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Esperó tranquilamente a que el peliverde y la chica se encargasen de conseguir alojamiento. No era algo que tuviese demasiada importancia para él en aquel momento ya que probablemente se tiraría un buen rato buscando a los demás antes de reunirlos allí. "Seguro que me lleva toooda la noche..." Fue entonces cuando Ryuta se dirigió a él, si no de forma ofensiva, carraspeando un insulto que cortó a tiempo. El pelirrojo se limitó a asentir.
- Sí, en cuanto coma algo iré a por ellos -respondió, mirando de lado a su compañera con una sonrisa ladina, como si quisiera recordarle que le debía una cena.
Tras eso ambos pelirrojos esperaron a que el chico y la pequeña se marchasen a las habitaciones y tomaron asiento, uno frente al otro. Mura parecía estar dándole vueltas a algo de modo que, cuando el que parecía ser el camarero les preguntó qué iban a querer tomar, no pareció darse cuenta de ello. De hecho, este tuvo que toser para llamar su atención al tiempo que el joven dragón le daba algunos suaves golpes a la mesa de madera para llamar su atención. La chica-puma, avergonzada, se levantó de forma bastante torpe por algún motivo que no alcanzaba a comprender, casi tirando todo lo que había sobre el mueble. De no ser por los rápidos reflejos del dragón uno de los vasos se habría estrellado contra el suelo, fragmentándose en mil pedazos. Contuvo una pequeña risa mientras la miraba de forma pícara, como si todo lo que le habría gustado mofarse de ella se lo transmitiera con una simple mirada. El hombre le tendió la carta y se fue, indicándoles que le llamasen una vez hubiesen decidido, a lo que ambos asintieron.
- Mira que eres torpe -añadió de forma indiferente, como si no le diese importancia aunque realmente estuviese intentando picarla.
Akagami cogió la otra carta y comenzó a leer... O más bien, a hacer como que leía. Realmente le resultaba tedioso tratar de descifrar aquellos símbolos... ¿Por qué no se limitarían a decir el menú y ya? No, era mejor hacer sufrir a su clientela, obligándoles a leer aquellas cartas infernales. Su cara era un poema, pues arqueaba una ceja y hacía muecas de desagrado al tiempo que parecía estar molesto con algo... De hecho, incluso pareció darle un pequeño tic bajo el ojo derecho. Cerró la carta de golpe y suspiró, dejándola a un lado.
- Sí, sí... Te dejo escoger por ambos... No hay nada que me llame especialmente la atención -respondió cruzándose de brazos y desviando la mirada, disimulando.
- Sí, en cuanto coma algo iré a por ellos -respondió, mirando de lado a su compañera con una sonrisa ladina, como si quisiera recordarle que le debía una cena.
Tras eso ambos pelirrojos esperaron a que el chico y la pequeña se marchasen a las habitaciones y tomaron asiento, uno frente al otro. Mura parecía estar dándole vueltas a algo de modo que, cuando el que parecía ser el camarero les preguntó qué iban a querer tomar, no pareció darse cuenta de ello. De hecho, este tuvo que toser para llamar su atención al tiempo que el joven dragón le daba algunos suaves golpes a la mesa de madera para llamar su atención. La chica-puma, avergonzada, se levantó de forma bastante torpe por algún motivo que no alcanzaba a comprender, casi tirando todo lo que había sobre el mueble. De no ser por los rápidos reflejos del dragón uno de los vasos se habría estrellado contra el suelo, fragmentándose en mil pedazos. Contuvo una pequeña risa mientras la miraba de forma pícara, como si todo lo que le habría gustado mofarse de ella se lo transmitiera con una simple mirada. El hombre le tendió la carta y se fue, indicándoles que le llamasen una vez hubiesen decidido, a lo que ambos asintieron.
- Mira que eres torpe -añadió de forma indiferente, como si no le diese importancia aunque realmente estuviese intentando picarla.
Akagami cogió la otra carta y comenzó a leer... O más bien, a hacer como que leía. Realmente le resultaba tedioso tratar de descifrar aquellos símbolos... ¿Por qué no se limitarían a decir el menú y ya? No, era mejor hacer sufrir a su clientela, obligándoles a leer aquellas cartas infernales. Su cara era un poema, pues arqueaba una ceja y hacía muecas de desagrado al tiempo que parecía estar molesto con algo... De hecho, incluso pareció darle un pequeño tic bajo el ojo derecho. Cerró la carta de golpe y suspiró, dejándola a un lado.
- Sí, sí... Te dejo escoger por ambos... No hay nada que me llame especialmente la atención -respondió cruzándose de brazos y desviando la mirada, disimulando.
Steve
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¿Cuánto hacía que estaba dormido? ¿Minutos, horas o días? Tampoco importaba, pues seguía solo en aquel cuarto. Desperté mirando al techo, un techo de madera, que parecía haber estado allí durante demasiado tiempo, dándole un aspecto decrepito. ¿Se caería sobre mí el techo? Tenía un objetivo demasiado alto, quizás más allá de cualquier cielo existente. Las probabilidades de no llegar, de caer antes de lograrlo eran muy superiores a las de victoria y algunos pensarían que es un suicido intentarlo. Alcé el brazo, abriendo la mano justo en medio de mi campo de visión ¿Podría alguna vez agarrarlo? Suspiré, pensando en la naturaleza humana y como a pesar de saber que pondría mi vida en peligro y posiblemente muriera, iba a intentarlo de todas maneras.
Me levanté al cabo de un rato, dirigiéndome con paso lento al baño. Realmente no sabía porque, pues no tenía ninguna necesidad humana que cumplir allí, así que simplemente me apoyé en el lavamanos, mirando mi reflejo en el espejo. A veces me preguntaba si todo era más que un sencillo juego, tenía una apariencia tan real que no podía evitarlo. Suspiré, abriendo el grifo para que saliera un poco de agua y poder mojarme la cara.
No me había ayudado a despejarme, pero al menos me había despertado un poco. Salí del pequeño cuarto de baño, buscando a alguien con quien hablar pero solo estaba la pequeña ahí y aparte de que estaba dormida, no sabía hablar. Suspiré buscando mi ropa y empezándome a poner algunas prendas para no andar desnudo por el lugar ¿Debería buscar a Mura? Estaba seguro de que podría defenderse y estaría bien, además estaba con su capitán. Cuando tenía puesto la camisa blanca y el pantalón oscuro, que se mantenía en su sitio debido a los tres cinturones que lo sujetaban, me acerqué a una puerta acristalada, que daba a un pequeño balcón.
Abrí la puerta y vi la nieve caer, desde un cielo completamente oscurecido, lo que me hizo esbozar una sonrisa, por el recuerdo que me traía esa escena. Estiré mi mano, esperando que cayera un copo de nieve en mi mano y perdiéndome de nuevo en una marea de pensamientos. Al cabo de un rato sentí frío en mi mano, y cuando me fijé pude ver un poco de nieve en la palma de mi mano, que empezaba a derretirse.
-Debería entrar. – Me dije a mi mismo, en un tono de voz casi imperceptible, aunque no me moví. –
Eché un último vistazo al cielo, buscando una Luna que parecía no aparecer y debido al frío que empezaba a hacer, o que nunca se había marchado y ahora solo se intensificaba, decidí entrar sin haberla encontrado. El cuarto era mucho más cálido, pero estaba igual de vacío. Suspiré sentándome en la cama sin saber qué hacer y esperando que, por alguna casualidad viera a la chica entrar por la puerta de la habitación.
Me levanté al cabo de un rato, dirigiéndome con paso lento al baño. Realmente no sabía porque, pues no tenía ninguna necesidad humana que cumplir allí, así que simplemente me apoyé en el lavamanos, mirando mi reflejo en el espejo. A veces me preguntaba si todo era más que un sencillo juego, tenía una apariencia tan real que no podía evitarlo. Suspiré, abriendo el grifo para que saliera un poco de agua y poder mojarme la cara.
No me había ayudado a despejarme, pero al menos me había despertado un poco. Salí del pequeño cuarto de baño, buscando a alguien con quien hablar pero solo estaba la pequeña ahí y aparte de que estaba dormida, no sabía hablar. Suspiré buscando mi ropa y empezándome a poner algunas prendas para no andar desnudo por el lugar ¿Debería buscar a Mura? Estaba seguro de que podría defenderse y estaría bien, además estaba con su capitán. Cuando tenía puesto la camisa blanca y el pantalón oscuro, que se mantenía en su sitio debido a los tres cinturones que lo sujetaban, me acerqué a una puerta acristalada, que daba a un pequeño balcón.
Abrí la puerta y vi la nieve caer, desde un cielo completamente oscurecido, lo que me hizo esbozar una sonrisa, por el recuerdo que me traía esa escena. Estiré mi mano, esperando que cayera un copo de nieve en mi mano y perdiéndome de nuevo en una marea de pensamientos. Al cabo de un rato sentí frío en mi mano, y cuando me fijé pude ver un poco de nieve en la palma de mi mano, que empezaba a derretirse.
-Debería entrar. – Me dije a mi mismo, en un tono de voz casi imperceptible, aunque no me moví. –
Eché un último vistazo al cielo, buscando una Luna que parecía no aparecer y debido al frío que empezaba a hacer, o que nunca se había marchado y ahora solo se intensificaba, decidí entrar sin haberla encontrado. El cuarto era mucho más cálido, pero estaba igual de vacío. Suspiré sentándome en la cama sin saber qué hacer y esperando que, por alguna casualidad viera a la chica entrar por la puerta de la habitación.
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La chica, aprovechando que la trastornada y alegre Rito no se encontraba presente y que tanto a Akagami como a ella le gustaba el conejo, pidió al camarero que les trajera a cada uno un plato de Conejo al horno a la mostaza con cerveza. No muy convencida al principio porque tuviera cerveza, pero dudaba emborracharse.
Tras comer y conversar un rato más con su capitán, se dirigió a la habitación que habían alquilado. Aka decidió que el dormiría en la de al lado, aunque si su sentido felino no le fallaba, apostaría sus orejas de puma a que no pasaría la noche en el hostal. ¿Dónde pues? Quién sabe. Tal vez hubiera quedado en reunirse con alguien o simplemente fuera a dar una vuelta o a fumar. Si era lo segundo, agradecería mucho que se marchase.
Al llegar a la puerta de su cuarto, abrió esta con cuidado. No quería despertar a la niña y a Ryuta si es que que se había acostado ya. Una vez dentro cerró la puerta tras de sí con cuidado y se acerco a la cama, viendo a la pequeña en esta, la cual arropó porque se había quitado la manta de encima. Luego, buscó al peliverde con la mirada. Su gabardina estaba ahí así que debía estar en el baño o...Su olfato le indicó que se encontraba cerca de ahí, por lo que siguiendo este se dirigió al balcón que debería haber estado cerrado. La chica se quedó apoyada en el marco de la entrada a este, no sin antes arrimar la puerta para que no entrara frío en la habitación. -Se suponía que debíamos evitar que ella se resfriara, aunque eres tú quien va a enfermarse por salir así.- Dijo desde detrás suya. -Por cierto, ¿Podrías decirme su nombre? Porque supongo que tendrá alguno, ¿no?-
Tras comer y conversar un rato más con su capitán, se dirigió a la habitación que habían alquilado. Aka decidió que el dormiría en la de al lado, aunque si su sentido felino no le fallaba, apostaría sus orejas de puma a que no pasaría la noche en el hostal. ¿Dónde pues? Quién sabe. Tal vez hubiera quedado en reunirse con alguien o simplemente fuera a dar una vuelta o a fumar. Si era lo segundo, agradecería mucho que se marchase.
Al llegar a la puerta de su cuarto, abrió esta con cuidado. No quería despertar a la niña y a Ryuta si es que que se había acostado ya. Una vez dentro cerró la puerta tras de sí con cuidado y se acerco a la cama, viendo a la pequeña en esta, la cual arropó porque se había quitado la manta de encima. Luego, buscó al peliverde con la mirada. Su gabardina estaba ahí así que debía estar en el baño o...Su olfato le indicó que se encontraba cerca de ahí, por lo que siguiendo este se dirigió al balcón que debería haber estado cerrado. La chica se quedó apoyada en el marco de la entrada a este, no sin antes arrimar la puerta para que no entrara frío en la habitación. -Se suponía que debíamos evitar que ella se resfriara, aunque eres tú quien va a enfermarse por salir así.- Dijo desde detrás suya. -Por cierto, ¿Podrías decirme su nombre? Porque supongo que tendrá alguno, ¿no?-
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La chica eligió un plato que, si había entendido bien, llevaba conejo. Un conejo... Ese animal que tan pocas veces se podía ver por la despensa del barco gracias a la alegre cuidadora de animales del barco, Rito. Esa maldita coneja se volvía histérica si veía que dañaban a uno de sus "congéneres", habiendo tenido que dejarla inconsciente más de una vez para frenar esos instintos asesinos que brotaban en ella cada vez que a alguno se le olvidaba aquella regla no escrita. Realmente se agradecía el detalle y, tal vez por ello, aquel plato sabía a gloria. Tras cenar conversó durante un rato con su compañera, discutiendo sobre el próximo destino de Red Demons y, sobre todo, indagando en el tema del peliverde. Preguntas como "¿Desde cuándo lo conoces?" o "¿Qué ocurrió?" fueron algunas en las que estaba interesado el pelirrojo que, si bien no se alegraba de tener a ese microbio malhumorado con ellos, sabía que debía acostumbrarse.
Una vez pasó el tiempo la pelirroja se dirigió al cuarto que compartirían ella y el pelo moco, soltando el pelirrojo un suspiro mientras se levantaba de la mesa. No tenía sueño en ese momento y tampoco le apetecía escuchar los berridos de ese núcleo peliazul de problemas y babas que habían traído con ellos. Se preguntaba si la cría sería hija de Ryuta... Y por un momento se alarmó al pensar que también podría serlo de la chica-gato. Aquella idea abandonó rápidamente su mente; no había podido darles tiempo y además se habría dado cuenta... "Creo." En cualquier caso lo siguiente que hizo el joven dragón fue dirigirse hacia la puerta de la posada, recibiendo las advertencias de la dueña sobre abrigarse más de lo que estaba en ese momento y respondiendo a estas de forma calmada. "Tranquila, no será necesario" fue su respuesta antes de salir y cerrar la puerta tras de sí.
- Y ahora... A buscar a esa panda de descerebrados. ¿Dónde se habrán metido? -musitó mientras comenzaba a caminar, dejando sus huellas sobre la capa de nieve que cubría el suelo. Seguramente todos estuviesen desperdigados por toda la isla, así que le llevaría toda la noche (si no más) reunirlos al completo. Probablemente Rito estuviera acosando a algún hombre (o mujer) de la zona. Lanxerot y Ryan andarían buscando algún bar de alterne o tal vez una casa de apuestas, cosa que dudaba que pudieran encontrar allí. Por otro lado, Naram andaría buscando algún sitio de calidad donde quedarse, con buena comida y vino, sobre todo vino, y Nagato... Bueno, armando jaleo por ahí.
Suspiró de nuevo, dejando que el vaho saliera por el contraste entre su cálido aliento y la baja temperatura de la zona. Se encendió un cigarro mientras recorría el pueblo. Aquél sitio... Era especial. Se detuvo en los límites de este, apartado de cualquiera que pudiese encontrarse en la zona y alzando la mirada hacia el cielo estrellado. La nieve descendía sin cesar mientras el humo ascendía lentamente. Metió la mano en una pequeña bolsa que llevaba atada en la cintura y de esta extrajo un colgante. No era uno cualquiera, pues tenía un valor incalculable para él así como un significado. Mientras permaneciese junto a él aún conservaría la esperanza. La esperanza de que aquella niña de ojos carmesíes siguiera con vida, allá donde estuviese, esperando por él... Esperando porque cumpliera su promesa.
- Capitán... ¿Qué habrías hecho tú? -susurró, sin apartar la vista de este- ¿Estoy haciendo lo correcto?
Una vez pasó el tiempo la pelirroja se dirigió al cuarto que compartirían ella y el pelo moco, soltando el pelirrojo un suspiro mientras se levantaba de la mesa. No tenía sueño en ese momento y tampoco le apetecía escuchar los berridos de ese núcleo peliazul de problemas y babas que habían traído con ellos. Se preguntaba si la cría sería hija de Ryuta... Y por un momento se alarmó al pensar que también podría serlo de la chica-gato. Aquella idea abandonó rápidamente su mente; no había podido darles tiempo y además se habría dado cuenta... "Creo." En cualquier caso lo siguiente que hizo el joven dragón fue dirigirse hacia la puerta de la posada, recibiendo las advertencias de la dueña sobre abrigarse más de lo que estaba en ese momento y respondiendo a estas de forma calmada. "Tranquila, no será necesario" fue su respuesta antes de salir y cerrar la puerta tras de sí.
- Y ahora... A buscar a esa panda de descerebrados. ¿Dónde se habrán metido? -musitó mientras comenzaba a caminar, dejando sus huellas sobre la capa de nieve que cubría el suelo. Seguramente todos estuviesen desperdigados por toda la isla, así que le llevaría toda la noche (si no más) reunirlos al completo. Probablemente Rito estuviera acosando a algún hombre (o mujer) de la zona. Lanxerot y Ryan andarían buscando algún bar de alterne o tal vez una casa de apuestas, cosa que dudaba que pudieran encontrar allí. Por otro lado, Naram andaría buscando algún sitio de calidad donde quedarse, con buena comida y vino, sobre todo vino, y Nagato... Bueno, armando jaleo por ahí.
Suspiró de nuevo, dejando que el vaho saliera por el contraste entre su cálido aliento y la baja temperatura de la zona. Se encendió un cigarro mientras recorría el pueblo. Aquél sitio... Era especial. Se detuvo en los límites de este, apartado de cualquiera que pudiese encontrarse en la zona y alzando la mirada hacia el cielo estrellado. La nieve descendía sin cesar mientras el humo ascendía lentamente. Metió la mano en una pequeña bolsa que llevaba atada en la cintura y de esta extrajo un colgante. No era uno cualquiera, pues tenía un valor incalculable para él así como un significado. Mientras permaneciese junto a él aún conservaría la esperanza. La esperanza de que aquella niña de ojos carmesíes siguiera con vida, allá donde estuviese, esperando por él... Esperando porque cumpliera su promesa.
- Capitán... ¿Qué habrías hecho tú? -susurró, sin apartar la vista de este- ¿Estoy haciendo lo correcto?
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Oí una vocecilla venir desde dentro, una vocecilla que reconocí al instante, era Mura, que ya había llegado. Era extraño, pues no la había visto llegar, quizás porque estaba distraído con mis pensamientos, pero no tarde mucho en entrar, oyendo sus palabras.
-Lo siento, lo siento, es que la nieve me traía buenos recuerdos. ¿A ti no? – Le dije esbozando una sonrisa, mientras cerraba la puerta por la que había entrado al cuarto. –
Me acerqué a la pelirroja, mirándola a los ojos, había hecho una pregunta que no me evocaba nada bueno, pero mi expresión no cambio. La agarré de las manos tirando suavemente de ella para que me acompañase hasta la cama, donde dormía la pequeña con aspecto apacible, aunque seguía moviéndose incluso dormida. Tomé asiento en el borde de la cama y le indiqué que hiciera lo mismo, aunque podría quedarse de pie si así lo quería.
-Su nombre… no tiene. No pude saber cuál era su nombre en aquel momento ni pensé uno adecuado para ella. Y antes de que me eches la bronca por no haberle puesto un nombre, es… complicado. Te lo tengo que explicar todo desde el principio. – Tomé un poco de aire y empecé a hablar, explicándole el contexto y como había llegado a aquella isla. – Entonces, junto a mi acompañante decidimos que deberíamos encargarnos de algunos de los indígenas que parecían ser caníbales. En un momento dado, mientras intentábamos huir acabé con dos de ellos, pero antes de que me fuera escuché su llanto. Estaba tan indefensa… y yo había acabado con sus padres, que era incapaz dejarla sola, así que me la llevé. No es algo de lo que me enorgullezca, y siempre lo recuerdo como un mal – Paré un momento en la narración, para recuperar aire, mientras por mi mente aparecía la frase “Uno más”. – Pero… Debería tener un nombre, al menos si vamos a criarla.
Empecé a pensar, con una expresión triste pues no podía evitarlo al pensar en aquel momento. No estaba seguro de que como iba a reaccionar y si lo hiciera con una respuesta negativa posiblemente sería la correcta, la del sentido común. Había hecho algo cruel y no tenía ninguna excusa para ello, pero intentaba arreglarlo llevándola conmigo. Posiblemente no fuera el mejor padre del mundo, ni si quiera era su verdadero padre, pero ahora estaba a mi cargo y trataría de cuidarla todo lo posible. Entonces un nombre cruzó mis pensamientos, haciendo que dejara de martirizarme.
-¿Qué te parece Azura? Recuerdo haber leído que significaba cielo azul. – Sin duda parecía un nombre acertado ¿Quién tendría más libertad que la hija de un trotamundos y una pirata? Nadie excepto el mismísimo cielo
-Lo siento, lo siento, es que la nieve me traía buenos recuerdos. ¿A ti no? – Le dije esbozando una sonrisa, mientras cerraba la puerta por la que había entrado al cuarto. –
Me acerqué a la pelirroja, mirándola a los ojos, había hecho una pregunta que no me evocaba nada bueno, pero mi expresión no cambio. La agarré de las manos tirando suavemente de ella para que me acompañase hasta la cama, donde dormía la pequeña con aspecto apacible, aunque seguía moviéndose incluso dormida. Tomé asiento en el borde de la cama y le indiqué que hiciera lo mismo, aunque podría quedarse de pie si así lo quería.
-Su nombre… no tiene. No pude saber cuál era su nombre en aquel momento ni pensé uno adecuado para ella. Y antes de que me eches la bronca por no haberle puesto un nombre, es… complicado. Te lo tengo que explicar todo desde el principio. – Tomé un poco de aire y empecé a hablar, explicándole el contexto y como había llegado a aquella isla. – Entonces, junto a mi acompañante decidimos que deberíamos encargarnos de algunos de los indígenas que parecían ser caníbales. En un momento dado, mientras intentábamos huir acabé con dos de ellos, pero antes de que me fuera escuché su llanto. Estaba tan indefensa… y yo había acabado con sus padres, que era incapaz dejarla sola, así que me la llevé. No es algo de lo que me enorgullezca, y siempre lo recuerdo como un mal – Paré un momento en la narración, para recuperar aire, mientras por mi mente aparecía la frase “Uno más”. – Pero… Debería tener un nombre, al menos si vamos a criarla.
Empecé a pensar, con una expresión triste pues no podía evitarlo al pensar en aquel momento. No estaba seguro de que como iba a reaccionar y si lo hiciera con una respuesta negativa posiblemente sería la correcta, la del sentido común. Había hecho algo cruel y no tenía ninguna excusa para ello, pero intentaba arreglarlo llevándola conmigo. Posiblemente no fuera el mejor padre del mundo, ni si quiera era su verdadero padre, pero ahora estaba a mi cargo y trataría de cuidarla todo lo posible. Entonces un nombre cruzó mis pensamientos, haciendo que dejara de martirizarme.
-¿Qué te parece Azura? Recuerdo haber leído que significaba cielo azul. – Sin duda parecía un nombre acertado ¿Quién tendría más libertad que la hija de un trotamundos y una pirata? Nadie excepto el mismísimo cielo
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La chica escuchó atentamente la historia de Ryuta, mirando de vez en cuando a la pequeña de cabellos celestes que dormía plácidamente ocupando casi toda la cama con su pequeño cuerpo. Se sorprendió bastante de conocer la procedencia de esta. Hubiera podido imaginarse que fuera su hermana pequeña, su prima, incluso su hija de verdad, pero que fuese hija de unos caníbales que el peliverde había matado...era algo que nunca hubiera imaginado. Por ello tal vez, tardó un poco en responderle al acabar este de hablar. La verdad es que el chico le había arrebatado su familia, igual que a ella se cuando era pequeña, pero el había tomado la decisión de pagárselo cuidándola como si fuese su verdadero padre. ¿Eso hacía que pudiera perdonárselo? Eso era decisión de la niña, así que habría que esperar para saber la respuesta.
-No es como si hubieras tenido otra opción...- Murmuró la chica mirando a ningún lugar mientras se dejaba caer en la cama, con cuidado de no caer sobre ella. -Azura....parece un buen nombre.- Dijo con una sonrisa. -Sin duda le va al pelo.- Comentó antes de volver a incorporarse. -Deberías descansar para mañana. Yo voy a terminar unos asuntos que deje pendientes.- Dijo dándole un beso en la mejilla, antes de zafarse de un posible intento del chico de detenerla al dirigirse a la puerta. Realmente no tenía nada que hacer, solo poco sueño y muchas ganas de caminar. Además, no habría problemas mientras volviera al hostal a la hora de partir, ¿no?
Así se alejo caminando del lugar, en dirección al bosque que se encontraba a las afueras de la ciudad. Estuvo dando vueltas por este durante horas en su forma de bestia para que el pelaje evitase que se resfriara. No le apetecía necesitar que Ryan la tratara. Odiaba todo lo que tuviera que ver con la ciencia y eso incluía la medicina. No volvió al hostal hasta momentos antes de que comenzara a amanecer. Al llegar a esta se sentó en el recibidor a esperar a los otros, con ganas de volver al mar. Con suerte, en la próxima isla habría un hábitat más apropiado para un puma. Aunque la nieve era bonita.
-No es como si hubieras tenido otra opción...- Murmuró la chica mirando a ningún lugar mientras se dejaba caer en la cama, con cuidado de no caer sobre ella. -Azura....parece un buen nombre.- Dijo con una sonrisa. -Sin duda le va al pelo.- Comentó antes de volver a incorporarse. -Deberías descansar para mañana. Yo voy a terminar unos asuntos que deje pendientes.- Dijo dándole un beso en la mejilla, antes de zafarse de un posible intento del chico de detenerla al dirigirse a la puerta. Realmente no tenía nada que hacer, solo poco sueño y muchas ganas de caminar. Además, no habría problemas mientras volviera al hostal a la hora de partir, ¿no?
Así se alejo caminando del lugar, en dirección al bosque que se encontraba a las afueras de la ciudad. Estuvo dando vueltas por este durante horas en su forma de bestia para que el pelaje evitase que se resfriara. No le apetecía necesitar que Ryan la tratara. Odiaba todo lo que tuviera que ver con la ciencia y eso incluía la medicina. No volvió al hostal hasta momentos antes de que comenzara a amanecer. Al llegar a esta se sentó en el recibidor a esperar a los otros, con ganas de volver al mar. Con suerte, en la próxima isla habría un hábitat más apropiado para un puma. Aunque la nieve era bonita.
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