Byakuro Kyoya
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Byakuro se detuvo momentáneamente al ver que su compañero parecía desfallecer. Su cuerpo temblaba y su brazo parecía quemado ligeramente, en carne viva. ¿Qué demonios había pasado? Estaba tan obcecado por llegar a la puerta donde se encontraba la extraña mujer. El marine le pidió que se adelantase, por lo que el albino simplemente se dio prisa en recorrer la distancia que lo separaba de la puerta, que ahora se encontraba cerrada de nuevo.
El chico llegó hasta el umbral, y lo abrió de golpe, viendo al otro lado un pasillo estrecho y mal iluminado, que contrastaba enormemente con la esplendorosidad de la sala de las máquinas tragaperras que estaba dejando atrás. El techo, iluminado por tubos fluorescentes, el suelo y paredes enmoquetados y el olor a humedad hacía pensar que aquel oscuro pasillo debía de estar reservado para el servicio, y no para el público. El cazador empezó a correr por el lugar, esperando encontrarse con Ashford y su mujer más adelante, pero en cuanto dobló la primera esquina vio ante él una pequeña puerta que parecía dar a la calle. Abriéndola de un empujón, se encontró de pronto en un pequeño callejón lateral al casino.
- ¡Mierda! -masculló para sí mismo, mientras trataba de buscar a su alrededor a los siniestros personajes, que parecían haberse esfumado en el aire, con nulo resultado.
El chico llegó hasta el umbral, y lo abrió de golpe, viendo al otro lado un pasillo estrecho y mal iluminado, que contrastaba enormemente con la esplendorosidad de la sala de las máquinas tragaperras que estaba dejando atrás. El techo, iluminado por tubos fluorescentes, el suelo y paredes enmoquetados y el olor a humedad hacía pensar que aquel oscuro pasillo debía de estar reservado para el servicio, y no para el público. El cazador empezó a correr por el lugar, esperando encontrarse con Ashford y su mujer más adelante, pero en cuanto dobló la primera esquina vio ante él una pequeña puerta que parecía dar a la calle. Abriéndola de un empujón, se encontró de pronto en un pequeño callejón lateral al casino.
- ¡Mierda! -masculló para sí mismo, mientras trataba de buscar a su alrededor a los siniestros personajes, que parecían haberse esfumado en el aire, con nulo resultado.
Rylanor
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Más enemigos. ¿Es que no iban a dejar de llegar nunca? Tenía que concederles que aunque débiles y no muy listos, eran insistentes. Derribó a uno con un fuerte puñetazo en la cara, y se echó a un lado para evitar el disparo de uno de los otros. Jadeó, temblando ligeramente por el cansancio, y comenzó a correr a por el de la pistola. Un segundo disparo pasó rozándole el hombro izquierdo, pero lo despachó de una patada. En torno a él ya había un par de decenas de agentes de seguridad inconscientes, y aunque caían como moscar comenzaba a acumular heridas menores a causa del cansancio y de los daños que le había provocado el Primer Camino. Sin embargo, no se iba a dejar vencer por unos principiantes como aquellos. Nuevamente se abalanzó sobre el nuevo grupo que llegó a continuación y con un rugido de furia comenzó a vapulearlos. Pronto estuvieron derribados como resto.
- Debo buscar a Byakuro-san... no dejan de venir, y podría estar en peligro.
Rápidamente entró en el pasillo y comenzó a recorrerlo a sprint. No había nada en particular salvo unas tétricas luces. Ni siquiera encontró varias salidas. Al llegar al final encontró una única puerta, metálica. Visto lo visto, seguramente diese al exterior. Efectivamente, al abrirla dio a un callejón entre los edificios del Casino. Al fondo se veía el lago que rodeaba la isla del casino. Vio a Byakuro rondando por el lugar, con bastante prisa. "Debe estar buscándolos. Si es así, ya se han ido." Se acercó a este, a paso algo más calmado y sujetándose el brazo herido. Había estado forzándose a usarlo hasta ahora con su Sexto Camino, pero había tenido sus consecuencias. Le apoyó la mano izquierda en el hombro al cazador y dijo:
- Byakuro-san, es inútil. Si han salido por aquí sólo hay tres posibilidades: o se han ido en barca, en cuyo caso ya podemos darlos por perdidos, o por el puente de la entrada principal. De ser esta última opción aun tenemos una oportunidad, pero no creo que hayan tomado esa. Me parece más probable que hayan tomado la barca o empleado un método para salir que desconocemos. Propongo ir al puente a esperar a los refuerzos, y luego interrogar al personal.
- Debo buscar a Byakuro-san... no dejan de venir, y podría estar en peligro.
Rápidamente entró en el pasillo y comenzó a recorrerlo a sprint. No había nada en particular salvo unas tétricas luces. Ni siquiera encontró varias salidas. Al llegar al final encontró una única puerta, metálica. Visto lo visto, seguramente diese al exterior. Efectivamente, al abrirla dio a un callejón entre los edificios del Casino. Al fondo se veía el lago que rodeaba la isla del casino. Vio a Byakuro rondando por el lugar, con bastante prisa. "Debe estar buscándolos. Si es así, ya se han ido." Se acercó a este, a paso algo más calmado y sujetándose el brazo herido. Había estado forzándose a usarlo hasta ahora con su Sexto Camino, pero había tenido sus consecuencias. Le apoyó la mano izquierda en el hombro al cazador y dijo:
- Byakuro-san, es inútil. Si han salido por aquí sólo hay tres posibilidades: o se han ido en barca, en cuyo caso ya podemos darlos por perdidos, o por el puente de la entrada principal. De ser esta última opción aun tenemos una oportunidad, pero no creo que hayan tomado esa. Me parece más probable que hayan tomado la barca o empleado un método para salir que desconocemos. Propongo ir al puente a esperar a los refuerzos, y luego interrogar al personal.
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Byakuro miró a Kai con fastidio. Después de todo, no había logrado conseguir su objetivo de atrapar a la mujer y el hombre sospechosos. Qué rabia. Y además, se había enemistado con todos aquellos seguratas. Con algo de suerte no tomarían medidas en contra de él. Al fin y al cabo, el solo estaba cumpliendo con su deber.
- Creo que yo me voy a retirar... nunca me han gustado las redadas, ni las grandes multitudes. Supongo que no es absolutamente necesario que me quede, ¿no? -preguntó, con las esperanzas de evitar largos interrogatorios y papeleo.
Un par de segundos después, el peliblanco empezó a caminar hacia la salida del terreno del casino. Esperando que aquello fuera una despedida, añadió:
- Bueno... nos volveremos a ver, supongo. Algún día... si eso. -el chico sonrió ligeramente. Obviamente no estaba contento, pero podía decir, sin miedo a equivocarse, que aquella había sido la segunda experiencia más extraña que había tenido nunca en un casino. Pensó en Dexter, irremediablemente. ¿Qué sería del dragón? Tendría que encontrárselo... sería divertido comer carne de pterodáctilo juntos de nuevo.
- Creo que yo me voy a retirar... nunca me han gustado las redadas, ni las grandes multitudes. Supongo que no es absolutamente necesario que me quede, ¿no? -preguntó, con las esperanzas de evitar largos interrogatorios y papeleo.
Un par de segundos después, el peliblanco empezó a caminar hacia la salida del terreno del casino. Esperando que aquello fuera una despedida, añadió:
- Bueno... nos volveremos a ver, supongo. Algún día... si eso. -el chico sonrió ligeramente. Obviamente no estaba contento, pero podía decir, sin miedo a equivocarse, que aquella había sido la segunda experiencia más extraña que había tenido nunca en un casino. Pensó en Dexter, irremediablemente. ¿Qué sería del dragón? Tendría que encontrárselo... sería divertido comer carne de pterodáctilo juntos de nuevo.
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Byakuro parecía tener la intención de retirarse. Kai lo observó un tanto indeciso. Por un lado como oficial que era tenía la responsabilidad de llevárselo consigo como testigo, para incluir sus declaraciones en el informe. Al fin y al cabo, aquello no era una simple "redada". Agentes de seguridad privadas habían atacado sin provocación previa a un agente del Gobierno Mundial. ¿O habían dado ellos el primer golpe? Bah, qué más daría. El caso era que se trataba de una situación fuera de lo común, y la Marina estaría muy interesada en investigar el caso a fondo. Probablemente Byakuro no tenía nada que temer en ese aspecto, pero eso no implicaba que fuese agradable tener que perder el tiempo presentando testimonio y dando explicaciones. No cuando podía explicarlo todo él mismo.
- Ve, les diré que nos separamos en medio del jaleo, y que por eso no pude avisarte de que probablemente querrían que te quedaras como testigo. Suerte en tu viaje, Byakuro-san.
Le dio una palmada en el brazo con su brazo bueno (o el menos herido, más bien), y se adelantó para reunirse en el puente con los demás marines que seguramente estarían al caer. No tuvo que esperar demasiado. En cuanto llegó a la zona, un pelotón ya se estaba acercando. Algunos miembros del cuerpo de seguridad del casino se acercaron desenfundando las pistolas, apuntando a Kai. En respuesta, los reclutas aceleraron el paso y sacaron los fusiles. Entonces los guardias se miraron entre ellos, sin saber muy bien por qué les apuntaban los marines.
- ¡Arresten a este hombre! ¡Ha causado un disturbio en el casino! - gritó uno de ellos.
Kai se acercó con toda la serenidad y calma que le permitía el dolor que sentía al caminar, y se paró frente al líder de la patrulla. Reconoció por sus galones que era un sargento. Este se cuadró ante él con respeto.
- A sus órdenes, mi capitán - dijo, ante la incrédula mirada de los agentes de seguridad.
- Sargento, arreste a esos hombres. Solicite refuerzos y cuando tenga hombres suficientes, entre a arrestar a todo el personal de seguridad, heridos incluidos, y a los responsable del casino.
- Señor, sí señor - replicó, dirigiéndose a continuación a los de seguridad - Ya habéis oído. Entregaos sin oponer resistencia y no abriremos fuego.
El joven aun se quedó unos instantes para comprobar que el arresto se llevaba a cabo sin problemas. Acto seguido, se giró y se dirigió al cuartel. Allí atenderían sus heridas apropiadamente. Hasta ahora había logrado aguantar bien, pero estaba bastante machacado y tenía algunas heridas con muy mal aspecto. "Demasiados enemigos..." pensó, fastidiado. Le molestaba la idea de haber sido herido hasta ese punto por gente tan débil. En un uno contra uno podría haber derrotado a cualquiera de ellos sin recibir ni una sola herida.
- Ve, les diré que nos separamos en medio del jaleo, y que por eso no pude avisarte de que probablemente querrían que te quedaras como testigo. Suerte en tu viaje, Byakuro-san.
Le dio una palmada en el brazo con su brazo bueno (o el menos herido, más bien), y se adelantó para reunirse en el puente con los demás marines que seguramente estarían al caer. No tuvo que esperar demasiado. En cuanto llegó a la zona, un pelotón ya se estaba acercando. Algunos miembros del cuerpo de seguridad del casino se acercaron desenfundando las pistolas, apuntando a Kai. En respuesta, los reclutas aceleraron el paso y sacaron los fusiles. Entonces los guardias se miraron entre ellos, sin saber muy bien por qué les apuntaban los marines.
- ¡Arresten a este hombre! ¡Ha causado un disturbio en el casino! - gritó uno de ellos.
Kai se acercó con toda la serenidad y calma que le permitía el dolor que sentía al caminar, y se paró frente al líder de la patrulla. Reconoció por sus galones que era un sargento. Este se cuadró ante él con respeto.
- A sus órdenes, mi capitán - dijo, ante la incrédula mirada de los agentes de seguridad.
- Sargento, arreste a esos hombres. Solicite refuerzos y cuando tenga hombres suficientes, entre a arrestar a todo el personal de seguridad, heridos incluidos, y a los responsable del casino.
- Señor, sí señor - replicó, dirigiéndose a continuación a los de seguridad - Ya habéis oído. Entregaos sin oponer resistencia y no abriremos fuego.
El joven aun se quedó unos instantes para comprobar que el arresto se llevaba a cabo sin problemas. Acto seguido, se giró y se dirigió al cuartel. Allí atenderían sus heridas apropiadamente. Hasta ahora había logrado aguantar bien, pero estaba bastante machacado y tenía algunas heridas con muy mal aspecto. "Demasiados enemigos..." pensó, fastidiado. Le molestaba la idea de haber sido herido hasta ese punto por gente tan débil. En un uno contra uno podría haber derrotado a cualquiera de ellos sin recibir ni una sola herida.
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