En el Gran Casino

Byakuro movía la pequeña barca por entre los enormes buques de recreo que había maniobrando por el puerto. Era impresionante ver cómo el cazador se movía con tanta soltura por entre los barcos, siempre pasando por los huecos sin rozar siquiera a los otros navíos. Klaus estaba en su hombro, como un buen segundo al mando. El chico iba vestido con una chaqueta marrón y una camisa clara por debajo. Para completar, llevaba unos pantalones oscuros.



La noche estaba cerrada, pero las incontables luces de la ciudad en la que iban a atracar ofrecían un sinfín de colores y diversión. El cazador viró el barco y llegó al muelle, donde con una soga ató el barco para que no se fuera con las olas. Cuando estuvo satisfecho con el trabajo realizado, asintió para sí mismo y bajó de nuevo al barco. Entre las mantas que se amontonaban en el bote se encontraba una jovencita. Byakuro sonrió para sí. Era perfecta, el joven le pasó sus dedos por la cara, subiendo lentamente hasta sus orejas puntiagudas, acariciándolas con dulzura.

- Despierta, Yumiko-chan. -susurró con una voz baja y serena, para despertarla con suavidad, sin sobresaltos.

Las luces de la ciudad sobre ellos los invitaban a una noche de vicios y despilfarro... cosa que se podían permitir con los millones que habían ganado en Water Seven.

Yumiko lo abrazó y lo arrastró hacia un local de una calle. Era un lujoso restaurante de catorce tenedores. Seguro que hacían una comida deliciosa en aquel lugar. El cazador entró en el establecimiento. Un olor a comida flotaba en el ambiente, inundando las fosas nasales del cazador, y llevando a su mente imágenes de la mejor carne hecha a fuego lento, un pescado a la brasa y un salteado de verduras.

- Mmmmm... delicioso -el cazador sintió como su boca empezaba a exigirle comer algo, su estómago soltó un rugido más propio de un león que de un órgano interno-. Vaya...

Se dirigió corriendo al mostrador y observó la carta. Todo tenía una pinta exquisita. No tanto como los malvaviscos, pero era muy aceptable.

- Quiero esto, y esto, y esto otro... oh, y dos de estas cosas de aquí, y cinco más de estas... -dijo mientras señalaba con rapidez varias de las cosas del menú. El encargado asintió y se dirigió a la cocina para pasar el pedido. Mientras esperaba, Byakuro se dirigió a una mesa próxima, y se sentó con ganas. Pese a que el bote era cómodo, le apetecía sentarse en un buen asiento no ilusorio, al menos durante un rato.

Klaus se colocó en el respaldo de la silla y adquirió un color oscuro, similar al de la madera del asiento. Byakuro sonrió y le dio un malvavisco. El reptil se lo comió de un bocado, provocando que el cazador ensanchase su sonrisa aún más.

Byakuro observó los entrantes que les habían llevado para que fueran abriendo boca. La verdad es que aquellos aperitivos tenían una pinta deliciosa. El cazador se llevó uno de ellos a la boca lentamente y lo saboreó con ganas. Luego empezó a comer a toda velocidad, sintiendo cómo su estómago le exigía cada vez más. La verdad es que tenía un hambre brutal. Klaus observó la bandeja con comida y de un lengüetazo atrapó uno de los trozos de sushi. El cazador soltó una risita ante aquello.

Poco a poco, a ambos les fueron llevando los diferentes platos que habían pedido. Cada uno estaba mejor que el anterior. Delicioso, simplemente delicioso. El cazador se llevó las manos a la barriga tras haberse comido el último de sus platos. estaba saciado y feliz. Aunque la verdad, no quería pensar en lo que le iban a cobrar por aquellos platos. En realidad, el dinero no era un problema en ese momento.

- Aaaaaah... que a gusto me he quedado. -sonrió el chico, mientras con un gesto indicaba al encargado que les llevara la cuenta.

En cuanto terminaron de comer, Byakuro puso la parte que le correspondía pagar. Medio millón. Bueno, la comida había estado deliciosa, eso no lo podía negar.

Junto a Yumiko, se levantó del asiento y se dirigió a la salida del local. El aire cálido del exterior los recibió. Aquel lugar era una maldita pasada. El cazador sonrió a su compañera y le guiñó un ojo:

- Bien, hora de ir a recuperar el dinero que hemos gastado. -empezó a llevarla a un enorme casino de aspecto lujoso. El hombre que vigilaba la entrada los miró y realizó una ligera reverencia dejándolos pasar.

El interior del casino era, en una palabra, espectacular: una enorme fuente en la entrada, con forma de signo de berrie, echaba agua desde una altura de unos veinte metros. A los lados, salas de tragaperras, poker, en incluso un canódromo del que venían fuertes ruidos de gente animando y apostando.

- Vaya... hoy me siento afortunado. -sonrió el cazador mientras se dirigía a la sala de la ruleta.

Byakuro se acercó a la mesa de la ruleta y vio que Yumiko había apostado parte de las fichas al negro. No era una mala jugada, empezar con algo prudente. Un cincuenta por ciento de posibilidades de victoria, un cincuenta por ciento de posibilidades de fracaso. Pero el cazador tenía un as bajo la manga. Observó la bolita, y sonrió. Sería demasiada casualidad que todo cayera de pronto en la casilla del 21... ¿no? Movió las fichas a la casilla del susodicho número y esperó con suficiencia. Si Yumiko decía algo, solo tenía que hacerle un gesto tranquilizador. Demasiado tiempo había jugado a aquello para no saber como ganar dinero en aquel juego.

La bolita empezó a detenerse, repiqueteando por las diferentes casillas, saltando de una a otra, sin decidirse por ninguna. Byakuro activó su fruta para que la bola bailase al son de sus pensamientos. Cuando la bolita cayó, lo hizo en la casilla número 21. Un silencio generalizado, y Byakuro recogió todo lo de la mesa con una sonrisa. En aquella tirada bien podían haber ganado el triple de lo que habían apostado. Miró con una sonrisa a Yumiko y le guiñó un ojo:

- Parece que hoy es mi día de suerte... -dicho esto, guardó las fichas en la bolsa y le preguntó a la cazadora-. ¿Te apetece ir a otro sitio o probamos suerte de nuevo?

El chico observó sus cartas. Una reina y un siete, que daban un total de 19. Podía arriesgarse a entregar así, al fin y al cabo era difícil conseguir una carta de As o dos. Decidió arriesgarse y colocó sus cartas frente a él. Las personas alrededor de la mesa fueron descubriendo sus cartas una tras otra. La persona más cercana al veintiuno era... ¿Yumiko? No, al lado había un hombre joven de pelo claro que había sacado un veintiuno. Casi ganaban lo de la mesa, que no era poco. El cazador sonrió al hombre de forma desafiante, y este lo miró con un aire despreciativo.

- ¿Te pasa algo, niño? -preguntó mientras encendía un puro y exhalaba el humo a la cara del cazador.
- Nada, me preguntaba si te gustaría apostar. -el cazador sonrió y sacó de su bolsa una espada corta, que brillaba con un tono anaranjado. Era la Espada del Caos que le había cogido a Roy Sasaki un tiempo atrás. Los ojos del hombre relampaguearon con interés. Aquel era un objeto raro, que Byakuro usaba como lámapara, pero que podía ser un arma impresionante.
- Tal vez tengamos un trato. Apostemos al mejor de tres rondas. -el hombre alzó la mano y los hombres de la mesa se levantaron, dejando a Byakuro y a él sentados en la mesa.

Byakuro miró a Yumiko y le hizo un gesto para que se acercase a él. El crupier empezó a repartir cartas. Una, dos, tres... hasta que estuvieron todos listos. La primera carta de Byakuro era un cuatro, y la segunda un diez. Tal vez debía arriesgarse para conseguir un número más alto. Observó la cara de su oponente aquella noche. A él no se le daba bien disimular, por lo que estaba en desventaja. Solo le quedaba tener una buena mano.

- ¿Tú que crees, Yumiko-chan? -le preguntó a la chica mientras le besaba la oreja con suavidad.

Byakuro observó a Yumiko y soltó un leve suspiro cuando ella le mordió en la oreja. Sí, sabía que había que arriesgarse a coger una carta más. Podía emplear su ilusión para ganar, pero quería ver qué carta le habría tocado. Era él contra la baraja. Con un leve asentimiento, pidió una carta más al crupier, que le pasó un naipe boca abajo. El chico lo observó con curiosidad, sin voltearlo. Miró al hombre que estaba frente a él, que había llamado a una mujer, mientras Yumiko le ofrecía una bebida.

- Gracias, anata. -sonrió mientras daba un pequeño sorbo de la bebida. Frutal y refrescante. Vio como ella se relamía con disimulo y su sonrisa se ensanchó.

Mirando al otro hombre, cerró los ojos y levantó las cartas. El cuatro y el diez estaban ahí, pero no había visto la tercera. La giró también, y hubo una serie de murmullos alrededor de la mesa. Entonces sintió que algo volaba hacia él. Alzó la mano, aún con los ojos cerrados, y agarró el objeto que volaba a su cabeza. Una copa de cristal fino. El cazador entreabrió su ojo derecho, que brillaba con un tono rojizo intenso. El rostro de rabia contenida del hombre al otro lado de la mesa pasó a una mezcla entre sorpresa y miedo.

- No está bien hacer eso... -murmuró por lo bajo, mientras se levantaba en silencio. Vio las cartas sobre la mesa. Un siete. Eso era lo que había sacado. Y el otro hombre tenía un diecinueve en total. Había ganado esa mano. El cazador se volvió a sentar, con su ojo normal de nuevo, y sonrió al crupier-. Siguiente mano, por favor.

Byakuro sonrió y observó como Yumiko se iba a hablar con la mujer. Decidió aprovechar su momento "a solas" con el ricachón para sonreirle y decir:

- Bonita chica. No sé qué hace con alguien como tú, la verdad... Podría estar mucho mejor conmigo... que lástima. -se encogió de hombros y movió la cabeza en gesto negativo.

El otro hombre parecía hervir de ira. La que debía ser su novia y Yumiko regresaron, y el crupier volvió a repartir las cartas. Byakuro sonrió sin levantar las suyas. Era más divertido jugar a ciegas. El otro hombre lo miró con extrañeza, y el cazador empezó a contar con los dedos de las manos. Miró al crupier y sonrió afablemente. Tenía dos cartas en la mesa, y levantó todos los dedos de ambas manos a excepción del meñique de la izquierda. El crupier lo miró con asombro, y empezó a poner cartas sobre la mesa. El otro hombre soltó una risotada:

- Es imposible que ganes así, inútil. -tenía un aire de superioridad que desagradó al cazador.
- Bueno, aquí hemos venido a jugar, baaaaaka -el cazador ensanchó su habitual sonrisa y descubrió sus cartas: dos treses, un cuatro, tres cincos, un siete, dos ochos, una reina y un rey-. Vaya...
- ¡Jajajajaja! -el otro hombre mostró sus cartas: un rey otro de los ochos. En total tenía un veintiuno.
- Bueno... parece que esto se decidirá en la última mano. ¡Qué emoción, Klaus! -el cazador se giró en la silla y guiñó un ojo a Yumiko.
- Bien, chico... ¿doblemos la apuesta, quieres? -el hombre colocó un total de fichas equivalente a veinte millones, y señaló al camaleón-. Si gano, me darás esa bonita mascota. -el rostro de Byakuro se endureció. Klaus era incalculable. Pero tampoco iba a perder, así que asintió en silencio, colocando al animal en la mesa.

El crupier recogió las cartas, y mientras las barajaba, el chico sonrió a Yumiko y le dio un beso apasionado en los labios. Sería cosa de la bebida que le había dado antes, pero empezaba a tener calor, por lo que se quitó la chaqueta y se remangó la camisa.

- Bien, crupier-san... cuando quieras reparte-. Sonrió el chico.

- Tranquila, anata... esto está ganado -sonrió el cazador mientras las cartas volvían a la mesa. Lo tenía todo calculado. El crupier lo miró con completa incredulidad cuando el cazador le miró a los ojos con seguridad y dijo, sin tan siquiera ver sus cartas-. Dame nueve más, por favor. Esta vez creo que la suerte está de mi lado.
- Eres un estúpido. Podría haber apostado también por esa chica guapa que va contigo y ahora sería mía. -se burló el otro hombre. Su tono, y lo que decía hizo que al cazador se le hinchara una vena en la frente. Estaba empezando a enfadarse con aquel imbécil. Sonrió mientras descubría una a una sus cartas.
- Bueno... -dos ases, un dos, un tres, un dos, dos treses, un as, dos doses, un as-. Veintiuno. Y tú tienes... -de un movimiento con su mano las cartas del otro se descubrieron: dos dieces.
- Eso... ¡ha sido trampa! ¡Es imposible tener tanta suerte! -el hombre se empezó a alborotas, llevándose las manos a la cabeza con frustración, y tirando la botella de vino que tenía en la mesa.

El crupier miró la situación con tensión, mientras el cazador se cruzaba de brazos. Un mono apareció en el suelo a su lado y se subió a la mesa para recoger las fichas. El crupier observó las cartas, para cerciorarse de que las cartas no eran trucadas. En efecto, no era un truco, solo una ilusión real. La sonrisa del cazador se ensanchó, cuando el otro hombre sacó una pistola y le apuntó a la cabeza desde el otro lado de la mesa. Hubo un silencio helado alrededor de la mesa. Byakuro se cruzó de brazos con suficiencia mientras el mono seguía recogiendo fichas. Hubo una explosión frente a él cuando el hombre apretó el gatillo. Parecía que el tiro le había salido por la culata. Ah, taponar los cañones de las armas con ilusiones reales era útil, sobre todo en armas de pequeño calibre, ya que era mucho más discreto. El hombre salió disparado hacia atrás, cayendo de la silla y tirando del vestido de su novia para intentar aguantar el equilibrio, arrancando la tela y mostrando unas sensuales piernas torneadas. No estaba nada mal.

- Deberías revisar tus armas, sabes... y no usarlas en un casino. -mientras decía eso, algunos hombres de seguridad llegaban para llevarse al hombre.

El cazador soltó un suspiro y se volvió a colocar a Klaus en el hombro y la espada en su bolsa. Se levantó de la silla y el mono puso las fichas en la bolsa también, antes de desaparecer.

- Bien, Yumiko-chan... ¿vamos a otro sitio? -le preguntó mientras le daba un rápido beso.

Byakuro se puso el traje de baño en un santiamén. En cuanto estuvo preparado, salió del vestuario, rumbo a las piscinas. El vapor en el aire cargaba de humedad el ambiente, y perlaba de gotitas de agua el cuerpo del chico. Tras pensárselo un rato, decidió ir a la piscina central a remojarse un poco. En cuanto entró en el agua, sintió cómo su cuerpo se debilitaba momentáneamente. Exhaló un suspiro. Klaus estaba en el borde de la piscina, mirando el agua con cierto recelo. Normal, el pobre animal estaba algo reticente a meterse en el agua después de que el cazador le diera de comer aquello. El chico lo observó y le guiñó el ojo.

Tras unos minutos, Yumiko salió de la zona de vestuarios y paseó por el borde de la piscina hasta uno de los jacuzzis. El cazador se impulsó fuera del agua con esfuerzo, agarró a Klaus y caminó hacia allí. Se metió en el agua con ella y la rodeó por la cintura con su brazo. La sensación general del agua burbujeante era muy relajante, pese a aquella incómoda sensación de debilidad. Un camarero llegó y le sirvió a Yumiko un cóctel. Byakuro se recostó hacia atrás, apoyando la cabeza en el borde del jacuzzi. Millones de berries, piscinas de lujo y una compañía atractiva. Dejó su mente divagar, pensando en tiempos pasados, en su isla natal, en el dojo de su tío. Dejó que los recuerdos aflorasen: gyojins, muerte, sangre, un martillo, fuego, horas de exhaustivo entrenamiento... todo aquello que había vivido lo había llevado en parte hasta aquel lugar. Solo esperaba que la noche siguiera siendo interesante.

Byakuro sonrió y respondió al beso de Yumiko. Tras eso, salió del pequeño jacuzzi, sintiendo cómo su cuerpo recuperaba las fuerzas según salía del agua burbujeante.

- Bueno, creo que me voy a tirar un rato en una de estas tumbonas. -dijo señalando una de ellas. Parecía el lugar perfecto para relajarse. Cualquiera diría que aquel era un casino. Se sentó en una de las tumbonas, al lado de un hombre mayor, algo rechoncho, que fumaba un puro. El hombre se giró hacia él y le dijo:

- Este sitio es vida, ¿eh, amigo? -sonrió y le extendió la mano a modo de saludo.
- Sin duda... -sonrió el joven, mientras veía a Yumiko saltar al agua. Una sensación de pánico recorrió al joven, que corrió al borde de la piscina para ver la situación. Por suerte, Yumiko había logrado salir a flote y se acercaba allí. Parecía algo asustada, aunque también contenta, como siempre. Mojó un poco a Klaus, que gruñó levemente al mojarse. El cazador soltó una carcajada-. Creo que no le gusta mucho... -extendió la mano para ayudar a la chica a salir del agua, ya que tal vez no pudiera sola.

En ese momento, en la piscina entró un hombre, acompañado de un gran séquito. Su burbuja en la cabeza lo mostraba como un Tenryubitto a ojos de los demás allí presentes. Un hombre que no se mezclaba con aquellos a los que consideraba "inferior". Pues vaya muermo de persona. El cazador sonrió y se dirigió de nuevo a la tumbona, donde se acomodó.

- ¿Es esa tu novia? -preguntó el hombre gordo-. Eres afortunado, jovencito. -Byakuro sonrió ante aquel comentario.
- Es... sí, podría decirse que lo es -se fijó en ella, con el pelo empapado-. Y sí, lo soy. -concluyó con una sonrisa aún mayor.