededor de forma cruel, vestía con unos pantalones azules y unas espinilleras plateadas de acero. Cuando escuchó las suplicas del capitán, no pudo hacer otra cosa que soltar una carcajada simple y tranquila, después se relamió mientras caminaba hacia este. Pudo ver como el resto de civiles se armaban, su objetivo era el hombre que le había hablado, de modo que ignoró al resto y comenzó a hablarle en un tono burlón y humillante para aquel hombre.
- Bien, me gusta que una basura se humille pidiendo las cosas por favor. Pero los humanos no me caéis nada bien y como comprenderéis el mar es de todos y no puedo ensuciarlo, vuestras muertes serán suficientes para pagar la multa por contaminación. ¡Jajajajajaja!
Sin miedo alguno sonrió macabramente mientras ahora iba a por los pocos civiles inocentes que quedaban, lo primero que hizo fue coger al líder del cuello y partírselo con violencia debido a su fuerza. Después miró al resto y se lanzó también a por ellos, no pensaba dejar a nadie vivo.
20 minutos después…
Se había alejado de la zona, la cubierta del barco había quedado pintada de sangre, cualquier navío que se topara con ellos se iba a llevar una sorpresa. Ahora la enorme bestia nadaba por el mar, esquivando los trozos de hielo que iba divisando. De repente pudo ver a un Gyojin algo más pequeño que él en tamaño, no tardó mucho en frenarse justo delante observándole con aquella sonrisa sádica que siempre le acompañaba a todas partes. Ahora dejó los brazos caer hacia abajo y comenzó a hablarle en un tono tranquilo y calmado, parecía burlón pero no era su culpa, Bisutomaru tenía esa voz y no podía cambiarla.
- Siempre es agradable encontrarse con un paisano. Saludos amigo.
- ¡Para por favor! ¡Maldita bestia!
Aquellas palabras no iban a hacer parar el terror del abismo, en mitad del barco podía verse un enorme Gyojin cobrizo. Mediría dos metros cuarenta y su cuerpo era musculoso y temible, su pelo era de un tono rojizo intenso, encima de este llevaba un pañuelo azul. Sus ojos sádicos y rosados observaban a su alrededor de forma cruel, vestía con unos pantalones azules y unas espinilleras plateadas de acero. Cuando escuchó las suplicas del capitán, no pudo hacer otra cosa que soltar una carcajada simple y tranquila, después se relamió mientras caminaba hacia este. Pudo ver como el resto de civiles se armaban, su objetivo era el hombre que le había hablado, de modo que ignoró al resto y comenzó a hablarle en un tono burlón y humillante para aquel hombre.
- Bien, me gusta que una basura se humille pidiendo las cosas por favor. Pero los humanos no me caéis nada bien y como comprenderéis el mar es de todos y no puedo ensuciarlo, vuestras muertes serán suficientes para pagar la multa por contaminación. ¡Jajajajajaja!
Sin miedo alguno sonrió macabramente mientras ahora iba a por los pocos civiles inocentes que quedaban, lo primero que hizo fue coger al líder del cuello y partírselo con violencia debido a su fuerza. Después miró al resto y se lanzó también a por ellos, no pensaba dejar a nadie vivo.
20 minutos después…
Se había alejado de la zona, la cubierta del barco había quedado pintada de sangre, cualquier navío que se topara con ellos se iba a llevar una sorpresa. Ahora la enorme bestia nadaba por el mar, esquivando los trozos de hielo que iba divisando. De repente pudo ver a un Gyojin algo más pequeño que él en tamaño, no tardó mucho en frenarse justo delante observándole con aquella sonrisa sádica que siempre le acompañaba a todas partes. Ahora dejó los brazos caer hacia abajo y comenzó a hablarle en un tono tranquilo y calmado, parecía burlón pero no era su culpa, Bisutomaru tenía esa voz y no podía cambiarla.
- Siempre es agradable encontrarse con un paisano. Saludos amigo.
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Estaba allí tranquilo, ensimismado en mis pensamientos, por lo que no mi cuenta de que se había acercado nadie a mi. Por lo que me sorprendí al escuchar su voz. Me giré un tanto perdido, hasta encontrarme con aquel gyojin, que sin duda poseía genes de tiburón en él. Era bastante más grande que yo, pero supongo que tampoco podría considerarme grande entre los míos.
-¡Hola! -saludé con alegría al verlo -¿también viajas sin un rumbo fijo?
Había encontrado un gyojin, era raro encontrarme a otros de mi raza. Esperaba poder llevarme bien con él, con suerte sería mi primer amigo. No sabía como entablar una conversación adecuada con él, estaba nervioso y no sabía si se notaba mucho en mi tono de voz.
-Yo viejo de un lado a otro, no estoy atado a nada -informé sin que él me hubiese pedido información alguna.
Por mi mente pasó una pregunta, debería decirle que era el hijo del rey o no, quizá no se lo tomase bien y puede que no se molestase en conocerme de verdad, sino seguirme por interés. Así que decidí no decir nada, lo mejor sería esperar a que él hablase.
-¡Hola! -saludé con alegría al verlo -¿también viajas sin un rumbo fijo?
Había encontrado un gyojin, era raro encontrarme a otros de mi raza. Esperaba poder llevarme bien con él, con suerte sería mi primer amigo. No sabía como entablar una conversación adecuada con él, estaba nervioso y no sabía si se notaba mucho en mi tono de voz.
-Yo viejo de un lado a otro, no estoy atado a nada -informé sin que él me hubiese pedido información alguna.
Por mi mente pasó una pregunta, debería decirle que era el hijo del rey o no, quizá no se lo tomase bien y puede que no se molestase en conocerme de verdad, sino seguirme por interés. Así que decidí no decir nada, lo mejor sería esperar a que él hablase.
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Increíble, ese Gyojin también viajaba solo. Era algo que no se esperaba el tiburón, había visto a pocos de los suyos pero siempre iban en grupos o en bandas, como la suya, Atesaki. Sin embargo esta última había desaparecido totalmente de la faz de la tierra, el pelirrojo incluso llegó a pensar que habían muerto. Su principal objetivo era provocar el caos en los humanos, debido que su sueño de llevar a Kaiser a la fama, murió con la desaparición de este.
- Así es, viajo totalmente solo. Mis camaradas desaparecieron hace mucho, no tengo nada que perder ni motivo de felicidad. Tan solo vivo para reír y causar el terror a los humanos.
Su tono era el de siempre, en su rostro había una sonrisa enfermiza y macabra, que señalaba el psicópata que era. Al parecer era pacifico solo con los de su raza, pero era hostil con humanos y siempre pensaba en matarlos y aniquilarlos. Tras unos segundos se relamió despacio entrecerrando los ojos y hablando de nuevo en aquel extraño tono que parecía ser burlón como de costumbre.
- Fui criado en Punk Hazar, nunca he estado en la isla Gyojin. Mis viejos eran presos y nací allí, trataron de hacerme un servidor del gobierno pero escapé. Mi nombre es Bisutomaru, criminal, mi cabeza vale 31.000.000.
Una vez dijo aquello, se quedó observándole con sus rosados ojos y cruzado de brazos mientras sus afilados dientes quedaban a simple vista.
- Así es, viajo totalmente solo. Mis camaradas desaparecieron hace mucho, no tengo nada que perder ni motivo de felicidad. Tan solo vivo para reír y causar el terror a los humanos.
Su tono era el de siempre, en su rostro había una sonrisa enfermiza y macabra, que señalaba el psicópata que era. Al parecer era pacifico solo con los de su raza, pero era hostil con humanos y siempre pensaba en matarlos y aniquilarlos. Tras unos segundos se relamió despacio entrecerrando los ojos y hablando de nuevo en aquel extraño tono que parecía ser burlón como de costumbre.
- Fui criado en Punk Hazar, nunca he estado en la isla Gyojin. Mis viejos eran presos y nací allí, trataron de hacerme un servidor del gobierno pero escapé. Mi nombre es Bisutomaru, criminal, mi cabeza vale 31.000.000.
Una vez dijo aquello, se quedó observándole con sus rosados ojos y cruzado de brazos mientras sus afilados dientes quedaban a simple vista.
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¡Viajaba solo!, eso es lo que me dijo. Esperaba que viajase junto a oros de los nuestros, lo que me parecía en cierto modo extraño, con lo que me había costado encontrarlo a él, como para andar buscando un grupo.
-A mí los humanos me dan pena, son ignorantes, nos temen y por eso mucho de ellos son agresivos –dije exponiendo mi punto de vista sobre los humanos -no quieren parecerse a nosotros, sin embargo, nos envidian en el agua.
Era verdad, no era la primera vez que alguien me llamaba monstruo a la cara o simplemente tenía que dar media vuelta porque no me quería en un sitio. Pero en el fondo no los odiaba por hacerlo, sino que los compadecía.
Me relajé un poco al ver cómo avanzaba la conversación, y seguí escuchando lo que tenía que decir. Era un criminal, 31 millones por su cabeza. ¿Sería malo o posiblemente esa recompensa fuese por ser un gyojin? Me negaba a creer que fuese tan malo como pretendía demostrar serlo, así, que tras presentarse él, yo hice lo mismo.
-Yo soy Shio Zuchi, hijo de… nadie –por poco metí la pata me crie en isla gyojin y no llevo mucho tiempo en la superficie. Solo viajo, sin rumbo.
Me pellizqué la pierna, había sido estúpido, un poco más y revelo quien era. Era una costumbre que había adquirido de pequeño, preséntame como hijo del rey y no como una persona corriente. Solo esperaba que obviase el tema.
-Podríamos viajar juntos, encontrar a otros de los nuestros, ¡enseñarles a sr libres! –dije emocionado -me gustaría viajar por donde quisiéramos, sin que nadie nos ponga impedimentos. Somos hijos del océano, ¿por qué no viajar libremente por él?
Me había emocionado de sobre manera. No era una mala idea del todo, de hecho, cada vez que la pensaba, cuajaba un poco más en mi mente. El océano era nuestro y si nos uníamos, nadie podría decirnos donde podíamos estar y dónde no, seríamos libres.
-A mí los humanos me dan pena, son ignorantes, nos temen y por eso mucho de ellos son agresivos –dije exponiendo mi punto de vista sobre los humanos -no quieren parecerse a nosotros, sin embargo, nos envidian en el agua.
Era verdad, no era la primera vez que alguien me llamaba monstruo a la cara o simplemente tenía que dar media vuelta porque no me quería en un sitio. Pero en el fondo no los odiaba por hacerlo, sino que los compadecía.
Me relajé un poco al ver cómo avanzaba la conversación, y seguí escuchando lo que tenía que decir. Era un criminal, 31 millones por su cabeza. ¿Sería malo o posiblemente esa recompensa fuese por ser un gyojin? Me negaba a creer que fuese tan malo como pretendía demostrar serlo, así, que tras presentarse él, yo hice lo mismo.
-Yo soy Shio Zuchi, hijo de… nadie –por poco metí la pata me crie en isla gyojin y no llevo mucho tiempo en la superficie. Solo viajo, sin rumbo.
Me pellizqué la pierna, había sido estúpido, un poco más y revelo quien era. Era una costumbre que había adquirido de pequeño, preséntame como hijo del rey y no como una persona corriente. Solo esperaba que obviase el tema.
-Podríamos viajar juntos, encontrar a otros de los nuestros, ¡enseñarles a sr libres! –dije emocionado -me gustaría viajar por donde quisiéramos, sin que nadie nos ponga impedimentos. Somos hijos del océano, ¿por qué no viajar libremente por él?
Me había emocionado de sobre manera. No era una mala idea del todo, de hecho, cada vez que la pensaba, cuajaba un poco más en mi mente. El océano era nuestro y si nos uníamos, nadie podría decirnos donde podíamos estar y dónde no, seríamos libres.
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Estaba claro que al tiburón pelirrojo le agradaban mucho los de su raza, era habitante del mar con rasgos de delfín, sin duda alguna compartía su punto de vista, pero se diferenciaban en una cosa, los orígenes. Ese peliblanco afirmó ser de la isla gyojin, cosa contraría al terror del abismo, que era un ser primitivo, violento y lleno de maldad y sadismo. Se notaba simplemente con mirarle a los ojos, era la personificación de la diversión enfermiza, el asesinato era el motivo de existencia de este ser, aunque solo lo sacaba con los malditos humanos, nunca con los suyos.
El llamado Shio, le ofreció de repente al enorme Megalodón, viajar juntos, eso era algo que no se esperaba para nada aquel enorme ser. Sus ideas le recordaban a Atesaki, quizás ese fue el hecho por el que iba a aceptar, además de que estaba impresionado, nadie quería viajar nunca con él. Sin embargo aunque estuviera impresionado, no se notaba, el maldito tiburón no cambiaba nunca de su cara, aquella expresión burlona y temible. Tal vez el apodo de terror era más por su cara que otra cosa, pero por el momento le gustaba aquella idea, sobre todo la parte de encontrar a más como ellos y que se unieran.
- La verdad es que es la primera vez que alguien me pide que le acompañe, bueno no es la primera, es la segunda pero aún así se me hace bastante raro. Suelo ser algo repelente para los demás, pero tus ideales me gustan, si estás seguro de lo que dices, será un honor viajar junto a ti.
Dijo finalmente el enorme ser acuático mientras ahora sonreía de lado, recordaba la pequeña masacre que había organizado en el barco de hacía unos veinte minutos. Después se cruzó de brazos para esperar la respuesta de aquel peliblanco, en el pañuelo azul del enorme ser, se podía ver un símbolo de una orca aplastando un cráneo humano. Era el símbolo de sus antiguos y desaparecidos camaradas, siempre lo llevaba consigo, los apreciaba y temía que hubiesen muerto, pero es lo que parecía, de todas formas ya lo había aceptado.
El llamado Shio, le ofreció de repente al enorme Megalodón, viajar juntos, eso era algo que no se esperaba para nada aquel enorme ser. Sus ideas le recordaban a Atesaki, quizás ese fue el hecho por el que iba a aceptar, además de que estaba impresionado, nadie quería viajar nunca con él. Sin embargo aunque estuviera impresionado, no se notaba, el maldito tiburón no cambiaba nunca de su cara, aquella expresión burlona y temible. Tal vez el apodo de terror era más por su cara que otra cosa, pero por el momento le gustaba aquella idea, sobre todo la parte de encontrar a más como ellos y que se unieran.
- La verdad es que es la primera vez que alguien me pide que le acompañe, bueno no es la primera, es la segunda pero aún así se me hace bastante raro. Suelo ser algo repelente para los demás, pero tus ideales me gustan, si estás seguro de lo que dices, será un honor viajar junto a ti.
Dijo finalmente el enorme ser acuático mientras ahora sonreía de lado, recordaba la pequeña masacre que había organizado en el barco de hacía unos veinte minutos. Después se cruzó de brazos para esperar la respuesta de aquel peliblanco, en el pañuelo azul del enorme ser, se podía ver un símbolo de una orca aplastando un cráneo humano. Era el símbolo de sus antiguos y desaparecidos camaradas, siempre lo llevaba consigo, los apreciaba y temía que hubiesen muerto, pero es lo que parecía, de todas formas ya lo había aceptado.
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Para mi sorpresa, aceptó que viajásemos juntos. No pensé que fuese tan fácil llegar a aquel punto, pero en realidad sí que lo fue. Eso me alegraba mucho, por fin podría tener un amigo de verdad, y no era otro que un hombre tiburón. Se decía que el instinto a veces se apodera de nuestra especie, en especial de los tiburones. Los cuales suelen a veces ser un poco sádicos, crueles y les encanta la sangre.
Pero en aquel momento aquello me importó muy poco, también atacaban los delfines a los tiburones, y se los cargaban a golpes con el morro, pero yo no haría eso. Me dijo que nadie había querido viajar con él, para reconocer luego reconocer que era yo el segundo en pedírselo y que le resultaba bastante raro.
Raro sí que era, la verdad, ¿pero por qué no? Los humanos se reunían para intentar afrontar los peligros del mar, si la hacíamos nosotros, no los afrontaríamos, ¡los dominaríamos!
-Esto ha sido rápido, no sé qué decir. No esperaba que aceptases a la primera –dije frotándome la nuca un poco nervioso -¿por qué dices lo de ser repelente, por ser un tiburón? A lo mejor los demás no han sabido apreciar lo que puedes dar de ti.
Las últimas palabras salieron de mi boca casi sin pensar, bueno, pensadas sí, pero no quería decirlas en voz alta. Esperaba que no se molestase por la referencia a los tiburones, era posible que se sintiese ofendido y no quería empezar así con él.
Pero en aquel momento aquello me importó muy poco, también atacaban los delfines a los tiburones, y se los cargaban a golpes con el morro, pero yo no haría eso. Me dijo que nadie había querido viajar con él, para reconocer luego reconocer que era yo el segundo en pedírselo y que le resultaba bastante raro.
Raro sí que era, la verdad, ¿pero por qué no? Los humanos se reunían para intentar afrontar los peligros del mar, si la hacíamos nosotros, no los afrontaríamos, ¡los dominaríamos!
-Esto ha sido rápido, no sé qué decir. No esperaba que aceptases a la primera –dije frotándome la nuca un poco nervioso -¿por qué dices lo de ser repelente, por ser un tiburón? A lo mejor los demás no han sabido apreciar lo que puedes dar de ti.
Las últimas palabras salieron de mi boca casi sin pensar, bueno, pensadas sí, pero no quería decirlas en voz alta. Esperaba que no se molestase por la referencia a los tiburones, era posible que se sintiese ofendido y no quería empezar así con él.
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Los rosados ojos de aquel ser, estaban clavados en el delfín, a veces resultaba un poco inquietante. Al parecer había pillado sorprendido al otro, pues le dijo que no se esperaba que aceptara a la primera. ¿Qué habría pasado si se hubiese negado? Le habría insistido más o puede que no, pero aún así le gustaba la idea. Cuando escuchó su pregunta, no pudo evitar soltar una pequeña carcajada sádica mientras sonreía macabramente mostrando una caja de dientes afilados y se relamía despacio.
- Digamos que adoro despedazar y eliminar humanos, además no suelo mostrar otra expresión nunca, siempre trato de reventar a los humanos sea como sea. Es por ese el motivo que muchos me han considerado un maldito asesino, tal vez sea por mi raza, pero me encanta ser así, soy un Megalodon y disfruto con lo que hago. ¡Hyahahahahahaha!
Acabó con una risa algo tétrica, era un potencial asesino, la única forma de que matara a uno de su raza, sería que este tratara de matarle a él, por lo demás todo estaba bien. Un trozo de bambú podría temer a un vegetariano, pero no a un carnívoro, con los humanos y Gyojines pasaba algo igual, estos estaban a salvo del enorme tiburón cobrizo. No podía decir lo mismo de las otras ratas de piel rosada, esas ratas merecían la muerte y la destrucción, tal vez su enfado viniera de su infancia.
- Puedo dar protección, sangre humana y una verdadera mente sádica querido amigo. Espero que eso no te suponga un problema ¡Jyahahaha!
- Digamos que adoro despedazar y eliminar humanos, además no suelo mostrar otra expresión nunca, siempre trato de reventar a los humanos sea como sea. Es por ese el motivo que muchos me han considerado un maldito asesino, tal vez sea por mi raza, pero me encanta ser así, soy un Megalodon y disfruto con lo que hago. ¡Hyahahahahahaha!
Acabó con una risa algo tétrica, era un potencial asesino, la única forma de que matara a uno de su raza, sería que este tratara de matarle a él, por lo demás todo estaba bien. Un trozo de bambú podría temer a un vegetariano, pero no a un carnívoro, con los humanos y Gyojines pasaba algo igual, estos estaban a salvo del enorme tiburón cobrizo. No podía decir lo mismo de las otras ratas de piel rosada, esas ratas merecían la muerte y la destrucción, tal vez su enfado viniera de su infancia.
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Se rió de una manera sádica el terminar de hablar yo. No sabía si lo hacía porque le había causado gracia lo que había dicho o en realidad se preparaba para hacerme algo. Al parecer fue lo primero, pues tras reírse habló nuevamente. Eliminar y despedazar humanos, ese era su propóposito. Luego de eso, volvió a reír. Me ofrecía protección, sangre humana y una mente sádica, algo interesante, sin duda. Sobre todo lo último.
No tengo nada contra los humanos, no me gusta matarlos porque no lo considero necesario -comenté sin darle mucha importancia a lo que había dicho. -yo también te cubriré la espalda, te ofreceré un a familia por la que vivir y luchar y te ayudaré a conseguir lo que te sea necesario.
Quizá la última parte de la frase había sonado más a discurso que a verdad, en cierto modo, estaba acostumbrado a oír los discursos de mi padre y alguna que otra característica se me había quedado.
-Eres el primero en formar parte de mi hermandad, ¡Kaiju no Kodomo! -dije alegremente, ofreciéndole un apretón de manos.
No tengo nada contra los humanos, no me gusta matarlos porque no lo considero necesario -comenté sin darle mucha importancia a lo que había dicho. -yo también te cubriré la espalda, te ofreceré un a familia por la que vivir y luchar y te ayudaré a conseguir lo que te sea necesario.
Quizá la última parte de la frase había sonado más a discurso que a verdad, en cierto modo, estaba acostumbrado a oír los discursos de mi padre y alguna que otra característica se me había quedado.
-Eres el primero en formar parte de mi hermandad, ¡Kaiju no Kodomo! -dije alegremente, ofreciéndole un apretón de manos.
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El enorme tiburón estrechó la mano de aquel otro Gyojin mientras le miraba con una sonrisa tétrica. Había escuchado sus palabras perfectamente, después de uno segundos no pudo evitar sacar la lengua relamiéndose despacio. Una nueva hermandad era algo nuevo para él, pero antes de nada debía advertir de una condición. De modo que ahora comenzó a hablarle en un tono calmado y tranquilo, al mismo tiempo que se cruzaba de brazos, resultaba bastante imponente con tal musculatura.
- Claro, pero debo decir algo amigo. Si por algún casual mi banda apareciera, debería ir con ellos, en ella está el hombre al que debo la vida y sumisión. Sin embargo todos los Gyojines son bienvenidos allí y podrías estar con nosotros. En el caso de que no aparecieran seguiré tus principios.
Una vez dijo aquello cerró la boca un poco, los temibles dientes se escondieron, pero aún así su mirada de asesino en serie era perturbadora y turbia. Sus cabellos se mecían con el suave oleaje interno, de hecho en el pañuelo azulado de su cabeza podía verse el símbolo de su banda, Atesaki. Ahora volvió a sonreír mientras le dirigía la palabra a aquella persona a la que podía llamar ahora amigo.
- ¿Te apetece que vayamos al Mar de Este? Es dónde suelen empezarse los grandes viajes al fin y al cabo.
- Claro, pero debo decir algo amigo. Si por algún casual mi banda apareciera, debería ir con ellos, en ella está el hombre al que debo la vida y sumisión. Sin embargo todos los Gyojines son bienvenidos allí y podrías estar con nosotros. En el caso de que no aparecieran seguiré tus principios.
Una vez dijo aquello cerró la boca un poco, los temibles dientes se escondieron, pero aún así su mirada de asesino en serie era perturbadora y turbia. Sus cabellos se mecían con el suave oleaje interno, de hecho en el pañuelo azulado de su cabeza podía verse el símbolo de su banda, Atesaki. Ahora volvió a sonreír mientras le dirigía la palabra a aquella persona a la que podía llamar ahora amigo.
- ¿Te apetece que vayamos al Mar de Este? Es dónde suelen empezarse los grandes viajes al fin y al cabo.
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Me dio la mano a la vez que sonreía de manera extraña, luego se relamió con calma, lo que no podía evitar que cierta sensación de temor apareciese en mi. Quizá solo necesitaba tiempo para adaptarme a él. Le debía la vida aa otra persona, no comprendía a que se refería, ya que nunca antes había dependido de alguien, en cierto modo me recordó a mi madre. Ella salvó mi vida cuando huí de palacio, sin yo saberlo pasé tiempo con ella, podría ser a ese sentimiento lo que llamaban salvar la vida de una persona. Entones lo comprendí, si ella estuviese viva yo también iría junto a ella, dejándolo todo de lado.
-Mi objetivo no es imponerte mis principios, sino ser libre -comenté con alegría -no es necesario que vaya por libre pudiendo ir con ellos. Así que si lo encontramos, viajaremos todos juntos.
Había cerrado la boca, pero aún así sus ojos tenían un aspecto terrible, suponía que no era por mi. Lo que me hizo preguntarme qué podía haberle ocurrido en el pasado para ver así el mundo. Escuché su proposición, el mar del este era un buen sitio para comenzar, como cualquier otro. Con un poco de suerte encontraríamos a sus compañeros y quizá, nuevos amigos.
-Pues que se repare el mar del este, ¡que allá vamos! -comenté con entusiasmo mientras levantaba el puño.
-Mi objetivo no es imponerte mis principios, sino ser libre -comenté con alegría -no es necesario que vaya por libre pudiendo ir con ellos. Así que si lo encontramos, viajaremos todos juntos.
Había cerrado la boca, pero aún así sus ojos tenían un aspecto terrible, suponía que no era por mi. Lo que me hizo preguntarme qué podía haberle ocurrido en el pasado para ver así el mundo. Escuché su proposición, el mar del este era un buen sitio para comenzar, como cualquier otro. Con un poco de suerte encontraríamos a sus compañeros y quizá, nuevos amigos.
-Pues que se repare el mar del este, ¡que allá vamos! -comenté con entusiasmo mientras levantaba el puño.
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Tras las palabras del peliblanco, el terrible tiburón sonrió de lado y asintió. Sin embargo ahora notó algo distinto, miró hacia arriba y pudo ver en la superficie un bote. Eso le hizo relamerse y subió a toda velocidad, golpeándolo por debajo con violencia. Un hombre joven cayó al agua, el tiburón lo agarró del cuello y bajó de nuevo junto a su colega. Ese hombre parecía estar ahogándose, pero enseguida iba a acabar su sufrimiento. Bisutomaru abrió la boca y de un jodido bocado le arrancó la cabeza de cuajo. La sangre salió de forma exagerada y el cuerpo del humano quedó inerte, lo dejó allí y este subió a la superficie flotando.
En cuanto a la cabeza, el pelirrojo, la masticó de forma violenta, deformándola y haciéndola pedazos, escupiendo después los restos y soltando una increíble, sonora y sádica carcajada. Después miró a su amigo de forma tranquila, como si hubiera hecho lo más normal del mundo, ese hombre había muerto por el mínimo hecho de ser humano. Algo bastante cruel por su parte, pero su odio a los humanos era increíble y no iba a cambiar nunca, de modo que no se sentía culpable para nada.
- Bueno colega, tu primero. Yo ya he merendado ¡Jajajajaja! Adelante, yo te cubro la espalda de cualquier mal.
Añadió ahora mientras esperaba a que su colega empezara la marcha, las aguas se habían puestos rojas por unos segundos, pero el líquido carmesí ya se había expandido y disuelto. Cosa que atraería a otras bestias marinas y por eso era mejor darse prisa y salir de allí cuanto antes. El viaje comenzaba y los dos Gyojines eran los protagonistas.
En cuanto a la cabeza, el pelirrojo, la masticó de forma violenta, deformándola y haciéndola pedazos, escupiendo después los restos y soltando una increíble, sonora y sádica carcajada. Después miró a su amigo de forma tranquila, como si hubiera hecho lo más normal del mundo, ese hombre había muerto por el mínimo hecho de ser humano. Algo bastante cruel por su parte, pero su odio a los humanos era increíble y no iba a cambiar nunca, de modo que no se sentía culpable para nada.
- Bueno colega, tu primero. Yo ya he merendado ¡Jajajajaja! Adelante, yo te cubro la espalda de cualquier mal.
Añadió ahora mientras esperaba a que su colega empezara la marcha, las aguas se habían puestos rojas por unos segundos, pero el líquido carmesí ya se había expandido y disuelto. Cosa que atraería a otras bestias marinas y por eso era mejor darse prisa y salir de allí cuanto antes. El viaje comenzaba y los dos Gyojines eran los protagonistas.
Shio
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Un bote se acercó a la vez que Bisutomaru sonreía, en él iba un joven humano que murió cruelmente asesinado por mi nuevo amigo, no me gustó nada lo que vi y menos terminar manchado de sangre, por lo que me sumergí de nuevo bajo el agua, para aparecer al otro lado del bote.
-No tendrías que haberlo matado, con dejarlo inconsciente hubiese valido –comenté mirando el cuerpo sin vida del joven, que poco a poco iba hundiéndose -¿qué es lo que tienes contra los humanos?
Cuando me subí empecé a remar por el lado izquierdo, cogiendo uno de los remos que descansaban sobre la superficie del barco. No iba a llorar la muerte de aquel desconocido, no por el hecho que fuese humano, pues no habría llorado tampoco la muerte de un gyojin a manos de un humano, era simplemente que no veía con buenos ojos asesinarlo sin motivo. Si se hubiese comido el cuerpo lo hubiese llegado a entender, pero solo masticó la cabeza y la escupió, ¿qué era lo que tenía?
No hablé de nuevo, solo esperé, remando en silencia, a que me respondiese. Quizá había algún motivo para ese odio, pero no podía llegar a entender cuál podría ser. Podría ser simplemente racismo, por lo que él cometía el mismo pecado que cometieron en el pasado los humanos, una pena, la verdad.
-No tendrías que haberlo matado, con dejarlo inconsciente hubiese valido –comenté mirando el cuerpo sin vida del joven, que poco a poco iba hundiéndose -¿qué es lo que tienes contra los humanos?
Cuando me subí empecé a remar por el lado izquierdo, cogiendo uno de los remos que descansaban sobre la superficie del barco. No iba a llorar la muerte de aquel desconocido, no por el hecho que fuese humano, pues no habría llorado tampoco la muerte de un gyojin a manos de un humano, era simplemente que no veía con buenos ojos asesinarlo sin motivo. Si se hubiese comido el cuerpo lo hubiese llegado a entender, pero solo masticó la cabeza y la escupió, ¿qué era lo que tenía?
No hablé de nuevo, solo esperé, remando en silencia, a que me respondiese. Quizá había algún motivo para ese odio, pero no podía llegar a entender cuál podría ser. Podría ser simplemente racismo, por lo que él cometía el mismo pecado que cometieron en el pasado los humanos, una pena, la verdad.
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Bisutomaru soltó una carcajada ante las palabras del chico de pelo blanco, después subió al bote también y empezó a remar con su remo correspondiente, la pregunta de Shio era muy difícil de contestar. No podía explicarse de ninguna forma, de modo que ahora decidió hacerlo de forma sencilla, no se iba a quebrar mucho la cabeza haciéndolo. Observó a su amigo y se relamió de nuevo mientras lo miraba sádicamente.
- Tengo veinte años, he pasado diecinueve de ellos como un esclavo de los humanos. Un conejillo de indias para torturas y demás. Creo que esos malnacidos es lo mínimo que se merecen ¡Jajajajaja!
En su rostro no había cambiado nada, su expresión se mantuvo intacta y sádica, como si le diera igual y pasara de todo. El Gyojin era un peligro en potencia para cualquier persona del planeta, un verdadero asesino en serie que mataría sin miedo alguno. Viajar con él podía ser algo tétrico pero el chico delfín había aceptado, ahora les esperaba el mar del Este. El tiburón pegó un suspiro, ya no tenían que ir nadando debido a que tenían un bote, todo era más fácil a partir de ahora.
- Jejejeje…
- Tengo veinte años, he pasado diecinueve de ellos como un esclavo de los humanos. Un conejillo de indias para torturas y demás. Creo que esos malnacidos es lo mínimo que se merecen ¡Jajajajaja!
En su rostro no había cambiado nada, su expresión se mantuvo intacta y sádica, como si le diera igual y pasara de todo. El Gyojin era un peligro en potencia para cualquier persona del planeta, un verdadero asesino en serie que mataría sin miedo alguno. Viajar con él podía ser algo tétrico pero el chico delfín había aceptado, ahora les esperaba el mar del Este. El tiburón pegó un suspiro, ya no tenían que ir nadando debido a que tenían un bote, todo era más fácil a partir de ahora.
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