Joan D. Lluquer
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No tenía mucho dinero, y había decidido ir a Villa Fucsia a hacer fortuna, ya que hay una gran cantidad de fugitivos de la ley con recompensa. La Marina era incapaz de capturarlos, ya que se habían adaptado a sus tácticas de combate. Pero no a las mías.
Caminé desde el puerto hasta el centro de la ciudad durante unos cinco minutos mal contados, hasta que me encontré con una posada de tres pisos, y de la cual salía un ruido ensordecedor. Decidí entrar, ya que allí probablemente hubiese alguien con información sobre los criminales. Cuando entré a la cantina, vi a unos cuantos juglares representar una obra, mientras unas veinte personas la disfrutaban. Al fondo de la sala pude ver a un oficial de la Marina de pelo canoso, junto con una montaña de papeles en su mesa. Me acerqué a él, pero tardo un rato en percatarse de mi presencia. Al final, carraspeé para que supiese que estaba allí, y me soltó un pequeño discurso, y parecía que se lo sabía de memoria, ya que hablaba con una voz muy monótona. Firmé el papel que me dio, en el cual ponía que cada criminal muerto o capturado era equivalente a 10.000 berries en mi bolsillo. Salí de la taberna con el contrato doblado en 4 partes iguales en mi bolsillo.
Estaba en una encrucijada: o iba al bosque y buscaba criminales o iba a un camino utilizado por los mercaderes. Si iba por el bosque, ellos tendrían ventaja sobre mi, y si iba por el camino tendrían más probabilidades de ganar. En ese momento se me encendió la bombilla: podría proponerle a un mercader que lo acompañara para protegerlo de los criminales, y salíamos ganando los dos: el lleva a salvo sus mercancías y yo gano dinero. Magistral. Así que fui caminando por el pueblo en busca de algún mercader dispuesto a aceptar mi propuesta.
Caminé desde el puerto hasta el centro de la ciudad durante unos cinco minutos mal contados, hasta que me encontré con una posada de tres pisos, y de la cual salía un ruido ensordecedor. Decidí entrar, ya que allí probablemente hubiese alguien con información sobre los criminales. Cuando entré a la cantina, vi a unos cuantos juglares representar una obra, mientras unas veinte personas la disfrutaban. Al fondo de la sala pude ver a un oficial de la Marina de pelo canoso, junto con una montaña de papeles en su mesa. Me acerqué a él, pero tardo un rato en percatarse de mi presencia. Al final, carraspeé para que supiese que estaba allí, y me soltó un pequeño discurso, y parecía que se lo sabía de memoria, ya que hablaba con una voz muy monótona. Firmé el papel que me dio, en el cual ponía que cada criminal muerto o capturado era equivalente a 10.000 berries en mi bolsillo. Salí de la taberna con el contrato doblado en 4 partes iguales en mi bolsillo.
Estaba en una encrucijada: o iba al bosque y buscaba criminales o iba a un camino utilizado por los mercaderes. Si iba por el bosque, ellos tendrían ventaja sobre mi, y si iba por el camino tendrían más probabilidades de ganar. En ese momento se me encendió la bombilla: podría proponerle a un mercader que lo acompañara para protegerlo de los criminales, y salíamos ganando los dos: el lleva a salvo sus mercancías y yo gano dinero. Magistral. Así que fui caminando por el pueblo en busca de algún mercader dispuesto a aceptar mi propuesta.
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Me quedé algo frustrado al ver que los pocos mercaderes que aún tenían valor para adentrarse por los caminos del bosque no partían hasta al cabo de unos días, aunque por fortuna me encontré con un comerciante de vinos que salía a la mañana siguiente a entregar unos barriles de vino. Era un hombre relleno de entrada edad, que se estaba quedando calvo. Rondaría el metro sesenta ya que le sacaba una cabeza y algo más y tenía unos ojos de zorro, como si tuviese experiencia en convencer a la gente.
Me contó brevemente su situación, desde enero hasta diciembre. Aguanté al tipo, pero decidí cambiar levemente el tema de conversación a cuánto estaría dispuesto a pagarme por protección contra los forajidos de las carreteras y caminos. El hombre aceptó mi protección, pero no me pagaría ni un perro berrie, me pagaría un un simple barril de licor, el cual probablemente vendería. Como no tenía más opción acabé aceptando el trato. Quedamos a las siete de la mañana en la plaza del pueblo. Cuando nos despedimos ya asomaba el ocaso, así que decidí explorar un poco las calles de la ciudad, ya que salen algunos bandidos del tres al cuarto que me podrían proporcionar dinero y lo más importante: información. Desenganché la katana de la mochila y me la até a la cintura, y empecé a caminar por la avenida principal a medida que se iban acabando los rayos de luz solar, quedando iluminado por el triste resplandor de las farolas. empecé a adentrarme en las calles, cada vez más estrechas, con la finalidad de poder encontrar a algún renegado de la justicia y sonsacarle información y cobrar una recompensa por él.
Me contó brevemente su situación, desde enero hasta diciembre. Aguanté al tipo, pero decidí cambiar levemente el tema de conversación a cuánto estaría dispuesto a pagarme por protección contra los forajidos de las carreteras y caminos. El hombre aceptó mi protección, pero no me pagaría ni un perro berrie, me pagaría un un simple barril de licor, el cual probablemente vendería. Como no tenía más opción acabé aceptando el trato. Quedamos a las siete de la mañana en la plaza del pueblo. Cuando nos despedimos ya asomaba el ocaso, así que decidí explorar un poco las calles de la ciudad, ya que salen algunos bandidos del tres al cuarto que me podrían proporcionar dinero y lo más importante: información. Desenganché la katana de la mochila y me la até a la cintura, y empecé a caminar por la avenida principal a medida que se iban acabando los rayos de luz solar, quedando iluminado por el triste resplandor de las farolas. empecé a adentrarme en las calles, cada vez más estrechas, con la finalidad de poder encontrar a algún renegado de la justicia y sonsacarle información y cobrar una recompensa por él.
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Avanzaba con paso firme por las laberínticas calles de Villa Fucsia, mientras buscaba a malhechores y renegados de la ley. Pero una extraña sensación de temor se iba apoderando de mi a medida que avanzaba por aquellos callejones que se iban iluminando cada vez menos y la basura iba acumulándose en mi camino. En aquel lugar se notaba un fuerte olor a cosas podridas y excrementos.Intentaba mantener la cabeza fría pero por algún extraño motivo estaba poniéndome de cada vez más nervioso. La sensación era como si alguien... como si alguien me estuviese observando. Sí, exactamente era esa sensación.
En un momento de mi marcha por las estrechas calles, vi sombras moverse detrás mía e inmediatamente una lata cayó a mis pies dándome un susto y poniéndome en guardia. Mi corazón empezó a aumentar su ritmo cardíaco, y por n momento pensé que me quedaría en el sitio de un infarto. Menos mal que era un chico joven y hacia ejercicio, porque si no, ya estaría en el suelo. Cuando me giré vi que sólo era un gato callejero. Aquel lugar me estaba poniendo paranoico. Caminé durante un rato más, no sabría decir cuánto, y de repente ante mi cayó un muñeco delante mía. Aquel trasto casi me da un paro cardíaco. Para culminar la faena, el muñeco, que parecía ahorcado, tenía un cartel que rezaba la palabra "Largo". Definitivamente le estaba tocando la moral a alguien que no quería que siguiera avanzando. Respiré hondo y traté de calmarme. Noté como mi corazón, que antes latía con la fuerza de mil caballos,se iba ralentizando y volviendo a su ritmo normal. Una vez calmado me paré a pensar un momento.
Está claro que esa o esas personas no quieren que avance.Tienen la ventaja del terror psicológico, pero eso se va a acabar. Al fin y al cabo, no son más que personas. También tienen la ventaja de conocerse el camino... No puedo llegar tarde para proteger al mercader. Creo que la mejor idea será dar media vuelta y volver mañana con luz. A lo mejor por el camino me cruzo con un rajagargantas...
Di media vuelta, mucho más tranquilo y con la esperanza de encontrarme algún criminal.
En un momento de mi marcha por las estrechas calles, vi sombras moverse detrás mía e inmediatamente una lata cayó a mis pies dándome un susto y poniéndome en guardia. Mi corazón empezó a aumentar su ritmo cardíaco, y por n momento pensé que me quedaría en el sitio de un infarto. Menos mal que era un chico joven y hacia ejercicio, porque si no, ya estaría en el suelo. Cuando me giré vi que sólo era un gato callejero. Aquel lugar me estaba poniendo paranoico. Caminé durante un rato más, no sabría decir cuánto, y de repente ante mi cayó un muñeco delante mía. Aquel trasto casi me da un paro cardíaco. Para culminar la faena, el muñeco, que parecía ahorcado, tenía un cartel que rezaba la palabra "Largo". Definitivamente le estaba tocando la moral a alguien que no quería que siguiera avanzando. Respiré hondo y traté de calmarme. Noté como mi corazón, que antes latía con la fuerza de mil caballos,se iba ralentizando y volviendo a su ritmo normal. Una vez calmado me paré a pensar un momento.
Está claro que esa o esas personas no quieren que avance.Tienen la ventaja del terror psicológico, pero eso se va a acabar. Al fin y al cabo, no son más que personas. También tienen la ventaja de conocerse el camino... No puedo llegar tarde para proteger al mercader. Creo que la mejor idea será dar media vuelta y volver mañana con luz. A lo mejor por el camino me cruzo con un rajagargantas...
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A medida que avanzaba hacia las calles principales sentía una mayor sensación de seguridad en mi mismo. Los callejones se iban haciendo más amplios, dándome una sensación de tranquilidad y libertad. La basura y los desperdicios iban disminuyendo a medida que me acercaba a las avenidas principales. El aire limpio golpeó mi cara haciéndome sentir muchísimo más relajado y tranquilo y finalmente vi las luces de las farolas, dejando atrás aquel laberinto de calles. Empecé mi camino hacia algún motel por la avenida principal, bien iluminada por la luz de las farolas. Me resultó curioso el contraste que realizaban las luces de las farolas junto con la oscuridad, ya que entre farola y farola había un espacio de oscuridad impenetrable y, aparentemente, infinita. Pude distinguir la silueta de un banco. Eché un último vistazo al callejón, algo nostálgico por el hecho no poder haber desenmascarado el misterio del muñeco de paja colgante. De repente, una calavera se abalanzó sobre mi. Sus ojos desprendían unas llamas azules que iluminaban el callejón del que provenía, generando sombras que bailaban a su alrededor de manera espectral y un sonido inhumano salió de su mandíbula y noté un ataque dirigido hacia mi yo inmaterial. Hice un esfuerzo por no desmayarme y lo logré. Casi por instinto, desenvainé mi espada y le lancé un corte dirigido al lóbulo frontal. Si las cosas se ponían muy feas podría huir fácilmente, en el monasterio en el que entrené aprendí muchas maneras de huir, pero sobre todo muchos estilos de lucha. aunque siempre le podría lanzar el ataque letal que reservo para ocasiones "especiales". Una parte de mi sabía que aquello tal vez sería una estratagema para evitar que me metiera en los asuntos de los bandidos... O tal vez no...
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El corte que le lancé a la calavera voladora al ojo le impactó de lleno, fracturándolo y haciendo saltar astillas óseas en diferentes direcciones. Pude ver que la llama azul proveniente de sus ojos se apagaba en el aire. Una pequeña explosión levanto una cortina de humo, haciendo que instintivamente me dirigiera a una zona iluminada por el resplandor de las farolas. Pero el universo estaba en mi contra en ese momento, ya que algo apagó el alumbrado de la calle. Mis ojos no estaban adaptados a la oscuridad y tardarían unos 45 segundos en estarlo, aproximadamente. En ese momento no podía distinguir nada, pero pude entrever una sombra en el rabillo de mi ojo que se lanzaba furiosa contra mi. Cuando estuvo lo suficientemente cerca pude ver que tenía dos colmillos o dos armas filosas, las cuales iban dirigidas a mi con muy malas intenciones. Afortunadamente me cubrí, pero desgraciadamente me adentré más en la oscuridad. Estaba en una clara desventaja, ya que mi enemigo parecía estar acostumbrado a luchar en la oscuridad y conocía el terreno. Ademas, tenía el factor del miedo, que inmediatamente lo usé en mi favor convirtiéndolo en adrenalina. Intenté mantener la cabeza fría... ¿Que podía hacer?
Me acordé de que estaba en una de las calles principales, por lo tanto la marina estaría atenta a los incidentes. Siempre podría pedir ayuda a gritos o disparar, aunque eso podría ser una táctica suya para tenderme una trampa. No creo que me quisiera matar, simplemente me quería asustar.
Aproveché mi adrenalina y mi tendón biónico del codo para lanzar tajos a mi alrededor, cosa que me proporcionaría una defensa "temporal". Mientras lanzaba cortes al aire, procuré tener una pistola a mano para ver si la podía usar si se acercaba demasiado.
Me acordé de que estaba en una de las calles principales, por lo tanto la marina estaría atenta a los incidentes. Siempre podría pedir ayuda a gritos o disparar, aunque eso podría ser una táctica suya para tenderme una trampa. No creo que me quisiera matar, simplemente me quería asustar.
Aproveché mi adrenalina y mi tendón biónico del codo para lanzar tajos a mi alrededor, cosa que me proporcionaría una defensa "temporal". Mientras lanzaba cortes al aire, procuré tener una pistola a mano para ver si la podía usar si se acercaba demasiado.
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Mis "cortes preventivos" hirieron a aquella cosa que me acosaba en la oscuridad, humedeciendo mi hoja en un líquido espeso. Oí como unas gotas de ese líquido, que debía ser sangre, cayeron al suelo. Me encontraba bastante contento, me atrevería a decir que estaba eufórico por los resultados que había dado mi técnica. Pero al instante, caí en que no escuché ningún grito ni gemido, solo los pasos de aquella sombra corriendo por el asfaltado de la calle. El miedo y la adrenalina en mi cuerpo van disminuyendo, y mi corazón vuelve a latir con normalidad. La euforia del momento desaparece, volviendo a mi estado de ánimo normal. No puede ver a donde huía mi rival, ya que mis ojos no estaban acostumbrados a la oscuridad del todo, pero pude ver los charquitos de sangre fácilmente rastreables.
Al fondo de la calle pude ver a tres siluetas avanzando por la calle. Una de ellas iba encendiendo las farolas apagadas, así que pensé que sería un funcionario. Las otras dos figuras parecían ser guardias del pueblo, ya que le sacaban una cabeza y media al otro hombre y llevaban una gorra azul cada uno y una porra. Cuando me quise dar cuenta, estaban a mi lado. El hombrecillo me dijo que qué hacía a esas horas deambulando por aquellas calles, ya que era bastante peligroso debido a que era territorio de los ladrones de las sombras. Mientras el otro hombre hablaba, los dos guardias me examinaban con la mirada. Aquellos gorilas tenían cara de pocos amigos y no quería más problemas, así que envainé mi espada,pero antes la limpié con mi mano para evitar el óxido.
Ladrones de las sombras... aquello sonaba bastante interesante. así que decidí preguntarle al funcionario sobre aquel grupo criminal.
-No, disculpe, no busco ningún problema. Simplemente soy un hombre venido a hacer fortuna deteniendo a malhechores, y uno de ellos me ha asaltado mientras me dirigía al hostal más cercano.Ladrones de las sombras... nuca había oído hablar de ellos. ¿Hace mucho que perturban su paz y tranquilidad?- pregunté sin malas intenciones y sin mirar desafiantemente a los guardias.
Al fondo de la calle pude ver a tres siluetas avanzando por la calle. Una de ellas iba encendiendo las farolas apagadas, así que pensé que sería un funcionario. Las otras dos figuras parecían ser guardias del pueblo, ya que le sacaban una cabeza y media al otro hombre y llevaban una gorra azul cada uno y una porra. Cuando me quise dar cuenta, estaban a mi lado. El hombrecillo me dijo que qué hacía a esas horas deambulando por aquellas calles, ya que era bastante peligroso debido a que era territorio de los ladrones de las sombras. Mientras el otro hombre hablaba, los dos guardias me examinaban con la mirada. Aquellos gorilas tenían cara de pocos amigos y no quería más problemas, así que envainé mi espada,pero antes la limpié con mi mano para evitar el óxido.
Ladrones de las sombras... aquello sonaba bastante interesante. así que decidí preguntarle al funcionario sobre aquel grupo criminal.
-No, disculpe, no busco ningún problema. Simplemente soy un hombre venido a hacer fortuna deteniendo a malhechores, y uno de ellos me ha asaltado mientras me dirigía al hostal más cercano.Ladrones de las sombras... nuca había oído hablar de ellos. ¿Hace mucho que perturban su paz y tranquilidad?- pregunté sin malas intenciones y sin mirar desafiantemente a los guardias.
- Peticiones retardadas:
- Me gustaría hacer las siguientes peticiones:
Haki armadura lvl 1
Haki observación lvl 1
Técnica de onda, que consiste en golpear el aire y generar una onda que empuja aquello con lo que se cruza (creo que necesito un 7,5)
Si ninguna de estas cosas que he pedido se pudieran obtener, con el dinero y un arma de poder correspondiente me servirían
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Aquel hombrecillo respondió a mi pregunta diciéndome que aquel gremio de filibusteros llevaba ahí casi desde la fundación de la ciudad. Me dijo que sólo intentaban sobrevivir a base de extorsiones y algún que otro robo, pero solo a gente rica que se lo podía permitir. Nunca derramaban sangre e incluso me contó que se dieron casos de mercaderes a punto de entrar en bancarrota y habían salido de ésta gracias a donativos del propio gremio. Me dijo que no estaban técnicamente dentro de la ley, pero no permiten que nadie altere su status quo y por lo tanto, necesitaban a los mercaderes para sobrevivir. Pero últimamente llegaban a la isla bandidos y piratas dispuestos a robarles su trabajo y, en consecuencia de ello, habían aparecido varias de estas personas atadas de pies y manos colgando de la puerta de una posada. Eso probablemente era el motivo del ataque que había recibido hacia unos minutos. Acabó la conversación diciendo que no intentara nada contra ellos, ya que si lo hacía, pondría a toda la ciudad en mi contra.
Sentí algo de pena por aquel bandido al que había atacado, pero claro, había maneras más ortodoxas de ganarse la vida. Los hombres se alejaron mientras las farolas iban siendo encendidas por el funcionario. Entonces empecé a pensar... a lo mejor el mercader quería capturarme. O tal vez no. Sólo había una manera de averiguarlo: acudir puntual a mi cita. Así que me marché, con la guardia alta, a la posada más próxima. Tal vez allí podría conseguir más información allí sobre aquellos "bondadosos" bandidos.
Sentí algo de pena por aquel bandido al que había atacado, pero claro, había maneras más ortodoxas de ganarse la vida. Los hombres se alejaron mientras las farolas iban siendo encendidas por el funcionario. Entonces empecé a pensar... a lo mejor el mercader quería capturarme. O tal vez no. Sólo había una manera de averiguarlo: acudir puntual a mi cita. Así que me marché, con la guardia alta, a la posada más próxima. Tal vez allí podría conseguir más información allí sobre aquellos "bondadosos" bandidos.
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