Conociendo el Sur [Pasado] [Privado: Spade-NGC]

Una suave brisa salina llenaba los pulmones de quienes caminaban por el puerto, los rayos del sol iluminaban toda extensión de lo que tocasen. El clima de la isla a la que había llegado era perfecto, ni muy caliente ni muy frío, era lo ideal para que cualquier viajero, sin importar de donde viniera, disfrutara de una buena estadía en la isla.

Spade dejó que los hombres con los que viajaba desembarcaran todo el equipaje y se fueran retirando poco a poco a explorar la isla. Había estado como polizonte en un barco mercantil por una semana más o menos, podía solo salir en las noches y con mucha cautela, para no ser descubierta por nadie de la tripulación y ahora que  llegaban a un puerto, debía ser paciente y esperar al momento preciso para salir de ahí y explorar la isla.

Finalmente, todos los hombres se habían retirado, excepto dos, que se quedaron de “guardias” en el barco, pero estaban más entretenidos en su juegos de cartas que en lo que pasaba a su alrededor.

-Idiotas-susurró entre dientes la ex marine al ver al curioso par y aprovechó el momento de distracción de los mercaderes para poder salir del barco. Fuera se encontró con un puerto de gran actividad, las personas iban y venían y varias veces tropezó con alguno que otro ciudadano apresurado, le agradaba la idea de estar por fin en tierra sin tener que esconderse de nadie, pero lo único que le preocupaba era el hecho de que no tenía la más mínima idea de a donde había ido a parar.

Había escuchado que los mercaderes se dirigían al South Blue, pero no había podido averiguar la isla exacta en la que iban a desembarcar. Suspiró resignada, dispuesta a conseguir algo de información de su paradero y de paso, comenzar a conseguir algo de dinero para poder comprar un barco y provisiones. No podía andar siempre de polizonte o robando embarcaciones pequeñas que pudieran ser hundidas en medio de una tormenta.

-Bien y ahora… ¿Por dónde se supone que deba empezar?-se dijo a sí misma la pequeña pelinegra mientras que miraba sus alrededores para decidir qué camino debía seguir.

La voz de un hombre le hizo dar un respingo en señal de sorpresa. Spade miró de reojo al sujeto que le había hablado y lo examinó de arriba a abajo, como si quisiera leer las intenciones del hombre tan solo observando su apariencia, lamentablemente, eso no funcionaba y dejando eso de lado… ¿Tan obvio era el hecho de que no era de por ahí?

La chica se cruzó de brazos y meditó por unos segundos la idea de que el desconocido la guiara por la ciudad. No conocía a nadie, de hecho pensaba ir a algún hotel, preguntar algunas cosas sobre la isla al propietario y quedarse unos días, claro que no tenía dinero para pagar, pero eso era la menor de sus preocupaciones, después de todo, el dinero estaba hecho de metal y ella podía hacer que el metal llegara a sus manos sin mucho esfuerzo. Sí, podía ignorar al extraño y seguir caminando, haciendo como que no hubiera escuchado nada, pero a final de cuentas la curiosidad de saber rápido en donde se encontraba pudo más con ella que su sentido común y decidió aceptar la oferta del desconocido, aunque no bajaría la guardia ante cualquier movimiento extraño y no dudaría en meterle una bala entre ceja y ceja si sus intenciones no eran buenas.

−Suenas a un comerciante de personas o un secuestrador intentando convencer a una chica indefensa de ir con él para luego venderla a alguna casa de subastas−hizo una pausa y volteó su rostro para ver mejor al hombre, no se veía nada mal y eso solo producía más desconfianza en ella; sin embargo, había tomado una decisión, después de todo, ella sabía defenderse−.Pero, asumamos que no es así y que quiero que me muestres “esos caminos que no debo tomar”−terminó de decir con un serio tono de voz, completamente consciente de que lo más probable es que el favor no le saliera gratis.

Obtuvo la respuesta de la desconocida en menos de lo que esperaba tenerla. Su voz cayó como una bala dulce y esponjosa a sus oídos. Por lo general no estaba acostumbrado a escuchar voces como esas. Sin embargo las palabras de la mujer no podían estar más equivocadas; en primera instancia, el vampiro se sintió ofendido al ser confundido con un mero guía. Pero dejó pasar la idea solo porque ya había derramado sangre y no encontró motivo alguno para dañar a una simple turista. Sonrió al saber que la chica ni siquiera sabía dónde se encontraba.

Metió la mano al pantalón que llevaba y sacó una cajetilla de cigarrillos. Quedaba solo el último, por lo que debía disfrutarlo. En esa isla no encontrará los cigarrillos de chocolate negro que frecuenta fumar. Recordó como todos lo regañaban por fumar tanto; sus pulmones jamás cederían ante la corrosividad de tal droga.

–Estás cometiendo un grave error en confundirme con un mero guía turístico – dijo él.

Se quedó mirando detenidamente a la chica antes de conjurar alguna palabra más. Ya recordó en donde la había visto y todo lo que sucedió. Hace un tiempo atrás, Ryan se encontraba en su oficina mientras pasaba las páginas del periódico y se encontró con una noticia que le causó interés. Todo eso terminó en descubrir que una chica, pelinegra y muy similar a la que tenía en frente, renunció a muchas cosas a cambio de un pintoresco cartel de Se busca.

Ryan sintió impotencia al saber que el destino siempre lo involucraba con gente peligrosa o de alguna forma terminaban en situaciones indeseables. Apretó los puños e intentó relajarse. Finalmente supo en donde la había visto.

–Además – agregó –, si yo fuera tú, iría con el rostro un poco más tapado. Tener una recompensa tan alta da para muchas cosas. Ven, sígueme.

Caminó apresuradamente escurriéndose entre la gente con movimientos ágiles y precisos. Conocía perfectamente la ciudad y pese a tener un aspecto pobre, había lugares que sí valía la pena conocer. Sobre todo uno de sus hoteles que resultaba ser una verdadera obra de arte. Con sus doce pisos dejaba en vergüenza a todas las demás estructuras de la isla, pero lo mejor de todo era el servicio de lujo que entregaba su personal. Tras unos minutos de caminata se detuvo frente a un bar pensando en sí era buena idea entrar.

Pasó sus manos por encima del bolsillo para darse cuenta de que tenía la billetera. La sacó rápidamente y vio que aún tenía suficiente dinero como para pasarla bien. Además, ¿en qué afectaría una o dos copas? Tenía hambre, solo que el único problema de su hambre es que era psicológica; los vampiros solo sienten una especie de hambre y por suerte para el resto de las personas, lo tenía controlado.

–Tengo hambre – dijo a secas –. Entraré a comer, ¿quieres algo? Yo invito.

Entró al lugar sin esperanza alguna de que la mujer lo siguiese. Ni siquiera se había presentado como correspondía, solamente le había ordenado que lo siguiera hasta... ¿Un bar? En ningún mundo eso entrega confianza, sobre todo si el lugar al que entró parecía ser el único bar en donde se encontraban algunos marines infiltrados. Pero claro, eso no lo sabía Ryan... Al menos no en ese momento.

−No te confundí con un guía turístico, si no con un secuestrador, hay una diferencia abismal−dijo ella en respuesta a lo que había soltado su “guía” y con una sonrisa en su rostro, que se fue borrando lentamente al notar como el hombre la miraba y finalmente cuando escuchó las palabras que salieron de su boca.
 
−No tienes idea lo que me duele tener esa recompensa−había hablado con un mínimo tono de voz, esperando que el hombre no la hubiera escuchado aunque lo que había dicho estaba dirigido hacia él. Esperaba que en otro mar no la reconocieran tan rápido como en el West Blue, es por eso que se había metido de polizonte en el barco de aquellos mercaderes; sin embargo, había sido muy ingenua, ella misma sabía que la marina repartía los carteles de se busca por todos los rincones del mundo.
 
Sin muchas ganas comenzó a seguir al hombre, que ahora que lo pensaba bien sentía que también lo había visto en otro lugar, pero su mente no daba para ponerse a pensar en detalles. Caminaron algunos minutos, Spade observaba la ciudad sin poder quedarse a admirar algunas cosas que le llamaran la atención, porque el hombre caminaba demasiado rápido a su parecer.
 
Al cabo de un rato se detuvieron frente a un bar. La chica hizo un mohín de molestia, sabía que nada bueno iba a sacar siguiendo a un completo extraño y aun así había ido con él por su propia voluntad, aunque había algo que no podía negar y es que tenía hambre. No había comido bien en días, pero no pensaba aceptar la invitación del sujeto.
 
Spade vio como el rubio entró al bar. Ella se quedó afuera, a un lado del lugar había un tipo completamente borracho, su aspecto era una de las cosas más desagradables que había visto en su vida, gordo, sudoroso, expedía un olor a alcohol mezclado con quien sabe cuántas toxinas más que mezclados creaban un hedor vomitivo; sin embargo, lo que captó la atención de la pelinegra fue la bolsita con monedas que tenía en su mano. Estaba abierta, dejando ver los brillantes pedazos de metal.
 
Se acercó un poco al sujeto, y lo examinó desde arriba, miró de un lado para otro, la cantidad de personas en esa zona de la ciudad era menor en comparación a otras zonas y no parecían gente muy atenta a lo que ocurría a sus alrededores, la chica sonrió y con un gesto de una de sus manos atrajo una buena cantidad de monedas sin que el tipo lo notara.
 
−Lo siento, amigo, pero les daré un mejor uso que tú−la mujer metió las monedas en uno de los bolsillos del abrigo que llevaba puesto, dio media vuelta y entró al bar, donde buscó con la mirada al rubio que la había guiado hasta ese lugar, cuando encontró la mesa en donde estaba se dirigió hacia él y se sentó en una de las sillas.
 
−También tengo hambre. Y por cierto, puedo pagar mi comida−dijo con voz cortante, sin mirar fijamente al rubio.

La chica jugaba con palabras cada vez más duras, aparentemente sin temor a encontrarse con un verdadero demonio. El vampiro se reía al escuchar las respuestas de la mujer, la burla hacia ella era camuflada por su risa. Solamente había dejado en claro una cosa: ella no sabía absolutamente nada de donde se encontraba.

El bar resultó ser un lugar roñoso y sencillo. La madera, oscura y desgastada, cubría el suelo y las paredes. Por otra parte, en los laterales, se encontraban dos ventanas por cada pared; algunas de ellas llevaban vidrios rotos por donde se infiltraba el viento. El lugar no era connotado, más bien había pocas personas allí, incluyendo al dúo. La barra se encontraba frente a la puerta principal, a unos pocos metros, y detrás de ella había una repisa con una infinidad de botellas semivacías.

Al entrar buscó la mesa más cómoda, y como lo pensó, ella no lo acompañó. No sintió sorpresa puesto que es difícil que una chica acompañe a un desconocido a un lugar como ese; además, considerando la recompensa que tenía, la volvía más desconfiada aún. Pidió algo sencillo para comer y el mejor vino que tenía en esa pocilga. Tras esperar unos pocos minutos, se acercó el bartender y le llenó la copa de vidrio que había depositado en la mesa.

El chico abrió los ojos de par en par cuando las puertas del bar se abrieron dejando a la vista a la chica de cabello negro. La forma como caminaba, como pronunciaba cada palabra e incluso su sonrisa, era algo que le llamó la atención a Ryan. ¿Interés? Puede ser. ¿Bueno? Quién sabe. Los caprichos del vampiro son, cada vez, más extraños y se debe esperar cualquier cosa de él. Ella se sentó frente al muchacho y conjuró otra de sus frases agresivas.

Ryan sonrió.

–Ten cuidado con lo que dices – vociferó el vampiro –. De no ser por mi condición de criminal, te habría roto el cuello a penas te vi.

La voz del demonio sonó siniestra, denotó una sonrisa maliciosa mezclada con maldad. Estaba hablando en serio, pero quería que la chica sintiera que era una broma. Sin embargo, era imposible sentir una broma, o el aire liviano, cuando el instinto de depredador nació en Ryan.

Bebió de su copa, pudo disfrutar el sabor del dulce vino tinto que remojaba su paladar. No era el mejor que había bebido, pero tampoco se quedaba atrás. Pese a ser un lugar como era ese, vendían buen alcohol.

Después de beber de su copa, sonrió enseñando los colmillos. Miró directamente a los ojos de la chica.

–Por cierto, me llamo Ryan – comentó de un momento a otro –. Y si te dije que este no es un lugar para dárselas de turista, es porque es una ciudad conquistada por el Ejército Revolucionario. Ya sabes... Ciudad Revolucionaria, Base Revolucionaria.

Escuchó unos murmullos a sus espaldas. Se volteó disimuladamente y pudo contar tres hombres que lo miraron fijamente, pareciendo buscar pelea. Infirió que se trataba de los borrachos del lugar, quitó la mirada y se enfocó en su acompañante: la bella pelinegra. Consigo no llevaba ninguna espada ni ningún arma, solo contaba con sus garras que eran más que suficientes para despedazar a todos en ese recinto.

Nuevamente sonrió esperando la respuesta de la chica y dio otro sorbo al vino.

Su vista paseó de un lado a otro por el bar, nada lujoso, nada agradable, no era más que un lugar de mala muerte en el que había pocas personas reunidas, la mayoría, hombres borrachos, el barman y alguna que otra desafortunada camarera que tenía que soportar las miradas lascivas de los asquerosos hombres. La pelinegra hizo un mohín de desagrado, no se había dado cuenta de las condiciones del lugar hasta después de haberse sentado junto al rubio que le había lanzado una amenaza y una revelación al mismo tiempo.

−“¿Criminal, eh? Eso explica porque siento que lo he visto antes, tal vez algún cartel o el periódico”−pensó sin decir una sola palabra, nada más miró de forma seria al hombre. De alguna forma había logrado captar su atención; sin embargo, no haría ninguna pregunta desafortunada.

Hubo un silencio por un rato en la mesa, silencio  que Spade había aprovechado para pedir una botella de vino y un emparedado, ya no deseaba comer tanto como antes, el ambiente del lugar había logrado que su apetito disminuyera considerablemente.

Luego de un rato sintió la mirada de su “guía” sobre ella, y la sonrisa que había dibujado el hombre, mostrando unos colmillos más afilados que los de un humano común, hizo que la ex marine se sorprendiera un poco y recordara el hecho de que sí había visto al hombre y que tenía una recompensa muy alta.

−“Perfecto, mi suerte no puede ser mejor”−su sarcástico pensamiento fue interrumpido por la voz del hombre, se había presentado y de paso le había dicho, por fin, en donde estaban.

−Un placer, Ryan−dijo con un casual tono de voz que pretendía disimular su incomodidad­−A mí me puedes llamar Spade, disculpa por no haberme presentado antes−sonrió antes de terminar de tomar el poco vino que quedaba en su copa y luego separarla de sus labios y dejarla en la mesa−. ¿Así que esta es la ciudad de los revolucionarios? Que interesante, es un buen dato a tener en cuenta el hecho de que hay tipos peligrosos en cada rincón−por alguna razón el hecho de haber llegado a esa ciudad la tranquilizó un poco, no era una zona en donde mandara el gobierno y mientras fuera esa fuera la situación, mejor para ella.

Sintió el peso de unas miradas sobre ella. De reojo miró a la mesa de al lado, donde tres hombres conversaban entre ellos y lanzaban miradas a la mesa de vez en cuando. Su actitud logró incomodar a la joven pelinegra, que se removió incómoda en su asiento cuando uno de ellos se puso de pie. Quería pensar que el tipo solo se había levantado para ir al baño o para pedir algo en la barra y no para comenzar algún tipo de pleito.

Finalmente la chica, como casi todas, terminó rompiendo un poco esa coraza de chica dura. Al menos ya podía hablar un poco más civilizadamente sin necesidad de agredir por cada oración que conjuraba. Es más, comenzó a adoptar una figura mucho más amable que dio mucho para pensar al vampiro quien la miraba con curiosidad e interés. Un conjunto de preguntas, algunas más complejas que otras, apareció en su cabeza. ¿Qué es lo que vivió?, se preguntó. Debía saberlo para comprender la forma de ser de Spade.

Aquel lugar era un santuario para individuos cuyas cabezas corrían riesgo por entidades como la Marina. Cientos de guerreros que buscaban algo de paz arribaban en aquella ciudad. Sin embargo, por mucho de que el mundo –y con mundo me refiero a pueblo– considerara a algunos criminales como bonachones, la gran mayoría no lo eran. Más bien, un altísimo porcentaje de los prófugos que aparecía en la ciudad resultaba ser todo lo contrario a lo que la gente esperaba. Si bien el Ejército Revolucionario apoyaba y luchaba por la libertad del pueblo, casi ningún pirata lo hacía. En ese momento, cuando las ideologías chocan, es cuando ocurre el enfrentamiento.

–Tienes un bonito nombre – conjuró con sinceridad –. Pero no debes tranquilizarte, normalmente pueden haber altercados por estos lados. Una base revolucionaria sentada en una ciudad como esta es una ofensa directa al Gobierno, por lo que ya sabes... Siempre habrá alguien intentando capturarte.

Sus palabras fueron escuchadas por el grupo de su espalda. Con la intención de que escucharan y sintieran alguna incomodidad frente al comentario del revolucionario, pudo escuchar una alteración en los latidos de sus corazones. Como vampiro poseía la facultad de escuchar los latidos del corazón e interpretar sus movimientos. Y sus pulsaciones eran de nervios. Pudiendo interpretar algunas expresiones humanas, podías obtener resultados inesperados sobre sus emociones.

Para concluir con la idea que habitaba en su cabeza, uno de los hombres que estaba en el grupo de atrás se levantó con cara de no muchos amigos. Como si cada movimiento suyo resonara en los oídos del vampiro, este se levantó inmediatamente para bloquear el golpe que pretendió dar el sujeto quien poseía una botella en su mano. Con un efectivo movimiento, logró reducir al hombre y usar su propia arma como contragolpe; estando su víctima en el suelo, Ryan rompió la botella en la cabeza del hombre. Con la fuerza y velocidad que reaccionó dejó claro que sus movimientos eran inhumanos, su aura, sangrienta y depredadora, exigía más sangre. Y claro que la había.

Recordando en donde estaba, logró contener su sed de batalla y, arreglándose la ropa que la tenía un poco agitada, se sentó calmadamente sonriendo a la gente que lo quedó viendo. Como respuesta obvia, el resto del grupo se levantaría y lo atacaría, pero quería tener la esperanza de que había quedado demostrado que ellos, sencillamente, no podían con alguien del calibre de Ryan.

Miró a Spade y le convidó una sonrisa de desagrado ante la situación. La mirada del chico rubio emanaba diversión.

–Como es lo típico, ya tengo asumido que ellos volverán y me atacarán. Pero la respuesta será la misma, si no quieres ver un espectáculo sangriento, puedes esperar afuera... O ayudarme a lo que sea que pueda pasar.

Meras especulaciones con su pequeño discurso, pero si en algo tenía razón, es que las respuestas de los hombres son tan ilógicas como sus corazonadas. Dio una última sonrisa y se preparó para lo futuro.

La incomodidad iba en aumento, la sensación de ser observada se sentía cada vez más molesta, aunque intentaba disimularla llevando una conversación normal.
 
−Sé perfectamente el efecto que tienen este tipo de islas en el gobierno y aunque sé que tengo que tener cuidado, me tranquiliza haber llegado aquí porque supongo que puedo sacar algún tipo de ventaja de todo esto−al terminar de hablar uno de los hombres que estaban sentados en la mesa continua se puso de pie, acto que Spade no puedo ignorar.
 
Ryan se levantó, el hombre estaba a punto de golpearlo, pero la agilidad del rubio lo superó y terminó en el suelo, golpeado con su propia arma. Debía estar muy borracho para iniciar una pelea… ¿Sin sentido?...No, no lo creía, debía haber algo detrás de todo esa escena disfrazada como una simple pelea de bar, por otro lado, la atención de la pelinegra se había centrado, sobretodo, en Ryan. Su agilidad no se le hacía normal, había algo en ese hombre que despedía un aura diferente a las de todos los demás en el bar.
 
Se sirvió un poco más de vino en su copa y cruzó sus piernas mientras observaba con detenimiento la situación, sabía lo que vendría, lo más probable es que los compañeros del hombre se levantaran e intentaran seguir con el ridículo encuentro. Miró a su acompañante sentarse. La sonrisa que le dedicó era inquietante y sus palabras, más que obvias.
 
−No quiero llamar la atención, pero, independientemente de lo que pase, si me quedo aquí o si salgo, en este bar hay mucha gente que sirve de testigo para decir que te vieron conmigo. ¿Qué más da si me quedo un rato más?−dijo en un tono serio, ocultando la curiosidad que sentía por ver cómo reaccionaría el rubio ante lo que harían los otros dos sujetos que comenzaban a ponerse de pie.
 
− ¡Oye! ¿Tienes idea de con quién te estas metiendo? –uno de los hombres vociferó a todo pulmón. Su actitud, su mirada, su forma de caminar y de hablar eran las de todo un arrogante, se notaba que el alcohol se le había subido un poco a la cabeza y con sus casi dos metros de estatura y su corpulento físico era alguien que llamaba mucho la atención. La gente del bar volvió a mirar hacia donde estábamos. El tipo cerró sus puños, conteniendo la rabia mientras que el otro hombre, de cabello castaño, más pequeño, delgado y con una actitud más relajada, le puso una mano en su hombro y le dijo algo que, Spade no llegó a escuchar, pero que pudo deducir que era cuando el tipo más alto volvió a hablar.
 
− ¿¡Qué me calme!? ¡No! Las cosas no se van a quedar así−se soltó bruscamente del agarre de su compañero y sacó una navaja que, por la dirección que tomó, pretendía enterrarle a Ryan.
 
−Repel−un suave susurro de parte de la pequeña pelinegra y un gesto de su mano, que disimuló muy bien para que nadie la oyera ni notara su acción, fueron suficientes para que el arma punzocortante terminara resbalándose de las manos del sujeto, que con rostro sorprendido por no entender lo que había pasado, miró al suelo, donde había quedado clavada la navaja y luego a su mano, por la que corría un hilillo de sangre producto del roce del metal de la hoja con su piel.
 
−Oigan, oigan, no quiero peleas en este bar y menos a plena luz del día, van a dañar el negocio. Si siguen con esto tendré que correrlos−una de las camareras, una mujer que se notaba más madura que las otras,  llegó a detener la discusión. Se notaba muy molesta.
 
−Vaya, vaya, esto será un problema, yo solo quería comer un poco−suspiró Spade pesadamente−.Ryan, ¿Nos vamos? –se cruzó de brazos y esperó una respuesta por parte del hombre. Su curiosidad por ver más de lo que era capaz de hacer el rubio no había disminuido, pero concluyó que no era el mejor momento para saciarla.

Un susurro. Un murmullo recorrió el oído del agitado vampiro que se enfrentaba a los inquietantes hombres que desprendían miedo y adrenalina. Un susurro proveniente de unos finos labios como la hoja que guardaba en la bota uno de los maleantes. Una voz fina y melódica, un armónico soneto que llegaba a los oídos del vampiro. ¿Qué significaba? Quizás no era nada más que un mero nombre. La actuación de la chica dejó sorprendido al hombre cuyos cabellos rubios se agitaron tras el brusco movimiento que tuvo que realizar para esquivar, sin mucha dificultad, el asalto de uno de sus enemigos.

Un hombre sudado y de piel bronceada, cabello corto y mentón cuadrado, atacó por la espalda al muchacho que estaba sentado. Ya quedaba pocos, pero los que quedaban no resultaron ser más que una molestia para todos los que estaban en el local. Pese a la interrupción de una de las señoritas, aparentemente más madura que todas, el malhechor no logró contener sus impulsos de rabia y descontrol. Un paso ligero hacia la derecha, una media vuelta para quedarse frente a él y una sonrisa indicaron que Ryan se trataba de algo más. Algo que no podía ser un simple humano.

Contraatacó, sin dejarle tiempo a responder las palabras de su acompañante. Estaba de mal humor, odiaba cuando interrumpían una buena conversación. Extendió la palma hacia el pecho del hombre y con mucha fuerza lo mandó a volar unos cuantos metros hasta estrellarse contra la pared y quedarse incrustado en ella. Quedaban pocos, muy pocos. Eran idiotas, seguramente, pensó el vampiro. Ryan se arregló la ropa, tomó de la mano a su compañera y la sacó de ahí.

Su corazón latía fuertemente, estaba muy agitado. Su cuerpo quería seguir combatiendo y sentir ese eufórico placer de clavar sus garras en el cuello de algún debilucho. Muchas cosas quedaron evidenciadas en tan solo unos cuantos minutos. La dulce pelinegra resultó ser una usuaria de una fruta del diablo. No sabía cuál exactamente, pero el dulce sonido que conjuró, aquella palabra que formuló como Repel, demostró que su teoría era cierta. Un susurro alcanzado por un agudo oído de uno de los depredadores más feroces del mundo entero, una bestia con la que asustaban a los niños antes de dormir.

Sin notarlo, su mano quedó junta a la de la chica. Con un movimiento elegante y respetuoso, la soltó y sonrió nerviosamente.

–Lo siento por la escena que he montado – conjuró sinceramente –. Si me quedaba un minuto más allí, mis ganas por asesinar a cada bolsa de sangre aumentarían.

La brisa marina recorrió la ciudad y refrescó el agitado cuerpo de Ryan. Era tiempo de moverse y seguir avanzando. Causa de la escena que ambos montaron no podían quedarse ahí ni un minuto más por lo que debían buscar algún recinto en donde pasar la noche, aunque, ciertamente, el Oficial del Ejército Revolucionario aún podía contar con el hospedaje de la base de la Revolución. Era una idea que le desagradaba, pues quería pasarla bien con Spade.

Sin moverse aún del lugar, colocó suavemente la mano en la mejilla de la chica de cabello oscuro y la miró directamente a los ojos. La bestia con aspecto humano tenía unos ojos curiosos, intentaban penetrar la firme coraza de su compañera. No pretendía coquetearla, claro que no. Por primera vez en mucho tiempo, desde su memoria con Levi, actuó sin pensar debidamente. Su mano se movió sola, su corazón sintió preocupación por ella y sus labios, entorpecidos, no pudieron conjurar palabra alguna.

Con el pasar del tiempo, tras muchos libros leídos, no pudo comprender lo que era un ser humano. “Así que esto... Esto es lo que me hace sentir vivo. La calidez de su mejilla, el brillo perpetuo de sus bellos ojos. ¿Qué es este sentimiento? ¿Me siento... nervioso? ¿Acaso es posible que yo me sienta así?” Solo pasó un segundo después de haber tocado la mejilla de Spade que en su mente alojaron dudas y preocupaciones, pero en su corazón despertó un conjunto de emociones que lo hicieron sentir vivo.

En una esquina del bar, tres hombres observaban, sin moverse, sin querer meterse en líos, no habían hecho como otros que se habían ido por miedo a quedar involucrados en la pelea, su vista simplemente parecía analizar la situación. Uno de ellos sacó un den den mushi y susurró algo que, posiblemente, ni sus acompañantes escucharon.
 
−Un oficial revolucionario con recompensa de 340 millones y una renegada de la marina con 55 millones−murmuró mientras veía dos carteles de “se busca” entre los muchos que tenía entre sus manos−.No sé qué hacen juntos, pero lo averiguaremos−al otro lado de la línea susurraron algo y luego colgaron, sin dar tiempo de una respuesta.
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Lo que estaba pasando era normal, una simple pelea en un bar, pero su acompañante no era muy normal que digamos. Recordó algunos carteles que había leído cuando estaba en la marina, piratas, revolucionarios, bandidos, etc. Cada uno más peligroso que otro, cada uno con una habilidad distinta y una recompensa diferente de acuerdo a sus actos.
 
−“Recompensa: 340.000.000”−la cantidad de dinero que ofrecían por ese hombre fue lo primero que se le vino a la mente luego de ver cómo, con un movimiento tan simple, logró que uno de los tipos que nos atacaron fuera a terminar estrellado contra una de las paredes del bar; sin embargo, no recordaba que el nombre en el cartel fuera Ryan−. “Tal vez, lo confundo con alguien más, alguien muy parecido”.
 
No le dio tiempo de reclamar, ni de reaccionar, simplemente se dejó llevar de la mano a quien sabe dónde. No importaba como viera las cosas, en el bar se había armado un buen problema y debía suponer que esos hombres no se quedarían tranquilos, o tal vez sí, quien sabe, puede que el miedo los dejara paralizados.
 
Sintió como, delicadamente, la mano del rubio dejaba la suya, no se percató de cuánto tiempo habían permanecido así, situación que la incomodó de cierto modo.
 
−Tranquilo, entiendo que no valía la pena intentar hablar con esos hombres−exclamó la pelinegra luego de las palabras de Ryan y antes de que pudiera decir algo más sintió una de las manos del chico en su mejilla.
 
−“Que frío”−las palabras solo quedaron en su mente, no había podido pronunciarlas, aunque es lo que quería, entonces miró a los ojos miel de su compañero−."¿De verdad es tan peligroso?, ¿quién es en realidad este hombre?"− pensó, segundos antes de tomar su mano y apartarla de forma suave.
 
−Oye, ¿Te sientes bien? Pareces algo… ¿Cómo decirlo?...Distraído. ¿Tanto te afectó lo que pasó en el bar o se trata de algo más? –pronunció con preocupación mientras colocaba una de sus manos sobre la frente del chico−.Además, estas algo frío.
 
Escuchó el ruido de que alguien se acercaba y recordó la situación en la que habían terminado. Reaccionó, no era tiempo para quedarse hablando en medio de la ciudad, era mejor buscar un lugar donde ocultarse, al menos durante la noche, que ya pronto llegaría.

−Ven, debemos irnos−tomó la mano del chico, sin saber exactamente a donde podía ir, pero lo único que tenía en mente era alejarse lo más posible de ese bar.

“Frío”. ¿Acaso eso era él? ¿Un ser carente de emociones que en realidad fingía tenerlas? ¿Un personaje de doble moral que solo perseguía deseos egoístas y turbios? La preocupación de la chica ancló al muchacho a la realidad lo que hizo que despegara su mano de la tierna mejilla de ella. Por un momento pensó que sentiría vergüenza, pero no fue precisamente el sentimiento que recorrió su cuerpo. ¿Ciertamente estaba distraído? Quizás esa no era la palabra que buscaba. Estaba impresionado por cómo se había comportado con ella.

Recordó la pelea que había tenido lugar hace pocos minutos. Cada momento en que lastimó a un hombre lo disfrutó placenteramente, temía el hecho de que se estuviera convirtiendo en un auténtico monstruo. Quizás esa era la razón por la cual se sentía extraño al estar cerca de Spade. Era su cable a tierra, a penas la había conocido y provocaba en él un efecto reconfortante.

–No te preocupes por mí –respondió amablemente–. Estoy bien.

“¿Qué estoy frío?”, se preguntó hacia sí mismo. Sí, él siempre estaba frío. Es como si la vida se hubiese desvanecido de él, como si se hubiese ido tan lejos para jamás volver. La muerte había estirado su gélida mano para invitar al muchacho a formar parte de su caprichoso consorcio. Para muchos él estaba vivo, puesto que no conocían su verdadera naturaleza, pero para aquellos que la conocían no bastaba con saber que él era un vampiro. ¿Acaso eso era el límite entre la vida y la muerte? ¿Estar muerto pero ser capaz de moverse es estar vivo?

Sintió la cálida mano de la figura femenina que ligeramente lo guiaba hacia un destino incierto. No quería soltarla, al menos no por un buen rato. Acomodó la posición de su mano para que aquellas calzaran perfectamente, como si de novios se tratara. Ya habían comido, aunque lamentablemente nada terminó como deseaba Ryan. Debía haber un lugar donde pudieran pasar el rato, olvidarse de los problemas del mundo y encarnar dos personajes ajenos a la cruel realidad que los ataba a una persecución sin final aparente.

Mientras avanzaban por las estrechas calles de la ciudad, Ryan tuvo una idea. A unas cuantas cuadras de allí se ubicaba un gran parque. Una extensa lonja de tierra cubierta de verde pasto y, sobre ella, un montón de árboles que, en muchos sitios, convergían formando un camino ensombrecido por las copas adjuntas de los árboles.

–Podemos pasar al parque –mencionó.

El sol ya se estaba ocultando y las verdaderas intenciones de la bestia aparecerían. La sed se descontrolaría y un sinfín de hombres caería ante sus garras con tal de proteger lo que en ese minuto comenzó a estimar.

Había seguido caminando, aún sin encontrar un lugar exacto al cual llegar, era la primera vez que estaba en la isla y no tenía ni siquiera esos trípticos que entregaban diciendo que hoteles eran los mejores para hospedarse, aunque tampoco es que tuviera mucho dinero como para elegir un lugar muy cómodo. Con su mano libre, tocó lo que tenía dentro del bolsillo de su abrigo, las monedas que había tomado “prestadas” del borracho que estaba fuera del bar, no eran muchas, solo 150,000 berries, según lo que había logrado contar antes de entrar al bar y que se armara todo el incidente.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por la voz de Ryan, lo que la trajo de vuelta a la realidad. Se detuvo en seco, en medio de la calle, haciendo que una mujer tropezara con ella y le dedicara una mirada fulminante para luego seguir su camino.  Spade soltó la mano del joven rubio, algo avergonzada por la impulsividad con la que había actuado en ese momento.

− ¿Al parque? Sé que es mi primera vez aquí y eres tú quien conoce la ciudad, pero si alguien decide buscarnos por lo que pasó, ¿No crees que sería fácil que nos encuentren en ese lugar? Quiero decir, un parque es un sitio público y pues…No lo sé−dejó de hablar y miró a su alrededor, había terminado en una calle estrecha, donde había varias tiendas de vendedores ambulantes que vociferaban los productos que tenían en sus puestos, hacían mucho ruido y el movimiento de la gente en el lugar comenzó a hacérsele molesto, no le agradaban mucho los lugares muy concurridos.

−Ahmmm, Ryan, ¿Qué decías del parque? Supongo que ese lugar es mejor que este, vamos allá−cambió de opinión rápidamente cuando un hombre se le acercó para ofrecerle unos relojes de pulsera que describía como los mejores del mundo: indestructibles, confiables, batería duradera y otro sinfín de mejoras que tenía su producto comparado a los convencionales. Realmente le asfixiaba estar en lugares como ese.

Uno de los más grandes problemas de Ryan era creer que siempre él debía ser el más listo de la habitación. Soltó una sonrisa irónica cuando escuchó el comentario de su compañera: “Si alguien decide buscarnos...”. Eso no pasaría. El vampiro tenía casi control total de la ciudad y si alguien lo buscaba, bastaba con preguntarle a alguien para saber lo que estaba sucediendo; al menos eso pensaba él y era parte de su soberbia lo cual muchas veces le jugó en contra.

La idea de ir al parque a pasar un buen rato, quizás fumarse un cigarrillo o consumir alguna droga le fascinaba. Si alguien buscaba problemas con él, los encontraría y probablemente alguien saldría muerto. Últimamente, cada vez más, le daba menos valor a la vida de las personas por lo que asesinaba con más frecuencia. No era algo que intentara ocultar, pues como él decía todos asesinan en diferentes formas.

Al notar que Spade había soltado su mano, sintió un golpe de devuelta a la realidad, pero no le dio mucha importancia. Soltó otra sonrisa, para sí mismo, al recordar que la mujer que ahora lo acompañaba lo había confundido con un mero guía turístico e inclusive con un violador. Aún debía saber cosas de ella y el parque era la mejor instancia para obtener información, pese a que quería confiar en ella, no podía. Solo estaba seguro de una cosa y era que tenía una recompensa, por lo que el Gobierno también la andaba buscando.

–No te preocupes. La verdad es que en el parque nadie nos buscará. Ven, vamos.

Tardaron unos cuantos minutos en llegar. El parque resultó ser una extensa lonja de tierra con forma rectangular que se ubicaba al lado de un río. En el centro había un camino de tierra por donde las personas paseaban alegremente, mientras que en las zonas laterales había un montón de pasto bien cortado y sobre él arbustos y flores. Observó cómo algunas parejas jugaban revoltosamente en el verde pasto iluminando sus propias vidas con cálidas sonrisas.

No pudo evitar sentir envidia. Si no hubiese sido por los Tenryuubitos, su vida sería igual que la de ellos. Inclusive sería mucho más feliz y no cargaría con la maldición que cargaba. Sin embargo, como muchos afirman, las cosas tienen una razón de ser.

El sol era tapado por el enorme manto arbóreo, lo que era muy bueno para el vampiro pues así podía estar mucho más tranquilo sin la necesidad de andar viendo por donde caminar y por donde no. El sol le molestaba muchísimo, y eso, al menos en su aspecto humano, era más bien psicológico.

Se sentó en una banca e invitó a su compañera. Una vez estando muy cómodos el chico se ladeó y la miró directamente.

–¿Y? ¿Cuál es tu historia?

El parque, un lindo lugar para una ciudad hasta donde ahora solo había visto problemas. Spade se sentó a un lado de su compañero, realmente era cómodo tener un poco de tranquilidad; sin embargo, la poca paz que había conseguido fue interrumpida por la pregunta del joven.

− ¿Mi historia? –la boca de la pelinegra se abrió, como si fuera a decir algo más, y al final terminó cerrándose. No podía, más bien no quería decirle la razón por la que la buscaban, le traía malos recuerdos y un sentimiento de impotencia se apoderaba de ella cada vez que pensaba en eso.

−“Respira, cuenta hasta 10”−la pelinegra cerró sus ojos y apretó una de sus manos contra la tela de su pantalón, respiró profundo, debía calmarse, tal vez no iba a ser tan malo desahogarse.

−Yo...pues…la verdad es que no tengo mucho que decir de mí. Llevaba una vida completamente normal, era una teniente de la marina y estaba bajo el mando de un buen capitán−hablaba con relativa fluidez, no supo de donde había sacado la energía para contarle a Ryan como había terminado en esa miserable vida que ahora tenía−.Pero, ese capitán mio, mi hermano...era muy impulsivo y no pude detenerlo de cometer una locura. Terminó golpeando a un noble mundial, obviamente nuestros superiores no se quedaron tranquilos y decidieron darle un castigo a mi hermano, claro que yo tampoco me iba a quedar de brazos cruzados viendo como lo mataban e interferí. Un vicealmirante y un capitán de la marina nos atacaron a muerte, y bueno, yo corrí con la suerte de que alguien lograra curar mis heridas−la chica, inconscientemente, llevó una de sus manos a su hombro derecho, donde comenzaba la herida física más grande que le habían hecho en su vida, suspiró y prosiguió con su monólogo−.Supongo que está de más decir que luego la marina se dio cuenta que yo estoy viva y me pusieron una recompensa−soltó una carcajada al final de su historia, debía estar enloqueciendo, pero ya no podía llorar, así que lo único que le quedaba era reír del mundo en que vivía.

−Bueno, ya sabes porque estoy en este estado−se señaló así misma sin borrar la sonrisa que había dejado la carcajada que antes dejó escapar. Era un completo desastre de persona en ese momento, o al menos así es como se veía ella−.Nada del otro mundo.

−Entonces…−luego de unos segundos de silencio miró a los ojos del rubio, como si intentara ver lo que había dentro de su mente, le atraía esa mirada de color miel, que en ese momento era todo un enigma para ella−…¿Vas a contarme tu historia también?, ¿quién eres en realidad, Ryan? –inquirió con verdadera curiosidad.

La historia de la chica terminó de comprobar que a nadie le hacía bien la presencia de los Nobles Mundiales ni de los Dragones Celestiales. Era gente que fueran a donde fueran causaban problemas y muertes, y solo eran detenidos por sus propios deseos que en el peor de los casos resultaban ser completamente absurdos.

Como era de esperarse, la pregunta que hizo Ryan tuvo la respuesta que esperaba, y también la pregunta que jamás había decidido responder. Hasta ese momento no. Desde que sufrió la muerte de Levi decidió refugiarse en las drogas y el alcohol, pero a medida que pasaba el tiempo no le fue suficiente y tuvo que recurrir a otras cosas. Además, sumado a la pérdida de su viejo amigo, las cosas no podían estar peor. Él era un desastre en ese momento y no contaba con nadie cercano para expresar sus sentimientos, aunque creía que ya no los tenía.

Por mucho tiempo buscó una respuesta debido a su origen, quizás en ese momento la encontraría. Quizás ser humano no significa gran cosa después de todo.

–¿Mi historia? – Miró al cielo y suspiró–. Realmente yo no tengo nombre, no soy más que un código, una máquina para cumplir con los engorrosos deseos del Gobierno.

Dejó a la vista el tatuaje que llevaba grabado en su pecho: NGC 1672.

–Sí, ese es mi verdadero nombre. Como te dije, soy un código. No tuve padres ni familiares que se preocuparan por mí, jamás tuve un hermano o una hermana. Mi vida era completamente vacía hasta que conocí a Levi. Ella fue la mujer que me salvó de caer en una eterna oscuridad, pero el destino es caprichosos y abusivo con nosotros.

Apretó tan fuerte su puño que su mano comenzó a sangrar sin darse cuenta.

–Tenía una vida feliz junto a ella. Fui a la universidad y hacía clases allí, era de los mejores alumnos, y luego fui uno de los mejores profesores. Pero las cosas cambiaron cuando salimos al mercado y nos topamos con un Tenryuubito – El odio que manifestó tras pronunciar la última palabra dejaba claro su desencanto –. El muy hijo de puta quiso liárnosla, pero al final lo terminé asesinando sin querer... Desde ese momento, nuestra vida fue un completo desastre. Fuimos separados, en serio quise salvarla, pero...

Hizo una pausa para reorganizar sus ideas.

–Me reuní con Levi en el mismo lugar en donde desperté y empezó mi vida. Sin embargo, todo fue una trampa. El laboratorio comenzó a derrumbarse y no pude correr más rápido, no pude salvarla... Le pedí matrimonio sin que ella lo supiera y mi último recuerdo de ella es un “Sí” justo antes de haber sido aplastada por un montón de rocas. Producto de todo lo que hice, el Gobierno me catalogó como un criminal dándome una recompensa de 340.000.000 de berries.

Se levantó al notar como dos hombres aparentemente peligrosos se acercaban hacia él.

–Actualmente soy un Oficial del Ejército Revolucionario y haré caer a al Gobierno y asesinaré hasta el último de los Tenryuubitos.

A medida que escuchaba la historia del rubio su mirada se ensombrecía y sentía cierta rabia. Por lo general no le afectaba lo que sucedía a su alrededor; sin embargo, esta vez sintió empatía por aquel rubio sin importarle que él mismo se catalogara como un experimento del gobierno y sin importarle que solo lo había conocido unas horas atrás, tal vez era por la relación de sus historias. Cada una diferente, pero con involucrados y desenlaces similares; era como si los que gobernaban el mundo fueran ángeles negros que llevaban desgracia a donde fueran.

Miró al chico, sin saber exactamente qué decirle, a ella no le importaba que fuera un código, él podía respirar, hablar y sangrar; mucho menos le importó que tuviera una recompensa tan alta, después de todo, luego de oírlo supo que, nuevamente, se había cometido una injusticia por culpa de aquellos a quienes llamaban “nobles”. Sintió vergüenza de haber trabajado para el gobierno alguna vez.

Estaba tan sumida en la historia que no se dio cuenta cuando Ryan se levantó de la banca. Escuchó lo último que dijo, que era un oficial del ejército revolucionario y sobre lo que planeaba hacer con el gobierno.

La chica sonrió y se levantó también, parece que en ningún lugar de esa ciudad podían tener una conversación sin que alguien llegara a interrumpirlos, comenzaba a molestarle esa situación. Vio a los dos sujetos que se acercaban a ellos y se preguntó si estaban solos, por su bien, esperaba que sí.

− ¿Lo ves, Ryan? te dije que el parque era un lugar muy público. Ya vinieron a buscarnos−los hombres se colocaron de modo que parecían rodearnos, bajo la capucha chocolate de uno de ellos se dejó entrever una camisa blanca.

−NGC 1672, Oficial del ejército revolucionario, Spade. Juno, ex teniente de la marina, será mejor que no se muevan−el hombre que habló apuntó una escopeta hacia ellos. Spade bufó molesta, primero porque había dicho su nombre completo, segundo porque estaban apuntándole con una simple escopeta, ¿Qué creía es hombre?, ¿qué eran animales de caza?

Disimuladamente, llevó una de sus manos a la empuñadura de una de sus pistolas. A veces le sorprendía lo confiadas que llegaban a ser algunas personas, después de todo, enfrentarse de esa forma a dos personas a las que el gobierno consideraba criminales no era lo más inteligente que podían hacer.

−Son una molestia−murmuró la pelinegra, a la cual ya se le estaba agotando la paciencia por culpa de cada tipo que se aparecía para amenazarlos.

Cuando notó lo que había hecho la sangre caía desde sus dedos y escuchaba como salpicaba en una poza de agua que lentamente comenzaba a teñirse de rojo. Cuando notó lo que había hecho, una sonrisa de satisfacción se dibujó en su rostro. Nuevamente había superado los límites que no debía superar, o al menos los que él mismo se impuso para cumplir con la voluntad de su viejo y difunto amigo.

Bajó la mirada hasta encontrarse con un cuerpo, claramente sin vida, al lado de sus pies mientras que otro estaba con el cuello roto. Sentía varias miradas curiosas que intentaban satisfacer las necesidades humanas, alimentar esa gota de saber un poco más. Sin embargo, en muchas ocasiones es mejor no saber nada. Pero, ya que estamos aquí, ¿qué fue lo que sucedió?

Después de que los hombres pronunciaran los nombres de la pareja que estaba plácidamente conversando en una de las bancas del vasto parque, Ryan se levantó sintiendo como la sed de sangre se le subía a la cabeza. Echó un vistazo entendiendo que la única forma de solucionar las cosas era ensuciando sus manos con la sangre de los valerosos agentes del Gobierno que intentaban cumplir con la voluntad de la entidad que los revolucionarios consideraban corrupta e injusta. Antes de hacer cualquier movimiento miró a su compañera.

–No quiero que ensucies tus manos con la sangre de estos hombres – Una extraña aura comenzó a desprender el cuerpo del vampiro –. Prefiero que mis manos carguen con la culpa de la muerte de los ingenuos guerreros que vienen tras de mí.

Uno de ellos sonrió confiadamente.

–Te sientes muy seguro, ¿verdad? – Inmediatamente después de las palabras del hombre de cabellos carmesís y ojos violeta, este se impulsó con la fuerza de sus piernas dando un veloz salto en dirección al vampiro.

Ryan, con movimientos ágiles y precisos, esquivó el ataque elaborado del estúpido agente. Mientras aún estaba en el aire, y sin posibilidad de esquivar, sostuvo uno de sus brazos y lo lanzó contra el suelo. Su víctima llevaba una katana en el cinturón la cual fue robada fácilmente por el revolucionario, y sin chistar, perforó el cuerpo del hombre a la altura del corazón dejando que este soltara su último grito ahogado.

Al ver la escena horrorosa, al ver cómo su compañero caía en manos de un asesino, el otro agente del Gobierno se abalanzó hacia él. Resultó ser un espadachín hábil, casi al mismo nivel de Ryan, pero este último contaba con habilidades superhumanas por lo que, tras ser desarmado, recurrió a sus garras para romperle el cuello a su rival.

Resultó ser una batalla sencilla, dejando sin vida a dos posibles buenos hombres que solo cumplían con su trabajo.

–Lo siento – susurró Ryan –. Cada vez que mis manos toman un arma, resulta que alguien termina muerto – miró a la chica con los ojos apagados –. No creo que te encuentres segura con alguien como yo a tu lado.

No supo cuando ocurrió, todo fue demasiado rápido como para darle tiempo de gritar un simple “detente”, o tal vez, había tenido tiempo suficiente, pero la impresión la había dejado muda. ¿Acaso le sorprendía ver un asesinato? No, ella misma los había cometido alguna vez. ¿Entonces qué era? Simple, no le gustaba ser el centro de atención y ahora mismo, lo era o más bien, él lo era, pero no quitaba el hecho de que ella estaba involucrada en lo que pasaba de una manera u otra.
 
No tenía la fuerza para detenerlo y tampoco es como que quisiera hacerlo, pero era demasiado. Todos miraban, todos tenían pruebas de lo que él había hecho, aunque fuera una ciudad revolucionaria, su acto le había parecido arriesgado. Si bien era cierto, Ryan tenía una recompensa muy alta y Spade podía suponer que no le importaba agregar unos berries más a esa exuberante suma de dinero que ya pedían por él, pero no le gustaría tener que ver lo que pasaría si llegara alguien con más rango que esos simples oficiales a aquella isla. Lo escuchó hablar, pedirle una disculpa y decirle algo como que no era seguro que estar junto a alguien como él.
 
−Oye…vámonos de aquí−la pelinegra haló el brazo del muchacho, aún con miradas curiosas encima de ellos, y lo arrastró hasta una de esas callejuelas concurridas en las que fácilmente las personas podían perderse y se detuvo solo cuando voltearon a un callejón oscuro, donde los únicos habitantes eran ratas y uno que otro gato o perro callejero.
 
−No cuestionaré lo que hiciste−comenzó a hablar con algo de ¿miedo? Sí, era lo más probable, su corazón latía rápido y no se atrevía a mirar al rubio a los ojos, aunque no le había hecho ningún daño a ella−.S-solo guíame a un lugar donde pueda pasar la noche. Lo único que quería era descansar ¿Sabes? –dijo más calmada, pero aun con el temor de que pudiera terminar como esos sujetos−.Una vez me lleves a un hotel, una posada o lo que sea, te pagaré si así lo deseas−se maldijo mentalmente, ya que no llevaba mucho dinero, pero a final de cuentas, peor era nada.