Johnny Raikov
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Johnny se encontraba en su camarote del buque que le había facilitado la Marine para llegar a Blanc Leumont, preparando todo para desembarcar, eran unos pocos, doce hombres en una gran embarcación llena de comida. Nadie sabía por qué tenían que ir a esas montañas donde solo habitan unos humildes mineros con sus respectivas familias.
Raikov llevaba puesto su chaqueta negra al igual que sus pantalones y zapatos, esa era la indumentaria que portaba desde que su amigo tuvo el accidente y con la vida en un hilo, ahora eso le hacía pensar en lo rápido que se va la vida, que solo puedes tener una oportunidad y tienes que saber aprovecharla o manejarla como te guste, que nadie te tenga que decir lo que hacer. De repente se pudo escuchar la alarma para ir al comedor, el marine dejo sus cosas listas y antes de salir dejo su katana en la entrada de la puerta.
Una vez todos los marines estaban en los pasillos se podía oler los manjares que habían hecho los cocineros, aunque eso dependía de quien era el chef que de vez en cuando no te echan la sal o condimentos suficientes y el plato de comida queda insípido, sin sabor alguno. Raikov sabia manejarse en la cocina y podría llevar una taberna si lo toma en serio, pero eso seria dejar a la Marine. En el comedor los marines estaban esperando con una bandeja a que unas amables ancianas le sirvieran:
-Bueno…- decía un marine con los platos servidos- hoy si que nos vamos a llenar.
Al decir eso, las personas que estaban ahí se entusiasmaban por poder sentarse y relajarse tras un largo día de viaje.
Raikov llevaba puesto su chaqueta negra al igual que sus pantalones y zapatos, esa era la indumentaria que portaba desde que su amigo tuvo el accidente y con la vida en un hilo, ahora eso le hacía pensar en lo rápido que se va la vida, que solo puedes tener una oportunidad y tienes que saber aprovecharla o manejarla como te guste, que nadie te tenga que decir lo que hacer. De repente se pudo escuchar la alarma para ir al comedor, el marine dejo sus cosas listas y antes de salir dejo su katana en la entrada de la puerta.
Una vez todos los marines estaban en los pasillos se podía oler los manjares que habían hecho los cocineros, aunque eso dependía de quien era el chef que de vez en cuando no te echan la sal o condimentos suficientes y el plato de comida queda insípido, sin sabor alguno. Raikov sabia manejarse en la cocina y podría llevar una taberna si lo toma en serio, pero eso seria dejar a la Marine. En el comedor los marines estaban esperando con una bandeja a que unas amables ancianas le sirvieran:
-Bueno…- decía un marine con los platos servidos- hoy si que nos vamos a llenar.
Al decir eso, las personas que estaban ahí se entusiasmaban por poder sentarse y relajarse tras un largo día de viaje.
Keth - Selim
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Blanc Leumont. En esta isla se encontraba algo que anhelaba fervientemente. Mire a la gran montaña desde mi humilde barquito y me dispuse a pasar la noche en él. Partiría a la búsqueda de las piedras a la mañana. De manera que terminé mi cena a base de pescado y empanada de carne y me fui a acurrucar a mi camarote. No recuerdo con qué soñé. Tan solo que no fue agradable. La lluvia tocaba en el ojo de buey y enturbiaba mis pensamientos, por lo que para cuando me dormí notabas las mejillas húmedas y un sabor salado en los labios.
Pero cuando desperté hacia sol. Salí a cubierta y vi con cierta sorpresa que había un barco de la marina amarrado a poca distancia del mío. Me pregunté medio mosqueado qué harían allí. Aún recordaba el papelón en Water Seven, aquellos dos mastodontes de la marina habían estorbado más que ayudado. Sin embargo, al echar otro vistazo vacilante a la montaña, pensé que tal vez tuvieran a un guía con ellos. No quería perderme entre las viejas minas. Tan solo buscaba un par de piedras preciosas. Aunque nunca había intentado algo así, tal vez necesitase más que un par para poder tener un par de intentos. Suspiré y me senté en cubierta a tocar un rato. Esperaría a la hora de comer, el sol todavía estaba saliendo y no quería despertar a nadie. Saqué mi querida flauta de ónice y la acaricié mientras sonreía. Era mi alegría y mi mayor recuerdo. Con cariño me la llevé a los labios y dejé que la música fluyera, calmándome.
Recordaba haber visto en Pancu Island a un hombre con un collar en el cuello. Era muy simple, un cordón de cuero que sujetaba una joya, ámbar puro tallado a cuchillo. Y una idea me había venido a la mente. Siempre, siempre estaba pensando en mi protegido o protegida, pero no tenía nada que ofrecerle más que mi persona. Y aunque en mi isla eso era el máximo honor... posiblemente no fuera así en otras culturas. Yo no era rico. Mi casa, de seguir en pie cuando volviera, era el epítome de lo humilde. Quería algo valioso. Algo mío que poder regalarle y que lo anclase a mí; algo que no importando quién lo viera sabría su significado, o lo intuiría. Y si tenía que meterme a las entrañas de la tierra para conseguir materia prima, bien que lo haría. Cualquier cosa por esa persona.
Me levanté, habían pasado varias horas. Quité el ancla y a golpe de remo acerqué mi velerito al buque de la marina. Volví a echar el ancla y miré a ver si había alguien en cubierta, pero no era así. No quería gritar y armar un escándalo, además de que odiaba gritar, por lo que simplemente salté y me colé. Deambulé un rato buscando a alguien hasta que me encontré con una puerta que decía: ''Comedor". Podría pedir información a los cocineros. Tomé aire y llamé tres veces con los nudillos.
Pero cuando desperté hacia sol. Salí a cubierta y vi con cierta sorpresa que había un barco de la marina amarrado a poca distancia del mío. Me pregunté medio mosqueado qué harían allí. Aún recordaba el papelón en Water Seven, aquellos dos mastodontes de la marina habían estorbado más que ayudado. Sin embargo, al echar otro vistazo vacilante a la montaña, pensé que tal vez tuvieran a un guía con ellos. No quería perderme entre las viejas minas. Tan solo buscaba un par de piedras preciosas. Aunque nunca había intentado algo así, tal vez necesitase más que un par para poder tener un par de intentos. Suspiré y me senté en cubierta a tocar un rato. Esperaría a la hora de comer, el sol todavía estaba saliendo y no quería despertar a nadie. Saqué mi querida flauta de ónice y la acaricié mientras sonreía. Era mi alegría y mi mayor recuerdo. Con cariño me la llevé a los labios y dejé que la música fluyera, calmándome.
Recordaba haber visto en Pancu Island a un hombre con un collar en el cuello. Era muy simple, un cordón de cuero que sujetaba una joya, ámbar puro tallado a cuchillo. Y una idea me había venido a la mente. Siempre, siempre estaba pensando en mi protegido o protegida, pero no tenía nada que ofrecerle más que mi persona. Y aunque en mi isla eso era el máximo honor... posiblemente no fuera así en otras culturas. Yo no era rico. Mi casa, de seguir en pie cuando volviera, era el epítome de lo humilde. Quería algo valioso. Algo mío que poder regalarle y que lo anclase a mí; algo que no importando quién lo viera sabría su significado, o lo intuiría. Y si tenía que meterme a las entrañas de la tierra para conseguir materia prima, bien que lo haría. Cualquier cosa por esa persona.
Me levanté, habían pasado varias horas. Quité el ancla y a golpe de remo acerqué mi velerito al buque de la marina. Volví a echar el ancla y miré a ver si había alguien en cubierta, pero no era así. No quería gritar y armar un escándalo, además de que odiaba gritar, por lo que simplemente salté y me colé. Deambulé un rato buscando a alguien hasta que me encontré con una puerta que decía: ''Comedor". Podría pedir información a los cocineros. Tomé aire y llamé tres veces con los nudillos.
Johnny Raikov
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El comedor era grande, serian como cuatro o cinco habitaciones normales, lo que hacia que se viese que estaba vacío, eran pocos hombres para un gran barco. Por fin le toco a Johnny que le sirvieran y para su sorpresa la comida de hoy era especial y con los mejores productos, le sirvieron un gran chuletón de buey acompañado con patatas cortadas en rebanadas, todo un manjar. La chica que servía le dijo al chico:
-Espero que le guste, lo hemos hecho con todo el cariño que tenemos- mientras sonreía.
Los marines empezaban a gritar de felicidad y a felicitar a las cocineras porque siempre estaban ahí para cocinarles, sin ellas a lo mejor se morirían de hambre. El chico se dirigió a la mesa donde estaban todos reunidos que de inmediato empezaron a hablar y a beber sake o cualquier otra cosa:
-¿Alguien sabe por qué tenemos que inspeccionar esta isla?- decía un hombre con gorra que tapaba su calva.
-Pues por ahora no sabemos nada…
Unos golpes en la puerta lo interrumpieron, todos se quedaron en silencio esperando a escuchar si alguien al otro lado de la puerta decía algo. Todos se miraron entre ellos, no había nadie fuera, así que debería de haberse colado alguien. Sacaron las armas y se acercaron a la puerta mientras la abría un marine lentamente todos apuntaban por si ocurría algo, aunque no tenían ningún motivo para atacar, simplemente si pasaba algo lo intentarían capturar.
-Espero que le guste, lo hemos hecho con todo el cariño que tenemos- mientras sonreía.
Los marines empezaban a gritar de felicidad y a felicitar a las cocineras porque siempre estaban ahí para cocinarles, sin ellas a lo mejor se morirían de hambre. El chico se dirigió a la mesa donde estaban todos reunidos que de inmediato empezaron a hablar y a beber sake o cualquier otra cosa:
-¿Alguien sabe por qué tenemos que inspeccionar esta isla?- decía un hombre con gorra que tapaba su calva.
-Pues por ahora no sabemos nada…
Unos golpes en la puerta lo interrumpieron, todos se quedaron en silencio esperando a escuchar si alguien al otro lado de la puerta decía algo. Todos se miraron entre ellos, no había nadie fuera, así que debería de haberse colado alguien. Sacaron las armas y se acercaron a la puerta mientras la abría un marine lentamente todos apuntaban por si ocurría algo, aunque no tenían ningún motivo para atacar, simplemente si pasaba algo lo intentarían capturar.
Keth - Selim
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Abrí la puerta y me encontré rodeado por un montón de marineros armados con mala cara. Suspiré y levanté las manos, vacilante.
- Lamento haber interrumpido. No había nadie en cubierta, por lo que he entrado a pedir la ayuda que preciso. Espero que no se lo tomen a mal, no tengo malas intenciones.
Esperé a que bajaran las armas y me dirigí a un hombre sin camisa y con el pelo negro, de aspecto fiero. Iba a hablar, pero entonces miré a mi alrededor y me fijé en que los había interrumpido en plena comida. Qué faena, y eso que había esperado. Sin embargo, no había nada que pudiera hacer, mejor ser directo.
-Lo único que busco es adentrarme en la montaña. Necesito algunas piedras preciosas, pero no conozco las minas y tal vez sería peligroso ir solo. Me preguntaba si alguno de vosotros sería tan amable de venir conmigo, para no perdernos.
- Lamento haber interrumpido. No había nadie en cubierta, por lo que he entrado a pedir la ayuda que preciso. Espero que no se lo tomen a mal, no tengo malas intenciones.
Esperé a que bajaran las armas y me dirigí a un hombre sin camisa y con el pelo negro, de aspecto fiero. Iba a hablar, pero entonces miré a mi alrededor y me fijé en que los había interrumpido en plena comida. Qué faena, y eso que había esperado. Sin embargo, no había nada que pudiera hacer, mejor ser directo.
-Lo único que busco es adentrarme en la montaña. Necesito algunas piedras preciosas, pero no conozco las minas y tal vez sería peligroso ir solo. Me preguntaba si alguno de vosotros sería tan amable de venir conmigo, para no perdernos.
Johnny Raikov
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Todos estábamos listos cuando la puerta se abrió, de ella apareció un chico de pelo azul que de inmediato levanto las manos para a continuación disculparse. Los marines bajaron sus armas con cuidado por si era mentira lo que decía. Johnny enfundo su espada ya que el chico se le acercaba para decir que necesitaba a uno de ellos para que lo acompañe a buscar piedras. El encargado del buque se levantó de su sitio para ver lo que ocurría, ya que él comía en un habitación aparte:
-¿Así que buscas piedras?- se rasco la calva para proseguir – Pues el recluta Raikov te acompañara.
El de pelo negro se quería oponer a esa decisión aunque no puso mala cara ya que a lo mejor lo castigaba con algunos trabajos en tierra o incluso un mes sin poder salir a otras islas para hacer las misiones, pero pensándolo mejor le podía dar el aire.
-Bueno, tú dirás por dónde empezamos a buscar esas rocas… Me llamo Johnny- mientras extendía su mano.
-¿Así que buscas piedras?- se rasco la calva para proseguir – Pues el recluta Raikov te acompañara.
El de pelo negro se quería oponer a esa decisión aunque no puso mala cara ya que a lo mejor lo castigaba con algunos trabajos en tierra o incluso un mes sin poder salir a otras islas para hacer las misiones, pero pensándolo mejor le podía dar el aire.
-Bueno, tú dirás por dónde empezamos a buscar esas rocas… Me llamo Johnny- mientras extendía su mano.
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Logré convencerlos de que mis intenciones eran buenas, y el que parecía al mando designó a uno de los otros para que me acompañase. Este al principio pareció poner mala cara, pero enseguida desapareció y me dejó pensando si no me lo habría imaginado. Tenía cara de ser alguien fiero, cabrearle no sería una buena idea. Se acercó a mi y yo le estreché la mano antes de que comenzáramos a andar hacia mi barquito, conmigo al frente.
-Mi nombre es Keth - Selim. Escoge el que prefieras, me es indiferente. Ven, llevaremos mi velero hasta la playa y ya allí atracaremos. Gracias por acompañarme.
Salté de la cubierta a la mía y esperé a que el marine hiciera lo mismo antes de coger un remo y empezar a impulsarnos hasta la orilla.
-Lo que busco no son rocas, si no piedras preciosas. Rubíes, esmeraldas... se cuenta que son capaces de almacenar una gran cantidad de energía. ¿Qué os trae a vosotros por aquí?
Al fin llegamos y eché el ancla antes de saltar a tierra. Toda la isla parecía echa de piedras y montañas, así que eché a andar con la intención de entrar en la primera cueva que encontrase.
-Mi nombre es Keth - Selim. Escoge el que prefieras, me es indiferente. Ven, llevaremos mi velero hasta la playa y ya allí atracaremos. Gracias por acompañarme.
Salté de la cubierta a la mía y esperé a que el marine hiciera lo mismo antes de coger un remo y empezar a impulsarnos hasta la orilla.
-Lo que busco no son rocas, si no piedras preciosas. Rubíes, esmeraldas... se cuenta que son capaces de almacenar una gran cantidad de energía. ¿Qué os trae a vosotros por aquí?
Al fin llegamos y eché el ancla antes de saltar a tierra. Toda la isla parecía echa de piedras y montañas, así que eché a andar con la intención de entrar en la primera cueva que encontrase.
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