A la caza del cretino [Privado Rayne - Corvo - Keth]

Cuando até mi humilde velero en el muelle de Water Seven me pareció oír que los hombres a mi alrededor se reían de mí. Conocía la ciudad, y su fama por sus buenos carpinteros. Pero era una desilusión ver que por muy buenas que fueran sus manos seguían siendo humanos. Mi pobre barquito no tenía nada de malo, y había cumplido su función al llevarme hasta aquí. Y sin embargo, esos hombres se reían y lo señalaban sin tapujos. Pasé a su lado. Les miré a los ojos. Y algo debieron ver, pues callaron. Se apartaron de mi camino y pude entrar a la gran ciudad. Era muy diferente de todo lo que había visto hasta el momento. Había muchísimos edificios y todavía más gente. Había calles sumergidas y canales por los que barcos transportaban a pequeños grupos de personas. El sol brillaba en lo alto y hacía refulgir un millar de cosas a la vez. Notaba el corazón batirme en el pecho y no sabía a dónde mirar primero. Pasé un par de horas callejeando, desatendiendo los barcos, el agua o los comercios y dedicándome a mirar con ansiedad a los rostros de la gente. Una parte de mí tenía miedo de que si no examinaba cada cara, mi protegido o protegida pasaría delante de mis narices y nunca jamás lo encontraría de nuevo.

Pero al rato ese miedo pasó. Tenía que ser racional. Esa persona estaba unida a mí por algo muy antiguo y fuerte. Sin duda cuando la encontrara lo sabría, lo nuestro no sería un encuentro casual en el mercado, ¿Verdad? ¿Verdad? Quise creerlo, porque por las miradas que me habían echado algunos, parecía imposible examinar todos los rostros sin que me echaran del lugar por conducta sospechosa.

Lo primero era lo primero. Me levanté y tras preguntar un par de veces llegué a una zona con un montón de tiendas. Intercambié un par de piezas de oro por un montón de provisiones, con mucha carne y hortalizas. También llené un par de odres de agua y me lo llevé todo a mi barco. Antes de volver a la ciudad me quedé mirando el dinero que había traído de mi aldea: Era, junto con mi katana y mi flauta (Además del barco), todo lo que me quedaba de allí... no deseaba gastarlo todo. Pero no tenía más dinero y no se me ocurría como ganarlo. Comencé a pasear y llegué a un edificio blanco, con un par de marines a la puerta. En la pared había un montón de carteles colgados. Me acerqué y vi por primera vez los Wanted mundiales. Eran todos grandes criminales, noté un escalofrío solo de leer algunas de sus fechorías. Si alguna vez encontraba a alguno de estos en mi camino, lo borraría de la faz de la tierra. Personas así podrían cruzarse en el camino de su prometido o prometida.. no lo consentiría. Con cuidado memoricé cada uno de los nombres y eché a andar otra vez.

Di un par de vueltas y acabé en un callejón sin salida. Iba a dar la vuelta cuando oí un grito. Venía del edificio blanco de antes. Saqué mi katana a toda prisa y me aposté enfrente, escondido entre las sombras. De repente, un joven pelirrojo salió a todo correr con un cuchillo ensangrentado en las manos. ¿Acaso había matado a alguien? Los marines de la entrada se quedaron mirando y entraron corriendo. Yo comencé a perseguirle por las calles. Nunca había perseguido a nadie, pero ese chico era peligroso. Y la gente solo se apartaba. Notaba la adrenalina subiéndome mientras cruzábamos calles y callejones y antes de que pudiera decidirlo oí mi voz como si alguien más la estuviera utilizando para expresar mis pensamientos:

-¡¡Ayuda!! ¡¡Deténganle, manga de cobardes!! ¡¡Ayuda, que alguien lo pare!!

Parecía que era mi día de suerte, no solo acababa de terminar de trabajar, si no, que todavía había sol y podía disfrutar de la tarde por la ciudad. Me estaba quedando mucho más de lo que había planeado. Pero bueno los acontecimientos así lo requerían. Caminaba por la ciudad en busca de algún local donde ira a tomar una copa, algo oscuro y donde no tuviera que relacionarme mucho. El ultimo garito donde había estado bebiendo ya no existía, habían tenido que cerrar por una enfermedad que aquejo al mafioso del dueño y a la mayoría de sus clientes: muerte por acero. Ya que me quedaba en la ciudad al menos haría valer la justicia en ella, aunque se me tildara de asesino más adelante. Al final llegue a un buen sitio, desde el cual podía vigilar mi siguiente objetivo.

Un traficante, que además de vender armas ilegales a la revolución, extorsionaba a los marines de alto rango de la ciudad y cubría las fechorías de su hijo. El hijo casi era peor que el padre pues era un matón sanguinario y un maltratador mujeriego. Aunque por desgracia el muchacho no tenía ni antecedentes. Todo en aquella placita estaba tranquilo, los dos gorilas que hacían guardia al otro lado del puentecito que cruzaba el canal parecían estar en una animada conversación. Detrás de ellos una gran verja de más de dos metros daba acceso a una gran mansión donde vivía el sujeto. A mi derecha estaba la entrada al bar, detrás, un callejón que daba acceso a la plaza, hacia el cuartel; y por el lado izquierdo un par de tiendas y otro callejón que llevaba hasta la zona baja. Estaba acabándome el vino cuando escuché a alguien gritando desde el cuartel. Por suerte la plaza estaba vacía. Me coloque mi mascara y esperé en la esquina.
 
-¡¡Ayuda!! ¡¡Deténganle, manga de cobardes!! ¡¡Ayuda, que alguien lo pare!!- esta vez gritaba alguien diferente, y por lo que parecía el maleante venia hacia mí. Pues se iba a llevar una poco grata sorpresa.


Cuando ya escuche los pasos cerca me plante con mi espada corta en medio del callejón. La sorpresa me la lleve yo al reconocer al individuo, no podía tener tanta suerte y tan mala a la vez. Podría acabar con el chico pero los dos gorilas no sería nada fácil. El chico ya casi estaba encima de mí, prepare para recibirle con una finta, pero la esquivó y con un movimiento rápido consiguió ponerse a mi espalda y lanzar una puñalada hacia mi costado. La esquive con algo de dificultad, parecía que había subestimado al chaval, aunque el a mi u poco también pues mi siguiente ataque le alcanzo en el brazo, aunque fue solo un arañazo. Mientras peleábamos llegó alguien más por mi espalda, no sabía si amigo o enemigo, pero desde la plaza se veía venir a los dos gorilas del padre del chico.

Spoiler:

Seguí corriendo tras el chico. Me costaba, para empezar porque odio correr y además no estaba acostumbrado a tanta gente. Tenía que levantar la katana cada dos por tres para evitar darle a alguien, lo que me retrasaba e impedía que le alcanzase; y por encima de todo, el chaval conocía la ciudad y no vacilaba a la hora de girar o cruzar una calle, al revés que yo. Así las cosas, pronto le perdí de vista. Frené entonces, y traté de recuperar el aliento, pero de repente me alcanzaron dos marines. Uno de ellos me levantó en el aire y me preguntó por donde había escapado el crío. Le señalé y me soltó para irse corriendo junto con su compañero. Mientras me incorporaba y decidía qué hacer, llegó a mis oídos el sonido de aceros cruzándose. Otra vez a correr. Esto no tenía pinta de acabar bien.

La escena era curiosa. El chaval estaba luchando con un extraño hombre, que vestía de negro y llevaba una máscara. No parecía que llevaran mucho tiempo peleando, y no pararon al verme llegar. O quizás ni siquiera me habían notado. Yo envainé mi katana, pues había localizado a los marines y se dirigían a separar a los combatientes. Suspiré, pensando que ya se había acabado todo: Las fuerzas del orden se llevarían al criminal y lo juzgarían; o en su defecto tal vez solo lo amonestaran, al fin y al cabo era bastante joven. Pero no fue así. Se dirigieron hacia el hombre de negro con funesta determinación. Frunciendo el ceño, volví a sacar la espada. Sería algún malentendido, pero más valía aclararlo.

Me lancé hacia ellos rodeando el callejón y en medio del tumulto me situé a la espalda del joven. Le agarré por la cintura y antes de que se moviera le coloqué el filo de la katana a centímetros de su cuello. El chaval intentó apuñalarme y casi lo consigue, pero logré agarrarle la muñeca poco después de notar el acero en el costado.

-Quieto. Camina.

No hizo caso, pero después de presionarle con la katana, dio un par de pasos vacilantes. Le pedí que llamara la atención de los marines y soltó un grito escalofriante. No parecía tener miedo. Pensé que los hombres se alegrarían de que le hubiera capturado, pero no fue así: Me miraban con odio. ¿Acaso estaban compinchados?

-Alejaos del hombre con la máscara. Ahora.

El chico se alejó de mí al ver sus refuerzos, creo que quería ver cómo me machacaban, pues no lo tendrían tan fácil. Me preparé para saltar a un alfeizar y desde el sacar el fusil. Pero antes de que lo hiciera un hombre alto y fornido apareció y consiguió reducir al joven, no sin que opusiera resistencia. Además mando alejar a los guardias y me dio la oportunidad que necesitaba al distraer a los gorilas. Salte hacia atrás agarrándome del borde de un balconcito y fui trepando hasta el segundo piso, desde allí bordeé el callejón hasta quedar detrás del hombre que mantenía al chico atrapado.

-Gracias, esos no se irán los tiene comprados el padre del chico. Y resulta que la casa al otro lado del canal es suya si lo sueltas lo perderemos. Además de que nos perseguirán por toda la ciudad.- me giré hacia los cuatro hombres que ahora esperaban en la entrada de la calle.- Nos vamos con él, si nos seguís tendréis que explicarle a su padre por que murió innecesariamente su único hijo.

Le hice señas al hombre para que se metiera por el callejón de la derecha, yo le seguiría si lo hacía y le iría indicando hasta llegar a lugar seguro donde ver qué hacer con el pequeño asesino.