El último reducto: Mariejoa (Capítulo: Parte II)

Otra vez les habíamos pegado demasiado fuerte a dos hombres con recompensa, tan fuerte que ahora ni sus propias madres los reconocerían y si sus madres no los reconocían, la marina muchisimo menos con lo que desafortunadamente, nos habíamos quedado otra vez sin poder cobrar sus recompensas. Pero ahora lo más importante era curar a Kaito y a Guldrik que eran los que más se habían expuesto a los ataques de esos dos pájaros.

Primero me encargué de Guldrik, tenía quemaduras en su cuerpo y una herida en el pecho, por eso decidí transformarme en mi forma completa con la que mi poder curativo aumentaba, pero antes de transformarme le dije a Guldrik:

- Hey Guldrik ¿podrias apartar tu vista de mi un momento? A veces puedo llegar a ser muy...deslumbrante.

Después me transformé en mi forma completa y con mi poder curativo hice lo que pude.

A continuación, me puse a curar a Kaito a el no le avise de mi brillo ya que el lo conocía perfectamente y aparto su mirada cuando me vio acercarme a él.Afortunadamente, no era el único del gremio que tenía extraños poderes curativos, Ed también los tenia gracias a su akuma y también los usó sobre nuestros compañeros heridos.
Después de curarlos Kaito dijo que nos dirigiéramos al centro de la ciudad que era donde se encontraba la batalla y también nos dijo que no nos arriesgáramos innecesariamante:

- Tu tampoco lo hagas jefe, no sabes lo que cuesta, en los tiempos que corren, encontrar a un jefe en condiciones.

Finalmente el combate había acabado. Las heridas habían sido graves y Garland se mantenía en pie por pura voluntad. Tenía gran cantidad de esquirlas metálicas por todo el cuerpo, principalmente por la espalda. Un par de grandes trozos que aún ardían clavados en el pecho, aunque no parecían haber alcanzando sus órganos, y varias heridas que dejarían gran cantidad de cicatrices. Observó a sus compañeros, también habían recibido parte del daño, pero mucho menos, así que se sentía aliviado. Habían ganado, todos sus compañeros estaban a salvo. Los reclutas sin rasguños y él con vida. Había sido un gran trabajo por parte de los oficiales de la Élite. Tras esto observó a los criminales mientras Kaishi preguntaba la opinión de sus camaradas. Podrían arrestarlos o eliminarlos para que no diesen más problemas. Uno de ellos había escapado, y siempre podría volver con sus extrañas técnicas a salvarlos. Quizás era mejor sentenciarlos tal y como hacía años atrás.

-Criminales que atacan sin tan si quiera un motivo razonable no merecen más que la muerte. Además, la situación es grave y no podemos molestar con el arresto de un par de hombres cuando hay una guerra de por medio. Asegurémonos de que no vuelven a cometer un delito.- Tras decir esto hizo una mueca de dolor. Esperaba que sus compañeros terminasen el trabajo, les sería mucho más fácil a ellos. -Y dado que estamos en tiempos de guerra, será mejor aprovechar la oportunidad. Joseph, ¿Qué tal si agarras un par de armas? Parecen bastante potentes.- Añadió, sugiriendo que el pelirrojo se adueñase de algún arma del cyborg.

Los reclutas no tardaron en avanzar hacia ellos, admirándolos por su gran trabajo e intentando socorrelos como pudieron. a Garland le sacaron todas las esquirlas, pero no dejó que se acercasen a los metales del pecho, que aún estaban calientes. Habían provocado una buena quemadura que dificultaría el crecimiento del vello corporal. Pero ya se buscaría la forma de hacerlo. Aquella espiral de pelo era algo que le caracterizaba y no iba a permitir que un jovencito con armas extravagantes le robara parte de su ser. Agarró con ambas manos los metales candentes y tras un grito de dolor los extrajo, tirándolos al suelo poco después. No aguantaría mucho, y no esperaba poder participar en la guerra que aún no había terminado. Dejó que lo reclutas lo vendasen y les agradeció su ayuda.

-Deberíamos ir en busca del almirante Redfield. Es raro que aún no haya vuelto. Empiezo a preocuparme por ese idiota.- Garland desconocía las acciones que había llevado a cabo Samegure. No estaba al tanto de sus confesiones y de su más que probable expulsión de la marina. Y aún si alguien se lo dijese ¿Cómo iba a creérselo? Un hombre joven que se había esforzado como el que más, que había entregado su vida al cuerpo militar y que había llegado a almirante en tan poco tiempo. Con un gran corazón hacia sus compañeros y con grandes dotes de liderazgo. ¿Cómo iba Krauser a hacer semejante locura? No, era imposible.

-Seguramente esté dándolo todo contra esos malditos peces.- Dijo Garland, esbozando una sonrisa y escupiendo bastante sangre poco después. Se sentía impotente y patético. No podría seguir luchando durante un buen tiempo.

Las langostas cayeron ante la lluvia de ataques. El de Isma se quedó en una simple caricia a comparación de las devastadoras acciones de Alex, Shun y otro ser que había aparecido autoproclamándose dueño de aquellos seres marinos. Era el shichibukai Asderdeker. Alguien bastante poderoso, aunque estaba de su parte, o eso pensaban hasta que vino directo a por el líder de Lupus Custos. Alex lo inmovilizó con su presencia y consiguió que se desmayase. Había utilizado el tan afamado haki del rey. Un poder sin igual que muy pocos lograban dominar. Sin duda, aquel hombre era increíble, y sería mejor mantenerse bajos sus órdenes sin rechistar demasiado.

El castaño observó la zona de guerra. Las explosiones abarcaban cada vez más terreno. La sangre bañaba el suelo de aquel color carmesí que tan poco le gustaba. Y poco a poco, aparecían seres más poderosos, uno tras otro. Uno de ellos, uno de los oficiales más importantes del gobierno, abrió una brecha, en el suelo, de un tamaño descomunal, con un simple corte de su espada. El miedo volvía a apoderarse del castaño. La batalla se intensificaba, y cada vez tenía menos posibilidades de sobrevivir si luchaba. Además, el fuego de las detonaciones se acercaba poco a poco. Pronto toda Mariejoa ardería bajo las fieras llamas que no se detenían ante nada. El fuego le aterraba más que la misma muerte. Quizás fue el desencadentante de la pérdida de valor que había obtenido en el combate contra la langosta.

-(¿Tan patético soy?)- Pensó este, hincando las rodillas en el suelo, observando fijamente el naranja intenso de las llamas. -(¿Ese era mi límite? ¿Un solo golpe antes de perder todo el valor que me quedaba?)- Seguía preguntándose a sí mismo.

Su pavor era tan alto que ni si quiera se había percatado de la ida de Dark, la llegada de Dexter para traer más personas que cuidar, ni de Émile, un pirata que vino a socorrer a unos cuantos heridos y se marchó tan pronto como vino. No era útil para su banda. Ni si quiera merecía llamarse a sí mismo cazador. No era capaz de luchar ni contra los piratas más débiles sin la ayuda de sus amigos. Tan solo era un estorbo, un dolor de cabeza para los demás. -(Quizás es mejor que me vaya...)- Pensó, viendo la solución más fácil y rápida.

Estaba pensado seriamente dejar la banda, pero ni si quiera tenía la valentía para levantarse y marcharse. Nuevamente estaba paralizado, junto a los heridos y aquellos que se esforzaban por ampararlos.

Resumen: