[Pasado][Milena y Kuro] Sádica investigación

Las gotas de agua se precipitaban sobre los tejados, el suelo embarrado y la gente que corría para ponerse a cubierto bajo alguno de los pequeños porches de los edificios en aquella ciudad alejada de la mano de Dios. Kuro se encontraba sentado en la terraza de un pequeño restaurante, resguardado gracias a un pequeño toldo verde, algo agujereado, pero que le protegía de la lluvia. El pequeño pueblo se situaba justo en el centro de la isla, rodeado de una profunda selva y algún que otro río, siendo el único asentamiento del lugar. ¿Que por qué le habían destinado allí? Nada más y nada menos que para hacerle de escolta a una de las "niñas bonitas" del gobierno, una científica.

- Esto va a ser demasiado aburrido... ¿Quién en su sano juicio vendría hasta aquí para encargarse de alguien tan irrelevante? -susurraba en voz baja para sí mismo, algo asqueado por el trabajo que le tocaba en aquella ocasión.

El tiempo pasaba mientras el chico se entretenía leyendo su libro, de solapa oscura como su cabello. Qué había escrito en él era algo que tan solo el azabache sabía, pues cuidaba de que nadie pudiese leer lo que guardaban aquellas gastadas páginas. Aquel sitio era el punto de reunión, o eso le habían dicho sus superiores antes de dejarle abandonado en el puerto, a merced de la naturaleza. Había tardado una hora y media en llegar hasta el pueblo, pues el camino que llevaba hasta él estaba embarrado e invadido por multitud de plantas que crecían a placer. Por suerte le habían dejado allí tres horas antes de lo acordado, por lo que el tiempo no supuso un problema. Faltaban apenas quince minutos para que llegase la hora.

- Espero que no tarde mucho más...

Guardó su libro en uno de los bolsillos internos de la chaqueta, comprobó que el sable estaba bien sujeto a la cintura, así como que sus cuchillos permanecían ocultos bajo sus brazales y se recostó en el asiento, cerrando lentamente los ojos hasta quedarse dormido. Tal vez por el cansancio, aunque el aburrimiento también podría ser una opción válida. La verdad era que el sonido de la lluvia influyó un poco. ¿Podía haber algo más relajante que aquello? Aparte de las torturas, el dolor y la muerte, claro.

Milena no entendía la razón por la que debía ir con un guardaespaldas, la idea no le resultaba atractiva pues ella sola se bastaba para sus cosas o al menos eso pensaba ella. La isla que había tocado era bastante interesante y ahora tenía la oportunidad de recoger una planta especial, la cual decían que poseía unos pétalos muy interesantes. La cosa era que muchos enemigos podrían ir tras ella pues era la época perfecta para hallarse con ella, teniendo una hermosa katana y bastante velocidad no necesitaba nada más. No podía quejarse a sus superiores y por ello no tuvo más remedio que aceptar la orden. Con lo bien que se lo había pasado ella en la isla de los dinosaurios y ahora debía visitar el frío norte, al menos no pasaría calor y no se vería obligada a quitarse la sudadera, la cual tenía una manga menos. En dicho brazo portaba un leve corte debido a su viaje anterior.

Llegó finalmente a la parte más poblada de la población y le echó un ojo al mapa que le habían dado, era toda una basura y encima ella no entendía de aquellas cosas, de modo que ahora pegó un suspiro. Se dejó llevar simplemente por el nombre del restaurante y nada más, caminaba con la mano colocada en su funda negra por si había problemas antes de lo esperado. No tardó en llegar a una pequeña terraza que estaba vacía salvo por un hombre de pelo moreno y el que parecía estar dormido. Ella deslizó lentamente la silla de al lado y se sentó con la capucha puesta, dejando ver solo sus rojizos ojos y dos mechones de pelo que caían por sus hombros. Iba a tener que explicarle todo a aquel tipo pues estaba claro que debía ser él, por lo que ahora llamó al camarero con total calma, una vez llegó el hombre, la científica le pidió lo deseado.

- Tomaré un refresco de cola señor.

El hombre era un tipo mayor de cabellera blanca y ojos azules, vestía con una camisa negra y unos pantalones ajustaos, tras recibir la orden se fue a por lo pedido por la espadachín. Esta no se fiaba de su acompañante y no sabía si estaba despierto o no, de modo que tomó su vaina negra y la alzó, dando un leve golpe en la mesa, con la suficiente fuerza para hacer ruido sin romperla. Acto seguido la guardó y se quedó callada esperando a que aquel hombre despertase, la lluvia continuaba empeorando y eso podría suponer problemas, por lo que convenía darse prisa y salir cuanto antes. Como mucho podrían permitirse el lujo de esperar una media hora o cosa así, pero nada más.

El golpe le hizo abrir los ojos lentamente, abandonando el mundo de los sueños. ¿Quién le molestaba ahora? Con el buen rato que estaba pasando... Justamente se encontraba torturando a un criminal... ¿O era un marine? Bah, eso no importaba, pero le había despertado en un momento clave. Había comenzado a arrancarle las uñas una a una. Tan solo lo había hecho con cuatro de ellas cuando su encapuchada acompañante le despertó. Se quedó mirándola, aún un poco adormilado. Sus iris poseían un tono rojizo de lo más extraño, siendo el único rasgo visible de su rostro, mientras que dos mechones de un oscuro cabello caían sobre los hombros de la mujer como si de cascadas se tratasen. Se incorporó en el asiento, apoyando una mano sobre la mesa mientras sus azulados orbes se posaban en los de ella.

- Esas no son formas de despertar a alguien -dijo en un tono un tanto serio- Llegas tarde.

Lo cierto era que no tenía ni la menor idea de cuanto tiempo se había pasado durmiendo, aunque si podía justificar el haberse quedado dormido con ello le sería más que suficiente. No era capaz de distinguir sus rasgos faciales, tal vez por la capucha o simplemente porque aún estaba demasiado dormido como para hacerlo. Poco importaba de todos modos. Se quedó observando de nuevo la lluvia, que parecía haber aumentado su intensidad. Ese día iban a acabar empapados, sin duda. Volvió entonces su mirada a su misteriosa acompañante, dispuesto a preguntarle sobre la misión. Tal vez habría sido más correcto presentarse ante ella o incluso preguntar por su nombre, pero el azabache no lo vio necesario.

- Bueno... ¿Cuál es el trabajo? Cuanto antes me digas dónde hay que ir, antes terminaremos con esto -comenzó, en un tono un tanto seco al tiempo que el camarero volvía con el refresco de la chica. Kuro suspiró al verlo y se recostó en el respaldo- Supongo que tendré que esperar un poco -concluyó.

Estúpidos científicos. ¿Acaso se creía que estaba de turismo o algo por el estilo? No era el más indicado para hablar sobre responsabilidad a la hora de trabajar y esas cosas, pero le molestaba el hecho de que aquella chica hubiese decidido alargar el tiempo que pasarían allí. Lástima que no pudiese divertirse un poco con ella, pues de poder causarle un poco de dolor la tarde se podría haber vuelto mucho más agradable, aunque supuso que a sus superiores no les gustaría mucho escuchar que había torturado a una cerebrito del gobierno. "Bueno, ya habrá tiempo para eso" pensó mientras se quedaba mirándola, con un gesto de indiferencia absoluta.

Por fin el dormilón había abierto los ojos, vaya protector, ella misma podría haberlo matado en ese momento con suma facilidad. Encima se puso borde a decirle que llegaba tarde, aquello hizo que la mujer frunciera el ceño y llevara la mano a la funda de su vaina, no le costaría mucho cortarle en aquella posición. Además contaba con la ventaja de ser del gobierno, por lo que tenía más importancia que ese tipo seguramente. – Llego cuando me lo propongo. – Respondió ahora de forma un tanto seca para después observar como el camarero le traía lo que había pedido. Por el mero hecho de molestar s iba a tirar un poco más de tiempo, no le gustaba la gente que iba tan de sobrada y aquel hombres a juzgar por sus primeras palabras lo era.

Soltó un leve suspiro para después estirar su mano despacio y coger el vaso, dándole un sorbo y notando como la cafeína le quemaba la garganta de una forma deliciosa, el primer trago siempre era el mejor y estuvo unos cinco segundos bebiendo sin parar. Una vez terminó de dar ese sorbo, se quedó mirando a aquel hombre con suma tranquilidad, usó su mano libre para meterla por dentro de su sudadera y sacar una pequeña carpeta. Se notaba que no era una simple científica, principalmente por ir armada con una katana y no con un arma de fuego como la mayoría. Abrió aquel objeto delante del moreno y finalmente puso una foto delante de él, en ella se veía una planta verde, acabada en una extraña flor de un tono lila y con algunas rayas rojas en los pétalos. Después de unos segundos empezó a hablar en un tono bastante serio y seco, mirando cómo caía la lluvia con tanta fuerza.

- Esa planta tiene unas propiedades muy extrañas, mi deber es experimentar con algunos especímenes de ellas y por lo tanto las necesito. Te han enviado para escoltarme pero sinceramente no creo necesitar a nadie para esto.

Estaba un poco cansada de que en sus viajes le tocara ser protegida, ella sola valía para defenderse de sobra pero si el gobierno quería ponerle guardianes allá ellos, mientras no se metieran en su camino no pasaría nada de nada. Después cogió la foto guardándola en la carpeta para después alzarla un poco y sacar su katana, provocando unos siete cortes que hicieron pedazos aquel sobre, el cual cayó sobre un charco para terminar de destrozar el contenido. Una vez lo había enseñado no tenía por qué cargar con él y tampoco debía permitir que otro ajeno a la misión lo viera, por lo que había hecho lo correcto. Ahora se puso en pie para después mirarle de forma seria, guardando su arma en la funda, la cual hizo un sonido afilado mientras se introducía. Momentos después empezó a caminar hacia el bosque esperando a que aquel tipo le siguiera y si lo hacía, seguiría caminando ella sola sin ningún tipo de problema.

Las respuestas de la chica fueron tan serias y bruscas como las suyas. Sin duda habían empezado con buen pie, por lo que el día pintaba interesante. La miró con algo de desesperación al ver el tiempo que se tomaba en beber. No era del tipo de gente que hacía las cosas con prisa, pero deseaba que aquella misión terminase cuando antes. "¿Lo estará haciendo aposta?" se preguntaba mientras fruncía el ceño. Lástima de cuchillo en la garganta... Mientras esperaba a que se dignase a contarle de qué iba el asunto Kuro jugueteaba con los dedos en la empuñadura de su sable, suave al tacto y fría, o al menos así era para él. Dos características que le resultaban bastante agradables. Se ajustó las gafas con la mano libre al tiempo que la chica comenzó a explicarle. "Por fin".

Observó con atención la foto, una flor totalmente desconocida para él, de color lila y algo roja en los pétalos. El chico pudo suspirar entonces, aliviado de que no fuese de color rosa. De haber sido así se habría podido pasar toda la misión estornudando, moqueando y con los ojos llorosos, cosa que no era para nada agradable. Tras un rato la chica cogió de nuevo la foto para, con una maestría que realmente impresionó al azabache, cortarla en diferentes trozos junto a la carpeta y lanzar estos sobre un charco, eliminando así las pruebas. "Una chica cuidadosa a la par que hábil, interesante" pensó mientras se ponía en pie, ajustando el sable de nuevo y dedicándole una fría mirada, clavando sus azules ojos sobre aquellos rubíes.

- Entonces mi trabajo supondrá escoltarte por esta... -echó un vistazo a los árboles que se veían en los límites del pueblo- Odiosa jungla. Imagino que el mayor peligro que nos encontraremos serán los animales propios de la zona, así que no hay mucho de lo que preocuparse, supongo. Bien, te sigo.

Tras eso la siguió, pues la chica había comenzado a andar. Ciertamente había adquirido algo de interés sobre ella al ver aquella habilidad, y de hecho estaba bastante sorprendido de que fuese capaz de empuñar ese tipo de armas con tanta soltura. Por lo general la mayoría de científicos iban desarmados o bien empleaban armas de fuego. Unos debiluchos incapaces de valerse por ellos mismos, así los calificaba Kuro. Sin embargo, ella parecía ser muy diferente. Solo tendría que esperar para saber cuánto de aquello era verdad.